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Julio Enrique Blanco


Luis López de Mesa

1 CORRESPONDENCIA FILOSÓFICA
( 1917-1966)
Julio Enrique Blanco
Luis López de Mesa

CO~RESPONDENCIA FILOSÓFICA
~ (1917-1966)
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Compilación prólogo y notas


"'t Julio Núñez Madachi
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Colección Ideas
Ediciones Uninorte
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Colección dirigida por
Jesús Ferro Sayona

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Edición al cuidado de:


Julio Núñez Madachi ·v
Joachim Hahn

Reservados todos los derechos


© Ediciones Uninorte 1987
Apartado aéreo 1569
Barranquilla, Colombia

ISBN:958-9105-04-1

Diseño portada :
Víctor Orozco
Impreso en Colombia por EDINALCO Ltda .
Apartado aéreo 49080, Medellín
CONTENIDO

Presentación
Jesús Ferro Bayona. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . rx

Prólogo
Julio Núñez Madachi ... ... .. . . ........................ ,xm

Correspondencia filosófica ....... ; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1

Apéndice:
Autodidaxia y heterodidaxia ............... . . ........... 133

Notas............ . ................................. 155


PRESENTACIÓN

Al gran amigo, maestro y filósofo admirado, Julio Enrique Blanco de la Rosa.le


rendimos un homenaje póstumo al publicar su correspondencia con ese polifacé-
tico hombre de la cultura que fue Luis López de Mesa.

Este año, Julio Enrique dejó de estar entre nosotros después de haber recorrido
un largo y fecundo camino espiritual, pues se dedicó a la ocupación que mantuvo
concentrada su más vital actividad, a saber, la filosofía. Ocupación ésta que no
es común en nuestro medio, y que lo es menos cada día co"n la creciente objetiva-
ción tecnológica que tiende a reemplazar, o a distraer, la aplicación del pensa-
miento a tareas menos inmediatas, pero no por ello menos apremiantes por cuan-
to se está poniendo en juego la genuina naturaleza del bomo cogitans.

En varias de las cartas que le escribió J.E. Blanco a L. López de Mesa aparece re-
ailtado el interés del filósofo barranquillero por la contemplación como si se tra-
tara, pensamos nosotros, de un espacio indispensable y gratificante para llevar a
cabo una labor que él mismo se había propuesto en lo más recóndito de su pro-
yecto vital. La contemplación, cultivada por años y no como ejercicio de la mi-
rada perdida en el vacío, le permitió a Julio E. Blanco mantener alerta su espíritu
creativo, ya que nuestro filósofo no se contentó con traducir y trasladar a su tie-
rra las teorías, ideas y propósitos de los pensadores europeos de su tiempo, sino
que se situó ante ellos con actitud más respetable y digna cual es la crítica, el
pensamiento crítico. E,qe legado del filósofo barranquillero invade por derecho
propio todas las manifestaciones de su pensar y deja en quienes le sobrevivimos
una obligación y una tarea por cumplir.

1A correspondencia entre Julio E. Blanco y Luis López de Mesa es una obra de la


mayor importancia y trascendencia en el actual acontecer de nuestra cultura co-
lo mbiana. En ella encontrará el lector un riquísimo ideario expresado en el len-
guaje epistolar. No se trata de cartas que van y vienen para transmitir noticias o
·ntetizar solicitudes y preocupaciones, que es lo más corriente en nuestros días.
Enco ntramos en la correspondencia que publicamos un género epistolar quepa-
recía desueto, pero que en el caso de J.E. Blanco y López de Mesa es, por el con-
tra rio, retorno a uno de los más notables medios de comunicación en la historia
de la humanidad. En las cartas que leemos en este libro encontramos una especie
e diario íntimo trasladado al género epistolar. Cuando decimos íntimo no nos
referimos a las connotaciones del carnet familiar o del diario personal, sino al ca-

IX
rácter vital y profundo-que no excluye la referencia a los asuntos de los negocios,
la familia, el amor o los acontecimientos del mundo circundante- que distingue
el estilo de estos dos grandes pensadores de nuestra cultura. Mucho más que ·
pensamientos sueltos, hallamos la más amplia manifestación de un proceso men-
tal que durante años mantuvo entre los dos pensadores la tensión creativa de una
amistad que no se limitaba a la mutua admiración, sino que llegaba a expresarse
en críticas productivas y diferencias necesarias en la evolución del pensamiento.
La correspondencia entre J.E. Blanco y Luis López de Mesa se publica en mo-
mentos en que la cultura nacional necesita una inyección de vitalidad y de espíri-
tu creativo. Estos dos grandes representantes de nuestra cultura colombiana bus-
caron incensantemente el cambio, de fondo y de forma, de las ideas mediante el
cultivo de un pensamiento crítico y analítico de nuestra producción intelectual.

Para que esta labor no se detenga y para que muchos lleguen a avivarla, publica
la Universidad del Norte la correspondencia de los dos ilustres pensadores, que
son símbolo de más de medio siglo de nuestra colombianidad. Nos satisface que
le podamos rendir un homenaje a nuestro filósofo Julio E. Blanco, cuya dimen-
sión espiritual y producción filosófica son apenas en parte conocidas, ya que lo
más extenso y, quizás, más significativo de sus escritos no se conoce ni se ha es-
tudiado todavía.

La Universidad del Norte se ha propuesto rescatar ese legado tan valioso para la
historia de nuestras ideas y seguirá en el empeño de difundir el pensamiento de
Julio E. Blanco. Es una tarea larga y poco fácil, como lo fue la ordenación y rec-
ta anotación de la correspondencia que publicamos.
Por la dedicación religiosa y apegada al recuerdo del maestro, dejamos constancia
del mérito que en el trabajo de clasificación, transcripción y anotaciones críticas
tuvo el profesor Julio Núñez Madachi, a quien felicitamos y animamos a prose-
guir en la misma vía de rescate del legado intelectual de Julio E. Blanco.

Como Rector de la Universidad del Norte, y admirador y amigo de Julio Enrique,


con quien compartí sentimientos e ideas sobre nuestra cultura, y en particular la
filosofía, me siento honrado de acometer esta trascendental tarea de difundir sus
escritos filosóficos, porque dentro del quehacer de la Universidad e~ constituye
un compromiso tan honroso como histórico.

Jesús Ferro Bayona


Rector
Universidad del Norte

Barranquilla, 15 de octubre de 1986.

X
Barranquilla, agosto 20 de 1986

Sirilor
Jwio Núñez Madachi
Universidad del Norte,
O udad de Barranquilla.
Muy estimado amigo :
Doy a usted mis más debidas gracias, ante todo, en recuerdo de quien fuera -
ereo poder decirlo - mi óptimo amigo, el doctor Luis Eduardo López de Mesa,
que aparece hoy como uno de los corresponsales del "Epistolario" en curso de
publicación, que se edita bajo los auspicios de la prestigiosa Universidad del Nor-
en .Barranquilla - el ámbito de nuestro país que siempre ha indicado la ruta del
Caribe y de las riberas del río Magdalena , como la de la absorción internacio-
aal de la civilización y de la cultura humanas, cuyo sustento fue el que perma-
-.te, incesantemente, el doctor López de Mesa hizo siempre suyo para incul-
-'o en la mente de sus compatriotas.

ted, amigo Julio Núñez y al vehemente deseo de llevar a cabo la publicación


"Epistolario" a que acabo de referirme, se debe la labor que ha llevado para el
11&,v de ella. Pero, también el apoyo tan comprensivo del meritorio rector de la
· sidad del Norte, doctor Jesús Ferro Bayona, a quien deseo expresarle el
ido agradecimiento por su señalada colaboración.

atentamente,
Julio Enrique Blanco

XI
PRÓLOGO

En Colombia, donde no es frecuente la publicación de epistolarios, es difícil ha-


llar una CORRESPONDENCIA de la talla que aquí se ofrece. Corresponden-
cia producto de una amistad mantenida sin mudanza en un dilatado espacio
de tiempo de cincuenta años que es, como la misma palabra lo indica, un intenso
diálogo entre dos voces que se alternan para tratar los más insondables problemas
de la existencia humana, del que va emergiendo un doble carácter elevado, noble
y cordial consumido por el amor a la patria y a la sabiduría.

Diálogo entre dos espíritus gemelos nacidos casi al mismo tiempo para compren-
dO'Se y estimarse y reaccionar contra formas de pensamiento vigentes a princi-
pio$ de siglo, que unánimemente consideraban inoperantes y en franca decrepi-
• incapaces de regir ni el entendimiento_ni la voluntad de la vida actuante y
l de la República, en el intento de establecer las bases para la modernización
pensamiento colombiano y crear con sus obras el suficiente espacio crítico
la articulació11 de una nueva racionalidad.

truvés de estas páginas se ven nacer, crecer y tomar cuerpo cada una de las
, de sus interlocutores y el despliegue de sus pensamie11tos, el que se va ha-
amdo-a medida que transcurre el diálogo epistolar-cada vez más lúcido y pe-
adrante, más exigente, riguroso y sistemático; y la emergencia, para el caso co-
iano, no sólo de una nueva línea de pensamiento, de una nueva respuesta a
grandes problemas de la meta{ ísica tradicional, sino también, -y ante todo-
nueva actitud mental.
.ftro en este epistolario no todo es trascendencia, no todo es severidad de pen-
amien to. Si bien es cierto que la filosofía es la protagonista principal del diálo-
e!l hecho de que estas cartas hayan sido escritas en la más confiada intimidad,
lll!rmit·e que en ellas se presente toda una serie de datos curiosos y desconocidos
•l!lwrtes a los dos ilustres pensadores, por ejemplo, comentarios y apreciaciones
escritos y personas del país ; críticas y opiniones particulares acerca de la
alilitnnn· nacional; planes y proyectos atinentes a la marcha de la cultura local, en
apreciaciones varias de los sucesos sociales colombianos y sus protagonistas,
- jlliaados por dos entendimientos urgidos por el deseo de lograr para Colombia
estructuro espiritual coherente.

comprender la obra de un filósofo desde el punto de

xm
vista de sus ideas o si se quiere, la de un político por sus realizaciones concretas
o la de un artista por sus formas logradas, quizás no necesiten de cartas o docu-
mentos íntimos; les basta con las objetivaciones del espíritu. Pero quienes traten
de caracterizar al hombre y su época e intenten comprender el proceso creativo
del mismo, a más de las formas notorias de expresión, buscarán todo cuanto pue-
da aportar alguna luz sobre los factores desencadenantes de las peripecias de su
vida y de sus ideas. Las cartas de los hombres ilustres, entonces, adquieren un
gran poder de iluminación.

La correspondencia que aqu{ se ofrece tiene, pues, más de una justificación. Las
cartas cruzadas entre Julio Enrique Blanco (1890-1986) y Luis López de Mesa
(1884-1966 ), junto al resto de sus obras, constituyen un valioso documento en
cuanto se refiere a la actividad filosófica en Colombi,a y al desarrollo de nuestra
cultura en general. Aquellos que se interesen por la filosofía latinoamericana y
por el desenvolvimiento del pensamiento filosófico nacional encontrarán la for-
ma no sólo de llenar las numerosas lagunas que existen en la biografía y la activi-
dad filosófica de estos dos escritores nacionales, sino también la de poder valorar
el esfuerzo de ambos por despertar, a comienzos de siglo, la concienci,a ideológi-
ca del país y la intención de elaborar conceptos originales en filosofía, todo con
el deseo de que Colombia iniciara la elaboración de ideas atrevidas que la coloca-
ran en trance de nacionalidad pensante y no meramente comentadora de culturas
foráneas. Para que Colombia, en fin, se adelantara-tal como lo señ.alara en ese en-
tonces Julio E. Blanco- un poco a la Argentina, Brasil y México: países que esta-
ban trabajando con más ahínco en estos aspectos de "cultura superior; adelantar-
se en la expresión de algunos conceptos originales y no meramente reflectores de
la vieja cultura eurasiática".

Este grupo de cartas representa un valioso documento que ilumina no sólo una
época en el avance de la actividad filosófica nacional sino que señala, por sí mis-
mo, la iniciación de la actual conciencia filosófica colombiana. Brindan la opor-
tunidad de comenzar a elaborar no sólo la biografía de ambos maestros, sino que
incitan desde ahora, a la producción de trabajos monográficos sobre las tesis de
nuestros más notables pensadores, como una contribución o como un punto de
partida para la elaboración de una historia de las ideas filosóficas en Colombia.

UNA AMISTAD CLÁSICA

En un ambiente nada propicio para filosofar (1900-30 ), donde la filosofía era


considerada como un pasatiempo de gente estrafalaria e ilusa, la labor llevada a
cabo por Blanco y López de Mesa fue del todo heroica. Por ello, no es de extra-
ñar que Danilo Cruz Vélez, uno de los grandes filósofos colombianos de la gene-
ración que posteriormente sentara las bases definitivas de la actividad filosófica
en Colombia, así lo haya reconocido:

"( . . )a mí me parece esta gente heroica. Porque en


realidad, en ese tiempo era un signo de heroísmo
dedicarse a una actividad, al margen de toda la
vida nacional y resignarse a llevar una existencia

XIV
fantasmal. Pero la apreciación general no era
equivocada. Pues una existencia fuera del margen regular
dentro del cual se mueve la colectividad está siémpre
en peligro de caer en la extravagancia". 1

Y será precisamente esta existencia fantasmal, la clandestinidad de lo extravagan-


te, la que posibilitara, en 1917, el encuentro entre Blanco y López de Mesa.
Aquel, quien se había trasladado a Medellín el mismo año, debe persuadir reite-
radamente a los círculos científicos de la capital antioqueña de que el autor de
los densos ensayos filosóficos publicados en la revista "VOCES" nada tiene que
oer con sus actividades particulares. Insistió, hasta el cansacio, en que se trataba
sólo de un enojoso caso de homonimia debido a que esa actividad podía afectar
las relaciones comerciales en las cuales, se desempeñaba 2 • Difícilmente pudo
persuadir a un joven y prestigioso galeno que, como López de Mesa, se hallaba
en las mismas y difíciles circunstancias. A partir de entonces, ambos protagoniza-
rán una maravillosa y ejemplar amistad. Relación afectiva que se verá fortalecida
desde el primer instante por las coincidencias de tipo intelectual y moral. Asi-
mismo, por el profundo amor a las ciencias y a la filoso{ ía y por el irremplazable
deseo de conducir a Colombia por los cauces reales que le permitieran acceder a
un tipo de cultura superior. Elementos todos que contribuyeron al manteni-
miento de una amistad clásica, sin altibajos, por más de media centuria.

Entre Blanco y López de Mesa no hubo diferencias en cuanto se refiere a la apre-


ciación de su presente filosófico. Las coincidencias de actitudes y la amistad se
desarrollaron en medio de la independencia y respeto mutuo ante sus propias di-
ferencias filosóficas. López de Mesa siempre vio en Blanco la figura del sabio,
del maestro por excelencia, de quien era un honor recibir el concepto crítico
siempre como enseñanza. Blanco, por su parte, supo ver en López de Mesa, su
grandeza personal, y su valor como una de las figuras señeras de una novísima
tradición filosófica. Entre ambos reinó siempre el estímulo crítico y las calida-
des humanas e intelectuales predominaron siempre sobre las diferencias de ideas
que cada uno podía sustentar. Como lo demuestra la correspondencia, se co-
mentaban uno a otro y en circunstancias en que estiman importantes, el desarro-
llo de sus investigaciones. Difícilmente, se puede hablar de una relación de
"maestro y discípulo", pero es justo reconocer que López de Mesa no escatimó
esfuerzo en reconocer a Blanco siempre como el sabio, el maestro por excelencia.

JULIO E. BLANCO: EL TIPO DEL FILÓSOFO ABSOLUTO

Julio E. Blanco, en ese ambiente que le proporcionaba escaso aliciente a la de-


dicación filosófica, logró durante toda su vida (96 años) una meditación intensa,
siempre sobre los problemas que le acuciaban y que iba asimilando en el estudio
y trasmutando en su pensar propio. Fue un largo proceso de gestación desarro-
llado casi por completo en la soledad. La filosofía fue para él lo que la filosofía

1 VENCEVEOLI, J. Horas de literatura colombiana. Bogotá, B.P.C. 1969.

2 NUÑEZ, J. Inédito.

XV
es: pensar, pensar "a fondo" p,
plejidades irreductibles y las ~eze~s;zr, cf
nt'.a t_o do desaliento, ante las com-
z~~- Fue él un filósofo, en todo ei se":t~d;":i,~~~1ones que obligan a recomen-
c~on completa a la ocupación filosóf" ¡- - pala?ra, que con su consagra-
t1~ del filósofo absoluto . Un autént:~; ;::~ por primera vez en Colombia el
v~l~sa que hasta ahora se ha realizado or cuy? obra es la aportación más
s1ca . Habiendo sido él quien ad - ;n ¡:uestr~ pa1s en el campo de la metafí-
losofía en la Costa Atlántica: m:Xa~t/ abe! inaugurado_la e'!-señanza de la fi-
los Sistemas Filosóficos en el Coleg · d ;8cated~as de Historia Comparada de
primera vez en el país ~ sin media;ró ed arranqu1lla (1937), dio_ a conocer, por
de Edmund Husserl4. n e Ortega Y Gasset, las ideas filosóficas

LÓPEZ DE MESA: LA FIGURA DEL "VARÓN DOCENTE"

López de M~sa, p~r su parte, es sin du<?,a u'! filósofo de su tiempo. Que debió
ate~d~r las 1mperl<!5!1-S tareas de un pa1s practicamente en reconstrucción tanto
ma eria1 como espmtual. Un pen~dor que <j.Uedó sometido a la presión de dos
problem?s fund_a men~ales: la teoria y la practica. A la estricta filosofía a la
conmovida realidad circundante. Y

Casi a todos 1?s grandes problemas de la civilización contemporánea dedicó hon-


dos plan~eam1entos y para algunos propuso soluciones prudentes y certeras. Se-
guro Y firme en sus principios, los iba cotejando a cada momento con la realidad
pa-,:-a la confrontación crítica. Su mayor preocupación fue el desarrollo de la cul-
tura ~ciona~. Y fue precisamen~~ como Mit:istro de la Cultura que introdujo, en
los anos treinta, cuando la nacion colombiana se enrumbaba hacia la moderni-
dad, las reformas liberales en la universidad y realizó campañas para el mejora-
miento de la educación y la cultura del país. A él le corresponde no solo el gran
mérito de la secularización de la educación en Colombia, sino el no menos im-
portante para la historia de la filoso{ ía en nuestro país, como fue la promulga-
ción del decreto por medio del cual se hacía obligatoria la enseñanza de la filo-
sofía en la educación secundaria. Ha quedado demostrado, sin embargo, que su
influjo personal fue más considerable que su obra escrita y que su figura de "va-
rón docente" fue el estandarte esgrimido por los gobiernos liberales de entonces
como símbolo del advenimiento de una nueva era cultural. De él ha dicho el
profesor Rubén Sierra, en su ensayo sobre la filosofía contemporánea en Colom-
bia : "En una historia de nuestra cultura, y en particular de la filosofía, habría
que señalarle algunas cualidades positivas: podemos decir que en buena parte a
él se le debe la secularización del pensamiento filosófico en Colombia " 5 •
JULIO E. BLANCO Y LUIS LÓPEZ DE MESA: PUNTO DE PARTIDA
DE LA ACTUAL CONCIENCIA FILOSÓFICA
Hasta finales del siglo pasad_o en Co1:!_mbia, com_o en la mayor parte de los p~íses
latinoamericanos, la filosofia no deJo de ser mas que un eco o una mera caJa de
3 SALAZAR, R. Aproximaciones a las concepciones metafísicas de J.E. Blanco. Cuad. Fil.
Latín, 9 (1981).
4 Cf. Rev. Pont. Univ. Bol. 4-7, 12. 1939-1941.
5 SIERRA, R. Ensayos filosóficos. B.P.C. Bogotá, 1978.
1

XVI _ __J
resonancia de la cultura europea; en la Colon_ia, verbigracia, encontramos ·solo
cultores de un escolasticismo tardío; en la República, a más de la escolástica, cul-
tivadores del positivismo y el utilitarismo.
Sólo en los primeros decenios del presente siglo se manifiestan las primeras ten-
dencias a querer actualizar las nuevas corrientes y lo más importante, se arriesgan
las primeras y originales sistematizaciones filosóficas vernáculas de América La-
tina. ·

Este irrevocable compromiso histórico de formular una filoso{ ía vernácula de las


Américas que, como Destua en el Perú, Caso y Vasconcelos en México, Korn en
la Argentina, Farias Brito en el Brasil, y Vaz Ferreira en el Uruguay, lo asumen
en Colombia Julio Enrique Blanco y Luis López de Mesa. Basta leer solo algunos
aportes de la correspondencia cruzada entre ambos pensadores para tener eviden-
cia de este esfuerzo.
"La época en que nacimos reclama de nosotros una
revolución espiritual y fundamental, que abarque
desde los cimientos hasta el decorado de las más al-
tas torres, revolución genitoria de nueva fe, de nue-
vas esperanzas y renovada voluntad ( . . . ) tenemos
por delante llún la misión que cada pueblo debe lle-
nar sobre la tierra; y somos nosotros generación pre-
parada para ello, porque las generaciones que debie-
ron asimilar conocimientos extranjeros pasaron; (. . .)
somos nosotros los predestinados, si acaso oímos la
llamada de los tiempos, a emprender la creación de
los ideales hispanoamericanos" (López de Mesa)
A lo que responde Blanco: "Me parece que sin po-
der desechar presuntuosamente el acervo filosófico
de Asia y Europa, debemos tratar, en nuestro cultivo
vernáculo, de contribuir ya con obra original".
Tanto Blanco como López de Mesa, devienen figuras claves en el desarrollo del
pensamiento filosófico en Colombia. La acción y las obras de estos ~os ~en1!lld~-
res representa, sin duda, el punto de partida de nuestra actual conciencia filoso-
pai.
"Trato de despertar la conciencia ideológica del país,
para obtener el punto de partida de un pensamiento
filosófico ... Haré pues, un ligero croquis de la his-
toria de las ideas entre nosotros. No más que unos
párrafos, mas ellos, lo espero así, iniciadores de una
motivación. En ese pensamiento o propósito encaja
la encuesta que persigo. Entiende, ¿verdad? (López
de Mesa)
:!ebos merecerían el título de "Patriarcas" de la filosofía contemP_oránea e'! Co-
._ Porque ellos, braceando en las densas aguas_del o~cu':''!tismo, ~br_ieron

~ - q ue no crearon escuelas, la verdad es que, a pesa, de la soledad, el a,s:


cs:m-no para dotar a Colombia de una verdadera actitud f1losof1ca. Y si bie'! es
miento la incomunicación y muchas veces la incompresión y el desinterés de su
medio, 'indicaron rumbos, súialaron postuns y métodos.

" . . . dudo que haya un colombiano entre un millón


que acierte a apreciar esa intención suya : aquí, gene-
roso amigo, el nivel mental no alcanza para desen-
trañar alusiones, así sean tan útiles como la que in-
forma su trabajo ... es fuerza decirles pan, pan ; vi-
no, vino, y aun así, lo declaran a uno ininteligible, y
hasta . . . farsante, cuando son vehementes".
"Qué quiere decir Ud. , si ya sabíamos que nuestra
manía de filosofar no tiene aún ambiente en esta
cultura incipiente colombiana. Mas ello nos obliga a
insistir heroicamente en determinar este rumbo fun-
damental e ineludible en los destinos de nuestra pa-
tria: (. . . ) A Ud. y a mí nos corresponde gran come-
tido en esta tarea: lo sabemos. Lo que significa que
no presumamos de genios de tamaña creación, pero
sí de elementos catalíticos, de excitantes conscientes
•¡ de una necesidad y de una oportunidad indeclinable.
1
Ud. podrá ir más lejos y más atinadamente que yo:
su devoción indeficiente por estas materias y su envi-
diable preparación en ellas, así lo garantizan". ( Ló-
pez de Mesa)
Blanco y López de Mesa vendrían a ser los dos "grandes solitarios" de la filosofía
contemporánea en Colombia, que Francisco Romero bien hubiese podido situar
dentro de aquella generación de pensadores latinoamericanos llamada por él los
"Fundadores"; aquella generación de pensadores que, no procediendo de acade-
mias ni de ateneos filosóficos, autodidactas la mayor parte -Blanco en este ca-
so-, comenzaron a principios de siglo a formular conceptos interesantes y origi-
nales sobre los grandes temas de la filosofía universal con la auténtica y honrada
finalidad de presentar una filosofía vernácula de las Américas, de cultivo original
de las Américas.

Tanto Blanco como López de Mesa pertenecen, por derecho propio, a esta gene-
ración de pensadores latinoamericanos que vivieron en su propia formación inte-
lectual la vigencia del positivismo y el tránsito hacia nuevas formas de pensa-
miento. Ellos, al igual que otros pensadores, fueron , de alguna u otra manera,
tocados por el positivismo, pero, habiendo forjado una propia personalidad filo-
sófica, crearon las bases o "el caldo de cultivo" necesario para la actual profesio-
nalización del ejercicio filosófico en Colombia .

Este positivismo, como bien sabemos, habíase extendido por casi todos nues-
tros países y al que adhieren notables pensadores por su carácter renovador
y realista, logrando barrer en el siglo XIX con muchos de los resabios del pasado
colonial, contribuyendo indiscutiblemente a llevar a América Latina al nivel de la
r modernidad.
J
XVIII
Pero, en Colombia, donde las ideas liberales por antonomasia portadoras de las
doctrinas positivistas habían salido siempre derrotadas por un escolasticismo del
viejo cuño, el positivismo en el siglo XIX no pasó del""Orden y Progreso" que las
luchas partidistas le fueron moldeando. Sólo al periclitar el siglo pasado y co-
menzar el presente, el positivismo en nuestro país adquirió una dimensión mu-
cho más positiva; comenzó a generar una proyección científica merced a los tra-
bajos físico-matemáticos y astrónomicos de Julio Garavito y a los primeros ensa-
yos filosóficos de Julio E. Blanco y Luis López de Mesa.
Sin embargo, tal como ocurrió con todos los de la generación de los fundadores,
tanto Blanco como López de Mesa comenzaron a formular sus originales princi-
pios como adversarios del positivismo, en clara oposición al positivismo estricto
y al cientificismo colateral, en el esfuerzo por introducir las ideas que venían im-
poniéndose en Europa y en el intento, inmediato, de elaborar un pensamiento
propio en torno a ellas y a las nuestras.
Si bien Blanco, en la etapa de gestación filosófica de juvenil autodidacta, se halla
bajo la influencia del bio-empirocriticismo y positivismo de Auenarius, Mash y
Petzol, como también de la física representada por Maxwell, Thompson y Tai y la
matemática francesa en Poincaré, así como de la biología y de la ciencia en gene-
ral, será luego del período de la Revista "VOCES" (1917-1920 ), cuando comen-
zará, a transitar por caminos propios, abriéndose paso fundamentalmente con la
ayuda de Kant, Hering y Einstein. Momento supremo que López de Mesa supo
detectar al instante:
"Hasta donde se me alcanza de su estado espiritual
lo encuentro en la vía de una revolución de ideas.
No sé que me dice que es su personalidad filosófica
la que quiere desligarse del concepto adquirido, tra-
segar caminos de propia iniciativa. Para mí su in-
quietud tiene algo de aurora, y esto me llena de re-
gocijo. Ni importa la dirección: importa sí la pro-
fundidad a donde llegue".
" . .. Busque Ud. que yo también seguiré buscando:
sus verdades me serán instructivas y de las mías le
daré cuenta•~- (De López de Mesa a Blanco).
López de Mesa por su parte, sin desprenderse totalmente del positivismo pero
con el carácter de su proyección cientificista y por sus avenencias a reducir la fi-
losofía a una metafísica, comenzará igualmente a alejarse desde los primeros es-
critos del positivismo estricto, especialmente del tradicional positivismo nuestro
del "orden y progreso", tendiendo cada vez más hacia un tipo de panteísmo evo-
lucionista.

Para Blanco, como para López de Mesa, la filoso{ ía fue una sublimación del sa-
ber científico: Blanco parte de la matemática, la física, la biología, avanza por la
filo so{ ía, la psicología y la exégesis ... y amaestrándose en Kant, llega a desarro-
sus tesis de los arquetipos ontológicos, usiagónicos, etc., que vertebran toda
doctrina. López de Mesa parte de las ciencias naturales, la física y las matemáti-

XIX
cas y profundiza cuanto puede en la psicología, para acceder a la metafísica de la
posibilidad absoluta.
El punto básico de ambos es entender la esencia de la energía primordial. Blanco
la concibe como pre-física, López de Mesa como proto-energía innata. Blanco
baja de las cumbres id_eológicas al mundo de los hechos físicos, López, de los he-
chos a la cumbre de la idealización. Aquél de una entidad in-tele-agente, éste
desde la constante de Planck para subir al cosmos.

Esta intención de articular un sistema nuevo de filosofía quizás pueda conside-


rarse hoy anacrónico, cuando precisamente, ya desde finales del siglo se daba por
liquidada tal pretensión, considerándola desde Nietzsche, como "una falta de ho-
nestidad ", "una enfermedad del carácter"; pero es indudable que en todo inicio,
la filoso{ ía ha sido siempre la voluntad de articular la complejidad de la realidad
en la unidad de la mente para hallarle sentido a la existencia en general. Es com-
prensible pues, que estos "fundadores", tal como si tuviesen que recorrer el
mismo camino de la filosofía occidental, hallábanse no en la búsqueda de inven-
tarse un nuevo ídolo, sino en la imperiosa tarea de crear las condiciones pa-
ra una auténtica reflexión filosófica en nuestro país.

Cuando al fin en Colombia, se ha iniciado el camino y se han dado los primeros


pasos hacia una verdadera comprensión de lo que ha sido el desarrollo de la acti-
vidad filosófica en nuestro medio, nos hallamos en la búsqueda de una cierta tra-
dición interna del saber filosófico, es un hecho irrevocable la mirada hacia el pa-
sado, mirada que obliga a examinar y valorar críticamente las propuestas de estos
dos ilustres hombres de nuestra cultura para dimensionar con claridad el devenir
de nuestra conciencia filosófica.

El conjunto de cartas que aquí aparecen constituyen una selección; la correspon-


dencia íntegra, aún con todo su valor resultaría excesiva por la cantidad y el tono.
Sin embargo, lo más importante de la relación de estos dos hombres de pensa-
miento, tanto en el orden de las ideas como de la amistad, se contiene en ellas.
El criterio de selección no sólo ha estado precedido por el interés biográfico, sino
también, y ante todo, teniendo en cuenta su significación para el entendimiento
de las obras de cada uno de los corresponsales y la comprensión de un período
en el desenvolvimiento espiritual de la cultura nacional.

Creemos que el texto se basta por sí mismo. Las notas que hemos creído conve-
niente añadir sirven únicamente para aclarar ciertos detalles personales y biográ-
ficos y dar algunas precisiones o explicaciones. Las formas de las cartas se trans-
criben con escrupulosa exactitud, huyendo de toda innecesaria renovación y co-
rrigiendo únicamente, y esto con extremada cautela, las que son erratas materia-
les.

Julio Núñez Madachi


Universidad del Norte
Barranquilla - Colombia

XX
CORRESPONDENCIA FILOSÓFICA
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

1. Bogotá, Nov. 30 de 1918


Cordialmente contesto su muy amable carta del p./p. por haber tenido un recargo de trabajo
inusitado. Por su papá supe que había tenido un ataque de viruelas relativamente serio, lo cual
me· causó mucha pena .

Recibí su estudio sobre la introducción de "Los Apólogos" 1 • A mí me dejó buena impresión,


sobre todo en el análisis discreto y justo de los argumentos de analogía y de la filosofía litera-
ria que hace . Se lo pasé inmediatamente a Gustavo Santos para ver si él quería publicarlo en el
número último de la Revista 2 •

Mas él conceptúa que no es un trabajo tan definido como los suyos anteriores, y que quizá le
convenga demorarlo un poco todavía.

Estoy preparando conocimientos de sistema nervioso para ahondar un poco los estudios de
Psicología. Lo ingrato es que me quedan escasas horas de vacación, y el progreso así es muy
tardío.

Me hace mucha falta y querría verle pronto otra vez en esta ciudad, para que continuemos
nuestras pláticas y comentarios. lnfórmeme de qué estudia y escribe ahora y cómo van sus ne-
gocios y salud.

L.L.M

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

2. Bogotá, Octubre 18 de 1919

Muy frecuentemente tomo informes de su papá y de Rafael 3 respecto de su vida y salud. Por
ellos sabía ya la grata noticia de su reposición. Tuvo usted una fatiga mental que .le proviene
de estudiar con tan ahincado esfuerzo y de no darse algún solaz y vacación opo_rtunamente.

Para mí su inquietud tiene algo de aurora, y esto me llena de regocijo . No importa la direc-
ción: importa sí la profundidad a donde llegue. Porque en los caminos inescrutados del yo y
del mundo hacia las profundidades debe haber alguna conversión al centro, si es que hay al·
guna "realidad sustantiva"; y en ese centro o en las proximidades de él nos hemos de hallar
oonformes.

Padecemos de ignorancias fundamentales respecto de los datos importantes que percibe la con-
ciencia: el mundo y el yo .

La intranquilidad que nos aqueja es el no poder definir la relación que entre ellos haya. De la
- ietud inquisitiva y por esa relación surge la filosofía, del sentimiento de esa inquietud na-
Cle la religión. Busque usted, que yo también seguiré buscando: sus verdades me serán instruc-
Y de las mías le daré cuenta.

e próximo año editaré un libro de problemas morales, también pequeño y concreto.

L.L.M .

3
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

3. Marzo 6 de 1920

Ahí le va adjunto mi conferencia sobre Orientación ideológica 4 de nuestra juventud. En el


corto espacio que la índole de este trabajo me concedía, pude apenas esbozar unas pocas ideas
matrices, y ello muy someramente. De ellas destaco las siguientes:

1 Llamamiento a la juventud hispanoamericana a que inicie el pensamiento "autóctono".


11 Concepto optimista de la vida .
111 Nuevos derroteros posibles para la investigación trascendental.
IV Concepto de las religiones .
V Concepto de lo infinito.
VI Concepto sobre la existencia de Dios.
VII Errores a que nos conduce una disciplina mental meramente subordinada a los senti-
dos y la imaginación sensorial.
VIII Norma idealista de lo moral.
IX Genealogía psicológica de esta moral.
X Consecuencias pedagógicas.

Tome usted el tema a su manera, desarróllelo ampliamente conforme a sus conocimientos y


sentimientos, y mándeme de su exposición una copia para ver cómo hacemos la campaña de
que ya hablarnos aquí .

L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

4. Octubre 5 de 1920

Su esquelita me reveló al fin que usted vivía aún, pues largo era ya su sjlencio.

Muchas cosas de nuestro gusto tengo que contarle hoy, y es la primera, que acabo de editar un
libro, con el título de "Los problemas de la raza en Colombia" 5 , en el cual aparecen unos diez
trabajos de algún mérito, sobre nuestros problemas nacionales más salientes. En él me corres-
ponden a mí la introducción y dos conferencias. En éstas hago un esfuerzo por estudiar la psi-
cología y la sociología peculiares del pueblo colombiano, quizá completas con relación a An-
tioquia y Bogotá, esbozadas y muy deficientes aún, respecto de las otras regiones.

También proyecto sacar nuevamente a "Cultura"; que estoy en trabajos de preparación para
enero próximo. Contendrá la síntesis del movimiento cultural colombiano, para lo cual esta-
bleceré las' secciones siguientes : artículos de fondo científicos, o filosóficos; una autobiogra-
fía de la poesía colombiana, comparada (en cada número) composiciones de las diferentes
épocas del siglo de (ilegible) que en ella tenemos vivido); sección de crítica de tesis de medici-
na, y de derecho y de ingeniería; estudio del acontecimiento mundial más saliente durante el
mes respectivo; y del colombiano.

4
Julio Enrique Blanco a la edad de 22 años. Para
entonces (1912) ya había realizado la traducción
del alemán al español de la "Crítica de la razón pu-
ra" y la "Crítica de la razón práctica" de Kant, y
esbozaba su propio siste m a filosófico . (Del archivo
familiar).

- Ló pez de Mesa en 1918, cuando dirigía la


~ ··cu ltura " y establecía amistad con Blan-
el archivo fami liar) .
Como usted ve, es comprensiva de lo poco que emprendemos en materia cultural.

Preparemos trabajos.

Aguardo ver muy pronto estudios suyos de esa madurez y originalidad de pensamiento que us-
ted sabe darles.

L.L.M

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

5. Medellín, Marzo 23 de 1922

Le envio una carta que le escribí a Barranquilla en vísperas de su viaje al exterior.

Hoy, grandemente complacido con su regreso, ansío conocer siquiera la índole de sus nuevos
trabajos intelectuales, y el estado de su salud.

De mí sé decirle que estoy en período de la más absoluta infecundidad mental, consagrado a


recoger el dinero necesario para mi viaje, tarea más difícil de lo que imaginé el año pasado.

Aquí está E. Restrepo, mas mis ocupaciones me han privado del placer de charlar con él am-
pliamente.

Escriba y mándeme a su (ilegible).

L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

6. .Roma, Abril 19. (1926)

Después de un viaje delicioso por Atenas, he (ilegible) enormemente en esta ciudad a la vista
de una larga historia de arte seleccionado a través de veinticinco siglos. Estoy feliz de haber
saturado mi espíritu de imágenes que obrarán en él depurá.ndolo en (ilegible) y ensanchando
sus horizontes.

Propiamente no he pensado; me he dado por entero a recibir la emoción estética. Infortunada-


mente la ausencia de una sensibilidad femenina que active mi fervor y lo aviente hacia expre-
siones verbales, y que, además, lo proteja con una caricia, es demasiado penosa. No todo, sin
embargo, lo podemos tener, y con filosófica resignación me declaro agradecido a mi lote de
realidad.

Dentro de unos pocos días, seguiré a Florencia y Venecia para regresar a París en el curso de
·nte días. Allí le diré cuáles han sido los puntos fulminantes de mi experiencia de estas an-
beudas jornadas de peregrinación.

L.L.M.

7
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

7. Sábado, Mayo 29 (1926)

Le escribo dos palabras para "localizarlo" primero, y anunciarle mi regreso.

Al llegar aquí tui a buscarlo y supe de su partida y que mis tarjetas y periódicos estaban dete-
nidos ·por falta de dirección suya. Tuve luego que ir a Bélgica y a mi regreso encontré su esque-
lita de ésa .

Cuénteme ahora cómo es la vida por allá, que muy pronto le contestaré yo refiriéndole mis im-
presiones de viaje. Me hacen una falta enorme.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

8. San Sebastián, Junio 4 1926

Recibí hace pocos días su última carta, que hoy me apresuro a contestarle para decirle, ante
todo, que me alegra el saber que usted ha regresado a París contento de su viaje . Como usted
lo ve, yo estoy ahora en San Sebastián, donde permaneceré por lo menos hasta fines del año .
Mi dirección será siempre la que le he dado y repito : Aldamar 7 .

Dígame usted ahora las impresiones de su viaje . Mándeme también las tarjetas y diarios que us-
ted me envió a París. Por un olvido, yo no dejé saber mi nueva dirección a los amigos de la rue
Chateaubriand . Por eso,. naturalmente, la correspondencia de usted para mí se detuvo allá.

Deme también noticias de sus libros. El de los Apólogos aún no estaba puesto a la venta cuan-
do yo me vine de París. Yo desearía leer la segunda edición . Le agradeceré, pues, que me diga
si ya puedo adquirirlo, así como también si su otro libro 6 , el de los problemas actuales de la
cultura en general, sale pronto .

De la vida por acá, sobre la cual usted me pregunta, yo le diré que es, para mí, muy agradable .
Tiene el doble encanto de lo nuevo y de lo viejo justamente concordado. Naturaleza y civiliza-
ción aquí se armonizan bastante bien . Y, por otra parte, todo lo encuentro extraño al mismo
tiempo que familiar. Personas, actitudes, gestos, palabras , hechos, cosas, todo aquí tiene para
mí, la faz de un momento ya vivido, de una impresión recibida , de un recuerdo que vuelve, sin
dejar de ser nuevo . San Sebastián, al mismo tiempo que español y reflejamente colombiana, es
europea. Pero me presenta, en ese cuadro que no me es extraño, además el cuadro de lo típi-
co . La bella Easo es efectivamente muy vasca . Lo es en su franqueza, en su rudeza, en su natu -
raleza . Es pues vasca al mismo tiempo que española y europea, en su extraordinaria pulcritud.

De esta manera viene a pasar todo para mí, aquí, como una vida de contemplaciones que se
dominan y dirigen por el recuerdo al igual que por la percepción. Y paso de lo perceptible a lo
memorable, para venir como en un ensueño a sumirme, en fin, en mis especulaciones. Vivo al
pie del monte Urgull, viend@ continuamente el mar, el rio y la montaña . Si pues recibo todo lo
que el mar tiene de cantábrico, lo que el r(o de éuscaro, la montaña de pirenaico, mi percep-
ción se me da siempre con tales tintes de lejanía que bien pronto me veo llevado a reconstruc-

8
ciones que son características del recuerdo . Despiértase en mí uno como ensueño fantástico
que me deja en el conato racional para la teoría especulativa. La impresión inmediata que se
me esfuma en la memoria remota, viene a servirme así para enderezar siempre todas mis ac-
tividades al discurso de la inteligencia. ¿Qué importa que estas aguas del Urumea que descien-
de lentamente a perderse en el mar, me hablen del misterio indescifrable del origen último de
las linfas y sus elementos? Lo importante para mí viene a ser, tras la fantasía del misterio, el
problema que suscitan . lNo llegaron también, de esa misma manera, para perderse en el mar
de la humanidad, los hombres primitivos que, inmigración tras inmigración, fueron desalojan-
do poco a poco a los predecesores, en la evolución, en la ramificación cuyo fruto había de ser
este pueblo vasco que percibo? El misterio de su origen último me reconduce, de nuevo, al
discurso de la inteligencia. Y así pasa para mí la vida por acá . Con nada, con todo, con lo
europeo, con lo español, con lo vasco, con el mar, con el río, con la montaña, nace para mí un
reruerdo, un ensueño, una especulación. No vale que recorra el monte Urgull, o el monte
lgueldo, o que me interne por sus laberintos, examine sus grutas, descienda por sus riscos, to-
que las olas intranquilas que lamen sus orillas . Si lo hago, o me quedo contemplando el sol, o
de noche busco los cúmulos estelares, o trato de descomponer las catorce mil estrellas que
Herschell vio en la constelación de Hércules, no encuentro, dondequiera que sea, sino cúmulos
de problemas metafísicos, ya sea sobre el origen último de los elementos que componen el
Urumea, ya sobre el origen de los hombres que componen el pueblo vasco, ya sobre el de los
mundos intangibles que componen el cosmos nebular. En mí surgen y resurgen los viejos pro-
blemas inalterables de la filosofía. ¿y qué hacer, entonces, si no seguir pendiente, que es la
pendiente del destino cíclico señalado a nuestra sabiduría?

Escribame pronto y reciba, entretanto, mis saludos afectuosos y mis mejores deseos de bien~-
tar completo para usted.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

9. Lunes 7 (Junio, 1926)

Muy contento me ha dejado su carta por cuanto me trae la certidumbre de que su labor inte-
lectual se desenvuelve en toda plenitud de serenidad, y en armonioso conjunto. Por ello me
siento seguro de que ya su hora se acerca y esperaré sus triunfos con tranquila fe .

Yo estoy en el empeño de hacer publicar algo de lo mío en francés, y por el momento ensayo
entrar en la Revista Metafísica. Mas, como Ud . sabe, la l; ntidud de estas cosas es abrumadora,
Y quién sabe cuándo me contestarán sobre un capítulo de mi libro, la parte moral , que les he
enviado. Del libro de los Apólogos se han publicado ya cinco, en francés, y pronto saldrán
unos dos más, que traducirá Francis de Miamande, que sabe es perito en estas cosas.

Con inmenso placer le envío un ejemplar de la segunda edición de éstos. Como dato curioso le
- formo que un crítico joven colombiano, Umaña Bernal, ha considerado el libro de Enrique
Restrepo superior al mio en pensamiento y estilo. Esto me desconcierta un poco por el con-
apto que Ud . y yo nos hemos formado de la obra de Enrique, pero me complace, por otro as-
pecto, pues me indica que se acerca la hora en que se me juzgará con severidad, cosa que yo
~ i t n mm, P.I nrnr.P.~n mismo de mi elaboración intelectual.

9
~
r-
[ í
~1 La situación colombiana fue de calamidad pública con motivo de la sequedad del río que es
tancó el comercio por varios meses y encareció la ·.tida de manera ruinosa para las clases media
y asalariada. Ya afortunadamente, ha llegado el invierno y comienza a mejorar la situación.

Mi viaje a Grecia e Italia fue deleitoso y de una importancia decisiva en mi obra futura, porque
me suministró una disciplina estética enorme . lo considero como un curso autodidáctico de
estética sobre documentos de primera mano y prima importancia. Estudié con esmero el sig-
nificado de la obra de arte, su génesis racial y espiritual, y varios problemas sutiles como !-
diferencia entre perfección y genialidad, entre utilidad, amenidad e idealidad.

f Nada escribí de ello porque lo reservo para el arar de mis trabajos futuros y el placer íntimo de
mi conciencia.

Vaya un saludo cordial e infórmeme de su vida lo más frecuente que pueda.

l.l.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

10. San Sebastián,Junio 18 de 1926

Oportunamente recibí su carta del 7, y con ella su libro, que no quise leer en seguida por en-
contrarme un poco fatigado, mentalmente . Tampoco contesté, por el mismo motivo, su carta.
limitéme a enviarle un libro que me pareció le interesaría a usted. lRecibió usted este libro?

Ahora acabo de leer el de usted . La segunda edición de los Apólogos sigue pareciéndome la
obra de su juventud . Es un punto de partida luminoso, sin duda alguna, para su obra futura.
Las reconstrucciones que usted, bajo la forma bella del Apólogo, hace de los sentimientos, su-
gieren ya la vida del espíritu que se inquiere para hacer frente al sentido que me parece ver y
que le digo que sus Apólogos son ya como una investigación de los móviles subconscientes de
los apetitos, o, como hoy se llaman, tendencias del alma hacia una vida superior inteligente. Y
creo que fue también en ese sentido que yo dije, si no recuerdo mal, que su libro de los Apólo-
gos era como una iniciación intuitiva en los problemas de la cultura humana. lNo pone usted
de relieve los sentimientos, emociones, pasiones, acciones que se integran en la personalidad
del hombre?, lno lo hace usted de modo que todos estos factores interiores de la 'humanidad'
pueden aprehenderse intuitivamente como lo que son, a saber, cual los factores psíquicos
que se interiorizan en una conciencia, que se exteriorizan en un mundo? Usted se prepara y
prepara así al lector, según me parece, para una penetración más honda en el problema de los
primeros principios de las cosas. lCoincidiremos en las soluciones? No lo sé. Pero podemos es-
perarlo. Entretanto, permítame felicitarlo.

En cuanto a la opinión crítica que usted me dice se ha formado en Colombia sobre su libro en
comparación con el de Enrique 7 le diré que me parece parcial. El libro de usted se difere~cia
del de Enrique, por su conjunto. El de usted es un libro armonioso. El de Enrique es miscelá-
neo. El de usted es principalmente emotivo. El de Enrique es satírico. El de usted representa
un trabajo serio, el de l;.nrique una diversión . Enrique ha querido jugar, y juega de una manera
sofística, de acuerdo con su carácter, por lo cual está bien. Usted ha querido presentar una
orientación, Y hace algo definitivo, como etapa, de acuerdo con su temperamento, por lo cual

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está muy bien . Por otra parte, sus Apólogos están compuestos desde un punto de vista más
humano. Ellos revelan en usted un aspecto de humanista que no tiene Enrique. Enrique nos
presenta sólo un aspecto de letrado. Es la reminiscencia que queda en el libro de él, de la in·
fluencia de-Anatole France.

Tales son las diferencias que, a mi modo de ver, caracterizan al libro de usted y al de Enrique y
que a cada uno dan su verdadero valor.

No tengo más nada que decirle por el momento. Después de algunos días de 'dolce far niente',
he reanudado mis trabajos. Tres de ellos adelantan, simultáneamente, poco a poco.

Erika, como yo, se complace en saludarlo, y ambos le enviamos nuestros mejores deseos de
bienestar.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

11. Junio 20 ( 1926)

Su carta es gentilísima y le envio un abrazo de gratitud. Su juicio corresponde a mis anhelos,


pues en verdad en mi libro, del triángulo psíquico: idea, voluntad y emoción, yo contemplé
sólo ésta, y si toco los otros lados es porque en ese triángulo, como en todo, no se puede aislar
una línea sin destruirlo.

Mi otro libro me llegará en el curso de quince días y me será grata la hora en que pueda enviár-
selo.

A Zérega Fombona entregué la traducción francesa del capítulo de la moral para que sea pu-
blicada en la Revista Metafísica. A él le ha parecido ésta una labor de serio trabajo ideológico
y me escribe una carta muy halagüeña, y que me hace bien, pues no tengo idea qué acogida se
pueda merecer este libro en que, como Ud. sabe, ya abordo otro lado del triángulo, el de las
realizaciones del espíritu humano, casi pudiéramos decir el de la voluntad. Porque las ideas
abstractas y su génesis todavía me exigen mucha meditación. Sin embargo, ya comienzo a ano-
tar algo sobre cuestiones estéticas que tan descuidadas tenía .

Aún no he leído el libro de Salaverría por tener "embriaguez mental" con otros proyectos,
mas le anticipo que lo necesitaba con urgencia, y que se lo agradezco muy efusivamente.

Es muy desagradable que usted y Erika 8 estén lejos, pues hace un bello sol esta semana y qui -
siera tenerlos conmigo para poder disfrutar de esta fugaz aparición del buen tiempo .

Los amigos lo recuerdan y me preguntan su dirección, pero yo no la he querido dar, para evi -
tar ingenuas curiosidades.

Las noticias de Colombia son buenas ya.

L.L.M.

11
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

12. Julio 12. (1926)

No había querido contestarle hasta poder enviarle mi libro, mas ya me han quedado mal dos
veces -como es el infortunado hábito de estas gentes- y de semana en semana quién sabe
cuando lo veré.

Terminé el otro en que· estudio un poco de estética y de obra de arte en particular dentro de
una obra de imaginación : Como aún tengo muy reciente el alumbramiento, no sé qué me ha-
ya resultado. Estoy en ese delicioso e ingenuo narcisismo de releer y corregir lo hecho .

Las noticias de Colombia son buenas y conceptúo que la publicación alemana que usted me
trasmite sea errónea, pues allá lo que ha habido son expertos americanos -y creo que los
han pedido para las aduanas- y no propiamente poi ítica financiera americana .

Tengo la pena de comunicarle que mis capítulos de la moral que entregué traducidos a Zérega
para ver de publicarlos en la Revista de Metafísica, fue considerado por éste -con muy plausi-
bles razones y muy gentil sinceridad- impublicable en ella. El me dice que hay algunas ideas
ajenas que he debido comentar tales con su~ respectivos autores, y que no es trabajo crítico,
por lo tanto, de la índole de la Revista. A él no le gustó en general.

Aguardemos el libro a ver que más defectos surgen, para preparar la enmienda o un análisis
más a fondo, si es que pudiere yo hacerlo.

Con un saludo de efusiva gratitud a Erika por la lectura de los "Apológos". Va para usted un
abrazo de su amigo

L.L.M .

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

13. San Sebastián, Julio 27 de 1926

Hace días tengo para contestar su carta del 12, pero no lo he hecho porque he esperado todos
los días recibir su nuevo libro. Yo quería, en efecto, leer este libro, antes de escribirle, para
hablarle de él. Como veo que demora, me decido a escribirle hoy, para suplicarle no olvide el
envío de su libro, tan pronto como lo reciba.

Lamento sinceramente que no fuera escogido en la Revue de Metaphysique et Morale su capí-


tulo sobre la moral. Sin duda la razón ha sido el no adaptarse a las normas que orientan dicha
publicación. Pero es de lamentar, porque habría sido para usted una buena introducción al pú -
blico francés, antes de presentarse con una traducción completa de su obra.

De mis trabajos le diré que hace días dejé terminado en su forma definitiva, tripartida, mi en-
sayo sobre la inteligencia. Es primero un examen crítico, luego una reconstrucción histórica, y
en fin una exposición sistemática de la noción de la inteligencia. Pero no estoy aún nada con-
tento de mi trabajo. Quiero que él forme un todo en que cada parte pueda considerarse como

12
un conjunto independiente, pero de tal manera trabado que no pueda desligarse de ninguno de
los otros . Así espero, pues, conseguir una verdadera integración orgánica de este trabajo, cuyos
principios, después, podré aplicar metódicamente a otros estudios, -tal el del génesis español
en que trabajo- , que han de servir de dilucidación al mismo tiempo que de construcción de
ellos mismos.

iPero cuán lejos estoy de hallarme satisfecho! i Hay tantas lagunas aún en el desarrollo de mis
pensamientos! Y además, el estilo mismo de la obra, que hasta ahora he venido componiendo
tan fragmentariamente, a través de viajes y largas pausas, como usted sabe, es muy imperfecto .

Tengo que posponer, pues, mis esperanzas de publicar mi libro en este año. Quizás, al fin,
quedaré menos descontento de mis propias labores.

lo saludo muy afectuosamente, mientras espero poder bien pronto leerlo, en sus nuevas cartas
yen su nuevo libro .
J .E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

14. Julio 30. (1926)

Cuando usted me escribió su carta del 24 hacía una semana que le había enviado mi libro y
creo que, si no se ha perdido, a estas horas debe de estar en sus manos .

Quizá le convenga comprar el volumen de la Enciclopedia Espasa titulado "España", que pu-
blica la casa Calpe de Madrid, y que contiene un resumen de todas las actividades del pueblo
español en un conjunto, poco profundo quizá, pero informativo de unas mil quinientas pági-
nas .

Confío sinceramente que su trabajo sobre la inteligencia esté ya bien, y que sólo su natural
preocupación estética se lo haga ver aún inacabado. Tengo grande interés en conocerlo y espe -
ro que muy pronto me dará este placer .

Afar.e su corrección para darlo pronto a la imprenta, pues no conviene que se demore más su
aparición. Ya usted sabe que un libro requiere como diez años para ser medianamente conoci -
do después de su publicación, a no ser que se trate de obras de imaginación , en cuyo caso es
al revés, que requieren diez años para volver a ser desconocidas - casi siempre.

Las noticias de Colombia son relativamente malas porque ha vuelto a presentarse la sequedad
del río y continúa la vida muy cara en el interior .

Yo estoy estudiando un poco de estética para confrontar opiniones ajenas con las que he emi -
tido en el nuevo libro que terminé el mes pasado y que aguarda sobre la mesa la parsimoniosa
corrección que requiere, por lo cual no lo publicaré este año . Es un libro armonioso , en que el
estilo sigue ganando en serenidad y precisión y áun creo que en discreta elegancia . Ya le dije a
sted que es como una exposición de la estética de la personalidad, con un análisis somero de
algunas obras lle arte.

L.L .M.

13
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

15. • París, Agosto 7 de 1926

Por el correo de hoy le envío de nuevo mi libro, en la esperanza de que esta vez llegue a sus
manos oportunamente, aunque con ·grandes dudas, porque ya se me han extraviado varias re-
mesas hechas a la vez que la suya . Impiedad de los empleados de correo que no adivinan hasta
dónde nos perjudican con esta pequeña malevolencia .

La revista " Esprit" no la he podido hallar en las librerías próximas ni en la de Flammarion.


Si usted pudiera decirme qué casa la edita saldríamos muy a prisa de la indecisión. Mientras
tanto me prometo ir al Barrio Latino, por ver si en las de ese lado se encuentra .

Su resumen del trabajo suyo sobre la inteligenc ia es extraordinariamente sugestivo y de una


armonía sorprendente . Tal como ahí se revela me parece un esfuerzo constructivo grandioso,
y qüedo anhelando el conocer cómo usted pudo salir de tamaña empresa. Recorremos rutas
filosóficas totalmente divergentes, mas en la finalidad creo que nos volveremos a encontrar,
para regocijo de mi espíritu .

L9 que me cuenta de Panamá es interesante, mas no tenía otra información, ni comprendo


qué necesidad puedan tener los Estados Unidos en firmar ningún tratado secreto con su filial
centro-americana, si ahí dominan ellos imperativamente. Le comunicaré, sin embargo ,' cuanto
logre averiguar al respecto .

Con un saludo muy efusivo, y en la grata espera del pronto regreso de ustedes, tanto más cuan -
to pronto emprenderé yo viaje a Colombia, los recuerda su afmo .

L.L.M .

BLANCO A LOPEZ DE MESA

16. San Sebastián, Agosto 15 de 1926

A su debido tiempo recibí su carta del 7 , y poco después, la víspera de una corta excursión
que hice por estas tierras de Guipúzcoa hasta Loyola, su libro sobre la civilización contempo-
ránea . Nada más propicio para comenzar la lectura de este libro. Yo volvía con·el espíritu lle-
no de paisaje, o como prefiero decirlo , con el alma dilatada en panorama . ¿Qué estado podía
ser más adecuado que ese, para dar comienzo a la lectura del libro de usted? Aún se extendían
delante de mí las espléndidas praderas y en mi imaginación se elevaban las montañas. Y las
perspectivas inesperadas que se abren desde las alturas cantábricas hasta el mar, me asediaban
con el pensamiento de lo limitado e infinito. ¿Qué relación había entre todo ello y las discipli -
nas y el ascetismo de San Ignacio? Desde el santuario yo había contemplado el paisaje vario-
pinto que de la tierra se eleva al cielo por el índice imperturbable de los altos cerros gredosos .
lNo lo había contemplado también San Ignacio y tras él todos los discípulos que le han segui-
do por el noviciado? Allí quedaba pues la estampa animadora de la contemplación. Y me pare-
cía así que el paisaje surgía de un eterno espíritu de contemplación que religiosamente se dila-
ta por el mundo.

14
Y he aquí que usted venía a exponerme otro paisaje, que surgía, igualmente, de este espíritu
1111.imano eternamente contemplativo. Su medio, el medio con que usted comienza a esbozar su
lbro, es, en efecto, más que un medio geográfico , meteórico, el medio de la contemplación
anímica en que las cosas se resue lven en la emoción, en la espiritualidad de la mente que lo
hace vivir. Diríase más la interpretación, más el resultado de la introspección , y del examen de
los sentimientos, y de las emociones en que se resuelven las per.c epciones de lo físico , que no
la descripción mera, superficial del ambiente . Y as í usted recrea el paisaje suramericano . Con
srtilezas psicológicas usted lo compone, en efecto, y lo hace vivir literaria, románticamente,
~n el sentido preciso en que debe entenderse lo romántico : el de una singular actitud emo-
cional ante la naturaleza y naturante de la humanidad, luego la de aquella actitud legendaria
de la tradición indoeuropea. lNo se vive y revive así, acá en España, como allá en América,
y más allá en India , el paisaje en el cual han de producirse esas relaciones que usted establece
entre el hombre y la naturaleza? Usted lo dice . La emoción viene a ser entonces el mejor intér -
prete del mundo .

Esto no obstante , usted no evita la nota analítica, racional que contribuye a explicar mejor
esta interpretación. Las influencias de un medio salvaje, inmisericorde, inmenso, hacen que
usted reflexione . lEs que la psicología de usted, la de sus introspecciones, las de sus sentimien-
tos de tales influencias quiere llevarlo, por ventura, a la superación del padecimiento románti-
a> del medio? Así viene a colocarse usted ya en el centro de las reacciones, de la acción regu-
lativa del hombre, -el que vive ya, por obra de su propia razón , en un medio cultivado, en un
campo productivo, sano, como el europeo. Se diría la necesidad que surge en usted, como ente
racional al fin y al cabo , de la comparación. Y usted t iene que buscar entonces, efectivamente,
las relaciones que le expliquen en su puridad intelectual, las combinaciones de los hechos de la
civilización .

De esta manera usted encuentra ante todo, es verdad, motivos de buen humor para mostrar las
inconveniencias de la ciudad moderna en su contraste con el campo. Pero así viene usted a re -
velar, por otra parte, una lucha de personalidades que se debaten en su fondo para argüirse
la una ante la otra. En usted aparecen entonces, en efecto, las dos personalidades que tratan de
integrarse en su libro : la del esteta y la del científico . lNo luchan ellas, y no le deja esa lucha
insuperable, aquella nota de cierto pesimismo que se marca en su libro?

Al tratar de conciliar esta lucha es cuando, muchas veces, usted sin embargo surge mejor. Su
pensamiento parece entonces lograr los momentos felices de integración cabal que requiere un
idearium. Y, en verdad, es por eso por lo que su libro se afirma tantas veces son rumbos de
idearium. lNo es entonces cuando usted alcanza a síntesis de pensamientos que se formulan
a>mo instauraciones de tendencias fundamentales? Esto se precisa cada vez más a proporción
que usted más se sume en la consideración de sus problemas dentro del dominio de lo iberoa -
mericano . Entonces las evocaciones románticas se dan en usted en su mejor expresión estética.
Pero entonces surge -también en usted, en su mejor modo, el cienti'fico, o el terapeuta, si us-
ted me permite la palabra . Porque es entonces cuando usted puede elevarse a las visiones sin -
créticas que caracterizan su libro, como idearium.

Pero, por otra parte , de aquí resulta, al ampliar usted sus consideraciones en los alcances uni-
ftrsales de los problemas de que trata, lo que yo me permito llamar las faltas de su libro . Las
conclusiones de. usted no se establecen entonces con la precisión que debieran . Se resuelven en
meras exposiciones, o planteamientos de soluciones, y ello da a su libro una cierta modalidad
de titubeo . Tal se observa en el segundo capítulo, donde, lo que parecía definitivamente pre-

15
.,
1'

parado en el primero, no encuentra solución, cualquiera que ésta pudiera ser. Y sin embargo,
los asuntos lo merec1an. A páginas como la qu':l usted escribe sobre el porvenir del pueblo
francés, a observaciones como las que usted hace sobre el puebJo norteamericano, a penetra-
ciones de tan sutil psicolog1a, correspond 1an actitudes o posiciones más resueltas . En cambio,
usted no hace más que insinuarse t1midamente, casi se dir1a con temor de llegar a definirse.
Así, por ejemplo, frente al problema de la tecnocracia, usted no hace sino rozar la solución
comunista. lPor qué? lOuizás, acaso, por aquella lucha en que en usted sedan la personalidad
estética y la racional? La verdad es que en otras consideraciones, tales las del amor, de la fami-
lia, del feminismo, usted se gu 1a más por su estética. Y, sin embargo, su sentido cienti'fico de
los hechos le estaban mostrando la transmutación que se opera en todos estos valores . Ante la
síntesis de posiciones, me parece que usted vacila de nuevo, y que en sus ideas domina una
cierta timidez, una cierta incertidumbre.

Ello no obstante, repito que su libro logra establecer puntos que definen bien sus posiciones,
como le ocurre ante el parlamentarismo moderno y su crisis contemporánea. Entonces sus
ideas alcanzan a una precisión y justeza innegables. La organización burocrática y técnica del
parlamento, como lo pide usted, es, sin duda alguna, la solución.

No así, empero, al acometer usted el problema de la moral. Usted se eleva a la consideración


de este problema partiendo de una posición muy 'nuestra', por decirlo así, o sea americana,
sur y norteamericana. lNo presenta usted una sinopsis de la personalidad ultratlántica, al resu-
mir nuestra naturaleza en la 'simpatía? La nota de lo simpático, -de lo dispuesto siempre a la

í
universalidad ·humana-, he ahí, en verdad, la nota por excelencia americana. iQué contraste
con la nota de 'antipatía' predominante hoy en toda Europa! lDónde y cuándo se ha visto
una carencia del sentimiento de la universalidad del hombre mayor que la actual europea?
Usted hace bien en partir de ese punto de vista, para acentuar, con lo americano, una vez más

l
1
lo universal del hombre . Sólo que, según me parece, a medida que usted ahonda el problema
de la moral, sus conclusiones vuelven a dejar de ser precisas. Ciertamente se comprende bien
que cuando, adelante, usted establece la moral como función de la vida, la reduce, más allá
de lo humano simpático, a lo animal también simpático. Así, posible es que haya una etapa
prehumana de lo moral. Pero lo que no se comprende bien es cómo, de aquí, se podrfo llegar
a reducir toda la ética a reacciones bioqu {micas, tal cual usted lo insinúa. Ni la interpretación
de estas reacciones, como algo que se fundir1a en un impulso de vida que tiende a perdurar,
a conservarse específicamente, luego a protegerse individualmente, podr(a tampoco aclararse
como un valor moral. Tal interpretación conduce siempre a las explicaciones utilitaristas y
pragmatistas de las acciones animales y humanas, pero no a la valoración ética de estas mismas
acciones. Tal valoración parece estribar, efectivamente, en una fuente superior a la de la vitali-
dad animal y humana. Y de ahí el que no pueda verse claramente en su libro, cómo en realidad
ha de ocurrir una transformación del poder en el deber. lSerá ello, una vez más, porque su
conflicto estético-científico no le permite sino considerar de soslayo, como usted mismo lo
dice, este magno problema de la moral?

Esto es lo que puedo decirle sobre su libro, después de mi primera lectura de él. Si no lo he
comprendido bien, si mis apreciaciones son erróneas, crea usted por lo menos en mi sinceri-
dad . Ella es la que me ha movido a escribirle en un cierto sentido crítico.

J.E .B.

16
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

1. Agosto 20 de 1926

Estoy muy contento con su carta que me ha hecho meditar largamente.

l>esde luego una intuición maravillosa tuvo usted al sentir en mi obra un conflicto entre cien-
cia y estética: en verdad eso me ha hecho sufrir indeciblemente . Y es formidablemente justo
su calificativo de romántico atribuido a mi pensamiento, pues eso quise: repensar los proble-
mas desde un aislamiento individual, cualesquiera que fuesen las fuentes de mi ideación.

Usted hace oportunas reservas sobre mis postulados que se refieren a la función amorosa y a la
función moral. lQuisiera usted que yo hubiese sido un poco más pragmático en lo uno y más
metafísico en lo otro, en la moral? Ya usted se imagina cuán lentamente medité estas decisio-
nes que anuncio como más adecuadas a la concepción que mi espíritu se ha formado de esos
problemas.

En mí luchaban los datos implacables de la experiencia con los anhelos indeclinables también ,
de mi idealismo, de mis ideales, diré mejor.

Quise hacer de la moral el resultado de una ordenación de fuerzas, que es ética en las socieda-
des humanas, conducta instintiva en las sociedades animales, armonía estructural en la materia
inorgánica ... Parece una fría estratificación geológica , mas de ella y dentro de ella hago surgir
lo ideal: no lo añado, lo "eduzco" de la acción misma de los seres. Ahí tiene por qué el amor,
la familia, etc., surgen tocados de poesía en mi obra.

Así fue mi propósito . Mas no sé si he logrado acertar. Sus objeciones me inquietan, y me gus-
taría que me las formulase concretamente, determinando los puntos en que desmaya mi lógi-
ca. Esto me haría mucho bien, porque mi concepción de la estética tiene puntos de indisoluble
relación con este libro.

Le mando un folleto que le será utilísimo sobre Colombia. Su bendita Revista "Esprit" es tan
difícil de hallar como "Filosofías". En el Barrio Latino la conocen algunos libreros, pero no la
tienen.

L.L.M .

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

18. San Sebastián, Agosto 26 de 1926

Con gusto me refiero a la carta de usted, del 20 de este mes, en contestación a la mía del 15.
Usted me pregunta si yo quisiera que usted hubiera sido más pragmático en la cuestión del
amor, y más metafísico en la cuestión de la moral, de que trata su libro. No sé si comprendo
bien el sentido de esta pregunta, pero como quiera que sea trataré de contestarla.

Me parece que la cuestión del amor ha quedado, ya de una manera definitiva, científicamente
dilucidada. Basta una mera referencia a la obra de Freud para comprender lo que quiero decir.

17
Ante esta obra no caben eufemismos. Ella tiene un significado preciso, indeclinable, para la
constitución de nuestra humana normalidad . Es mprescindible para la realización justa de
nuestro valor moderno . Así, si al tratar usted de los problemas dei amor, usted se ha manteni-
do, por viejas razones de una estética que le es peculiar, - por un sentimiento de caballerosidad
que lucha con su conciencia de científico - , dentro de normas que le evitan reconocer sin am-
bages los alcances de la obra freudiana, el libro de usted se marca en este punto por una cierta
vacilación , un titubeo que es precisamente lo que yo me permití criticarle, al mismo tiempo
que traté de explicarlo por el conflicto de lo estétito y lo científico en usted.

Ahora bien, es evidente que de las soluciones precisas e indeclinables que valerosamente pone
de manifiesto la escuela de Freud podría resultar, mal aplicadas , un materialismo grosero que
rebajaría la finalidad dignísima del amor . Y, desde ese punto de vista, el amor así se presenta
otra vez como un nuevo problema: como un problema que va a relacionarse entonces inmedia-
tamente con el de la moral, porque claro es entonces que él sólo podrá resolverse por un idea-
lismo ético que superando toda interpretación material ista , se refugia en las regiones adonde
usted aún no quiere entrar: las de la metafísica . Y esto se lo digo precisamente para concen-
trarle mi objeción a la actitud , u orientación que usted asume al tratar de la moral. Para mí es
evidente que, por ejemplo , delante del problema que queda del amor tras la obra de Freud,
una moral que en sí es pragmática, si es utilitarista, eudemonista , y tiene un cierto punto de
egoísmo, no puede ofrecernos ninguna solución satisfactoria. Yo no puedo ver cómo, en efec-
to , por las consideraciones de esta moral se pueda llegar al desarrollo claro de una conciencia
de responsabilidad como la que necesita el individuo para proceder irreprochablemente guiado
por las enseñanzas que le pone de manifiesto la ciencia y que no puede declinar . Semejante
conciencia no se logra, para mí, sino mediante las consideraciones de una moral que arranca
directamente de un entendimiento metafísico de las cosas, lo cree usted que ella pueda pro-
ducirse, sin más ni más, del sentimiento de un ciego querer vivir?

Pero esto es ya ganar un punto de vista aún más amplio para nuevas explicaciones concretas.
La vitalidad no puede jamás llegar a convertirse en un criterio de moralidad . Plétora vital,
exceso de vida, conduce siempre a afirmación de poder. Y esto ocurre casi siempre irreflexiva-
mente, siendo raras, muy raras las veces en que la razón logra imponerse sobre los pletóricos
de vida, los afirmativos del poder . lCuál es el resultado? Individualmente comienza a mostrar-
se con la tiranía, la dictadura. Colectivamente termina con la guerra. Basta echar una ojeada
sobre la histor ia para comprobarlo. En nuestros tiempos, Alemania ha sido un ejemplo de ello.
Italia pretende ahora serlo igualmente. lEs ello moral? Quizás un esteta como Nietzsche po-
dría decir que sí, dogmáticamente, porque para él la moral sería otra cosa. Pero un esteta que
no quiere ni puede ser dogmático, como usted, no podría decirlo. De ahí el conflicto en que
usted queda colocado. Raramente aquí se unen su concepción estética y su concepción cientí-
fica para sintetizarse en la concepción moral que propone. Ahora bien, lógicamente ellos lo
conducirían a postulados que son, precisamente, los de un inmoralista. Usted no los puede sos-
tener . Y sin embargo, se afirma en una posición que ellos llevan lógicamente.

Resumiendo mi punto de vista le diré que yo admito la simpatía, a la cual usted se refiere tan
tinosamente, como la mejor expresión , la expresión sana , de la vital idad de un individuo o de
un pueblo, porque ella es lo que da la base material , el contenido sensible sobre el cual viene
operar lo que se entiende, lo que en sí es universalmente inteligible como condición de lo que
ha de valorizarse necesariamente como moral, pero que la simpatía, esa expresión sana de 1
vitalidad individual o colectiva, en sí misma carece de valor moral. lQué sería de una acción
simpática que se diera sólo como una afinidad electiva, como una mera reacción bioquímica?

18
Si no se regula por una noesis a la cual se subordina, seguiría siendo una acción inorgánica,
aunque ocurriera en el dominio de lo orgánico, en el sentido de lo orgánico superior, es decir,
humano, social, histórico. Sería pues como cualquier otro fenómeno del mundo físico. No
alcanzaría a tener un significado para la constitución real de los hechos humanos, sociales, his-
tóricos. Se resolvería, como todo lo que carece de este significado, en lo inane.

Considere usted en un caso concreto, el caso, verbigracia, de un sacrificio de la vida . En días


pasados un ingeniero español sacrificó su vida para salvar la de dos pobres hombres que se
ahogaban, y que, como él, perecieron ahogados. Un sentimiento de sana vitalidad, de generosa
simpatía se dio , indudablemente, como la base del acto. Es indudable, pues, que en la génesis
de tal sentimiento intervinieron innumerables reacciones fisiológicas, bioquímicas, hasta hacer-
lo surgir a la superficie corpórea de los movimientos mecánicos del hombre . Pero, ello no obs-
tante, el acto carecería de todo significado moral si, independientemente del sentimiento, y
por encima de él, y aún a oscuras de ello, una noesis, algo que solamente se 1mtiende, por vago
que sea, no viene a iluminarlo, a hacerlo irradiar, en su belleza, como algo axiomáticamente
ético. ¿No cree usted que el alma de un hombre que así se sacrificara, si se moviera sólo por
los resortes vitales de la conservación de la especie, sería enviado, por un juez escatológico, al
limbo que Milton llamó 'paradise of fools'? El acto comienza a sublimarse por lo heroico, y
en verdad por lo heroico que se entiende en la contemplación pura, aparte de todo interés
individual o genérico, es decir, en cuanto se muestra en la pureza de una intención que vale
por sí solamente, luego se da en la ejemplaridad del hecho que por sí solo es ya un axioma de
moralidad . Pues bien : esto, que equivale al imperativo categórico de Kant, nos coloca así en
aquel dominio de la metafísica que parece estar desprendido de todo lo físico y práctico, pero
que sin embargo, es como la fuente de donde dimanan los más altos impulsos de nuestros
actos. De aquellos que en verdad constituyen nuestra realidad ética.

Mas debo terminar aquí, porque si no mi carta se extendería demasiado . Las objeciones que le
hago tienen solamente la intención de mostrarle las dificultades que se presentan delante de
una posición como la que usted esboza en su libro para tratar la cuestión de la moral.

J .E.8.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

19. Medellín, Marzo 12 de 1928

Hace ya muchos días que recibí el libro de usted, 10 Y no pocos que lo leí. Desde entonces lo
tengo a mi lado, dispuesto yo a escribirle algo sobre él. Yo necesitaba esto: que pasara el tiem-
po, para que la primera impresión inmediata se borrase. A fin de que mi crítica pudiera ser
-mparcial, -usted sabrá perdonarme que yo juzgue ante todo críticamente su libro-, no ~ía
p,-oceder de otra manera .

Primero una observación : el libro de usted presenta signos de aceleración . Yo estoy seguro de
que muchas de las críticas que voy a hacerle no habría podido hacerlas si usted hubiera guar-
dado su libro más tiempo . Le ha ocurrido lo que usted mismo y yo hemos hablado algunas ve-
ces: que teniéndose el material para una obra ejemplar, no se ha podido, sin embargo, hacer
esta obra. La aceleración la impidió .

10
"La Tragedia de Nilse" presenta muchos contrastes . Usted trata psicológicamente del am~~ Y
del adulterio . Sus ensayos de análisis son certeros. Pero Ro lo son sus ensayos de fabulac1on .
Usted logra, en efecto , definir muy bien las personalidades. Pero no logra elevar esas mismas
personalidades al rango de la importancia romancesa . De ahí que usted sobresalga como psicó-
logo, mientras no se distingue como novelista . Por eso yo creo que usted habría escrito una
obra más notable si hubiera escrito , en vez de una novela, un ensayo sobre el amor y el adulte-
rio . Los dones de usted son los de un psicólogo que ensaya sobre las pasiones . El curso de éstas
se puede seguir muy bien en la Tragadia de Nilse . Pero se sigue como se sigue en un estudio, no
como se debe seguir en una novela. Así, mientras usted presenta con maestría los estados de
alma de sus personajes, las escenas donde se desarrollan esos mismos estados de alma no des-
piertan interés. A cada momento, el psicólogo que hay en usted triunfa sobre el novelista .
Bien pronto, a cada momento, el novelista que haya en usted se desvanece para dejar que
triunfe el psicólogo . Lo que no puede ser abre paso a lo que puede ser . Cuando usted describe
situaciones romancescas, el interés decae . Pero cuando usted describe situaciones espirituales,
el interés se aviva .

Aquí está, en resumen , el contraste más notable que para mí presenta el libro de usted. Su
personaje se delinea con rasgos de nobleza, de grandeza que excitan inmensa simpatía. Y, sin
embargo, él se pierde en un mar de detalles ingenuos, infantiles que lo obligan a mostrarse de
un modo insignificante .

Esto desconcierta al principio . Pero después uno se pregunta si usted no quiso hacerlo así,
adrede . Muchas veces, mientras yo leía el libro, me pregunté esto . Aún no sabría responder
nada . El protagonista de usted es grande y es pequeño . Es lo que propiamente podría llamarse
un hombre mediocre . Si usted ha querido hacerlo y presentarlo así, adrede, usted ha hecho
algo notable, cuya arte y sutileza escapaban la primera impresión.

De las alternativas de grandeza y pequeñez , de nobleza y de miseria del héroe de usted se des-
prende un pathos que es la mejor expresión de todo el libro . Es el pathos del que .está entre el
eros y el ethos. Y él explica la tristeza indefinible que queda tras la lectura . N ilse se presenta
como el esbozo de lo que pudo ser grande y tuvo que reducirse a lo mediocre por la fuerza de
lo pequeño. Llega casi a ser un símbolo del poder del mal sobre el bien. Llega a ser, definitiva-
mente, la expresión de la fatalidad que se cierne sobre ciertas personalidades. El libro de usted
se justifica plenamente desde este punto de vista .

En .este sentido, aunque los dos libros son bastante diferentes, el de usted hace pensar en
Pobres Gentes de Dostojewski. Los personajes viven y se mueven en un plano de patética me-
diocridad . El dolor de ellos es el de la humanidad común .

Pero, considerando su libro aún desde otro punto de vista , a él pueden hacérsele aún otras crí-
ticas . Me parece que en él falta la unidad -la unidad orgánica, interior, que es el principio sos-
tenedor de toda obra ejemplar. En la novela de usted hay intercalaciones inadecuadas . Cuán
mejor, por ejemplo habrían resultado, en otra parte , sus evocaciones de Atenas. Y lo mismo
puede decirse de sus divagaciones sobre las artes plásticas en general. En la Tragedia de Nilse,
ellas no están en su lugar .

Ahora ~a~a termi~ar una pregunta al psicólogo : el sistema nervioso del colombiano les capaz
de per~1b1r Y sufrir _el pat_hos de las grandes alternativas en que ponen lo erótico y lo ético? La
mentalidad colombiana, ,es capaz de comprender lo que esto significa? Yo quisiera desvane-

20
cer la impresión que tengo del espíritu del colombiano . lNo vive este espíritu en una eterna
adolescencia? No refiriéndome a las mentalidades de excepción que nat~ralmente la_s ~ª~ para
1
confirmar mi impresión, hasta ahora yo no he enc~ntrado ~~ Colo~~'ª una m~nta ' a que~ .
exceda al desarrollo que se obtiene a los veinte anos . El v1e10 aqu1 siente Y piensa c?~~
adulto el adulto como el adolescente . El gran progreso mental , el que lentamente ~ -'"'~ª ~
los vei~te años para comenzar a fructificar a los cuarenta, ~o ha d~d? aún e~ Colom 'ª· , SI
esto no es un engaño de mi parte, lpara quién, entonces, quiere escribir usted .
J.E .B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

Diciembre 1o. de 1928


20

Mil gracias por su carta . La anterior perdida.

Le hemos aguardado con anhelo para cambiar impresiones y combinar planes de futuro. Aún
esperamos.

Quisiera que lanzase desde "Universidad" algunos de sus trabajos. E_s tiemP? p~ra usted: Y a
nosotros nos hace ella mucha falta . No demore su triunfo , porque este sera as1 la alegria de
nuestro afecto por usted.

Mi vida es apacible y aún feliz , dentro del estudio y un modesto equilibrio económico. Tengo
obra literaria inédita y preparo algo sobre la evolución de las ideas que consumirá años algunos
de labor .
L.L.M .

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

21 . Medellín, Diciembre 19 de 1928

Su carta del primero de este mes me ha proporcionado un verdadero placer, pues ella me deja
ver que usted está contento y es por lo mismo feliz . Espero que esto se deba en gran parte al
desarrollo o suceso de la propia obra literaria de que usted me habla , la cual tendrá natural -
mente que llenarlo del regocijo, si acaso no de la satisfacción plena, de ver que sus anhelos,
-casi estoy por decir su destino-, se va cumpliendo en la proporción justa de sus merecimien-
tos.

Muy agradecido, y hasta apenado estoy por la fineza con que usted y sus amigos de Bogotá me
han considerado siempre. La pena es porque yo no he podido corresponder a esta fineza . Pero
usted me justificará. No es que yo hubiera querido no atender a las insinuaciones que se me
han hecho, sino que atender a ellas me ha sido imposible. Créamelo usted : el tiempo me ha fal -
tado siempre para preparar hasta la más fác il de las colaboraciones que se puede hacer para un
diario o revista Me lo han impedido : mi salud, por una parte, que nunca ha sido buena; y las
OCllpaciones comerciales, por otra, que a veces tanto molestan . Entre estos términos de tratar

21
cer la impresión que tengo del espíritu del colombiano . lNo vive este espíritu en una eterna
adolescencia? No refiriéndome a las mentalidades de excepción que naturalmente las hay para
confirmar mi impresión, hasta ahora yo no he encontrado en Colombia una mentalidad que
exceda al desarrollo que se obtiene a los veinte años. El viejo aquí siente Y piensa como el
adulto, el adulto como el adolescente. El gran progreso mental , el que lentamente se inicia a
los veinte años para comenzar a fructificar a los cuarenta, no ha dado aún en Colombia. Y, si
esto no es un engaño de mi parte, lpara quién, entonces, quiere escribir usted?

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

20 Diciembre 1o. de 1928

Mil gracias por su carta . la anter ior perdida .

Le hemos aguardado con anhelo para cambiar impresiones y combinar planes de futuro. Aún
esperamos.

Quisiera que lanzase desde "Universidad" algunos de sus trabajos . Es tiempo para usted, y a
nosotros nos hace ella mucha falta . No demore su triunfo, porque éste será así la alegría de
nuestro afecto por usted.

Mi vida es apacible y aún feliz, dentro del estudio y un modesto equilibrio económico. Tengo
obra literaria inédita y preparo algo sobre la evolución de las ideas que consumirá años algunos
de labor .

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

21. Medellín, Diciembre 19 de 1928

Su carta del primero de este mes me ha proporcionado un verdadero placer, pues ella me deja
ver que usted está contento y es por lo mismo feliz. Espero que esto se deba en gran parte al
desarrollo o suceso de la propia obra literaria de que usted me habla, la cual tendrá natural-
mente que llenarlo del regocijo, si acaso no de la satisfacción plena, de ver que sus anhelos,
-casi estoy por decir su destino-, se va cumpliendo en la proporción justa de sus merecimien-
tos.

Muy agradecido, y hasta apenado estoy por la fineza con que usted y sus amigos de Bogotá me
han considerado siempre. La pena es porque yo no he podido corresponder a esta fineza. Pero
usted me justificará. No es que yo hubiera querido no atender a las insinuaciones que se me
han hecho, sino que atender a ellas me ha sido imposible. Créamelo usted : el tiempo me ha fal -
tado siempre para preparar hasta la más fácil de las colaboraciones que se puede hacer para un
diario o revistá. Me lo han impedido: mi salud, por una parte, que nunca ha sido buena; y las
ocupaciones comerciales, por otra, que a veces tanto molestan. Entre estos términos de tratar

_21
de conservar una salud precaria y tratar de asegurar un futuro tranquilo . lCómo Y cuándo en-
contrar el ocio adecuado a la producción puramente literaria? Apenas, de cuando en cuando,
he podido disfrutar de este ocio, y entonces es cuando me he. dedicado a la continuación de
mis ensayos.

Aprovechando las temporadas propicias que así se me han ofrecido, ha sido pues cuando he
podido seguir trabajando· en los libros de que usted tiene conocimiento. Pero todo me parece
aún muy imperfecto. Según me parece, mi exposición ha ganado una disposición sistemática
que comienza a satisfacerme. Pero estoy muy lejos aún de haber ganado la soltura de estilo
que anhelo para mis ideas. Tendré necesidad de tiempo para esto.

Otra cosa va a retardar la publicación de mis libros de metafísica. Al llegar a Medellín, arre-
glando mis papeles encontré apuntes de ideas que había concebido hace años. Usted recordará
que cuando usted pasó por esta ciudad cuando iba para Europa, yo le leía algo que había es-
bozado, escrito durante mi permanencia en 1921 en Baden -Baden 11 . Ahora encuentro que
este trabajo, del cual yo me había olvidado, fue lo que me preparó al desarrollo ulterior de los
conceptos que anteriormente yo me había formado de una metafísica de la inteligencia . Me
parece que él forma , pues, la mejor introducción a los tres libros de metafísica que yo tengo
en elaboración, y que por tanto debo arreglarlo para que sirva de preámbulo a la exposición
más sistemática de mis ideas. Voy a intentar esto. Para hacer más comprensible lo que pienso,
voy a dividir en capítulos el opúsculo que antes había compuesto en un solo, extenso monó-
logo.
Aparte de mis trabajos abstractos, he seguido ocupándome también, a intervalos, en mi libro
de la génesis del pueblo español. 12 • Como usted lo sabe, en este libro yo quiero ensayar una
aplicación histórica, concreta, de los principios que a mí me parecen los com ienzos metafísi -
cos de las cosas. Me parece , en efecto, que investigando la génesis del pueblo español yo puedo
encontrar el caso de la existencia humana donde, - de una manera que a nosotros nos convie-
ne averiguarlo para garantizar la subsistencia de la raza-, por una aplicación de leyes puramen-
te intelectuales, se nace a la historia, es decir, se pasa de la prehistoria a la historia. Si se pue-
den determinar esas leyes, se sabrá cómo es que un pueblo cual el español llega a constituirse
en pueblo histó rico, - y también cómo es que ese mismo pueblo, por indiscrepancia de esas
leyes, a veces deja de ser un pueblo histórico. Aquí se trata de la fijación de nociones muy
sutiles. Lo ético interviene aquí. Pero no puedo, por el momento, agregarle nada más . Baste
decirle que en ese sentido mi ensayo puede llegar a tener el significado de una determinación
de los principios teór icos que rigen o deben regir sobre los pueblos hispánicos - como, desde
un punto de vista general, sobre todos los demás pueblos, -para que ellos cumplan su desti~
histórico, que se identifica entonces con la constitución ética de entidades étnicas.

De mi viaje al Cercano Oriente me queda un sinnúmero de apuntes. Realizado sólo de los que
se refieren a Atenas, donde, haciendo lo mismo que antes había hecho en Roma, me puse a
escribir un diálogo sobre el origen y constitución de la ciudad . No ha sido más que un pretexto
platónico para buscar otra exposición de mis ideas . Después se me ha ocurrido que debo corr,-
13
pletar una trilogía. Yo quisiera escribir también un diálogo sobre Tebas . En todo esto, es
lo estético lo que más me interesa . Soltando la fantasía, yo quisiera ver cómo la imaginación
del hombre primitivo latió artísticamente para plasmarse en la constitución de los primer
centros de cu ltura. Se trata de captar, allí, el desarrollo de lo metafísico, en los albores de 1
humanidad. Me ha parecido que, aunque no fuera más que para un gozo personal y privado
valía la pena , intentar esos ensayos .

22
Tales son, querido doctor, las ocupaciones que para mí tienen un significado esencial. Todo lo
demás es accidental. Cuénteme usted ahora de aquellas suyas que usted también considera
como esenciales.

J.E .B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

n. Junio 25 de 1929

Antes de partir de nuevo para Europa mándeme una esquelita con respuesta a esta cuestión :

"lCuál es el principio filosófico que mayor influencia ha ejercido en su espíritu?"

Lo necesito para un estudio del pensam iento hispanoamericano , y para publicarla luego en
"Universidad" .

lRecibió mi último libro? Si allá ha descubierto algún cerebro intelectualmente amoblado


(sic) consígame otra respuesta : me gustaría tener las de Tomás Eastman . Carlosé y Efe Gómez.

Comuníqueme algo de usted .

L.L.M .

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

23. Medellín, Julio 26 de 1929

Creo que no necesito extenderme mucho sobre el principio filosófico que usted me pide , para
responder a la encuesta que usted ha abierto . Usted sabe bien cuál es ese principio. Es el de la
intelectualidad que animó e inspiró a la Crítica de la razón pura: el que , sin ser propia ni estric-
tamente kantiano, lo fue radicalmente de la filosofía kantiana . Con esto quiero decir también
el principio de la intelectualidad que igualmente inspiró y animó a las filosofías pitagórica,
platónica y aristotélica, sin tampoco ser propia ni estrictamente pitagórico, platónico ni aris-
totélico . O, dicho aun en otros términos : tal principio es el que encuentra su primera manifes-
tación en la arcaica sabiduría egipcíaca: el que, en su desenvolvimiento posterior, se revela en
ta clásica filosofía griega ; el que, pues, en su nuevo desarrollo, se cumple en la subsiguiente
cultura latina. Así quiero expresar el principio egipcíaco, grecolatino de la intelectualidad pu-
ra que ampara a la objetivación histór ica de la humanidad . Como tal, semejante principio se
expresa abstractamente en la Crítica de la razón pura; pe ro se niega enseguida por la Crítica
• la razón práctica. Y de tal manera esto es así, que desde entonces él se presenta como el
motivo director , legendario , de la tradición egipcíaca, grecolatina de la filosofía, frente a otro
principio que ha sido también motivo director , legendario, de ·otra tradición de la filosofía;
ta asiática , indogermánica , que culmina en el voluntarismo moderno. Frente a frente, estos dos
swincipios luchan, se debaten dialécticamente para mostrar su primacía. Mas en esa lucha , en
ese debate, es al principio de la intelectualidad pura lo que para mí ha tenido más decisiva
inftuencia para la comprensión y constitución de todo. Allí él me ha mostrado cómo ha sido

23
él, y solamente él, lo que ha producido la verdadera filosofía perenne: la que de él se produce
cual un esfuerzo racional para que la conciencia t'.umana adquiera puntos de vista exactos que
permitan la intuición certera del proceso generador de la 11.xistencia: puntos de vista exactos,
intuición certera que entonces, dándose así, permiten el discurso lógico de todos los momen•
tos por donde pasa este proceso, para exponerlo racionalmente, y llegar a ser ellos mismos ra•
ciocinio puro de él, ese mismo proceso, que de ellos entonces surge en su producción original.
Pues en esto consiste para mí la filosofía perenne que es tradicional de la cultura grecolatina.

J.E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

24. Medellín, Agosto 2 de 1929

Voy a escribirle largo, para corresponder a la atención que usted ha tenido de enviarme su
última novela 14 , y además porque me place discutir sobre estas cosas.

Ante todo deseo felicitarlo muy sinceramente . No para atenuar las críticas que de nuevo voy a
hacerle, sino para afirmar, esta vez, los méritos positivos que tiene su nuevo libro, donde se
marca un avance real en el sentido del novelista. Ciertamente, en este sentido usted ha avanza-
do de una manera que no se puede medir con los progresos de sus obras anteriores, aunque
con ello tampoco quiero decirle que usted ha superado ya del todo lo que, a mi parecer, son
los desméritos que me permití indicar para su Tragedia de Nilse. Estos desméritos, -necesito
insistir sobre ellos para significar exactamente lo que quiero decir-, son naturalmente los que
yo veo desde el punto de vista donde me coloco para tratar de comprender y apreciar, en gene-
ral una novela.

Juzgo no decir con ello nada presuntuoso. Si mi punto de vista es falso, y si, por eso mismo,
falsas son mi comprensión y mi apreciación de una novela en general, de la novela de usted en
particular, injustos han de ser los desméritos que yo me permito seña lar. Yo no negaré nunca
semejante consecuencia. Pero como hasta ahora el punto de vista donde me coloco sigue pare-
ciéndome legítimo, lícito me es asumirlo para comprender y apreciar una novela como la de
usted, precisamente la última que usted ha producido y que me ha enviado: La Biografía de
Gloria Etzel.

Aun otro preámbulo: difícil es reducir a esquemas la vida, y, por tanto, la novela o romance
que es producción sintética de la vida. Las complejidades de la vida no se dejan limitar por li
neas rígidas ni permanentes. Pero, sin embargo, los impulsos cardinales, como los lími
extremos de ellas, sí se dejan precisar en puntos rigurosos, aunque móviles. Dentro de est
impulsos y Iímites se da la vida. Luego la novela o romance que es producción de la vida
través del literato que la sintetiza, debe concebirse y crearse también dentro de esos impul
y límites, que, para definirlos abstractamente, son el eros y el ethos: quiero decir por una p.-
te la sensualidad que abandonada a sí misma es la materia informe de un mundo que sólo
plasma, sólo se forma, sólo se constituye en una existencia objetiva cuando, por otra parte,
somete, se subordina total, integralmente a la intelectualidad.

Colocado en este punto de vista, acabo de leer la Biografia de Gloria Etzel. Al .terminar la
mera parte, hice una pausa. Verdaderamente usted había logrado un comienzo feliz. Los
sonajes que usted presentaba eran los complejos de los impulsos esenciales de la vida. Obra

2-4
subconscientemente en ellos, con ellos estos impulsos habían creado situaciones que eran el
punto de partida legítimo para la novela, esto es, para la creación sintétiCíl de la vida . Así
usted presenta a Evia y Etzel, ambos movidos a cometer actos anormales e inmorales, en una
inconsciencia de la responsabilidad, para superar las circunstancias extraordinarias que así se
producían y crear la vida ulterior que de ahí se seguía .

En su novela yo esperaba, pues, leída la primera parte, el desenvolvimiento de esto . Evia, au -


tor de una estafa, entregado cobardemente a Etzel, que va a cometer otra estafa y va a proce-
der más cobarde e insidiosamente, tenía que darme, en ese desenvolvimiento de la novela de
usted, la solución de lo anormal e inmoral. Y yo me preguntaba ya cómo iba a proceder usted
para darnos esa solución : me preguntaba, en verdad, cómo había de proceder Evia para vencer
las circunstancias que la fatalidad, por medio de él mismo en su inconsciencia, le había produ-
cido. Así yo me anticipaba a gozar de todas las complejidades, complicaciones y dificultades
que resultaban de la situación de Evia y en medio de las cuales usted tenía que internarse para
aear felizmente su novela . Ya que usted había sabido plantear tan bi_
e n la trama , - me decía- ,
el desenvolvimiento de ésta tenía que corresponder a mis esperanzas.

Desgraciadamente me engañé en esto. Permítame usted decírselo francamente. Mi decepción


fue inmensa cuando vi que Evia desaparecía. Usted hace morir a Evia cuando precisamente
debía vivir. Muerto él , moría para mí la novela, es decir, la vida que ella debía sintetizar .
Quien debía ser el personaje central , principal; quien debía ser el héroe de la novela , no pasa
de la primera parte. Y ahí encontré yo la primera gran falta de su novela. Por eso el impulso
erótico no llega a desarrollarse en ella hasta el punto en que la personalidad humana se contie-
ne por el límite ético. En el conflicto que esta contención debió producir en Evia, tampoco
llega a producirse, por eso mismo, el pathos o verdadero padecimiento. Así en la novela de us-
ted no se llega a crear, a producir el héroe de las múltiples formas y actitudes. De él -de se-
mejante personaje-, en la mente del lector no queda sino la vislumbre de lo que fue posible
y no se realizó: la del hombre que, en medio a las circunstancias extraordinarias que le causan
sus propias, inconscientes debilidades, surge y se eleva para vencer esas circunstancias, supe-
rándose a sí mismo.

En esto que le digo está para mí la subsistencia de la vida que debe ser siempre el objeto supre-
mo de la novela, tal cual yo, asimismo, la ent iendo. Usted capta y comienza a plasmar admira-
blemente esa substancia, pero su plasmación no culmina como debiera culminar, literaria-
mente hablando, porque el psicólogo vuelve a triunfar, en ust ed, sobre el literato . Y desde que
esto ocurre, ya su novela se torna en una serie de episodios donde sobresalen el sentido de ob -
servación meticulosa y de generalizaciones tinosas, que en usted son características, pero don -
de la trama y desarrollo romancescos se difuminan, si no decaen . Como ejemplo le citaré la
escena donde usted resume la sensual idad humana que ha venido acumulándose a través de ge-
neraciones animales y humanas, y que usted bosqueja conteniéndose hasta que estalla en ges-
tos de exquisitez y delicadeza amorosas.

Así es c9mo, a mi modo de ver , lo que se anunció tan bien como asunto capital de su novela,
se descompuso en la serie de episodios que para mí no alcanzan a componer aún la novela ver-
dadera porque, una vez más, por el desvío que el asunto sufre, se pierde el principio de la uni -
dad interior que los hubiera sujetado a un orden de organización o vida . Con la desapar ición
de Evia, se pierd e la situación fundamental, dominante que creaba ese principio y que habría
seguido conservándose con el que pudo y debió ser héroe de la novela, a fin de que ésta tuviera

25
el personaje central en torno al cual girase toda la vida con sus problemas, - los que se habían
creado con el acto fatal que, en el libro de usted, ¡:,roduce la situación fundamental, inicial, pe-
ro que no llega a dominar. Consecuencia indirecta de ellos es que todos los demás personajes
que aparecen en la Biografía de Gloria Etzel son de carácter secundario .

A partir de este punto la novela de usted sigue la línea de la menor resistencia, del menor es-
fuerzo . Se desarrolla como un suceso de episodios más o menos felices, graciosos y amenos,
que acentúan cada vez y más el cambio del rumbo inicial y que buscan lo complaciente pero
artificial más que lo displicente pero real . Le señalaré algunos de esos episodios, de los cuales,
p~ra limitarme a mi ejercicio de crítico, omitiré las cualidades de excelencia que los distin-
guen. La intervención del "doctor" es uno. Francamente, la conducta de él no es feliz. En la
solución del conflicto que él quiere resolver, no puede haber término medio. No hay más que
una alternativa: o se condena o se acepta el delito . Tolerarlo a medias es antiético . Carece de
valor moral. Lo lógico aquí no puede nada contra lo ético, sencillamente porque no es aplica-
ble a lo ético, lo cual no puede juzgarse por la mera lógica . Así puede haber, hay analogías que
no conducen a la verdad . Entonces lo analógico, aunque se aplique lógicamente, conduce a so-
luciones inaceptables. Y eso es lo que ocurre precisamente con la conducta del "doctor". Sin
embargo, el diálogo entre éste y Onzaga, aunque desagradable al principio, se eleva después y
deja una grata impresión de moralidad; lo cual empero no evita lo que usted mismo reconoce
en la página 93: que es flaca la posición moral que asume el doctor.

En este sentido de la novela que se descompone en episodios que no llegan a sujetarse a una
unidad interior que los organice en un desarrollo sintético de la vida humana, la biografía de
Gloria Etzel prospera . El libro abunda en descripciones, en escenas de todo género . Y noto
además que estas descripciones y escenas tienen siempre un colorido demasiado local. Lo uni-
versal no aparece en ellas, por lo mismo que en ellas no aparecen caracteres ejemplares, que
son los verdaderamente universales. A veces, por eso, la novela decae, como cuando se hace
psicología de fámulas. Contraste inevitable, que conduce a lo complaciente, hasta dilatarse en
un tenorismo inferior, aunque después sube a lo humorístico, a lo cómico, y que en todo caso
aleja de lo que ha debido ser asunto principal del libro. Así la invención de la Costa Verde, el
descubrimiento de la Esperanza, la pintura de Bogotá matutina, están bien en ese sentido de
lo episódico, mientras, por otra parte, una manifestación del amor, tal cual por Onzaga, se ma-
nifiesta en Gloria, manifestación que usted interpreta como expresión de lo específico más
que de lo individual, está muy bien en el sentido de la verdadera vida y por eso mismo también
de la verdadera novela. Igualmente las escenas penosas, dolorosas, difíciles que exponen el cur-
so del en_loquecimiento del joven Etzel. Hasta la presentación de este enloquecimiento, que va-
gamente se presiente como el cumplimiento de la maldición vengativa de Evia, es de lo más fe-
liz. Allí se presenta un pathos emocionante que resulta del castigo donde se resuelve el límite
ético que se opone al impulso concupiscente de la conducta reprehensible del loco enriquect•
miento. Con ello usted logra aproximarse al genuino padecimiento que se produce por la con-
tención ética de lo erótico. Y ello prueba que el talento del verdadero novelista no le falta 1
usted: prueba que lo que le ha faltado ha sido el tino de la ejecución. El mismo final par
que se asistiera, más que al desenlace de una novela, al término de una sátira .

En resumen, pues, mi crítica se dirige principalmente al desvío que usted sufre desde el co-
mienzo con la eliminación del que debió ser personaje principal y constante de su novela. Ver-
dad es que Etzel queda casi en la misma situación que Evia. Pero ya no es la misma cosa. Ade-
más de que la personalidad de Etzel es bien mediocre, no es él quien hubiera podido resolver la
situación rehaciendo de lo anormal e inmoral, lo normal y moral. De donde las característi

26
de ese personaje secundario. El no obra de por sí, sino por las influencias directas o indirectas
de los otros: de la misma mujer de Evia, de la suya propia, de Onzaga y del "doctor". Así se
llega, por otra parte, a situaciones como las que usted tiene que imaginar, en las cuales no es
ya siquiera el personaje de segundo orden, sino el de tercer orden, Onzaga, quien resuelve las
dificultades, como no podía menos que ser: desgraciadamente, de una manera ominosa.
El resultado de todo esto es, para mí, que usted no ha llegado aún a hacer la verdadera novela.
En el libro de usted falta la lucha intensa de un personaje único, central, heróico, que Por sí
solo, consciente ya y racionalmente, resuelve las adversidades que él mismo, en momentos de
torpe inconciencia, movido por el eros o la concupiscencia, se crea . Semejante lucha se anun-
cia en la primera parte; pero en las siguientes no se desarrolló, sino apenas resonó, como frag -
mentariamente, en episodios que no pudieron organizarse, inflexible, fatalmente, en el cum-
plimiento de un designio : el de vencer, superar las dos faltas originales, las dos torpezas incons-
cientes, los dos actos irracionales: la estafa y la confianza : el robo y el desconocimiento de lo
que es el hombre . En vez de la novela que nos presentara esto, Ud. ha hecho un libro ora salpi -
cado de humorismo, ora adornado de sentencias moralizantes, ora cómi<;o, ora dramático.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

25. Agosto de 1929 .

Me ha regalado usted con muy grato placer al enviarme su punto de vista filosófico, y la crítica
de Gloria Etzel.
Trato de despertar la "Conciencia ideológica" del país para obtener el punto de partida de un
pensamiento filosófico . Haré pues, un ligero croquis de la historia de las ideas entre nosotros.
No más que unos párrafos, mas ellos, lo espero así, iniciadores de una meditación. En ese pen-
samiento o propósito encaja la encuesta que persigo. Entiende lverdad?

Ahora su crítica es profunda . Quisiera contestar a ella públicamente para elevar nuestro am-
biente a estas preocupaciones . Le envío la de Grillo . Por ella verá cuán necesario es mi intento .
Estoy abrumado - no desconcertado- por la incomprensión de mi público. Esto es una feria
de imaginación; el alto raciocinio, la intuición misma, iausentes! Usted me depara una ocasión
de hablar en la tónica del espíritu. Así, pues, no se sorprenda de encontrar algún día, si mi
tiempo me lo concede, estas publicaciones.

L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

26. Bogotá, Enero 19 de 1930 .

lluy alegre estoy con su noticia de que la obra suya va ya saliendo a la realidad de una defini-
n,,a redacción . Confío en que no muy tarde me sorprenderá el correo con un bello volumen
.- .nado de su pensamiento. Créame que ésta será una hora muy destacada en mi vida.

Estoy publica ~do ahora lo que he llamado: "Introducción a la historia de la cultura en Colom-
. .. is, o sea una rápida interpretación de nuestra historia nacional. Hago mucho hincapié en

'O
estos tres elementos de cohesión de las nacionalidades: la buena raza, el bienestar material y la
historia . Explico muchas de nuestras grandes derrotas por alguna falla de estos factores , y a ca-
da paso ·repito : "La historia se hace espíritu" , "En nosotros llevamos la histor•a del mundo " ,
etc., para ver de elevar nuestras luchas cotidianas a un plano de mayor altivez y de mayor lati -
tud. Antes de tres meses verá el pequeño volumen en que recogeré estas rápidas anotaciones.

L.L.M .

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

27. Bogotá, Diciembre 27 de 1934

Estamos intentando crear un centro de estudios superiores de humanidades en el Colegio del


Rosario, y vería yo con júbilo que usted se decidiera a venir a esta ciudad , siquiera fuese por
un año, o ayudarnos en la enseñanza de la histor ia de la filosofía o de otra rama de estas disci -
plinas acorde con sus estud ios y definida vocación . El sueldo no sería gran cosa , por el mo-
mento , pues apenas si podría ofrecerle unos cien pesos por esa enseñanza, pero creo fácil q·u e
ampl iando dicha orientación profesional lograría duplicarlo, y así permanecer entre nosotros
de nuevo algún tiempo , tan útil paré! usted como para su tierra, pues ya temo que se nos haya
"desarraigado" un poco y quedado al margen del conocimiento de sus conciudadanos.

Es precisamente ya hora de hacerlo, porque estamos en una grande empresa cultural los q~
somos sus am igos y compañeros de preocupaciones ideológicas y nacionalistas. Haga él esfu r-
zo , no dejándose vencer de la línea de menor esfuerzo personal que constituye su vida eur -
pea , eficaz, sin duda, pero casi invisible para esta su patria.

L.L.M .

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

28. París, Enero 22 de 1935

¿ Recuerda usted que en 1926, estando yo en San Sebastián y usted en París, le escribí sobre el
trabajo que entonces me ocupaba y que consistía en la elaboración tripartita de lo que era pa-
ra mí la síntesis de todos mis escritos? Ya entonces ese trabajo formaba para mí como un sis-
tema de filosofía . Y yo mandé a usted un cuadro o paradigma que resumía el conjunto que él
componía. Y usted me respondió , un tanto sorprendido , que no podía imaginar cómo yo ha-
bría cumplido con semejante programa . El hecho es que desde entonces yo tengo ese trabajo
en su forma definitiva . Y después nunca he dejado , de cuando en cuando al ofrecérseme las
ocasiones, ni de retocarlo ni de ampliarlo. Hoy es para mí mismo lo que he intitulado un Li-
neamiento racional de la metafísica . lNo querría usted saber ahora algo más concreto de él?
En días pasados , no teniendo yo nada que hacer y hallándome dispuesto al trabajo fastidioso
de ordenar notas dispersas, encontré algunas de éstas que ya yo había juntado porque se refe-
rían a la génesis y al desarrollo de mi Lineamiento. Y justamente me hallaba en la labor de
escribirlas ya integralmente, para componer con ellas un Proemio, -cuando me llegó la .carta
de usted fechada el 27 de diciembre último, la cual, sea dicho de pasada, me llegó con un poco
de retardo por haber sido dirigida a la Place Vendóme en vez de la Place de la Concorde . He
aquí, me dije, la ocasión de molestar la atención de López de Mesa. Y fue para mí como una

28
orden, que se me expresó en un infinitivo impe; ativo : sacar una copia del Proemio y enviarla
al doctor. Lo cual es lo que estoy haciendo. Irá por correo aparte .

Mi Lineamiento racional de la metafísica se enlaza estrechamente a otro libro mío, que igual -
m~n!e he compuesto para mí mismo y he intitulado Excursión en la Selva Negra. Bien que en
min,ma parte, Y bien que acaso usted no lo recuerde, asimismo usted conoce este trabajo . Es
que yo lo tengo escrito desde 1921, aunque después tampoco he dejado ni de retocarlo ni de
ampliarlo, como he hecho con el Lineamiento; y en 1923, pasando usted por Medellín para
E_uro~a, un día en m( oficina le leí_una parte, y otro día en casa de un amigo nuestro, y por in-
v1tac1on de usted, le, otra parte. lNo recuerda usted cómo, habiendo yo hablado de percep-
ciones Y alucinaciones, usted gentilmente explicó la d iferencia que había entre ambas? Entre
mis amables auditoras había una bella dama por la cual usted se interesaba entonces tierna y
amorosamente . Pues bien: igualmente para esta Excursión en la Selva Negra, que no es otra
que el Schwarzwald, tengo escrito un Prólogo que resume la génesis y el desarrollo del libro
Y, en tanto, es como un compendio genético de él. Es que cómo yo he anotado siempre el na•
c imiento Y crecimiento de mis ideas, porque he encontrado un placer especial en esta clase de
trabajo, Y como he creído que tales anotaciones pueden ser útiles a quien quiera que alguna
vez haya de leer lo que yo escribo, helas reunido, como usted ve, unas en un Prólogo, y otras
en un Proemio para los dos libros a que vengo ref iriéndome . También me propongo enviarle
más tarde una copia del Prólogo .

Ya que le escribo sobre los trabajos en que me he ocupado y sigo ocupándome , permítame us-
ted otras alusiones a ellos, con referencias a mi propia persona. Así podré exponerle mejor ,
adelante, lo que tengo que decirle . He hecho dichos t rabajos con alternativas de entusiasmo y
de decaimiento , de actividad intensa y de ocio completo. Casi siempre los períodos de decai-
miento y ocio han sido mayores que los de entusiasmo y actividad . Acaso ello se deba a una
tendencia natural de mi temperamento a la pereza . Acaso obedezca a una necesidad ineludible
y fatal de mi constitución orgánica . Acaso. Como quiera que sea, el hecho ha sido que yo no
he podido ocuparme continuamente en este género de trabajos, y que sólo me he ocupado en
ellos cuando me han complacido y divertido. Cuando esto último no me ha ocurrido, los he
abandonado. Y a veces esto ha sido por años enteros. Pues bien , doctor, esto representa para
í una cuestión grave ante el ofrecimiento que usted, me ha hecho de una cátedra en el Cole-
gio del Rosario . ¿Qué voy a hacer yo si, habiendo contraído obligaciones profesionales, - ioh,
y cuán respetable para m í sería una cátedra de filosofía!- súbito me encuentro o con esta pes
reza natural de mi temperamento o con esta necesidad fatal de mi constitución? Porque enton ·
c:ies para mi no hay otro recurso que el dolce far niente. -Piense usted bien en ello, doctor, y
ftrá que hay allí una razón "de peso" para quien tiene conciencia de sus obl igaciones. Así,
aunque grande es mi gratitud para con usted por las continuas distinciones que me está hacien-
,- sin duda porque usted estima con demasía mis escasos méritos, si siquiera estos escasos
tengo- , yo no veo otra decisión posible, ante el nuevo honor que me ha hecho, que la de de -
dinarlo, con toda la pena que me proporciona el tener que hacerlo así.

Considere usted aún algunos otros motivos que, además, me mueven a esta resolución. Hace
apmas ocho años que yo he logrado la independencia casi completa que había anhelado desde
· niñez. Digo ocho años, porque los dos primeros de mi permanencia en Europa fueron para
• todavía de gestiones comerciales. Sólo después pude vagar como yo lo deseaba enteramen-
• a las únicas ocupaciones que para mí tienen importancia. Y lo que la independencia así lo-
~ . la vagan~ia así obtenida ha significado para mí, es indecible . Es _v~rdad que ella coincid~
m í con los años en que comúnmente se llega a la madurez del espmtu. Pero yo creo que s,

29
me hubiera sido dable antes disfrutar de ella, desde mucho antes mis trabajos me habrían dado
la satisfacción que apenas ahora comienzan a darme. Creo pues que yo debo persistir en con-
servar mi independencia, - una independencia tanto mayor cuanto posible. No sé qué conse-
cuencias podría tener para mí si yo tuviera que interrumpir la conducta que hoy sigue en mi
vida.

Aún una pequeña observación que complementa los motivos de mi decisión . Observe usted,
cuando le llegue y lea el Proemio que le envío, el tono un tanto arcaico en que yo expreso
ideas nuevas. Permítame usted que se lo diga así para significar lo que quiero. ¿Qué significa
este contraste de antigüedad de estilo y de novedad de ideas si no lo que yo trato de decir,
siendo de lo pasado y de lo futuro, está fuera del tiempo, o, más precisamente aun, en el
tiempo, pero en el tiempo que excede al momento actual que de él no es más que un efímero
tránsito? Así yo me desentiendo del prejuicio actual, que ya es una psicosis, y psicosis funesta,
de que sólo importa lo presente, lo inmediato. Mas, por su parte, las generaciones educandas
de hoy atienden sólo a lo presente e inmediato, se desentienden de todo lo pasado y lo futuro.

Con ello obedecen a las directivas de los novísimos mandatarios, me refiero principalmente a
Europa, que quieren exclusivamente "realizadores" del momento. Y bien que yo no sé cuál
sea el verdadero estado de cosas en Colombia, abrigo ciertos temores. Una enseñanza oral de
mi parte tendría, con toda sinceridad y con el acometimiento y coraje necesarios, que oponer-
se a lo que yo personalmente juzgo un mal funesto. Ello me crearía por tanto, desde el primer
momento, un estado de conflicto no sólo con los que serían mis imberbes gramaticados, sino
mis mandatarios respetados. ¿No cree usted que es preferible evitar esta posibilidad? En
cuanto a mí, juzgo que sí, y que es mejor para mí que yo continúe en silencio mi callada obra.
Quién sabe, acaso así yo logre, en tratando de acercarme al ideal del motor inmóvil, mover ca-
si sin ser movido, en el comienzo mismo -de las más altas iniciaciones.

Espero por otra parte_, -ya para terminar esta tan larga epístola-, mi resolución no sea una
sorpresa para usted. Recuerdo en efecto que ya una vez aquí mismo, en París, tuve ocasión de
anticiparla a usted. Fue una noche en que, después de haber comido modestamente en el res-
taurante griego L'Acropole, hicimos juntos un paseo que para mí es predilecto en verano,
cuando los crepúsculos se prolongan indefinidamente. Yo le invité a este paseo y usted aceptó.
Nos dirigimos entonces hacia l 'lle de la cité, por la rue Saint Jacques. Cruzamos el Petit Pont y
llegamos a la Place du Parvis-Notre-Dame. Nos detuvimos allí largo tiempo contemplando la
admirable arquitectura. Charlamos, y comentamos el arte gótico. Luego circundamos la cate-
dral. Lo recuerdo todo con precisión, en sus mínimos detalles. Hicimos un rodeo y pasamos
por la rue de la Chanoinesse, donde entonces habitaba el hoy difunto presbítero Bremond,
-hoy hay allí sólo una estela marmórea consagrada por Valéry-, Bremond el ardoroso mante-
nedor de la poesía pura y el concienzudo historiador del sentimiento religioso. Después conti-
nuando nuestro paseo, llegamos al square detrás de Notre Dame. Y en la parte que recibe ef
caudal del Sena, sobre un banco de piedra nos sentamos. Y mientras oíamos el correr del río,
callando nosotros, miramos hacia el oeste, por donde aún los últimos destellos del crepúsculo,
sobre un cielo difuminado, hac1 an resaltar fantásticamente la silueta de la magna iglesia. Tras
largo silencio volvimos a charlar y comentar. En seguida marchamos, hablando con calor. Y en
el entusiasmo de nuestra conversación, previendo usted con una certeza que hoy ¡idmiro, et
que un día usted sería Ministro de Instrucción, usted me ofreció todas las cosas que hoy pun-
tualmente torna a ofrecerme. Pero yo, ya desde entonces, le manifesté los recelos que tenía
mí mismo, y le expresé además los motivos que me impedirían aceptar sus bondadosos of
cimientos.

30
misma noche, ya cuando más tarde regresábamos a nuestras casas , después de haber atrave-
ado el Pont de l'Archeveché y recorrido una parte del Ouai de la Tournelle, -donde los últi -
vendedores de estampas y antigüedades, retardados por el lucro, recogían sus mercancías,
entrar en la ruede Pontoise para llegar al Boulevard Saint Germain, y al echar usted una mi-
ala postrera a Nuestra Señora de París, Erika, que lo observaba a usted y que habi'a oído y
IDfflPrendido toda nuestra conversación, con · voz baja y admirativa, emocionada me dijo:

"'Herr López de Mesa ist ein ehrlicher Mann"


'"'Kein Zweifel ", le respondí yo incontinenti.

Así pues permita me usted, doctor, que al terminar mi carta le presente mis excusas renován-
dole, en unión de Erika, este reconocimiento de la perfecta honorabilidad que, entre sus de-
más méritos, tanto le distingue , y le reitera así la adhesión sincera de mi amistad .

J .E.B .

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

29. Bogotá, Febrero 24 de 1937

Supongo que a estas horas se hallen de regreso de Nueva York, disfrutando de la vida cordial
de familia, y orientando en firme sus actividades económicas y culturales, para bien de cuan -
tos les queremos con indeficiente lealtad.

Anhelo que la tierra colombiana sea grata a Erika, y que se nos haga colombianita llena de esa
suave y estimulante alegría que enaltece su carácter, y difusora de las nobles cualidades de espí-
ritu que tan amable la hacen a mis ojos. Sin reservas los envidio por haber llegado a una ense -
nada de reposo en el entendimiento de la vida y de los afectos. Yo sigo "insular", temeroso de
desconcertarme en alguna improvisación sentimental, más y más anclado en la investigación de
las ideas, ellas sí ajenas a los vaivenes de la vida material, compañeras silenciosas, mas no inex -
presivas.

Acabo de hacer una conferencia con nuevas tesis para el entendimiento de la sociología colom-
biana, sobre todo en cuanto a interpretación de la psicosociología del chibcha precolombino,
de la cultura embrionaria colonial y de la manera como Colombia ha venido enlazando su espi-
ritualidad a la espiritualidad universal. Ahondé un tanto en las pesquisas del sexo de las cultu-
ras, de aquellas modalidades que a las sociedades imprimen la orientación matriarcal, patriarcal
y aun otras que pueden discernirse en la compleja estructura de los pueblos contemporáneos.
Algún día platicaremos de ellos con más espacio .

L.l.M.

3\
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

30. Bogotá, Ju pio 18 de 1937

Con mucha complacencia recibí su mensaje silencioso(?) de fotografl'as y de su epístola a En-


rique Revollo . Y digo a usted, y con usted a nuestra gentilísima Erika, que las tales fotografl'as
me han emocionado, por la revelación de bienestar que denuncian de ustedes y la envidiable
paz filosófica a que convidan en su geórgico encantamiento.

La epístola me place por ser suya, no por la poco afortunada expresión de su espíritu : pues
ello es que ahondó demasiado en el tema secundario de la "estilística" y muy poco, siendo és-
ta la íntima causa y el motivo recóndito de su impulso, en las circunstancias que obran para
que sea desmirriada y pobre nuestra contribución filosófica . Se le escapó la oportunidád de
hacer un análisis sagaz de ello y harto, cierto, ejemplar para las nuevas generaciones.

Lo cual no obsta, ni de lejos, para que yo haya gozado intensamente con su sólida argumenta-
ción y bien madurada aportación de datos.

Maduro está, mi querido Julio Enrique , para darnos su pensamiento amplia y liberalmente: Pu-
blique.

Y, para comenzar esta nueva jornada de su comunicación con el público colombiano e hispa,-
noamericano, déjeme reproducir en Universidad de Antioquia, ahora bien atendida y pulcra-
mente editada, su conferencia, primero, y esta epís.t ola, luego . Iré a Medellín por Julio próxi-
mo: ¿Quiere enviarme allá, corregidos, estos dos trabajos, alrededor del día 10, digamos, y
con dirección de la Universidad?

Y mire que es un carboniento pecado éste no haberme enviado su conferencia: por su epísto-
la entendí de lo muy medular que ella fue . Y, excúseme, no creo que Enrique ni Benigno sean
la mira de tan encumbradas razones: Saquemos este torneo al amplio horizonte de los peritos
continentales , a quienes la Universidad conducirá su pensamiento.

Por mi discreta porción en estas materias, le participo que adelanto algún ensayo de Sociolo-
gía Colombiana: le remitiré la parte de los Muyskas, única a medio elaborar que ya tengo. La
interpretación de América, en que ahora voy navegando - imuy difl'cilmente!- le llegará a fi -
nes de este año . En ese capítulo abordaré la expresión sucinta -por vía de ensayo de fuerzas-
de mi pensamiento ontológico . Ya ve, pues, cuánto me interesará la visión de lo suyo. Porque
usted y yo seguimos rutas diferentes, pero contemplamos idéntica fina.lidad, si -como es en
mí asaz frecuente-, no me equivoco.

Y esto de equivocarme no es coquetería, sino ingrata experiencia. Ingrata, pero aprovechando


aún.

L.L .M.

32
BLANCO A LÓPEZ DE MESA

31. Galapa, Julio 6 de 1937

A la carta de usted techada el 24 de febrero último respondí casi enseguida, y en ella le habla-
ba de mi instalación con Erika en esta su casa.

Pero por la carta más reciente de usted, fechada el 18 de junio próximo pasado, veo que us-
ted no recibió mi anterior respuesta, ya que no alude en nada a ella.
Al ponerme a la disposición de usted en mi nueva residencia, que le ofrecía y ofrezco para
siempre que usted desee visitarnos, en la carta mía que se perdió yo le decía que los ocios en
Nueva York, mientras esperaba a Erika, los había utilizado escribiendo algo que se me convir-
tió en una epístola larguísima para usted, pero que no me atrevía a enviarle por temor de in-
terrumpir las labores en que usted está empeñado. Consecu encia de esa epístola que no le he
enviado, fue lo que también en Nueva York, en las circunstancias que le digo, igualmente es-
cribí, a saber, algunos razonamientos acerca del jurista, del legislador, del político y del de•
miurgo, en la realización del esquema de lo que me permito llamar la superfase triple de lo
éticojurídico, de lo jurídicopolítico y de lo políticohistórico en la hechura de una nación. Es
pasible que la parte primera de estos razonamientos, -que están divididos en la enunciación y
examen de tres proposiciones de legislación jurídica-, salga a la luz del sábado próximo , si
tengo tiempo para corregir las pruebas de imprenta. De ser así, la enviaré a usted también a
Medellín, según usted me lo indica, pues mucho me gustará conocer la opinión de usted.

Bien sabía yo que algunos puntos de mi carta a Revollo del Castillo"' no estarían de acuerdo
con el modo de pensar de usted, porque usted mira con más tolerancia y suavidad nuestras de-
ficiencias intelectuales. Yo creo que es necesario aclarar antes el horizonte cultural de Colom-
bia, -antes de comenzar, y para poder comenzar positivamente, una verdadera cultura, Aun-
que tendemos al mismo fin, usted juzga de otra manera. Por otra parte usted pcdrá darse cuen-
ta de mi actitud en la carta a que me refiero, si considera que me vi de pronto, cuando menos
lo esperaba, no sólo juzgado con criterios de Salmes y Carrasquilla, sino además aconsejado a
leer estos autores ...

Le mando lo que se ha llamado mi conferencia, a fin de atender así a sus bondadosos deseos.
Pero voy a explicarle un poco. Cuando me vi, por cortesía, obligado a escribir, -pues se me
pidió que escribiese aunque no pronunciase-, la conferencia que le mando, cometí el error de
escribir ésta como he escrito todo lo que hasta ahora he escrito: sin pensar ni un instante para
quién o quiénes estaba destinada, quién o quiénes habían de ser u oyentes o lectores. De ello
me di cuenta sólo después; y ponerme entonces a escribir otra, era para mí imposible. La con-
secuencia fue lo que usted verá: toda una quintaesencia de metafísica, -de la metafísica que ya
en forma de d0ctrina, lineamiento de sistema, yo concibo. iTodo un esquema del proceso en
que se genera y desarrolla, -en que progresa-, el ser! E 1 1ineamiento que se expone no sólo en
la estática, sino en la dinámica de la lógica o razón que mueve y promueve, rige y dirige desde
su principio hasta su fin la existencia entera. Usted comprenderá cuánto excede esto al público
al que fue leído y al cual, por sino, está aún y estará quién sabe cuánto tiempo destinado. Quié-
nes van a reflexionar y meditar lo que se razona de una manera abstracta y escueta, quiero
decir, libre o d!sembarazada de materia o contenido? lQuiénes abandonarán en esa exposi-
ción de líneas tan sutiles para reducirse a ellas, identificarse con ellas en la persecución del pro•
ceso en que todo se hace y se deshace, para rehacerse? iA veintiseis páginas ha reducido toda

33
la raigambre, urdimbre y trabazón del cosmos, reduciéndoles a discursos de formas que se cru
zan y enlazan entre sí, para semejante gestación! Usted lo verá: sólo de cuando estas líneas y
formas fulguran como relámpagos para iluminar intuitivamente este arcano. lOué abstracción
tan grande, pues, para que se pueda comprender que allí está la idea, ~ue allí las ideas-, w-
yas realizaciones hay que descubrir en los hechos del mundo para poder explicar esos mismos
hechos y este mundo que constituyen! En fin, le mando la conferencia tal cual usted la verá pa-
ra que usted decida si vale la pena de que se publique una vez mlls, por fin correctamente.

Al recibir noticias de usted veré de qué modo se puede convertir la carta dirigida a Revollo en
un artículo impersonal en que se trate del mismo asunto alli' tratado. Me agradaría saber que
en Colombia y más generalmente en América, aparte de las poquísimas personas que sabemos,
hay otras que también se interesan por estas cosas.

En cuanto a la finca y a la casa donde ahora vivimos Erika y yo, le diré que ambos, ella y yo,
estamos muy contentos. S61oque para mí ahora es una gran incertidumbre saber si las ocupacio-
nes de la finca habrán de exigir siempre las atenciones que hasta ahora de mí han exigido.
Pues precisamente para lo contrario yo vine a buscar este rincón: para vagar enteramente a las
cosas de la inteligencia, del esp íritu, de la cultura. Y me ocurre que ha resultado lo contrario
porque ahora, menos que antes, apenas tengo tiempo para lo intelectual, absorbiéndomelo to-
do lo material. lSerli siempre así? Temo que esto sea para mí un serio problema.

J.E.B

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

32. Bogotá. Octubre 1 de 1937

Estoy muy contento de su resolucibn de dirigir el Colegio de Barranquilla, y más aún de su


programa, que se aparta, sin duda, de la metodologi'a trivial consuetudinaria, pero que obe(te.
ce a imperiosas necesidades del ambiente social en que usted va a actuar: la Costa requiere esa
acción intensamente idealista que usted propone, y para la cual está como ninguno tal vez, ca-
pacitado. !Enhorabuena!

Mientras puedo enviarte mi estudio sobre la Interpretación Social de América le envío ahora e
que hice sobre la cultura de los Muiscas, prometida al sef'lor Subdirector de su Colegio hace al•
gunos meses: Es un esfuerzo por valorar con algún fervor, mas no con meras fantastas, lo poco
que el antepasado aborigen nuestro adquirió en su elaboración mental de siglos. En el fondo
tiende el ensayo a enaltecer la espiritualidad de nuestro pueblo, bajo ta especie de un comenta-
rio del remoto pasado ante-histórico.

Aquí he visto ya publicado su estudio sobre el progreso material y espiritual 17 , tan sutil y do-
cente. Mucho me afané porque no pasara inadvertido en el fárrago de intereses materiales o
meramente políticos que cautiva la atención de las actuales generaciones colombianas. Al efec-
to hablé de usted y de su obra -del conjunto de sus investigaciones- en la Academia de 11
Lengua, llevé a Luis Eduardo Nieto Caballero los elementos de información necesarios para el
precioso artículo que publicó en El Tiempo de la semana pasada.

No olvide iniciar la divulgación de la cultura desinteresada, de que hablamos allá al paso mía
por esa ciudad, fomentando algún centro de ensei\anza superior de libre y gratuita matrícui.

3"
para que los aficionados puedan recibir ensei'lanza a horas adecuadas a sus otras actividades,
como las de la tarde o la prima noche. Aquí estoy en esa tarea. y aunque hay los elementos su-
ficientes para el profesorado, aún excelentes hoy, no es fácil entusiasmar para su realización.
En otra le comunicaré el esquema del proyecto en que hemos enmarcado esta preocupación.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

33. Barranquilla, Octubre 6 de 1937

Desde hace días estoy por escribirle para darle las gracias por su telegrama tan amable de felici-
tación, que recibí tan oportunamente, con motivo del nombramiento que en mí se hizo de
Rector del Colegio de Barranquilla. La felicitación de usted será para mí uno de los mayores
estímulos para el esfuerzo que voy a intentar de lograr un plan educativo como el que hoy
busca la nación complementando con un pequei'lo programa como el que yo he pensado y que
usted conoce.

De Medellín acabo de recibir la revista "Universidad de Antioquia" con la conferencia mía so-
bre progreso material y progreso espiritual. Ya yo había recibido una carta muy atenta del di-
rector, el Sr. Mora Naranjo, en la cual me ofrecía, gracias a la valiosa indicación de usted, las
páginas de dicha r1tvista para lo que yo quisiera publicar en etla. Ahora él me reitera su ofreci-
miento y me pide con ah ínco nueva colaboración. Hoy mismo he dado al Sr. Mora Naranjo un
escrito mío en forma dialéctica, -un pequei'lo diálogo que yo hab(a compuesto desde hace
tiempo, pero que guardaba inédito, titulado Diálogo de cosmogonía en torno al éter y a la en-
tropía18 . Me permito suplicarle a usted que lea este diiUogo cuando tenga tiempo para ello,
una vez que lo haya publicado "Universidad de Antioquia". El tiene para m(, personalmente,
el significado de señalar un cambio definitivo en mi comprensión e interpretación de ciertos
problemas de la filosofía, pues, como usted lo verá, si recuerda la tesis que yo sostuve en mi
ensayo sobre la causalidad biológica publicado en Voces, 1917, es precisamente la negación de
dicha tesis, y la afirmación de que no sólo en los fenómenos de organización de la naturaleza,
sino también en los inorgánicos en general, se da, además de una causalidad meainica, otra
más esencial e importante, final .

No he recibido ninguna respuesta a la carta que yo le escrib( a Medellín. As1· no sé si usted fue
a dicha ciudad, como lo había escrito, o hizo desde Bogotá la recomendación para la publica-
ción de mi citada conferencia. Mucho me habría gustado ofr entonces la opinión de usted so·
bre este trabajo; y, si aún le es posible, le agradeceré que me escriba algo sobre t11, así como
también sobre el diálogo a que me he referido arriba.

Dentro de dos semanas comenzaré en el Colegio de Barranquilla un curso oral de historia com-
parativa de los sistemas principales de la filosofía. Estuve vacilando entre la idea de este curso
y la de hacer uno de exposición de mi propia filosofía como lineamiento racional de la metafí-
sica. Pero, pensándolo bien, he llegado a la conclusión de que este último ser(a bastante In-
fructuoso e incomprensible por falta de preparación en los oyentes que puedo tener, mientras
que un curso de historia comparativa de los sistemas ejemplares de la filosofía, bien orientado
en el sei\alamiento, del significado real de cada sistema en sí, con sus alcances ineludibles para
mi propia concepción de la filosofía en general, siendo más atrayentes y sin duda alguna al

35
principio más provechoso para los aoditores, para mí tiene la ventaja de servirme para preparar
estos mismos auditores para una exposición posterior de mi propio lineamiento racional de la
metafísica. Ya tengo el programa para este curso del presente año escolar. El se compondrá
aproximadamente de cuarenta lecciones. Y pienso exponerlo así: cada lección, primero en una
forma simplificada y elemental sólo para los escolares, después en una forma superior de con-
ferencia (que será lo que propiamente escribirél para estos mismos esoolares más un público
extra-colegial que desee seguirlo, y finalmente, bajo la forma de conversación que me sirva de
examen, en diálogo de nuevo sólo con los escolares. Espero obtener de esa manera, entre es-
tos algunas iniciaciones sinceras y definitivas.

Pronto comenzaré a escribir las lecciones que me servirán para las conferencias, y si a usted le
interesa leerlas, podré enviarle copias de ellas.

J.E .B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

34. Bogotá, Octubre 18 de 1937

En verdad estuve en Medellín por julio de este ai\o, en misión universitaria, leyendo cátedra de
Sociología Americana, rápido resumen de tres conferencias en el Paraninfo y de otras tres en
el Centro de Estudios. Fue entonces cuando traté de sus labores filosóficas con el señor Rector
Y el Director de la Revista e indiqué la conveniencia de que ellos se pusieran en comunicación
directa con usted.

La publicación de su trabajo me ha sido eminentemente grata, pues al mucho mérito de ese


resumen de sus ideas corresponde bien la amplia difusión de la Revista, que se canjea con más
de quinientas similares de América y de Europa.

Su noticia de que continuará estas publicaciones es muy importante: es hora de que vayamos
orientando estas nuevas generaciones colombianas hacia más altas normas de vivir, a ver si la
cultura patria asume la dignidad histórica que le corresponde por numerosas causas.

En estos momentos estoy atendiendo al final de mi curso en la Facultad de Derecho, contra·


bajo prolijo de seminarios, que mucho embarga mis horas.

Aguardo de su gentileza me comunique algo de su experiencia -y múltiples dificultades que


seguramente estorbarán su labor y amargarán su espíritu- en ese magnífico negocio cultural
del Colegio. No vaya a desmayar ante la urdimbre de necedades circunstantes.

L.L.M.
BLANCO A LÓPEZ DE MESA

35. Barranquilla, Octubre 28 de 1937.

Acabo de recibir su atenta del 18. Anteriormente había recibido la del 1, la cual se cruzó con
la mía que usted me contesta ahora.

No tengo palabras con que expresarle mi agradecimiento por los elogi01 que usted ha queridoj

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hacer de mí. Me exalta, naturalmente, como el más poderoso de los estímulos, el concepto
que usted se ha formado de m( y de mis labores. Pero me aflige pensar que seguramente ni yo
ni mis trabajos somos tanto, cuanto la bondad de usted le hace juzgar. Consuélame solamente
la viva voluntad de corresponder a las intenciones de usted.

Recibí también oportunamente, las dos conferencias de usted sobre sociología amerana, de
etnología precolombina ambas. Las he leído con mucho interés, y he encontrado en ellas un
esfuerzo notable para lo que es tan difícil de lograr: definir tantos puntos oscuros de las gentes
que moraban estas regiones cuando fueron conquistadas por los espaooles. Pues no solamente
hace usted una suma y balance, como lo dice, de las características de un grupo de dichas gen-
tes, los muyskas. desde el punto de vista etnológico, sino también hace un examen de la cultu-
ra de éstos, lo cual es ya un conato de penetración psicológica. Seguiré siempre con la más vi-
va atención este curso de las enseñanzas de usted, pues todo lo referente a la ética, en el sen-
tido de mores o costumbres, como lo atinente a la cultura, de los pueblos, me ha interesado
sobremanera. Máxime ahora tratándose de etnos precolombiano, y de quien trata de él.

Le mando adjunto el programa de las lecciones que, sobre los sistemas principales de la filoso-
fía, he comenzado a dar en el Colegio de Barranquilla. Es enorme la labor para la preparación
de cada una de estas lecciones, en el sentido en que he comenzado a hacerlo. No sólo porque
cada una de dichas lecciones es ya en sí asunto para un curso, y el esfuerzo para sintetizar im-
plica un esfuerzo bien grande; sino porque la labor de consulta continua para no permitir que
la memoria traicione, es en sí de lo más penosa. En fin, veré hasta dónde puedo dar, qué resul-
tado podré obtener.

Me va a permitir usted un abuso. Por la referencia de usted me informé de lo que Luis Eduar-
do Nieto Caballero había escrito sobre mi. La bondad de 1H fue ya una vez y vuelve a ser ahora
otra vez tan grande como la de usted. Quiero darle las gracias directamente, y para eso voy a
escribirle una esquela de agradecimiento. Como ignoro las señas adonde yo debiera dirigir mi
carta para Luis Eduardo, y no quisiera que en ningún caso esta carta dejara de llegar a su desti-
no, me permito enviarla a usted con la presente para que usted me haga el favor de hacerla lle-
gar a manos del destinatario. lMe perdonará usted esta molestia?

No deje de volver a e.:ribirme cuando sus ocupaciones se lo permitan creo que siempre nos
quedará un poco de tiempo para esta correspondencia.

J.E.B.
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

36. Bogotá, Enero 5 de 1938.

Conmigo su gentilísima esquela de afio nuevo. Ahora me corresponde a mí la oportunidad de


comunicarles mi ferviente deseo de que la vida continúe siéndoles amable -cordialmente- y
bondadosa en frutos espirituales.

Vi en Universidad de Antioquia su nueva publicación sobre cosmogénesis, y estoy alborozado:


su análisis es muy maduro por el arte expositivo, la solidez cultural y la sutileza ideológica de
su creación. El concepto de entropía articula a la ciencia contemporánea muy sutilmente su
"idea-madre" de la inteligencia rectora de la realidad. Ello impresionan! a sus numerosos lecto-

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res, pues tengo fe en que dicha Revista abarca un dilatado radio de divulgación: sin duda que
el eco de apreciac ión y crítica seré muy tardfo, por la índole desinteresada y abstrusa de este
diálogo, pero lo veremos.

Casi casi adivino el engranaje de su porción metafísica anunciada por usted, mas ello no dismi•
nuye la grata expectativa con que la estoy atisbando.

Terminando mi segundo capítulo de sociologi'a: interpretación del continente americano 00-


mo ecumene, como ambiente "escéptico", muy pronto lo conocerá. Ahora elaboro un análisis
del Descubrimiento . Es un drama gigantesco, que quisiera llevar en paralelo de ciencia y arte,
pero que se insubordina a cada momento con alarmante complejidad. Lo cual me embriaga
combativa mente .

L.l.M .

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

37. Galapa, Junio 6 de 1938

No me he olvidado de usted un solo momento desde que recib( su última carta, esa-ita en ene•
ro. Ni el ingreso de usted en la Academia Colombiana de Ciencias E1<actas, ni el discurso de
usted tan justamente comentado en todas partes para recibir al candidato presidencial de la
República, han pasado inadvertidos para mí. Y desde que supe el ingre10 de usted en la Acade-
mia estoy por escribirle con el deseo de manifestarle lo que pienso que ha ganado dicha insti•
tución con la presencia de usted en ella. Pero un sinf(n de ocupaciones ha retardado hasta hoy
mi carta, que, aunque tardía, usted sabrá acoger por ser una manifestación que está en el senti-
miento y en el pensamiento que no expresa, más que en la mera expre1ión. Ni soy vo el único
que, a este respecto, siente y piensa de esa manera. También los amigos sinceros que usted tie-
ne por acá, aunque no lo hayan manifestado expresamente a usted, hablando de ello conmigo
me han dicho su reconocimiento del mérito que usted llevará a la Academia.

Un destino especial quiere que siempre que yo le escriba a usted sea además con algún fin de
utilidad. Esta vez se trata de lo que usted encontrará e><puesto en el recorte que me permito
enviarle adjunto . Es que yo sé el interés vivísimo que usted tiene por las cosas de que allí se
trata, y se cuán valioso es el contingente que usted puede prestar a toda labor propuesta con la
mejor intención posible de la cultura colombiana .

Al poder ver vo, va un poco más claramente, en los alcances que debe tener, no sólo para Ba·
rranquilla en particular y el departamento del Atlántico, sino quizás también para la nación,
-la nación que usted tanto desea ver en su puesto de hegemonikon de la intelectualidad ibe·
roamericana- , el Colegio que estoy dirigiendo; y trabajando , o tratando de trabajar ya en lo
que hay que hacer, he concebido el plan que usted leerá y que espero ver producido aquí, en Ba•
rranquilla, tanto en lo oficial como en lo social, ha sido bastante favorable. Y me atrevo a
creer que si en Bogotá se deja conocer, sobre todo en las esferas oficiales que han de prestar,
inevitablemente, su valiosa ayuda, el proyecto se puede realizar en pocos aRos. Hágame usted,
pues, el favor de leer lo que le envío, v vea en qué puede prestar su decisiva colaboración al
plan. Todo el mundo en Barranquilla sabrá agradecérselo.

Mucho tendría que escribirle, estimado doctor, sobre las actividades -que apenas este afio han

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sido orientación, -que he tratado de desarrollar en el Colegio de Barranquilla. Pueda ser que
algún día podamos hablar directamente sobre ellas. "Casablanca" 19 , por otra parte, espera la
visita de usted algún dia ... En el Colegio he encontrado una labor que me agrada. Estoy ha-
ciendo con gran intensidad el curso de historia de la filosofía. Me sirvo de él para exponer, con
cada autor su carácter y su obra, el triple aspecto de lo lógico, de lo ético y de lo sistemático
del espíritu humano. Así reúno en un solo curso lo que al principio formulé para tres. No es
posible de otra manera dadas las limitaciones en que, en todo sentido , tiene aún la enseñanza
secundaria en Colombia ... Sin haber encontrado entre mis oyentes ning1.1no extraordinario, me
place el vivísimo interés manifesto en el asiduo esfuerzo para comprender y asimilar que he en•
contrado en algunos alumnos. La semilla cae y fructificará. Siempre es algo lo que as( se hace
por levantar el nivel intelectual y moral de los estudiantes .•• Pero la labor es para mi enorme,
porque lo estoy escribiendo todo, para poder dar esta ensei'lanza en el sentido que acabo de
indicarle y para la cual no hay, que yo sepa, texto alguno. Este año llegaré sólo hasta Tomás
de Aquino, el comienzo del segundo, máximo período del ea:olasticismo, y término de la edad
media, propianente hablando. Así, el ai'io entrante tendré que dividir el curso en dos partes, la
filosofía de la antigüedad y de la edad media para el quinto afio, la filosofía de los tiempos
modernos para el sexto.

Usted perdone mi inc:orregible defecto de hablarle de mí mismo y de mis ocupaciones. Y aun-


que yo sé que usted es lo contrario en este punto, bien podría vengarse, -tí en ello cabe hablar
de venganza-, hablándome usted de las cosas que son objeto de su interés.

J.E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

38. Barranquilla, Agosto 5 de 1938

Tengo para contestarle su atenta del 21 de Junio último, a la cual no me había referido antes
porque, desde que la recibí, me propuse seguir la insinuación que usted se sirvió hacerme en
ella, y yo no quería escribirle antes de poder mandarle lo que yo estimo que es la realización
de lo que usted me insinuaba y yo deseaba. Un sincero reconocimiento de lo que yo debo a
usted por las bondades que usted ha tenido conmigo y que me obligan a tratar de responder a
lo que usted, asumiendo con ello una responsabilidad que para mí será siempre motivo de obli-
gaci6n, tan generosamente había anticipado de mí, me ha movido a todo esto. Pues precisa·
mente yo estaba en vía de pensar, hacia fines de junio, sobre lo que yo había de decir el 20 de
Julio para clausurar el primer ai'lo lectivo que me había tocado dirigir del Colegio de Barran·
quilla; y no habiendo podido cerrar el ciclo de las conferencias que, sobre historia de la filo·
10fía, había venido dictando en dicho Colegio; estaba ya con la idea de poner término a mis la•
bores con un discuno sobre la utilidad en general de la filosofía, -lo que correspondi'a al pro-
grama que me habi'a trazado, -a.iando me llegó la carta de usted. Y nada podía ser más opor-
tuno tanto para mis propios pensamientos, cuando para las insinuaciones que realizar esa idea.
Resumir, en efecto, tal cual usted me lo insinuaba, la concepción filosófica que yo me había
formado ya, y resumirla en verdad de tal modo que yo mismo pudiera sel'\alar la utilidad peda-
gógica que semejante filosofía tiene, armonizaba perfectamente. Y aunque el tiempo apremia-
ba, pues yo contaba solo con unos veinte días, me di aceleradamente a la tarea. El discurso
pude escribirlo así, pues, y se imprimi6 oficialmeme 10 -acaba de imprimirse-, y de los tres

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ejemplares que se encuadernaron he tomado un?. para enviárselo. Allí encontrará usted la si-
guiente linea de exposición: un preámbulo que anuncia el asunto por tratar; luego un pretexto
de aplicación de la filosofía a la filología para definir cabalmente, en la semántiea misma de la
palabra inteligencia, lo que es esta facultad, la esencia radical y central de la concepción filo-
sófica que yo formulo y sostengo; en seguida una aplicación a la cosmología para pasar, tras la
exposición de la ontogonia en que se resuelve la inteligencia, y en mostrando a su utilidad pe•
dagógica, a otra aplicación; la cual es la que hago a la matemática, que es la segunda parte
cardinal del discurso, pues expone la modalidad, los modos no aún enérgéticos, pero ya cuan•
titativos, de que se sirve la inteligencia dentro de lo infinito que le es irrefragablemente inhe·
rente, para resolver en sus ejercicios, en sus actividades no sólo constitutivas, sino genitivas del
ser. Todo lo demás que se sigue de allí son desenvolvimientos, por medio de aplicaciones a las
otras ciencias, -física, química, biología, historlologi'a,- de la utilidad que yo creo que deriva
profundamente de la ensefianza de la filosofía. El discurso que le envío tiene el significado,
para m( a lo menos, de ser una revisión del estado actual de la ciencia para mostrar la impor-
tancia que tiene la filosofía, más aún la verdadera metafi'sica. V a este respecto me permito pe•
dirle su atención particular a la parte última de mi discurso, o sea la atinente a la historlotogia,
va que allí hago consideraciones que tienen, según me parece, alcances para la actualidad co-
lombiana. Lamento solamente que la premura del tiempo me hubiera impedido pulir litera-
riamente mi discurso, y que sobre todo me hiciera imposible dividir y subdividir, para acortar,
ciertas frases que han quedado demasiado largas, -tales cuales ellas suelen resultar cuando se
escriben por vez primera pensamientos que de suyo son complicados.

Sus observaciones sobre la forma dialogada de la exposicibn filosófica es justa. Máxime sí se


aplican a un diálogo como el de Haeckel 21 que ha venido publicando la revista Universidad de
Antioquia. Yo escribí ese diálogo hace unos diez y ocho al'los, a raíz de la muerte de Haeckel,
en las circunstancias que se exponen al principio de dicha obrilla. iEra mi primer ensayo en
esta forma tan difícil, y naturalmente teni'a que adolecer de muchos, innumerables de·
fectosl Lo mandé a la revista Universidad de Antioquia, para su publicacibn, no sólo para que
el original no se me perdiese, sino porque para mí personalmente tenía el significado de señalar
el punto en que en mi mente surgió un cambio completo de interpretación y apreciación de la
filosofía. Por eso, pues, me resolví a dicha publicación, no sin saber bien cuán defectuoso es el
diálogo, y cuán difícil tiene que ser su aceptación: pues para que él gustara al literato puro,
que no ama lo que le fuerza a pensar seriamente, habría tenido que ser de forma perfecta; y
para que gustara al pensador severo, que no ama lo que le distrae su atención por motivos de
estilo, habría tenido que ser de un contenido más concreto; y yo bien sé que Haeckel carece
de aquella forma y de este contenido. El diálogo que reúna estas cualidades de perfección se·
rá, sin embargo, la forma por excelencia filosófica. Pero lograr reunirlas es tan dificil, que el
mismo Platón frustró en muchos de sus diálogos. Y aun lograda queda la dificultad de encon·
trar el lector debido. Porque para que este se dé, tendría que reunir también las cualidades que
deben realizarse en el diálogo perfecto: tener, a la vez que un exquisito gusto literario, un pro·
fundo pensamiento filosófico. Y siendo así, tiene usted razón en sus observaciones.

lOiré pronto algo de usted? Acabo de informarme por la prensa sobre el discurso de usted pa-
ra clausurar el congreso de historiadores. lTendré pronto el placer de leerlo?

J.E.B.

40
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

39. Bogotá, Marzo 6 de 1939

No me ha sorprendido la gentileza suya de comentar en forma tan amplia mi trabajo sobre So·
ciología Americana 22 , ni la manera legal como ha expresado su juicio acerca de él: ha acometi-
do usted una labor dilatada y serena que honra nuestra amistad con plenitud de espíritu: Mil
gracias.

Este su estudio le he pasado a uno de los redactores del Tiempo Literario, por ver si allí en•
cuentra edición abundante, adecuada a su enorme mérito: Pero temo que los amigos de esta
empresa no gusten de lucubraciones filosóficas tan alejadas de su plano intelectual. Si ello ocu-
rriere así, que ya lo presiento, será el caso de enviarlo a alguna revista, como la de la Universi-
dad de Antioquia, donde halle acogimiento conveniente .

IOué quiere usted, querido Julio Enrique, si ya sabíamos que nuestra manía de filosofar no
tiene aún ambiente en esta cultura incipiente colombiana! Mas ello más nos obliga a insistir
hero icamente en determinar este rumbo fundamental e ineludible en los destinos de nuestra
Patria: ya es la hora de que Colombia inicie en el Continente Iberoamericano la elaboración
de ideas atrevidas que la coloquen en trance de personalidad pensante y no meramente comen•
tadora o, peor aún, especular de ajenas culturas.

A usted y a mí nos corresponde gran cometido en esta tarea; lo sabemos. Lo que no significa
que presumamos de genios de tamaña creación, pero sí de elementos catalíticos, de excitantes
conscientes de una necesidad y de una oportunidad indeclinable. Usted podrá ir más lejos y
más atinadamente que yo: Su devoción indeficiente por estas materias y su envidiable prepara-
ción en ellas, así lo garantizan. Créame que su triunfo será mío por participación afectiva, y
que hace ai'los lo invité a ese triunfo con segura antevisión .

Y dice usted de una obra que es más literaria que filosófica, que la búsqueda de la gracia es•
tética me ha robado intensidad en la pesquisa de los derroteros íntimos del pensamiento capi·
tal de mi empresa: su diagnóstico es justo: amo la forma literaria, amo la belleza del instru-
mento lingüístico con una pasión casi enfermiza, como un músico puede amar el enlace inefa-
ble de la annonfa. iSi viese usted cuánto sufro con el castellano invertebrado y raquítico que
nos deparan los escritores de hogaño, y hasta dónde me embriaga la lengua jugosa de nuestros
abuelos! Sí, lo sé, ello es grave pecado, porque conduce a un narcisismo estético-literario peli·
groso: Usted tiene amplísima razón.

Su enlace sutil de mis propósitos de aplicar a la realidad actual o histórica de América los es•
quemas conceptuales de valuación que han preconizado las diversas escuelas sociológicas es
justo, aunque, también, intenté desbrozar el campo de la operación mental de mis presuntos
lectores colombianos, para que no se rindieran, como suele ocurrir, a una modalidad despóti•
camente circunscrita y necesarismente parcial. Es el caso de la Economía Marxista, que trae
embrujados a los jóvenes con su innegable mérito probatorio y su mística peculiar.

En lo que reza con algunos conceptos ontológicos, tal, digamos, con mi investigación denomi•
nada "Trance "Feogónico", le diré que no fue mi ánimo el de "fabricarme" un nuevo dioseci-
to -que hartos ya tenernos- sino el surgir otra ruta de interpretación de ese confuso enlace de
lo físico con lo espiritual, de lo mudable con lo perenne, de lo esencial con lo existencial: ahí

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intenté informar en meditadas locuciones sencillas todo un largo proceso de mi pensamiento
filosófico: si usted no ha atrapado aún la urdimhre de esa concatenación ideológica es, segu-
ramente porque no atiné a meter en palabras adecuadas la resultante de esa, en mí ya prolija,
meditación. Algún día, ojalá de viva voz, intentaré exponer ante usted la tal arquitectura de
mis opiniones ( lque ideas no me atrevo a llamar!).

L.LM.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

40. Bogotá, Junio 9 de 1939

Con mucho placer tengo la suya de Junio 7.

El que pretendan regresar a Europa no me seduce en ninguna manera: más me preocupa el que
usted siga en su profesorado --<1Ue sé ha sido eficacísimo en Bogotá o en Medellín, y si me au-
toriza haré diligencias para abrir este camino en la forma que a usted le sea aceptable.

En cuanto a la nacionalización de Erika, díg•mele que me regocija la idea de apadrinarla en


este bautismo civil: mas conviene entablar las diligencias ordinarias, pues lo excepcional sólo
abarca un concepto de "Honoris Causa" por servicios prestados a la Nación, que yo no exig~
ría, por razones que satisfacen mi criterio, pero que la Comisión Asesora y la Presidencia de la
República no querrían pretermitar.

Al final de su carta le diré lo que usted sabe de sobra: que debemos servir sin mirar mucho al
presunto destinatario, pues el galardón de toda empresa cultural lo tiene ya consigo el espiri--
tu al iniciar la obra, como posición íntima y como ejercicio de potencia.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

41. Barranquilla, Julio 3 de 1939

Sumamente agradecido le quedo por su carta del 9 de junio.

No dejaría de mortificarme que la consulta que hice a Ud. se interpretara como una solicitud
en el sentido a que Ud. se refiere en su citada. Mi intención era naturalmente más modesta. Y
lo excepcional sobre lo cual le consulté se refería únicamente a la posibilidad de enviar direc-
tamente al Ministerio, como creo que lo insinué, la documentación de demanda de la naciona,,
lización. Sin duda Ud. en su deseo de servirme, lo que tanto le agradezco, llegó hasta conslde·
rar el caso a que alude, ya que ése es el único posible. Muchas gracias por sus buenas intencio-
nes, y perdone la molestia.

Noble es el último pensamiento de la carta de Ud. Yo lo acojo con gusto, hágalo mío Y le doy
esta interpretación: el presunto destinatario de la obra de cultura debe estar siempre transf..
rido a la POsteridad .

!Cuán contento estoy de haber vuelto a mí mismol Me había traicionado en un alejamiento

A2
que hoy es como un reproche, casi como un remordimiento, para mí mismo. Cómo es posible
que teniendo lo que yo tengo a mi disposición, -en la libre, espontánea actividad de la inteli-
gencia-, el mundo total del espíritu y del mundo total de la naturaleza, hubiera condescendi-
do a lo que condescendí. Me siento ahora con una altivez horaciana, y las palabras del orgullo·
so carmen resuenan con frecuencia en mis oídos: odi profanum vulgus et arceo. iOh los
profanos! iOh los mendaces que menosprecian la filosofía! Pero ellos son sólo el efímero pre-
sente. La posteridad se prolonga indefinidamente en lo eterno, y su historia, -la futura, alta
realidad de los valores auténticos-, será la del medio adecuado a los artífices de la cultura.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

42. Bogotá, Noviembre 14 de 1942

Recibo y ya he leido con gran deleite su discurso biográfico acerca de Newton 23 y el número
primero de la Revista del Museo del Atlántico.

En el primero de estos trabajos encuentro que usted adoptó un estilo transitivo más adecua-
do al público medio de nuestro ambiente cultural, y que ese su estudio es un acierto envidia-
ble de interpretación personal suya y de síntesis del gran genio británico.

La Revista me ha enamoréldo ¡,or la altitud de su programa y la hondura de los ensayos con


que lo inicia: usted, Vinyes 4 y Acosta Polo 25 aportan a las letras nacionales estudios de
mucha dignidad mental, y casi estoy por expresarles mi gratitud, cual si hubiesen sido un
favor personal a mis anhelos. Tal vez sería discreto informar a Aeósta Polo que la fabulilla del
cangrejo no es de Valencia sino de Genaro Muñoz Obando, lo que poco modifica su tesis, pero
no carece de importancia. Vinyes, como siempre, sustancioso y amenísimo, vale mucho: lás-
tima que sea tan desganado con el castellano, o tan perezoso, que no le carda un poco más,
pues su estilo se resiente de extranjería, quizá por la influencia sentimental de su noble Cata-
luña.

Usted, hombre afortunado, logró verter en su discurso sobre la actuación de la filosofía en las
otras disciplinas culturales la s1'ntesis de su pensamiento, hasta poderse decir que en él queda
todo el derrotero de su espíritu. Usted escribe generalmente, menos en el caso de Newton, en
estilo "monologistico" muy lleno de cláusula de proposiciones explicativas, especificativas y
expletivas, que la alargan y tornan difícil de aprender por el entendimiento medio de los lec-
tores: Para mi, naturalmente, es transparente, porque conozco su trayectoria ideológica desde
sus comienzos. Ello es, sin embargo, que esta versión - iy qué ocasión!- la hizo más diáfana y
más ceñida al tema que en sus trabajos sobre Egipto, v.g. o sobre biología. En todo caso es un
espléndido triunfo de su mente y de la cultura patria.

Esto sí: en aprieto grave se va a encontrar para articular a su postulado de la Actividad Absolu-
ta Primigenia In-Tele-Agente las contrariedades y contradicciones del Mundo Moral y las rela-
ciones entre las dos series fisiogenética y psicogenética: yo trabajo en esta materia y conozco
su tremenda intrincación. A Dios gracias usted tiene recursos intelectuales adecuadamente su-
tiles para salir del trance airosamente.

43
Cuénteme esto discretamente: lle guitaría ser miembro correspondiente de la Academia Co·
lombiana de la Lengua? A mí me sería muy grata su compañía en esas labores.

L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

43. Bogotá, Marzo 29 de 1943

Estupenda su carta en que esboza dos o tres rápidos giros del sentimiento de paternidad y sus
recónd itas proyecciones en la persona: como usted lo sabe, todo esto es para m( nuevo y raro,
y visto así a través de quien es un analizador sutil de lo objetivo y de lo subjetivo, mucho me
ilustra, a más de lo grato que resulta a mi amistad por usted, por la gentil Erika y por el re·
ciente consocio de nuestros afectos, ese Pedrín bilingüe que ha lleg.to a ayudarles a descifrar
un nuevo mundo de percepciones y problemas.

En el prospecto respectivo del segundo número de la "Revista del Museo del Atlántico" está el
anuncio de su disertación acerca de la ml'.lsica, donde espero, segl'.ln el itinerario conceptual que
all( se ofrece, hallar la fórmula definitiva sobre el paso de lo subjetivo, dentro de su teoría del
"in-tele-agente", que estoy observando con grandísima atención: porque le sigo en sus labores
con la esperanza de que en usted se revele la imaginación creadora que en todo pueblo joven
bien dotado para las tareas del espfritu estalla algún d(a. Creí que ello aparecería en su trabajo
correspondiente a Egipto, pero no acerté a descubrir en él sino el lento aproximarse a la hon-
dura del tema creador, el andar por las márgenes suyas en severa intención de compulsar fuen·
tes y cauces, aciertos y trastornos, como era natural que fuese y fue según lo exige el asunto .

Tampoco no me dijo usted cosa alguna respecto de su presentación a la Academia de la Len•


gua como miembro suyo correspondiente, según lo anhela mi amistad, pues tales designaciones
requieren el asentimiento del candidato, conforme al reglamento de la Institución.

En el próximo número de la "Revista de la Universidad de Antioquia" probablemente publica·


rán un discurso mío acerca del "Derrotero histórico del pueblo antioqueflo" 26 , de índole exal·
tadamente sentimental y factura literaria, que ojalá mire usted, por si lo hallare ameno, ya
que instructivo poco le será.

L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

44. Bogotá, Junio 1 de 1943

Hoy le remito por correo ordinario un ejemplar de mi último trabajo, acerca de nombres pro-
pios y apellldos 27 . Es algo muy débil aún, sino que anhelaba lanzarlo al público, para que sus-
cite alguna vocación en los que puedan corregirlo y aumentarlo, con más espacio y mejores do·
tes técnicas que no el de que yo dispongo y las que yo poseo.

Muéstrelo ali í a nuestros amigos Vinyes y Toledo 18 , a quienes estas filigranas interesan, y us-
ted recíbalo con la dedicatoria de mi perdurable amistad y de mi grande estima.
Me debe cartas, que espero me conteste cuando halle alguna oportunidad, que bien me sé lo
muy atareado que anda en cosas de gran provecho: a propósito, me uno espiritualmente a sus
amigos de esa ciudad en el festejo de su cumpleaños, y amplío la congratulación a doña Erika
y a don Pedro 11.

L.L.M.
BLANCO A LÓPEZ DE MESA

45. Barranquilla, Julio 22 de 1943

Es verdad lo que usted me escribe en su última carta. Yo le estoy debiendo cartas pues todas
las suyas me han llegado oportunamente; pero yo no las he contestado hasta hoy. Razón: la
falta de tiempo.

Quiero decirle que me he leído con mucho interés su discurso histórico de Antioquia. Me. ha
parecido, por su forma, poemático. lNo es usted en el fondo también un lírico? Su prosa lo
que dice tanto cuanto sus emociones; su estilo así como su sustancia . Lo que usted ha escrito
es pues más un poema en prosa que un discurso. lNo?.

Como al golpe de mágica varilla


levantóse d'entre la selva virgen
la ciudad de los conquistadores.

Es en propia prosa puesta en forma de verso. Mire a la frase en la página 28 de la revista "Uni -
versidad de Antioquia" y lo reconocerá . De ahí que lo que usted presentara fuese, por encima
de todo, una visión; visión poemática. Y está bien, por lo mismo que usted sigue siendo más
intuitivo que discursivo, más vidente que raciocinante. La lectura, en suma, me ha deleitado,
'j por el envío le renuevo mis más sinceras gracias.

Su "breve disertación sobre nombres y apellidos" me ha interesado igualmente. Es una diver-


sión onamotológica que por su amenidad se deja leer de corrido, agradando a cada momen-
to la sorpresa de los significados desconocidos que usted hace conocer. Ella lo muestra a us-
ted además en una labor de pesquisas que yo ignoraba, y en un trabajo de paciente recompila-
ción y clasificación que prueban su temple de investigador. Está muy bien. Al final he leído
sus consideraciones, que no podían faltar, sobre lo sustantivo o esencial que, al fin y al cabo,
era lo que usted buscaba en el s(gnificado de los nombres y apellidos como caracterizantes de
los pueblos. Desde luego es como usted lo dice; pero yo lo diría en otros términos más abstrac-
tos: la semántica más honda, -la filosófica y hasta metalógica- , penetra en las reconditeces de
las intenciones significativas originales (intenciones en sí noéticas) y pone así cuando se orien-
,t a bien y ventila la verdad, en el camino de lo esencial de las cosas y personas. Felicito a usted
por su trabajo.

Le envié en días pasados el número último de la revista "Museo del Atlántico" que contiene
mi introducción metafísica a los razonamientos sobre el panamericanismo 29 • No se le ocultará
a usted la dificultad de un tratamiento tan nuevo de la materia. Se trata, en efecto, de nada
menos que sentar los principios meta lógicos, psicológicos y biológicos sobre los cuales hay que
·considerar la aparición de los prototipos americanos -ulteriores tipos del fenotipo en función
del genotipo, del psicotipo y del arquetipo- en la fenomenología de ellos hasta la demiurgia

45
histórica. Dificultades que yo considero todavía, claro es, como insuperadas, tenían que pre-
sentárseme allí; y así se ve hasta en el léxico empleado, que pasa como una masa inerte e impi•
de la dinámica que debía tener la exposición. La publicación se ha hecho, pues, con todos los
defectos de que yo me doy cabal cuenta. Pero ahí está, con su fondo adquirido de significa-
dos. Se me antoja que es un reto a la capacidad lectora del hombre moderno, tan incapacitado
para reflexionar. Los discursos siguientes, que irán en paralelos Washington-Bolívar, Jefferson-
Santander, Hamilton-San Martín, etc., serán más concretos y ejemplificativos o ilustrativos de
la concepción teórica dentro de la cual se les comprende y presenta.

Se me había pasado hacerle una invitación que quise hacerle desde que se publicó el primer
número de la Revista del Museo del Atlántico. lCuándo podrá usted enviar algo para ella? Se
me ocurre una insinuación. En los números subsiguientes se irán publicando artículos y docu•
mentos referentes a los "prototipos" de los razonamientos. lNo podría usted mandarnos algo
sobre Santander? Desde luego esto no es más que una insinuación. Toda colaboración de usted
será acogida con brazos abiertos. Vea, pues, qué puede hacer usted por la revista, que quiere
representar un valor tan nacional cuan internacional.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

46. Bogotll, Marzo 8 de 1944

No he vuelto a recibir otra ninguna publicación de Julio Enrique en estos meses: más sé que
hizo un buen análisis de Rafael Maya, y que prosigue con triunfos su tarea de educador y
guía espiritual.

De mi parte, publiqué en El Tiempo un resumen de mi disertación, que repetí en Medellín,


por ver si la estructuraba mejor, acerca de la nueva cultura, que tanto me preocupa: cuánto
quisiera que Colombia iniciara esta empresa de definir, en parte, a lo menos, este derrotero de
la inquietud espiritual de nuestra hora: ojalá Julio Enrique lo aplique, enfocándola especial•
mente, la destreza y sutileza de su ingenio, desde su punto de vista conceptual.

L.LM

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

47. Barranquilla, Marzo 28 de 1944

En esta semana le enviaré el número que ahora sale tan atrasado de la Revista del Museo del
Atlántico. Ojalá lea mis Razonamientos. No sé hasta qué punto la exposición sea accesible al
lector en general. Como usted sabe yo escribí todo eso hace unos cuatro años. La falta de
tiempo me había impedido hasta ahora corregir y pulir de otra manera que sobre las pruebas
de imprenta. La dificultad está en que se trata, por vez primera, de presentar al hombre --al
hombre que representa un valor histórico y cultural- a través de su surgimiento de ·,as profun,
didades de la naturaleza, de la vida, de la familia, de la sociedad, en dependencia y función
constantes de la universal actividad intelectual ante todo y de su propia inteligencia particul•
después para predeterminarse concientemente a fines, destinos. No se trata pues de biografí•

46
literarias, que son juegos fáciles al lado de los difíciles razonamientos en que yo me ensayo a
duras penas. Se trata de una presentación científica, de una demostración filosófica, de una
explosión metafísica. Y de ahí provienen todas las asperezas que embarazan mi trabajo.

Le mando adjunto un esquema que compuse para una persona muy inteligente que me ayuda
ahora en la corrección del razonamiento sobre Hamilton. Véalo usted y ojalá me haga sus ob-
servaciones. Quizás él contribuya a facilitar la comprensión de la totalidad conceptual aunqu e,
por lo mismo que e;; tan abstracto, en él no se hace cuenta de muchos factores que son impor-
tantes: por ejemplo, todo lo que implican los conceptos de androtipos y de genotipos que allí
aparecen. Es decir, justamente los elementos tanto formales cuanto materiales que intervienen
en el proceso de la transmisión de las cualidades hereditarias, -lo que es indispensable para ha•
cer de la genética una ciencia exacta no sólo empírica, sino teóricamente. Implicación enorme,
ahora me refiero a su última carta: la del 26 que me llegó ayer. Toda la fineza del tacto de
usted está ahí, doctor, y yo no sé cómo agradecérsela suficientemente. Mi admiración de ese
tacto corre pareja con lo inesperado y espontáneo de su gesto, que por otra parte no me sor•
prende, pues bien sé cuánto hay de bondad -como cuánto hay de sagacidad- en su espíritu.
Y obligante, indeclinable tenía que ser para mí el modo tan noble como el Dr. Alvarez Lleras
considera mi persona. Tanto a él, como a usted cablegrafié ayer, y espero que habrán reci•
bido ambos mis noticias, que ahora confirmo con la suma de todos mis agradecimientos.

Tan pronto como yo reciba la disertación de usted sobre la cultura americana, la leeré con la
atención que siempre me han merecido sus escritos. Y lo que haya de advertir, ya en asenta·
miento, ya en disentimiento, se lo comunicaré a usted mismo con la sinceridad con que siem-
pre lo he hecho, para hacerlo después materia de comentario en el número próximo de la Re-
vista del Museo.

Todos en "Casablanca" lo recordamos a usted con carii'\o, al cual se une ahora nuestra espe-
cial ísima gratitud por la última prueba que usted nos ha dado de su estimación. Y mientras
así le enviamos nuestros deseos siempre su afectísimo amigo que le estrecha la mano.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

48. Bogotá, Junio 28 de 1944.

Hace cosa de un mes tuve informes de que usted no andaba bien de salud, y luego no he teni-
do ninguna otra noticia, por lo cual estoy inquieto, aunque a decir verdad, si algo serio hubiera
ocurrido, ya lo sabría por la prensa: mas ello es que siempre me interesa mucho que me confir•
me mi esperanza de que no hay novedad en ustedes.

Hoy le remito adjunto un ejemplar de mi disertación acerca de la cultura americana por venir,
por si tuviera tiempo de revisar ese estudio y renegar un poco sus tesis, tan dist'miles, en mu-
cho, de las que usted, con mejor discernimiento y más acopio de datos, viene elaborando para
honra de todos y gran placer de éste su adicto admirador y amigo.

Jorge Alvarez Lleras, admire usted esta reacción gentilísima, lo ha propuesto para miembro CO·
rrespondiente de nuestra Academia de la Lengua, y me pide que solicite su beneplácito, pues

47
ello es condición reglamentaria: yo había guardado silencio ante usted, respetando el suyo a
este respecto, pero hoy le transmito el grato me 1saje.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

49. 3 de Agosto de 1944


Me apresuro a mandarle la nota de comentario que escribí a su artículo sobre presentimiento
de una nueva cultura universal. Allí usted verá cuál es mi posición y su referencia crítica a la
de usted. Si usted lo estima bien, y puede publicarse en Bogotá, proceda según su criterio. Más
tarde, modificando un poco la forma, yo podré enviar dicha nota a la revista "Hemisferio" de
México, la cual me ha solicitado colaboración.

Acabo de recibir la nota del Secretario de la Academia para comunicarme mi admisión y nom-
bramiento de individuo correspondiente de la Corporación . Voy a ver si hoy mismo puedo
contestarla. Una vez más mis más sinceras gracias a usted y al doctor Alvarez Lleras, de quien
recibí una carta que he agradecido mucho.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

50. Bogotá, Noviembre 27 de 1944

Conmigo su carta última y el gentilísimo estudio que publicó acerca de mi obra: es usted. a
más de amable tremendamente zahorí, pues desentrañó de mi exposición histórica de la cultu-
ra nacional argumento muy impresionante en favor de su tesis de la inteligencia creadora "tele-
agente" ya que, en verdad, la epopeya gr-1~lombiana es algo desconcertante superior a su
ambiente: yo me lo explicaba como producto de otros elementos de creación, pero estoy mi-
rando con mucho detenimiento su punto de vista. tan original y tan fecundo.

A la Academia de la Lengua podría usted mandar cualquier estudio que próxima o remota-
mente se relacione con sus funciones lingüísticas o filológicas, que será fervorosamente recibido:
así satisfará usted su noble anhelo y nosotros tendremos gratísimo regalo intelectual.

NOTA: Si usted habla con Ramón Manrique, hágame el favor de comunicarle mi gratitud por
su libro "Los Presidenciables", mientras yo tengo m1b amplio espacio para escribirle directa-
mente, y perdóneme el encargo.

L.L.M

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

51. Bogotá, Julio 8 de 1948

Sin noticias de ustedes este año, que ya promedia su existencia efímera. Cuente, pues, de su
salud y sus empresas, y de las empresas y salud de Pedrito 11 y señorita hermana .

.t8
Julio E. Blanco en momentos en que dirigía el
"Museo del Atlántico", institución embrionaria de
lo que sería la Universidad del Atlántico. (Del ar-
chi110 familiar).

Julio E. Blanco en compaflía de su esposa, Eri•


ka Lassen, en 1948. (Del archivo familia-) .
De usted lo último que leí fue su comentario acerca de algún trabajo de FinJayson 30 , muy
gentil, ciertamente. Por mi parte, he publicado en REVISTA DE AM~RICA algunos ensayos
de psicología filosófica, por ver de condensar un poco mis estudios respectivos 31 • Por ellos ve-
ría usted los extremos a que me ha conducido mi análisis de dicho asunto, después de cuarenta
años de meditación. Veinte hace que usted y yo platicamos una vez sobre los diversos cauces
que seguíamos en nuestra investigación y mi anhelo es que algún día publicásemos los resulta·
dos de nuestra tremenda inquietud gnoseológica. Usted ha redactado su pensamiento en varias
ocasiones y lleva publicados hondos estudios a ese respecto, mas yo quisiera que ahora compac-
tara en algún ep(tome las ideas matrices de su filosof(a, como tan sumariamente acabo yo de
hacerlo, a fin de que por medio de la REVISTA DE AMÉRICA o de la INDIAS, puedan di-
fundirse en el exterior. Me gustaría que concretase su juicio en relación con el ser en sí, la
substancia, la esencia y la existencia; la vida, el espíritu, la historia y la cultura; Dios, en fin , al-
ma individual y destino, tal como yo quise realizarlo con tan arduo y presuntuoso empeño .
Hágalo en términos docentes, como para estudiantes de segunda enseñanza, pues nuestra gente
no alcanza a dominar sus conceptos cuando los vierte en muy ceñidos términos técnicos (lo
que de mi también se queja, a pesar de mi costumbre de aparear la voz abstrusa con su corres-
pondiente más común). Y es que quisiera yo que nos adelantásemos un poco a Argentina, Bra-
sil y México, los tres países que están trabajando con más ahínco en estos achaques de cultura
superior, nos adelantásemos, digo, en la expresión de algunos conceptos originales, y no mera-
mente reflectores de la vieja sabiduría de nuestra cultura eurasiática, tan maltrecha ya, y ho-
gaño, a mi ver, infecunda, lánguida al menos.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

52. 15 de Julio de 1946

A la vista tengo su atenta del 8, carta de la cual me he enterado con vivo interés.

Desafortunadamente para mí aún no he leído la serie de artículos que Ud. me dice haber pu-
blicado en REVISTA DE AMÉRICA. Por parsimonia indispenable en mis lecturas, busco poco
las revistas. Pero ahora que Ud. me informa de sus publicaciones, buscaré la mencionada. Y
pronto, cuando haya leído lo que Ud. ha escrito, volveré sobre el punto. Como lo escribí a Ud.
en mi última carta, hace unos seis meses, me interesa sobremanera el tema egológico 3 2 •

Está bien lo que Ud. me dice de definir posiciones. Es indudable que conviene ya salir de la
"epigonía" en que viven aún quienes en nuestro hemisferio figuran como astros de prim9;a
magnitud en la filosofía. Yo lo he indicado ya varias veces en escritos como LA FILOSOFIA
EN AM~RICA, que publicó la REVISTA DEL MUSEO DEL ATLÁNTICO 33 • Me parece que ,
sin poder desechar presuntuosamente el acervo filosófico de Asia y Europa, debemos tratar, en
nuestro cultivo vernáculo, de contribuir ya con obra original. Ninguno de los escritores espa-
i'loles que hoy viven en las Américas, ni menos ninguno de los escritores argentinos, brasileños
o mexicanos lo ha hecho. Falta de fondo . Hay que llegar hasta las fuentes de donde surgió la
metafísica asiática y de donde tomó caudal la filosofía europea, para lograr algo que tenga
aquel valor de contribución original. La elaboración crítica lo hará.

Lea, le ruego, cuando se publique en UNIVERSIDAD DE ANTIOOUIA unas CONSIDERA·


CIONES EN TORNO A LA METAFÍSICA DEL CUARTO EVANGELIO, ensayo de interpre-

51
tación y fundamentación que se aproxima a esa fuente. Y también. si lo publican 4d_fgolo por
su heterodoxia) en UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVARIANA, lo que he escrrto como
contrarréplica (pretexto para discurrir) a Romanell: UNA VEZ MAS HUSS&RL Y PLO-
TIN034 .

Voy a enviarle dos cosas mías que quizás le interesen. Hacia el final de ambas_~- en~ntrani
lo de fondo. No extrañe Ud. una de las ocasiones que me han hecho dar expres1on a mis pensa-
mientos. Acojo ciertas oportunidades como acicates para sacarme a mí mismo de la tendencia
que en mí no hace más que aumentar, de reconcentrarme y aislarme en mi labor interior. Des-
pués le enviaré lo que escriba de compendio, muy sumario, de mi concepción filosófica, según
temario de Ud.
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

53. Bogotá, Julio 24 de 1946

Con mucha gratitud y grande regocijo tengo la suya del 16, encomendada al sel'lor Woynoª'
que contesto:

Espléndidos están los dos discursos que gentilmente me ha enviado. El de la bomba contiene
los lineamientos básicos de lo que yo le pedi' en mi anterior acerca de una interpretación filo·
sófica sencilla de lo que es el mundo y somos nosotros en él, concisa y sustancial a la vez. Eso
mismo, más ampliamente fundamentado, es lo que anhelo recibir de usted para hacerlo publl·
car aquí. La imagen de un "supra4tomoff inicial no me seduce mucho, pero la entiendo como
recurso de Información. También le anoto que en una parte usted habla de dos billones de
años v en otra de dos mil billones: conviene, pues, armonizar la cifra, aunque, a decir verdad.
estos números no me interesan como exactitud matemática, sino como hito ilustrativo del dis-
curso. Los cálculos que yo tengo difieren mucho, pero tampoco los entiendo estrictamente.

En lo de Jefferson, que es precioso para nosotros los colombianos, usted sigue sus conceptos
expresados anteriormente, conforme a los cuales el genio rector de sociedades es a la manera
demiurgo creador de historia 16 • Por mi parte, yo conceptúo que el genio conductor de pue•
blos imprime a los acontecimientos un ..estilo", su estilo personal, pero que los acontecimien-
tos en sí no surgen de él sino del curso mismo del devenir histórico, en que el genio está inclu-
so. la diferencia emana de nuestros dos puntos peculiares de contemplar la evolución del ser
en general y del hombre específicamente, y los dos permanecemos lógicos con las bases de
nuestro pensamiento.

Reciban el más afectuoso saludo de su amigo, y d r'gamele a Pedrito II que nunca lo olvido,,
antes le traigo presente en mi memoria.

L.l.M

52
BLANCO A LÓPEZ DE MESA

54. Julio 28 de 1946

De manos del Sr. Woyno recibí antes de ayer la muy atenta de Ud., carta fechada 24 del pre-
sente. Ahora me apresuro a contestarla. Una prueba más ha añadido Ud. a las muchas que ya
me ha dado su amistad, que a mi turno yo aprecio tanto, pero que en verdad me ofusca.
porque no sé cómo corresponder a ella. Lo que no alcanzo a expresar de mi agradecimiento. es
quizás donde hallo mejor esa correspondencia, vínculo que tanto me obliga con Ud.

Mi mudanza a Bogotá, en la cual he venido pensando desde hace algunas semanas, está resuel-
ta. Pero no sé cuando pueda efectuarla. Yo he echado aquí raíces de bienes que me la compli-
can un tanto. Cuestión de determinismo económico que 511bré, sin embargo, vencer.

Por esta razón no puedo decirle nada definitivo sobre la oferta de que Ud. tan generosamente
me habla. Ud. tiene el acierto de saber tentarme. Ya lo ha hecho en otras ocasiones. Nada para
mí más atractivo que vivir en una biblioteca, librorum civitas, cité des livres, city of books
(Ud. ve cómo el erudito se exalta con ta sota mención). En realidad yo me siento más bibliófi-
lo que educador. Esto último he venido a serlo como por incidencia en mi vida. Acaso, o sin
acaso, debido a Ud. mismo también. Bien que no por incidental lo he mirado como acciden-
tal. Al contrario, se me ha hecho cosa muy esencial, como compete. lPero qué quiere Ud? Me
siento más bibliófilo. Me sentí así desde nlf'\o, escrutador de libros en todos los idiomas de tres
o cuatro generaciones de Sotos, Blancos Garcías y Blancos Sotos. No. cosa curiosa, de los Ro-
sas, Alvarezes ni Amarises. Computo en tres cuartas partes de mi vida las que he pasado entre
libros. Ahora mismo, sólo una tercera parte de mis actividades pasan fuera de mi biblioteca. Y
mi bibliofilia, según mi autognosia, es por excelencia la que se refiere a mis propios libros. Es-
cribir los cuales ha sido, es y será mi destino, cuyo término estará en la publicación. Razón por
la cual también deseo trasladarme a Bogotá. Sólo un temor me detendrá ante la posibilidad de
lo que Ud. me ofrece: el de continuar en el insidioso mundo de las burocracias oficiales.

Ya escribiré a Ud. sobre lo que he leído de sus ensayos en REVISTA DE AMÉRICA. Lo haré
cuando le envie el sumario que Ud. me ha pedido de lo mío y que yo tengo escrito, pero que
he puesto aparte por unos días mientras refresco la mente para atender a la forma de la expo•
sición. Ahora me apremia hablarle del otro asunto al cual Ud. también ha tenido la bondad de
prestarle su atencibn: el de la Universidad del Atlántico. Adjunta va la nota de finalidad proto-
colaria que Ud. me indicó con una copia para Ud. Escribo asimismo al Dr. Roberto Manzouli,
decano de Ingeniería Química en el l. de T. para que se ponga en comunicación con Ud. y
atienda directamente el asunto en el Ministerio, pues en modo alguno deseo molestar más a
Ud. Sólo en ca50 de que el Dr. Manzuoli haya salido ya de Bogotá y no vaya a visitar a Ud., yo
me permitiría rogarle hacer llegar a sU destino la nota oficial. Este asunto de la Universidad,
obra m1'a, es otro de los asuntos que yo necesito dejar definidos aquí, antes de trasladarme a
Bogotá.

Pero aún eso no es todo lo que yo tenía que escribirte. Tengo aún lo que puede ser una moles-
tia personal para Ud., más en el fondo, lo sé porque se trata de las cuestiones de la cultura uni-
versal y nacional, también un placer. Es enterarse de la crítica que he escrito sobre el libro de
Cruz Vélez 3 7 que Ud. debe conocer y que él tuvo la bondad de enviarme con gentil dedica-
toria. La lectura me vino a punto para las distracciones de temas intelectuales que yo estaba
buscando. Aparte del valor intrínseco del libro, mérito raro entre nosotros que para mí ha sido

53
un place, ceconoce,. V luego la labo, pa,a mí ..mp,e g,ata de I• c,ft;.,, ,aconwuctiva y mm- 1
plementaria. Además del sei'lalamiento de lo que hay que hacer -él método- para excitar la
Inteligencia iberoamericana a salir, en filosofía, de la literatura, y entrar de lleno en la austeri-
dad de la metafísica. La reacción contra Ortega y Unamuno, en particular, lo que equivale a
decir la reacción en general contra la ineptitud en que hasta ahora se ha mostrado para la obra
original de genuina filosofía la mentalidad hispánica.

Le envío esa crítica con una carta para Cruz Vélez. Me tomo esta libertad porque creo que a
Ud. le será fácil hacerla llegar a él desde la Universidad a la Facultad donde él enseria. lNo
creerá Ud. -no creerá él- que puede publicarse en alguna de las secciones dominicales de El
Tiempo?

Perdone lo largo de la carta. Los asuntos se me acumulan y me obligan a escribir $Íempre sin
consideración alguna de longitud. Pero ya San Agust(n escribía que ningún tratado será dema•
siado largo si los asuntos de él requieren longitud.

Deséole prosperidad en todo sus empei'\os, y me suscribo corno siempre su afectísimo amigo.

J.E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

55. Agosto 14 de 1946.

Expuesta en las páginas adjuntas le envío mi opinión 10bre el tema principal de su ANTROPO-
LOGÍA FILOSÓFICA 38 ,

Al formar mi opinión no he podido evitar el hacerlo conforme a lo que ya es en mi un hábito


inveterado. Desde que, casi nii'lo, empecé mi autodidaxia, me fui acostumbrando a lo que, con
el transcurso del tiempo, había de ser para mi un método constante de crítica. Mi autodidaxia,
consistía -sigue consistiendo- en el estudio por mí mismo de los autores que me interesaban
~ue siguen interesándome-. Anotaba los detalles, procuraba delinear el contenido de ellos.
tendía as( siempre al entendimiento global de las partes. trataba entonces de situar al autor en
su propio punto de vista para yo situarme en el mío. Y examinando los detalles, separaba los
que me parecían aceptables y hasta asimilables de los que no me parecían aceptables y en mo-
do alguno asimilables por mí. De ahí provenía mi juicio sobre la obra estudiada, juicio ya, por
tanto, critico. Mi autodidaxia se ha identificado así, siempre, con una labor pe.rmanente de
cr(tica. Fue por ejemplo sobre la base de mis apuntes tomados de esa manera, como, hace
unos ocho silos, pude escribir mis lecciones de historia comparativa de los sistemas principa-
les de la fi1090fía -apuntes tomados a lo largo de unos treinta aoos- para el curso que dicté
en el Colegio de Barranquilla. Prueba de ello es lo que se ha publicado acerca de Husserl y
Hegel.

Como le digo, me ha sido pues imposible proceder de otro modo al etcrlbir mi opinión sobre la
ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA de Ud. Bien se ha juzgado que el hábito es una segunda na-
turaleza. Ud. a su turno juzgará. He señalado lo que para mí es aceptable de la teoría de Ud.
acerca del vo. He sei\alado lo que no me parece aceptable. V me parece haber mostrado tam-
bién cuál es el conjunto de las especulaciones de Ud. en dicho escrito -para tratar de situarlo
a Ud. en la posición en que creo que Ud. se encuentra, no sólo, como valor intr(nseco en sí,

54
sino como valor extrínseco en la estructuración de nuestro mundo hispánico, iberoamericano
de la cultura. Reconoceré aquello en que me haya equivocado tan pronto como Ud. me lo in•
d,lque.

J.E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

56. Galapa, Diciembre 24 de 1946

Tengo a la vista su atenta carta del 9 del presente que apenas llegó a mis manos hace pocos
días.

He leído algunos artículos publicados por Ud. en El Tiempo. No podré formarme opinión de
esta "interpretación de nuestro tiempo" hasta leer la totalidad de ellos. lNo piensa Ud. reco-
gerlos en un volumen o unirlos para publicarlos en serie en la "Revista de América"? Para en-
tonces me reservo comentarios como merecen.

Cuando, en Julio de este afio, Ud. me pidió que yo hiciera, después de tantos años de platicar
sobre los problemas que a Ud. y a mí nos han interesado siempre, un resumen de mis ideas, hi-
ce éste. No se lo envié entonces porque, urgido siempre por mi afán de compactar en su uni-
dad interior lo que considero que tiene que exponerse sistemáticamente, me quedó demasiado
denso y abstracto, además de un tanto largo.• Cuarenta y nueve páginas en total. Ud. puede
darse cuenta por el índice que le envío adjunto. El estilo, por otra parte, no era para lector de
revista.

Mora, al recibir la última carta de Ud., yo me hallaba ocupado en la revisión de un ensayo


mío escrito por fragmentos entre 1919 y 1924: Génesis del pueblo espaftol 39 • Sobre él. en lo
ttinente a lo prehistórico, hablamos una vez en París, wando yo vivía en ruede La Boetie y
Ud. rue Washington. Diferimos en algunos puntos fundamentales. Con la lectura de la citada
carta de Ud. asocié, pues, naturalmeF1te mis recuerdos de nuestra conversación, y ello me ha
dado motivo para escribirle una epístola que resume, desde otro punto de vista que el metafí-
sico - !cuántos no tengo, pero todos enfocados siempre a un solo centro(- mi ideología filo·
sófica en conexión con el problema capital de la educación que necesita la humanidad en ge-
neral y, en particular, relativamente a los proyectos que yo traté de realizar en Barranquilla 40 •
Esa epístola, escrita en el estilo literario del género -desgraciadamente hoy olvidado, si no del
todo ignorado, por el común lector colombiano, que cree que en literatura hay sólo tres esti-
los, el político, el grandilocuente y el estrambótico- será mucho más accesible a las mentalida-
des perezosas y dará una idea bien redonda de mi pensamiento desde la posición asumida fren-
te a problemas de la actualidad de la realidad social de Colombia. Voy a mecanografiarla para
mandársela. El título será: EPÍSTOLA A LÓPEZ DE MESA - MI AUTODIDAXIA Y LO
OUE YO PIENSO SOBRE EDUCACIÓN EN GENERAL. Ud. verá lo que hay ali í de fondo -
y de proyección o perspectiva.

Para terminar, reciba Ud. de Erika, de Pedrito, de Martinita y de mí, nuestros deseos más sin•
ceros de una completa felicidad para Ud. durante el año ya tan próximo de 1947.

L.L.M.

SS
BLANCO A LÓPEZ DE MESA

57. Galapa, Marzo 22 de 1947

Woyno me trajo recado de Ud. y por él me he informado de que Ud. prepara la publicación de
un nuevo libro. lNecesito decirle cuánto me interesará? Yo sigo desde aquí, hasta donde pue-
do por lo que Ud. dispersamente publica, sus últimas elaboraciones. Espero leerlas pronto en
un texto continuo. Y sin duda su nuevo libro las traerá así.

En la carta que le escribí en diciembre le prometí enviarle una EPÍSTOLA sobre temas de
educación vistos desde el punto de vista de mi filosofía. Escogí, sobre un problema de impor-
tancia práctica, el pretexto para una exposición de motivos de mis lucubraciones metafísicas.
Lo escribí como se lo prometí; pero no se lo mandé porque resultó rozándose inevitablemente
con la política y contenía, así, alusiones críticas a la política colombiana en materia de educa-
ción . También porque, dadas la posición directiva de Ud. en el partido liberal y las consecuen·
tes ocupaciones que ella implicaba del tiempo de Ud., juzgué que no era oportuno enviárselo.
Ahora se lo mando para que Ud. lo lea, lo examine, lo critique, y, si es posible, se publique.

Woyno, en el recado de Ud., me habló además del comentario de Ud. sobre la nota de Alvarez
Lleras a mi estudio KANT Y LA MATEMÁTICA FÍSICA 41 • Yo estoy muy agradecido de Al•
varez Lleras por el aprecio que me ha manifestado en las cartas que me ha escrito. De ahí que
me sorprendiera no poco lo que él ha significado entre líneas. Pero lo hallo bien, después de
todo, porque viene a ofrecerme una oportunidad para precisar algunas nuevas posiciones en
torno a mi filosofía. No por polémica, mils bien por puntualización; y con reconocimiento de
lo que valen las posiciones de todos cuantos piensan e intervienen en la dilucidación de estas
cuestiones; las cuales son para mí las de las relaciones de la lógica, en cuanto metalógica, con
las matemáticas y las ciencias naturales: las de la gnoseología de éstas en sus alcances para el
problema -la magna cuestión- de la constitución del ser dentro de la fundamentación del sa•
ber.

lOUÉ ES LA CR ÍTtCA7 será lo que escribiré . Y tratando yo de decir lo que es ella, voy a ex•
plicar y justificar mis posiciones con mis ineludibles usos de neologismos en discutiendo, des•
de luego de la manera más imparcial posible (muy lejos, por tanto, a todo personalismo) las in-
sinuadas por Alvarez Lleras. Pero me referiré asimismo a lo que yo entiendo que debe ser la
crítica en general, como por ejemplo en la literatura, para ver si se puede suscitar entre los in-
telectuales colombianos, que en su parte máxima son literatos, un poco de interés por el tra-
tado a fondo del asunto.

No olvide Ud. la invitación que varias veces le he hecho. Cuando Ud. desee venir a la Costa pa-
ra cambiar de clima y descansar, recuerde que esta casa nuestra -de Erika, Pedrito y Martini•
ta- estil siempre dispuesta a servirle.

J.E.B.

56
BLANCO A LÓPEZ DE MESA

58. Galapa, Abril 26 de 1947.

Tengo a la vista su atenta del 10. Es en cierto modo justo el comentario que Ud. hace a mi
"epístola". Pues también yo advertí en ella opacidad de estilo mientras la leía para corregir-
le, antes de enviarla a Ud., los yerros mecanográficos. Y ciertamente es así. La gracia estilfsti·
ca no es mi don ..• lPero sabe Ud. lo que me ha ocurrido pensar de la exposición que le hice?
Se lo diré ingenuamente: lo que me brotó en esta exclamación: lqué lástima no ser poeta! En
verdad me ha parecido que había en mi "epístola" una sustancia poemática. Algo que se po-
día cantar, decir, con encanto en torno a mi propia "psicogénesis" ---el vasto tema de la crea-
ción, la "ontogénesis" en general desde la metafísica "ousiagonía" hasta la natural "fisiogo·
nía" y la "biogonía" y la "antropogonía" para llegar finalmente a la "hlatoriagonía", -todo el
vastísimo poema del llegar a ser - el wiego "genestai", romano "fiari", francés "devenir".
alemán "werden" y castellano "hechura''. Superada entonces la opacidad del raciocinio puro,
donde yo me advierto a mí mismo en "intusucepción", no en "yuxtaposición", surgiría el bri-
llo de las fulguraciones emocionales en la lucidez de la "poesía", que es también "creación",
"hechura". iClué lástima en verdad no ser poeta para componer el poema didáctico de la auto·
didaxia que así llega a ser la heterodidaxial

Por lo demás, me parece haber resumido en mi "epístola", desde un punto de vista particular
que yo podría multiplicar indefinidamente, las líneas del proceso que no solamente yo mismo,
más o menos inconscientemente, sino cada ser humano -cada uno según sus circunstancias- he
y ha seguido hasta "llegar a ser" un tipo de conciencia, mente, o "psicotipo" cuyo punto cul-
minante está en la "autognosia". Y lo que Ud. en su carta me anota de sí mismo aludiendo a
ideaciones que han venido a dársela como intuiciones repentinas, pero que ya estaban latentes
en anteriores asuntos de su conciencia o mente, "psicotipo'', me lo comprueba. Que Ud., así,
en la infancia, niflez y adolescencia tuviera atisbos de ideas que en la madurez ha desarrollado
con prontitud que le ha parecido debida a intuiciones subitáneas, prueban para mí la "funcio-
nalidad" que creo haber demostrado del "psicotlpo" con respecto al "fenotipo", del "fenoti-
po" con respecto al "genotipo", según las circunstancias en cada caso, y del "genotipo" con
respecto al "arquetipo". Los desarrollos "psicotipicos" logrados por Ud. maduramente, pero
dados como repentinamente, son pues, al fin y al cabo, tos de la "funcionalidad" ya en su tár-
minos postreros próximos a la autognosla que señala las diferencias y distancias entre "el mun-
do del sino" y "el mundo del destino" -ta suprema trascendencia de aquél en éste para triun-
fo o afirmación definitiva del último. El que yo haya venido a verlo as{, partiendo de lo meta-
físico para llegar a lo físico, deductivamente, es lo que me ha facilitado, corno Ud. también lo
anota. la síntesis para la arquitectura no sólo de mi ser en particular, sino del ser en general,
dentro de mi saber singular del saber universal. Y el que Ud., inversamente, haya querido com-
prender eso mismo en partiendo de lo físico para llegar a lo metafísico, inductivamente es lo
que dificulta la correspondiente labor. Es su "aporía".

Sobre otras cosas le escribiré adelante. Entretanto, ojalá vuelva Ud. a escribirme también. Y yo
quedo como siempre su atento amigo,

J.E.B.

57
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

59 Bogotá, Mayo 12 de 1947.

Con ésta va un ejemplar de la REVISTA DE AMÉRICA en que salió su interesante epístola so-
bre auto y heteroctldaxia 4 2• Espero que no haya quedado con muchos errores de imprenta,
pues personalmente me dediqué a corregir las pruebas, con alguna dificultad por haber resulta·
do sin margen algunas palabras, y en tanto, recortadas varias ltrtras, que suplí como pude en la
copia que usted me envió .

Eduardo Santos y Roberto García Peña leyeron previamente su estudio y lo hallaron grande•
mente digno de aplauso y por lo cual ordenaron su edición en la Revista, con el comentario
que usted verá en las páginas introductoras. Con otras personas ilustradas no he hablado aún
acerca de él, para darle más amplia información crítica, pero aguardo poder hacerlo así en el
curso de pocos días.

Leí también con mucho gusto y gran provecho mental su trabajo acerca de Goethe aparecido
en la Revista del Colegio Mayor de Nuestra Sei'iora del Rosario 43 • Ya es tiempo de que usted
edite en forma de libro ese conjunto de ensayos críticos que ha venido elaborando en los
años últimos, pues, y usted bien lo sabe, constituyen cuerpo de doctrina filosófica que no de-
be permanecer dispersa, antes armónicamente eslabonada en un volumen .

Mi libro NOSOTROS Y LA ESFINGE 44 está prácticamente para salir, pues esta semana estoy
corrigiendo el capítulo final. Así, que en cosa de un mes lo tendrá consigo.

Graves acontecimientos de política interna, como son los asuntos sociales y la organización
de los partidos, la cuestión económica, etc,, nos traen inquietos. Para atender a esta situación
proyectamos reunirnos próximamente algunos hombres de la porción doctrinaria del liberalis-
mo para indicar remedios, sí ello fuere posible.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

60. Barranquilla, Mayo 21 de 1947

Conmigo su muy atenta del 12 que me llegó antes de ayer.

He quedado muy agradecido de todas sus atenciones. Ante todo por su solicitud para hacer
leer mi EPÍSTOLA de personas de la calidad de que Ud. me habla. En seguida por la pena que
se ha dado para la corrección de las pruebas de imprenta, ocupación siempre fastidiosa. Ello
será siempre para mí motivo de profundo agradecimiento.

Espero ahora su último libro NOSOTROS Y LA ESFINGE. Creo con razón que no solamente
yo, sino todos los que forman el grupo de lectores serios en Colombia, encontrarán allí nuevas
reafirmaciones y posiciones del pensamiento de Ud., y que lo leerán con vivo interés. Ojalé,
pues, que pronto tengamos el placer de verlo en nuestras manos. En Barranquilla tiene Ud .
muchos lectores que lo siguen asiduamente.

58
Ud. me escribe que leyó lo que publicó la Revista del Colegio Mayor del Rosario sobre Goe•
the. lSe refiere Ud. a lo que apareció hace ya algún tiempo en el número correspondiente a
mayo-junio-julio del año pasado? Yo desear(a saber si se ha publicado la continuación de esa
serie de notas. Pues posteriormente a la publicación de que le hablo envié (en octubre de
1946) a la misma Revista lo que forma la segunda parte de dichas notas (divididas en cuatro gru-
pos) Y expone una nueva posición para juzgar las relaciones posibles entre el "Samson Agonis-
tes" de Milton, a través de la vida es sueflo, de Calderón de la Barca, y el Fausto, de Goethe,
ante el problema de la vida y de la muerte45 • Pero hasta ahora no he tenido noticias ni de si
recibieron mi nueva colaboración ni de si ha sido publicada. Allí las consideraciones comparati-
vas se amplían y adquieren mayor trascendencia que en la primera parte.

A propósito de esto Ud. tiene razón en lo que me dice de publicar en libro los ensayos de crf-
tica que han venido apareciendo en diversas revistas. Estoy pensando hacerlo buscando un or-
den no sólo cronológico sino sistemático. Asimismo lo pienso con respecto a los otros escritos
míos que yo considero como mayores al lado de estos menores. Quién sabe si tenga la pedan-
tería, después de la negligencia que siempre he tenido para publicar, de emprender una edición
de obras completas ...

En alguna ocasión, cuando Ud. me consultó sobre la postulación de mi nombre para "corres-
pondiente" de la Academia Colombiana de la Lengua, le pregunté cuáles serían mis obligacio-
nes. Entendí esto en Nntido, desde luego, de la colaboración académica que Yo podía ofrecer.
Pues como gramático nunca me he sentido enteramente a mon sise y no sabía cómo podría yo
colaborar. Mi estudio KANT Y LA MATEMÁTICA FÍSICA fue para corresponder a la distin-
ción que me hizo la Academia de Ciencias Exactas. Sintiéndome ahora en mora aun con la
Academia de la l.engua 46 , resolví ampliar en sentido filológico el ensayo que 1e anuncié
lQU~ ES LA CRÍTICA? ya que también se refiere a incumbencias de la de Ciencias Exactas.
Esto ha representado para mí un doble trabajo. Pero ya lo estoy terminando. Será un poco
extenso. Quizás el doble de mi EPÍSTOLA. Mas el asunto, que podr(a prolongarse indef n•da-
mente, lo exigía. Ud. lo verá cuando se lo envie para que, en mi nombre, lo presente a la Aca-
cemia -si Ud. me permite que yo le solicite este nuevo servicio. iOjalá suscitara interés de~
lémica y fuera discutido!

Después volveré a escribirle sobre otro punto -et de la desazón social y política- de su carta
Pasamos, sin duda alguna uno de los momentos de descomposición más graves que ha visto
nuestra historia.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

61. Bogobl, Mayo 26 de 1947.

En respuesta a la suya de mayo 21, tengo el placer de remitirle adjunto un ejemplar de la Re-
vista del Coles¡io Mayor del Rosario en que apareció su estupendo estudio sobre GOETHE Y
LA FILOSOFÍA.

Quedo aguarffando el que acerca de la CRÍTICA me anuncia para la Academia de la Lengua,


para leérselo personalmente a los colegas en oportuna ocasión.

59
Insisto en la necesidad de que "codifiqU41" en libro algunos de sus trabajos filosóficos, pues la
gente no puede hallar informe adecuado de su pensamiento en la forma dispersa en que se
halla, y muchos me preguntan cómo lograrían hacerlo.

Recuerdos muy cordiales para todos los suyos, y mande a su afectísimo amigo:

l.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

Barranquilla, Julio 11 de 1947.


62.
Aunque no sé a qué ciudad de los Estados Unidos Ud. va, le envío esta a Nueva York. al Con-
sulado colombiano, en la esperanza de que llegue pronto a manos de Ud.

Mucho lamentamos Erika y yo no haber sabido oportunamente el paso de Ud. por el aeródro-
mo de Soledad. Yo lo supe en la tarde del día de su arribo, por un amigo que habló con Ud.;
y al día siguiente por la llegada del telegrama que Ud. tuvo la atención de erwiarme. Hay fata•
lidades que se determinan hasta por las cosas de nuestro nacional servicio público.

Y cuánto me habría gustado hablar con Ud. Porque yo iba a escribirle ya, a Bogotá, para co-
municarle mi comentario al último libro de Ud., que acababa de leer y anotar. Primero, como
siempre, mis impresiones de reconocimiento; datpués, mis observaciones de critica. Ahora
espero tener noticias de Ud. para ser más explícito. Hay muchos puntos de importancia, en los
cuales es donde casi siempre diferimos, que convendría discutir.

También tenía listo mi ensayo lOU~ ES LA CRÍTICA? para mandarlo por conducto de Ud. a
la Academia de la Lengua. Ya no se hará esto hasta el regreso de Ud. Yo me había demorado
en mandárselo, porque, antes de leerlo para corregirlo, después de mecanografiado, Woyno me
pidió, con solicitud enfática, que leyera el último libro de su coterráneo Berdieff sobre el exis-
tencialismo. Hacía tiempo que yo deseaba precisar posiciones acerca de este mov imiento que
tanto cuerpo de moda filosófica va tomando. Y a eso se aÑldió el deseo que también tenía de
precisar igualmente posiciones acerca de lo que se ha llamado el alma rusa, -abismo del espí-
ritu. El libro de Berdieff me ofrecía doble ocasión para hacerlo, y así fo hice. El trabajo para
ello Interrumpió la revisión de mi mecanografía sobre la crítica.

Eduardo Putnam Tanco, médico que Ud. conoce, leyó NOSOTROS Y LA ESFINGE. El co-
mentario general de él es muy favorable . Críticamente sin embargo, me ha dicho que el epígra-
fe inicial que presenta la tesis cardinal del libro, sobre la frustración de la cultura eurasiát~a.
le parece no haber quedado demostrado. Hasta ahora no he oído ningún otro comentario. El
de Woyno, que deseaba leer esta última publicación de Ud., lo oiré cuando él regrese de los
Estados Unidos, adonde fue hace más de un mes, para volver a fines del presente.

Pedrito y Martinita habrían ido, con Erika y conmigo, a saludarlo en el aeródromo de Soledad.
Desgraciadamente las cosas estaban dispuestas de otra manera. Ojalá que cuando Ud. vuelva a
Colombia nos lo haga saber de suerte que no podamos ignorar el día de su paso por aquí.

60
Deseándole en nombre de todos los de mi casa el logro de todos sus propósitos en tos Estados
Unidos, me repito como siempre su amigo muy atento y servidor.

J.E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

63. Barranquilla, (Galapa) Diciembre 8 de 1947

Tardíamente, según creo, me he informado de la vuelta de Ud. a Colombia. Tardíamente,


como a mis manos llegó el telegrama en que Ud. me avisaba su paso por Barranquilla cuando
iba para los Estados Unidos. La causa principal de esas tardanzas está principalmente en que
ahora yo vivo bastante más que antes ausente de Barranquilla. Las noticias me llegan así retar-
dadas. A veces se me pasan semanas s1n que yo lea periódico alguno. Sólo la radio me mantie-
ne al tanto de lo que va corriendo por el mundo.

Cuando supe que Ud. había pasado por Barranquilla, tuve que lamentar no haberlo sabido
oportunamente. Hubiera sin vacilar ido a verlo en el aeródromo de Soledad, pues me interesa-
ba hablar con Ud. Como no pude hacerlo, le escribí una carta que le envié al cuidado del Con-
sulado de Colombia en Nueva York; pero con suerte tan mala, que la carta me fue devuelta al
cabo de un mes.

Yo hubiera querido hablar con Ud . para comentar personalmente NOSOTROS Y LA ESFIN-


GE, por cuya dedicatoria le guardamos a Ud. Pedrito ya su gratitud y yo ta esperanza de que
éste, cuando sea mayor, pueda leerlo con interés semejante al mío. Por mi parte este interés
ha sido como siempre que se trata de los libros de Ud.: una lectura detenida, un grupo de ano-
taciones, un resumen de éstas como resumen del libro para un reconocimiento encomiástico y
una apreciación crítica. Tenía preparado ya mi trabajo y habría pod ido con él a la vista co-
mentarlo con Ud. Aún lo tengo en la forma de borrador en que lo tenía cuando Ud. pasó por
aquí para Nueva York. Si Ud . quisiera conocerlo, podría ponerlo en limpio.

Pensar y escribir es siempre para mí, Ud. lo sabe, la ocupación más grata. Mucno más grata que
publicar. A decir verdad yo no he experimentado nunca ninguna satisfacción al ver publicados
mis escritos. No me proporciona la publicación el placer que me procura la concentración
para pensar y escribir. lHay en ello egoísmo? No lo sé. Pero me parece que pensando y escri-
biendo es como se consuma el espíritu, se logra la perfección, si así puedo decirlo, de la con-
ciencia en una plenitud cada vez mayor del conocimiento.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


64. Bogotá, Diciembre 15 de 1947

Para usted y toda su gente va la expresión de mi saludo y gratíslmo recuerdo.

Por Estados Unidos, México y las cinco repúblicas centro-americanas anduve estos últimos cin·

61
co meses, disfrutando de estupendas impresiones en cuanto a visión de la naturaleza y conoci-
mientos de la sociedad de esos países, tan diferentes entre s( y del nuestro. Fue un viaje de
estudio que se liquidó con gran provecho para mis investigaciones sociológicas, P!:imordialmen•
te en lo que se relaciona con el rumbo y el contenido de la cultura espiritual. Muy probable-
mente exponga algunas de las opiniones que adquirí acerca de este asunto en cortos artículos
de prensa, con el fin de estimular a nuestro pueblo en el avance de sus empresas de cultura
superior y en el desempeño de su misión histórica, continental sobre todo.

Lo que usted me anuncia de sus observaciones sobre mi libro NOSOTROS Y LA ESFINGE,


me llena de regocijo, pues así cumple uno de mis propósitos fundamentales al escribirlo el de
suscitar otros conceptos que acrezcan nuestro haber ideológico y consoliden nuestra posición
cultural, incipiente aún, pero muy importante ya de suyo. Hágame, pues el gran favor de en-
viarme ese su estudio, que yo aquí lo encauzaré en una edición eficaz.

Pretendí llegar a Barranquilla a mi regreso de este último viaje, sino que el normal itinerario
de los aviones me condujo directamente a Medellín, y así me hallé privado del largamente
anhelado placer de estar con ustedes unas cuantas horas, sabrosas para mí y muy útiles. Quisie-
ra conocer a la ahijada y platicar un poco con Pedrito, a quien ya supongo todo un varón de
despejado entendimiento y gran porte. En fin, otra vez será.

No andan aqu( las cosas muy bien en achaques de política partidaria, antes incongruentemente
y con un no sé qué de interinidad y desorden. Espero algún cambio en fecha no remota, que
nos vuelva a cauces de más acrisolado empeño y altas normas.

Los pienso con intensa amistad e inalterable estima:

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

65. Galapa, Febrero 2 de 1948

Se me retardó bastante mi respuesta a su atenta del 15 de diciembre último. Pero me pasó que,
cuando la recibí, no me hallaba en disposición de ánimo para la tarea de revisar y mecanogra-
fiar las notas que yo le había prometido a Ud. y que Ud. me solicitaba. Hallábam.e más bien en
un estado de indecisión ante algunas decisiones de orden práctico que tenía que tomar, y que
al fin tomé. La actual descomposición social que se ha causado por la actual legislación tam-
bién llamada social de Colombia, con la beata satisfacción de los representantes del pueblo y
del pueblo, ha hecho imposible la continuación de muchas empresas. lHasta qué punto el
hecho de su suspensión, si acaso no supresión definitiva, podrá ser funesta al progreso material
de Colombia? No lo sé. Las mías pequeñas, como las de otros, grandes, han tenido que seguir
ese camino. Ganadería, agricultura, explotación de canteras, todo lo he suspendido. Es imposi-
ble, mientras se siga apoyando la holgazanería y el vicio -hoy por ejemplo hace tres días que
en Galapa nadie trabaja, sólo se bebe y baila, y cuentan accidentes de delincuencia, para feste•
jar a nuestra señora de la Candelaria- únicos efectos perceptibles de la susodicha legislación
social, maremágnum destructivo de toda iniciativa inteligente de trabajo, seguir malgastando
las energías de ésta.

62
Lentamente, mientras yo me dedicaba a liquidar, para poner término temporal a mis ocupa-
ciones prácticas, he venido, pues, revisando y mecanografiando las notas a que me refiero .
Concluidas ya, se las mando . Fueron pensadas para mí mismo y para Ud., y lo único que ahora
me interesará será la contracrítica que Ud. pueda hacer a mis críticas. Pero si Ud. ve viable su
publicación, hágala. De mi parte creo que, por las mismas razones que expongo, en la parte
introductoria de ellas, nada o muy poco interesará al lector colombiano.

De mi familia, ya que Ud. tan gentilmente me pregunta por ella, le diré que todos van muy
bien. Pedrito, muy varonil, mide ya un metro y veinte y cinco centímetros de altura. Martini-
ta, muy femenina, es más bien robusta que alta. Aquél, delgado, me parece fino, agudo. Esta
agraciada, es astuta y atrayente. Pedrito muy latino, Martinita muy alemana . Erika y yo esta-
mos, desde luego, muy contentos con ellos, y esperamos que Ud., su doble padrino, lo estará
también cuando los vea.

Escríbame cuando pueda y créame su sincero y afectísimo amigo,

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

66. Bogotá, Marzo 1 de 1948

Días hace que tengo conmigo su gentilísimo estudio acerca de mi NOSOTROS Y LA ESFIN-
GE4 7, pleno de honradez y sagaces observaciones, y por lo tanto, gratísimo a mi espíritu. Na-
da antes le había comunicado en espera de poder informarle el destino editorial que logre dar-
le, pues aunque el jefe de Extensión Universitaria me ofreció publicarlo en la REVISTA DE
LA UNIVERSIDAD, aún no ha enviado por él y así, todavía me queda alguna incertidumbre,
máxime cuando tantas cosas están ocurriendo en materia de esquivez oficial por ciertos traba-
jos de la índole libérrima de los nuestros. Cuando todo esté definido se lo diré.

En los días confusos que corren hemos padecido de abundantes inquietudes cuanto a la vida
política del país, y emprendió derroteros de grave discrepancia partidaria que pueden contur-
bamos más aún de lo que el mundo en general nos trae ya. Y aunque éste es lote frecuente en
toda cosa y todo tiempo, no parece sino que hogaño la tragedia y el aturdimiento ocurriesen
con más insistencia y mayor ímpetu. La tarde de nuestra vida, de la mía a lo menos, ha estado
asediada por sombras de confusión histórica y notoria ausencia de mentes lúcidas en la con-
ducción de las naciones, como nunca pude imaginarlo. Soy optimista en el amplio cuadro uni-
versal de los destinos del hombre, mas no puedo cerrar los ojos al hecho patente de que nues-
tra generación, generación de esquina como a mí me place llamarla, le ha correspondido tre-
menda prueba de errores y de dolor en toda actividad y todo rumbo.

Acepté misión en la próxima CONFERENCIA PANAMERICANA por deberes ineludibles,


pues que le presupongo alguna importancia para los intereses materiales y culturales de la na-
c:i6n, y porque yo fu( quien a ella invitó en la anterior de Lima. Quiera Dios que algo útil
resulte de sus tareas.

L.L.M.

63
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
67. Galapa, Agosto 28 de 1948
Carezco en este momento de noticias especiales de Ud. a las cuales referirme.
Hace unos 15 días terminé un trabajo que me había tenido absorto desde principios de este
año. Me había propuesto una detenida indagación del aspecto de la filosofía que hoy se halla
más en boga y se llama "existencial". Yo sabía que detrás de la boga y de la proclamación
impresionante y a menudo espectacular de tal filosofía latían problemas perennes e indecli-
nables de la metafísica. Pero había comprendido también que era menester más allá de la boga
y de la proclamación asombrosa para hacer sobresalir en su aislamiento de toda escuela y de
toda fama transitoria lo que realmente importaba a la metafísica. Por eso me propuse una pes-
quisa que fuese una exposición, una profundacíón y una refutación de las posiciones más dis-
tintivas del "existencialismo". Y en consecuencia me di al trabajo del cual le escribo, absorto
en él casi con frenesí. lEI resultado?
Ver que los problemas "en sí" que servían al impresionante espectáculo con que asombraban
los "existencialistas", sin darles solución que no fuera para la boga, eran principalmente los
siguientes: el de la nada, el del tiempo, el de la creación, el de la caída de ésta, el del destino
humano y el de la muerte. Buscar por consiguiente para ellos soluciones menos dependientes
de las circunstancias actuales y ahondar así en la raigambre histórica de que han nacido. Ir
así hasta el alba en que apuntaron y delinearon, los misterios osirianos de Egipto primero, los
misterios demeterianos de Grecia después. E indagar en seguida los principales antecedentes ya
propiamente históricos a fin de avanzar a través de ellos hasta las posiciones en que hoy se
presentan.
Habiendo encontrado estos antecedentes principales en Plotino, San Agustín, San Juan de la
Cruz, Boehme y Silesius, me di a la tarea de exponerlos ahondando en ellos. Y tras exponerlos
y ahondar en ellos, pasé a igual labor en Kierkegaard, Heidegger y Berdieff. Cada uno de ellos
ha sido objeto de un tratamiento aparte, lo mismo que los misterios osirianos y los misterio$
demeterianos. Total del trabajo: tres partes con once capítulos.
Después de los meses de este trabajo quedé como hipnotizado por su pensamiento. Me perse-
guía casi hasta molestarme mentalmente, psicopáticamente. Y para apartarlo de mí busqué
otra ocupación intelectual que me sedujera. Me acordé entonces de Ud . y de la cri'tica que
habi'a escrito yo de NOSOTROS Y LA ESFINGE. Me puse a revisarla. La encontré un tanto
pedante y, sobre todo, muy vaga en algunos puntos, como por ejemplo el del tiempo. La pre-
cisión de conceptos es para mí lo importante. Para hallarla empleo lo que requiere: análisis
hasta ne poder de ellos. Y es para mí como un análisis de lo infinito en que busco li'mites pa-
ra buscarles integraciones en lo finito. Lo finito de los conceptos cri'ticamente re-hechos. De
modo que así fue como precisé el del tiempo en la crítica a que aquí me refiero, tal cual Ud.
lo verá en lo que volví a escribir a partir de la página 10 en las que ahora te envío. Ojalá que
Ud. tenga tiempo para leerla y, sobre todo, para contra-comentarla.
También en el mismo sentido y con el mismo propósito que le digo, volví a leer lo que Yo
había escrito sobre algún comentario publicado en la REVISTA DE LA ACADEMIA COLOM-
BIANA DE CIENCIAS EXACTAS. Me refiero a lOU~ ES LA CRÍTICA? Me pareció bien y
que quizás podría publicarse ahora en UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA. Es un
poco extenso, pero cabe bien en la citada REVISTA. A fin de que Ud. se dé cuenta de su con-
tenido le envío la sinopsis de sus partes.
J.E.B.

6.4
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

68. Bogotá, Septiembre, 1948

Conmigo su gentilísima de Agosto 28, que contesto.

En primer lugar, expresándole mi gratitud por la grande atención y el sumo afecto con que ha
estudiado mi libro "Nosotros y la E$finge", con esa su peculiar abundancia de erudición y ese
su honestísimo criterio. De ahí que todo cuanto observó en él y me trasmite en su carta, me
haya sido grande y gratamente útil, lo mismo cuando encomia que cuando corrige, pues con lo
uno y con lo otro enriquece mis opiniones, depurándolas a veces. a veces haciendo surgir en
mí mejores argumentos defensivos .

En ocasión anterior usted anotaba acerca de mi estilo la mucha preocupación mía por la forma
estética del d iscurso, que a ratos me conduce hasta el ambiente embriagador de la poesía, con
todos sus peligros de desbordamiento imaginativo sobre el austero razonar que la filosofía
txlge, según usted y muchos otros pensadores ilustres. Le confieso ingenuamente que tiene
sobradisima razón, mas no me es posible evitarlo, porque esa manera. y mi pecaminoso culto
por el purismo literario, me retienen despóticamente, por serme de índole personal y por deri-
var de aquello y de este subidísimo placer. Manía, pues, y menudo pecadillo incorregible.

Sin embargo, no conceptúo que el estilo estorbe sustancialmente la expresión razonante 4 8 •


ni menos aún que exista una mente filosófica y otra científica o literaria: una misma es, que
se trajea de distinto modo formal, pero que en ningún caso se excluyen genéricamente. Usted
lo sabe : en estilo poético, en estilo científico y en ceñidas cláusulas de filosofía magistral se
han expresado eminentísimos conductores del más hondo saber, ayer y hoy, y en todo el mun-
do. De mí sé decirle que cuando logro fugarme de la rutina y hacer alguna sabrosa página de
poesía cósmica, mi predilecta, la tengo por mejor y más útil que todo el restante libro, y lapa-
ladeo con deleite .lDe!de cuándo?Vaya ested a decirlo ... Apenas tendría siete años cuando Se-
rafina, graciosa mulata que sirvió en mi casa durante mi niñez, me hizo levantar un día a las
cuatro de la madrugada para que viese un hermoso cometa !acaso el célebre de Holmes), y
todavía me conmueve la emoción qué a esa hora me produjo la majestad del cielo estrellado,
inmensamente dilatado y mudo: la recuerdo como la primera elae'lón religiosa de mi vida y to-
davía la amo en mi recuerdo con inefable dulcedumbre .

Es que la poesía sugiere más honda comprensión que lo suele hacer el razonamiento, y más fir-
me, porque ella no muda de opinión ni se somete a dictámenes efímeros. Esto no significa, sin
embargo, que yo preconice el imperio de la sensibilidad sobre el mundo del saber, porque sería
ir muy lejos, pero sí defiendo un tanto aquel mi inveterado romanticismo filosófico. Y hasta
creo, hablando ya sociológicamente, que la filosofía iberoamericana seguirá en lo general este
rumbo, que tanto se amolda a nuestra estirpe.

Y por lo que hace al discurrir filosófico como diferente del científico, mis dudas ya son más
graves: para mí tengo que toda filosofía surge de una técnica preliminar y que ninguna real-
mente existe sin ese fundamento. Usted que sabe al dedillo la historia de las ideas, recordará
con luminosa precisión que así fue en la alborada del pensamiento, en la madurez del siglo VI
antes de Cristo, en el gran reventón de escuelas que siguió al XVII y en este mismo languide-
cente filosofar de nuestros días. La fecunda acción del Eufrates y del Nilo, que Tales de Mile-
to conoció ampliamente, le llevó a valuar el agua como elemento genitivo supremo. El misterio

65
(entonces) de las fuentes subterráneas y la eopiosa vida del mar se lo confirmaron. Anaxfme-
nes vio en su mar y sus montanas que el aire se c:argaba de vapores, los vapores se convertían
en nubes, la nube en lluvia, la lluvia en río, el río, a su juicio, en aluvión de tierra y de pedrus-
cos ... el aire, pues, era el origen de todas tas cosas existentes. Sino que, como era griego, este
Anaxímenes, por poco nos descubre el éter de Maxwell y de Newton. Y así tantos otros pen-
sadores: tome usted la vida íntima de Pitágoras, su nii'lez, sobre todo, en Samos, bajo et pode-
roso influjo de su egregia madre y luego su enorme pericia matemática; remembre asimismo las
ciencias naturales de Aristóteles, el pietismo de Kant espoleado por Hume y la astronomía; el
espiritualismo de Bergson, disciplinado en los evolucionistas del siglo XIX y deslumbrado por
la entomología de Fabre. Mire, si no, las ciencias que respaldaron a Whitehead y a Husserl ayer
no más, o a Spinoza y Hegel el día anterior. Mezcle usted aquellas bases técnicas con la hora
política y un fermento, siempre visible y asi,z fecundo, de choques sentimentales, Sócrates,
Zenón, Plotino, Shopenhauer, Nietzsche ... y verá con su ágil discernir cómo se iluminan estos
eslabones del problema.

Es que nuestra amada filosofía es sublimación, y sublimación adorable ciertamente, del saber
científico. Usted no escapa a ese sortilegio, que pues comenzó por la biología, avanzó por la
filosofía y la exégesis, se amaestró luego en Kant y muchos pensadores y técnicos insignes_
para darnos su tesis de los arquetipos ontogónicos, usiagónicos, ándricos, etc., que hoy verte•
bran su doctrina.

Yo en mi humilde derrotero, partí de las ciencias naturales, ahondé cuanto pude la psicología
y llegué a la metafísica con todos los resabios consiguientes.

Sino que usted baja de las cumbres ideológicas a los hechos y yo subo de los hechos a la cum•
bre de la idealización. Usted parte de una entidad intele-agente, desviando la etimología latina
hacia raíces griegas, de un "legere" a un "egein", como quien dice, de un "escoger" a un "ac•
tuar", y yo anclo en la constante de Planck, para subir al Cosmos. Su visión me es grata, por
suya, en primer término, por bien abisagrada lógicamente, en segundo, pero aún me inquietan
ciertos hiatos que en ella percibo: porque ignoro todavía si en su concepción aquella entidad
"in•tele-agente" es "perfecta", con perfección de existencia y autognosia (que usted le presu-
pone), de belleza, de libertad y de justicia. Ni si es substancia y absoluto. Porque de poseer
aquellos valores, sería ocioso recorrer esta penosa escala de degradaciones físicas y morales en
que intencionalmente según usted dice, se desenvuelve el mundo. Si absoluta, no tendría un
"fuera de 1í", un "tele" adonde dirigirse, ni intención distinta de la de ser lo que es.

Yo, en cambio, contemplo lo que se da en ese mundo, lo perceptible a nuestra conciencia, •


trato de sondear su origen. Miro la inteligencia, la moral, la autognosia, en fin, desenvolver•
lentamente en la escala de los seres reales, con paso progresivo de milenios y de eones, hasta
llegar al hecho individual de mi espíritu. Desde el cristal de las rocas primeras hasta ese espfrl-
tu no hallo contradicción, aunque resten muchos enigmas.

El punto básico, suyo y mio, es el entender la esencia de la energía primordial. La que hoy 00·
nocemos es -yanular" o es radiante. Usted la concibe pre-física. Yo no me atrevo a preci•
ese juicio. Encuentro un limite discernible en el quántum (h = 6.55 x 1027 ergios X segun-
dos). Allí comienza a radiar y a atomizar1B ... pero antes, lcómo fue7 Et quántum es masa
velocidad y tiempo. La velocidad sin masa no cabe en nuestra opinión técnica, el tiempo sin
velocidad no se entiende. Luego se condicionan a la masa. Mas ello es que masa y energ(s se
identifican. De ahí que velocidad, fuent~ del espacio, y tiempo o sucesión, fuente del número,

66
estén a la raíz de este universo en que vivimos. ¿Entiende ahora por qué doy tanta importan-
cia a la posición y al número en mi concepto de la realidad en que vivimos?

Hasta ahí, algo puede conocerse inteligiblemente, pero quedamos de espaldas a esa energía
primordial de donde surge el "quántum": les, ab aeterno, un conglomerado de cuantos? De
ser así, discreta, sería finita; de ser así, discontinua, no sería espiritual. Entonces tenemos que
considerarla como proto-energia, de una simplicidad abscóndita.

lProto-energía con esencia de necesidad o de libertad? En mis prolijas lucubraciones yo la


entiendo con uno y otro atributo, contradictoriamente: la entiendo como posibilidad. Y
como posibilidad absoluta. Ella puede ser de todas maneras, y recorrer infinitamente su posi-
bilidad. Este mundo nuestro es sólo una posibilidad suma. Pueden haber existido otros mun-
dos, y existir luego otros más, mundos estéreocrónicos, mundos meramente "espirituales" y
mundos inéditos.

Al definir esa potencia como posibilidad llego a la linde de Maya, ilusión, corno usted anota, y
del idealismo. Es casi cierto. Sino que añado un leve paso, el concepto de posibilidad como
esencia de la entidad pre-existente.

Esta posibilidad que contemplo aquí, es más que la posibilidad real y más aún que la mera-
mente lógica. Es más que la potencia virtual y que la misma factibilidad de su ejercicio. Porque
ellas todas son finitas, por más ilimitadas que uno las conciba y entienda, en tanto que esta
obra las engendra, como raíz suya que es. Ni es posibilidad con mero contenido de "posibles"
-arquetipos, por ejemplo- aunque los abarque todos, sino la posibilidad en sí, con esencia de
posibilidad, por así decirlo, pleonásticamente.
llnfinita y eterna? La mente humana, aunque es continente que se nutre progresivamente con
los contenidos que logra adquirir, es relativa, y concibe la eternidad y la infinitud por adicio-
nes, llegando apenas a lo ilimitado, o por negaciones, disfrazando verbalmente la negación. Lo
absoluto, lo infinito y lo eterno nos son, pues, inconcebibles en el actual desarrollo de lamen-
te humana, pero los "intuimos" vagamente por trascendencia de nociones, en un presentimien-
to mudo. De este orden es la posibilidad que yo reconsidero aquí en hipótesis: la proto-ener-
gia especificada mediante posición y número, es decir, témporo-espacial, es consecuentemente
finita; indeterminada en una a modo de proto-entidad, puede ser infinita. Algo finito por una
faz e infinito por otra, sería contradictorio dentro de la lógica clásica, tal vez no al presente.
Para usted sería algo como un terremoto en la rosa mística del empíreo que describe el Dante.
Su esencia, la posibilidad, resulta, por ende, finita en cuanto contenido de "posibles", actos y
seres, e infinita quizás en su fase de indeterminación, como se juntan finito e infinito en la
matemática línea periférica del mundo.

Por otra parte ... la posibilidad absoluta es un concepto sin analogía ni representación sensible,
más fácil de intuir directamente que de definir con certidumbre, hasta donde podamos admitir
este concepto de "intuición" directa.

Su tesis de una entidad primera de naturaleza inteligente que intencionalmente concibe tos
arquetipos del mundo, vida y espíritu inclusive, y los objetiva en et espacio-tiempo de la reali-
dad con inescrutable propósito, ha inquietado la mente augusta de los filósofos más insignes,
nuestro dilectisimo Platón, en primera línea, de todos los pensadores de creencia religiosa y
aún de matemáticos ilustres de esta borrascosa edad en que vivimos, como Jeans y el idealista

67
Eddington. En mi opaca esfera yo he recorrido esa ruta también y la admiro : es apacible en
sumo grado y verosímil además. Mas ello es que dentro de un filosofar de basamento irrew•
sable, que consulte los hechos, dentro de una filosofía "fáctica", por así decirlo, la autogno-
sia y el espíritu aparecieron ayer en la vida del hombre. Es este milagro el que tenemos que
afrontar ahora. No es que neguemos que otro similar exista, sino que ese otro no aparece en la
realidad perceptible que nos rodea, ni comparece, por lo tanto, ante nuestro inmediato juicio.
Que en el hombre se esté revelando aquella abstrusa entidad divina, es hipótesis que merece
consideración temperada y severa, de tremenda reconditez, desgraciadamente. Yo la he con-
templado como posible solución, como eslabón de enlace, e insisto en desentrañar su verosi·
militud, mas no puedo honradamente trastrocar valores de probabilidad y de certidumbre para
adaptarla como dogma y jubilar para siempre nuestras dudas.

Usted en su clímax ontogónico y usiagónico, cuando llega el espíritu, humanidad, cultura, his·
toria, habrá chocado con el desconcierto de ver el breve instante que abarca ese proceso funda-
mental en el conjunto devenir del Cosmos, un relámpago apenas dentro de la serie de las eda-
des del mundo: una "psique" que muy .:cidentalmente surgió ayer en una "physis" arcaica.
Es muy valioso ese hecho psíquico para sujetarlo al incidente de una mutación cromosomática
de que surgimos los hombres hace un minuto cósmico. Mutación incidental que se condiciona
a un ambiente geo-físico accidental también. No. Lo espiritual y lo físioo deben concebirse sin
esa oposición substantiva, y ya usted ve como yo los enlazo en la esencia de la P<>sibilidad
absoluta, en la esencia de esa proto-energía ignota.

Usted estará despavorido a estas horas ante tamaños artilugios dialécticos. Y se dirá muy entre
sí: lEn qué quedan, entonces, las irreductibles d iferencias que existen entre libertad y necesi-
dad, entre cantidad y cualidad, entre materia y espíritu, entre los grandes valores de la cultura
y el reino oscuro de la naturaleza? Mas yo, a mi vez, me pregunto audazmente: lNo podría•
mos eliminar esas antinomias subiendo a más alto origen7 Observe que si a la cantidad se le
añade ritmo, surgen cualidades; que si a ese ritmo -número apenas, ya lo ve- se le complica
armónicamente, aparecen virtudes y valores.

Y precisamente, en el quintum hay ritmo. Ritmo que se traduce en periodicidad primero, en


armonía, después. Ritmo que es número apenas, sin más esencias ni substancias aditivas. Y así
me digo, cavilando a solas: lEsa libertad y esa necesidad no serán diferentes "momentos",
para hablar en términos matemalticos, de la energía actuante? No serán grados diversos del
ímpetu de la acción, por así decirlo en términos comunes, y grados más o menos definidos de
polaridad? l Y esa walidad inaprehensíble y continua de los filósofos, no será como la canti-
dad misma (discontinua y precaria, al decir de los maestros), una fase de la entided recóndita,
un aspecto suyo?

Ritmo, armonía ... número, son elementos perceptibles en todo valor y en toda virtud: en la
verdad, en la belleza, en la justicia, etc.

Yo no lé ... Todas estas cosas llenan mi espír itu de prodigiosa y deleitosa inquietud. Y me pre-
gunto si la limitación de los sentidos humanos y la limitación de la mente no nos impiden
advertir realidades más hondas que esta neblinosa que nutre nuestras divagaciones. Hace poco
observaba en Medellín una colección de mineralogía: pedrezuelas blancuzcas, grisáceas, ocres,
pardas, negruzcas, etc., al parecer insignificantes y comunes: dioritas, calcitas, cuarzos de roca
con vetas de óxidos diferentes, de uranio, entre otros. Y cuando ya parecía no interesarme la
vitrina, mi guía y amigo la iluminó con lámpara fluo rescente, causando un portento a mis ojos,

68
pues que esos guijarros se encendieron de gaya luz y vívidos colores, rojo encendido, azules
varios, verdes anaranjados y violetas de divina reverberación envolvente. Un mundo mágico
que superaba el de Aladino y envidiara Disney. Y yo pensé: lCuántas maravillas similares nos
quedarán ocultas en la multiforme realidad del ser? Y cuántas de otra índole aún más arcana
y noble?

ProUjo sería indicar a usted el eslabonamiento de otras hipótesis mías que hay en ese mi libro
(ilegible). De ellas precio mucho la parte psicológica, terriblemente ardua. Y esa otra de por
qué, en participación de existencia, tenemos misión divina, como autognosia de la realidad de
nuestro Cosmos.

Vayan estas frases en tributo de gratitud a su noble actitud fraternal, que tanto me honra, y
confirme con ellas su acertada opinión de que ya comienza nuestra estirpe iberoamericana a
inquirir agónicamente su destino, así sea aún en torpe balbucencia e inhábil modo,

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

69. Galapa, Octubre 18 de 1948

Oportunamente llegaron a mis manos sus dos cartas del 13 del mes pasado. A ellas voy a refe-
rirme en el orden de su significado.

En la crítica que escribí al libro de Cruz Vélez declaré que sería un dislate sostener que el fi.
lósofo ha de escribir sólo en estilo mazorral. Aunque hay el caso de Kant, que si escribió sus
libros cardina.les en ese estilo, sin embargo, no es, ni mucho menos, criterio para sostenerlo.
Estoy pues de acuerdo con Ud. en que un estilo depurado no puede perjudicar a la exposición
filosófica. Y el caso Bergson sí es, entonces, un criterio para sostener que el filósofo puede y
debe buscar un estilo elegante. Lo cual, como en el ejemplo dado de MATIERE ET MEMOI·
RE no se opuso a lo denso y oscuro, difícil de la materia. Mi objeción está en el hecho de que
él es estilista, y sólo estilista, no pensador profundo ni razonador severo, no puede hacer obra
de verdadera filosofía. Entonces ocurre que como no ha pensado con hondura ni razonado
con severidad, si trata de presentarse como filósofo, sólo logra presentarse como literato. El
caso de Ortega lo pone de manifiesto. El ha hecho -como Unamuno- magnífica lit1tratura,
pero filosofía bastante mediocre. Y desde el primer ensayo de aquél, él mostró de qué sería
únicamente capaz. Quiso unas MEDITACIONES DEL QUIJOTE y de todo escribió menos del
Quijote. Así había de pasarle en todo lo que después iba a escribir, Al igual que Unamuno.
Escogería un tema y se pondría a tratar de desarrollarlo. Pero como no lo pensaba hondamen-
te ni lo razonaba severamente, no podría escribir nada filosófico propiamente, sino literario
excelentemente.
Otra cosa es lo de la emoción estética que, en su expresión, hace que el filósofo alcance a una
elación poética como también mística. Esta, cuando se da en un filósofo genuino, que no es
meramente un literato, realza entonces la verdadera filosofía, ani'mala, dale vida. El caso de
Platón en muchos pasajes de sus mejores diálogos lo demuestra. Y también los casos de diver•
sos otros que, siendo poetas más que filósofos, en su poesía han logrado expresar una filoso·
fía de hondo significado. Efl Empádocles, en Lucio, en Dante, en Milton se encuentra esos des-
tellos. Fue que ellos supieron también pensar hondamente y razonar severamente.

69
Ahora bien -alejándonos así, bastante ya, de la influencia que yo he señalado como funesta
de Ortega 49 : la que ha inducido la mentalidad hispánica e hispanoamericana de hacer litera•
tura de la filo10fia, no verdadera filosofía -vo diría que en el núcleo de la p,bjetividad del
espítitu humano se encuentran latentes listos a actualizarse diversamente, focos distintos de la
actividad que se hace conciencia, focos que bien pueden denominarse "vos". Dánse, en efecto,
poéticamente un "yo lírico" y un "vo épico" y un "Vo dramatúrgico", así como filosófica-
mente se dan un "yo metafísico" y un "yo lógico" y un "yo didáctico" al lado de "yo1" pre-
dominantemente o "estéticos" o "Micos". Y danse asimismo síntesis de diversos "ym". Así
cuando el "yo lírico" se sintetiza con el "yo metafísioo" es infecundo para la filosofía y qui-
zás también para la poesía. Pero cuando el "yo épico" se sintetiza con el "yo lógico'', comierl·
za a ser fecundo. Lo prueban todos los poemas filosóficos de la antigüedad, epopeyas de la
creación, surgimiento de la existencia por la esencia del ser. Y cuando ambos se sintetizan,
además con el "yo dramatúrgico" y el "yo didáctico", la fecundidad es aún mayor, pues hay
pleno connubio de filosofía y de poesía. Ali' empezó a formularse la dialéctica con Sócrates,
tras arrebatársela a los infecundados sofistas, y así alcanzó a su óptima expresión oon Platón.
Un ejemplo de la infecundidad del "yo lírico" con el "yo metafísico". Sintetizado, muéstrase
en el fracaso de las presunciones filosóficas de Goethe. Y a buen seguro el caso contrario: el de
Kant, lo mostraría a su manera. Pues salta a la vista que si Kant hubiera pretendido ser un lírl•
co, siendo como fue un verdadero filósofo, habría fracasado también en sus presunciones
poéticas. Nietzsche se presenta entonces en un término medio, siendo más lfrico que filósofo,
pero uniendo a esos núcleos de su objetividad una cierta síntesis de "yo lógico" con "yo dra-
matúrglco ".
Como Ud. lo ve, si uno se entiende con otro sobre el significado de las palabras, se puede llegar
a un mutuo entendimiento.

Por otra parte, mi ensayo lOU~ ES LA CRÍTICA? que le envío adjunto y que teni'a escrito
desde el ai'io pasado, va a precisarle puntos como los de las dudas de que Ud. habla en la p4gi•
na cuarta de su epístola. Allí verd que la "in-tele-agencia", denominación pletórica de signifi•
caciones eaenciales, es la expresión de la "autousía" o "aseidad", la actividad por sí en que ra·
dican todos los procesos ousiagónioo-ontogónioos o metafísico-fi'sicos que llegan a ser biótico•
antrópicos. Y vera además que esa "in-tele-agencia" es asimismo "auto-cri'tlca", a un tiempo
que, si es substancia, no es ni absoluta ni perfecta, sino relativa y perfectible, substancia vívien·
te, si así puedo decirlo o incesantemente activa en el desarrollo de una "in-tele-agencia" para
producir fines lejanos o a distancia por su interior oper.:ión, capaz por tanto de reactivarse,
corregirse, variar, avanzar, regresar, tornar a avanzar, evolucionar v transformarse en autocri•
tialndose. En su atributo superior a toda relatividad humana, luego en su atributo divinal, la
designación es, consecuentemente, la de un Dios dinámico, no estático; viviente, no invlviente,
pstétioo, no ataráxico -como lo está probando hoy el mundo de su realización- paciente de
sus propios malogros, pero potente si no omnipotente siempre para sus buenos logros. Pues tal
es la acepción neoteológica que yo doy a la palabra según lo resumo en mi ensayo lOU~ ES
LA CRÍTICA?

Pídole, pues, que lea con atención este ensayo. Ud. verá cómo él se eleva rápidamente sobre el
motivo inicial que tomó como pretexto de un intento de crítica como el que se intentó sobre
KANT Y LA MATEMÁTICA FÍSICA. Sin dejar de referirse a él, de cuando en cuando, V al
final para el cierre redondeador, hácelo el pararrayos en torno al cual relampaguea para ilumi-
nar con fugaces fulgores el ''yo metafísico" que trata de cuestiones fundamentales de la filo-
sofía. Dígole así porque también ver, Ud. que siendo, como es, cada uno de los acápites de

70
dicho ensayo, un sondeo en lo profundo del ser por el pensamiento, es también una elación en
lo alto de ese mismo ser por el razonamiento. Y desde esta altura relampaguea para iluminar el
arcano de aquella hondura. Cada golpe de sonda tiende a transformarse así en un rayo de luz.
Y es así una manera de hacer filosofía, según se lo vengo aclarando, por síntesis del "yo épi•
co", en cuanto se refiere a la hechura de la existencia, con el "yo metalógico", en cuanto se
refiere a la originación de las esencias. De ahí que haya resultado un epítome de mi sistema de
filosofía, quiero decir, de mi sistema dentro de mi método de querer saber cómo es que se pro-
duce el ser, aplicado a la crítica, a la cual hace que le sirva, como la erudición y la filología, de
materia obediente a sus fines. De donde el que, siendo en parte bastante abstracto, sea en
parte también bastante concreto. Ya que, vivencia incesante de lo uno y de lo otro, mi filoso-
fía no permanece en lo abstracto ausente de lo concreto, sino busca siempre la resolución de
aquello en esto, se mueve en la relación de lo uno a lo otro.
En transición, ahora, a la otra de sus dos citadas cartas, le pregunto. lCree Ud. que se podría
publicar en forma de libro lOUÉ ES LA CRÍTICA? en la serie de las ediciones de la Sección
de Extensión Cultural de la Universidad? Como apéndice se podría incorporar la apreciación
sobre NOSOTROS Y LA ESFINGE .•. Sé que el criterio predominante para ciertas ediciones
es el de conventículos literarios. A eso hay que añadir la natural resistencia a lo que es la ex-
presión de una posición original. Es pues natural que se presenten dificultades. Y así compren-
deré bien lo que Ud. pueda hacer en el sentido de lo que le sugiero.

Y así paso a referirme a su invitación de traslado a Bogotá.

Con franqueza le anticipo que no me seduce la idea de un profesorado. Alguna otra vez yo le
escribí a Ud. que me sentía más bibliófilo que catedrático. Sigo sintiéndome así, en el mejor
sentido de la palabra bibliófilo, sin minorar el alcance de la cátedra. Pero yo amo el libro como
medio solitario y silencioso de estudio y de meditación. No amo la cátedra como rutina de
enseflanza. Necesito, en la misma soledad y silencio en que desde joven he venido habituán-
dome, entera libertad de espíritu. Las indagaciones de mi filosofía no se han sujetado jamás
a ningún sistema dado. sino se han movido a través de toda doctrina para utilizarla críticamen·
te. Menos podrían sujetarse ellas a programas de ensei'lanza ... Por otra parte necesito, ahora
más que nunca pues va tardando demasiado, dedicarme lo más que pueda al pulimiento de mis
escritos. Un profesorado me quitaría el tiempo que necesito para ello. Un ejemplo de lo que
yo hubiera podido hacer ya se lo da lOUÉ ES LA CRÍTICA? Ciertamente ahí no se trata de
pulimiento de esaitos en s( ya terminados por su materia, pero no limados, depurados. Se tra-
ta de haber dado unidad a un conjunto de notas dispersas tomadas a través de más de un cuar-
to de siglo sobre libros leídos. estudiados y criticados. Lo que se refiere a Kant y Stuart Mill
proviene de notas escritas desde mis primeras lecturas de ellos. Lo que se refiere a Joyce de no-
tas tomadas hace unos veinte af'ios, cuando leía el UL YSES. Lo que se refiere a otros puntos es
más reciente. Pero todo andaba disperso entre los libros y lo fuí buscando a medida que el
tema se me iba desarrollando unitariamente para incorporarlos en el conjunto, que me ha re-
sultado un epítome armónico de mi sistema de filosofía aplicado a la crítica -<tialogismo de
10ndeos, empero, que se podría continuar indefinidamente siempre en et crecimiento orgánico
de una unidad jamás finita ... Mas yo no sé qué confabulación de circunstancias en el sino de
mi vida ha venido impidiéndome esa clase de labor hasta ahora. Allá por el aí'lo 36, estando
aún en Europa, había pensado buscar un sitio adecuado en la Riviére para dedicarme a ella. Mi
pensamiento había madurado ya en su formacibn sistem6tica, mis libros centrales estaban escri•
tos también, pero sólo en su primera exposición como aún están, y esperaban revisión para sus
l{nA11!1 formatea o de estilo. El espectro de la última guerra, que se insinuaba ya claramente, me

71
hizo comprender a tiempo que aquel refugio mf!diterráneo no era posible y que yo debía vol-
ver a Colombia . Así lo hice. Y después de unos dos años de labores para instalarme en las con-
diciones que me parecían indispensables, vino la funesta tentación oficial, la solicitud de los
amigos Y, lpor qué no decirlo? también el anhelo de probar que en mi filosofía había princi-
pios fecundos de acción. A ello aludí en el comienzo de mi UTILIDAD PEDAGÓGICA DE
LA FILOSOFIA. Todo eso me apartó del propósito de entregarme de lleno a la labor donde
yo veía ya más mi propio destino, y me desvió hacia la empresa educativa que Ud. conoce
pero que la burocracia vividora y el militarismo personal de los políticos echaron por tierra .
El resultado ha sido que el estado de mis libros ha permanecido en el mismo estado en que
quedaron cuando los escribí por vez primera. Y apenas este año comenzaba a poner manos a la
obra que tanto se me ha tardado, cuando llegó el día que, como Ud. bien lo dijera, interrum-
pió la historia de Colombia. Antes yo habia escrito a Ud . que la incongruente situación eco-
nómico-social existente en el país me habi'a hecho poner en suspenso los negocios particulares
de los cuales depende en parte la independencia de mi vida. Había puesto, pues, un término a
esos negocios, y empezaba a disfrutar de completa libertad para mis propósitos. Pero los suce-
sos alteraron lo que empezaba a ser para mí una realidad. Los otros negocios en que yo no
intervengo personalmente, pero de los cuales dependo para vivir, estuvieron a punto de ser des-
truidos totalmente. Por buena suerte en el azar, el incendio y el saqueo se detuvieron en puer-
tas vecinas . No así para una sucursal en Sincelejo, la cual fue totalmente puesta a saco y de-
jada como barrida ... El temor, que no cesa a la vista de la impunidad, nos hace pensar a todos
los que trabajamos materialmente que en cualquier momento imprevisible los sucesos habrán
de repetirse más destructivamente aún. Así todo el que trata de prever algo, con previsión
busca no depender únicamente de un solo recurso de vida . Se abriga la esperanza de que si los
nihilistas acaban con la labor de varias decenas de años de las generaciones actuales, en un
aparte, algo de esa labor puede salvarse en otra parte. Y yo abrigo también la misma esperanza.
Francamente no desearía llegar a verme en la situación de arruinado a cuyo borde estuve. Y
ésa es la razón por la cual, a pesar de la estúpida e incongruente legislación social, de exclusi-
va demolatría por parte de los políticos que para sus fines personales la usufructúan, he teni-
do que reanudar mis otros negocios particulares. Reanudación que vuelve a ponerme en la
confabulación de circunstancias que me impide dedicarme como deseo a la obra de acabamien-
to final de mis escritos.
Ahora bien, yo no podría abandonar estos negocios que ahora tengo que atender de nuevo,
por otras ocupaciones que me fatigarán intelectualmente para la labor que tengo que hacer.
Aunque es cterto que aquí encuentro un cansancio material, él no me lleva hasta el tedio del
espíritu que podría impedirme el continuarla lentamente. Cuento con comodidades domésti-
cas que, de otro lado, son propicias a esa continuación, aunque con lentitud . De ahí, pues, que
para mí no sería halagüeí'lo aceptar un profesorado -menos aún alguna posición directiva con
mayor número de obligaciones burocráticas.
Sin embargo ... Me halaga la idea de un traslado a Bogotá, no tanto por mí, cuanto por mi fa-
milia, la educación de los nií'los. Tendría que ver primero, empero, si puedo adaptarme al cli-
ma. Y se lo digo así porque el clima de Bogotá siempre me ha rechazado. Yo necesito sol, luz,
cielo claro y alto -todo lo contrar io de lo que ofrece la meseta andina . La última vez que
estuve allá -cuando lo de San Bartolomés~ una de las razones que me hicieron regresar inme-
diatamente fue la impresión de tinieblas que me dio la visita que hice al lóbrego edificio del
Colegio. "No -argüí en mi interior- imposible cambiar por esa atmósfera tenebrosa la lumi-
nosa de las costas marinas". Así lo pensé en la noche y al día siguiente tomé la decisión de re-
gresar sin demora ... Mas las impresiones son fugaces, y pasan y pueden corregirse. Acaso sería

72
posible que en un ambiente distinto al de San Bartolomé, como entiendo que es el de la Ciu-
dad L1niversitaria, yo llegara a encontrarme en las condiciones que neceisto para la labor de
que vengo hablándole. Pero en ese caso mi ensayo de traslado a Bogotá no podría ser sobre la
base de un profesorado. lCómo entonces? Pensando sobre la posibilidad de él recordé que se
me nombró miembro del Instituto de Estudios Superiores. No sé si éste es el mismo que el
Instituto de Filosofía y Letras. En todo caso, si aún está vigente el Acuerdo 115 de 1946 del
Consejo Directivo de la Universidad, el artículo segundo podría servir de medio para lo que yo
podría aceptar. Una invitación para un cursillo, que podría ser de prueba para un curso anual,
y en el cual yo desarrollaría alguno de los temas de la filosofía existencial sobre la cual tengo
escrito lo que le informé en mi carta anterior. El curso, si interesa, y creo podría hacerlo inte-
resante, se podría realizar así, pues, poco a poco en su totalidad, mes tras mes. Cada autor me
exigiría unas ocho disertaciones, a razón de dos por semana. Y así se podría ver en qué se que-
daría . Yo disertaría ante todo de Plotino en relación con la actual filosofía existencial, es de-
cir, de los antecedentes de éste que se hallan en él. El resto del tiempo lo distribuiría entre lo
que necesito para mí y lo que inevitablemente vendría de suyo: moverme, sans tapage d'
\. aucun genre, en el medio de la Universidad para ver de qué modo allí se podría modelar un fu-
turo de cultura en activando a aplicaciones prácticas el esquema dinámico del arquetipo ándi-
co en el logro de prototipos antrópicos entre nosotros.

Con toda franqueza, y en confidencia, ahí tiene Ud. mi pensamiento sobre la amable invita-
ción de Ud. que es para mí un motivo nuevo de gratitud. Y con la expresión que reitero de és·
ta quedo como siempre su constante amigo.

J.E.8.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

70. BogotB, Noviembre 11 de 1949

Mire usted que los múltiples y muy graves sucesos de los últimos días me han robado la opor-
tunidad de comunicar con usted acerca de nuestras vidas personales y familiares, y ya tengo
hambre de saber qué es de la suya, pues ignoro el nuevo rumbo que a ella le haya dado en este
afio: lOué hubo de su proyecto de venir a Bogotá? lY qué hay de Erika y los nii'los? Y de sus
obras intelectuales?

De mí sé decirle que por causa de flaqueza de los ojos hube de restringir labores, inclusive la
muy interesante de la Universidad. Sin embargo, atiendo al estudio del gran movimiento cultu-
ral del mundo contemporáneo, dentro de los límites de información a que nuestro medio am-
biente nos sujeta, con estupendo deleite espiritual y algún provecho. En usted he pensado al
leer la colección oxfordeana de los legados culturales de algunos pueblos ilustres, al ver, por
ejemplo, el de Egipto, de que usted trata en uno de sus estudios predilectos. Asimismo he con-
wltado la obra de Toynbee "A Study of History" que trae pormenores de mérito indiscuti·
ble, aunque sus tesis básicas no me cautiven suficientemente, Ni él, ni su predecesor Spengler
captan la totalidad del problema evolutivo de la rultura, pero ambos nos hacen progresar mu-
cho en su planteamiento.

73
Supongo que habrá usted avanzado grandemente en sus inquisiciones respecto del existencl•
lismo y confío en que muy pronto podremos co110cer sus puntos de vista acerca de este "sub-
producto" de las guerras mundiales de nuestro trágico siglo XX.

L.l.M,

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

71. 27 de Noviembre de 1949

Aprovecho el día de hoy en Barranquilla, donde por necesidad me hallo con mi flimilia desde
hace algunos días, para responder a su atenta del 11, la cual me llegó sólo antes de ayer.

Mis indagaciones de la raigambre histórica y mis apreciaciones críticas del movimiento filosó-
fico llamado "existencialismo" estaban terminadas, como se lo dije a Ud., desde el año pasado.
Ahora sólo me falta pulirlas. Mis últimas ocupaciones han sido revisar mi NUEVA SUSTEN-
TACIÓN DE LA METAFÍSICA 51 , puesta así: primera parte: noulogía, cogltología y egolo-
gia; segunda parte: categorilogía; tercera parte: noematologi'a; cuarta parte: arquetipología; y
quinta parte: ontología. Ese tratado, donde está la quinta esencia de mi pensamiento filosófico
en lo que tiene, me parece de original, se enlaza a la solución que hace veinte años expuse al
final, aún no publicado, de mis NOTAS DE VIAJE DE PARÍS A EGIPTO Y PALESTINA.
Solución del problema del solipsismo enunciado en las primeras páginas de esas mismas nota~
Por eso comienza -comenzó- desde entonces con la pesquisa de la egología a base de noulo-
gía.

No conozco nada de Toynbe-, A Spengler me refiero críticamente en algunas partes de mis


escritos sobre el existencia lismo. En cuanto a lo egiftológico, le recuerdo lo que escribí con
bastante amplitud en mis citadas NOTAS DE VIAJE 2 • Hay allí una exégesis original de lo que
forma el gran valor del antiguo Egipto. Precisamente en estos d(as dos amigos se me acercaron
para decirme que estaban releyendo NOTAS en la parte atinente a Egipto.

Espero que Ud. se encuentre bien: y que lo de la vista no sea obstáculo grave para sus ocupa-
ciones predilectas. Por lo demás, le he seguido a Ud. en sus últimas actividades, con el interés
de siempre. !Cómo habrá de lamentarse siempre la frustración de sus magníficas intenciones!

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

72. Bogotá, Agosto 29 de 1950

Sus actividades arquitectónicas me han privado de la comunicación suya en los últimos tiem-
pos, pero ya supongo que habrá terminado la obra que emprendió en esa ciudad y esté nueva•
mente dedicado al estudio de sus dilectos libros: diga, pues, si ello es así, y particípeme lo más
que haya realizado en tal asunto.

74
Asimismo, cuénteme cómo van de salud y de labores don Pedro II y Martinita, la gentil Erika
y demás gente suya.

De mi parte le diré que mientras más se oscurece la vida moral y cultural colombiana, más me
recluyo en mis labores intelectuales, casi casi en fuga del desorden. He publicado alguna cosa
acerca del Arte 53 , pictórica en primer término, y probablemente salga en el número 100 de
UNIVERSIDAD DE ANTIOOUIA otro capítulo de NOSOTROS Y LA ESFINGE, que aclara
ciertos puntos de vista que no hallo suficientemente bien abisagrados en el libro 54 •

Ensayo también la expresión de algunos conceptos acerca de la moral, con ánimo de tanteo
del problema, temeroso de que el almanaque me juegue mala partida, privándome de la opor-
tunidad de dilucidarlos antes de la degeneración senil.

Inútil comentar en carta de esta índole los acontecimientos poh'ticos y sociales de los últimos
meses, e innecesario hacerlo ante usted, que los conoce tanto como yo y sabe apreciarlos con
ecuanimidad perfecta.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

73. Barranquilla, Septiembre 17 de 1950

La vida que para mí en esencial se halla ahora mejor encaminada. Me he "reanudado". Consi-
dero los años transcurridos desde que volví de Europa como un lapso o caída en mis labores.
De 1936 a 1950 pasaron quince años casi nulos para mi, por lo que ataf'le a mis lucubraciones.
Al resumir la elaboración de lo que venia llamando nueva sustentación de la metafí:.ica, he
vuelto a mí mismo. Sigo ahora, pues. viviendo la vida que para mí es esencial y además agrada-
ble. Todo lo que tenía escrito está ya ordenado en lo que para ser más preciso, llamo Sistema
Nuevo de la Metafísica: una noulogía base de la cogitología: una cogitología base de la egolo·
gía: una categorilogía, una noematología y una arquetipología que dan las pautas para los sub-
siguientes tratados ontológicos ... Pero sólo después volveré a escribirle detenidamente sobre
esto, si a Ud. le interesa.

De publicar no pienso nada. En Colombia se desprecia hasta la mofa al que piensa. Yo soy
completamente indiferente a esa actitud. Con ella pueden quedarse los incapaces de pensar.
Entretanto, lo que para mi cuenta es la propia obra donde encuentro la plena justificación, y
el sano disfrute de mi vida. Lo mismo, me parece, que a Ud., según lo entiendo de lo que me
escribe -su aislamiento, su laboriosidad, su contento. Y espero ver el reflejo de ello en lo que
me anuncia del número 100 de la Revista Universidad de Antioquia.

Vea si Ud. puede venir a visitarme para fines del af\o, cuando estemos ya completamente ins-
talados. Comodidades no le faltarán. Y Pedrito ganará mucho poniéndose en contacto con su
padrino -lo mismo que Martinita, y Erika y yo .

J.E.8.

75
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

74. Bogotá, Marzo 20 de 1951

La suya del 8 de este mes me ha sido especialmente grala por los bondadosos conceptos y ma-
n ifestaciones d e afecto, que mucho bie n me hace n en esta hora difícil d e mi vida: Me corres-
pondió el ciclo amargo, tanto en el grave contratiempo familiar que tuve como en e l quebran-
to de salud que le siguió, en consecuencia lógica y fisiológica . Espero dominar la situación y
poder continuar en mis tareas.

Y precisamente, de esas labores me hablaba usted inquisitivamente en su gentil epistola men-


cionada : Así es, trato de investigar en un nuevo libro el mensaje de la existencia individual, a
partir de lo propio vivido y de lo ajeno observado, mas no en forma de novela ni de autobio-
grafía ni de monog rafía sino de una a modo de bioscopia, o en términos más humildes, de una
crónica comentada. E I trabajo es susceptible de graves fallas, inclusive la de ser un poco híbri-
do y aun careciente de unidad vigorosa, pero se tientan esas mismas dificultades. Como li te-
ratura e mparienta con la medioeval y renacentista más que con n inguna moderna o contempo·
ránea. Algun dia lo conocerá para mejor información, cuando lo tenga suficientemente cons -
tr uido.

Le í con sumo placer su glosa al estudio de Gaos 5 5 y su interpret ación d el de Pútnam Tanco,
ambos estupendamente "estilizados", sin duda por la emoción con que los redactó, sobre tod o
e l primero. Yo también le envié unas páginas a Pútnam , que ojalá lea usted , pues presentan
con amplitud el viejo punto de vista mio acerca de que lo instrumental, comenzando por la
mano , es fundamental e n la génesis d e la cultura: esto me vino a la mente desde cuando estu-
dié los o rígen es de la filosofia jó nica y su paulatino desarrollo . Usted se horrorizará d e tamaño
e ncogimiento de l tema, pero tal vez le sugiera nuevos argumentos, por oposición naturalmen-
te, en favor del suyo.

Ya se imagina usted , sensib le como es, la mucha alegria que el vivir en la comunidad afectiva
de su hogar me produce, y as( obra suya al fin y al cabo, acepte la efusiva expresión de mi gra-
titud y manténgame presente en el corazón d e los suyos, como yo los tengo siempre conmigo.

Qué sean felices y hasta luego : L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

Bogotá, Di ciembre 28 de 1951


75.
Conmigo su grata esq uela del mes pasado, que no había contestado por algo de trabajo Y un
mucho d e achaques, pues la salud no vuelve a su cauce normal, sino es ve leidosament e.
' ~" d d.
Gran p lacer me causó la lectura de su estudio acerca de Santander Y de 8 ol1var · ca a ,a
más presentes en el curso d e nu estra historia. Yo tengo mucha gratitud al Libertador. Y estima
acrisolada de su magnífico t alento, tan descollante en su hora política que casi casi aparece ex-
cepcional. Empero, su carácter me desasosiega hasta la rebeldía y aún he llegado a pensar que
só lo e l triunfo lo depuró en la medida necesaria para merecer simpatía cordial . El , como suele
ocurrir a tantos prohombres, fue formándo se con sus obras, cambiando de egoísmo inescru -

76
puloso y excluyente a generosidad y justicia. Teni'a don de dominio, madera de héroe e inte•
ligencia privilegiada . Y fue, sobre todas cosas psicólogo. Psicólogo de individuos y de muche-
dumbres. Ahora nosotros escribimos mucho acerca de Bolivar: es un hecho interesante no
bien estudiado aún, este de que cada pueblo sólo escribe un libro: Italia el de Dante, hace siete
siglos; lnglate,ra a Shakespeare y España a Don Quijote, hace tres y medio; Francia a Descar-
tes, sobre paco más o menos, Alemania a Gocthe, durante ciento cincuenta años; los argenti-
nos a San Martín, y nosotros a Bolivar, desde 1850, et sic de coeteris. Cada generación añade
un capítulo , hasta el punto cie que, como en el caso del Quijote, a Cervantes ya le correspon-
de algo así como el prólogo apenas. lSimbolización de índole, idealización de anhelos quizás?

Por mi parte, estoy peinando un discurso sobre la cultura griega 5 7, para contestar a Motta
Salas, quien será recibido en la Academia d e la Lengua dentro de un mes, o cosa asa'. EI tema
me da ocasión para decir algunas tonterías que me interesan gratamente al espíritu. Motta
Salas tratará de Teócrito, a quien traduce directamente del griego, como ya lo hizo con Ana·
creonte .

Nota Substancial : Vi claramente su intención patriótica y opartunisima para sacarle provecho


al soliloquio de Bolivar en 1830 con un soliloquio de Julio Enrique Blanco en 1951 ... pero
d udo de que haya un colombiano entre un millón que acierte a apreciar esa intención suya:
Aquí, generoso amigo, el nivel mental no alcanza para desentrañar alusiones, as,· sea n tan útiles
como la que informa el espíritu de su trabajo ... es fuerza decirles pan, pan; vino, vino y aún
así, lo declaran a uno ininteligible y hasta ... farsante, cuando son vehementes.

L.L .M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

76. Barranquilla, Febrero 11 de 1952

Hace ya algún tiempa recibi su carta del 18 de diciembre último. Ella me informó del curso
que seguía la salud de usted, me hace lamentar que ésta no fuera como usted la deseaba y sin
duda necesita. Pueda ser que al llegarl e las presentes líneas haya cambiado en el sentido de un
restablecimiento que le satisfaga.

Leeré con placer el discurso que usted me decía que estaba componiendo para la recepción
de Motta Salas en la Academia Colombiana de la Lengua. E I nombre es para mí tan descono·
cido, como debe ser el mío para él ¿Quién es? Ya me dice bastante que sea un traductor de
Anacreonte y de Teócrito. lDónde hallar las traducciones?

El año pasado yo escrib{ mucho. Di un nuevo retoque a mi sistema de metaHsica. Después


escrib{ una confrontación y critica de Spengler y de Toynbee, en pos de una filosofía de la
historias 8. Me resultó volumen de libro. lCree usted que como memoria de curiosidad se po•
dría presentar a la Academia de Historia? Porque después de tocio ¿para qué d ejar eso archiva-
do, ya que me he dado el placer de escribirlo? Sólo me inquieta saber si habrá allá quienes se
interesen, además de la historia en si que es su propio asunto, por la filosofía de ésta, que no
es ese asunto que les importa. Me inquieta, mientras por otra parte me asalta la conjetura si
acaso las Academias no sean hoy los últimos refugios de donde pueda partir la reacción in-

77
tele-agente contra tanta ignominia como la que hoy cunde por toda la t ierra. iY q ue conclu-
siones tan angu stiosas las que se d esprend en d el ex am en anal ítico y la estim ativa crít ica de las
ob ras d e Spe ngler y d e Toy nbee, en su mismo antagonismo, para los sistemas de gobierno.
sobre todo los mal llamad os d emocráticos' Lo terrib le está en que no se columbra so lución,
porque los instrumentos d e todos los reg ím cncs polit icos son ho mbres, y los hombres todos, o
su casi totalidad , viven aún en la prehisto ria d e la moral.

He escrito tambi én aún en forma de borrador, un e nsayo cr itico en torno al concepto que hay
que rectificar d e I; poesía en Colombia . Hojeando ocasionalmente la ANTOLOGÍA DE LÍRI •
COS COLOMBIANOS publicada bajo la direcció n de García Prada como suplementb d e la
REVISTA DE LAS IN DI AS en 1937 , hallé unas notas que entonces escr ibí como resultado de
mis lecturas. Me µuse a confrontarlas con otras anteriores sobre otros textos, y las reuní en un
ensayo que les ha dado unidad . De ese trabajo resultó, pues el ensayo a que m e refiero : CON -
CEPTO RECTIFICADO DE LA POESÍA EN COLOMBIA "'.

El preámbulo que escr ibí a la carta de Bolívar a Urdaneta me indujo con t entación irresistible
a otro género de escritos. ¿creerá usted que en un mes - pero iqué mesl: con el respaldo d e
unos cuarenta años de estudios previos- escribí todo un drama ? !Cuánto me fascina el d iálo·
go - el gran diálogo: el de los ínter loquios dramáticos, el de los coloquios erísticos! Sin haber-
lo buscado, acaso sólo por oculta influencia del subconciente que recuerda. cuando escribo ba-
jo esa forma, o en ese modo, me hallo entre Eurípides y Platón. Y así escribí lo que ahora le
digo: un drama: DON MARCO EN SUENOS, o Tragedia de la Gran Colombia60 . Cuatro ac-
tos divididos en diversos sueños, con Bolívar y Santander como caracteres, antagónicos prota-
gonistas, don Marco como personaje melodramático. Bol ivar que habla como en ecos desde
Lima, desde Quito, de un lado, o desde Maracaibo, Caracas. de otro lado, y Santander que res-
ponde siempre desde Bogotá, en imaginarios encuentros que crea, sobre la realidad de los
hechos, la fantasía artística. Don Marco que resume en sus sueños la acción y orienta la aten-
ción en las diferentes direcciones de aquella. Diálogos infinitos que parecen resonar a través de
las vastas regiones que abarca el asunto para concentrar primero, principalmente, en Bogotá, y
después tras el recorrido crucial impuesto por el sino vencedor del destino, -el último acto-
en Santa Marta para el desenlace patético ...

lPero había de detenerme yo allí? Se me hizo imposible. Pues para mí la lógica de m i conside·
ración de los asuntos se encadena siempre con prolongaciones infinitas. Entendí así que de la
tragedia de la Gran Colombia se desprendía algo que se mostraba como apocalíptico y escato-
lógico - algo de disolución y de revelación lógica para juicios finales que había que aplicar a la
historia subsiguiente de Colombia. Don Marco, moribundo, después de haber soñado la trage-
dia de la Gran Colombia, seguía soñando en mi mente ese apocalipsis y esa escatología de
nuestra triste historia política. Y escribí con sentido de alegoría un largo acto de EPÍLOGO
EN EL CIELO. En su lenta agonía de expirar, don Marco sueña así el transcurso del ulterior
proceso histórico . Bolivar y Santander, símbolos de intelectos puros, simbó licamente apare-
cen colocados en el umbral del cielo -simbólicamente porque este cielo simboliza un empíreo
ideal de valores humanos que perduran- ponen de manifiesto el juicio final sobre cada uno de
los di rigentes responsables -o más bien culpables- de la política colombiana hasta el m ismo
don Marco. Y éste, en la angustia d e su agonía , sueña , como realmente se sueña, cosas asom -
brosas. Es un prodigio de incesantes mutaciones oníricas. Ve que del pu rgato rio salen, almas
aún en pena, nubes y nubes en tumulto. Y poco a poco el algodó n de esas nubes va tomando
las figu ras de carneros. Bolívar le dice: he ahí los lanudos. Don Marco ve en seguida qu e tam •
bién toman las figuras de matorrales. Santander le d ice: he ah í los manzanillos. Y e l juicio de

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los culpables de la triste historia poi ítica de Colombia comienza, y se prolonga hasta el mismo
don Marco . Se muestra la culpabilidad de tocios aquellos a quienes la posteridad ha de pedir
cuenta de su ineptitud para cumplir con el destino señalado en sus providencias por Bolívar y
Santander : hacer de Colombia una nación grande, poclerosa y respetable -una potencia de pri-
mer orden entre las demás del mundo. Caro, el rabioso Caro, aparece en el m edio de esa cato-
logía como el mayor culpable, al lado del débil, en su candor- su vícti ma, Núñez.

Un mes me ha tomado también la composición de este EPÍLOGO. las dos partes, que aún
considero, d esde luego, como borradores, quedan en descanso ahora, por algún tiempo, antes
de empezar la labor más larga de la corrección y retoque o pulimento .

En fin , mi estimado amigo, no le molesto más la atención con el relato de mis ocupaciones.
Quizás saber éstas le distraiga un poco a usted , como saber yo las suyas me distraen a mí.
Ahora sólo me resta pedirle que me envíe su discurso en la recepción de Motta Salas -discur-
so que espero haya coincidido con el restablecimiento completo de su sal ud .

P. S. Escrita esta carta, recibí visita de Danilo Cruz Vélez, en viaje a Alemania. Me ha dicho
que veia a usted con frecuencia, y que le parecia bien la sa lud de usted. Ojalá sea así. Cru z
Vélez me ha informado algo sobre Bogotá que m e hace meditar. ¿se ha infiltrad o ya e l virus
de lo que se llama poi itica en las Academias, pensadas siempre como centros autónomo s de
culturas? l l o oficial se impone y p revalece sobre la libertad de los espíritus? Reflexionando
sobre esto me permito envi arle una carta que también t engo escrita para el señor José Manuel
Rivas Sacconi, respuesta a una solicitud de é l. Espero que usted perdone la mo lestia. Pero he
pensado que si la situación de la Academia no es de independencia, es preferible la abstención .
Mi carta para el señor R .S. va abierta, para qu e usted me haga el favor de leer la. Hay en ella
además una alusión a usted relativa a m i crítica de NOSOTROS Y LA ESFINGE. En cuanto a
mi ensayo ¿QUÉ ES LA CRÍTICA? usted podrá juzgar por la sinopsis que env ío a manera d e
indice. Inevitablemente en un resu men de mi sistema de filosofía con aplicaciones al asunto.
Va bastante a fondo en los problemas con plena libertad de esp íritu . Usted juzgará. Si le pare-
ce bien, ltendrá usted inconveniente en e nviar mi carta a su dest inatar io ? Mi propósito es ser-
vir, si puedo, a la obra d e cultura que está encomendada a la Academia y que el señor R ivas
Sacconi loablemente qu iere promover.

J.E.B .

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

77. Bogotá , Marzo 5 de 1952

Muy gentil amigo: Reciba usted , y hágame el favor d e comunicarlo con los suyos, el saludo
efusivo de mi amistad .

Conmigo la suya d e febrero 11, sobre asuntos acad émicos, que consulté o portunamente con
nuestros compañeros, y de la cual ya d ebe tener usted respuesta oficial d e Rivas Sacconi . Por
ésta sabrá qu e o p ina mos convenient e tener ambas producciones suyas, para juzgar a la vista
cual se acuerde mejor con nuestros proyectos, si la extensa, d e tema tan seductor, o la critica
acerca de mi libro.

79
Me eligieron director de dicha Academia. y anhelo darle grande impulso, si estos mis ojos me
ayudan, pues insisten en molestarme, y no poco.

Quisiera que organizáramos una biblioteca de cuestiones gramaticales con trabajos colombia-
nos; un curso de conferencias públicas sobre gramática superior, repartiéndonos el asunto por
capítulos especiales, para que llegue a fondo el estudio correspondiente: ~a críti~ de obras co-
lombianas de que ya usted tiene noticia; la corrección de los errores mas notorios que vayan
apareciendo, cuanto a gramática esencial; es decir, que desvirtúen la esencia de ~uestro i~io-
ma, y no tonterías fonéticas meramente, o modismos fugaces. o descuidos; tambien, or~an,zar
un centro de reunión en la casa de la Academia, para que quienes quieran, puedan platicar to-
das las tardes un poco, sin sesión ni compromiso de ninguna otra especie.

Estamos asimismo empeñados en obtener la dicha casa, ahora en poder de la Sociedad de Inge-
nieros, ya abrigo alguna esperanza de buen éxi to .

Ignoro hasta donde lo de Salgar lo haya perjudicado y ello me inquieta.

Si viere a Pútnam, favor darle saludes m ias, y el aviso de que recibí su cordial mensaje acerca
de mi elección académica.

Y usted, a publicar obra. pues lo inédito pierde vida, pierde su oportunidad histórica, su " mo-
mento" como dicen los matemáticos.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

78. Barranquilla, Abril 20 de 1952

Hace va más de un mes recibí su atenta del 5 de marzo. Falta de tiempo me habia impedido
contestarle. Lo de Salgar, a que usted alude, se ha llevado ese tiempo. Se ha perdido unas 4/5
partes del terreno. Pero parece que la casa está ya salvada.

Excúseme usted que yo no le hubiera enviado mis congratulaciones por su merecidísima elec-
ción a la Presidencia de la Academia. Por no saber esa elección dejé de referirme a ella en m,
última. A veces se me pasan semanas sin que yo lea periódico alguno. De ahi que no hubiera
podido enterarme a tiempo. Pero usted sabe, sin necesidad de que yo se lo escriba, cuánto~
alegra que sea usted quién hoy dirige la benemérita institución.

Envio hoy al Sr. Rivas Sacconi las epístolas en que d i forma menos imperfecta al borrador
que hace años envié a usted del encomio y de la crítica que me sugirió la lectura de NO~
TROS Y LA ESFINGE. Usted podrá ver en la Secretaría de la Academia cómo han quedado.
Me apenaría que en algunas partes pudieran parecer a usted demasiado severas. Como en e·
fondo se trata de conceptos que conven,·a precisar, he escrito como mi juicio me lo indicaba

En general hago mis críticas con miras al propósito de la filosof(a -o de la metafísica - ql.l!
sustento. ¿ Me permitirá usted ahora que yo le resuma para que te presente como in nuce, m:J

80
posiciones? Helas aquí. El método a que se sujetan es el siguiente: a partir de la in -ducción. en
el sentido literal de la palabra, como conducción de las " afueras" del ser a los "adentros" del
esenciar; (no se trata tanto de una inducción lógica, cuanto de una psicológica, introspectiva
para ser especulativa: la de una pesquisa de los principios o razones radicales de las cosas) ; bus-
car por ahí el "soy" abstracto que se identifica continuamente con el "yo" aún más abstracto
para re-ducir este "yo" a las actividades puras que causan el "durar" y el "espaciar", las cogita-
ciones que, precisamente para cogitar el "yo", se muestran como las razones de las intuiciones
del tiempo y del espacio (lo que yo llamo "noemas") y, más profunda o esencialmente aún,
son también las actividades que postulan, demandan, predican (en sentido lógico) el ser, luego
son las categorías; y buscar todavía más, por ahí mismo, todo esto en la inteligencia pura, para
de-ducir (también en el sentido literal, lo inverso del in-ducir) de la inmanencia del esenciar
que es el pensar, la trascendencia del ser que es el existir: el paso, por ende, de los "adentros"
de la conciencia a las "afueras" de la existencia -el tránsito de lo metafísico a lo físico. De ahí
una " noulogía", o tratado de la inteligencia pura, sus actos esenciales, para una "cogitología" ,
o tratado de las cogitaciones por donde fluyen esos actos, que son los que asumen las modali ·
dades categóricas, noemáticas y arquetípicas a la vez que, para servirles de vehículo, generar el
"yo", que es el asunto de la egología : "yo" que entonces viene a mostrarse como el órgano de
proyección de lo que yace en el fondo de la conciencia, hacia lo que aparece en la superficie
de la existencia, a fin de operar constructivamente en ésta; la cual para el hombre es desde lue-
go principalmente la humana que sobresale de la naturaleza para hacerse historia y cultura.

La indagación, en este método, va tan lejos, que intenta lo que ni Descartes ni Kant se propu-
sieron: mostrar el "yo" en su generación continua, incesante, en la vida de cada individuo o ti•
po humano, para mostrarlo en su ejercicio de los actos constituidores de nuestra conciencia,
luego de la existencia que experimentamos. Lógicamente entonces, sobre el esquema que asi le
resumo, se basa todo juicio de cdtica mía en filosofía. Y basándose en él fue como se aplicó
ya en las discusiones que hice en el borrador que envié a usted hace tiempo acerca de NOSO-
TROS Y LA ESFINGE' en lo que atañe a los conceptos de historia, tiempo, formación del al·
ma y teoría del cosmos"' . Sobre esa misma base se afianza para el examen del aserto de la
- frustración que han sufrido los conceptos eurasiáticos. He intentado señalar, en ese caso es·
pecial, cómo, cual la punta cónica de un vórtice, por la inteligencia originaria aparecieron, en
el hombre primigenio de Eurasia, los actos categóricos, noemáticos y arquetípicos que generan
al "yo" humano como su vehículo y órgano de orientación, dirección para que empezara a ser
lo que ha llegado a ser; el dominador de la naturaleza y el señor de la historia y de la cultura
-el demiurgo en el sentido especial que yo doy a esta palabra.

Perdóneme esta aclaración, y créame como siempre su afectísimo amigo.

J.E.8 .

Excelentes sus proyectos de actividades académicas. Pueda ser que las afecciones de su vista no
le impidan realizarlos plenamente. Ser fecundo de cultura es lo único que puede seguir hala·
gando a las mentes empinadas.

81
LÓPEZ DE MESA A BLANCO

79. Bogotá, Mayo 20 de 1952

Doble pésame debo presentar a usted con ocasión de la muerte de Pedro y de Vinyes, que a us-
ted y los suyos afectan grandemente. También yo los echaré menos en mi corazón, pues bien
los quiso.

Rec ibimos en la Academia los originales d e sus tres estupendas epístolas, que he leido con su-
mo delei te: voy a pedir a Rafael Maya nos las publique e n la rev ista BOLÍVAR , la m ejor edita-
da que tenemos ahora y d e gran divulgación en centros culturales extranjeros. Lo hago además,
po r haber salido en ella mi ensayo LA LECCIÓN DE GRECIA, en que intenté interpretar el
origen de las ideas de la cultura respectiva e n una a modo de id eogonía, o sea surgimiento inti-
mo , y anotar Porque no me tranquiliza conceptualmente lo que dicha cultura nos ofrece cuan-
to a soluciones, y porque quisiera reconsiderar el proceso en lo que he llamado, u n tanto equ i-
vocamante, REGRESO A JONIA'' 2 • Quise mostrar lo que en cada caso, en cada grande idea, la
produjo o suscitó a lo menos, descubriendo el en lace de e llas con los elementos instrumentales
de su civilización técnica y el proceso natural d e la lógica esPQntánea del pensamiento huma-
no. Y como su c rítica explica este acontecer cultural de opuesta manera, y como entrambos
discursos, el suyo y el m ío, son casi epitomes de nuestras labores anteriores, me pareció que-
darían muy bien en el cuerPo de la m isma publicación periódica. Caso dado. haré que le en-
víen las pruebas para corrección, pu es advertí algunos errores de máquina, aunque Pocos c ier-
tamente.

En estos días sólo publico nimiedades de gramática para "dignificar" un poco siquiera el alma-
naque de mi vida y por dar buen ejemplo de laboriosidad en la Academia.

Le reitero la expresión de mi gratitud Por sus cartas acerca de NOSOTROS Y LA ESFINGE, y


le pido acepte mi sal udo para u sted y cada uno de los d e esa querida casa:

L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

80. Agosto 1 de 1952

Miré con mucha atención su carta del 16 de Julio último, mas tuve que demo rar la respuesta
por la dificultad de allegar los documentos que en el la me solicita, y que ahora envío adjuntos
y más completos de lo que usted indicó, por si luego le fuere útil la edición.

Mi párrafo de la página 61 de la HISTORIA DE SAN CARLOS~1 es a la verdad muy el íptico,


y así debía serlo por patriotismo eleme ntal: el seño r Caro, ho mbre recto, ilustrado como tal
vez ninguno otro de su generación, de personalidad e minentemente vigorosa, aunque , como
usted bie n lo ha e nte nd ido , débil e n filosofía por carencia de información suficiente, y en
cr itica por exceso de confianza en sus principios parciales, abr 1gaba en esa época resentim ien-
to invencible contra el gobierno del señor Marroquín, y a esto aluden mis palabras. Tal senti-
miento le llevó sin duda a no transigir con la fatalidad que se cernía sobre la patria entonces.

82
Juloo E. Blanco a f,nales de la década del 40.
(Del archivo lamiliar).

~~ i

- ,,
~

• e,

Lu,s López de Mesa en compañía de los ex-presidentes Alberto Lleras Camargo y Carlos Lleras Restrepo. (Fo·
to cortesía del drarro "El T,empo"I.
Descuidando la política, pero abroquelado con la constitución nacional y la ética, su act itud
ni se puede aplaudir irrcstrictamente ni menos aun condenar sin miramientos muy respetab les.
De ahi lo evasivo de mi opinión .

Además, y en secreto, para su juicio íntimo, el tremendo cargo posterior de T. Roosevelt


acerca de la deshonestidad colombiana no carece d e grave fundamento: la Compañía Francesa
del Canal de Panamá, habia sobornado a catorce hombres de Estado o de negocios en nuestros
asendereado pais, y obtenido la prórroga de la concesión, que a ella le valió después los cua-
renta millones que le pagaron los Estados Unidos. Ignoro que este soborno haya sido directa-
mente eficaz, pero si sé que fue aceptado a titulo d e gracia al menos.

Caro, como Núñez nunca traficaron con sus ideas, en el pecaminoso orden pecunia rio, pero
yo temo que les faltó entereza suficiente para condenar la codicia de algunos de sus amigos po-
líticos, y con ella causaron grave daño a la nación: su silencio en ciertas materias, que el públi-
co conocía y denunciaba vehementemente, no puede achacarse con verosimi litud a plena ig-
norancia de parte suya, y asi hay que culparlos d e descuido moral y ceguedad partidaria.

Quizás mucho de esto los llevó en las postrimer ias a desear un cambio en el curso de su gestión
política, truncado por la muerte en e l caso d e Nuñez , por la astucia de sus contrarios, en lo
que el señor Caro corresponde (1894, para el señor Núñez : 1898, cuanto a don Miguel Anto-
nio) .

Por lo que se relaciona con el destierro de don Santiago Pérez, otro punto doloroso en la hoja
de servicios de Caro, hay que ser, benévolos, relativamente benévolos, pues siendo acto repro-
bable en s,·, obedeció sin embargo a la falta de lealtad con que el entonces secretario de la Di-
rección Liberal comprometió la posición del señor Pérez en documentos de propaganda belico-
sa, que le fueron mostrados a Caro fidedigna y oportunamente: y así, aunque el señor Pérez ig-
noraba esas travesuras de Modesto Garcés, era muy dificil que el gobierno creyera en tal igno-
rancia. pues los documentos tenían el membrete de la Dirección.

Después platicaremos más d e estas cosas: por hoy reci ba mi cordial saludo para usted y los de
su querida casa. Y a Pedrito que no lo olvido.

L .L .M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

81. Barranquilla, Agosto 8 de 1952

Gracias grand es le doy por su atenta del lo . del presente. Mayores aún por la pena que se dio
para o btener los documentos que me envió. Ambos me serán bastante útiles. Pero máximas
aún son mis gracias por los datos que usted mismo me escribió. Coincido con usted en la apre-
ciación de honradez e ilustración de Caro y de Núñez. Nadie podría negar lo innegable. Otra
cosa es, empero, si no hay que discernir aquélla - la honradez- de lo que hace al verdadero va-
lor moral . Usted sabe que éste lo da únicamente la conciencia de responsabilidad con que se
actúa. Esa conciencia es la que debe determinar los actos cuyos efectos hay que valorar. Y si
en ella la responsabilidad no llega hasta ser la determinante de un alto destino. el valor de los
efectos será en consecuencia. Si pues a Caro y a Núñez les faltó conciencia de esta responsabi-
1 idad para d eterminar el cumplimiento de altos destinos, el valor moral de ellos falla . Me expli-

85
co, Núñez, por ejemplo, se aproximó a tal conciencia cuando entendió y pensó bien su progra-
ma de la regeneración. Pero. lograda la meta del poder. esa misma conciencia a la cual se habia
aproximado se le escapó. Similarmente, Caro se aproximó también a esa conciencia verbigracia
cuando se empeñó en su labor constitucional. Pero también a él. una vez lograda la meta de l
poder. se le escapó. De ahí las fallas morales de ambos -en política, desde luego, que fue el
dominio donde figuraron principalmente. Y para mí tengo que Núñez pecó de candoroso. Y el
candor es una nota de la falta de entereza- la entereza indispensable para llegar integral, intleKi·
blemente hasta el fin propuesto por la conciencia responsable de altos destinos. ¿Qué, enton-
ces, con respecto a Caro? Para mí tengo también que el tué lo contrario de Núñez. Lejos de ser
un candoroso -siempre, desde luego en política- tue un taimado. De ahi el antagonismo
soterrado que hubo: Caro contra Núñez. Pues éste tue victima-"dupe"-de aquel, prueba una
vez más del candor del uno y la taimería del otro. De ahí que yo no podría admitir verdadero
sentido de la bondad en Caro, mientras si lo admitiría en Núñez. Pero la malignidad, venció a la
benignidad. Yo me pregunto, y le pregunto : les forzoso, en regla general de práctica, que en
política prepondere el taimado, el maligno? Caro, con su ejemplo, sentó y practicó esa regla.
De ahí que fuera él quien acabara con Núñez. Había en é l un hondo rencor heredado y culti·
vado que hizo de él lo que fue - siempre políticamente hablando . Y es lo que se ha exagerado
hasta los extremos que usted conoce en los que lo han hecho corifeo de su tradición- una tra-
dición que falsísimamente, también por ta imería, quieren hacer remontar hasta Bolívar. Juz-
go así, para resumir, que Núñez, el candoroso, se redujo a la nulidad política de sus últimos
años por Caro, el taimado. Lo que hay que lamentar de todo ello es que Caro mismo hubiera
sido víctima, también. de sí mismo . Porque el bien que él hubiera podido hacer. dadas su in-
teligencia e ilustración, a la cultura colombiana, no se logró por obra de sus desvíos hacia la
actividad poi ítica. Otra falta de la conciencia clara de dónde estaba su verdadera responsabili-
dad en la determinación de altos destinos.

Usted perdone. Le escribo casi a gran prisa. No queria demorar mis gracias por la atención de
usted . Y al contestar la carta de usted , releyéndola, me han salido los párrafos anteriores.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

82. Bogotá, Diciembre 4 de 1952

Lleva ésta a usted, Erika y los niños mi saludo anticipado de Navidad y año nuevo, con la efu-
siva ex presión de mis votos por su bien .

Al fin tuve la satisfacción de ver en la revista BOLÍVAR publicadas las dos epístolas con que
me favoreció su amistad en años anteriores, y que ahora correrán el mundo de las letras con
todo el lauro que merecen por su sapiencia e indeficiente honestidad. Ya me inquietaba la de-
mora, a pesar de la promesa formal que tenía d e que habr1an de salir a luz muy pronto, pues
usted sabe de sobra cuán incierto es todo en nuestro gentil país.

Me han encomendado escribir un epitome de la evolución cultural de Colombia para la Enci-


clopedia de la Civilización que proyecta UNESCO, y lo intentaré en cuanto ordene los mate -
riales dispersos que poseo y demás aseq uibl es, pues el asunto mueve fervorosamente mi ánimo:
ser~ algo a modo de ensayo sucinto, pe ro ese ncial, de los grandes t emas de la cultura en nues-

86
tra nación, es decir, de cómo la cultura ha vivido sus mensajes en nuestro ambiente. Dificil, sin
duda, mas, por el lo mismo, deleitoso.

La vida nacional, cuanto a política, sigue espiritualmente enferma, y aunque yo espero que el
mundo, así, ni más ni menos, el mundo, hallará pronto, diga usted, medio siglo, su época dora -
da de sosiego y máxima prosperidad cultural, temo que nosotros tengamos que padecer aún no
poco de la carencia de madurez moral e inte lectual de nuestros conductores.

L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

B3. Barranquilla, Enero 25 de 1953

Oportunamente recibí la carta de usted del 4 de diciembre último. No la contesté antes por -
que tengo entendido que usted viaja los meses de diciembre y enero a Medellín, d e visita a su
familia .

¿Recibió usted mi carta del B de agosto en respuesta a la de usted del 1 de ese mismo mes? No
sé por qué tengo la sospecha de que no llegó a manos de usted. Quizás la sospecha me venga de
que el mundo se ha vuelto tan insólito. Me gustaría saber si la recibió.

Le envío hoy un artículo sobre el cual quisiera conocer la opinión de usted. Lo saqué de mis
apuntes sobre un concepto crítico de la pcesía en Colombia. Yo escribo desde la periferia, pe-
ro con abrazo circunferencial. Acaso un tanto desde el punto de vista de Sirio, que me parece,
dada la situación hoy de todas las cosas, el más adecuado para contemplar este planeta solar
con la rara humanidad que hoy la habita. Bien ... Como quiera que sea, ver las cosas desde la
periferia, con abrazo de circunferencia geográfica y étnica, me libra de juzgarlas con los pre-
juicios de quienes miran a esas mismas cosas siempre par un mismo, solo radio que parte del
centro. Así me h e librado también del sino chibchano -expresión que acaso le expliqué alguna
vez. De ahí que el juicio del que ande por la periferia dando vuelta a la circunferencia puede
chocar con el juicio de los que permanecen casi inmóviles en el centro o a lo sumo andan hacia
atuera par un único radio, lentamente, que es el del sino chibchano. lMe entenderá usted? A
veces, como ahora, doy en la manía de escribir por parábolas o símbolos. Atribúyalo usted
también a lo insólito de los tiempos y de las costumbres.

¿Me dará usted el gusto de leer su opinión?

J .E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO

B4. Bogotá, Febrero 5 de 1953

Muy gentil amigo; La suya de esta semana dejóme cavilando, pues a decirle mi humilde ver -
dad, soy débil en achaques de pcesía y casi casi nulo para juzgarla valorativamente . Gozo con
ella, en mi sensibilidad artística, cuando -rara avis- se me ofrece en alta costumbre de emo-
ción, estilo y concepto, o en signo de transferencia más recóndita aún.

87
Por su estudio adivino que a usted le ocurre algo similar, pues plantea el tema de José Eusebio
Caro con altura y discipl ina muy exigentes. Lo q1,e significa que me ha complacido sumamen-
te su labor estimativa general, pero que temo no la resista, pari modo, ninguno de nuestros
poetas coterráneos.

José Eusebio padeció del mal carácter de su estirpe, satírica y adusta , abuelo e hijo, v. gr., que
los condujo a disputar con vehemencia y ser injustos para con sus adversarios. En su caso, has·
ta la contumelia, que le costó vida cierta y magnos triunfos posibles. Su mérito mayor fue el
de haber superado con creces el horizonte casi pueril de su ambiente en achaques de literatura,
y en especial de poesía, elevando ésta a ritmo nuevo y nobles asuntos. No creo que su factura
alcanzara la gracia divina de un arte superior aureolado de imágenes cautivadoras, antes mera-
mente expresivo. Enérgico si, y bien ceñido a normas . Frecue ntemente afortunado en la cap-
tación del sentimiento. Como persona, grande fue : varonil disciplinado, ilustrado, austero y
poeta.

Mas, lcómo fuera posible que su Eros trascendiera a la sublimación arcana, si trabajó con la
mera sensibil idad de la ternura? Cuando quiso revivir el desasimiento platónico y alighierino
-el de la caballeria andante y vates de Provenza- pidiendo para si la comunión espiritual de
su novia y a otro dejando supositiciamente el usufructo del cuerpo, ignoraba que la mujer es
engendramiento, y diviniza al hombre que la hace madre. Para ella, el acto primero del amor es
"teofánico", o inconmensurable cósmicamente.

Cuanto a consumirse e n el éxtasis de la mistica comulgatoria de to eterno, o a intu ir al tene ·


broso mensaje de Thánatos, o alcanzar la embriaguez dionisíaca de la tragedia, o la pitiana de
Apolo, no era factible a quien se nutrió de liturgias de sacristía santafereña y catolicismo epi-
démico. De ritos formales, sin la mordedura genitriz de los vastos silencios.

Y luego , la constante proyecció n del yo individuo, del mediocre yo existencial. Lo trágico d e


nuestra civilización - muchas veces se lo he dicho- consiste en que situamos en el hombre in-
dividual el centro de gravitación del destino, contra el clásico, que lo mantuvo e n la humani-
dad, la patria o el cosmos. De ahí e l que Thánatos no sea ya el hijo de Nix, pero angustia de n i-
hilidad y contusión de ausencias: lAtropos apenas? lCómo ser epoptés José Eusebio, en tales
límites? Mire lo que nos ha costado a usted y a m í navegar en los piélagos primordiales de la
idea, y no le pida a nuestro numen más de lo que pudo en su hora y medida .

Y sin embargo, ahí hay vena, en esa vida, para algo grandioso en la gé nesis recóndita de l arte
que descubre los meandros del Destino, y que nosotros, no el poeta entonces, podemos reve-
lar, asombrados, ahora: (no lo intuye usted ya? Hamlet reaparece en soterradas transferencias
sentimentales: Blasina, cierto, merece e l exa ltado amor que le profesa el bardo, pero Del ina
e ncarna a su madre también, con la anhelada pureza que el hijo requiere . De ahí el amar la in-
maculada substituta con la exasperación desconcertante y perenne con que la sigue ac laman-
do. Nicolasa es Gertrudis, pero esta vez Delina Ofelia no es e l símbolo d e la mujer versátil, sino
la madre redimida, perdurablemente incólume. Al bendecir luego al hijo apenas entrañado en
ella, está bendiciendo, no "nupcial", como dice, sino lustralmente, el vientre materno en que
él estuvo...

E 1, un día lazarillo antigoniano de su padre ciego.

Tremenda agonia . Su propio hijo , años adelante, juzgarél severamente a Santander - rey Clau-

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dio inmencionable- y los destinos nacionales vendrán as, a ser ligados al bello ci nto de la oca-
ñera: José Eusebio no puede prohijar el liberalismo a que su temperamento le conduce, por-
que ello le uniría a la cohorte de ese Claudio intruso, y funda el Partido Conservador, colérica-
mente. Su h ijo le sigue en este derrotero de las Erimias, y media historia colombiana discurre
entonces entre Shakespeare y·Esquilo.

Todavía más - lqué quiere usted?- Bernardina, aun más bella que su hermana Nicolasa (Hele-
na y CI itemnestra lbáñ ez acaso?), es el centro de otra serie de episodios indescifrables, como si
los Atridas reviviesen en estas cumbres, y as{. Bolívar, Santander, los Caros, Florentino Gonzá -
lez fuesen su vaga efigie... Eros, Moira, Euménides continuan su drama en el abismo de Cronos.

Mitopoesis diría usted: asómese al proscenio y descifre.

lCómo se sorprenderían de saber a cuestas cosas el grande humanista virgiliano y el noble vate
de la ofélica Delina?

Infortunadamente, sagradas consideraciones nos vedan aún corear en público esta tragedia so·
floclesiana, de tan egregio sentido religioso, nacional y arcano.

Es otro rumbo exegético el mío, sin duda, mas cuán instructivo para las nuevas generaciones
el que usted sigue, como brújula. iluminación e ímpetu: trataré de que lo reediten en revista
de alto bordo, a fin de que prosiga y cumpla su mensaje.

A los de su casa mis saludos y la expresión efusiva de mi afecto:


L.L.M.

No recuerdo haber recibido suya de agosto.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA

85. Barranquilla, Marzo 12 de 1953

Con algún retardo recibí su atenta del 5 de febrero que leí con mucho placer. lNo parece este
retardo como si algunos en Colombia estuviéramos fuera del respeto de la Unión Postal Uni-
versal?... Al t erminar yo lamía última estuve tentado a preguntarle hasta qué punto de verosi-
militud , dados los hechos conocidos, pod,a llevarse la versión de un J.E .S. en vez de un J .E.C ,
va que yo había hecho alusión sino muy remota o indirecta a ello, cuando me referí a las ex-
periencias de amargura por donde tuvo que pasar el bardo - me refería a la leyenda- no quise
recargar mi carta con tal pregunta ... Ahora veo en la parte más verosimil o real de todas esas
circunstancias usted ha penetrado perspicazmente. Así al poner usted énfasis más en lo "ham-
let iano" que, por ejemplo, en lo "ed/pico". El complejo psíquico en el padreJ.E. y en el hijo
M.A., fue indudablemente el de Hamlet con respecto a Claudia. No el de Edipo, el de los pies
traspasados o edematosos, oidi-podes con respecto a su propio padre, Layo. No pod (a ser este
último, puesto que los hechos fueron diferentes. Nicolasa no fue en todo Yocasta, ni el hijo
de aquélla cual el de ésta. Pero J.E. - como también en parte M.A. • se aproximó a él, como te·
ní;i aue ocurrir, y lo deió derivar en el sentido en que se dio en Hamlet. Sin llegar desde luego

89
a los extremos a que llegó en la traged ia de Shal<'espeare. Hamlct no fué el h ijo de Claudia.
Sin embargo, por lo que importa a la leyenda colombiana, lfue e l Hamlet nuestro el hijo del
Claud io también nuestro ? That is the quertion. Por o tra parte recuerde usted las palabras de
Hamlet:

Let me be cruel, no t unnatural.


1 w ill speak daggers to her, but use none.
My tangue and soul in this be hypocrites.

Porque eso fue precisamente lo que pasó en Colombia. Ni J.E. ni M.A. usaron puñales contra
el aborrecido Claudia de ellos. Pero emplearon sus lenguas viperinas, sus escritos vene nosos Y
sus almas como hipócritas ... Al sentido perspicuo de usted no se le podía escapar que había
sido así. Y por eso supo lamentar bien que la oportunidad d el centenario se hubiera anulado
por la actualidad de las circunstancias colombianas para un tratam iento dramático más franco
o abierto del asunto. Por ejemplo. o tra cuestión: lla ceguedad d el equipolente nuestro al di-
funto rey Ham let • fantasma que hace pensar en el drama que usted también conoce de lbsen·
no tendría espiroquetas por causa? Et fantasma, • que para el caso en francés se llama le
renant • no sería entonces el de una latente heredosífilis? Eso explicar ía muchas cosas como
la superactividad intelectual, la sobrexcitación sensual o erotismo d e nuestro por otra parte ex·
quisito poeta.

Del mismo mod o • pari modo, como usted escribe - que el ensayo 6 4 de apreciación critica qu e
envié a usted tengo mis dtrnás sobre Arb oleda y G utiérrez González, los dos Rataeles o Núñez y
Pamba, Faltón tamb ién e lsaacs, el segundo Caro, Silva, Valencia, Barba Jacob y hasta Rivera.
Los resultados serían d esde luego los que usted ha previsto, si el crítico, para complace rse a sí
mismo en recreando estimat ivamente la obra d e los poetas. no pusiera tanto, de lo suyo para la
reconstrucción q ue p erm ita un juicio favorable después de ser desfavorable. Oue así - sigue
creyendo • se vencerá también la dificultad de lo q ue usted igualmente ha señalado con certe-
ra puntería.

¿Me permitirá usted ah ora que yo le hable de otro eser ito mío que cr eo haya de interesarle?
La publ icac ión iniciada · pero no continuada• en el suplemento literario de E L TI EM PO, de
una serie de artículos del sociólogo italiano Salvator i, LIBERALISMO VS. COMUN ISMO , con
la nota d e exaltación d el liberalismo, me traj o a la memoria un viejo escrito mio que b ien pu-
diera subtitularse hoy LIBERALISMO VS. FASCISMO, ad usum colombianorum. En realidad
ese ensayo mío, EN LA ROMA FASCISTA DE 1935, tiene por subtítulo "Monólogo del poli•
tico que se hace estadista". Lo esbocé, en rflpido lineamiento, durante el día de noviembre
del tercer a niversario de la llamada "marcha " de Mussolini sobre Roma, en Roma misma. Lo
puse en su primer borrado r en Sorrento, en diciembre y enero siguientes. Fue para mí de agra·
dab le, intensa actividad mental haberlo escrito. Pero fu eme bastant e desagradable haber lo lle·
vado después conm igo, cuando de Nápoles regresé a París, pasando de nu evo por Roma. Du-
rante el viaje, todo el viaje, fui tenazmente mol estado, a cada estación de la fer rovía, por los
carabineros armados que m e hacía n desmontar mis maletas y mostrarles que no llevaba mate•
ria les explosivos. En el fondo de ellas, sin embargo, iba mi borrador. Y a cada examen que
hacían yo pasaba por la a ngust ia d e que parasen m ien tras en él hiciese explosión ta bomba que
era. ¿Qué habría sid o de mí si efectivamente esto últ imo hubiera pasado? . . . S ólo dos años
después, en Niza, puse el borrador d e Sorrento en e l estado e n q ue hoy se encu entra y que he
vuelto a leer ahora por asociación de ideas con las del señor Salvador ... Créame usted si le di·
go con franqueza, pero sin jactancia, el placer qu e me ha producido esta lectu ra d e cosas tan

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viejas y olvidadas. He encontrado que hay all í una o bra no sólo de reacción crítica de la co n•
cepción liberal de la existencia social del hombre contra la acci ó n dictatorial de toda polít ica
de violencia, sino de arte y de profunda dialéctica. En muchos, muchísimos puntos mi esplri•
tu estaba ya alll todo entero, tal cual hoy yo mismo me lo veo. Mi propósito fu e, empero, ha-
cer resurgir, en una visión como onírica, las voces todas, más hondas, de la intelectual idad h is-
tórica de Italia para discutir a Musso lini y a Gentile el fascismo, sobre la base d e un libera lismo
racional y humanístico q ue e ntonces yo vela culminar en Croce y Nitti. Mi propia fe de libe-
ral, en el sentido más amplio y filosófico, a la vez qu e político de la palabra, había de expre-
sarse ali i.

Para esto yo puse en u na tercera persona, imaginaria, p ero representativa d e la mla, todos m is
pensamientos. Era ella la que sabía presentarse en el papel central d e decir en resumen como
de coro la oposición del liberalismo al fascismo. Dos nombres significativos se me ofrecieron
para esa imaginación: el de E leuterio y el de Genaro. Porque los griegos llamaba n tambi én
"gennaios" al hombre de la concepción liberal del mundo, el cosmos pol ítico. Pero yo preferí
el de Eleut erio por corresponder más aproximadamente a l de liberal y ser más sonoro o eufó-
rico . Así e l que fue a ver como en un sueño la f iesta d el tercer aniversario de la marcha sobre
Roma fue este Eleuterio, que se aisló en las gradas de l monumento a Víct or Manuel Segundo,
la obra de Sacconi, para observar el fenómeno estético que le presentaba el fascismo e n fiesta,
absorber en íntima vivencia su hecho, a nalizarlo - psicoanalizarlo en el sentido más amplio de
la palabra - y considerarlo en su conversión en fe nó meno político. Porque así mismo era como
él debla encontrar la base para discurrir sobre tal fenómeno, juzgarlo críticamente e invocar en
suma a los espíritus más elevad os de la historia italiana para que dijeran la palabra que tenían
que decir. Esos espfritus se le fueron apareciendo poco a poco a Eleuterio, después de sus pri-
me ras vivencias y deslumbramientos, en la visión del soñador despierto que para tal representa-
ción habla de ser, y fueron diciendo uno a uno su juicio de impugnación a Mussolini y a Gen-
tile con la charlatanería de F arinacci al fo ndo. i Diálogo estupendo, me parece hoy, polifóni-
co, que a mí mismo me sorprende haber compuesto tal cual está, y que ent onces me sirvió de
medio para el examen ulterior de la afirmación fascista de la sociedad, hasta discutirla en su
totalidad con la contrafirmación d e un liberalismo armonioso con la naturaleza y jerarqula del
hombrel Dividí en veinte partes - otros tantos cuadros q ue hoy veo como cinematográficos -
mi escrito, y ahí lo tengo para mi placer después de veint e y ocho años. Para mi placer, digo,
no sólo por lo que es en si, sino por lo que signif ica de ideologla - de ideario - p ara una actua-
lidad llena de ep(gonos del fascismo. ¿Quién habría que hiciera resurgir, mutatis mutandi y
guardadas las debidas proporciones, entre nosotros las voces profundas de la historia colombia-
na para hacerlas hablar como yo hice hablar las de Italia? Hay allí una exclamación que des-
pués repercutió, terribili sonitu, como habría dicho tnnio , por todos los ámb itos de Colom-
bia. La de la consigna de tanta desgracia. La taratantara del toque de corneta que avisó la
arremetida ia sangre y fuego!:

Et tuba terribili sonitu tarantara dixit.

Cualquiera que sea el juicio de otras personas sobre este escrito mío, que francamente me ha
ex altado al releerlo, voy a sacar una copia para m andarla a usted. Creo que nadie vio tan en
vivo ni sintió tan estéticamente ni juzgó tan críticamente para juzgar d ialécticamente el fascis-
mo, como Eleuterio. Sé por eso que usted lo leerá con agrado e interés, y acaso algunos de sus
excelentes amigos ... No me atrevo a sugerirle qu e sea pub licado en diario bogotano por par-
tes - a pesar de la clara actual idad qu e tiene para Co lombia - y a pesar también de la sencillez

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y d iafanid ad co n que est á co mpuesto, porq ue b ie n sé que una cosa es el diarismo y otra un
pe nsam iento como e l mío.

Pero me detengo aq u í. Ya es demasiado escribirle cuatro largas páginas. Me despido, pues, en-
viándole m i saludo con mis mejores votos por su bienestar.

En el último instan te me decido a enviarle algu nos recortes que me parece pueden interesarle,
y quizás también a a lgunos en la Academia de la Lengua por la parte filosófica.
J .E.B.
LÓPEZ DE MESA A BLANCO
Mayo 24 de 1955

86.
1nd iq ué a la Academia remitir a u sted un ejemplar de m1 último Iibro, titulado " Escrutinio so-
ciológico de la Historia Colombiana"<> 5 , y espero que a estas horas esté ya en sus manos.

Como usted verá, es obra orgánica, de estructura armónica, como a usted le p lacen. Algunas
tesis son t em iblemente audaces, en negocio de psicología y filosofía sobre todo: pero a ellas
he llegado en mis estudios y no podía huir de su llamamiento por pusilanimidad.

Anhelo fervorosamente saber de su vida y labores, y tener noticias frescas de los suyos, Pedro
11 en primer plano.
L. L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


87. Barranquilla, Junio 3 de 1955

Por fin usted se dejó oír cuando yo le creía definitivamente perdido para las letras y abismado
en el maremágnum de la fascinante política. Para algo ella es femenina: por la seducción que
ejerce, eva ica al fin y al cabo, y por la malignidad de que lo satura todo. Si hay alguna cosa
que prueba la preponderancia d el principio del mal. en la humanidad, sobre el principio del
bien, es precisamente el hecho de existir la poi ítica · madre de todos los males que aún hoy se
sufren en la tierra y de los cuales Colombia es uno de los ejemplos más palpitantes ... Pero
veo q ue m e voy por otro camino, y me detengo. Yo prefiero las letras a la política. Me refie-
ro pues a aquellas de p referencia.

Hace pocos días recibí su última tarjeta aérea. Y poco después el envio postal de la A.C. de
Ha.: dos paquetes: uno d e BO LETINES y otro con el ESCRUTIN IO de usted. Mil gracias.

He leído éste ya en parte. La histórica se desarrolla como usted me lo escribe, orgánicamente.


No me parece así la introductoria, filosófica. Diré le brevemente mis advertencias. Presenta al-
gún recargo de erudición que dificu Ita desentrañar lo que puede haber de pensamiento original.
Preséntalo también el empleo de voces anticuadas, cuando no de arcaismos. Noto que la ex-
posición as/ se le ha dilatado, difundido y hasta obstruido. Le daré algunos ejemplos. La pri-
mera frase del libro habría sonado mejor si en vez de " hogal1o" usted hubiera escrito "hoy"; y
en vez de "cordillerana", verbigracia "extensa". Así habría resultado: "la filosofía y el dere-
cho padecen hoy . .. en toda la extensa magnitud ... " etcétera. Otras expresiones como
" mayestática estima", "exaltación hominalista", "d estino eviterno", aunque muy castizas, dan
la sensación de reb uscado culteranismo. Y bien se ve que usted las ha empicado adrede, es de-

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cir, con co nciencia de los significados. Pero usted también alude a la sencillez de expresión
que no escatima alabar. Ciertamente Pericles, Jesús, Lincoln, Renan, Einstein - los autores ci-
tados por u sted - dejaron ejemplos de diafanidad exp ositiva por la sencillez de sus expresiones.

Es pues verdad que hasta cierto punto el arte de escribir consiste en hacer olvidar las palabras
(Bergson) . Pero me parece, por otra parte, que eso es justo en lo estético, principalmente. No
tanto en lo científico o filosófico. Si expresiones como "cordillerana magnitud" pesan sobre
la mente hasta obstruirle la agilidad de la comprensión, porque no se pueden olvidar las pala-
bras y hacer víctimas de ellas al lector, otras no deben olvidarse: al contrario, deben fijarse
bien para que calen hondamente en la conciencia y la muevan a nuevas y nuevas penetraciones
sutiles de entendimiento. Tal por ejemplo "autognosia", q ue cuanto más se tiene presente,
más hace meditar sobre ella misma, lo que pued e ser su significado, su intención temática, a
fin de conducir a captaciones, aprehensiones o intuiciones de alcances siempre inagotables.

Excuse usted mi crítica. Como yo me lo digo de ella misma en general, c uando me abandono
a e lla, es como una negatividad con sentido de reafirmatividad. Niega para afirmar. Destruye
lo que analiza para reconstruir en lo que sintetiza. Ojalá usted la aprecie as/ en lo que acabo
de escribirle. Sin malignidad.

Todos en mi familia bien, afortunadamente. Pedro Augusto, poco amigo de estudios serios
hasta ahora, ya comienza a reaccionar. Parece que es el curso natural del espíritu humano,
salvo excepciones de los precoces - que más vale no desear. Yo fui como mi hijo: de niño bas-
tante desentendido de estudios, y después tardío en mis adelantos • esto acaso por las circuns-
tancias de orden práctico tan apremiantes en mi vida. Pero hoy me alegro de que haya sido
así. Creo - si alguna vanidad no me engaña • que mi vigor intelectual es hoy bastante superior
al que tenía hace treinta años, en la edad en que, se dice, se comienza a ser maduro.

lle interesará a usted leer un "prólogo" que "para políticos y estetas colombianos" escribí
hace casi cuatro años, cuando le hablé a usted, en carta de febrero de 1952, de mi TR AGED IA
DE LA GRAN COLOMBIA? la balumba de hipérboles escritas últimamente sobre don Marco
me ha hecho releer lo que había escrito. INo lo he encontrado mal. pero sí impublicablel
lmpublicable en un pa ís donde no hay libertad d e pensamiento y los que creen pensar libre-
mente no leen lo que se escribe con sentido ideológico. Sin embargo juzgo que a lgunos po-
drían leer en privado por lo menos el prólogo a que me ri:,fiero y que se compone de los si-
guientes apartes: l. LAS FUENTES, - 11. LA TÉCNICA DEL DRAMA, - 111. BOLÍVAR, - IV.
SANTANDER,· V. DON MARCO, · VI. PÁEZ, · VII . LAS VOCES DEL DRAMA, - V III . BO-
GOTÁ Y EL SINO CHIBCHANO: CRÍTICA, ELOGIO Y PROVINCIONALISMO DE LA
CIUDAD, - IX . LAS IDEAS POLÍTICAS DE BOLÍVAR Y DE SANTANDER, - XI. COLOM-
BIA Y VENEZUELA, - Y XII. DILETANTISMO DE LA DIPLOMACIA COLOMBIANA.
iUnas 160 páginas de negatividad con sentido de reafirmatividad en el sentido que ya he tra-
tado de explicarle!
Excuse usted una vez más que, como siempre, lo que escribo se me alargue demasiado. Es que
me place escribir, francamente, escribo por sí, en sí y para mí, ya que mientras escribo me
deleito percibiendo el juego del pensar que por sí mismo pasa o se ejerce y despliega, desarro-
lla o desenvue lve • se me va y se me devuelve él mismo, y se enlaza y reenlaza, tuerce y retuer-
ce, se endereza y crece y construye• el placer estético de lo arquitectónico en las esferas de la
intelectualidad pura - en lo sistemático inherente a todo lo que es genuinamente lógico y a"sí se
levanta enhiesto.

93
Et voila. Aquí me tiene usted siempre dispuesto a escucharle para responderle, solitario en mi
pensamiento como me hallo, observando ese espectáculo d e la triste Colombia que ya no pue-
de ofrecer siquiera libertad de pensamiento, a c-ausa de la seductora Eva Política, que usted
mismo tampoco deja de amar.
J .E.B .

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


88. Bogotá, Agosto 26 d e 1955

Recib ida su interpretación hegeliana de Wagner, la he leído con sumo deleite.

Era natural que su insaciable inquietud le llevase a inquirir algún mensaje en la música: nunca
olvidaré la sacudida espiritual que en mi adolescencia produjo la lectura • apenas la lectura en-
tonces - de los poemas dramáticos de tan heroico genio. Ese hundir a su genio en el sino de
recónditas grandezas.

Luego, muy luego ciertamente, aprendí d e oídas que ese hacer la música el silencio significati-
vo nos conduce a más allá del espacio-tiempo, y así logra revelarnos una vislumbre de lo in-
cógnito. Vislumbre de un sentir, estético prenuncio, pues yo, aún neófito en tales disciplinas,
no alcanzo a atribuirle valor de conocimiento, como usted y el cascarrabias de Schopenhauer.
L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


89. Barranquilla, Octub re 24 de 1955

Iba a contestarle su esquela del 26 de agosto cuando recibí, la semana antepasada, una invita-
ción de estudiantes, profesores y rector de la Universidad del Atlántico para que contribuyera
con una conferencia al desarrollo de la Semana pro Universidad. Yo no había vuelto a esta
institución desde que me separé de ella, pero acepté la invitación en vista de la obligant e insis-
tencia.

iOué tema podía escoger que se relacionara con la promoción de lo que yo siempre he juzga-
do conveniente a los estudios universitarios en Barra nquilla? Yo acababa de saborear una lec-
tura. Por varias alusiones de usted mismo en su ESCRUTIN IO, quise saber quién era Lorenzo
Marroquín como escritor. Y me di a leer PAX, que no conocía. Después nuestro común ami-
go Augusto Toledo - de la Academia· me dio a leer algo más d el mismo Marroquín, y el ANA-
LISIS de Marco Fidel Suárez. ,No había en todo ello material para una disertación? Aprove-
ché pues m i lectura, ya que con el la tenía en la mente, globalmente, algo oportuno, todo lo
que podía decir. Y lo dije tal cual lo pensé.

Por una de las cosas raras que pasan en nuestra é poca, después de la insistencia obligante en la
invitación que se me había hecho, se hizo un silencio completo en torno a mi intervención,
mientras otras se anunciaban con bombo y rebombo. Sin embargo yo fui, y fué gente. De la
parte de la cual yo podía esperar interés, no hallé sino ausencia de espíritu, indi ferencia. De
parte de los profesores, de los estudiantes y del público, casi podría decirle que avidez. Es una
clave que dice de dónde vienen las deficiencias. Muchos se me acercaron a pedirme que escri-

94
bie,a lo que había dicho. Y decidí hacerlo. Dime así a descomponer analíticamente lo que
sintéticamente había comprendido en mi mente y d ,cho en mi disertación. Fijé puntos. Y
sobre los puntos fijados analltic..-nente. reconstruí sistémicamente, ya por escrito, lo que había
dicho de viva voz. Es mi procedimiento habitual de composición: una idea o imagen global;
una descomposición de ella en sus elementos; una recomposición d ialectica de éstos en una to•
talidad. Y así, de lo escrito, que es apenas una primera parte• pues creo que voy a compone,
dos más en desarrollos ulteriores de los motivos que se despliegan en nuevas perspectivas· me
permito enviarle una copia. Pueda ser que le interese a usted. Pues aunque preveo que mu-
chas de mis posiciones críticas acaso le irriten, quizás las lea. Yo creo que entre las causas de
la triste decadencia ética, lógica, estética y política en que se halla la nación, está la de una fal·
ta de espíritu verdaderamente crítico. La intelectualidad colombiana se ha dormido sobre
laureles ilusorios. Y mientras no despierte de ese sueño que la mantiene paralizada en el éxta·
sis de creer que se ha dado en un pueblo civil, muy culto y, en tanto, elevado entre los demás
de América, seguirá produciendo lo que hoy se ve. En sus momentos de máxima decepción

Bolívar hizo una profecía que se ha cumplido al pie de la letra: Colombia será un suceso de
alternativas entre los libertinajes de demagogos y despotismo de tiranuelos. Tal ha sido la his•
toria de Colombia salvo ciertos interregnos. Pero cuando se piensa en la antítesis Gaitán-Gó-
mcz, se halla enteramente confirmada aquella notable profecía. lOuiénes fueron los culpables
de Gaitán? lOuiénes por tanto, los de las consecuencias? Es lo que no se ha juzgado critica-
mente. Y mientras no se juzgue asl, el colombiano seguirá viviendo en la ilusión que lo extasía
y que lo deja inerme porque sigue creyendo que es el ente más civil, más culto y más elevado
de las Américas.

Créame usted su sincero, aunque franco, amigo de siempre.

Note usted que el pensamiento de mi disertación está en la tradición · de la cual yo podría de-
cir en cierto modo que es la floración,• de Caldas, de Ancfzar, de Camacho Roldán, de Feli pe
Pérez, de Reyes en su aspecto no condenable, de Pér1:z Triana igualmente, de Miguel T riana y
otros pocos de la ilustre que podría llamarse bogotana · por encima del sino chibchano de los
pal urdos • de hombres que tuvieron una visión integral del país por la experiencia vivida, sufri·
da unas veces, gozada otras pocas, del inmenso territorio nacional, no limitado, que así cono•
cieron por concepción directa. Mi disertación irá aparte.
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


90. Bogotá, 21 de Noviembre de 1955

He d ejado transcurrir un mes sin contestar a la suya de octubre por ver si me llegaba el texto
de su disertación, inútilmente: tengo pues que referirme a sola su epístola anunciadora.

Ante todo para suplicarle que nunca piense de mí que algo espiritual me irrite, así sea cósmica-
mente contradictorio de mis opiniones, tesis o conceptos parciales, pues nada regocija tanto
mi corazón como el hallazgo de nuevos rumbos cognoscitivos. Conocer es creer espiritualmen-
te, y me estremece el mero presentimiento de una parálisis mental.

Como su estudio, a juzgar por el esquema que me envía, llegó usted donde yo tuve que aportar
asimismo, o sea una actitud política · política en grande - ya que sería indiscreto continuar
dialoqando por el Hades con las sombras veneradas de Heráclito y Parménides en un mundo

95
(aquí) de Gómez, Urdaneta y Rojas Pini lla, dele·éreos para tocio lo que fundamenta nuestro
espíritu y justifica el momentáneo vivir que vivimos.

Mándeme pues su disertación, y recíprocamente reciba la mía, y muéstrela a nuestros comunes


amigos de esa ciudad, porque no se quede muy inédita, ya que la publicación es casi casi clan-
destina y muy breve. Quizás convendría que la viese Abel Carbonell, hombre honesto y preo-
cupado con el curso actual de nuestra conducta política.
L.L.M.
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
91 . Barranquilla, Enero 12 de 1956

Desde hace tiempo tengo para contestarle su atenta del 21 de noviembre último. Yo estaba es·
perando que se publicara mi anunciada disertación sobre el río Magda lena66 para enviársela im-
presa a usted y escribirle al mismo tiempo. Por causa de la longitud de ella hubo que esperar
en EL HERALDO hasta la edición de navidad, y allí finalmente apareció. También demoré el
envío de ésta porque quería enviarle otra página que creo ha de interesarle a usted: una en
que trato ocasionalmente de estas dos preguntas: lqué ha hecho grandes y poclerosos los Es-
tados Unidos? lqué enseñan za deriva de el lo para Colombia? Doy las respuestas que usted
verá. Repito que sólo ocasionalmente he tratado el asunto.
De cuando en cuando escribo sobre temas que se me ocurren como de pronto, aisladamente.
Como ya tengo, desde hace algún tiempo, completamente terminado lo que considero como
mi propio sistema de filosofía -mi metafísica de la inteligencia - puedo darme el gusto, por de-
cirlo así, de componer artículos que, sin conexión unos con otros, pueden tener algún interés
momentáneo. Tal por ejemplo el que le envié sobre el leitmotiv wagneriano y el que hoy le
envío. Son publicables, y hasta leíbles, mientras que lo que yo estimo de mayor valor como
expresivo de mi incesante, perenne filosofar, no es publicable por su volumen, no es tampoco
leíble por su canten ido ideológico, en un país donde no hay inteligencias capaces de interesar-
se por ello. No, no y no. Tres veces no. Todo es negativo entre nosotros a este respecto. Má-
xime ahora cuando nos hal lames en el desconcierto que parece anunciar la ruina de tocia cul-
tura.
Le( el "Curso de orientación política femenina" que m e envió. Pasé el fo ll eto a Abel Carbone 11,
como usted me indicó. No me lo ha devuelto aún ni me ha dejado conocer su opinión. Yo,
por mi parte, hallé algunos puntos interesantes que convendría que usted desarrollara. Por
ejemplo en la parte atinente a la política eco nómica que ya se va mostrando tan funesta para
todos. Lo que se había podido acumular de riqueza privada como reserva para la nación, se
está evaporando. Lo que se ahorraba o capitalizaba para ir restaurando lo que se deterioraba o
para ir ensanchando lo que venia quedando, se pierde en lo irreversibl e, improductible. No es
posible entrar en detalles que usted sin duda conoce mejor que yo .
Espero que lleguen a manos de usted los impresos que le envío, y le reitero mis deseos de que
la salud de usted sea buena, y de que viva aún largos años para que siga, conmigo, viendo el
curso de los acontecimientos, el t orrente que continúa su curso arbitrario y violento, o voluble
simplemente como diría Horacio:

Rusticus exspectat, du defluat ammis; at ille


labi tur et labetur in omme volubilis aevum

según una cita que a menudo me place hacer.


J.E.B.

96
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
92. Barranquilla, Jul io 2 1 de 1956

Hace tiempo no tengo noticias.de usted. Hoy uno no sabe el curso que toman los correos. Mi
última carta para usted fue del 31 de enero. lla recibió?

Como algunos amigos - poquísimos - me pidieran en estos días un resumen de mis ideas filosó-
ficas, recordé que en Julio de 1946 usted me había pedido un "epítome" de ellas y que yo,
durante ese mes y el de agosto, había escrito este. Pero entonces me sucedió lo de siempre:
que una vez terminado el trabajo, lo abandono con ánimo de revisarlo posteriormente, y luego
me olvido de él. Hasta escribí también una epístola dedicatoria a usted, la cual, por su longi-
tud, se me volvió más bien aclaratoria . .. Bueno, aho ra ante la nueva solicitud que se me ha
hecho, he releído lo que escribí hace diez af'ios, inclusive la "epístola". Ligerísimas correccio-
nes he hecho. lTendrá usted tiempo para leer por lo menos la dedicatoria? Como mañana se
me presenta una oportunidad personal para enviarle ésta, he resuelto aprovecharla. Y ahí le
va. Me parece un poco recargada de erudición. Como ali í lo d igo, es el acicate que me ator-
menta de una memoria inmisericorde. Pero aunque por eso pueda parecer suculenta, allí mis-
mo tiene su validez. Validez tanto por la falta de "esterilización", cuanto por la abundancia
de "ideación", sin par dentro de la mentalidad de lengua española. Y hay allí también algunas
alusiones que por su permanencia valen hoy particularmente en Colombia. Usted juzgará.

Le ruego criticarme la epístola que le mando y avisarme si tiene tiempo para leer el "epítome".

J.E.B.

93.
LÓPEZ DE MESA A BLANCO
Bogotá, 25 de Agosto de 1956

Recibidas sus dos últimas cartas y las muy interesantes publicaciones a que se refieren: con la
expresión de mi gratitud le retribuyo saludo e informes.

De tiempo atrás -y mucho tiempo- he deseado que usted edite las más veces que pueda su obra,
o siquiera resúmenes de el la, que vaya preparando la mente y el corazón de sus lectores, que
pues en achaques de tanta enjundia ideológica y nuevo estilo es ineludible formar el públ ico,
"hacerlo" casi casi ex nihilo. Como la gente piensa de otro modo y otras cosas. usted la desa·
justa y, por lo tanto, indispone o punto menos que ahuyenta. Todos los pensadores, y aún los
literatos, tienen que construirse su propio imperio, si grandes, o lnsula Barata ria, si apenas me-
dianos, imponiendo su terminología, gusto e ideas, y a ocasiones, ni en vida lo obtienen, cua n-
do su mensaje es raro o difícil.

iY no me dirá usted que el suyo es el pan nuestro de cada día! Con que, adelante, y a sufrir
esquiveces, contradicciones. tergiversaciones, burlas e infinidad de desp ropósitos. Lo malo •Y
malísimo- es que usted adolece de extrema sensibilidad y querrá huir prueba tan ard ua.

Bienvenido, pues, el epítome, y cuando más pueda comunicarnos de su ingente labor fi losófica,
que por las muestras que me envía veo ya recia y madura. No que haya cambiado el plantea-
miento, pues usted posee una mente tenaz, y desd e el principio de sus investigaciones ahonda
o progresa con sorprendente fidelidad a sus primeros rumbos: mayor riqueza de matices y cer-

97
tidumbre mayor también , así como una e rudicióri caudal p ersamiento en más y más dilatada
génesis.

Debe de ser usted dichoso, porque ninguna fruición fue comparable a esa de engendrar uno su
propia ideología y amarla y servirla sin esguinces ni reposo, an tes heroica y aún martirialmente.
No conozco de la suya algunos engranajes y por ende seria indiscreto emitir juicio valorativo.
Ni ello importa por el momento. Al fin y al cabo entendemos del mundo lo que el mundo
tiene de nosotros, y en siendo nosotros algo, algo de su verdad entendemos. Uno que otro
pensador quisiera que su entender abarcase todo posible entendimiento, y así han surgido los
magnos escolarcas, su querido Kant, por ejemplo. Ello, difícil; sublime, eso sí, y procesal mente
provechoso.
También usted busca la arquitectura cabal. Esto me regocija sobremodo y enorgullece a fuero
de compatriota y amigo. A fuero, igualmente, de sereno admirador de su inmutable vocación
y suma virtud intelectual.

Alguna inquietud me asiste acerca del punto de partida de su tesis. La prima actividad, "in-te-
le--agente", como usted traduce a "inteligente", con alguna picardía soterraña • picardía en el
sentido de travesura, por supuesto· es ya una concesión de principio, que admitida por el lec-
tor lo conduce ine luctablemente a un sin fin de otras concesiones, cuando el que aquélla intro-
duce es un lógico tan temible como usted. A mí me faltan aún, como ya le dije, ciertos goznes
y ensambladuras conceptuales para adherir a ella con sosiego mental. Porque si usted la conci-
be con los atributos de persona: autognosia, voluntad, libertad, sabidur ía y poder, v gr., con
infinitud para tales dones, a la verdad que uno no entiende la falta de economía en su proceso
de creación o desenvolvimiento. Repase usted la serie de arquetipos porque tiene que pasar
para el humilde resultado de producir un espíritu tan confuso, traseúnte y débil como este del
hombre que nos fue dado, y único hasta ahora conocido. Carencia de economía de esfuerzo,
signo de no inteligencia. Carencia de evidencia propia -de ser visib le y evidente- signo de relati•
viciad.
Su encad1mamiento de arquetipos está muy ordenado etimológicamente. Mas yo no sé si tam-
bién ontogónica y usiagónicamente; sobre todo fenómeno lógicamente, es decir, en la sucesión
de sus epifanías. Las fantasías de Kant respecto de una armonía cósmica no mP. convencen:
son el producto de un paralogismo de perspectiva temporal. Es la brevedad del ritmo de nues·
tra existencia lo que nos permite ver el vórtice de cataclismo de esas ga lax ias y el tejerse y des-
tejerse del cosmos, sin pies ni cabeza, en cuanto al intento de ser, sin concluir en algo definí·
ble y perdurable. Concebida así la primera entidad, resulta un deportista, a lo sumo. Un juga-
dor de solitario. Poco serio.
De ahí que yo haya tomado otro rumbo.
Cuestión de temperamentos.

Porque a decir lo justo, su esfuerzo es tan probo, tan alto, tan só lidamente estructurado, tan
abonado de fértiles semillas, que aunque no me pa reciera adaptable para mi conformidad ideo-
lógica, lo admiraría en su propia virtud y lo amaría en sus propósitos.

Adelante pues, y señero triunfo.


Por hoy no alcanzo a exponerle algunas otras materias de subida entidad, y asf cierro estepa-
lique con la expresión de mi grande afecto por usted y todos los de esa noble casa suya.
L.L.M.

98
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
94. Ba rranquill a, Septiem bre 15 de 1956

Me refiero a la atenta carta de usted fechada el 25 de agosto. A l revisar el epítome de que ha


Jratado nuestra última correspondencia he hallado que él ado lece del defecto de todos los resú-
menes: compend ium d ispendi um : que lo que en otra parte ha fundamentado debidamente,
allí ha quedado escuetamente expues to y deja de ser un curso de simples asertos o meros filo-
sofcmas dogmáticamente sentados. Impresión que no es la que yo debo dar ni he querido bus-
car. Así he decid ido ilustrar con ejemplos demostrativos -breves, donde posibles- y atinentes a
mis argumentaciones principales, cada uno d e los puntos o fases por donde discurre el epítome
en cuestión. Será en tonces, ilustrado así, cuando lo enviaré a usted, ya bajo esa forma menos
deficiente.

Que debo hacerlo así me ha inducido a pensarlo también lo que usted m e escribe de fallarle
"engranajes", "goznes" o "ensambladuras conceptuales" para la conexión de mi pensamiento
total. Y quiero, por eso, anticiparle hoy algunas aclaraciones sobre algunos puntos de la car·
ta de usted. No sé si me equivoco. pero algo de una posición ex istencialista o, por lo menos,
irracionalista, que en el fondo es la misma, se desprende de la actitud de usted ante la falta de
economía en el proceso d e la existencia, "el tejerse y destejerse del cosmos, sin pies ni cabeza,
sin concluir en algo dcfinitible y perdurable", y todo para en "el resultado humilde -yo diría
humillante· de producir un espíritu tan confu_so, transeúnte y débil, como este de hombre que
nos fue dado, y único hasta ahora concebido". En efecto. lPero prueba esa falta de parsimo-
nia, en el fondo, falta de inteligencia, de razón de ser, luego la irracionalidad d e lo que existe?
Para mí lo que prueba es más bien falta de onmipotencia. Y efect ivamente el hecho de tantas
y tantas frustraciones, inclusive la misma del hombre en cuanto ente moral, enseña solamente
que la in-tele-agencia, en su proceso de realización se muestra impotente. ¿Por qué? En el
"in", diré yo, está incluido lo problemático, enigmático del caer para el ser, y en consecuencia
lo absurdo en su mayor parte de éste; en el "tele" lo lejano, largo, larguísimo del proceso de la
realización del "in" para salir de su problema, sus dificultades • sus aporías- sobresalir d e su
enigmático descenso, hiato irracional , lo absurdo por dond e tiene que pasar; y en el "agente"
se da el esfuerzo de labor ímproba para suceder en ese longísimo proceso del "tele" hasta lle-
gar a algunos "éx itos", salidas de sí en metas por fin logradas. aunque muy escasamente. De
modo, pues, que lo que todo es to implica es cuanto se tiene que perder por malogros o frustra-
ciones -malgastar- en el curso, marcha de esfuerzos ímprobos, hacia los pocos logros que pue-
den señalarse en lo que hasta hoy existe para nosotros los hombres. Que si entonces a pesar de
eso, podemos decir que "in-tele-agencia" significa la actividad radical que crea y promueve la
creación, debemos reconocer que sus actos creadores, lejos de ser fáciles, son difíciles: dificilí-
simos. Algo, pues, que la distingue tundamentalmente de, por ejemp lo, el concepto mosaico,
mágico y portentoso del "Dijo Dios, genérese la luz, y generada fue la luz":"e ipen o Theos Ge-
nethetoo phoos, kai egeneto phoos", y la asemeja más bien al concepto heraclitano del esfor-
zado, laborioso y probatorio "luchar padre de todo, pelemos pantoon pater". Pues la in-tele-
agencia no crea por la mera magia delectante de las palabras sino por el difícil esfuerzo de
la labor donde tiene que luchar para llegar a los fines. m etas o destinos que busca. Y es lo
q ue entonces explica, en la dificultad que la muestra impotente para llegar pronto y de inme-
diato al logro de propósitos, el despilfarro, derroche o malgasto q ue se opone a la parsimonia,
economía en "el tejerse y d estejerse de l cosmos".

Cierto es q ue entonces presenta la objeción a que usted alude -entre referirse a ell a y jugar con
el la, alludendo- de la fa lta de seried ad. lPero por qué la inte ligencia ha d e ser t otalm ente se-

99
ria?lNo es ella también estética -corno es ética• además de ser lundamentalrnentc lógica, JU·
guetona en su m isrnu esfuerzo de la difícil creación tras la verdad y la bondad, para alcanzar a
la beldad en e l ser en que se resuelve, disuelve, diluye? ¿y no hay en el despilfarro, malgasto,
derroche, superabundancia de cosas creadas, un juego que estéticamente produce el deleite de
lo que no es serio, aunque por otra parte produzca, éticamente, la desazón d e lo que no sólo
no es bueno sino al contrario malo, maligno, diabólico, corno hoy lo estarnos viendo entre no·
sotros mismos? ... Pero por o tra parte mire usted, para examinar estas cuestiones, a lo que es
la in-tele-agencia cuando, verbigracia, se vuelve técnica en genética. Considere efectos como
los "deportes" -sports de Darwin, advertidos por éste tan claramente en THE VARIATIONS
OF AN I MALS ANC PLANTS UNDER DOMESTICATION. Darwin d efini ó ya tales deportes
como variaciones repentinas, sudden variations, y declaró que se hallaba en profunda ignoran•
cia con respecto a las causas que los producían, aunque quiso atribuirlos a meros cambios en
las condiciones de vida. Al estudiarlos, sin embargo, en el caso de los pichones, abrió e l carni•
no para la averiguación de lo que había de llamar tanto la atención hacia ellos y su utilización
o aprovechamiento en las manos técnicas, instrumentos in-tele-agentes, de los breeders, cría·
dores eugenetistas. Y abrió además el camino para las investigaciones que botánicos corno De
Vries habían de fijar en la MUT ATIONSTHEOR I E, que en las manos también técnicas •Otros
instrumentos in-tele-agentes- de jardineros y floristas, también allí eugenetistas, se habían de
utilizar, aprovechar en el grado en que lo han logrado para producir tas "bellezas", "beldades"
florales que han producido. Recuerde así, para concretar el caso de la pr ímula nocturna o de
floración de noche, la Oenothera b ien nis, tan investigada por De Vries mism o, encontrada sil-
vestre, en despilfarro de variaciones, iniciación de mutaciones o metamorfosis repentinas, y
luego promovida para la eclosión de sus hermosas flores, their beautifu l flowers. lNo se le pone
de m an ifiesto a usted, allí tanto en lo natural, silvestre, espontáneamente derrochador, jugue-
tón casi, cua nto en lo artificial, c ultivado, serio ya, una superabunda ncia de creaciones de tipo
de especies, variedades, que son indispensables justamente para la originación y evolución, la
infinita multiplicidad de la vida? Es la riqueza de la in-tele-agencia, riqueza de una radical om•
nipotencia, pero reducida a la impotencia en su medios para llegar a sus fines. Y se manifiesta
así estéticamente, apartándose de la seriedad de la lógica y de la severidad de la ética que en
ellas también laten, quizás para compensarse con el gozo de sus derroches en la misma impo·
tencía a que se ve reducida. lPero no admitirá usted entonces que allí la laboriosidad lógica,
por cuanto tiende a la verdad, y a la dificultad ética, por cuanto tiende a la bondad -como
cuando el eutagenista se propone humanamente la producción de un tipo de hombre óptimo-
puede unirse muy bien a la facilidad ni seria ni severa que raya, empero, en el goce de la felic i•
dad estética por cuanto tiende al logro de fines también bellos? Y en cuanto al "juego de sol i-
tarios", tno le parece a usted que al fin y al cabo el concepto del motor inmóvil en incesante
intelección de intelección -la noesis noeseos de Aristóteles es la modalidad por excelencia, kat'
exocheen de lo divino de que lo humano puede participar es también lo mas aceptable, lo que
acaso más justifica nuestra existencia en medio del absurdo que hoy, como pávidos rústicos
nosotros, contemplarnos? Tomás de Aquino, tan aristotélico, a través de Averroes, y de tanto
mayor valor cuanto más aristotélico y menos católico fue, así lo reconoció, según yo to recuer-
do ahora también, mientras escribo a usted, aduciendo textos comprobatorios tomados por lo
demás, del Antiguo T estamento, como cuando, en la SUMMA CONT RA GENT ILES, repitió
con Salomón: beatus vir qu i in sapientia morab itu r . .. Sap ientis est infinitus thesaurus hom i-
nibus: qua, qu i usi sunt fa ct i part icipes amicit iae Dei.

Los malogros, pues, o fracasos o frustrac iones, como cuando ya en la existencia humana en·
contramos un espectácu lo cual el presente de absurdos desvíos por impotencia de la razón de
la activid ad in-tele-agente, probarán : por una parte la imposib ilida d de llegar a los logros, su•

100
cesas, metas finales, destinos, en el proceso de la incesante generación del ser, por inverosími-
les malios de acción instantánea, mágica; y por otra parte la posibilidad de llegar a tales resul-
tados sólo a través de procesos laboriosísimos, esforzad ísimos y longísimos a través de los cua-
les mucho ha de perderse presentándose como despilfarro. Pero es ahí donde intervienen de
nuevo las cuestiones de la omnipotencia, de la impotencia y de la potencia que aparecen o se
muestran a la vista de la misma existencia humana, y a que aludí antes. Efectivamente en la
misma impotencia, a través de tantos malogros o fracasos, ya en la mente humana que la con-
sidera, examina, analiza, descompone, componiéndola y recomponiéndola para tratar de ele-
varla a la potencialidad de la omnipotencia, surge la prueba de la posibilidad de esta última:
una cierta omnipotencia entonces, digo, porque me parece que, sin contradicción, se puede ha·
blar de una omnipotencia relativa, esto es, justamente de lo que vengo escribiendo, una poten-
cialidad tal, que pudiéndolo todo, sin embargo no lo puede todo de un golpe, por decirlo así.
Pues puede lo que se propone sólo a través de las relaciones, luego de la relatividad, de los me-
dios que ella misma se va procurando, creando para poder, en la eternidad. Donde tenemos
que advertir que como la eternidad es infinita, o sin fin, la omnipotencia lo es también, es de-
cir, Lal, que jamás se logra definitiva o terminante, terminalmente. Ella tiene, en efecto, que
discurrir pareja con la eternidad misma donde tiene que manifestarse sin poder por eso mismo
lograrse en la perfección de lo abso lutamente terminado. Pues tal es la razón de mi concepto
de la omnipotencia relativa: significa la potencia que sólo tiende a lograr su totalidad en el
transcurso mismo de lo que no tiene fin o término, la eternidad u na vez más, y siempre donde
también a menudo tiene que manifestarse como impotencia, como cuando lucha vanamente
por lograrse y se encuentra a sí misma en la impotencia ante impases, encrucijadas o callejones
sin salida como los de los monstruos prehistóricos en la creación de la vida o los de la actual
existencia humana también aún en la prehistoria moral, los del caos político actual en todo el
mundo de la tierra, el comunismo, el stalinismo, el mussol inismo, el hitlerismo, el peronismo,
el nasserismo, el ... lPero a qué continuar? Yo comprendo que eso tiene que desconcertarlo
a usted, como me desconcierta a mí, perplejo, zurumbático, aunque no llego a quedarme lelo
como un existencialista ante Heidegger. Pues de ahí mismo parto, en lo cual, para seguir esfor-
zándome a descubrir, en el fondo, la calidad intrínseca, esencial o potencial, hoy obstruida
como quizás nunca antes, de la in-tele-agencia. iCuánto despilfarro, cuánto malogro en mí
mismo -permítame usted esta exclamación referente a mí mismo- a través del ya largo proceso
de mi filosofía, especulación que en mí ha sido y seguirá siendo vitalicia de mi ser metafísico,
esencial! iCuánto ensayo frustrado, malogrado, perdido! A menudo me he hallado en la im-
potencia, como sin poder pasar. Tanta ha sido la dificultad. Después me he encontrado con
alguna potencia. Y a veces me he hallado con alguna potencialidad aproximativa a la omnipo-
tencia relativa, quiero decir, vislumbres de ésta. Entonces me siento con facilidad, avanzo, y
en mi avance me encuentro con cierto goce de felicidad. iSerá cuestión de temperamento co-
mo usted también me ha escrito?

Usted, doctor López de Mesa, es la única persona con quien yo puedo discurrir acerca de estas
cosas. Y en la excitación que me hacen sus cartas hallo u na compensación que le agradezco.
Por eso sigo escribiéndole como hasta aquí he venido haciéndolo. E I momento actual del gé-
nero humano, con el espectáculo de completa desorientación moral que presenta, es una nueva
prueba de lo que sustento. Sumida en esta encrucijada de seres desaforados y desrazonados, la
in-tele-agencia que podrá sobresalir en la meta sino tras la enorme dificultad -otra vez el pro-
blema, otra vez la aporía para el filósofo- que hoy halla ante sí misma dentro d e su propia
obra. Y así se halla como impotente. Pero de tal manera, o con tal perspectiva de posib ilida-
des, según ya podemos verlo, que bien se puede entender como asaz potente para lograr esas
mismas posibilidades, en signo de su latente omnipotencia a través del tiempo transeúnte en la

101
eternidad ... (Y a propósi to de esto: va que no le envio en seguida mi ep íto me, se me ocurre,
ahora, en el momento d e escribirle a usted esta carta, enviarle un diálogo que tengo escrito t!>
cante a la situación d e este mismo espectáculo a que me refiero: DECADENCIA, POR NECE-
DAD DE LA FILOSOFÍA. En él hay u n contenido de cosas vividas que contrasta con lo es•
cueto y abst racto del epítome y que me sirve de p rueba concreta a la tesis general de mi in-
tele-actualismo, que es a la vez un neosonado existencialismo, coincidente naturalmente con
el irracionalismo. Creo que ese diálogo, escrito en tono de polémica y critica, no exento de
sarcasmo, tiene su amenidad, a pesar de algunas incursiones filológico-<loxológicas como la de
la reconstrucción de la doctrina de Parménides. En él hago referencia a usted también, al lado
de Romero, Reyes y Vasconcelo -como tenia que ser dentro de los límites del diálogo- en bus-
ca de una ubicación de valores hispanoamericanos.
Una última anticipación al envio de mi epitome. Intuitivamente, -después de haber pensado y
discurrido mucho- se da para mí una esfera de esencia, en cuanto por ésta entiendo los actos
de los primeros principios que se despliegan como series de causas aún metafísicas y promoto-
ras en la predeterminación de los procesos genéticos del ser . Tal esfera es la del orden de la ra-
zón, o de la in-tele-agencia que se pone en acción, la cual por lo mismo que así procede, es só-
lo inteligible. Corresponde en cierto modo al kosmos noetikos de los antiguos -Proclo y Ploti-
no, por ejemplo. Yo podría explicarle que mi comprensión de ello sigue el método llamado
fenomenológico de la descripción exacta- en la esfera de los especulativo que se asume tal cual
se ofrece o presenta de hecho en la introspección. Dentro de dicha esfera, y como por descen-
sos de ella hacia un centro donde la in-tele-agencia puesta en acción se va diluyendo, se con-
centra, el mundo de los sen tidos, o lo que yo, por antít esis, llamaría el desorden de la sinrazón,
chaos anoetikon , lapso en el d esrazonamient o, hiato irracional por tanto: mundo que limitán-
dose más y más concéntricamente por campos que van reduciéndose del métrico universal al
físico, del físico al químico, del (luimico al biótico, del biótico al psíquico, del psíquico al
gnóstico, conduce finalmente, en restrospecto que tiende a descentrarse para expandirse inde-
finidame nte, al autognóstico que se dilata indefinidamente en el pangnósico posible. Pues
bien: ha sido ent endiendo e instruyendo yo todo esto así como he alcanzado en m i epitom e- lu e-
go en mis tratados que este resume- lo que ahora se me presenta también, conforme al méto·
do ind icado, cual una descripción sumaria de lo que es la estructuración genética de la existen-
cia- descripción que por lo sumaria puede parecer no sólo escueta, sino perentoria. Aquel que no
puede percatarse de la esfera del mundo inteligible o cosmos noético es el que permanece en
la esfera concentrada del mundo sensible, desorden de la sinrazón, caos anoético -ta existencia
irracional del existencia lista lelo que en su misma "lelitud" presume que es el estante ontofán1-
co o revelador del ser en sí, su absurdo. De ahí que él no pueda aceptar, constreñido como se
halla a esta última -sumido en la oscuridad de ella- más mundo q ue el desrazonado y desafora·
do de lo que ve, hasta en el seno mismo de la humanidad aún inherente a la animalidad que es
la suya, y verifica ahí mismo. Tal es entonces la esfera d e los que pensando niegan que pien-
san para aclarar que eso, oh absurdo, es lo que significa pensar. Pero contra semejante situa-
crón yo sustento la posición del in-tele-actualista, el racionalista que razonando sabe que pen-
sando piensa evid entemente, y que razonando y pensando así, es capaz de abarcar los dos
mundos, el inteligible y el sensible, ambos a dos: la noética esenc ia y el anoético caos, respec-
tivamente, en una sí ntesis que, dentro de mi especulación vitalicia de la metafísica corno siste-
ma de los principios d e la filosofía, se obtiene tras el ejercic io longísimo de la in-tele-agencia
que por fin se concentra en la autognosia, q ue tiend e a expandirse d el ind ividuo humano para
tratar, no obstante sus limitaciones, a dilatarse en la pangnosia donde se captan las etapas o fa.
ses todas que son posibles de la pancracia -la omnipotencia relativa en cada momento o instan-
te de la eternidad- de la eternidad dond e únicamente pod ría actualizarse absolutamente.

102
En la historia -el campo histórico- del género humano se han presentado períodos de sub-posi-
ciones casi completas en el mundo sensible y de super-posiciones a veces bastante logradas en
el mundo inteligible. En el primer caso se halla el momento actual, políticamente con el co-
munismo, el despotismo y todas las atrocidades del terrorismo -mundo de ladrones de todo,
inclusive de la moral- y filosóficamente en el existencialismo y el irracionalismo -mundo de los
estrambóticos y zurumbáticos alelados en las babias de sus absurdos. Ejemplos del segundo
caso se hallan con el esclarecimiento -Aufk laru ng- alemán que fue relacionista , en buen senti-
do, y llevó adond e él mismo hasta ser pantogista, como ocurriera con Hegel; antes también
con el Renacimiento italiano y francés, del cual la mentalidad española fue tenida a l'ecart p or
la Igl es ia, otro sino de la fatalidad hispanoamericana y antes aún, allende el lapso del Escolast i-
cismo dogmático y esterilizante, en la antigüedad clásica de Grecia. Yo co nceptúo que para
nosotros dicha historia -la dilatación ya en la conciencia humana del campo de la existencia
que se hace histórico- se nos presenta este mismo campo -figurativamente para una compara-
ción- como la expansión de una nebulosa que, a l expandirse de Europa hacia Amé rica, dejó
que se desprendiera de sí el y lobo nebular de nuestra existencia historial, aún en hechura o de-
venir. En este globo se hallan, pues, los gérmenes de lo racional, esencia l noético, tanto cuan-
to los de lo racional, existencial, anoético. Y yo le pregunto a usted : qué será lo que habrá de
prevalecer. Considere para su respuesta lo siguiente. Hasta ahora ese globo nebular de nuestra
historia americana tiene la perspectiva de un sistema planetar io cuyo sol, o foco central, es in-
dudablemente Estados Unidos. ¿o imana rá a través de él toda la virtud de la razón capaz de
promover para predeterm inar concientemente el cumplim iento de un destino, en vez de la sin-
razón que mueve ciega y fatalmente al malogro de u n mero sino, como nosotros m ismos lo es-
tamos palpando en los satélites como naciones? Yo creo que los Estados Unidos, a pesar del
inmenso, inalcanzable avance que han logrado con respecto a las demás naciones -h ispanoame-
ricanas- del hemisferio occidental, están aún m uy lejos de la conciencia p rop ia de su destino con
respecto a éstas, destino que parece ser el de imponer por todos los medios posib les la raciona-
lidad de la cual España dejó huerfanas, apoyada por la Iglesia, a los pueblos que fueron sus co-
lonias. En Estados Unidos, efectivamente, aun no se ha logrado la autognosia que es la panera-
cía del logos en política internacional con respecto al hemisferio occidental, y quién sabe si
nunca tampoco allá se logre . . . Considere usted, pues, también para la segunda pregunta que
he formulado, que en el globo nebular de nuestra historia por hacerse, sólo están los principios
de las posibilidades: tanto los esenciales, racionales, positivos de destino, cuanto los existen-
ciales, irracionales, negativos, de ciego sino . . .

Pero aquí noto •demasiado tarde ya, por cierto- que como de costumbre mi carta se ha exten-
dido más de lo que era mi propósito. Y así, volviendo a l asunto de ella, le pido, para concluir,
que cuando reciba mi epítome lo tome como un espejo que refleja en miniatura, las líneas abs-
tractas de mi sistema de fi losofía en cuanto espejo mayor que a su vez refleja las líneas univer-
sales del sistema es1ructural de lo esencial con lo existencial que llega hasta nosotros -nuest ro
andino campo histórico sumido al azar del sino chibchano (que en el fondo es el del materialis-
mo del factor bruto de la economía: el fabul oso El Dorado hoy representado en el real erario
concentrado en la sabana bacatana, para placer de tantos, vicio de lactante del centralismo que
absorbe y anula)- en aquel nebular de historia que se ha desprendido de la nebulosa historial
de Europa, según acabo de escribírselo, con todos los gérmenes, es decir, potencial de lo uno y
de lo otro. Tómelo así, sin tomar a mal lo del sino ch ibchano cuya primera víctima fue el le-
trado Jimenez de Quesada, para ver hasta qué punto, dentro de la relatividad de tal potencia,
es posible contraer hacia nosotros m ismos la omnipotencia relativa de la superación. Sólo q ue,
como ya en este curso, las cuestiones se suceden indef initivamente, entonces de inmed iato su r-

103
ge esta otra: ¿durará el embrión nebular de la historia panamericana lo suficiente para una
contracción mayor en si de lo omnipotente, caso rn el cual logrará la meta de su destino, o pe-
recerá antes, impotente para perdurar, caso en el cual será una nueva frustración en el sino?
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


95. Bogotá, 5 de Noviembre de 1956

Por dificultades de varia suerte apenas ahora pude leer su admirable exposición sobre filosofía
contemporánea y sociología nuestra, que ingeniosamente usted compuso en diálogo, para ma-
yor agilidad e /mpetu dialéctico.

Muchas cosas de ese estudio pudiera aplaudir, que me regocijaron y doctrinan, sino que la cor•
tedad de una epístola me reduce a la sola rnenciónde las eminentes. Sobre todas, la afortunada
síntesis de su filosofía, que en breves páginas surge coherente y precisa, y hasta concatenada
con el río océano del devenir histórico del respectivo pensamiento. Así, vaya de ejemplo, su
engozne con Heráclito y Parménides, y aun con el helenístico Evangelista de Patmos, constitu•
ye a la vez audacia inquisitiva y triunfo leal. Dentro de su posición epistemológica, pues usted
conoce mis reservas, que desde el punto de vista psicológico me apartan de algunas conclusio-
nes suyas. Pero asimismo conoce mi predilección por los presocráticos, que tan germinalmen·
te fecundaron los magnos problemas del entendimiento y a ocasiones lograron conocerlos en
su límite. No sé si usted, mas sí yo, he tenido que apartarme de maestros tan venerables como
Kant y Bergson, entre los escolarcas modernos, y de Platón y Aristóteles, de los antiguos, por
más que ello duela y contra ello se revela la inextinta gratitud que les profesamos. Temo sin
embargo que a menudo sutilicemos las sentencias de los primitivos maestros con los hábitos
mentales de nuestra retinada cultura y les apliquemos, además, sentido semasiológicamente
evolucionado a las voces fundamentales de que se sirvieron, átomo, vamor al dec ir, o fuego,
éter, logos, nous, etc. Aun así, nos enseñaron a pensar - ly esto es enorme!

Volviendo a su tríade Parménides-Heráclito-San Juan (el querigmático Juan, diría usted). pre-
sumo que alguien la considere temeraria por la oposición tradicional en que se les ha tenido a
los dos primeros. No así yo: un fluir eterno presupone un permanente eterno; sin voluntad
para ese fluimiento, carecería de valor; sin conocimiento de su existencia, carecería de sentido.
Usted, pues, discurre lógicamente. Mas yo me pregunto si es seguro el tránsito de lo lógico a
lo ontológico, que usted cautiva y convence. Aun más, si no es verosímil la superación de
nuestra lógica: el axioma euclideano de las paralelas pareció irrebatible hasta que audaces ma·
temáticos modernos lo "relativizaron". Y a muchos nos seduce hoy día concebir cosmos ultra
espacio-temporables, de ocurrencia lógica diferente.

Empero su mundo conceptual posee arquitectura, goza de fundamentos admirables, y hasta


reverbera últimamente con un no sé qué de religiosa {;'ación, como todos los grandes edificios
del pensamiento espiritualista. De ahí que lo aplauda y estime. No importa que yo ande por
otros vericuetos de la filosofía, no ya partiendo, como usted, de un principio de generación a
una serie de generaciones, de arriba abajo, sino de una actualidad fáctica a una concatenación
concomitante, y no precisamente por normas de causalidad ni de precedencias, que só lo son
válidas en este mundo estéreo-crónico, asaz incierto, asaz enmarañado en sus fenómenos, o fe-
nórnenico apenas.

10.4
Pero lo mío a nada conduce en esta nota, sino lo suyo, que la motiva y rige.

En primer lugar le presento excusas por haberle anotado algunas variantes d e voces y giro~ que
desde el punto de vista del lector creí úti les para mejor entendimiento: nunca que su redac-
ción adolezca de imperfección gramatical o lexicológica, que en esos achaques usted gana. Al-
gunos neologismos necesarios trae, preciosos como existenciario, logodédalo y esotros muy
suyos de aceptación filosófica ineludibles para su teoría. Otros tal vez un poco audaces, como
"intros-peccionarse", o un tanto híbridos, como "cogitológico", etc. Quisicosas, en fin, qu e
usted pasará por alto.

Cuanto al cuerpo mismo del diálogo, sí vería con gusto que lo partiese en dos, uno para la per-
quisición filosófica, y otro para la aplicación social, pues advierto un "clima" muy d iferente en
tales asuntos, así sean ambos de sub ido precio conceptual y grandemente úti les.

Respecto de Heidegger acaso convendría atemperar un poco los términos de calificación, no


sólo por las virtudes intelectuales suyas y magisterio eminentísimo en su esfera. sino por la
fraternidad con que los obreros de la cultura debemos tratarnos, máxime cuando el error es
nuestra heredad común o riesgo casi ineludible.

As(, v.gr., me deleitó el análisis glosológico que usted hace sobre la traducción d e " noein", y
creo que ello le granjea justos laureles, mas psicológicamente yo no hallaría grave apartamien-
to entre percibir y pensar, en la última instancia de sus esencias: la percepción comprende un
pensar, ora activamente concomitante, ora implícito en una e~tereotipada, inconsciente acti-
tud anterior. Pensar es hallar relaciones, percibir es captar algo mentalmente. Yo def iniría la
percepción como la revelación mental de una presencia. Presencia de un fenómeno sensorial
o de un fenómeno psíquico. En la percepción hay un conocer o un reconocer, aun en aquellos
casos de aparente "fenómeno puro", es decir de algo que se presenta inexpresivo, insignif icati·
vo, cual voz de idioma ignoto, ya que el hecho de hallarlo ignoto es un "conocer". Fue ra d e
que el " fenómeno puro" tiene de suyo alguna forma cognoscible, perceptible, captable. Desde
los tiempos de Thomas Reid este problema trabaja la agudeza de los grandes pensadores y la
derrota implacablemente: ninguno, a la verdad , sabe donde termina la sensación y comienza
la percepción, donde termina la percepción y principia la conciencia, donde conclu ye la con-
ciencia inmediata y sigue el pensar, donde se unen percepción, conciencia y pensamiento, don-
de se les añade la afección, y a esto la tensión, y a ésta la voluntad, y cómo todas ellas se cons-
tituyen en memoria. Con la hipótem de las "facultades" mentales o virtudes autónomas del
entendimiento, dicha distinción o discriminación, como ahora decimos, se resiste al análisis.
De ahí que yo proteste y profese la unidad del proceso y tenga por meros cortes mentales,
supositicios por end e. ta les divisiones. Es algo a modo de arco iris, que pareciendo evidente su
separación en rojo, amarillo, verde, etc., no podr(amos decir en qué punto preciso ni a qué nú-
mero exacto d e vibraciones un co lor termina y surge otro inco nfu ndible.

1nsistiendo un tris más en su antitético Heidegger, sería mejor decir, a tiempos que me endilgo a
pensar en la temible aporía de la prioridad entre esencia y existencia, en que antes me había
ocupado un poco apenas por sugestión del platonismo: id eas, arquetipos, amén, que a usted
mucho le incumben. ¿Existencia como una manifestación de la esencia, o esencia como u n
modo de ser de la existencia? Heidegger -llevado, cual Ortega, de un sobreprecio del hombre-
sintetiza los términos, diciendo que la existencia es la esencia de éste y el mismo ser suyo. Y
ah í a usted se le encabr itan sus cincuenta años de meditación y estudio. Yo les dejo el pleito
a ustedes. regocijado. que pues toda justa intelectual me alboroza indeciblemente. Y se lo de-

105
jo a un sí es no es quietado de lo que resulte, porque usted bondadosamente recordará que m i
punto de participación en todo filosofar es el situ~rme en "la víspera" del mundo, en la tarde
anterior a su génesis, y por lo tanto , vitalismo y hominalismo tienen en mí pesqu isa ontogóni-
ca y usiagónica turno aparte, por qué no decir secundario, que no podría ser, tratándose de
nuestro máximo motivo. Mas le decía, o quería decirle, que de algún tiempo a esta parte per-
sigo al desentrañamiento de una cuestión que me parece fértil en aplicaciones al tema de esta
inquietud, y consiste en di lucidar el porqué y el cuándo de la esencia de los conjuntos, la usio-
fanía de algo nuevo emanado de algo que no lo comprendía ni siquiera virtualmente con su
propia esencia. Mas corno esto sería prolijo, y aquí exótico, recojo velas y concluyo en lo que
me movió a hilvanar mi logodédalo, que diría usted, y pedirle que atenúe su grave "Eigendun-
kel" para don Martín, y en contrario, mueva en su favor aquella cordial estima que a todos los
filosofa ntes debe fraternalmente unirnos.

Con referencia a la segunda parte de su jugosa disertación solo quisiera, careciente ya de espa-
cio, pedirle que respecto de Bolívar incluya el año 12, por lo del terremoto de Caracas y el me-
morial de Cartagena, y el 26, por el Congreso Anfictiónico. Tal vez retiraría yo a Obando de
la ejemplificación androtípica, pues, pues . .. no es de esa altura, y aun el libro citado por us-
ted sí a medias fue de su hontanar, que don Manuel Cárdenas, si no yerran mis informes, puso
en él los buenos quilates. Por ahí también le apunto algo acerca de lr isarri. Boberías apenas,
que puede dejar de lado sin perder cosa alguna.

Mas no así mi entusiasta felicitación por el conjunto de su obra y la efusiva expresión de mi


gratitud por el concepto con que en ella honra mi nombre.
L.l.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


96 Barrarquilla, Diciembre 20 de 1956

Siendo yo tan poco practicante de funciones académicas, cuando, gracias a constantes bonda-
des de usted , fu i nombrado miembro correspondiente de la Academia Colombiana, pregu nté a
usted mismo cuáles debían ser mis obligaciones, justamente para que yo pudiera corresponder
como debía. Circunstancias u olvidos me hicieron descuidar mis intenciones y a usted dejar de
informarme con respecto a ellas. Una vez contribuí a la Academia de Ciencias con un artículo
que fue publicado en su Revista. Ahora, al recibir el folleto NUEVAS NORMAS DE ORTO•
GRAF IA, sentí mi desatención con respecto a la Colombiana, al leerlo, y me p ropuse escribir
algunas reflexiones que se me fueron ocurriendo a medida que lo leía, para suplir a mi falta.
Efectivamente lo hice así, de modo que, ya escri.t as, me permito enviarlas por el siempre eter-
no conducto de usted a la Corporación. Ruégale leerlas de antemano. Son breves. Pero usted
verá en ellas cómo cuestiones de mera ortografía pueden elevarse a consideracionesde filo logía
filosófica, más aún, a una metafísica de la filosofía ... que desde luego para mí resulta ser una
metafísica de la inteligencia.

A su carta de noviembre 5, que le agradezco, me referiré en próxima ocasión. El diálogo mio,


que me había pedido para la revista STUDIA de la Universidad del Atlántico, fue publicado en
ésta. Naturalmente, plagado de errores. iOué desgracia de impresores en Colombia! Sin em-
bargo voy a mandarle a usted un ejemplar.

106
Refiriéndome ahora sólo de pasada a uno de los puntos que usted toca en su última carta ati-
nentes a mis críticas a Heidegger: aquel en que usted declara "no hallar grave apartamiento en-
tre percibir y pensar, en la última instancia de sus esencias", le diré que ciertamente todos los
estados mentales seña lados por usted se intrincan entre s( hasta hacer con frecuencia casi im-
posible la separación, discriminación o discernimiento de cada uno en su estera propia o distin-
tiva. iPero no pasa con todo así? En los casos del pensar y del percibir para mí es evidente
esto: 1) el acto por medio del cual yo percibo, 2) el acto de pensar es enteramente diferente
a este último, aún cuando se refiere a él, en cuanto por el primero (1), al percibir el segundo
(2), percibo a ésta como objeto -aunq ue como objeto subjetivo- del todo independ ientede él.
Y al presentárseme el pensar como objeto subjetivo del todo independiente del percibir objeti-
vamente, se me presenta en la independencia que justamente lo aparta, separa o d iscrimina del
percibir, para mostrárseme como la actividad subjetivamente que hace posible e l percibir obje-
tivamente. Esta subjetividad del pensar en sí, en la abstracción máxima que entonces me es
posible, es metafísica y metapsíquica, y se me pone de manifiesto en mi conciencia de ella sin
ninguna relación a las objetivaciones psíquicas y físicas del mero percibir. Porque desde que
se relaciona a algún percibir, ya se relaciona a algún sentido, interior o exterior, psíquico o fí-
sico. Y desde que as( se relacione, se me ex-pone como el percibir en su propia esfera, deslin-
dada del pensar en la suya: aquella en lo concreto físico o psíquico- esfera de lo trascendido-
ésta en lo abstracto-esfera de lo trascendente-aquella en lo existencial, ésta en lo esencial. Es
lo que se desprende de algunas partes -ejemplo al final del aparte 5- de mi diálogo.

Pero me detengo. Una vez más, al escribir, me voy sin límites. Usted perdone. (Voy a enviar-
le adjunto también una respuesta al padre Félix Restrepo como Director de la Academia Co-
lombiana en atención a una solicitud que acaba de llegar a mis manos). Lo saluda con todos
los de mi familia y los votos por su bienestar completo, su amigo de siempre.
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


97. Bogotá, 10 de Enero de 1957

Precioso regalo el de su última carta, ya por las noticias que me transmite, ya por el trabajo or•
tológico adjunto, ya, en fin, pero sobre todo, por la fotografía de Ped rito; iestupendal A él sa-
ludos y a usted congratulaciones.

Llevé a la REV ISTA DE AMÉRICA la carta suya,prólogoyepítomedesupensamiento,que


tenía conmigo hace ya algunos meses, y me prometieron publicarla en próxima edición: cuan-
do el lo ocurra, se lo diré.

Por mi parte, estoy ordenando algunas notas -fichas dicen los bibliotecarios- del piélago de
rezagos que mis estudios me sugirieron y no querría que en balde: onomatología, historia, filo-
sofía, etc.

L.L.M.

107
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
98. Barranquilla, Febrero 15 de 1957

Mucho le agradezco el envío del número 81 de la REVISTA DE AMERICA ' donde aparece pu-
blicada la epístola dirigid a a usted como dedicatoria de MI ESPECULACIÓN VITAL ICIA DE
LA FILOSOFÍA 6 7 . Ha sido usted , como siempre, muy atento.

Ya hace poco más de un mes, cuando recibí la esquela que me escrib ió el 10 de enero, quise
escribir le. El anuncio que usted me daba d e la publ icació n a que me refiero me hizo advertir
que yo estaba aún en mora con resp ecto a m i promesa de enviarle el epítome correspondiente,
ilustrado ya con ejemplos que sirvieran de comprobación a mis suposiciones. Y ya hab ía he-
cho ese trabajo. Pero el borrador nuev o no estaba aún en limpio. Voy a permitirme escribirle
por qué.

En esos días me pidieron con mucho empeño una disertación sobre Menéndez Pelayo, en ra-
zón de su centenario. Para componerla, en extracto, busqué lo que yo tenia escrito atinente a
este autor en mi INDAGACIÓN DE LA MENTA LIDAD ESPAÑOLA. Creo q ue usted tiene
noticias de este trabajo mío, co nt inuación de otro anterior, iniciado hace unos cuarenta años
y continuado después en diversas épocas según las oportunidades d e mis gustos y aficiones:
mi GENESIS DEL PUEBLO ESPAÑOL lNo recuerda usted nuestra conversación en Pa rís,
1925, ruede La Boetie, recordada por mi mismo, hace unos diez años, en AUTODIDAXIA Y
HETERODIDAX IA, que dirigida a usted, usted hizo publicar asimismo en la REVISTA DE
AMÉRICA? Reptidas veces, durante mis diversos viajes a España desde 1926, me di a la citada
INDAGACIÓN, suspendiéndola muchas veces, para dedicarme a otras. Pero por fin le di su for-
ma definitiva en 1931, cuando de nuevo en Madrid, me hallaba en la misma dirección - que
para mí era concentración -de averiguar qué era y qué debía significar dicha mentalidad espa-
ñola para mí. lNo pertenecía yo a ella? lNo debía precisar cuál era mi posición en ella, ante
quienes la habían representado históricamente y seguía n representándola en lo presente?
iAh! Al releer las partes que yo necesitaba para componer la disertación que se me había pe-
dido sobre Menéndez Pelayo, como me gustara e l trabaJo, me distraje -o me contraje- una vez
más en él, hasta ta l punto, que me olvidé completamente del que habla prometido y había he-
cho para usted pero permanecía en borrador.

-Distracción de solitario- me dirá usted .

- Sí- le responderé yo . Pero icuán superior a las que b uscan otros y llaman sociales, políticas o
religiosas por donde discurre la consabida trag icomedia d e la humanidad! lNo es mej or con-
templar ésta, tal cual se ofrece por la historia, desde, como se ha dicho, una torre d e marfil?
lMejor aún que hasta en el teatro o en e l cinematógrafo? En mi INDAGACIÓN DE LAMEN-
TALIDAD ESPAÑO LA volvía a encontrar la m isma comedia y la misma tragedia, ora leyéndo-
la, ora pensándola p ara razonarla -m i razonamiento es mi vivencia de ella- precisamen te en lo
que venía a incumbimos a nosotros los de la raza española nacidos acá en Colombia -fenóme-
no que, tras continu ar yo la búsqueda de la génesis de l pueblo en la Pen/nsula, persiguiéndola
hasta las fuentes, no ya de su "etnografía", sino d e su convergencia en aquellos en quienes yo
tenía que ver el curso de la corriente positiva, contra la negativa que desgraciadamente había
de prevalecer, de la intelectualidad amparante; tras fijarla en Gundisalvo, en Vives, en Victo-
ria, en Sánchez, en Servet, en Fray Luis de León, vine a parar mientes en lo que también,
ineludib lement e, tenía que co nsiderar el fenbmeno de esa misma mentalidad en la aventura y

108
hazaña del descubrimiento, conquista y dominación del Nuevo Mundo. Es allí donde otra vez
vine a contemplar, sobre el palco de mis lucubraciones historialógicas -no propiamente histo-
riales- el acaecer cómico y trágico de aquella convergencia de procesos mentales que para los
españoles yo había venido a ver casi dramatúrgicamente representados por Carlos V en función
de Carlomagno, del Cid Campeador, del Gran Capitán y de Fernando el Católico, para hacerse
en aquél el foco que había venido a irradiar en las personalidades aventureras y hazañosas de
Cortés, de Pizarro, de Ouesada y demás secundarios o accesorios "ectipos". Pues lqué cosa
más interesante y divertida que hacerse uno espectador plenamente consciente, en el instante
que duran los arios de su vida, del mundo del género humano? ¿qué más pensar y razonar esto
para vivirlo intensamente uno cuando el público es de ignominias. Aunque yo no dejo de ad-
mitir esto, que se relaciona también al fenómeno de la mentalidad española: que la lectura de
un Fernández de Oviedo, un López de Gómara, un Cieza de León o un Juan de Castellanos re-
sulta no pocas veces más interesante y divertida que la de un Dostoyewski o la de un Shakes-
peare, no ciertamente por el arte, sino por la materia bruta del contenido. iQue humanidad'

Excúseme usted, pues, de mis distracciones de solitario, las cuales, como para el presente caso,
me ocurren de cuando en cuando o con largos años de transcurrencia. Por ejemplo, entre mis
notas sobre la mentalidac.J española conservo unas escritas en 1917 sobre Pizarro, el Cid y el
Gran Capitán. Fueron de las primeras que se me ocurrieron sobre el tema al leer las VIDAS
DE LOS ESPAÑOLES CÉLEBRES de Quintana. El libro lo había adquirido en "La Pluma de
Oro", una librería y papelería, tienda de objetos religiosos, que existía en Medellfn, y que qui-
zás usted conoció también. Bibliófilo empedernido en lo que me importa -no doy ninguna im-
portancia a variedades, incunables, etcétera- yo he conservado siempre los libros que me sir-
ven. Y así tengo esas OBRAS de Quintana. Pues bien: ya desde entonces, mientras me ocu-
paba en asuntos de orden práctico o utilitario, yo buscaba también ratos para aislarme cuando
quiera que podía y darme así a la contemplación de esa extraordinaria dramaturgia de que le
hablo. Para mí no podría ocurrir de otra manera. Ni en Colombia tampoco yo podía hallar
otro medio. El pensador, el razonador, el contemplador de lo que ofrece el proceso histórico
de la humanidad tiene aquí que procurárselo todo. A no ser que decida "meterse" a político
y entonces anule de u na vez para siempre lo que congénitamente es. Pero mire usted a las
orientaciones que ya entonces, y en esas condiciones, tomaban mis indagaciones. Cuando vine
a leer a Quintana, ya habla leído a Menéndez Pe layo. Yo había admirado, como sigo admiran-
do este autor, por su estilo tan terso, diáfano, y por su inmensa, incomparable erudición. Pero
divergía naturalmente de sus posiciones y conclusiones. Para mí en él el polígrado había ma-
tado al crítico, y muerto el crítico había dejado de llegar a la c lara perspicuidad de conciencia
que señala las cosas en sus puntos justos. Igual cos¡¡ le pasaba a su contempóraneo colomb iano
Caro. Así principalmente por lo que atañía a la HISTOR IA DE LOS HETERODOXOS ESPA-
ÑOLES. Porque mientras Menéndez Pelayo había escrito esta obra con la intención de probar
que los heterodoxos marcaban el curso de los desvíos de lo que para él era la recta vía de la
mentalidad española, yo pensaba lo contrario. En no haber entrado de lleno en ese "desvío",
estaba, está y estará siempre la irreparable falla de esa mentalidad. Pues era en los tímidos en-
sayos de los heterodoxos inmisericordes, crueles e inhumanos en su poderío inquisitorial,
donde había podido apuntar una vislumbre de la correcta vfa por seguir, pero no seguida. Eso
se hizo más perceptible y tunesto precisamente en el siglo de oro que fue el seiscientos.del des-
cubrimiento del Nuevo Mundo, de la culminación del Renacimiento y de la afirmación de la Re-
forma, el alba de la modernidad. Si en España hubiera habido heterodoxos de fueste -los que
tuvieron ese temple hubieron de emigrar-. España se habría salvado del retardo en el que la
sumieron, siguen y se~uirán sumiéndola los ortodoxos del oscurantismo. Lo mismo que en
Colombia. Carlos V desde Yeste, recluso al lado de los padres Herbnimos, con una mentalidad

109
oscurecida por el ascend iente fanático de su sangre españo la y del medio, que anuló la sangre
alemana, contribuyó a d eterminar ese funesto curso que co n Felipe 11 no haría más que exal-
tarse más y más, para exaltarse en correspondencia en las Américas donde ya marchaba la obra
de aventuras, hazañas y oscurantismos de Cortés, de Pizarra y de Quesada.

Pero me detengo aquí, y vuelvo a lo que quería escribirle. Ahora cuidaré d e que se ponga en
limpio el epítome de mi especulación con los ejemplos que lo aclaran para comprobarlo. Des-
graciadamente el trabajo ha casi triplicado el original.

Y deme usted noticias de sus propios trabajos_ Aquellos mismos de que me habló en su esque-
la del 10 de enero. Si los publica, no olvide enviármelos. Por lo demás espero que la salud de
usted sea buena y que, hasta donde es posible en las actuales circunstancias, su bienestar sea
completo. Con saludos de todos los míos, quedo siempre su atento amigo,

lPodría usted pedir que me enviaran del Instituto Caro y Cuervo ELANTIJOVIO de Quesada?
Toledo me ha facilitado el ejemplar que a él le enviaron. Me gustaría también que la Acade-
mia Colombiana y la de Historia me enviaran los ANA LES de años anteriores -ANUAR 10S
quise escribir- que tengan disponibles. Yo encuentro que gran parte de la historia nacional se
halla dispersa en discursos y disertaciones académicas. Hay que buscar datos allí, para com-
pletar la dramaturgia en que también yo veo ta historia de Colombia. Hay una biografía d e
Quesada por Pedro María lbáñez que aquí no se puede encantar. lEstará publicada en algún
Anuario?
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


99. Bogotá, a 1 de Marzo de 1957

Estupenda su última carta: gracias por ella y saludos.

Tanto en la Academia Colombiana cuanto en la de Historia quedaron en remitir a usted las pu-
blicaciones de que disponen, y confío en q ue así lo harán: si no, hágame el favor de re informar-
me. Lo de lbáñez sobre Jiménez de Quesada es un folleto agotado (1892) que no se consigue,
y superado ya por otros autores: le recomiendo un libro d e MAJO FRANCIS editado por
Aguilar, en el que se trata de los descubridores y conquistadores de América con alguna ampli-
tud y buena doctrina, a usted más útil por lo más que abarca y resume.

Augusto Toledo tiene un libro -quizás breve diccionario- etimológico de apellidos vascos que
alguna vez me ofreció generosamente, y que por dificultades de comunicación no pudo darme
a conocer, y como quiera que mi trabajo de onomatología yace inerte por no haber logrado
hacerme de esa instrucción en España en los cinco años que lo he procurado evidentemente,
mire usted si con solemne promesa de devolución él puede ahora -correo recomendado de ve-
nida y retorno, v.gr.- ayudarme con ello en este apuro. Usted y él conocen lo muy abundantes
que son en Colombia tales apellidos, y una obra de esa índole adolecería de censurable m;,in-
quedad.

Lo que yo he acopiado en tal orden es deficiente en sumo grado, y ello me aflige.


L.L.M.

110
BLANCO A LÓ PEZ DE MESA
Barranquilla, Marzo 10 de 1957
100.
Mientras me refiero a la última carta de usted -ya he hablado con Toledo, quien me ha prome-
tido atender a la so licitud de usted· voy a darle una molestia nueva. La que le doy porque me
parece que a usted, además de su cortesía de siemprt! dispuesta a ser servicial, le agrada ocu-
parse en todo cuanto se relaciona con la cultura nacional y, en tanto, también moverse en los
medios donde ésta se fomenta.

Se trata de los siguiente. E l D r. Francisco Sánchez Arévalo, director del Instituto Caro y Cuer-
vo, ha pedido al doctor Rodrigo Noguera Ba rreneche, director de la revista STUD IA, el envío
del discurso que yo pronuncié en la Escuela de Id iomas de la Universidad del Atlántico para
conmemorar el primer centenario del nacimiento de Menéndez Pe layo. Se propone el Dr. Sán-
chez Arévalo, según me informa el Dr. Noguera Barreneche, publicar dicho discurso entre los
demás que se incluirán en la Bibliografí a Colombiana sobre el ilustre polígrafo español. Y yo
ahora me permito enviar la copia que tengo por cond ucto de usted, con dos propósitos: pri-
mero, si es posible, que usted lea mi escrito, que es breve; y segundo, q ue mire antes si mi no-
toria heteroxidad no va a herir la sensibil idad que sigue siendo tan española de la ortodoxia co-
lombiana. Aquí, cuando yo dij e mi discurso, aunque fue ante un público compuesto principal-
mente de conservadores y de religiosos, se aceptó bien , apreciándose como una expresión fran-
ca de mis puntos de vista. Ni yo habría podido aspirar a más. Pero no sé si Bogotá sea otra
cosa.

En fin, excuse usted tantas molestias mías, a la cual voy a añadir una más: la de solicitar del
mismo Instituto Caro y Cuervo el envio del ANTIJOV IO, y de las d emás publicaciones simila•
res qu e tengan disponibles. Entiendo que se ha hecho una edició n de las obras completas d e
don Rufino . Si es así, me gustaría poder recibirla.

Ayer recibí dos paquet es de libros enviados, gracias a la oportuna solicitud d e usted, de la Aca-
demia de Historia. Avisaré recibo directamente. Entretanto, reciba u sted con ésta la expre-
sión de mi agradecimiento, el saludo cordial de los míos, y el deseo de que se encuentre gozan-
do de buena salud.
J.E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


101 . Barranquilla, Septiembre 20 de 1959

Después que hube hablado po.- t eléfono con Ud., noticias que recibí d e Barranquilla me hicie-
ron apresurar mi regreso temporal a esta ciudad. De ahí que yo no pudiera pasar por casa de
Ud. pa ra recoger la parte que le habla dado de m i INDAGACIÓN DE LA MENTALIDAD ES-
PAÑOLA en los capítulos atinentes a Carlos I o V. Tan pronto como yo vuelva a Bogotá, iré
a visitarle. Mucho me interesan sus comentarios -anotaciones que p ienso serán las que ya me
dejó conocer, y atañen principalmente a estilo, siendo el m(o tan deficiente.

Panc,uvin en esto hnv rlnminao. cuando me hallo acá a mon aise, se me ha ocurrido e nviarle

111
una sinopsis de los autores que he considerado en mi indagación, y una nota aclaratoria que
también tenía escrita. Ouizás, si Ud . lee esto, cuntribuya a darle idea más comp leta de los
propósitos que tuve desde que empecé a ocuparme en estas investigaciones. Las cuales son,
por lo d emás, continuación de mi GENESIS DEL PUEBLO ESPAÑOL, escrito acerca del cual
tuvimos Ud . y yo hace tanto tiempo una conversación en la ruede la Boetie, en París, y que
fue transcrita y publicada años después en la REVISTA DE AMÉRICA (1947). Le envío tam-
bién una curiosa nota genealógica de mi persona que acaso contribuya también a explicarle m1
ocupación en esta materia.

La víspera de mi regreso a Barranquilla tuve el gusto d e recibir la visita del doctor Mota Salas,
quien tuvo la amabilidad de llevarme el libro de su últ ima publicación, ya prometido. Lo d ejé
en Bogotá para leerlo y comentarlo a mi vuelta allá. De verse Ud. con el Dr. Mota Salas, rué-
gole decirle que atenderé con placer a su solicitud de una colaboración filosófica ; y que, como
él y yo hablamos de Bergso n, con motivo del primer centenario de su nacimiento, y yo le pro•
metí darle sobre este genial autor mi colaboración, le llevaré una parte de lo que tengo escri-
to. Son unas lecciones -<:uatro- que escribí en 1942 para completar mi curso, iniciado pero no
concluido en el Colegio de Barranquilla, sobre HISTORA COMPARATIVA DE LOS SISTE-
MAS PRINCIPALES DE LA FILOSOFÍA. Pod rían publicarse poco a poco, o sucesivamente
-o, si es posible, servir para un cursillo en la Facultad de Filosofía y Letras. Yo, desde muy
joven, estudié con empeño a Bergson. Y creo que en América no se ha escrito nada que abarque
tan completamente la obra d el eminente pensador francojudío. De ello se podrá juzgar ya por
la lectura de la primera lección.

Para información de usted sobre estos temas le envío también una sinopsis de los autores que
he considerado en la HISTOR IA a que me refiero. Hay autores que, como Platón y Aristóte·
les en la antigüedad, Tomás de Aquino en la medievidad, Descartes en la modernidad, me im-
pusieron labor de varias lecciones. Y Kant, desde luego, por sí sólo, formó para mí un volu·
men bastante denso .

Yo considero estos trabajos míos -los de que le hablo en esta carta· como parerga o libros com-
plementarios de lo que pienso como mi sistema de filosofía, bajo el título de METAFÍSICA
DE LA INT ELIGENCIA. Sólo que, desgraciadamente, las múltiples ocupaciones no especulati·
vas que siempre me han apartado de lo que para mi ha sido también siempre mi interés máxi-
mo, me han impedido hasta ahora pulir suficientemente cuanto he podido escribir· y no es
poco, con el afán de apresar lo que he pensado.
J .E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


102. Barranquilla, 29 de Marzo de 1960

Lo saludo muy atentamente mientras quedo en la esperanza de que usted se halle disfrutando
de salud perfecta.

Le envío la presente por conducto de Pedro. El me ha escrito que ha visitado a usted algunas
veces. Creo que él es todavi'a un poco temeroso en sus visitas. Y justamente por eso escribo a
usted esta carta; para pedirle un favor : que, cuando usted vaya a casa del doctor Santos, per-
mita que Pedro le acompañe a fin de presentar condolencia personal por el sensible deceso de

112
doña Lorencita. Yo envié telegrama de pésame en nombre mío y de mi familia directamente a
Bogotá. Pero d e seo qu e Pedro p ersonalmente manifieste nuestro sentimiento al d octor San-
tos. Pues hay además una circunstancia de gratitud para ello : al día siguiente del nacimiento
de Pedro, 11 de Noviembre d e 1941, e l doctor Santos venía con doña Lo rencita y su acompa-
ñamiento presid encial d e Cartagena a Barranquilla. En la finca donde se le dio la bienve nid a
al doctor Santos, éste tuvo la gentileza de ofrecer su primer brindis por la suerte futura del hi-
jo que a mí me acababa de nacer . Gentileza inolvidable de un espíritu noble como siempre ha
sido e l del doctor Santos.

Después volvt-ré a escribir a usted menos brevemente. Desde que llegué a esta ciudad he teni-
do una labor intelectual igualmente intensa que inmensa: la de ordenar en sus debidos conjun-
tos todos los apuntes 6 "de mis experienc ias y observaciones en la vida del Senado. A l lado del
DIÁLOGO SENATORIAL DE LA LENGUA tengo escr ito ya el que hace pendant con él:
DIÁLOGO SENATORIAL DE LA DIPLOMACIA. Y junto a ambos, otros dos escritos, más o
menos accesorios: TIPOLOGÍA DE SENADORES Y SIETE DIGRESIONES EN TORNO A
UN DEBATE SENATORIAL. Mas lo principal, fundamental para mí, dilatación d e estos es-
critos, es lo del estudio a que simultáneamente entonces me di y fue el del derecho constitu-
cional, que bien pronto hubo de dilatárseme aun muchísimo más, en una expansión ni prevista
ni por consiguiente buscada que yo tengo cogida, por d ecirlo así, en el borrador de su primera
redacción : PROGRESO GENÉTICO DEL DERECHO, que abarca -no se asombre usted por la
osadía de sus alcances, no paradójicos, sino reales- quinientos mil años. El en efecto arranca
de las más remotas, primitivas manifestaciones del derecho por la interdependencia surgente
entre salvajes prehistóricos como los del Sur del A frica, los australopitecos, para venir a parar,
después de recorrer todas las etapas prehistóricas, protohistóricas e históricas, en la culminación
del novísimo derecho de gentes que, resultado último de ese mismo recorrido, se desprendió
de la Sociedad de Naciones y sigue desprendiéndose de la Organización de las Naciones Unidas.
Y, francamente, al ver lo que ya tengo logrado, su presentación se me exalta como la de la más
grandiosa visión que se puede concebir del proceso. iNueve capítulos y unas trescientas pági-
nas de imanencia subjetiva, trascendencia objetiva y eficiencia positiva a través de un curso
que aun más va muchísimo más allá de los quinientos mil affos a que yo me he limitado, por-
que abraza -a usted puedo escribirlo así· los antecedentes cósmico-telúricos, telúrico•bióticos
y biótico-jurídicos, a fin de concentrarse en lo que ha venido a ser tema y motivo conductor de
mis especulaciones sobre la base de experie ncias y vivencias en la vida de un Senado como
punto de partida!

Pero quise ser breve, y veo que no he podido serlo. Quizás lo escrito ya me evite tener que
molestar de nuevo la atención de usted sobre el mismo asunto. De todas maneras quedo como
siempre su afectísimo amigo,

lLeyó usted por casualidad mis INDICACIONES PARA LEER UN DIÁLOGO, publicadas en
EL ESPECTADOR de l 13 de marzo? En mis DIGRESIONES SOBRE DEBATE SENATO-
RIAL, donde razono sobre las reformas constitucionales, me refiero a las propuestas por el
doctor Santos y usted mismo.
J.E.B.

113
LÓPEZ DE MESA A BLANCO
Bogotá, Mayo 9 de 1960

103.

Para anunciarle recibo de sus gentiles comunicaciones y decirle que leí con sumo placer su pri-
mera disertación bergsoniana, primorosamente estructurada y bien dicha. Motta Salas me en-
comienda pedirle el segundo texto para STUDIA.

Con grave imprudencia me he dejado atrapar en múltiples y arduas labores, si mi salud y mi


tiempo no lograrán satisfacer: ien fin, hasta donde resiste la una y alcance el otro, seguiré
adelante!

A todos ustedes mis saludos


L.L.M .

BLANCO A LÓPEZ DE ivlESA


104. Barranquilla, Mayo 22 de 1960

Con toda sinceridad le envidio la facultad que usted tiene de ser sucinto. Si yo me pongo a es-
cribir mis pensamientos se me complican infinitamente y se me van por espacios sin límites.

Le agradezco su apreciación sobre mi primera lección acerca de Bergson. Quizás sea usted el
único lector "ideológico" q ue yo tengo en Colombia ; donde nadie lee para tratar de "ideas".

Le envío un folletico donde, hace 18 años, se publicó mi lección sobre Newton, preparada para
que sirviera a la conmemoración del tercer centenario del nacimiento del fundador de la mecá-
nica y de la óptica modernas. Proviene del año en que escribí mis lecciones sobre Bergson y
otras más. Con ella deseo mostrarle cómo es que está concebida y escrita mi HISTORIA
COMPARATIVA DE LOS SISTEMAS PRINCIPALES DE LA FILOSOFÍA. Alguna vez yo
envié a usted el índice de todos los autores estudiados por mí según las épocas que forma-
ron. Que yo sepa no existe nada escrito en forma igual. Su totalidad puede alcanzar hasta
unos quince volúmenes. iDígame usted si en Colombia, donde nadie lee "ideológicamen te"
-pues todo el mundo lee automáticamente, periodísticamente- hay campo para una publica-
ción de ese aliento! El cual, por otra parte, no es más que un aspecto de mi METAFÍSICA DE
LA INTELIGENC IA, "parerga" en torno a ésta: la consideración de la fenomenogonía de
ella justamente en la historia de la humana filosofía.

Como usted me escribe del doctor Motta Salas, le mand o copiad e la carta que escribí a él estan-
do yo en Bogotá en diciembre último. Estando yo entonces ocupándome en lo concerniente a
la matrícula de Pedro en la Universidad Nacional, entregué mi carta junto con la copia de mi
segunda lección sobre Bergson al Secretario de la Facultad de Filosofía. Que ni ésta ni mi car-
ta hayan llegado a manos del Dr. Motta Salas es una prueba más de cómo andan las cosas en
las Facultades de la Universidad . lTendrá usted la bondad de avisar al Dr. Motta Salas para
que se averigüe el paradero de la copia a que me refiero?

Los trabajos míos d e que le hablé en mi anterior -tenomenogonia de la inteligencia jurídica o

114
proceso genético del derecho, y otros- siguen su curso. Es así porque siguen siendo realización
de mi ser consciente, mente o espíritu -el cumplimiento en mí, por mí y para mí del destino
que he hal lado para mi existencia.

De las preocupaciones y labores de usted tomo nota por lo que escriben los diarios de Bogotá.
Espero que ellas no afecten su salud, que es lo que ya en los postrimeros años de esta corta vi-
da que nos está concedida más importa. Salud, pues, o bienestar perfecto, le desea como siem-
pre su amigo,
J . E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


105. Octubre 12, 1964

Encima naturales discrepancias ideológicas estilísticas elévase sentimiento inmutable viejísima


amistad que con familia mía Erika, Pedro, Martina úneme consenso nacional exalta debida·
mente personalidad meritísima caracter valiosísimo usted en cumplimiento octogenario reve•
lador vitalidad extraordinaria que augura venturosos años venideros para regocijo todo colom-
biano que acompañamos nosotros. Congratulaciones.
Jul io, Erika, Pedro, Martina Blanco

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


106. Medellín, Octubre 27 de 1964

Gratísimo su saludo y re-gratísimo mi recuerdo de todos ustedes, a quienes mi corazón y


grande estima desea todo bien y larga vida para gozarlos.

iOué qu ieren ustedes: he padecido este último par de años de graves peripecias de salud y no
se me oculta que voy siendo, -culpa del agresivo almanaque• un supernumerario ya en esta por-
tentosa ocurrencia que es vivir!

No crean, empero, que desmaya mi voluntad de trabajo, ni menos, mucho menos, el afecto
que les profesa uno a uno: Julio Enrique, Erika, Martinita y Pedro 11.
L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


107. Medell ín, Diciembre 3 de 1964

Muchísimas gracias por la condensación ideológica de sus tesis, que aprecio sobre modo y uti-
lizaré en mis atinentes cogitaciones. Desde ahora le digo que a la manera de un subproducto
de fábrica -excúseme el símil coloquial- he disfrutado golosamente d el espectáculo de su gno-
siogonía en pleno hacimiento, en el trance preciso de mi elaboración de un análisis de la mente
humana.

115
Le confieso que no me atrevería a participar del concepto de concie ncia que predican nue stros
amados maestros de la filosofía, la psicología tradicional y las religiones espiritualistas: no
hay tal que tengamos concie ncia d e la esenc ia o de nuestra misma substancia; sólo •Y eso con•
fusamente- de los fenómenos que ocurren en nuestro organismo, de los cambios, propiamente
hablando. Ni existe entidad o sujeto o estructura de estados ni campo que constituya lo que
denominanos conciencia intelectiva. Más aún, ni siquiera un cent ro cerebral, como se di-
ce del sistema reticular activante de Magound y Morussi y antes se afirmó de los lóbulos
frontales. Tampoco podría adherir a la enlabiadora hipotesis d e un " esp íritu" que se objetiva
se realiza en su devenir; ni me nos todavía a un progres ivo esclarecimiento d e las ideas inminen·
tes de alguna actividad operativa; antes contemplo con piadosa discreción que nadie supo por
qué ni para qué existía o existe: las escuelas filosóficas siguen siendo poemas al modo de los
peri physeos de nuestros gentiles poetas los presocráticos.

Empero, el discurrir es ya prodigio de este huérfano cósmico que somos, y reto al sospecho-
so silencio de la causalidad .. . y hogaño al gracioso muñequera de la vieja lógica.

Algún día le comentaré los nuevos p lanteam ientos que la derrota de esa bella imagen d e la
cultura que usted muy éticamente designa con el nombre de sofogonía, sofogénesis o sabidu·
ría del hombre histórico, está luchando entre frustraciones, angustias y tanteos.
L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


108. Barranquilla, 28 de Nov iembre de 1964

Después q ue visité a usted en Medellín, pasé algunos días en Bogotá. Ahora, al volver a Ba·
rranquilla, he recordado la conversación que tuvimos. También lo que usted me dijo: que se
interesaba igualmente por indagaciones psico-gono-lógicas y gnoseo•gono-lógicas en relación
con el tratado de la historia de la filosofía . A sus preguntas respo nd f en té rminos que, por la
premura del tiempo, no pude ampliar. Buscando ahora entre los escritos d e mi MET AFÍSICA
DE LA INTELIGENCIA PURA una parte dond e yo, desde antes, había tratado de resumir pri-
me ros apuntamientos sobre la materia, la he enco ntrado. Y com o es costumbre mía sacar co-
pias d e lo que mecanografío, le envío una de éstas para que usted vea hasta dónde he llegado
yo en mis lucu braciones.

Note que lo q u e le mando es más bien un borrador de apuntaciones como para servir de base a
ulteriores consideraciones. Mi método de exposición allí es principalmente descriptivo, en es-
tilo seco, por decirlo así, ajeno a toda retórica para búsqueda de amenidad. Esta, lo imposible
ahí mismo. Mi propósito era ya establecer cómo se puede ahondar en lo más profundo y so·
bresalir en lo más elevado del tránsito por donde se produce la conciencia humana que con ca-
da hombre o mujer atraviesa la existencia. No tenía otra consideración que la de ese cómo por
donde se causa y efectúa dicho tránsito. Muchas repeticiones quedaron allí como motivos
conductores que tenían que aparecer y reaparecer para sustentarse en sus evoluciones como
debía n. Se me antoja ahora que son como aquellas que abundan en composiciones m usicales
-au nque mis escritos no tienen nada de esto- de un Beethoven o de u n Wagner.

116
La lectura de m is apuntaciones es ardua por su contenido, y quizás enfadosa po r su fa lta de
pulim ento, en el estilo aún bruto del borrador p ri mit ivo. lPodría usted hacerme observacio-
nes? Le serán agradecidas.
J .E.B.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


109 Barranquilla, 23 de Diciembre de 1964

Quiero ante todo expresarl e mi más sincero deseo que al recibo de la p resente usted se encuen-
tre e nteramente restablecido en su buena salud. Es también mi esperanza que se hayan disipa-
do los tP.m ores de ser el mal que le afectaba hasta el punto de hacer necesaria una in tervención
d e cirugía.

Por o tra parte quiero igualmente referirme a una frase de la cual le hab lé y que se halla en las
copias d e mi estud io sobre Carrasquil la. Ya le dij e que deseaba borrarla. Fue escrita al correr
de mi pe nsar sobre lo que yo ve nía discurriendo en torno a Carrasquilla. Lo deseo porque me
parece hoy, años d espués de haberla escrito, descortés primero con respecto a usted mismo y
después con respecto a la tradición d e nuestra vieja amistad. Pero voy a explicarle cómo se
o riginó dicha frase.

En alguna ocasión yo había oído a Echand ía decir, para elogiar a usted, que usted hablaba y
escrib ía como Quevedo. Inmediatamente yo pensé al contrat io de Echand ía . Si era verdad
que usted hablaba y escribía como Quevedo, se le debía criticar. Porque lcómo, sin incu rrir
en anacronismo, ya en la edad de la tísica intratómica y de la náutica ultraterráquea, podía
uno segu ir hablando y escribiendo como se h ablaba y escrib ía en España durante la época de
Fe lipe Segundo y T omás de Torquemada? Había -j uzgué- que superar completamente aque l
idioma ya arcaico para pod er hallar e l lenguaje mod erno que no fue ra más retardatario del
pensam iento libre. Era indispensable que la ex posició n d e éste se pusiera al unísono con las
ideas que estaban promoviendo el dominio de la e nergía termonuclear y de los proyectiles
diastero-espaciales para el escruti nio d el diacosmos q ue el genio técn ico d e la humanidad quie-
re también d ominar.

Tal, en efecto, fue el origen d e la frase a que me refiero y que deseo sea tachada. Por lo d e-
más, en un estudio previo d e la inte lectualidad colombiana d entro de cuyo marco m e propuse
situar a Carrasquilla, me detuve más ampliamente a apreciar e l valor de la obra d e usted a con•
tinuación de la de Núñez, d e Caro y d e Suárez, críticamente.

Le reitero mis deseos arriba expresados, a los cuales se u nen Erika, Pedro y Martina: que el
ac haque qu e afectaba la salud de usted cuand o lo visité hace pocos días en Med ell in , haya sido
d efinitivamente vencido.
J .E.B.

117
LÓPEZ DE MESA A BLANCO
Medell ín, Enero 4 de 1965

Muy generosa -como de su espíritu• su carta, y créame que de usted todo lo interpreto en ese
orden del bien.

Infortunadamente el mismo día de tan grata noticia tuve la muy penosa de que lo habían atra·
cado y desvalijado de gran cuantía de dinero, lo que me aflige por el daño económico, desde
luego, pero aún más por el deprimente sentimiento de invalidez material y agravio moral que
ese dolor nos produce, en lo que humillante impotencia y atosigante injusticia se aúnan para
ofendernos.

Cosas como estas del mundo contemporáneo que no hemos sabido afrontar y por ser y como
son lo marcan de indigno.

Ojalá que todo los demás en su noble casa sea bondadoso en el nuevo año.

Aqu í, como de costumbre todo mundo pend iente anda de vacaciones. Menos yo, naturalmen-
te, que ando de padecim ientos.
L.L.M.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


1 11. Medellín, Marzo 17 de 1965

Cierta coquetería cronológica me mueve a fechar esta esquela el día recordatorio de la primera
aparición pública de la generación de EL CENTE NAR IO ; su bondadosa inquietud por misa·
lud me la pone presente, y esa mi mala salud añade un sentido de liquidación -si me permite
expresarlo en términos bancarios- a la obra conjunta que el atardecer de la vida impone.

El balance arroja inmenso saldo de gratitud, no vanidosa o ilusament e por lo realizado en la


vida, sino por el hecho en sí de haber exist id o. Entr e ser y no ser la distancia es infinita, y e l
haber sido participa de tal infinitud, así sea leve la obra y pasivo el mérito suyo. Esa infinitud
de ser agranda portentosamente la melancolía de los dioses. Sino que el superar la aflicción
del destino es aún más grande heroísmo y victoria única en su género.

Así contemplo las flaquezas y ominosos -es to sí- avisos de peligro a la vista y sólo lamento no
haber logrado, para mí, el conocimiento sosegante de la rea lidad, y para mis compañeros de
ruta, no haber sido ni lo suficientemente bueno ni lo suficien temente útil.

Quiera la fortuna que esto no marche tal como yo supongo.


l.L.M.

N.B. Entregué su ensayo sobe el nietzscheismo d e Carrasquilla al Dr. René Ur ib e Ferrer, perito
en ambas materias, la historia Iiteraría y la historia de la fi losofía: supe que lo leyó con sumo
interés y que d esea comunicarse con usted si n opini ones, pero sus agobiantes labores no permi-
ten presagiar la fecha.
Vale.

118
Julio E. Blanco. a la edad de 95 años, un pensador ilustre
en plena uctividad . !Del a,ch,vo de J . NúllezJ .

Luis López de Mesa, en compañia del ex-presidente Dario Echandia .


(Foto cortesía del diano "El Tiempo") .
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
112. Barranquilla, 5 de Junio de 1965

Casi tres meses han pasado desde que recibí su carta del 13 de marzo en que me informaba
sobre su estado de salud.

Me proponía escribirle nuevamente cuando mi salud inesperadamente fue afectada. Tres horas
para dos operaciones, seis más o menos entre inconsciencia, tránsito por la nada que para mí
fue como un instante, y somnolencia para volver a la consciencia, lo molestoso de tornar al
ser. Tras diez días en la clínica y quince de reposo en mi casa, ahora me encuentro casi como
antes.

Pero no quería escribirle de mí, sino de usted y de la salud de usted . lCómo está ésta? Espero
que, de acuerdo con la última frase de su citada carta, haya marchado mejor. Le agradeceré,
pues, que de serle posible, me escriba para confirmarme que en realidad todo en usted ha con-
tinuado como yo lo deseo y espero.

P.S. En posdata de su carta me informó que había entregado al profesor Uribe Ferrer mi estu-
dio de Carrasquilla. Usted me escribe: ensayo sobre nietzscheísmo de Carrasquilla. Lo que yo
quise mostrar fue el pseudo-nietzscheísmo 69 de éste y sus amigos literarios de Medellín. Si,
por lo demás, me gustaría conocer la apreciación del profesor Uribe Ferrer. Sobre todo si son
de estimativa crítica.
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


113. Oomingo 13 de Junio de 1965

Inocente estaba de los infortunios que aquejaron su vida en estos tres últimos meses, y con
permiso de ambos -usted y Pedrito- regaño a éste por no anunciarme tan graves ocurrencias.
iDígamelo a mí, que las he padecido con aditamentos de peligro, y aún me asustan sus riesgos!

A Dios gracias usted amortizará los malestares que le quedan. No así yo, que debo aún some-
terme a la poderosa pero azarosa cirugía, pues ya los ojos se niegan a consolarme con el tesoro
de la lectura, para usted y para mí supremos.

Preparo viaje a Bogotá con este propósito, mas no tengo fecha fija, quizás en el curso de julio.

No comento la vida nacional, ni la social, ni la personal siquiera, por este menoscabo visual,
pero sí reitero mis saludos a todos los de su casa, que ése sí no se menoscaba nunca.
L.L.M.

121
LÓPEZ DE MES4 A BLANCO
114. Medellín, Agosto 21 de 1965

Grave flaqueza de salud me mueve a enviarles -amigos y amigas Blanco-Larsen- un recuerdo Y


una pregunta cordial de cómo los trata la vida en estos tantos días que están silenciosos.

La mía ardua y difícil de sobrellevar, iqué le vamos a hacer! Sepan -esto sí- que no los olvida
su leal amigo.
L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


115. 25 de Agosto de 1965

Sus breves líneas del 21 llegaron a mis manos ayer. Coincidieron con deseos que tenía desde
hace días para escribirle, pero no cumplidos por no saber yo si usted, de acuerdo con lo que
me había escrito en carta anterior, se había trasladado ya a Bogotá para sus consultas sobre los
ojos.

Había deseado escribirle a usted desde hace unas dos semanas porque había visto que en El Es-
pectador de Bogotá se estaba comentando con alguna Iigereza lo escrito por usted sobre sue-
ños y ensueños. Como yo tenía escrito desde hace bastante tiempo algo relacionado con el
asunto, se me ocurrió enviar unos fragmentos del estudio que había hecho yo sobre autores
como Hegel, James, De Ouincey y Baudelaire, seleccionando lo atinente al penúltimo, a mane-
ra de complemento a lo escrito por usted. Mi propósito era levantar la consideración de los te-
mas a niveles universales, tales cuales lucubraciones de usted. Envié eso al Magazine de E I Es-
pectador. Ahora no sé si lo publicarán. Entretanto yo había querido darle a usted noticias de
ello, pero por lo que escribo arriba, dejé de hacerlo.

Todos los de mi familia lo recuerdan siempre conmigo. Y todos deseamos vivamente que el
estado de la salud de usted se le haga pronto satisfactorio. Pedro, mi hijo y ahijado de usted,
está en Bogotá. Generalmente el habita el Hotel Continental. Ahora parece haber encontrado
un alojamiento satisfactorio en la Avenida Caracas.
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


116. Diciembre de 1965

Al leer ahora los periódicos matinales, vi en EL TIEMPO la muy penosa noticia de la muerte
de Pepillo 70 , y, creáme detuve la lectura para meditar en lo que para usted y los suyos, para la
sociedad y la patria y para todos nosotros, conciudadanos y amigos, nos es amargo este dolor.
Y como quiera que en pocos días he padecido la penosa desaparición de otros seres queridos
también, un no sé qué premonitorio se añade en mi espíritu y lo trae sobrecogido y melan-
cólico.

En momentos en que la humanidad se halla asediada de raros fenómenos de cambio y peligro,


la muerte de los buenos recarga de amargura la ausencia de su espíritu .
L.L.M.

122
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
117. Barranquilla, 5 de Ener.o de 1966

Mucho le agradezco su esquela de condolencia por la muerte de mi hermano Pepillo. Usted lo


escribió: él estaba entre los buenos que se van para no volver. El sentimiento de usted ha par-
"ticipado así del de nosotros, los deudos. Y naturalmente yo a mi vez he participado del de
usted en la pena de la desaparición de aquellos otros buenos y queridos de usted que le han
afectado.

lOué más decirle? Después de mi última carta hice un viaje de distracción a Nueva York. Yo
quería revivir allá vivencias que repetidas veces había tenido desde mi adolescencia y después
en mis repetidas residencias en la asombrosa ciudad. Y así fue. Semanas de un otoño admira-
ble, con días claros y temperatura templada, me permitieron mi objetivo. "En flaneur", como
siempre, y como tantas veces lo hiciera en París -algunas en unión de usted- pude disfrutar de
revivencias de estados de alma como los que tengo anotados en mis cuadernos de autobiogra-
fía intelectual. Un placer incomparable, sin duda alguna, este de revivir lo vivido --solitaria-
mente como soñando cual un paseante inadvertido por las multitudes bulliciosas en su tráfago
de aturdimientos automáticos.

Busqué esa distracción también porque después de las operaciones quirúrgicas a que fui some-
tido en mayo último, me di a escribir lo que había podido observar de algo que me había pro-
puesto: qué era lo que se podía experimentar en el tránsito del descenso a la nada y de reas-
censo al ser en pasando por la inconsciencia de la anestesia. Un trabajo de introspección difí-
cil para el análisis en lo profundo y recóndito de los datos. Lo terminé, para mi uso y deleite
personal - pues lquién en Colombia se interesa por estas cosas?- como Revelaciones de la Ra-
71
zón Pura o Apocalipsis al día • Y para premio, autopremio por la labor, mi viaje de holiday a
Nueva York .

lPor qué no me escribe usted ahora más detenidamente sobre el estado de su salud? Por él yo
me preocupo también. Y así es como deseo tener pronto nuevas noticias de usted con la de
ser esa salud satisfactoria lo suficiente para mantenerlo a usted en buen ánimo .
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


Enero de 1966
118.
Fueme gratísima su noticia de haber pasado unas cuantas horas por la enorme y ahora turbu-
lenta Nueva York, pues confío en los buenos resultados de ese ambiente para su salud.

La mía detestable: he tenido que recurrir a la fortaleza de nuestros queridos maestros los
estoicos para esforzar el ánimo en la noble serenidad del pensamiento. ·

¿y de la muerte? Usted plantea la pesquisa con esa su eterna vocación .de análisis. Yo la he
tratado muy de cerca, en mí y en centenares de otros. Es un no es, por ende indescifrable. In-
descifrable y multiforme por su actitud en las modalidades de su presencia: desde el com-
bate feroz de algunas agonías hasta la tenue sonrisa de un adiós imperceptible. Erinias (o

123
Eovuwdns, más bien) se muestra feroz, desgarrante, agobiadora en los casos más frecuentes.
La he visto surgir como suave soplo que apaga una lumbre, y otros entablar lucha palmo a
palmo. Uno de mis profesores tomó fest ivamente la palabra para opinar y no la terminó : "Se-
ño . .. (res)", mas una señor.a nos fue relatando su defunción ... ya llega a las rodillas (decía),
ya sube a la cintura (continuaba lentamente). ahora al pecho (añadía serenamente) y al fin,
terminó parpadeando apenas, como quien dijese "iadiós! " Luego, les que nada sigue?

Hogaño la ciencia nos está entreabriendo ventanales maravillosos a un mundo de arcanos es-
tupefacientes. Unos lustros más ... lustros he dicho, y tendremos panoramas inmensos. Lás-
tima no verlos sino así pasivamente, así en vislumbre.
L.L.M .

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


119. 31 de Enero de 1966.

He leído con pena, por lo que me dice del estado de salud, su última breve carta. Pero tam-
bién con interés, por los temas que usted no olvida ni descuida , y uno de los cuales se roza con
el de la cesación de la vida.

Precisamente en dicho tema hube de ocuparme en el último trabajo de análisis introspectivo


de que le escribí en mi anterior. Por eso, a riesgo de mostrarme impertinente, voy a comentar-
lo en conex ión con su citada carta. Usted alude a mi vocación de análisis como una que ha si-
do constante en mi vida. Efectivamente ha sido así, pues congénita conmigo, su constancia
me ha probado ser ella el órgano por excelencia para la verdadera filosofía . Fue ya, como aná-
lisis de espíritu geométrico (esprit de géometrie, géometrie analytique), en Descartes; como
análisis matemát ico hasta lo infinitesimal (Analysis des Unendlichen, analysis indivisibilium
atque infinitorum). en Leibnitz ; o de las fluxiones y series infinitas (floxuionum et seriorum in-
finitarum), en Newton; como análisis de las nociones fundamentales (Analytik der Begriffe,
Grundbegriffe), en Kant. Ahora bien : yo no nací para matemático . Me abstengo por tanto
de toda, por lo demás imposible, comparación. Sólo puedo decir que, joven, tuve mucha afi-
ción a la biología, y que mis estudios de la biología me aclararon y fijaron mi congénita voca-
ción de análisis: el que ha sido más constante en mi permanente examen de la vida inter ior de
mi consciencia, introspección de lo que es mi espíritu. Análisis que llamo "genético" porque
se refiere a las pausas que generan el ser y el saber. Quiero decir un mét odo que busca por el
análisis de los hechos, tanto interiores, cuanto exteriores pero principalmente interiores, de la
consciencia, los elementos y principios de ellos, para establecer por razonamientos de ellos
mismos la ciencia de ellos como ciencia de lo eternamente verdadero en lo infinito. lNo ha si-
do ésa la vía de la razón -de la lógica- universal en su manifestación a través de la naturaleza,
de la vida, hasta la humanidad ya en su decurso histórico? Es lo que me ha dado asunto para
un escrito que he compuesto, pero aún lo tengo en borrador, bajo el título de PROCESO GE-
N ÉTICO DE LA LÓGICA 72 . Y es lo que últimamente me llevó a la composición de los elemen-
tos -actos y datos- observados por mí durante mi aún soñante despertar de la somnolencia, al
resurgir de la inconsciencia o nada en que me había dejado la anestesia ; y al descubrir así lo
que se me daba como REVELACIONES DE LA RAZÓN PURA 73 en verdad una novísima
apocalipsis por medio del análisis introspectivo llevado a cabo .

Temo ser demasiado impertinente al escribirle como ahora lo hago. Pero ya que todo ello se
conecta con los temas de su última brevísima carta, me atrevo a pensar que mi impertinencia

12.t
será disculpada por usted . ¿y a quiénes, en Colombia, puedo dirigirme yo como mentes capa-
ces de interesarse por estas cosas? No veo a nadie. Peor aún, no veo sino "roscas" de ignoran-
tes que ponen en práct ica la feroz cons igna de ignorar estas mismas cosas y circundar de silen-
cio a quienes las saben . iCómo si no fuera en el silencio del saber eterno donde viven verdade-
ramente los hombres de intelecto! Y fue sin duda lo que quiso significar Copérnico cuando
. escribió de sus coterráneos ignorantes : nunquam volui placere; ham quae ego scio non prolat
populus; et quae probat populus ego nescio.

Con la pena ya de pensar que puedo ser impertinente con usted, dado el estado de su salud,
me suscribo como siempre, con mis votos más sinceros de que esta carta le encuentre a usted
en las mejores condiciones posibles, su amigo de verdad,
J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


120. Febrero 15de 1966

1nfatigable su mente, nunca cesa de analizar lo que ocurre en torno suyo y lo que en ella acae-
ce con ello. iMire usted que aprovechar los estados crepusculares del entendimiento para (ile-
gible) en la Razón Pura, es, sobreheroico, casi, casi patológicamente temerario! i Un giro a
su banco en ese peligro de fatiga, bueno, bueno, es admirable, mas no aconsejable! iEI haber-
lo realizado y llevado a feliz tér.mino merece mi sorpresa! Yo que trajino con tales intentos
de apocalipsis -según su exacta calificación-, harto sé de sus abismos. Más aun en este caso
mental suyo, pues veo en cada frase expositiva -o "anunciativa" al menos- las honduras en que
estuvo. Y como ello es asimismo mi pasión intelectual, ya con sólo decirlo entenderá usted el
fervor con que espero sus disquisiciones o elucidaciones, si a tanto llegó su refinado criterio.
Las voces que emplea casi me descubren la ruta que siguió, pero el dilucidarlas usted es ganan-
cia mía y gran deleite.

Mi salud es precaria, mas pido a la fortuna breve plazo todavía para conocer lo suyo y algo de
lo cuasi infinito que la actual cultura nos depara.

A usted y a todos los suyos, el saludo leal de su amigo,


L.L.M .

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


121. Barranquilla, Marzo 22 de 1966

Mucho he agradecido su carta del 15 de febrero . Pues mucho es lo que debo agradecer lamo-
lestia que usted se toma para escr ibirme en el estado en que se hallan sus ojos y su salud. Y es-
ta vez tanto más, cuanto me ha manifestado sus advertencias del buen médico que siempre ha
sido usted. Atenderé a lo aconsejable que me indica. Por lo demás, me place notar en usted
mismo una reacción saludable.

Permítame usted que le aclare que casi todo lo que ahora hago de labor intelectual es de puli-
mento. Durante toda mi vida he venido escribiendo mucho. Una vez redondeado y a veces
hasta agotado e l tema, me he dado a escribirlo como con desesperación hasta dejarlo sobre el
papel en su totalidad. Entonces no he mirado nunca a pulimento o estilo. Y esto es lo que

125
ahora hago. Sólo en el año pasado, razoné y escribí mis Revelaciones de la Razón Pura, apo-
calipsis basada en las instrospecciones de lento y penoso despertar aún soñante de los efectos
de la anestesia. Lo otro, como mi Proceso genético de la lógica 7 4, es de data bc;1stante anterior.
Así también otro escrito sobre Metafísica de la poesía 7 5 , que trata también del proceso genético
de ésa junto con el de la religión. Y lo mismo otro más aun que, bajo el título de Fenomeno·
gonía de la inteligenciajurislógica 7 6 , trata similarmente del proceso genético del derecho. Todos
como suplementos a mi METAFÍSICA DE LA INTELIGENCIA PURA, y así, casi como dis-
tracción, aunque distracción en esfuerzo que no dejan de ser intensos, me dedico a la labor de
pulimiento o estilización. Pero a usted no le falta razón en sus consejos. Quizás la búsqueda
de estilos adecuados demanda esfuerzos intelectuales tan grandes como los de la concepción,
cogitación y razonamiento. Luego hay que poner cuidado al no excederse uno.

Mis Revelaciones de la razón pura se componen de 18 capítulos. Su eje es el dolor de la exis-


tencia aumentado por el de la inutilidad de los ideales que el ser humano -los seres humanos
superiores- fragua en su mente. Por el curso de mis sueños introspeccionados al respecto,
las dividí en tres partes : una, sobre el influjo de la anestesia en la imaginación onírica ; otra,
concerniente a sus sueños sobre el dolor de la existencia en el mundo del arte; y otra más, re-
ferente a sucesos sobre el mismo dolor en el mundo de la naturaleza y de la vida .

Si usted cree que el estado de su vista y en general de su salud, le permite leer algo de estas re-
velaciones, yo podría enviarle copias de la primera parte, que se compone de sólo tres capí-
tulos.

Espero tener pronto buenas noticias de usted . Buenas noticias que alegrarán a todos los de es-
ta su casa, que envía a usted saludos,
J.E.B .

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


122. Medellín, Marzo 26 de 1966

Mucho me interesa lo que intelectualmente sugiere el índice de su pesquisa histórico-diplomá-


tica que elabora ante la realidad senatorial de su experiencia, y harto efusivamente quisiera
meditarla, al menos en la porción que abarque lo actual, tan confuso y peligroso. Seleccione
lo que a usted más le apetezca conceptualmente.

Cuanto a mí le confieso que el planteamiento de la realidad o siquiera de lógico que usted ha-
ya confirmado en su devenir cogitativo entre existencia y espíritu, es lo que más me atrae: lEs
verídica ·1a existencia? lEs aceptable el razonamiento? ¿ La verdad encarna algún destino, o
el"destino se vincula a alguna verdad?

El mundo técnico contemporáneo nos replantea las viejas polémicas de los presocráticos, con
un adarme de venenosa (ilegible).

Le deseo grata fortuna. Mi salud es infortunadamente precaria. Pero ... pensemos mientras
tanto.

L.L.M.

126
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
123. Barranquilla, 6 de Abril de 1966

Su última esquela del mes pi;isado me ha sido grata y no grata. Grata porque me muestra su
pensamiento siempre en actividad . No grata por su noticia de la salud que sigue siéndole pre-
caria.

No quiero, porque no debo, en esta situación de su salud, solicitarle mucho su atención. Pero
ya que usted me sugiere decirle algo acerca de la cuestión "lencarna la verdad algún destino o
el destino se vincula a alguna verdad?", me referiré a ella según algo escrito por mí en un diá-
logo personal, donde de paso traté el tema. lNo es curioso que casi siempre usted se plantea
cuestiones que a mí me han interesado también?

Me extenderé, sin embargo, en una aclaración sobre el fragmento que le envio adjunto. Pues él
tiene su pequeña historia. Y es ésta : alguna persona quiso, a pesar de mi obstinada negativa,
conocer mis opiniones sobre tópicos colombianos. Tan obstinada ella por su parte fue tam-
bien, que le di algunas de ellas. Me dijo que eran para publicarlas en una revista bogotana muy
vieja, muy nombrada, y siempre de actualidad . Lo suficiente para saber yo que no se publica-
rían. Pues la libertad de pensamiento y de crítica está supeditada hoy a los que publican pe-
riódicos y revistas, sus conventículos. Si éstos pudieran desterrar a los escritores que no co-
mulgan con sus modas ni les rinden utilidades a sus intereses, los desterrarían. Es la mentali-
dad hoy universal que se aplica en lo político igual que en lo industrial. Mentalidad de soviéti-
co Praesidium ... Pero guardé los apuntes que me entregó quien tomó nota de mis opiniones.
Algún tiempo después me di por placer a ponerlos en forma de diálogo muy cerca del estilo
platónico: el dialéctico-o idáctico. Por mero placer personal, le digo. Y allí fue donde de paso
me referí a la cuestión planteada por usted. Al.final del fragmento que le envío y que le ruego
devolverme.

Pueda ser que estas líneas encuentren a usted en mejor tono de salud . Así lo esperan conmigo
todos los de mi casa, que conmigo siempre lo recuerdan.

J.E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


124. Medellín, Abril 18 de 1966

Encantado con su exposición, fruto de meditaciones ilustrativas y flor de gracia dicientes. Por-
que confiéselo o no, a usted también enamora la verdad bien trajeada aunque la prefiera más
severamente expuesta.

Quisiera analizar el vínculo que liga verdad, belleza y gracia, pero estoy gravemente disminui-
do ahora . iOuiera la noble fortuna regalarme con un mayor plazo!

Es gratamente enaltecedor que aún en las discrepancias expletivas coincidamos en reconditeces


de intelección.

127
El punto que usted plantea da para un tratado muy hondo, mas ello es que mi salud rehúye
el adecuado esfuerzo. ·

Y/aya ésta como indeleble recuerdo para todos los de su casa, y como admiración y afecto para
su noble vida.
L.L.M.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


125. Barranquilla, 16 de Mayo de 1966

Me alegra siempre recibir noticias de usted. Por eso leí con agrado las breves líneas que me es-
cribió hace un mes. Me dejaron ver que, aun cuando la salud de usted se mantiene insatisfac-
toria, sin embargo, le permite continuar su incesante labor intelectual. Mas lpor qué no me
escribe algo sobre las cuestiones que le interesan y preocupan?

Por mi parte le diré algo de lo mío. Hace justamente un año salí de la clínica operatoria don-
de me di a observar los estados oníricos de mi consciencia. Casi enseguida me di a elaborar
mis observaciones, analizándolas severamente, para componer las manifestaciones que pude
advertir de los ejercicios racionales de mi actividad inteligente. De ello resultó, como lo escri-
bí a usted, el pensamiento, la razón y la inteligencia conjuntamente. Ahora, al año de escrita,
la he revisado. lPodría usted leer siquiera el primer capítulo, unas siete páginas? Es algo
"anacrónico" ciertamente. Muy poco para el mundo "hodierno", a fortiori en Colombia.
ilmagínese usted en ·parte una descripción poemática, en parte una especulación filosófica, en
parte una anagoge metafísica -un poema de la creación, des-creación y re-creación del sér!
iUn vaivén del sér a la nada y viceversa!

Mas las circunstancias de su salud actual me vedan ser otra vez impertinente. Y así termino
estas también cortas líneas con el envío de mis votos, a los cuales se unen los de mi familia, de
mejoras en los achaques que molestan su salud.
J .E.B.

LOPEZ DE MESA A BLANCO


126. Mayo 22 de 1966

Gracias por su gentil carta del 16, cuyo amable saludo retribuyo en breve esquela, por mis que-
brantos tenaces y ya peligrosos de salud.

Me será deleitoso leer su estudio al alcance de mis fuerzas, y en muchas maneras provechoso.
Temo, sin embargo, que esas fuerzas no me ayuden a realizar un análisis digno de tan veterano
autor: haré lo que mi flaca salud me permita realizar, pero lo aprovecharé como cordial estí-
mulo.
L.L.M.

128
BLANCO A LÓPEZ DE MESA
127. Barranquilla, 6 de Junio de 1966

Lo delicado de la salud de us\ed me hace demorar un tanto mis respuestas a las noticias que
usted me envía. Pues bien me doy cuenta de que ese estado de salud requiere asiduo cuidado
físico y que éste exige en gran parte reposo mental.

Mi intención al preguntarle si usted podría leer las páginas iniciales, que son como una intro-
ducción, de mi escrito sobre las observaciones introspectivas de los sueños acerca de los cua-
les le había escrito, era la de que quizás podrían servirle de distracción. No para pedirle análi-
sis de mi labor . Si, pues, al empezar a leer lo que le envío usted halla que puede en verdad dis-
traerle, pase la vista sobre ello. De lo contrario absténgase, contando usted siempre con mi in-
variable aprecio, máxime ahora cuando su salud se encuentra tan afectada.

Usted sabe que lo que yo escribo es poco ameno. Así dudo que pueda servirle de distracción.
Sin embargo, por nuestra vieja amistad y la bondad de usted al pedirme las páginas que le en-
vio, se las envío.

Pueda ser que estas letras mías lo encuentren con mejorías en el estado general de su salud.
Ese es el más vivo deseo mío y el de todos los de mi familia, con quienes se lo mando, en espe-
ra de prontas noticias, por parte de usted, de ser así.
J .E.B.

LÓPEZ DE MESA A BLANCO


128. Junio 11 de 1966

A pesar de la aflictiva cortedad de vista que últimamente se me ha acentuado, leí con gran
deleite su relato acerca de las relaciones que la narcosis quirúrgica le ha permitido estable-
cer entre los estados anímicos "pre y postoperatorio", en primer lugar, y las posibles interpre-
taciones que obtuvo entre nada e irn;:onsciencia en el trance operatorio, con algunas reminis-
cencias además de previas similitudes en el discurrir durante plena salud acerca de ello. Por

cierto que descubrí notable modificación en el estilo, como si se hubiese hecho más ligero y
sencillo el actual, con grato curso de relato o confidencias, quizás de deliberado propósito,
como todo cuanto usted elabora intelectualmente.

Gracias, pues, por su gentil confidencia.

Paciente, vigilante, concatenante a la vez, son tantos los puntos de vista y análisis que ofrece al
lector este su nuevo estudio, que lo abruma un poco, ora ilustrándolo a meditar, ora, en fin,
inquietándolo meramente.

De mis lecturas, primero, y de mi profusa experiencia personal sobre todo, he logrado formar-
me un criterio en este asunto. En primer término, capacitándome para poder aplaudir su tenaz
vocación al estudio ; luégo, para poder aceptar cierta porción de su análisis y buen golpe de sus
deducciones, y, en fin, para poder discrepar de algunas conclusiones a que llega usted o a que
usted se atiene.

129
La primera dificultad consiste en la múltiple manera de actuar los fármacos anestesiantes, pues
que no actúan igualmente todos, antes con suma disimilitud cloroformo, éter, alcohol, barbi-
túricos, alcaloides o glucósidos de varia índole, como ocurre con la morfina, la cocaína, la
mescalina, hilosaína , ya qué . .. millones sin duda, y de ellos algunos celebérrimos, cuyas ilus-
traciones, alucinaciones, delirios y estupor difieren casi novelescamente. Varios de ellos en-
gendran fantasmagorías exóticas o dete~minan mutaciones de los perceptos, males temibles,
peligrosos a menudo: marihuana, por ejemplo , o cocaína.

La ilusionaria personal influye en ello sumamente, como la asociación con otros productos
anestésicos o hipnóticos, narcóticos, etc., en la fabulación engendrada y en la mentalidad subsi-
guiente. No creo que todos, ni cada uno especialmente, sigan una misma ruta para " entrar" en
la nada o inconsciencia relativa, como recorrer esa ruta al revés para de ella salir luego al esta-
do vigil.

Más arduo problema plantea usted al ligar como sujeto metafísico la nada con el seudo sujeto
psicológico consciencia . Nada , como nibulidad, no es ra íz ni motivo de ser ; del mismo modo
que una inconsc iencia no es un estado de algo sino un no estar. El ser para c_o nstituirse ente no
existe aislado, es siempre una cópula, uno y otro, por entidad y acto entitat ivo .... (ilegible).
El tal acto puro es mera hipótesis, como lo sería un ser inerte. El ser, entonces, no se concibe
ni puede substantivarse sino en polaridad : éste y ése, uno y dos, hoy y mañana, punto de surgi-
miento y f in de la actitud. Lo absoluto estático o la estasis absoluta son ficciones que la men-
te deduce de la real y única posible polaridad. No hay cerca ni lejos aisladamente, ni anter ior
ni posterior, ni actividad sin propósitos aislados .

Bueno .. . se acabaron tiempo y papel: usted concluirá estas divagaciones con su peculiar cla-
rividencia, yo solo intento demostrarle el interés con que medito sus obras y desearle justo
buen éxito. Saludo a todos en su casa.
L.L.M.

N.B. Excúseme la improvisación y el desorden a que mi perturbada salud me obligan. Vale.

BLANCO A LÓPEZ DE MESA


129. Barranquilla, 20 de Julio de 1966

Mucho le agradezco y aprecio la prueba que usted me dio con su última carta. Admiro en ella
la presencia de ánimo que, dado el estado de la salud y disminución que decae de la visión de
usted, usted se muestra. Así también para referirse a la parte que le mando de .mi último escri-
to.

lNo le molestará a usted que lo comente? Tiene usted razón al señaiar que mi estilo -si tal
puede llamarse mi modo de escribir- se ha aligerado. Pero yo encuentro que, en el fondo, es el
mismo en que he escrito siempre : buscando la máxima claridad por medio de la máxima senci-
llez. Lo encuentro así en mis "cuadernos" de autobiografía intelectual escritos entre los 17 y
los 30 años, cuando los suspendí por creer que ya advertía suficientemente lo que era mi voca-

130
ción íntima: estudiar, pensar, leer, escribir, sin buscar otra cosa que la propia, interior satisfac-
ción del estudio, el pensamiento, la lectura y la escritura. Nunca para que me fuese medio de
subsistencia ni, menos, de nombrandía. Pobre de recursos económicos como fui hasta enton-
ces, tomé mis decisiones según las anoté en mis "cuadernos": trabajar para independizarme
económicamente y no tener que sujetar lo que estudiaba, pensaba, leía y escribía a las exigen-
cias de nadie, viviendo mi propia vida. Primum vivere, deinde philosophare. Pero seguí filoso-
fando más y más después de vivirlo todo, lo más que yo mismo podía. Es lo que hoy puedo
comprobar: mi filosofía se me hacía tanto más especulativa, cuanto más intensa y extensa-
mente vivía mi vida. Así pude verificarlo en lo primero que escribí después de mis "Cuader-
nos" : unas "Auscultaciones de la selva negra", título metafórico para expresar mis vivencias in-
telectuales y perceptuales. Y es lo mismo que hallo en mis "Notas de viaje de París a Palesti-
na ", e igualmente en mis primeras impresiones de Italia recibidas bajo el signo de Mussolini:
"En la Roma fascista de 1925". Siempre lo introspectivo de cuanto yo vivía de la realidad y
de la idealidad de todo.

En cuanto al perfeccionamiento del estilo usted sabe que Platón escribió siete veces su Repú-
blica. Fue mi primer modelo. Añado que Hegel declaró que habría necesitado escribir setenta
_y siete veces su Ciencia de la lógica para decir que quedaba satisfecho. Y recientemente So-
merset Maugham, nonagenario ya, atormentado por Flaubert por la perfección del estilo, ano-
tó que noventa años no eran bastantes para aprender a escribir perfectamente. iTanto es la
demanda del arte de escribir por el arte de escribir bien!

Desde otro punto de vista -excúseme usted que yo siga comentando- todo lo que tengo escrito
ha sido con el propósito de lograr que este efímero tránsito mío por la consciencia de mi ser y
de mi saber, llegué al maximum posible. Que eso sea la meta suprema que tiene la existencia
humana, para mí no cabe duda . Aún cuando no se cumpla sino en uno por cada cien millones
de seres humanos. El tema es el de la cuestión: lcómo se viene a ser sujeto y objeto de tal
consciencia de la existencia? lQué es en sí la actividad de este paso casi instantáneo a través
de la eternidad entre dos nadas para el individuo? iAhl Cuanto mayor es el gozo de especular
sobre ello -felix, qui potuit rerum cognoscere causas, según Virgilio- tanto mayor el ludibrio
de los ilustrados y de los estultos. lNo se expuso a ello ya Heráclito? lNo fue expulsado de Ate-
nas Anaxágoras? lNo fue condenado a muerte Sócrates? Pero como el que se encuentra cog-
noscente y existente en esa situación sabe que nada alcanza un valor de cumplimiento mayor
que ese de vivir así, decide mandar metafóricamente los estultos al Hades y los letrados al Elí-
seo. Porque, como también Horacio lo cantara, doctarum hederas praemia dis miscen super is.

Viéndose entonces uno, acaso epolípticamente, en aquella fuga del uno solitario ante el uno
también solitario que exaltara a Plotino: phuge monou pros monon. lNi en qué otra cosa
puede consistir la obra vitalicia del pensador de verdad? lNo en esa fuga que es huida de todo
cuanto es irracional en la existencia? No importa que él solo lo halle así. Hallará también que
la obra bruta pero lograda por la actividad inteligente que se ejerce en ellas. La obra en sí del
pensador que llena de armonías su vida es como verbigracia la del cristal cuyas simetrías son
signo de la belleza de ser aún cuando no haya fuera de ella quien la perciba, vea y admite. lNo
le pasa a usted que después de haber publicado lo que ha escrito encuentra satisfacción de ello,
no en lo que lectores estultos hayan comentado, sino en lo que usted mismo sabe que se ex-
presa allí de v~rdadero y de bello y de bueno?

Excuse una vez más lo extenso de mi comentario. Perdone lo que pueda haber de personal-

131
JJfflP~.~iijsi11~el\.,ttflQ,:, tPaw,í1,:.,,,- ~~ PQr.-lo. men0$ $irviera para expresarle efusivamente mis
:!llQjqr..eJ,p~ de: ~(I ~Qíal,ll,M!nto pa$itiv.o ·eo la s,alud de usted? · •

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l!os·de~s de Blanco ' nc>' se realizaron. Esta misiva r1«>tendría respuesta. Sería el cierre de es-
te 'maravilloso·• diálogo ·epistolar qi,~ se
mantuvo· por:más de 50 años. salud del profesor La
Lópéz de Mesa empeoraría én ·e1 ·transcurso dti° los dt'ás siguientes. Falleció en Medellí n el 19
de octúbre de'1967 :'(f' :i ,:; l!iq '.)~n , .._.. , S/ ~(f) ,. Vl '; . t:'l(J ·f' ' '
·L?'"' . ~ -:i ':i?., •fi r"" 9;· ~lftl v c,b ..:v.; t{J0.b ,:irn ~e, c,¡•fu:-\ Su(.> ~; - ~ f, :; 1

. ín rloz--!Uti¡1 nb Of"'~•-Z ·,:.. O~J.1 ¿r:b1 di:.)...,1 f;ilf,.I í ~-it, ;:;.;no1¿,•,1q.,


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~c,1, .,ud ,

132
APÉNDICE
AUTODIDAXIA
Y HETERODIDAXI~
Epístola a Luis López de Mesa
Mi distinguido amigo:

Hallábame pensando en la suerte que habían corrido mis proyectos, floración esquemática de
mi entendimiento, para contribuir a la educación de mis conciudadanos, cuando llegó a mis
· manos la última carta de Ud . Ocurrióme enseguida un fenómeno de asociación de ideas y re-
cuerdos que no me son raros; y mi memoria, como para hacerse más viva, hízose visual y audi-
tiva. Mis pensamientos y las letras de Ud. me transpusieron, así en algo pasado, lejano de unos
veinte años. Entonces yo vivía en París, ruede la Boetie; y Ud. cerca de mí, rue Washington.
Yo estudiaba a Marcellin Boule. Ud . se deleitaba en la lectura de Marce) Proust. iOué nom-
bres los de esas calles y esos autores de un París inolvidable! El de un prodigio de humanista
fascinado por la emoción de la libertad en rebeldía contra la opresión política. El de un por-
tento de guerrero también fascinado por la misma emoción de la libertad en pos del estableci-
miento de una nueva nacionalidad. lOué nexos profundos, si no los de una inteligencia radi-
cal podían unir -me había preguntado yo- a través de dos siglos, la mentalidad del Discours de
la servitude volontaire a la del autor de la Farewell Address? Y luego era el nombre de un
ilustre paleoantropólogo, al cual se añadía, en las relaciones que el azar de las cosas había ve-
nido a traerme, el de un penetrante psicólogo y finísimo novelista. iAh! Una tarde, -en un
atardecer prolongado con la lentitud de los crepúsculos estivales del setentrión- Ud. vino a visi-
tarme . Le brindé un oporto que aceptó. Yo tomé otro. Y comencé a hablarle de lo que me
inquietaba en ese momento : la prehistoria de la humanidad .

-lEn París? -comentó Ud. con cierta negligencia.


- Sí, en París, -afirmé yo con algún énfasis, tal cual ahora mismo lo recuerdo, como si lo estu-
viera oyendo.
- lA qué viene?
- A una cuestión que me interesa mucho desde hace años. La de la génesis del pueblo español.
-lY . .. ?
- Mire Ud. Aquí está este cuaderno de un primer escrito mío sobre este asunto .. . iGénesis
del pueblo español! lSabe Ud .? Las primeras ideas de m i ensayo datan de 1919. Entonces
me dije a mí mismo y para mí solo que, a fin de saber quién era yo, luego a fin de saber lo que
era mi yo, y en tanto a fin de saber lo que yo mismo debía ser como hombre, necesitaba saber
antes exactamente cómo había nacido a la historia el pueblo español del cual yo, en América,
había venido a ser un producto ulterior.

• Cf . nota 42

133
-A ver. Y lqué es lo que Ud. ha escrito?

Yo lo oí a Ud . en tono burlador. Y le respondí con acento disputador.

- Oígame Ud . y lo verá.

Mas lo vi a Ud . en ese mismo instante tal cual ahora vuelvo a verlo : imaginariamente cuando
mi recuerdo se hace no sólo auditivo, sino visual Ud. se había levantado de la silla donde se ha-
bía sentado. Había dado algunos pasos. Luego se paseó a lo largo de la angosta antesala de mi
gar~onniere. Y por fin se detuvo, viniendo a apoyarse sobre el mármol que hacía de repisa al
espejo de la chimenea. De la chimenea del típico interior francés. En ese espejo vi la espalda
de Ud . También la parte posterior del occipucio. Lo mismo que, directamente, la frente y el
cráneo abovedado . Caracteres somatológicos, anatómicos que, en el estado mental en que yo
me hallaba, tenían que llamarme la atención.

-Tete d'home savant, -me dije en fránces, mentalmente. Y añadí para mí mismo: tipo de
hombre sabio: hominis sapienti typus.

Y me sonreí por lo que pensaba y exclamé:

- iOué distancia tan grande entre la cabeza del hombre del cuaternario inferior y la del hom-
bre del período presente! iCómo se ha afinado todo, no sólo en los omoplatos, el cuello, la
caja craniana, sino también los demás rasgos, las mandíbulas, prepotentes quijadas sin mento-
nes, y los maxilares, los pómulos, las cuencas de los ojos y su estructura superciliar! Y luego
en los brazos, las manos y los dedos. iEsas manos y esos dedos que hace quinientos mil años
tallaban eolitos y hoy construyen los complicados motores de los estilógrafos, para comunicar
ora la acción, ora la teoría del pensamiento.

Ud . se quedó viéndome, inquisitivo. Yo añadí :

-En Ud. que tiene sangre inglesa, .lqué resta del hombre de Piltdown? En mí, cien por ciento
español, según me es lícito conjeturarlo, lqué resta del hombre de Gibraltar?

- lDe Gibraltar?
- Sí. Del de los restos fósiles de Forbes Ouarry y de Devil Tower. -Mas no sé por qué esta úl-
tima denominación me hizo pensar, con esa rápidez a veces vertiginosa que Ud. sabe de los
procesos mentales, que Ud. iba a exclamar iTorre del Diablo! para mandarme de paseo con
mis inquietudes. Y me reí. Ud ., naturalmente sorprendido, me miró profundamente. Pero
discreto siempre, se limitó a preguntarme, con laconismo que ponía límites a mis efusiones:

- lY qué más?
- Lo que Ud. va a ver, según se lo he dicho, si me sigue oyendo.

-Oyéndolo estoy .

- Pues bien: lo que se halla en este primer esbozo mío de la génesis del pueblo español , base
material de mi ser corpóreo que yo necesito rastrear para averiguar quién soy yo, qué es mi yo
y qué es lo que debo ser como hombre.

134
-iAhl

- lNo se puede relacionar el fósil de Gibraltar con el fósil de Neanderthal?

-iHombre!

- Restos óseos similarísimos, como unos y otros lo son, también con los de Spy en Bélgica y
los de Krapina en Croacia. lpor qué no?

-Pero lcómo se relacionan todos esos tipos pitecoides aún, con los de Piltdown en Inglaterra
y Heidelberg en Alemania?

-No se cómo.
- Hay un vacío.

- Una laguna.

-Un hiato que vencer.

-lEntonces?

Ud. seguía avaro de palabras. Yo le dije.

- Es la razón cuádruple, en Europa, de la antropogonía ibérica.

Y, como si comprendiera mi pensamiento, Ud. fue más explícito, para comentar:

- Relacionar todos esos fósiles, como Ud. lo hace, es aventurado. Es una concepción audaz.
Convendría ir con prudencia. ·

-Una aventura de ideas, quizás. Pero sin "a" es una ventura. Algo que puede ser venturoso
en la reconstrucción que ando buscando.

-Juego de palabras.

-Hipotética indagación de nexos. Búsqueda que va poniendo por conjeturas los eslabones del
proceso antropogónico que llegó hasta España.

-Yo no podría seguirlo a Ud. en esa reconstrucción. Me parece que ella no se apoya suficien-
temente en datos admitidos por la ciencia. Es menester apelar a hechos comprobables. _

-Pero yo voy todavía más lejos.

- lOué dice?

- Eso, si Ud. quiere, relacionar al piltdaunés y al heidelbergués con el javanés.

-lCon el pitecántropo erecto?

135
- Con el mismo.

-Muy audaz, repito. Recuerde Ud. las distancias geográficas y las consabidas diferencias ana-
tómicas. Las mandíbulas bestiales del tipo de Piltdown y de Heidelberg faltan en el tipo de
Negawi. Y éste es más antropoide, aquél más pitecoide.

- En efecto. Pero allí, en unos y otros, tenemos que ver los términos de corrientes migratorias
de monos antropomorfos ya bípedos, capaces de la posición vertical y de la marcha erguida.
Es lo que p~ueban los fémures de todos ellos. Habilidad para la vida nómade, migratoria.

-Así es.

- lCómo no ver entonces en Java el término de una corriente, en Heidelberg y Piltdown el tér-
mino de otra? Java se hallaba entonces geográficamente unida al continente asiático. Lapa-
leontología de su fauna la arqueología de sus utensilios eolíticos lo prueban. Partiendo, pues,
de una fuente común, o tronco originario, la evolución progresiva de la antropogonía habría
culminado allá con el tipo de Negawi, acá -en Europa- con el tipo de Heidelberg y de Piltdown
y la corriente migratoria para este último sería la que, partiendo del norte del Himalaya, ha-
bría seguido ya la orientación de la ruta solar en que habían de insistir posteriormente las mi-
graciories protohistóricas de los arios, los escitas, los celtas, los fineses ...

Más al llegar yo a este punto, Ud., que había continuado de pie, en actitud de despedida me
dijo:

-Constructivo, más que persuasivo, es lo que Ud. acaba de exponerme.


Y yo, correspondiendo el gesto de Ud., me preparé a salir también, dando por terminada nues-
tra conversación. Pues se había hecho tarde entretanto. Ya había oscurecido. Y salimos am-
bos a la ciudad que empezaba a iluminarse profusamente de las luces. Llegámos hasta la esqui-
na de los Champs Elysées. Y allí nos separamos. Ud. se fue en dirección de l'Etoile Yo en
dirección del Rond Point. Ud. quizás pensando en los refinamientos de la actual sociedad
francesa entre la gente del tipo de Swan, tal cual la romanceara Proust -yo ciertamente pen-
sando aún, a la pesquisa de los tiempos idos, en los rudimentos de la vida primitiva entre los
hombres cavernícolas, tal cual Boule la había escrito. ¿cómo de allí había evolucionado progre-
sivamente la humanidad hasta dar el tipo de La Boetie, el amigo de Montaigne, o Washington,
el libertador y fundador de los Estados Unidos? Era, en otros términos, la misma cuestión que
a mí me inquietaba entonces. ¿cómo podía yo llegar a saber esencialmente quién era yo
mismo, en qué consistía mi yo, para saber lo que debía ser como hombre?

No volvimos a reanudar nunca más nuestra conversación sobre ese tema.


Pero he aquí que ahora, como se lo escribí al principio de esta epístola, yo me encontraba rea-
sumiendo mi tesis. Y reasumiéndola justamente porque venía a relacionarla, en mi posterior
averiguación de quién era yo en cuanto producto de la raza ibérica para saber lo que era mi yo
y, más aún, lo que en consecuencia yo debía ser en cuanto hombre, no sólo con lo que des-
pués de nuestro coloquio parisino yo había aprendido de nuevos descubrimientos paleontoló-
gicos y arqueológicos, sino también con lo que siempre había sido y seguía siendo mi autodi-
daxia, luego mi propia educación, conectada con los proyectos que, floración esquemática de
mi entendimiento, yo había presentado, tratado de realizar y finalmente visto frustrar, para la

136
educación en general de mis conciudadanos. Y en esa ocupación, por tanto, estaba empeñado,
cuando llegó a mis manos la mencionada carta de Ud. Carta que tuvo que provocar en mí la
asociación de ideas que tenía que dejarme en el recuerdo -la memoria visual y auditiva- que
acabo de transcribirle . Porque tenía entre mis manos, como todavía lo tengo, el borrador de
mi Génesis del pueblo español, que ahora me propongo refundir con todo lo que después he
venido a saber de los orígenes de la humanidad europea que llegó hasta el magdalenense del
cantábrico ibero. Tornaba a ver cómo la tesis que había sostenido hace unos veinte años y que
a Ud. le había parecido aventurada y hasta audaz, se reconfirmaba más que se negaba por los
nuevos conocimientos que había adquirido. De un lado los restos del getuliano norteafricano,
correspondiente al oriñaciano (aurignacienl europeo, me ofrecían tipos como el de Broken-
hill, el del egipcio prehistórico hallado por Watson, tan semejante al tipo descubierto en 1925
en Galilea, lo que señalaba a las cJaras la ruta meridional desde el Centro de Asia hasta España.
De otro lado los restos descubiertos a través de Rusia, como el de Kiew, y los de Transilvania
(Ciclovina), que concordaban con los de Croacia en Hungría y los de Moravia en Austria, hasta
Alemania e Inglaterra, me señalaban tipos de comparable similitud que indicaban también de
manera clara la ruta setentrional hasta Francia. Y lno se me ofrecía igualmente, hacia el oes-
te, en la misma Jatitud, que era más o menos la del transhimalayo Tibet, por el fósil descu-
bierto cerca de Pekín en 1927, denominado sinántropo, la prueba del mismo tipo de pitecoide
bípedo que había emigrado hasta Negawi, como hasta Heidelberg y Piltdown? De ese otro la-
do se me mostraba asimismo, pues, en confirmación de mi tesis, una doble ruta de migracio-
nes centroasiáticas, a partir del norte del Himalaya, hacia Europa por una parte, y otra doble
ruta, a partir del mismo foco de dispersión, hacia Java y hacia China. Una doble ruta por el
norte y por el sur hacia el este, como otra doble ruta también por el norte y por el sur hacia el
oeste. Y la ramificación del tronco monofilético de la humanidad se me exponía así con toda
precisión. Precisión apodíctica, o demostrable, y en verdad no sólo por razonamiento de in-
ducciones, según yo lo había intentado. antes, sino por ofrecimiento de hechos, según Ud.,
con científica severidad, lo había exigido.

Pues bien: justamente porque yo me hallaba considerando todo esto así y volvía a relacionarlo
de nuevo, -insistentemente, sin cansarme de insistir en ello- con mis propios problemas de
autodidaxia y de educación general, vine a sentir la amarga tristeza de ver el malogro de mis
proyectos, espíritus de mi espíritu, para exaltarme en la reconfortante alegría de ver el logro
pleno de todo cuanto, siguiendo las mismas líneas, yo había hecho para educarme a mí mis-
mo. Y era que así yo tenía que volver a verme a mí mismo como fascinado siempre por la
aprehensión casi intuitiva, en todo caso racional e intelectiva, de la esencia de un arquetipo án-
drico, que por fin era el que había culminado en el tipo antrópico, para culminar al fin en el
prototipo sófico, que era el que se me mostraba como la meta de lo que yo debía ser, en cuan-
to hombre, y me decía, en mi propia deducción de ello (era justamente mi autodidaxia) lo que
era mi yo y quién era yo mismo. De modo que, al llegar a precisármelo así, llegaba a aquella
reconfortante alegría de que le hablo, casi simultáneamente con la amarga tristeza de ver el si-
no -el fracaso- que habían encontrado mis proyectos exteriores. Y tanto, y quizás tan bien,
que todo ello se me vino a encadenar, ·c omo sigue encadenándome ahora, dentro de la unidad
interior que para mí tienen las cosas todas: la misma que, cuando la descubro como de pronto
entre ocupaciones aparentemente heterogéneas, esme fuente de satisfacción más grande y ele-
vada. Estado de ánimo al cual aludo aquí porque creo que también Ud., que se ha ocupado
como yo, o más que yo, desde puestos de alcances mucho más vastos, en estos problemas de la
educación, similarmente ha dejado florecer su entendimiento en esquemas de acción, proyec-
tos que son, según acabo de escribírselo, espíritus del espíritu. Y lno ha pasado Ud. entonces
por experiencias análogas a las que yo ahora le cuento? Ni habrá dejado de hallarse en el tran-

137
ce, que de ahí. proviene, de lo triste y de lo alegre, de lo amargo y de lo grato casi simultáneos
que sirven, en el mismo riesgo que es, para induc ·r no al decaimiento sino a la exaltación de la
persona. Todo carácter genuino apunta en momentos semejantes . .. Oue si Ud . me pregunta
entonces cómo es que, en esa situación, yo puedo demostrarle concretamente la eficacia de
mis soluciones a las cuestiones que me había planteado de quién era, qué era mi yo Y qué de-
bía ser en cuanto hombre, le responderé que de la siguiente manera:

Siempre siguiendo las líneas trazadas desde 1925. Viéndome a mí mismo deriva r del proceso
antropogónico que culminó, aun más acá del paleolítico superior del magdalenense o caverní-
cola de Altain ira, en el pueblo español. Viéndome surgir de un prefigurante arquetipo de
hombre sapiente, demiurgo de historia y artífice de cultura, que había obrado a través de toda
)a naturaleza, en lo energético, en lo físico, en lo mecánico, en lo químico, hasta lo biótico,
desplegándose y replegándose para tornar a desplegarse en la producción de la vida toda entera
de este nuestro telúrico planeta. Y viéndose así, más allá de los elementos geogenéticos de es-
te orbe, o masa bruta de materia constituida por factores químicos, físicos y energéticos, en los
principios mismos, esenciales ya, de mi propio ser, justamente lo arquetípico que en sí no po-
día ser otra cosa que acto de inteligencia pura, noesis de causalidad: de causalidad eficiente y
final, luego de cocausal idad . Pues por la acción incesante y continua de ese acto, esta noesis,
era por lo que yo mismo venía a entender y explicarme la evolución posterior de la materia
inorgánica en la orgánica, la organización por tanto de la simple naturaleza en la compleja vida
de los mundos. Y a través de ella, en consecuencia, tenía que ver cómo era que se producían
los procesos conducentes a esta vida en toda su infinita multiplicidad o variedad de seres o fi-
guras: llegándose ante todo a las mineralizaciones y a las cristalizaciones, primero, entre éstas,
de los cristales periódicos, después, de los cristales aperiódicos, para señalar el paso de lo físi-
coquímico a lo biótico. lNo fue así como, y entonces cuando, surgiendo los coloides, apuntó
la vida? Y con este apuntamiento surgieron las células. Y en las células hubo concentraciones
de los principios esenciales de ellas mismas, y tomaron formas los núcleos, y los cromosomas,
y los cromomeres, y los genes, quintasesencias de la vitalidad. Y allí se dieron entonces las
primeras estructuras materiales de los arquetipos intelectuales, que entonces tuvieron que pro-
ducirse, según a mí venían y aun vienen a mostrárseme, como la proliferación ideal de un so-
lo arquetipo de noesis categórica de todas las noeses de la actividad puramente intelectual,
causa, en tanto, de todas las cosas, o causa causarum, de la proliferación material de todos los
seres, inclusive los vivientes, hasta el hombre, realización final de aquel arquetipo inicial.

Tanto, en efecto, esto tenía que ser así, que la realización final del hombre como horno
sapiens, después de haberse manifestado como horno sentiens (estético, artístico) y como ho-
rno faber, había tenido que darse, según a mí se me dejaba aprehender, a través de los eones o
longísimas eras de la fisiogonía, o producción de la naturaleza, de la cosmogonía, o produc-
ción de los mundos, de la geogonía o producción de la tierra y de la biogonía, o producción de
la vida en general, para llegar por fin, en el último millón de años, menos o más, a la antropo-
gonía, o producción del hombre, que había emergido de la simiogonía, o producción de los
primates. Y había sido, por consiguiente, en pasando por las series inmunerables de vicisitu-
des, de ramificaciones, ora ineficaces, ora eficaces, ya desproporcionadas, como con los dino-
saurios, ya proporcionadas, como con los ciervos, yendo y viniend·o, ensayándose siempre, o
progresando en lo gigante para regresar a lo pigmeo, o progresando otra vez de esto a aquello,
indefinidamente en tentativa tras tentativa; había sido, por consiguiente, en pasando por todas
las morfoses o figuraciones orgánicas que se ejemplifican por los fósiles animales y hasta vege-
tales más remotos, desde las primeras estructuraciones telúricas que permitieron la vida, hasta, .

138
a partir del último millón de años, menos o más, las últimas transformaciones de la simiog<>
nía surgente en la antropogonía, como había comenzado a formarse, en función de un arque-
tipo eterno de noesis categórica y noemática, o de causa y de tiempo y de espacio, el genotipo
que, persistente plasma germinal, había de regir y amparar mi fenotipo para hacer de mí quien
yo era : un hombre que empezaba a definirse ante la perspectiva de ser un ente industrioso, es-
. tetizante y sapiente. Porque materialmente eso era lo que yo venía a ser cuando ya podía de-
finirme como quien era: el resultado que se producía de todo este longísimo proceso a través
de lo energético, físico, mecánico, químico y biótico hasta lo antrópico: cuerpo u organismo
que venía a permitirme a mí mismo asomarme, por decirlo así, tal la mirada a través de un te-
lescopio que se desplegaba, conscientemente en el esquema de cuanto había ocurrido allí, pa-
ra permitirme también a mí mismo el conducirme aun más allá, en lo que estaba por venir. Y
lo que, por tanto, había ocurrido para la producción de los primeros tipos de hombres indus-
triosos, artistas y sapientes de España, se me dejaba entender claramente, para dejarme enten-
der también cómo era que yo había venido a surgir, y seguiría surgiendo mientras viviera, en el
sitio mismo de mi nacimiento, crecimiento y educación, en América, cual un resultado ulterior
de la etnogonía o, en general, producción del pueblo español. Y se me dejó entender así, al
precisarme lo que yo era materialmente, para dejarme entender aun más que era una potencia-
lidad de hombre fabricante, estetizante y sapiente del mundo, a fin de que, entendiéndolo
bien, supiera lo que debía ser en lo futuro, predeterminándome por el saberlo a esa finalidad
del"deber, que era lo imperativo del arquetipo. Y me dio por eso mismo la vislumbre de mi
más profunda autognosia, clave para la solución de la segunda de las cuestiones que yo me ha-
bía planteado.

Pues bien: al derivarme, educirme y, finalmente, conducirme hasta lo que en esos términos,
venía a darme los principios de mi propia educación o autodidaxia, yo veía que me extraía a
mí mismo, con todos los recursos de que podía disponer, de una profundidad intelectual del
ser material. El logro de lo que yo me propusiera en esa situación tenía que depender, por
tanto, de lo que yo llegara a saber y establecer también de este otro proceso: en qué consistía
él, cuáles eran los recursos que permitían el extraerse de lo profundo de la inteligencia para as-
cender a lo alto del espíritu . Y para averiguarlo tuve que rastrear ·de nuevo las cosas, mirar
hacia atrás, considerar retrospectivamente los datos que podían servirme en semejante averi-
guación. Híceme por eso, lo más que pude, introspectivo y especulativo de mi interior en su
pasado aparte de mí mismo: de la interioridad en la continuidad étnica de mi ser a través de su
anterioridad, esfuerzo puro de regresión al pretérito de la raza en sus manifestaciones espiri-
tuales. Y en torno al conocimiento que ya tenía de la evolución antropogónica que finalmen-
te había venido a cumplirse en el suelo de España y que me decía quién era yo materialmente,
empecé a discurrir de la siguiente manera : que a ese suelo de España habían llegado migracio-
nes de hombres prehistóricos que habían partido del centro de Asia, al norte del Himalaya ;
que allí, al pie de aquella perpetua mansión de nieves, desde el período glacial se había forma-
do un foco de superaciones antropoides de los primates pitecos; que las migraciones que ha-
bían partido de dicho foco, impelidas por los rigores locales de la época, hacia ·el occidente an-
te todo,-como más tarde hacia el setentrión o regiones hiperbóreas- propagándose en dirección
de Europa por la cuenca del hoy llamado Danubio, y siguiendo siempre la diurna ruta del sol,
habían llegado hasta lo que hoy es Rusia, Austria , Alemania, Inglaterra, Francia y España; que
entretanto, con el transcurso del tiempo -algunos centimilenios- aquella evolución antropogó-
nica había tenid·o que progresar, aunque paulatina, sin embargo positivamente, hasta producir
los tipos ya conocidos de Kiew, de Krapina, de Heidelberg, de Piltdown, de Neanderthal, de
Gibraltar, de Cro-Magnon, de La Magdalena; que para que esa evolución hubiera podido pro-
gresar así, había tenido que obedecer a una evolución interior, íntima, de los correspondientes

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genotipos determinantes de los fonotipos en las mismas reacciones y adaptaci9nesde éstos a los
medios y ambientes en que les iba tocando vivir ; y que esos genotipos, unidades seminales y
ovulares, para determinar sus correspondientes fenotipos, habían tenido que estructurarse en
función de un arquetipo radical cuya realización típica venían buscando y de cuya regencia y
amparo dependían en la misma prol iferación sin fin de todos los tipos que ya habían produci-
do de vida. A través de los cerebros de aquellos hombres prehistóricos, órganos centrales de la
acción de la actividad intelectual fijada en d icho arquetipo radical, había tenido que ir modifi-
cándose adecuadamente las estructuraciones genotípicas; -el fluente plasma germinal de los sé-
menes y de los óvulos, para determinar las nuevas estructuraciones somáticas-óseas muscula-
res, nerviosas, etcétera- del hombre que así venía prefigurándose: la transfiguración; aboveda-
miento con ensanche de la caja craniana, el aumento correspondiente de la masa cerebral, en
correlación con las demás adaptaciones de la columna vertebral, su triple curvatura cervical,
dorsal y lumbar, los fémures y las tibias, los húmeros, los radios y los cúbitos, los huesos digi-
tales, en suma, con todas sus musculaturas y redes nerviosas, cuya surgente armonía se iba ha-
ciendo sensible en la elegancia y soltura cada vez mayores del tipo de hombre que ya sobrepu-
jaba al del mono no sólo piteco, sino antropomorfo, el de todos los primates. lNo había te-
nido que ser así como finalmente, ya en el norte cantábrico de España, la evolución antropo-
gónica de su pueblo, aún el prehistórico, había progresado hasta producir, más allá del hombre
industrioso al hombre artista, y más allá de éste, al hombre que· empezaba a mostr.arse sapien-
te? Sin duda alguna, pero ya sabiendo yo, además, por qué causas esenciales, que eran justa-
mente las únicas que podían decirme, para responder a la segunda de mis cuestiones, y más
aun para mi ulterior educación propia o autodidaxia, con el conocimiento que así adquiría, en
qué consistía mi yo, objeto a un tiempo que sujeto de semejantes conocimientos, mi autogno-
sia. De modo que pude decirme a mí mismo entonces:

-Ya sabes qué es tu yo. Pues ya sabes quién eres tú m ismo. Sabes, en efecto, qué producto
ulterior de la evolución antropogónica que culminó en España, eres, si no todavía un prototi-
po de hombre sapiente, sí a lo menos un tipo de hombre industrioso y estético, escalón para
aquél. Sigue, por eso, aspirando a la superación de la síntesis en que el magdalenita, el croma-
ñita, el grimaldita, el gibraltarita, el neanderthalita, el piltdaunita, el heidelberguita, el krapini-
ta, el kiewita, el negawita y el pekin ita de la prehistoria cinco veces centimilenaria, se sumaron
a través de todos tus antepasados para resaltar en ti, ese producto ulterior, ya nacido en Amé-
rica, del pueblo español. Que, sabiéndolo como ya lo has visto, entreviendo tu propio yo co-
mo un reflejo, en tu conciencia, de un radical ar_q uetipo de humanidad en la actividad categó-
rica y noemática de la inteligencia pura, será como podrás elevarte de las profundidades de
ésta, a las alturas de ella misma, las de sus fines puestos en los destinos de la existencia históri-
ca y culta del hombre sabio. · Y sigue precisándote eso, ya que precisándotelo au n más será
como tú también, llevando allende tu educación propia o autodidaxia, podrás acercarte al lo-
gro de dichos fines, semejantes destinos.

Por lo cual, obedeciendo a esa voz de mí mismo que así me hablaba, persistí en la labor de
aclarar más y más lo que ella me mandaba. Y ine di cuenta enseguida de que esto que ella me
mandaba era de sentido más original y profundo que el conocido mandamiento del epígrafe
délfico en el templo apolíneo, porque significaba que, para saberme a mí mismo en lo que era
mi yo y lo que debía ser en cuanto hombre, tenía que llegar hasta la raíz antropogónica y bio-
gónica de mi propio ser, el acto creador, promotor y rector que en esencia era noético, suceso
de noeses de una sola noesis categórica, noemática y arquetíp ica de humanidad. lCómo
habría podido el griego de la antigüedad clásica, hasta el más esclarecido -un Sócrates, ur, Pla-
tón, un Aristóteles- haber ahondado en precisión hasta allí, si esta precisión se había hecho só-

140
lo posible por la ciencia novísima de la antropología y de la biología en conexión con una
también novísima egología? Hasta el mismo concepto aristotélico de la noesis cambiaba, co-
mo el gnothi seauton, fundamentalmente de significado. Y precisé lo que era aquélla en cuan-
to arquetipo: siempre activamente constante de una inteligencia pura, modalidad que operaba
interiormente para causar a distancia efectos finales, energía in-tele-agente como concentra-
ción de un solo modelo ideal de todos los seres, ejemplar originario de todos los tipos de los
seres que había proliferado y siguió proliferando en la floración sin fin de todos estos mismos
tipos, a través de todas las estructuras físicas, mecánicas y químicas, y, al llegar a la vida, de las
composiciones coloidales, los agregados vitales, los plasmas germinales, las unidades genéticas,
espermas y óvulos, genotipos crecientes en los fenotipos, hasta los hombres entre los cuales yo
venía a aparecer como lo que yo sabía que era, aspiración a la sabiduría para ser, además de
sintiente y fabricante, o estético e industrioso, sapiente. Bien que, en lo que yo precisaba así,
tras lo que así establecía, tuve que darme cuenta, igualmente de que, en el conjunto solitario
de mi ser material y espiritual, sobre la base de una actividad puramente intelectual que daba
Unidad a mi propia vida, aun no llegaba a saber todo lo que necesitaba saber, principalmente
por lo que se refería a la parte que podía señalarse como menos profunda por lo mismo que
se manifestaba como la que se elevaba, a saber, la parte de los cumplimientos ya históricos del
espíritu en la raza o grupo étnico a que yo pertenecía. Porque si, en cuanto a mi ser material,
la certidumbre que yo tenía de sus orígenes era tal, que datos nuevos y más concretos no po-
drían sino afianzarla más; en cambio, por lo que atañía a mi ser espiritual la certeza no era de
tanta evidencia, aparte de que me faltaban muchos elementos para la reconstrucción. lCómo,
verbigracia, había sido que había venido a manifestarse, objetivamente, realizarse histórica-
mente ya, en la mentalidad racial del pueblo español del cual yo mismo venía a ser un fenóme-
no -psicotipo- ulterior, el espíritu de la misma noesis categórica, noemática y arquetípica del
hombre que en su originación material yo había comprendido y sabía ya? Para lo que necesi-
taba de ello, y a fin de continuar también deduciéndome, luego educándome en mi ulterior au-
tod idaxia, tuve que proceder entonces a averiguar toda la fenomenogonía -psicotipogonía- del
pueblo español; dado que si yo tenía esbozado definitivamente el lineamiento de la génesis
material de este pueblo, no lo tenía en cuanto a la génesis espiritual de él, y tenía que hacerlo
según se me estaba sugiriendo por lo que estaba precisando. Y eso fue lo que emprendí enton-
ces, dedicándome por años a la labor de indagar lo que había sido desde los tiempos más anti-
guos hasta los presentes la mentalidad hispánica que daba los rasgos distintivos de la mía, o,
mejor dicho, dentro de la cÚal la mía aparecía como un resultado ulterior. De tal manera, en
efecto, que viajando con este propósito por España durante el quinquenio de 1926 a 1930, en
años diferentes, por fin pude echar las bases del otro lineamiento que necesitaba, desarrollán-
dose en el esbozo que, empero, no vine a redactar por vez primera sino en Madrid, bajo la fór-
mula de Notas de España, o Indagación de la mentalidad hispánica, en los días mismos en que
caía la monarquía y se establecía la república; días aciagos de potencialidad histórica que yo
pude, por ende, observar de cerca mientras me sumía en la redacción de mi esbozo.

Mas para esa averiguación mía de la génesis del pueblo español, procedí al contrario de como
había procedido para la génesis material. Me lo impuso el interés mismo que en mí despertaba
la actualidad de cuanto yo venía indagando en España. Pues yo me hallaba en una actitud de
curioso que viajaba por todas partes en la península advirtiendo ávidamente, pero con esforza-
do espíritu crítico, las manifestaciones todas de la contemporánea mentalidad española, Y el
fenómeno de ésta en Ortega, en d'Ors, en Unamuno y en Genivet solicitó mucho mi atención,
como fenómeno que me desconcertaba y me hacía mantenerme en la situación un tanto rara
de reserva en cuanto a la admisión de él como revelación de la radical inteligencia hispánica,
ibérica. Sobre todo, como manifestación que pudiera tomarse cual definitiva de esta misma
inteligencia en su noesis categórica de humanidad, imperativa de sapiencia, luego de hombre
sabio, culminación espiritual del hombre fabril y del hombre artista en que históricamente ya
había venido a prolongarse el prehistórico. iCuán lejos de esa manifestación definitiva de la
verdadera humanidad que debía lograrse por la mentalidad española, en cuanto espíritu genui-
no de la sapiencia, se me mostraban las tres figuras aún vivientes de esta misma mentalidad!
La consecuencia para mí fue que, por el interés en lo actual, y por saber yo de antemano que
siempre había de concluir en una concatenación de orígenes que daría unidad interior a mis
indagaciones, proseguí en forma regresiva, o partiendo de lo presente hacia lo pasado, para en-
lazar desde lo antiguo a las realizaciones todas de la corporeidad (lo material antropogonía).
las manifestaciones todas de la mentalidad (la espiritual psicogonía) del pueblo español. Y
desde entonces pude disponer mi trabajo en la siguiente división cuádruple: 1) investigación
en lo pr~sente; 2) investigación hasta el Renacimiento; 3) investigación en la Edad Media; y 4)
investigación en la Antigüedad. Trabajo que, realizado, contribuyó bastante a consolidar la
certidumbre vislumbrada sobre la originación de mi propio ser mental a base de actividad pura-
mente intelectual que era la razón misma (la causa radical, causa causarum) de él, ese sér men-
tal mío, cuyo centro, mi propio yo, así se dejaba captar en su potencialidad de foco deprede-
terminaciones ya individualmente conscientes para obrar efectos finales, luego para lograr des-
tinos. Y tal fue el primer atisbo preciso de lo que, de allí en adelante, yo había de seguir en-
tendiendo por autognosia, o _propia conciencia de mí mismo en cuanto conocimiento de lo
que esencialmente era, para serguir predeterminándome en un modo que ya se me dejaba ver,
por encima del mundo de los sinos, cual el mundo de los destinos. Atisbo de predeterminacio-
nes inteligentes que, desgraciadamente, al volver yo a Colombia años después, movido por la
solicitud de servir, hubieron de eclipsarse por las determinaciones del ciego azar de las circuns-
tancias, cuando hube de verme insensiblemente llevado a subordinarme a esas determinacio-
nes, que fueron y siguen siendo las de la fatalidad aún ineludible de los medios donde prepon-
dera la mediocridad oficial de los politicastros.

Bien. Mis indagaciones de la mentalidad española, críticas de lo presente, reconstructivas de lo


pasado, habiendo contribuido a aclarar, así mis atisbos de la certidumbre sobre la originación
radical de mi propio ser espiritual en torno a la formación, estructuración y constitución de mi
yo como foco noético de predeterminaciones para ser lo que debía en cuanto hombre, me
condujeron a otras indagaciones; y en verdad siempre entrelazadas a lo que debía ser mi ulte-
rior autodidaxia, es decir, siempre en conexión con las vías o métodos que yo debía seguir pa-
ra continuar educándome y, en tanto conduciéndome a lo que debía ser mi íntimo destino. Y
icuán complejo y, por eso mismo, difícil vino a mostrárseme entonces qué era el saber educarse
uno a sí y, más aun, educar a otros, con esa fundamental sapiencia de lo que se es en sí y de lo
que se debe ser como hombre! Pero persistía en la cuestión de la génesis del pueblo español.
lNo había habido para el ser mental, como para el ser material de éste, una convergencia de
contribuciones mediterráneas, asiáticas y africanas, que habían venido similarmente por las
corrientes migratorias de diversos caminos? En una espiritualidad ya esclarecida, de A frica ha-
bía venido lo egipcio, ora directa, ora indirectamente. Lo mismo del Asia anterior, de donde
había venido lo fenicio y, posteriormente, lo semítico -si había que distinguir lo fenicio de lo
semítico. Y de la Europa de la antigüedad clásica había recibido lo griego y lo romano. Para
saber yo, pues, cómo se había formado y manifestado la mentalidad hispánica en lo antiguo,
érame necesario saber lo que habían sido esas contribuciones. Y para saber esto, érame me-
nester saber en qué habían consistido el espíritu de Egipto, el de Israel, el de Grecia y el de
Roma. lCómo, entonces, esos espíritus habían llegado a producirse por la actividad puramen-
te intelectual que se había fijado en la noesis categórica e imperativa que los había promovido,
regido y amparado hasta tales manifestaciones, superaciones de la animalidad prehistórica, rea-

1.42
~izacio~es de una humanidad que se hacía histórica con sus tipos ya más avanzados de hombres
industriosos, estetas Y sa~io_s? Es decir, lcómo había operado allí semejante actividad para
formar, estructurar, constituir sus centros esenciales, los yo como focos de conciencia irradian-
~es _de_~redetermin~ciones para hacer que los pueblos correspondientes emergieran del mundo
ins1gn1f1cante del sino y avanzaran en el mundo significante del destino? Para responder a esas
p~egunt~s aun tuve que indagar mucho más de lo que había indagado en España misma, y por
cierto directamente en los países mismos que habían sido teatros de los hechos que implicaban.
Y ~orno ya yo lo había hecho en gran parte para Roma, resolví en 1927 hacerlo también para
Egipto, para Israel y para Grecia, y emprendía entonces nuevos viajes de indagaciones. Algún
débil mental dijo de mí entonces que yo estaba loco, pues me había ido al oriente a estudiar
religiones .. . El primer resultado para mí fue lo que Ud. conoce por títulos: mi trilogía dia-
léctica: un Diálogo de Tebas, un Diálogo de Atenas y un Diálogo de Roma. Además en mi
Diario de viaje de París a Egipto y Palestina dejé consignado lo que averigüé de Israel, después
de haber echado las bases de mi interpretación egiptológica. El segundo resultado fue que
conseguí, como lo necesitaba para responderme a las preguntas que me había formulado y
como convenía a mi autognosis, el esclarecimiento ulterior de ésta, que entonces pudo preci-
sárseme aun más para que yo pudiera continuar en la pesquisa de lo que debía ser como hom-
bre. Resultados ambos que convergían, como ya se lo he sugerido, a promover mi autodida-
xia, la cual a la vez tenía que decirme en qué debía consistir toda verdadera educación de hu-
manidad y, en tanto, ofrecerme los principios de la didascalia general de ésta: los de un
neohumanismo aun no vislumbrado que abrazaba no sólo la escolaridad del hombre histórico a
través de lo greco-romano, lo egipcio, lo israelítico, lo asirio, lo babilonio, lo pérsico y lo índi-
co, sino la ciencia del hombre prehistórico y en verdad relacionada con la paleontología, la
paleogeografía y la arqueología, sino con la novísima genética, en un conjunto de conocimien-
tos antropogonológicos como el que yo había esbozado para mí mismo.

• Y hasta allí yo llegaba a 1930. Después ocurrió en Europa lo que Ud. sabe. En España, la Re-
pública luchaba para levantarse; enseguida tuvo que combatir para sostenerse;al fin se malogró.
En Italia, la dictadura imperialista del fascismo preparaba nueva guerra de conquistas, que lle-
vó a cabo ante todo en Abisinia. En Rusia, la dictadura llamada del proletariado, hecha dicta-
dura de un autócrata bolchevique, hacía alarde de su ejército, rojo de amenazas, anunciando
su imperio en todo el mundo. En Alemania el advenimiento del hitlerismo, el hecho más ab-
surdo del pueblo que lo sufrió, abría igualmente la vorágine del apetito enloquecido de impe-
,rar. Y en Francia e Inglaterra todo yacía, políticamente, en el azar oscuro de no saber qué ha-
cer, de dejar hacer, de mostrar el espanto y la impotencia para impedir la catástrofe que tan
inequívocamente se anunciaba . Momentos de angustia y vacilación para todos. Así, en cuan-
to a mí, yo también tenía que preguntarme qué era lo que podía y debía hacer; qué, para con-
tinuar en lo que me importaba, mi aspiración autodidáctica. Y en respuesta vi, a fines de
1935, que ya era imposible permanecer en Europa. Volví, por tanto a Colombia. Y busqué
para seguir en mi labor, el refugio rural en que todavía me hallo. Yo anhelaba, como sigo anhe-
lando, tranquilidad para proseguir en la perfección de mis indagaciones. Pero<:los hechos im'.
previstos vinieron a interrumpir mis propósitos. Primero: una llamada que se me presentó co-
mo una obligación para mí: la de servir a la educación pública, de la cual en general yo tenía
ya el concepto profundo y vasto que he venido exponiéndole a Ud. en esta epístola, pero de la
cual comprendía que había que aplicar, por lo pronto, sólo su parte superficial y restringida, se-
gún se lo diré enseguida. Segundo: la· advertencia de una gran falta de mí, en mi calidad de
iberoamericano, justamente por lo que incumbía a mi calidad de tal. Y me percaté enseguida
de que, por esa falta, lo que en mí se había dado com~ autognosis era aún _deficient~: ~efi-
ciente por lo que concernía a esa misma calidad. Pues ciertamente yo me sabia ya a m1 mismo

143
como tipo en el cual se objetivaba un arquetipo y el cual, al ser sabido así en todas sus poten-
cialidades, podía predeterminarse a fines que elurlieran sinos e impusieran destinos. lNo ha-
bía llegado a verme como fenotipo en función di: un genotipo que a su turno se había dado
en función de un arquetipo y que en tanto, al librarse de las determinaciones inmediatas del
genotipo se sujetaba a las predeterminaciones libres que justamente imponían un destino? Se-
guramente. Y había comprendido también que sólo de ese modo -en esa liberación a las pre-
determinaciones del arquetipo dado en la autognosia- era como yo podía llegar a ser cabal-
mente lo que debía. Pero sólo, por tanto, si me mantenía rígida o inflexiblemente en el curso
de la necesidad que manaba con esas mismas predeterminaciones libres. Porque sólo compren-
diéndolo así era como yo podía decirme con justeza que llegaba a saber más precisamente lo
que en esenciit y· potencia era para ser en accidencia y acto. Y ien qué, entonces, consistía la
diferencia de que yo venía a percatarme en esos términos?

Hube de entender que ella consistía en que yo me sabía a mí mismo bien, sólo en cuanto "ibe-
ro"; y mal, en cuanto "americano". Como esto último, en efecto, muy poca cosa, o casi nada,
era lo que yo podía decirme a mí mismo que sabía, ya que de las realizaciones verdaderas de
tipos, o logros de prototipos, luego de cumplimiento de destinos humanos, lo que yo sabía era
quizás apenas un poco más de lo que sabía el hombre común y corriente, acaso sólo lo que el
académico o erudito de anales -el historiógrafo más que el historiólogo- sabía. Y lo que yo ne-
cesitaba para saberme a mí mismo como "americano", además de saberme, según ya me sabía,
como "ibero", con el fin de llenar las deficiencias académicas o leyendas para el hombre co-
mún y corriente. Era, precisando, lo que en las Américas, estos países del hemisferio occiden-
tal en parte aún mínima había ocurrido, pero debía seguir ocurriendo en mayor escala, para
las realizaciones verdaderas de tipos, luego de logros de prototipos, luego de cumplimientos de
destinos humanos -altos destinos. lOué otra cosa sino el saber eso también era lo que podía
darme la plenitud del arquetipo de humanidad en mi propia conciencia ·o autognosia de él? y
en verdad justamente para aprehender el paradigma que me sirviera de promoción, régimen y
amparo. De modo, pues, que tuve que entenderlo así. Y entendiéndolo así medien seguida,
como siempre que aprehendo con claridad lo que debo hacer, a la labor investigadora y demos-
tradora o enseñadora, siempre autodidácticamente para mí en particular, didácticamente en
general para todo hombre del tipo "iberoamericano". Mas no pude llevarla a cabo tan fácil ni,
menos, tan agradablemente cuan antes yo había podido hacerlo, mientras estaba en Europa,
vacando en el ocio de la grata ocupación. Tuve que hacerla difícil y hasta desagradablemente,
en lucha conmigo mismo en el medio oficial en que había tenido que venir a moverme, adver-
so de adversidades sin cuento. Y penosamente tuve que proceder, en esas circunstancias, vién-
dome llevado por un azar de fatalidades incontrastables a continuar en ese medio, que así me
arrastraba, dolorosamente para mí en la conciencia que se me daba de ello, pero tenazmente
en la decisión de persistir para tratar de vencerlo, a la amarga situación de la pura intelectuali-
dad del filósofo que tenía que someterse a la jactanciosa arbitrariedad del politicastro. iCómo
me impresionó y me desconcertó al principio ese ambiente para mí tan enteramente nuevo,
que ni siquiera había llegado a sospechar que pudiera existir! iMedio en el cual yo encontraba
la inversión de valores que poco a poco, después, fui percibiendo que era el general de Colom-
bia: aquel para el cual nada contaba quién valía lógica, estética y éticamente y para el cual sí
valía mucho, pero muchísimo cualquier advenedizo que a él llegase con alardes propios de la
demagogia! lNo era este último el que siempre venía a resaltar como un titán de la nación?
iTitán, ciertamente! Fuerza que se destacaba en torrentes de palabras inconexas, altisonantes
o grandilocuentes para decidir la suerte del pueblo. Y yo me pregunto si eso era la democra-
cia; Y quedaba grandemente impresionado; a veces como turulato en el más inverosímil decon-
cierto. Mas continué en semejante medio, aunque penosamente, hasta hace poco, animado

144
siempre del persistente propósito (ah, la ilusión) de poder vencerlo -mientras por otra parte
proseguía también en la labor que me había trazado de averiguar asimismo lo esencial en el ar-
quetipo de las realizaciones verdaderas de los prototipos, luego de los cumplimientos de desti-
nos humanos en las Américas, y en verdad no sólo para los iberoamericanos, sino igualmente
para los angloamericanos. Y buscando entonces, en la historia que yo tenía que reducir a los
principios metafísicos de ella misma, lo paradigmático del arquetipo pleno en mi propia con-
ciencia o autognosia, fuime encaminando por el conocimiento discursivo de lo que yo debía
saber para sobrepujar toda deficiencia de ésta y satisfacerme a mí mismo en la sapiencia de lo
que era mi yo para predeterminarme a ser lo que debía ser- el hecho mismo de mi autodidaxia
en particular que debía aplicarse a la heterodidaxia en general gracias a la cual yo había venido
a empeñarme en la penosa, impresionante y desconcertante obra oficial en que me hallaba.

Hacia 1937 pude esbozar todo esto, claramente en su aplicación especial a la enseñanza, y lo
expuse, esquemáticamente, en un discurso de clausura de colegio secundario: en mi Utilidad
pedagógica de la filosofía, que creo que Ud. ha leído. Hacia 1939 pude sentarlo por escrito
con amplitud bastante mayor pero en una forma aun no suficientemente pulida, aplicado a
contenidos más vastos, alusivos a la educación superior, luego superación de la humanidad.
Parte de lo que entonces escribí se ha publicado bien que siempre en la misma forma aun im-
pulida, y creo que así mismo Ud. lo ha leído, bajo el título de Razonamientos sobre el pana-
mericanismo, discursos en el sentido de raciocinios, para establecer una doctrina de destino de
las Américas. Con las precisiones que así obtuve pude decirme que ya sabía también lo que
era yo mismo no sólo como "ibero", sino como "americano", sintéticamente "iberoamerica-
no", entre eurasiático que había venido a nacer, tras centilenios de antecesores propagados y
nacidos en Europa, por accidente geográfico en alguna parte del hemisferio occidental de nues-
tro telúrico planeta. Era la ubicación, en lo cósmico, de mi haber venido a la vida, tras haber-
me inquirido y rastreado a mí mismo antes de semejante advenimiento material a tal vida, en
el proceso ousiagónico o generador de lo esencial de mi ser, cuando vine a aprehenderme como
la concentración de un foco de individuación o tiposis de una inteligencia que operaba a través
de un arquetipo ándrico de tipo antrópico no sólo fabricante, no sólo sintiente y estetizante
sino sapiente, sino filosofante, a fin de que este último pudiera llegar a saberse a sí mismo ple-
namente en su autognosia, y de que entonces, autodidácticamente predeterminándose a sí mis-
mo, didácticamente con su ejemplo. vivo enseñando a los demás las vías de análogas predeter-
minaciones, llegase a ser lo que debía en el logro de su destino de hombre: por endécimas de
• todo, ciudadano del mundo, pero no ya en el sentido superficial y ordinario de esta denomi-
nación sino en el sentido profundo y extraordinario de valor en el orden de las jerarquías his-
tóricas y culturales, el cosmopolita artífice de la vida suprema del espíritu. Las bases de la
comprensión exacta de ello quedaron echadas en la Introducción metafísica a mis precipitados
Razonamientos sobre el panamericanismo a través de una serie de definiciones que servían de
puntos de partida para las demostraciones.

Ahora bien, lo que yo tenía que proponerme como labor para la educación en general tenía
que ser complejo y difícil, muy diferente de lo simple y fácil que yo encontraba que se estaba
ofreciendo, con no poco alarde de grandes cosas, en las esferas oficiales. Porque efectivamente
la complejidad y la dificultad en el desarrollo de mi labor para lograr mis propósitos, tenían
que ser inherentes al mismo programa que para la educación en general de mis.congéneres, o
heterodidaxia, yo me trazaba, como lo habían sido a la propedéutica que para la educación de
mí mismo en particular, o autodidaxia, yo había buscado. Todo a fin de encontrar la propia
y adecuada didascalia del neohumanismo que yo vislumbraba. Y el paradigma era siempre:
que se daba radicalmente una inteligencia pura que operaba como in - tele- agencia o actividad

145
que causaba interiormente: a distancia en el tiempo y en el espacio efectos finales; que lo
esencial de dicha inteligencia era su pensar, el cual fluyendo se estructuraba y, estructurándose
a sí mismo, esquemáticamente, dinámicamente la estructura de su ser; que ella era, así inma-
nente en su pensar y trascendente en su ser, para el cual se daba como impulso inteligente o
suceso de impactos noéticos, flujos de noeses que interiormente asumían los modos de las ca-
tegorías, de los noemas (centros acumulativos y productivos de duración y extensión) y de los
arquetipos; que tales estructuraciones y modificaciones eran, por cuanto fluentes siempre, por
tanto siempre dinámicas, nunca estáticas, y se movían continuamente con actividad incensante
que, empero, variaba de individuo a individuo, donde se concentraba para condicionar la con-
ciencia; que, verbigracia, la categoría de la causalidad venía a ser así una actividad que no cesa-
ba de la correspondiente corriente de noeses que partía de la inteligencia absoluta, o abstraída
en sí sola, para condicionar mentalmente toda percepción, por una parte, y para producir to-
do efecto material, por otra parte; que a través de ella, y por lo mismo que transcurría y per-
duraba, se producía el noema del tiempo, a la vez que, de manera similar, por lo mismo que
se multiproyectaba, se producía el noema del espacio; que asimismo, avanzando el proceso de
lo inmanente en lo trascendente, se venía a producir la naturaleza, actuando ya los arquetipos,
hasta constituirse los primeros elementos; que por ende la energía y sus tipos, (electrones, pro-
tones, fotones, etcétera) resultaban de dicho proceso, de la misma que, avanzando aun más, se
llegaba a producir la vida, cuando los arquetipos comenzaban a realizarse en los tipos de com-
puestos físicos y químicos, bióticos, soluciones coloidales, cromosomas, genes, núcleos, célu-
las, agregados multicelulares, organismos hasta los tipos superiores en que proliferaban, flora-
ción infinita, los arquetipos; los cuales, sujetos o subordinados al supremamente ándrico, fi -
nalmente redundaban en la producción del tipo antrópico que tendía a culminar en el tipo só-
fico; y que era necesario hacer resaltar por deducción, o educción, luego por educación, ya en
autodidaxia, ya en heterodidaxia, desde las profundidades intelectuales donde radicaban, hasta
las alturas espirituales donde florecían, todos los procesos que conducía a ese fin, para estable-
cer debidamente una didascalia nueva, que tenía que ser la profunda y altamente humana del
neohumanismo que yo buscaba.

Pues bien: así fue como yo, al llegar a la sapiencia de todo esto que equivalía a la adquisición
de mi plena autognosia, y ya en mi autognosia para mi ulterior autodidaxia, y ya en ésta para
todo ensayo de heterodidaxia, luego para la educación en general de la humanidad iberoame-
ricana, tuve que verme surgir cabalmente en el hemisferio occidental o mundo de las Américas,
la mitad de nuestro telúrico planeta. Y separé entonces, en consecuencia de lo que le escribí
arriba, los hombres en dos grupos: el de los comunes y corrientes (la inmensa mayoría) y el
de los singulares y rarísimos (la exigua minoría). Estos últimos eran los que, prototipos ya por
cuanto se presentaban como ejemplares imitables, venían a promover la vida social, histórica y
cultural en todas sus manifestaciones de la humanidad . Entre ellos, y dentro de esa misma
vida, aparecían los hombres extraordinarios que se limitaban a la política y se especializaban
en la técnica del Estado, los politotipos que, en tanto, eran los estadistas genuinos. En tal sen-
tido podían llegar a ser los operarios o artífices de una existencia superior, los demiurgos de la
historia y de la cultura. Ejemplos anglo- e ibero-americanos de ellos eran Washington y Bolí-
var, Jefferson y Santander, Hamilton y San Martín, Madison y Torres, Monroe y Bello, Lin-
coln y Juárez. Ellos, en efecto, habían podido labrar y echar los fundamentos de países inde-
pendientes, la organización de naciones libres, el encaminamiento de repúblicas democráticas
tendientes al cosmos político del género humano y, de ese modo habían logrado parte princi-
pal de la finalidad subyacente en el arquetipo, el destino latente en el prototipo, la meta de la
demiurgia de la historia. Y viendo yo así que cuanto había discurrido teóricamente sobre los
principios enunciados de una metafísica de la inteligencia se comprobaba por lo que había

146
ocurrido con los hechos concretos de la humana existencia panamericana, llegué a esa conclu-
sión: que aquel que podía captar en su propio entendimiento cómo había sido que todo ese
proceso de superación que había conducido a los prototipos de Washigton y de Bolívar, Je-
fferson y Santander, Hamilton y San Martín, Madison y Torres, Monroe y Bello, Lincoln y
-J uárez, se había cumplido, era quien podía concentrar en sí como foco nuevo ese mismo pro-
ceso para, iluminando su autognosia, esclareciendo su autodidaxia y promoviendo su propósi-
to de heterodidaxia, o educación en general en el sentido neohumanístico ya señalado, proyec-
tarlo a fin de que fuera lo que debía ser y contribuyera a la hechura por venir del mundo so-
cial, político, histórico y cultural en cumplimiento de los destinos últimos de la existencia. Y
comprendiendo además la doctrina consecuente de ello como la de mi propio, latísimo pana-
mericanismo, definí éste de la siguiente manera: que era la tendencia en la existencia humana
que había venido a culminar en las Américas, por la actividad eterna de una in-tele-agencia
-noeses, categorías, arquetipos, conceptos fundamentales o axiomas y subsiguientes esquemas
dinámicos- a constituir un orden de paz, un cosmos de armonía, un orbe político, el cumpli-
miento de la justicia, para todos los pueblos de la tierra, en el mundo de la historia y de la cul-
tura ...

No sonría Ud. No sonría nadie. Mis propósitos eran tan serios cuan sinceros. Y mientras así
yo llegaba a la razón que, me daba la unidad interior que todo lo concatenaba en mi vida hasta
formar un conjunto de comprensión redonda y de contenido pleno, arquitectura secreta de mi
ser dentro de mi saber, vine a ver también la complejidad y la dificultad inherentes a todo es-
fuerzo para una educación cabal de humanidad, sobre todo allí donde el azar del mundo del
sino me había puesto de pronto. Y no sólo con la intención de probar la eficacia de la doctri-
na y del método de mis conclusiones, sino con la intención de sujetar y someter aquel azar del
mundo del sino, que a mí mismo me envolvía, a la necesidad del mundo del destino, que YQ
debía buscar, escogí la oportunidad que se me ofrecía de un ensayo práctico de experimentos
. heterodidácticos: ensayo en el cual yo no podía prever que la cantidad al cabo prevalecería
sobre la calidad, porque la mediocridad de la mayoría contaba; en el medio donde se realizaba
más que la superioridad de la singularidad. Pues aunque yo me decía que la eficacia de mi
doctrina y método sólo podría ir abriéndose camino poco a poco, a proporción que los medios
mismos lo fueran permitiendo, y por consiguiente me apliqué con tenacidad, que fue hasta
motejada de terquedad; sin embargo no reflexioné sobre lo que era evidente: que en semejan-
te medio no había tenacidad ni terquedad que pudiera mantenerse ante la labor sorda y sopla-
. da que socavaba todo cuanto se lograba -la labor del prepotente burócrata que en su necia hila-
ridad se burlaba de toda intención seria y, con su séquito de vividores del erario público, creía
que su función era reírse de semejante intención y destruir todo lo que por ella se hacía. Yo,
desde luego, conforme a lo que vengo escribiéndole, me proponía, siempre como finalidad úl-
tima hacer sobresalir en la conciencia de cada uno, según fuera posible para cada caso, el cono-
cimiento de su arquetipo, el paradigma interior, esencial, intelectual que lo regía y amparaba
individualmente y que, una vez conocido, podía hacerse predeterminante de una eficacia ma-
yor en el proceso inmanente-trascendente para conducirlo (e-ducarlo) hasta hacerlo un tipo
de aptitudes superiores. lNo se trataba en el fondo de lo que yo también deliberadamente
ocultaba: hacer surgir del hombre prehistórico del eolítico, del paleolítico y del neolítico,
nómade de selva y montañas primero, sedentario de valles, colinas y cavernas después, que
había culminado en el magdalenita el hombre prehistórico que, ibero más tarde, celtíbero
también por nuevos injertos asiáticos, a su contacto con el egipcio, el semita, el griego y el ro-
mano había venido a dar en seguida el tipo del hombre histórico que como hombre de civiliza-
ción y de cultura por fin había venido a ser el iberoamericano? Ciertamente. Y se trataba por
eso mismo de suscitar en éste la conciencia de todo ello que dormitaba en él para establecerla

1A7
como el correspondiente conocimiento de su arquetipo, luego como su autognosia, a fin de si-
tuarlo en la posición que había de permitirle ser no ya sólo objeto de las determinaciones im-
providentes del mundo del sino, sino de las predeterminaciones providentes del mundo del
destino, en conduciéndolo, educiéndolo, educándolo hasta hacerlo el tipo novísimo del hom-
bre fabricante u horno faber, el técnico competente para el desarrollo de las industrias hoy ne-
cesarias, el ecónomo promotor de la riqueza capaz de procurar el satisfactorio bienestar ma-
terial, ante todo, a fin de tratar de hacerlo, adelante, el tipo también novísimo del hombre sa-
bio u horno sapiens, el intelectual competente para la cooperación social de toda genuina -no
falsa, oh no- política, el filósofo en suma como promotor de la cultura que procura la más sa-
tisfaciente felicidad espiritua_l. Y tanto me entusiasmó, naturalmente, ese propósito, que algu-
na vez ingenuo, llegué a pensar que si, para el logro completo de él, era indispensable que yo
me dedicara completamente a la obra, así lo haría. Ilusión que había de amargarme después,
cuando tuvo que mostrarme, como me lo mostró, mi desconocimiento, en que no debí haber
incurrido, de las personas -mascaras de humanidad- con las cuales intenté el ensayo.

Así, pues, si mis proyectos hubieron de prosperar al principio, tras el bien corto tiempo de
unos dos años en que Ud. los vio florecer, tuvieron que comenzar a fracasar. Poco a poco la
labor que se había emprendido bajo la denominación alejandrina que Ud. también conoció: la
de promover, con sentido práctico indeclinable, la integración de la enseñanza secundaria den-
tro de un movimiento encaminado a la enseñanza superior o universitaria para crear los edu-
candos y los educadores que se necesitaban para los fines que se buscaban. Y yo, es claro, pre-
sentaba mis proyectos siempre con ese indeclinable sentido práctico de que le hablo, tendien-
do directamente a logros positivos, absteniéndome en la mesura de no dejar conocer, en lo po-
sible, las razones profundas que me movían ni los propósitos elevados en pos de los cuales an- .
daba. ¿Qué habría sido de mí si hubiera hecho públicos aquéllas y éstos? Imagíneselo Ud. El
malogro habría sido más prematuro. Y por eso, con altivez, guardaba discreto silencio mien-
tras, orgulloso de mí mismo, solazábame diciéndome que, si amarga había de ser la experien-
cia, grato sería siempre el propósito que me sabía de intentar el esfuerzo más integralmente
humano y más plenariamente consciente -ya que no, desde luego, el más rico de recursos mate-
riales y seguro del éxito- que hasta entonces se había hecho de educación en general. Pues
¿dónde, en todo el mundo de la tierra, se había proyectado un movimiento de educación hu-
mana que hubiera hecho cuenta, debidamente de los datos de la originación, evolución y pro-
greso del género, con la paleogeografía, la arqueología, y la paleontología concomitantes?
¿Dónde, una promoción de esa misma educación debidamente orientada desde las causas radi-
cales hasta los efectos finales, que eran destinos, de la estructuración lógica, ética y estética de
la humanidad, para que ésta viniese a vivir en la historia verdadera y la cultura genuina? ¿Dón-
de, en suma, se había aprehendido la inteligencia esencial de todo ello para aplicarla funda-
mentalmente, con decisión predeterminante de un programa positivo de realizaciones, al logro
de tales efectos finales, el cumplimiento de tales destinos? Yo no lo veía. Pero en bien del su-
ceso de mi programa, tenía que ser muy discreto. Y en la satisfación íntima que me llenaba de
la altivez y del orgullo de que le he hablado, al verme a mí mismo dándome cuenta perfecta de
lo que emprendía, me persuadí que como medida de práctica convenía la prudencia de expre-
sión, la reserva verbal o escrita, el casi total silencio de la razón profunda y de las miras eleva-
das que me movían. iOue su conocimiento quedara para la posteridad! iOue el politicastro
arbitrario, jactancioso y petulante en su sabihondez, lo ignorara siempre! ¿De qué otra ma-
nera el burócrata oficial, roedor de toda obra noble, podía dejar tranquilo el intento de ésta?
Entretanto, tal conocimiento seguiría siendo la parte esotérica de mi empeño. Y entretanto
debía ponerse de manifiesto solamente la parte exotérica, que era la de lo fácilmente realiza-
ble y alegremente accesible a todo el mundo, aparentemente en el carril de las baraturas edu-

148
cativas, realmente en el curso de las formaciones más costosas del ente humano. Y así fue co-
mo del carril de las construcciones infinitas de escuelas-cantidad sin calidad- me propuse entre-
sacar una que fuera modelo ejemplar -calidad por encima de la cantidad para empezar a educir,
luego a educar, desde allí, al hombre que debía ser este ente humano: el tendiente, por deter-
minación interior de sus antecedentes, a ser un técnico de la industria, un experto de la econo-
mía, antes de ser un esteta de las artes y un teórico de las ciencias, Y me propuse también en-
tresacar así, del carril de graduaciones sin fin de maestros -otra cantidad sin calidad- algunos
que fuesen, correlativamente a dicha escuela, modelos ejemplares -calidad por encima de la
cantidad- para contribuir igualmente a educir, luego educar, desde allí mismo a ese mismo
hombre que debía ser ente humano tendiente, por determinación indeclinable de sus antece-
dentes, a ser lo que queda dicho: un técnico de la industria, un experto de la economía, un
promotor de la riqueza como fuente del bienestar material, antes que un esteta de las artes y
un teórico de las ciencias, fuente de la felicidad espiritual. Selección ésta última que debía
redundar en una reforma básica de las normales al mostrarles un índice de lo que tiene que ser
un verdadero maestro, superación del maestricastro.

Mas la dificultad para mí estaba en que una escuela, como un maestro de calidad, no era una
cosa visible como el número que se podía señalar con el dedo de la mano, y publicar y servir
de propaganda; ni propia, por eso mismo, para deslumbrar por su monto a las muchedumbres,
luego tampoco adecuada a fin alguno de demagogia. lCómo hacer algo tan remoto de estos
objetivos? La consecuencia fue la que tuvo de ser. La idea de semejante selección tenía que
ser, como fue, discutida y objetada, para llenarla de obstáculos en su realización. Y lcómo ha-
cer admitir, además, que semejante escuela primaria tenía que dar sus mejores frutos si se le
aislaba del tren burocrático de las recomendaciones llamadas políticas, por una parte, y por
otra se le mantenía íntimamente conectada con el colegio secundario, liceo de selección tam-
bién, al cual debía encaminar sus alumnos? Había que desprender, por tanto, dicha escuela,
del azar de la dirección rutinaria de una secretaría de gobernación, tan ignorante cuan negli-
gente de lo cualitativo, para sujetarla a la necesidad de una dirección razonante y deliberante
de rectoría de universidad. Y se presentaba, con ello, otra dificultad aun mayor, sin que eso
fuera todo. Pues también el colegio secundario tenía que desprenderse de aquella dirección
rutinaria de burocrática secretaría, a fin de que fuera objeto de un tr~tamiento técnico. Y
lcómo una gobernación iba a ceder lo que para ella equivalía a renunciar a un desembocadero
de puestos que dar en atención a las miras de la política, cuando no de la amistad o de la falsa
beneficencia? El roedor de la obra técnica e inteligente habló entonces de cualidades de direc-
ciones y dominios incompatibles con las potestades constitucionales de las gobernaciones. Y
fue el principio de la destrucción. Lo que yo había dejado sentado como base para mi ,o bra de
educación integral, en grande y con nobleza de intención, empezó a socavarse. Y el director
de la socavante labor rio ·mientras lo vio irse a pique, en cuanto había logrado, befando el
papel escrito, la ordenanza que establecía y mandaba la ejecución. Pues habiendo yo mismo
pasado, con mis propósitos ya claros, por la secretaría que había hecho posiblemente gestio-
nes; y habiendo palpado, por decirlo así, el caos de ella -la falta completa de todo sentido de
orientación de trabajo metódico y sistemático, constructivo- había echado el fundamento pa-
ra mi obra, fijando un orden de labores. Había buscado, de este modo, una ramificación de és-
tas, jerárquicamente establecidas por secciones subdirectrices, enlazadas entre sí, que se hicie-
ran responsables individualmente de la gestión que a cada una se encomendara. Y en ello, a
fin de darle a la educación primaria ante todo la importancia que requería, traté de imponer
una separación de ésta con respecto a la educación secundaria, a fin de darle a la última, en
seguida, la importancia que también requería, encaminándolá sólidamente a la educación uni-
versitaria, que había de ser la postrera, en mi programa, a la cual yo debía atender. Fue enton-

149
ces cuando procedí con criterio de reminiscencias razonables, no de imitaciones indiscernidas,
de medios alejandrinos, que osé declarar francamente en la exposición de las ideas, práctica-
mente en la realización de éstas, la creación de un Museo pedagógico y superdidáctico, como
hasta entonces no se había intentado er:i ninguna parte, pero cuyo paradigma original había en-
contrado ya su primera expresión, bien que deficiente en el sentido de los requerimientos mo-
dernos, en el conjunto de los institutos de la antigua Alejandría que también llevó el nombre
de Museo. Incomprendido naturalmente ese proyecto, fue desde el principio objeto de burla,
no considerándose en nada lo que yo explicaba, ni siquiera la alusión superficial al hecho de
que en Madrid, en París, en Bruselas y otras ciudades capitales del mundo la palabra Museo se
aplicaba a institutos de enseñanza, no sólo a los establecimientos para guardar colecciones de
fósiles u obras de arte. Ni lqué importaba a la burla la intención positiva, práctica, de promo-
ver un conjunto,de instituciones de educación integral que comprendiera lo primario, lo secun-
dario y lo universitario, para obtener un tipo de hombre que fuese ante todo un técnico de la
industria, un experto de la economía y un promotor de la riqueza, civil cooperador en el pro-
greso de la nación? iAh! La burla es siempre insensata. Y fui por eso objeto de risa, pero no
tanto para tratarse de hacerme risible, cuanto para negar y destruir por el prurito de hacerlo
(el vulgar "tirarse a un tipo"). hasta reducir lo que yo iba haciendo a la mediocridad en que
hoy se encuentra.

Mas perdóneme Ud. ahora si salgo alargando esta tan luenga epístola, tras la digresión de confi-
dencias en que acabo de incurrir. Hágalo porque creo que, en relatándole la situación en qu_e
he venido a encontrarme, puedo seguir atendiendo a la solicitud que Ud . me hiciera de expo-
nerle un resumen de mis ideas en materia de filosofía . lNo hallo así el medio concreto de las
aplicaciones prácticas que hacen accesible a la comprensión de todos lo que de suyo es abstrac-
to y especulativo? Part iendo según acabo de exponérselo, de una posición de realizaciones de
lo que yo había venido a entender por educación en general del ente humano, quise tomar los
problemas que se me presentaban a partir de los hechos mismos que constituían la enseñanza
primaria entre mis conciudadanos. Y no pregunté, puesto que estaba encargado de una direc-
ción oficial de educación: ldesde cuándo el hombre, cuando aún era niño, debía ser objeto de
enseñanza del Estado? Ud. sabe que en el fondo de esa cuestión se implican las dificultades
más serias que han preocupado las mentes de pensadores sinceros y serios y de políticos ge-
nuinos y eficientes. A partir, en lo moderno, principalmente de Rousseau y de Saint Just, con
quienes se afirmó la necesidad de un como monopolio educativo que, por parte del Estado, de-
bía llevarse a sus últimos extremos. Y yo veía que, consecuencias de esta afirmación en tres
pueblos de Europa que habían llegado a una monstruosa superfetación estatal, eran a la sazón,
cuando yo me encontré en la posibilidad de actuar oficialmente, los ensayos que se estaban
haciendo en Italia, Alemania y Rusia : en la Italia de Mussolini, en la Alemania de Hitler y en
la Rusia de Stalin, tres regímenes distintos en lucha por uno solo, idéntico géne'ro de dictadu-
ra. lPertenecía el .bombre -el niño- al Estado desde qué edad? Sain Just había llegado a soste-
nes que desde antes de nacer. Mussolini se había jactado de arrebatar el niño a la familia des-
de los seis años para devolverlo a ésta a los setenta. Ni Hitler ni Stalin, que yo supiera, habían
dicho lo mismo con igual jactancia, pero procedían peor, absorbiendo totalmente al niño por
el Estado ,Y para el Estado; el cual, en concepto de ellos, era dictadura imperialista. Y yo re-
cordaba que semejante política era una repercusión de lo que la Iglesia por antonomasia en
tiempos pasados había practicado. Porque ella en efecto desde los primeros siglos de su exis-
tencia se había propuesto, en materia de educación, acabar con los métodos grecorromanos,
reprobando el concepto de la pertenencia del niño a la familia-, para reivindicar que ésta le per-
tenecía a ella exclusivamente. Similarmente el fascismo, el nazismo y el bolchevismo del pre-
sente habían venido a tratar de acabar con la estructura de la familia humana tal cual, en el ac-

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cidente, había venido a obtenerse durante dos los últimos siglos, al sustraerse al yugo de la
Iglesia y renacer a conceptos grecorromanos. Mas yo no podía detenerme a ventilar esa cues-
ión a la luz de las circunstancias en que me hallaba, o de los hechos mismos que se me ofre-
cían. Yo entendía, desde luego, que el absoluto monopolio de la educación por el Estado po-
día ser funesto si se practicaba como se estaba practicando en las tres naciones citadas, y como
se había practicado a través de su historia de preponderancia, por la Iglesia, absortas aquéllas
como ésta en la pasión beligerante del dominio imperial y monárquico de la humanidad . Y
admitía en principio, por otra parte, que la familia, realizada bajo el concepto romano de la
autoridad paterna como guía y educador principal del niño, se justificaba si el hogar existía
como,debía existir, esto es, en las condiciones en que todo hogar ejemplar siempre se ha mani-
festado de distinción intelectual, de decoro estético y de dignidad moral. Pero tenía que re-
conocer que entre nosotros no exisfía así más que por rarísima excepción. lNo comprobaba
yo el hecho desconcertante y desconsolador de que la Iglesia, no ya tanto por su propósito
hoy naturalmente olvidado de dejar extinguir la autoridad paterna según el concepto romano,
cuanto por su intrínseca negligencia puesta de manifiesto sobre todo por la insignificancia,
cuando no pequeñez moral, de sus párrocos, había dejado degenerar, o no había dejado siquie-
ra que se formara, el hogar que pudiera servir de medio digno a la primera educación de la ni-
ñez? iOué espectáculo tan triste y miserando el de las apariencias de familias y hogares en
ciudades, pueblos y campos! No sólo la miseria moral, también la miseria material -biológica
y fisiológicamente hablando- era ese espectáculo. Moralmente no existía. Era un grito que
dolía de vida infame. Físicamente tampoco. Era un conglomerado de seres desnutridos, ané-
micos, heredosifilíticos, tuberculosos y alcoholizados. iAh! Si el maestro oficial hubiera po-
dido prepararse -si aún pudiera prepararse- para penetrar en los hogares, esclarecer las familias
y hacer la obra que el cura parroquial no había podido hacer, que aún podía hacer, se justifica-
ba entonces el ensayo de buscar, por un monopolio del Estado, pero monopolio técnico, no
politicastro, la penetración del moderno criterio, renaciente del griego y del romano, laico de
. la educación. Pero no. El maestro oficial aún no se ha preparado, según ya se lo he insinuado,
como se debe para tamaña labor. Aún permanece muy cerca de los instintos elementales de la
naturaleza para que pueda ser dueño de sus apetitos lúbricos y no dejarse arrastrar por ellos.
Exactamente la misma situación del eclesiástico párroco. Y el mal es tan grande, a la vista de
los hechos, que a veces he llegado a pensar en una alternativa: o se procede con una decisión
de absoluta dictadura, y se toma el .niño, para reformarlo fundamentalmente, desde que nace,
aislándolo totalmente del cuadro pavoroso que le ofrece la apariencia de familia y hogar en
que le toca vivir, a fin de devolverlo a su mayoría de edad a la sociedad, ya como técnico capaz
de promover la industria, como experto competente para la economía privada y pública y co-
mo promotor de la riqueza que es fuente del bienestar material, para que funde la familia y el
hogar como debe existir, o se procede con una decisión espartana de erradicación de todo
cuanto es sólo residuo de humanidad, harapo de vida social. Sólo que para el primer procedi-
miento el Estado colombiano carece de recursos, y para el segundo es demasiado condescen-
diente. De modo que la conclusión es, para el que considera sinceramente la situación, el do-
lor de presentir un desastre en el encaminamiento hacia el logro de altos destinos humanos.

Y lqué más, entonces, tengo que escribirle? Lo que para mí, personalmente, es la base de este
mismo dolor. Pues creo, quizás presumiendo, que él no puede darse con sinceridad sino sobre
esa base. La cual fue la que me hizo pensar, en el ensayo o experimento que le he expuesto,
que obedecía a la intención profunda a la vez que a la aspiración elevada de una exaltación de
la humanidad a una vida superior en que se venciesen todas las miserias a que acabo de aludir.
Y Ud . lo ha visto por todo lo que ya le he escrito. En la autodidaxia que me había servido de
base para mi tentativa de heterodidaxia o educación en general de mis conciudadanos, cuando

151
me vi colocado de pronto en un puesto de dirección oficial, yo había llevado ya a su último
extremo, donde percibía y sentía todas las cosas r,1ás intensas y hasta penosamente, el manda-
miento del epígrafe en el templo apolíneo de Delfos: gnothi seauton. Me había liberado de la
repetición común y corriente de la apelación a ese mandamiento, que se había vulgarizado en
un "nosceteipsismo" superficial al alcance de todo el mundo, al aprehender antropológica, bio-
lógica, cosmológica y noulógicamente las raíces hondas de su enunciación, que le daba su esen-
cial y fundamental significado. Encumbrado así, después de haber rastreado los orígenes ani -
males de mi ser corporal, hasta la razón misma de mi ser espiritual, había llegado a saberme
también, más allá de la naturaleza, en el mundo de la historia y de la cultura, como la posibili-
dad de un valor. A través de mi Génesis del pueblo español, de mi Indagación de la mentali-
dad hispánica, de mi Utilidad pedagógica de la filosofía y de mis Razonamientos sobre el pana-
mericanismo, había echado la base que, expresión discursiva de lo que había sido en sus últi-
mas etapas mi autodidaxia me había movido el ensayo o experimento que acabo de trans-
cribirle en sus líneas principales y que había de dejarme en la percepción y el sentimiento del
dolor que sólo atenúa ahora la compensación del volver a hallarme a mí mismo en la sapiencia
de la posibilidad del valor que siempre he perseguido: el que mi ser puede obtener dentro de
la arquitectura secreta de mi saber.

En esas circunstancias fue como asimismo llegué a mi postrer proyecto, ya en víspera de su


reducción a la mediocridad en que ha quedado, de enseñanza superior integral, corporizado en
una universidad de tipo nuevo que había de comprender no sólo una educación de facultades
corno la propiamente universitaria; sino además una enseñanza secundaria, o de liceo, y otra
colateral a ésta, o de industriales, en prolongación de la más elemental de escuela primaria.
Todo el conjunto dirigido desde arriba; esto era, desde la rectoría universitaria, que era la úni-
ca que podía conocer las razones a que obedecía y los fines a que tendía, para poder encaminar
in-tele-agentemente por ella los factores humanos que habían de lograrse menos imperfecta·
mente: los educandos, quienes en consecuencia debían encaminarse desde la primaria con mi-
ras a la secundaria y desde la secundaria, y la paralela a ella, con miras a la universitaria, ya con
mayor claridad y precisión en el conocimiento de todo ello. lDe qué otra manera si no así se
podría lograr una unidad interior, no sólo profunda, sino progresivamente ascendente, del pro-
ceso educativo en que yo había venido a considerar como lo principal al hombre, material y
espiritualmente, según ya estaba fundamentalmente razonado por mí mismo? Tratábase siem-
pre de una educación de humanidad que en última instancia llegara a ser también humanística,
pero humanística en el sentido enteramente nuevo también prestablecido no sólo de escolari-
dad de lo romano, de lo griego, de lo egipcio, de lo israelítico, de lo asirio, de lo babilonio, de
lo sumerio, de lo iranio y de lo índico, sino también de sapiencia de lo que constituía y cómo
había constituido al hombre mismo desde su más remoto pasado, a fin de hacer resaltar en él
lo que debía ser en el inmediato presente y para el futuro: suma perfectiva de todos los tipos
anteriores, tras la interrogación y respuesta de todo lo que habían sido y seguían siendo la vi-
da que florecía sobre la tierra y la naturaleza que abarca el mundo universo, a fin de buscar la
individualización plena o prototiposis ejemplar del arquetipo que daba las formas motoras del
esquema dinámico del hombre siempre perfectible. Educación de humanidad que tenía que
buscar, por tanto, la plenitud del ente humano por el despertar de una inteligencia vigente ra-
zón capaz de discurrir sobre todas las cosas para sentar juicios cabales sobre ellas y desarrollar
adecuada o conveniente y eficazmente la acción correspondiente a cada caso, educiendo conse-
cuentemente la competencia que se necesitaba para ésta en un mundo que marchaba vertigi-
nosamente, para cumplir con un destino y disfrutar de él. Mas icuán lejos, entonces, de los
métodos usuales de la enseñanza por la inculcación meramente mnemónica, sin vida, estática
de rutinas, que conducían a la pereza si acaso no a la muerte mental de los educandos! Y en

152
todo eso pensaba yo, al concebir y presentar mis proyectos, incesante floración de espíritus de
mi espíritu, para la labor heterodidáctica que me proponía sobre la base de la autodidáctica
para insistir en mis propósitos, aunque convencido ya de la inutilidad de mi insistencia.

Yo, sin embargo, cauto siempre para no ser señalado como iluso, a pesar del sentido ,práctico
que demostraba, por los roedores de la obra, guardaba en reserva los fines que buscaba, cui-
dando de no decir lo que juzgaba: que lo que me había servido a mí en mi autodidaxia tan-
to, tenía que servirme similarmente e·n la heterodidaxia que ponía en práctica. Y como yo veía
así que en la antropogonía que se había cumplido ya pero tenía que seguir cumpliéndose aun
más, por lo mismo que el progreso no había terminado aún ni podía terminar jamás, lo que
abundaba y preponderaba era el tipo del hombre fabricante, tránsito para el hombre sintiente
o estetizante y el hombre sapiente; por eso en mis planes, ensayos y experimentos dejé versó-
lo que lo que me proponía era lo real : obtener ante todo el tipo menos imperfecto posible,
práctico y útil, del técnico que, habiendo apuntado como tallador de piedras hacia unos qui-
nientos mil años, en la aurora de la humanidad, su primer período de técnica fabril, la de los
eolitos, ahora apuntaba como el dominador de los elementos todos en su mecánica externa y
en su física y química internas. Tenía que buscar yo, en consecuencia, la heterodidaxia de
técnicos especializados, competentes lo más posible para las industrias incipientes del medio
donde yo me movía. De ahí que lo que buscara ante todo para la enseñanza superior pro-
yectada, fuera la politecnológica, es decir, la que tratase de inculcar las múltiples 'técnicas que
necesitaban las industrias y la economía modernas, y la que así se iría desarrollando poco a
poco a partir de las dos iniciales que dicho medio estaba indicando como las más exigibles.
i Una instrumentación, por decirlo así, de instituciones que se complementaran recíprocamen-
te en el conjunto universitario, a base del secundario y parasecundario grupo dentro de ese
mismo conjunto, para ir despertando poco a poco en el estudiante una conciencia más plena
-un espíritu más alerta y cabal- una inteligencia más interiormente operante de su propia fina-
lidad, agente del destino! Y todo ciertamente a fin de perseguir la realización de la teoría me-
tafísica que me decía que la humanidad que valía para la historia verdadera y la cultura ge-
nuina, era no la que se componía por la muchedumbre innumerable de los zooa polítika, sino
por la minoría numerable de los anthropotechnikoi Y, más exiguamente aun, por la raridad ex-
traordinaria de los andres sophoi.

Mas yo me guardé bien, insisto en escribírselo, de dejar conocer estos propósitos esotéricos de
mis proyectos, y me atuve en mis expresiones de ellos al fin exotérico de _las realizaciones prác-
ticas, siendo siempre la razón de mi reserva el que si yo hubiera declarado cuáles eran aquellos
había sido objeto de risa como lo fui cuando a medias lo dejé entrever al fundar el Museo de
enseñanza que en sentido alejandrino busqué ante todo. Y tuve, por esa prudencia mía, la
buena suerte de ser mejor comprendido hasta el punto de haberse logrado en parte -parte mí-
nima que, empero, al fin y al cabo había de correr la mala suerte de ser reducida a la mediocri -
dad en que ahora , ya desprendida de mí, se encuentra. Punto hasta el cual llegó, o tuvo que
llegar, pues, mi ensayo o experimento, ya que además, faltándole el apoyo de la comprensión
intelectual, moral y material que necesitaba, tampoco se pudo comprender la verdad o sentido
común que yo sostenía contra la tesis demagógica de las autoridades oficiales: a saber: que
en un país atrasado materialmente, pobre hasta parecer paupérrimo , lo que necesitaba con ma-
yor urgencia era no tanto la construcción sin fin de escuelas nuevas, ni la multiplicación inde-
finida de maestricastros, sino la formación de técnicos de la industria, expertos de la econo-
mía, promotores de la riqueza nacional , pública y privada. Pero lcómo, entonces, se había de
comprender que era más importante y eficiente, pero muchísimo más, para ese fin, el contar
no con dos millones de desanalfabetizados primarios, ni con un millón de secundarios bachille-

153
res, sino con apenas mil a dos mil universitarios especializados en las diversas técnicas de la in-
dustria y de la economía? lcómo el que yo afirmara que se necesitaba ante todo profesores,
mas profesores de verdad, o profesionales de la enseñanza, y exclusivamente eso, no advened i-
zos de la burocracia oficial, suplantadores por orden de la politiquería? lCómo mi aserto de
que, tal cual lo estaba demostrando la experiencia de los países que hoy, por la riqueza que les
había dado la eficiencia de sus técnicos, marchaban a la cabeza del mundo, lo que servía para
elevarse a ese alto nivel económico, que era lo único que materialmente se respetaba, era el
predominio de una minoría numerable de dirigentes sobre una mayoría innumerable de diri-
gidos? iAh! Mi tesis entrañaba la desinflación del politicastro, y eso no podía ocurrir. Y los
roedores se dieron así con mayor ahínco a la tarea sorda, cuando no sórdida de carcomer tras
socavar mi obra, hasta dejarla en la miseria en que ahora se encuentra. Y yo me he quedado,
corno se lo escribí desde el principio de esta tan larga epístola, que por fin va a terminar, en
ese raro estado de ánimo que fluctúa entre la tristeza y la alegría, la amargura y la consolación,
de un lado como arrepentido de haberme aventurado en la acción, de otro lado como satisfe-
cho de volver tras ella a la especulación, quizás desconcertado, quizás estupefacto -reveur, co-
mo dicen los franceses, - en una contemplación que, al escribir la última frase, me hace reme-
morar el verso mallarmiano de recóndito sentido:

Un coup de dé jamais nabolira le Hasard

iYo había echado mis dados en el juego oficial, y el juego oficial había andado en su azar in-
contrarrestable - fatum mahometanum!

Lo saluda su amigo de siempre,


J.E-B.

Galapa, Finca Casablanca,


Enero 10 de 1947.

154
NOTAS

1. LÓPEZ DE MESA, Luis . El libro de los Apólogos. Bogotá , Editorial Colombia, 1918.

2. Luis López de Mesa hace referencia a la Revista Cultura que, con un selecto grupo de intelectuales de
Medellín, él fundara en 1914.

3. Pedro Blanco y Rafael Blanco de la Rosa .

4. LÓPEZ DE MESA, Luis. Orientación Ideológica. Revista Jurídica. Bogotá, 1021 (125-126); (327.349).

5. LÓPEZ DE MESA, Luis. Los Problemas de la raza en Colombia. 1920

6. Se refiere Blanco a: lópez de Mesa, Luis. La Civilización Contemporánea. París. Agencia Mundial de
Librerías, 1926.

7. RESTREPO, Enrique. El Tonel de Diógenes (Manual del Cínico Perfecto), Bogotá, ediciones Colom·
bia, 1925. Enrique Restrepo vivió en Barranquilla en la segunda década del siglo y allí hizo amistad
con Blanco y demás compañeros que dirigían la histórica Revista "Voces"'.

8. ERIKA LASSEN TIMMERMANN distinguida dama alemana que Blanco conoció en 1926 en Ham•
burgo y que habría de ser su compañera de toda la vida. Contraerán nupcias en 1936.

9. Tratado que inicialmente llevara el nombre de "Lineamiento Racional de la Filosofía", pero que en
forma definitiva Blanco titulará ''Metafísica de la Inteligencia". Extenso, denso e intenso tratado que
ocupara el interés de la reflexión de Blanco durante toda su vida .

1 O. LÓPEZ DE MESA, Luis. La Traged ia de Nilse . Bogotá, Cromos, 1982.

11 . Se refiere Blanco a "Auscultaciones de la Selva Negra". Ensayo !inédito) de extremada originalidad


que va a ser decisivo para sus ulteriores determinaciones filosóficas. Véase : Núñez Madachi, Julio. Julio
Enrique Blanco : Dimensión Metafísica de la Inteligencia . Revista HUELLAS, Barranquilla, 1985, 114),
29-44 .

12. Se trata en realidad de dos amplísimos tratados: "Génesis del Pueblo Español" e "lndapci6n crítica
de la mentalidad española" . El primero versa sobre los múltiples orígenes y evoluciones del etnos ibéri•
co y el segundo sobre las formaciones, encadenamientos rectos y desvíos o extravíos de la mental idad
española. Se mantienen inéditos .

13. Trilogía de diálogos, inéditos aún, sobre las tres capitales de la antigüedad : Diálogo de Atenas; Diálogo
de Roma y Diálogo de Tebas .

14. LÓPEZ DE MESA, Luis. La Biografía de Gloria Etzel . Bogotá, Minerva, 1922.

155
15. LÓPEZ DE MESA, Luis. Introducción a la historia de la Cultura Colombiana. Sinopsis del desarrollo
cultural del país, Bogotá . D .E., 1930.

16. Se refiere Blanco a la controversia literaria filosófica que sostuvo con Enrique Revollo del Castillo a
través de los diarios "El Heraldo" y "La Prensa" de Barranquilla en la que sostenía que en Colombia no
había habido filósofos y establecía diferencias esenciales entre el estilo literario y el estilo filosófico.
Cf . "En Heraldo" Junio 10 de 1937 y "La Prensa" Junio 12 de 1937 .

17. BLANCO, Julio Enrique. "Progreso material y progreso espiritual". Revista Universidad de Antioquia.
Medellín, 1937. (18-19; 241-261). IDEM . Revista del Museo del Atlántico. Barranquilla, 1941 (1)

1B. BLANCO, Julio Enrique . Diálogo de Cosmogonía en torno al éter y la entropía. Revista Universidad
de Antioquia. Medellín, 1937 . (21); 17-60.

19. Blanco hace referencia aquí a su casa finca ubicada en el Municipio de Galapa a pocos kilómetros de
Barranquilla.

20. BLANCO, Julio Enrique. Utilidad pedagógica de la Filosofía. Barranquilla, Imprenta Departamental,
1938.

21. BLANCO, Julio Enrique . Diálogo sobre Haeckel. Revista de la Universidad de Antioquia . Medellín,
193B y 1939. Nos. 22 - 24 - 25, 27 - 28 - 29, 30 - 33.

22. LÓPEZ DE MESA, Luis . Disertación Sociológica. Gráfico, 1939 . 2a . ed . Medellín, Bedout, 1970 .
363p .

23. BLANCO, Julio Enrique. Newton : Valor inglés de la cultura universal. Barranquilla, 1942.

24. Ramón Vinyes. Poeta y prosista catalán nacido en Berga (1882). El "Sabio Catalán" de Cien Años de
Soledad y gestor de la Revista "Voces".

25. Se trata del ensayista y educador, originario de la Costa Atlántica, Benigno Acosta Polo.

26. LÓPEZ DE MESA, Luis. Derrotero histórico de Antioquia. Revista Universidad de Antioquia. Mede-
llín, 1943, (57); 5-29.

27. LÓPEZ DE MESA, Luis . Breve disertación sobre nombres y apellidos. (ONOMATOLOGIA) . Bogotá ,
Salesianas, 1943.

28. Se refiere con este Último al filólogo e historiador Augusto Toledo.

29. BLANCO, Julio Enrique . Razonamientos sobre el Panamericanismo . Revista del Museo del Atlántico,
1943. (2-3) y SS .

30. BLANCO, Julio Enrique . "Crítica a Finlayson . Por una metafísica de la Teología" . Universidad de
Antioquia , Medellín 1945. (74); 347-356 .

31 . "ANTROPOLOGÍA FILOSÓFICA" . Revista de América . Bogotá, 6 (17 -18), 163-181, 305-329.

32 . Se refiere Blanco al tratado acerca de las egologías, donde críticamente examina los conceptos del yo
en Descartes, Locke, Berkeley, Hume, Leibniz, Kant, Reinhold, Beek, Fichte, Schelling, Hegel, Bergson,
James, Freud, Jung y Husserl, entre otros. Texto que sirve de introducción a su metafísica de la inte-
ligencia.

33. BLANCO, Julio Enrique . La filosofía en América . Revista del Museo del Atlántico. Barranquilla,
1945, (8-9); 9-32.

34. UNIVERSIDAD CATÓLICA BOLIVARIANA. Medellín 1946, 12 (47);471-490. Revista de la Univer-


sidad Católica Bolivariana.

156
35. Eminente psicólogo ruso que desde la década del 30 se estableció en Barranquilla donde
importante labor educativa.
de-•=•·;u
-
36 . "Razonamientos sobre el panamericanismo" . Revista del Museo del Atlántico. Barranquill:a. 1913. 2"3;;
4~. .

37 . CRUZ véLEZ. Danilo . Nueva Imagen del Hombre y la Cultura. Bogotá , Talleres Editoriales
Universidad Nacional de Colombia , 1948.
de la
38 . BLANCO, Julio Enrique . "Controversia Filosófica . López de Mesa y su teoría del Yo• . Reiñnl de
América. Bogotá , 1946, 7 (21); 269-278 .

39. Tal como se ha señalado, se trata de un Texto inédito de Blanco que versa sobre los mútt ipesOl'igenes
y evoluciones del etnos ibérico .

40 . El texto de la epístola que se señala se mantiene inédito . No obstante en la exposición de ..-iiwos def
proyecto de ordenanza que creb el Museo del Atlántico (hoy Universidad del Atlántico: -Revista def
Museo del Atlántico, número preliminar de 1941- se perciben las líneas generales del J>&.-..ieuto
educativo de Blanco . Puede confrontarse además "Espíritu de la fundación del Alma Meter- Oiitogo
con J .E.B. Diario del Caribe Junio 3 de 1966.

41 . BLANCO, Julio Enrique. Kant y la Matemática Física . Bogotá, Revista de la Academia Colombiana de
Ciencias Exactas, Físicas y Naturales, 1946.

42. "Autodida.xia y Heterodidaxia" . Revista de América. Bogotá, 1947. 10 (29); 161-189. Debido a su ex-
tensión. el texto de la citada epístola se anexa en forma de apéndice.

43. "La nostalgia de la filosofía de Goethe". Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario . Bogotá,
1946. (399), 232 .

44 . LÓPEZ DE MESA, Luis . "Nosotros y la Esfinge". Bogotá . Ediciones Centro, 1947 .

45 . "Goethe y la filosofía". Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario , Bogotá, 1946. 14021.

46. Julio Enrique Blanco fue nombrado miembro honorario de ambas Academias.- EI texto que se seftala se
mantiene inédito hasta la fecha .

47 . BLANCO, Julio E. "Nosotros y la· Esfinge". Universidad Nacional de Colombia. Bogotá, 1948. 11
(711);71.

48. Cf . LÓPEZ DE MESA, Luis. "Filoso! ía y Estilo" (Carta a Julio E. Blanco)" . Revista de la Universidad
Nacional de Colombia , 13 (1948) 11 -34 .

49 . BLANCO, Jul io Enrique . Ortega ante Kant y la filosofía pura . Revista de la Universidad de Medellín .
Medellín, 1959. (5); 105-122; 1960. (6) ; 329-345.

50 . Julio Enrique Blanco hace referencia a la declinación que hizo del cargo de Rector del Colegio de San
Bartolomé .

51 . Tratado en el cual se pretende la articulación de un sistema nuevo de filosofía.

52. Partes de este diario de viaje fueron publicadas en la Revista de la Un iversidad de Antioquia. En los nú-
meros 45 y 46 de 1941 . Y recientemente en la Revista "Huellas" de la Universidad del Norte, 1985.

53 . LÓPEZ DE MESA , Luis. Perspectivas del arte contemporáneo. Revista de la Universidad de Antioquia .
. Medell ín, 1951 , ( 102), 199-241 .

54 . Regreso a Jonia : Sobre Nosotros y la Esfinge . Universidad de Antioquia. Medell in, 1950, (100) 537-
562 .

157
/ / t:JC/?7C?/c:/O ~7 f?.2
55. BLANCO, JULIO E . "Jo,é Gaos Traductor da Husserl" . (Inédito).

56. Cf . Razonamientos sobra al Panamericanismo. El soliloquio a que hace referencia más adelante sobre el
tema L .L.M . se mantiene inédito .

57 . Cf. "La Lección de Gracia". Revista Bolívar, Bogotá, 1952 (8).

58. Apartes de este análisis comparativo fueron publicados en la revista de la Universidad de Antioquie con
el título : "Este ancho paralelismo : Spengler Toynbee" . Universidad de Antioquia, Medellín, 1960,
(140), 5-18.

59. Ensayo crítico en el que reconoce solamente seis poetas en la historia de la literatura nacional; tres con
reservas, Caro, Núñez y Valencia; los otros tres (Pombo, Silva, Barba-Jacob) "con sólo las reservas de
una estimativa crítica fundada en criterios universales" .

60. Inédito .

61. "Tres' Epístolas a Luis López de Mesa". Revista Bolívar, Bogotá, 1952, (13), 566-581; (14), 747-
758; (15), 1003-1004.

62. "Regreso a Jonia" . Universidad de Antioquia, Medellín . 1950, (100) : 537-562 .

63. LÓPEZ DE MESA, Luis . Historia de la Cancillería de San Carlos. Bogotá. A .B.C., 1955.

64 . . Cada uno de los ensayos que se señalan hacen parte, en forma de capítulos, del texto antes citado :
Concepto rectificado de la poesía en Colombia.

65. LOPEZ 'DE MESA, Luis. Escrutinio sociológico de la historia de Colombia . Bogotá, A.B.C., 1955; 2a.
ed ., Medellín, Bedout, 1970 .

66. "Literatura, técnica y filosofía acerca del río grande de la Magdalena", El Heraldo, Barranquilla, di·
ciembre 4 de 1955.

67. BLANCO, Julio Enrique. "Mi especulación vitalicia en la filosofía". Revista de América, Bogotá,
. 1957, 25 (81 ), 38-50.

68. Todos los textos señalados por Blanco en esta epístola se mantienen inéditos.

69. Seudo-Nietzschísrno que ya había sido, en su momento (1917 ), objeto de crítica por parte de los jóve-
nes que conformaban, en Barranquilla, el llamado grupo "Voces" y del que Blanco hizo parte.

70 . José Blanco De La Rosa . Hermano de ·Julio E. Blanco.

71 . BLANCO, Julio E. Nea-Apo-Kalipsis. Bogotá; Litorama, 1973, 396. pp.

72 . Inédito.

73. Inédito.

74. Inédito.

75. Inédito

76 . 1nédito.

158
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