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El arle de lo obvio

que Betlelheim hizo o dejó de hacer en la Escuela Ortogénica. En


agosto de 1990, cuatro meses después de su muerte, me llamó una
reportera de una impórtame revista estadounidense para pedirme
información sobre las acusaciones contra el doctor Bettelheim. Le El primer encuentro
pregunté por qué esos ataques sólo empezaban a aparecer cuando
él ya no podía defenderse ni explicarse y, con cierta renuencia, me
contestó: «Porque un heredero no puede demandar por calumnias».
Muchos estudiantes a quienes llamé para decirles que este li-
bro estaba casi terminado me expresaron su profunda gratitud ha-
cia el doctor B. Uno dijo que se había hecho psicoanalista porque
sus experiencias en el seminario le habían abierto los ojos a la
vida interior del hombre. «No se olvide de decir lo ciego que yo e podría pensar que iniciar la primera sesión de psicoterapia
estaba —me dijo otro—. Fue necesario que el doctor B. me lo de- v3 con un paciente nuevo debería ser algo simple. Uno dice hola
mostrara.» y ya está. Pero la primera sesión es mucho más: es un momento crí-
El doctor Bettelheim era una llama que durante su vida encen- tico que puede determinar el curso de años de terapia. Por eso, en
dió muchas otras; a algunas las conocía, otras lo conocieron a él al
nuestra serie de seminarios, Bruno Bettelheim y yo dedicamos por
leer sus escritos. Estas vidas cambiaron, permanentemente y para
lo menos una sesión por año a estudiar cómo saludar a un pacien-
bien, porque tuvieron la buena suerte de entrar en contacto con
te nuevo. <<HJinaJ^stáje_njJ_ci3jaieiiZQ>>, solía decir el doctor Bet-
Bruno Bettelheim y con su mentalidad, asombrosamente clara y
perceptiva. En cuanto a mí, con toda la tristeza que lleva decir por telheim, aludiendo a que la manera en que uno entra en relación
última vez adiós a un amigo, colega y mentor muy querido, quisie- con un paciente dispone el escenario para mucho de lo que le se-
ra rendirle tributo con estas palabras, atribuidas a Sigmund Freud: guirá, quizás incluso para el resultado final.
«La voz de la razón es suave, pero insistente». Bettelheim comparaba la forma en que Sigmund Freud estable-
cía una atmósfera adecuada para las sesiones psicoanalíticas con el
ALVIN A ROSENFELD, doctor en medicina diseño, brillantemente realizado, del montaje escenográfico de una
obra, hecho de tal modo que transmita un vivido sentimiento de lo
que es el drama que se está a punto de representar. En el escenario
psicoanalítico de Freud, el accesorio más importante es un diván.
Éste, antes de que se pronuncie siquiera una palabra, transmite im-
portantes mensajes subliminales al paciente. El diván indica que
paciente y analista están al comienzo de una relación que difiere de
todas las demás. Al.pedir...al.paciente.que se recostara, Freud le,es-
taba sugiriendo que la relajación,era deseable, y, le daba a entender,
que la regresión, tan mal vista en otros.ámbitosdeja vida,,.era bus-...
cada y aceptada. Además, como generalmente cuando soñamos es-
Támos acostados en la cama, la presencia del diván indica la im-
portancia de los sueños en el marco del análisis.
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AI poner al analista en una silla detrás del paciente, Freud si- píritu inquisitivo y agudeza intelectual. Esperó un poco antes de
tuaba a este último en e! centro del escenario. El analista, sentado hablar.
detrás de él, se concentrará en lo que le digan las palabras del pa- —Realmente, necesito ayuda. Mañana he de enfrentarme a mi
ciente y en lo que sus acciones revelen. primer caso infantil. Quiero entenderlo mejor antes de verlo, pero
La puesta en escena de nuestro seminario no estaba en modo al- no tengo más que unos pocos datos en su ficha. Tiene siete años,
guno tan cuidadosamente orquestada. Todos los martes a las 13.30 se llama Simeón y le da por encender fuegos.
nos reuníamos en torno a la pulida mesa de la sala de conferencias —Estoy pensando si ya no sabe demasiado —intervino el doc-
del Hospital de Niños, en el departamento de pacientes psiquiátri- tor Bettelheim—. Habj^jjsted com^si la ticha del niño contuviera
cos externos de Stanford. El doctor Bettelheim ocupaba la cabece- «hechos», pero tendría que considerar todas esas anotaciones como
ra de la mesa y yo me sentaba a su izquierda. Uno de esos martes, rumores. ---.-..-»,,,-,«.,-,-
en el verano de 1983, Bettelheim se presentó a sí mismo a dos es- —Pero es que no son rumores —protestó Renee—. La ficha la
tudiantes que venían por primera vez al seminario, Renee Kurtz, prepararon médicos con experiencia.
estudiante adelantada de asistencia social, y Jason Winn, un nuevo —Y estoy seguro de que prepararon lo que para ellos era una
residente en psiquiatría infantil. Los demás eran los miembros «ha- información precisa —dijo Bettelheim—. Sin embargo, lo único
bituales» del seminario. Michael Simpson era un psiquiatra de ni- que eso le dice es cómo interpretaron ellos las palabras y las ac-
ños que había terminado su formación y se dedicaba ahora a la ciones del niño, lo que destacaron y lo que omitieron. Pero para us-
práctica privada no lejos de allí, en Menlo Park. Hacía años que ve- ted esas observaciones son un estorbo.
nía al seminario con toda la frecuencia que le permitía la densidad Como Renee parecía insegura, me extendí sobre lo que señala-
de su horario profesional. Gina Andretti, psicóloga de niños, de ba Bettelheim:
Milán, estaba haciendo dos años de formación especializada en —La ficha muestra los detalles sobre los cuales otras personas
Stanford, y Bill Sanberg, un psicólogo clínico que trabajaba gene- querían llamar su atención. Y como ellos son gente inteligente y
ralmente con adultos, hacía algo más de un año que acudía al se- experimentada, y usted quiere aprender, en última instancia se be-
minario. Había crecido en un suburbio de Washington, se había neficiará de lo que ellos vieron. Pero no es este el mejor momen-
doctorado en una famosa universidad del Sur y había tenido una to. En su. primer encuentro con el paciente, usted percibirá mucho
beca de posgraduado en uno de los programas de Stanford. Sandy más de loque puede registrar conscientemente. ¿Qué. aspecto tie-
Salauri, asistente social en el departamento de psiquiatría de la clí- ne el niño? ¿Cómo va vestido? ¿Parece que él mismo hubiera ele-
nica de pacientes externos de la Universidad de Stanford, asistía al gido la ropa? ¿Cómo camina? ¿Ha. lleyado^consigo algún-juguete?
seminario desde hacía algo más de seis meses. En caso afirmativo,, ¿qué. es? ¿De qué manera lo sostiene o cómo
A Bettelheim se lo conocía como maestro exigente y estimu- juega con él? ¿Juega con los.j.ugueles que usted tiene en el área de
lante. Cuando recorría la mesa con los ojos, había veces en que los jjaego o se limita a mirarlos? ¿Está interactuando con los padres, |
estudiantes desviaban la vista para que no los llamara y les pre- que están en la sala de espera, o juega él solo en un rincón? ¿La i
guntara si no tenían algún caso para presentar. Ese día, sin embar- mira cuando usted se presenta? ¿Qué da la impresión de interesar- j
go, me sorprendió ver que, en su primera sesión del seminario, Re- le, en usted o en la sala de juegos? Después de todo, la gente pue- I
nee parecía ansiosa de que Bettelheim se fijara en ella. de guardar silencio de tantas maneras como puede hablar abierta- \
Renee había crecido en Los Ángeles y luego se había mudado mente. A partir de todos esos primeros contactos iniciales y ob- ¡
al norte para ir a la universidad y a la escuela de asistentes socia- servaciones subliminales, con su propio sentido de lo que es la si- |
les en Berkeley. Aunque exteriormente respetuosa, tenía chispa, es- tuación, usted escogerá en qué ha de concentrarse en su primer en- J
cuentro con él.
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»Lo que sepa anticipadamente de una persona influye sobre las mentede manera positiva. Y eso dará a la psicoterapia la probabi-
cosas que usted observa y ante las cuales reacciona. Cuando uno es lidad de un comienzo más fructífero.
un terapeuta principiante y está nervioso por su primera entrevista, —Cuando yo estaba en la Escuela Ortogénica —dijo el doctor
es probable que, de entre todas sus percepciones, escoja aquellas Bettelheim— era frecuente que nos describieran a un paciente en
que ya han impresionado a sus maestros. Pero como estará buscan- potencia como «un monstruo, incontrolable y peligroso». En cam-
do confirmar lo que ya observaron sus modelos de rol, es probable bio, cuando finalmente me encontraba frente al «monstruo», resul-
que pase por alto detalles muy importantes en los que nadie se ha taba ser un niño aterrorizado. Pero, a pesar de haberlo experimen-
fijado aún. tado con tanta frecuencia, cada vez que aquello sucedía no podía
Renee parecía perpleja. dejar por completo de preguntarme cuándo y cómo estallaría aquel
—¿Por qué no puedo estar atenta a mis percepciones, pero tam- niño. Y estoy seguro de que, de alguna manera, él lo percibía. Y si
bién leer la ficha para que me ayude a ver más? eso era válido para mí, que había realizado centenares de entrevis-
—Sí que puede —respondí—, pero todavía no. Los_detalles_gue tas así, debe serlo incluso más para un principiante.
ver4.mañaiia_son_ úmcos, porque resultan de lo que usted provoca »Y también hay otro factor en juego. Yo me doy buena cuenta
,en el paciente, en parte de la forma en que él decide presentarse de que todos sentimos ansiedad cuando empezamos.con un pacien-
Uinte esa terapeuta que es usted, ese día, y en parte de la reacción te nuevo. Pero, debido a la información que tenemos, nuestra an-
de él ante usted, como persona y como terapeuta. Si lee la ficha, siedad está mucho más controlada que...¡a del paciente, y éste no es
puede caer en la tentación de buscar lo que observaron los demás. insensible a ese desequilibrio. Y no sólo eso, sino que nosotros sa-
Entonces, el nuevo paciente no se encontrará con una Renee Kurtz bemos, y él sabe que sabemos algo de él, pero él no sabe qué es ese
¿njcjL^iiuténtica, que reacciona espontáneamente ante lo que le algo. Y, personalmente, él no sabe_nad^,demnpsgti;os..Ese desequili-
in]presiona,._sino que verá a una mujer que trata,de ser una buena brio deforma la relación,,
estudiante.a los ojosde sus maestros. Desde el principio, usted ha- «Incluso el más experimentado de los psicoanalistas tiene un
brá introducido uademento artificial en lo que tiene que ser una
problema con esta cuestión de la superioridad —prosiguió el doc-
relación, intensamente personal... y eso crea un estrés que"'los; dos
tor Bettelheim—. Aunque no puedo demostrarlo, sospecho que par-
percibirán.
te de la regla tradicional del silencio, o del relativo silencio, se ori-
»Además, como la mayoría de. .las.ni ños de su edad,..es..proba- ginó realmente en el hecho de que algunos dejos primeros analis-
ble que él crea.que..todos los adultos están..confabulados,. Y sabe tas se dieron cuenta de lojüfíaL£iue_.es_uQ»actim
que si lo llevan al hospital es porque, supuestamente, le dio por en- cuando nuestra formación y nuestros conocimientos nos tientan a
cender un fuego. Entonces, en la primera sesión con usted, lo que sentirnos superiores. Pero esta actitud es lo más destructivo que
espera en el mejor de los casos es que lo juzgue. Y en el peor, es hay para el paciente.
probable que vea su primera sesión como parte del castigo con que —Bueno, pero mi problema no es la superioridad, sino la inex-
lo han amenazado sus padres y la escuela. periencia —replicó Renee—. Estoy segura de que, por el hecho de
»Pero si siente que usted no tiene ningún conocimiento previo ser principiante, me perderé totalmente la importancia de mucho
de él, hay~üñ"á"~remota piobabihdad de que ciea que ambos están de lo que pase en cada sesión, y no me parece justo para el niño
iniciando un viaje de descubrimieiito^reQÍproco. Y por ¡o menos'en ni para sus padres que yo necesite meses para enterarme de cosas
lo que se" refiere á quién es él y por qué hace lo que hace, él es una que simplemente podría haber leído en la ficha antes de empezar.
autoridad en no menor medida que usted, y cuenta con muchos más —Permítame que le cuente una anécdota de Freud —sugirió
hechos pertinentes. Percibjrág£e usted estájilerta, pej^cgjLcurio- Bettelheim—. Poco después de que Rorschach terminara su test de
s j d a ¿ ^ h j J [ d d d á ^é^circunstancias, frecuente- las manchas de tinta como medio de explorar la imaginación de los
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pacientes, un psicólogo llegó a Viena con la noticia. Algunos ana- en vez de reaccionar sintiendo «Vaya novedad» ante su descubri-
listas más jóvenes, que tal vez como usted deseaban trabajar con miento, que es un «don» que él nos hace, nos sentiremos interesa-
más rapidez, se quedaron fascinados con el test y convencieron a dos, entusiasmados por dentro.
Freud de que se prestara a que le hicieran una demostración. j5aaejite_p_ercjbe nuestra reacció
»Freud se quedó debidamente impresionado con lo que se po- él- SjLjd.SJAllJiegatLva_de,,suniisnic)-~será..x.uesti.onada. Empezaráu,a
día descubrir a partir de las asociaciones de un individuo con las verse a.s
manchas de tinta. Naturalmente, algunos de los presentes esperaban ia_p.^
que el test le pareciera útil para su trabajo, pero cuando le pregun- ig.nos-;-de...ateiición. Y_ejTtonces que-
taron si creía que pudiera ser útil en la práctica del psicoanálisis, su .rrá._QÍxecer.Ie_más. Empieza,a...sentirse,.ansioso_,de,xon.tinuar,,con,.la
respuesta fue un «no» tajante. Expjjccxc]ue si el supiera lo que po- terapia, y nosotros, J_Qs-iejapeuMs»..di^nutax]io.s...c.an«.n.ueslrQ...neclén
día revelar el Rprschach,,antes de llegar a conocci a un pacientej'ya adquirido., conocíniie.DÍo_y..,eQn_ji,ues.tra,<.cap.aci.dad,..,d.e»,entejader. Es
no podría analizarlo, bien, S_u__conocím'iento se conveituía en una decir, que nos quedamos esperando la sesión siguiente con una ex-
interferencia con la curiosidad que. [o movía a sabei más defpa- pectativa casi equivalente a la suya.
cien.te. En este punto intervine yo:
»Freud consideraba que la cujj£sidad del analista eia la fuente —En su lugar, Renee, yo miraría la ficha después de tener la
actLvadoi:a,,deL,psJ£oatóHsjs, lo que impedía que el proceso se an- primera, o mejor la segunda, sesión con el paciente, porque siento
quilosara o se echara a perder. Su deseo de descubrir cosas que des- que en este momento de su formación tiene algo que aprender de
conocía sobre .el paciente¡era tan importante en este laigo proceso lo que han dicho personas de más experiencia. Al esperar hasta en-
como, el deseo deLpacieBttgJeKacerse^jenjendci tonces, tendrá sus propias percepciones para compararlas con lo
»Por ejemplo, piensen en lo que sucedería en su propia relación que encuentre en la ficha. Quj;ajit£,K,el^
con un paciente que los conoce desde hace mucho tiempo y final- sjjljainociiiiiei^ ficha, antes de
mente se siente lo bastante seguro y confiado como para compartir qü£,,sLpr-Opio paciente se los comunique a su manera y desde su
en la sesión un profundo secreto. Confiar ese secreto es un don o rjrfl.pig^pjLintp^ dee.vista, usted y él estaián cieando una relación de
un signo de confianza creciente. Si, cuando él lo cuenta, la reacción Qj,UJt.WO,i}R£S£J,ft- Cuando finalmente se entere de la LnJi)rjnac,i,óii,Ja,
interior de ustedes es «Vaya novedad. ¿Por qué habrá tardado tan- de esa i elación En es_e. contenta, personal, y
to en decírmelo?» —algo, dicho sea de paso, que pueden sentir ' S8..1tt9,ba,bJe que tienda menos a engiii>e.en juez que el tex-
pero que jamás dirán—, ¿no es probable que el paciente tuviera una to de la ficha o que cualquier evaluación formulada por alguien que
fuerte reacción ante esa falta de interés? Quizá se preguntaría por no ha visto al paciente más que una o dos veces.
qué ha de tomarse la molestia de seguir con su introspección y su —Por eso la educación clínica tiene una laiga tradición de en-
explicación de sí mismo con alguien que parece que ya lo sabe trenamiento de las capacidades de observación —terció eí doctor
todo. I^erQjjie^ BettelHelín—. Si uno culjiva.ju.p:opia,,capacJ,dad,de~.Qb.sej;vacÍQ,n y
tampoco se explicará consigo mismo. Y explicarsexQnsigQ mismo aprenderá dejai que los pacientes hablen de sí^mismos, puede
es fundamental para la eficacia de la psicoterapia. apjejnder muchísimo sin hacei más que escuchai y obsei vai El pro-
»Cuando una persona descubre cosas de sí misma que antes no fesor Wolf, un psicólogo de la Gestalt, hacía que la gente entrara
sabía, es probaBle que también descubra J3or^üe*nó"ías"satííá7'pj5r' en el salón de conferencias y atravesara la tarima con la cabeza y
qué las ha reprimido y de qué manera diferente desea actuar en el la mayor parte del cuerpo cubiertas por un saco, de modo que lo
futuro. " '• •>•• * - • " " " " " "••"•"•"•• •"•••"•—"•-"•"• único que veía eran sus pies. Con sólo observar su manera de ca-
»Si no tenemos información anticipada sobre nuestro paciente, minar, Wolf podía describir las distintas personalidades. Podría ha-
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beiio hecho con la escritura, como hacen los grafólogos, o con la cios que hacen tienen lugar en un nivel inconsciente, en vez de es-
forma en que llevaban a cabo cualquier otro acto característico. Si tar organizados con fines terapéuticos. Nosotros les ayudaremos a
uno se concentra en un rasgo determinado y aprende a prestarle hacer de! conocimiento del comportamiento humano que ya han
cuidadosa atención en todos los encuentros, con el tiempo puede acumulado algo más explícito, para que puedan usarlo consciente-
llegar efectivamente a aprender de qué manera se expresa la perso- mente.
nalidad en ese rasgo. Por cierto, que uno ha de observar por lo me- »Así aprendí yo. En mis primeras semanas de formación psi-
nos a cincuenta o sesenta personas antes de empezar siquiera a
quiátrica, estuve sentado en una sala de conferencias con otros
apreciar lo que significan las diferencias en el andar. Después de
veinticuatro residentes psiquiátricos nuevos. Un instructor hizo en-
haber aprendido qué es lo que le dice a uno un aspecto del com-
portamiento de una persona, puede concentrarse en un segundo as- trar en la sala de clase a una mujer joven y vivaz. La saludó y le
pecto, y luego en un tercero, y de esta manera irá cultivando su explicó que en una hora más o menos la llamaría para hablar con
propia capacidad para ver qué es lo que expresan las mínimas di- más tiempo con ella. Toda la interacción apenas si había durado un
ferencias de comportamiento entre una persona y otra. minuto; después ella se retiró.
»Pasamos la hora siguiente hablando de la paciente, describien-
—Oírle contar lo que era capaz de hacer el profesor Wolf me do lo que habíamos visto y oído, haciendo conjeturas sobre su vida
confirma la sensación de que necesito que me guíen —dijo Renee. y formulando hipótesis sobre cuál podría ser su problema. Después
—Cuando el profesor Wolf demostraba su capacidad de obser- el instructor la invitó nuevamente a entrar y la entrevistamos du-
vación con personas que llevaban la cabeza cubierta con un saco, rante media hora. Los residentes nos quedamos pasmados al des-
no estaba practicando psicoterapia —aclaré yo—, sino haciendo un cubrir cuánto habíamos llegado a observar en aquel primer minuto.
diagnóstico al estilo de un virtuoso, algo así como un análisis bri- Nos enteramos de que habíamos deducido correctamente que era
llante de un test de Rorschach. Todos podemos fijarnos como ob- anoréxica (mucho antes de que los profesionales y los medios de
jetivo en la vida cultivar nuestra capacidad de estar atentos a los comunicación prestaran atención a los trastornos de la alimenta-
mínimos matices de los movimientos y expresiones de un pacien-, ción), pero también detalles referentes a los deportes que practica-
te, para profundizar nuestra capacidad de entender cómo revela el ba, la forma en que se relacionaba con los amigos, la familia y su
paciente sus sentimientos y su personalidad. Y eso podría ser útil trabajo en la escuela, y por qué se vestía de la manera que lo hacía.
si uno quiere hacer evaluaciones de personalidad rápidas con algún »Dudo que ninguno de nosotros pudiera haber llegado solo a
propósito definido. Pero en psicoterapia la curación.seproduce sólo aquellas conclusiones. Todos vimos los mismos comportamientos y
cuando, ponemos nuestras habilidades para la observación al servi- oímos las mismas escasas respuestas, pero el intercambio verbal
cio de la relación existente entre nosotros y el paciente. fue dando forma a nuestras ideas y haciendo conscientes nuestras
»Renee, usted está al comienzo de su carrera. Es inteligente y intuiciones. Con la orientación del instructor, aprendimos los unos
evidentemente está ansiosa de aprender. Está claro que sabe que de los otros.
necesita orientación. A mí me preocuparía mucho que alguien que »Esa es una de las maneras en que nos vamos formando como
se inicia en esta «profesión imposible» se sintiera desbordante de médicos. Con frecuencia, hablamos del primer encuentro, porque la
confianza. Espero que encuentren ustedes orientación en este semi- primera vez que uno ve a un paciente nuevo, observará y oirá co-
nario, pero sea lo que fuere lo que aprendan de nosotros, los pa- sas que quizá no se vuelvan a ver en años. Con el tiempo, uno
cientes serán sus mejores maestros. aprende a hacer cuidadosas observaciones en ese primer encuentro.
»Además, cada uno de ustedes tiene por lo menos veinticinco En ocasiones, destaca algún detalle aparentemente secundario que
años de experiencia en observar a la gente e interpretar lo que ha uno no deja de tener mentalmente presente, pero sin entender poi-
visto. Sin embargo, mucho de lo que observan y muchos de los jui- qué. Como nos ha impresionado profunda y subliminalmente, sa-
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bemos que es muy importante. Con ei tiempo, se llega a entender —Ese libro dice que la primera entrevista psicoterapéutica pue-
qué significa y por qué el paciente optó, quizás inconscientemente, de producir tensión en cualquier niño. Ese enunciado sólo se refie-
por mostrárnoslo ya desde el primer encuentro. re a una parte de una relación; jamás se dice que el encuentro con
«Cuando uno está empezando, es muy difícil ver, simplemente, un paciente nuevo también produce tensión en el psicoterapeuta.
y concentrarse en lo que hay ahí. Uno está nervioso y necesita afe- De esta manera, ei autor deja al terapeuta fuera de la situación.
rrarse a algo para poder disminuir la ansiedad. Para eso se usa con —Lo escamotea de la totalidad de la ecuación, como si lo que
frecuencia la ficha, para incluir el comportamiento de un niño en sucede no fuera una interacción —añadí—. Lo que es importante
alguna categoría claramente definida, de modo que podamos sentir como preparación para ver mañana por primera vez a ese niño es
que se tiene un anclaje. Uno ve que un niño juega con muñecas a que haya pensado en el paciente y usted como un tándem, y en la
papas y mamas y dice para sus adentros: «¡Aja! Esto debe de ser terapia como una aventura compartida. De esta manera, usted es-
un reflejo del problema edípico; en la evaluación decía que estaba tablece que entre los dos se ha de desarrollar algún tipo de víncu-
en pleno proceso», y se siente menos a la deriva. Yo hacía lo mis- lo. Si piensa en su relación con ese individuo nuevo, no se senti-
mo, pero no era constructivo. Aun así, sólo después de haber visto rá totalmente desorientada respecto a cómo conducirse. Aun en el
suficientes pacientes pude sentirme lo bastante seguro en mi propio caso de que sus preparativos resulten deficientes, el hecho de que
terreno como para usar la brújula de mis propias percepciones. haya intentado estar preparada le ayudará a protegerse de una an-
Hasta entonces, no tuve ni el valor ni los recursos necesarios para siedad que la deje desorientada. Está claro que por más tiempo que
hacerlo, de manera que no me sorprende que ustedes también estén haya dedicado a preparárselo, tampoco puede aferrarse demasiado
luchando con eso. a su plan.
El doctor Bettelheim se mostró en desacuerdo. «Digamos que, al encontrarse realmente con el nuevo paciente,
—Incluso si es así, es mucho más fácil que ustedes adquieran usted se da cuenta de que es totalmente diferente de lo que se ha-
sus propios recursos si se ven obligados a hacerlo que si les dicen bía imaginado. O bien, que con el tiempo comprueba que sus reac-
que les resultará ventajoso hacerlo —hablaba directamente con Re- ciones iniciales no eran «correctas». Entonces podría preguntarse
nee—. Mañana, como usted es principiante, se le escaparán muchas cómo y por qué se había equivocado, qué le enseña su error sobre
pistas referentes a la personalidad de ese niño, pero no todas. Su ta- usted misma, sobre sus puntos débiles, sus supuestos previos, sus
rea más urgente no es fabricarse una construcción mental de la per- prejuicios, y de qué manera podría controlar mejor, en casos futu-
sonalidad del niño, sino ayudarle a que se dé cuenta de que le im- ros, cualquier factor personal que la haya desorientado en esta si-
porta lo que él siente y la forma en que la ve a usted. tuación.
»Pero a la larga, para tener éxito como terapeuta de niños, us- —Puedo ejemplificar lo más importante de esta recomendación
ted necesita tener muchísima experiencia de lo que es un compor- con dos ejemplos que muestran el punto de vista de los pacientes
tamiento más o menos normal. O sea, que en los próximos años de- —intervino el doctor Bettelheim—. En el primero, una mujer, en el
dique tiempo a estar con niños y a observarlos. No podrá entender primer encuentro con su terapeuta, también mujer, tuvo la fuerte
realmente la patología a menos que empiece por preguntarse cuál impresión de que ésta no actuaba como un médico, sino como una
es la reacción razonable, «previsible» en padres o niños de una mujer de negocios: objetiva en su actitud y más interesada en co-
edad determinada. Si observa a bastantes madres «normales» y a brar sus honorarios que en ayudar a la paciente. Pero la reputación
sus hijos, las desviaciones saltarán a la vista. Pero para aprender de la doctora intimidó a la paciente, que como era una persona muy
eso hace falta tiempo. insegura no se atrevió a decir lo que sentía ni se sintió libre de con-
Bettelheim echó una mirada a un conocido texto de psicotera- sultar a otro terapeuta.
pia de niños que Renee tenía delante de ella. «Durante muchos meses, esta mujer siguió viendo regulannen-
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te a su terapeuta, sin animarse nunca a decirle cuál había sido su rapia les _daja_ sensación, de. que.tienen siempre.la razón, pueden
primera impresión. El tratamiento no iba a ninguna parte, hasta que decir, las cosas más absurdas o torpes.
finalmente, pasado un año, ia paciente le puso fin. No sólo no ob- —Esto es lo que queremos que un paciente haga en una psico-
tuvo ningún beneficio del dinero, el tiempo y la energía que había terapia de orientación psicoanalítica —intervine—. Comjwtjr lo-
gastado con esa terapeuta, sino que además se quedó tan decepcio- .d.QS...sujLpensamien.to.s,. sentimientos yfantasías,..,^,no.sólo los que
nada que durante varios años no intentó buscar el tratamiento que son ^convencionales- y compatibles -con-los..buenos modales. Al
tanto necesitaba. compartirlos, el paciente se familiariza con la forma en que él/ella
»E1 segundo paciente, un hombre próximo a la cincuentena, en es,realmente,..con los demonios interiores con que está, luchando,
su primer encuentro con su terapeuta se quedó muy decepcionado con la ternura y. la sensibilidad que ha reprimido.
al encontrarse con un hombre mucho más joven que él. El pacien- Bettelheim volvió a analizar específicamente el caso de Renee:
te había imaginado y esperado que el terapeuta fuera mucho mayor —Bueno, ya que ha tenido usted el coraje de empezar, cuénte-
y más maduro que él. Tampoco en este caso se animó el paciente a nos lo que le han dicho del niño que está a punto de ver. Entonces
hablar con su terapeuta de su desilusión. Afortunadamente, ese te- podremos hablar de si esos «hechos» la ayudarán o no a establecer
rapeuta percibió que él no era lo que esperaba el paciente, de modo una relación auténtica con él.
que le preguntó directamente cómo se sentía al encontrarse con un —Como he dicho, no conozco más que unos pocos hechos —res-
terapeuta más joven que él. Como el terapeuta había evaluado tan pondió Renee—. Tiene siete años, le da por encender fuegos y la fa-
correctamente lo que le sucedía al paciente, la confianza de éste en milia solía vivir por esta zona... Eso es casi todo —Renee se detuvo,
la competencia del terapeuta se restableció y la terapia funcionó pero recordó otro detalle—: Sí, sé que se llama Simeón.
bien. —Incluso saber el nombre de pila de un paciente puede ser pro-
»Si el segundo terapeuta no hubiera considerado que la reac- blemático.
ción que él y la situación terapéutica provocaban en el paciente —Vamos, ¡ya ha dicho lo que pensaba, doctor B., pero me pa-
eran el punto más urgente que debía tratar, probablemente se ha- rece que ahora se está pasando! —objetó Renee.
bría pasado esa primera sesión buscando indicios de los principa- —Pues no es así —respondió Bettelheim—. Conocer un nom-
les acontecimientos de la vida del paciente y de sus pautas de bre puede interferir con la relación que uno espera establecer. Yo
comportamiento, de todo lo que quizás tendría noticia por el in- no me daba cuenta de esto cuando empecé a trabajar en la Escue-
forme del internista que se lo enviaba..Entonces, el paciente habría la Ortogénica, pero varios niños que tratábamos allí nos pidieron,
respondido en la forma en que él creía que debía actuar en esa si- pasado algún tiempo, que los llamáramos por un nombre diferen-
tuación nueva. Pero el terapeuta le demostró lo importante y váli- te del que les habían dado sus padres. Al pensar en ello, me di
do que era para él el punto de vista del paciente, permitiendo así cuenta de que todos los niños que venían deberían tener esa op-
que éste lo percibiera como una persona auténtica, con la que él ción, de modo que tan pronto como llegaba un niño nuevo a vivir
también podría mostrarse auténtico. con nosotros, le preguntaba con qué nombre prefería que lo lla-
»No siempre el terapeuta puede evaluar correctamente por qué máramos, o si quería que lo llamáramos por un nombre diferente,
el paciente está incómodo o enfadado con él. Pero si ustedes traba- que no fuera el que le habían puesto.
jan de esta manera, incluso sus errores serán solamente suyos y de »Aunque hubo bastantes a quienes les gustó la idea y que se
nadie más. Si no cometieran errores, podrían asustar a los pacien- cambiaron el nombre, la mayoría no lo hizo. Casi todos reacciona-
tes con tanta omnisciencia. Pero quien siempre debe tener razón es ron positivamente a nuestro ofrecimiento. Manifiestamente, mu-
el paciente. En algunos sentidos, ja,,p,s|.Qote.i:api.a_.es_uaa_reJíicÍD.n..de chos daban la impresión de no hacer caso de él, pero más adelante
poder. El,.paciente:4iene--d-poder~y--siempre.lieiieJj._0Lzón.v_Si..}a te- supimos que para ellos había sido muy importante que lo sugirié-
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sernos. Habían entendido que la escuela les estaba ofreciendo un ¿Cuál debe ser nuestra actitud, según la ley, ante alguien a quien
comienzo nuevo, una oportunidad de una vida diferente, de una se acusa de cometer un delito, tachándolo de incendiario, por
personalidad diferente, digamos, y eso los había animado mucho y ejemplo?
les había permitido creer que, incluso para ellos, era posible una —¿Incendiario? —dijo Renee—. ¿Qué quiere decir con «incen-
vida nueva. diario»?
»Otros, en número considerable, preguntaron abiertamente por Con frecuencia, Bill se mostraba provocativo:
qué les habíamos ofrecido esta opción. Eso nos dio una excelente —Eso es ridículo —intervino—. Renee ha dicho que el niño en-
oportunidad de explicarles el PJ2££^° de ' a psicoterapia: sj_que- ciende fuegos, y usted actúa como si lo hubiera tratado de incen-
^ de diario.
—Repito mi pregunta —insistió el doctor Bettelheim—. ¿Cuál
es la presunción que establece el derecho norteamericano?
»Si tenían la sensación de que el nombre antiguo s'e refería a su —Que eres inocente mientras no se demuestre que eres culpa-
vida y a su personalidad de antes, quizá desearan tener un nombre ble —respondió Jason.
nuevo para separar claramente la vida y la personalidad nuevas, que —Exactamente —asintió el doctor Bettelheim—. Y cuando se
en algún momento habían de brotar del tratamiento, de las viejas, de da por sentado que ese niño enciende fuegos, se lo está condenan-
las cuales se irían desprendiendo. Está claro que los nombres no son do por un delito sin tener las pruebas suficientes y en contra del
más que símbolos, pero son símbolos importantes. Nuestra explica-
principio de presunción de inocencia que nuestro sistema jurídico
ción ayudaba a que los niños entendieran que Ia_psjcqteragiaj&i.da-
concede a todos. Como terapeuta del niño, ¿no debería usted ser
zía..acceso...a,jmichafr.maneras-de,,CA^
tan parcial en favor de él como requiere el derecho que lo sea el tri-
eJJ.Q&,.,quis.i.eran. Era una forma taquigráfica de convencerlos de
bunal en favor de un acusado?
que en lo sucesivo podían tomar decisiones importantes en lo que
Renee parecía pasmada.
se refería a su propia vida. Cuando uno piensa en el niño o la niña
por el nombre que le han puesto, y lo acepta como un conoci- —Pero usted está exagerando. ¡Yo no lo he acusado de ningún
miento firme, es mucho más difícil ofrecerle espontáneamente delito!
una opción así, y decirlo en serio. —¿No ha dicho usted que uno de los hechos era que enciende
«Digamos que más adelante, casualmente, uno llega a saber el fuegos? —insistió el doctor B.
nombre del niño. Entonces siempre es una buena idea, si se puede Gina intervino con voz suave, de ligero acento italiano:
preguntar sin impertinencia, enterarse de por quién le han puesto —Escucha, Renee. Es como lo que hemos hablado de los pa-
ese nombre al niño, y de quién se acuerdan sus padres. Estas son dres, las escuelas y los registros. La madre de ese pequeño está
identificaciones latentes que tienen los padres y que influyen mu- preocupada. Quizás el niño haya participado en algún fuego, pe-
chísimo sobre sus reacciones ante el niño. queño o grande. Ella está asustada y quiere asegurarse de que se
Por un momento, pareció como si el doctor Bettelheim se que- haga algo; no quiere correr el riesgo de que se queme su casa.
dara sumido en sus pensamientos. «Entonces, en ese momento percibe a su hijo como un mons-
—También ha dicho que le da por encender fuegos, pero eso truo, y es posible que la base de la historia del niño sean sus pro-
son rumores. ¿Durante cuánto tiempo seguirán siéndolo para usted? pios miedos. Tú has leído lo que ella dijo, y como eso lo anotó en
—Pero fue su madre quien le dijo al entrevistador que lo hacía la ficha una persona con experiencia en evaluaciones, impresiona
—respondió Renee. como un hecho. Yo, en tu lugar, casi estaría esperando que ese chi-
—Es decir, que la madre lo acusó de que encendía fuegos. quillo me incendiara el despacho.
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—-No creo que sea eso lo que estoy pensando, pero... —la voz Stanford para ampliar su formación en psiquiatría infantil porque
de Renee se extinguió. no quería trabajar solamente con adultos y con adolescentes, sino
—Digamos que a usted no le preocupa que él le pueda incendiar también con niños.
el despacho —intervine—. Aun así, si el informe dice que enciende —Yo tuve una primera entrevista hace unos días —comenzó—.
fuegos, eso tiene que afectarla. Encender fuegos es un hecho im- La paciente tiene once años; se llama Margot y la trajeron al hospi-
portante que no se debe pasar por alto. Entonces, si acepta que el tal porque últimamente ha perdido mucho peso. La vi en el despacho
niño enciende fuegos, ¿cómo podría dejar de incluir ese «hecho» al de la asistente social poco después de que sus padres coincidieran en
hacerse una imagen de cómo es su paciente? Quizás él sólo perciba que debía ser ingresada y pasar algún tiempo en el hospital. Yo me
subliminalmente que desconfía de él, y entonces reaccionará a eso presenté y expliqué que quería hablar a solas con ella mientras sus
que intuye vagamente. Después de todo, su madre ha dicho que él padres se ocupaban de los trámites de ingreso.
hizo algo muy malo. Si se siente culpable, el niño procurará ser —¿Cómo le dijo eso a Margot? —preguntó Bettelheim.
tan astuto como pueda para que usted empiece a dudar de sus sos- —Le dije que la forma en que me gustaría trabajar era conver-
pechas. Si es más neurótico, podría hacer algo malo para que us- sar unos minutos con ella para que nos conociéramos, mientras sus
ted lo castigase, porque se siente culpable y siente que merece un padres se ocupaban de los trámites administrativos, y que entonces
castigo para preservar el orden de un universo donde los delitos nos reuniríamos todos para hablar de lo que sucedería después. Le
son castigados. Si se considera inocente, se sentirá ultrajado, con expliqué que mi despacho estaba muy cerca, en el pasillo, y la in-
todo derecho, y no querrá tener nada que ver con usted. Es decir, vité a venir conmigo. La niña me siguió. Le abrí la puerta para ha-
que cuando se encuentre con él, disponer de esa información cerla pasar y le dije: «Por favor, siéntate donde quieras». Margot
previa hará que se le haga difícil saber si él está reaccionando es- miró a su alrededor y escogió una silla en el otro extremo del des-
pontáneamente ante usted o si reacciona más bien a los prejuicios pacho.
con que usted lo enfrenta.
—¿Podría describirnos su despacho?
—Los estudiantes no pueden evitar que les den informaciones —Tiene varias sillas contra una pared lateral y una mesa baja en
que generan prejuicios —intervino Michael—. Creo que lo que ne- el medio, rodeada de sillas de tamaño adecuado para los niños.
cesitan es ayuda para reducir el daño al mínimo. Al decirle que sus Margot escogió la que estaba al otro lado, de modo que la mesa
prejuicios disminuyen sus probabilidades de escuchar con mentali- quedó entre ella y la puerta, y yo me senté frente a ella.
dad abierta, lo que se hace es angustiarla más. Creo que lo que ne- —¿Qué sucedió después?
cesita es una ayuda más directa para prepararse. —La saludé diciéndole «hola». Ella dijo lo mismo, con timidez,
—Exacto —asintió Bettelheim—. Tal vez alguno de ustedes medio mirando hacia abajo, y no dijo nada más. Le expliqué que el
haya tenido recientemente una primera entrevista con un niño. Si fin de aquel breve encuentro era que yo la conociera, y que tam-
escuchamos un relato de esta experiencia, y lo analizamos, tal vez bién ella me conociera a mí. Le dije que yo sería su médico, que
podamos sacar algunas conclusiones que sean útiles para la docto- nos reuniríamos para hablar tres veces por semana y que yo le ayu-
ra Kurtz. daría a resolver los problemas que tuviera. También le expliqué que
Jason se sintió a la altura de la situación. Oriundo de Salt Lake de cuando en cuando la vería en el pabellón. Le dije que no sabía
City, pertenecía a una conocida familia radicada allí desde fines del casi nada de ella, salvo que venía para tratarse, y le pregunté poi-
siglo xix. Ya había cursado tres años de psiquiatría de adultos en qué había venido. No me respondió nada. En realidad, parecía con-
un famoso hospital del Medio Oeste, de orientación psicoanalítica. fundida, de modo que le pregunté: «¿En qué esperas que yo pueda
La psiquiatría infantil es una especialidad de la psiquiatría general, ayudarte?».
como la hematología lo es de la medicina interna. Había venido a Bettelheim lo miró con escepticismo.
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—¿Le contestó? con sus preocupaciones, pero ella tiene que decidir que hablar con-
—Contrariamente a lo que me parece que está usted pensando, migo es seguro. Tengo la esperanza de que ya haya empezado a
sí, me contestó —respondió Jason—. Y de una manera muy so- sentir que es así.
lemne. «A salir de mi depresión», me dijo. Sus palabras me sor- —Yo también —expresó Bettelheim—. ¿Qué piensa usted de
prendieron. Sonaban como lo que uno esperaría oír de un paciente cómo han empezado las cosas?
adulto y... con mundo, por así decir. Le pedí que me hablara de su —Estoy satisfecho —respondió Jason—. No esperaba que una
depresión, de lo que sentía, y me dijo que durante los últimos me- criatura de once años pudiera expresar con tanta claridad sus senti-
ses se había sentido casi todo el tiempo triste y vacía. Antes le gus- mientos ni ser tan franca conmigo al hablar de su comportamiento.
taba hacer muchas cosas: correr, practicar el ballet clásico, montar Me tranquilizó darme cuenta de que mi formación con pacientes
a caballo, tocar la flauta, escribir cuentos, leer, hacer trabajos ma- adultos me permitía ayudarla. Fíjese que, por lo que me dijo, real-
nuales y artísticos, pero ya no le interesaba ninguna de ellas. mente pude sentir cómo se siente ella frente a la comida. Empieza
—¿Qué conclusión saca usted de eso? con apetito, pero cada vez que va a comerse un bocado se siente
—Que está deprimida. abrumada por la sensación de estar llena, y preocupada por engor-
—¿Qué aspecto tiene? dar. Mientras me lo contaba, parecía muy desalentada y perpleja.
—Deprimido. —¿Le dijo que entendía su perplejidad?
—¿Puede especificar un poco más? —No con tantas palabras, pero la escuché atentamente mientras
—Bueno, parece fatigada. Quizá la mejor descripción sería hablaba, mirándola con simpatía, y ella tiene que haberlo notado.
«quemada». —Usted le demostró que era amistoso y cordial.
—¿Le contó algo más de su comportamiento o de lo que siente? —Sí, creo que sí.
—Sólo que come porciones diminutas de muchos alimentos, —¿Qué otra cosa puede habérselo demostrado?
pero después de unos bocados se siente muy llena; además, le preo- —Creo que mi comportamiento en sí. Procuré tratarla con res-
cupa engordar. pelo. Ya he dicho que le sostuve la puerta del despacho para que
—¿Podría repetirnos lo que le dijo cuando la invitó a entrar en pasara; la invité a sentarse donde quisiera y le expliqué lo que íba-
su despacho? mos a hacer junios.
—Le dije: «Me gustaría conocerte mejor, y darte la oportunidad —Estoy seguro de que la trató con mucho respeto y le prestó
de que tú también me conozcas». más atención y tuvo con ella más paciencia que la mayoría de los
—Bueno, ¿y qué oportunidad de que llegara a conocerlo le dio adultos que la niña ha conocido hasta hoy —asintió Bettelheim—.
durante la conversación que acaba de contarnos? La chiquilla parece lista, y estoy seguro de que percibió sus buenas
Jason parecía confundido. intenciones. Pero la mayor parte de los empleados del hospital se-
—De eso ya les he hablado. Le conté a Margot un poco sobre rán bondadosos con ella, y algunos incluso amistosos. ¿Cómo va a
mi manera de trabajar, le dije que lodos los días pasaría unos mi- percibir ella que usted, su psicoterapeuta, es diferente de esos
nutos con ella para saber cómo le iban las cosas. Y por lo menos otros? ¿Por qué ha de querer confiarle sus preocupaciones a usted,
tres veces por semana nos veríamos durante cuarenta y cinco mi- específicamente?
nutos en la sala de juegos. —Porque él podrá ayudarla a resolverlas —intervino Renee—.
—¿Eso es todo? ¿Todo lo que ella va a saber de usted? Así es como funciona la psicoterapia.
—Es todo lo que yo planeaba decirle —respondió Jason—. Cla- —Hasta este momento, ¿cómo nos ha dejado ver eso el doctor
ro que quiero que me perciba como una persona buena y amistosa, Winn? —preguntó el doctor B.
pero eso tiene que descubrirlo ella. Yo ya le dije que la ayudaría —Jason ha dicho que se mostró amistoso —respondió Bill.
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—Pero ¿cómo va a llegar Margot a confiar en él, a saber que él doctor Winn fortaleciera su alianza con Margot, pero no parece que
es el aliado que quiere ayudarla a aliviar su angustia? Hay una gran él las haya percibido. De modo que, con su permiso, me gustaría
diferencia entre mostrarse amistoso y ser un amigo. Quizá sea eso pasar revista a lo que nos ha contado y comentar algunas de las ma-
lo que a ustedes les cuesta un poco captar. Un amigo, especial- neras en que usted puede empezar a construir sobre esta base.
mente para un niño, es alguien que ve el mundo desde tu punto de —Claro —asintió Jason—. Estoy aquí para aprender.
vista —Bettelheim se volvió hacia Jason—: Por eso tiene quejia- —Me gustaría volver al momento mismo en que se inició su re-
cej].ej¿ej;_muy. explícitamente .a Margot. que- usted ve el mundo des- lación con Margot. Si sabe la edad del niño o niña a quien va a ver,
de siL.punto..de,..vista,..o que por lo menos lo intenta. Sólo^cuando eso debe permitirle reflexionar sobre cómo se sentía usted mismo
sepa que.eslá dispuesto a ver los -acontecimientos.^.las. circunstan- a esa edad para formularse algunas hipótesis sobre el punto de vis-
cias desde el misrno.,ángul,o.que ella, empezará a ver en usted a un ta de su paciente. En ese sentido, antes de haber tenido ningún con-
.posible amigo. tacto con la niña, tenía una manera de identificarse con ella con una
»En este aspecto, Margot no es diferente del resto de nosotros. proximidad mayor de lo que, creo, usted mismo se permitió darse
Todos escuchamos a los amigos con mucha más paciencia y con cuenta. Después de todo, usted ha tenido once años. Ya ha pasado
más atención que a los demás. Para poder actuar eficazmente como por muchas de las vivencias de ella. Incluso si nunca lo llevaron a
terapeuta, es necesario inspirar esa forma de atención cuidadosa, de un hospital, seguramente de niño lo llevaron a otros lugares sin su
modo que lo que usted diga y haga llegue a influir sobre su pa- propia iniciativa. ¿Puede recordar qué sentía cuando sus padres lo
ciente... probablemente no de forma inmediata, sino con el tiempo. metían en el coche como si fuera un paquete y lo llevaban a algún
Gina se inclinó hacia adelante. lugar donde no quería ir?
—Pero Jason mostró su disposición a oír el punto de vista de —Resentimiento —respondió Jason.
Margot; por eso ella le habló tanto de su depresión y de las activi- —Exactamente. Y ese resentimiento recaía sobre todos los que
dades que antes le gustaban —objetó. tenían algo que ver con la ocasión, aunque no hubieran tenido nada
—Ya sé lo impresionados que están todos con las respuestas tan que ver con el hecho de que a usted lo llevaran allí. Por eso es pro-
claras de Margot —expresó Bettelheim—, pero yo no lo estoy tan- bable que, a los ojos de Margot, el hecho de que usted este rela-
to, porque no estoy seguro de que lo que Margot dijo a Jason ex- cionado con el hospital lo haga sospechoso. Ahí está ella, en el des-
presara realmente su punto de vista. Todo parecía muy claro, y es pacho de la asistente social, enfadada con sus padres porque la han
probable que algunas de las cosas que dijo fueran verdad. Y, como dejado en esa institución desconocida con gentes desconocidas, y
todos ustedes, el doctor Winn se quedó impresionado por la apa- aparece usted para invitarla a que lo acompañe por el pasillo. ¿Por
rente madurez de sus palabras y de su conocimiento de sí misma. qué la niña habría de querer ir con usted? Por más enojada que esté
No estoy negando que Margot haya perdido su vivacidad y se esté con los padres que la han dejado allí como si fuera un paquete, ¿no
preguntando por qué ya nada le interesa. Y estoy de acuerdo en que preferiría igualmente estar con ellos tratando de entender qué es lo
el doctor Winn está verdaderamente preocupado y tiene talento que se proponen?
para transmitir sin palabras la autenticidad de su interés. Pero cuan- —Pero ella me acompañó de buena gana —protestó Jason.
do Margot hablaba, es muy posible que básicamente estuviera re- —Sí, ciertamente. ¿No le parece raro? Si yo fuera un extraño y
pitiendo lo que le han dicho los adultos, y que esa sea la razón de lo abordara en un momento en que estuviera absorto en algo de im-
que su discurso parezca tan adulto. Esperemos que Margot se sien- portancia crucial para su futuro, diciéndole que a partir de ese mis-
ta más próxima a su terapeuta cuando vea en su rostro la disposi- mo momento usted y yo íbamos a pasar juntos cuarenta y cinco mi-
ción a compartir el dolor que ella siente. Lo que quiero sugerir es nutos tres veces por semana para conocernos, ¿me seguiría de bue-
que en esa entrevista se presentaron otras oportunidades de que el na gana?
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—No, me imagino que no —admitió Jason. arrodillaban para rezar juntos. ¿Por qué hacían las cosas así en esa
—Y si le dijera que eso de conocernos es «mi trabajo», ¿qué antigua orden religiosa? ¿Qué le dice eso al paciente?
pensaría? —Que se acepta al paciente como parte de la comunidad —res-
—Que usled estaba chillado. pondió Jason.
—Sí, seguramente. Entonces, ¿por qué iba usted a .seguir a ese —Exactamente. Eso es declarar abiertamente la igualdad de
extraño como Margot lo siguió? ambos frente a Dios. Compare eso con la desigualdad entre médi-
Jason se quedó mirando al doctor B. sin decir palabra. co y paciente que existe en nuestros modernos e «ilustrados» hos-
—Creo que la única razón para que siguiera a ese extraño —con- pitales psiquiátricos, y en nuestras aseveraciones de que somos ca-
tinuó Beltelheim— sería que su situación era tan desdichada que paces de ayudar al paciente.
nada podía empeorarla, o porque se sentía tan abatido que ya no le Jason parecía dolido y el doctor Beltelheim procuró tranquili-
importaba lo que pudiera pasarle. Pensemos en la frase que usted usó zarlo.
para darse a conocer a Margot: «La forma en que me gustaría traba- —Se necesita coraje para aprender a hacer psicoterapia y para
jar...»; fue así, ¿verdad? presentar casos en un seminario como este, que no se centra sola-
Jason asintió, sin hablar. mente en el paciente, sino también en el terapeuta. Es difícil no in-
—¿Qué entiende una criatura de once años si usted se refiere a volucrarse en estas críticas. Pero el doctor Rosenfeld y yo podemos
la relación que quiere iniciar con ella con la palabra «trabajar»? enseñar porque nosotros mismos hemos cometido los mismos erro-
Desde el punto de vista de la niña y desde su comprensión del len- res, lo mismo que cualquier terapeuta experimentado. Lo que estoy
guaje, ¿no suena eso como si el trabajo fuera a hacerlo usted, como haciendo es usar su caso como un ejemplo para la enseñanza, to-
si ella fuera un coche y usted un mecánico? ¿Entiende cómo eso lo talmente a sabiendas de que casi cualquiera habría hecho lo mismo
convierte en un aliado de los que la tratan como si fuera un paque- en esta situación, o algo peor.
te? Usted espera que ella se muestre pasiva. —Me alegro de que haya señalado eso —Jason se recostó en su
»De hecho, usted introduce otra complicación cuando expresa asiento—. Ahora sé por qué dije lo que dije. Yo mismo estaba muy
de esta forma su idea. Cuando dice que le gustaría trabajar de tal o ansioso en el despacho del asistente social.
cual manera sin investigaren realidad lo que podría querer la niña, —Exactamente de eso estoy hablando. Naturalmente que estaba
inmediatamente, y sin darse cuenta, usted establece una relación de ansioso. Casi lodos los terapeutas sienten cierta ansiedad al con-
poder. Para los fines de la psicoterapia, eso es algo muy indesea- tactar con un paciente nuevo. El problema es que usted se preocu-
ble. Usted se puso en la posición dominante, y eso no se le escapa pó de resolver su ansiedad en un momento en que Margot necesi-
a la paciente que, podemos suponer por lo poco que sabemos, ya se taba que se ocuparan primero de la que sentía ella. ¿Qué sucedió
está resistiendo a aquellos a quienes ve como sus dominadores, y después?
con quienes piensa que no puede enzarzarse abiertamente en una —Le expliqué que mi despacho estaba al final del pasillo y le
pelea. pedí que viniera conmigo. Le sostuve la puerta para que pasara y
»Uno de los hospitales más fascinantes que he visto jamás era le dije: «Por favor, siéntate donde quieras».
un viejísimo hospital católico en una pequeña ciudad francesa. Bettelheim se quedó un momento en silencio. De pronto, caí en
¿Cómo imaginan que recibían a los pacientes en una buena institu- la cuenta de que, próximo ya a los ochenta, estaba transmitiendo
ción religiosa, llevada por una orden religiosa? ¿Cuál era el primer sus importantes experiencias a otra generación de psicoterapeutas.
contacto de esos pacientes con el personal del hospital? ¿Cuántas veces lo habría hecho ya antes?
Como nadie le contestaba, el doctor Bettelheim continuó: —Bueno, ¿se imagina usted lo que cree una niña de once años
—Uno de los hermanos se hacía cargo del paciente, y los dos se que sucede en el despacho de un médico? —el doctor Beltelheim
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valoraba las respuestas provenientes de la reflexión personal, y —¡Bingo! —exclamó Jason, haciendo un gesto de asentimiento
orientó a Jason en esa dirección—: Cuando usted tenía once años, con la cabeza.
y sus padres lo llevaban al médico, ¿qué esperaba que sucediera Como yo lo había entrevistado cuando se presentó para el pro-
"allí? grama de formación, y había hablado con sus anteriores profesores,
—Que me hicieran daño. sabía que Jason era un hombre bondadoso, preocupado por los sen-
—Gracias. En esta situación con Margot, usted sabía qué era lo timientos de los pacientes y profundamente comprometido con la
que iba a suceder en su despacho, pero ella no. idea de brindar una atención de calidad a ios niños. Pero en el caso
Como Jason parecía intrigado, intervine para explicar este de Margot, no había logrado reflejarlo, ni había actuado en conso-
punto. nancia con su capacidad de establecer una relación de empatia.
—Puesto que sus padres ya estaban de acuerdo en que a Margot —La descripción de su encuentro con Margot, ¿no le recuerda
la tratarían en un hospital, es probable que estuviera muy angustia- experiencias suyas con médicos cuando era niño? —continuó el
da por los procedimientos médicos a los que tendría que someterse. doctor Bettelheim—. Margot lo siguió obedientemente por el pasi-
A algunas anoréxicas les han dicho que el personal hospitalario usa llo hasta su despacho porque esa es su manera de relacionarse con
métodos muy expeditivos si la paciente no come. Pero, supiera o no los adultos.
que en la mayoría de los hospitales se impone la alimentación for- —Pero si ella habló con Jason —insistió Gima.
zada o algún procedimiento similar, sabía bastante bien lo que era —Sí, volvamos sobre esa conversación. ¿Recuerdan que cuan-
un hospital como para que tuviera, lo mismo que la mayoría de los do el doctor Winn le preguntó por qué había ido a verlo, Margot
niños, vagos temores de lo que allí pudiera pasarle. Aunque usted pareció intrigada? Pero cuando le dijo en qué esperaba que la ayu-
esté familiarizado con el procedimiento rutinario de decirle a un pa- daran, le describió sus síntomas —Bettelheim hizo una pausa y
ciente, cuando éste ingresa, qué procedimientos se usarán con él, no miró a su alrededor—. ¿Qué conclusión sacan de eso?
llegó a reconocer que quizás ella necesitaba que la tranquilizaran —No veo por qué lo señala —dijo Jason.
asegurándole que no la alimentarían a la fuerza introduciéndole tu- —Parece que ella se hubiera abierto un poco —dijo Gina, y Bill
bos en la nariz. hizo un gesto de asentimiento.
»Me parece que sé por qué tuvo usted esle problema. Todavía re- —Yo no lo veo así —prosiguió Bettelheim—. Tengo la impre-
cuerdo lo duro que fue para mí empezar mi propia formación en psi- sión de que Margot no respondió a su primera pregunta porque no
quiatría infantil. Tras haber luchado años para sentirme cómodo y sabía cómo hacerlo. También pienso que su segunda respuesta no
un poquilín competente cuando veía pacientes adultos, de pronto me era suya.
encontré tratando niños, y tuve clara conciencia de volver a sentir —Pero la segunda respuesta, la referente a su depresión, pare-
aquella misma inadecuación. Pero ahora era más intensa y doloro- cía tan franca y precisa —señaló Renee—. Yo me quedé impresio-
sa, porque era un sentimiento que ya había superado en el trabajo nada. Se mostró tan madura en la descripción de sus síntomas...
con pacientes adultos, y otra vez me estaba sometiendo voluntaria- —Piensen cuidadosamente en lo que sucedió —señaló el doctor
mente a él para ampliar mi formación terapéutica al tratamiento de Bettelheim—. Cuando el doctor Winn le preguntó por qué había
niños. Si yo estuviera en su situación, habría estado tan preocupado ido a verlo, una parte de Margot quizás quiso decir: «Ve a pregun-
por empezar como es debido ese tratamiento psiquiátrico, una em- társelo a mis padres, que son ellos quienes me metieron en el co-
presa totalmente nueva con todas las antiguas inseguridades, que me che y me trajeron aquí; yo preferiría estar en cualquier otra parte».
habría costado muchísimo sintonizar con las preocupaciones de Quizás otra parte quiso justificar la decisión de sus padres, y ella
Margot, y quizás hubiera olvidado tranquilizada, como naturalmen- tuvo que luchar con estas tendencias opuestas. Pero entonces el
te lo hubiera hecho en caso de haberme sentido más seguro. doctor Winn le preguntó en qué esperaba que él pudiera ayudarla,
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y yo diría que esas preguntas sugirieron a la niña qué actitud era la sistiría en preguntarle: «¿Por qué has venido?». Quizá me respon-
que él esperaba verle tomar. Entonces se adaptó; ya sabía qué de- diera algo así como: «Me obligaron mis padres», y probablemente
cir. Sin embargo, si yo la interpreto bien, Margot no cree necesitar añadiría: «¡Son unos tontos!».
ayuda. ¿Por qué habría de querer que la ayudaran? La mayoría de »A todos nos duele y nos subleva que nos lleven a alguna par-
las anoréxicas quieren que las dejen en paz. le sin que sepamos exactamente por qué o sin que nos hayan pre-
—Yo daba por sentado que la mayoría de las anoréxicas tam- guntado específicamente si queríamos ir o, por lo menos, nos ha-
bién tienen una gran carga de dolor en su vida—replicó Jason. yan dejado alguna posibilidad de decidir libremente. Yo abordaría
Bettelheim se rió irónicamente. a cualquier niño cuyos padres me lo. trajeran sobre la base de ese
—Que comparten con el resto de la humanidad. El problema es resentimiento, porque de esa manera tendría muchas más probabi-
cuáles son las causas específicas del dolor de esa niña. lidades de establecer comunicación con él y de llegar a conocernos.
—Yo sentí que la estaba ayudando y tratándola bien. Le dije «Seguramente, Margot está sufriendo y es desdichada por haber
que sería su médico, que hablaría con ella y la ayudaría a resolver perdido sus ganas de vivir. Lo que ha sucedido en sus sentimientos
los problemas que tuviera. Realmente, no veo qué hay de malo en debe de tenerla perpleja y confundida, pero ¿cree realmente que
eso —dijo Jason. ella estaba tan inquieta como para buscar, por propia decisión, ayu-
—No se trata de plantearlo en términos de malo o bueno —se- da psiquiátrica? ¿No es por lo menos igualmente probable que,
ñaló Bettelheim—. La cuestión es si lo que usted dijo tenía alguna ahora que está allí, haya decidido representar el papel de la niña
probabilidad de favorecer su relación psicoterapéutica con Margot. obediente que intenta adoptar la lógica de los adultos que la han
Ahora bien, cuando le dice que va a ayudarla con sus problemas, metido en semejante situación?
¿no presupone eso que ella acepta que tiene problemas? Yo no es- —Todavía no estoy seguro de lo que me está diciendo —dijo
toy tan seguro de que realmente piense que los tiene, aunque para Jason.
mostrarse dócil diga que sí. —Le estoy diciendo —explicó Bettelheim— que lo que ella
»Cuando entrevisto a un paciente nuevo, uso una táctica dife- hace es simplemente repetir como un loro las palabras y actitudes
rente. Le pregunto qué puedo hacer por él, o ella, y dejo que sea el de sus padres. Con un enfoque alternativo, podría obtener una res-
paciente quien me diga si hay problemas para los que necesite mi puesta totalmente diferente. Se quedaría asombrado de la informa-
ayuda. A veces, la respuesta es «¡Nada!», y entonces digo: «¡Qué ción que he obtenido, y en qué medida me he ganado la confianza
pena! Tal vez si me esfuerzo mucho pueda hacer algo, un poquito de algunos niños, preguntándoles simplemente: «¿Qué les pasa a tus
por lo menos. No sé si será mucho». padres para que te hayan traído aquí?». Con frecuencia, eso abre la
»Si aborda usted a los niños preguntándoles cómo puede ayu- compuertas de un torrente de confidencias significativas.
darlos con sus problemas, en muchos de los casos que tratamos la Jason no parecía muy convencido.
única respuesta sincera que podrían darnos sería: «Dándome un pa- —Pero ¿no sería correr un gran riesgo preguntar a la niña qué
dre y una madre diferentes». ¿Qué va a hacer con eso? —preguntó les pasa a sus padres? Aparte de mis propios recuerdos de cuando
retóricamente el doctor Bettelheim y él mismo se respondió—: Pe- me llevaban a distintos lugares según la conveniencia de mis padres,
dirle que le hable de sí misma da por sentado que para ella es fácil yo no tenía muchos indicios de que ella estuviera resentida con sus
confiar en un adulto y que está dispuesta a cooperar porque nece- padres, y ninguno de que tuviera conciencia de su propio enojo.
sita que la ayuden. Esto, en realidad, contradice la poca informa- —Es verdad —coincidió Bettelheim—. Pero, por su descrip-
ción que usted tenía, que la niña tiene once años (muy joven para ción, yo no dudaría en conjeturar que está, por lo menos, descon-
ser anoréxica) y que sus padres la habían llevado al hospital. Yo no certada, y que no le gusta que la hayan llevado al hospital. El en-
le preguntaría a esa niña si quiere o si necesita ayuda, sino que in- foque que le sugiero no funciona si lo considera como una técnica
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seosa de seguir allí y de captar quizás uno o dos indicios de cómo
o, algo peor, como una treta. Lo que permite que la niña exprese podía ser el ingreso en el hospital. Seguramente tiene miedo de lo
sus sentimientos de que en casa no la entienden es su propia sen- que puede hacerle el personal hospitalario, y la aprensión de los pa-
sación de que sus sentimientos son válidos, y de que usted siente dres reforzaría sus miedos. Margot no sabe cuándo volverá a casa,
empatia hacia ellos. y quizá no esté segura de que su regreso sea bien recibido por los
Durante un rato, Jason permaneció en silencio. Después me padres. Por más que ellos mismos no quieran admitirlo, ni ante sí
miró: ni ante su hija, es probable que los padres estén enfadados con ella.
—Sé que el doctor B. podría decir eso a un niño y sentirse có- La niña no sólo los ha desafiado en casa al negarse a comer, sino
modo, pero yo no tengo su experiencia, y siento que necesito ser que ahora los avergüenza en público. Si no tienen un mínimo de in-
neutral. formación psicológica, es probable que sientan que recurrir al hos-
—Claro que sí —convine—. Pero como usted no tenía idea de pital es confesarse incapacitados como padres, incapaces de mane-
hasta qué punto Margot podía estar aliada con los padres, y puesto jar a un niña rebelde. Si la tienen, quizá teman que el terapeuta los
que sabía que posiblemente estaría enojada con ellos, preguntarle considere malos padres y les eche la culpa de la enfermedad de
«¿En qué esperas que te ayude?» no implicaba tanta carga emocio- Margot. En cualquiera de los dos casos, ni social ni emocional-
nal como «¿Qué les pasa a tus padres?». Sin darse cuenta, usted le ínente están en una situación que les permita reconfortar a Margot
transmitió que tendía a tomar partido por los adultos. mientras firman los papeles donde autorizan su ingreso en el hos-
—Creo que son demasiado duros con Jason —intervino Bill—. pital.
Ha conseguido que Margot le revele algo de su dolor, y ha demos- »En el despacho de la asistente social se están tomando deci-
trado su propia capacidad de sentir empatia y de aceptar. siones que afectan a su futuro. Nadie le explica qué es lo que está
—Si soy demasiado duro, es porque sé que Jason tiene mucha pasando; sólo cuenta con sus propios ojos y oídos para captar al-
más capacidad de establecer empatia con Margot de la que le ha gún indicio. Por tanto, en ese momento, no puede ser nada tentador
demostrado hasta ahora —repliqué'—. Y es algo que vale la pena tener que irse unas puertas más allá por el pasillo, para trabar rela-
señalar porque es esencial para todos ustedes en su futura labor ción con un extraño. Dadas todas estas condiciones, ¿hay algún
como terapeutas. Las experiencias vitales de cada uno son instru- mensaje que pudiera haberle transmitido Jason mientras Margot es-
mentos importantes y útiles en la práctica de la psicoterapia. Si el taba con él en el despacho de la asistente social, que les hubiera
permitido entablar con la misma rapidez su conversación privada,
terapeuta se da cuenta de que sus jóvenes pacientes no son tan di-
pero que también hubiera demostrado a la niña que él estaba ofre-
ferentes de él, y recuerda cómo veía el mundo a su edad, y cómo
ciéndole una relación especial?
habría visto entonces lo que ellos hacen ahora, empieza a encontrar
sentido en el comportamiento de sus pacientes. Si puede llegar a te- Nadie habló.
ner empatia con las experiencias vitales y con los puntos de vista —¿Cómo se sentía Margot en aquel momento? —les preguntó
de los niños, empezará a tener una idea de la forma en que lo ven el doctor Bettelheim.
y de cuál es el mensaje que les transmite, respecto de sí mismo y Las respuestas llegaron de todos los presentes:
de su actitud hacia ellos, las preguntas que les hace y las respues- —Enojada.
tas que le dan. —Nerviosa.
«Volvamos a la oficina de admisión. Dudo que sean muchos los —Con curiosidad.
niños de once años que estén ansiosos por salir de la habitación —Aprensiva.
donde sus padres están tomando decisiones de semejante importan- —Sola y abandonada.
cia para su futuro. Si Margot, como la mayoría de las anoréxicas, —Todo eso, probablemente —resumió el doctor Bettelheim—.
no confía en los terapeutas, podría haber estado incluso más de- ]il:"!ThJ.iN:!i\¡
66 El arle, de lo obvio El primer encuentro 67

Entonces, ¿qué podría haber dicho el doctor Winn para descargar »¿Qué más pueden recordar de cuando lenían once años? ¿Qué
un poco aquella tensión haciendo saber a la niña que todo iba a sa- idea tenían de un hospital en ese momento de su vida?
lir bien, que allí estaba en buenas manos? —Me parece que yo sabía que ahí operaban a la gente —res-
—¿Y por qué había de creer ella lo que él le dijera? —pregun- pondió Jason—, aunque no tenía más que una vaga idea de que la
tó Bill'. cortaban para abrirla y sacarle alguna parle de dentro.
—Exactamente, ¿por qué? —el doctor B. le hizo un gesto apro- —¿Ven cuánto saben ya del mundo de Margo!? —insistió Bel-
batorio—. Los adultos hacen a los niños innumerables promesas telheim—. Lo que necesitan es permanecer en ese mundo al mis-
que jamás cumplen. Todos recordamos de nuestra propia infancia mo tiempo que asumen el rol de psicoterapeutas de niños. En la Es-
con cuánta frecuencia los adultos hablaban en beneficio propio, y cuela Ortogénica, el personal dedicaba una buena parte de por lo
cuan raras veces en el nuestro. menos cuatro días a explicar a cada niño nuevo que ingresaba cuá-
—Entonces, ¿qué es exactamente lo que pretende usted? —lo les eran los procedimientos de la escuela. Lo llevábamos a reco-
apremió Bill. rrerla y lo estimulábamos a que nos hiciera preguntas sobre noso-
—Que se pregunten qué era lo que Margot necesitaba oír para tros, sobre lo que hacíamos y sobre por qué lo hacíamos, y también
poder confiar en la seguridad que le ofrecía el doctor Winn, si él se a que nos observara y se formara sus propios juicios sobre noso-
la hubiera ofrecido, y empezar así a controlar su angustia. Póngan- tros. Es algo que de todas maneras habría hecho, pero que nosotros
se en su situación. Creo que dijeron que en su lugar estarían espe- le diéramos importancia y lo estimuláramos a hacerlo le comunica-
rando algo doloroso. ¿Cómo habría reaccionado Margot si le hu- ba que queríamos que él o ella sacara sus propias conclusiones.
bieran dicho: «Para ti debe ser bastante horrible que te traigan al Para el final del cuarto día ya sabíamos muchas cosas sobre él o
hospital. Tus padres estarán unos minutos ocupados firmando pa- ella, no sólo por lo que preguntaba, sino también por lo que no pre-
peles, pero si vienes a mi despacho te contaré las cosas que pasan guntaba. Y aprendíamos también de sus reacciones anle lo que veía
en un hospital»? Al decir eso, le habrían dado la doble oportunidad y ante nuestras explicaciones.
de empezar a conocerlos y de empezar a ver cómo trabajan. Lejha- »En nuestro primer encuentro con un niño nuevo, le asegurába-
brían demostrado que son personas capaces de ver el mundo desde mos que en nuestra institución nadie le obligaría a hacer nada que
su punto de vista, gente que sabe lo que ella siente y que se preo- él o ella no quisiera o no le gustara. Nos esforzábamos por ser lo
cupa por hacer que ella se sienta mejor. Y le habrían dado un pri- bastante ingeniosos como para formular todo aquello en términos
mer atisbo de que soji.£^rsonasgue_se^Qcijpa_njde las palabras y que específicos que se relacionaran con lo que podían ser las principa-
Jas usan.para.aliviarJa.angustia. Eso podría haberle ayudá'do¥*creer les preocupaciones de ese niño o niña. En este caso, si Margot hu-
que está en buenas manos. biera acudido a nosotros, le habríamos asegurado que aunque que-
»Si ella los hubiera acompañado al despacho esperando que le ríamos que ella comiera y bebiera, nadie la obligaría a comer por
explicaran los procedimientos al uso en el hospital, el asiento que la fuerza. Cuándo y qué quería comer o beber era exclusivamente
eligiera podría haberles dado alguna pista. Si también así hubiera asunto suyo.
optado por sentarse al otro extremo de la mesa, podrían haber con- «Naturalmente, todos los anoréxicos lenían que poner a prueba
jeturado que o bien lo hacía para protegerse de ustedes, o bien era esa promesa, y lo hacían durante unas veinticuatro o cuarenta y
síntoma de un deseo de poner distancia entre ella y los demás en ocho horas. Cuando habían tanteado la situación y puesto a prueba
todas las situaciones. Pero tal como fueron las cosas, ella no tenía nuestras intenciones, todos empezaban a comer y beber. Al princi-
la menor idea de qué podía pasar en su despacho, no sabemos si la pio, y durante algún tiempo, lo hacían con vacilación, poniéndonos
elección del asiento expresaba alguna actitud general o miedo de a prueba repetidamente para ver si insistíamos en que comieran y
encontrar en ustedes alguna actitud agresiva. bebieran. También eran muy peculiares en cuanto a lo que comían
6<S El arle de lo obvio El primer encuentro 69

y a la forma en que lo comían, pero nosotros persistíamos. Según ta y de poner a prueba nuestras buenas intenciones para que acep-
nuestra experiencia, las anoréxicas que superaban su enfermedad tara una alimentación sin restricción alguna. Incluso entonces, du-
llegaban a disfrutar tanto de la vida como cualquiera de los que es- rante uno o dos años seguimos completando su dieta con alimentos
tamos sentados alrededor de esta mesa, de modo que para nosotros procedentes de países «buenos» para demostrarle que respetábamos
era un placer poder atenderlas. sus ideales y no habíamos estado simplemente siguiéndole la co-
»Una muchacha adolescente estaba demacrada cuando empeza- rriente.
mos a atenderla. Todo lo que los padres habían intentado hacerle »Ahora bien, durante esos primeros meses y años jamás inten-
comer era inaceptable para ella por razones que se negaba a decir- tamos interpretar su preocupación por los débiles del Tercer Mun-
nos. El personal que se le había asignado se pasó con ella una no- do como algo que quizás reflejara también sus sentimientos ante la
che y un día enteros tratando de hacer que se sintiera lo más có- forma en que sus poderosos padres la habían tratado cuando ella
moda posible, sin hacer esfuerzo alguno por obligarla a comer o a era una niña indefensa. Si hubiéramos interpretado desde el co-
beber. Tras convencerse de que no la forzaríamos a alimentarse ni mienzo aquel significativo desplazamiento, ella podría habernos
a beber, y como consecuencia de la relación positiva que habíamos considerado entremetidos y condescendientes, cuando de hecho la
establecido con ella, finalmente llegó a insinuar que tal vez podría verdad es que el personal tenía gran respeto por su idealismo.
intentar comer una marca selecta de atún enlatado importado de »Margot tiene, también, derecho a recibir información desde el
Noruega. Ni le preguntamos cuánto costaba ni insistimos en saber comienzo mismo sobre nuestros métodos de tratamiento y sobre
por qué no podía aceptar un sustituto. Se estaba dejando morir de nuestras intenciones. Es necesario que sepa que su psiquiatra no
hambre, y estábamos encantados de que hubiera algo que pudiéra- obtendrá la información que necesita con métodos físicamente
mos buscarle para comer. agresivos, sino a partir de lo que ella le diga por su propia volun-
«Durante semanas no comió otra cosa que aquel atún, carísimo. tad. A menos que haya tenido alguna experiencia anterior de psi-
Empezó a aumentar de peso y a recuperar fuerzas porque no sólo coterapia, es probable que espere que usted no sea más que otro
se comía el pescado, sino que se bebía el aceite en que venía. Sólo médico que tratará de manipularla y le dirá lo que debe y lo que no
meses después, cuando ya contábamos más plenamente con su con- debe hacer.
fianza, compartió el secreto de por qué no podía comer más que —Si en nuestro hospital intentamos hacer cosas especiales
aquella marca de atún: porque venía de Noruega, un país pacífico como las que hizo usted con esa chica —comentó Gina—, habrá
que, en su opinión, no había participado jamás en empresas impe- discusiones porque esos alimentos o juguetes especiales son dema-
rialistas ni había explotado a ningún pueblo del Tercer Mundo. siado caros.
Como ella consideraba que la tendencia política de sus adinerados —A nosotros nos pasó lo mismo, aunque con los años lo acep-
padres contribuía a la explotación de los países subdesarrollados, taron mejor. Siempre presentábamos nuestros argumentos lomando
encontraba inaceptable la comida que le ofrecían, y como temía como punto de referencia el coste de un día en la escuela. Un mes
que otros estuvieran confabulados con sus padres, no quería decir de ese atún costaba menos que un día en la escuela. Aunque sea
a nadie por qué rechazaba la comida. evidente muchos administradores no lo ven. Una compañía de se-
«Después de compartir con nosotros sus razones, nos fue fácil guros contará con que la estancia de un niño en el hospital cuesta
encontrar alimentos importados del Tercer Mundo, o de las otras y mil dólares diarios, pero regateará cuando se gastan sumas sin im-
poquísimas naciones que ella consideraba países «buenos». Eso portancia en golosinas o juguetes de regalo. Y sin embargo, esas
simplificó nuestro trabajo de enriquecer su dieta. Finalmente, los
minucias son estupendas inversiones. Si abrevian en una hora la es-
extremos a que llegamos para respetar su peculiarísima elección de
tancia del paciente, ya se habrán pagado solas.
comida la impresionaron, pero fue necesario casi un año de esa die-
Bettelheim hizo una pausa y después se dirigió a Jason:
70 El arle de lo obvia El primer encuentro 71

—Le ruego que si parezco demasiado crítico sobre la forma en haciéndole yo preguntas sobre ella, mejor es empezar contándole
que procedió usted con Margot no se lo tome personalmente. No es yo a ella algo de mí y de cuál es mi manera de hacer las cosas.
mi intención hacer perder tiempo al grupo analizando los errores »Algunos terapeutas de niños procuran empezar el tratamiento
aleatorios de un individuo. Todos cometemos continuamente mies- diciéndole a su joven paciente que quieren ser sus amigos. Para mí,
Iros propios errores, yo incluido. Pero el problema que estamos ex- eso no tiene sentido. Si yo tuviera siete años y ustedes me dijeran
poniendo hoy es, a la vez, general y crítico: ¿por qué nos conduci- que quieren ser amigos míos, les diría que prefiero un gatito. Los
mos con los niños muy perturbados de una manera que sabemos niños sólo dicen «Quiero ser tu amigo» en los libros de lectura de
que es errónea cuando nosotros mismos nos vemos sometidos a primer grado. Si observan cómo se hacen amigos los niños, verán
ella? que uno de ellos se acerca al otro, le señala algún objeto o algo que
Jason suspiró y pareció visiblemente aliviado. está pasando y le dice: «Mira eso». De manera que será más acer-
—Porque la psicoterapia de orientación psicoanalítica es difícil tado que cuando el niño les pregunte por qué quieren verlo, le di-
de explicar. gan que hay algo que quieren aprender y que él puede enseñarles.
—Exactamente —confirmó Betlelheim—. Es bastante difícil Eso deja al niño el control de la situación, y además es honesto.
explicarnos a nosotros mismos o a un adulto interesado los cornos »Como mi intención en mi primer encuentro con un niño es
y los porqués de la psicoterapia de niños. Entonces, ¿cómo pode- darme a conocer, a menos que él o ella me pregunte algo específi-
mos esperar que sea fácil explicárselos a un niño muy perturbado, co, cosa que alguna vez sucede, pero es rara, le hablo un poco de
confundido y ansioso que puede interpretar mal, es decir, de acuer-
lo que hago y cómo lo hago, con la esperanza de tener la intuición
do con sus propias y naturales ansiedades, e incluso también con
suficiente para orientarme hacia alguna ansiedad importante que
sus ideas delirantes, lo que le estamos diciendo? Nuestra única es-
peranza es que consigamos explicarle muy bien lo que somos y pueda sufrir y que se haya activado con motivo de la entrevista. Mi
cómo somos nosotros mismos, nuestros métodos y nuestras inten- deseo es tranquilizarlo, pero no voy a decírselo así sin más, direc-
ciones. tamente. Sería una torpeza y, además, probablemente no me cree-
«Obviamente, no podemos explicárselo todo, ni siquiera los ve- ría. En cambio, le hablo simplemente de algunas de las cosas que
ricuetos más importantes del tratamiento de orientación psicoanalí- me propongo hacer. A partir de eso, mucho más que por cualquier
tica, a un paciente nuevo, y menos aún a un niño ansioso, como otra cosa personal que pudiera decir de mí mismo, el niño se for-
Margot, en el primer encuentro que tengamos con él o ella. De nada ma sus opiniones sobre lo que me propongo, y quizás incluso so-
servirá decirle que uno de nuestros objetivos es aliviarlo de su an- bre cómo soy.
gustia, aunque lo sea. Porque será excepcional el niño que nos crea. »Las cosas son un poco diferentes con los individuos psicóti-
Ni tampoco tiene mucho sentido decirle que nuestro propósito es cos, en particular con los niños pequeños, que no responden favo-
llegar a conocernos, porque el niño ya ha tenido experiencias que le rablemente a lo que uno les dice. Y sus buenas razones tienen para
demuestran que, aunque los adultos se sienten totalmente libres de desconfiar de lo que les dicen. Todos los psicóticos han tenido tan
preguntarle a él toda clase de cosas personales, generalmente no es- malas experiencias con lo que les dice la gente, que han aprendi-
tán nada dispuestos a contestar cuando él los interroga. do a confiar en lo que ven o, en un sentido más profundo, en lo
»Ahora bien, ¿qué es lo que hemos aprendido de la vida coti- que sospechan. De manera que es importantísima la forma en que
diana? Con frecuencia, cuando somos sinceros al hablar de noso- preparen ustedes el escenario donde los verán y la actitud con que
tros mismos, la respuesta de nuestro interlocutor es ser igualmente los saluden.
sincero ai hablar de sí mismo. De modo que en vez de sugerir que »Tras haberle explicado algunas cosas, le digo al niño que no sé
eso de conocemos empiece con que la niña hable de sí misma, o qué más puede interesarle, pero que estaría encantado de decirle lo
72 El arte de lo obvio El primer encuentro 73

que él o ella quiera saber. Es una invitación a que me hagan pre- Algunas sí, pero otras, como una que vi cuando iniciaba mi activi-
guntas, y generalmente funciona. Si no, sigo con mi explicación. dad psiquiátrica, parece que rebosaran energía.
»Además, invito al niño a que eche un vistazo por el lugar, es —Por la lista de actividades en que Margot solía participar, di-
decir, a que lo recorra. Y a la mayoría, por cierto, empiezo por ría que estaba haciendo demasiado —intervino Betlelheim—. En
ofrecerles galletitas y caramelos. Generalmente, eso les dice más un encuentro reciente de ganadores de premios Nobel, Niko Tin-
de mí, en un ámbito importante, que cualquier cosa que pueda ex- bergen, el especialista en etología animal, habló del enorme incre-
presar con palabras. mento del autismo infantil en Estados Unidos y en otros países oc-
»En la Escuela Ortogénica, cuando venía a verme un niño nue- cidentales. Él cree que la causa de ese autismo es la ausencia de
vo, yo partía de la base de que quizá me lo hubieran traído contra comunicación positiva entre la madre y el niño. Pero tenía la sen-
su voluntad. Por eso, casi siempre empezaba hablándole de mí, mu- sación de que otro factor de ese incremento es el resultado de que
cho antes de atreverme a sugerir que me contara algo de él. En todo en Occidente los padres, educadores y psicólogos esperan dema-
momento le aclaraba que era libre de irse cuando quisiera y que no siado de los niños.
haríamos nada por impedírselo. Muchos niños ponían a prueba la —Eso demuestra lo que sucede cuando los ganadores de pre-
promesa y se iban, pero, con una única excepción, todos volvían mios Nobel se meten a jugar en campo ajeno —apuntó Bill.
tan pronto como se habían convencido de que yo no haría nada Todos se rieron, y Bettelheim continuó:
para obligarlos a volver. Pero admito que cuando se iban intentaba —-Bueno, pues el doctor Winn estuvo muy próximo a reconocer
ponerles algunoscaramelos en las manos. el fenómeno que comentó Tinbergen —el doctor B. hablaba direc-
tamente a Jason—. Quizá si usted se hubiera sentido más libre de
—¿No está exigiendo demasiado de mí o de cualquiera de los
confiar en sus propias percepciones, le habría dicho a Margol algo
que venimos para formarnos como terapeutas? —preguntó Jason—.
así como «¡Pobrecita! Ya estabas haciendo demasiado. Estás com-
Usted contaba con un equipo y un control, y yo no tengo a mi dis-
pletamente agotada. Es hora de que le tomes un buen descanso,
posición los recursos de la Escuela Ortogénica.
bien largo».
—Pero tiene su sensibilidad y su intuición, Jason —intervine—.
»Este fenómeno que usted observó es de amplia aplicación, y
Usted nos ha demostrado que es capaz de estar en contacto con su una de las principales causas de psicopatología infantil en las cla-
personalidad de los once años. Tuvo profunda empatia con los sen- ses medias norteamericanas. Con frecuencia, los padres cuyos hi-
timientos de Margot hacia la comida y me dio una clara idea de lo jos están sobrecargados de actividades muestran una inquietante
que consideraba que era la vivencia de Margot. Pero aquella ma- indiferencia hacia su hijo en cuanto individuo, combinada con una
ñana, su propia ansiedad no le permitió dejar que Margot viera ese exigencia estricta en cuanto a sus resultados. Con esos niños, el
lado suyo, aunque eso habría contribuido a establecer una relación objetivo de la psicoterapia es liberarlos de su preocupación por
de empatia con ella. el resultado, dejando de subrayar los logros para fijarse en quiénes
»Estos son problemas con los que todos nos enfrentamos cada son como personas. Merced a su experiencia con su terapeuta,
vez que conocemos a un paciente nuevo. Si usted da por supuesto Margot tendría que ser capaz de descubrir que tiene abierta ante sí
que, por más ansioso que se sienta, el paciente nuevo lo estará más, la posibilidad de una relación sin contrapartidas con una persona
y me parece que es un supuesto seguro, podrá sentirse más cómo- que la acepta y la respeta por lo que ella es.
do y será más capaz de atender a la ansiedad de él. Si hubiera par- »Cuando usted devuelve a la paciente lo que ella le ha comuni-
tido de ese supuesto, Jason, probablemente se habría sentido más cado, por ejemplo diciéndole que ha estado trabajando demasiado
libre de concentrarse en Margot y en su aguda observación de que y que necesita descansar, ella reconoce que usted le ha prestado
ella parecía quemada. No todas las anoréxicas dan esa impresión. atención y que la ha escuchado de verdad. Entonces puede tener un
74 El arte de lo obvio El primer encuentro 75

atisbo de que quizá la psicoterapia pueda ofrecerle, realmente, una hay tiempo, podríamos ir a la sala de juegos, donde ella podría
relación muy especial. El proceso terapéutico se inicia cuando el apreciar el contraste entre nuestro trabajo y lo que sucede en el pa-
niño comienza a preguntarse cuál es la naturaleza de eso que está bellón.
empezando. —Me parece una excelente idea —comenté—. De esa forma
—¿Qué quiere decir con eso de que «el niño comienza a pre- calmaría la ansiedad de la niña al mismo tiempo que la va introdu-
guntarse»? —inquirió Renee—. ¿Cómo sabemos cuándo se inicia ciendo en el proceso terapéutico. Primero, por mediación de lo que
el proceso de la terapia? hace, le demostraría que, en cuanto terapeuta, usted es una persona
—Se inicia cuando el niño (o la niña) reconoce que el terapeu- que procura entender sus necesidades, y que se ha puesto a pensar
ta lo escucha con más cuidado del que él mismo se escucha, y se en la forma de satisfacerlas. Usted ha dicho que parecía abatida.
pregunta por qué —respondió Bettelheim—. Entonces él también Sin decir una sola palabra, el hecho de que usted la considere sufi-
empieza a escuchar, a sí mismo y al terapeuta. Y el despertar de cientemente importante como para haber seguido pensando en ella
esta curiosidad, esta escucha de sí mismo y este tomarse a sí mis- después de la entrevista reforzará su autoestima.
mo más en serio, marca el comienzo de la terapia. Para que la cu-
riosidad se despierte, el niño tiene que sentir la forma peculiar de »Pero al afrontar las cosas así le estará enviando también otros
percepción del terapeuta. Lo que hemos estado explorando en la mensajes. LeJiar.á_v.er~que-en-psicGlera la
entrevista del doctor Winn con Margot son los momentos en que se ansjedíid_esl_abj^iejndp.josjiechos. Es.taaLes.timulándüJ.a_a.,que ob-
permitió que esta intensidad se disipara. serve, a queuse suinteligencja y a.qu,eJiaga_.pieguntas.Jmsta en-
tsndeMp,que._ye^Jq__que_sj.en,!.e y lo que fantasea. Así no se sentirá
«Entonces, ¿ha influido nuestro análisis sobre la visión que tie-
tan angustiada al estar allí. Y_rjoj^na_jmiüog|¡^^
ne usted de su relación con Margot?
Jason miró a Bettelheim y sonrió. idjiiyieja.fomia ejijy^ie £ m ] x ) s ^
—Por cierto que no ha sido una experiencia muy satisfactoria sus,j_Hrosj2roblemas tengan cabida en los límites del mundo com-
—guardó un momento de silencio—. No estoy exactamente encan- r.prensj,bje. Poco a poco, vaÍién3ose^é-sü^pl^ia'7fi'entercj'Lie es agu-
tado con lo que usted me ha hecho observar. ¿Debería agradecerle da, Margot irá encontrando otras maneras de dominar su angustia,
que me ayudara a oír lo engolado que parecía? —él mismo se rió mejores que los síntomas anoréxicos.
de la pregunta—: Sí, me imagino que sí. En realidad, en ese mo- Jason parecía contento.
mento yo no era yo o, por lo menos, no era el terapeuta que soy con —Y como se está replanteando su comienzo con Margot, ¿por
los adultos. Y no jugué limpio con Margot al no decirle qué hare- qué no empezar disculpándose por no haber respondido ayer a su
mos y qué no haremos. ¡Yo mismo estoy sorprendido! Es una in- ansiedad? Usted nos dijo que lo lamentaba. ¿Por qué no decírselo
formación que se les da rutinariamente a los adultos como parte del también? Así, la niña se dará cuenta de que usted es una persona
procedimiento de admisión. Sospecho que no estaba tratando a sensible, auténtica y que piensa... ¡alguien con quien vale la pena
Margot con tanto respeto como yo pensaba. aliarse!
»Pero usted me ha estimulado a planear para mañana. Me ha Jason sonreía. Entonces se me ocurrió que podíamos volver so-
gustado eso de los cuatro días de orientación que les daban a los ni- bre el caso de Renee y le pregunté si la experiencia de Jason le ha-
ños nuevos en la Escuela Ortogénica. ¿Qué le parecería una versión bía ayudado a pensar con más claridad en el niño a quien tenía que
condensada? Mañana podría llevar a Margot en un recorrido por el ver al día siguiente.
pabellón, animándola a que me haga preguntas sobre lo que ve. Po- —Sí y no —me respondió—. El análisis me ha convencido de
dría responderle lo mejor que sepa y explicarle cuáles son los pro- que incluso una primera sesión podría darme una oportunidad es-
cedimientos que aplicaremos en su caso y cuáles no. Después, si pecial de empezar a consolidar una relación, pero no puedo decir
76 /:'/ arte de lo obvio El primer encuentro 77

que por eso me sienta tranquilizada, ni mucho menos cómoda o una docena de maneras en que podría haberse iniciado un fuego.
segura. Tal vez lo que la madre llama encender fuego sea haberlo encon-
—Quizá lo que voy a decirle le parezca paradójico —conti- trado encendiendo una cerilla o una vela. Hemos visto casos así. En
nué—, pero la forma en que usted se siente me dice que, de hecho, ellos, el único interés que tiene que digan que le da por encender
está más próxima a estar preparada para su entrevista de mañana. fuegos es que revela que la madre tiene miedo del niño. ¿No podría
Permítame que me valga de. una analogía que usa el doctor Beltel- ser que un muchacho mayor haya encendido un fuego y después se
heim. Tenemos que prepararnos para un paciente nuevo de la mis- haya escapado, dejando que culparan al más pequeño? O podría ha-
ma manera que nos preparamos para recibir, en casa, a un invitado ber estado jugando a la isla desierta en un lugar peligroso. Tal vez
de honor. Digamos que usted está esperando que al mediodía lle- jamás haya tenido la menor intención de iniciar un fuego y ahora
guen a su casa no exactamente amigos, sino amigos de amigos. Tal se sienta culpable y presa de una depresión enfermiza por todo el
vez se sienta nerviosa porque quiere atenderlos lo mejor posible, lío que ha causado y en que se ve metido. Otra probabilidad es que
pero no tiene la menor idea de qué es lo que les gusta, e incluso no haya tenido miedo de la oscuridad y, en su inmadurez, no se haya
sabe siquiera si habrán comido o no. Entonces decide preparar algo dado cuenta de lo que hacía. O bien, en un impulso sensual, ¿no
que podría gustarles, pero como no quiere que se sientan incómo- podría haber estado jugando con cerillas porque es algo bello y fas-
dos porque usted se ha preocupado, ni se sientan obligados a comer cinante, y haber escapado cuando le pareció que venía alguien, sin
para complacerla, deja la comida preparada en la nevera. darse cuenta de que dejaba un fuego encendido? Y si realmente
hubo fuego, ¿tenía una intención agresiva, defensiva o accidental?
»Cuando sus invitados llegan, como usted se ha preparado lo ¿El niño estaba enojado, dolido, y vengativo, o tenía miedo e in-
mejor posible, puede dedicarse a ellos. Si le aseguran que no tienen tentaba protegerse? ¿Estaba internando transmitir a alguien un
hambre, procurará interpretar bien sus palabras. ¿Lo dicen de ve- mensaje importante?
ras, o están tratando de ser corteses y de adaptarse a lo que creen
que será más cómodo para usted? Como no tiene intereses creados »Cuando usted haya imaginado todas estas posibilidades tan
en ninguna de las dos alternativas, su única motivación es la buena concretamente como pueda, sabrá que ya puede afrontarlas todas.
voluntad. Aun así puede cometer errores, pero su buena disposición Se dará cuenta de que si efectivamente el niño encendió fuego, su
la deja en libertad de estar alerta para complacerlos, y eso crea una conducta tiene un contexto y un significado que usted necesita en-
atmósfera en la que la amistad potencial entre todos ustedes tiene tender. Sin ellos, no puede saber si él encendió fuego y, si lo hizo,
la máxima probabilidad de empezar bien. qué es lo que eso revela de él en cuanto individuo.
»Renee, yo me imagino que algo en la información que le die- »Por ejemplo, un colega me habló de un niño que vivía en un
ron sobre el niño le provocó ansiedad desde antes de llegar a co- centro residencial de tratamiento. Los padres estaban divorciados,
nocerlo. y el personal tenía la nítida impresión de que la madre era severa y
—Como el asunto del fuego—admitió Renee. arisca. Jamás tenía nada bueno que decir de su hijo. El padre era un
—Un excelente punto de partida —asentí—. El asunto del fue- hombre pasivo que al menos tenía con el niño algo aproximado a
go es una bandera roja para cualquier terapeuta, un síntoma ante el una buena relación. Por eso el personal del centro vio complacido
que hay que estar alerta. Si ha habido algún episodio grave, puede que el padre quisiera mejorar la relación con su hijo y pidiera au-
ser que haya intervenido la policía, o no, pero eso usted todavía no torización para salir con él durante un fin de semana. El lunes, el
lo sabe. Y por ahora, esa información es un obstáculo, una interfe- niño regresó al centro residencial. El martes por la mañana, de for-
rencia en su posibilidad de conocer sin prejuicios al niño. ma muy cuidadosa y secreta, provocó un fuego que a punto estuvo
»La aseveración de que le da por encender fuegos ¿es realmen- de quemar hasta los cimientos el pequeño pabellón donde había es-
te un conocimiento concreto? Seguramente usted puede imaginarse tado residiendo. Cuando el psiquiatra lo entrevistó, el niño se negó
7¿i ¡ti arle de lo obvio El primer encuentro 79

a decir por qué había provocado el fuego. Además, no demostró ni de lejos, toda la historia. Estimulen al niño para que les cuente
ningún remordimiento y ni siquiera quiso decir que no volvería a re- su versión porque realmente quieren oírla de sus labios.
petirlo. —Digamos que realmente este niño encendió un fuego peli-
»Como no parecía aconsejable que el niño prosiguiera en régi- groso —terció el doctor Bettelheim—. Es probable que nadie le
men abierto, se decidió enviarlo a una unidad psiquiátrica cerrada haya preguntado por qué lo hizo. Es por ahí por donde hay que em-
en un hospital. Tras eso siguió pasando por varios hospitales, y pezar. Decirle que no tiene que hacerlo o que hacerlo es peligroso
tuvo experiencias que más adelante él mismo calificó de terribles y puede significar para el niño que usted no se interesa por él, que lo
an ti terapéuticas. Pero sólo después de quince años, cuando ya su único que quieren, usted y el mundo, es que él no les complique la
vida había sido gravísimamente afectada, pudo revelar que el do- vida. Con los incendiarios es raro que oigamos preguntar por qué
mingo anterior al día que provocó el incendio, durante aquel viaje encendieron el fuego, por qué a esa hora, por qué en ese lugar o
supuestamente terapéutico, el padre lo había sodomizado, algo que qué era lo que trataban de lograr. Estoy seguro de que el niño tenía
jamás había podido contar a nadie. una razón que él consideraba válida. A estos niños nadie les con-
cede que sean seres humanos razonables que tienen sus propios
»Por tanto, mientras no llegue a conocer al niño a quien verá
motivos, que para ellos son válidos, para haber encendido ese fue-
mañana, como los guiones posibles son tantos, mantenga una acti- go. Pero si lo que intentamos no es solamente ayudarle a que no se
tud mental abierta que le permita prestar atención al niño real que meta en líos, sino ayudarle a curarse, tenemos que empezar por sa-
vendrá a verla. Después de haberlo visto una o dos veces y de ha- ber las respuestas a todas estas cuestiones y muchas más.
berse formado su propia opinión de él y de su comportamiento, es-
tudie la ficha para ver qué pensaron de él y de sus problemas las »No importa qué decida usted decir en esa primera reunión,
doctora Kurtz; tenga presente la analogía entre la preparación que
personas que hicieron las evaluaciones iniciales. Si esas evalua-
usted necesita y la de una buena ama ele casa.
ciones coinciden con la suya, se sentirá tranquilizada. Pero si la
»Una experiencia que tuve en mis primeros días en la Escuela
evaluación difiere de lo que usted ya sabrá entonces del niño, le Ortogénica me hizo tomar clara conciencia de la importancia que
permitirá contrastar la impresión que el chiquillo le produjo a ese tiene que los niños en tratamiento tengan libre acceso a la comida,
evaluador con la suya, y podrá tratar de entender por qué esas dos y especialmente galletilas y caramelos. Mi predecesor tenía detrás
impresiones son diferentes. del escritorio un armario cerrado con llave donde guardaba golosi-
—No entiendo —intervino Gina—. ¿Quiere decir que toda esa nas. Una mañana me encontré sobre mi escritorio una cuchilla de
imaginativa preparación servirá para que Renee, en la primera en- carnicero. Durante la noche anterior, algunos niños de la escuela la
trevista, pueda apartar por completo de su mente lodo lo referente habían usado para abrir el armario de las golosinas. Se las habían
a ios fuegos? comido y me habían dejado una nota: «Esta vez está sobre tu es-
—No —aclaré—, lo que estoy diciendo es que la madre del critorio. La próxima la tendrás en la cabeza».
niño puede incluir tantas situaciones cuando habla de «encender »Aunque en realidad no tenía miedo de que pusieran en prácti-
fuegos» que Renee debe limitarse a interactuar, observar y formu- ca su amenaza, entendí lo que querían dar a entender. Dejé en cla-
lar la hipótesis adecuada siempre y cuando sea relevante. Si este ro para todos los estudiantes que, a partir de ese momento, los ca-
enfoque no se adapta a su estilo, entonces Renee podría compartir ramelos y las gailetitas se guardarían en un armario sin llave. Los
con su nuevo paciente lo que le han contado de él. Muchos tera- niños podrían servirse lo que quisieran en cualquier momento, de
peutas empiezan así para que el niño sepa desde el comienzo que día o de noche.
no tendrán secretos con él. Si ustedes adoptan este enfoque, vale la »A lo largo de los años, el armario de las golosinas se convirtió
pena añadir que eslán seguros de que lo que les han contado no es, en una institución importante, que además de hacer que los niños
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se sintieran bien recibidos y de transmitirles el mensaje de que no cia sea cómoda para el niño, lo mismo que pasa con los invitados
sólo tendrían siempre satisfecha con largueza su necesidad de ali- que van a su casa.
mentos, atendía también a sus deseos de comer algo agradable y —Algo más —añadí—. Sé que aquí a veces los futuros profe-
placentero. Tras eso instituí una reunión diaria con todos los pa- sionales tienen que compartir despachos, de modo que no tienen el
cientes de la Escuela, en la cual se les animaba a que sugiriesen las control absoluto de lo que hay en el despacho ni de las condiciones
mejoras y los cambios que desearan introducir en el programa, in- en que está. Pero recuerden que los niños se expresan mediante los
cluyendo las cosas que en su opinión no debían mantenerse porque juguetes y el juego. En nuestro trabajo con adultos seguimos el hilo
a ellos no les gustaban. Estas reuniones se convirtieron en un ve- de sus pensamientos. Con los niños, seguimos el ritmo del juego y
hículo importante para el incremento de la confianza mutua entre su interrupción, pero sólo podemos hacerlo libremente si los ju-
los pacientes y el personal. Para mí fueron sumamente útiles por- guetes que les ofrecemos no interfieren con la libertad de sentir y
que me permitieron mejorar el programa de los internos. Y tuvie- de pensar del niño. Incluso una casa de muñecas puede transmitir
ron un beneficio adicional: dieron a nuestros pacientes la sensación actitudes de hospitalidad y consideración o de inconsciencia y des-
de que podían introducir cambios para mejorar su propia vida. cuido. Si proyectan usar una casa de muñecas en la primera sesión,
tengan cuidado de disponerla antes de hacer entrar al niño en la ha-
—Creo que eso fue lo que se proponía Jason cuando dejó que
bitación. Fíjense en que las muñecas y los muebles que haya en la
Margot fuese la primera en escoger asiento —terció Gina—. Que-
casa estén en buenas condiciones, y dispongan tanto el escenario
ría que ella se sintiera cómoda.
como los personajes de una manera que les parezca que puede ser
—Sí —dije—, indudablemente Jason ha aprendido en su for- significativa para el niño.
mación con adultos que es importante dejar que los pacientes nue-
vos se sienten cerca de la puerta por si tienen necesidad de escapar. »Si la habitación no está preparada para recibir al niño, éste no
Pero, con Margot, usted se olvidó del asiento —miré a Jason—. sabe qué hacer con lo que se le ofrece. ¿Qué piensa un chiquillo si
Por suerte, ella no estaba paranoide ni agresiva. Los pacientes pa- en la primera sesión ve que el terapeuta ha dejado dos familias en
la casa? «¿Acaso éste se cree que yo tengo dos madres y dos pa-
ranoides pueden sentir sospechas, sentirse atrapados y con pánico.
dres?» Si sus padres se han divorciado y ambos han vuelto a ca-
Si uno se interpone entre ellos y la puerta, pueden volverse violen-
sarse, quizá las dos familias sean pertinentes, pero el niño que vive
tos. A ellos, las palabras de bienvenida no les impresionan, de ma-
con sus padres se quedará perplejo. Si se fijan ustedes en algunos
nera que es mejor no bloquearles la posibilidad de fuga. de los despachos, quizá los mismos que ustedes usan, verán alguna
El doctor B. profundizó en la idea: de esas muñecas articuladas con un brazo arrancado y los alambres
—Permítanme insistir en algo que he dicho antes. Con los niños al descubierto. ¿Qué puede hacer un niño si el terapeuta lo con-
psicólicos también hay que estar atentos a algo más. Suelen prestar fronta con un individuo mutilado? Esa imagen le originará miedos
mucha atención a la forma en que está decorada la habitación y a de amputación o de castración, por ejemplo, que quizá no tengan
cómo huele. Cuando van a un lugar nuevo, también ustedes confían relación con la ansiedad central de ese niño. ¿Cómo pueden reco-
en sus reacciones sensoriales, aunque tal vez no sean durante todo nocer qué es, en la vida interior del niño o en su medio hogareño,
el tiempo tan persistentes como son las de un psicótico. Entonces, lo que lo está perturbando, si ustedes mismos le plantean cuestio-
planeen su despacho de manera que sea un buen reflejo del dueño nes que lo perturban? Por el contrario, cuando las muñecas están
o dueña. Procuren que las sillas sean cómodas y que los caramelos intactas y son adecuadas, el mensaje que transmiten es que el niño
y juguetes sean tentadores y estén accesibles. No tengan en el des- es bien acogido y que el terapeuta se esforzó por tener el tipo de
pacho cosas con las que el niño no pueda jugar libremente, o que juguetes con que a los niños les gusta jugar.
ustedes tengan que custodiar. Su objetivo es hacer que la experien- «Gradualmente, a medida que empiezan a conocer mejor al pe-
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<S2 El arle ele lo obvio El primer encuentro <S'.í

queño paciente durante las sucesivas sesiones, pueden preparar »Esle problema también se da en las salas que usamos para te-
para él un escenario más específico. A medida que, una vez tras rapia infantil. Esencialmente, son habitaciones construidas para
otra, vayan disponiendo en situaciones representativas la combina- adultos que luego, de alguna manera, tratamos de adecuar a los ni-
ción adecuada de muñecas y muñecos adultos, niños y bebés, el ños. Si fueran habitaciones realmente diseñadas para niños, serían
mensaje que transmitan irá cambiando de «Entiendo y me interesan muy diferentes. La mayoría de los niños prefieren senlarse en el
los niños como tú» para convertirse en «Pienso en ti cuando no es- suelo, debajo de la mesa o del escritorio, y esto no es más que un
tás presente, y recuerdo lo que es importante para ti porque también ejemplo. De esa forma se sienten más cómodos y más protegidos
es importante para mí». Cuando los niños ven que nos hemos pre- en esos lugares más limitados.
parado para ellos, pueden retomar lo que dejaron en la última se- «Entonces, pruebe a ver cómo se sentiría usted sentada debajo
sión, o bien cambiar de tema y plantear un juego nuevo. de un escritorio, si midiera poco más de un metro de altura. ¿Qué
El doctor B. miró a Renee. aspecto tiene su despacho visto desde esa perspectiva? Tal vez po-
—Todas estas sugerencias están dentro de las posibilidades de dría introducir algunos cambios simples... además de las sillas para
una principiante. Su personalidad, sus experiencias y su sensibili- niños que ya tiene, bajar un poco los juguetes para que su pacien-
dad son los instrumentos más importantes. Válgase de ellos para te se sienta más cómodo, y vea que usted se ha preparado para re-
entraren el mundo de su paciente. Y recuerde que forjar una amis- cibirlo.
tad es un proceso lento. No sea demasiado dura consigo misma Finalmente, Renee sonrió:
cuando salga de esa primera sesión con apenas unos insights acer- —Bueno, ahora me siento más dispuesta para empezar. Nos ve-
ca de su paciente. Si le ha transmitido que quiere que él esté tran- remos la semana próxima.
quilo, y que usted está tratando de ver lo que él ve y de sentir lo
que él siente, con el tiempo el niño le dará muchas oportunidades
de aprender escuchando y observando.
«Permítame que le haga una última sugerencia: antes de maña-
na, dedique algún tiempo al intento de ver el mundo con los ojos
de un niño de siete años. Si consigue captar lo grande que le pare-
ce el mundo y lo poderosa que aparece usted a sus ojos, le costará
menos estar más atenta a la ansiedad de él que a la suya. Es nece-
sario que tenga usted la perspectiva del niño. Cuando yo empecé a
trabajar en la Escuela Criogénica, me pasé mucho tiempo andando
de rodillas. Me figuré que acuclillarme hasta estar a la altura de un
niño y observar cómo ve él el mundo sería una preparación inapre-
ciable para entrar en su mundo y verlo desde su perspectiva. ¿No
sería esa una buena manera de prepararse para su primera sesión de
mañana? Si lo hace, y después piensa en lo que observa, es proba-
ble que se dé cuenta, como me pasó a mí, de que en nuestros ho-
gares y en nuestros despachos, la altura del techo está pensada para
los adultos. Por eso, cuando están solos, los niños se construyen
tiendas y casas de juguete con el techo muy bajo, de acuerdo con
sus propias dimensiones.

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