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Contexto historico de la mitologia griega

Es el conjunto de mitos y leyendas pertenecientes a los antiguos griegos que


tratan de sus dioses y héroes, la naturaleza del mundo y los orígenes y significado
de sus propios cultos y prácticas rituales. Formaban parte de la religión de la
Antigua Grecia.

El mito es un relato fantástico y ejemplar en el que intervienen, en un pasado


prestigioso y lejano, personajes extraordinarios -dioses y héroes, sobre todo-, y
con el que el ser humano pretendió dar respuesta a los muchos interrogantes que
le asaltaban: Origen del mundo, de los dioses y del suyo propio, así como el del
bien y del mal; significado de los fenómenos atmosféricos y el de los ciclos de la
vegetación; etc.  En la antigua Grecia, los mitos se transmitieron al principio
oralmente, lo que hizo que se cambiaran y ampliaran con el paso de los siglos. El
primer intento de clasificación o estructuración de los mismos, tras la creación de
la escritura en el siglo VIII a.C., se produjo en el siglo VIII-VII a.C. con Homero,
en la Ilíada y la Odisea y en los Himnos homéricos, atribuidos a él, y, sobre
todo, con Hesíodo, en la Teogonía y en Los trabajos y los días. Otras fuentes
literarias también importantes para conocer la religión griega son los Epinicios,
de Píndaro, y las tragedias de Esquilo, Sófocles y Eurípides. De las obras
romanas de este género, hay que citar especialmente las Metamorfosis de Ovidio,
que fueron, a  partir  sobre todo del  Renacimiento, la principal fuente de
inspiración, en este campo, de muchos artistas y literatos hasta nuestros días.

Cosmogonía griega
Edward Villegas-Pulgarin

 
2013-05-26 23:10

 
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La cosmogonía y cosmología de los antiguos griegos se encuentra profundamente


vinculada. Sus elementos cosmológicos si bien prescinden de la mitología desde
los razonamientos del primer filósofo griego, Tales de Mileto, se puede rastrear el
origen de algunos de estos en ella. Los relatos de la cosmogonía griega pueden
ubicarse en los textos de Homero y la Teogonía de Hesíodo, en los que se ilustra la
estructura de su universo y sus dioses.
Ofión calentando el huevo depositado por Eurínome.

Para los griegos, el universo surge del caos, del cual una fuerza creadora empieza a
tomar forma y se manifiesta como Eurínome. Eurínome, adoptando forma de
paloma deposita un huevo que es calentado por Ofión, la serpiente primigenia.
Una vez el huevo eclosiona, surge el universo, y de ahí Urano (el cielo) y Gea (la
Tierra). Estos, constituyen la primera generación de dioses de la teogonía. Una vez
creado el universo, Eurínome y Ofión se radican en el monte Olimpo, pero al
atribuirse Ofión la creación del universo, Eurínome lo castiga enviándolo
al Tártaro (inframundo).

Urano y Gea, primera generación de dioses de la teogonía griega.

PRIMERA GENERACIÓN DIVINA


    Al principio, existió el Caos, del cual surgieron Gea, la Tierra, el Tártaro, o
Infierno, y Eros, dios del amor. Gea, sin intervención masculina, engendró
a Urano, las Montañas y el Mar. Luego se unió con Urano y tuvo a los
tres Cíclopes, que tenían un solo ojo en la frente; a los tres Hecatonquiros,
dotados de cien brazos y cincuenta cabezas; y a seis Titanes y seis Titánides, los
cuales se emparejaron entre ellos. Urano, que odiaba y temía especialmente a los
Cíclopes y a los Hecatonquiros, los mantenía confinados en el Tártaro. Debido a
esto, la Tierra pidió ayuda a los Titanes contra Urano, obteniendo respuesta
positiva sólo de Crono, el más joven de ellos, quien cortó, con la hoz que le había
entregado su madre, los genitales de Urano, los cuales, arrojados al mar,
fecundaron la espuma donde cayeron, naciendo de ella Afrodita, y de las gotas de
sangre que cayeron en la Tierra, los Gigantes. Tras derrocar a Urano, Crono
volvió a encerrar a los Cíclopes y a los Hecatonquiros en el Tártaro.

     El panteón griego de la segunda generación de dioses se configuró


básicamente con divinidades pertenecientes a la cultura mediterránea, de carácter
matriarcal y agrícola, relacionadas con la fertilidad, como Deméter, diosa de los
cereales, Afrodita, diosa del amor, o Perséfone, a quien se atribuían los ciclos
estacionales de la vegetación; y con dioses de la sociedad indoeuropea –
patriarcal, guerrera y muy jerarquizada-, como Zeus, el cual, tras repartirse con
sus hermanos el gobierno del universo, después de destronar a su padre Crono,
ostentó un poder superior al de todos los demás dioses. Los dioses griegos fueron
representados con figura humana, y la mayoría de ellos vivían en las cumbres del
monte Olimpo (2.917 m.), en Tesalia, alimentándose con néctar y ambrosía, que
proporciona la inmortalidad. Aunque inmortales y todopoderosos, estaban
sometidos al Destino (fatum, hado). Sus relaciones entre ellos no siempre fueron
amistosas, y sus vicios y sentimientos eran similares a los de los humanos. La
superioridad del panteón griego hizo que los romanos, al entrar en contacto con
la cultura griega, asimilaran muchas de sus divinidades a los dioses griegos,
surgiendo así el Panteón grecorromano

Los griegos creían en muchos dioses, su religión era politeísta. Sus divinidades poseían
apariencia humana, siendo portadoras, tanto de virtudes, como de defectos. ... Los dioses
griegos vivían en el monte sagrado Olimpo.La narración de su historia recibe el nombre
de "mitología"
DERECHO/NORMAS

la diosa griega Temis, representada a través una señora, más bien oronda, con una venda
cubriéndole los ojos, que sostiene una balanza equilibrada en una mano y una espada en la otra.
Se apoya, a su vez, sobre un león para significar esa fuerza que le protege; la venda que le impide
ver, por aquello de la imparcialidad, puesto que para ella no sirven ni el rango ni la calidad de las
personas que se someten a sus juicios; la balanza y la espada, por aquello de la auctoritas y la
potestas, esto es, la fuente de autoridad que permite razonar y decidir correctamente, por un
lado, y la fuerza institucionalizada, por el otro, que permite hacer efectivo el Derecho.

Júpiter (el Zeus griego) es el sumo regidor del orden del mundo. Sentado en un trono de oro,
esgrimía un rayo en una mano y empuñaba un cetro en la otra. A sus pies tenía un águila con sus
alas desplegadas. Representaba el poder supremo, y sus designios determinaban el curso de todas
las cosas. Con su fuerza dominadora garantizaba los pactos, juramentos, leyes, normas y reglas
profanas y religiosas. A los intérpretes de Júpiter se les llamaba “augures”, y su misión era
reconocer, por medio de signos objetivos, la voluntad de Júpiter. Los augures, en este primer
modelo, darían lugar a un tipo de juez convencional, trascendente, “garante de la coherencia
lógica y de la armonía ideológica del sistema jurídico”, porque en este caso Júpiter actúa de
legislador racional. Una representación gráfica del modelo podría hacerse a través de una
pirámide, en cuya cúspide estaría el legislador racional, y en su base los jueces decisores. Llevado a
la realidad histórica, este es el modelo de la tradición liberal del siglo XIX, en la cual el monismo
jurídico y político de una determinada ideología dominante, en concreto la propia de la burguesía
liberal del siglo XIX, que luego pasa a ser la del capitalismo tardío de las sociedades
postindustriales del siglo XX.

La filosofía estoica consideró a Hércules un modelo de virtud, e incluso el arte funerario lo


convirtió en un símbolo de la inmortalidad. Este modelo recoge la idea de un juez creador y
creativo, como es el característico del sistema anglosajón. Puede representarse gráficamente
mediante un embudo o una pirámide invertida. Supone una multiplicidad jurídica y política en la
cual los jueces son los garantes de la “integridad” y del orden de la comunidad. Un autor
contemporáneo, como es R. Dworkin, ha tomado la figura del “juez Hércules” para ejemplificar su
teoría de la “única respuesta correcta” en el Derecho, que por explicar de forma muy lacónica,
supone que la decisión que tome el juez es la correcta, sin posibilidad de que existan otras
opciones.28 Evidentemente, esta tesis es mucho más compleja y ha sido muy criticada, sobre todo
por autores próximos a la tradición jurídica continental, puesto que atribuye poderes “cuasi-
divinos” al juez, de forma algo similar a aquéllos atributos de perfección que tenía el legislador
racional.

Algunos juristas defienden que el juez postmoderno debe parecerse a Hermes (el Mercurio
romano), dios griego encarnado en la figura de un hombre joven, sonriente y cubierto por un
manto, provisto de alas y de tacones para indicar que era el mensajero de los dioses; de su boca
salía una cadena de oro para señalar su poder de orador experto que encadenaba las voluntades
de sus oyentes; en su mano derecha empuñaba un caduceo como emblema de ministro
plenipotenciario y conciliador, mientras en su mano izquierda llevaba una bolsa de dinero. Bribón
y audaz, estaba relacionado con lo caótico -lo que está fuera de la ley-, además de ser el
mensajero de los dioses y el protector de los viajeros y comerciantes, de las artes, imaginativo
inventor de la lira y el plectro, guía de las almas al más allá, fuera del mundo de los vivos. En este
ambiente, aborrecido por los dioses del Olimpo, Hermes se movía con facilidad y actuaba a las
órdenes de Zeus, defendiendo de los peligros naturales a cuantos pedían su ayuda, así como
ejecutaba las órdenes de los dioses bajo el oficio de criado, escanciador, espía, embajador e
incluso verdugo. Pero no hay que olvidar que también era el dios que protegía a los ladrones y a
los tramposos, y por este motivo había cierta desconfianza y reserva hacia él. El juez Hermes,
siempre en movimiento, se puede representar gráficamente a través del símbolo de una red, con
multitud de puntos en interacción. Está a la vez en el cielo, en la tierra y en los infiernos. Su
carácter demiúrgico lo convierte en el “mediador universal”, en el “gran comunicador”, en el
intérprete o hermeneuta del Derecho, a medio camino entre su creación y aplicación, eso sí, sin
desvincularse de Zeus, en una simbiótica relación dialéctica que cubre el amplio espectro de la
interpretación jurídica, en toda su extensión.

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