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Juventud e
Identidad
Margariteña
Universidad de Oriente
Núcleo de Nueva Esparta
Delegación de Extensión Universitaria
Decía el poeta Andrés Eloy Blanco que es Dios quien fija el rumbo y da el
destino. Efectivamente, es mi creencia que ha sido Dios quien me ha
proporcionado la oportunidad, que en este año, cuando estoy cumpliendo 45 que
me inicié en una humilde escuelita de un barrio de mi querido Pampatar, como
maestro dictando mi primera clase, hoy gracias a la benevolencia del Licenciado
Pablo Ramírez Villarroel. Decano del Núcleo de Nueva Esparta de la Universidad
de Oriente, se me encomienda dictar una clase a ustedes, que se inician en los
estudios universitarios.
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Figueroa en su libro “Joven Empínate” o “La Magia de los Libros”. El Dr. Prieto
nos dice:
Culpa del sistema operante que necesita para el logro de sus objetivos,
sepultar y acabar con lo que pueda dar personalidad de pueblo y las características
propias que lo diferencian de los demás. Ya lo denunciaba Vicente Fuentes, en
carta al Dr. Luis Villalba del 26 de abril de 1943: “En general ostentamos una
gran indiferencia por todo lo que tenga olor a historia: lo que se puede explicar
piadosamente diciendo que somos irreverentes como la juventud, y no
piadosamente diciendo que tal indiferencia no es otra cosa que una seria
manifestación de nuestra incultura”.
Pero para Mario Briceño Iragorry se debe a que: “En nuestro país ha
existido permanentemente un afán de hacer tabla rasa con los elementos antiguos.
Hasta los viejos cementerios privados han sido, con muertos y todo, objeto de
comercio. Se ha pensado irreflexivamente que todo debe ceder ante la excelencia y
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la ventaja de lo nuevo, sin meditar que muchas cosas antiguas tienen derecho
cabal de permanecer al lado del fasto de última hora. Nuestro desacomodo social,
la violencia de los tránsitos políticos, el ascenso sorpresivo de fuerzas bárbaras a la
rectoría de los pueblos, el prurito de no concluir los procesos que inició el sistema o
la generación anterior; son factores que explican el poco escrúpulo que se ha tenido
para arrasar con el pasado.
Los pueblos que han probado mayor vitalidad, tienen mostrado, a la vez, un
ardoroso empeño de mirar hacia atrás en pos de una clara explicación de si mismo.
Del propio modo como el hombre sabe que vive en cuanto tiene memoria de su ser
anterior, así mismo las naciones se proyectan para el futuro sobre el fondo de la
tradición, ya que difícilmente un pueblo que carezca de la conciencia de si mismo
uniformará sus conceptos en torno al grupo de valores que deben servir de norma
a sus actividades venideras”.
Ante la situación que se veía venir, que ya es una realidad entre nosotros.
Don Rómulo Gallegos lanzó su voz de alerta: “Es la deshumanización total de la
cultura, el absoluto menosprecio por todo lo que sea adorno de la inteligencia y
afinamiento del espíritu, el antihumanismo campando por los fueros de la mano,
parte ya de la máquina, que es como a los hombres prácticos les agrada tener las
suyas. Los hombres prácticos no tienen paz con nada que de algún modo sea
ejercicio de idealismo y si se les deja hacer terminarán acabando con la dignidad
humana”.
Los libros de texto, por los cuales estudian los jóvenes de Margarita, que son
idénticos en su contenido para toda Venezuela, no se detienen a referirse a la
valiosa contribución de Margarita en la gesta magna de la emancipación nacional.
Menos aún se toman en cuenta los prohombres de nuestra independencia, ni los
acontecimientos bélicos que tuvieron por escenario la isla heroica y que causaron
asombro a los propios enemigos; ni los hechos de la paz en una isla de por si
pacifica.
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Por su parte Juan Mantovani, añade: “Los pueblos civilizados no discuten ya
el valor de la Historia para la vida del hombre. Pero en los países jóvenes, los del
Nuevo Mundo, los que reclaman de ella porque necesitan destacar fuerzas
inspiradoras en el conjunto continental la necesita particularmente cada país de
América, unos más que otros, de acuerdo con sus peculiaridades, para elaborar su
propia cultura y definir el tipo humano de cada comunidad nacional”.
Ante esa real situación el Dr. Ramón J. Velásquez, advierte: “Esa misma
actitud de abrir todas las puertas de la casa y la presencia de miles de gentes de
todas las nacionalidades, de distintas tradiciones y creencias, obliga a Venezuela,
como su primer deber, mantener vigilante en la exaltación y afirmación de su
identidad histórica. Ninguna relación de la supervivencia o estímulo de
sentimientos xenófobos, tiene esa actitud, que a escala mundial mantienen al
unísono y como primera línea de defensa nacional, naciones comunistas y países
capitalistas. Cada país, dentro de su estilo característico rivaliza en celo
intransigente por mantener y defender su peculiar fisonomía histórica".
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Estamos ante dos alternativas: o conservamos nuestra categoría de pueblo,
que debe ser la evidente, o nos entregamos cobardemente en manos de los fenicios
de última hora, que nos están conquistando para convertirnos en una colonia que
satisfaga sus ansias de explotación insaciable. Al crear una conciencia de pueblo
será una afrenta a nuestra dignidad, el aviso que se levantaba en el viejo
aeropuerto de Porlamar, donde irrespetuosamente, un Club de créditos anunciaba:
“Afortunado el hombre que con su firma «conquista» una isla”. Que esa isla que se
conquista con un cheque, no sea por nunca jamás la isla de Margarita. O aquel
otro que apareció en un periódico: “En Margarita se vende todo”. Es decir, que aquí
se vende cuanto se importa para ofrecer al visitante y además se vende la tierra, la
casa, el bote del pescador, la red, la atarraya, la gallina, el crisol del joyero, el
cogollo del datilero, el barro del alfarero, el telar de la tejedora, el pilón, la pluma
del escritor, el catre de la abuela, la fe, el arte del creador, la obra del pensador, el
honor, la dignidad, el decoro, la historia, el tiempo, la casa de Arismendi, la de
Gómez, el Castillo San Carlos, el Santa Rosa, los luceros, el mar, los canales de la
Restinga, el vuelo de las gaviotas, la sangre que tiño la Laguna de los Mártires. Es
decir que somos un pueblo que ya conoce el día del Apocalipsis, y vende cuanto
tiene, para entregarse al goce desenfrenado de los placeres de sus últimos
momentos. Eso seria la absoluta negación de la historia de una Margarita de la
cual nos sentimos honrados y orgullosos.