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¡AY DE MÍ SI NO ANUNCIARE EL EVANGELIO!

Salmo 126:1-6; 1 Corintios 9:16-23.

 
Introducción:   Recientemente hice una búsqueda rápida de cuántos «!Ay, ….»
contiene la Biblia, y encontré un total de 109 ocasiones.   Dos de ellos (solamente
para recordar) son:
1) la ocasión cuando el profeta Isaías miró al Señor sentado sobre un
trono alto y sublime.  El dijo: «!Ay de mí! que soy muerto; porque siendo
hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios
inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos» (Is. 6:5).  El sabía
que mirar la gloria de Dios era motivo para que él como pecador cayese muerto, por
eso gritó «!¡Ay de mí! que soy muerto», pero por la misericordia de Dios Isaías no
murió sino que fue santificado para una misión.   En este caso, el «ay» fue por la
probabilidad de muerte por ver la gloria de Dios.
2) la ocasión cuando Jesús al evidenciar la hipocresía de los antiguos
fariseos, les dijo en repetidas ocasiones: «Ay, de vosotros fariseos
hipócritas…».   Con esas palabras Jesús les estaba advirtiendo que por la mala
actitud de aquellos fariseos pronto estarían recibiendo las justas consecuencias de
todos sus malos procederes.
Pero el «ay» al que se refiere el apóstol Pablo es un «ay» especial al que quiero
llamarle un «ay hipotético».  Es decir un «ay que no puede suceder», porque
el hijo de Dios salvado de sus pecados por la persona y obra de Jesucristo no puede
ser juzgado para condenación por ninguna otra irresponsabilidad.  El «ay» es
solamente para las personas sin Cristo en su vida como Salvador.  
El apóstol Pablo dijo: «¡Ay de mí si no anunciare el Evangelio!» pero no estaba
diciendo que estaba en riesgo el perder su salvación por no haber anunciado a
alguien el evangelio, pues si así fuera ¿dónde quedaríamos nosotros?.   Entonces,
¿qué significa ese «ay»?.  
Para descubrir su significado tenemos que conocer por lo menos un poco la manera
de pensar del apóstol Pablo.   A través de esta predicación trataré de explicar lo que
pudo significar para el apóstol dicha expresión y lo que debe significar también
para nosotros si pensáramos adecuadamente como él.
Proposición: Considero que este «ay» en el contexto que fue pronunciado por el
apóstol Pablo expresa diversos pensamientos firmes en la mente y convicción de
una persona que sabe que su misión es anunciar el evangelio. ¿Qué diversos
pensamientos expresa esa afirmación del apóstol? Expondré enseguida los
diversos pensamientos firmes que esa afirmación expresa.
En primer lugar:
I.- EXPRESA EL PENSAMIENTO DE UNA PERSONA CUYAS PALABRAS
TIENEN UN BUEN CONTENIDO: EL EVANGELIO.   (v. 16)
Muchos creyentes tenemos y probablemente usted también el problema de no
hablar el evangelio.  Basta con recordar nuestras últimas conversaciones, incluso si
se trata de conversaciones con otros creyentes.  
Obviamente hay tiempo para conversar acerca de negocios, acerca de experiencias
personales, acerca de una buena síntesis de las películas que gustamos, acerca de
compartir los problemas que tenemos; sin embargo, puede ser notable que aún en
un largo período de días, semanas o quizá hasta meses, el evangelio no fue nunca
para usted el tema de la conversación.  
¿De qué manera estaría usted contribuyendo al anuncio del evangelio, tan
necesario para alcanzar a otros para Cristo que puedan unirse a la congregación
de creyentes a la que perteneces?
Ilustración: Espontánea.
El apóstol Pablo tenía como prioridad en sus conversaciones privadas o públicas
«anunciar el Evangelio» que si lo dejara de hacer él consideraba que sería una
falta de gratitud a quien lo había salvado de la condenación eterna.   El decía «¡Ay
de mí!».   
Desde que él decidió servir a Jesucristo nunca más dejaría de hablar de él y su
mensaje.  Hacerlo era como regresar a su vida pasada en la cuál era merecedor de
la ira de Dios.    El había vivido con los Corintios hace un tiempo atrás, y les había
demostrado su vivo fervor por saber y hablar de Cristo y su evanegelio.   En su
primera epístola les recuerda que «me propuse no saber entre vosotros cosa
alguna sino a Jesucristo, y a éste crucificado» (1 Corintios 2:2).  
Para hablar del evangelio primeramente debemos alimentarnos del conocimiento
de él, y en consecuencia será natural hablar del evangelio.
Estimado hermano comprométase que entre sus conversaciones con los hermanos
no dejará de tomar en cuenta el contenido del evangelio, y especialmente cuando
tenga usted la oportunidad de hablar con los que todavía están sin Cristo hábleles
del evangelio salvador.  
No sea usted ajeno en hablar del evangelio como cuando usted era perdido sin
Cristo, como cuando usted en algún momento de esta vida y en la eternidad no le
quedaba de otra que decir solamente «ay».  Ahora no tendrá usted más ayes, por
eso siéntase gozoso de anunciar a Cristo para que esta iglesia reciba más creyentes
salvados por Jesucristo.

 
En segundo lugar:
II.- EXPRESA EL PENSAMIENTO DE UNA PERSONA CUYO DESEO ES
EVITAR UN GRAN PROBLEMA: EL GLORIARSE.  (v. 16)
¿Qué agradable es escuchar y ver a un hijo de Dios decir «Pues si anuncio el
evangelio, no tengo porque gloriarme» (9:16a)?, y cuando dice:  «¡Ay de mí si
no anunciare el Evangelio!» está diciendo al mismo tiempo que no es un
descuidado que tenga de qué lamentarse.  
Especialmente no se lamentaba que haya cometido el error de creerse el
importante, pues sabía que lo que predicaba no era producto humano sino
«EVANGELIO» cuyo origen es divino y no humano.
Desafortunadamente hay personas que por el servicio que ofrecen en nombre de
Dios o de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, les gana el sentimiento pecaminoso
de considerar que los resultados del ministerio que desempeñan son gracias a que
son un buen músico, cantante, predicador, visitador, evangelizador, etc…  
Me ha tocado conocer iglesias que por la gracia de Dios tienen la bendición de
contar con dos grupos musicales, más de 15 predicadores, donde por una mala
administración de la multiforme gracia de Dios, se menosprecian unos a otros
considerándose alguno mejores que otros pensando que gracias a ellos la iglesia va
avanzando hacia sus metas.
El apóstol Pablo nos enseña la importancia de evitar «el gloriarse» porque
debemos reconocer que en nuestra labor de anunciar el evangelio no son nuestras
capacidades las que producen los resultados.  No es porque lo hace el seminarista,
el pastor, el anciano, el diácono, o el hermano más apto.  
En la realidad muchas veces resultan más productivos los que tienen solamente
humildes conocimientos y experiencias.  En esos casos lo que obra es el poder del
Espíritu Santo sobre ellos, no el poder de sus propias vidas humanas.  Fue lo que
sucedió en la experiencia de los apóstoles como Pedro y Juan (Hechos 4:13),
cuando la gente que los conocía sabían que lo único que habían hecho toda su vida
era pescar en el mar, que su vocabulario no era el de los más estudiados, sin
embargo con el poder del Espíritu Santo en ellos, Pedro ganó para Cristo a más de
8,000 personas.
¿De qué va usted a gloriarse, si el que actúa sobre todos no es poder humano sino el
de Dios?  Deje usted que Dios se gloríe de Su poder.  El si tiene derecho.  «Nada
hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada
uno a los demás como superiores a él mismo» (Filipenses 2:3).
No deje usted de anunciar el evangelio de Dios con estas santas actitudes del
corazón.
En tercer lugar:
III.- EXPRESA EL PENSAMIENTO DE UNA PERSONA QUE PROCURA
SER VOLUNTARIAMENTE RESPONSABLE: LA IMPUESTA
NECESIDAD.   (v. 16)
Ilustración: Recientemente tuve la oportunidad de escuchar a una madre
pidiéndole cierto favor a su hija, y esta respondió: «Y yo, ¿por qué».   Todavía un
poco peor, me han contado de cierto oficial de iglesia que cuando le toca realizar
determinada comisión, dice lo mismo: «Y yo, ¿por qué».   Una actitud de este tipo
no expresa voluntariedad y menos responsabilidad.
Al apóstol Pablo nadie lo obligó. Ni el mismo Jesús quien salió poderosa y
gloriosamente a su encuentro.  Fue Pablo mismo quien voluntariamente le dijo a
Jesús: «Señor, ¿Qué quieres que yo haga?» (Hechos 9:6).   A estas alturas de su
vida después de aproximadamente 30 años de estar anunciando el evangelio, dice
que «me es impuesta necesidad».  
Nadie se lo impuso sino su propia voluntad.   Tan voluntario era que no estaba
esperanzado en un pago de quincena, sino siempre se decía: «Y yo con el mayor
placer gastaré lo mío, y aún yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras
almas, aunque amándoos más sea amado menos» (2 Corintios 12:15).    
Una persona que piensa así lo vamos a ver siempre voluntario y responsable.
Ilustración: Trabajando en una empresa me ha tocado la ocasión de ver personas
que no producen al día lo que se espera de ellas.  Recuerdo muy bien que algunos
compañeros solían trabajar muy poco, pero cuando se dan cuenta de que está
viniendo el encargado del grupo o el supervisor, entonces demuestran un poco más
de rendimiento.  Este tipo de personas no pueden ser responsables
voluntariamente, sino hasta que se les esté supervisando.
Estimado hermano, quiero animarlo a que no espere usted que venga el pastor, el
seminarista, el licenciado en teología, el anciano, el ministro de misiones, etc… para
que usted demuestre que está usted haciendo algo.  No espere que la directiva o
alguien le recuerden sus deberes y entonces demuestre que está haciendo algo para
la gloria del Señor.  
Sea usted siempre y totalmente voluntario en todos sus deberes para con Dios,
especialmente en el anuncio del santo evangelio de nuestra gloriosa fe.  En el v. 17
Pablo aclara que su servicio en la comisión que Jesús le había dado, todo es
cuestión de voluntad.  Dice: «Si lo hago de buena voluntad, recompensa tendré;
pero si de mala voluntad, la comisión me ha sido ecomendada», sin embargo sus
palabras «me es impuesta necesidad» indican que su propia voluntad hacia el
llamado y comisión de Jesús lo hacían trabajar incansablemente en anunciar el
evangelio.  Nunca lo hizo por mala voluntad.
En cuarto lugar:
IV.- EXPRESA EL PENSAMIENTO DE UNA PERSONA QUE SIENTE
SATISFACCION POR EL LLAMADO DE DIOS: (v. 18).
El apóstol Pablo hace una pregunta que luego él mismo responde: «¿Cuál, pues, es
mi galardón? Que predicando el evangelio, presente gratuitamente el evangelio
de Cristo, para no abusar de mi derecho en el evangelio» (v, 18).
Lo que podemos observar de sus palabras es que su satisfacción no es el disfrutar
sus derechos en el evangelio.  Su satisfacción primordial no era la ganancia que
obtiene mes tras mes, ni lo que recibía después de estar dos o tres años
estableciendo una iglesia en una ciudad.  Su satisfacción ni siquiera era el orgullo
de ser el plantador de iglesia más sobresaliente de aquella primera generación de
apóstoles.  
Su satisfacción o galardón como él lo llama, es presentar «gratuitamente el
evangelio de Cristo».   En otras palabras estaba satisfecho con el llamado que Dios
le había hecho y por la comisión que había recibido de El. No fue un oportunista del
evangelio.
Cuando dice: «¡Ay de mí si no anunciare el Evangelio!» está confirmando que
está dispuesto a cumplir la comisión de Cristo no para sentirse el importante, ni
para sacar abusivamente provecho económico de ello, sino que si no lo hace siente
que está cometiendo una traición a su compromiso que voluntariamente aceptó del
Señor desde aquella ocasión cuando le dijo: «Señor, ¿qué quieres que yo haga?».  
Seguía decidido a seguir siendo obediente al Señor.
Ilustración: Espontánea.
Estimado hermano, ¿Sigue usted con el mismo entusiasmo de ser obediente al
Señor en anunciar el evangelio que una vez a le alcanzó, le salvó, y que ahora le
sigue transformando?  Si usted conoce el efecto que el evangelio generó en la vida
de usted, entonces tiene suficientes motivos para procurar anunciarlo a otros.  No
vea como una carga sino como un privilegio que llena de satisfacción hacerlo, el
invertir horas de nuestro tiempo para hacer este importante trabajo.
En quinto lugar:
V.- EXPRESA EL PENSAMIENTO DE UNA PERSONA QUE ENTIENDE
LO MISERABLE QUE ES VIVIR SIN CRISTO.  (vv. 19-22).
Pablo más que nadie podía entender lo miserable que es vivir sin Cristo, por eso el
demuestra abiertamente una gran preocupación por los judíos (v. 20), por lo que
están sin ley (v. 21), por los débiles (v. 22).  El nos dice que lo hacía «para ganar a
mayor número» (v. 19), «para ganar a los que están sujetos a la ley» (v.
20), «para ganar a los que están sin ley» (v. 21), y «para que de todos modos
salve a algunos» (v. 22).   Podemos mirar así al apóstol Pablo, no preocupado sino
ocupado en rescatar imparcialmente a las personas de su condenación eterna a la
gloriosa salvación en Cristo.  
Tal como conocemos los trágico que es vivir sin Cristo, Pablo más que nadie lo
sabía, y vivía siempre trabajando para ganar a uno más, para salvar a uno más.
Ilustración: He tenido la experiencia de apoyar en una iglesia local donde cada
fin de semana durante todo el tiempo que estuve allí, una persona siempre me
buscaba para llevarme a visitar sea para consuelo, para motivación, para
evangelización o para exhortación, siempre solamente a sus familiares.  
Me llegué a dar cuenta de la situación.  Si no era un pariente, no le interesaba.
Prefería encomendarle  a otras personas que vayan donde no eran sus parientes. //
En nuestro texto bíblico vemos a Pablo quién trabajaba con «judíos que están con
ley» y «con gentiles que están sin ley» demostrando con ello que su labor no era
parcial.   El veía a todos los seres humanos con la misma necesidad de Cristo en sus
vidas.  Especialmente no dejaba descuidados a los que demostraban debilidad en la
fe.
Hermano(a) en este mensaje le invito a mirar en las personas su gran necesidad de
Cristo, tal como él mismo las miraba. Dice Mateo acerca de Jesús que «al ver las
multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas
como ovejas que no tienen pastor» (Mateo 9:36).   Recuerde usted que éramos
como ellos.   No retroceda.  No deje de anunciarles el evangelio.   Tenemos que
ayudarlos a salir de sus ayes.
Finalmente:
Conclusión:   Amado hermano, recuerde usted que como congregación del Señor
tenemos metas de trabajo y crecimiento que nos hemos propuesto, y que se está
trabajando en ello para alcanzarlas.  
Le animo en el amor del Señor que adopte esta cristiana manera de pensar para
fortalecer su compromiso voluntario de «hacer discípulos» para nuestro Señor y
Salvador Jesucristo.

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