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S u je to y v e rd a d en J u lia d e B u rg o s

Félix Vázquez Rivera

T r a t a r é de ser fiel en este breve ensayo a lo que me parece es el espíritu de


este simposio: "Me llamarán poeta", que ha de ser lo mismo que acercarse a Julia
como poeta... y aquí me aprovecho de la posibilidad interpretativa: M e llamarán
poeta (a mí, aunque no esté yo a la altura del término): que ha de ser lo mismo que
acercarme y o como poeta a Julia, aunque me quede corto de Julia. Después de
todo, si la poesía es una invitación a ella misma, que me llamen poeta, aunque no
lo sea, que no lo soy, no sería tan distinto a que me llamen lector de poesía. Bueno,
no a mucho más aspiro: no sé si se puede aspirar a mucho más, o a algo más
sublime, en la vida, dando por sentado que mi familia es el poema más grande en
mi vida. En fin, por hoy, con leer a Julia me conformo, porque Julia sola basta.
Así, dejo fuera de esta reflexión lo que por oficio a veces, y me imagino que a
todos nos pasa, se siente obligación forzar dentro: aquí hablaré hoy con Julia, ya
hablaré en otro momento con el aparato crítico y teórico.
A Julia de Burgos

Dicho todo lo dicho, me limito a una lectura de Poema en veinte surcos, centran­
do la lectura en 2 ejes, sujeto y verdad, y en cómo estos dos ejes pueden modular
el poema entero al hacerlos girar en 3 surcos particulares. El primero, no faltaba
más, es ese primer surco que encontramos: "A Julia de Burgos". En él, desde los
primeros 2 versos, la relación subjetiva parece tener 3 nodos en los que la malla
del tejido social se representa: "Ya las gentes murmuran que y o soy tu enemiga/
porque dicen que en verso doy al mundo tu yo". "Gentes", "Tú", y "Yo"... aparte
de "cosas", podríamos decir que nada más hay en el "mundo", y ciertamente las
"cosas" no parecen ser tan importantes en el mundo que propongo en esta lec­
tura.
Y bueno, si hablamos de un mundo, estamos hablando de las relaciones que
componen este mundo. Pues la relación entre el Yo del poema, de ese sujeto que
emerge del poema, y los demás componentes de ese mundo que es el poema, de
entrada está marcada por el enfrentamiento. La "gente" crea con su murmurar,

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con su decir, la enemistad entre Yo y Tú. La gente dice que Yo da en verso al


mundo el yo de Tú. O sea, que lo que el poema presenta es una sustancia/esencia
que coincide con una propiedad de Tú, del destinatario del poema. O sea, la
"gente" estipula una esencia de la que Tú es su manifestación. Para la "gente", Tú
es presencia y el poema indicio de la verdad que Tú esconde.
El tercer verso de este primer surco, quizás el que más fuerte ha calado de
todos los de Julia en el inconciente colectivo, sin embargo, re-enfoca la mirada
con la que el lector intenta atrapar un sentido de los versos: "Mienten, Julia de
Burgos. Mienten, Julia de Burgos". Entramos al poema en busca de sujeto y ver­
dad, y estamos ante la mentira. ¿Y qué es mentira? Pues lo dicho: que la forma del
sujeto textual cuya voz emerge del texto sea la de Tú. Por el contrario, se presenta
como verdad que esta voz sea la de Yo, y que entre Tú y Yo haya un abismo, ya
que "La que se alza en mis versos no es tu voz: es mi voz/ ... y el más profundo
abismo se tinde entre las dos".
Yo y Tú son 2. A primera vista, entonces, no parece haber coincidencia entre
Yo y Tú; o sea, entre esencia y manifestación social, entre Ser y su representación.
M entira aparte, Yo sí parece asumir el rol de enemistad que las "gentes" han
murmurado.
Es entonces en el ámbito de lo social en el que se cuaja la mentira, si Yo no es
Tú. Y si Yo no es Tú, Tú es también un sujeto ligado a las ataduras de lo social, a
las estructuras de las que participa y en las que se acomoda. Yo, en este primer
surco parece desligarse, des-sujetarse de ese Tú y fundar una nueva relación sub­
jetiva, con otra manifestación, con otra representación, que sólo puede lograrse
en lo textual, ahí donde estaría la verdadera voz de Yo.
Ahora bien, si entre Yo y Tú no parece
haber una relación armoniosa, ese "Mien­
ten", creo que se puede leer no sólo como
mentira dicha por una tercera persona del
plural (ellos, la "gente", mienten)... también
se puede leer como dicho por una segun­
da persona del plural: ustedes mienten.
Ustedes, aquí, refiriéndose a Tú, y a ellos,
la "gente". Unos por lo dicho, el otro, Tú,
por su relacionarse, por su aceptar, por su
participar de esa sociedad de la que Yo
busca excluirse.
Aquí, sin embargo, es notable que ese
acto de denuncia está acom pañado del
énfasis al nom bre: "M ienten, Ju lia de

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Burgos", lee el poema. "Mienten, Julia de Burgos", repite. El énfasis repetido, si


es válida la lectura del sujeto mentiroso como "ustedes", es brutal. Yo no sólo
acusa a la "gente", a la sociedad, de fabricar una mentira: acusa a su sustantivo, a
su nombre... Yo busca ser pronombre sin referente, des-sujetarse de todo vín­
culo extra-textual. Yo busca ser, en otras palabras, una verdad autónoma.

Dame tu hora perdida


Tras una serie de oposiciones en que se marcan en "A Julia de Burgos" las
diferencias entre Yo y Tú, a medida que avanza Poema en 20 surcos, me parece
que nos vamos dando cuenta del fracaso de ese intento: Yo no logra ser verdad
autónoma. Todo lo contrario. Por más que buscara librarse y ser un ente sin re­
ferente, encuentra en esa sociedad a la que desdeñó en un principio una convo­
catoria a la que no puede rehuir. El deseo de esa esencia podrá ser el de ser una
verdad pura, ideal, abstraída del mundo social, de lo contingente, pero por más
que lucha, más se sumerge en esa realidad, a veces asfixiante, que es la sociedad.
En "Dame tu hora perdida" la relación con el Tú del poema se abre a la
solidaridad. Ya en los primeros surcos la voz del sujeto poético ha encontrado
en la fuerza una característica con la que quiere identificarse (por ejemplo, "yo
viril destello de la humana verdad", "yo soy la vida, la fuerza, la mujer"). Ahora,
la utilidad que le encuentra a esta fuerza pretende ser la de cargar el peso que el
otro lleva a cuestas. Y parecería que el peso mayor del otro está en el vacío que
carga. Así lo vemos en varios versos que paso a citar: "De tu existencia múltiple
dame la hora perdida,/ cuando vacío de todo, no sientas la vida/ ... Entonces, ya
vacío de todo, con tu nada/ ... Yo te daré la nota más cierta de mi vida. / Tú me
darás la nada de tu hora perdida./ ...Tú me darás la nada de la inmortal mentira.
/... Y así, tú te darás en mí como si fuera/ mi vida un aletazo de la ida primavera/
... Y alzaremos en ritmo vibrante y alocado/ la sublime mentira de habernos en­
contrado".
Ciertamente ese Tú hacia quien se dirige el poema ya no es tan explícitamen­
te uno que habita en la interioridad de Yo, o que se manifiesta como exterioridad
que puede remitirse a Yo, pero la relación que establece es una marcadamente
íntima. Aquí Tú es de "existencia múltiple", como sujeto, como nodo en el tejido
social, es punto de encuentro con los otros sujetos con los que Tú se relaciona, y
cada relación, en alguna medida, implica una existencia.
Pues bien, este Tú da a Yo "la hora perdida". Lo dado, perdido entre las
palabras mismas del verso, y en las múltiples relaciones que configuran a Tú, pro­
pongo es "el ahora": "dam-el ahora-perdida", o sea el presente. Es decir, la po­
sición que Tú ocupa en el mundo, que se presenta como un proceso de vaciarse,
de drenarse. Y en el mundo, drenado, Tú no siente ya ni su vida. Entonces, culmi-

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nado en el presente el drenarse Tú hasta llegar a su nada, a su centro íntimo, que


sería su verdad excepto que ya no es confiable como verdad. Es entonces que
Tú y Yo pueden relacionarse como pares, intercambiando sus elementos ínti­
mos. Y si lo dado es el presente como nada, como verdad vaciada, el presente es
también mentira. Tú, así, no será dado por Yo, como se reitera en "A Julia de
Burgos", sino por sí mismo, volitivamente, en Yo, que pasa a ser el lugar del poema,
claro está, como de su enunciación. Yo, entonces, es el lugar de la enunciación
vibrante y alocada del poema, cuya verdad última sería no el encuentro entre T ú
y Yo, sino la unión en sacrificio de ambos. Si el encuentro es mentira, es porque,
en verdad, Tú y Yo se han disuelto.
Nada
En el décimo surco, "Nada", se presenta ya tematizada la relación ente vida
y nada, con una "filosofía" en la que se relacionan. Y si, como sabemos, la noción
de filosofía está ligada a la noción de "verdad", aquí esta noción se opone a la
"certeza" que el sujeto puede tener, lo único que puede confirmarse entre con­
cepto mental y realidad, entonces, y cito: "Como la vida es nada en tu filosofía, /
brindemos por el cierto no ser de nuestros cuerpos". El cuerpo es una verdad, o
es una verdad que hay un cuerpo que es nuestro, pero si de esta hipótesis aparen­
temente podríamos estar seguros, o darle certeza, la propiedad que se destaca
del cuerpo es su "no ser". Hay un cuerpo, y ese cuerpo no es Yo.
Pero es a través del cuerpo que el sujeto experimenta los goces de los que se
nutre la poesía, y si tales goces se ven reducidos a una nada, la relación erótica del
poema se desplaza hacia esta nada voluptuosa en la que se concentran los deseos.
En otras palabras, esta "nada" no sería ausencia de materia tanto como ausencia
de verdad... o por lo menos de verdad verdadera, ya que si se plantea la existen­
cia de una verdad, aquí esa verdad tiene un adjetivo muy peculiar, y cito: "Brinde­
mos por la nada del material reclamo / que se hunde y se levanta en tu carnal
deseo;/ como todo lo carne, relámpago, chispazo,/ en la verdad mentira sin fin del
Universo".
Desde este punto de vista, entonces, en su brindis el sujeto no estaría necesa­
riamente negando el alma con su brindis (como dice el poema: "Brindemos por
la nada, bien nada de tu alma/ que corre su mentira en un potro sin freno"), sino
que, así como la verdad del Yo se cuestiona, se cuestiona la verdad del alma: en
suma, se pone en tela de juicio la verdad de una identidad con la que se pueda
identificar, fuera de la persona que se construye en el poema.
En última instancia, el brindis que "Nada" propondría se resuelve en lo que
son, en mi opinión, cuatro de los más precisos versos de Julia... o por lo menos
mis quizás cuatro favoritos: "Brindemos por nosotros, por ellos, por ninguno;/
por esta siempre nada de nuestros nunca cuerpos;/ por todos, por lo menos;

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por tantos y tan nada;/ por esas sombras huecas de vivos que son muertos". En
este décimo surco termina una primera parte del poema, más íntima, y que se
abrirá en los restantes a una exploración más amplia del sujeto como ser inserta­
do en un contexto no sólo individual, sino colectivo, mundial. Parecería que esa
última excavación hacia lo hondo del individuo, en su búsqueda arqueológica,
no encuentra otra forma de manifestarse que no sea la de un decir elusivo, con­
tradictorio, así como lo han sido sus demás inquisiciones.
En la inclusión se excluye al sujeto pronominal, que somos nosotros, son
ellos, y a la vez es ninguno... También se excluye en la inclusión al tiempo, que es
siempre nada, de un cuerpo que es nunca. En fin, se incluye y excluye a los vivos
muertos, a los existentes dentro de una existencia sin verdad, de la "nada", que
son entonces, como en la caverna plátonica, sombras, y para rematar, sombras
huecas... Las categorías ontológicas que trabajaría el poema, ser, no ser, nada,
tenderían a referirse a un cuerpo que elude categorías, incluída la de su propia
verdad.
En resumen, y para concluir, el sujeto, ante todo, está sujeto-a, y si es sujeto,
si le aplica la categoría ontológica de ser, tiene como mínimo una verdad en la
que podría creer: soy, mi existencia tiene un cuerpo desde el que puedo enunciar
y enunciarme. Pero en Poema en 20 surcos parece identificarse un disloque entre
ese pronombre desde el que me articulo, Yo, y ese nombre por el que el resto del
mundo se refiere a mí. Yo no es Julia de Burgos. Ese significado que el mundo le
da a ese sustantivo no corresponde necesariamente a la esencia de esa verdad a la
que el nombre pretende hacer referencia. Si a primera vista ellos mienten, no es
del todo descabellado pensar que ustedes mienten. Los seres que ocupan el mundo
y que habitan en sociedad, mienten. En la escena que se representa en "A Julia de
Burgos", Yo le habla a Julia de Burgos, y es Yo quien dice, dirigiéndose a Julia,
respecto a ustedes, mienten. Julia de Burgos le miente a Yo; y si ese otro sujeto
que se supone refiera a mí me miente, aunque se reconozca la verdad de que Yo
tenga contenido, este contenido no sólo sería engañoso, sino sería engañante. Julia
le miente a Yo porque el ser de Julia, no sólo los atributos que ese nombre impli­
que en lo social, no corresponde a la verdad de Julia. Así, Yo no tiene forma de
conocer esta verdad... y si es así, de sí misma, Yo sólo puede conocer su natura­
leza pronominal.
Soy, pero sólo sé que soy, y de ese Yo que soy, sólo sé que es un instante en la
enunciación que para colmo no es su nombre. Si mi nombre me miente, no que
Yo me mienta, sino que Yo no puede creerme. La angustia existencial no sería
que no haya una verdad, o que la verdad sea inaccesible... Me parece que la an­
gustia profunda estribaría en que existe la mentira, y si existe la mentira, no hay
forma de saber ni de conocer, ni a Tú, ni a Yo, ni a nada, ni a nadie. Pero a pesar
de todo, la poesía parece decirnos que hay que apostar por algo.

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