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Universidad Autónoma de Santo Domingo

Prof. Sonia Gómez Díaz


Práctica de Lengua Española Básica I
Actividades basadas en ejercicios compartidos por el Mtro. Miguel Peña

Las siguientes actividades están basadas en el texto titulado “El alzado”. Durante la lectura,
encontrarás algunas preguntas que te ayudarán a monitorear tu proceso de comprensión, no son
para que las respondas por escrito, solo verificar que puedes responderlas en tu mente, si no
puedes hacer eso, sabes que debes devolverte y tratar de buscar la respuesta más atrás en el
mismo texto. Si deseas, puedes responderlas al lado de cada una, pero no es necesario. Luego,
aparecen varios ejercicios que sí debes realizar en torno a lo que leíste.

a) ¿Qué entiendes por “El alzado”?


Persona arrogante.

b) ¿Sabes algo sobre Juan Bosch?


Fue un escritor y presidente dominicano.

c) ¿Qué imaginas que pasa en el texto que sigue?


Los cuetos de Juan Bosch son acerca de los problemas sociales y/o económicos de un
campesino.

Juan Bosch
(República Dominicana, 1909-2001)

EL ALZADO
(Cuentos escritos antes del exilio, 1975) 

      SE LE HACEN charcos oscuros, lagunas de tinta. Claro: el sueño domina aunque no


queramos. Y en llevar bien abiertos los ojos y sensibles los oídos va la vida: en este camino,
cuando menos se espera desemboca un pelotón y ya está hecho. Bonita cosa dejarse matar sin
ver al viejo, después de tanta fatiga.
       Juan Antonio piensa:
       —Lo mejor será echarse al monte.
       La noche es terriblemente negra. Además, la tierra húmeda de lluvia reciente no deja oír
pisadas de caballos que vengan. A él mismo le es difícil verse las manos. Y ahora no recuerda
si aquí, a la derecha, hay alambrada. ¡Maldita memoria!
       El aire es frío, mojado. Sin duda que pronto lloverá de nuevo. Quiera Dios que a la
cabezada del río no sea así. De cualquier modo hay que llegar. Están, en primer lugar, el deseo
de ver al padre, de tranquilizarle; y en segundo, la necesidad de comer y descansar.

¿Comprendes por qué desea Juan Antonio llegar a su casa?

       —Por aquí, Morito; por aquí.


       El alzado le habla a su caballo como pudiera hacerlo a una persona. Tiene una voz ronca,
resonante. Y el animal entiende: tuerce a la derecha, echa cuesta arriba, por el barranco, y se
adentra en el bosque, sacudiendo en los flancos su enlodada cola.
       El rancho del viejo estaba ahí. Se veía como la copa de un árbol caído.
       El alzado se detuvo, comprendiendo que no debía hacer ruido. Juan Antonio sintió como
un crecimiento en el pecho y tuvo necesidad de respirar hondo. Hubiera querido tirarse y
llamar; pero se contentó con acariciar la crin de Moro. Le pareció después que se hundía algo:
la misma impresión que si el suelo, bajo los pies de su caballo, fuera de arena movediza. Se
rehízo pronto, silbo; y luego, cuando en el limpio del frente se acostó un cuadro de luz, llamó
con voz que le salió opaca:
       —¡Taita! ¡Taita!

¿Te diste cuenta que llegó a casa?

       Al abrazar al viejo le hizo daño sentirle tan huesudo, como si no tuviera carne. Él, en
cambio, era todo músculo. Y alto, además.
       No se dijeron una palabra. Entraron de brazos y Moro se quedo mordisqueando la grama.
De vez en vez le corría por la piel un temblor.
       El hijo se sentó en la hamaca, tiró a un rincón el sombrero de fieltro y se despojó del
revólver. Todo el cinturón era un alineamiento de balas. Luego se incorporó y puso el arma en
una silla.
       El viejo le miraba, le miraba: aquel mechón de cabellos lacios y negros, que le caía sobre la
frente como un chorro de alquitrán; y los ojos, pequeñitos y a flor de piel; y los dientes muy
blancos y muy parejos.

¿Cómo era la condición socioeconómica de los personajes?

       —Tú tienes hambre, ¿verdad, Juan? ¿Qué te preparo?


       —No, taita, nadita. Será mañana.
       La luz del hacho hacía bailar las sombras.
       Comenzó a desvestirse, pero al quitarse la camisa procuró que el padre no viera una
cicatriz que le atravesaba el pecho.
       —¿Y fue que te derrotaron? —preguntó el viejo.
       —Sí, hombre. Bueno… Un desbarajuste.
       Se quedó un rato silencioso, con la barbilla en la mano.
       —Pero eso no es nada —agregó—. Horitica estamos prendidos otra vez.
       Al viejo se le dibujo una sonrisa afilada. Sentía una brisa grata y fresca envolviéndole.
       —Asina es, hijo. Agora debes dormir.
       —Yo sí creo… ¡Tengo sueño…!
       Se le cerraban los párpados. Cada pierna y cada brazo le pesaban una barbaridad.
       —Taita —recomendó—, asegúreme a Moro donde pueda comer. Debe estar muerto de
hambre, el pobre.
       El viejo se incorporo. Al abrir la puerta oyó, blando y lejano, un mugido. Calculo dónde
estaría ese toro; después pensó:
       —Algún infeliz se está al morir.
       El cielo estaba encapotado y negro.

       Juan Antonio despertó a los ladridos. El corazón le dijo lo que sucedía y de un salto corrió
hasta la silla. Con el revólver en la mano, sigilosamente paso a la otra habitación. Su padre
dormía. Trató de ver por la rendija y en la penumbra adivino la línea de soldados, que a otro le
hubiera parecido una sinuosidad del terreno. Cuando volvió el rostro ya el viejo se había
incorporado.
       —Estoy cogido, taita —dijo secamente.
¿A quién buscaban los soldados?

       Y al cabo de un segundo agrego en poca voz:


       —Salga y diga que yo me entrego.
       El viejo palideció. Los iris se le hicieron pequeñitos como puntas de alfileres y miro a su
hijo con una mirada que hacía daño de tan dura. Se llego hasta él, sin hacer ruido, y sordamente
desgrano las sílabas del insulto:
       —Eso era lo último que yo esperaba de ti.

¿Qué era lo que el viejo esperaba que Juan Antonio hiciera?

       Juan Antonio no quiso entender el significado de esas palabras. ¿Acaso el padre lo creía
cobarde? Y apretó más el revólver, como queriendo deshacerlo a fuerza de dedos.
       Lentamente, como si nada sucediera, el viejecito todo huesos comenzó a vestirse. Después,
con paso seguro, atravesó su cuarto y llegó a la puerta que daba al camino. Resuelto, sin
titubeos, la abrió; y antes de que el sargento diera orden de disparar, deshizo la distancia que les
separaba y asombro a la soldadesca con su voz aplomada:
       —Mi hijo está ahí y se rinde si le aseguran que van a fusilarnos juntos.

¿Por qué crees que el viejo quería que los fusilaran juntos?

       Dijo, cruzó los brazos y se dio a ver cómo el sol comenzaba a poner oro en los cogollos de
los pinos.

Fin.

Actividades

I. Aquí le presento unas preguntas que ayudarán a comprender mejor el texto


anterior.
1. ¿Por qué el título es “El alzado”? ¿A qué crees que se refiere?
Juan Antonio, a pesar de que lo iban a matar, decidió ir a ver a su padre, por eso el
alzado, porque solo pensó en su deseo.
2. ¿Los hechos que acabas de leer se desarrollan en una época como la actual?
Justifique
3. ¿Cuáles palabras de las empeladas en el texto te ayudan a comprender la época y el
espacio socioeconómico en el que se desarrollan los hechos? Escribe al menos 5
Taita.
Asina es.
Horitica.
Encapotado.
Desbarajuste.
4. ¿Por qué el viejo se incomodó tanto cuando Juan Antonio le dijo que saliera y dijera
que él se entregaba?
Lo último que estaba esperando era que se rindiera, no quería que Juan se entregara,
al parecer estaba esperando que huyera.
5. ¿Por qué crees que Juan Antonio se quiso entregar tan fácilmente?
Porque había cumplido su deseo de ver a su padre antes de morir.
II. Explica que significan las siguientes expresiones extraídas del texto.
1. “…a otro le hubiera parecido una sinuosidad del terreno.”
Por la agudeza de su vista pudo ver que se trataban de soldados, si hubiera sido
otra persona que no tuviera agudeza visual pensaría que los soldados eran curvas
del terreno.
2. “…el sol comenzaba a poner oro en los cogollos de los pinos.”
El sol comenzaba a ilumina la parte más alta de los pinos, dando a entender que
estaba amaneciendo.

III. En el texto hay varias palabras en color rojo. Observa que la computadora te
marcas alguna de ellas porque tienen un error ortográfico. Otras, aun con el error,
no te las marca. También hay algunas en rojo que no tienen ningún error. Fíjate
que el sistema de acentuación de nuestra lengua necesita atención, pues hay casos
muy particulares. Tu tarea consiste en trascribir las palabras rojas y marcarles las
tildes a las que lo necesiten según su significado en el texto.
Silbó
Quedó
Dibujó
Incorporó
Calculó
Pasó
Adivinó
Agregó
Miró
Llegó
Desgranó
Asombró

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