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ACERCARNOS A DIOS 

NOS HACE BIEN (17-01-2018)

Salmo 73:21 Se me afligía el corazón y se me amargaba el ánimo 22 por mi necedad e ignorancia.


¡Me porté contigo como una bestia!
23 Pero yo siempre estoy contigo, pues tú me sostienes de la mano derecha.
24 Me guías con tu consejo, y más tarde me acogerás en gloria.
25 ¿A quién tengo en el cielo sino a ti? Si estoy contigo, ya nada quiero en la tierra.
26 Podrán desfallecer mi cuerpo y mi espíritu, pero Dios fortalece mi corazón; él es mi herencia
eterna.
27 Perecerán los que se alejen de ti; tú destruyes a los que te son infieles.
28 Para mí el bien es estar cerca de Dios. He hecho del SEÑOR Soberano mi refugio para contar todas
sus obras.
 
Muchos pasamos por crisis de fe, esto sucede porque nos comparamos con otras personas que no están con
Dios, que prosperan y parece que todo les sale bien y/o porque hemos descuidado nuestro tiempo con Dios y
se ha deteriorado paulatinamente nuestra relación con nuestro Padre Celestial, llevándonos al desaliento
espiritual, siendo infructuosos para Dios. Empezamos entonces, a colocar la mirada en lo terrenal y no en lo
celestial donde está Cristo, olvidándonos que aquí todo es pasajero, efímero, superficial y material; que la
prosperidad de los impíos no durará para siempre y no solamente este aspecto sino que se nos pierde de vista
el tamaño de la salvación de nuestro Buen Dios que tan alto costo pagó por ella.

Salmo 73:1 En verdad, ¡cuán bueno es Dios con Israel, con los puros de corazón!
2 Yo estuve a punto de caer, y poco me faltó para que resbalara.
3 Sentí envidia de los arrogantes, al ver la prosperidad de esos malvados.
4 Ellos no tienen ningún problema; su cuerpo está fuerte y saludable.
5 Libres están de los afanes de todos; no les afectan los infortunios humanos.
6 Por eso lucen su orgullo como un collar, y hacen gala de su violencia.
7 ¡Están que revientan de malicia, y hasta se les ven sus malas intenciones!
8 Son burlones, hablan con doblez, y arrogantes oprimen y amenazan.
9 Con la boca increpan al cielo, con la lengua dominan la tierra.

 El salmista autor de esta pieza bíblica, se llama a sí mismo torpe y se compara con una bestia, reconociendo su
falta de entendimiento espiritual. Por estar mirando alrededor cómo “viven terrenalmente bien” los impíos, se
deja influenciar y termina apartándose del Señor, llegando inclusive a pensar que la vida cristiana es vana.
Muchos creyentes en tiempos de vacas flacas entran en desánimo y se plantean para qué sirve tanta negación
y sufrimiento que han soportado siguiendo los principios de Dios, mientras que los no creyentes “viven mejor”.
Tengamos cuidado de no llegar a este punto, no nos podemos dejar llevar por las apariencias recordemos lo
que dijo el Señor Jesús:

Mateo 16:26 ¿De qué sirve ganar el mundo entero si se pierde la vida? ¿O qué se puede dar a cambio
de la vida?
27 Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces
recompensará a cada persona según lo que haya hecho.

La única solución a toda esta equivocación existencial, es renovar nuestra comunión con Dios, para que
tengamos nuevamente la perspectiva bíblica de una vida en el espíritu con correspondencia a un cuerpo
espiritual fortalecido únicamente en Cristo para enfrentar toda circunstancia y así ser partícipes de la
resurrección que Cristo prometió tantas veces para sus discípulos. Es en el templo, en el lugar de reunión de
los hijos de Dios, de los discípulos de Cristo, de su pueblo, de su iglesia, en donde a Dios le a placido poner sus
oídos, sus ojos y su corazón, es allí en donde a través de la comunión de los unos con los otros por medio de la
fe que las oraciones, las alabanzas y la adoración manifiestan; es el lugar donde podremos ver que en términos
de corto, mediano y largo plazo, Dios mismo nos mostrará la inseguridad y la falta de esperanza de los que
están sin Dios, pues sus juicios vienen y su trágico final les llegará con la condenación eterna que su
descuidada y vana manera de vivir les acarreará.
 
2 Crónicas 7:14 Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su mala
conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré su tierra.
15 Mantendré abiertos mis ojos, y atentos mis oídos a las oraciones que se eleven en este lugar.
16 Desde ahora y para siempre escojo y consagro este templo para habitar en él. Mis ojos y mi corazón
siempre estarán allí.

Para reafirmar nuestra fe y poder mantener en nuestro existir la perspectiva divina de la perfecta salvación
por Cristo ofrecida, debemos cultivar una continua relación con Dios, meditar y aplicar su Palabra a los asuntos
cotidianos y asistir regularmente al templo para tener comunión con otros creyentes. Esta es la práctica y
manifestación exterior de una vida cristiana, pero en nuestra vida interior privada, en nuestra existencia
espiritual que se lleva a cabo en nuestra mente y en nuestro cuerpo; es en este otro templo en donde se gesta
las manifestaciones externas y es por esto importantísimo que nuestra intimidad con Dios sea permanente, y
verdaderamente sincera, aprendiendo a vivir delante de sus ojos, cohabitando con su Espíritu Santo en
nuestro inmaculado y santificado templo de nuestro cuerpo, para ofrecerle la mejor y cómoda permanencia de
su divinidad en nosotros y así saber aplicar su palabra en toda circunstancia de la vida, para poder adorarlo en
espíritu y en verdad cómo nos lo enseñó el Señor Jesús cuando le hablaba a la mujer Samaritana.

Juan 4:22 Ahora ustedes adoran lo que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos, porque la
salvación proviene de los judíos.
23 Pero se acerca la hora, y ha llegado ya, en que los verdaderos adoradores rendirán culto al Padre en
espíritu y en verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren.
24 Dios es espíritu, y quienes lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.
25 —Sé que viene el Mesías, al que llaman el Cristo —respondió la mujer—. Cuando él venga nos
explicará todas las cosas.
26 —Ése soy yo, el que habla contigo —le dijo Jesús.

Si tenemos dudas, si desfallecemos, si nos debilitamos, volvamos a Dios y no nos separemos más de Él porque
Él es fiel y nunca nos abandonará; en el pasaje anterior la samaritana sabía que Jesús le podía explicar y
revelarle todas las cosas y por esto aún cuando tambaleamos, Dios nos dice que no temamos porque Él nos
tiene tendida su mano diestra siempre. Su presencia, su ayuda, su dirección siempre han estado ahí. Como el
salmista, debemos declarar nuestra plena confianza en Dios y digámosle al Señor Jesús que Él es nuestra
esperanza de abundante vida: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? Y fuera de ti nada deseo en la tierra”.
Confiemos en su fidelidad en tiempos de desánimo, y no codiciemos los valores del mundo.

Jesús consuela a sus discípulos: Juan 14:1 »No se angustien. Confíen en Dios, y confíen
también en mí.
2 En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a
prepararles un lugar.
3 Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté.
4 Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy.

Cuando es el propio Señor Jesús que nos certifica que tenemos una eternidad asegurada a su lado con vivienda
incluida, sabiendo que estaremos con quien multiplica los panes y los peces, el mismo que sanaba toda
enfermedad y que restauraba las vidas de los perdidos, el que calmaba las tempestades y caminó sobre las
aguas, el que reprendía y echaba afuera a los espíritus de maldad, el que venció la muerte y resucito muertos;
ante esta realidad creo que no debemos tener ninguna duda acerca de para quien debemos vivir y a quien
debemos servir, no debemos dudar nunca de quien todo lo bueno, lo perfecto y lo eterno está en sus manos.

Hebreos 4:16 Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y
hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos.

Hebreos 10:22 Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la
fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura.
23 Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa. Amén y
amén.

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