“Quédate con nosotros, Señor” EVANGELIO Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Lectura del santo Evangelio según san Juan 14, 1-6 En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas estancias; si no fuera así, ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino». Tomás le dice: «Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Jesús le responde: «Yo soy el Camino y la Verdad, y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí». Palabra del Señor. PRIMERA LECTURA Dios ha cumplido su promesa resucitando a Jesús. Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 13, 26-33 En aquellos días, cuando llegó Pablo a Antioquía de Pisidia, decía en la sinagoga: «Hermanos, hijos del linaje de Abrahán y todos vosotros los que teméis a Dios: a nosotros se nos ha enviado esta palabra de salvación. En efecto, los habitantes de Jerusalén y sus autoridades no reconocieron a Jesús ni entendieron las palabras de los profetas que se leen los sábados, pero las cumplieron al condenarlo. Y, aunque no encontraron nada que mereciera la muerte, le pidieron a Pilato que lo mandara ejecutar. Y, cuando cumplieron todo lo que estaba escrito de él, lo bajaron del madero y lo enterraron. Pero Dios lo resucitó de entre los muertos. Durante muchos días, se apareció a los que lo habían subido con él de Galilea a Jerusalén, y ellos son ahora sus testigos ante el pueblo. También nosotros os anunciamos la Buena Noticia de que la promesa que Dios hizo a nuestros padres, nos la ha cumplido a nosotros, sus hijos, resucitando a Jesús. Así está escrito en el salmo segundo: “Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy”». Palabra de Dios. Sal 2,6-7.8-9. 10-11 R. Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy. Yo mismo he establecido a mi Rey en Sión, mi monte santo». Voy a proclamar el decreto del Señor; él me ha dicho: «Tú eres mi Hijo: yo te he engendrado hoy. R. Pídemelo: te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra: los gobernarás con cetro de hierro, los quebrarás como jarro de loza». R. Y ahora, reyes, sed sensatos; escarmentad, los que regís la tierra: servid al Señor con temor, rendidle homenaje temblando. R. Meditación personal Buenos días, Señor. Te doy gracias Señor porque somos el centro de tus ojos, te dedicas por entero a nosotros, a mí, aunque muchas veces te aparto o te pongo en segundo lugar, sabiendo que tú eres el dueño de todo, haces todo, y facilitas todo. En el día de hoy te ofrezco mi oración y mi trabajo. MEDITACIÓN DE NUESTRO PÁRROCO https://youtu.be/PNlDZI7FAEQ OFRECIMIENTO DE OBRAS Ven, Espíritu Santo, inflama en mi alma las ansias redentoras del Corazón de Cristo para que ofrezca de veras mi persona y obre, en unión con Él, por la redención del mundo. Señor mío y Dios mío Jesucristo, por el Corazón Inmaculado de María, me consagro a Tu Corazón y me ofrezco contigo al Padre, en tu santo sacrificio del altar. Con mis oraciones y trabajos, sufrimientos y alegrías de hoy, para el perdón de nuestros pecados y para que venga a nosotros Tu Reino. Te pido, en especial, por el Papa, los obispos, los sacerdotes, los diáconos y los seminaristas. ¡Oh, Señora mía!, ¡oh, Madre mía!, hoy me entrego enteramente a ti y en prueba de mi filial afecto, te consagro en este día, mis ojos, mis oídos, mi lengua, mi corazón, en una palabra, todo mi ser, ya que soy toda tuya ¡oh, Madre de Bondad!, guárdame y defiéndeme como cosa y posesión tuya. Amen. INTENCIONES DEL PAPA. Intención de oración universal para el mes de mayo de 2022: “Recemos para que los jóvenes, llamados a una vida plena, descubran en María el estilo de la escucha, la profundidad del discernimiento, la valentía de la fe y la dedicación al servicio” COMENTARIO LECTURAS “Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros”. El amor personal reclama la presencia de la persona amada, por ello Cristo quiere que donde está Él estemos también nosotros. Para ello nos preparará un lugar. No se trata ciertamente de que nos “habilite un lugar” en el cielo, sino de preparar nuestro corazón para amar como Él ama, preparar nuestra vista para poder mirar a Dios “cara a cara” y no quedar deslumbrados por el que es la Luz. Es una preparación que el Espíritu de Jesús va operando en nosotros, pero no sin nuestra colaboración, como dice San Agustín en las Confesiones, “Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti”. Pero con la seguridad que nos da la certeza de que es Cristo mismo quien quiere que estemos con él. Ciertamente que nunca podremos merecer semejante regalo, pero Dios está empeñado en hacérnoslo. Sólo hay que aceptarlo. “Me siento muy contenta de irme pronto al cielo, decía Santa Teresita del Niño Jesús. Pero cuando pienso en aquellas palabras del Señor: ‘Traigo conmigo mi salario, para pagar a cada uno según sus obras’, me digo a mí misma que en mi caso Dios va a verse en un gran apuro: ¡Yo no tengo obras! Así que no podrá pagarme ‘según mis obras’ … Pues bien, me pagará “según las suyas…” (Carta 226). Por eso “No se turbe vuestro corazón, creed en Dios y creed también en mí”. Ojalá aprendiéramos a vivir cada día con esta esperanza. Nuestra concepción del tiempo debe estar impregnada de esa esperanza, no hay una fuerza, un destino ciego, “se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino” (Benedicto XVI, Enc. “Spes salvi”, 1). El fundamento de esta esperanza es lo más fiel y seguro que existe: el amor que Dios mismo nos tiene a cada uno de nosotros. Una esperanza que “no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que se nos ha dado” (Rm 5, 5). Quien se sabe tocado por este amor ha sido capacitado para vivir en esperanza, en la convicción de que Él nos llevara consigo. Con esto el Señor no nos dice que no experimentaremos problemas y dificultades en nuestra vida, pero si nos dice que pasarán, que no tienen la última palabra. “Una gran señal apareció en el cielo: Una mujer vestida de sol, la luna bajo sus pies, y sobre su cabeza una corona de doce estrellas”. Es muy importante mirar a esa señal. Vivir de una esperanza es vivir de algo que promete Dios y no debemos dejar de mirar a lo que se nos ha prometido. (Fuente: archidiócesis de Madrid) LECTURA PATRÍSTICA Muchos senderos, pero un solo camino San Clemente Romano I Corintios 36,1-2, 37-38 Jesucristo es, queridos hermanos, el camino en el que encontramos nuestra salvación, él, el pontífice de nuestras ofrendas, el defensor y protector de nuestra debilidad. Por él contemplamos las alturas del cielo; en él vemos como un reflejo del rostro resplandeciente y majestuoso de Dios; gracias a él se nos abrieron los ojos de nuestro corazón; gracias a él nuestra inteligencia insensata y llena de tinieblas quedó repleta de luz; por él quiso el Dueño soberano de todo que gustásemos el conocimiento inmortal, ya que él es reflejo de la gloria del Padre y está tanto más encumbrado sobre los ángeles, cuanto más sublime es el nombre que ha heredado. Militemos, por tanto, hermanos, con todas nuestras fuerzas, bajo las órdenes de un jefe tan santo. Pensemos en los soldados que militan a las órdenes de nuestros emperadores: con qué disciplina, con qué obediencia, con qué prontitud cumplen cuanto se les ordena. No todos son prefectos, ni tienen bajo su mando mil hombres, ni cien como centuriones, ni cincuenta, y así de los demás grados; sin embargo, cada uno de ellos lleva a cabo, según su orden y jerarquía, las ordenes del emperador y de los jefes. Los grandes no pueden subsistir sin los pequeños, ni los pequeños sin los grandes; todos se hallan entremezclados, y de ahí surge la utilidad. Tomemos el ejemplo de nuestro cuerpo: la cabeza nada puede sin los pies, ni los pies sin la cabeza; los miembros más insignificantes de nuestro cuerpo son necesarios y útiles al cuerpo entero y colaboran mutuamente en bien de la conservación del cuerpo entero. Que se conserve también entero este cuerpo que formamos en Cristo Jesús; sométase cada uno a su prójimo respetando los carismas que cada uno ha recibido. El fuerte cuide del débil, y el débil respete al fuerte; el rico sea generoso con el pobre, y el pobre alabe a Dios que le ha proporcionado alguien para remedio de su pobreza. Que el sabio manifieste su sabiduría no en palabras, sino en buenas obras, y que el humilde no haga propaganda de sí mismo, sino que aguarde que otro dé testimonio de él. El que guarda castidad, que no se enorgullezca, puesto que sabe que es otro quien le otorga el don de la continencia. Pensemos, pues, hermanos, de qué polvo fuimos formados, qué éramos al entrar en este mundo, de qué sepulcro y de qué tinieblas nos sacó el Creador que nos plasmó y nos trajo a este mundo, obra suya, en el que, ya antes de que naciéramos, nos había dispuesto sus dones. Como quiera, pues, que todos estos beneficios los tenemos de su mano, en todo debemos darle gracias. A él la gloria por los siglos de los siglos. Amén. (Fuente: Eprex) SANTORAL Nuestra Señora del Rosario de Fátima. Santos: Juan Silenciero, Pedro Regalado, Mucio, Sergio, Valeriano, Alberto de Ogna, confesores; Onésimo, Natalio, Flavio, Servacio o Gervasio, Marcelino, obispos; Gliceria, Agripa, Dominga, Argéntea, Eutimio, Juan, mártires; Pedro Nolasco, Andrés Huberto Fournet, fundadores; Inés, abadesa; Dióscola, virgen. Es una advocación de la Virgen Santísima a la que está ligado de una manera inseparable el «secreto», y a este, notables influencias en acontecimientos ideológicos, morales, políticos, sociológicos y espirituales del hombre a lo largo del siglo XX. Todo comenzó en una aldea de Portugal, concretamente en el municipio de Vila Nova de Ourém, dentro de la diócesis de Leiria. Los protagonistas de esta historia fueron tres pastorcillos: Lucía dos Santos –de diez años– y sus dos primos, Francisco Marto y Jacinta, algo menores que ella. Por tres veces, a lo largo del año 1916, tuvieron apariciones de un ángel en la colina del Cabeço y en el huerto de Lucía. Pero, dentro de lo extraordinario, si todo hubiera quedado en esto, no habría estado el mundo pendiente de Fátima ni de lo que dijeran o hicieran aquellos niños pastores. Lo realmente llamativo –un verdadero trallazo para la nación portuguesa y a través de ella para el mundo– fueron las seis apariciones de la Virgen Santísima desde el 13 de mayo hasta el 13 de octubre del año 1917. El 13 de mayo, los tres niños pastoreaban los rebaños de sus padres a unos dos kilómetros de Aljustrel, en el lugar llamado Cova de Iria. El sol está en su cenit, es medio día. De repente se vieron sorprendidos y deslumbrados por una explosión de luz; piensan que es un relámpago y, en previsión de una próxima tormenta, se disponen a reunir al rebaño, pero una nueva explosión luminosa les detiene. A la derecha, sobre una encina, en el centro de una gran aureola que también les envuelve a ellos, ven a una señora muy bella y más brillante que el sol. Les promete que no les hará daño, responde a algunas preguntas de Lucía, les revela algunos secretos y les pide su presencia todos los días 13 hasta octubre con la promesa de revelarles quién es ella, qué quiere de ellos y qué espera de los tres. Solo ha hablado Lucía, Jacinta ha visto y escuchado, Francisco solo vio. El día 13 de octubre hay sesenta mil personas en el mismo lugar. Llueve torrencialmente, pero todos aguantan y ni los enfermos se van de aquel lodazal. Acompañando a los niños, se reza el rosario, se pide perdón, se suplican favores y todos esperan anhelantes. En esta aparición dirá la bella señora que es «La Señora del Rosario», y lo que pide es un cambio de vida para no ofender más con pecados a su Divino Hijo; ruega que se rece el rosario y que se haga penitencia; promete el fin de la guerra si los hombres se convierten. También el signo prometido llegó. A la voz de Lucía «Miren el sol», se apartaron las nubes, apareció el sol, se secó al instante lo mojado, el disco luminoso comenzó a girar vertiginosamente sobre sí mismo lanzando haces de luz en todas direcciones, mudando el color y el tono; el firmamento, los árboles, las rocas y la masa de gente presente aparecen varias veces teñidos de rojo, de verde, de amarillo, de azul o de violeta en un fenómeno que duró de dos a tres minutos. El sol se detiene para comenzar de nuevo su danza luminosa más intensa y deslumbrante con mayor movimiento y colorido. Y así, varias veces se repitió el espectacular e inaudito movimiento solar por espacio de unos diez minutos. Entre mayo y octubre, la Señora pidió a los tres pastorcillos el rezo del rosario, frecuentes mortificaciones por los muchos pecados de los hombres que ofenden tanto a Dios, y para lograr la conversión de los pecadores. Les afirmó la pronta muerte de Francisco y de Jacinta – Lucía se quedaría algún tiempo más para ser el instrumento que difundiera en el mundo la devoción a su Inmaculado Corazón–. Aprendieron de la Señora la jaculatoria: «Jesús, perdónanos; líbranos del fuego del infierno; lleva a todas las almas al Cielo, principalmente a los que más lo necesitan» para recitarla siempre detrás del Gloria. Y por la Señora también conocieron el «secreto» que a nadie debían decir. El Portugal de la época, incrédulo y perseguidor de la religión, se sintió zarandeado por tres niños que, sin sabiduría ni fuerza, iban arrastrando cada día 13 a cientos y luego miles de personas que rezaban, se arrepentían, pedían por los pecadores, y miraban sin ver sobre el carrasco en donde los videntes hablaban, escuchaban y veían a la Señora. Las numerosas curaciones milagrosas contribuyeron a que Cova de Iria fuera el comienzo de un reflorecimiento mariano que llevaba al mayor milagro: a una transformación religiosa y moral de la nación portuguesa. El obispo José Alves Correia de Silva decidió autorizar el culto a Nuestra Señora de Fátima en el año 1930. En 1946 coronó solemnemente la imagen de la Virgen el cardenal Masela. Fátima recibió el 13 de octubre del año 1951 a un millón de peregrinos para la clausura del Año Santo. El papa Pablo VI peregrinó a Fátima el 13 de mayo de 1967. Otro 13 de mayo, el del año 2000, celebrando la Iglesia universal el Gran Jubileo del comienzo del Tercer Milenio de la Redención, han sido beatificados en Fátima por el papa Juan Pablo II los dos pastorcillos, Francisco y Jacinta, estando presente la tercera de las videntes, Lucía, aún viva y con buen humor. ¿El «secreto»? Ah, sí. Lo puso por escrito Lucía con permiso del Cielo y por pura obediencia. Hablaba de la visión que tuvieron del infierno, de la futura guerra mundial, de la conversión de Rusia –los pastorcillos pensaban entonces que esta debía ser una señora muy mala–, de una multitud de mártires cristianos, de la masacre de muchos sacerdotes y obispos, y hasta de un «obispo vestido de blanco» que caía ensangrentado por odio a la fe. ¿Sabes que el «muro de Berlín» –bastión emblemático de la cultura atea– se derrumbó solo a pocos meses de que el Papa polaco consagrara a la Iglesia y al mundo al Inmaculado Corazón de María en Czestochowa, después de haber recabado el consentimiento al episcopado católico? ¿Sabes que la Virgen de Fátima tiene en su corona –fue un agradecido regalo papal– la bala que estuvo a punto de matar a Juan Pablo II en el intento de asesinato del año 1981 en la Plaza de San Pedro? ¿Sabes que el mensaje central de Fátima –conversión, rosario, penitencia por los pecados, conversión de los pecadores– conserva toda su fuerza y vigor? (Fuente: archidiócesis de Madrid) ORACIÓN A SAN JOSÉ Oh, José, custodio amante de Jesús y de María, enséñame a vivir en tan dulce compañía, sé mi maestro y mi guía en la vida de oración, dame paciencia alegría y humildad de corazón. No me falte en este día tu amorosa protección y en mi última agonía tu piadosa intercesión. ¡San José, patrono de la Iglesia Universal, ruega por nosotros! POR LOS NO NACIDOS Dios te salve, María, llena eres de gracia, el Señor está contigo bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén Padre Nuestro Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Amén. Oración por los cristianos perseguidos Dios nuestro, que en tu misteriosa Providencia has querido asociar a tu Iglesia a los sufrimientos de tu Hijo, concede a los fieles que sufren persecución a causa de tu Nombre, el don de la paciencia y de la caridad, para que puedan dar testimonio fiel y creíble de tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo. Amén.