1.

Realice un breve resumen de la lectura resaltando los

aspectos más importantes contenidos en ella
En las islas carolinas de la micronesia, se encuentra una isla
llamada Yap que tiene una población aproximada de 6 mil
personas, en 1903 un antropólogo norteamericano visitó la isla y
quedó impresionado con el sistema monetario de la isla.
Los isleños utilizaban un tipo de piedra debidamente labrada y
conformada como representación de dinero, los isleños llamaban a
su dinero fei. El fei consiste en una ruedas de piedra de diferentes
diámetro con un agujero en el centro, una característica muy
especial de este dinero es que no tiene que estar en
posesión de su propietario para realizar una transacción, cuando
las transacciones a realizar requerían movilizar grandes cantidades
de piedras, el nuevo dueño se conformaba con la declaración

m
er as
formal de cesión incluso sin marcarlas y mover el dinero de lugar.

co
eH w
Existía incluso dentro de la isla una familia muy acaudalada que
basaba su fortuna en un fei que se encontraba en el fondo del

o.
mar, pero cuyo valor era reconocido debido a que en el momento
rs e
en que cayó al mar las personas que se encontraban en la
ou urc
embarcación que lo transportaba, atestiguaron las dimensiones y
calidad del mismo.
o

En cierta ocasión se les ordenó a los jefes de distrito que debían

aC s

reparar las vías de la isla, orden que los jefes ignoraron hasta que
vi y re

el gobierno decidió imponer una multa por desobediencia y la

manera de imponer esta multa era marcar con una cruz de pintura
negra cierto número de feis muy valiosos, solo al recibir esta multa
ed d

los jefes de distrito de la isla se motivaron a cumplir la orden del

ar stu

gobierno.
Casos como la multa impuesta a los jefes de distrito de la isla Yap,
en la que una simple marca era suficiente para cambiar la
is

apreciación que se tiene un bien, en este caso los feis marcados,

Th

se pueden ver en otras partes del mundo. Un caso parecido

sucedió en los estados unidos en 1932 cuando se marcó cierta
cantidad de oro para indicar que había cambiado de dueño, esta
simple acción desencadeno una serie de consecuencias para la
sh

economía.
2. Explique desde su punto de vista ¿Por qué esto es una
historia de Macroeconomía?

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 Es una historia Macroeconómica debido que muestra que casi
cualquier bien que cumpla con ciertas características se puede
utilizar como dinero.

3. Qué análisis hacen ustedes del fei como dinero:

a. Describa cuál es su conveniencia (Características del
dinero)
- Permite realizar transacciones en la isla Yap
- Es fácil de usar
- No es necesario que el propietario tenga los feis en
su poder para realizar una operación comercial.
- Las transacciones se pueden confirmar con una
simple declaración formal de cesión.

m
er as
b. Explique las funciones del dinero basado en el fei

co
- El fei servia como medio de pago

eH w
- Era un deposito de valor

o.
- Servia como medio de intercambio
rs e
ou urc
4. Explique en detalle, ¿qué determina la aceptación de algún
tipo de dinero en una sociedad?
Para que se acepte socialmente un objeto como dinero de cumplir
o

con ciertas características, debe ser fácil de usar, que se pueda

aC s

utilizar para realizar operaciones de intercambio.

vi y re

5. Coloque algún ejemplo que conozca o del que haya leído.

Antes de que existiera el dinero actual, se utilizaban diferentes
ed d

cosas como la sal, la pimienta, las conchas de mar, el ganado, el

ar stu

oro.

6. ¿Creen que los indígenas de la isla Yap estaban locos al

is

considerar una simple piedra llamada fei como símbolo de

su riqueza? Justifique muy bien su respuesta.
Th

No estaban locos para nada, ya que el dinero en si representa un

medio de intercambio y por tal razón cualquier objeto que cumpla
sh

para representar este intercambio se puede considerar como

dinero.
7. Basados en su experiencia personal, explique ¿cómo actúa
el dinero sobre el ser humano y la sociedad?

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 El dinero otorga a la persona que lo posee una distinción sobre las
otras, entrega muchas veces una posición social diferente, a nivel
de sociedad el dinero crea lo que conocemos como clases sociales.

8. Mirando desde lo que entiende de Macroeconomía

Economía ¿Cuál es la moraleja de la historia de la familia
que perdió su piedra en el fondo del mar?
La moraleja que podría sacar de esta historia, es que el valor del
dinero no depende del material en el que esté hecho, la ubicación
en que se encuentre, sino de la percepción de valor que tienen las
personas con las que se realicen las transacciones de intercambio.

La Isla del Dinero de Piedra Milton Friedman

m
er as
Entre 1899 y 1919 las Islas Carolinas de la Micronesia fueron una

co
colonia alemana. La más occidental del archipiélago es la isla de

eH w
Uap, o Yap, cuya población en la época oscilaba entre cinco mil y

o.
seis mil habitantes. En 1903, un antropólogo norteamericano
rs e
llamado William Henry Furness III pasó varios meses en la isla y
ou urc
escribió un libro fascinante sobre los hábitos y costumbres de sus
pobladores. En particular, le impresionó el sistema monetario de
los isleños, y por eso dio a su libro el mismo título que yo he dado
o

a este capítulo, La Isla del Dinero de Piedra (1910).

aC s
vi y re

“Como no hay yacimientos de metales en la isla, tuvieron que

recurrir a la piedra; esa piedra, debidamente labrada y
conformada, viene a ser allí una representación tan auténtica del
ed d

trabajo humano como el dinero de pueblos civilizados hecho de

ar stu

metal, extraído de las minas y acuñado.

“A su medio de cambio le llaman fei, y consiste en unas ruedas de

piedra grandes, gruesas y macizas, que van de un diámetro de 30
is

centímetros a 3.60 metros, en cuyo centro hay un agujero, de

Th

distinto tamaño según el diámetro de la rueda, que permite la

inserción de un palo lo suficientemente largo y grueso como para
soportar el peso de aquella y facilitar su transporte.
sh

Estas ”monedas” de piedra se hacen de una caliza que se

encuentra en otra isla, a unas cuatrocientas millas de distancia,
que es donde están las canteras; una vez labradas, se
transportaban a Uap en las canoas y las balsas de algunos osados
navegantes nativos. “Una característica notable de este dinero de

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 piedra es que éste no tiene por qué hallarse necesariamente en
poder de su propietario. Cuando se realiza una operación cuyo
precio implicaría tener que mover una cantidad excesiva de fei, el
nuevo dueño de éstos se contenta con la mera declaración formal
de cesión y, sin molestarse siquiera en marcar las monedas, éstas
quedan en el recinto de su antiguo propietario.

“Un amigo mío, Fatumak, me aseguró que en la aldea vecina

residía una familia cuya riqueza indiscutible -admitida por todos-
no había sido vista ni tocada por nadie, ni siquiera por la familia en
cuestión. Consistía en un fei enorme, cuyo tamaño se sabía sólo
por tradición, ¡ya que, durante las dos o tres generaciones últimas,
había permanecido sepultado en el fondo del mar! Hacía muchos
años que uno de los antepasados, durante una expedición en
busca de fei, había dado con esa piedra de notable tamaño y de

m
er as
valor incalculable. La embarcaron en una balsa para remolcarla

co
hasta la isla, pero entonces se declaró una fuerte tormenta y los

eH w
expedicionarios, para salvar la vida, se vieron obligados a cortar

o.
amarras y la piedra se hundió, desapareciendo para siempre.
rs e
Cuando llegaron a la aldea, todos atestiguaron que el fei era de
ou urc
proporciones magnificas y de calidad extraordinaria, y que no se
podía culpar al propietario por haberlo perdido. En consecuencia,
todos admitieron de buena fe que el mero accidente del naufragio
o

carecía de importancia, y que unos cientos de pies de profundidad

aC s

no perjudicaban al valor de la pieza, que ya había sido tallada en

vi y re

la forma tradicional. Y así, el poder adquisitivo de esa piedra sigue

aceptándose como válido, a igual título que si aquella
permaneciese a la vista de todos, apoyada contra la pared de la
ed d

casa de su dueño.
ar stu

“En Uap no hay vehículos de ruedas ni, por tanto, caminos para
carros, pero siempre han existido vías de comunicación
claramente delineadas entre los diferentes poblados. Cuando el
gobierno alemán asumió la soberanía sobre las islas Carolinas,
is

compradas a España en 1898, muchos de estos senderos o vías se

Th

hallaban en muy malas condiciones. Los jefes de distrito recibieron

notificación de que debían repararlos y restaurar su
funcionamiento normal. Aquellos bloques de coral apenas
sh

desbastados eran desde luego su suficientemente buenos para los

pies de los nativos, de modo que, pese a reiterárseles varias veces
la orden, ésta siguió sin cumplirse. Por último se decidió imponer a
los jefes una multa por desobediencia, pero ¿de qué manera se
cobraría esa multa? Alguien tuvo la feliz ocurrencia de enviar un
hombre a cada failu y a cada pabai de los distritos insumisos,

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 donde se limitaba a marcar con una cruz de pintura negra cierto
número de los fei más valiosos, demostrando así que éstos
quedaban embargados por las autoridades.
“La medida funcionó como por encanto; los nativos, así
desposeídos de sus más preciados bienes, se pusieron a reparar
los caminos de punta a punta de la isla, a tan buen efecto que han
quedado como auténticas carreteras. Entonces las autoridades
despacharon otra vez a sus agentes para que borrasen las cruces.
Dicho y hecho, la multa quedó saldada, y los felices failus
recobraron la posesión de su capital y su prístina riqueza (pp. 93,
96-100)".

La reacción inicial de un lector normal y corriente se parecerá

seguramente a la mía ”¡Qué absurdo! ¡Y cómo puede ser tan
ilógica la gente!” Sin embargo, antes de ponernos a criticar con

m
er as
demasiada severidad a los ingenuos aborígenes de Yap, vale la

co
pena contemplar un episodio sucedido en los Estados Unidos, que

eH w
habría suscitado quizá la misma reacción de aquellos isleños. En

o.
1932-33, el Banco de Francia, temeroso de que los Estados Unidos
rs e
modificasen el patrón oro, prescindieron del cambio tradicional de
ou urc
20,67 dólares la onza, solicitó al Banco de la Reserva Federal de
Nueva York la conversión en oro de la mayor parte de los saldos en
dólares que aquél mantenía en los Estados Unidos. Para evitar la
o

necesidad de transportar el oro a través del océano, se pidió a la

aC s

Reserva Federal que siguiera almacenando los lingotes por cuenta

vi y re

del Banco de Francia. Entonces los funcionarios de la Reserva

Federal se dirigieron a sus cajas fuertes, colocaron en estanterías
aparte la cantidad correcta de lingotes y pusieron en tales
ed d

estanterías una etiqueta, o marca, recordando que su contenido

ar stu

era propiedad de los franceses. A todos los efectos prácticos

pudieron marcarlos “con una cruz de pintura negra” como hicieron
los alemanes con las piedras de Yap.
Los periódicos financieros publicaron grandes titulares sobre “ la
is

merma del oro”, el peligro que eso representaba para el sistema

Th

financiero estadounidense, y así sucesivamente. Las reservas

estadounidenses de oro habían bajado y las francesas habían
subido. Los mercados consideraron que el dólar estadounidense se
sh

había debilitado y que el franco francés se había fortalecido. La

llamada “retirada del oro francés” fue uno de los factores que
finalmente contribuyeron en el pánico bancario de 1933. ¿Existe
realmente alguna diferencia entre la convicción de hallarse en una
posición monetaria más débil, por parte de la Reserva Federal,
debido a lo que dijesen las etiquetas de los estantes de sus

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 sótanos, y la creencia de los isleños de Yap en el sentido de
haberse empobrecido debido a unas marcas hechas en su dinero
de piedra? ¿O entre la creencia de hallarse en una posición
monetaria más fuerte, por parte del banco de Francia, sólo por
causa de unas marcas hechas en un sótano situado a más de cinco
mil kilómetros de distancia, y el que una familia Yap se creyese
rica por tener una piedra debajo del agua a doscientos kilómetros?
O, si a eso viene, ¿cuántos de nosotros tenemos la seguridad
personal y directa de que existen la mayoría de las propiedades
que consideramos como parte integrante de nuestra fortuna? Pues
lo que tenemos son más probablemente asientos en una cuenta
bancaria, activos certificados mediante unos trozos de papel
llamados acciones, etcétera. Para los indígenas de Yap, la
manifestación concreta de su riqueza eran aquellas piedras
recogidas y labradas en una isla lejana y luego transportadas a la

m
er as
propia. Durante un siglo y más, el mundo civilizado consideró

co
como manifestación concreta de su riqueza un metal recogido en

eH w
el fondo de una mina, refinado mediante costosos procedimientos,

o.
transportado a grandes distancias y vuelto a enterrar en
rs e
complicadas cajas fuertes subterráneas. ¿Es verdaderamente esta
ou urc
práctica más racional que la otra? Lo que ilustran estos dos
ejemplos - y otros muchos que podríamos citar- es la importancia
que las apariencias, o la ilusión, o el “mito”, la confianza sin
o

cuestionamiento, revisten en los asuntos monetarios. Nuestro

aC s

propio dinero, el que nos han enseñado a contar desde niños, y el

vi y re

sistema mediante el que se controla, nos parecen “reales” y

“racionales”; en cambio, el dinero de otros países a menudo se nos
presenta como un papel o un metal sin valor, aunque la capacidad
ed d

adquisitiva de la unidad monetaria sea elevada.

ar stu
is
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