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A diez centímetros

by raquellu47

Han pasado tres años desde que las Bellas se graduaron. Tres años desde que cada
una siguió su camino. Tres años desde que Chloe y Beca hablaron por última vez
antes de que la DJ dejase de contestar a los mensajes y llamadas.
Pero no se puede huir del pasado para siempre y el de Beca choca con ella en un
supermercado cualquiera de Los Ángeles.
A diez centímetros

¡Aquí estoy de nuevo!


Es un one-shot un poco bastante largo pero sorrynotsorry. Los trozos en cursiva son
flashbacks, ya sabéis cómo va eso. Es post Pitch Perfect 2.
Antes de poneros a leer, os pido una única cosa: escuchad "A diez centímetros de ti",
de La Oreja de Van Gogh. Es en la que me basé para escribir la historia, de donde
vienen el título y los pequeños fragmentos que dividen la historia.
Dicho esto, ¡a leer!, y espero que os guste.
– ooo –
"Y aquí es cuando tus ojos me dejan desarmada
Rompiendo en mil trocitos mi parte más sensata."
– ooo –
¿Cómo demonios ha acabado en esta situación? ¿Por qué siempre se
las apaña para terminar siendo arrastrada a sitios a los que no quiere ir o a cosas que
no quiere hacer?
Cuando apenas tenía un año de edad y era un bebé que solo sabía
hacer pis, balbucear, comer y llorar, sus padres la habían llevado a la guardería a
pesar de sus fuertes pataletas. Con los cinco años llegaron las horribles clases de
ballet donde le forzaban a estirarse hasta límites más allá de los posibles para el
cuerpo humano, todo bajo la atenta y fría mirada de una mujer a la que parecía que
habían metido un palo por el culo que causaba su postura estirada y su constante
expresión de desagrado. Luego, tras muchos juicios y porque solo tenía ocho años, se
vio forzada a cambiar de ciudad, y de casa, y de familia, para irse a vivir con su padre
y su nueva brujastra, Sheila, a la que nunca soportó y seguía sin soportar.
A meses de distancia de la mayoría de edad – y la ilusa creencia de
que por fin se liberaría del control de sus padres –, el eficaz chantaje de su padre le
había obligado a ir a la universidad antes de marcharse a Los Ángeles por su cuenta y
tratar de triunfar como productora musical. Poco después de empezar en Barden, una
completa desconocida de increíbles ojos azules la forzó, no solo a cantar
completamente desnuda en la ducha Titanium – canción que la otra joven usaba para
masturbarse –, sino también a ir a las audiciones para un grupo de a cappella que la
propia Beca había calificado como patético desde el primer día. A partir de ese
momento, y durante su experiencia universitaria, se vio empujada a hacer muchas
cosas que jamás habría hecho en su sano juicio pero a las que aceptaba porque esos
mismos increíbles ojos azules de la ya no tan desconocida Chloe, la hipnotizaban y
convertían en un desastre balbuceante que solo sabía asentir con la cabeza.
Más pronto que tarde, llegaron los 21, el último año en Barden, y las
inevitables despedidas de ese pequeño grupo de personas, las más raras que Beca
jamás había conocido, que habían logrado colarse por una grieta en sus murallas y
hacerse con un hueco en su corazón. Y, aunque había empezado todo ese rollo bajo la
amenaza de su padre, lo terminó con gran pesar, el ardor de las lágrimas y un fuerte
nudo en la garganta que hacía que se le quebrara la voz cada vez que intentaba
hablar. El sueño de irse a L.A. a triunfar por su cuenta ya no le parecía tan atractivo
como lo había sido cuatro años atrás. Hizo promesa tras promesa de mantenerse en
contacto y no convertirse en una extraña, dio los correspondientes – y llenos de
incomodidad – abrazos y se montó en un avión dirección: la otra punta de Estados
Unidos.
Creyó que cruzar el país era suficiente para librarse de la influencia
que otras personas – cierta pelirroja en especial – tenían sobre ella, era la excusa
perfecta para desaparecer del radar de gente con la que dolía hablar porque le
recordaban tiempos mejores. Aguantó dos meses antes de simplemente borrarse de
la vida de sus antiguos compañeros de universidad, y si bien las Bellas – y de nuevo
cierta Bella en especial – y Jesse fueron más insistentes, con el paso de los años se
limitaban a mandarle los mandatorios mensajes de felicitación en su cumpleaños, en
festividades mundiales y por alguna ocasional nominación para algún premio sin
importancia.

De modo que, sí, Beca tiene problemas para comprender cómo demonios se las ha
apañado para acabar en esta situación. "Esta situación" siendo estar encerrada en el
baño de un bar cualquiera de Los Ángeles y a punto de sufrir una taquicardia.
Respira hondo, las manos reposando en el lavabo para evitar que
delaten el temblor que tiene a sus rodillas bajo amenaza. Fija la mirada en su reflejo
y vuelve a llenar sus pulmones de aire lentamente hasta que su corazón adquiere un
ritmo normal que no provoca que sus oídos zumben y el mundo dé vueltas
vertiginosas a su alrededor.
La vibración de su iPhone en el bolsillo trasero de sus vaqueros la
sobresalta, y tiene que tragarse el grito que casi quiere salir de su garganta. Agitada,
saca el móvil y pulsa el botón central para que la pantalla cobre vida.
Un mensaje aguarda en la bandeja de notificaciones. Un mensaje que
anuncia la llegada del emisor al lugar acordado y pregunta si Beca ya ha llegado o, si
no, cuánto va a tardar. Con dedos temblorosos, teclea rápidamente una respuesta
que indica que está en el baño y ahora saldrá.
«Calma, Mitchell, tú puedes con esto», se dice a sí misma mientras se
mira fijamente a los ojos, reflejados en el sucio espejo. «Sal ahí, ponte una sonrisa en
la cara y actúa normal. Solo recuerda tus porqués».
Con pasos decididos, abre la puerta del baño y sale al bar, buscando
con la mirada a su cita. Escanea con rapidez a los pocos clientes esparcidos por el
local, vacío todavía debido a la temprana hora: son las cinco y media, la gente aún
está saliendo de los trabajos y yendo a sus casas para quitarse los trajes y ponerse
ropa más cómoda antes de salir a tomar algo con los amigos a los que no han podido
ver entre semana.
Entonces, casi escondida tras una columna, ve un destello cobrizo
seguido de una risa y un camarero sonrojado retirándose entre tropiezos para volver
tras la barra, y Beca enseguida sabe que ahí está a quien busca. Se seca las palmas
de las manos en los vaqueros de forma disimulada mientras camina hacia la mesa en
cuestión.
La respiración se le queda atascada en cuanto sus ojos entran en
contacto con otros del mismo color, pero mucho más claros.
- Hey, ¿qué tal? – saluda para romper la súbita tensión en el
ambiente.
Consigue que su cuerpo responda lo suficiente para sentarse y esboza
una sonrisa torcida que – espera – no parezca una mueca. «Recuerda tus porqués»,
se repite.
- ¡Becs!
Una sola palabra dicha con una voz que la DJ sabe de primera mano lo
bien que puede saltar de un registro agudo a uno grave, pronunciada por una boca a
la que le es familiar el apelativo, enmarcada por una dulce y ancha sonrisa que sigue
despertando las mismas sensaciones en la morena a pesar del tiempo pasado.
Es solo una forma de saludo, un sustituto al abrazo cálido y
completamente invasivo que Beca habría recibido tres años atrás; sin embargo, tiene
el mismo efecto que un golpe directo al estómago. La determinación de la que echó
mano para salir del baño se escurre de entre sus dedos igual que el agua y Beca se
queda agarrando aire.
Porque Chloe Beale está sentada al otro lado de la mesa, a un brazo
estirado de distancia. Y no ha cambiado nada. Su pelo continúa igual de rojo, sus ojos
igual de increíblemente azules, su sonrisa igual de fácil. La cicatriz de su frente, ese
gesto de torcer la boca cuando mete la pata, la costumbre inconsciente de marcar el
ritmo de la canción que esté sonando en la radio en ese momento sobre cualquier
superficie disponible, los guiños traviesos y la capacidad de convertir a Beca en un lío
sonrojado y tartamudo con solo una respuesta ligeramente sugerente.
Por un momento, la DJ tiene la sensación de que no ha pasado el
tiempo, de que esos tres años de llamadas perdidas y mensajes ignorados no han
existido y siguen en Barden, luchando por que las Bellas ganen el nuevo campeonato
de a cappella. La sensación es tan fuerte que tiene que parpadear y mirar a su
alrededor para recordarse qué es real y qué no.

Viendo el efecto que la pelirroja continúa teniendo sobre ella, se siente menos
confundida cuando trata de buscar la lógica a que haya accedido a esta reunión
después de los esfuerzos sobrenaturales que tuvo que hacer para olvidarse de quien
solía ser – para qué mentir, sigue siendo – su mejor amiga.
Y pensar que todo ocurrió por un antojo de Oreos...
Acaba de salir de trabajar desde las siete y media de la mañana que
entró en el estudio. Ocho horas de jornada con solo treinta minutos para engullir una
ensalada antes de que llegara el artista con el que había quedado para grabar su
último disco. Decir que está agotada es quitarle importancia a su estado de ánimo.
Las extremidades le pesan, tiene un horrible dolor de cabeza, los ojos le pican por
tanto mirar a la pantalla del ordenador, la espalda le está matando por su mala
postura en la silla y, además, el Dios machista que decidió que las mujeres se
desangraran una vez al mes se está ensañando de forma especial con ella.
Quiere llegar a su casa, meterse bajo las mantas con algo caliente en
la barriga y dormir hasta la eternidad.
Pero, primero, una rápida parada en el supermercado porque tiene
antojo de Oreos y, oye, no piensa privarse de ellas. La regla existe para darse dulce
caprichos y no arrepentirse de ellos porque siempre se le puede echar la culpa a las
hormonas revolucionadas.
Pone el intermitente para indicar a la fila de coches que lleva detrás
que se va a meter en el aparcamiento y frena en el primer sitio libre que encuentra.
Comprobando que lleva el móvil en el bolsillo trasero, se enrolla la bufanda en el
cuello, se pone el abrigo y cruza a paso rápido el parking para entrar en el calor del
supermercado, maldiciendo a su cerebro dormido por haberse olvidado de coger el
gorro antes de salir de casa esa mañana.
Asidua como es, porque le pilla de camino del trabajo a casa y casi
siempre para a hacer la compra allí, sabe ya dónde encontrar cada cosa, así que
cruza las barreras de la entrada y pasa por delante de la hilera de carros y cestas en
dirección al pasillo de los cereales y las galletas.
Su iPhone suena con el tono asignado al trabajo, de modo que en vez
de ignorarlo como normalmente haría, lo pesca del bolsillo trasero y desbloquea la
pantalla marcando con agilidad el PIN con el pulgar. Abre el nuevo e-mail de su jefe y
lo lee, su ceño incrementándose a medida que va avanzando por el texto.
Rodea la esquina sin levantar la vista del móvil – a estas alturas
tendría que haber aprendido la lección ya, pero no, le gusta demasiado tropezar mil
veces con la misma piedra –, sus rizos castaños cayendo como cortinas a ambos
lados de su cara y limitándole la visión. Así, es de esperar que no vea el carrito que
se dirige hacia ella ni a la conductora más centrada en mirar a la estantería que tiene
al lado que en controlar por dónde va.
Los hierros delanteros del carro impactan contra su cadera con fuerza
suficiente como para arrancarle un gemido y hacerla trastabillar hacia atrás. El iPhone
resbala de su agarre descuidado y cae al suelo de canto con un sonido que a Beca le
duele más que su propio golpe.
La DJ se agacha para recoger el móvil, gruñendo cuando ve una
pequeña grieta en la esquina superior izquierda de la pantalla, casi rozando la cámara
interior. Pasa el dedo por encima para comprobar que no corte.
- Oh mierda, ¿estás bien? – pregunta una mujer, su voz cada vez más
cerca mientras se lanza a una nerviosa explicación para justificar el accidente.
- No pasa nada – la corta Beca, incorporándose. Hace una mueca
cuando su cadera lanza una punzada de dolor –. Ha sido mi culpa en re...
Se queda congelada a medio camino de recogerse los rizos castaños tras la oreja
cubierta de piercings. Delante de ella, con una expresión de absoluto asombro e
incredulidad similar a la de la DJ, está Chloe Beale. La jodida Chloe Beale.
- ¿Beca? – inquiere la pelirroja en un grito estrangulado en el que se
mezclan la alegría y el escepticismo.
- Chloe – murmura la aludida con un nudo en la garganta, demasiado
anonadada como para reaccionar.
- ¡Oh Dios mío! ¡No me lo puedo creer!
Lanza sus brazos alrededor del cuello de la morena, atrayéndola hacia
sí en un abrazo excitadamente precipitado durante el cual Beca se limita a mover sus
manos en un intento de averiguar dónde colocarlas, más tensa que una tabla de
madera, y suspira de alivio cuando Chloe se separa, aunque mantiene a la DJ a la
distancia de sus brazos estirados. Ojos azul bebé escanean de arriba abajo a su
antigua mejor amiga, a su co-capitana, quedando aparentemente satisfechos con lo
que ven.
- Veo que Los Ángeles te está tratando bien... ¿Qué tal te va en la
gran ciudad? ¿Dónde vives? ¿Sigues trabajando en el mismo sitio? ¿Por qué...?
- Woah, echa el freno – ríe nerviosamente Beca, estirando una mano
para calmar a la pelirroja.
Esta sonríe de lado a modo de disculpa, se muerde el labio y respira
hondo.
- Lo siento, es que ha pasado tanto tiempo... ¡Oh! – sus ojos se
iluminan de esa forma que deja ver que se le ha ocurrido algo –. ¡Tenemos que
quedar para ponernos al día!
- Eh... – abrumada, no sabe qué responder.
- Venga, me lo debes – suplica Chloe haciendo un puchero.
Beca traga saliva. No sabe por qué finge pensar su contestación si
ambas saben que va a terminar siendo afirmativa. Nunca ha podido resistirse a la
pelirroja, y eso es algo que, aparentemente, no ha desaparecido con el tiempo.
- Está bien – acepta al final.
- ¡Genial! – salta la joven con excitación –. ¿Sigues teniendo mi
número?
La morena piensa en todas aquellas veces que su pulgar ha estado
suspendido sobre el botón de "aceptar", su mirada recorriendo una y otra vez la
pregunta de su móvil sobre si está segura de querer eliminar ese contacto, como si al
leerla por quincuagésima vez fuera a cambiar por arte de magia, como si fuera a
responderse sola y así librar a Beca de la obligación de poner de acuerdo a su corazón
y su cabeza.
- Sí – responde débilmente.
- Avísame cuando estés libre y vamos a tomar algo, ¿vale?
Beca se limita a asentir, sin fiarse de su voz para mantenerse estable
y no romperse a la mitad de una palabra. Chloe se aleja, sus manos regresando a la
barra de plástico que dirige el carrito y dándole un empujón para esquivar a la
morena.
- Espero tu mensaje, Becs – con un guiño y una sonrisa, desaparece
en el siguiente pasillo.
La morena se queda congelada en el sitio un buen rato, su cadera
palpitando dolorosamente al ritmo de su acelerado corazón. Al final, se marcha del
supermercado sin Oreos, pero con una bolsa llena de sentimientos que creía
superados y olvidados.
- Así que... Los Ángeles, ¿huh? – pregunta Beca para romper el
silencio y, especialmente, el escrutinio de la pelirroja –. ¿Qué te trae por aquí?

- ¿No te...? Oh, claro – la confusión en su rostro es desplazada por la realización,


seguida de cerca por la tristeza. Su sonrisa flaquea, pero Chloe tarda un parpadeo en
reponerse y volver a brillar con fuerza. Todo pasa tan rápido que fascina y preocupa a
la DJ a partes iguales –. Estoy viviendo aquí.
La morena agradece mentalmente no tener nada líquido cerca con lo
que causar un altercado porque todo su cuerpo parece sufrir un espasmo ante la
noticia. Una de sus manos, la escondida bajo la mesa, se crispa sobre su muslo; la
otra, que hasta ese momento ha estado marcando el ritmo de la música de fondo con
los dedos, se queda completamente paralizada. Imagina que su rostro debe de
mostrar la misma expresión que un cervatillo deslumbrado.
Antes de que puedan llevar la conversación más allá, el mismo
camarero de antes se acerca de nuevo dispuesto a tomar sus pedidos, evitando de
forma bastante cantosa los ojos azul bebé en favor de los azul medianoche de Beca.
Esta se compadece al reconocer en el pobre hombre las mismas reacciones a las que
ella tuvo que hacer frente durante su etapa universitaria. Le da a la DJ la oportunidad
de recomponer su máscara de póker antes de que Chloe se dé cuenta, si no lo ha
hecho ya.
- Vaya – silba la morena en cuanto el joven se aleja –. ¿A qué se debe
tal cambio?
- Estaba trabajando en un orfanato en Miami, pero lo tuvieron que
cerrar por falta de financiación así que cuando me llamaron de un colegio de aquí, me
dije: ¿por qué no?, y acepté – con un encogimiento de hombros despreocupado tan
característico de la pelirroja, termina su explicación y sonríe de nuevo.
Beca puede verlo: la excitación por hacer borrón y cuenta nueva en
una ciudad completamente desconocida, Chloe tiene la oportunidad de rehacerse a su
antojo y la idea la tiene prácticamente vibrando de alegría. La DJ lo reconoce porque
es la misma corriente eléctrica que había recorrido su cuerpo los primeros meses de
su llegada a L.A. Para ella había sido extraño; para Chloe, sin embargo, es una
sensación ya conocida. La pelirroja siempre vive sus días con la misma ilusión que un
niño pequeño en su primer viaje a Disneyland.
Es refrescante. Beca se ha acostumbrado a las prisas de la vida de
gente extravagante que va a su propio ritmo y a su bola, se ha convertido en un
autómata más que sigue el latido de la música que fluye a través de sus cascos o de
la radio de su coche. Había olvidado lo que es tener a Chloe en su vida, la constante
sensación de que todo lo que hacían era una aventura, aunque fuera tan banal como
chocar la una contra la otra en el supermercado. Sí, "refrescante" quizá no puede ni
empezar a describirlo.
- Genial – exclama Beca genuinamente alegre por su amiga –. ¿Cómo
lo llevas? Sé que al principio la ciudad puede resultar un poco caótica.
- Apenas llevo una semana aquí y ya lo adoro. ¿Puede ser caótico? Sí.
¿Puede ser agobiante? Cien veces sí. ¿Puede ser solitario? Infinitamente sí. Pero
tiene algo: magia, encanto, libertad, llámalo x – la pelirroja suspira con expresión
soñadora, la misma que su rostro solía adquirir cuando se tumbaban en el césped del
jardín trasero de la casa de las Bellas para ver las estrellas –. No sé, quizá todo esto
te suene a palabras de una loca, no te culparía si echaras a correr – suelta una
carcajada.
- Hey, no – se apresura a calmarla Beca, aunque la joven no parece
muy preocupada por la idea –. Entiendo lo que quieres decir. Y, bueno, a pesar de
todo... – rehúye esos inquisitivos ojos azul bebé que parecen estar haciendo un
agujero en su corazón, y fija su mirada en un punto seguro –. Si alguna vez necesitas
una cara familiar, sabes que aquí me tienes.
Su mano se mueve por decisión propia – tiene que empezar a trabajar
en el control sobre sus extremidadesurgentemente – y avanza por el tablero de
madera para cubrir la de Chloe, que reposa extendida en la mesa. Cuando sus pieles
se rozan, el calambre eléctrico que siente Beca parece despertarla de su ensoñación y
se da cuenta de lo que está haciendo y de todo lo que pasó y de su comportamiento
tan de gilipollas y... Basta. Mientras mentalmente se está dando cabezazos contra la
pared, su mano se retira sin terminar la acción y vuelve a terreno neutro.

Y todo esto, que parece haber durado horas para la morena porque lo ha visto
desarrollarse a cámara lenta, en realidad ocurre en cuestión de segundos.
- Gracias – contesta Chloe con la voz cargada de tantas emociones
que la DJ no es capaz de separarlas y analizarlas una por una.
Mucho menos cuando la está mirando así, con tanto cariño que sus
ojos parecen algodón de azúcar azul. Entonces la mano de la pelirroja se alza de la
mesa y aterriza suavemente sobre la de la morena, dándole un apretón que transmite
todo lo que la exBella está tratando de decirle y mucho más.
Beca se siente sobrepasada. Las lágrimas le pican en los ojos, un nudo
le aprieta la garganta.
- Te he echado de menos – susurra Chloe.
Desvía la mirada en un intento de vencer a las ganas de llorar, pero
Chloe sigue ahí, lanzando sentimientos en oleadas invisibles que golpean,
incansables, las barreras que la DJ ha reconstruido en esos tres años alejadas.
Beca mira el calendario que cuelga de la desnuda pared de su cocina.
Mentalmente, calcula cuánto tiempo ha pasado desde que se fue de Barden, cuántas
interminables semanas habían transcurrido. Sabe que no debería hacer eso, que solo
prolonga la tortura, que solo aumenta su dolor y las ganas de dejar de hacer el
gilipollas y coger el móvil para responder a todos esos mensajes que comienzan a
teñirse de preocupación y que llenan sus redes sociales y su WhatsApp porque no
tiene el valor de contestar pero tampoco de eliminarlos.
En especial cierto chat, donde ella misma se sonríe desde la foto de
perfil, vestida con la toga verde de Barden y el gorrito – del que nunca recuerda el
nombre – torcido en la cabeza, acompañada de otras nueve chicas más que han
llegado a ser esas hermanas locas que nunca tuvo.
Su corazón toma las riendas por un instante y su pulgar presiona
brevemente sobre el nombre del contacto, abriendo la cantidad de mensajes que,
desde hace varios meses, están todos apiñados en el lateral izquierdo de la
conversación.
Chloe Beale
últ. vez hoy a las 19.47
13 DE OCTUBRE
(12.30) Hey, Becs
(12. 30) Estuve hablando con las chicas
(12. 30) Todas estamos preocupadas porque no nos contestas
(12. 31) Estás bien? Necesitas algo?
(12.31) Te echamos de menos
14 DE OCTUBRE
(14.41) Becs?
16 DE OCTUBRE
(9.45) Beca, no sé qué te pasa
(9.46) No sé si es algo que hemos hecho, hemos dicho, o es una etapa
típica de la gente que se marcha a una nueva ciudad
(9.46) Estoy aquí si me necesitas
(10:01) Te quiero, lo sabes, verdad?
20 DE OCTUBRE
(11:11) Deseo que vuelvas a dar señales de vida
29 DE OCTUBRE
(19.12) Beca, qué te ha pasado?
(19.12) Por qué actúas así?
(20:00) No lo logro comprender por más que lo pienso...
3 DE NOVIEMBRE

(22.22) No sé por qué sigo haciendo esto si sé que no voy a recibir ninguna respuesta
(22: 22) Supongo que sigo teniendo la tonta esperanza de que todo
vuelva a la normalidad
5 DE NOVIEMBRE
(24.05) La gente suele felicitar a los cumpleañeros, pero yo seré
diferente y me voy a felicitar a mí. Porque tú quizá sumas un año más, pero yo tengo
la suerte de poder decirte "Feliz cumpleaños" por quinto año consecutivo. No le podría
estar más agradecida a ese giro del destino que nos juntó en unas duchas comunales
de la universidad de Barden, porque eres una persona increíble, Becs, aunque ni tú
misma te des cuenta
(24.05) Y aunque quizá has llegado a la crisis de los cuarenta con un
poco de antelación, sé que volverás a nosotras en cuanto hayas lidiado con lo que sea
que está pasando. Sabes que estamos, que ESTOY, aquí para cualquier cosa que
necesites, no importa la hora
(24.06) De momento, solo puedo maldecir la distancia que impide que
esté encima de ti todo el rato y desearte que pases un día genial. Gracias por todo,
gracias por ser mi mejor amiga y darme los mejores cinco años de mi vida. Bien por
mí!! *léelo con voz de London Tipton (más te vale saber quién es porque si no voy a
L.A. solo para hacerte ver Hotel Dulce Hotel) *
(24.06) Te quiero, Becs
10 DE NOVIEMBRE
(03.33) Beeeeeccsss
(03.33) Ojaka no tr hubiwras ido numca
(04.59) Te necesito aquí conmigo
(06.45) Oh mierda
(06.45) Estaba borracha
(06.45) Lo siento
(06.45) Aunque tampoco es que los vayas a leer
(06.45) Bueno, sí los lees porque veo los ticks azules
(06.46) Pero nunca contestas
(07.09) No sé a qué estás jugando
(07.09) A veces desearía poder odiarte
(07.09) Quizá así no me doliera tanto
(19.19) Uf
(19.19) Ignora todos esos mensajes
(19.20) Vale, me acabo de dar cuenta de que esa ha sido una
desafortunada elección de palabras, teniendo en cuenta...
(19.26) En fin
(19.26) Tú solo olvida todo lo que dije antes, estaba enfadada y dolida
y cansada y todavía medio borracha
(19. 27) Perdón
23 DE NOVIEMBRE
(21.11) Ojalá estuvieras aquí
1 DE DICIEMBRE
(04.05) No quiero perderte, Becs
14 DE DICIEMBRE
(22.34) Me da la sensación de que ya lo he hecho
(22.34) Ya te he perdido
22 DE DICIEMBRE
(23.47) Te echo de menos, Beca
La morena siente la culpa corroerle por dentro, y aunque hace que
lágrimas acudan a sus ojos, logra mantenerla a raya lo suficiente como para que no le
empuje a teclear algo de respuesta, una estúpida disculpa que no excusaría su
comportamiento.

Da un golpe seco sobre la mesa de la cocina que hace tambalear el muñeco de nieve
que compró porque lo vio en el escaparate y le recordó a los hogareños adornos que
solían llenar cualquier esquina disponible en la casa de las Bellas.
Se para frente al espejo de cuerpo entero que tiene colgado cerca de
la puerta de casa. Subida ya en los tacones, pasa las manos por el vestido negro que
se adapta a su cuerpo como una segunda piel. Se observa, insegura. Si cierra los
ojos, casi puede sentir la cálida presencia de Chloe asomándose por encima de su
hombro. Si cierra los ojos, casi puede imaginarse el susurro de la pelirroja en su oído
asegurándole que está "guapísima, cañón, preciosa, como un queso, para darte duro
contra el muro, Becs", mil y un piropos absurdos que terminarían por hacer sonrojar a
la DJ, pero acallarían las vocecitas del interior de su cabeza que le murmuran que no
le queda bien el vestido y que debería volver a su look de siempre de pitillos y
americana.
Ella también echa de menos a las Bellas. También echa terriblemente
de menos a Chloe. La diferencia es que Beca es una cobarde.
Con un suspiro, se pone la bufanda y el abrigo, se cubre las orejas con
un gorro de Papá Noel – requisito obligatorio para la cena de Navidad de la
discográfica –, y sale de su pequeño apartamento.
El sonido de algo chocando contra la mesa la devuelve a la realidad
con tanta brusquedad que da un brinco y retira su mano del cálido agarre de Chloe
igual que si la hubieran pillado haciendo algo que tiene muy claro que no puede hacer
bajo ninguna circunstancia.
Usa la distracción que le proporciona el camarero – ¡gracias a Dios por
su puntería! – para parpadear con ganas, carraspeando. Elimina cualquier rastro de
las inminentes lágrimas y sonríe al joven que deja su cerveza frente a ella y se retira
silenciosamente, como sintiendo que ha interrumpido un momento que no debería
haber roto.
La DJ rodea el frío vaso con ambas manos, para evitar hacer algo con
ellas y, sobre todo, evitar que Chloe haga algo con ellas. Clava la mirada en el líquido
ámbar mientras busca desesperadamente un tema con el que romper el hielo. Un
tema que, por su bien, sea seguro.
- ¿Y a ti qué tal te va? – pregunta entonces la pelirroja, salvando a
Beca del laborioso trabajo de pensar en algo sobre lo que hablar.
Traga la cerveza y se encoge de hombros para quitarle importancia a
lo que va a decir.
- Bien, la verdad. Sigo en la misma discográfica solo que ahora en vez
de llevar cafés y burritos, ayudo a los cantantes a encontrar el sonido que más les
gusta para sus discos. Nada importante.
- Oye, tampoco menosprecies lo que haces, Beca. ¡Ganaste un
People's Choice Award el año pasado! – exclama Chloe con admiración.
- En realidad ganó la canción que produje, no yo – suelta una risa
nerviosa –. Y menos mal, ¿te imaginas que hubiera tenido que dar un discurso? –
finge un estremecimiento.
La exBella suelta una carcajada en cuanto la imagen se forma en su
cabeza.
- Empezarías a desvariar y tendrían que echarte del escenario al final
por falta de tiempo. No, ahora seriamente, Becs, ese premio es mitad tuyo. Puede
que la voz del cantante sea importante, pero es gracias a ti que suena tan genial.
La morena vuelve a encogerse de hombros. Nunca se le dio
especialmente bien aceptar cumplidos con su trabajo, más que nada porque ella
misma es muy exigente con él. Pocas veces termina una canción o un remix – en los
que sigue trabajando de cuando en cuando para desconectar – y asiente, satisfecha,
mientras lo escucha. Siempre encuentra algún fallo, algo que no le termina de
convencer, algo que le deja un sabor agridulce en la boca. El número de cosas que ha
hecho de las que está orgullosa al cien por cien pueden contarse con los dedos de una
mano.

Pero, dejando eso a un lado, aceptar alabanzas nunca fue su fuerte. Para empezar,
porque creció en una casa donde la música era vista como un hobbie, un mero
pasatiempo, y no algo válido en lo que basar su vida. Su padre sacudía la cabeza
siempre que la veía en el ordenador con el programa de música abierto – es decir,
todos los días a todas horas –, su brujastra ni siquiera se interesaba en saber qué
estaba haciendo. De modo que llegar a Barden y encontrarse no solo con Jesse, sino
con Chloe, con todas las Bellas, Luke, ¡incluso Aubrey al final!, todos diciéndole que lo
que hacía era increíble... Fue un shock. Al principio le hacía sentir muy incómoda,
pero poco a poco fue acostumbrándose hasta el punto de que nada más terminar un
remix nuevo corría a la habitación de la pelirroja para preguntarle su opinión y buscar
críticas constructivas que su mejor amiga nunca le daba porque para ella era
perfecto.
Y, para qué negarlo, echa de menos eso. Echa de menos el apoyo
constante de Chloe, ya fuera una presencia silenciosa o letras en mayúscula
gritándole desde su teléfono justo al segundo de que le dijera lo que había pasado
con su jefe y la demo de Flashlight. Echa de menos llegar a casa y escuchar el sonido
amortiguado de uno de sus remixes sonando en alguna habitación o siendo tarareado
por una de las Bellas mientras lavaban los platos.
- De todos modos, dejemos el trabajo a un lado, eso ya puedo verlo
en la tele o en internet – pide Chloe sacudiendo una mano como si estuviera
barriendo el tema del aire –. Háblame de ti.
- ¿De mí? – resopla.
Pfff. Las temidas tres palabras, esas que te fuerzan a contarlo
absolutamente todo porque si no se nota que te estás guardando algo. Beca se traga
la mueca que lucha por abrirse paso en su rostro y opta por entretenerse girando su
vaso de cerveza.
¿Qué decir? ¿Que sus únicos amigos son la gente con la que trabaja
en el estudio? ¿Que no ha vuelto a estar tan cerca de una persona como lo estuvo con
las Bellas? ¿Que sus aventuras románticas no han pasado de una noche y siempre la
dejan con un hueco en el pecho que no sabe cómo rellenar? ¿Que si no fuera
porque adora lo que hace se habría planteado más de una vez el dejarlo todo y volver
a Atlanta?
- También todo bien – contesta al final.
- ¿Sales mucho? – inquiere la pelirroja con un brillo pícaro en los ojos
y una subida y bajada de cejas sugerente.
- Mmm a veces... Aunque no vamos mucho a discotecas porque, no sé
si te ha dado tiempo todavía, pero son súpercaras – Beca sacude la cabeza con una
mueca –. A no ser que entres por lista, cosa que en cuanto podemos, usamos. Pero
en general somos más tranquilos, en plan, ir a tomar algo por la noche o quedar en
casa de alguien y hacer una mini fiesta.
- ¿En plural? ¿Tú y quién más?
Hay algo oculto en la expresión de Chloe, una sombra que oscurece su
radiante sonrisa, pero Beca no es capaz de descifrar qué es lo que se está perdiendo.
- Oh, claro – se rasca la nuca, algo avergonzada –. Ted y Nina, son
mis compañeros en el estudio y básicamente los únicos amigos que tengo aquí.
- Ah, creo que me hablaste de ellos antes de... – la voz de la exBella
se apaga por un momento –, al principio de que llegaras – se corrige con rapidez,
pero las palabras no dichas pesan en el aire entre ellas y parecen estar gritándoles
que no podrán ignorarlas por más tiempo.
- Es posible – asiente Beca –, fueron las primeras personas que conocí
y salimos juntos desde entonces.
- ¿Tú y Ted o tú y Nina?
- ...Los tres – replica la morena dubitativa. Cree haber dejado claro
hace apenas un minuto que son tres.
- ¿Los tres? – las cejas de Chloe se arquean tanto que casi
desaparecen de su frente –. Wow, no te tomaba por el tipo de chica al que le van los
tríos, si no te habría propuesto alguno durante nuestros años universitarios.

El grito de "¿¡qué?!" de Beca se queda atascado en su garganta junto con el trago de


cerveza que ha bebido. Tose violentamente, tratando de respirar al mismo tiempo
que intenta mantener el líquido dentro de su boca para no escupirlo. Se le ponen los
ojos llorosos y gira la cabeza por si acaso. Chloe la observa desde el otro lado de la
mesa, entre divertida y preocupada, sin saber muy bien si necesita ayuda o no. La DJ
alza un dedo para indicarle que espere un momento y aprovecha para tragar la
cerveza y aliviar el ardor de su garganta.
- ¿Los...? – La tos la interrumpe una vez más, de modo que tiene que
forzar las palabras a salir, aunque suenen estranguladas –. ¿Los tríos?
Debe decirlo con la suficiente cantidad de horror, sorpresa y confusión
porque la pelirroja comienza a reírse a carcajadas hasta el punto de provocar que
lágrimas rueden por sus mejillas y tenga que secárselas con el dorso de la mano.
- Creo que... – coge aire sonoramente, sacudiendo la cabeza –, creo
que todo ha sido un malentendido – explica Chloe al final con una gran sonrisa en su
rostro.
- No jodas – murmura Beca con sorna, la voz todavía un poco ronca.
- Has dicho "desde entonces salimos juntos" y yo lo he interpretado
como que tenías una relación con alguno de ellos, por eso te pregunté con cuál, pero
entonces... - se le escapa una risita.
- Yo te he dicho que los tres – termina la DJ por ella, comprendiendo
todo. No puede evitar reírse ella también –. Me refería a que salimos juntos en
sentido literal, salir por ahí de fiesta o lo que sea – agita una mano en el aire –.
Además, Ted es gay y Nina demasiado hetero – aclara, aunque le da la impresión de
que es innecesario.
- Entonces, ¿no hay nadie en tu vida en sentido romántico? – inquiere
Chloe con la cantidad justa de inocencia en su rostro como para hacer pensar que no
hay un interés oculto tras su pregunta.
- No, para nada. No desde Jesse.
La exBella frunce brevemente los labios y asiente, perdida en sus
pensamientos. Beca deja que el silencio se alargue, siempre ha sido algo con lo que
se siente cómoda cuando está con Chloe.
- Esto me recuerda que no te he preguntado por tu nuevo trabajo –
exclama Beca de repente –. ¿Has empezado ya?
- Sí, bueno, llegué a principios de la semana pasada a Los Ángeles de
modo que me dejaron hasta el miércoles para habituarme antes de comenzar a dar
clases.
- ¿Y qué tal? ¿Te tratan bien los niños?
- Oh, sí, con eso no hay problema. Me encargo del coro y las clases de
música, y tengo suerte porque ese dicho de que la música amansa a las fieras es cien
por cien verdad, logro que se queden relativamente tranquilos, pero hay otras
profesoras que no sé cómo lo hacen ni de dónde sacan la energía para volver día tras
día – Chloe tuerce la boca en ese gesto tan característico suyo, las cejas arqueadas –.
Además, todos mis compañeros me han recibido con los brazos abiertos y me han
ofrecido su ayuda si necesito cualquier cosa, así que tengo la absoluta seguridad de
que hice la elección correcta.
- Sinceramente, he de decir que me alegro de que al final te decidieras
a hacerte profesora de música y no bailarina exótica – confiesa Beca, a quien la idea
de ver a su mejor amiga bailando semi desnuda en una barra con viejos verdes
babeando por ella consigue provocarle náuseas. Y quizá, solo quizá, algo de
excitación.
Chloe suelta una risita y sacude la cabeza con incredulidad.
- No sé en qué estaba pensando cuando dije eso, de verdad. Me gusta
bailar, pero no tanto.
- Supongo que la constante presencia de Amy la Gorda terminó
afectándonos.
- Debió de ser eso – asiente.

Ambas comparten una sonrisa cómplice antes de desviar la vista y clavarla en puntos
diferentes a ellas mismas.
Beca tiene una pregunta en la punta de la lengua, casi puede saborear
la amargura que desprenden las palabras, sin embargo, no se decide a hacerla. A
estas alturas es de conocimiento mundial que la DJ es una cobarde con ciertos temas,
especialmente si su corazón puede salir dañado. Desde pequeña, al vivir en persona
el dolor y el caos que causa el amor al marchitarse y desaparecer, se hizo la promesa
de que ella jamás cometería ese error, ella sería más inteligente y mantendría a la
gente a una distancia segura para prevenir las consecuencias de un corazón roto. De
poco le sirvió, ya que solo hizo falta un año en Barden para romper su norma y, al
final, había sufrido más que si se hubiera permitido sentir.
- Beca, ¿quieres soltarlo de una vez? – dice Chloe de golpe.
La morena sale de su ensimismamiento con un sobresalto. Parpadea
igual que un cervatillo deslumbrado por los faros de un coche.
- ¿Qué? No he dich... ¿Cómo sabes que quiero hacer una pregunta?
- Por favor, estás pensando tan alto que es como si estuvieras
gritando – bufa la pelirroja poniendo los ojos en blanco –. Además, te estás
mordiendo el labio y eso solo lo haces cuando dudas o piensas.
Beca va a replicar, pero se da cuenta de que, efectivamente, el dedo
acusatorio de Chloe apunta directamente al labio inferior de la morena, atrapado
entre sus dientes. Aunque ya no sirve de nada, lo libera, pasando la lengua
brevemente por encima para eliminar las marcas que han dejado sus incisivos.
- Es una tontería en realidad – murmura para tratar de disuadir a la
exBella.
La joven no se lo traga.
- Si fuera una tontería ya lo habrías dicho.
Ahora es el turno de la morena de poner los ojos en blanco. Ya no
recordaba lo que es no poder engañar a alguien que te conoce y te lee igual que si
fueras un libro abierto.
- Es solo que... – resopla –. Solo me preguntaba si estás con alguien.
Chloe parece haber estado esperando exactamente eso porque hace
un pequeño asentimiento, imperceptible si Beca no tuviera su mirada clavada en la
pelirroja.
- No, Becs, no hay nadie. Lleva un tiempo sin haber nadie. Nadie
importante, claro, una chica tiene sus necesidades.
Puntúa sus palabras con un guiño juguetón, pero recupera
rápidamente la seriedad. La mirada azul bebé de Chloe se mantiene firme bajo la de
la morena, sin parpadear ni vacilar ni una sola vez. Transmite tanta intensidad que
fuerza a Beca a apartarse primero, desviando su mirada para fijarla en su vaso vacío
de cerveza. Trata de extinguir la llama de esperanza que crece en su pecho
recordándose por qué tuvo que cortar todo tipo de lazos con la pelirroja. «Pero eso
fue porque Chloe vivía en Miami, ahora está en Los Ángeles», susurra una vocecita en
un rincón de su cabeza. Tiene que resistir las ganas de sacudirse para librarse de ese
pensamiento. Ya pasó por eso y no quiere volver a hacerlo, la herida que dejó la
primera vez todavía no está curada y no quiere reabrirla.
- Vaya, tenéis una buena montada por ahí – comenta Beca bajando el
volumen del móvil para que la base rítmica de la música que suena al otro lado de la
línea no le deje sorda.
Chloe se limita a sonreír y encogerse ligeramente de hombros.
- Suena más de lo que es en realidad – asegura.
- Mmm si tú lo dices – le pica la DJ con una sonrisa torcida.
La pelirroja corresponde al gesto y su imagen tiembla cuando cambia
el móvil de una mano a otra. Su rostro se pixela un poco hasta que Skype vuelve a
encontrar buena cobertura.

- ¿Qué haces? – pregunta la exBella.


- Trabajar – contesta Beca girando la cámara para que enfoque el
portátil posado sobre sus piernas y el programa de edición de música abierto.
- Oh – a Chloe se le ilumina la cara –, ¿puedo escuchar?
- Si te dejara tendría que matarte luego – bromea con una risa.
- No eres nada divertida, Becs – hace un puchero.
- ¿Perdona? No soy yo la que está encerrada en la habitación cuando
hay una fiesta en mi casa – señala la DJ recostándose en la silla, una mano
alborotando sus rizos ya de por sí despeinados.
La pelirroja suspira y mira hacia la puerta cerrada de su habitación
antes de cambiar de postura en su cama para tumbarse de costado.
- Debería salir, ¿verdad?
- Es lo normal, sí, aunque tú nunca es que te hayas guiado por eso –
Beca centra su atención en la imagen desganada y pixelada de su mejor amiga –.
¿Por qué has montado una fiesta si no te apetece?
- Técnicamente no he sido yo, las chicas me han empujado porque no
puedo vivir en una casa que no haya sido propiamente inaugurada – pone los ojos en
blanco, pero una sonrisa curva sus labios.
- Típico – asiente la morena desde su despacho en Los Ángeles –. De
todos modos, ¿cuándo le has dicho tú que no a una fiesta? ¿Quién eres y qué le has
hecho a la Chloe Beale que conozco?
La pelirroja ríe un poco con las tonterías de su mejor amiga, pero
pronto vuelve a apagarse. El silencio dura tanto que, si no fuese por el tranquilo
parpadeo de los ojos de la exBella, Beca habría pensado que la imagen se ha quedado
congelada.
- No es lo mismo sin ti, Becs.
La estática y la mala conexión del Skype casi hacen que esas palabras
susurradas no lleguen a oídos de su receptora. Pero la morena lleva puestos sus
cascos y escucha cada cosa no dicha pero insertada entre líneas de la confesión, y no
puede evitar suspirar porque ella siente lo mismo.
Quién le iba a decir que ella, la independiente Beca Mitchell, iba a
anhelar tiempos pasados. No se lo habría creído y, sin embargo, ahí está un viernes
por la noche en su despacho de la discográfica para no notar el gran vacío en su
agenda que normalmente, hasta hacía dos meses, habría estado lleno de ridículas
actividades para crear lazos con el resto de las Bellas.
Presiona alt+1 en el teclado del ordenador antes de coger su iPhone,
al que tiene descansando en la pantalla para tener las manos libres para trabajar
mientras habla con Chloe. Cierra el portátil y se empuja para rodar lejos de la mesa.
La imagen de la pelirroja llena toda la pantalla de su móvil y Beca se
para a apreciarla. Su rostro todavía muestra el moreno ganado por muchas horas en
el césped del campus de Barden tomando el sol y de ese viaje a Nashville que hizo
con su madre a principios de verano para visitar a su abuela. Su nariz está cubierta
de pequeñas pecas que Chloe odia pero que Beca adora secretamente. Sus largas
pestañas, cubiertas por una espesa capa de rímel, proyectan sombras sobre sus
mejillas. Esos increíbles ojos azul bebé por los que la DJ tiene debilidad y fascinación
están teñidos de una tristeza que duele ver en una persona tan alegre como la
pelirroja.
- Chlo – murmura Beca para llamar su atención.
Ojos imposiblemente grandes y suplicantes se fijan con intensidad en
la pantalla y la morena siente un fuerte nudo en la garganta que impide que las
palabras pasen más allá de su esófago.

- Chloe – vuelve a intentar –. Sé que esto es una mierda, pero no puedes dejar que
condicione tu vida.
- Ya lo sé, pero te echo tanto de menos, Becs – la voz de la pelirroja
está teñida de desolación y la DJ siente que los pedacitos en los que quedó su
corazón tras marcharse se rompen más aún –. ¿Por qué no puedo tener a mi mejor
amiga conmigo?
- Me tienes, Chloe. Estoy aquí, no me voy a ir a ningún lado.
La exBella coge una temblorosa bocanada de aire y Beca sabe que se
está esforzando al máximo para no llorar.
- Pero no es lo mismo – murmura.
La morena se siente impotente, porque nunca se le ha dado bien
consolar a la gente, no sabe qué decir o qué hacer, pero con la pelirroja aprendió que
el contacto físico ayuda. Le permite tener un punto de referencia al que volver cuando
la tristeza disminuye, es como su ancla al mundo real, la tierra sólida sobre la que
aterrizar tras dejarse llevar por sus sentimientos. Y la distancia, la puñetera distancia,
le impide posar una mano en la rodilla de su mejor amiga, rodearla con sus brazos
para que llore sobre su camiseta, entrelazar sus dedos y juguetear con los de Chloe
para proporcionarle una distracción.
Su pulgar acaricia la pantalla de forma inconsciente, como si eso
sirviera de algo.
- Yo también te echo de menos, Chlo – confiesa Beca. Es la primera
vez que pronuncia esas palabras en voz alta "delante" de alguien, y en seguida siente
la quemadura de los ojos de la pelirroja sobre ella, saltando los kilómetros que las
separan con una facilidad pasmosa –. Y odio que estemos separadas porque me
encantaría que pudieras estar aquí conmigo, o yo allí. Y odio que estemos en 2015 y
todavía no hayan inventado la teletransportación. Pero sobre todo odio que estés así
porque tú no eres así, tú eres la alegría de la casa, eres quien hace que hasta lo más
oscuro brille como purpurina – escucha un resoplido por parte de Chloe, quien se
sorbe la nariz y se seca una lágrima de la mejilla con el dorso de la mano –. Así que
ahora mismo te vas a recomponer, te vas a quitar esos ojos de mapache porque son
totalmente de la temporada pasada, y vas a mover tu bonito culo hasta lo que sea
que estén usando de pista de baile ahí fuera. Diviértete esta noche como te mereces,
yo estaré aquí mañana por la mañana para soportar tu resaca y hacer recuento de los
chupetones que te hayan dejado.
La exBella deja escapar una risa y sacude la cabeza. Se limpia con el
pulgar bajo los ojos para retirar el rímel que se le ha corrido y centra su atención de
nuevo en la DJ, que espera pacientemente en su pantalla, sonriente a pesar del
agudo dolor en su pecho.
- ¿Crees que mi culo es bonito? – inquiere con una sombra pícara en
su mirada.
- ¿Qu...? ¿Solo te has quedado con eso de mi gran discurso
motivacional? – exclama la morena fingiendo indignación.
Chloe suelta una sentida carcajada.
- Gracias, Becs – dice derrochando sinceridad.
- No se dan – le guiña un ojo juguetonamente.
Se escucha un rápido golpeteo en la puerta antes de un golpe más
seco cuando esta se abre de par en par para dar paso a una chica que se tambalea
hacia el interior de la habitación con un chico firmemente pegado a su pecho y sus
labios cosidos a su cuello. Ella suelta una risita, empujándole sin intención alguna de
apartarse de él, y se gira por fin para encarar el interior del cuarto.
- ¡Ahí estás! – exclama, señalando con triunfo a la pelirroja.
Beca la reconoce rápidamente por su voz, aunque el gran escote de su
vestido y los rizos rubios-castaños son claros indicadores de la identidad de la joven.

- Hola a ti también, Stace – saluda desde la pantalla del iPhone de Chloe.


La aludida da un pequeño brinco, claramente tomada por sorpresa, y
guiña los ojos mientras busca el origen de la voz de su antigua capitana.
- Oh, hola, Beca. No te había visto. Aunque ahora cobra sentido que la
anfitriona de la fiesta desaparezca sin dejar rastro de forma repentina – acusa Stacie
sin rencor alguno.
La pelirroja sonríe de forma inocente y la DJ se encoge de hombros.
- Lo siento, mi culpa, no sabía que estabais de celebración. Pero ya os
la devuelvo.
- ¡Genial! – la joven se despega del chico y tira de la mano de Chloe
para levantarla de la cama.
La imagen se pixela y congela ligeramente, y para cuando vuelve a la
normalidad Beca ve que el chico ha desaparecido y ambas exBellas se están
dirigiendo a la fiesta.
- Pasadlo bien, chicas. Stace, cuida de ella por mí, ¿vale? Asegúrate
de que se divierta.
- Sí, mi capitana – responde la joven con un jocoso saludo militar.
- Becs – llama Chloe.
- Disfruta de tu fiesta, Chloe, ya sabes dónde encontrarme mañana.
Cuelga rápidamente para que la pelirroja no tenga tiempo a leer la
sombra de la culpa en su rostro y preguntarle, porque sabe que, de ser así, toda la
resolución que ha acumulado se desvanecería en un abrir y cerrar de ojos y no sería
capaz de hacer lo que quiere hacer.
Y es que, por muy mal que le sepa, ha mentido. No estará ahí para
Chloe al día siguiente cuando se despierte con un tío del que no recuerda el nombre y
una gran resaca. Se le ha clavado en el alma ver a la pelirroja sufrir por el hecho de
estar cada una en una punta de Estados Unidos. Nunca ha sido capaz de ver cómo
algo o alguien le hace daño, y ser ella misma la que le está provocando tanto dolor no
es algo que pueda perdonarse fácilmente, ni siquiera por ser egoísta y mantener en
su vida una de las mejores cosas que le ha pasado nunca.
Sabe qué tiene que hacer, lo que es necesario hacer. Sabe que a la
pelirroja le costará aceptarlo, que insistirá, que no se rendirá fácilmente, pero contará
con el apoyo del resto de las Bellas para sobreponerse.
Sabe que, aunque le duele igual que si su corazón estuviera
rompiéndose en trocitos dentro de su pecho, es lo mejor. Es lo correcto. Y aunque eso
no lo hace más sencillo, suaviza el golpe.
Sin embargo, ahora no puede acallar a la voz que susurra
constantemente que todo ha cambiado y pueden permitirse ser felices.
– ooo –
"Ya ves si soy idiota, que ahora te tendré que volver a olvidar.
No hace falta que te jure, querido compañero,
Que no debí quererte y, sin embargo, te quiero."
– ooo –
Se recuerda a sí misma todos sus motivos, sus porqués, lo que la ha
mantenido funcionando por su cuenta en una gran ciudad durante tres años. La
noción de que era lo que había que hacer le ayudaba a levantarse todas las mañanas
e ignorar los nuevos mensajes de Chloe. Recordar el tono roto y desesperado que
había teñido la voz de su mejor amiga le daba fuerzas para dejar que su móvil sonase
hasta saltar el buzón de voz, a pesar de que fuera el rostro de la pelirroja el que le
sonreía desde la pantalla.

Recurre a ese sentimiento de preservación que le ha protegido desde pequeña para


evitar que la idea se cuele y se apodere de su mente al completo.
-Becs – llama Chloe para atraer su atención hacia ella –. ¿Vamos a
seguir ignorando lo que pasó?
Pero, cómo no, su mejor amiga no va a ponerle las cosas fáciles. Una
sonrisa irónica se abre paso entre sus labios.
- Supongo que se me ha acabado la suerte, ¿huh? – comenta.
Sus dedos recogen las gotas de condensación que se han formado
sobre la superficie del vaso vacío de cerveza. Solo para ganar tiempo mientras
piensa. Hay tanto que no puede decir, tantas cosas que tienen que permanecer
ocultas en su celda en algún rincón polvoriento del corazón de Beca. Y precisamente
estas cosas son la clave para comprender el razonamiento de la DJ, lo que le empujó
a cortar lazos de forma tan repentina y dolorosa.
No tiene ni idea de cómo va a explicarle todo a Chloe, cómo va a
justificarse de una forma más o menos válida, sin revelar algunos secretos.
De momento, hay una cosa que sí tiene clara.
- Voy a necesitar algo mucho más fuerte si vamos a tener esta
conversación – dice con una sonrisa amarga, haciendo girar el vaso entre sus dedos
mojados.
El rostro de la pelirroja muestra determinación; sus cejas arqueadas,
sorpresa; sus labios fruncidos, diversión reprimida. Está claro que no se esperaba esa
admisión por parte de Beca. Sin embargo, en seguida salta antes de que la DJ alce el
brazo para llamar al camarero y la oportunidad pase.
- Tengo tequila en casa – ofrece.
Beca vacila. La opción es muy tentadora, no solo porque el tequila
siempre haya sido una de sus debilidades, sino también porque el apartamento de
Chloe tiene el ambiente privado que va a necesitar para expresarse con claridad y
despreocupación. No quiere que les echen del bar si se ponen a gritar, o morir de la
vergüenza si se le escapa alguna lágrima. Pero también es muy consciente de que es
meterse en la boca del lobo voluntariamente, casi igual que firmar su propia sentencia
de muerte.
Mientras su cabeza debate todos los pros y contras y hace una
evaluación aproximada de las consecuencias de cada uno, su corazón realiza un salto
de fe.
- Suena bien – contesta con un encogimiento de hombros.
Interiormente, se lleva las manos a la cabeza y se da cabezazos
contra la pared mientras grita "¿qué estás haciendo?". Exteriormente, se mantiene
calmada y observa cómo Chloe lucha por mantener su obvia alegría fuera de su
expresión.
Se ponen los abrigos y las bufandas, preparadas para el frío que
probablemente ya hará en la calle. Beca observa la nube de vaho que sale de su boca
cuando suspira.
- ¿Vives muy lejos? – pregunta, desplegando un mapa mental de la
zona para recordar dónde ha dejado su coche aparcado.
- No, unas dos manzanas más abajo – Chloe señala en la dirección
correcta –. ¿Por?
- Nada, es que tengo mi coche aquí al lado, pero viviendo tan cerca
vamos andando, ¿no?
La pelirroja asiente, adaptándose al paso de su mejor amiga con
facilidad practicada después de cuatro años yendo juntas a todas partes. Hay una
sonrisa en el rostro de Chloe que parece no ser capaz de desaparecer.

- ¿Qué es tan divertido? – pregunta al final Beca, curiosa.


- Jamás imaginé que fueras a proponer por propia voluntad ir andando
a un sitio – se burla la exBella –. La ciudad te ha cambiado mucho.
- Ja, ja, ja. En realidad es porque es asquerosamente imposible
aparcar en el centro y no quiero perder el sitio tan genial que encontré antes – la DJ
se ríe, dándole un juguetón empujón a la otra joven con el hombro.
Cruzan una gran intersección a la carrera, rodean una esquina y
comienzan a bajar una calle bastante concurrida. Un chico joven está parado en un
soportal cercano a dos bares. Tiene una funda de guitarra abierta en el suelo frente a
él y rasguea las cuerdas del instrumento con energía. Su pelo, con ese corte que se
ha puesto de moda, ese de los lados rapados y un tupé en la cabeza, está alborotado
igual que si acabara de saltar de la cama y no hubiera tenido tiempo de pararse a
peinarse. Una gran sonrisa adorna su rostro mientras canta, su cuerpo se mueve al
ritmo de la canción y sus ojos están cerrados para disfrutar mejor de la melodía que
sus expertos dedos arrancan a las seis cuerdas de la guitarra.
Beca le observa desde mucho antes de que lleguen a su altura. Hubo
un tiempo en el que ella también estuvo dispuesta a tocar en la calle a cambio de
dinero con tal de poder ir a Los Ángeles a vivir. De hecho, si su padre no la hubiera
ayudado, es muy probable que los primeros meses hubiera tenido que buscar un
trabajo como DJ en alguna discoteca porque el salario de becaria no daba mucho de
sí.
Antes de darse cuenta de lo que está haciendo, tuerce hacia la
derecha para acercarse al guitarrista y saca de la cartera un billete de diez.
- ¿Beca? – llama Chloe a su espalda.
La ignora en favor de agacharse a dejar el dinero en la funda de la
guitarra. El verde del billete contrasta contra el plateado de las pocas monedas que
gente con compasión o buen oído le han dado. Porque, aunque el chaval no tiene la
voz para llegar a todas las notas que esa canción pide, su habilidad con la guitarra es
bastante buena.
La sonrisa del chico se ensancha aún más cuando ve lo que Beca le ha
dado y hace una reverencia sin dejar de tocar.
De golpe, Chloe se materializa a su lado saltando excitadamente y
gritando algo que la DJ no es capaz de entender.
- ¿Qué? – pregunta mientras parpadea para salir del trance.
- ¡Es nuestra canción! – repite –. ¿Te acuerdas?
Agarra a Beca del bíceps, atrayéndola hacia su cuerpo. El choque de
ambas sirve para que la morena escuche realmente lo que el chico está diciendo y no
solo la acústica melodía de la guitarra.
Should this be the last thing I see
I want you to know it's enough for me
'Cause all that you are is all that I'll ever need
I'm so in love, so in love
Se queda paralizada. Completamente paralizada. Si no fuera por el
instinto de supervivencia de su cuerpo, habría muerto ahogada hace rato porque ni
siquiera es capaz de recordar cómo se respira. Apenas siente a Chloe situándose a su
espalda, rodeando su cintura con sus brazos y apoyando la cabeza en el hombro de la
DJ. No registra que ahora se están moviendo al ritmo de la canción de Ed Sheeran.

Solo puede escuchar la dulce voz de Chloe en su oído y la vibración que produce cada
palabra recorriendo su cuerpo, despertando recuerdos que han permanecido dormidos
– a la fuerza – por tres años.
Una capa de sudor se adhiere a ella como una segunda piel y hace que
brille bajo los farolillos hawaianos que cuelgan de cuerdas por el jardín trasero de la
casa de los Treblemakers. Se siente vibrar con las pulsaciones de la música que suena
a todo volumen a través de los altavoces esparcidos por el sitio y que generan ondas
en el poco ponche que queda en su vaso de plástico.
Termina la bebida de un trago, el alcohol le quema a medida que baja
por su garganta, rasposa después de tanto cantar y reírse. Hace un churro con el
vaso y lo encesta en una de las múltiples basuras. Vuelve a mezclarse con la masa de
cuerpos sudorosos y exuberantes de felicidad, sacudiendo la cabeza con cada base
electrónica.
Se han graduado. Todavía a veces le parece mentira y se sorprende a
sí misma mirando a su alrededor, como esperando despertarse en cualquier momento
en su cama y estar en primer año, compartiendo habitación con la antipática Kimmy
Jim, peleándose con Aubrey en cada ensayo de las Bellas. Pero por más que parpadee
el escenario no cambia: sigue estando en la fiesta de graduación que han organizado
los Treblemakers en su casa, rodeada de rostros conocidos y desconocidos,
sintiéndose ligeramente mareada por la cantidad de ponche que ha tomado. Y feliz.
Feliz como pocas veces se ha sentido.
Llega al círculo amorfo que han formado los cuerpos danzantes de sus
amigas. Ve que Stacie está restregándose sensualmente contra un tío, con Cynthia
Rose vigilante de cada movimiento y una sonrisa satisfecha en su rostro moreno.
Tropieza con Jessica y Ashley – juntas, para variar – inventándose algún paso de
baile con Emily, las tres riéndose con fuerza cuando el alcohol convierte su
coordinación en un lío de extremidades. Escucha el chapuzón que genera el menudo
cuerpo de Lilly al sumergirse en la piscina, donde fingirá ser un submarino hasta que
tengan que arrastrarla fuera y llevarla a casa al final de la noche. Hace una mueca de
desagrado cuando se encuentra con Bumper y Amy la Gorda lamiéndose –
literalmente – las caras y haciendo ruiditos que provocan alguna que otra arcada a la
gente que está cerca. Y, por fin, se abre paso hasta donde quiere: Chloe está con una
mano alzada por encima de la cabeza, la otra enredada entre sus rizos pelirrojos, que
habían empezado el día perfectamente rizados y peinados, pero ahora están
alborotados por tanto baile. Lleva ese vestido azul turquesa que se compró para la
graduación y que, Beca todavía no se lo ha dicho, pero le quedaincreíble. Está
cantando la letra de Shut Up and Dance con toda la fuerza de sus pulmones, y sonríe
de oreja a oreja cuando se gira y ve a la DJ ahí parada.
La pelirroja se acerca meneando las caderas, y parece que los oídos de
Beca se destaponan de golpe. La música sube de volumen, los gritos de la gente a su
alrededor comienzan a ser registrados por su cerebro, y por encima de todo ese
ruido, escucha la clara voz de Chloe cantando para ella. No sabe cuándo ni cómo,
pero la DJ se encuentra a sí misma bailando con la pelirroja, una gran sonrisa en su
rostro, sus labios moviéndose con cada palabra que no tiene constancia de saber.
De repente, se escucha un agudo pitido que arranca una exclamación
de dolor en todos los graduados. Se llevan las manos a los oídos para protegerse.
- Woah, perdón – se disculpa una voz de hombre con una risita –. A
ver, ¿podéis dejar por un segundo de meteros las lenguas hasta la campanilla y
prestarme atención? Gracias.
Chloe le da un empujón juguetón a Beca cuando esta pone los ojos en
blanco y se da la vuelta para mirar a Bumper, quien se las ha apañado para echar al
DJ de su mesa de mezclas. Micrófono en mano, el joven se mueve con ese aire de
superioridad que le hizo tan impopular en Barden.

- Quiero que sepáis que Amy la Gorda y yo... Nena, ¿dónde estás? – se hace visera
con una mano mientras escanea la masa de estudiantes. La australiana se abre paso
a empujones hacia la parte delantera y Bumper sonríe, señalándola con un dedo –.
Esa belleza y yo estamos juntos oficialmente – anuncia con orgullo.
Amy le manda callar y finge vergüenza, aunque en realidad todo el
mundo sabe que adora ser el centro de atención.
- Para celebrarlo, vamos a bailar juntos un vals de la mano del gran
Ed Sheeran. Y si no os gusta, os jodéis.
Todo el mundo grita y aplaude, a la espera de la estelar aparición del
cantante británico, pero pronto se vuelven en abucheos cuando ven que Bumper se
refiere a una canción pregrabada y reproducida simplemente y no va a sorprenderles
con un concierto gratis.
A pesar de todo, se hace un corro y Beca siente que Chloe tira de ella
para apartarla del espacio vacío por el que se va a mover la pareja. Su equilibro,
afectado por el alcohol, se alía con el inesperado tirón y su torpeza para hacerle
trastabillar hacia atrás. Por un segundo, teme caerse de culo delante de todo el
mundo, pero pronto unas manos se enroscan en su cintura y un pecho sólido choca
contra su espalda para estabilizarla.
- Te tengo – susurra la pelirroja en su oído.
Su cálido aliento baja por el cuello descubierto de la morena, quien
tiene que aguantarse un estremecimiento. Se da cuenta de que ya está en perfecto
equilibrio sobre dos pies, pero, aun así, Chloe no le ha soltado y no parece tener
intención alguna de hacerlo. «No voy a ser yo quien se queje», piensa Beca.
Los primeros acordes de una guitarra se expanden por el aire del
jardín y un súbito silencio les sigue. Bumper coloca una mano en la cintura de Amy y
ambos comienzan a moverse por el hueco que se ha creado especialmente para ellos.
Resulta extraño verles bailar tan formales cuando hace menos de media hora Beca les
pilló haciendo twerking.
La pelirroja apoya su barbilla en el hombro de la DJ, tarareando
suavemente como si le estuviera haciendo los coros a Ed Sheeran.
- Esta canción siempre me recuerda a ti – piensa.
O cree que lo ha pensado. No es hasta que siente a su mejor amiga
tensarse en su espalda que se da cuenta de que ha escuchado las palabras de forma
tan clara porque las ha dicho en voz alta. Se sonroja, pero, embravecida por el
zumbido del alcohol que corre por sus venas y la atmósfera que las rodea, no se
apresura a corregirse como habría hecho en otras circunstancias.
Se separa un poco para poder ver el perfil de Chloe. Esta parpadea
para borrar la sorpresa de sus ojos azul bebé, que se encuentran con los de la
morena a medio camino y una dulce sonrisa se extiende, lenta pero segura, por sus
labios. La pelirroja le da un beso en la mejilla que, vale, quizá dura un poco más de lo
normal pero Beca no va a decir nada al respecto. Cuando Chloe se separa, su barbilla
retoma su posición contra el hombro de la DJ.
- You look so beautiful in this light, your silhouette over me. The way
it brings out the blue in your eyes is the Tenerife Sea – canta suavemente en el oído
de la morena –. All of the voices surrounding us here, they just fade out when you
take a breath.
Si se da cuenta de la piel de gallina de Beca, no hace comentario
alguno, solo vuelve a apoyar su barbilla y comienza a mecerlas al ritmo de la música.
Consigue que la morena se olvide de la existencia de todo el mundo, parece que solo
están ellas en el jardín, la dulce y melódica voz de Chloe en su oído y luego otra vez
tarareando.

Beca escucha su nombre siendo pronunciado, pero el hechizo de la pelirroja es más


fuerte y agradable, de modo que no se da por aludida hasta que aire frío sustituye el
espacio que, hasta hacía unos segundos, estaba ocupado por el pecho de Chloe
presionado contra su espalda. Es suficiente para devolverla a la realidad de forma un
tanto brusca.
Mira a su alrededor y ve que la pelirroja sigue a su lado, pero a una
distancia que parece demasiado grande en comparación a como estaban antes. Está a
punto de preguntar a qué se debe ese repentino cambio cuando siente un ligero
golpeteo en su hombro.
- Jesse – saluda cuando se gira para ver quién requiere su atención –.
Te estaba buscando.
- Lo sé, me lo han dicho – contesta él, cambiando su peso de un pie a
otro con incomodidad –. Hey, Chloe.
La pelirroja sonríe, pero Beca detecta un tinte de falsedad en la forma
en que las comisuras de sus labios se fruncen. Le extraña, y en cualquier otro
momento insistiría para averiguar qué ocurre, pero lleva todo el día tratando de
contactar con su novio y no va a dejar pasar la oportunidad.
- ¿Podemos hablar? – pide. Ante el asentimiento de Jesse, se vuelve
hacia su mejor amiga –. Vuelvo ahora.
Chloe solo asiente, cosa todavía más rara. La DJ hace una nota mental
para interrogar a la pelirroja más tarde y se encamina hacia la casa de los
Treblemakers. Como queda fuera del espacio permitido, el interior está vacío, oscuro
y silencioso, perfecto para una conversación seria.
A medida que se va acercando el momento, Beca se siente cada vez
más nerviosa. Frota sus dedos entrelazados, se sienta en un sillón solo para volver a
levantarse y pasearse por el salón. Se aparta los rizos castaños de la cara, indecisa.
Sabe que tiene que hacerlo, sabe que es algo que llevan posponiendo demasiado
tiempo y que es ahora o nunca.
- Así que, asumo por tu actitud que este "tenemos que hablar" no es
de los buenos – comenta su novio en un intento de aligerar el ambiente.
Cosa que solo añade más tensión sobre Beca.
- Sí. No. – hace una mueca, resoplando –. Lo que sea. Jesse – dice al
fin –, creo que tenemos que cortar. No, no lo creo, es que lo sé. Quiero decir – se
pasa una mano por el rostro –, yo me voy a Los Ángeles y tú te vas a Nueva York y
todo el mundo sabe que las relaciones a distancia nunca funcionan y no quiero que
estemos pasándolo mal por tratar de mantener algo que lleva ya un tiempo sin ser lo
que era y...
- Beca – la corta el Treblemaker cuando ve que la DJ se ha lanzado a
mascullar explicación tras explicación.
La aludida para de dar vueltas y mira a Jesse por primera vez desde
que entraron en la casa. Está sentado en el hueco que la propia Beca ha dejado libre
hace unos instantes, brazos apoyados en sus muslos y las manos colgando relajadas.
- No pareces sorprendido – observa –. ¿Por qué no pareces
sorprendido?
- Es algo que veía venir desde hace tiempo – el joven se encoge de
hombros –. Honestamente, has aguantado mucho más de lo que tenía pensado.
Beca parpadea, sin saber cómo tomarse ese comentario. ¿Es un
insulto o un halago?
- ¿Qué? – consigue decir al final.

- Venga, Becs, ambos sabemos que lo nuestro siempre fue más amistad que amor
por tu parte. Ya no hay motivos para negarlo. Hace tiempo hice las paces con la
realidad de que no soy yo de quien estás enamorada.
- ¿Qué? – repite, más sorprendida que enfadada, o lo que sea que se
supone que debería estar sintiendo –. ¿Y de quién estoy enamorada, si se puede
saber?
- Oh, yo creo que lo sabes perfectamente, pero te niegas a verlo.
Esta vez sí que hay un rastro de veneno en el tono de voz de Jesse
que presiona el nervio equivocado en Beca.
- No, por favor, ya que pareces conocerme mejor que yo misma,
ilumíname con tu sabiduría – ironiza.
- De Chloe, ¡quién si no! – exclama el Treblemaker. Antes de que la DJ
pueda rebatir, alza una mano para acallarla –. A veces tengo la sensación de que
estoy en una pareja de tres.
La DJ sacude la cabeza, asombrada por las estupideces que está
diciendo Jesse.
- ¿Te estás escuchando a ti mismo?
- Beca...
- No, Jesse, ¿te has parado a escucharte a ti mismo? ¿Sabes las
locuras que están saliendo por tu boca? ¿De verdad te crees todo eso?
- No es que me lo crea, Beca, es que sé que es verdad por mucho que
te empeñes en decir que no. Créeme, al principio yo tampoco quería admitirlo, pero al
final me era imposible seguir haciéndome el tonto cuando la verdad me estaba
estallando en la cara. ¿Recuerdas ese verano en el que desaparecí durante agosto
entero y luego te dije que había estado en un camping con mis padres sin cobertura?
Ahora es él quien se levanta y se pone a pasear frente a la figura
inmóvil de la DJ, que asiente, casi temiendo la continuación.
- En realidad sí tenía cobertura, pero estaba tan enfadado contigo y
con Chloe, ¡y conmigo! ¡Sobre todo conmigo! Por supuesto que fui a caer en el cliché:
enamorarme de la chica que no deja que nadie se acerque a ella, que tiene millones
de barreras con las que no paro de chocarme, ciego a la facilidad con la que deja que
todas sus defensas caigan cuando se trata de su mejor amiga. De verdad, el máximo
gilipollas fui yo – Jesse sacude la cabeza, como si todavía no se lo terminara de creer
–. Cuando te volví a ver en septiembre me di cuenta de que no lo hacías de forma
deliberada, que probablemente ni supieras que lo estabas haciendo. Vi que no
estabas jugando conmigo, sino que todavía tenías la venda sobre los ojos, así que me
dije "oye, aprovecha el tiempo que tengas". Sinceramente, nunca creí que fuéramos a
hacer cuatro años juntos, pensé que Chloe habría dicho algo antes, que se habría
cansado de esperar, pero no. ¿Y sabes lo peor? – no espera a que Beca conteste, cosa
que la joven agradece porque no cree que sea capaz de pronunciar palabra alguna –.
Lo peor es que ni siquiera soy capaz de odiarla, porque es tan malditamente poco
egoísta que se ha tragado sus sentimientos por cuatro años, y estaría dispuesta a
hacerlo eternamente con tal de que seas feliz.
Jesse se queda quieto, cogiendo aire profundamente. Se le nota más
tranquilo ahora que se ha quitado el peso de esa verdad de sus hombros.
- A veces me moría de celos – confiesa con un pequeño asentimiento
–. Me ponía a pensar en todas las excepciones que hacías por Chloe y no por mí, y
me volvía verde de envidia. Trataba de no dejar que se viera, pero era especialmente
difícil en las fiestas porque te veía bailar con ella y rechazarme cuando me acercaba
y... Joder, dolía. Dolía mucho.

Se queda en silencio un largo rato, rememorando.


- Entonces en esos momentos miraba a Chloe y en su mirada se
reflejaba justo lo que yo estaba sintiendo, y se me pasaba porque ella tenía que estar
sufriendo mil veces más que yo. Yo tenía tu amistad, tenía tu confianza, tenía tu
amor. Yo tenía el derecho a llamarte mi novia, si me hubieras dejado, habría podido
cogerte de la mano por la calle y fardar de ti ante mis amigos. Era en mi cama en la
que te quedabas dormida, era conmigo con quien hacías el amor. Conmigo, no con
ella.
Vale, Beca definitivamente no acaba de imaginarse eso último al
revés. Para nada acaba de venirle a la cabeza su primer encuentro con Chloe en las
duchas comunales de Barden. Pero es en ese preciso momento en el que sabe que
Jesse no está diciendo locuras sino constatando una realidad de la que Beca ha
estado huyendo por mucho tiempo. Toda ella parece derrumbarse.
El Treblemaker debe de darse cuenta de que sus palabras por fin han
calado hondo en su ¿novia? ¿ex novia, no?, porque se acerca a ella hasta que la
cabeza gacha de la DJ choca contra su pecho.
- Becs, no pasa nada, lo sabes, ¿verdad? – trata de asegurarle –. No
pasa nada por que te guste una chica.
- Por favor – bufa alzando la cabeza –, tengo más que aceptada mi
sexualidad. No es eso lo que me preocupa, Jesse.
- ¿Entonces?
- Es el hecho de que tenga que darme cuenta de todo esto justo
cuando ya nos hemos graduado. ¡Esto es por culpa del puto karma o del destino!
- Bueno, el karma no tiene la culpa de que hayas desperdiciado cuatro
años conmigo – comenta el joven.
- Hey, sabes que no fue así – Beca se apresura a aclararlo. Nunca
planeó usar a Jesse para esconderse de sus sentimientos, de verdad quiere al chico,
solo que no como él quiere que le quiera.
- Lo sé, lo sé – ríe él –, estaba de broma. Pero, oye, pase lo que pase,
yo seguiré siendo tu mejor amigo.
- Gracias, Jesse – busca su mano y le da un apretón –. Significa
mucho.
Cada uno se queda perdido en sus pensamientos, mirando sin ver
hacia la cristalera que da al jardín, donde la fiesta sigue en su máximo apogeo.
Parece tan lejano, como si estuvieran en una galaxia completamente diferente. Y
pensar que hacía un rato Beca había estado totalmente inmersa en ella...
No puede volver ahí, volver con Chloe, y fingir que nada ha cambiado.
No es tan buena actriz y la pelirroja sabe leer su expresión demasiado bien como para
no darse cuenta de que ya nada es igual. Ahora no para de analizar cada pequeño
momento compartido, cada frase, cada guiño sugerente. ¿Acababa de confesarle sus
sentimientos, de los que todavía no era consciente, a Chloe con la canción de Ed
Sheeran? Oh Dios, ¿y lo que le dijo en la tienda sobre experimentar? ¿Y si se lo
estaba diciendo de verdad y Beca le dio la espalda? Se siente enferma y en necesidad
de enterrarse bajo una pila de mantas y no salir de ahí hasta el año que viene.
- No es por presionarte – habla Jesse –, pero ¿sabes qué vas a hacer?
La DJ le mira y el pánico es evidente en su rostro. El Treblemaker se
sorprende, pocas veces ha visto a Beca ser tan clara con sus sentimientos, así que se
pone en el papel de mejor amigo y la atrae hacia él. Ella se queda paralizada en su
abrazo, pero no duele tanto como otras veces.

- Vale, tranquila, Becs – susurra en su pelo, dándole un beso en la coronilla –. Lo


averiguaremos – le asegura.
Pasado un rato, siente a la DJ asentir ligeramente contra su pecho.
Descubrir que estaba – está – enamorada de su mejor amiga fue,
poniéndolo de una forma muy suave, chocante. El resto de la noche la pasó todo el
rato al borde de un ataque de pánico, tumbada en la cama de Jesse mientras él
dormía profundamente sobre cojines en el suelo – su decisión, no de Beca; al fin y al
cabo, no habría sido la primera vez que habrían compartido cama –. Cerraba los ojos
y una imagen del calendario, del poco tiempo que le quedaba, aparecía grabada a
fuego en el interior de sus párpados.
En cierto modo, maldecía a Jesse por haber tenido que abrirle los ojos.
Habría vivido mucho más tranquila si hubiera seguido ciega, sin identificar que esas
mariposas que se extendían por su caja torácica cada vez que Chloe le sonreía no
eran normales para dos mejores amigas. Prefería que nada hubiera cambiado, porque
ya estaban terminando mayo y ella se marchaba a Los Ángeles a mediados de julio.
Todo ese tiempo lo pasaría mirando a Chloe y pensando cómo sería estar con ella de
una forma no platónica.
Al día siguiente se había arrastrado de la casa de los Treblemakers a
la de las Bellas, sin haber pegado ojo en toda la noche, pálida y demacrada como
quien acaba de recibir la peor noticia de su vida – cosa que, siendo honesta, había
ocurrido –. Tenía la esperanza de pasar desapercibida y poder meterse en la cama
para esconderse bajo las mantas e ignorar que había un mundo que existía fuera, una
vida que la esperaba para seguir avanzando, un grupo que necesitaba a su capitana.
Pero, nada más abrir la puerta tropezó con Flo, quien hizo una comparación entre el
aspecto de Beca y cómo había estado ella tras siete años de diarrea, y quien tiró de la
morena hacia la cocina para que comiera algo porque "aunque luego lo vayas a
expulsar, algún nutriente tiene que quedar". Todas las Bellas estaban en la mesa
charlando alegremente y le saludaron con sonrisas y guiños cómplices entre ellas.
Entonces llegaron las preguntas y los comentarios que la DJ había querido evitar:
dónde estuviste anoche, por qué desapareciste de la fiesta, qué pasó con Jesse
porque todo el mundo os vio discutir a través de la ventana, habéis roto, echasteis el
último polvo de reconciliación, ¿verdad?, y bla bla bla. Todas tenían algo que aportar,
todas menos Chloe.
Chloe, quien tenía la sombra de la sospecha en su rostro por mucho
que intentara disimular pero que mantuvo la boca cerrada y la mirada fijada en el
fondo de su bol de leche con cereales.
Eventualmente, sus voces se habían convertido en un murmullo de
fondo prácticamente ahogado por el pitido de los oídos de Beca, y se había disculpado
diciendo que no se encontraba bien.
Después de eso, todo cambió. Pero, a la vez, se mantuvo igual.
- Beca.
La voz de Chloe es como una cuerda que se enrosca en la morena y
tira de ella para sacarla de Recuerdolandia. Se siente como un buceador que se ha
quedado son oxígeno en su bombona justo cuando está sumergido a muchos metros
de profundidad y tiene que nadar toda la distancia hasta la superficie. Los pulmones
le arden porque está muy segura de que lleva sin respirar desde que reconoció la
canción, y la falta de aire hace que todo le dé vueltas a una velocidad tan vertiginosa
que si no fuera por el sólido agarre de Chloe a su espalda habría salido volando como
si estuviese en el vórtice de un huracán.
- Beca, respira – ordena la pelirroja.
Y ella obedece. Siempre obedece cuando se trata de su mejor amiga.
Coge una gran bocanada de aire, sus manos salen disparadas hacia su pecho donde
tropiezan con las de Chloe y se agarran a ellas como si fuesen un salvavidas.

Quizá lo son.
No puede dejar de encontrar irónico cómo la música, que siempre fue
su escape y la solución a todos sus males, ha provocado que se venga abajo en
medio de la calle. Sólo unos acordes de guitarra determinados y unos versos, y la
presa que la DJ construyó en su corazón esa mañana de mayo enterrada bajo las
mantas de su cama, deja de funcionar. Todos los sentimientos que se ha apañado
para mantener encerrados en ese rincón polvoriento salen despedidos con la
velocidad de la luz, arrasando con todo lo que encuentran a su paso, igual que un
tsunami. Y si ya Beca estaba "debilitada" por esa jugarreta del destino que ha hecho
que se reencuentre con Chloe, ahora no tiene defensas algunas para luchar contra
todo lo que se sacude en su interior.
La palma de la mano derecha de la pelirroja está extendida sobre el
corazón de Beca y puede notar su acelerado latido contra las yemas de los dedos
incluso a pesar del abrigo y el grueso jersey que lleva la DJ puestos. Su mano
izquierda está entrelazada con la de la morena y le da un apretón para ayudarle a
aterrizar en el mundo real.
La exBella ha contado ya ciento cincuenta respiraciones cuando siente
que la tensión en el cuerpo de Beca va desapareciendo poco a poco. Chloe también se
relaja, el nudo de preocupación de su estómago un paso más cerca de ser desatado.
Ha vivido la "Beca estresada", la "Beca enfadada", la "Beca triste" y la "Beca
exuberante de felicidad". Nunca antes había visto a la "Beca a punto de sufrir un
ataque de pánico" y no es una experiencia que quiera repetir.
Ahora ya sabe qué hacer, tiene las palabras correctas en la punta de la
lengua y listas para ser pronunciadas:
- He de decir que esa no es la reacción exuberante de felicidad que
esperaba.
Beca resopla, aunque agradece el intento de calmarle de Chloe. La DJ
siempre se escuda en el humor y el sarcasmo cuando una situación la supera, es su
método de asimilación, su capa protectora; de modo que ese pequeño guiño que le
ofrece la pelirroja es más que bienvenido porque le da una salida que no supone
morir de vergüenza.
- Oye, chica – llama el joven artista –, ¿te encuentras bien?
La morena se da cuenta, aunque de forma muy vaga, de que el
guitarrista ha dejado de tocar y la mira con preocupación, el instrumento olvidado
colgando de su costado por la correa. Ambas amigas salen de su burbuja y ven que la
gente que se encontraba cerca escuchando la canción también las están mirando con
preocupación, algunos con los móviles en las manos como si estuvieran esperando
una señal para llamar a emergencias.
Beca parpadea y trata de imaginarse qué aspecto tienen para los
transeúntes que se cruzan con ellas y no tienen ni idea de qué ha ocurrido. Ni siquiera
el chaval de la guitarra sabe qué ha pasado y lo ha vivido en primera fila. Tiene que
tragarse la risa de puro bochorno por el espectáculo que ha montado.
- Estoy bien – asegura.
- Ha sido una bajada de azúcar – miente Chloe por encima del hombro
de la morena.
- Ah – sonríe el chico, visiblemente más tranquilo –. Me alegro de que
no fuera nada grave.
- Perdona por haberte asustado – dice Beca con una sonrisa de
disculpa.
Él se encoge de hombros, rescatando la guitarra de donde la correa
que cruza su pecho la ha hecho colgar. Se chasca los nudillos de las manos al estirar
los dedos y se los sopla con aliento caliente para que vuelva a circular la sangre por
ellos y no le duela rasgar las duras cuerdas. Sin más dilación, coloca el acorde
correspondiente en el mástil y retoma la canción desde el principio.

You look so wonderful in your dress


I love your hair like that
They way it falls on the side of your neck
Down your shoulders and back.
Chloe es la que reacciona más rápido de ambas y rompe su abrazo,
pero no suelta en ningún momento la mano de Beca. Tirando de ella, ponen una
distancia segura entre ellas y esa canción de Ed Sheeran que tanto consigue provocar
en la DJ.
- ¿Seguro que estás bien? – inquiere Chloe dándole un suave apretón
a los dedos de Beca.
- Sí – exhala ella sin apenas voz. Asiente con la cabeza para darle
mayor énfasis a sus palabras –. Pero ahora me vendría genial un poco de ese tequila.
- Vale – ríe la joven –, ya casi hemos llegado.
El resto de trayecto pasa en un borrón desenfocado. Apenas registra
que suben un par de escalones, aunque sí es consciente del momento en el que la
pelirroja suelta su mano para abrir la pesada puerta de hierro negro y cómo esta
retumba al cerrarse a sus espaldas. Bajan del ascensor en el quinto piso y sigue a
Chloe hasta el apartamento E. No puede evitar sentir curiosidad por ver dónde vive.
- Bienvenida a mi humilde morada – dice con una sonrisa mientras se
hace a un lado para dejar que la morena pase primero.
Beca corresponde a su gesto, aunque con menos seguridad, y entra en
un pasillo que se alarga hasta desembocar en un salón/cocina. El piso es pequeño, no
tiene más que un baño bastante estrecho y una habitación que es, de lejos, la
estancia más amplia de todo el apartamento. Sin embargo, tiene bastantes ventanas
de forma que la luz de la calle se filtra a través de las cortinas y le resta un poco de
su aspecto lúgubre.
Un pequeño árbol de navidad descansa en una esquina del salón,
sobre una mesa en la que también hay tres muñecos de nieve hechos por la pelirroja
y un pequeño belén. Las luces de colores se encienden intermitentemente, casi al
mismo ritmo que las que hay colgadas de un espejo en la pared. Beca sonríe sin
poder evitarlo, porque es todo tan... Chloe.
Su marca está por todos lados, hasta en los pequeños cactus que hay
esparcidos a lo largo del piso.
- Perdona el desorden, pero todavía no he tenido mucho tiempo para
organizar y todo ese rollo – se disculpa la exBella, apartando con un pie tres cajas
rotuladas como "Vajilla", "Cojines" y "Libros".
La DJ arquea una ceja.
- ¿De verdad? ¿Qué me vas a decir a mí? – bufa.
Chloe se ríe, asintiendo.
- Cierto, no empaquetaste todas tus cosas hasta prácticamente el
último día y porque te obligué –. Beca se encoge de hombros sin una pizca de
arrepentimiento ni en su rostro ni en su sonrisa –. ¿Hasta cuándo tuviste todo en las
cajas?
- Mmmm creo que hasta finales de agosto.
- ¡Beca! – exclama la pelirroja, asombrada de mala manera.
- ¿Qué? – se defiende la aludida –. No era necesario, iba cogiendo lo
que necesitaba y luego ya lo guardaba en su sitio.

Chloe resopla, sacudiendo la cabeza con incredulidad. Coge el abrigo y bufanda de la


DJ y los tira encima de su cama, lo suyo lo cuelga del respaldo de la silla de trabajo
que se las apañó para encajar entre la mesa y el colchón. Cuando vuelve al salón, ve
que la morena está entretenida mirando los marcos de fotos que ha colgado en clavos
que dejó el previo inquilino.
En su mayoría son fotos de los siete años que la pelirroja estuvo en
Barden. Beca hace un pequeño viaje en el tiempo por los primeros tres cursos, donde
Chloe sale con una ancha sonrisa y su brazo enroscado en los hombros de Aubrey
siempre, excepto en una donde está abrazada a Tom en alguna fiesta y una foto de
grupo de la antigua generación de las Bellas. Luego la morena ya empieza a
reconocer algunas situaciones, como la fiesta de iniciación en el anfiteatro, cuando
ganaron por primera vez el Campeonato Nacional de A Cappella, aquella vez que
fueron a la playa todas juntas, cuando los patrocinadores les consiguieron una casa,
etc. Millones de momentos que se suponía que tendrían que haber sido temporales,
pero de los que había quedado un registro gracias a la cámara Polaroid que le
regalaron a Chloe en su primer cumpleaños juntas.
Por primera vez en tres años, Beca no siente un pinchazo de dolor en
el pecho cuando rememora los viejos tiempos. Ve las fotos y una sonrisa cariñosa
aparece en su rostro, definitivamente nostálgica, pero no triste. Las Bellas le sonríen
desde el papel, decentes en un marco, haciendo caras divertidas en el siguiente.
Aubrey no parece la tirana obsesionada con ganar que era en el primer año de la DJ
en el grupo, sino que siempre sale con una sonrisa sincera en el rostro y congelada
en el tiempo dando diversas muestras de afecto a Chloe. La propia Beca no se
reconoce, y eso que sale en más de la mitad de las fotos. La joven de pelo moreno
rizado, con piercings, tatuajes y bastante eyeliner no se parece a la mujer en la que
se ha convertido, una que va del trabajo a casa y de casa al trabajo todos los días
como un autómata, dolida y echando de menos a esa mitad de ella que parecía
haberse quedado atrapada en imágenes impresas y colgadas para todo aquel que
tenga interés en pararse a verlas.
Avanza hasta la siguiente pared y pierde un poco de su determinación
cuando reconoce lo que está apoyado contra esta, sin clavos que lo sujeten todavía.
Un corcho. O, más bien, el corcho. No puede creer que Chloe todavía lo tenga, y que
esté tal cual Beca lo recuerda de ese último vistazo antes de marcharse de la casa de
las Bellas.
La pelirroja tenía una costumbre, o manía, llámalo x. Cualquier cosa
de papel que acabara entre sus manos terminaba con el margen lleno de dibujitos
adorablemente absurdos. A no ser que fueran trabajos que luego tuviera que entregar
a los profesores o exámenes, el resto no se libraban de los impulsos artísticos de
Chloe.
Cuando Beca lo descubrió, al principio le resultó algo infantil, pero
luego, con el tiempo, se acostumbró a ello tanto que cuando veía una de sus
partituras de música de las Bellas sin pintarrajear, le chocaba. El caso es que un día
en el que se sentía especialmente inspirada se le ocurrió responder a los garabatos de
Chloe con uno suyo, y así empezó una cadena que les duró los cuatro años que Beca
estuvo en Barden. No era raro encontrarse con post-it por la casa con dibujos de
ambas, y la pelirroja, con esa mentalidad de guardar constancia de todo que tenía – y
sigue teniendo, aparentemente – compró un corcho que colgó de la pared de su
habitación y donde fue guardando todos los mensajes. Al final, todas las chicas se
unieron en algún momento y también aportaron sus pequeños monigotes.
El resultado era un corcho que, visto de lejos, parecía de un niño
pequeño, pero que para ellas – y especialmente para Chloe – guardaba un significado
único. Y ese mismo corcho había viajado desde Miami hasta Los Ángeles en el
maletero de algún camión de mudanzas.

Beca lo recoge y lo coloca sobre el brazo del sillón, agachándose para recorrer con la
mirada cuatro años de mensajes y bromas internas. Sus dibujos de grandes ojos le
sonríen con sus pequeñas bocas, intercalados con los gordos muñecos de Amy y los
tetudos de Stacie. Flo siempre los dibujaba con el pelo locamente rizado, Emily los
rodeaba de millones de corazones y notas musicales, los de Jessica y Ashley siempre
iban cogidos de la mano. Luego estaban los de Chloe, cuyas sonrisas les llegaban
literalmente de oreja a oreja y les hacían parecer entre alegres y psicóticos.
La morena pasa una mano por encima de los millones de trozos de
papel superpuestos unos sobre otros, compartiendo espacio y chinchetas. No es
consciente de la sonrisa tonta en su rostro porque está demasiado ocupada buscando.
Cuando por fin lo encuentra – ¿cómo demonios le puede costar tanto
verlo si es el más grande y está en todo el centro por encima de los demás? –, algo
en su pecho se agita con violencia y hace que las lágrimas empañen su vista.
Se le ocurrió una de esas noches en las que estaba tan cansada que
no podía ni dormir porque eso requería tener energías de las que ella no disponía. Fue
un pensamiento delirante, como quien tiene alucinaciones provocadas por la fiebre
muy alta, nunca pensó que al día siguiente fuera a acordarse y calificarlo de buena
idea.
Y muchas veces, mientras se esforzaba al máximo para hacer que sus
monigotes desgarbados y totalmente desproporcionados quedaran bien, le dio la
sensación de que era algo infantil y un completo fracaso, de que iba a quedar como
una completa estúpida. Pero, ahora, al terminar de colorear de amarillo un vaso de
plástico y ver el resultado final, deja escapar un suspiro de satisfacción y asiente,
porque sabe que es el regalo de despedida perfecto para Chloe.
Claro que, nunca se había puesto a pensar qué haría una vez estuviera
hecho, cómo se lo daría, qué diría. No había pensado en el futuro, demasiado
preocupada con el presente y sus cálculos sobre si le daría tiempo o no. Deja el lápiz
amarillo en su sitio en la caja que le pidió prestada a Jessica – a quien resulta que le
encantan las manualidades – y se queda mirando la hoja de papel como si fueran a
aparecer escritas ahí las soluciones a todas sus preguntas. «Ojalá», piensa con algo
de sorna.
Últimamente su vida está llena de incógnitas. Qué hacer en Atlanta
ese verano – nada –, cuándo irse a L.A. – la respuesta correcta es: mañana a las
12.21 en el avión 1413 –, cómo despedirse de esas chicas que eran su familia –
adecuadamente superada –, dónde vivir – esa, por suerte, ya la tiene cubierta –,
cómo actuar cerca de Chloe ahora que sabe que está enamorada de ella, y un gran
etc. Si quien fuese que está ahí arriba le chivase las respuestas, sería un puntazo.
Dobla el folio hasta que es un pequeño rectángulo que le cabe en el
bolsillo delantero de la camiseta de cuadros que lleva puesta. Se levanta de la mesa
de trabajo que ahora es de Amy y echa un último vistazo a su lado de la habitación
completamente vacío. Los hombres de la mudanza vinieron esa misma mañana a por
sus cajas, las cuales estaban llenas de cosas gracias a la insistencia de Chloe, y lo
único que le queda es lo que va a llevarse con ella en el avión: una maleta, su portátil
y una mochila.
Baja las escaleras con calma hasta el segundo piso, donde están las
habitaciones a excepción de la suya y la de Amy porque es la buhardilla. Todas las
puertas están cerradas, ya que sus ocupantes están en sus respectivas casas de
vacaciones de verano. Bueno, todas menos una, que es la que realmente le interesa a
Beca.
Se asoma al umbral, apoyando el hombro contra este, y observa a
Chloe, tumbada en la cama con un libro abierto en el regazo. Está tan concentrada
que no oye a la DJ. Se queda un rato parada, absorbiendo esa imagen con la
constancia de que puede ser la última vez que vea algo parecido en mucho tiempo.
Graba a fuego en su memoria el movimiento nervioso de los pies descalzos de la
pelirroja, que suben y bajan al ritmo de una canción que solo ella escucha; el ceño
ligeramente fruncido, el labio inferior atrapado entre los dientes, los ojos recorriendo
la página con la avidez típica de un momento interesante; una cascada de rizos que
resbalan por la almohada como lenguas de fuego.

- Hey – saluda pasados unos minutos, antes de que la realidad la golpee con toda la
fuerza que posee.
Chloe da un pequeño brinco, el libro se le resbala del despreocupado
agarre con el que lo estaba manteniendo en pie y cae sobre su pecho boca abajo.
Ojos azul bebé parpadean para enfocarse y volver de esa galaxia lejana a la que se
había teletransportado. Sonríe cuando ve a Beca parada en la entrada de su
habitación.
- Hey, pasa – la invita.
Cierra el libro tras marcar la página en la que se ha quedado y lo deja
en la mesilla. Luego, rueda hasta pegarse al borde de la cama que está contra la
pared, dejando un hueco libre para el cuerpo de la morena.
- ¿Querías algo? – pregunta sin poder contener su curiosidad.
Beca se encoge de hombros brevemente, sus dedos se contraen
alrededor de aire. Se sienta en el colchón de forma que esté mirando hacia la
pelirroja.
- Me voy mañana – suelta abruptamente.
No tenía planeado decir eso, de hecho, su plan original era entrar,
darle el regalo a Chloe y desparecer hasta la mañana siguiente cuando la llevara al
aeropuerto. Pero, cómo no, su cerebro y su boca trabajan en momentos separados
con canales diferentes y la comunicación entre ambos es pésima. De modo que
mientras está pensando en sacar el papel del bolsillo, sus labios se están moviendo
por decisión propia y formando palabras sobre las que no tiene ningún control.
Parece que la confesión de Beca pilla también un poco por sorpresa a
Chloe, porque parpadea y frunce el ceño brevemente, confundida.
- Lo sé – dice al final con tono resignado – Y tú lo sabes desde mayo,
Becs.
- Es solo que... No había sido totalmente consciente hasta ahora,
supongo – se encoge de hombros un poco. No puede explicárselo porque ni ella
misma lo entiende del todo.
- Entonces, ahora que ya ha calado en ti... ¿Cómo estás? – inquiere la
pelirroja.
Siempre preocupándose por los demás, siempre dispuesta a echar una
mano. La DJ tiene que tragarse la sonrisa tonta que lucha para aparecer en su rostro,
sabe que va a dar la impresión equivocada. Lo intercambia por mordisquear el interior
de su mejilla mientras medita su respuesta.
- ¿Sinceramente? – Chloe asiente, subiendo las rodillas contra su
pecho y apoyando la barbilla contra ellas sin perder de vista ni un segundo a Beca –.
Tengo sentimientos encontrados. Por un lado – extiende una mano abierta frente a
ella –, esto es con lo que llevo soñando toda mi vida y que por fin se vaya a hacer
realidad, totalmente realidad, me llena de excitación.
Su mejor amiga asiente de nuevo, transmitiéndole con ese simple
gesto su comprensión a la morena. Quizá decir que está excitada es quedarse corta,
pero tampoco quiere parecer demasiado ansiosa por irse porque sería mentira.
Aunque apenas puede esperar para estar ya en L.A. y comenzar a trabajar como
productora musical en la sucursal de Residual Heat, también hay una gran parte de
ella a la que la sola idea de estar al otro lado de Estados Unidos hace que le entre el
miedo y ganas de encadenarse al radiador para que así no se la puedan llevar de allí.
Está en un constante tira y afloja entre ambas reacciones, y teme que al final tanto
tirón termine por romperla a la mitad.

- Por el otro lado – continúa, estirando la palma derecha en contraposición con la


izquierda –, tengo la sensación de que estos cuatro años han volado por delante de
mis ojos. Es como que, un día tenía todo el tiempo del mundo y, al parpadear, estoy
aquí – clava el dedo índice en el colchón para darle más énfasis a sus palabras –. Ha
ocurrido tan rápido que ni siquiera he tenido la oportunidad de reaccionar y hay
cosas... – suspira.
Dubitativa, lanza un fugaz vistazo a Chloe. Su rostro se mantiene
firme en su expresión, no de indiferencia porque está escuchando atentamente y con
interés, pero tampoco muestra una emoción a la que Beca pueda asociar un nombre
con facilidad. Parece, más que nada, que su mejor amiga se está esforzando por
eliminar cualquier rastro de sentimiento de su cara.
Cuando sus miradas se cruzan, saltan chispas. Suena a cliché, pero es
lo que mejor lo expresa. La DJ siente cómo algo tangible cambia en el ambiente entre
ambas y nota que tensa todo su cuerpo de pura anticipación. Para qué exactamente,
no lo sabe. Solo sabe que no es la única, porque Chloe reacciona igual, alzando la
barbilla de sus rodillas y estirando la espalda, las manos apretando con fuerza sus
piernas dobladas contra su pecho.
- Hay cosas – sigue hablando Beca. Las palabras caen de su boca sin
pensar –, que jamás podré hacer porque el momento ya ha pasado, cosas de las que
me he dado cuenta demasiado tarde y nunca podré actuar sobre ellas.
El aire se va cargando cada vez más de electricidad con cada segundo
que pasan con sus ojos clavados en los de la otra. Casi se puede escuchar el crack de
la estática. La morena traga saliva, se ve incapaz de apartar la vista de ese océano
azul bebé, ahora turbio por un huracán de emociones que tiene una gran similitud con
una tormenta en pleno Caribe.
Entonces se produce un segundo cambio en la atmósfera de la
habitación. La electricidad se transforma en magnetismo y Beca se ve
irremediablemente atraída hacia la pelirroja. Esta parece estar sintiendo lo mismo
porque los músculos de sus brazos y piernas se tensan igual que si estuviera
luchando contra esa fuerza invisible que no desaparecería hasta que no las hubiera
hecho juntarse.
La morena siente en su cuerpo el momento en el que Chloe se rinde.
Es como si alguien la empujase de golpe, de manera repentina, y la tirase por el
borde de un precipicio. Su estómago da un vuelco mientras ella cae hacia delante,
justo a los brazos de su mejor amiga, abiertos y ya esperándola.
Cierra los ojos y deja que la atrapen. Deja que le rodeen, que le
aprieten contra el cuerpo de la pelirroja. Deja que le consuelen y le transmitan todo lo
que su dueña en ese momento no es capaz de decir. Deja que la acaricien y la mezan
al ritmo del palpitar de sus corazones.
Hace poco, Beca leyó en twitter que una universidad norteamericana
había demostrado que dos personas enamoradas sincronizan sus corazones y
respiraciones. En ese momento, había resoplado y puesto los ojos en blanco sin
imaginarse que ella podría comprobar por sí misma que, efectivamente, es verdad.
- ¿Qué se supone que debo hacer, Chlo? – pregunta.
A ninguna de las dos se les escapa el mensaje no pronunciado pero
contenido entre los signos de interrogación. La pelirroja suelta un suspiro, largo y
sentido. El aire que escapa de ella llena los pulmones de la DJ. Funcionan en perfecta
coordinación.
- Te irás a Los Ángeles porque es tu sueño y tienes que perseguirlo.
Serás una famosa productora musical que trabajará con Beyoncé, y Katy Perry, y
otros de los grandes. Por lo demás no te preocupes, si está destinado a ser, será.

Beca bufa.
- Menuda mierda de consejo.
- Oye –se aparta de la morena, dándole un manotazo. Trata de
parecer enfadada, pero se le escapa una risa que la traiciona –, eso te pasa por venir
con preguntas existenciales a las doce de la noche. ¿Tú crees que soy capaz ahora
mismo de solucionarte la vida?
La DJ ríe con ella y se deja caer en la cama. Se tapa los ojos con
ambas manos por un momento, necesita ese momento para recomponerse y
reorganizar la multitud de emociones que botan como pelotas saltarinas
descontroladas dentro de su pecho. Cuando vuelve a abrir los ojos, ve que Chloe se
ha tumbado de costado a su lado de forma que la está encarando, aunque no la está
mirando a ella si no a un punto indefinido en la habitación.
Toda la actitud bromista parece haberla abandonado y tiene aspecto
fatigado. Por un momento, Beca se pregunta cuánto tiempo llevará la pelirroja sin
dormir bien. Luego se distrae al sentir a su mejor amiga juguetear con su mano, que
ha dejado caer sobre la cama.
Beca no es la persona más paciente del mundo, pero entiende que a
veces las personas necesitan tiempo para poner sus pensamientos en línea antes de
hablar para que se expliquen de forma correcta y expresen todo lo que quieren decir.
De modo que, por Chloe, y por el beneficio de ambas, se muerde el interior de la
mejilla y espera lo más tranquilamente que puede a que la joven hable.
No sabe exactamente cuánto tiempo ha pasado, pero sabe que el
suficiente para dejarse llevar por el silencio de la habitación hasta el punto de que
casi se queda dormida. Los párpados le pesan y está en esa fase en la que los deja
cerrarse por un rato antes de darse cuenta de lo que está haciendo y luchar para
abrirlos de nuevo.
- ¿Alguna vez tienes la impresión de que este es el final? – pregunta
Chloe en apenas un susurro.
Su dulce voz tira de los flojos hilos de la conciencia de la morena y los
atan con fuerza para despertarla. Frunce el ceño y parpadea para quitarse el sueño de
los ojos, porque sabe que la pelirroja no la está mirando, sabe que está rehuyendo su
mirada por algún motivo y tiene que estar espabilada para descubrir cuál es.
- ¿A qué te refieres? – carraspea.
La exBella no responde de forma inmediata, sino que frunce los labios
y sigue jugando con los dedos de Beca, tirando de ellos hacia arriba antes de dejarlos
caer de nuevo contra la cama.
- Todas nos vamos en direcciones diferentes. Emily se queda aquí, yo
me vuelvo a casa, tú te vas a L.A., Cynthia Rose se va a Maine a casarse, Stacie tiene
que terminar Medicina todavía, Amy la Gorda a saber en dónde terminará pero estará
con Bumper seguro. Después de cuatro años juntas nos vamos a separar de forma
definitiva y todo el mundo sabe que la distancia termina por romper todo tipo de
lazos.
- Eso era antes, Chlo, cuando la gente se comunicaba con palomas
mensajeras y señales de humo – bromea Beca.
No logra su objetivo, pues los labios de su mejor amiga apenas se
curvan un centímetro hacia arriba.
- Hey – llama su atención y espera hasta que despega la mirada de los
dedos de la morena para clavarla en ojos azul oscuro –, ¿de verdad crees que voy a
dejar que te libres tan fácilmente de mí? ¿Después de todo el tiempo que has
invertido con tu bola de demolición derrumbando mis murallas? – los ojos de la DJ se
abren de par en par por el horror –. Oh dios mío, me acabo de dar cuenta de que eres
tal cual Miley Cyrus. Literalmente. Desnudo incluido.
Con eso Chloe suelta una sonora carcajada y la tristeza se evapora de su rostro.
Aunque sigue con la mosca detrás de la oreja, la expresión de absoluto trauma que
tiene Beca es demasiado buena como para no reírse de ella.
La morena no puede evitar sonrojarse hasta la punta de las orejas
cuando un recuerdo muy vívido de su encuentro con la pelirroja en las duchas
comunales salta como un flash en su mente. Se tapa la cara con las manos, los dedos
pegados para no dejar que nada de luz se filtre a través de ellos y pueda morir de
vergüenza en paz.
- ¿Becs? – dice la exBella con una risita –. Becs – prueba de nuevo
cuando la DJ no se da por aludida –. Cuidado no me dé por chuparte también.
La amenaza es suficiente para que las manos de Beca vuelen de su
cara a los hombros de Chloe como para mantenerla alejada de ella.
- Gracias – susurra una vez tiene su absoluta atención.
Le da un beso en la mejilla y, porque le encanta demasiado tocarle las
narices, saca la lengua y le da un buen lametón que pilla a la morena por sorpresa.
Un grito agudo escapa de entre sus labios y se lleva la mano a la zona.
- ¡Chloe! ¡Qué asco! – se queja, secándose las babas en la camiseta
de la pelirroja.
Esta aprovecha la posición para rodear a Beca con sus brazos y
colocarse en una postura cómoda, dispuesta a dormir. Murmura un "hhhmm" cuando
la DJ deja de protestar y se tranquiliza, tumbándose de forma que termina siendo la
cucharita pequeña. «Como de costumbre», piensa antes de cerrar los ojos.
A la mañana siguiente, todo sucede de forma desenfocada. Desde que
se despierta todavía en brazos de Chloe hasta que se encuentra a sí misma en medio
del aeropuerto, frente a la puerta C7 que es por la que tiene que embarcar. No sabe
exactamente cómo se las ha apañado para vestirse y recoger todo cuando ni siquiera
podría responder con seguridad a una pregunta tan simple como "¿cuál es mi
nombre?". Tiene la sensación de que está soñando todavía, y las ganas de pellizcarse
para comprobar si todo es real son cada vez más grandes.
Sin embargo, sabe que, aunque no lo parezca, eso está sucediendo de
verdad. Está a punto de meterse en el avión con destino a Los Ángeles.
Lo nota en pequeños detalles como la presión en su pecho, el aspecto
rasposo de su voz. Lo nota en el fuerte agarre de Chloe en su mano, quien no la ha
soltado desde que se bajaron del coche. Lo nota en los esfuerzos que está haciendo la
pelirroja por no montar una escena.
Beca se recoloca la mochila que lleva colgada de un hombro, el
maletín con su portátil a un lado de sus pies, la maleta ya en la bodega del avión o de
camino hacia ella. En una mano tiene el ticket y lo sujeta con tanta fuerza como si
fuera el único eslabón que está impidiendo que salga volando como si fuera un globo
lleno de helio. La otra mano sigue atrapada entre los dedos de Chloe y no tiene
intención alguna de quitarla de ahí pues era su segundo eslabón.
"Los pasajeros del vuelo 1413 con destino Los Ángeles, por favor
embarquen por la puerta C7" anuncia una voz robótica que reverbera por el ajetreado
aeropuerto.
La morena cierra los ojos, maldiciendo al mundo entero. ¿Por qué
tiene que costarle tanto decir adiós cuando nunca antes le habían dado problema las
despedidas? Hubo un tiempo en el que huir de las personas era su talento innato,
pero después de que una trampa de osos se interpusiera en su camino se dio cuenta
de que esa era la solución de los cobardes y de que había gente por la que merecía la
pena quedarse y luchar.

Gente como Chloe.


- Ugh, me prometí que no iba a llorar – se queja esta mientras se seca
una lágrima que rueda por su mejilla. Una risa temblorosa se escapa de entre sus
labios y sacude la cabeza.
- No, por favor, no llores porque me vas a hacer llorar a mí también –
suplica Beca.
La pelirroja mira hacia el techo, parpadeando como una maníaca y
resopla.
- Son solo seis horas de vuelo, ¿verdad? Casi nada – trata de suavizar
la distancia, trata de convencerse de que no es tan drástico como se siente.
- Casi nada – corrobora la DJ con una sonrisa que indica precisamente
lo contrario.
Chloe reprime un sollozo y echa los brazos al cuello de Beca,
presionándose contra ella con más fuerza que nunca.
A Beca nunca le han gustado los abrazos. Mucho menos los abrazos de
oso. Si uno normal ya le hace sentir que se asfixia, le da la impresión de que están
invadiendo su espacio vital y hace que la piel le pique de pura incomodidad; un
abrazo de oso es como el infierno de los abrazos.
Pero es Chloe Beale. Es Chloe, y eso es explicación suficiente.
Así que responde con igual o más fuerza, hundiendo la cabeza en rizos
pelirrojos mientras se traga el ardor de su garganta y lucha contra las lágrimas
porque siente a su mejor amiga sacudirse en su agarre y quiere mantenerse la fuerte
de las dos, por las dos.
- Te voy a echar de menos, Becs – murmura Chloe.
- Yo también – confiesa la morena.
Se mantienen así bastante rato, lo suficiente como para que los
sollozos de la pelirroja se calmen y la DJ sienta que es seguro dejarla allí sola en
Atlanta.
Interpone medio paso de distancia entre ambas y se saca un
rectángulo de papel del bolsillo de su camiseta de cuadros. Aprovecha para deslizarlo
en la palma vacía de la exBella. La pelirroja asiente de forma casi imperceptible y
cierra la mano con firmeza sobre el regalo.
- Lo guardaré para siempre – promete.
- Ni siquiera sabes qué es – bufa la DJ.
Chloe se encoge de hombros ligeramente para dar a entender que eso
no importa. Se lleva el rectángulo blanco a la frente y cierra los ojos mientras deja
escapar un "ooommhh". Parpadea, encontrando el azul noche de su mejor amiga fijo
en ella, teñido de extrañeza y velada diversión.
- Me va a gustar – afirma con seguridad.
La morena resopla una risa y sacude la cabeza, incrédula.
- Eres tan rara.
Vuelve a abrazar a Chloe, esta vez por iniciativa propia.
- Te quiero, lo sabes, ¿verdad? – susurra al oído de la pelirroja.
La nota asentir sobre su hombro. Entonces, y solo entonces, Beca se
separa del todo. Reajusta la tira de la mochila en su delgado hombro y recoge el
maletín del ordenador del suelo, donde había quedado olvidado. Se lo cuelga del lado
contrario y se saca el billete de avión del bolsillo trasero de los vaqueros. No recuerda
cuándo lo metió ahí, pero lo agradece porque si no lo habría perdido.

- Hasta pronto, Chlo – se despide.


Su mejor amiga se seca las lágrimas como puede con el dorso de la
mano, con cuidado de no estropear el rectángulo de papel.
- Hasta pronto, Becs – corresponde.
La morena se dirige a la ya inexistente cola para embarcar y le
entrega el billete a la azafata, quien le dedica una sonrisa compasiva y le desea un
buen viaje. Cuando pone un pie dentro de la pasarela metálica que la llevará hasta el
avión, se gira para mirar una última vez por encima del hombro a la figura inmóvil y
llorosa de Chloe, casi engullida por los grupos de gente apresurada que pasan a su
alrededor, ajenos al dolor de la joven.
Es esa última mirada la que termina rompiendo el autocontrol de Beca
y las lágrimas comienzan a caer por sus mejillas mientras recorre el pasillo gris.
Quién le iba a decir a ella que, tres años después, volvería a
reencontrarse con ese rectángulo de papel. La hoja ahora está completamente
alisada, pero las marcas de las dobladuras siguen visibles, igual que una mancha
negra que Chloe había hecho con su rímel al limpiarse los ojos. La exBella había
tenido cuidado de que ninguna de las chinchetas traspasase los dibujos en los que
Beca tanto se había esforzado.
Es como una tira de cómic, ese había su propósito al empezar. En una
esquina se ve a dos chicas, una morena y otra pelirroja – sobra identificarlas con
nombre y apellido – hablando, Chloe le está dando un folleto a Beca. Les sigue Beca
sentada en el suelo del auditorio con un vaso amarillo y Chloe sonriente frente a ella.
En los tres siguientes recuadros se ve a todas las Bellas en piña levantando los
trofeos que ganaron como Campeonas Nacionales de A Cappella. Después están las
Bellas graduándose, con su toga verde y el gorrito con el molesto fleco que siempre
caía frente a sus caras. El antepenúltimo dibujo es de Chloe y Beca bailando juntas en
la fiesta de graduación. El penúltimo, un billete de avión con destino L.A. y otro con
destino Miami. El último recuadro lo ocupan Chloe y Beca abrazadas, cada una con
sus maletas respectivas al lado.
Discurriendo entre cada cuadro, igual que si fuera un lazo que se
curva para pasar por encima y por debajo, de forma que nunca se cruce por delante
del dibujo, hay una serie de letras y notas musicales flotando en los alrededores. Con
caligrafía exquisita y cuidadosamente pintada, se puede leer la letra – aunque
ligeramente modificada – de una canción especial para ambas: "I've got my ticket for
the long way 'round, two bottle whiskey for the way. When I'm gone, when I'm gone,
I'm gonna miss you when I'm gone."
- Te dije que lo guardaría para siempre.
La voz de Chloe la sobresalta ligeramente, y deja caer la mano con la
que está dibujando los bordes de las palabras. Se gira hacia la pelirroja, que lleva una
botella de tequila en una mano y dos vasos con hielos en la otra. Lo más importante,
sin embargo, es su expresión de melancolía y emoción, sus ojos brillantes como
diamantes.
- Y después de tantos años yo sigo subestimándote – contesta Beca
con una sonrisa de disculpa –. No sé por qué me sorprende si ya he comprobado que
tengo la costumbre de recaer en viejos errores – hace una mueca mientras acepta el
vaso lleno hasta la mitad de líquido ámbar.
Chloe se queda callada por un largo rato, la mirada perdida en un
punto indefinido del dibujo de la DJ, su bebida intacta en una mano. Tiene el ceño
fruncido y el rostro tenso, como si hubiera alguien susurrándole al oído algo que le
está causando molestia. A la morena le pone nerviosa, porque es en esos momentos
en los que la pelirroja suele, o bien abrir su corazón y sincerarse, o bien borrar todo
rastro de preocupación con una sonrisa y una evasiva tan bien construida que la otra
persona no se da cuenta de que al final no le ha contado qué le ocurre hasta que ya
es demasiado tarde y la oportunidad ha pasado.

Por suerte para Beca, su mejor amiga se decide por la primera opción. Despega sus
increíbles ojos azules del corcho y los fija en la DJ con tanta intensidad que le
incomoda ligeramente. Se remueve en el sitio, cambiando el peso de un pie al otro
ante la inmutable mirada de la pelirroja.
- ¿Es así como me ves? – habla finalmente. Su ceño se frunce un poco
más antes de soltar las palabras que realmente le están provocando dolor –. ¿Un
viejo error?
A Beca siempre le han dicho que, para ser una persona que rehúye
tanto las emociones, su rostro hace maravillas a la hora de expresarlas igual que un
libro abierto muestra las letras impresas en sus páginas. Ahora mismo, lleva el
arrepentimiento escrito en mayúsculas e iluminado con luces de neón.
- ¿Qué? ¡No! ¡Por supuesto que no! – niega con la cabeza
vigorosamente, el ceño fruncido y sus ojos tratando de transmitir toda la convicción
posible –. Nunca fuiste un error.
- Entonces, ¿por qué me borraste de tu vida de forma tan repentina? –
exclama la pelirroja, la frustración bien latente en su voz.
- Chloe... - suspira la DJ.
Deja el vaso, al que solo le queda un culito de tequila, sobre la mesa
del salón y retuerce las manos en un gesto nervioso, pensando en cómo empezar a
justificar su comportamiento, aunque sabe perfectamente que no tiene perdón
alguno.
- No – corta ella, alzando una mano –. Me pasé mesesmentalizándome
para la posibilidad de que el no vernos todos los días hiciera que nos distanciásemos.
Me costó hacerme a la idea, pero al final lo logré. A pesar de que tú me aseguraras de
que eso no iba a pasar – su mirada se tiñe de reproche cuando rememora la promesa
que hizo la morena esa última noche juntas –. Son cosas que pasan todos los días
entre personas que se van a vivir tan lejos la una de la otra. Cada una sigue con su
vida y los caminos que siguen las llevan en direcciones opuestas. Es algo que
comprendo, es algo razonable. Pero a nosotras nos iba bien, Becs.
De nuevo los ojos azul bebé de la exBella muestran una expresión
herida. Es la misma mirada que te daría un perro cuando le abandonas, cuando le
prometes algo y luego haces lo contrario, cuando le engañas y traicionas toda la
confianza incondicional que él había depositado en ti.
Es una mirada que convierte el pecho de Beca en un huracán de
arrepentimiento y náuseas.
- Habían pasado dos meses y seguíamos hablando a diario – continúa
Chloe con un ligero puchero –, teníamos nuestras citas semanales por Skype. Seguías
siendo la primera persona a la que quería contarle algo excepcionalmente gracioso o
ridículo que me hubiera pasado en ese día. Hasta que después de la fiesta, de golpe y
porrazo, dejaste de contestar a los mensajes, a las llamadas, a todo. No sabía si
había sido algo que había dicho, algo que había hecho, o precisamente algo que se
me había olvidado y por eso te habías enfadado.
Deja ella también su vaso intacto en la mesa junto al de la DJ. Se
pasa los dedos por los rizos cobrizos, retirándoselos de la cara y echándoselos hacia
un lado para que no le molesten. De ahí la mano se dirige a su boca y cubre la forma
en que su mandíbula está comenzando a temblar. Solo la retira cuando se ha
asegurado de tenerlo todo bajo control. Parpadea un par de veces y coge aire
profundamente, fijando la mirada en el techo.
- Todavía hoy sigo sin saberlo porque ninguna de las Bellas tenía más
datos que yo que explicasen tu comportamiento, todas creían que estabas bien, que
no tenías problemas, que estabas feliz; ni siquiera Jesse, tu mejor amigo, tuexnovio,
podía decirme nada. Y la única persona que podía resolverme las dudas era
precisamente el motivo de que existiesen dudas en primer lugar.

Beca baja la vista al suelo, avergonzada. Si ver a Chloe a punto de desmoronarse


frente a ella y no poder hacer nada por evitarlo no fuera suficiente tortura, saber que
es la causante es como revivir los días posteriores a cortar todo tipo de comunicación
con su mejor amiga.
- Por favor, Beca – suplica la pelirroja en apenas un susurro.
El cambio tan drástico de tono, de casi gritar de exasperación a esa
voz rota por la derrota, es suficiente para prácticamente empujar a la DJ por el
precipicio. Aprieta la mandíbula para mantener las lágrimas a raya, porque no tiene
derecho alguno a llorar, especialmente si Chloe está aguantando.
- Solo... Explícame por qué para que por fin pueda entenderlo y deje
de romperme la cabeza. Por favor.
Toda su postura demuestra que está cansada, que se da por vencida.
Es la primera vez que Beca se plantea que quizá Chloe no ha lidiado tan bien con esos
tres años de silencio como la morena había previsto en un primer lugar. Había creído
que, al tener la presencia casi constante de las Bellas en su vida, y contando con el
apoyo de Aubrey, lo superaría en cuestión de días y seguiría adelante. Nunca se le
había pasado por la cabeza la posibilidad de que la pelirroja también hubiera sentido
esa sensación de desgarre, que la única forma de dormirse por las noches fuera de
puro agotamiento después de llorar hasta que sus ojos suplicaban que les diera una
tregua, que la primera mañana tuviera que llamar al trabajo e inventarse que estaba
enferma porque la perspectiva de salir de ese fuerte de sábanas, auto lamentación y
depresión requería demasiada energía que estaba lejos de tener.
En cuatro años, Chloe se había convertido en una parte de Beca. Igual
de necesaria que un pulmón, que una pierna, que el mismísimo corazón. Y la
separación había sido igual que si se lo hubieran arrancado del pecho sin anestesia
alguna. Había tenido que aprender a vivir sin él, sin ningún sustituto válido por
mucho que la DJ buscase, con ese hueco vacío en el pecho que le recordaba día tras
día lo que había ocurrido.
Ahora mismo, la morena daría todo lo que tiene en su poder por
retroceder en el tiempo y parar a su yo del pasado antes de cometer el mayor error
de su vida.
– ooo –
"Consiguen que me sienta tan tonta, tan extraña
Tan lejos de mí misma, tan cerca de tu alma,
Me pierdo a la deriva y tan solo encuentro en medio del agua
Promesas maleducadas."
– ooo –
- Lo siento – dice. La voz le sale más apagada de lo que tenía
planeado, así que carraspea para poder seguir –. Sé que llega tarde y es insuficiente,
pero necesito que lo sepas antes de decir nada más.
Espera hasta ver un ligero y seco asentimiento por parte de la
pelirroja. Coge aire, profunda y lentamente.
- Nunca quise que creyerais que fue por algo que hicisteis, o que tú lo
hicieras. Fui todo yo, yo soy la completa culpable, yo y nadie más – se lleva una
mano al pecho para darle más énfasis a sus palabras –. Si pudiera, daría marcha
atrás y lo haría todo diferente. Sé que probablemente mi arrepentimiento no te
importe, pero quiero que lo sepas, por si ayuda – hace una mueca de duda.
Se rasca la nuca, sin saber muy bien cómo continuar, por dónde
comenzar. Se sienta en el sillón y le hace un gesto a Chloe para que se coloque en el
hueco vacío a su derecha, orden que la exBella no tarda en seguir, aunque con
movimientos un poco robóticos.

- Ten en cuenta que las palabras no son lo mío, ¿vale? – pide –, intentaré explicarme
lo mejor que pueda, pero no dudes en cortarme si tienes alguna duda. Ugh, ¿por qué
sueno como una profesora? – frunce el ceño, rascándose otra vez la nuca en un gesto
nervioso.
Parece que ver a Beca tan incómoda le devuelve un poco de su usual
burbujeante personalidad a Chloe, porque no puede evitar esbozar una tímida sonrisa
y asiente para tranquilizar a su mejor amiga.
Beca suspira, mirando las punteras de sus botas negras mientras
organiza su discurso.
- Vale. Sabes que yo nunca fui de tener muchos amigos, por no decir
casi ninguno. No tengo una personalidad fácil de aguantar y tampoco me importaba.
Antes. Pero todo cambió cuando entré en las Bellas porque por fin conocí a chicas por
las que merecía la pena luchar, que soportaban mi sarcasmo y mal humor con ojos en
blanco y un empujón. Especialmente tú, Chloe – añade, mirándola fijamente antes de
volver a bajar la vista –. El caso es que me uní a las Bellas como un requisito para
poder venir a L.A. pero rápidamente os convertisteis en mi familia, mis hermanas,
mi mejor amiga. Normalmente no dejo que la gente traspase mis barreras, pero os
colasteis sin pedir permiso alguno y me di cuenta de que no podía, ni quería, echaros.
Estar aquí – clava un dedo en el cojín del sillón para remarcarlo –, siempre fue mi
sueño. Lo sigue siendo, en realidad. Era la única cosa que siempre tuve clara en mi
vida, aunque el resto estuviera sumido en el más absoluto caos, sabía que al final
lograría encontrar el camino para llegar aquí y hacer lo que siempre quise.
Ahora que ha empezado, las palabras están comenzando a caer de su
boca en su típico torrente balbuceante sobre el que tiene tan poco control como
Aubrey sobre su vómito nervioso. Nunca sabe por dónde va a decidir llevarle su boca,
porque definitivamente no va a ser por donde le indique el cerebro.
- Vosotras fuisteis un gran apoyo. Y yo también tuve que
mentalizarme para cruzar todo el país y dejaros atrás, no sabía qué iba a hacer sin
vuestras locuras, en el piso había demasiado silencio incluso para mí. Estaba
preparada para echar de menos a las Bellas, pero no para lo mucho que te echaba de
menos a ti – de nuevo buscó los ojos azules de su mejor amiga para darle más
énfasis a lo que estaba diciendo –. Hablábamos todos los días, sí, pero no era lo
mismo, Chlo. Tú misma me lo dijiste. Dolía tener que despedirme cada vez que me
llamabas, dolía tener que ver tu cara desaparecer cada vez que cerrábamos el Skype,
dolía tropezar con algo gracioso en la calle y que mi primer instinto fuera buscarte
para enseñártelo pero solo encontrase a un desconocido a mi lado. Todo,
absolutamente todo, estaba lleno de cosas que me recordaban a ti. Todas las noches
me preguntaba cómo sería haber aceptado la propuesta de Sammy y haberme
quedado en Atlanta en vez de aceptar el puesto aquí, esos "¿y si...?" eran mi gran
tortura. Yo era la que me había ido lejos, yo era la que se estaba perdiendo todas las
tardes de películas, las fiestas y las trastadas cada vez que una de vosotras intentaba
cocinar. Vosotras todavía estabais juntas y yo tenía que verlo todo igual que si nos
hubieran separado con un cristal híper grueso.
Ahora veía que esa decisión de desaparecer de las vidas de sus
amigas, en su momento totalmente solidaria y desinteresada, había sido egoísta. No
se dio cuenta cuando lo hizo, actuó "en beneficio de Chloe"; aunque en realidad, se
estaba preocupando por ahorrarse el dolor que suponía ver que todas las Bellas
seguían cerca, apenas a unas horas de distancia en coche, saber que se seguían
reuniendo una vez a la semana. Porque Beca no podía estar presente y tenía que ser
testigo de todo aquello desde kilómetros de distancia, veía los planes que
organizaban y las fotos que se habían sacado por el grupo de WhatsApp con una
sonrisa nostálgica que ocultaba un trasfondo amargo. Envidioso casi.

Chloe fue la excusa. Fue la gota que colmó el vaso. Verla sufrir le dio el empujón que
había estado buscando de forma inconsciente, el motivo tras el que respaldarse para
no decir la verdad.
- Sé que no es una razón válida, no es excusable mi comportamiento,
lo sé. Pero en su momento fue lógico y te juro que para nada egoísta. No me di
cuenta de por qué lo había hecho en verdad hasta... Bueno, hasta ahora. Más que
nada, porque no quería verlo. Tenía la conciencia mucho más tranquila si me decía a
mí misma que era por ti, para que no sufrieras, porque, Chloe, verte tan destrozada
la noche de la fiesta me rompió a mí también – confiesa. Sus ojos azul oscuro,
grandes y sinceros, se fijan en los de la exBella con toda la fuerza que poseen,
pidiendo, suplicando, perdón –. Creí que estarías bien porque todavía te quedaban las
Bellas y Aubrey, no creí que yo fuera tan importante, tan vital. Y aunque sentí que
moría por dentro cada vez que rechazaba tus llamadas, cada vez que borraba tus
mensajes de voz, cada vez que ignoraba tus WhatsApps... Seguía con la ilusa
creencia de que era lo mejor para ti sin darme cuenta, porque soy así de gilipollas, de
que estaba haciendo tanto daño únicamente por mí. Para protegerme a mí. Porque
veía cómo la distancia debilitaba los lazos que me unían a vosotras, solo los míos, y
decidí que, antes de perderos poco a poco, prefería cortar yo misma el hilo. Igual que
quitarse una tirita, mejor hacerlo de golpe que prolongar el dolor yendo a cachito a
cachito – hace el gesto de arrancar algo.
» Tuvo que venir el pasado a morderme el culo, tuviste que
atropellarme con tu carrito de la compra para que me diera cuenta del tremendo error
que había cometido. Durante esta noche he ido recordando cosas que había suprimido
para hacerme la vida más fácil estos tres años, cosas que me había convencido de
que había superado. Me he dado cuenta de que definitivamente fui una gilipollas por
abandonarte de esa forma. Nuestra amistad es, con diferencia, una de las mejores
cosas que me ha pasado en la vida, y yo tomé el atajo de los cobardes y te perdí. Es
algo que jamás me perdonaré, porque esto... – señala el hueco entre ambas –. Esto,
Chloe, es algo por lo que merece la pena luchar.
Puede que nunca haya sido tan honesta con alguien en toda su vida.
Acaba de abrir su corazón a la mitad y ofrecerlo en sus manos para que la pelirroja lo
inspeccione sin barreras ni callejones sin salida, todo al descubierto.
No puede evitar sentir un pequeño rayo de esperanza ya que, de
momento, la exBella no ha gritado, ni le ha dado una bofetada, ni la ha echado de su
casa. Se toma eso como buenas señales, signos de que quizá sí hay posibilidades de
que le perdone.
Sin embargo, Chloe continúa inmóvil y en silencio por un largo rato
más, tanto que Beca no puede seguir mirándola fijamente sin sentirse incómoda.
Asiente, rascándose la nuca, aunque esta vez por inseguridad, y suspira.
- Bueno, es mucho que procesar – admite, ladeando la cabeza –.
Piénsatelo y ya sabes cómo encontrarme cuando llegues a una decisión.
Se levanta del sillón con reticencia, siente que esa esperanza es ahora
el Titanic y acaba de chocar contra el iceberg de la decepción. Casi puede escuchar la
música trágica de la orquesta tocar hasta el último momento. El barco se parte a la
mitad y se hunde en ese huracán que todavía sigue girando con toda su fuerza en el
pecho de la morena. Pero Beca se mantiene estoica, sin dejar que su rostro muestre
sus emociones, manteniendo una expresión comprensiva que transmita a la pelirroja
que está dispuesta a esperar lo que sea y aceptar el resultado que sea porque, haga
lo que haga Chloe, se lo debe.
Aunque está un poco desorientada ya que no conoce bien el pequeño
apartamento, se dirige a la puerta cerrada de lo que cree recordar que es la
habitación de su mejor amiga y donde su abrigo está guardado.

- ¿Desde cuándo lo sabes? – pregunta de repente Chloe a su espalda.


La morena se sobresalta, cogida totalmente por sorpresa. Su mano se
queda congelada a medio camino de abrir el picaporte y se gira para mirar a la
pelirroja por encima del hombro. Esta sigue en la misma posición sobre el sillón, los
brazos cruzados sobre el estómago de forma relajada, los ojos azul bebé
increíblemente brillantes por lágrimas no derramadas que se niegan a caer y los rizos
cobrizos enmarcando su rostro determinado para darle una expresión casi... Fiera.
Pero su voz no transmite reproche alguno, solo curiosidad.
- ¿Desde cuándo sé el qué? – replica Beca, algo perdida.
- La última noche antes de que te vinieras a L.A. – hace un gesto de la
cabeza hacia el corcho con el dibujo expuesto –. Dijiste que había cosas de las que te
habías dado cuenta demasiado tarde y ya no podías hacer nada. ¿Desde cuándo lo
sabías? – repite.
La DJ palidece ligeramente. Aquella no es para nada la pregunta que
se esperaba. Está mejor preparada para responder un examen de álgebra que eso.
Se frota la frente mientras se muerde el labio inferior. Cierra los ojos
por un momento, suspirando. Cuando los vuelve a abrir, da un pequeño salto al
encontrarse con Chloe justo frente a ella. Se ha acercado tan silenciosamente que ni
la ha oído venir.
- Desde la noche de la graduación – confiesa en un murmullo.
- Lo sospechaba – confirma con un asentimiento.
Beca abre la boca, sorprendida.
- ¿Y por qué no dijiste nada?
- Por los mismos motivos que tú, Becs, ya era demasiado tarde. Yo me
iba casi todo junio a Nashville a ver a mi abuela, tú te ibas a Los Ángeles en julio.
Además, acababas de dejarlo con Jesse. No era el momento para lanzarnos a una
relación, solo habría complicado más la despedida.
La DJ no puede evitar darle la razón. Si decir adiós ya había sido
doloroso con solo amistad entre ellas, habría sido mil veces peor si además hubieran
involucrado otro tipo de sentimientos menos platónicos.
Como siempre, su boca actúa antes de que su cerebro tenga
oportunidad de procesar las palabras y ponerse a la misma altura.
- ¿Y ahora? – pregunta de forma abrupta. En cuanto se da cuenta de
lo que ha dicho, abre mucho los ojos por la sorpresa y se lleva una mano a la boca –.
¿Qué? Oh, mierda. No ti... No... Puedes ignorar eso – balbucea con una mueca.
Chloe sonríe, divertida como siempre que a la morena le ocurre lo
mismo. Da un paso para acercarse más a Beca y recoge rizos castaños detrás de una
oreja llena de piercings para que no le impidan ver el rostro sonrojado de su mejor
amiga.
- ¿Y si no quiero? – contesta.
- ¿No quieres? – Ugh, le encantaría ser capaz de dejar de sonar
sorprendida con cada cosa.
La pelirroja niega con la cabeza, todavía sonriendo, y entrelaza sus
dedos con una de las manos de la DJ.
- ¿Y si te dijera que llevo... – finge hacer la cuenta aunque se conoce
la cifra a la perfección –, siete años esperando a que me hicieras esa pregunta?
- Te diría que tienes mucha paciencia – bromea Beca con voz
temblorosa.
Es un puro mecanismo de defensa y Chloe lo sabe, de ahí que su
sonrisa se ensanche todavía más y se acerque peligrosamente a la de la morena.
- Así que, Beca Mitchell, ¿qué respondes? – inquiere, su aliento
acariciando los labios de la aludida, una delicada ceja arqueada.
- A qué estás esperando – exclama la DJ, exasperada.
Sus bocas se encuentran a medio camino, amoldándose la una a la
otra con una intensa suavidad típica de ese primer beso que se hace demasiado de
rogar y cuando por fin llega... Oh, simplemente excede cualquier tipo de fantasía que
podían haber elaborado sobre el momento. Ninguna de las dos jamás habría
imaginado que habría ocurrido después de estar tres años sin hablar.
Beca cierra los ojos y se entrega a las sensaciones que tienen a sus
nervios al borde de una sobrecarga: los dedos de Chloe entrelazados con los suyos,
su pulgar acariciando la mano de la DJ y causando una oleada de hormigueo que
asciende por su brazo y se extiende hasta llegar a cada rincón de su cuerpo; la
extrema suavidad de los labios de la pelirroja sobre los suyos, entre los suyos,
moviéndose con experiencia y certeza; la otra mano de la exBella en la nuca de la
morena, tirando de ella para juntar más sus cuerpos porque después de tanto tiempo
separadas, no querían más de diez centímetros de espacio entre ellas.
Entonces Chloe se separa para respirar y el ligero mareo que siente
Beca le recuerda que sí, quizá el oxígeno es algo importante. Abre los ojos para
encontrarse con intenso azul bebé fijo en ella. Y sonríe. Sonríe porque este no es el
resultado que esperaba para este día y apenas se puede creer que esté pasando de
verdad.
- ¿Significa esto que estoy perdonada? – Tiene que preguntar. A pesar
de que se arriesga a estropearlo todo, es algo que necesita saber.
- Sí, tonta – responde la pelirroja con un empujón juguetón.
Beca suelta el aire que no sabe que ha estado conteniendo en un
suspiro aliviado.
- ¿Por qué?
- Porque, aunque no apruebo tu decisión, la comprendo. ¿Por qué
crees que suspendí Literatura Rusa intencionadamente tres años seguidos? ¿Para que
pudieras ver este bonito culo menearse en los ensayos? – la DJ abre la boca para
negarlo, pero Chloe sacude la cabeza, riendo –. Ni lo intentes, ambas sabemos que es
cierto – vuelve a adquirir expresión medianamente seria –. Me daba miedo irme, salir
al mundo ahí fuera yo sola y dejaros atrás. Vosotras también sois mi familia. La sola
idea de que quizá, si me iba, os perdería, me quitaba el sueño. De modo que, sí,
Becs, te perdono. Pero ni se te ocurra volver a hacerlo o entonces ya sí que no te
libras de una bofetada – amenaza.
Beca no duda por un segundo que sea cierto. Afortunadamente, no
tiene intención alguna de volver a cometer ese error por una segunda vez. De este sí
que ha aprendido y es una piedra que ha tirado bien lejos del camino para asegurarse
de que no vuelve a tropezar nunca con ella.
Toda su vida se ha regido por un principio: mantener a la gente a más
de dos metros de distancia de su corazón. Así, se evitaba disgustos.
Ahora, sin embargo, en esa regla ha aparecido un asterisco en el que
se especifica claramente que, cuando se trata de Chloe Beale, la distancia debe ser de
diez centímetros. Máximo.
Fin

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