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by raquellu47
Han pasado tres años desde que las Bellas se graduaron. Tres años desde que cada
una siguió su camino. Tres años desde que Chloe y Beca hablaron por última vez
antes de que la DJ dejase de contestar a los mensajes y llamadas.
Pero no se puede huir del pasado para siempre y el de Beca choca con ella en un
supermercado cualquiera de Los Ángeles.
A diez centímetros
De modo que, sí, Beca tiene problemas para comprender cómo demonios se las ha
apañado para acabar en esta situación. "Esta situación" siendo estar encerrada en el
baño de un bar cualquiera de Los Ángeles y a punto de sufrir una taquicardia.
Respira hondo, las manos reposando en el lavabo para evitar que
delaten el temblor que tiene a sus rodillas bajo amenaza. Fija la mirada en su reflejo
y vuelve a llenar sus pulmones de aire lentamente hasta que su corazón adquiere un
ritmo normal que no provoca que sus oídos zumben y el mundo dé vueltas
vertiginosas a su alrededor.
La vibración de su iPhone en el bolsillo trasero de sus vaqueros la
sobresalta, y tiene que tragarse el grito que casi quiere salir de su garganta. Agitada,
saca el móvil y pulsa el botón central para que la pantalla cobre vida.
Un mensaje aguarda en la bandeja de notificaciones. Un mensaje que
anuncia la llegada del emisor al lugar acordado y pregunta si Beca ya ha llegado o, si
no, cuánto va a tardar. Con dedos temblorosos, teclea rápidamente una respuesta
que indica que está en el baño y ahora saldrá.
«Calma, Mitchell, tú puedes con esto», se dice a sí misma mientras se
mira fijamente a los ojos, reflejados en el sucio espejo. «Sal ahí, ponte una sonrisa en
la cara y actúa normal. Solo recuerda tus porqués».
Con pasos decididos, abre la puerta del baño y sale al bar, buscando
con la mirada a su cita. Escanea con rapidez a los pocos clientes esparcidos por el
local, vacío todavía debido a la temprana hora: son las cinco y media, la gente aún
está saliendo de los trabajos y yendo a sus casas para quitarse los trajes y ponerse
ropa más cómoda antes de salir a tomar algo con los amigos a los que no han podido
ver entre semana.
Entonces, casi escondida tras una columna, ve un destello cobrizo
seguido de una risa y un camarero sonrojado retirándose entre tropiezos para volver
tras la barra, y Beca enseguida sabe que ahí está a quien busca. Se seca las palmas
de las manos en los vaqueros de forma disimulada mientras camina hacia la mesa en
cuestión.
La respiración se le queda atascada en cuanto sus ojos entran en
contacto con otros del mismo color, pero mucho más claros.
- Hey, ¿qué tal? – saluda para romper la súbita tensión en el
ambiente.
Consigue que su cuerpo responda lo suficiente para sentarse y esboza
una sonrisa torcida que – espera – no parezca una mueca. «Recuerda tus porqués»,
se repite.
- ¡Becs!
Una sola palabra dicha con una voz que la DJ sabe de primera mano lo
bien que puede saltar de un registro agudo a uno grave, pronunciada por una boca a
la que le es familiar el apelativo, enmarcada por una dulce y ancha sonrisa que sigue
despertando las mismas sensaciones en la morena a pesar del tiempo pasado.
Es solo una forma de saludo, un sustituto al abrazo cálido y
completamente invasivo que Beca habría recibido tres años atrás; sin embargo, tiene
el mismo efecto que un golpe directo al estómago. La determinación de la que echó
mano para salir del baño se escurre de entre sus dedos igual que el agua y Beca se
queda agarrando aire.
Porque Chloe Beale está sentada al otro lado de la mesa, a un brazo
estirado de distancia. Y no ha cambiado nada. Su pelo continúa igual de rojo, sus ojos
igual de increíblemente azules, su sonrisa igual de fácil. La cicatriz de su frente, ese
gesto de torcer la boca cuando mete la pata, la costumbre inconsciente de marcar el
ritmo de la canción que esté sonando en la radio en ese momento sobre cualquier
superficie disponible, los guiños traviesos y la capacidad de convertir a Beca en un lío
sonrojado y tartamudo con solo una respuesta ligeramente sugerente.
Por un momento, la DJ tiene la sensación de que no ha pasado el
tiempo, de que esos tres años de llamadas perdidas y mensajes ignorados no han
existido y siguen en Barden, luchando por que las Bellas ganen el nuevo campeonato
de a cappella. La sensación es tan fuerte que tiene que parpadear y mirar a su
alrededor para recordarse qué es real y qué no.
Viendo el efecto que la pelirroja continúa teniendo sobre ella, se siente menos
confundida cuando trata de buscar la lógica a que haya accedido a esta reunión
después de los esfuerzos sobrenaturales que tuvo que hacer para olvidarse de quien
solía ser – para qué mentir, sigue siendo – su mejor amiga.
Y pensar que todo ocurrió por un antojo de Oreos...
Acaba de salir de trabajar desde las siete y media de la mañana que
entró en el estudio. Ocho horas de jornada con solo treinta minutos para engullir una
ensalada antes de que llegara el artista con el que había quedado para grabar su
último disco. Decir que está agotada es quitarle importancia a su estado de ánimo.
Las extremidades le pesan, tiene un horrible dolor de cabeza, los ojos le pican por
tanto mirar a la pantalla del ordenador, la espalda le está matando por su mala
postura en la silla y, además, el Dios machista que decidió que las mujeres se
desangraran una vez al mes se está ensañando de forma especial con ella.
Quiere llegar a su casa, meterse bajo las mantas con algo caliente en
la barriga y dormir hasta la eternidad.
Pero, primero, una rápida parada en el supermercado porque tiene
antojo de Oreos y, oye, no piensa privarse de ellas. La regla existe para darse dulce
caprichos y no arrepentirse de ellos porque siempre se le puede echar la culpa a las
hormonas revolucionadas.
Pone el intermitente para indicar a la fila de coches que lleva detrás
que se va a meter en el aparcamiento y frena en el primer sitio libre que encuentra.
Comprobando que lleva el móvil en el bolsillo trasero, se enrolla la bufanda en el
cuello, se pone el abrigo y cruza a paso rápido el parking para entrar en el calor del
supermercado, maldiciendo a su cerebro dormido por haberse olvidado de coger el
gorro antes de salir de casa esa mañana.
Asidua como es, porque le pilla de camino del trabajo a casa y casi
siempre para a hacer la compra allí, sabe ya dónde encontrar cada cosa, así que
cruza las barreras de la entrada y pasa por delante de la hilera de carros y cestas en
dirección al pasillo de los cereales y las galletas.
Su iPhone suena con el tono asignado al trabajo, de modo que en vez
de ignorarlo como normalmente haría, lo pesca del bolsillo trasero y desbloquea la
pantalla marcando con agilidad el PIN con el pulgar. Abre el nuevo e-mail de su jefe y
lo lee, su ceño incrementándose a medida que va avanzando por el texto.
Rodea la esquina sin levantar la vista del móvil – a estas alturas
tendría que haber aprendido la lección ya, pero no, le gusta demasiado tropezar mil
veces con la misma piedra –, sus rizos castaños cayendo como cortinas a ambos
lados de su cara y limitándole la visión. Así, es de esperar que no vea el carrito que
se dirige hacia ella ni a la conductora más centrada en mirar a la estantería que tiene
al lado que en controlar por dónde va.
Los hierros delanteros del carro impactan contra su cadera con fuerza
suficiente como para arrancarle un gemido y hacerla trastabillar hacia atrás. El iPhone
resbala de su agarre descuidado y cae al suelo de canto con un sonido que a Beca le
duele más que su propio golpe.
La DJ se agacha para recoger el móvil, gruñendo cuando ve una
pequeña grieta en la esquina superior izquierda de la pantalla, casi rozando la cámara
interior. Pasa el dedo por encima para comprobar que no corte.
- Oh mierda, ¿estás bien? – pregunta una mujer, su voz cada vez más
cerca mientras se lanza a una nerviosa explicación para justificar el accidente.
- No pasa nada – la corta Beca, incorporándose. Hace una mueca
cuando su cadera lanza una punzada de dolor –. Ha sido mi culpa en re...
Se queda congelada a medio camino de recogerse los rizos castaños tras la oreja
cubierta de piercings. Delante de ella, con una expresión de absoluto asombro e
incredulidad similar a la de la DJ, está Chloe Beale. La jodida Chloe Beale.
- ¿Beca? – inquiere la pelirroja en un grito estrangulado en el que se
mezclan la alegría y el escepticismo.
- Chloe – murmura la aludida con un nudo en la garganta, demasiado
anonadada como para reaccionar.
- ¡Oh Dios mío! ¡No me lo puedo creer!
Lanza sus brazos alrededor del cuello de la morena, atrayéndola hacia
sí en un abrazo excitadamente precipitado durante el cual Beca se limita a mover sus
manos en un intento de averiguar dónde colocarlas, más tensa que una tabla de
madera, y suspira de alivio cuando Chloe se separa, aunque mantiene a la DJ a la
distancia de sus brazos estirados. Ojos azul bebé escanean de arriba abajo a su
antigua mejor amiga, a su co-capitana, quedando aparentemente satisfechos con lo
que ven.
- Veo que Los Ángeles te está tratando bien... ¿Qué tal te va en la
gran ciudad? ¿Dónde vives? ¿Sigues trabajando en el mismo sitio? ¿Por qué...?
- Woah, echa el freno – ríe nerviosamente Beca, estirando una mano
para calmar a la pelirroja.
Esta sonríe de lado a modo de disculpa, se muerde el labio y respira
hondo.
- Lo siento, es que ha pasado tanto tiempo... ¡Oh! – sus ojos se
iluminan de esa forma que deja ver que se le ha ocurrido algo –. ¡Tenemos que
quedar para ponernos al día!
- Eh... – abrumada, no sabe qué responder.
- Venga, me lo debes – suplica Chloe haciendo un puchero.
Beca traga saliva. No sabe por qué finge pensar su contestación si
ambas saben que va a terminar siendo afirmativa. Nunca ha podido resistirse a la
pelirroja, y eso es algo que, aparentemente, no ha desaparecido con el tiempo.
- Está bien – acepta al final.
- ¡Genial! – salta la joven con excitación –. ¿Sigues teniendo mi
número?
La morena piensa en todas aquellas veces que su pulgar ha estado
suspendido sobre el botón de "aceptar", su mirada recorriendo una y otra vez la
pregunta de su móvil sobre si está segura de querer eliminar ese contacto, como si al
leerla por quincuagésima vez fuera a cambiar por arte de magia, como si fuera a
responderse sola y así librar a Beca de la obligación de poner de acuerdo a su corazón
y su cabeza.
- Sí – responde débilmente.
- Avísame cuando estés libre y vamos a tomar algo, ¿vale?
Beca se limita a asentir, sin fiarse de su voz para mantenerse estable
y no romperse a la mitad de una palabra. Chloe se aleja, sus manos regresando a la
barra de plástico que dirige el carrito y dándole un empujón para esquivar a la
morena.
- Espero tu mensaje, Becs – con un guiño y una sonrisa, desaparece
en el siguiente pasillo.
La morena se queda congelada en el sitio un buen rato, su cadera
palpitando dolorosamente al ritmo de su acelerado corazón. Al final, se marcha del
supermercado sin Oreos, pero con una bolsa llena de sentimientos que creía
superados y olvidados.
- Así que... Los Ángeles, ¿huh? – pregunta Beca para romper el
silencio y, especialmente, el escrutinio de la pelirroja –. ¿Qué te trae por aquí?
Y todo esto, que parece haber durado horas para la morena porque lo ha visto
desarrollarse a cámara lenta, en realidad ocurre en cuestión de segundos.
- Gracias – contesta Chloe con la voz cargada de tantas emociones
que la DJ no es capaz de separarlas y analizarlas una por una.
Mucho menos cuando la está mirando así, con tanto cariño que sus
ojos parecen algodón de azúcar azul. Entonces la mano de la pelirroja se alza de la
mesa y aterriza suavemente sobre la de la morena, dándole un apretón que transmite
todo lo que la exBella está tratando de decirle y mucho más.
Beca se siente sobrepasada. Las lágrimas le pican en los ojos, un nudo
le aprieta la garganta.
- Te he echado de menos – susurra Chloe.
Desvía la mirada en un intento de vencer a las ganas de llorar, pero
Chloe sigue ahí, lanzando sentimientos en oleadas invisibles que golpean,
incansables, las barreras que la DJ ha reconstruido en esos tres años alejadas.
Beca mira el calendario que cuelga de la desnuda pared de su cocina.
Mentalmente, calcula cuánto tiempo ha pasado desde que se fue de Barden, cuántas
interminables semanas habían transcurrido. Sabe que no debería hacer eso, que solo
prolonga la tortura, que solo aumenta su dolor y las ganas de dejar de hacer el
gilipollas y coger el móvil para responder a todos esos mensajes que comienzan a
teñirse de preocupación y que llenan sus redes sociales y su WhatsApp porque no
tiene el valor de contestar pero tampoco de eliminarlos.
En especial cierto chat, donde ella misma se sonríe desde la foto de
perfil, vestida con la toga verde de Barden y el gorrito – del que nunca recuerda el
nombre – torcido en la cabeza, acompañada de otras nueve chicas más que han
llegado a ser esas hermanas locas que nunca tuvo.
Su corazón toma las riendas por un instante y su pulgar presiona
brevemente sobre el nombre del contacto, abriendo la cantidad de mensajes que,
desde hace varios meses, están todos apiñados en el lateral izquierdo de la
conversación.
Chloe Beale
últ. vez hoy a las 19.47
13 DE OCTUBRE
(12.30) Hey, Becs
(12. 30) Estuve hablando con las chicas
(12. 30) Todas estamos preocupadas porque no nos contestas
(12. 31) Estás bien? Necesitas algo?
(12.31) Te echamos de menos
14 DE OCTUBRE
(14.41) Becs?
16 DE OCTUBRE
(9.45) Beca, no sé qué te pasa
(9.46) No sé si es algo que hemos hecho, hemos dicho, o es una etapa
típica de la gente que se marcha a una nueva ciudad
(9.46) Estoy aquí si me necesitas
(10:01) Te quiero, lo sabes, verdad?
20 DE OCTUBRE
(11:11) Deseo que vuelvas a dar señales de vida
29 DE OCTUBRE
(19.12) Beca, qué te ha pasado?
(19.12) Por qué actúas así?
(20:00) No lo logro comprender por más que lo pienso...
3 DE NOVIEMBRE
(22.22) No sé por qué sigo haciendo esto si sé que no voy a recibir ninguna respuesta
(22: 22) Supongo que sigo teniendo la tonta esperanza de que todo
vuelva a la normalidad
5 DE NOVIEMBRE
(24.05) La gente suele felicitar a los cumpleañeros, pero yo seré
diferente y me voy a felicitar a mí. Porque tú quizá sumas un año más, pero yo tengo
la suerte de poder decirte "Feliz cumpleaños" por quinto año consecutivo. No le podría
estar más agradecida a ese giro del destino que nos juntó en unas duchas comunales
de la universidad de Barden, porque eres una persona increíble, Becs, aunque ni tú
misma te des cuenta
(24.05) Y aunque quizá has llegado a la crisis de los cuarenta con un
poco de antelación, sé que volverás a nosotras en cuanto hayas lidiado con lo que sea
que está pasando. Sabes que estamos, que ESTOY, aquí para cualquier cosa que
necesites, no importa la hora
(24.06) De momento, solo puedo maldecir la distancia que impide que
esté encima de ti todo el rato y desearte que pases un día genial. Gracias por todo,
gracias por ser mi mejor amiga y darme los mejores cinco años de mi vida. Bien por
mí!! *léelo con voz de London Tipton (más te vale saber quién es porque si no voy a
L.A. solo para hacerte ver Hotel Dulce Hotel) *
(24.06) Te quiero, Becs
10 DE NOVIEMBRE
(03.33) Beeeeeccsss
(03.33) Ojaka no tr hubiwras ido numca
(04.59) Te necesito aquí conmigo
(06.45) Oh mierda
(06.45) Estaba borracha
(06.45) Lo siento
(06.45) Aunque tampoco es que los vayas a leer
(06.45) Bueno, sí los lees porque veo los ticks azules
(06.46) Pero nunca contestas
(07.09) No sé a qué estás jugando
(07.09) A veces desearía poder odiarte
(07.09) Quizá así no me doliera tanto
(19.19) Uf
(19.19) Ignora todos esos mensajes
(19.20) Vale, me acabo de dar cuenta de que esa ha sido una
desafortunada elección de palabras, teniendo en cuenta...
(19.26) En fin
(19.26) Tú solo olvida todo lo que dije antes, estaba enfadada y dolida
y cansada y todavía medio borracha
(19. 27) Perdón
23 DE NOVIEMBRE
(21.11) Ojalá estuvieras aquí
1 DE DICIEMBRE
(04.05) No quiero perderte, Becs
14 DE DICIEMBRE
(22.34) Me da la sensación de que ya lo he hecho
(22.34) Ya te he perdido
22 DE DICIEMBRE
(23.47) Te echo de menos, Beca
La morena siente la culpa corroerle por dentro, y aunque hace que
lágrimas acudan a sus ojos, logra mantenerla a raya lo suficiente como para que no le
empuje a teclear algo de respuesta, una estúpida disculpa que no excusaría su
comportamiento.
Da un golpe seco sobre la mesa de la cocina que hace tambalear el muñeco de nieve
que compró porque lo vio en el escaparate y le recordó a los hogareños adornos que
solían llenar cualquier esquina disponible en la casa de las Bellas.
Se para frente al espejo de cuerpo entero que tiene colgado cerca de
la puerta de casa. Subida ya en los tacones, pasa las manos por el vestido negro que
se adapta a su cuerpo como una segunda piel. Se observa, insegura. Si cierra los
ojos, casi puede sentir la cálida presencia de Chloe asomándose por encima de su
hombro. Si cierra los ojos, casi puede imaginarse el susurro de la pelirroja en su oído
asegurándole que está "guapísima, cañón, preciosa, como un queso, para darte duro
contra el muro, Becs", mil y un piropos absurdos que terminarían por hacer sonrojar a
la DJ, pero acallarían las vocecitas del interior de su cabeza que le murmuran que no
le queda bien el vestido y que debería volver a su look de siempre de pitillos y
americana.
Ella también echa de menos a las Bellas. También echa terriblemente
de menos a Chloe. La diferencia es que Beca es una cobarde.
Con un suspiro, se pone la bufanda y el abrigo, se cubre las orejas con
un gorro de Papá Noel – requisito obligatorio para la cena de Navidad de la
discográfica –, y sale de su pequeño apartamento.
El sonido de algo chocando contra la mesa la devuelve a la realidad
con tanta brusquedad que da un brinco y retira su mano del cálido agarre de Chloe
igual que si la hubieran pillado haciendo algo que tiene muy claro que no puede hacer
bajo ninguna circunstancia.
Usa la distracción que le proporciona el camarero – ¡gracias a Dios por
su puntería! – para parpadear con ganas, carraspeando. Elimina cualquier rastro de
las inminentes lágrimas y sonríe al joven que deja su cerveza frente a ella y se retira
silenciosamente, como sintiendo que ha interrumpido un momento que no debería
haber roto.
La DJ rodea el frío vaso con ambas manos, para evitar hacer algo con
ellas y, sobre todo, evitar que Chloe haga algo con ellas. Clava la mirada en el líquido
ámbar mientras busca desesperadamente un tema con el que romper el hielo. Un
tema que, por su bien, sea seguro.
- ¿Y a ti qué tal te va? – pregunta entonces la pelirroja, salvando a
Beca del laborioso trabajo de pensar en algo sobre lo que hablar.
Traga la cerveza y se encoge de hombros para quitarle importancia a
lo que va a decir.
- Bien, la verdad. Sigo en la misma discográfica solo que ahora en vez
de llevar cafés y burritos, ayudo a los cantantes a encontrar el sonido que más les
gusta para sus discos. Nada importante.
- Oye, tampoco menosprecies lo que haces, Beca. ¡Ganaste un
People's Choice Award el año pasado! – exclama Chloe con admiración.
- En realidad ganó la canción que produje, no yo – suelta una risa
nerviosa –. Y menos mal, ¿te imaginas que hubiera tenido que dar un discurso? –
finge un estremecimiento.
La exBella suelta una carcajada en cuanto la imagen se forma en su
cabeza.
- Empezarías a desvariar y tendrían que echarte del escenario al final
por falta de tiempo. No, ahora seriamente, Becs, ese premio es mitad tuyo. Puede
que la voz del cantante sea importante, pero es gracias a ti que suena tan genial.
La morena vuelve a encogerse de hombros. Nunca se le dio
especialmente bien aceptar cumplidos con su trabajo, más que nada porque ella
misma es muy exigente con él. Pocas veces termina una canción o un remix – en los
que sigue trabajando de cuando en cuando para desconectar – y asiente, satisfecha,
mientras lo escucha. Siempre encuentra algún fallo, algo que no le termina de
convencer, algo que le deja un sabor agridulce en la boca. El número de cosas que ha
hecho de las que está orgullosa al cien por cien pueden contarse con los dedos de una
mano.
Pero, dejando eso a un lado, aceptar alabanzas nunca fue su fuerte. Para empezar,
porque creció en una casa donde la música era vista como un hobbie, un mero
pasatiempo, y no algo válido en lo que basar su vida. Su padre sacudía la cabeza
siempre que la veía en el ordenador con el programa de música abierto – es decir,
todos los días a todas horas –, su brujastra ni siquiera se interesaba en saber qué
estaba haciendo. De modo que llegar a Barden y encontrarse no solo con Jesse, sino
con Chloe, con todas las Bellas, Luke, ¡incluso Aubrey al final!, todos diciéndole que lo
que hacía era increíble... Fue un shock. Al principio le hacía sentir muy incómoda,
pero poco a poco fue acostumbrándose hasta el punto de que nada más terminar un
remix nuevo corría a la habitación de la pelirroja para preguntarle su opinión y buscar
críticas constructivas que su mejor amiga nunca le daba porque para ella era
perfecto.
Y, para qué negarlo, echa de menos eso. Echa de menos el apoyo
constante de Chloe, ya fuera una presencia silenciosa o letras en mayúscula
gritándole desde su teléfono justo al segundo de que le dijera lo que había pasado
con su jefe y la demo de Flashlight. Echa de menos llegar a casa y escuchar el sonido
amortiguado de uno de sus remixes sonando en alguna habitación o siendo tarareado
por una de las Bellas mientras lavaban los platos.
- De todos modos, dejemos el trabajo a un lado, eso ya puedo verlo
en la tele o en internet – pide Chloe sacudiendo una mano como si estuviera
barriendo el tema del aire –. Háblame de ti.
- ¿De mí? – resopla.
Pfff. Las temidas tres palabras, esas que te fuerzan a contarlo
absolutamente todo porque si no se nota que te estás guardando algo. Beca se traga
la mueca que lucha por abrirse paso en su rostro y opta por entretenerse girando su
vaso de cerveza.
¿Qué decir? ¿Que sus únicos amigos son la gente con la que trabaja
en el estudio? ¿Que no ha vuelto a estar tan cerca de una persona como lo estuvo con
las Bellas? ¿Que sus aventuras románticas no han pasado de una noche y siempre la
dejan con un hueco en el pecho que no sabe cómo rellenar? ¿Que si no fuera
porque adora lo que hace se habría planteado más de una vez el dejarlo todo y volver
a Atlanta?
- También todo bien – contesta al final.
- ¿Sales mucho? – inquiere la pelirroja con un brillo pícaro en los ojos
y una subida y bajada de cejas sugerente.
- Mmm a veces... Aunque no vamos mucho a discotecas porque, no sé
si te ha dado tiempo todavía, pero son súpercaras – Beca sacude la cabeza con una
mueca –. A no ser que entres por lista, cosa que en cuanto podemos, usamos. Pero
en general somos más tranquilos, en plan, ir a tomar algo por la noche o quedar en
casa de alguien y hacer una mini fiesta.
- ¿En plural? ¿Tú y quién más?
Hay algo oculto en la expresión de Chloe, una sombra que oscurece su
radiante sonrisa, pero Beca no es capaz de descifrar qué es lo que se está perdiendo.
- Oh, claro – se rasca la nuca, algo avergonzada –. Ted y Nina, son
mis compañeros en el estudio y básicamente los únicos amigos que tengo aquí.
- Ah, creo que me hablaste de ellos antes de... – la voz de la exBella
se apaga por un momento –, al principio de que llegaras – se corrige con rapidez,
pero las palabras no dichas pesan en el aire entre ellas y parecen estar gritándoles
que no podrán ignorarlas por más tiempo.
- Es posible – asiente Beca –, fueron las primeras personas que conocí
y salimos juntos desde entonces.
- ¿Tú y Ted o tú y Nina?
- ...Los tres – replica la morena dubitativa. Cree haber dejado claro
hace apenas un minuto que son tres.
- ¿Los tres? – las cejas de Chloe se arquean tanto que casi
desaparecen de su frente –. Wow, no te tomaba por el tipo de chica al que le van los
tríos, si no te habría propuesto alguno durante nuestros años universitarios.
Ambas comparten una sonrisa cómplice antes de desviar la vista y clavarla en puntos
diferentes a ellas mismas.
Beca tiene una pregunta en la punta de la lengua, casi puede saborear
la amargura que desprenden las palabras, sin embargo, no se decide a hacerla. A
estas alturas es de conocimiento mundial que la DJ es una cobarde con ciertos temas,
especialmente si su corazón puede salir dañado. Desde pequeña, al vivir en persona
el dolor y el caos que causa el amor al marchitarse y desaparecer, se hizo la promesa
de que ella jamás cometería ese error, ella sería más inteligente y mantendría a la
gente a una distancia segura para prevenir las consecuencias de un corazón roto. De
poco le sirvió, ya que solo hizo falta un año en Barden para romper su norma y, al
final, había sufrido más que si se hubiera permitido sentir.
- Beca, ¿quieres soltarlo de una vez? – dice Chloe de golpe.
La morena sale de su ensimismamiento con un sobresalto. Parpadea
igual que un cervatillo deslumbrado por los faros de un coche.
- ¿Qué? No he dich... ¿Cómo sabes que quiero hacer una pregunta?
- Por favor, estás pensando tan alto que es como si estuvieras
gritando – bufa la pelirroja poniendo los ojos en blanco –. Además, te estás
mordiendo el labio y eso solo lo haces cuando dudas o piensas.
Beca va a replicar, pero se da cuenta de que, efectivamente, el dedo
acusatorio de Chloe apunta directamente al labio inferior de la morena, atrapado
entre sus dientes. Aunque ya no sirve de nada, lo libera, pasando la lengua
brevemente por encima para eliminar las marcas que han dejado sus incisivos.
- Es una tontería en realidad – murmura para tratar de disuadir a la
exBella.
La joven no se lo traga.
- Si fuera una tontería ya lo habrías dicho.
Ahora es el turno de la morena de poner los ojos en blanco. Ya no
recordaba lo que es no poder engañar a alguien que te conoce y te lee igual que si
fueras un libro abierto.
- Es solo que... – resopla –. Solo me preguntaba si estás con alguien.
Chloe parece haber estado esperando exactamente eso porque hace
un pequeño asentimiento, imperceptible si Beca no tuviera su mirada clavada en la
pelirroja.
- No, Becs, no hay nadie. Lleva un tiempo sin haber nadie. Nadie
importante, claro, una chica tiene sus necesidades.
Puntúa sus palabras con un guiño juguetón, pero recupera
rápidamente la seriedad. La mirada azul bebé de Chloe se mantiene firme bajo la de
la morena, sin parpadear ni vacilar ni una sola vez. Transmite tanta intensidad que
fuerza a Beca a apartarse primero, desviando su mirada para fijarla en su vaso vacío
de cerveza. Trata de extinguir la llama de esperanza que crece en su pecho
recordándose por qué tuvo que cortar todo tipo de lazos con la pelirroja. «Pero eso
fue porque Chloe vivía en Miami, ahora está en Los Ángeles», susurra una vocecita en
un rincón de su cabeza. Tiene que resistir las ganas de sacudirse para librarse de ese
pensamiento. Ya pasó por eso y no quiere volver a hacerlo, la herida que dejó la
primera vez todavía no está curada y no quiere reabrirla.
- Vaya, tenéis una buena montada por ahí – comenta Beca bajando el
volumen del móvil para que la base rítmica de la música que suena al otro lado de la
línea no le deje sorda.
Chloe se limita a sonreír y encogerse ligeramente de hombros.
- Suena más de lo que es en realidad – asegura.
- Mmm si tú lo dices – le pica la DJ con una sonrisa torcida.
La pelirroja corresponde al gesto y su imagen tiembla cuando cambia
el móvil de una mano a otra. Su rostro se pixela un poco hasta que Skype vuelve a
encontrar buena cobertura.
- Chloe – vuelve a intentar –. Sé que esto es una mierda, pero no puedes dejar que
condicione tu vida.
- Ya lo sé, pero te echo tanto de menos, Becs – la voz de la pelirroja
está teñida de desolación y la DJ siente que los pedacitos en los que quedó su
corazón tras marcharse se rompen más aún –. ¿Por qué no puedo tener a mi mejor
amiga conmigo?
- Me tienes, Chloe. Estoy aquí, no me voy a ir a ningún lado.
La exBella coge una temblorosa bocanada de aire y Beca sabe que se
está esforzando al máximo para no llorar.
- Pero no es lo mismo – murmura.
La morena se siente impotente, porque nunca se le ha dado bien
consolar a la gente, no sabe qué decir o qué hacer, pero con la pelirroja aprendió que
el contacto físico ayuda. Le permite tener un punto de referencia al que volver cuando
la tristeza disminuye, es como su ancla al mundo real, la tierra sólida sobre la que
aterrizar tras dejarse llevar por sus sentimientos. Y la distancia, la puñetera distancia,
le impide posar una mano en la rodilla de su mejor amiga, rodearla con sus brazos
para que llore sobre su camiseta, entrelazar sus dedos y juguetear con los de Chloe
para proporcionarle una distracción.
Su pulgar acaricia la pantalla de forma inconsciente, como si eso
sirviera de algo.
- Yo también te echo de menos, Chlo – confiesa Beca. Es la primera
vez que pronuncia esas palabras en voz alta "delante" de alguien, y en seguida siente
la quemadura de los ojos de la pelirroja sobre ella, saltando los kilómetros que las
separan con una facilidad pasmosa –. Y odio que estemos separadas porque me
encantaría que pudieras estar aquí conmigo, o yo allí. Y odio que estemos en 2015 y
todavía no hayan inventado la teletransportación. Pero sobre todo odio que estés así
porque tú no eres así, tú eres la alegría de la casa, eres quien hace que hasta lo más
oscuro brille como purpurina – escucha un resoplido por parte de Chloe, quien se
sorbe la nariz y se seca una lágrima de la mejilla con el dorso de la mano –. Así que
ahora mismo te vas a recomponer, te vas a quitar esos ojos de mapache porque son
totalmente de la temporada pasada, y vas a mover tu bonito culo hasta lo que sea
que estén usando de pista de baile ahí fuera. Diviértete esta noche como te mereces,
yo estaré aquí mañana por la mañana para soportar tu resaca y hacer recuento de los
chupetones que te hayan dejado.
La exBella deja escapar una risa y sacude la cabeza. Se limpia con el
pulgar bajo los ojos para retirar el rímel que se le ha corrido y centra su atención de
nuevo en la DJ, que espera pacientemente en su pantalla, sonriente a pesar del
agudo dolor en su pecho.
- ¿Crees que mi culo es bonito? – inquiere con una sombra pícara en
su mirada.
- ¿Qu...? ¿Solo te has quedado con eso de mi gran discurso
motivacional? – exclama la morena fingiendo indignación.
Chloe suelta una sentida carcajada.
- Gracias, Becs – dice derrochando sinceridad.
- No se dan – le guiña un ojo juguetonamente.
Se escucha un rápido golpeteo en la puerta antes de un golpe más
seco cuando esta se abre de par en par para dar paso a una chica que se tambalea
hacia el interior de la habitación con un chico firmemente pegado a su pecho y sus
labios cosidos a su cuello. Ella suelta una risita, empujándole sin intención alguna de
apartarse de él, y se gira por fin para encarar el interior del cuarto.
- ¡Ahí estás! – exclama, señalando con triunfo a la pelirroja.
Beca la reconoce rápidamente por su voz, aunque el gran escote de su
vestido y los rizos rubios-castaños son claros indicadores de la identidad de la joven.
Solo puede escuchar la dulce voz de Chloe en su oído y la vibración que produce cada
palabra recorriendo su cuerpo, despertando recuerdos que han permanecido dormidos
– a la fuerza – por tres años.
Una capa de sudor se adhiere a ella como una segunda piel y hace que
brille bajo los farolillos hawaianos que cuelgan de cuerdas por el jardín trasero de la
casa de los Treblemakers. Se siente vibrar con las pulsaciones de la música que suena
a todo volumen a través de los altavoces esparcidos por el sitio y que generan ondas
en el poco ponche que queda en su vaso de plástico.
Termina la bebida de un trago, el alcohol le quema a medida que baja
por su garganta, rasposa después de tanto cantar y reírse. Hace un churro con el
vaso y lo encesta en una de las múltiples basuras. Vuelve a mezclarse con la masa de
cuerpos sudorosos y exuberantes de felicidad, sacudiendo la cabeza con cada base
electrónica.
Se han graduado. Todavía a veces le parece mentira y se sorprende a
sí misma mirando a su alrededor, como esperando despertarse en cualquier momento
en su cama y estar en primer año, compartiendo habitación con la antipática Kimmy
Jim, peleándose con Aubrey en cada ensayo de las Bellas. Pero por más que parpadee
el escenario no cambia: sigue estando en la fiesta de graduación que han organizado
los Treblemakers en su casa, rodeada de rostros conocidos y desconocidos,
sintiéndose ligeramente mareada por la cantidad de ponche que ha tomado. Y feliz.
Feliz como pocas veces se ha sentido.
Llega al círculo amorfo que han formado los cuerpos danzantes de sus
amigas. Ve que Stacie está restregándose sensualmente contra un tío, con Cynthia
Rose vigilante de cada movimiento y una sonrisa satisfecha en su rostro moreno.
Tropieza con Jessica y Ashley – juntas, para variar – inventándose algún paso de
baile con Emily, las tres riéndose con fuerza cuando el alcohol convierte su
coordinación en un lío de extremidades. Escucha el chapuzón que genera el menudo
cuerpo de Lilly al sumergirse en la piscina, donde fingirá ser un submarino hasta que
tengan que arrastrarla fuera y llevarla a casa al final de la noche. Hace una mueca de
desagrado cuando se encuentra con Bumper y Amy la Gorda lamiéndose –
literalmente – las caras y haciendo ruiditos que provocan alguna que otra arcada a la
gente que está cerca. Y, por fin, se abre paso hasta donde quiere: Chloe está con una
mano alzada por encima de la cabeza, la otra enredada entre sus rizos pelirrojos, que
habían empezado el día perfectamente rizados y peinados, pero ahora están
alborotados por tanto baile. Lleva ese vestido azul turquesa que se compró para la
graduación y que, Beca todavía no se lo ha dicho, pero le quedaincreíble. Está
cantando la letra de Shut Up and Dance con toda la fuerza de sus pulmones, y sonríe
de oreja a oreja cuando se gira y ve a la DJ ahí parada.
La pelirroja se acerca meneando las caderas, y parece que los oídos de
Beca se destaponan de golpe. La música sube de volumen, los gritos de la gente a su
alrededor comienzan a ser registrados por su cerebro, y por encima de todo ese
ruido, escucha la clara voz de Chloe cantando para ella. No sabe cuándo ni cómo,
pero la DJ se encuentra a sí misma bailando con la pelirroja, una gran sonrisa en su
rostro, sus labios moviéndose con cada palabra que no tiene constancia de saber.
De repente, se escucha un agudo pitido que arranca una exclamación
de dolor en todos los graduados. Se llevan las manos a los oídos para protegerse.
- Woah, perdón – se disculpa una voz de hombre con una risita –. A
ver, ¿podéis dejar por un segundo de meteros las lenguas hasta la campanilla y
prestarme atención? Gracias.
Chloe le da un empujón juguetón a Beca cuando esta pone los ojos en
blanco y se da la vuelta para mirar a Bumper, quien se las ha apañado para echar al
DJ de su mesa de mezclas. Micrófono en mano, el joven se mueve con ese aire de
superioridad que le hizo tan impopular en Barden.
- Quiero que sepáis que Amy la Gorda y yo... Nena, ¿dónde estás? – se hace visera
con una mano mientras escanea la masa de estudiantes. La australiana se abre paso
a empujones hacia la parte delantera y Bumper sonríe, señalándola con un dedo –.
Esa belleza y yo estamos juntos oficialmente – anuncia con orgullo.
Amy le manda callar y finge vergüenza, aunque en realidad todo el
mundo sabe que adora ser el centro de atención.
- Para celebrarlo, vamos a bailar juntos un vals de la mano del gran
Ed Sheeran. Y si no os gusta, os jodéis.
Todo el mundo grita y aplaude, a la espera de la estelar aparición del
cantante británico, pero pronto se vuelven en abucheos cuando ven que Bumper se
refiere a una canción pregrabada y reproducida simplemente y no va a sorprenderles
con un concierto gratis.
A pesar de todo, se hace un corro y Beca siente que Chloe tira de ella
para apartarla del espacio vacío por el que se va a mover la pareja. Su equilibro,
afectado por el alcohol, se alía con el inesperado tirón y su torpeza para hacerle
trastabillar hacia atrás. Por un segundo, teme caerse de culo delante de todo el
mundo, pero pronto unas manos se enroscan en su cintura y un pecho sólido choca
contra su espalda para estabilizarla.
- Te tengo – susurra la pelirroja en su oído.
Su cálido aliento baja por el cuello descubierto de la morena, quien
tiene que aguantarse un estremecimiento. Se da cuenta de que ya está en perfecto
equilibrio sobre dos pies, pero, aun así, Chloe no le ha soltado y no parece tener
intención alguna de hacerlo. «No voy a ser yo quien se queje», piensa Beca.
Los primeros acordes de una guitarra se expanden por el aire del
jardín y un súbito silencio les sigue. Bumper coloca una mano en la cintura de Amy y
ambos comienzan a moverse por el hueco que se ha creado especialmente para ellos.
Resulta extraño verles bailar tan formales cuando hace menos de media hora Beca les
pilló haciendo twerking.
La pelirroja apoya su barbilla en el hombro de la DJ, tarareando
suavemente como si le estuviera haciendo los coros a Ed Sheeran.
- Esta canción siempre me recuerda a ti – piensa.
O cree que lo ha pensado. No es hasta que siente a su mejor amiga
tensarse en su espalda que se da cuenta de que ha escuchado las palabras de forma
tan clara porque las ha dicho en voz alta. Se sonroja, pero, embravecida por el
zumbido del alcohol que corre por sus venas y la atmósfera que las rodea, no se
apresura a corregirse como habría hecho en otras circunstancias.
Se separa un poco para poder ver el perfil de Chloe. Esta parpadea
para borrar la sorpresa de sus ojos azul bebé, que se encuentran con los de la
morena a medio camino y una dulce sonrisa se extiende, lenta pero segura, por sus
labios. La pelirroja le da un beso en la mejilla que, vale, quizá dura un poco más de lo
normal pero Beca no va a decir nada al respecto. Cuando Chloe se separa, su barbilla
retoma su posición contra el hombro de la DJ.
- You look so beautiful in this light, your silhouette over me. The way
it brings out the blue in your eyes is the Tenerife Sea – canta suavemente en el oído
de la morena –. All of the voices surrounding us here, they just fade out when you
take a breath.
Si se da cuenta de la piel de gallina de Beca, no hace comentario
alguno, solo vuelve a apoyar su barbilla y comienza a mecerlas al ritmo de la música.
Consigue que la morena se olvide de la existencia de todo el mundo, parece que solo
están ellas en el jardín, la dulce y melódica voz de Chloe en su oído y luego otra vez
tarareando.
- Venga, Becs, ambos sabemos que lo nuestro siempre fue más amistad que amor
por tu parte. Ya no hay motivos para negarlo. Hace tiempo hice las paces con la
realidad de que no soy yo de quien estás enamorada.
- ¿Qué? – repite, más sorprendida que enfadada, o lo que sea que se
supone que debería estar sintiendo –. ¿Y de quién estoy enamorada, si se puede
saber?
- Oh, yo creo que lo sabes perfectamente, pero te niegas a verlo.
Esta vez sí que hay un rastro de veneno en el tono de voz de Jesse
que presiona el nervio equivocado en Beca.
- No, por favor, ya que pareces conocerme mejor que yo misma,
ilumíname con tu sabiduría – ironiza.
- De Chloe, ¡quién si no! – exclama el Treblemaker. Antes de que la DJ
pueda rebatir, alza una mano para acallarla –. A veces tengo la sensación de que
estoy en una pareja de tres.
La DJ sacude la cabeza, asombrada por las estupideces que está
diciendo Jesse.
- ¿Te estás escuchando a ti mismo?
- Beca...
- No, Jesse, ¿te has parado a escucharte a ti mismo? ¿Sabes las
locuras que están saliendo por tu boca? ¿De verdad te crees todo eso?
- No es que me lo crea, Beca, es que sé que es verdad por mucho que
te empeñes en decir que no. Créeme, al principio yo tampoco quería admitirlo, pero al
final me era imposible seguir haciéndome el tonto cuando la verdad me estaba
estallando en la cara. ¿Recuerdas ese verano en el que desaparecí durante agosto
entero y luego te dije que había estado en un camping con mis padres sin cobertura?
Ahora es él quien se levanta y se pone a pasear frente a la figura
inmóvil de la DJ, que asiente, casi temiendo la continuación.
- En realidad sí tenía cobertura, pero estaba tan enfadado contigo y
con Chloe, ¡y conmigo! ¡Sobre todo conmigo! Por supuesto que fui a caer en el cliché:
enamorarme de la chica que no deja que nadie se acerque a ella, que tiene millones
de barreras con las que no paro de chocarme, ciego a la facilidad con la que deja que
todas sus defensas caigan cuando se trata de su mejor amiga. De verdad, el máximo
gilipollas fui yo – Jesse sacude la cabeza, como si todavía no se lo terminara de creer
–. Cuando te volví a ver en septiembre me di cuenta de que no lo hacías de forma
deliberada, que probablemente ni supieras que lo estabas haciendo. Vi que no
estabas jugando conmigo, sino que todavía tenías la venda sobre los ojos, así que me
dije "oye, aprovecha el tiempo que tengas". Sinceramente, nunca creí que fuéramos a
hacer cuatro años juntos, pensé que Chloe habría dicho algo antes, que se habría
cansado de esperar, pero no. ¿Y sabes lo peor? – no espera a que Beca conteste, cosa
que la joven agradece porque no cree que sea capaz de pronunciar palabra alguna –.
Lo peor es que ni siquiera soy capaz de odiarla, porque es tan malditamente poco
egoísta que se ha tragado sus sentimientos por cuatro años, y estaría dispuesta a
hacerlo eternamente con tal de que seas feliz.
Jesse se queda quieto, cogiendo aire profundamente. Se le nota más
tranquilo ahora que se ha quitado el peso de esa verdad de sus hombros.
- A veces me moría de celos – confiesa con un pequeño asentimiento
–. Me ponía a pensar en todas las excepciones que hacías por Chloe y no por mí, y
me volvía verde de envidia. Trataba de no dejar que se viera, pero era especialmente
difícil en las fiestas porque te veía bailar con ella y rechazarme cuando me acercaba
y... Joder, dolía. Dolía mucho.
Quizá lo son.
No puede dejar de encontrar irónico cómo la música, que siempre fue
su escape y la solución a todos sus males, ha provocado que se venga abajo en
medio de la calle. Sólo unos acordes de guitarra determinados y unos versos, y la
presa que la DJ construyó en su corazón esa mañana de mayo enterrada bajo las
mantas de su cama, deja de funcionar. Todos los sentimientos que se ha apañado
para mantener encerrados en ese rincón polvoriento salen despedidos con la
velocidad de la luz, arrasando con todo lo que encuentran a su paso, igual que un
tsunami. Y si ya Beca estaba "debilitada" por esa jugarreta del destino que ha hecho
que se reencuentre con Chloe, ahora no tiene defensas algunas para luchar contra
todo lo que se sacude en su interior.
La palma de la mano derecha de la pelirroja está extendida sobre el
corazón de Beca y puede notar su acelerado latido contra las yemas de los dedos
incluso a pesar del abrigo y el grueso jersey que lleva la DJ puestos. Su mano
izquierda está entrelazada con la de la morena y le da un apretón para ayudarle a
aterrizar en el mundo real.
La exBella ha contado ya ciento cincuenta respiraciones cuando siente
que la tensión en el cuerpo de Beca va desapareciendo poco a poco. Chloe también se
relaja, el nudo de preocupación de su estómago un paso más cerca de ser desatado.
Ha vivido la "Beca estresada", la "Beca enfadada", la "Beca triste" y la "Beca
exuberante de felicidad". Nunca antes había visto a la "Beca a punto de sufrir un
ataque de pánico" y no es una experiencia que quiera repetir.
Ahora ya sabe qué hacer, tiene las palabras correctas en la punta de la
lengua y listas para ser pronunciadas:
- He de decir que esa no es la reacción exuberante de felicidad que
esperaba.
Beca resopla, aunque agradece el intento de calmarle de Chloe. La DJ
siempre se escuda en el humor y el sarcasmo cuando una situación la supera, es su
método de asimilación, su capa protectora; de modo que ese pequeño guiño que le
ofrece la pelirroja es más que bienvenido porque le da una salida que no supone
morir de vergüenza.
- Oye, chica – llama el joven artista –, ¿te encuentras bien?
La morena se da cuenta, aunque de forma muy vaga, de que el
guitarrista ha dejado de tocar y la mira con preocupación, el instrumento olvidado
colgando de su costado por la correa. Ambas amigas salen de su burbuja y ven que la
gente que se encontraba cerca escuchando la canción también las están mirando con
preocupación, algunos con los móviles en las manos como si estuvieran esperando
una señal para llamar a emergencias.
Beca parpadea y trata de imaginarse qué aspecto tienen para los
transeúntes que se cruzan con ellas y no tienen ni idea de qué ha ocurrido. Ni siquiera
el chaval de la guitarra sabe qué ha pasado y lo ha vivido en primera fila. Tiene que
tragarse la risa de puro bochorno por el espectáculo que ha montado.
- Estoy bien – asegura.
- Ha sido una bajada de azúcar – miente Chloe por encima del hombro
de la morena.
- Ah – sonríe el chico, visiblemente más tranquilo –. Me alegro de que
no fuera nada grave.
- Perdona por haberte asustado – dice Beca con una sonrisa de
disculpa.
Él se encoge de hombros, rescatando la guitarra de donde la correa
que cruza su pecho la ha hecho colgar. Se chasca los nudillos de las manos al estirar
los dedos y se los sopla con aliento caliente para que vuelva a circular la sangre por
ellos y no le duela rasgar las duras cuerdas. Sin más dilación, coloca el acorde
correspondiente en el mástil y retoma la canción desde el principio.
Beca lo recoge y lo coloca sobre el brazo del sillón, agachándose para recorrer con la
mirada cuatro años de mensajes y bromas internas. Sus dibujos de grandes ojos le
sonríen con sus pequeñas bocas, intercalados con los gordos muñecos de Amy y los
tetudos de Stacie. Flo siempre los dibujaba con el pelo locamente rizado, Emily los
rodeaba de millones de corazones y notas musicales, los de Jessica y Ashley siempre
iban cogidos de la mano. Luego estaban los de Chloe, cuyas sonrisas les llegaban
literalmente de oreja a oreja y les hacían parecer entre alegres y psicóticos.
La morena pasa una mano por encima de los millones de trozos de
papel superpuestos unos sobre otros, compartiendo espacio y chinchetas. No es
consciente de la sonrisa tonta en su rostro porque está demasiado ocupada buscando.
Cuando por fin lo encuentra – ¿cómo demonios le puede costar tanto
verlo si es el más grande y está en todo el centro por encima de los demás? –, algo
en su pecho se agita con violencia y hace que las lágrimas empañen su vista.
Se le ocurrió una de esas noches en las que estaba tan cansada que
no podía ni dormir porque eso requería tener energías de las que ella no disponía. Fue
un pensamiento delirante, como quien tiene alucinaciones provocadas por la fiebre
muy alta, nunca pensó que al día siguiente fuera a acordarse y calificarlo de buena
idea.
Y muchas veces, mientras se esforzaba al máximo para hacer que sus
monigotes desgarbados y totalmente desproporcionados quedaran bien, le dio la
sensación de que era algo infantil y un completo fracaso, de que iba a quedar como
una completa estúpida. Pero, ahora, al terminar de colorear de amarillo un vaso de
plástico y ver el resultado final, deja escapar un suspiro de satisfacción y asiente,
porque sabe que es el regalo de despedida perfecto para Chloe.
Claro que, nunca se había puesto a pensar qué haría una vez estuviera
hecho, cómo se lo daría, qué diría. No había pensado en el futuro, demasiado
preocupada con el presente y sus cálculos sobre si le daría tiempo o no. Deja el lápiz
amarillo en su sitio en la caja que le pidió prestada a Jessica – a quien resulta que le
encantan las manualidades – y se queda mirando la hoja de papel como si fueran a
aparecer escritas ahí las soluciones a todas sus preguntas. «Ojalá», piensa con algo
de sorna.
Últimamente su vida está llena de incógnitas. Qué hacer en Atlanta
ese verano – nada –, cuándo irse a L.A. – la respuesta correcta es: mañana a las
12.21 en el avión 1413 –, cómo despedirse de esas chicas que eran su familia –
adecuadamente superada –, dónde vivir – esa, por suerte, ya la tiene cubierta –,
cómo actuar cerca de Chloe ahora que sabe que está enamorada de ella, y un gran
etc. Si quien fuese que está ahí arriba le chivase las respuestas, sería un puntazo.
Dobla el folio hasta que es un pequeño rectángulo que le cabe en el
bolsillo delantero de la camiseta de cuadros que lleva puesta. Se levanta de la mesa
de trabajo que ahora es de Amy y echa un último vistazo a su lado de la habitación
completamente vacío. Los hombres de la mudanza vinieron esa misma mañana a por
sus cajas, las cuales estaban llenas de cosas gracias a la insistencia de Chloe, y lo
único que le queda es lo que va a llevarse con ella en el avión: una maleta, su portátil
y una mochila.
Baja las escaleras con calma hasta el segundo piso, donde están las
habitaciones a excepción de la suya y la de Amy porque es la buhardilla. Todas las
puertas están cerradas, ya que sus ocupantes están en sus respectivas casas de
vacaciones de verano. Bueno, todas menos una, que es la que realmente le interesa a
Beca.
Se asoma al umbral, apoyando el hombro contra este, y observa a
Chloe, tumbada en la cama con un libro abierto en el regazo. Está tan concentrada
que no oye a la DJ. Se queda un rato parada, absorbiendo esa imagen con la
constancia de que puede ser la última vez que vea algo parecido en mucho tiempo.
Graba a fuego en su memoria el movimiento nervioso de los pies descalzos de la
pelirroja, que suben y bajan al ritmo de una canción que solo ella escucha; el ceño
ligeramente fruncido, el labio inferior atrapado entre los dientes, los ojos recorriendo
la página con la avidez típica de un momento interesante; una cascada de rizos que
resbalan por la almohada como lenguas de fuego.
- Hey – saluda pasados unos minutos, antes de que la realidad la golpee con toda la
fuerza que posee.
Chloe da un pequeño brinco, el libro se le resbala del despreocupado
agarre con el que lo estaba manteniendo en pie y cae sobre su pecho boca abajo.
Ojos azul bebé parpadean para enfocarse y volver de esa galaxia lejana a la que se
había teletransportado. Sonríe cuando ve a Beca parada en la entrada de su
habitación.
- Hey, pasa – la invita.
Cierra el libro tras marcar la página en la que se ha quedado y lo deja
en la mesilla. Luego, rueda hasta pegarse al borde de la cama que está contra la
pared, dejando un hueco libre para el cuerpo de la morena.
- ¿Querías algo? – pregunta sin poder contener su curiosidad.
Beca se encoge de hombros brevemente, sus dedos se contraen
alrededor de aire. Se sienta en el colchón de forma que esté mirando hacia la
pelirroja.
- Me voy mañana – suelta abruptamente.
No tenía planeado decir eso, de hecho, su plan original era entrar,
darle el regalo a Chloe y desparecer hasta la mañana siguiente cuando la llevara al
aeropuerto. Pero, cómo no, su cerebro y su boca trabajan en momentos separados
con canales diferentes y la comunicación entre ambos es pésima. De modo que
mientras está pensando en sacar el papel del bolsillo, sus labios se están moviendo
por decisión propia y formando palabras sobre las que no tiene ningún control.
Parece que la confesión de Beca pilla también un poco por sorpresa a
Chloe, porque parpadea y frunce el ceño brevemente, confundida.
- Lo sé – dice al final con tono resignado – Y tú lo sabes desde mayo,
Becs.
- Es solo que... No había sido totalmente consciente hasta ahora,
supongo – se encoge de hombros un poco. No puede explicárselo porque ni ella
misma lo entiende del todo.
- Entonces, ahora que ya ha calado en ti... ¿Cómo estás? – inquiere la
pelirroja.
Siempre preocupándose por los demás, siempre dispuesta a echar una
mano. La DJ tiene que tragarse la sonrisa tonta que lucha para aparecer en su rostro,
sabe que va a dar la impresión equivocada. Lo intercambia por mordisquear el interior
de su mejilla mientras medita su respuesta.
- ¿Sinceramente? – Chloe asiente, subiendo las rodillas contra su
pecho y apoyando la barbilla contra ellas sin perder de vista ni un segundo a Beca –.
Tengo sentimientos encontrados. Por un lado – extiende una mano abierta frente a
ella –, esto es con lo que llevo soñando toda mi vida y que por fin se vaya a hacer
realidad, totalmente realidad, me llena de excitación.
Su mejor amiga asiente de nuevo, transmitiéndole con ese simple
gesto su comprensión a la morena. Quizá decir que está excitada es quedarse corta,
pero tampoco quiere parecer demasiado ansiosa por irse porque sería mentira.
Aunque apenas puede esperar para estar ya en L.A. y comenzar a trabajar como
productora musical en la sucursal de Residual Heat, también hay una gran parte de
ella a la que la sola idea de estar al otro lado de Estados Unidos hace que le entre el
miedo y ganas de encadenarse al radiador para que así no se la puedan llevar de allí.
Está en un constante tira y afloja entre ambas reacciones, y teme que al final tanto
tirón termine por romperla a la mitad.
Beca bufa.
- Menuda mierda de consejo.
- Oye –se aparta de la morena, dándole un manotazo. Trata de
parecer enfadada, pero se le escapa una risa que la traiciona –, eso te pasa por venir
con preguntas existenciales a las doce de la noche. ¿Tú crees que soy capaz ahora
mismo de solucionarte la vida?
La DJ ríe con ella y se deja caer en la cama. Se tapa los ojos con
ambas manos por un momento, necesita ese momento para recomponerse y
reorganizar la multitud de emociones que botan como pelotas saltarinas
descontroladas dentro de su pecho. Cuando vuelve a abrir los ojos, ve que Chloe se
ha tumbado de costado a su lado de forma que la está encarando, aunque no la está
mirando a ella si no a un punto indefinido en la habitación.
Toda la actitud bromista parece haberla abandonado y tiene aspecto
fatigado. Por un momento, Beca se pregunta cuánto tiempo llevará la pelirroja sin
dormir bien. Luego se distrae al sentir a su mejor amiga juguetear con su mano, que
ha dejado caer sobre la cama.
Beca no es la persona más paciente del mundo, pero entiende que a
veces las personas necesitan tiempo para poner sus pensamientos en línea antes de
hablar para que se expliquen de forma correcta y expresen todo lo que quieren decir.
De modo que, por Chloe, y por el beneficio de ambas, se muerde el interior de la
mejilla y espera lo más tranquilamente que puede a que la joven hable.
No sabe exactamente cuánto tiempo ha pasado, pero sabe que el
suficiente para dejarse llevar por el silencio de la habitación hasta el punto de que
casi se queda dormida. Los párpados le pesan y está en esa fase en la que los deja
cerrarse por un rato antes de darse cuenta de lo que está haciendo y luchar para
abrirlos de nuevo.
- ¿Alguna vez tienes la impresión de que este es el final? – pregunta
Chloe en apenas un susurro.
Su dulce voz tira de los flojos hilos de la conciencia de la morena y los
atan con fuerza para despertarla. Frunce el ceño y parpadea para quitarse el sueño de
los ojos, porque sabe que la pelirroja no la está mirando, sabe que está rehuyendo su
mirada por algún motivo y tiene que estar espabilada para descubrir cuál es.
- ¿A qué te refieres? – carraspea.
La exBella no responde de forma inmediata, sino que frunce los labios
y sigue jugando con los dedos de Beca, tirando de ellos hacia arriba antes de dejarlos
caer de nuevo contra la cama.
- Todas nos vamos en direcciones diferentes. Emily se queda aquí, yo
me vuelvo a casa, tú te vas a L.A., Cynthia Rose se va a Maine a casarse, Stacie tiene
que terminar Medicina todavía, Amy la Gorda a saber en dónde terminará pero estará
con Bumper seguro. Después de cuatro años juntas nos vamos a separar de forma
definitiva y todo el mundo sabe que la distancia termina por romper todo tipo de
lazos.
- Eso era antes, Chlo, cuando la gente se comunicaba con palomas
mensajeras y señales de humo – bromea Beca.
No logra su objetivo, pues los labios de su mejor amiga apenas se
curvan un centímetro hacia arriba.
- Hey – llama su atención y espera hasta que despega la mirada de los
dedos de la morena para clavarla en ojos azul oscuro –, ¿de verdad crees que voy a
dejar que te libres tan fácilmente de mí? ¿Después de todo el tiempo que has
invertido con tu bola de demolición derrumbando mis murallas? – los ojos de la DJ se
abren de par en par por el horror –. Oh dios mío, me acabo de dar cuenta de que eres
tal cual Miley Cyrus. Literalmente. Desnudo incluido.
Con eso Chloe suelta una sonora carcajada y la tristeza se evapora de su rostro.
Aunque sigue con la mosca detrás de la oreja, la expresión de absoluto trauma que
tiene Beca es demasiado buena como para no reírse de ella.
La morena no puede evitar sonrojarse hasta la punta de las orejas
cuando un recuerdo muy vívido de su encuentro con la pelirroja en las duchas
comunales salta como un flash en su mente. Se tapa la cara con las manos, los dedos
pegados para no dejar que nada de luz se filtre a través de ellos y pueda morir de
vergüenza en paz.
- ¿Becs? – dice la exBella con una risita –. Becs – prueba de nuevo
cuando la DJ no se da por aludida –. Cuidado no me dé por chuparte también.
La amenaza es suficiente para que las manos de Beca vuelen de su
cara a los hombros de Chloe como para mantenerla alejada de ella.
- Gracias – susurra una vez tiene su absoluta atención.
Le da un beso en la mejilla y, porque le encanta demasiado tocarle las
narices, saca la lengua y le da un buen lametón que pilla a la morena por sorpresa.
Un grito agudo escapa de entre sus labios y se lleva la mano a la zona.
- ¡Chloe! ¡Qué asco! – se queja, secándose las babas en la camiseta
de la pelirroja.
Esta aprovecha la posición para rodear a Beca con sus brazos y
colocarse en una postura cómoda, dispuesta a dormir. Murmura un "hhhmm" cuando
la DJ deja de protestar y se tranquiliza, tumbándose de forma que termina siendo la
cucharita pequeña. «Como de costumbre», piensa antes de cerrar los ojos.
A la mañana siguiente, todo sucede de forma desenfocada. Desde que
se despierta todavía en brazos de Chloe hasta que se encuentra a sí misma en medio
del aeropuerto, frente a la puerta C7 que es por la que tiene que embarcar. No sabe
exactamente cómo se las ha apañado para vestirse y recoger todo cuando ni siquiera
podría responder con seguridad a una pregunta tan simple como "¿cuál es mi
nombre?". Tiene la sensación de que está soñando todavía, y las ganas de pellizcarse
para comprobar si todo es real son cada vez más grandes.
Sin embargo, sabe que, aunque no lo parezca, eso está sucediendo de
verdad. Está a punto de meterse en el avión con destino a Los Ángeles.
Lo nota en pequeños detalles como la presión en su pecho, el aspecto
rasposo de su voz. Lo nota en el fuerte agarre de Chloe en su mano, quien no la ha
soltado desde que se bajaron del coche. Lo nota en los esfuerzos que está haciendo la
pelirroja por no montar una escena.
Beca se recoloca la mochila que lleva colgada de un hombro, el
maletín con su portátil a un lado de sus pies, la maleta ya en la bodega del avión o de
camino hacia ella. En una mano tiene el ticket y lo sujeta con tanta fuerza como si
fuera el único eslabón que está impidiendo que salga volando como si fuera un globo
lleno de helio. La otra mano sigue atrapada entre los dedos de Chloe y no tiene
intención alguna de quitarla de ahí pues era su segundo eslabón.
"Los pasajeros del vuelo 1413 con destino Los Ángeles, por favor
embarquen por la puerta C7" anuncia una voz robótica que reverbera por el ajetreado
aeropuerto.
La morena cierra los ojos, maldiciendo al mundo entero. ¿Por qué
tiene que costarle tanto decir adiós cuando nunca antes le habían dado problema las
despedidas? Hubo un tiempo en el que huir de las personas era su talento innato,
pero después de que una trampa de osos se interpusiera en su camino se dio cuenta
de que esa era la solución de los cobardes y de que había gente por la que merecía la
pena quedarse y luchar.
Por suerte para Beca, su mejor amiga se decide por la primera opción. Despega sus
increíbles ojos azules del corcho y los fija en la DJ con tanta intensidad que le
incomoda ligeramente. Se remueve en el sitio, cambiando el peso de un pie al otro
ante la inmutable mirada de la pelirroja.
- ¿Es así como me ves? – habla finalmente. Su ceño se frunce un poco
más antes de soltar las palabras que realmente le están provocando dolor –. ¿Un
viejo error?
A Beca siempre le han dicho que, para ser una persona que rehúye
tanto las emociones, su rostro hace maravillas a la hora de expresarlas igual que un
libro abierto muestra las letras impresas en sus páginas. Ahora mismo, lleva el
arrepentimiento escrito en mayúsculas e iluminado con luces de neón.
- ¿Qué? ¡No! ¡Por supuesto que no! – niega con la cabeza
vigorosamente, el ceño fruncido y sus ojos tratando de transmitir toda la convicción
posible –. Nunca fuiste un error.
- Entonces, ¿por qué me borraste de tu vida de forma tan repentina? –
exclama la pelirroja, la frustración bien latente en su voz.
- Chloe... - suspira la DJ.
Deja el vaso, al que solo le queda un culito de tequila, sobre la mesa
del salón y retuerce las manos en un gesto nervioso, pensando en cómo empezar a
justificar su comportamiento, aunque sabe perfectamente que no tiene perdón
alguno.
- No – corta ella, alzando una mano –. Me pasé mesesmentalizándome
para la posibilidad de que el no vernos todos los días hiciera que nos distanciásemos.
Me costó hacerme a la idea, pero al final lo logré. A pesar de que tú me aseguraras de
que eso no iba a pasar – su mirada se tiñe de reproche cuando rememora la promesa
que hizo la morena esa última noche juntas –. Son cosas que pasan todos los días
entre personas que se van a vivir tan lejos la una de la otra. Cada una sigue con su
vida y los caminos que siguen las llevan en direcciones opuestas. Es algo que
comprendo, es algo razonable. Pero a nosotras nos iba bien, Becs.
De nuevo los ojos azul bebé de la exBella muestran una expresión
herida. Es la misma mirada que te daría un perro cuando le abandonas, cuando le
prometes algo y luego haces lo contrario, cuando le engañas y traicionas toda la
confianza incondicional que él había depositado en ti.
Es una mirada que convierte el pecho de Beca en un huracán de
arrepentimiento y náuseas.
- Habían pasado dos meses y seguíamos hablando a diario – continúa
Chloe con un ligero puchero –, teníamos nuestras citas semanales por Skype. Seguías
siendo la primera persona a la que quería contarle algo excepcionalmente gracioso o
ridículo que me hubiera pasado en ese día. Hasta que después de la fiesta, de golpe y
porrazo, dejaste de contestar a los mensajes, a las llamadas, a todo. No sabía si
había sido algo que había dicho, algo que había hecho, o precisamente algo que se
me había olvidado y por eso te habías enfadado.
Deja ella también su vaso intacto en la mesa junto al de la DJ. Se
pasa los dedos por los rizos cobrizos, retirándoselos de la cara y echándoselos hacia
un lado para que no le molesten. De ahí la mano se dirige a su boca y cubre la forma
en que su mandíbula está comenzando a temblar. Solo la retira cuando se ha
asegurado de tenerlo todo bajo control. Parpadea un par de veces y coge aire
profundamente, fijando la mirada en el techo.
- Todavía hoy sigo sin saberlo porque ninguna de las Bellas tenía más
datos que yo que explicasen tu comportamiento, todas creían que estabas bien, que
no tenías problemas, que estabas feliz; ni siquiera Jesse, tu mejor amigo, tuexnovio,
podía decirme nada. Y la única persona que podía resolverme las dudas era
precisamente el motivo de que existiesen dudas en primer lugar.
- Ten en cuenta que las palabras no son lo mío, ¿vale? – pide –, intentaré explicarme
lo mejor que pueda, pero no dudes en cortarme si tienes alguna duda. Ugh, ¿por qué
sueno como una profesora? – frunce el ceño, rascándose otra vez la nuca en un gesto
nervioso.
Parece que ver a Beca tan incómoda le devuelve un poco de su usual
burbujeante personalidad a Chloe, porque no puede evitar esbozar una tímida sonrisa
y asiente para tranquilizar a su mejor amiga.
Beca suspira, mirando las punteras de sus botas negras mientras
organiza su discurso.
- Vale. Sabes que yo nunca fui de tener muchos amigos, por no decir
casi ninguno. No tengo una personalidad fácil de aguantar y tampoco me importaba.
Antes. Pero todo cambió cuando entré en las Bellas porque por fin conocí a chicas por
las que merecía la pena luchar, que soportaban mi sarcasmo y mal humor con ojos en
blanco y un empujón. Especialmente tú, Chloe – añade, mirándola fijamente antes de
volver a bajar la vista –. El caso es que me uní a las Bellas como un requisito para
poder venir a L.A. pero rápidamente os convertisteis en mi familia, mis hermanas,
mi mejor amiga. Normalmente no dejo que la gente traspase mis barreras, pero os
colasteis sin pedir permiso alguno y me di cuenta de que no podía, ni quería, echaros.
Estar aquí – clava un dedo en el cojín del sillón para remarcarlo –, siempre fue mi
sueño. Lo sigue siendo, en realidad. Era la única cosa que siempre tuve clara en mi
vida, aunque el resto estuviera sumido en el más absoluto caos, sabía que al final
lograría encontrar el camino para llegar aquí y hacer lo que siempre quise.
Ahora que ha empezado, las palabras están comenzando a caer de su
boca en su típico torrente balbuceante sobre el que tiene tan poco control como
Aubrey sobre su vómito nervioso. Nunca sabe por dónde va a decidir llevarle su boca,
porque definitivamente no va a ser por donde le indique el cerebro.
- Vosotras fuisteis un gran apoyo. Y yo también tuve que
mentalizarme para cruzar todo el país y dejaros atrás, no sabía qué iba a hacer sin
vuestras locuras, en el piso había demasiado silencio incluso para mí. Estaba
preparada para echar de menos a las Bellas, pero no para lo mucho que te echaba de
menos a ti – de nuevo buscó los ojos azules de su mejor amiga para darle más
énfasis a lo que estaba diciendo –. Hablábamos todos los días, sí, pero no era lo
mismo, Chlo. Tú misma me lo dijiste. Dolía tener que despedirme cada vez que me
llamabas, dolía tener que ver tu cara desaparecer cada vez que cerrábamos el Skype,
dolía tropezar con algo gracioso en la calle y que mi primer instinto fuera buscarte
para enseñártelo pero solo encontrase a un desconocido a mi lado. Todo,
absolutamente todo, estaba lleno de cosas que me recordaban a ti. Todas las noches
me preguntaba cómo sería haber aceptado la propuesta de Sammy y haberme
quedado en Atlanta en vez de aceptar el puesto aquí, esos "¿y si...?" eran mi gran
tortura. Yo era la que me había ido lejos, yo era la que se estaba perdiendo todas las
tardes de películas, las fiestas y las trastadas cada vez que una de vosotras intentaba
cocinar. Vosotras todavía estabais juntas y yo tenía que verlo todo igual que si nos
hubieran separado con un cristal híper grueso.
Ahora veía que esa decisión de desaparecer de las vidas de sus
amigas, en su momento totalmente solidaria y desinteresada, había sido egoísta. No
se dio cuenta cuando lo hizo, actuó "en beneficio de Chloe"; aunque en realidad, se
estaba preocupando por ahorrarse el dolor que suponía ver que todas las Bellas
seguían cerca, apenas a unas horas de distancia en coche, saber que se seguían
reuniendo una vez a la semana. Porque Beca no podía estar presente y tenía que ser
testigo de todo aquello desde kilómetros de distancia, veía los planes que
organizaban y las fotos que se habían sacado por el grupo de WhatsApp con una
sonrisa nostálgica que ocultaba un trasfondo amargo. Envidioso casi.
Chloe fue la excusa. Fue la gota que colmó el vaso. Verla sufrir le dio el empujón que
había estado buscando de forma inconsciente, el motivo tras el que respaldarse para
no decir la verdad.
- Sé que no es una razón válida, no es excusable mi comportamiento,
lo sé. Pero en su momento fue lógico y te juro que para nada egoísta. No me di
cuenta de por qué lo había hecho en verdad hasta... Bueno, hasta ahora. Más que
nada, porque no quería verlo. Tenía la conciencia mucho más tranquila si me decía a
mí misma que era por ti, para que no sufrieras, porque, Chloe, verte tan destrozada
la noche de la fiesta me rompió a mí también – confiesa. Sus ojos azul oscuro,
grandes y sinceros, se fijan en los de la exBella con toda la fuerza que poseen,
pidiendo, suplicando, perdón –. Creí que estarías bien porque todavía te quedaban las
Bellas y Aubrey, no creí que yo fuera tan importante, tan vital. Y aunque sentí que
moría por dentro cada vez que rechazaba tus llamadas, cada vez que borraba tus
mensajes de voz, cada vez que ignoraba tus WhatsApps... Seguía con la ilusa
creencia de que era lo mejor para ti sin darme cuenta, porque soy así de gilipollas, de
que estaba haciendo tanto daño únicamente por mí. Para protegerme a mí. Porque
veía cómo la distancia debilitaba los lazos que me unían a vosotras, solo los míos, y
decidí que, antes de perderos poco a poco, prefería cortar yo misma el hilo. Igual que
quitarse una tirita, mejor hacerlo de golpe que prolongar el dolor yendo a cachito a
cachito – hace el gesto de arrancar algo.
» Tuvo que venir el pasado a morderme el culo, tuviste que
atropellarme con tu carrito de la compra para que me diera cuenta del tremendo error
que había cometido. Durante esta noche he ido recordando cosas que había suprimido
para hacerme la vida más fácil estos tres años, cosas que me había convencido de
que había superado. Me he dado cuenta de que definitivamente fui una gilipollas por
abandonarte de esa forma. Nuestra amistad es, con diferencia, una de las mejores
cosas que me ha pasado en la vida, y yo tomé el atajo de los cobardes y te perdí. Es
algo que jamás me perdonaré, porque esto... – señala el hueco entre ambas –. Esto,
Chloe, es algo por lo que merece la pena luchar.
Puede que nunca haya sido tan honesta con alguien en toda su vida.
Acaba de abrir su corazón a la mitad y ofrecerlo en sus manos para que la pelirroja lo
inspeccione sin barreras ni callejones sin salida, todo al descubierto.
No puede evitar sentir un pequeño rayo de esperanza ya que, de
momento, la exBella no ha gritado, ni le ha dado una bofetada, ni la ha echado de su
casa. Se toma eso como buenas señales, signos de que quizá sí hay posibilidades de
que le perdone.
Sin embargo, Chloe continúa inmóvil y en silencio por un largo rato
más, tanto que Beca no puede seguir mirándola fijamente sin sentirse incómoda.
Asiente, rascándose la nuca, aunque esta vez por inseguridad, y suspira.
- Bueno, es mucho que procesar – admite, ladeando la cabeza –.
Piénsatelo y ya sabes cómo encontrarme cuando llegues a una decisión.
Se levanta del sillón con reticencia, siente que esa esperanza es ahora
el Titanic y acaba de chocar contra el iceberg de la decepción. Casi puede escuchar la
música trágica de la orquesta tocar hasta el último momento. El barco se parte a la
mitad y se hunde en ese huracán que todavía sigue girando con toda su fuerza en el
pecho de la morena. Pero Beca se mantiene estoica, sin dejar que su rostro muestre
sus emociones, manteniendo una expresión comprensiva que transmita a la pelirroja
que está dispuesta a esperar lo que sea y aceptar el resultado que sea porque, haga
lo que haga Chloe, se lo debe.
Aunque está un poco desorientada ya que no conoce bien el pequeño
apartamento, se dirige a la puerta cerrada de lo que cree recordar que es la
habitación de su mejor amiga y donde su abrigo está guardado.