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Escritora

# l asco no es solamente una

reacción biológica sino también
una construcción cultural. Esta
es la razón por la cual los bordes
entre lo que se considera
asqueroso y lo que no dependen
de nuestra moral, perspectiva
ética, percepción de la realidad
y de las reglas entre lo que
consideramos puro y peligroso.
A veces estos bordes crean
divisiones entre "nosotros" y los
"otros"; desde esta perspectiva,
el asco es una emoción que nos
permite calificar a los otros
como subalternos con la finali-
dad de separarnos de lo que
consideramos sucio y conta-
minado. El asco, en este sentido,
no es solo un efecto sino la
medida política para juzgar las
acciones propias y las de los
demás como permitidas o prohibi-
das, de manera que consolida lo
que se podría denominar "basuri-
zación simbólica".
El asco es una de las
sensaciones humanas menos
estudiadas, tal vez por el prurito
que produce en los investigado-
res, analistas o ensayistas: no
es fácil hablar de —y, menos,
estudiar— un tema lleno de
referencias a excrementos,
fluidos corporales o sangre
menstrual; y también porque
quizá el asco sea una de las
sensaciones más privadas,
acercarse a él es aproximarse a
lo más interior del ser humano e
implica transgredir los límites de
lo público/privado y lo moral. A
su vez, estudiar el asco es una
manera de entender cómo los
seres humanos crean y apunta-
lan esos precarios límites y
otros, es decir, aquellos que los
agrupan y que los diferencian de
otros seres humanos.
A veces se piensa que lo
asqueroso puede ser casi
indescriptible: es difícil verbali-
zar la sensación que produce el
asco. Muchas veces se pueden
hacer ruidos o exclamar inter-
jecciones (aj, guácala) o nos
podemos referir a él a través de
gestos (como sacar la lengua,
agestar la cara y fruncir las
cejas), pero describirlo con
palabras puede remitir muchas

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Tim Noble y Sue Webster
veces a sinónimos vacíos; es
más fácil saber exactamente
qué cosas o qué situaciones
producen asco en nosotros o en
los otros, pero es muy difícil
entender el porqué, lo que hay
detrás de la calificación de
asqueroso, sucio o impuro.
Incluso muchas veces se
considera el asco como una
sensación "absolutamente ani-
mal", una regresión a un estado
primitivo ancestral.
Pero lo asqueroso es verbaliza-
ble y también explicable a partir
de un análisis cultural. Tanto
poetas cuanto escritores
—sobre todo los satíricos—,
cronistas y periodistas, viaje-
ros y científicos, últimamente
antropólogos, han descrito con
mayor o menor mérito las
manifestaciones de asco en
los hombres, las mujeres y los
niños. Por otro lado, a pesar de
que ha sido durante muchos
años un objeto de estudio poco
atendido, últimamente se lo ha
examinado desde distintas
áreas y de diversas maneras,
con diferentes entradas disci-
plinarias, e incluso podría
llegar a convertirse en una
especie de moda, gracias a las
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excentricidades de la acade-
mia norteamericana que segu-
ramente pronto podrá crear su
propio campo como Disgust
Studies o algo similar.
Pero ¿de qué hablamos cuan-
do hablamos de asco? Los
pocos pero interesantes libros
que ahora forman este nuevo
campo han planteado distintas
definiciones, aunque todos
concluyen que se trata de una
emoción construida a partir de
la inculturación. El crítico de la
Universidad de Michigan
William Ian Miller, autor del
libro Anatomía del asco,
sostiene que el asco, a pesar
de todo lo visceral que es, es
una de las pasiones más
agresivas generadoras de cul-
tura. En un ensayo de 1929,
Aurel Kolnai, filósofo del
Círculo de Viena y uno de los
primeros investigadores sobre
el tema en la Edad Moderna,
sostuvo que el asco tiene una
POLÍTICA
función ética; lo imprescindible
para usarlo como hito de
nuestros límites está vinculado
con la intención reprobatoria
que esté contenida en él. Por lo
tanto, para tener en cuenta el
rol del asco es imprescindible
manejar un nivel de discerni-
miento para sopesar en el
momento adecuado nuestra
necesidad de superarlo o de
acrecentarlo. En un libro
reciente, Hiding from Humani-
ty, Martha Nusbaum regresa
sobre este punto cuando
analiza las relaciones entre el
asco y la producción de
normatividades, considerando
esta fuente como polémica y, a
veces, peligrosa.
Pero el gran asunto del asco es
que no se trata de un fenómeno
que simplemente produce aver-
sión; su constitución es com-
pleja y, a su vez, paradójica,
puesto que puede repeler y al
mismo tiempo atraer. En todo
caso, se trata de una emoción
ambigua, y es precisamente en
esa ambigüedad donde radica
su poder. Por este carácter, el
asco ha sido usado muchas
veces para "construir" a un otro
basurizado, esto es, convertido
en algo que debe ser evacuado
para que el sistema siga
funcionando. Esta basurización
opera a través de una serie de
construcciones simbólicas o de
discursos sobre la realidad,
cuyas lógicas y gramáticas se
originan en la condición patriarcal
y colonial de nuestra cultura.
Este asco —que es un senti-
miento poderoso y que no se
debe naturalizar sino interpretar
en la medida de nuestra
identidad— deviene una forma de
rechazo de la otredad y cohesión
de la mismidad a partir de una
propuesta de jerarquización de
las diferencias.
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ideele Nº 173 / octubre 2005
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La República
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/%5"6B"cO# ^`de_:
¿Qué es basurización? dad", considero que este siente por aquellos a quienes
proceso no solo funciona como despreciamos y tememos al
La basura es siempre algo ante
lo cual debemos definirnos. una manera de crear centros y mismo tiempo. Esa era la
Digamos que, ontológicamen- periferias económicas y socia- sensación que, en buena
te, la basura divide a los seres les, sino también de re- cuenta, se sentía en relación
humanos en dos: aquellos que localizar a las personas dentro con los "terrucos" o que aún,
la producen y aquellos que la de sistemas más amplios que en ciertos sectores, se siente
reciclan o utilizan; aquellos sus comunidades locales (ergo, contra el otro amenazante.
que la lanzan fuera de sus la comunidad nacional). Por Durante los llamados años de
límites y aquellos que, por eso agregamos el adjetivo la violencia (1980-2000), los
alguna circunstancia, deben "simbólica", puesto que se discursos autoritarios y basuri-
recibirla en sus fueros. Aunque trata del final de un proceso zadores no se limitaron a
es cierto que, a su vez, existe que se inicia con el asco hacia aquellos que manejaban los
una tercera posibilidad que es los demás; un asco que se grupos de subversivos o milita-
la de quien, entre ambas
posiciones, se erige como el
que las enlaza. O peor, una
cuarta, cuando desde ambos
lados se objetiviza a una
persona como un residuo,
como algo que debe estar fuera
para que el resto sea operativo,
y se la convierte simplemente
en lo que debe ser desechado,
eliminado, evacuado; en un ser
humano que, como sostiene
Giorgio Agamben, deja de
poseer la calidad de humani-
dad y se le confiere la de nuda
vida. Un humano que no es tal,
un cadáver en potencia. A este
proceso, que funciona con
mucha continuidad en países
como los latinoamericanos, le
he denominado basurización
simbólica.

La basurización consiste en
"la puesta en escena de
mecanismos de desconges-
tión del centro gracias a un uso
estratégico de sus residuos.
Estos residuos deben ser
comprendidos a un nivel mate-
rial y discursivo a la vez"
(Castillo, Culturas excrementi-
cias, p. 236). A diferencia de
Castillo, que propone este
concepto para analizar a
América Latina como un "Tortura y violación en el Estadio de Huanta por la Marina". Anónimo. En: Rescate por la
memoria. Ayacucho: Colectivo Yuyarisun, 2004.
"vertedero de la posmoderni-
!8
ideele Nº 173 / octubre 2005
 !"#$.1,2,*1(#*0&,(#-. res, sino que fueron —y
muchas veces siguen siendo—
3%0)%#4(55( la forma como los peruanos
hemos creído y seguimos
creyendo que funciona la
política pública, forma que se
condensa en lo que algunos
analistas llaman moral criolla
(Portocarrero), otros cultura
del tutelaje (Nugent) y otros
simplemente ambigüedad éti-
ca. El análisis de estos
discursos, así como de las
prácticas excluyentes que los
justifican, permitirá aclarar la
dimensión simbólica de la
violencia que día a día no solo
permanece sino que se acre-
cienta en otras formas de
manifestación como la cons-
tante inseguridad ciudadana
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pero, también, como el fortale-
(%9&0.# 7# 50# .'.# D)J%.,# )+.'1/"+5%# 5)&0$/"-0+/0# "# 1%.# O("5&0. cimiento de espacios diferen-
50.+"/'&"1)F"5%.O# %# "# 1%.# O-"&)5%.# -"$D)./".O,# +%# .%1%# $%+/&)9'70# " ciados y segregadores (disco-
2%-0+/"&#1%.#0./0&0%/)(%.#-".$'1)+%.#7#20-0+)+%.,#.)+%#8'0#)+$1'.)60 tecas para blancos o playas
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J'&B5)$",#f%FF%#0./&'$/'&"#.'#5).$'&.%#$%-%#'+"#5020+."#50#1"#-'J0&, La única manera de romper
.'./0+/>+5%1%# .'(0&2)$)"1-0+/0# .%9&0# 1"# 9".0# 501# &08'0&)-)0+/%# 50 con esta lógica perversa
J'./)$)",#(0&%#0&)C)G+5%.0#"#.B#-).-"#$%-%#1"#&0(&0.0+/"$)*+#->.#"1/" basurizadora es aprendiendo
7#.%160+/0#50#1"#J'./)$)"#(&>$/)$"#N->.#"11>#50#1"#J'./)$)"#9'&%$&>/)$"N que la identidad no solo
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$%+#1%#8'0#(0&0++)F"+#01#-%501%#50#$)'5"5"+B"#7#/'/01"J0#0+#01#8'0#.0 tros. El poeta Jean Arthur
.'./0+/"+# 1%.# 0./"5%.# 1"/)+%"-0&)$"+%.# 50.50# 01# .)C1%# g?g:
Rimbaud condensó esta máxi-
;0# /&"/"# 50# 1"# ('0./"# 0+# 0.$0+"# 50# 1"# O9"&9"&)0O# -%5'1"5", ma de la modernidad en una
(%.-%50&+"-0+/0,# (%&# '+"# 0.(0$)0# 50# 20-)+).-%# "'/%&)/"&)%# "1# 8'0 sola frase, "yo es otro" (je est
50+%-)+%# O20-)+).-%# .'$)%O,# /%-"+5%# 01# "5J0/)6%# 501# $"1)2)$"/)6%# 8'0 un autre), es decir, alteridad y
'."#01#$"+%+#1)/0&"&)%#50#Q./"5%.#U+)5%.#("&"#50+%-)+"&#"#'+#$)0&/%#/)(% mismidad son partes del yo.
50# $'0+/%.# 7# +%601".,# 01# &0"1).-%# .'$)%# ^*+#,-. #"'/+0&_:# Q1# 20-)+).-% Por eso mismo la nación debe
.'$)%# /0+5&B"# 5%.# 5).$'&.%.# -%5G1)$%.R# 01# (&)-0&%# .0&B"# "8'01# 8'0 constituirse en diálogo entre
(&%(%+0# '+"# .'('0./"# O.'./"+$)"O# 20-0+)+"# $%+# -"7%&# .%160+$)" diversas narrativas naciona-
-%&"1,#.%1%#(%&#01#D0$D%#50#.0&#%&C"+)F"5%#(%&#'+"#-'J0&,#7#8'0#+%#/)0+0
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