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Así que, esta “marcha por la vida” promueve en realidad la muerte de no nacidos y
de mujeres. Especialmente de mujeres pobres y en situación de vulnerabilidad
social, económica y sexual. La condición básica para criminalizar el aborto es que
las mujeres no puedan tomar decisiones autónomas sobre sus cuerpos y sobre su
reproducción. Con ello, se consolida su situación de subordinación, dependencia e
inequidad de género, al interior del sistema patriarcal. Lo curioso es que, esta
“marcha por la vida” se realiza enarbolando los “valores cristianos”.
Y es aquí donde entra en juego la “otra marcha por la vida”. Aquella que se realizó
precisamente cuando los “valores cristianos” nacieron hace 2.000 años. Se trata de
la “entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén” que, en la tradición cristiana, se
conmemora este “domingo de ramos”. Esta primigenia “marcha por la vida” se
basó en un movimiento inspirado en la relación equitativa entre hombres y
mujeres, y en el cuestionamiento al sistema religioso patriarcal de entonces.