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DOS MARCHAS POR LA VIDA

(Por Julio Córdova)

La primera “Marcha por la Vida”, la más reciente, se realiza cada 25 de marzo en


varios países del mundo. Grupos ultra conservadores marchan por los “derechos
del niño por nacer” y contra la despenalización del aborto. En Bolivia, la
Plataforma por la Vida y la Familia promueve una “marcha virtual” a ser
transmitida por sus redes sociales.

El problema es que, en los hechos, esta marcha no defiende la vida. Al contrario,


al oponerse a la despenalización del aborto, hace que esta problemática sea un
asunto policial-criminal y no uno de salud pública. Con ello, se impide que
disminuyan los abortos, que en Bolivia son de 33 por cada 1.000 mujeres en edad
fértil. También, con la criminalización del aborto, se mantienen altas las tasas de
mortalidad y morbilidad de mujeres que se someten a abortos clandestinos e
insalubres. Cada día mueren en nuestro país dos mujeres por este tipo de abortos.

Así que, esta “marcha por la vida” promueve en realidad la muerte de no nacidos y
de mujeres. Especialmente de mujeres pobres y en situación de vulnerabilidad
social, económica y sexual. La condición básica para criminalizar el aborto es que
las mujeres no puedan tomar decisiones autónomas sobre sus cuerpos y sobre su
reproducción. Con ello, se consolida su situación de subordinación, dependencia e
inequidad de género, al interior del sistema patriarcal. Lo curioso es que, esta
“marcha por la vida” se realiza enarbolando los “valores cristianos”.

Y es aquí donde entra en juego la “otra marcha por la vida”. Aquella que se realizó
precisamente cuando los “valores cristianos” nacieron hace 2.000 años. Se trata de
la “entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén” que, en la tradición cristiana, se
conmemora este “domingo de ramos”. Esta primigenia “marcha por la vida” se
basó en un movimiento inspirado en la relación equitativa entre hombres y
mujeres, y en el cuestionamiento al sistema religioso patriarcal de entonces.

En estos momentos, cuando los grupos ultra conservadores apoyan políticas de


muerte en nombre de “la defensa de la vida”, y se llaman a sí mismos cristianos, es
necesario recuperar los auténticos valores por la vida, por la justicia, y por la
equidad entre hombres y mujeres, de aquella primera marcha protagonizada por
Jesús.

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