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Las damas cazadoras1

Por: Daniel Méndez


Tomado de XL Semanal
“Randy, creo que el cazador encontrado en la tumba de Los Andes podría ser una mujer”. Jim
Watson, bioarqueólogo de la Universidad de Arizona, se dirige a Randy Haas, profesor de Antropología
de la Universidad de California en Davis. Y lo hace con la cautela de quien sabe que con sus palabras
está moviendo cimientos profundamente asentados. A saber: que, en las sociedades de cazadores-
recolectores que vivieron sobre la Tierra hasta hace aproximadamente 10.000 años, los hombres se
ocupaban de la caza y las mujeres, de la recolección y el cuidado de los menores. Este ha sido el dogma
durante décadas. Y el hallazgo lo cuestiona.
El antropólogo Randy Haas estuvo al frente del equipo que localizó un yacimiento sepulcral en
Wilamaya Patjxa, en lo que hoy es Perú. Allí, entre otros muchos restos, se encontraron con dos tumbas
que llamaron especialmente su atención. Junto a los huesos había herramientas que permitían suponer
que se trataba de cazadores con un estatus elevado dentro de su grupo.
Una de las tumbas, la del individuo que los arqueólogos denominan WMP6, tenía varias puntas
de proyectil, raspadores, un cuchillo de piedra… y otros instrumentos utilizados para desollar la piel de
los animales o para limpiar sus vísceras.
Pertenecían claramente a alguien dedicado a la caza de grandes animales, como vicuñas, un
mamífero de la familia de los camélidos que todavía hoy habita zonas andinas de Perú (sobre todo),
Bolivia, Chile o Argentina. Y este completo pack de herramientas se encontraba bien agrupado, reunido
junto a la cadera, como si se hubieran alojado en una bolsa que el tiempo ha hecho desaparecer.
Todos en el equipo de excavadores, que trabajó con el apoyo de la comunidad andina mulla
fasiri, asumieron que era un hombre. «Todo el mundo hablaba de cómo este tenía que ser un gran
jefe, un hombre con poder que había sido enterrado ceremoniosamente –explica Randy Haas–. Pero
nos dimos cuenta de que nos equivocábamos ya de vuelta en el laboratorio. Cuando Jim, el
bioarqueólogo del proyecto, realizó un análisis osteométrico de los huesos». Por su forma y tamaño
parecían indicar que se trataba de una mujer. Pero albergaban dudas todavía. «Era algo que no
podíamos descartar –cuenta hoy Randy Haas–, pero aun así no sabía muy bien cómo tomármelo.
Estaba emocionado, pero también un poco escéptico».
La prueba definitiva llegó algún tiempo después con los análisis realizados por Glendon Parker,
profesor del Departamento de Toxicología Ambiental de la Universidad de California en Davis y coautor
del artículo que se publicó hace algunas semanas en la revista Science Advances para explicar el
hallazgo.
Una sorpresa oculta en el esmalte dental
Parker aplicó una técnica que permite conocer el sexo de unos restos mediante el análisis de las
proteínas presentes en los dientes. La clave está en la amelogenina, una proteína del esmalte dental
que se codifica de manera diversa en los cromosomas X (femeninos) e Y (masculinos). El diagnóstico
era preciso: WMP6, el cazador que derribaba vicuñas y tarucas (o venado andino) hace 9000 años, era
una mujer.
Los dientes arrojaron más datos: los terceros molares –las muelas del juicio– todavía no se
habían formado del todo, pero el resto de los dientes sí, y mostraban signos de desgaste. Este nivel de
desarrollo permite afirmar que tenía entre 17 y 19 años en el momento de su muerte. Y el análisis de
los isótopos óseos mostraba una dieta que incluía carne y vegetal. En su tumba había huesos de taruca.

1
Publicado en el Listón Diario el 7 de marzo, 2021.
Así pues, WMP6 era mujer, gozaba de un elevado estatus en su grupo y se dedicaba a la caza
mayor. Sin embargo, desde hace décadas se asume, en artículos académicos, pero también en los
libros de texto, que había ya en la Prehistoria una división sexual del trabajo de subsistencia.
La pregunta para Haas y su equipo era evidente: «Me pregunté si era una excepción o
estábamos ante un comportamiento habitual. Los arqueólogos no tenemos una máquina del tiempo,
pero lo que podíamos hacer era estudiar el trabajo de los últimos 50 años y ver cuántos individuos se
han encontrado asociados con herramientas de caza y cuántos eran o podían ser mujeres». Y eso
hicieron. Recogieron datos de 107 yacimientos del tardo Pleistoceno y temprano Holoceno de América
del Norte y del Sur. De los 429 individuos encontrados en total, 27 eran cazadores… y 11 de ellos eran
mujeres. «Un modelo plausible nos permite hablar de entre un 30 y un 50 por ciento de participación
femenina, lo que sugiere que la caza mayor era neutral desde el punto de vista del género», afirma el
artículo.
Otros trabajos recientes también han parecido arrojar dudas sobre el dogma asumido. Por
ejemplo, en unas excavaciones de Illinois realizadas en los años sesenta se encontraron dos cuerpos
enterrados con proyectiles de caza. Se asumió que se trataba de dos hombres, pero un análisis
realizado en 2016 vio que uno de ellos era una mujer. Y, de nuevo, se asociaba a la caza y a un alto
estatus en su comunidad.
Una sociedad mucho más equitativa
Si los resultados de estos trabajos son ciertos, es ineludible una pregunta más: ¿y por qué hasta
ahora se ha asumido que las mujeres no se dedicaban a la caza mayor? El antropólogo explica que los
trabajos etnográficos en las sociedades de cazadores-recolectores actuales muestran que las mujeres
raramente participan en la caza de grandes animales. «Es, por tanto, un punto de partida razonable»,
manifiesta. Aunque no evita las implicaciones más amplias del debate. «Consideramos que estos
hallazgos son muy apropiados a la luz de las conversaciones actuales en torno a la desigualdad de
género –ha dicho–. Y esto demuestra que la división sexual del trabajo era mucho más equitativa en
el pasado de nuestra especie. Yo espero que entender esto ayude a reconocer que no hay nada ‘natural’
en las disparidades de género actuales».
El ADN antiguo está cambiando lo que pensamos del Caribe2

Por: David Reich3 y Orlando Patterson4

Científicos tiene ahora nuevos datos relacionados con los genomas de más de 260 personas del
Caribe antiguo.

En 1492, Cristóbal Colón tocó tierra primera vez en el continente americano, llegando a Las
Bahamas, Hispaniola (hoy República Dominicana y Haití) y la parte este de Cuba.

Después de regresar a España, él reportó que había encontrado islas ricas en oro. Unos pocos
años después su hermano, Bartolomé, quien también viajó al continente americano, reportó que la
Hispaniola tenía una gran población cuyo trabajo y tierra podrían reportarles grandes beneficios a la
Corona española. El estimaba que la población era de 1.1 millón.

¿Era esta cifra precisa? Pronto fue un asunto de disputa. Bartolomé de las Casas, un cura español
y colonizador que se convirtió en el primer cronista del desastre humano que se desarrolló en América
después de la llegada de los europeos, estimó un número todavía más grande: de 3 a 4 millones.

El tamaño de la población de la Hispaniola antes del contacto con los europeos se convirtió en
un problema controversial hasta el presente y no solo por su profunda resonancia emocional y moral
a la luz de la destrucción de ese mundo. Eruditos modernos han estimado de manera general la
población entre 250,000 a un millón.

Algunos de los argumentos para una gran población antes del contacto de los europeos en
América han sido motivados por la tentativa de contrarrestar en mito, perpetuado por los apologistas
del colonialismo como el filósofo John Locke, que consideraba que América era un vasto “vacum
domicilium” o vivienda vacía poblada por un grupo de aborígenes que su desplazamiento podría ser
fácilmente justificable. En un sentido similar, algunos de los argumentos para una gran población han
sido motivados por el deseo de subrayar lo desastroso que fue para los aborígenes la llegada de los
europeos.

Por cualquier medida, la llegada de los europeos fue catastrófico para los aborígenes americanos
Esto es cierto aun si la cantidad de personas fue cientos de miles o millones -o para el caso, decenas
de miles. Es cuestionable fundamentar nuestros juicios de las atrocidades humanas en base a un
número específico. Para aprender del pasado, es crucial estar dispuestos a aceptar datos nuevos y
convincentes cuando están disponibles.

En el caso de la población de la Hispaniola antes del contacto europeo, esos datos han llegado.
Analizando el ADN de antiguos pobladores aborígenes del Caribe, un estudio publicado recientemente
en la Revista Nature por el profesor Reich deja claro que la población de la Hispaniola no era mayor
que unos pocos cientos de miles. Casi todos los estimados anteriores la sitúan al menos en diez veces
más.

2
Artículo publicado el 23 de diciembre, 2020 en el periódico New York Times,
https://www.nytimes.com/2020/12/23/opinion/dna-caribbean-genocide.html
3
Profesor de Genética y Biología Evolutiva Humana en la Universidad de Harvard. Es autor de “Quienes somos y cómo
llegamos ahí: ADN antiguo y la nueva ciencia del pasado humano”.
4
Es profesor de Sociología en la Universidad de Harvard. Es autor de “La co-fundación de una isla: Jamaica y la situación
postcolonial”.
Esta investigación implicó la secuenciación de material genético de restos óseos. Junto con otro
estudio de ADN antiguo del Caribe publicado recientemente por un laboratorio diferente, científicos
tienen ahora datos concernientes al genoma completo de mas de 260 personas del Caribe antiguo.
Este trabajo fue realizado en colaboración con eruditos caribeños con permiso de gobiernos del Caribe
e instituciones y en consulta con personas caribeñas de ascendencia indígena.

En años recientes, investigadores estudiando el ADN antiguo han acumulado más de 5,000
genomas humanos antiguos (ningún estudio tiene más de una década), haciendo posible el uso de
esta metodología para preguntar y contestar preguntas sobre cómo las personas que vivían
antiguamente se relacionaban entre ellas y con las que viven en la actualidad. El Caribe es ahora el
primer lugar en América donde tenemos este conjunto de datos de alta resolución para comprender el
pasado, previamente disponible en Eurasia occidental.

Los hallazgos sobre el tamaño de la población de la Hispaniola antes del contacto con los
europeos fueron posible por un nuevo adelanto científico: podemos ahora detectar “primos ADN” en
genomas antiguos -tomando dos personas y determinando si comparten segmentos largos de ADN
heredados de un ancestro reciente. Esto es similar a lo que hacen hoy día las compañías de búsqueda
de ascendencia personal como 23andMe y Ancestry.

Cuando el equipo de Reich aplicó este método para 91 individuos antiguos de quienes había
secuenciado suficiente genoma para llevar a cabo el análisis, encontró a 19 pares de primos ADN
viviendo en diferentes islas grandes o grupos de islas en el Caribe, por ejemplo: un individuo de la
Hispaniola con un primo en Puerto Rico. Esto significaba que la población entera tenía que haber sido
muy pequeña, no se podrían encontrar esos pares aleatorios de personas estrechamente relacionadas
en tan alta probabilidad si la población era grande. Para poner esto en perspectiva, si se hiciera el
mismo análisis en pares aleatorios a través de la China hoy día, primos ADN serían detectados muchos
miles de veces menos frecuentes.

La tasa de relaciones cercanas que el equipo de Reich encontró es lo que se esperaría para cerca
de 3,000 personas -como mucho 8,000- en sus años fértiles en la Hispaniola. El verdadero número de
personas que podrían haber sido de tres a diez veces más grande debido a que en cualquier momento
solamente una fracción de la población está en edad fértil. Se puede concluir con confianza que la
población de la Hispaniola antes del contacto con los europeos no era mayor que pocas decenas de
miles de personas.

Esta es una sorpresa clásica del ADN antiguo -un tipo de hallazgo inesperado que esta tecnología
ha demostrado repetidamente que puede ofrecer. Por ejemplo, la secuencia de un hueso de la mano
de Siberia que se creía que era de un humano moderno resultó ser de unan población arcaica
desconocida hasta entonces lo mucho que todavía tenemos que aprender acercad el pasado.

¿Cómo los nuevos hallazgos cambian la manera en que pensamos acerca del destino de los
pueblos aborígenes del Caribe antes del contacto con los europeos? De alguna manera, no del todo.
Cualquiera que fuera la población inicial, lo que pasó con los aborígenes americanos luego de la llegada
de los europeos equivalía a genocidio: no solo la aniquilación sistemática de individuos, pero también
de su cultura y su comunidad -lo que la filósofa Claudia Card llamó “muerte social” en el “centro del
genocidio”.
Incluso si se centra más en las estadísticas, el número de muertes, tanto en términos absolutos
como relativos, fue horrendo. De acuerdo con el censo de 1540, el número de aborígenes en la
Hispaniola había descendido a 250 personas. Cayó a cero en recuentos posteriores.

Además, iluminando el estilo de vida altamente móvil de los pueblos del Caribe antes del
contacto con los europeos con muchos primos ADN a través de diferentes islas, la investigación subraya
el grado en que estaban conectados -una unidad relativa que fue luego fracturada por los siglos de
división de esferas coloniales de las potencias europeas.

La colonización resultó en una destrucción tan inmensa que las ricas culturas de los pueblos del
Caribe antes de la llegada de los europeos puede ser reconstruida solo a través de una mezcla de
tradiciones orales y estudios científicos, incluyendo los nuevos conocimientos proporcionados por el
análisis de ADN antiguo. Es una bendición la posibilidad de poder acercarse a este patrimonio. Y es la
pérdida de personas y de las culturas produjo este patrimonio que debe provocar nuestra indignación.

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