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JOSÉ NAROSKY
Los idealistas consideran lo justo como propio. Hace casi exactamente 76 años, en 1944,
cuando se libraban las batallas decisivas de la segunda gran guerra mundial, se perdía
para siempre sobre la Costa Azul de Francia, un avión que no era como todos: porque
tenía alas y alma... de poeta.
Hace años, durante una visita a la Argentina, ella reveló que el poeta le declaró su
amor, volando sobre el cielo de Buenos Aires; ¡como para no aceptarlo!. El joven as
de la aviación francesa, vivió varios meses entre nosotros, formando pilotos y
abriendo rutas aéreas. Con los frágiles aparatos de esa época supo vencer al cielo
arisco de la Patagonia. Saint-Exupéry vivió en la Argentina, tal como fue su vida:
volando y escribiendo. Cuando murió tenía sólo 44 años. Había nacido en Lyon,
Francia, un 29 de junio, del año 1900.
Saint-Exupéry tenía un espíritu tan cristalino como aventurero. Fue una especie de
ciudadano del mundo. Sabía que la nacionalidad agrupa hombres, pero que sólo la
comprensión los une. Cuando volaba entendía, que los hombres somos hojas al viento.
Aunque nos creamos viento.
Antoine de Saint-Exupéry, para finalizar, fue uno de esos seres que reconcilian con la
especie humana. Con su vida y con su muerte. Con su vida embelleciéndola, por ser un
escritor que protagonizó sus ideales. Y con su muerte, afrontándola, quizá más por
dignidad que por valentía, y por el más noble de los ideales, la liberación de sus
hermanos.
Y de esa muerte y de esa vida llegó a mi mente este aforismo: "Hubo muertes que
fueron, lecciones de vida".