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Caminar por la luz de la luna

Una brillante y gran luna iluminaba hace pocos días la noche de Santiago. Invitaba
a observar con el alma nuestra ciudad cada más violenta y agresiva. Los resplandores
lunares parecían calmar los erizados tiempos de incertidumbre y de perplejidad. No
sabemos qué va a suceder finalmente con la crisis política y social en nuestro país, la
devastadora sequía y ahora con el famoso coronavirus. Pareciera que estamos a la deriva
sin embargo, la luna alumbraba en la oscuridad, insinuando el atrevimiento de reflexionar
y actuar bajos sus destellos blanquecinos.
Nuestra vocación más profunda es atrevernos a confiar (activamente) en el
misterio de Dios. Es fácil cuando lo tenemos todo, seguro y claro. Es complejo, cuando
estamos extraviados en un mar de noticias nefastas y que no acaban. Confiar, cuando
vemos casi todo sombrío es reanimar el alma. La capacidad, para sacar nuestros tesoros
personales y sociales que hemos acumulado en los buenos momentos para los actuales
desvalidos. Animar desde una fe que invita a la generosidad y a la solidaridad con los que
ahora están sufriendo. Un mensaje de apoyo, una oración al que ahora está enfermo, una
palabra amable y cariñosa al que está asustado son semillas que nos invita a esparcir
Dios. También, no ser víctima de tantas noticias alarmantes como nos manipulan las
redes sociales y el espacio digital; la responsabilidad de una buena información es vital.
Si no tiene una fuente responsable, no difundirla.
San Ignacio de Loyola, se refiere al examen de conciencia para descubrir e
iluminar en el discernimiento lo que nos sucede. Hace una pausa en silencio para
escuchar la sabiduria de Dios. Solo así, tomaremos las decisiones mas adecuadas. Una
invitación a no ser ingenuos pero sí, a ser creativos en estos tiempos de incertidumbres.
La reciente marcha de las mujeres es un buen ejemplo, de cómo una expresión
ciudadana se llena de arte, colorido y sentimiento.
Nos ayuda también, la figura de San José. Modelo de reciedumbre espiritual al no
dejarse llevar por lo que veía exteriormente. Supo esperar con profundidad y paciencia
(no exento de dolor) hasta alcanzar la comprensión que le develó el misterio.
Pareciera, que tenemos que acostumbrarnos a caminar solo iluminados por la
claridad de la luna. En momentos de extravío no sabiendo que decir ni que hacer, como
lo vive dolorosamente nuestra iglesia local. Con vergüenza y tristeza por ser de alguna
manera cómplices o pasivos con las crisis que estamos viviendo. Sin embargo, todo es
parte del camino nocturno con el atrevimiento de una fe desconcertada pero fiel hasta
que salga el sol que la Providencia nos tiene reservado.
Juan Carlos Bussenius R.

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