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¿ SOLOS O ACOMPAÑADOS?

Un sacerdote estaba observando a una mujer que se encontraba sentada, con la cabeza hundida
entre sus manos, en un banco de la Iglesia vacía. Pasó una hora... Pasaron dos horas... y allí seguía. El
sacerdote se acercó a la mujer y le dijo: "¿Puedo ayudarla en algo?" A la mujer se le iluminó el rostro y
con la fuerza de un torrente abrió su vida al padre. El habló muy poco pero ella comprendió muchas
interrogantes que la aquejaban. Posteriormente, quedaron de conversar en otra oportunidad.
Nos encontramos permanentemente "llenos de cosas". Vivimos agitados y con poco tiempo o
disposición para dejar que nosotros dirijamos los acontecimientos y no que ellos nos dirijan. Frente a
todo esto nos hemos preguntado: ¿qué pasa con mi futuro?, ¿qué quiere el Señor de nosotros?, ¿a qué
se debe la sequedad de espíritu en que me encuentro? ¿Me hablará Jesús también por mis problemas?
Es arriesgado que cuando me encuentre enfermo, me auto-diagnostique o que me auto-recete... Los
espejos son muy engañosos. Necesitamos ir al médico y que nos examinen para que ver qué sucede...
A nivel espiritual sucede más o menos lo mismo. Es muy importante que tengamos una persona que nos
ayude a confrontar lo que nos sucede. De ahí la importancia de tener un acompañamiento espiritual. No
nos engañemos, solos es casi imposible que podamos crecer en el sendero del encuentro con el Dios de
la Vida, sobre todo hoy en que existe mucha oscuridad y desconcierto.
El nombre "Dirección Espiritual" es un término conocido en la tradición cristiana, pero no hay que
entenderlo como la acción de alguien (director) que de antemano sabe lo que otro (dirigido) ha de hacer
en concreto y procura dirigirlo. El director, o mejor dicho el acompañante espiritual no es el capitán del
barco, es el que ayuda a iluminar, los signos del espíritu para que el "acompañado" tome la decisión.
Los acompañantes de hoy día enfatizan menos las instrucciones que se dan sobre la vida espiritual, y
enfatizan más el prestar ayuda a cada persona, para que ésta reconozca y ejercite sus propios dones del
Espíritu. Es como un "espejo cálido". De ahí que es inadecuado preguntar: "¿qué tengo que hacer?" en
la dirección espiritual. Actualmente en una sana espiritualidad hemos pasado del consejo o de la "receta"
a que la misma persona, con la claridad que qué ha encontrado en el acompañante tome su propia
decisión. De esta manera, significará ayudar a la persona a descubrir lo que realmente tiene y desea. El
acompañamiento espiritual no remplaza a una terapia psicológica sino la complementa, distinguiendo los
ámbitos diferentes de cada una de ellas.
En la espiritualidad ignaciana, el modelo básico del acompañamiento espiritual es el
discernimiento. Un ejercicio que no se hace entre el bien y el mal (para eso está la conciencia moral),
sino una discreción de espíritu para visualizar lo que Dios desea para mí, y por lo tanto para que pueda
madurar, crecer, a pesar de los movimientos de la vida. No es ver el cielo y pensar "¿va a llover o no?",
sino que frente a ese mismo cielo, pensar: ¿qué es lo más conveniente? De esta forma hay que estar
sensible a los "movimientos interiores", los espíritus, y examinar si vienen de Dios o del mal.
Comprender cuáles son los inclinaciones que están obrando. Es comenzar a sintonizar una onda de
radio, y una vez aclarada examinar si se conecta con la dinámica del evangelio, si es un elemento de
integración, si es la que necesito en este momento.
En ese discernimiento, tal como lo legara San Ignacio, es esencial la confrontación con alguien
de cierta experiencia que no necesariamente es un sacerdote. En este complejo y agitado mundo, la
dirección espiritual nos vuelve al centro y nos hace ver que en realidad en ese momento complejo, en
esos desvelos, hay mucho del Señor. Se nos ilumina el camino para nuestra vida de hoy. Me aventuro,
a expresar que, en nuestro trabajo pastoral necesitamos menos reuniones y más presencia personal.
Menos rendimiento y mas pastoreo. Menos “hacer” y mas “comprender”. En una palabra, menos
activismo y más espiritualidad.

Juan Carlos Bussenius, s.j.


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