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Daniela Spenser

Coordinadora
^ de la

guerra fría:
México, América Central y el Caribe

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MÉXICO 2004
Esta investigación, arbitrada por porcs académicos,
se privilegia con el aval de la institución cocditora,
propietaria de los derechos correspondientes.

C oeditores de la presente edición:


C e n tro do In vestigaciones y E stu dios S uperiores
en A n tro polo gía S ocial
S ecretaría d e R ela cion es E x teriores
M igu el Á n g el P o r r ü a , librero-editor

Primera edición, diciembre del año 2004


© 2004
C en tr o de Investigaciones y E stu d io s S u perio r es
en A n tro polo gía S ocial
© 2004
Por características tipográficas y d e d iseñ o editorial
M iguel Á n gel P o r r ü a , librero-editor
Derechos reservados conforme a la ley
ISBN 970-701-557-8
Im agen d e la portada: D kuta. V icente Rojo C am a

IMPRESO EN MÉXICO PRINTE» IN MEXICO


w w w . i i \ n p ( > r r i. u i . < x . > m . m x
Amargura 4. San Ángel. Alvaro obregón. 01000 México. D.F.

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Indice
/

Agradecimientos 5
Presentación 7
La guerra fría en América Latina
Friedrich K atz ................................. 11
P arte I
Nuevos enfoques, nuevas inquisiciones
El lugar del sur global en la conceptualización
de la guerra fría: desarrollo capitalista,
revolución social y conflicto geopolítico
Richard Saull ...............................................................................................................31

Lo que sabemos y lo que deberíamos saber:


la nueva relevancia de América Latina en los estudios
sobre la guerra fría
Gilbert M. Joseph ........................................................................................................ 67

P arte II
La diplomacia y la política de la guerra fría
La guerra fría en el mundo periférico:
el caso del régimen autoritario mexicano.
La utilidad del anticomunismo discreto
Lorenzo M eyer .............................................................................................................. 95
1

Por una guerra fría más templada:


México entre el cambio revolucionario
y la reacción estadounidense en Guatemala y Cuba
Jürgen Buchenau 119

Las motivaciones de la política exterior cubana


Piero Gleijeses ........................................................... 151
P arte III
La cotidianidad de la guerra fría
“¡Cuba sí, yanquis no!”: el saqueo
del Instituto Cultural México-Norteamericano
en Morelia, Michoacán, 1961
Eric Zolov.................................................................................................................... 175
A la luz del relámpago: Cuba en octubre
Adolfo G illy ............................................................................................................... 215
Mercados rurales, almas revolucionarias
y mujeres rebeldes en la Guatemala de la guerra fría
Carlota M cAllister ..................................................................................................... 247
P arte IV
La transnacionalización de la guerra fría
La crisis del Caribe: catalizador de la proyección
soviética en América Latina
Daniela Spenser .................................................................................................. 281
Transnacionalizando la “guerra sucia”:,
Argentina en Centroamérica
Ariel C. Armony ......................................................................................................... 319
Conclusiones............................................................................................................... 349
Bibliografía 359
índice analítico 381
Agradecimientos

no se hubiera podido elaborar sin el esfuerzo de muchas perso­


E s t e lib r o
nas e instituciones. El Centro de Investigaciones y Estudios Superiores
en Antropología Social (c ie sa s) no desdeñó recursos e imaginación para
que la publicación del libro se realizara. Desde la dirección del c ie s a s de
Rafael Loyola Díaz y de política científica y formación a cargo de Feman­
do Salmerón, pasando por la subdirección de investigación a cargo de Guada­
lupe Escamilla, de publicaciones a cargo de Diego García y de difusión
a cargo de Gonzalo Maulén, el proyecto, del que el libro es uno de los resul­
tados, ha contado con el generoso apoyo.
Gilbert Joseph, profesor de historia y director del Instituto de Estudios
de América Latina e Iberia en la Universidad de Yale, estuvo primero
detrás de la iniciativa de llevar a cabo el congreso México, América Central
y el Caribe durante la guerra fría, en donde el libro se incubó, y luego del
libro mismo. A lo largo del proceso, su apoyo personal, de la Universidad
de Yale y la invaluable asistencia de Beatriz Riefkohl, administradora del
instituto, fueron no sólo económicos sino de estímulo intelectual y cama­
radería.
La Secretaría de Relaciones Exteriores, a través del entonces subse­
cretario para América Latina, Gustavo Iruegas, y de Mercedes de Vega,
directora del Acervo Histórico Diplomático, junto con el equipo que los
apoyaba, brindaron un apoyo logístico invaluable para que el congreso se
llevara a cabo.
Christian Ostermann, director del Cold War International History
Project en Woodrow Wilson Center, Washington D.C., financió a lo largo
de 2000 y 2001 la investigación en el archivo de la Dirección de Inves­
tigaciones Políticas y Sociales del Archivo General de la Nación. La
investigación inspiró la organización y el desarrollo del congreso en 2002
y generó materiales documentales que nutrieron algunos de los trabajos
incluidos en este libro.
[5]

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6 • DANIELA SPENSER

Adolfo Gilly fue un interlocutor permanente durante la preparación


del congreso y la edición de este libro. Los comentarios de Jorge Alonso
están plasmados indirectamente en la composición del libro. Ari Bartra,
Manuel Rodríguez y María Pilar Vallés Esquerrá tradujeron los capítulos
del inglés al español; Manuel, además y solidariamente, corrigió el esti­
lo del capítulo 9. Cristina Tamariz fue indispensable en la preparación
del manuscrito.
Sin las instituciones y las personas mencionadas, este proyecto simple­
mente no hubiera dado sus frutos.

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Presentación

fue incubado en el congreso México, América Central y el


E s t e lib r o
Caribe durante la guerra fría, que tuvo lugar en noviembre de 2002. El libro
creció a partir de la revisión de las ponencias allí presentadas. El con­
greso fue atendido sobre todo por estudiantes, interesados en la publi­
cación de los trabajos leídos. Nos comprometimos a la publicación del
libro que reuniera los mejores y representativos trabajos lo más rápido que
fuera posible.
En el congreso faltó una reflexión teórica sobre la guerra fría. Es por
eso que incluimos en el libro un examen de diferentes enfoques y concep-
tualizaciones, tomando el Sur global como el centro de la preocupación.
El libro se compone de cuatro partes. Después de una introducción de
Friedrich Katz, en la que presenta la guerra fría en el contexto histórico
de las relaciones entre los Estados Unidos y América Latina y destaca las
diferencias entre México y el resto del hemisferio, en la primera parte
Richard Saull hace una disquisición sobre la guerra fría vista desde la
perspectiva de los países que se encontraban al sur del conflicto bipolar.
Saull propone estudiar la guerra fría a través de la trayectoria histórica
que colocó a los países del Sur en una posición de debilidad económica
en el proceso del desarrollo del sistema capitalista mundial. Estos países
se involucraron en el conflicto de la guerra fría al rebelarse contra el sis­
tema económico que les era desfavorable y se apoyaban en, y fueron apo­
yados, por los países anticapitalistas, la Unión Soviética, Cuba y China,
que veían con buenos ojos esta rebeldía.
A través de una revisión de la historiografía sobre la guerra fría, Gilbert
Joseph reflexiona sobre lo logrado y las lagunas en los estudios sobre el
tema. Para estudiar la guerra fría en América Latina el autor atribuye
las lagunas a la falta de un diálogo entre los historiadores de la diploma­
cia y los historiadores sociales. Aboga por una síntesis de ambos enfoques
17]

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8 • DANIELA SPENSER

para que los sujetos sociales de esa historia no aparezcan como meras
marionetas manipuladas desde el Olimpo del poder.
En la segunda parte del libro, tres estudiosos de la historia política
y diplomática reflexionan sobre el caso de México, un caso atípico du­
rante la guerra fría por practicar una política anticomunista de bajo
perfil que le permitió mantener una estabilidad al interior del país y una
relativa autonomía frente a los Estados Unidos; y sobre la política de Cuba,
igualmente atípica, por apoyar a movimientos radicales en América Latina
y África, de acuerdo con sus principios e independientemente de la Unión
Soviética, de su tamaño y limitados recursos a su alcance.
En la siguiente parte del libro se hace un examen histórico y antropo­
lógico de tres momentos cruciales para las poblaciones a las que la guerra
fría afectó: en Morelia, Michoacán, en abril de 1961, la población estu­
diantil reaccionó con violencia contra el ataque norteamericano a Cuba
y de paso reveló su vocación nacionalista, antiimperialista y cardenista.
En el segundo caso, en octubre de 1962, la población en Cuba demostró
estar dispuesta a combatir a Estados Unidos en caso de una invasión,
después de que los soviéticos se llevaron las armas con las que iban a de­
fender la revolución. Patria o muerte, dejó de ser una consigna y se volvió
un alerta a las armas. En el tercer caso, un domingo día de mercado en
julio de 1979, las mujeres del poblado Chupol, en Guatemala, se opu­
sieron a que el ejército se llevara a los hombres. La construcción de
mercados, como el de Chupol, había sido la recomendación de los eco­
nomistas norteamericanos para integrar a las poblaciones campesinas de
los países dependientes, y temidas víctimas del comunismo, al mercado
global. En el proceso de la integración al mercado, la población chupo-
lense aprendió del valor del mercado, de sí misma y de sus hombres que
allí mercaban, para no permitir que el ejército se los llevara.
En la última parte del libro se presentan dos casos de la transnacio­
nalización de la guerra fría a través de la proyección de la Unión So­
viética en América Latina y de Argentina en Centroamérica. El proyecto
de la URSS de ampliar su esfera de influencia a través del apoyo militar
a Cuba, que debía ser a la vez la prueba de la paridad nuclear entre las
dos superpotencias, fracasó. La Unión Soviética humillada y Cuba de­
samparada, obligó a la URSS apoyar la iniciativa de Cuba de defender su
revolución a su manera: a través del apoyo a la lucha armada en América
Latina.

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PRESENTACIÓN • 9

Argentina, después del exitoso aniquilamiento de la guerrilla en su


territorio, por vocación y convicción, se creía el país elegido para com­
batir a la izquierda revolucionaria donde ésta se encontrara. En los años
setenta y principios de los ochenta, encontró el terreno propicio para
la acción contrainsurgente en América Central. El dique a su accionar lo
puso su derrota en la guerra con Gran Bretaña por recuperar las Islas
Malvinas en 1982, cuando creía equivocadamente que Estados Unidos
pondría el combate del comunismo por encima de su alianza con Inglaterra.
Finalmente, este libro es también una discusión sobre una guerra para
impedir otra guerra, una guerra en lugar de aquella que no tuvo lugar.

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Friedrich Katz*
La guerra fría en América Latina

de esta introducción es describir y analizar la cronología de


E l o b je tiv o
la guerra fría en América Latina y sus principales tendencias. Después
intenta examinar también las características específicas de ese periodo
en cuanto a México, sobre todo en sus relaciones con Estados Unidos.
Dos problemas deben analizarse con relación a esto, antes de tratar en sí
el tema de la guerra fría. ¿Fue la política norteamericana hacia América
Latina y hacia México durante la guerra fría sólo una continuación de la
política norteamericana de periodos anteriores o ésta representó algo
completamente nuevo? La misma pregunta debería plantearse con respec­
to a las políticas de América Latina en general y de México en particular,
tanto hacia los Estados Unidos como hacia el resto del mundo.
El primer periodo de las relaciones de Estados Unidos y América
Latina se inició con la proclamación de la Doctrina Monroe en 1823 y
terminó con la guerra hispanoamericana en 1898. La Doctrina Monroe
fue por un lado de naturaleza defensiva. Establecía que los Estados Unidos
se opondrían a cualquier intervención militar en América Latina, pero
ya mostraba un cierto tono hegemónico al manifestar que Estados Unidos
desempeñaría una especie de papel protector en su relación con el resto del
continente americano. En la práctica podría decirse que la política
norteamericana hacia América Latina en este periodo temprano fue exclu­
sivamente defensiva, aunque sus características ofensivas se limitaron
a México y en un menor grado a Nicaragua. Los apuntalamientos ideoló­
gicos de la expansión de Estados Unidos hacia México y la anexión de la
mitad de su territorio no se basaron de ninguna manera en la Doctrina
Monroe, sino más bien en la doctrina del Destino Manifiesto de los Esta­
dos Unidos para gobernar esta parte de América del Norte.
* Departamento de Historia de América Latina, University of Chicago, Estados Unidos.
fii]

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12 • FRIEDRICH KATZ

La naturaleza defensiva de la política de Estados Unidos se expresó


sobre todo en sus esfuerzos por coartar cualquier influencia europea en
zonas de América Central susceptibles para la construcción de un canal
entre el océano Atlántico y el Pacífico. Se expresó también en la ayuda
que brindó al gobierno liberal de México en la lucha para derrotar a la inva­
sión francesa y ponerle fin al imperio de Maximiliano. En este periodo
temprano del expansionismo norteamericano fuera de sus fronteras,
México fue su objetivo principal no sólo en términos territoriales, sino
también en términos económicos. La mayor parte de la inversión extranje­
ra de Estados Unidos antes de 1898 se concentró en México.
El segundo periodo de las relaciones de Estados Unidos y América
Latina (1898-1934) es mejor conocido como el periodo de la Diploma­
cia del Dólar y del Gran Garrote (Big Stick). Empezó con la guerra
hispanoamericana cuando los Estados Unidos se anexaron Puerto Rico
y ocuparon Cuba. A través de intervenciones militares y de la expansión
económica Estados Unidos se convirtió en el poder dominante y hegemó-
nico en el Caribe y en Centroamérica. Tanto desde la perspectiva del
gobierno de Estados Unidos como de las corporaciones norteamericanas,
fue una política altamente exitosa ya que hasta la década de 1920 los
Estados Unidos encontraron muy poca resistencia tanto en el Caribe como
en Centroamérica. El apuntalamiento ideológico de este periodo fue el
corolario Roosevelt a la Doctrina Monroe que fue emitido durante la
presidencia de Theodore Roosevelt. La razón inmediata para promulgar
esta doctrina fue un ataque de barcos de guerra de Alemania y Gran Breta­
ña a una ciudad portuaria de Venezuela. El ataque fue motivado por el
rechazo del dictador venezolano Cipriano Castro de pagar sus deudas
pendientes a estos dos países. Theodore Roosevelt los obligó a retirarse
de Venezuela declarando que desde ahora en adelante Estados Unidos actua­
ría como mediador en todos los conflictos entre las potencias europeas y
Latinoamérica. También dejó en claro que sólo Estados Unidos tenía el
derecho de utilizar la fuerza en sus negociaciones con los países latinoa­
mericanos. De algún modo, el corolario Roosevelt tenía correspondencia
con la teoría prevaleciente en los poderes coloniales europeos y mejor cono­
cida como la “dominación del hombre blanco”. De la misma manera que
los europeos se reservaban para sí mismos el derecho de “llevar civilización
y orden” a sus colonias, que eran consideradas como “inferiores e inmadu­
ras para autogobemarse”, Theodore Roosevelt demandó para Estados
Unidos el derecho para salvaguardar el “orden” en América Latina. En

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LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA • 13

la práctica, durante este periodo Estados Unidos nunca intervino mili­


tarmente en Sudamérica, pero la Doctrina Roosevelt era una adver­
tencia clara a las potencias europeas, sobre todo a Alemania, para que no
llevaran a cabo ninguna expansión en Sudamérica. Estados Unidos, sin
embargo, no pudo romper, hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial,
la hegemonía militar y económica de Europa en estas regiones del sur del
continente americano.
En el contexto de Centro y Norteamérica las relaciones de Estados
Unidos y México una vez más constituyeron una excepción. Esa excep­
ción tuvo tres características. La primera fue que, sobre todo durante
la Revolución mexicana pero incluso antes, México resistió con gran éxito
los esfuerzos de dominación de Estados Unidos. La segunda característica
fue que las intervenciones de los Estados Unidos en México fueron distin­
tas de las de Centroamérica y el Caribe. Esto se debió sobre todo a las
dimensiones de México, pero también al nacionalismo que había desa­
tado la Revolución mexicana. Para derrocar al gobierno de Francisco I.
Madero, los Estados Unidos utilizaron por primera vez de manera
efectiva operaciones encubiertas. En lugar de debilitar al nacionalismo
mexicano y a la Revolución mexicana estas operaciones encubiertas
fortalecieron a ambos. La administración de Woodrow Wilson en Estados
Unidos trató otros medios para cooptar la revolución y para ponerle fin
a su nacionalismo. Por un lado estableció alianzas con prácticamente
cada fracción en México, para volverse en su contra cuando manifestaran
un cierto grado de nacionalismo. Por otro lado Wilson llevó a cabo limi­
tadas intervenciones militares, una vez en Veracruz en 1914 y una vez en
Chihuahua en 1916-1917. Debido a que Estados Unidos no tuvo los
medios para ocupar todo el territorio mexicano y a que en 1916-1917
la situación internacional (sobre todo el peligro de guerra con Alemania)
imposibilitó esas operaciones, todas estas intervenciones militares fraca­
saron. La ideología que utilizó la administración de Wilson para justi­
ficar estas políticas fue bastante diferente de la de Theodore Roosevelt
y William Howard Taft. Woodrow Wilson declaró que su política en Méxi­
co estaba destinada a promover la causa de la democracia e incluso
llegó a demandar una reforma agraria de gran escala que estabilizara la
situación en México. También se opuso enérgicamente a lo que llamó
“imperialismo”, pero que en su mente básicamente significaba el expan­
sionismo británico en México. Sin embargo, a pesar de estos pronuncia­
mientos ideológicos, una vez que México adoptó una Constitución que

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14 • FRIEDRICH KATZ

incluía todos estos principios, Woodrow Wilson la rechazó porque también


podría dañar los intereses comerciales de Estados Unidos.
La eficacia y popularidad en Estados Unidos del intervencionismo
militar norteamericano en América Latina no sólo fueron socavadas por
la resistencia de México, sino también por la resistencia armada de Nica­
ragua en la década de 1920 y por el surgimiento de facciones radicales
antinorteamericanas en Cuba. La proclamación de la política del Buen
Vecino por Franklin Delano Roosevelt a principios de la década de
1930, que básicamente establecía que Estados Unidos no intervendría
en los asuntos latinoamericanos, fue una consecuencia de estas derrotas y
dudas, y propició que ahora los Estados Unidos emplearan nuevas tác­
ticas en sus políticas hacia América Latina. La política del Buen Veci­
no coincidió con una situación internacional que la administración
Roosevelt percibió como cada vez más amenazante.
En extremo Oriente Japón estuvo atacando a China, Hitler subió al
poder en Alemania y Mussolini empezó una política agresiva en Etiopía.
En América Latina surgió una serie de dictaduras militares cuyos líderes
en algunos casos como los militares argentinos y Getulio Vargas en Brasil
mostraban simpatía por los nazis. De hecho Vargas diseñó su Estado
novo según el Estado fascista de Mussolini. Además la Alemania nazi,
a través del intercambio de acuerdos con los países de América Latina,
pronto desafió la preeminencia de Estados Unidos en muchos de ellos en
lo que concernía al comercio. Sin embargo, en lo tocante a las inversio­
nes, los alemanes no tenían el capital suficiente para constituir un serio
desafío a Estados Unidos. Esto no significa que en ciertos campos, como
en la industria de la aviación, no representaran un serio peligro a la preemi­
nencia norteamericana. Como resultado Estados Unidos apoyó en oca­
siones a fuerzas democráticas pero, en general, estaba bastante dispuesto
para negociar e incluso para apoyar a los dictadores latinoamericanos,
mientras éstos se opusieran a los poderes del Eje. A pesar de la animad­
versión y desconfianza de muchos países latinoamericanos hacia el
gobierno de Estados Unidos y sus intereses, ninguno de ellos, a excepción
de uno, se atrevió a llevar a cabo ataques significativos a las propiedades
norteamericanas. Hubo una excepción a esta regla, el caso de México,
durante la presidencia de Lázaro Cárdenas, cuando México no sólo expro­
pió grandes extensiones de tierras norteamericanas, sino también, y esto
fue todavía más importante e insólito, México expropió compañías petro­
leras británicas y norteamericanas. Pero lo que fue todavía más insóli-

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LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA • 15

to fue la suave reacción del gobierno norteamericano a estas expropia­


ciones. La administración Roosevelt no amenazó con intervenir
militarmente a México, como habían hecho previos gobiernos norteame­
ricanos, no apoyó a presuntos revolucionarios en contra del régimen de
Cárdenas y tomó muy limitadas represalias económicas en contra del gobier­
no mexicano. A pesar de las objeciones del Departamento de Estado cuya
cabeza, Cordell Hull, quería “enseñarles a estos comunistas en México
a respetar la propiedad privada”, la administración de Roosevelt siguió un
camino distinto. Roosevelt estaba fuertemente influenciado en esto por el
secretario del Tesoro, Heniy Morgenthau, y por Josephus Daniels, emba­
jador de los Estados Unidos en México, quien escribió:
Indudablemente, podríamos presionar negándonos a comprar plata, pero eso
peijudicaría a los propietarios estadounidenses de las minas de plata, y redu­
ciría el empleo aquí con los consiguientes sufrimientos para el trabajador,
y sería profundamente resentido como una medida de Gran Garrote. Podría­
mos alentar una revolución permitiendo la importación de armas por aquellos
que quisieran derrocar a Cárdenas por la fuerza, con la consiguiente respon­
sabilidad por la sangre que se derramaría; podríamos negamos a comprar
nada de México, boicotear sus exportaciones, y en consecuencia reducir los
artículos de primera necesidad para las masas; podríamos denunciar al país
como deshonesto y hacer mucho para estrangularlo; podríamos conquistarlo
y poner como presidente a un hombre que sería visto como nuestro; podría­
mos, después de haberlo conquistado, convertirlo en una provincia o anexar­
lo y admitir en la Unión a estados mexicanos. Podríamos hacer alguna o todas
estas cosas, ¿pero cuál sería el resultado? La política del Buen Vecino, la espe­
ranza más brillante de la administración Roosevelt, recibiría un golpe
brutal, y el pueblo que está en nuestras fronteras del sur nos miraría como
imperialistas y opresores, y muchos estadounidenses se lamentarían que
hubiéramos vuelto a lo que ellos definirían como la Diplomacia del Dólar y
del Gran Garrote, que fue execrada cuando anteriores administraciones la
practicaron.

No cabe duda que el factor en la decisión de Roosevelt para no enfren­


tarse a Lázaro Cárdenas fue la oposición de este último a las potencias
fascistas. Una transformación completamente nueva en las relaciones de
Estados Unidos tanto con América Latina como con México se dio como
resultado del estallido de la Segunda Guerra Mundial.
El gobierno de Estados Unidos mostró ahora un gran interés, sin prece­
dentes, por Sudamérica, pues sentía que en caso de una victoria alema­

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16 • FRIEDRICH KATZ

na sería allí dónde los alemanes atacarían. Los norteamericanos organi­


zaron varias conferencias panamericanas, incluso antes del estallido de
la Segunda Guerra Mundial, y trataron de establecer una alianza entre
Estados Unidos y América Latina que se materializó después del ataque
japonés a Pearl Harbor, cuando la mayor parte de los países latinoameri­
canos, con la excepción de Argentina, declararon la guerra a las potencias
del Eje. En los años de 1942 a 1945 los Estados Unidos dominaron
América Latina de una manera muy distinta a la acostumbrada anterior­
mente. Debido a que los mercados de Europa y de extremo Oriente
estaban cerrados a los productos latinoamericanos por la guerra, y también
a que no podían comprar nada proveniente de estos países, los norteame­
ricanos se convirtieron en sus principales socios comerciales y en la fuente
principal de sus inversiones externas.
Además de la supremacía económica Estados Unidos logró, por prime­
ra vez, un grado de influencia militar en los países de América Latina como
nunca antes. Los ejércitos de estos países se abastecían de armamento nor­
teamericano y frecuentemente de instructores militares norteamericanos
y en muchos de ellos Estados Unidos estableció bases militares. Pero no
sólo el ejército norteamericano llegó a América Latina, también lo hicie­
ron los servicios de inteligencia norteamericanos. Antes de la Segunda
Guerra Mundial las agencias de inteligencia norteamericanas tenían sólo
un efecto limitado en América Latina debido a que, en gran medida, la
mayoría de estas agencias o no existían o estaban subdesarrolladas, con
la excepción del fb i. Durante la guerra las fuerzas militares expandieron
sus actividades de inteligencia y se creó una nueva organización, la Oficina
de Servicios Estratégicos, que competía con el fb i por ganar influencia
en América Latina.
La Segunda Guerra Mundial no sólo fue un periodo en el que creció la
influencia de Estados Unidos, sino en el que muchas dictaduras de los
países latinoamericanos fueron reemplazadas por democracias y se dio un
grado de tolerancia sin precedentes para los partidos de izquierda. Aunque
es una cuestión de debate hasta qué punto los Estados Unidos fueron res­
ponsables de estos desarrollos, indirectamente las promesas de la Alianza
del Atlántico para una nueva era de democracia, ciertamente desempeña­
ron un papel importante en estos acontecimientos.
Una vez más, por lo menos en algunos respectos, los desarrollos en Méxi­
co constituyeron una excepción en América Latina. Por un lado la firme
resistencia de Lázaro Cárdenas, quien se convirtió en secretario de

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LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA • 17

Guerra en México durante la Segunda Guerra Mundial, impidió que


los norteamericanos establecieran bases militares permanentes en el país.
Por otro lado, mientras la izquierda se fortalecía en muchos, si no es que
en todos los países de América Latina, ésta sufrió una fuerte, si no es
que devastadora derrota en México. Muchos de sus miembros que habían
tenido posiciones de influencia en la administración de Cárdenas fueron
removidos de sus puestos. De mayor importancia fue el hecho de que la
izquierda perdió el control tanto de la CTM, la Confederación de Trabaja­
dores Mexicanos, el sindicato nacional más importante de México, y de la
CNC, la Confederación Nacional Campesina. Este proceso se debió, por
un lado, a las políticas del gobierno mexicano posterior a Cárdenas, que
fueron apoyadas vigorosamente en estos esfuerzos por Estados Unidos;
pero, por otro lado, también se debió a las políticas de algunos de los más
importantes sectores de la izquierda mexicana, sobre todo del Partido
Comunista Mexicano y del líder laborista Vicente Lombardo Toledano.
Estos sectores hicieron poco para resistir la creciente inequidad social
y económica que se desarrolló durante la Segunda Guerra Mundial en
México. Por un lado, debido a la inflación los salarios se deterioraron de
manera significativa, y por otro lado, los ingresos de las clases altas
de México se incrementaron enormemente, como resultado del auge eco­
nómico de tiempos de guerra. Al declarar que ganar la guerra y mantener
la paz social eran sus prioridades absolutas, el liderazgo de la izquierda,
influenciado enormemente por la Unión Soviética, se rehusó a llevar a cabo
cualquier tipo de huelgas o cualquier otro tipo de actos de resistencia
en contra de las políticas cada vez más conservadoras de la administra­
ción de Manuel Ávila Camacho en México.
Para América Latina el estallido de la guerra fría significó el fin de
la política del Buen Vecino de Roosevelt. En muchos sentidos las políticas
de los Estados Unidos hacia América Latina durante los primeros años de
la guerra fría, y en algunos casos durante toda la guerra fría, constituye­
ron un regreso a los días de la Diplomacia del Dólar. Como en los tiempos
de Theodore Roosevelt, las administraciones norteamericanas sentían que
tenían el derecho exclusivo de decidir qué era lo bueno para América Lati­
na y qué gobiernos debían gobernar en esas regiones. No se toleraría ningún
tipo de ataques a las propiedades norteamericanas o a otros intereses de
Estados Unidos y el establecimiento de la democracia no fue un objetivo
importante de la política norteamericana, por lo menos durante las primeras
fases de la guerra fría.

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18 • FRIEDRICH KATZ

Hubo algunas diferencias evidentes entre las políticas de la adminis­


tración posterior a la Segunda Guerra Mundial en América Latina y
aquéllas de Theodore Roosevelt y de William Howard Taft. La razón de ser
de la intervención cambió. En los tiempos de la Diplomacia del Dólar
cualquier gobierno latinoamericano que actuara en contra de los intere­
ses de Estados Unidos o que llevara a cabo una política nacionalista en
contra de las propiedades norteamericanas era considerado "inciviliza­
do y contrario a las normas del comportamiento internacional ”. Durante
el periodo de la guerra fría cualquiera de estas acciones era considerada
como comunista y a favor de los intereses de la Unión Soviética. Esto
reflejaba evidentemente el hecho de que la situación internacional había
cambiado y consideraciones estratégicas relacionadas con la Unión Sovié­
tica desempeñaron un papel decisivo en el pensamiento norteamericano.
En contraste con la época de la Diplomacia del Dólar, el intervencionismo
norteamericano no se limitó exclusivamente a México y Centroamérica,
sino que incluyó a toda América Latina. Además, el gobierno de Estados
Unidos prefirió los medios de intervención encubiertos en lugar de los abier­
tos, aunque nunca descartó los segundos. El principal instrumento
para las operaciones encubiertas fue la recién creada Agencia Central
de Inteligencia. Finalmente, Estados Unidos había logrado un grado de
influencia sin precedentes en las fuerzas armadas de América Latina. No
sólo abastecía a las fuerzas armadas de armamento y de otros equipos, sino
que muchos de sus oficiales más importantes fueron a estudiar a Estados
Unidos. La influencia tradicional europea en las fuerzas armadas latinoame­
ricanas simplemente desapareció. Al mismo tiempo, a diferencia de los días
de la Diplomacia del Dólar, los Estados Unidos llevaron a cabo una enor­
me campaña de propaganda en América Latina con la ayuda de los medios
masivos de comunicación que apenas existían en los tiempos de la Diploma­
cia del Dólar.
Durante la Segunda Guerra Mundial muchos observadores contem­
poráneos, incluyendo a importantes miembros de la izquierda, no creían
que existiera ninguna contradicción entre el incremento del poder e influen­
cia de los Estados Unidos y el desarrollo de la democracia en América Lati­
na. El secretario general del Partido Comunista de los Estados Unidos,
Earl Browder, llegó hasta el punto de disolver al Partido Comunista
norteamericano diciendo que tal partido ya no era necesario puesto que la
alianza entre Estados Unidos y la Unión Soviética que se había forjado
durante la Segunda Guerra Mundial iba a seguir desarrollándose en los

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LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA • 19

años de la posguerra. El auge de la guerra fría en Europa y en Asia rápi­


damente puso fin a la ilusión de una cooperación soviético-norteamericana,
y también a la creencia de que la democracia en Latinoamérica podría
sobrevivir a la guerra fría sin problemas. El que expresó estos conceptos
más claramente fue George Kennan, uno de los ideólogos norteamerica­
nos más influyentes en cuanto a la guerra fría. Después de un viaje a Amé­
rica Latina, declaró:
Si los conceptos y tradiciones del gobierno popular son demasiado débiles
para absorber con éxito la intensidad del ataque comunista, debemos conceder
que medidas duras de represión de parte del gobierno, pueden ser la única
respuesta... estas medidas deberán proceder de regímenes cuyos orígenes
y métodos nunca corresponderían a los conceptos norteamericanos de demo­
cracia. Tales métodos serían alternativas preferibles y de hecho la única alter­
nativa al éxito de los comunistas.

Estos conceptos formulados por Kennan, un demócrata considerado como


“moderado”, serían retomados por todas las administraciones nortea­
mericanas que serían dirigidas por el Partido Demócrata o Republicano
hasta el final de la guerra fría aunque a veces había diferencias significa­
tivas en su implementación entre los dos partidos de gobierno en Estados
Unidos.
Lo que llamo la primera etapa de la guerra fría abarca los años de
1946 hasta 1959. La primera característica de esta época era una ofensiva
concentrada de Estados Unidos contra las fuerzas de izquierda, muchas
veces comunistas, muchas veces no comunistas, pero consideradas como
tales por los gobiernos de Estados Unidos. Esta ofensiva se concentró en
diversos niveles.
El primer nivel era el nivel sindical. Los comunistas y sus aliados tenían
una fuerte influencia en muchos movimientos sindicales de América Lati­
na. La Confederación de Trabajadores de América Latina ( c t a l) , dirigida
por Vicente Lombardo Toledano, era profundamente influenciada por la
izquierda, aunque de ninguna manera abarcaba sólo sindicatos de izquier­
da. La c t a l formaba parte de la Federación Sindical Mundial que hasta
1947 abarcaba tanto sindicatos con fuerte influencia comunista como sindi­
catos anticomunistas como la afl y la cío de Estados Unidos. En 1947
la Federación Sindical Mundial se escindió y esta escisión también se produ­
jo en América Latina. En casi todos los países latinoamericanos la influen­
cia comunista o de izquierda fue atacada conjuntamente por sindicatos de

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20 • FRIEDRICH KATZ

orientación pronorteamericana y por acciones de gobiernos ligados más o


menos a Estados Unidos.
Una segunda característica de este periodo fue el apoyo dado a dicta­
duras autoritarias por parte de Estados Unidos, aun si estas dictaduras
habían derrocado a gobiernos libremente elegidos que no eran de izquier­
da. Un ejemplo muy claro de esta tendencia era el apoyo dado por Estados
Unidos a Fulgencio Batista cuando éste derrocó al gobierno del presidente
Prío Socarrás en Cuba, un gobierno que de ninguna manera se podría llamar
de izquierda.
Una tercera característica de esta época era la intervención directa de
Estados Unidos en el derrocamiento de gobiernos de izquierda si las fuerzas
locales no tenían fuerza suficiente para lograrlo. Este era el caso de Guate­
mala en 1954, donde el gobierno democráticamente elegido de Jacobo
Arbenz fue derrocado por un golpe organizado e inspirado por la CIA. La
siguiente correspondencia entre la dirección de la cia y sus agentes en Guate­
mala que han sido recientemente desclasificados por la c ía revelan los
métodos empleados por esta agencia para derrocar no sólo el gobierno de
Guatemala, sino también a otros gobiernos de América Latina:
Memorando de la dirección general de la CIA, 5 de noviembre de 1953:
“La estación fue instruida para enviar por correo «cartas de condolencia» duran­
te 30 días consecutivos a Arbenz y a otros altos líderes comunistas. Las cartas
debían lamentar la purga o ejecución de varios comunistas en el mundo e insi­
nuar la definitiva sentencia de muerte a los destinatarios.”
Telegrama de la dirección general de pb su c c ess * en Florida a la dirección
general de la c ía , 30 de enero de 1954:
“Informes oficiales [emitidos por el gobierno de Guatemala] han expuesto
de manera efectiva ciertos aspectos de la pbsuccess ... De ser posible, fabriquen
historias de gran interés humano, como platillos voladores, el nacimiento de
sixtillizos en una zona remota para distraer la atención.”
Memorando de la dirección general del pbsu cc ess a la estación de la cía
en Guatemala, 28 de abril de 1954:
“Consideren de gran importancia movilizar a dignatarios de la Iglesia cató­
lica y a organizaciones católicas seculares en actividades anticomunistas...
Esto podría hacerse, por ejemplo, describiendo gráficamente cómo la iglesia
local podría convertirse en una antecámara de encuentros para los «lucha­
dores ateos», cómo los hijos de los lectores tendrían que pasar su tiempo con
* Nombre de la operación encubierta de la cía en Guatemala para derrocar al gobierno de Jaco­
bo Arbenz.

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LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA • 21

los «pioneros rojos», cómo los retratos de Lenin, Stalin y Malenkov susti­
tuirían las imágenes de los santos en cada hogar, y cosas por el estilo...”
Mensaje de la dirección general del pbsu cc ess a todas las estaciones del
PBSUCCESS, 13 de junio de 1954:
“Rumores, combinando hechos reales y ficticios, que deben hacerse circular,
podrían incluir lo siguiente (no todos los rumores son apropiados para todos
los grupos ni para cualquier situación; seleccione entre las siguientes su­
gerencias, la más conveniente para un momento dado y para un público en
particular):
“Un grupo de comisarios soviéticos, funcionarios y consejeros políticos, diri­
gidos por un miembro del Politburo soviético, han aterrizado... El gobierno
ha emitido una orden de devaluación del quetzal a una taza de 1:10. Utilice
inmediatamente su dinero para comprar comida y bienes imperecederos...
Además de la conscripción militar, los comunistas introducirán la conscrip­
ción laboral. Se ha impreso un decreto. Todos los jóvenes de 16 años de edad,
incluyendo a hombres y mujeres, serán llamados para hacer un año de servi­
cio obligatorio en campos especiales, principalmente para adoctrinamiento
político y para contrarrestar la influencia de la familia y de la iglesia en los
jóvenes. Está a punto de introducirse un racionamiento de comida... Arbenz
ya ha dejado el país. Sus pronunciamientos desde el Palacio Nacional están
siendo hechos por un doble que ha facilitado el servicio de inteligencia sovié­
tico... Se está preparando una reforma educativa. Ya no habrá más instrucción
religiosa auspiciada por el Estado, sino al contrario, lecciones de ateísmo al
estilo soviético.
“Añadan rumores de su invención, siguiendo los cambios de situación que
se dan día a día.”
Telegrama de la dirección general de la cia a la dirección general de la
p b su c c ess , 24 de junio de 1954:
“Estamos ya listos autorizar bombardeos objetivos específicos en la [ciudad
de Guatemala] ya que usted y [John E. Peurifoy, el embajador norteamericano
en Guatemala] sienten que en este momento la medida más efectiva para
lograr éxito. Objetivos deberán ser seleccionados con perspectiva de lograr
el efecto deseado en la moral de las fuerzas armadas y del régimen con el
menor costo político para [Estados Unidos]....”
Telegrama de la dirección general de la c ia a la dirección general de la
pb su c c ess , 30 de junio de 1954:
“Muchas felicidades por el resultado de los acontecimientos de las pasadas
cuarenta y ocho horas. Se ha obtenido una gran victoria....”

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22 • FRIEDRICH KATZ

Una cuarta característica de este periodo fue la falta de ayuda econó­


mica de Estados Unidos a América Latina. Aunque esta fue la época del
Plan Marshall, durante la cual Estados Unidos mandó millones de dólares
a Europa occidental para ayudar en su recuperación económica, no pasó
lo mismo con América Latina. El secretario de Hacienda del gobierno del
presidente Eisenhower, Robin Humphreys, dijo claramente que lo que nece­
sitaban los países latinoamericanos no era ayuda económica, sino inversión
privada. Para lograrla tendrían que crear condiciones atractivas para estos
inversionistas como poner fin a tarifas arancelarias que protegían a sus indus­
trias e impedir huelgas que él consideraba irresponsables.
Esos primeros años de la guerra fría en América Latina, constituían
también un periodo de desinterés de la Unión Soviética como Estado por
América Latina. Esto no significa que los soviéticos no estuvieran involu­
crados en la política latinoamericana a través de los partidos comunistas
sobre los cuales ejercían una influencia predominante. Sin embargo, como
Estado, la URSS no mostró mayor interés en este continente. La única
excepción a esta tendencia fue la venta de una cantidad limitada de armas
de parte de Checoslovaquia al gobierno de Arbenz en Guatemala y la críti­
ca de la URSS en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de la
intervención norteamericana en Guatemala.
Esta reticencia soviética en América Latina se expresó ante todo en la
época de Stalin. Por una parte Stalin quería consolidar las enormes ganan­
cias que la Unión Soviética había logrado después de la Segunda Guerra
Mundial con el control de una parte de Europa oriental y la creación de un
Estado comunista en China. Por otra parte, Stalin tenía muchas reticencias
en cuanto a regímenes nacionalistas. En la década de los años veinte había
pedido a los comunistas chinos que se aliaran con los nacionalistas de
Chiang Kai Shek, lo cual hicieron. Chiang aprovechó primero esta alianza
para asumir el poder y después masacró a sus aliados comunistas. Cuando
en 1952 surgió en Irán un movimiento nacionalista encabezado por Mo­
hammed Mossadegh, de característica secular, que quería nacionalizar el
petróleo que pertenecía a compañías británicas y norteamericanas, los
comunistas iraníes se pronunciaron contra él. Esta actitud indirecta­
mente favoreció los intentos de la cía de derrocar al gobierno democrático
de Mossadegh y a reemplazarlo por el gobierno autocrático del shah de
Irán. Con la muerte de Stalin, los gobiernos soviéticos empezaron a hacer
alianzas con nacionalistas, pero estas alianzas se concentraron ante todo
en el Medio Oriente y la URSS siguió más o menos ignorando a América
Latina.

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LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA • 23

La segunda etapa de la guerra fría en América Latina empezó con el


triunfo de la Revolución cubana y su apogeo es la derrota de Estados
Unidos en la Bahía de los Cochinos. El triunfo de la Revolución llevó a
un auge de la izquierda en América Latina. La Revolución cubana inspiró,
unificó y dividió a la izquierda al mismo tiempo. La simpatía por la Cuba
revolucionaria rebasó en mucho a la izquierda tradicional. Muchos grupos
de centro-izquierda expresaron su apoyo a Cuba en su lucha contra Esta­
dos Unidos. La simpatía por la Revolución cubana unificó a grupos muy
disparejos de la izquierda. Al mismo tiempo, el claro apoyo dado por Cuba
a los movimientos guerrilleros en América Latina, la “ideología del foco”,
como centro de los futuros movimientos sociales en América Latina,
dividió profundamente a la izquierda. En tanto que una nueva izquierda
procubana tomó el camino de la guerrilla, los partidos comunistas tradi­
cionales lo rechazaron.
El auge de los movimientos guerrilleros en esta época terminó en derro­
ta simbolizada más claramente por la muerte del Che en Bolivia. El fraca­
so de la estrategia guerrillera del foco contrastó con el éxito de la izquierda
legal en las elecciones en Chile y el establecimiento del gobierno de la
unidad popular. Esta nueva etapa de la guerra fría se caracterizó también
por la entrada de la Unión Soviética como Estado en América Latina.
Gracias a su alianza con Cuba, la Unión Soviética por primera vez en su
historia tuvo una base militar en el continente americano. Este interés sovié­
tico, sin embargo, se limitó a Cuba. La URSS rechazó los planes de una
revolución continental del Che Guevara a quien veía con profundo recelo.
El triunfo de Fidel Castro en Cuba, también condujo a profundas
transformaciones en la política norteamericana hacia América Latina.
La política del “puro palo”, practicada hasta 1959, fue reemplazada por
una nueva política de “pan y palo”. En la Alianza para el Progreso formu­
lada por John F. Kennedy, los Estados Unidos tuvieron por primera vez
un programa de ayuda económica a América Latina. Al mismo tiempo
en el discurso oficial norteamericano, la democracia jugó un papel mayor
que en las épocas anteriores. Sin embargo, la política de derrocar a gobier­
nos que eran considerados de izquierda aunque hayan sido libremente
elegidos siguió. Los Estados Unidos apoyaron el golpe militar en Brasil
contra el gobierno de centro-izquierda de Joao Goulart. En este periodo
se produjo la primera intervención directa militar de Estados Unidos
en el continente americano: la invasión de la República Dominicana para
impedir el triunfo de un partido de izquierda. En este periodo, en contras­

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24 • FRIEDRICH KATZ

te con el anterior en la historia de la guerra fría, la opinión pública


norteamericana empezó a interesarse por América Latina. Surgieron nuevas
instituciones académicas latinoamericanistas. Como resultado de este
nuevo interés por la parte sur del continente americano, empezó a surgir
una resistencia dentro de la opinión pública en contra de la alianza de Esta­
dos Unidos con los militares latinoamericanos.
Esta resistencia, sin embargo, no pudo impedir que bajo el gobierno
de Richard Nixon esta alianza con los militares se profundizara más y
alcanzara su apogeo con el golpe de Pinochet en Chile. En este periodo
creció la oposición de la opinión pública norteamericana a las dictaduras
militares del cono sur. Sin embargo, esta oposición no logró frenar el apoyo
decisivo que recibieron los regímenes militares por parte del gobierno de
Nixon y de su secretario de Estado, Henry Kissinger.
Hubo una interrupción aunque es breve de esta política sumamente
conservadora de Estados Unidos al ser elegido en 1976 como presiden­
te norteamericano Jimmy Carter. Carter toleró, aunque a regañadientes, la
victoria de los sandinistas en Nicaragua y su gobierno se preocupó genui-
namente por los derechos humanos en América Latina. Con la victoria de
Reagan en 1980, la tradicional política de apoyo a dictaduras militares
volvió a fortalecerse y alcanzó su punto culminante en Centroamérica,
que se convirtió en esta etapa en el punto central de la guerra fría.
Con la victoria de Reagan en las elecciones presidenciales de Estados
Unidos la guerra fría en América Latina alcanzó un nuevo auge. En
Centroamérica la intervención norteamericana era mucho más directa
y más abierta que lo había sido en el cono sur y la oposición a esta polí­
tica norteamericana era mayor que en las épocas anteriores. Esta oposición
se dio a tres niveles. El primero era la resistencia de los sandinistas y de
los guerrilleros en El Salvador y Guatemala a las fuerzas pronorteame­
ricanas y aim norteamericanas que no lograron ser derrotadas por la fuerza
armada, aunque en Nicaragua a fin de cuentas los sandinistas perdieron
las elecciones.
El segundo nivel es el nivel doméstico en Estados Unidos. Nunca en
la historia de la política estadounidense en América Latina hubo tanta resis­
tencia a la política oficial como en el caso de la política centroamericana.
Esta resistencia no sólo abarcaba a grandes sectores de la opinión pública,
incluso a muchos grupos católicos, sino también en cierto momento a la
mayoría de la Cámara de Representantes de Estados Unidos. Finalmen­
te a escala mundial había un enorme rechazo a la política de Reagan.

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LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA • 25

Para América Latina en su mayoría las consecuencias de la guerra fría


fueron desastrosas. Las dictaduras militares mataron a decenas de miles
de personas y exiliaron al extranjero a otros millares de intelectuales entre
los cuales figuraban frecuentemente quienes eran los más prominentes y
talentosos de los países afectados. Bajo el pretexto de luchar contra la
izquierda, cambios sociales que la sociedad requería no se hicieron y la desi­
gualdad social aumentó de manera enorme.
¿En qué sentido se aplican tanto la cronología como estas tendencias
generales de la guerra fría a México en esta época? Hay similitudes,
pero también diferencias profundas en cuanto a las consecuencias de la
guerra fría para México en comparación con el resto de los países latinoa­
mericanos. Las similitudes más fuertes se dieron sin duda alguna en el
área sindical. Allí la guerra fría empezó antes que en el resto de América
Latina, probablemente en 1940 con el fin de la presidencia de Lázaro
Cárdenas. El proceso de eliminación de la izquierda de los sindicatos
mexicanos era lento durante la Segunda Guerra Mundial, se aceleró en
la época de Miguel Alemán y tuvo un punto culminante en la presidencia
de Adolfo López Mateos con el rompimiento de parte del gobierno de
la huelga de los ferrocarrileros y del encarcelamiento de sus dirigentes.
Cuando surgió fueron frecuentes los casos de represión de la oposi­
ción en el campo. El ejemplo más destacado fue el asesinato de Rubén
Jaramillo. En la llamada “guerra sucia” contra las guerrillas en México se
está revelando ahora que ocurrieron métodos de tortura y desaparicio­
nes similares al cono sur. La masacre del 2 de octubre constituyó uno
de los ataques más fuertes contra estudiantes en toda la historia de
América Latina.
Habría que decir, sin embargo, que la represión en México nunca
alcanzó los niveles del cono sur y era más diferenciada que en otros países
de América Latina. México era el único país en América Latina de donde
no salieron exiliados (con muy pocas excepciones) a otros países del
mundo. Aunque el Partido Comunista no tenía el registro electoral du­
rante la mayor parte de la guerra fría, sin embargo no era ilegal y actuaba
con cierta libertad. Había una izquierda oficial, el Partido Popular,
dirigido por Vicente Lombardo Toledano, que sí tenía el registro elec­
toral. La izquierda intelectual y universitaria actuaba durante gran parte
de la época de la guerra fría (con la obvia excepción de la época de Díaz
Ordaz y de parte del periodo de Echeverría) con bastante libertad. En
muchas universidades el marxismo era la doctrina predominante y muchas

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26 • FRIEDRICH KATZ

veces las universidades se convertían en los principales focos, si no de


oposición legal por lo menos de oposición tolerada.
Con todo creo que hay cinco diferencias fundamentales entre el impac­
to de la guerra fría en México y el impacto en el resto de América Latina:
la primera diferencia entre México y otros países del continente era la
ideología oficial del gobierno. Esta ideología seguía siendo revolucio­
naria, nacionalista y antiimperialista basada en los principios de la Consti­
tución de 1917. La segunda diferencia era de política económica. Por una
parte México aceptaba inversiones norteamericanas que aumentaban
enormemente en este periodo. El gobierno frecuentemente permitía que
estas inversiones se hicieran de un modo no estrictamente legal. En mu­
chos casos la ley exigía que el 51 por ciento de las acciones estuviera en
manos mexicanas. Muchas veces el gobierno no prestaba atención a quié­
nes eran el 51 por ciento de propietarios mexicanos que frecuentemente
eran simples prestanombres de compañías norteamericanas. Sin embargo,
los gobiernos mexicanos del pri rechazaron todo intento de Estados Unidos
de tener inversiones en la industria petrolera. Hasta el fin de los años se­
tenta continuó el proceso de la nacionalización de la economía que Cárdenas
había impulsado tan fuertemente y por lo menos una tercera parte de
la economía estaba en manos del gobierno. México tenía tarifas arancela­
rias muy altas para proteger a su industria. En los últimos años de la
guerra fría esta política empezó a cambiar.
La tercera diferencia tenía que ver con la política exterior de México.
Aquí el gobierno seguía manteniendo una política aparte a veces opuesta
a la de Estados Unidos. Cuando en 1954 el gobierno norteamericano propu­
so a la Organización de Estados Americanos que condenara a Guatema­
la, México junto con Argentina se abstuvo de aprobar esta resolución,
aunque tampoco votó en contra. En contraste con los otros países de
América Latina, México nunca rompió sus relaciones diplomáticas con
Cuba. Tampoco puso fin al comercio con Cuba y fue el único país de la Amé­
rica Latina que mantuvo una línea aérea con esta isla.
¿A qué se puede atribuir esta política autónoma de México en cuanto
a sus relaciones exteriores? Hay aquí toda una serie de diversos factores.
No hay duda de que una gran parte de la clase política mexicana fue nacio­
nalista. Además en el momento en que en su política interna los dirigentes
priístas abandonaban más y más los preceptos de la revolución, la política
externa les daba una imagen de revolucionarios y de este modo también
cierta legitimidad con grupos opuestos a su política doméstica. Final­

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LA GUERRA FRÍA EN AMÉRICA LATINA • 27

mente el precio que pagaban por esta política era mínimo, pues como voy
a describir más adelante, Estados Unidos de ninguna manera iba a romper
con ellos. México también mantuvo relaciones estrechas con los sandi-
nistas en Nicaragua más que cualquier otro país de América Latina con
la obvia excepción de Cuba.
Una cuarta diferencia entre la política de México y la de casi todos los
otros países del continente americano se refiere a su política de asilo. Milla­
res de refugiados políticos, la mayoría de ellos de izquierda, encontraron
asilo en México. Era gente que por su pasado político y su ideología nunca
hubiera encontrado asilo en Estados Unidos. México no sólo le dio la bienve­
nida, sino que también le permitió actuar políticamente aunque no en la
política mexicana. A veces las relaciones entre funcionarios mexicanos y
los refugiados tenían aspectos esquizofrénicos. Femando Gutiérrez Barrios
quien durante muchos años dirigió la represión contra opositores en Méxi­
co ayudó en cierta manera a Fidel Castro cuando estuvo en México prepa­
rando su retomo a Cuba. Al mismo tiempo que reprimía a gente de izquier­
da en México, Luis Echeverría ofrecía asilo y ayuda a refugiados chilenos
cuya ideología era muy similar a la de los mexicanos perseguidos.
Una quinta y profunda diferencia entre México y casi todo el conti­
nente americano era la estabilidad política en México. No me refiero
aquí a la estabilidad social, sino al simple hecho de que ningún gobierno
mexicano fue derrocado por la fuerza y que no hubo ningún golpe de Esta­
do de parte de los militares mexicanos. Lo que contribuyó a esta estabi­
lidad es el hecho de que ninguna potencia quería desestabilizar a México.
Los gobiernos de Estados Unidos entendían muy bien que en contraste
con el resto de América Latina, la dependencia de México de Estados
Unidos no era unilateral, sino mutua. Un México inestable tenía conse­
cuencias mucho más profundas para los Estados Unidos que un país ines­
table en América del Sur. Tal inestabilidad, si llegara a producirse,
tendría repercusiones muy fuertes en cuanto a la inmigración en Estados
Unidos y si estallaran movimientos guerrilleros como había sido el caso
en la Revolución mexicana, involucrarían de una u otra manera a los Esta­
dos Unidos. Por esto el gobierno norteamericano frecuentemente se vio
obligado a tolerar políticas independientes de México que no hubiera
tolerado de parte de otros países de América Latina.
Aparte de estos factores extemos, ¿cómo explicar las diferencias en
cuanto a la guerra fría entre México y la mayoría de los países latinoame­
ricanos? No cabe duda que la Revolución mexicana, y sobre todo el régimen

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28 • FRIEDRICH KATZ

cardenista, tuvo mucho que ver con este desarrollo. El primer factor era
la ideología de la revolución que obligaba a los gobiernos a por lo menos
acatar ciertos principios de política externa.
El segundo factor en mi opinión decisivo es que la revolución y ante
todo el régimen de Lázaro Cárdenas logró eliminar del escenario político
mexicano a la clase más inflexible y retrógrada de América Latina, los terra­
tenientes. Esto dio a la clase dominante en México una flexibilidad mayor
de la que tuvieron los otros estados latinoamericanos. A esto hay que añadir
otra herencia de la época de Cárdenas, la eliminación del ejército como un
factor político de primera importancia.
Tanto para México como para toda América Latina, la guerra fría
significó un retroceso significativo de la democracia y de los derechos huma­
nos. Sin embargo, paradójicamente para México y en contraste con el resto
del continente, la guerra fría también tuvo un aspecto positivo. México
gracias a su generosa política de asilo pudo acoger a una gran parte de la
élite intelectual de América Latina lo que seguramente contribuyó a que, en
mi opinión, México se convirtiera en la capital intelectual de la América
de habla hispana.

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