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La Medalla

Milagrosa

BLfcrvOS AIRES
1948

Cochabamba 1428 T. E. 2 3 -0 8 5 5 Bs. Aires


N ih il obstflt,
P H IL IP P U S F R A T
C. M . D ire c to r

Pueöe imprlmirse
t ANTONIO ROCCA
Ob. Tit. de Augusta
Buenos Aires, 10 de Noviembre de 1942
I
LA VIDENTE
I
LA v i d e n t e

Una humilde Hija de la Caridad de San Vicente de


Paul fué la féliz mensajera de quien quiso servirse
la Virgen Inmaculada para revelar al mundo entero el
tesoro de su Medalla, de esa Medalla llamada “ mila­
grosa” por los numerosos milagros de que ha sido
instrumento.
Esa Hija de la Caridad se llamaba Sor Catalina
Labouré. Vino al mundo el*2 de mayo de 1806, en una
pequeña ald-a de la Costa de Oro, Painles-Moutiers.
Sus padres, sinceros cristianos, vivían honradamente,
cultivando sus tierras y gozaban de las comodidades
que procuran a los campesinos la actividad en el tra­
bajo y la sencillez de la vida. Dios había bendecido
su unión, concediéndoles una numerosa fa m ilia :. ocho
hijos y tres bijas.
Catalina tenía apenas siete años cuando perdió a
su madre. Fué esta una pena inmensa para la niña
que desde entonces decidió que la Sma. Virgen sería
su única Madre. Se la sorprendió un día encaramada
sobre una silla .estrechando entre sus brazos una esta­
tua de la Virgen -que dominaba la gran cocina de la
granja, y consagrándose a María, en la encantadora
sencillez de su tierno corazón.
Hacia los doce años hizo su Primera Comunión, en
la iglesia de Moutiers-Saint-Jean. A partir do aquel
día, su único deseo fué pertenecer a Aquel que acaba­
ba de entregársele por la primera v :z.
Habiendo entrado su hermana mayor on la Compa­

- 6 —
ñía d e’ las Hijas de la Caridad, tuvo que encargarse
del gobierno de la casa; no le arredraban los trabajos
pesados, llevaba al campo la comida para los segado­
res, lavaba la ropa, se ocupaba de la cocina y de la
elaboración del pan. Una de sus ocupaciones favori­
tas era el cuidado del palomar. Cuando se presentaba
en el patio, con su delantal levantado, lleno del dora­
do grano, da setecientas a ochocientas'palomas blan­
cas volaban a porfía, alrededor de la joven, form án­
dole una simbólica corona. Era aquel un espectáculo
encantador, según decía María Antonieta, la hermana
menor de Sor Catalina.
No obstante su vida laboriosa, la joven- se entre­
gaba a la penitencia. Acostumbraba ayunar el viernes
y el sábado. Piadosa y pura, oraba con frecuencia en
la iglesia parroquial, a pesar de la distancia que de
ella le separaba, permaneciendo largo tiempo arrodi­
llada sobre las frías losas, aun durante el invierno.
Solicitada varias veces en matrimonio, Catalina re s­
pondía invariablemente que Dios la llamaba a su ser­
vicio. Una noche tuvo un sueño. Le parecía estar en
la iglesia de la aldea; vió allí a un anciano sacerdote
que se revistió con los ornamentos sagrados como pa­
ra celebrar la misa. Asistió a ella, muy impresionada,
y luego el sacerdote desconocido le hizo una señal
para que se acercara. Espantada, Catalina retrocedió,
sin dejar, sin embargo de mirarle.
A l salir, se dirigió a casa de un enfermo, donde
encontró de nuevo al anciano sacerdote que le dijo:
“ Hija mía, es cosa muy buena cuidar a los enfermos.
Ahora huyes de mí, pero vendrá un día en que serás
feliz al éncontrarme. Dios tiene sus designios sobre
ti; no lo olvides".
- Despertó entonces, cuando le parecía que volvía a
la casa; no era más que un sueño, cuyo significado
no alcanzaba a comprender aún.
Tenía a la sazón diez y ocho años; apenas k:\Iií;i
leer y aun menos escribir. Comprendiendo que -su I i!
ta de instrucción podía ser obstáculo para su admi
sión en una Orden religiosa, obtuvo permiso de s'i
padre para pasar algún tiempo en casa de su cuñada
que dirigía una pensión de jóvenes en Chatillon-sur-
Seine. Habiéndola conducido ésta un día, a casa de
las Hijas de la Caridad de aquella ciudad, Catalina
quedó impresionada cuando, al entrar vió en el locu­
torio, el retrato en un todo semejante al sacerdote
que había visto en sueños. Preguntó su nombre, y
esclarecido el misterio cuando supo que era San Vi­
cente de Paul, comprendió que el buen santo la lia-,
maba para contarla en el número de sus Hijas.
A principios de 1830, triunfó de la resistencia de
su padre poco dispuesto a entregar a Dios su segunda
hija, y entró como postulante en casa de las Herma­
nas de Chatillon.
El 21 de abril de 1830, después de esa primera
prueba de tres meses, llegaba al noviciado de la ca­
lle del Bac, en París, noviciado que las Hijas de ¡a
Caridad llaman Seminario. Allí es donde la joven her­
mana fué favorecida con las maravillosas Apariciones
que referiremos más adelante.
Revestida del hábito azul-grisáceo y de la blanca
corneta de las siervas de los pobres, Sor Labouré fué
enviada al Hospicio de Enghien, en el arrabal San
Antonio, en París. Empleada en la cocina, después en
la lencería, en el cuidado de los ancianos, encargada
del gallinero, se complacía en esas humildes funcio­
nes. Nada le parecía preferible a la dicha de servir
a los pobres, miembros dolientes dé Nuestro Señor
Jesucristo.
Sólidamente piadosa, pero de piedad sencilla, nada
la distinguió de sus compañ:ras durante cuarenta-
años de esa vida humilde y oculta. Jamás habló de
las revelaciones de la Sma. Virgen, salvo a su direc­
tor. Habiendo muerto éste, y sintiendo ella misma de­
clinar sus fuerzas, reveló todo a su Superiora, p¿r-
suadida como estaba de que le quedaba poco tiempo
de vida.
El pensamiento de la eternidad la acompañaba con­
tinuamente. El 8 de septiembra de 1876, Sor Catalina
cayó en cama. Una enfermedad del corazón, accesos
de asma y de tos le hacían sufrir cruelmente.. Sin
embargo, en el mes d¿ noviembre, habiendo recobrado
en parte las fuerzas, pudo ir por última vez a sj
querida Casa Madre de la calle del Bac para hacer
allí su Retiro anual.
A su regreso tuvo que ponerse de nurvo en cama
y esta vez, para no levantarse más. El 31 de diciem­
bre sufrió varios desmayos en el curso del día; ls
ofrecieron los últimos sacramentos qua recibió inun­
dada de alegría celestial. Como se le preguntara si
teñí algún temor, respondió:
¿D e qué queréis que tenga miedo?
En la noche de aquel mismo 31 da diciembre, hacia
las siete, se durmió dulcemente, sin agonía. Sor Ca­
talina iba a reunirse con su Madre del cielo por toda
la eternidad.
Su cuerpo fué sepultado en la capilla de su casa de
Eiuilly, en un lugar muy húmedo. Cuando la beatifi­
cación de la Sierva de Dios obligó a exhumar sus res­
tos, todos se preguntaban con ansiedad en qué estado
se encontrarían.
_ 9 —
La exhumación se realizó él 21 de marzo de 10:¡'¡
Con gran admiración de los médicos, de los sácenlo
tes, de las Hermanas que asistieron al acto, se cu
eontró el cuerpo absolutamente intacto. Las niñas
los ojos conservaban aún su color azul, esos ojos que
tantas veces habían contemplado a la Madre de D í o ó .
La muerte había respetado hasta lós vestidos de aquel
cuerpo virginal, cuyas manos juntas descansaron por
más de dos horas sobre las rodillas de la Virgen In­
maculada.
Se hizo el reconocimiento del cuerpo en presencia
de Su Eminencia el Cardenal Verdier, Arzobispo de
París. Desde entonce^ reposa en la capilla de las Apa­
riciones, en una urna finamente cincelada, cuyos es­
maltes azulados recuerdan las diversas fases de las
Apariciones y el monograma de la Medalla Milagrosa.

— 10 —
II

PRIMERA APARICION
DE L A
SANTISIMA VIRGEN

— 11 —
II
PRIMERA APARICION DE LA SANTISIMA
VIRGEN

“ Ven a la Capilla, la Sma. Virgen


te esp era .. . ”
(El Angel Custodio de Sor Cata­
lina)

Sor Catalina Labouré acababa de llegar al Semi­


nario de las Hijas de la Caridad. Tenía entonces vein­
ticuatro años. Ingenua y sencilla a la vez que fervo­
rosa amante de la Virgen Santísima, deseaba ardien­
temente ver desde esta vida a su Madre del cielo.
El día 18 de julio de 1830, víspera de la fiesta ds
San V ic:nte de Paul, la directora del Seminario hizo
una instrucción sobre la devoción a los Santos y a !a
Sma. Virgen, con lo cual se avivó aun más su deseo.
La joven hermana se durmió bajo esa impresión, des­
pués de haberse encomendado a San Vicente de Paul,
con la confianza de que sus votos iban a ser escu­
chados.
Hacia las once y media, oye que la llaman por au
nombre, repetido tres veces; entreabre su cortina por
el lado de donde viene la voz. ¿Qué es lo que ve? Un
niñito de arrobadora hermosura; 'puede tener de cua­
tro a cinco años; viste de blanco y de su rubia cabe­
llera, así como de toda su . persona sa desprenden ra­
yos de luz que iluminan cuanto le rodea.
“ Ven, le dice con melodiosa voz, ven a la capilla, la
Santísima Virgen te espera. . . ”

— 12 —
Pero, pensaba la Hermanita que estaba en un gran
dormitorio, me van a oír, seré descubierta. . .
— No temas, repuso el niño, respondiendo a su pen­
samiento; son las once y media, todas duermen, yo te
acompañaré.
A estas palabras, no pudiendo ya resistir a la invi­
tación de tan amable guía. Sor Labouré se viste apre­
suradamente y sigue al niño que camina siempre a
su izquierda, difundiendo rayos de luz por donde pasa.
Por todas partes se veían también las luces encen­
didas, con gran sorpresa de la Hermana quien so
maravilló, más aún, al ver que la puerta de la capi­
lla se abría en cuanto el niño la hubo tocado con ei
dedo. Estaba completamente iluminada, lo cual, dice,
le recordaba la misa de media noche.
El niño la condujo hasta el comulgatorio; la Her­
manita se arrodilló, mientras su guía celestial entra­
ba en el presbiterio, donde se quedó de pie, hacia la
izquierda. Los momentos de espera parecían intermi­
nables a la joven novicia; por fin, a eso de la m:dia
noche, el niño le previno, diciendo: “ ¡Ya está aquí la
Sma. Virgen, ya está a q u í ! . ..” En el mismo instante
oyó distintamente un ruido que venía del lado de la
epístola, ruido srmejante al roce de un vestido de
seda. Luego una señora de sin igu al, belleza se sentó
en el lugar que ocupaba ordinariamente el director
de la Comunidad, al lado izquierdo del presbiterio. L i
silla, la actitud, el vestido que consistía en una túnica
de color blanco aurora y un velo azul, recordaban !a
imagen de Santa Ana que entonces se veía en un cua­
dro pendiente de la pared. Sin embargo, el rostro no
era el mismo, y allí estaba la piadosa novicia, luchan­
do interiormente contra la duda.
De pronto, el niño, tomando una voz de hombre.
_ 13 _
habla con tal autoridad que desvanece todas las vaci­
laciones de Sor Catalina.
Dejándose llevar entonces del impulso de su cora­
zón, la Hermana se precipita a los pies de la Sma
Virgen, poniendo familiarmente las manos sobre sus
rodillas, como hubiera podido hacerlo con su propia
madre.

“ En aquel momento, dice ,sentí la más dulce emo­


ción de mi vida, y me sería imposible expresarla. La
Sma. Virgen me explicó cómo debía conducirme en
las penas, y mostrándome con la mano izquierda el
pie del altar, me dijo que fuera a desahogar allí mi
corazón, añadiendo que recibiría todos los consuelos
de que tuviera necesidad.”
Después me dijo también: “ Hija mía, quiero en­
cargarte una misión; tendrás muchas penas, pero las
soportarás con el pensamiento de que sufres por la
gloria de Dios. Tendrás contradicciones, pero la gra­
cia te asistirá, no temas; dí todo lo que pasa por ti,
con sencillez y confianza. Verás ciertas cosas; te sen­
tirás inspirada en tus oraciones; da cuenta de todo di

— 14 —
que es,tá encargado de tu alma” . La Sma. Virgen
añadió: .
“ Hija mía, los tiempos son .malos; grandes desgra­
cias van a caer sobre Francia; el trono será echado
por tierra, el mundo entero será afligido con toda
clase de desgracias. (La Sma. Virgen parecía muy
triste al decir este). Pero venid al pie de este altar;
aquí se derramarán las gracias sobre todas las per­
sonas que las pidan, sobre los grandes y sobre I03
pequeños.
“ Llegará ún momento en que el peligro será gran­
de; parecerá todo perdido. Yo estaré con vosotros, te­
ned confianza; reconoceréis mi visita, la protección
de Dios y la de San Vicente de Paul sobre las dos
Comunidades. La de los Sacerdotes de la Misión y ls
de las Hijas de la Caridad.) Tened confianza, no os
desalentéis, yo estaré con vosotros.”
“ Habrá víctimas en otras comunidades. (La Sma.
Virgen tenía los ojos llenos de lágrimas al decir esto.)
En el clero de París habrá víctimas también, el señor
Arzobispo morirá (a estas palabras, sus lágrimas co ­
rrieron nuevamente). H ija mía, la cruz será despre­
ciada, se la echará por tierra, se abrirá de nuevo el
costado da Nuestro Señor; correrá sangre por las ca­
lles; el mundo entero se verá sumergido en la tris­
teza.”
A l oír estas palabras, Sor Labouré pensaba: “ ¿Cuán
do sucederá todo esto?”
Y una luz interior le indicó distintamente cuarenta
años, anunciando da esta manera los tristes aconteci­
mientos de 1870-1871.
“ No podría decir, expresa la confidente de María,
cuánto tiempo he quedado al lado de la Sma. Virgen:
todo lo que sé es que después de haberme hablado mu­
— 15 —
cho tiempo, ss fué, desapareciendo como una sombra
que se desvanece.”
Habiéndose levantado, la Hermana encontró al ni­
ño en el mismo lugar en qua lo había dejado cuando
se acercó a la Sma. Virgen. “ Ya se fué” le dijo, y
colocándose ds- nuevo a la izquierda, la acompañó
hasta el dormitorio de la misma manera que la pri­
mera vez, difundiendo por doquiera un resplandor ce­
lestial.
Creo, añade, que ese niño era el Angel de mi guar­
da, porqus mucho le había pedido que me obtuviera
el favor de ver a la Sma. V ir g e n ...”
Y termina el relato de la primera aparición con esta
conclusión llena de encantadora sencillez: “ Al volver
a acostarme oí tocar las dos y no volví ya a dormir” .

— lü -■
Ill

SEGUNDA APARICION
DE LA
SANTISIMA VIRGEN

— Vi ~
III
SEGUNDA APARICION DE LA SANTISIM A
VIRGEN

“ Este globo representa al mundo


entero, particularmente a Francia,
y a cada persona en particular.”

Lo que acabamos de referir no es sino una parte dé


la misión de Sor Labouré, o por mejor decir, una pre­
paración a la que se le iba a confiar como prenda de
la ternura de la Virgen María para con los hombr.s.
Hacia el fin del mes de noviembre de aquel mismo
año 1830, 1a humilde Hermanita dió cuenta a su di­
rector de una nueva visión. Esta vez, no es ya una
Madre afligida que llora al p nsar en los males qne
amenazan a sus hijos; es la Reina que trae consigo
promesas de bendición, de salvación y de paz.
Transcribimos el relato escrito de mano de la Vi­
dente :
‘‘El 27 de noviembre de 1830, que era un sábado,
víspera d'rl primer domingo de Adviento, a las cin;o
y media de la tarde, mientras se hacía la meditación
en profundo silencio, me pareció oír, del lado derecho
del pr sbiterio, un ruido como el roce de un vestido
de seda. Vi entonces a la Sma. Virgen cerca del cua­
dro de San José; su talle era medirno y su rostro tan
hermoso, que me sería imposible describir su belleza.
Estaba de pi?, vestida con una túnica de color blanco
aurora, de la form a llamada “ a la virgen” , es decir,
sin escote y con mangas lisas; tenía la cabeza cubiec-

— 18 —
ta con un velo blanco que le caía de cada lado hasta
los pies; los cabellos recogidos y por encima una es­
pecie de manteleta guarnecida de un corto encajo,
ajustada a la cabeza. El rostro quedaba bastante des­
cubierto y los pies descansaban sobre un globo terrá­
queo, o más bien, un medio globo; por lo menos, yo
no ví sino la mitad. Las manos levantadas a la altura
del pecho, sostenían íácil y naturalmente, otro globo
(figura d-1 Universo). Su mirada se elevaba dulce­
mente al cielo, y su rostro se iluminó mientras ofre­
cía el globo a Nuestro Señor.”
“ De repente, sus dedos cubriéronse de anillos ador­
nados de piedras preciosísimas de sin igual b e lk z a ...
Los rayos que despedían iluminaban a ia Virgen de
tal suerte, que su claridad deslumbradora ya no de­
jaba ver ni su vestido ni sus pies. l*as piedras eran
de diferentes tamaños y asimismo los rayos que lan­
zaban eran proporcionalmente de diversa claridad."
“ No podría decir lo que entonces experimenté ni to ­
do lo que comprendí en tan poco tiempo.”
“ Como estuviese yo completam.nte embebida en su
contemplación, la Santísima Virgen inclinó sus ojos
sobre mí y una voz me dijo en el fondo del corazón:
“ Este globo que aquí ves representa al mundo ente­
ro, pero especialmente a Francia y aun a cada perso­
na en particular.” Aquí ya no sé describir de ningún
modo lo que sentí ni la espléndida belleza y el brillo
que cobraron los rayos luminosos, cuando la Santísi­
ma Virgen añadió: “ Estos rayos son figura de las
gracias que derramo sobre las personas que imploran
mis favores” , haciéndome entender así, cuán genero­
sa es con las personas que a Ella se dirigen. En aque­
llos instantes, /.existía yo o no e x is t ía ? ... No lo s é . . .
Yo g o z a b a ... ¡gozaba inmensamente! De pronto la
aparición tomó la forma de óvalo, en cuya parte su­
_ 19 _
perior so dibujó esta inscripción c'n letras de oró:
“ Oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros
que recurrimos a V os” .
Ese cuadro vivo que Sor Catalina tenía ante sus
ojos se modificó luego sensiblemente. Las manos de
María como abrumadas por el peso de las gracias
simbolizadas por las radiantes sortijas y sus piedras
preciosísimas, se bajaron y extendieron en la gra
ciosa actitud que ostenta la Medalla. En seguida su
oyó una voz que le dijo: “ Haz acuñar, haz acuñar un;i
medalla según este modelo; ias personas que la lle­
ven con devoción recibirán gracias particularísimas
sobre todo si la llevaren suspendidas al cuello; la:,
gracias serán abundantes para las personas que ten
gañ confianza” .
“ Un instante después, dice la Hermana, el- cuadro
se volvió, dejando vei en el reverso la letra “ M” s o ­
bre la que se levantaba una cruz que descansaba en
una barra, y debajo de la letra “M ” ios Santos Cora­
zones de Jesús y de María, el primaro rodeado de
una corona de espinas y el segundo atravesado por
una espada.” Aunque las notas de la Vidente no men­
cionan las doce estrellas que circundan el monograma,
de María y los dos corazones, sin embargo, han fig u ­
rado siempre en el reverso de la medalla. Es mora!-
mente cierto que la Bienaventurada manifestó oste
detalle de viva voz en la época da las apariciones o
quizá algo más tarde.
Otras notas escritas igualmente de mano de So.’
Catalina expresan que algunas de las piedras precio­
sas no despedían rayo ninguno, y admirándose de ello
la Hermanita, se le respondió: “ Esas piedras que que­
dan en la sombra figuran las gracias que los hombres
no piden a María” .

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IV

TERCERA APARICION
ÖE LA
SANTiíSíMA V IR G E N

— 21
IV
TERCERA APARICION DE LA SANTISIMA
VIRGEN

“ Estos rayos son símbolo de las


gracias que derramo sobre los que
me las piden.”

E! señor Aladel, director de Sor Catalina, acogió


con indiferencia y aun podría decirse con severidad
las comunicaciones de su penitente, llegando hasta
prohibirle ol darle crédito alguno. Pero la obedien­
cia de la Bienaventurada, atestiguada por su mismo
director, no tuvo el poder suficiente para borrar de
su memoria el delicioso recuerdo de lo que había vis­
to. Volver a postrarse a los pies de María, constituía
toda su dicha; a María se dirigían continuamente sus
pensamientos, y estaba íntimamente persuadida de
qus volvería a ver a la Reina de los cielos.
En efecto, en el curso del mes de diciembre, fué
favorecida con una nueva aparición, en todo seme­
jante a la del 27 de noviembre y a la misma hora,
durante la oración de la tard_\ Hubo, sin embargo,
una diferencia notable: la Sma. Virgen, en lugar d¿
detenerse cerca del cuadro de San José, se colocó
sobre el sagrario, un tanto hacia atrás, en el mismo
lugar en qua ahora está su imagen.
La mensajera escogida por la Inmaculada recibió
de nuevo la orden de hacer acuñar una medalla según
este modelo. Sor Catalina termina su relación con
estas palabras: “ Deciros lo que sentí en el momento

— 22 —
en que la Sma.! Virgen ofreció el globo a Nuestro Se­
ñor y lo que experimenté mientras la contemplaba,
es imposible. Una voz que se hizo oír «n el fondo de
mi corazón, me dijo: “ Estos rayos son el símbolo da
las gracias que la Santísima Virgen obtiene a las
personas que se las piden” .
Después, contra su costumbre, se le escapa una ex­
clamación ds júbilo al pensar en los homenajes que
le serían tributados a María: “ ¡Oh qué hermoso será
oír decir un día: María es la Reina del Universo y
particularmente de F r a n c ia !... Y cuando los niños
exclamen: “ María es la Reina de cada persona en
particular” .
Cuando la Hermanita refirió esta nueva aparición
al señor Aladel, éste le preguntó si en el reverso ha­
bía alguna inscripción, así como la había alrededor
de la Inmaculada. Sor Catalina contestó que no había
visto ninguna inscripción.
“ Pues bien, replicó el Padre, pregunte Ud. a la Sma.
Virgen qué es lo que allí sedebe poner.”
La Hermanita obedeció, y después de haber orado
largo tiempo, un día, estando en oración, le pareció
oír una voz que le decía: “ La letra M y los dos cora­
zones dicen bastante” .
Ninguna de estas relaciones hace mención de la ser­
piente. Sin embargo, ha figurado si.m pre en las imá­
genes de la aparición; y esto se ha hecho ciertamen­
te, siguiendo las indicaciones dadas desde el principio
por la Vidente. He aquí cómo se 11: gó a esta conclu­
sión. El último año de su vida, después de un silencio
de cuarenta y cinco años, muerto ya el señor Aladei,
Sor Catalina se sintió impelida a confiar a su Supe-
riora el .sagradodepósito que había recibido d» lia,
Sma .Virgen. Con esto, su alma quedó libre de la
angustia que le oprimía y podía ya morir tranquila.

— 23 —
La Superiora admitida a estas confidencias, a fia
de realizar uno de los más ardientes deseos da su
compañera, mandó fabricar una estatua de la Inmacu­
lada con el globo en las manos. Interrogada sobre si
se debía poner una serpiente debajo- d j los pies, “ Sí,
contestó Sor Catalina, había una serpiente de color
verdoso, con manchas amarillas” . Recomendó tambíótt
que sobre el g-lobo colocado en las manos de la Vir­
gen, ss pusiera una crucecita. Encargó además que no
se representara a' la Virgen demasiado joven ni de­
masiado sonriente ,sino con cierta gravedad mezclada
de tristeza, aunque es verdad que esa trist-za des­
apareció durante la visión, añade la Hermana, cuan­
do su rostro quedó iluminado con uná radiante cla­
ridad sobre todo en el momento de su oráción.
El ensayo de la imagen r.sultó bastante bien. Sin
embargo, ¿cóm o repioducir exactamente el color de
los vestidos, ei resplandor celestial del rostro ni el
brillo de los rayos de la celesta aparición ? Sor Cata­
lina no pudo ocultar su decepción cuando se le m os­
tró la primera estatua.
¡Lo que sus ojos habían contemplado era inefa­
b le ! ...
V
PRODIGIOSA DIFUSION DE LA M EDALLA

El señor Aladel había recibido con mucha descon­


fianza las comunicaciones de Sor Catalina Labouré:
continuaba tratando d i ilusiones las confidencias ds
la joven Hermana. Pasaban los meses y los dáseos
expresados por la Virgen Sma. no se cu m plían...
Una voz interior se dejó oír entonces a Sor Catalina.
“ La Santísima Virgen no está contenta, porque se
descuida la acuñación da la medalla” — “ Mi buena
Madre, respondió la Hermana, bien sabéis que el se­
ñor Aladel no me cree.” — “ Tranquilízate, replicó ia
voz, llegasá un día en que hará lo que deseo; es mi
si.rvo y temerá desagradarme.”
Y esto es lo que en efecto sucedió. Cuando el pia­
doso misionero recibió esta comunicación, se sintió
asaltado poi inquietudes de conciencia. “ Si María esté
descontenta, se dijo, no es d> la Hermana que no
pueda hacer más, sino de mí.” Se decidió entonces y
la Providencia le ayudó visiblement:.
“ Tuve ocasión, escribe, de verme con Monseñor de
Quélen, Arzobispo de París y de referirle todos los
detalles da las aparición s.. El venerable prelado nos
dijo q u e. no veía inconveniente para la acuñación de
la medalla, puesto que nada en ella se oponía a la fe
de la Iglesia, que por el contrario, todo era muy co>i-
formn- a la devoción de los fieles para c o n 'la Santí­
sima Virgen, y que por consiguiente, no podía menos
que contribuir a hacerla honrar. Es más, Monseñor
de Quélen expresó el deseo de obtener, una de las
primeras medallas. Inmediatamente, añade el señor
Aladel, me determiné a hacerla acuñar. Pero habién­
dose multiplicado las funciones de mi ministerio, a
causa de los estragos del cólera, tuve que aplazar la
ejecución de la empresa hasta el mes de junio de
1832.”
Cuando tuvo que representar todos los detalles indi­
cados por la Hermana, el grabador se encontró con
varias dificultades. ¿ Qué actitud debía dar a la Sma.
V irgen? Había tenido varias en la aparición. ¿C olo­
caría el globo entra sus manos? Pero en determinado
momento, este había desaparecido en medio de rau­
dales de luz y esa posición que no se prestaba para ei
grabado, no produciría un efecto agradable. Después
d i considerar todas las circunstancias, se adoptó el
modelo ya existente de la Virgen Inmaculada, que la
representa con las manos, extendidas. Se añadieron
los rayos luminosos o,ue se escapan de los anillos que
adornan sus dedos, el globo t-rráqueo sobre el cua!
descansa y la serpiente, cuya cabeza aplasta con su
planta virginal. Alrededor del óvalo se inscribieron
estas palabras: “ Oh María sin pecado concebida, ro­
gad por nosotros que recurrimos a V os” . El reversa
llevaba la letra M sobra la cual se levantaba una
cruz, y debajo, los Sagrados Corazones de Jesús y d3
María, -el primero rodeado de una corona de espinas
y el segundo, atravesado por una espada.
“ Tan pronto como fué acuñada la medalla, dice el
señor A lad:l, comenzó a propagarse, especialmente
entre las Hijas de la Caridad que, habiendo tenido
algún conocimiento de su origen, aunque ignoraban
quién era la Vidente, la llevaban con gran confianza.’’
La dieron luego a ylgunas personas enfermas, entre
las cuales hubo seis que no tardaron en sentir sus
saludables efectos. De una manera súbita e inespe­

26 —
rada ,se operaron en París y ¿n la diócesis de Meaux,
tres curaciones y tres conversiones.
“ De todas partes empezaron a pedir la Medalla mi­
lagrosa, la Medalla q¿e cura. Tan luego como se la
conocía en algún lugar, las personas piadosas se apre­
suraban a procurárs.la. Pero lo que impresionó y
ediíicó sobremanera es que, en dos ciudades de pro­
vincia, casi todos ios jóvenes se pusieron de acuerdo
para adoptarla como salvaguardia de su juventud. En
varias comarcas, parroquias enteras se dirigían a su
pastor pa^a pedírsela, y s í vió en París un oficial
superior que compró sesenta medallas para otros tan­
tos oficiales que se la habían pedido.
“ Las medallas de la Inmaculada Concepción se pro­
pagaron de una manera verdaderamente prodigiosa
tn todas las clases de la sociedad y en todas las pro­
vincias. Se nos escribía de todas partes cosas muy
consoladoras. Sacerdotes llenos del espíritu de Dios
nos decían que la pequeña medalla era una prenda
de evidente prot.ceión de la Sma. Virgen; vicarios
que gozaban de merecida consideración y aun los más
distinguido;; prelados ponían en ella toda su confian­
za, considerándola como un medio preparado por la
Providencia para despertar la íe que se naoia d bili­
tado tan sensiblemente. La Medalla restablecía la paz
en las familias y ninguno de los que la llevaban dejó
de sentir sus saludables efectos.”
El 15 de diciembre de 1836, con ocasión d j la con­
sagración de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora
de Loreto, Mons. de Quélen decía en una carta pas­
toral :
“ Hay un hecho que tvnemos la dicha de comprobar
y cuyo conocimiento deseamos que llegue hasta los
más remotos lugares del mundo católico: los favores,
las gracias de curación, de conversión y de salvación

— 27 —
que se multiplican a med’ da que se implora entre nos­
otros ia tierna compasión de María concebida sin pe­
cado. Exhortamos a los fieles a llevar consigo la Me­
dalla milagrosa, y a repetir con frecuencia la oración
grabada en ella: “ Oh María sin pecado concebida,
logad por nosotros qus recurrimos a Vos” .
A pesar'de los sarcasmos de los incrédulos, la difu­
sión de la medalla fué inmediatamente formidable en
todas las clases de la sociedad y en todos los países.
El grabador, señor Vachette pt-obó con sus registros
en la mano que había vendido más de dos millones en
diez años. Afirmaba además que otros once fabri­
cantes de París habían despachado la misma cantidad
y otros cuatro de Lyon,. por lo menos el doble.
De toda^s partes escribían a la calle del Bac, recla­
mando “ la medalla yue e:ira” para lu .go referir los
milagros, que operaba. Parroquias enteras pedían a su
cura que se la procurase; varios sacerdotes escribie­
ron al señor Aladel, diciéndole que la medalla “ reani­
maba el f.iv o'r así en las ciudades como en el campo” .
En Roma, los Superiores generales de varias Orde­
nes religiosas se apresuraron a hacerla conocer, y el
mismo Soberano Pontífice, Gregorio XVI, la colocó
al pie de su crucifijo.
Pero tí triunfo más glorioso de esa pequeña meda­
lla que se vendía a cuatro céníixncs la docena fuá la
eficacia con que contribuyó a la promulgación del dog­
ma de la Inmaculada Concepción.
En efecto, los milagros que se multiplicaban por
su medio eran cuino la aprobación de -tes-palabras en
ella grabadas. Dirigiéndose a la Mediadora sa.>1»"de­
cía.: “ Oh María sin pecado concebida, roga’? ^ r ^ í $ g ¿ .
otros que recurrimos a Vos” , y por virtud de esta s5:!a,
invocación, el “ socorre” milagroso de María se ma­
nifestaba como por encanto. Lógicamente se deducía

28 —
de allí, «qae su privilegio da Concepción Inmaculada
era bien real y que la manifestación de la medalla ora
de parte de Dios como una invitación a definirlo so­
lemnemente. La fe en este privilegio de María se
difundía en la misma, medida en que se propagaba la
medalla, y es cosa sabida que la medalla era conocida
en las cinco partes del mundo. Así lo afirmaron muy
pronto voces autorizadas, ante el Soberano Pontífice.
Ei primer paso importante lo dió el mismo Monse­
ñor de Quólen. A la vez que exhortaba a los fieles
“ a llevar consigo la medalla acuñada en honor de la
Sma. Virgen y a repetir a menudo esta oración gra­
bada sobre la imagen: “ Oh María sin pecado conce­
bida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos” , diri­
gía al Soberano Pontífice la súplica siguiente:
“ Testigo del aumento más y más sensible que, des­
da hace algunos años se nota en París y en los alre­
dedores, de la devoción de todos los fieles a María
concebida sin pecado y de su creencia religiosa sobre
este punto, como también de: los abundantes frutos
que produce esta davoción para la conversión de los
pecadores, el Arzobispo de París se dirige al Sobera­
no Pontífice, Gregorio XVI, y pide: 1? poder trans­
ferir al segundo domingo de Adviento la solemnidad
de la Inmaculada Concepción; 2° añadir al Prefacio
las palabras: Et te in Immaculata Concéptione; 39 la
concesión de una indulgencia plenaria a perpetuidad
para ese mismo día” .
Un rescripto de'i 7 de diciembre de 1838 concedía
todo lo solicitado para la ciudad y diócesis de París.
Y en esa ocasión fuá cuando Monseñor de Quélen pu­
blicó su famosa pastoral del 1? de enero de 1839, que,
en resumen, no era más que un brillante comentario
de la invocación inscrita en la Medalla Milagrosa.

— 2!) —
SOMBOLISMO DE LA MEDALLA

Todo cuanto Dios hace tiene su razón de ser; cada


uno d j sus signos encierra siempre grandes conteni­
dos. En sí misma, una medalla, no es, ciertamente,
más que un pedacito de metal; también lo es la Cruz
de Honor y, sin embargo, colocada sobre el pecho dt
un héroe, habla con elocuencia de sublimes •hazañas
En la band.ra, no vemos unos metros de tela, sino
la idea de la Patria.
¿Cuál será, pues, el simbolismo de la Medalla? Cla­
ramente expresado e¿tá en el introito de la misa de
la Medalla Milagrosa: “ Será como una señal en tu
mano y como un recuerdo delante de tus ojos, a fin
de que la ley del Señor esté siempre en tu boca” .
(Eccl. 13).
UNA SEÑAL EN TU MANO. Sí, una señal, una
prenda, una alianza. Una señal de pertenecer a María

— 30 —•
Inmaculada de quien se vistm las libreas; una prenda
segura de su protección y una promesa de socorro
eficaz; una alianza del hijo para con su Madre, alian­
za maternal con Aquella que da a su hijo la Medalla
como signo de adopción.

UN RECUERDO DELANTE DE TUS OJOS. Es


un memorial, mejor dicho, un modelo que deb.mos re­
producir. Estas palabras nos hacen entrever los más
vastos horizontes. El modelo es María: “ Haz acuñar
una medalla según este modelo” dijo la Inmaculada.
Es pues un modelo vivo, animado de una vida sobre­
natural y divina incalculabl. s. La imitación de las
virtudes de María nos alcanzará la vida de la gracia,
prenda y promesa de la eterna felicidad del Cielo.

LA LEY DE DIOS. Contenida en un gracioso resu­


men — abreviatura condensada y sorprendente— . Toda
la religión está grabada en esta m dalla. Es una di­
vina miniatura en la que no falta ningún trazo esen­
cial. El dogma de la Inmaculada Concepción, tal como
nos lo recuerda la Medalla, ¿no contiene, acaso, más
o menos explícitamente, las principales verdades de
nuestra santa religión, desde el dogma del pecado ori­
ginal hasta el objeto concreto de la fiesta reciente­
mente instituida en honor de María “ Medianera de
todas las gracias” ? La Medalla nos presenta, a más,
eficacísimos medios d¿ salvación tales como la ora­
ción y el sufrimiento cristianamente sobrellevados. De
esta doctrina, aceptada como doctrina sólida y profun­
da, se dedr.ee que el estudio de la Medalla Milagrosa
seriamente hecho es un remedio providencial y verda­
dero destinado a sanar las llagas religiosas y morales
de nuestra época.
¡Oh! ¡si este remedio fuera mejor conocido, con qué

— 31 —
facilidad podría hacerse popular, práctico y todopo­
deroso !
Popular: al alcance de todos, aún de los más hu­
mildes.
Práctico: puede y debe usarse todos los días.
Todopoderoso: como procediendo de origen sobrena­
tural y divino.
Remedio que es al mismo tiempo un signo sensible
y el canal celeste de las gracias prometidas por la
Santísima Virgen a aqueHos que lleven su Medalla
con fe y con amor.
Y, si durante el siglo transcurrido desde la Apari­
ción •y, particularmente, durante nuestros tiempos, la
Medalla Milagrosa no ha sido todavía bastante cono­
cida y utilizada como «m e d ió providencial, ¿no es
ello debido a la razón que, como suave reproche, ex­
presaba la confidente de María en su lecho de muerta?
“ La Santísima Virgen, decía, esta apenada porque
no se aprecia debidamente el tesoro que nos ha dado
al manifestarnos la devoción a su Inmaculada Con­
cepción; no se sabe aprovechar gracia tan inesti­
mable.”
El simbolismo de la Medalla, con los deberes que
de él se deducen, es pues hermoso e instructivo. Nin­
guno de los detalles que forman la Medalla Milagro­
sa carece de sentido. La misma Santísima Virgen nos
lo ha dado a entender cuando dijo a Sor Catalina, de­
seosa de saber cual era la inscripción que debía po­
nerse en el reverso de la Medalla: “ La M y los dos
Corazones lo DICEN BASTAN TE” .
Estos signos tienen pues un lenguaje harto elo­
cuente, ya que “ dicen bastante” . Es menester compren­
der ese lenguaje. En primer lugar, no olvidemos que
la Medalla nos ha sido dada cara reanimar la fe en

— 32 —
nosotros y en los demás. Debe ser un símbolo de
apostolado, y por consiguiente, enseñarnos a conse­
guir un fin y a emplear los medios necesarios para
llegar a él.
I) EL FIN
es: salvar, santificar las almas, conducirlas al grado
de santidad que Dios pide de ellas. Pero, anta todo, el
alma que quiera llegar a santa, debe purificarse de
toda mancha. He ahí porque el anverso de la Meda­
lla nos señala en María conc:bida- sin pecado, el tipo-
modelo de santidad que debemos llevar a cabo.

II) LOS MEDIOS


son de dos clases: iluminar las inteligencias, conmo­
ver los corazones.
Para iluminar las inteligencias, debe indicárseles:
19 lo que ss debe creer: los grandes Misterios de
la Trinidad; Encarnación y Redención.
2? lo que debe hacerse para llegar a la santidad:
amar, orar, sufrir, luchar.
AM AR
El amor ¿podría manifestársenos con mayor elo­
cuencia que en los dos Corazones de Jesús y de María,
que vemos en el reverso de la Medalla?
ORAR
.El ejemplo de María representada con las manos
llenas de gracias, obtenidas por su omnipotente ora­
ción y la fórmula misma que Ella nos da: he ahí el
modelo de oración.
SUFRIR
La cruz y los dos Corazones, el uno coronado de

— 33 —
espinas, el otro atravesado por la espada, nos dicen
sobradamente que el sufrimibnto nos concederá ex­
piar nuestros pecados y adquirir méritos.

LUCHAR
Luchar ¿contra quién? En primer lugar contra el
demonio, cuya cabeza aplasta María. Luego contra el
mundo que Ella huella bajo sus pies; también, contra
la concupiscencia de la que la Santísima Virgen fué
preservada y que nosotros debemos sujetar y debili­
tar con la mortificación.
Finalmente, si queremos conmover los corazones y
ablandar las voluntades, nos son necesarias las armas
de la oración, del ejemplo, de la acción y del dolor.

APOSTOLADO DE LA ORACION
simbolizado, como ya hemos visto, por lá oración de
María.
APOSTOLADO DEL EJEMPLO
nos lo recuerda el símbolo de las tres virtudes teo­
logales: la Fe, representada por la Cruz; la Espe­
ranza, con la letra M — ya que María es saludada por
la Iglesia con el dulce nombre de “ Esperanza nues­
tra”— ; la Caridad, en fin, la vemos en los dos Cora­
zones.
APOSTOLADO DE ACCION
representado por las doce estrellas que nos recuer­
dan los doce apóstoles; las almas apostólicas deberán
gravitar alrededor de Jesús y de María.

APOSTOLADO DEL SUFRIMIENTO


cuyo símBolo bien expresivo son la Cruz y los dos
Corazones.

- 34
Este rápido resumen, nos tía conocer que, la Meda-
llita, tan sencilla a primera vista, contiene para pro­
vecho nuestro un curso de teología y preciosas ense­
ñanzas. Si fueran ístas piadosamente meditadas y
sinceramente practicadas, descubriríamos una precio­
sa mina de verdades, una palanca de salvación y una
ayuda de gran fuerza para lanzarnos a amar ardien­
temente a Dios y a las almas.
¿ Cómo agredecer dignamente a María, tantas lec­
ciones y tantas esperanzas, aparte de la secreta vir­
tud que irradia la Medalla, la cual puede convertirse,
en nuestras manos, en un instrumento providencial de
salvación, si sabemos aprovecharla?

LAS APARICIONES Y LA ESCRITURA

En la tercera y última aparición, la Santísima V ir­


gen se nos muestra junto al tabernáculo, indicándonos
de ese modo que, la gracia no puede llegar plenamente
a nosotros si no es por la Eucaristía. Ella es el medio
esencial y normal, portador de la gracia divina. La
Eucaristía, rodeada por los demás sacramentos, como
por canales de ella derivados, es el instrumento por
excelencia de la gracia, es como la condensación de to­
das las gracias.
Al orientarnos hacia Ella, María nos señala también
el sacerdocio y la Iglesia entera, con su jerarquía y su
culto, cuyo centro es la Eucaristía. Nos recuerda que
todas las gracias que la Iglesia distribuye, Ella las ha
merecido con Jesús y las distribuye con El, pero que
debemos pasar siempre a recibirlas de nuestra Madre la
Santa Igl'sia , lo qne no debemos olvidar jamás al diri-
giriios a nuestra Madre, la Virgen Santísim a...
El simbolismo de la Medalla, lejos está de agotarse.
¡Son tantas las bellezas de esta Epifanía mariana!
V il
LOS GLOBOS. — LAS ESTRELLAS. —
LA INVOCACION

LOS GLOBOS
En la primera aparición, Sor Catalina vió dos globos;
uno entre las manos de la Santísima Virg n, otro bajo
sus pies. Esos dos globos simbolizan el mundo. Pero,
la tierra es una sola, ¿cóm o puede, pues, estar entre
sus manos y, a la vez, bajo sus pies? En ello hay evi­
dentemente un misterio. Por la tierra, se entiende el
género humano que la habita. Y el género humano, co­
mo sabemos, está dividido en dos campos: la ciudad de
Dios y la ciudad del mal, la Iglesia de Dios y la Iglesia
de Satanás. Los globos representan, pues, esas dos ciu­
dad s.
El d> abajo, que la serpiente envuelve entre sus tor­
tuosos pliegues, es el mundo esclavo del demonio, encar­
nación del mal en. una parte de la sociedad humana,
•mundo maldito por Jesús y por el cual no ha querido
rosar, la víspera de su muerte.. El de arriba, .más redu­
cido, con una cruz sobrepuesta y reposando en manos
de María, simboliza a las almas fieles, miembros de
la ciudad de Dios.
María domina al mundo y lo tiene bajo sus pies. Sus
oíos, ora mirando a la tierra, ora levantados al cielo,
envían al mundo compasivas miradas de amor y, al
cie'o, súplicas ferviente. Sí, María, al ofrecer a Dios el
g/obo que tiene entre las manos, ruega también, mater­
nalmente, por aquel que se halla bajo sus pies. Sabe
q u ' todos los hombres, hasta los más culpables, son
sus hijos; los engendró en el Calvario, los ama, porque

_ 36 —
por todas ellos, Jesús, su líijo , murió. Refugio de peca­
dores, no puede abandonarlos, reza por ellos. Y, taii
poderosa su oración, que sus manos, pronto llenas de
gracias, — simbolizadas por los anillos de piedras pre­
ciosas que cubren sus dedos, se inclinan luminosas, para
derramar inapreciables tesares sobre el mundo pecador.
La divina misericordia, atraída por la oración de María,
se inclina también hacia este abismo de miseria qu3 es
nuestra pobre humanidad.
LAS ESTRELLAS
La Medalla Milagrosa tiene, en su reverso, una coro­
na de doce estrellas. ¿Qué significa esa corona? San
Juan, vió; en el Apocalipsis, una mujer coronada de
doce estrellas, vestida de sol, y teni.ndo la luna a sus
pus. Esa mujer es María. Esas doce estrellas son los
Apóstoles.
No es cristiano completo quien no posea el deseo de
salvar a sus hermanos. Las estrellas, a su man.ra, pre­
gonan la necesidad de ir •al encuentro de las almas
descristianizadas — desgraciadamente numerosas alre­
dedor nuestro— para conducirlas a la Verdad, a Jesús
y a María.
Finalmente, «sas hermosas estrellas, perdidas en la
inmensidad de los cielos nos hablan de ideal, de eter­
nidad. Nuestra pobre tierra es harto fea y triste. ¡Valor,
allá arriba, nos espera el Cielo!
LA INVOCACION
La contemplación de la Inmaculada nos reconforta
y, sin embargo, la vista de nuestra miseria que nos
hac& conocer el abismo infranqueable existente entre
Ella y nosotros ¿nos permitirá llegar hasta Ella? ¿P o ­
drá su dignidad inclinarse complaciente hacia nosotros
para disipar tanta tiniebla? El anverso de la Medalla
reanima nuestra confianza. Las letras de oro que nacen
y terminan a la altura de las manos maternales, llenas
_ 37 —
d(¡ gracias, y que rodean el busto de la Santísima Vir­
gen, como una aureola, nos invitan, por el contrario a
implorar a la Inmaculada, precisamente a causa de su
glorioso privilegio, pidiéndole el alivio de nuestros
males: “ Oh, María, sin pecado concebida, rogad por
nosotros que recurrimos a Vos” . Su Inmaculada Con­
cepción, en vez de hacérnosla inacc-sible, la acerca a
nosotros. Su belleza y su casi omnipotencia la hacen
sumamente compasiva. Pero, ¡cuidado! no olvidemos
nunca que nos socorrerá únicamente si se lo pedimos, si
le decimos: “ Rogad por nosotros qua recurrimos a Vos” .

LA SERPIENTE

Leemos en el Génesis: . “ Serpiente, pondré enemistad


entre ti y la mujer; ella aplastará tu cabeza y tú inten­
tarás herirla en el talón” .
María es esta mujer, anunciada desde el principio ae
los tiempos; en la Medalla la vemos dé pie, hollando
una serpiente verde y amarillenta. Sabemos muy bien
quién es esta Serpiente; es Satanás, el antiguo y eterno
enemigo de las almas. María,, como Reina poderosísima,
lo abate con toda la fuerza que ha recibido del Altí­
simo.
Sí, la serpiente es el demonio.
Es también la tentación; la tentación que se arrastra,
se infiltra, que acecha, que silba, fascina y se presenta
escondiendo su veneno; l.a tentación que, finalmente,
muerde en la oscuridad y mata a las almas. Los dos
enemigos, María y Satanás, luchan uno contra otro.
Por mucho que este último intente “ morderle el talón”
no lo logrará. Ella es la más fuerte.
Si estuviésemos solos, reducidos a nuestras propias
fuerzas, seríamos vencidos inevitablemente. Pero Dios
está con nosotros y, en definitiva, para el demonio, el
objeto de su odio no somos los ínferos humanos, dema­

— 38 —
siado pequeños para inspirarle otra cosa que un gran
desprecio.
Persigue a Dios, en sus criaturas. No puede atacarle
directamente y se encarniza sobre sus hijos, destinados
a ' ocupar allá arriba los lugares que su rebeldía dejó
vacíos. Dios, atacado en nosotros, se considera obligado
a darnos fuerza y gracia para resistir y jamás nos las
rehúsa.
A más da su gracia, siempre suficiente (¿ n o dijo a
San Pablo: “ Mi gracia te basta” ), nos da a María,
con su poder, a María, con su corazón de Madre, a
María, cuyo solo nombre, precipita a Satanás en des­
pavorida fuga.

— 39 —
VIII
PORQUE LA SANTISIM A VIRGEN HA CONFIADO
SU MEDALLA A LOS HIJOS DE SAN VICENTE
PAUL

En su carta pastoral del 18 de julio de 1897, el Car­


denal Richard anunciaba' a sus fieles diocesanos la
Coronación dt Nuestra Señora de la Medalla Milagrosa
en París, y les decía:
“ La aparición de la Medalla Milagrosa es el punto
de partida del gran movimiento que ha puesto de
maniliesto, en la Iglesia, la g-oria de la Inmaculada
Concepción” .
En su Auto episcopal del 15 de noviembre de 1903,
escribía:
“ No lo olvidemos, Dios ha querido que el gran movi­
miento que debía tener como resultado la proclama­
ción del dogma de la Inmaculada Concepción, empezara
en París, con la manifestación de la Medalla Milagrosa
a una humilde Hija de San Vic nte de Paúl” .
I Por qué se ha dignado Dios permitir que su Madre
se manifestara a los hijos de San Vicente, con prefe­
rencia a tantas otras familias religiosas más ilustres?
No cabe duda de que los obsequios de Dios, son skm pre
gracias, es decir, dones gratuitos; pero la Divina Pro­
videncia suele tener en cuenta los servicios prestados,
por pequeños y limitados que s an éstos, cuando re­
parte sus beneficios. Por ejemplo, la revelación del
Sagrado Corazón a Margarita María, parece una re­
compensa al amor que las religiosas de la Visitación
han siempre manifestado a N u s tro Señor. De la misma
manera, los Carmelitas han sido favorecidos con el

— 40 —
Escapulario y lös Dominicos con el Santísimo Rosario.'
Iso es pues temerario, pensar que Dios al gratifi­
car a la doble familia de San Vicente con la Medella
Milagrosa lia querido recompensarla porque ha conser­
vado intactas la Fe y la devoción de su Fundador en
el misterio de la Inmaculada Concepción.
Dos hechos permiten afirmar lo dicho.
Cuando Mgr. de Quélen, el día 1G de febrero de 1836,
ordenó una información jurídica acerca ds los hechos
sobrenaturales, origen de la Medalla, el Vicario Gene­
ral y promotor de la diócesis, M. Quentin, buscó tam­
bién, la causa de la elección de Dios.
“ No es en una orden contemplativa, cscribe, es en la
Casa Madre de esa institución tan útil a la humanidad,
es en la capilla que guardó largo tiempo los despojos
mortales de San Vicente de Paúl, donde tuvieron lugar
las apariciones. El motivo de esta preferencia puede
explicarse por la observancia de dos usos, fielmente con­
servados desde su origen entre las Hijas de la Caridad.
El primero es: hacer un acto de consagración a la
Santísima Virgen, todos los años, el día de su Inmacu­
lada Concepción. El segundo consiste en terminar cada
decena del rosario con una magnífica profesión de fe
en María concebida sin pecado, práctica que se usaba
hacía más de dos siglos, en el momento da la defini­
ción dogmática: el 8 de diciembre de 1854” .
líe aquí el texto de esta profesión de fe: “ Santísima
Virgen, creo y conficso vuestra Santa e Inmaculada
Concepción, pura y sin mancha. O purísima Virgen,
por vuestra pureza virginal, vuestra Concepción Inmacu­
lada, vuestra glorioN« cualidad de Madre de Dios, al­
canzadme de vuestro amado Ilijo la humildad, la ca­
ridad, una gran pureza <le corazón, cuerpo y espíritu,
la santa perseverancia en mi amada vocación, el don
de oración, una buena vida y una buena muerte” .
La segunda afirmación, procedente de la sede apos­
tólica, está consignada en el oficio litúrgico, consa­
grado a Nuestra Señora da la Medalla Milagrosa. La
sexta lección da Maitines indica, en efecto, que este
favor ha sido concedido a los Hijos de San Vicente
de Paúl “ por la fidelidad en seguir las enseñanzas de
su Padre, por la fe y el culto que siempre han dedicado
al misterio d¿ la Inmaculada Concepción” .
Ciertamente María ha querido, en 1830, dar a San
Vicente de Paúl y a Santa Luisa de Marillac, un testi­
monio de su maternal satisfacción, por haber inspirado
y fomentado en sus hijos una fe precoz hacia su Con­
cepción Inmaculada. Cuando contemplamos a la humilde
y desconocida novicia descansar sus manos, con tanto
abandono y candidez, en el regazo maternal de la San­
tísima Virgen; cuando se oye a María hablarle de la
Iglesia, de Francia y especialmente da su familia reli­
giosa, en términos tan afectuosos, con promesa de espe­
ciales bendiciones, se siente la necesidad de dar gran
crédito a las palabras dsl Santo Cura de Ars referentes
a las Hijas de la Caridad: “ Oh, cómo las ama María,
sus miradas están siempre fijas en ellas” .
Puede creerse también que, si María ha escogido la
Compañía de las Hijas de la Caridad como depositaría
de un tesoro tan precioso, ha sido porque, a causa de
su difusión prodigiosa, pus de llevar a todas partes y
hasta los confines de la tierra, el conocimiento y el
amor a su glorioso privilegio.
El eco de las confidencias que María dignóse hacer
a la humilde novicia, resonó armonioso y fecundo en
su doble familia religiosa. Se acrecentó el fervor, la
alegría en. el servicio de Dios y de los Pobres se multi­
plicó, atrayendo a las Hijas de la Caridad una floración
tal de vocaciones que hoy en día se encuentran espar­
cidas por el universo entero.
Esa Comunidad, en manos de María, se ha convertido
en una propagandista tan magnífica de la Medalla
Milagrósa que el Cardenal Parochi ha dicho da ellas
“ Con la Medidla Milagrosa, la piadosa creencia se
difundió en proporciones tales que, llegado el momento
de la definición dogmática, no había casi ni un lugar de
la tierra en donde no ;e invocara a María, concsbida
sin pecado. I/ii Medalla, repartida por doquier, había
popularizado ya la aanta creencia. El papel especial que
desempeñan Iuh I.»zaristas y las Hijas de la Caridad,
en la difusión de la. Medalla Milagrosa, «s una verda­
dera misión que el Cielo les ha confiado” .

49 -
0 INDULGENCIAS.
Recitando la oración: "Oh. María, sin pecado concebida, ro­
gad por nosotros que recurrimos a Vos” se gana una Indulgen-
diana de esta invocación rezándola durante un mes y con las
condiciones acostumbradas.

0 . .PEREGRINACION.
La capilla de las Apariciones, 140, calle del Bac. París (7o)
está abierta para el público, a ciertas horas del día. En ella
se venera el cuerpo de Santa Catalina Labouré.

9 FIESTA DE LA MANIFESTACION DE LA INMACULADA


VIRGEN MARIA DE LA MEDALLA MILAGROSA.
Esta fiesta se celebra el día 27 noviembre.
Cada año, del 27 de noviembre al 8 de diciembre, tienen lu ­
gar la novena solemne de la Medalla Milagrosa y de la In ­
maculada Concepción.

0 FIESTA DE SANTA CATALINA LABOURE.


Be celebra el día 28 de noviembre.

Q OBRA DE LA “ PROPAGANDA DE LA MEDALLA MILA­


GROSA.
La Obra de la "Propaganda de la Medalla Milagrosa” está
establecida en Buenos Aires. Cochabamba 1428, T. E. 23-0855,
Está encargada de difundir la Medalla Milagrosa en todo ei
orbe, para dar a conocer a todos, grandes y pequeños, el
tesoro confiada por la Santísima Virgen a su humilde Vidente,
de la calle del Bac.
Dicha Obra recibe, agradecida, el relato de las gracias innu­
merables, atribuidas a la Medalla Milagrosa (conversiones, cu­
raciones, protecciones, etc.).

(1) Y en la Parroquia de la Medalla Milagrosa (Curapall-


güe y Asamblea, T. E. 66 - 2065).
Los eclesiásticos, Ihh comunidades religiosas, pueden diri­
girse a la Propaganda do la Medalla' Milagrosa para pedir
medallas para las misiones parroquiales, triduos, retiros, etc.
Los señores Curs Párrocnu encontrará allí, estampas y medallas
para los recién nacidos <|in- bautizan en el decurso del año
(se les ruega indiquen upi o* (mudamente el número).

0 ASOCIACION DE HIJAS DIO MARIA INMACULADA.


Esta Asociación pedida por la .‘-iimtísima Virgen durante las
Apariciones de 1830, está oxLimilldii por el mundo entero. Tiene
por objeto la santificación dul ulma de las Jóvenes y su for­
mación completa para toda 1 1;1 (■ de apostolado. Su insignia
es la Medalla Milagrosa.
Pueden pedirse informe» pu n í In erección canónica de una
Asociación en Cochiibumlm Mllll, lluenos Aires.
P íd e n s e t a m b ié n o jc m p l i i i c i <ln mi R e v is ta m e n s u a l: "E L
E C O D E L A M E D A LLA M I!.A G U O S A ” .

0 LA ASOCIACION DI', LA MI ■>ALLA MILAGROSA.


La Asociación de In »ant.u Medalla rn honor de la Inmaculada
Concepción ha sido aprobada por ü. 8. rio X, en virtud de
un Rescripto del 1(1 Ue dlclcmljio do 1D08 y de un Breve apos­
tólico, fecha 8 do Julio de 1DU0.
Esta Asociación está establecida como un memorial vivo
y perpetuo de la Manifestación de la Inmaculada Virgen María
en 1830, cuya fiesta se celebra cada año el 27 de noviembre
aniversario del día en que la Santísima Vírgen ha dado a
conocer el modelo de esta Medalla. Repartida pronto por todo
el orbe, ha recibido el nombre de Milagrosa, a causa de los
prodigios sobrenaturales (conversiones, protección, curacio­
nes) que cada día se operan por medio de la Medalla.

0 ¿CUAL ES EL FIN DE LA ASOCIACION?


Dar a María concebida sin pecado el honor que le es debido,
mediante un trabajo doble, de santificación personal y de apos­
tolado: la Medalla es a la vez modelo y socorro, merced al
símbolo que representa y a la virtud a ella vinculada.
9 ¿QU& CONDICIONES SON NECESARIAS PARA INGRESAS
EN ELLA?
Todos los fieles pueden hacerse miembros de la Asociación
de la Medalla Milagrosa y participar de sus privilegios a condi­
ción de ponerse, de preferencia colgando del cuello, la Medalla
bendecida e impuesta por un sacerdote que haya sido autori­
zado. Pídase ese poder al Superior General de los Sacerdotes
de la Misión, 95, calle de Sèvres, Paris (S3), indicando el nom ­
bre del sacerdote que la solicita. (En Buen03 Aires, el S . P.
Visitador; Cochabamba 1467).
No se requiere ninguna otra obligación, pero se ruega enca­
recidamente a los asociados, que reciten cada día. a lo menos
tres veces; Oh, María, sin pecado concebida, rogad por nosotros
que recurrimos a Vos.

9 ¿QUIEN DIRIGE,LA ASOCIACION?


El Director General y peupetuo de la Asociación es el Supe­
rior General dfe los Sacerdotes de la Misión y de la Compañía
de las Hijas de la Caridad,
La Asociación puede erigirse canónicamente en cada diócesis
que lo pida. Los Directores diocesanos designado por los Ordi­
narios respectivos, dirigen la Asociación, según las leyes y las
costumbres que le son propias bajo la única autoridad del
Director General.
Es incumbencia de los Directores dioeesanos, por ejemplo,
hacer que se celebre con toda solemnidad, la fiesta del 27
de noviembre, propagar la Medalla con motivo de una misión
parroquial, de unos Ejercicios Espirituales, etc., e Intensificar,
por todos los medios que crean posibles, el culto de Nuestra
Señora de la Medalla Milagrosa,
En París, la Asociación diocesana ha sido establecida en la
Capilla de las Hijas de la Caridad. 140, calle del Bac, por su
Eminencia el Cardenal Amette.

0 INDULGENCIAS DE LA ASOCIACION.
a) Las indulgencias y privilegios de que disfruta la Asocia*
ción del Escapulario de ,1a inmaculada Concepción, vulgar^
mente llamado “ el Escapulario azul”

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O) Una indulgencia plenaria, día de la recepcíó», dtirauté
las fiestas de las dos Pascuas y en la festividad de la Inmacu-
lada Concepción.
c) Las indulgencias plenarias de las fiestas de la Congre­
gación de la Misión (San Vicente de Paúl. etc.).
d) Una indulgencia parcial de 300 dias. recitando la Invo­
cación: “ Oh, María, sin pecado concebida” ., y una indulgencia,
plenaria si se repite diariamente y con devoción esta invo­
cación durante un mes; con las condiciones acostumbradas
esta concesión es para todos los fieles sean o no miembros de
¡a Asociación.
e) Una indulgencia plenaria el 27 de noviembre, fiesta prin­
cipal de la Asociación, con las condiciones ordinarias y visi­
tando una iglesia o capilla de los Sacerdotes de la Misión o de
las Hijas de la Caridad.

9 IMPOSICION DE LA MEDALLA.
Los primeros sábados de mes, a las 16 horas, en la Capilla
de las Apariciones, un sacerdote recibe a los fieles en la Aso­
ciación imponiendo la Medalla a las personas que lo deseen;
esta ceremonia tiene lugar también todos los dtas después de
la Bendición, durante la novena del 27 de noviembre al 8 de
diciembre.

En Buenos Aires: Parroquia de la Medalla Milagrosa (Cura-


paligüe y Asamblea) y en todas las Casas de las Hijas de la
Caridad.

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Tall. Gráf, "San Pablo” , S. ß . L., Bm í

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