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ARTÍCULO DE REVISIÓN
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Resumen
Palabras clave: derecho al campo, Davis, lucha por la tierra, Tolima, violencia.
Abstract
This review article problematizes the right to the field and the violation of it as a social,
geographical and political phenomenon in the context of La Violencia (1948-1953), all in the
peasant self-defense nucleus of Davis, a village in southern Tolima. Thus, among the main
findings of the investigation, a partial reconstruction of the genesis and mutations of the
peasant social movement in Tolima, during the first period of violence in the second half of
the 20th century, is identified. In addition, it is possible to broaden the panorama of the
history of the FARC, the State and other actors in the Colombian conflict, overcoming
reductionisms that have once been handled on the war in the territories from, for
example, public opinion, power, etc. The inquiry allows the construction of geohistorical
interpretations of the right to the countryside in a country that has been at war for the
last seventy years.
Keywords: right to the field, Davis, struggle for land, Tolima, violence.
Introducción
En los últimos cincuenta años ha venido aconteciendo lo que Henry Lefebvre (1970)
llamó la revolución urbana, proceso que se ha expresado en la emergencia de ciudades
1 Ejercicio de indagación que surge como resultado de un trabajo transversal de investigación,
realizado en el período académico 2021-1, en el marco del curso Introducción al trabajo científico,
adscrito al programa de pregrado en Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, sede
Bogotá.
2 Estudiantes de primer semestre del pregrado en Geografía, Universidad Nacional de Colombia, sede
Bogotá.
monstruosas, cuyo desarrollo urbanístico e inmobiliario no tiene parangón, así como el
flujo migratorio que, de forma voluntaria y mayoritariamente involuntaria, han tomado
millones de personas hacia los centros “modernos” de las nuevas ciudades. Estas
transformaciones han constituido un campo de discusiones y de intereses académicos que,
tanto en la geografía cuantitativa de los años cincuenta, como en la geografía radical de
los sesenta y setenta, han tomado mucha fuerza en las investigaciones que se plantean y
realizan en las universidades, centros especializados y pueblos de todo el mundo. Bajo esta
dinámica de lo urbano, ha emergido una categoría muy importante para preguntarse por el
lugar de los ciudadanos en el espacio que habitan: esta es el derecho a la ciudad y uno de
sus principales exponentes teóricos es David Harvey. 3
En esta vía, las luchas por el derecho a la ciudad configuran un debate que en los
últimos años ha tomado una fuerza sin precedentes en los barrios, veredas y comunidades
principalmente urbanas, es decir, se ha venido estableciendo una tendencia académica hacia
el estudio de los fenómenos de las ciudades por el momento actual del capitalismo, el cual
se ha venido preocupando por producir el espacio urbano de forma mucho más cercana y
“visible” a la mayoría de las personas que han migrado. Por tanto, continuar realizando
análisis rigurosos, críticos y amplios es un deber de todo investigador en geografía, más aún
por las injusticias territoriales que se siguen presentando en las principales manchas
urbanas, en términos de contaminación, justicia ambiental, etc. No obstante, con el ascenso
del derecho a la ciudad como categoría privilegiada, se ha presentado un descenso
investigativo de la categoría del derecho al campo en los análisis geográficos, no hasta el
punto de desaparecer, por supuesto, pero sí hasta ser consumida por la problemática
urbana.
De allí surge esta idea por retomar la categoría de derecho al campo, analizando
las luchas por la tierra que se dieron en el Tolima en el primer período de La Violencia
(1948-1953), precisamente en el caso del núcleo de autodefensa liberal-comunista del Davis en
el sur del departamento. Sin embargo, la intención también se centra en acercar esta
categoría como un elemento valioso para el análisis de los fenómenos espaciales e
históricos que se siguen presentando actualmente en el país y el resto del mundo, porque la
tierra sigue y continuará siendo uno de los ejes de las luchas sociales en las civilizaciones
que cohabitan el planeta hoy.
¿De qué manera se dio la configuración histórico-geográfica del Davis como núcleo de
resistencia ante las dinámicas bipartidistas y estatales que violaban el derecho al campo en
el departamento del Tolima durante el primer período de La Violencia (1948-1953) en
Colombia?
Metodología
Resultados y discusión
Debido a la gran cantidad de discusiones que orbitan la cuestión del campo, la tierra
y en especial el inicio de la guerra en Colombia, conviene distribuir las discusiones de los
autores en tres grandes bloques. De un lado, aquellos que consideran las décadas
posteriores a la segunda guerra mundial un período conflagratorio por la ruptura
socioespacial que empezó a darse entre ciudades y amplios campos, espacio y tiempo en el que
las violencias no se hicieron esperar y, como en el caso del sur del Tolima, emergieron
luchas campesinas en la defensa de su territorio, para este apartado puede hablarse de una
subcategoría llamada: revoluciones campesinas (Bejarano, 1983; Santrich & Granda, 2008;
Loaiza, 2012; Hernández, 2012).
Como tercer gran bloque de discusiones, aparecen dos actores que difícilmente
habían sido protagonistas en las revisiones de los documentos anteriores, estos son, por un
lado, los pueblos indígenas del Tolima, así como de otras regiones y, las mujeres campesinas
como partes activas de los procesos históricos presentados en la temporalidad y
localización estudiada (Escobar, 2016; Ospina, 2018; Moreno, 2020). Pese a no tener una
numerosa cantidad de documentos sobre estos actores, es muy sustancioso el análisis de sus
papeles sociales a la luz de las categorías, como en el caso del derecho al campo. Cabe
preguntarse: ¿cuál es el derecho al campo del indio Tolima o del indio pijao a mediados del
siglo XX, así como de mujeres campesinas con múltiples orígenes que, ni siquiera tenían
derecho al voto en aquella época? ¿Qué lugar tenían destinado estas comunidades y
actores individuales a la luz de un país al borde del colapso?
“hasta fines de los años sesentas, la historia agraria del país fue ante todo una historia
institucional en el sentido de que tanto la dinámica del sector agrario como las
relaciones de trabajo (o de producción, como les gusta decir a los ortodoxos) en el
campo, las formas de explotación inherentes a estas (tanto para la época colonial como
para el desconocido siglo XIX), se concebían y examinaban a partir de las instituciones
coloniales o de su disolución. Resultaba así que la encomienda, la mita, la esclavitud o
el concierto agrario, por fuerza de su evolución en tanto que instituciones y de cierto
modo por fuerza del contexto de la estructura productiva, acababan explicando
tanto la formación de campesinado como las relaciones de trabajo y aun la
conformación misma de la economía.”
Este escenario fue caldeando también una serie de inconformidades entre las comunidades
campesinas frente a los gobiernos, que se fueron organizando ante la necesidad de una
reforma agraria que aboliera, reestructurara y mejorara las condiciones semifeudales
con las que vivía -y en cierto modo, sigue viviendo- el campo andino colombiano, por no
mencionar las particularidades y miserias de otras zonas del país. Todas estas condiciones
se venían generalizando desde siglos atrás, sin embargo, las nuevas dinámicas del país y las
luchas sociales campesinas llevadas a cabo por Juan de la Cruz Varela en el centro del país,
incentivaron la lucha a lo largo y ancho de la nación, de lo cual el Tolima no sería una
excepción. En este punto existe gran complejidad de procesos, sin embargo, es importante
analizar ese carácter de persecución conservadora que desde mediados de la década del 40
se venía gestando, luego del segundo gobierno de Alfonso López y la llegada de Mariano
Ospina Pérez, con lo cual, se intensificó la persecución y violencia conservadora.
“El gobierno del presidente Ospina Pérez busca imponer la presencia del Partido
Conservador en todo el país, así como establecer el orden en las regiones con influencia
liberal, por lo que, “quien no estuviera de acuerdo con el gobierno era calificado de
comunista y elemento peligroso para la seguridad de las instituciones y como tal debía
ser perseguido.” (Loaiza, 2012. p. 18)
A finales de los cuarenta, con el asesinato de Gaitán intensificó la conservatización del país
a sangre y fuego. Lo cual conllevó a la conformación de núcleos de autodefensa en varias
haciendas del Tolima, debido a que la violencia contra la mayoría de los pueblos liberales
había sido implacable en aquellos municipios, veredas, corregimientos y caseríos. Hacia 1950,
Manuel Marulanda y otros liberales con tendencias comunistas fueron expulsados de sus
territorios en el norte del departamento o incluso en zonas limítrofes, como Caldas,
Quindío, oriente del Valle del Cauca, entre otros. Santrich & Granda (2008) observan una
dimensión espacial que se fue consolidando poco a poco, con la llegada de más liberales y
comunistas a la hacienda, es así que,
“En el Davis los guerrilleros y las familias conducidas por el Partido Comunista
organizaron su campamento al principio penoso, con una escuela sin maestro, una
enfermería sin enfermero..., puestos de guardia y todo un orden impecable en medio de la
miseria. En esas tierras iniciaron la siembra de cultivos y de sueños, y hasta ahí llegó
Isauro Yosa, fue acogido con alegría y vinculado al Estado Mayor Unificado, desde
donde jugaría un destacado papel en la consolidación tanto del desarrollo material
como ideológico del Comando. El sitio se convirtió en poco tiempo en lugar de unidad y
armonía entre liberales y comunistas.” (p. 1)
En el marco de todas estas dinámicas de emergencia autodefensiva del Davis como espacio o
vereda para la supervivencia y organización de las facciones liberales comunistas se fueron
desarrollando las bases de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Pese a que su
fundación estaría marcada hacia 1964 por los ataques del gobierno de Guillermo León
Valencia y la intensificación de los combates con el ejército nacional en las repúblicas
independientes.4 Finalmente, serían las disputas internas entre liberales moderados,
radicales y comunistas pro-soviéticos y pro-maoístas las que terminarían por deshacer el
núcleo de organización campesina en la misma década de los cincuenta. (Hernández, 2012. p.
83) Todo este devenir histórico marca la década de mayor actividad del Davis y su
transformación como catapulta guerrillera hacia la edificación de un movimiento
campesino alzado en armas.
2) Orígenes amplios del conflicto desde una perspectiva previa y posterior al Frente
Nacional
“El conflicto armado comienza con la Violencia. Y la Violencia está asociada a dos
factores originarios que se influyen mutuamente: el control sobre la tierra y sobre el
Estado, sobre todo a partir de la subida del precio del café, y los presupuestos de gastos
de los gobiernos aumentan considerablemente. El telón de fondo es el enriquecimiento
desbordado de EE. UU. después de la Primera Guerra Mundial.” (p. 1)
Esta línea temporal propuesta por Alfredo Molano es mucho más amplia que aquella,
usada con gran frecuencia por la historia oficial del país, que asegura que el conflicto
colombiano se remite al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán como hecho conflagratorio de
todas las luchas, tanto armadas, como civiles en lo posterior. Por otro lado, Fajardo
(2014) presenta un análisis que se puede articular con los aportes de Molano en la medida en
que
4 Para ampliar este panorama de las repúblicas independientes en la década de los sesenta, véase
Sergent (1965).
como una etapa en la cual comienza a tomar cuerpo una fase nueva en el
desenvolvimiento de la sociedad colombiana, marcada por el ingreso de masivas
inversiones norteamericanas, tal como en su momento lo percibieron varios autores,
si bien todavía se encontraba encuadrada dentro de moldes del siglo XIX, que sufren
mayores rupturas con la crisis de 1929.” (p.p. 6-7)
De esta perspectiva emergen elementos para contrastar o articular con las miradas de
aquellos autores que sostienen el problema de la tierra, sin embargo, como un hecho
presente en la década de La Violencia (50-60), es decir, no sería un rasgo estructural de la
historia colombiana del todo, sino que tiene rasgos coyunturales muy acusados y otros de
mayor duración, rozando las estructuras sociohistóricas de Colombia como proyecto de
nación. Además, sobresale el papel internacional, y esto constituye también un elemento de
análisis importante para ejercicios investigativos posteriores, debido a la intención que en
buena parte de las investigaciones del conflicto se tornan muy ligadas a lo local, nacional,
dejando un poco de lado el papel internacional en la guerra extensa que ha vivido el país.
“En este mismo período se intentó establecer una tipología de la violencia, indicando
que esta no se podía reducir a una sola forma genérica, sino que era un complejo
fenómeno en el que se interconectaban diversos aspectos: "En primer lugar, figura
una violencia en algún modo tradicional, bandolerismo de naturaleza endémica que
se vive sobre todo en las regiones del país de más difícil acceso", y donde los
bandoleros se reclutaban entre los perseguidos y evadidos de la justicia, incluyendo
menores de edad. Esto apuntaba a captar la expresión más directa de violencia a
comienzos del Frente Nacional.” (p. 284)
En palabras del gobierno colombiano, la violencia fue engendrada por los bandoleros de
las montañas y los campos del país. Tal cual como lo decía Guillermo León Valencia en una
alocución de 19655, y se debía pacificar el país, aunque eso significara masacrar a la mayoría
del pueblo colombiano. En esto, se pone de manifiesto el carácter salvaje de un estado débil
y con instituciones que no son suficientes para mantener el control nacional. Este
fenómeno, incluso, es palpable al o largo de la historia reciente y en la actualidad, sin
embargo, es un tema que no concierne a estas páginas, aun cuando constituye un horizonte
investigativo fundamental.
Ahora bien, hay una mirada interesante desde el autor Lukas Rehm (2015), que
agrega a actores paraestatales a la discusión, estos aparecen en ese proceso de pacificación de
los territorios controlados por las guerrillas liberales, incluyendo claramente al
departamento del Tolima, que
“había conservado mayorías liberales, a pesar de las luchas armadas anteriores. Por
ello, los dirigentes políticos empleaban sobre todo a exguerrilleros liberales que
permanecían leales al sector oficialista del Partido Liberal, y que no luchaban
contra la coalición con los conservadores para mantener el orden público en las
zonas rurales consideradas como márgenes del Estado. En estos, el Estado se hizo
presente de manera violenta, a través de grupos irregulares paraestatales.” (p. 45)
Por un lado, Escobar (2016) y Ospina (2018) se refieren a la cuestión indígena y a las
memorias campesinas como nicho de investigación para la geografía, respectivamente. Así las
cosas, es importante rescatar dos elementos, por un lado el carácter de concentración que
ha tenido el campo y, en lo cual el conflicto interno colombiano ha dificultado aún más
cosas, generando mayores dificultades para el acceso a la propiedad por parte de los
sectores con peores condiciones económicas, máxime aquellos que han estado
históricamente relegados como parte de la voluntad colonial que persiste en los estados
nacionales que se ha venido erigiendo desde el siglo XIX. Escobar (2016) considera que,
“En este contexto de concentración y disputa por la tierra, los grupos indígenas han
defendido su territorio en medio de fuertes procesos de represión que a lo largo de
la historia han sido asumidos por diferentes actores: conquistadores, colonos,
fuerza armadas estatales y paramilitares; quienes disputan los territorios con
propósitos, no solo de concentrar la tierra, sino de intervenir en ella para la
acumulación económica y el despliegue del poder territorial, es decir, por su
territorialidad.” (p. 4)
Para los pueblos indígenas, que en buena medida han sido borrados de la historia de
Colombia, es fundamental realizar ejercicios de memoria histórica como apuesta política,
tanto desde escenarios universitarios como desde lugares de reunión ancestral, etc. El
papel de los pueblos indígenas ha estado tan alejado del foco académico en la época de la
violencia que, es difícil sacar conclusiones más allá de lo campesino, por tanto, constituye
un campo de indagación muy incipiente, al menos desde el campo geohistórico; representa un
reto para las ciencias sociales, buscando ampliar las voces que narran, que cuentan sus
historias, como en el caso del Davis.
Esta apuesta por geograficar las memorias campesinas constituye una alternativa a ese
aparente olvido o borrón de la historia para ciertos procesos campesinos, indígenas y de
comunidades históricamente marginadas, explotadas, olvidadas. De otra parte, el lugar de
las mujeres no ha sido mejor tratado por la historia oficial. No solo se ha negado el rol
protagónico maquillando la experiencia guerrillera con algunas mujeres comandantas,
como en el caso de Mariana Páez o, en Chiapas de Ramona, entre otras mujeres. Incluso,
como se verá, los procesos revolucionarios están cargados de grandes pesos patriarcales y
machistas, aun cuando prometen la liberación de otras formas de dominación. Al respecto,
Moreno (2020) observa que, en contextos de guerra o de violencia política,
“se puede entonces considerar que la relación entre la violencia y la mujer es una
relación de instrumentalización en la que, por razón del género, sobre la víctima se
establecen conductas, patrones y formas distintas de vejación o victimización por el
solo hecho de ser una mujer y de esta forma, se crea un discurso social, en el
contexto del conflicto armado, en el que queda establecido una especie de código
sobre las consecuencias que para las mujeres acarrea el hecho de que, por diversos
motivos, queden a merced de sus victimarios lo que a su vez constituye un método de
control social.(…) Para las mujeres del sur del Tolima, su casa, su terreno, su
vereda, fueron muy importantes, porque fueron el espacio donde creció y formó su
propia familia, donde tuvo muchas experiencias importantes y algunas dolorosas en
esta época de la Violencia.” (p.p. 52-53)
En tal sentido, las mujeres cumplen un rol secundarizado en el marco de estas luchas
sociales, al menos en la experiencia del sur del Tolima entre 1948 y 1953 como primera etapa
de La Violencia. Lo cual invita a preguntarse por las violaciones del derecho al campo que
van más allá de la propiedad física de la tierra, lo cual trasciende las dimensiones
simbólicas y familiares más marcadas en unas culturas tolimenses bastante marcadas por el
machismo. Cabe preguntarse, entonces, ¿quiénes eran las personas propietarias de las fincas
y principales entes de control en cada una de las actividades y decisiones que se tomaban
con respecto a las hectáreas del campesinado antes de la irrupción criminal de la
oligarquía conservadora?
Conclusiones
Con este corto, pero sustancioso recorrido investigativo es posible, lejos de toda
presunción, formular algunas ideas que, ya se han venido esbozando en páginas anteriores,
pero aquí se tratarán de puntualizar. De igual forma, dejar planteadas las falencias de la
indagación y algunas recomendaciones para ejercicios de producción de conocimiento
posteriores.
El otro punto para considerar va en la misma vía del primero, ya que se logró
retomar de una manera relativamente profunda la categoría principal del proyecto de
investigación: el derecho al campo. Y, de forma más específica, de cómo ha sido vulnerado a
lo largo de la historia contemporánea del país. Finalmente, el derecho al campo, así como
el resto de las categorías no se agotan en hecho pasados, sino que es posible -y necesario-,
continuar ubicando el análisis del campo y del derecho a este, así como a la tierra digna, a
la paz fuera de los centros urbanos y a la autodeterminación desde cada uno de los
territorios. Así pues, establecer nuevas formas de enfocar estos asuntos, en definitiva,
constituye una tarea y un compromiso político para la disciplina geográfica desde todas
sus ramas, así como para la formación cada vez más crítica y autorreflexiva de geógrafos y
geógrafas en la academia actual.
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