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El aprendizaje colaborativo, por otro lado, parte de una metáfora del aprendizaje como
participación, que tiene una importante vertiente originada en el trabajo de Vygotsky y
en sus planteamientos sobre la mediación de la acción orientada a objetos o motivos a
través de instrumentos (Vygotsky, 1995). Esta línea teórica fue continuada por
Leontiev, quien propuso que una actividad es un esfuerzo estable, coherente,
relativamente de largo plazo, dirigido a una meta o a un objeto identificable, y sólo
puede entenderse en un contexto situado histórica y culturalmente (Barab, Evans y
Baek, 2004). Posteriormente, Engestrom (1999) propuso que la teoría de la actividad
implica un esquema de relaciones entre el sujeto, individual o grupal, orientado a
transformar algún objeto, expresado en una meta, propósito o motivo, utilizando
herramientas construidas cultural e históricamente, y todo esto ocurre en una
comunidad, que por convención plantea reglas o normas a seguir, y la actividad se
realiza mediante una división del trabajo, como forma de organización para cumplir con
los resultados esperados. La teoría que considera estas influencias socioculturales en
el aprendizaje da soporte a una importante porción de la investigación acerca del
aprendizaje basado en las interacciones colaborativas.
En este tipo de estudios, los investigadores han planteado que la colaboración puede
ser determinante en el fomento del aprendizaje. Existen diversos marcos teóricos que
fundamentan esta aseveración y entre ellos destacan: posturas cognitivas que plantean
que las participaciones de compañeros en los ambientes de CSCL favorecen el
aprendizaje debido a la explicitación de elementos de conocimiento individual
(recuperación de la memoria), y a la reorganización consecutiva de elementos de
conocimiento en el curso de la interacción social (Henri, 1992; Schellens y Valcke,
2005). Otra influencia teórica es el constructivismo social, que argumenta que el CSCL
es un proceso de construcción de conocimiento donde el significado es negociado y el
conocimiento es co–construido por parte del grupo de estudiantes. En este enfoque se
propone que la interactividad colaborativa es la totalidad de mensajes interconectados
y mutuamente responsivos (Gunawardena, Lowe y Anderson, 1997). Tanto en las
posturas cognitivas como las constructivistas sociales se reconoce la importancia de la
interacción en el aprendizaje colaborativo (Gunawardena, Lowe y Anderson, 1997;
Pena–Schaff y Nicholls, 2004).
Zhu (1996) propuso otro modelo basado en teorías del desarrollo cognitivo y el
aprendizaje constructivo social, cuyos fundamentos teóricos se derivan de Vygotsky, y
suma la noción de pensamiento reflexivo de Dewey. Zhu dividió la interacción social en:
vertical, cuando los miembros del grupo se concentran en buscar las respuestas de los
miembros más capaces, e interacción horizontal, cuando los miembros expresan sus
ideas y no esperan una respuesta correcta autoritaria del grupo.
CARARCTERISTICAS:
Interdependencia positiva
Interdependencia positiva
http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S1405-66662010000400011
Colaboración cultural
Aunque la mayor parte de la bibliografía cuando habla sobre colaboración dentro de la
investigación, hace referencia a colaboración entre investigadores e instituciones, no es
el caso que ahora nos atañe. La colaboración cultural se refiere a colaboración entre
investigadores, individuos a estudio y posibles colaboradores internos o informadores-
clave. Algunos autores afirman que el "equipo ideal de investigación" está formado por
colaboradores o informantes internos y externos al grupo estudiado 11, mientras que
otros corroboran que incluir a miembros de la misma cultura que la población a estudio
y tratarlos de forma igual dentro del equipo de investigación es esencial si se quiere
conseguir tener credibilidad, sensibilidad y crear una investigación transcultural. El
problema surge cuando nos planteamos quién o quiénes son las personas más idóneas
para ser incluidas, ya que las comunidades no son entidades homogéneas, sino que
tienen subgrupos y líderes que sólo representan a un segmento de la comunidad.
Aunque normalmente se suele escoger a las personas más representativas de la
comunidad o a aquellos que se comprometen a participar, en la mayoría de los casos
quedan a un lado grupos minoritarios como: mujeres, niños y otros tipos de población
vulnerable. El investigador debe ser consciente de estos problemas y encontrar
soluciones para incluir también a estos grupos, siempre con la finalidad de encontrar
una muestra representativa. Otra de las posibles cuestiones es hasta qué punto
participa el grupo dentro de la investigación. La colaboración con la comunidad puede
ocurrir a varios niveles. Rifkin (1986) describió cinco niveles de colaboración con la
comunidad12 que podrían aplicarse al proceso de investigación:
1º la gente participa de forma pasiva.
2º la gente participa activamente manteniendo el proyecto de investigación, aparecen
informadores clave, colaborando con el investigador: dando referencias de
participantes potenciales o realizando el feedback de la información una vez se ha
desarrollado el estudio.
3º el grupo participa en la implementación del proyecto una vez ha sido concebido y
diseñado por el investigador. Aquí los miembros del grupo formado actuarían como
entrevistadores a las órdenes del investigador principal.
4º el grupo participa monitorizando y evaluando el proyecto.
5º el grupo colabora en todos y cada uno de los pasos a seguir durante el desarrollo del
proyecto, es decir, desde que aparece la pregunta de investigación hasta el propio
análisis de la información.
El investigador siempre debe especificar con qué tipo de colaboración cuenta a la hora
de comenzar con un proyecto. Por supuesto, existen múltiples ventajas en el hecho de
implicar enteramente a la comunidad dentro del trabajo: aumenta el acceso a la
comunidad de estudio, se da una mejor identificación de entrevistadores potenciales,
un análisis más válido, la interpretación de la información más fidedigna y una extensa
difusión de los resultados13. Por otra parte también existen desventajas sobre la
colaboración cultural dentro de la comunidad como: posibles conflictos internos, bajo
interés o escasos recursos, así como falta de validez de determinadas cuestiones
cuando los miembros de la propia comunidad se emplean como entrevistadores. Por
tanto, la colaboración con la comunidad no es fácil y precisa estar basada en un claro
contrato de beneficios tanto para la comunidad como para el propio investigador,
situación a la que Enfermería se encuentra acostumbrada a la hora de aplicar
determinados cuidados centrados en técnicas que hasta cierto punto podrían
considerarse invasivas y ante las cuales se establecen relaciones tipo pacto con los
pacientes.