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“LA IMPORTANCIA DEL OTRO”

Una reflexión sobre el estudio nacional:


“Prevención y consumo de drogas en estudiantes de secundaria 2005”

por Leopoldo Caravedo Molinari

“El tiempo del alma no es el mismo que el tiempo del mundo,


pero la forma en que hablamos de él revela
una parcela del alma y la ubica en el mundo.”
Mary Main (lingüista)

He recibido de DEVIDA el honroso encargo de comentar la encuesta nacional que,


sobre el consumo de drogas en estudiantes de secundaria, ha realizado en el año
2005, junto con organizaciones como la Oficina de las Naciones Unidas contra las
Drogas y el Delito, la Comisión Interamericana del Control del Abuso de Drogas y el
Ministerio de Educación.

Una de las razones por las cuales me propusieron este encargo, es precisamente
porque no soy epidemiólogo. Es decir, no soy un experto en desmenuzar datos
estadísticos o en hacer complejos procesos matemáticos que nos permitan
atestiguar hipótesis o formular evidencias. Solamente soy un clínico, un profesor
universitario que escucha historias, que comparte inquietudes, que intenta
interpretar el pensar y el sentir de los seres humanos. En suma, un ciudadano
preocupado por mi país, por su futuro, y por lo tanto, por nuestro presente. Me
interesan las formas del vivir, las maneras como nos relacionamos, y el impacto
que todo esto puede tener sobre nosotros.

Si el proyecto de la humanidad es encontrar formas de mejorar la calidad de vida,


de promover la capacidad de pensar y estimular la libertad de pensamiento, de
permitir la satisfacción de concluir proyectos y favorecer la realización del ser

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humano, el consumo de drogas, siendo un asunto de la humanidad, es
precisamente el medio por lo que todo aliento de lo humano se anula.

En este sentido, una encuesta que nos permita ver el estado de la situación del
consumo de drogas en los jóvenes estudiantes, nos está abriendo la puerta para
visualizar un futuro posible, al mismo tiempo que nos invita a crear las
condiciones para hacer viable un devenir entre nosotros.

Llama la atención del instrumento utilizado, su sencillez y al mismo tiempo su


profundidad. A través de preguntas aparentemente simples vemos cómo se va
construyendo un mapa complejo de la situación del consumo de drogas en el grupo
estudiado y de los factores que intervienen.

¿Cuál es la situación actual del problema en el país? ¿Cómo perciben los jóvenes
la problemática? ¿Qué factores están asociados al consumo? ¿Cómo y qué hacer
después? Es decir, ¿cuál es la demanda de ayuda? EL documento es claro y
accesible, para ser comprendido por quienes no somos especialistas en la
metodología. A partir del momento en que se haga público, se convertirá –creo
yo- en un documento obligado para contrastar y en referente para aquellos que
quieran comprender no sólo a los jóvenes que consumen, sino a la población
estudiantil en general.

Al ser un instrumento que se ha aplicado también en la subregión andina y en


Chile y Uruguay, nos permitirá contrastar políticas, proceso y efectos de las
acciones que se emprenden entre los diferentes países y sociedades.

Es mi intención destacar los factores relacionados al consumo de drogas, pero


quisiera hacer algunas puntualizaciones respecto al panorama que nos muestra el
resultado de la encuesta.

En relación al consumo, 6 de cada 10 alumnos afirman haber consumido drogas, y


para el último año, esta cifra aumenta a 1 de cada 2. 32 de 100 mencionan haber
consumido alcohol y 9 de 100 alguna droga ilegal. Estas cifras son a mi entender

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una señal de alerta de que las drogas -las sustancias tanto lícitas como las ilícitas-
amenazan instalarse en la vida adolescente.

Si bien el ser humano necesita esparcimiento, diversión, superar las tristezas y


aspirar a la alegría, los medios para lograrlo están en muchos lados, son diversos y
no necesariamente artificiales. El mandato que el discurso social formula
explícita o implícitamente sobre la felicidad, ha generado una obsesión por
alcanzarla a cualquier precio, apareciendo las drogas como una vía rápida. Y este
mismo discurso social ha generado al respecto una trampa, pues ha terminado
creando una división entre los tipos de drogas, que por ser tranquilizadora muchas
veces oculta y distrae el tema de cómo nos vinculamos con ellas; me refiero a la
división entre sustancias legales, ilegales y médicas. Poco a poco se ha ido
creando “el mercado de la felicidad”: sistemas delivery, acceso al producto,
oferta de sustancias, etc. Creado el mercado, se podría decir que, en adelante,
se trata de buscar atender y satisfacer dicho “mercado de la felicidad”.

¿Están los jóvenes, como los adultos, en la antesala del desconcierto más grande
respecto a lo que puede ofrecerles alivio, consuelo, placer, realización?

Por todo esto, yo valoro particularmente en este estudio, el que se destaca la


importancia de los vínculos, de las relaciones interpersonales así como del entorno
en los derroteros del sufrimiento humano. Los adultos que acompañamos la vida
de los jóvenes, no sólo somos importantes -como el sentido común nos lo podría
señalar-, sino que influimos significativamente en el consumo.

El que los padres se involucren o no en el desarrollo de los hijos, está asociado


directamente -como muy bien se señala en el estudio- con el consumo de
sustancias licitas e ilícitas. Mientras los padres se involucran menos, el consumo
es mayor.

Por otro lado, el estado civil de los padres también aparece ligado
significativamente; tanto así que, en los hogares en donde los padres están
separados o divorciados, el consumo de los jóvenes es mayor que en el de los que
son casados o convivientes.

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Curiosamente, si bien en los hogares de padres solos el consumo es ligeramente
más alto que en los que conviven o están casados, no lo es de un modo
significativo. Este y otros datos de la convivencia familiar (padre-nueva pareja /
madre-nueva pareja, etc.) estarían hablando de cómo el tipo de relación de
pareja o afectiva del o los padres es muy importante. Bowlby, ya hace muchos
años, nos enseñó cómo las formas de apego se constituían en una especie de
“guiones para las relaciones”. Desde el apego seguro al desorganizado transitan
las formas de vínculos saludables o patógenos.

En otro dato, 1 de cada 10 estudiantes consideran que el involucramiento de los


padres es bajo, y corresponde precisamente al sector en donde más consumo de
drogas ilegales se da. La indiferencia, el maltrato, la tensión, el conflicto
permanente, la ausencia de escucha de los padres, promueven condiciones para
que los hijos busquen caminos menos saludables para aliviar sus angustias
privadas.

Junto con la familia, la escuela aparece seriamente articulada. No sólo es el


lugar donde nuestros hijos pasan la mayor parte del día, es un lugar determinante
para el desarrollo de los jóvenes, como bien se señala en la encuesta. El escaso
nivel de involucramiento de las escuelas es llamativo: un 60 % medio y un 15 %
bajo, hacen para mí una imagen empobrecida de la escuela; empobrecida de
emociones, de escucha, de interés por lo que ocurre con los jóvenes.
Esta es la imagen que los adolescentes perciben. La escuela –creo yo- “no los
escucha”, no está a la altura que las circunstancias de nuestro país; donde no sólo
es el conocimiento de materias lo que se necesita, sino sobre todo el
conocimiento que los sujetos puedan lograr sobre sí mismos, para que les permita
desarrollar herramientas para ellos, para la vida y para el país.
La diferencia entre los colegios públicos y los privados es también un punto de
reflexión, con ventaja para los privados. ¿Por qué no podemos aspirar que la
educación pública logre los niveles de involucramiento emocional que los alumnos
perciben de los colegios privados?

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Por otro lado, la actitud hacia las drogas y el consumo de los profesores de
sustancias lícitas o ilícitas, así como el que ellos (los profesores) lo hagan en la
propia escuela o en las cercanías y que sean vistos, está relacionado
significativamente no sólo con el consumo de sustancias legales (alcohol y tabaco)
sino sobre todo con aquellas drogas ilegales, como lo indican varios datos de la
encuesta.

Llama la atención la baja influencia de los amigos en relación con la prevención


del consumo de las sustancias lícitas, como el alcohol y el tabaco. En tanto, en lel
caso de las drogas ilegales, la influencia de los amigos sí resulta muy importante.
Probablemente en el primer caso la influencia del medio social y la de los adultos
es mucho mayor.

Otra señal preocupante en la encuesta son los niveles de integración social, que
muestran nuevamente una división crónica de nuestra sociedad. Los niveles de 48
% de integración media y 3 % de integración baja, nos dice que hay un número
muy alto de estudiantes que no logran incluirse o lo hacen deficientemente, en el
sistema educativo, con los profesores y con los compañeros. Significativamente,
la menor integración social está directamente vinculada al aumento del consumo.
¿cómo lograr esa mayor integración?

Otros aspectos que visualizamos en realidad como la punta visible de un


“iceberg”, y que aparecen también significativamente asociados al consumo son:
la indisciplina, la repitencia y la violencia.

15 % de los encuestados mencionan haber participado en algún acto delictivo en la


escuela. 1 de cada 3, haber iniciado peleas; 1 de cada 4, haber participado en
peleas de grupos o pandillas, y 1 de cada 5, en agresiones de un grupo sobre algún
compañero. La violencia es causa y consecuencia del consumo, pero no sólo de
eso, sino que es también el combustible para la ignorancia afectiva, y para el
fracaso en la comprensión y en el aprendizaje, por lo que se hace necesario
romper con el círculo de violencia que nos atrapa y nos limita como sociedad.

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Otro aspecto a tener en cuenta es el referido a la formulación del pedido de ayuda
y a los servicios ofrecidos, habiéndose encontrado en el estudio un número
importante de jóvenes que reclaman por ser escuchados, pero al mismo tiempo en
muchos de ellos se ha encontrado insatisfacción con la calidad de los servicios e
instancias que la sociedad les ofrece. Por otro lado, un número importante de
jóvenes no se allanan a la posibilidad de buscar ayuda. Esa quizá es una tarea que
nos compete a todos: la de entender que buscar ayuda es más un signo de salud
que una señal de debilidad.

Por razones de tiempo tengo necesariamente que dejar de mencionar muchos


otros aspectos importantes que la encuesta nos ofrece.
Creo que debería ser un documento que se difunda, se discuta y se analice, no
tanto en su metodología, a pesar de que es interesantísima, sino que se
profundice sobre todo en la fotografía del alma de nuestros estudiantes que nos
ofrece. Ellos son el futuro; ésta es la situación que irrumpirá en el mañana…
¿qué se puede hacer?

Creo que hay algunas líneas de acción que, a mi parecer, se desprenden del
documento. No se trata para nada de un recetario, o unos pasos determinados y
programados a seguir, sino unos cuantos peldaños para pensar, imaginar y andar.

En la medida en que la relación con el espacio educativo ha sido abordada, y que


su influencia ha sido destacada, se requiere promover un sistema educativo más
integral, más inclusivo, donde no sólo importe los contenidos de la currícula: que
importen sus actores, los alumnos, los profesores y las familias involucradas; que
todas estas instancias se involucren activamente en el proceso educativo. No se
puede educar sólo a los hijos si no se hace con los padres; la escuela debería
pensar y proponer formas para que éstos se involucren. Es menester pensar un
espacio educativo más creativo, con alternativas, que no restrinja posibilidades,
sino que construya propuestas. Que se pueda articular lo cognitivo y lo emocional
como una fórmula indisoluble para el desarrollo y para el éxito que el futuro
demanda. Que a partir de las instituciones que articulan el estado, se abra paso
a la “inteligencia social”, como la llama Daniel Goleman. Que nos inscribamos en
un proyecto de vida compartida, de buen trato, creando los espacios de sintonía

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afectiva, de reconocimiento; espacios que hemos llamado “enriquecidos”, que
son a su vez enriquecedores de vida humana. Espacios en los que y desde los que
se promueva la percepción y el interés por el otro. Hoy se sabe que el mejor
aprendizaje se logra cuando hay armonía, cuando se sostiene en el afecto que
permite que nuestro sistema neurológico integre la información.

Nadie se construye aislado de su entorno, de su familia, de su comunidad. Nos


construimos con otros, y esta encuesta nos habla de la necesidad de involucrarnos
los unos con los otros. No se trata sólo de un buen deseo: es una condición que
nuestro país requiere, y nuestros jóvenes reclaman.

El antropólogo Daniel Gilmore señalaba que los hombres de verdad en la historia


de la humanidad, eran los que tradicionalmente producían más que lo que
consumían. Dice en uno de sus trabajos: “una y otra vez vemos que los
verdaderos hombres son aquellos que dan más de lo que toman, los que sirven a
los demás. Los hombres de verdad son generosos hasta en demasía”.

Siguiendo esta línea, diríamos que nuestro país requiere que esos adolescentes
devengan hombres. Que sean generosos no sólo con quienes los rodean, sino
también con quienes los necesitan más allá de su entorno inmediato; que la ética
del ser se transforme en la del hacer; que lo que valga no sea lo que creo ser, o a
lo que creo pertenecer, sino lo que hago con los demás para construir un futuro
compartido; que en la relación de los hombres y las mujeres -como en las familias
saludables- se entrelace la capacidad para amar, la capacidad para sobrellevar y
sobreponernos a la pena, y finalmente para ayudar a sus miembros a pensar.

Nuestra preocupación no creo que deba ser sólo luchar porque no se consuman
drogas; esto debe ser el resultado de un proyecto de vida compartida en el que se
pueda crear ilusión, esperanza, generosidad y sentido de futuro entre todos los
hombres y las mujeres de nuestro país; en otras palabras: crear una cultura de
vida humana para la vida.

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