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¿De qué hablamos cuando

hablamos de marxismo -
leninismo? El filósofo Pablo
Quintanilla lo explica
Una guía para entender un modo de pensamiento que marcó los
dos últimos siglos de la historia de la humanidad.

No podría entenderse bien el siglo XX e incluso el presente sin abordar la relación (y


contraposición) entre los postulados del comunismo y el sistema capitalista. (Ilustración: Giovanni
Tazza)

Pablo Quintanilla
Filósofo
Lima, 26 de abril de 2021Actualizado el 26/04/2021 03:30 p.m.

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Una respuesta rápida a la pregunta de ¿qué es


el marxismo?, diría que es una filosofía de la historia
que, sin embargo, tiene aplicaciones sociales,
económicas y políticas. Pero es importante notar que, en
principio, estas aplicaciones son separables; es decir,
uno podría aceptar algunas y no otras.
MIRA | De cómo Pedro Castillo nos recordó que vivimos en una burbuja
también en nuestras redes sociales

Carlos Marx (1818-1883) fue un hijo del siglo XIX que, como


otros pensadores de aquella época, lamentaba que las ciencias
sociales no hubieran progresado tanto como las naturales. Por eso,
se propuso desarrollar una ciencia que explicara el
comportamiento humano de la misma manera como las ciencias
naturales lo hacen con la realidad física, esto es, encontrando las
leyes que muestran por qué las sociedades se comportan como lo
hacen y haciendo predicciones a partir de esas leyes.
La ciencia que Marx creyó haber elaborado es el materialismo
dialéctico, que describiría las estructuras económicas que
gobiernan la historia, así como el comportamiento de las
sociedades y, en ocasiones, incluso la conducta de las personas a
partir de su pertenencia a una clase social.
Para muchos expertos, el pensamiento y la obra de Karl Marx sigue siendo muy relevante
en pleno siglo XXI. (Getty Images).

Modos de producción
Según Marx, la historia está gobernada por regularidades
socioeconómicas que se instancian de maneras semejantes en las
diversas sociedades, pues dependen de ciertos modos de
producción. Él pensaba que hubo un comunismo primitivo desde
el que apareció la propiedad privada, dado que las necesidades
eran mayores que los productos que la naturaleza nos podía dar.
La propiedad privada dio origen a clases sociales y estas a
relaciones de dominación y explotación; así apareció la esclavitud.
Cuando las relaciones sociales propias de la esclavitud fueron
incompatibles con el desarrollo de las fuerzas económicas de
producción, se produjo una revolución que dio lugar a la sociedad
burguesa. Nuevas tensiones posibilitaron el capitalismo y, según
las predicciones de Marx, a este le seguiría el socialismo y luego
el comunismo. Cada uno de estos modos de producción sería
consecuencia de un enfrentamiento entre clases sociales con
intereses antagónicos, por lo que Marx afirmaba que la lucha de
clases era inevitable, constituyéndose en “la partera de la historia”.
El socialismo estaría caracterizado por un fortalecimiento del
Estado en que la propiedad de los medios de producción
(industrias, tierra cultivable, etc.) no estaría en manos privadas
sino en las del proletariado, en forma de cooperativas o
asociaciones gremiales. El comunismo, por su parte, sería una
radicalización del socialismo e implicaría la desaparición casi total
de la propiedad privada y, en última instancia, incluso la
desaparición del Estado. Es importante notar, entonces, que
algunos marxistas pueden ser socialistas y no comunistas.
También se puede ser socialista y no marxista. Las
posiciones de izquierda, como las de derecha, tienen matices que
hay que conocer.
Karl Marx, padre del comunismo, falleció en 1883 (AP).

El yerro de Marx
Lenin (1870-1924) aplicó el modelo marxista a Rusia,
constituyendo la Unión Soviética, de la misma manera
como Mao (1893-1976) lo hizo en China y Fidel Castro (1926-
2016) en Cuba. En el Perú, José Carlos Mariátegui (1894-
1930), en sus 7 ensayos de interpretación de la realidad peruana,
sostuvo que Marx yerra al sostener que la historia se despliega de
la misma manera en todas las sociedades y, en particular, que las
características de la sociedad peruana no hacen factible un
calco del marxismo-leninismo.
De hecho, sostuvo que el Tahuantinsuyo era un ejemplo de
sociedad que no coincide con ninguna otra que Marx hubiera
conocido. El debate que se libró entre Mariátegui y el joven Haya
de la Torre (1895-1979) radicó, precisamente, en intentar
esclarecer la manera como podía aplicarse el marxismo en el
Perú.

José Carlos Mariátegui escribió su 7 Ensayos de Interpretación de la Realidad Peruana en


1928. (Foto: El Viejo topo)<br>

El control del Estado


Marx analizó el capitalismo propio de la sociedad
industrial inglesa del siglo XIX, y en alguna medida, lo extrapoló
a otros. Constató relaciones de desigualdad y explotación, y sugirió
que en esas condiciones la libertad es inexistente. Otra idea
importante que desarrolló, elaborada a partir de Hegel, es el
concepto de ideología. Para Marx, las relaciones de explotación en
una determinada sociedad van acompañadas de la justificación
que hace la clase dominante de su rol. Esta justificación se expresa
en cierto tipo de filosofía, religión, arte e incluso ciencia.
Por eso las aplicaciones del marxismo en diversos países
implicaron el control del Estado de estas actividades. Una curiosa
paradoja, sin embargo, es que en esas sociedades el marxismo
terminó por convertirse en una forma de ideología para justificar
nuevas relaciones de dominación con que los miembros
del partido comunista tenían sometida a la población.
Algunas de las intuiciones de Marx siguen siendo valiosas, a pesar
que muchos autores consideran que presuponen una
epistemología positivista obsoleta y una concepción de la historia
con visos deterministas. También consideran que los diversos
intentos por llevar a la práctica modelos marxistas terminaron en
fracaso económico. La prueba de ello sería que casi ya no existen
países comunistas en el mundo y que los pocos que sobreviven
pronto dejarán de serlo.
Sin embargo, el marxismo sigue siendo un instrumento útil,
entre otros, para interpretar la historia. Por eso quizá ha llegado el
momento de ver a Marx con menos apasionamiento. No como el
autor que descifra todos los enigmas ni tampoco como la
encrucijada de todos los errores sino, más bien, como un pensador
que tuvo yerros y aciertos, y a quien hay que conocer. No se
comprende el siglo XX si no se entiende a Marx y, para bien o para
mal, toda propuesta política del siglo XXI tendrá que reflexionar
creativamente sobre él.
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