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por
Alberto B. Bianchi
Doctrina / 29
cias previas a su pronunciamiento. Creo que existen dos caminos arguméntales para
ensayar al efecto, los que no necesariamente deben ser alternativos o excluyentes. El
primero es el de las facultades implícitas, el segundo el de los poderes discrecionales.
Empezaré por este último.
Hasta el dictado de la reciente Ley N° 23.774, que ha modificado su composi-
ción numérica -entre otras reformas sustanciales-, la Corte Suprema carecía,
expresamente, de poderes discrecionales para desestimar el Recurso Extraordina-
;io. Si bien, de hecho, ejercía esta potestad, no había ley alguna que la autorizara
expresamente. Con el dictado de esta ley, muy norteamericana en su concepción, se
ha introducido en el derecho positivo el llamado certiorari que permite al Tribunal,
"según su sana discreción", rechazar el recurso extraordinario.
Fácil es advertir, de tal suerte cómo, el propio Congreso, que es quien constitu-
cionalmente regula la competencia apelada de la Corte (art. 100 CN.), le ha
reconocido, al menos para el rechazo del recurso, poderes discrecionales, tal como
lo hizo en 1925 su par de los Estados Unidos, cuando el certiorari fue instituido allí,
tomándoselo de los tribunales ingleses. No es aventurado entonces, decir que por un
principio de paralelismo de las competencias, quien tiene facultades para rechazar
discrecionalmente, también posee iguales poderes para admitir de tal manera el
Recurso, despojado de los requisitos que procesal mente se exigen al efecto.