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LA FORMA MENTAL

La forma mental constituye la estructura básica del siquismo humano, su más profundo sustrato.
Presenta, como una de sus características, la de ser fija, inmóvil. Nosotros vemos que el núcleo de
ensueño tiene movilidad, crece, se desarrolla y declina, aunque este proceso lleve mucho tiempo, aún en
los casos de cristalización del núcleo, éste tiene movilidad.
La forma mental es inmóvil y corresponde a: 1) el desarrollo biológico de la especie en su camino
evolutivo y 2) a la particular situación histórica y cultural de las que participa cada ser humano. Es como si
esta estructura básica del siquismo tuviera diferentes capas, unas profundas e idénticas para toda la
especie y otras más periféricas, características de cada individuo, de cada grupo o pueblo, es decir lo que
conocemos como “creencias” o capas más periféricas de la forma mental.
Así el paso del Cromagnon al Homo Sapiens, marca el cambio de la forma mental y una nueva manera
de estructurar el mundo y los fenómenos de la conciencia. Cambia la estructura básica del siquismo.
Mientras que las diferencias que pudieran apreciarse entre un chino, un esquimal o un occidental, marcan
solamente cambios en el sistema de creencias o capas más periféricas de la forma mental, subsistiendo en
ellos una misma organización del siquismo, lo que deja traslucir en todos ellos, signos característicos que
nos llevan a afirmar, sin lugar a dudas, que participan de la naturaleza humana. De la misma manera, las
diferencias físicas entre los hombres son variadísimas, no sólo por sus diferentes tipos humanos, sino
también por su color, estatura, etc., pero dejan traslucir una conformación humana, perceptible detrás de
cualquier diferencia circunstancial y propia de la especie que nos lleva a reconocernos como seres
humanos, a pesar de tales diferencias de “grado”.
Cuando nosotros observamos una carta T, vemos en ella los tres planos: el síquico, el cósmico y el
alquímico; vemos las figuritas y cuantas cosas, pero, ¿hemos percibido por ello la morfología de la carta T?
La morfología de la carta T está dada por el cartón que le sirve de base y sostén y que ordena toda su
estructura, sus dibujitos, etc. La propia carta es el elemento morfológico.
Algo parecido ocurre con la forma mental. Sobre ella se monta todo el resto del siquismo. La
representaríamos como una pantalla de cinematógrafo, que según sea plana, recta, cóncava, convexa u
ondulada, hará variar lo que en ella se proyecte, algo así como los espejos de los parques de diversiones,
que según sean, nos devuelven una imagen alargada o achatada.
En esa pantalla que es fija, se proyecta el núcleo, sus climas, los ensueños secundarios y en resumen,
todos los mecanismos de conciencia, al igual que sus contenidos, siendo todos ellos variables y dinámicos.
Respecto a la visualización de la forma mental, ésta se detecta siempre en los otros, especialmente en lo
que hace a sus capas más periféricas, o sea, las creencias. Al estar frente al fenómeno de develación de la
forma mental, ésta aparece como de otros o vista en otros y tiene que ver con movilizaciones de los centros
superiores.
Al producirse la ruptura de la forma mental, por transmutación, desaparece el “yo” sicológico. La idea de
inmortalidad nada tiene que ver con la pervivencia del yo sicológico después de la muerte del cuerpo. El yo
sicológico también desaparece, porque su existencia corresponde a este plano del ser y el paso a otro plano
de ser, implica la transformación del referido yo.
Como aproximación se puede pensar en lo que se siente en los casos de alegrías inmensas, y si
recuerdan, verán que el observador desaparece, que el yo se borra para proyectarse en todas direcciones y
consustanciarse con tal estado.
Los matemáticos creen que pueden crear un sistema universal de comunicación entre los hombres,
utilizando un lenguaje matemático, el que sería común a cualquier especie de cualquier planeta o sistema.
Ello no es posible, porque si la estructura básica del siquismo de las especies es diferente, no existiría
ningún sistema posible de comunicación entre las especies, porque sus percepciones y mecanismos de
conciencia serían completamente distintos para estructurar los mismos datos, que incluso podrían ser
percibidos por unos y otros de distinta forma.
La forma mental nos vincula con las profundidades más profundas del ser humano, incluso con el
sistema de reflejos incondicionados (entre ellos el instinto de conservación).
La verdadera transmutación se produce cuando incluso se puede ir, conscientemente en contra del
sistema de instintos y reflejos incondicionados. Así vemos que la transmutación de J.C. se produce en el
Huerto de los Olivos, donde J.C. vacila antes de aceptar la necesidad superior de su propia muerte, lucha
interna que termina con las palabras: “Padre hágase tu voluntad”. Ese es el momento de la transmutación,
de la ruptura de la forma mental. Estas cosas se pueden ver mejor en el cristianismo que en el budismo,
porque J.C. es presentado de una manera más humana. Así, el rechazo de las tentaciones que durante su
ayuno efectúa frente al demonio, significa la ruptura con los mecanismos de los ensueños de poder, gloria,
riqueza, etc. Es como si cada vez se fueran produciendo transformaciones más profundas, hasta llegar a la
del Huerto de los Olivos, donde J.C. rompe incluso con el instinto de conservación.
Esta actitud se diferencia de la del héroe, ya que éste puede llegar a sacrificar su vida por la fuerza del
ensueño y no por su clara y libre comprensión. En el héroe no se produce la ruptura de la forma mental
porque no hay una comprensión profunda del sentido de la existencia, no hay el reconocimiento del plan.
Lo dicho se vincula con el cuadernillo del CRI, cuando se dice que por amor y compasión se puede llegar
al sacrificio, sin contradicción, hasta de la propia vida.
En los casos de locura furiosa, también estamos frente a rupturas de la forma mental, pero no queridas ni
comprendidas por el sujeto.

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