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El oso perezoso o bezudo presenta un conjunto de características poco comunes que lo

diferencian fácilmente de otras especies de úrsidos, entre las que se encuentra una amplia
capa de pelo largo, lacio y negro (con la excepción de una banda de pelo blanco en forma de
"V" en el pecho), un hocico elongado con una nariz y labios muy prominentes y móviles, y
unos pies curvados hacia dentro, rematados por largas uñas más útiles para cavar que para
atrapar y desgarrar animales. Estos elementos son tan raros que cuando
los zoólogos europeos recogieron las primeras descripciones y pieles de manos de los
hindúes, pensaron inicialmente que se encontraban ante algún tipo de perezoso o algún
otro insectívoro emparentado.
El parecido con los perezosos no termina ahí. Al igual que ellos, el oso labiado también es
extremadamente lento cuando se desplaza (puede ser alcanzado por un hombre a pie) y
puede trepar a los árboles. Sus huellas, debido a la peculiar forma de sus pies, son bastante
parecidas a las humanas, aunque obviamente de mayor tamaño y provistas de garras. Los
machos son más grandes que las hembras, alcanzando hasta 1,80 m de largo y 175 kg de
peso
a dieta, como la del resto de los úrsidos, es omnívora e incluye alimentos tan dispares
como miel, huevos, flores, tubérculos, cereales y pequeños animales. No obstante, la mayor
parte de su alimentación (y esto sí es extraño entre los osos) se compone
de hormigas y termitas, a las que hace salir de sus refugios subterráneos destruyéndolos con
sus largas garras.
Los adultos suelen estar a salvo de los depredadores, aunque los jóvenes pueden caer
víctimas de los lobos, tigres y leopardos, siempre y cuando éstos puedan superar o burlar la
feroz resistencia ofrecida por la madre. El mayor peligro para los osos bezudos, sin embargo,
es el ofrecido por el hombre, que destruye su hábitat natural para destinarlo a la agricultura y
los caza para hacerse con sus pieles y vesícula biliar, empleada en la medicina tradicional
china. Los osos perezosos suelen reproducirse una vez al año, dando a luz a una sola cría.
Las crías al nacer son muy débiles, dependientes y necesitan toda la atención de su madre.
La única cría del perezoso permanece aferrada al pelaje de la madre hasta que puede valerse
por sí misma, que es de los 20 a 25 días después de nacida. Esta cría a partir de las seis
semanas de edad comienza a tratar a sus progenitores con cierta pasividad. A partir de los
ocho meses comienzan a tener una vida independiente y desplazarse con autonomía. Las
hembras pueden empezar a tener descendencia después de los tres años y medio, y de
cuatro a cinco años en el macho. Su período de gestación es de 11 meses y medio.
A primera vista el estilo de vida de los perezosos es la antítesis misma de
todo lo que valoramos.
La vida moderna es rauda y centrada en encontrar nuevas maneras de incluir más
actividades en cada segundo de nuestra existencia.
La pereza es uno de los pecados capitales y estar ocupado es una honra. Pero
¿cuál es la mejor estrategia?
"¿Por qué quieres moverte? Y si quieres hacerlo ¿por qué tienes que hacerlo con
rapidez? Entre más rápido te mueves, más alto es el costo", señala Rory Wilson,
profesor de Zoología en la Universidad de Swansea, Inglaterra.
"La energía es muy importante para los animales. Si la quieres conservar, cuanto
más lentamente te muevas, mejor".
En ese sentido, no hay duda que el animal más eficiente es el perezoso:
oficialmente son los mamíferos más lentos del planeta.
Y su forma de vida indolente y poco convencional los ha hecho prósperos:
constituyen un tercio de la biomasa de mamíferos en las selvas tropicales y han
estado presentes en ellas unos 64 millones de años, sobreviviendo animales
mucho más llamativos como los tigres de dientes de sable.
Sólo dos de las seis especies que existen en la actualidad están en peligro de
extinción.
Entonces ¿deberíamos ser menos como los guepardos y más como los
perezosos?

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