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San Francisco de Sales 

es un municipio colombiano del departamento de Cundinamarca,
ubicado en la Provincia del Gualivá, a 55 km al noroccidente de Bogotá. Es el cuarto municipio
más poblado de la Provincia, con una población estimada en 2005 de 8.187 habitantes. Tiene
una superficie terrestre de 118 km². Limita por el norte con Supatá, por el oriente
con Subachoque y El Rosal, por el sur con Facatativá y por el occidente con La Vega.
El municipio de San Francisco es conocido por albergar más de treinta especies distintas
de colibrí.

Geografía y clima[editar]
El municipio presenta como divisiones administrativas el sector urbano, compuesto por la
cabecera municipal con 2.851 habitantes y el sector rural, con 5.336 habitantes, formado por
la veredas de Arrayán, El Peñón, Juan de Vera, La Laja, Muña, Pueblo Viejo, Sabaneta, San
Antonio, San Miguel y Tóriba.
Sus tierras están comprendidas en los pisos térmicos templado, frío y piso bioclimático
páramo bajo. El municipio presenta una temperatura media de 20 °C en la mayor parte del
territorio, con una precipitación media anual de 1.493 mm. Está ubicado a 55 km
de Bogotá D.C.; esta distancia junto con su clima, paisaje, recurso hídrico y otras
características, lo hacen atractivo para el turismo.

Historia[editar]
Época precolombina[editar]
En la época precolombina, el territorio del actual municipio de San Francisco estuvo habitado
por los indios Panches, que pertenecían a la familia Caribe, y por los Muiscas, de la
familia Chibcha. Estos últimos se situaron hacia la parte sur-oriental del actual municipio, en el
sector fronterizo con el municipio de El Rosal, donde establecieron un fuerte para evitar las
incursiones de los panches al Zipazgo, en la Confederación Muisca.

Nuevo Reino de Granada[editar]


Hacia 1603, tras la fundación del municipio de Tenjo, se crearon seis encomiendas hacia
donde fueron trasladados los indios de esa zona. Una de las encomiendas fue asignada a don
Juan de Vera, quien llamó a su propiedad Chinga Fría, en El Rosal; el nombre proviene de la
palabra chinga, que en lengua muisca quiere decir «braveza».
En 1605, cuando se fundó la población vecina de La Vega, le fue permutada a don Juan de
Vera su encomienda de Chinga Fría, ubicada en tierras de El Rosal, por otra, que tenía como
límites el río San Miguel, el río Cañas y la cordillera de El Tablazo. Esta nueva encomienda
fue llamada San José de Chinga Caliente; San José porque se consagró a ese santo, y
caliente por distinguirla de su anterior propiedad en tierra fría. Posteriormente, hacia 1750,
estos terrenos fueron adquiridos por el señor Pedro Pulido, proveniente del municipio
de Tenjo.

Siglo XIX[editar]
En 1828 la señorita Francisca Sánchez, proveniente del municipio de Tabio, compró al señor
Pedro Pulido la hacienda San José de Chinga Caliente. Esta señorita contrajo matrimonio con
el ciudadano francés Francisco Convers en el año de 1833.
A partir de 1850, los esposos determinaron la construcción de la casa que más tarde se
llamaría La Carlina, debido a que la mansión de la encomienda se encontraba sumamente
deteriorada. Por entonces, los pobladores de esta región se contaban entre ochocientos a mil
habitantes. Por lo menos a un tres por ciento de ellos, la explotación de la selva virgen les
retribuyó con creces sus esfuerzos, y a los demás les proporcionó para una existencia
cómoda. El creciente poblamiento de la comarca hizo sentir la necesidad de crear un centro
urbano que concentrara a las autoridades civiles, ya que para solucionar este tipo de asuntos
era muy distante desplazarse hasta La Vega.
En 1855, fue designado como Párroco de La Vega el Padre Santos María Camero, egresado
de la Comunidad Agustiniana y natural de Caparrapí. Días después de su posesión, fue
invitado al sector de Chinga Caliente para suministrar los santos óleos a un moribundo.
Viniendo de La Vega, al despuntar el Alto de Minas, quedó encantado con la hermosa planicie
que se abría ante sus ojos. En breves días se hizo vocero del sentir de todos los vecinos del
sector; se presentó ante la señora Francisca Sánchez de Convers, dueña de esas tierras, a
quien le solicitó le donara a la Iglesia el lote donde deseaba levantar un caserío que sirviera
de centro a la Parroquia que pensaba establecer, a lo cual ella accedió.
Hacia el año 1856, el padre Santos María Camero dirigió la parcelación de cuarenta y un lotes
sobre el camino de herradura que conducía a las montañas del Yaque, en los cuales se
construyeron veinte casas pajizas en tierra pisada y teja de barro.
El 29 de enero de 1857 llegó a este caserío una comisión encabezada por el sacerdote
de Funza, Pío Molano, su secretario, el alcalde de La Vega y su párroco Santos María
Camero, con el objetivo de estudiar la elevación del caserío a cabecera municipal. En el
caserío los esperaban los esposos Francisco Convers y Francisca Sánchez, Jacobo Agustín
Flórez, Dámaso Vega, Bernardo y Lorenzo Alvarado, Rafael Luque, Antonio Gaitán, Antonio
Perea, Aniceto Calderón, Custodio Barona, Manuel Spira, Ciriaco Contreras, Abraham Cruz y
Felipe León, entre otros.

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