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REALISTAS ALEMANES

DEL SIGLO XIX


GEORG LUKACS

Georg Lukåcs
OBRAS COMPLETAS REALISTAS
ALEMANES
vol. 11
DEL SIGLO XIX

Traducci6n castellana de

JACOBO MUNOZ

EDICIONES GRIJALBO, S. A.
BARCELONA-MÉXICO, D. F.

1970
INDICE
Titulo original
DEUTSCHE REALISTEN DES 19. JAIIRHUNDF,RTS
Prölogo 1
Traducido por
JACOBO MUNOZ La tragedia de Heinrich von Kleist .
15
Eichendorff .

de Georg Lukåcs Werke, Band 7, Deutsche Literatur in zwei Jahrhunderten, 49


Hermann Luchterhand Verlag, Neuwied und Berlin, 1964 Georg Büchner 69
Heinrich Heine como poeta nacional
@ 1964, HERMANN LUCHTERHAND VERLAG GMBH 95
@ 1970, EDICIONES GRIJALBO S. Gottfried Keller .
159
Arag6n, 386, Barcelona, 9 (Esparha)
Wilhelm Raabe .
255
El Viejo Fontane
Prim•ra ediciön 291
Retervadoa todos lot derechos
Estudios sobre el «Fausto» .
343
IMPRESO EN ESPANA Don Quijote .
449
PRINTED IN SPAIN
Sobre un aspecto de la actualidad de Shakespeare .
459
Dep6,ito Legal: B. 42890 -

Impreso por Imprenta Socitra, Salvadors, 22 - Barcelona


VII
PRöLOGO
Esta selecciön de ensayos constituye la prolongaci6n orgånica
de mi libro «Goethe y su época»*. Todo cuanto alli he dicho acerca
del caråcter fragmentario del tratamiento de los temas resulta
también vigente para este otro libro, y, posiblemente, en mayor
medida todavia. La enumeraci6n de todos los escritores impor-
tantes no estudiados aqui con detalle, y que, sin embargo, me
interesan en extremo, aumentarfa sin duda la extensi6n del indice
actual. Quiero dejar constancia, no obstante, de mi especial insa-
tisfacci6n por no haberme Sido posible realizar hasta la fecha un
estudio suficiente de la obra de Friedrich Hebbel y, sobre todo,
de la de E. Th. A. Hoffmann.
Junto al caråcter subjetivamente fragmentario del curso expo-
sitivo de este libro, hay que resaltar también el caråcter igualmente
fragmentario, desde un punto de vista objetivo, de Ia evoluciön
literaria alemana. Una evoluciön carente de continuidad. Para abar-
car esta deficiencia con una sola mirada basta con pensar en la
evoluci6n de la literatura rusa, de Puschkin a Gorki. Observando
asimismo la moderna literatura francesa, crecida a partir del
siglo XVIII y cuyo curso conduce a Laclos y Constant, a Balzac y
Stendhal, Flaubert y Zola, y de ahi a Anatole France, Roger du
Gard y Aragon, queda no menos claro el contraste con la evolu-
ci6n alemana: a ésta le falta continuidad. Idéntico contraste nos
ofrece, asimismo, su comparaci6n con la literatura inglesa.
éQué hay en la base de esta discontinuidad de la evoluci6n li-
teraria alemana? Es preciso aludir, en primer lugar, al anacro-
nismo de las circunstancias alemanas en relaci6n con la evoluci6n
burguesa de la Europa occidental. El joven Marx percibi6 clara-
mente este fen6meno, y sus rafces, en los afios cuarenta. Asi, por
ejemplo, al escribir en Ios «Anales Franco-Alemanes»: «Si se qui-

* Georg Lukåcs: «Goethe y su época». (Versi6n castellana de Manuel Sa-


cristån). Ediciones Grijalbo, S. A. Barcelona-México, 1968.
2 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 3

siera enlazar ahora con el propio Status quo alemån, incluso de universal adquieren un acento tan enfåtico como en el clasicismo
la ünica manera adecuada, esto es, negativamente, el resultado alemån las ideas de hombre, humanidad y género humano.
seria siempre un anacronismo. La negaciön misma de nuestro pre- Asi surgen las grandes sintesis de la literatura alemana: el
sente politico no seria ya sino un hecho polvoriento en el desvån periodo weimariano de Goethe y Schiller, el romanticismo de Jena.
histörico de los pueblos modernos... Negando las circunstancias Hasta este momento sÖlo ha podido ser puesta de relieve, natural-
alemanas de 1843 apenas si Ilego a situarme de acuerdo con el mente, la igualdad mås general de Ia base social, de tal manera
cömputo temporal francés, en el aho 1789, y mucho menos por que los problemas espirituales yartisticos parecen formalmente
supuesto, en el centro neurålgico mismo de la actualidad». El iguales. La grandezadel «perfodo artistico» alemån descansa, ha-
joven Marx es igualmente consciente, sin embargo, de la Otra blando en términos de todo punto generales, en su anticipaci6n
cara de la evoluciön alemana: «Del mismo modo que los pueblos de la evoluciån espiritual y artistica de determinadas estructuras
primitivos vivian su prehistoria en el terreno de la imaginaciån, ideolögicas y tipos humanos, sobre Ia base, sin embargo, de unos
en la mitologia, nosotros los alemanes, hemos vivido nuestra his- sintomas efectivos débiles, y escasamente existentes en un plano
toria en el terreno del pensamiento, en la filosofia. Somos con- real. Esta misma relaci6n entre pensamiento y creaciön, por un

temporåneos filosöficos del presente, sin ser sus contemporåneos lado, y base real por Otro, determina al mismo tiempo las limi-
histöricos. La filosoffa alemana es la prolongacidn ideal de la his- taciones espirituales y artisticas de semejante talante.
toria alemana... Lo que en los pueblos adelantados con organiza- Ahora bien, dentro de esta general base uniforme en el orden
ciones estatales modernas es descomposiciön pråctica, en Alema- real es preciso captar con la mayor claridad posible las diferencias
nia, donde estas organizaciones ni siquiera existen, comienza por
fundamentales, tanto de contenido como de direcciön, las contra-
una descomposici6n critica acompafiada del reflejo filosöfico de dicciones, incluso, entre el Weimar clåsico y la romåntica Jena (de
todo ello». Heidelberg no es preciso siquiera hablar).
Este rasgo caracterfstico de Ia situaciÖn ideologica de Alemania Las arriba citadas palabras de Marx acerca de la cara ideo-
informa por completo la literatura de aquellos mismos afios. Para 16gicamente progresista del anacronismo alemån s610 son vålidas
comprender el desvio del ültimo Goethe respecto de la literatura para Weimar. La romåntica Jena, es, por el contrario, la expresiön
ideal y contemporånea de la Restauraciön del modo mismo en
alemana de su época, y sus frecuentes posturas criticas y nega-
tivas, en contraste con la cålida aceptaciÖn de sus contemporåneos que el Weimar de Goethe y Schiller, Schelling y Hegel 10 son de
ingleses, franceses e italianos, hay que tener en cuenta esta con- la Revoluci6n Francesa y del Napoleon ascendente. Prosiguiendo

tradicciön entre base social y movimientos ideolögicos. Una esci- su citado razonamiento, Marx se expresa proféticamente acerca
siÖn de la que el Viejo Goethe fue dolorosamente consciente. En del sentido de la evoluciön de la sociedad alemana. Asf, Ilega a
una carta a Knebel expresa su entusiasmo ante la obra de Man- decir que «Alemania ha compartido los sufrimientos de esta evo-
zoni, afiadiendo con acento de resignaciön: «Ay, por qué no habrå luciön sin haber compartido sus alegrias, ni sus satisfacciones
de resultar posible tributar a un contemporåneo alemån idéntico parciales... En consecuencia, Alemania se encontrarå un dia al

testimonio de afecci6n». nivel de la decadencia europea, sin haber estado jamås al nivel de
Encontråndose en proceso de gestaciön una literatura nacional su emancipaciån». El Romanticismo alemån contiene, sin embargo,
alemana en cuya base ni siquiera habia una naci6n unificada, la una anticipaciön artistica y espiritual de esta evoluciön. En los
evidencia de este anacronismo general de la situaci6n de Alema- ingeniosos y espirituales ensayos y aforismos del Friedrich Schlegel
nia habia de resultar tanto mås pregnante y potenciada. La produc-
joven hay como una premoniciån de ciertos elementos ético-esté-
ticos de Ia decadencia burguesa. Y con claridad todavfa mås Iu-
ciÖn literaria alemana ostenta, como primera consecuencia, un
caråcter exageradamente individualista, e incluso no pocas veces minosa, por tratarse de un gran creador, sobresalen estos rasgos
provinciano. Y los intentos de superar este provincianismo, los es- de la decadencia, tanto europea general como especfficamente ale-
fuerzos por alumbrar un auténtico caråcter o pathos nacional, aca- mana, en algunas de las obras de la måxima figura del romanti-
ban por desembocar, dada Ia ausencia de una naci6n real, en Ia cismo alemån, Heinrich von Kleist.
idea abstracta de una ciudadania universal o en un concepto Habiendo ya insistido en esta contradicciön, podemos regresar
generalizado de 10 humano. En momento alguno de la literatura a la infraestructura real subyacente por igual a ambas corrientes,
4 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 5

corrientes histörico-literarias de matiz chauvinista. Es evidente


clasicismo y romanticismo alemanes. La base natal o vernåcula de
que ninguna Otra literatura ostenta un caråcter tan arbitrario e
estas sintesis espirituales y artisticas es, en realidad, extremada-
individualista como la alemana, incluso en los momentos en que
mente débil. Unos alemanes especialmente dotados perciben una
quiere ofrecer sintesis ejemplares en cuanto a su contenido. No es
determinada constelaciön en el mundo —y la perciben progresista
posible encontrar Otra gran literatura que, como la alemana en
o reaccionariamente la vierten en conceptos y configuran sus
sus måximos escritores, parezca estar siempre empezando. Y como
tipos humanos emergentes. Este pensamiento, sin embargo, al igual
consecuencia del sustrato social, esto es vålido para todas las co-
que este trabajo de creaci6n y de configuraci6n, no encuentran
rrientes, tanto progresistas como reaccionarias. «Wilhelm Meister»
apoyo en un ser social amplio y real, como ocurrfa, por el con-
es un producto tan «aislado» como «Michael Kohlhaas», y «Minna
trario, en la Inglaterra o en la Francia de entonces, cuyas diversas
von Barnhelm» no 10 es menos que el «Prinz von Homburg». In-
tendencias reales de evoluci6n eran configuradas por sus escrito-
cluso Ia relaciön de E. Th. A. Hoffmann con la narrativa propia-
res de tal manera, que incluso en Ias soluciones contrapuestas
resultaba evidente la base social comün de la evoluci6n entera;
mente romåntica es tan externa como superficial.
Serfa, de todos modos, falso ver en la literatura alemana sÖlo
asi, Balzac y Stendhal van juntos, igual que también 10 van, en
individualidades o corrientes literarias. Como ya dijimos, el «pe-
este sentido, Tolstoi, Dostoyevski y Saltykow-Schtschedrin. Esta
comunidad de pertenencia, enraizada en el ser social objetiva- riodo artfstico» es, precisamente, y a pesar de todos sus fallos his-
törico-sociales, un periodo de violentas luchas entre la reacci6n
mente desarrollado, falta en la literatura alemana del «periodo
y el progreso, si bien de manera directa s610 en un plano ide016-
artistico». Su grandeza estå, como ya hemos indicado, en Ia anti-
cipaci6n que ofrece de determinadas tendencias de la evoluci6n gico, artistico, religioso y filosöfico. El desciframiento politico de
estas luchas nos evidencia su extremada intensidad. Cosa que no
ulterior, sobre la base de unos débiles y escasos sfntomas reales.
Pero esta misma relaciön entre base social e ideologfa determina era en absoluto casual, ya que la literatura progresista alemana,
de Lessing a Heine, no era sino la preparaciön iedolÖgica de Ia
también los limites del pensamiento y de la creaciån. Del modo
revoluciön democråtica en Alemania.
mismo en que las sintesis teöricas de la filosofia clåsica alemana
Es ésta una situaciön llamada a ejercer naturalmente una pro-
no podfan ser sino sistematizaciones conceptuales mistificadas por
la via idealista, las sintesis literarias de estas mismas formacio-
funda influencia sobre todos los aspectos formales, y, en especial,
sobre la gestaciön de un realismo alemån. A mayor elevaciön del
nes s610 podian ser hazafias geniales de ciertas personalidades ais-
nivel ideolögico, a un planteamiento literario de los problemas cada
ladas. El Viejo Goethe siempre vio claramente esta debilidad de
vez mås a tono con la general evoluciön europea, habia de corres-
la evoluciön literaria alemana. En una conversaci6n con Eckermann
ponder, lögicamente, una mayor evidencia de las insuficiencias
dedicada al «Rob Roy» de Walter Scott, una vez hecha una alaban-
de la materia a configurar, esto es, de la realidad historica y con-
za del nervio creador del escritor inglés, afiade la siguiente obser-
temporånea de Alemania. No es precisamente una casualidad que
vaci6n: «Se ve, de todos modos, 10 que es Ia historia inglesa y cuål
es su significado, cuando un poeta håbil se hace con toda su he-
en la gran literatura dramåtica alemana no aparezca la realidad
de Alemania sino a titulo de excepciön. Entre «Kabale und Liebe»
rencia. Nuestra historia de Alemania en cinco tomos, por el con-
trario, es realmente pobre, de tal manera que después de "Götz
y «Maria Magdalena» hay un vacio; sÖlo excepcionalmente es el
von Berlichingen" no ha habido otro remedio que volver a la Vida pasado alemån la materia de los grandes dramas alemanes: «Fies-
co» y «Don Carlos», «Nathan der Weise» y «Maria Estuart», Ja
privada... con 10 que, desde luego, no es mucho 10 que se ha ga-
«Jungfrau von Orleans» y «Robert Guiscard» son Ios «dramas his-
nado». Estas observaciones de Goethe se refieren, por supuesto,
töricos» de los alemanes; «Götz von Berlichingen» o «Die Her-
también a la Alemania contemporånea en cuanto a posible materia
literaria.
mannschlacht» son casos realmente excepcionales. Muy similar se
presenta el panorama en la gran épica. Por supuesto que, desde un
El que las sfntesis literarias alemanas hayan de tener por ne-
punto de vista material, nos encontramos con una temåtica ale-
cesidad sociolögica un caråcter tan marcadamente personal no
mana; la forma ut6picamente estilizada del «Wilhelm Meister» y
implica, por supuesto, en absoluto, que Ja literatura alemana os-
la fantåstica de las obras de E. Th. A. Hoffmann, evidencian, sin
tente una personalidad calificable como la mås sobresaliente de
su tiempo, a diferencia de 10 que han subrayado tantas veces Jas
embargo, la desmesura con que en comparaciön con la realidad
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inglesa o francesa— es acogida la Vida alemana como materia de marco de un intento de conseguir una expresiån fiel, y a la vez ge-
una gran obra épica. Todas estas obras son sintesis aisladas e in- neral, de esta realidad. Un realismo de este tipo s610 resulta posi-
dividuales y no pueden ser tomadas como base posible para un ble a prop6sito de parcelas de la Vida provincianamente aisladas
proceso de crecimiento y avance, como ocurrfa en Francia, Ingla- y limitadas tanto sociolögica como espiritualmente; piénsese en el
terra o Rusia, donde el trabajo configurador se alzaba sobre Ia episodio de «Oberhof» en el «Münchhausen», o en Ia «Judenbuche»
real Vida social. de Droste-Hülshoff. En las novelas historicas de Willibald Alexis
Con la revoluciön de Julio da comienzo eel final del periodo se plantean problemas similares.
artistico», en un principio bajo la especie ünicamente de una agu- He aqui, pues, como el ültimo gran periodo progresista de cre-
dizaciån de las luchas ideolÖgicas y de la descomposiciön de aque- cimiento de la literatura alemana del xrx no es capaz de conseguir
llas sintesis formales elaboradas por la ilustraciön, el clasicismo y en sus grandes obras, y por motivos soci016gicos objetivos, un es-
el Romanticismo. Objetivamente se asiste, preciso es apuntarlo, tilo especificamente alemån a la altura de los tiempos.

a un proceso de incorporaciön de Alemania al capitalismo, con EI fracaso de la Revoluciön de 1848 impone un doble reajuste.
un lento, pero inevitable crecimiento de la unificaciön aduanera, Por un lado, se amortigua la lucha de la burguesfa y de la inteli-
base economica de Ia unidad alemana. Comienzan a dibujarse los gencia burguesa en pro de una revoluciön democråtica, es decir,
elementos integrantes de una sociedad burguesa unitaria, base im- de una radical democratizaciön de Alemania; es mås, se podria
prescindible a toda literatura realista en el sentido del siglo XIX. incluso decir que desaparece. Queda asi interrumpida la gran evo-
Pero este crecimiento econömico objetivo es, ante todo, dema- luci6n en curso desde Lessing hasta Heine. En la medida en que
siado lento y demasiado débil como para poder reflejarse inme- se mantiene viva una cierta continuidad (gracias a Ia influencia
diatamente en la literatura dando lugar a un estilo especifico. La de Goethe, Schiller, Platen, etc.) va surgiendo un formalismo aca-
distancia entre la angosta realidad alemana y el caråcter excesi- démico: formas vacfas, rfgidas y anquilosadas, de las que estå to-
vamente generalizado y abstracto de Ia problemåtica literaria, cuyo talmente ausente el contenido determinante del periodo clåsico,
tono medio flotaba por las nubes de la ideologfa, seguia intacta. De es decir, la lucha por una renovaciön nacional y democråtica de
ahi que los «dramas histöricos» de este periodo hubieran de seguir Alemania.
siendo «La muerte de Danton» o «Napoleön», «Judith» o «Uriel La derrota de 1848 implica, asimismo, un giro nuevo en la evo-
Acosta»; de ahi también que Ia novela mås importante de este luciön del capitalismo alemån y, per 10 tanto, también en la histo
periodo de transiciön, el «Münchhausen» de Immermann, oscilara ria de la génesis de una Alemania burguesa moderna. Todos los
estilisticamente entre el «Wilhelm Meister» y el romanticismo, im- esfuerzos de los teöricos reaccionarios (A. Bartels, Paul Ernst, H.
potente para encontrar una forma nueva de cufio realista para su Glockner), por aglutinar la literatura alemana de mediados del XIX
nuevo contenido; de ahf, en fin, que el estilo de los eCuadros de en un llamado «periodo de plata», parten precisamente de una
viaje» de Heine estudiado detalladamente mås adelante — sea combinaciön del crecimiento del capitalismo con la cristalizaci6n,
la contrapartida alemana de Balzac. La «Maria Magdalena» de por via reaccionaria, de la unidad alemana, como motivo impulsor
Hebbel es un irrepetible y solitario ensayo que confirma esta regla, de un nuevo florecimiento de la literatura y de la filosoffa alema-
en la medida en que la atm6sfera hipöcrita y agobiadora que pre- nas. Ahora bien, el caråcter problemåtico de la evoluci6n alemana
senta, y su absoluta carencia de perspectivas, sitüan a la pieza, en radica, precisamente, en el hecho de que el progreso econ6mico
este sentido, muy por debajo de «Emilia Galotti» o de «Kabale und se afirma en un momento en el que la burguesia, y sobre todo la
Liebe». Discrepancia que, por supuesto, no es s610 expresada en el alemana, se ha convertido ya en una clase reaccionaria. El peso
drama; como ya indicåbamos, el importante ensayo de Immermann de esta situaci6n sobre la literatura alemana es muy intenso. El
queda frustrado precisamente, por la materia literaria escogida, calificativo de aperiodo de plata» no es Otra cosa que una estili-
es decir, la realidad alemana, dada Ia nula evoluci6n de la socie- zaci6n justificante y una idealizaciön de este proceso, la fijaciön
dad burguesa alemana de su tiempo. La lucha entre elementos es- de sus profundas contradicciones, la configuraci6n, incluso, de sus
tilisticos goethianos y romånticos, por un lado, y el realismo, por flaquezas ide016gicas y artisticas como virtudes.
otro, no es sino el reflejo literario de la realidad social objetiva No deja de ser, de todos modos, evidente que Ios anos poste-
de una Alemania atrasada en el terreno social y econömico, en el riores a 1848 trajeron consigo un determinado progreso. Y no s610
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en relaciön con el cada vez mås acelerado auge del capitalismo talidad» burguesa de la era guillermina y determinados rasgos del
o la al fin conseguida unidad nacional, (conseguida, desde luego, drama wagneriano.) En la medida en que a partir de 1848 hubo
por la via reaccionaria), sino también en cuanto a la organizaci6n alguna vinculaciön entre drama y teatro, ésta no fue, realmente,
social y estatal. Engels ha destacado que la transformaci6n del sino una imitaciön provinciana de la comedia parisina de tesis.
absolutismo prusiano anterior al afio 48 en una «monarquia bo- Esta transiciön es caracterizada por Heine de la siguiente ma-
napartista» constituyö, dadas Ias circunstancias alemanas, un pro- nera: «La filosofia y la canciön (Lied) son los frutos mås altos del
greso objetivo. La determinaciön de estos elementos progresistas espiritu alemån. Aquella época de fecundidad pasÖ, una tranqui-
en una evoluci6n cuya linea fundamental es reaccionaria, ha de Iidad idilica era su elemento posibilitador; Alemania estå ahora,
conllevar a su vez la determinaciön de sus contradicciones. En por el contrario, desgarrada en el movimiento; el pensamiento ha
una reflexi6n sobre la novelistica y la ciencia economica alema- dejado de ser altruista, su mundo abstracto ha Sido invadido por
nas ha expresado Engels todo esto de manera bien pregnante: «Los los hechos desnudos; los ruidos estridentes de las locomotoras nos
alemanes no Ilegaron a estar en condiciones de comprender 10 que descomponen el ånimo, y no hay ya canci6n que pueda subir a los
es la economfa politica hasta una vez conseguida la unificaciön labios; el humo del carb6n ahuyenta el canto de los påjaros, y el
alemana. A partir de este momento comenz6 de hecho la importa- pestilente olor del gas de la luz corrompe el aroma de la noche de
ciön de Ia burguesfa alemana. Los eruditos burÖcratas se apode- luna». Y en verdad que la filosofia alemana no ha podido ya re-
raron en seguida de la materia importada infundiéndole un «espi- ponerse a partir de 1848. La Ifrica mås importante que ha ido sur-
ritu alemån» no muy acreditado. Del amasijo de los caballeros de giendo ostenta, asimismo, la flaca impronta de la decadencia. Los
industria metidos a escritores, comerciantes, pedantes y bur6cra- poemas del «Matratzengruft» de Heine son el ültimo acorde de la
tas fue surgiendo una bibliografia alemana de temåtica economica poesia alemana del ya periclitado periodo ascendente.
que en cuanto a monotonia, estrechez, pobreza de pensamiento y Significa pues, el afio 1848, la muerte de la literatura alemana?
capacidad de plagio sÖlo puede compararse a la novelistica ale- En modo alguno. Aunque sin olvidar, desde luego, que todo 10
mana». verdaderamente valioso y abierto al futuro es reducido a Ia perife-
Es ésta una caracterfstica del promedio, del nivel general. Por ria. Siendo éste un hecho verificable incluso en términos geogråfi-
supuesto que esta literatura resulta poco interesante desde la pers- cos; piénsese en los suizos Gottfried Keller y C. F. Meyer; o en
pectiva de hoy; los libros mås leidos de aquel periodo han desa- Theodor Storm, de Holsteim; por Otra parte, el ünico autor dra-
parecido sin dejar huella. Pero incluso en los casos de incorpora- måtico de esta época, realmente fructifero y original, es el aus-
ciÖn de determinadas obras a la historia de la literatura, como las triaco Anzengruber. Todo cuanto fue surgiendo de algün valor
importantes novelas de Gutzkow, Gustav Freitag o, algo mås tarde, permanente, es localizable, desde luego, en la periferia de la lite-
Spielhagen, los rasgos mezquinos de Ia evoluciön alemana pasan ratura; es el caso de Raabe, por ejemplo, y de Fritz Reuter, a pesar
a primer Plano, dando lugar a compromisos poco airosos entre la de su éxito de püblico.
herencia clåsica, totalmente vacia ya de significado (novela educa- No podemos ocuparnos ahora del problema de la proporci6n
tiva), y Ias influencias occidentales acogidas sin especial agudeza en que Keller haya de ser considerado como escritor suizo o ale-
(asf, Gutzkow con Eugenio Sué, o Freitag con Dickens). Por otra mån. (Se trata de un problema ya estudiado en el trabajo sobre
parte, el nuevo giro de la Vida alemana acaba con la tradici6n Keller.) Lo que sf resulta de todos modos seguro, es que tanto
del gran drama alemån, un drama cuya Vida teatral «habfa de Ile- la Alemania anterior al 48, como la posterior, fueron de una im-
gar», en palabras de Kleist, y que, sin embargo, no Ileg6 nunca portancia decisiva para la evoluciön de Keller, el cual logro libe-
dada la particular evoluci6n politico-social de Alemania». El gran rarse de su Vida berlinesa de emigrante refugiåndose en la demo-
drama alemån del Viejo estilo muri6 con Hebbel. La tan celebrada cracia suiza, donde pudo desplegar una auténtica actividad de
sintesis escénica de Richard Wagner fue impregnåndose paulati- escritor, creando una literatura acorde con sus convicciones de-
namente de aquellas peligrosas tendencias reaccionarias de la mocråticas. Es éste un hecho en el que viene contenido todo un
ideologfa alemana que hicieron posibles Ios acontecimientos de 1870, juicio sobre la evoluciÖn literaria alemana a partir de 1848. Cuando
1914 y 1933. (En «EI sübdito», Heinrich Mann ofrece una brillante mås se esfuerzan los historiadores de la literatura por hacer de
descripciön satirica de la relaci6n existente entre la «monumen- Gottfried Keller la figura central de las letras alemanas después
2 - ALISTAS
10 Georg Lukåcs Realistas alemanes det siglo XIX 11

de muerte de Goethe, tanto mås duro resulta el juicio sobre la


la La exposici6n de este proceso genético de la literatura alemana
linea general de esta evoluciÖn. La obra -— suiza— de Keller evi- del periodo imperialista queda fuera del marco de nuestras refle-
dencia 10 que hubiera podido Ilegar a ser la literatura alemana de xiones. Son necesarias, sin embargo, dos observaciones a este res-
haber triunfado la revoluciön democråtica de 1848. Triunfo que pecto. Solamente por el camino del socialismo puede Ilegarle al
hubiera Sido el triunfo sobre las enfermedades ide016gicas del es- pueblo alemån la necesaria transformaciön de la linea equivocada
piritu alemån, y, asimismo, de la literatura alemana. que viene siguiendo desde la guerra de los campesinos, y sobre
También las obras de Raabe y Storm dejan entrever claramente todo a partir de las vacilaciones de 1848. En todos los movimientos
en sus rasgos negativos — verdad de esta aseveraciön. Lo que
Ia literarios alemanes de oposiciön desarrollados durante el periodo
ellos y sus —que no fue poco
iguales consiguieron — 10 consi- imperialista, del naturalismo al expresionismo y mås allå, cabe
guieron en oposici6n a la evoluci6n alemana posterior a 1848. percibir un oscuro presentimiento de esta situaciön. Pero durante
Y no por debilidad personal de estos escritores, o, por 10 menos, mucho tiempo no se Ileg6 mås allå de este presentimiento. S610 a
no tan sölo por ella. En pais alguno decayö la democracia burgue- partir de la Gran Revoluciön Socialista de Octubre, con el forta-
sa tan råpidamente como en la Alemania de la segunda mitad lecimiento interior y exterior del Partido Comunista, pudieron con-
del XIX, sobre todo, a partir de 1870. La consciente o inconsciente vertirse estos presentimientos en nociones mås o menos claras
postura negativa de los escritores europeos occidentales respecto en las mentes de Ios escritores, comenzando lentamente a influir
de su época, que les fue reduciendo a una definida situaciön de y a reflejarse en su producciön, una vez superadas muchas inhi-
aislamiento, resulta mucho mås acentuada cualitativamente en la biciones y a través de no pocos rodeos. Bastarå con citar nombres
Alemania posterior a 1848. SÖlo la clase obrera representaba una como los de Heinrich Mann y Arnold Zweig, Johannes R. Becher
verdadera oposiciön al sistema de Bismarck, y en tanto su lucha no y Anna Seghers. Nombres que nos hablan de la existencia de una
ejerci6 influencia alguna sobre la literatura, permaneciendo Iejos real perspectiva de renovaciön de la literatura alemana, por la via
de ella, a la literatura alemana sÖlo Ie quedÖ el dilema entre la su- de un auténtico y significativo realismo alemån fundado, en me-
misi6n servil al sistema de Bismarck, con todas sus consecuencias dida cada vez mås considerable, en una visiön del mundo socia-
espirituales y artisticas, y una postura de solitaria y grotesca ex- lista, o, por 10 menos, de acuerdo con su influencia. Porque segün
travagancia. nos demuestra el gran ejemplo de Gorki, un realismo socialista
La influencia del movimiento obrero no cobrö auténtica Vida puede darse mucho antes de la victoria del proletariado revolu-
hasta los afios ochenta, cuando el heroismo del proletariado en su cionario.
lucha contra la ley antisocialista comenzö a revelar toda su po- Como deciamos, el proceso de consolidaciön de estas influen-
tencia. El elemento innovador aportado por el movimiento natu- cias ha Sido largo. 1918, Ia Repüblica de Weimar, el fascismo y
ralista encuentra, sin duda alguna, su explicaci6n 16gica en este su caida, han Sido sus etapas mås importantes. De igual modo en
cambio; y, desde luego, también el caråcter esporådico y no pro- que, a partir de la guerra de los campesinos, Alemania se convirti6
fundizador de esta influencia. Las causas de todo ello —
debidas en el campo de batalla de las potencias europeas que se dispu-
a una misma infraestructura social— son dobles: por un lado, taban el poder, mås tarde, fortalecida politica y economicamente,
los escritores alemanes han vivido el socialismo de manera su- si, pero sin haber superado todavia el nåmero de la miseria ale-
perficial, cifrando en él las posibilidades de una salida, entre abs- mana, se convirti6 en el centro, en el polo mismo de atracci6n
tracta y ut6pica, de la realmente existente, capitalista e imperia- de las ideologfas imperialistas reaccionarias. Asi como en los
lista, miseria alemana (piénsese en el «EmanueI Quint» de afios de Ia preparaciön ide016gica de la revoluci6n democråtica
Hauptmann); y por otro, las crecientes tendencias oportunistas alemana, Winckelmann y Lessing, Goethe y Hegel fueron las figu-
sarrolladas en el seno de la socialdemocracia alemana fueron im- ras rectoras de aquella visiön del mundo burguesa, de cufio pro-
posibilitando a la oposiciön el organizar el tipo de ataque al régi- gresista, Schopenhauer, Nietzsche y sus sucesores de mayor o.
men imperialista y a su cultura que los bolcheviques consiguieron menor importancia, han Sido los musagetas de la reacciön mun-
Ilevar a cabo en Rusia. Esta incapacidad para conseguir una in- dial, verdaderos precursores y anticipadores enormemente influ-
fluencia amplia y profunda constitufa ya parte sustantiva de Ia yentes de Ia fascistaciön ideolögica. Y este dato de la ideologia
oposici6n izquierdista de la socialdemocracia alemana. alemana tiene, por supuesto, su traducciön equivalente en la lite-
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 13
12

ratura. Jamås ha Sido tan fuerte la lucha entre el progreso y la uraencia de una critica, realmente ineludible, de los puntos flacos
reacci6n como 10 Ileg6 a serprecisamente en este periodo. especificamente nacionales existentes en toda literatura, y, sobre
Y Ilegamos asi a nuestra segunda observaci6n. En otros con- todo, en la alemana. Por mucho que en toda evoluciön literaria
el realismo socialista signifique algo eminentemente nuevo y re-
textos he procurado exponer un esquema de estas luchas (asi, por
ejemplo, en «La literatura alemana en la era del Imperialismo»). valorizador, y por mucho que equivalga a un salto cualitativo (si
No tenemos, sin embargo, Otro remedio ahora que aludir breve- bien, desde luego, Ia corporeizaciön artistica concreta de este salto
mente a la linea medular de estas luchas, ya que, fuera de este no sea posible sino al cabo de un largo proceso, erizado a menudo
marco general, el elemento innovador de una figura de transiciön de problemas), su punto de partida concreto es, necesariamente,
tan interesante como Theodor Fontane, resultaria ininteligible. En toda la linea central progresista del arte y de la literatura del pais
Thomas Mann, por ejemplo, estas tendencias alcanzan su cifra en cuestiön (y de la literatura universal, en términos generales).
mås alta, tanto en 10 espiritual como en 10 artistico, haciendo de Aqui es donde tienen su raiz todas esas situaciones en las que
él la figura mås importante de Ia literatura burguesa de nuestra
sobre todo en el estadio inicial — se patentizan algunos de los
época (véase mi < Thomas Mann» *). En Fontane, y todavfa mås problemas centrales de las luchas ideolögicas y estéticas. A este
en Thomas Mann, resultan visibles Ias modificaciones y los ro- respecto podemos aludir, por ejemplo, a los dos falsos extremos
deos a través de los que prosiguieron su evoluci6n las tendencias motivados, también en el plano literario, por el especial caråcter
progresistas de la Vieja Alemania, realizåndose en la literatura de de la general evoluciön del pueblo alemån: a) un cosmopolitismo
los afios de gestaciön del imperialismo y del imperialismo mismo.
abstracto (opuesto al verdadero internacionalismo) y b) un estre-
En Fontane resultan a la vez evidentes las limitaciones que, sur- cho provincianismo expresado a menudo como un chauvinismo
gidas de esta misma rafz, impidieron un auge del realismo burgués reaccionario (opuesto al verdadero patriotismo). La lucha contra
alemån parejo al habido en la Rusia prerrevolucionaria. los residuos ideolögicos del capitalismo es, por supuesto, una

Sölo esta concepci6n de Ia génesis y del desarrollo hist6rico de Ias tareas propias de todo periodo de transiciön al socialismo,
del realismo alemån, a 10 largo del siglo XIX, permite discernir
con el esfuerzo consiguiente, y que en concreto se manifiesta. no
10 que en su legado pueda haber de vivo para el realismo socia-
menos generalmente, en forma de lucha contra los puntos flacos
de toda especifica evoluciön nacional.
lista, vigente hoy también en Alemania, y para la literatura progre-
Sista internacional. Los rasgos negativos han Sido subrayados ne- En tercer lugar —y jamås podremos insistir suficientemente
cesariamente a 10 largo de estas observaciones. Y 10 han Sido no en ello— si bien el realismo socialista es la superaciön real de
s610 como consecuencia 16gica de una tan esquemåtica visi6n todas las tendencias mezquinas y empobrecedoras de la evoluci6n
de conjunto social e hist6rica, sino asimismo por razones de indole burguesa, al mismo tiempo entrafia una conservaciön de todas las
estética. Porque, indiscutiblemente, Ia necesaria apropiaci6n crf- tendencias progresistas promovidas por esta via humana. El que
la forma de todas las luchas por la realizaci6n del socialismo adopte
tica por parte del realismo socialista, de la herencia anterior,

impone — también en las cuestiones estéticas— un triple enfren- una impronta nacional, tiene una importancia determinante para
el arte y la literatura. Porque no podemos concebir la forma de
tamiento con Ias tradiciones del pasado burgués.
Resulta, en primer lugar, necesaria una critica de las limita- este contexto precisamente como algo superficial. «La forma es
ciones burguesas operantes en los mås altos ejemplos, tanto en esencial», dice Lenin, «la esencia adopta esta o aquella forma, que
el terreno de las ideas como en el de 10 estético, del arte de la a su vez depende de la esencia...» Este caråcter nacional de los
sociedad clasista. El nuevo contenido social y humano del socia- aspectos formales del realismo socialista, traducido de manera
lismo conduce necesariamente a planteamientos artisticos nuevos, inmediata en la apropiaciön critica de las mejores tradiciones de
la evoluciön literaria, va, por eso mismo, mucho mås allå de 10
mucho mås depurados, dando Vida en el correspondiente proceso
configurador, a problemas formales radicalmente nuevos. En se- externamente formal. Determinadas formaciones artisticas resis-
ten, a veces, gracias a su potencial vital, una transformaciön cri-
gundo lugar, hay que destacar en este periodo de transici6n la
tica de este tipo. Ello es debido, fundamentalmente, a su profundo
enraizamiento en esas cualidades cimeras del pueblo, que Ie posi-
* Georg Lukåcs: Thomas Mann (traducci6n castellana de Jacobo Munoz),
bilitan los resortes humanos necesarios para el perfeccionamiento
Ediciones Grijalbo, S. A., Barcelona, 1969.
14 Georg Lukåcs

mås depurado de su propia tipicidad. Cualidades que, pog Otra


parte, estån sometidas a un incesante proceso de cambio, de ial
modo que para coadyuvar a Ia formaci6n del hombre socia)ista,
han de sufrir un giro radical. No hay, empero, cambio de susfancia
alguna que no conlleve la permanencia o el retorno de cIer!os
rasgos, del modo mismo en que no hay una evoluciön tan gigan-
tesca ni diferenciadora que no conlleve determinados eleméntos
de continuidad. Una literatura a la que falten plenamente estos
rasgos o esta continuidad, no estå en condiciones de caractgr,izar
10 nuevo —
nacido de la lucha contra 10 viejo— sino de manera..t La tragedia de Heinrich von Kleist
totalmente abstracta, sin poderlo configurar en su concreci6n mås
precisa. Jamås podrå, por Otra parte, mover a las masas, ni Ilegar Con Kleist comienza la moderna literatura alemana en sentido
a ser verdaderamente popular, es decir, verdaderamente nacional. estricto, es decir, en el sentido de su posterior evoluciön deca-
Entre las mås sobresalientes cualidades de la literatura soviética dente. Kleist vive y crea rodeado de Ia incomprensi6n de sus con-
figura, precisamente, Ia inclusiön en sus obras de 10 mejor de Jas temporåneos. Su fama literaria comienza bastante tarde y alcanza
tradiciones nacionales ya superadas, en el preciso sentido de pre- su punto culminante en el periodo imperialista. En esta época es,
servadas y elevadas-a-un-nivel-superior. por 10 menos en los circulos literariamente cultivados, el clåsico
De entre el cårnulo de problemas que a todo alemån le plantea mås apreciado y, a la vez, el considerado como mås actual. El
Ia historia de su literatura hemos escogido aqui, pues, unos pocos. drama de Kleist, sobre todo, es convertido en un verdadero mo-
Problemas alemanes, si, pero vistos, sobre todo, desde el ångulo delo, situåndose cada vez con mås fuerza por encima del de
de su significaciön para un posible avance y progreso; cuando 10 Schiller. Gundolf Ilega a referirse a Kleist presentåndolo como
que estå en juego son valores reales, 10 especificamente alemån el mås representativo autor dramåtico alemån; como un poeta
no implica una limitaci6n estricta a un plano nacional, o provin- convertido originariamente en dramaturgo por la fuerza misma
ciano, si empleamos un patron universal de medida. Con todos de sus mås arraigados instintos, y no como Lessing, Goethe o
sus fallos y limitaciones, la literatura alemana, incluida la de los Schiller, a través de no se sabe Qué complicados rodeos. El fas-
siglos XIX y xx, es, a pesar de su discontinuidad, un fen6meno cismo sigue cultivando esta valoraciön. El dramaturgo Kleist es
internacional de primer orden, del que es preciso ocuparse. Preci- convertido por los fascistas en la gran figura antitética del huma-
samente ahora en que una parte al menos del pueblo alemån inicia nismo dramåtico de Goethe y Shiller, en el Dionisos de los drama-
el camino de la liberaciön y de la paz, el camino de la verdadera
turgos germånicos, gracias a cuya ayuda puede Ilegar a ser superada
democracia, esta consideraci6n del pasado, del presente y del fu- la razön humanista de la dramaturgia de Goethe y Shiller.
turo de 10 alemån, de la cultura y de la literatura alemana, se nos Esta «reactualizaci6n» de Kleist tiene, desde Iuego, unas rafces
aparece tanto mås importante para todo aquel a quien realmente reales bien determinadas en su personalidad. A la historia de la
importen la paz y la emancipaci6n humanas. Aunque se comprende literatura reaccionaria no le han sido, verdaderamente, necesarias
de suyo que precisamente para todo alemån deba convertirse esta Ias fasificaciones, las presiones y las omisiones que ha tenido que
consideraciön en uno de los problemas espirituales de su Vida. introducir, por ejemplo, en sus versiones de Hölderlin o Büchner
Este libro no ofrece, a pesar de 10 relativamente reducido de como precursores de concepciones artisticas reaccionarias.
su temåtica histörico-literaria, sino fragmentos: ensayos, estudios El juicio de Franz Mehring sobre la personalidad de Kleist, al
parciales.Pero como el planteamiento y la problemåtica misma referirse a éste, parafraseando una observaci6n marginal de Treit-
de todos y cada uno de estos fragmentos tienen su origen en Ia schke, como eun oficial prusiano de la Vieja escuela durante todos
problemåtica general aludida, el autor guarda la esperanza de haber Ios dias de su vida», es, en 10 esencial, acertado. Mehring subraya
ofrecido una —
modesta— contribuci6n a su esclarecimiento. ademås, y con razön, 10 de «todos los dias de su vida». Impugna
asi el argumento de algunos «redentores» izquierdistas de Kleist
Budapest, Junio de 1950 que una y Otra vez han intentado demostrar que en un momento
16 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 17

determinado, éste estuvo en oposici6n real a la podrida Prusia


de su tiempo. 1
En un primer anålisis de los rasgos esenciales de Kleist hemos
de habérnoslas ya con una contradicciön profunda: un teniente La incurable soledad de todos los seres humanos, Ia desespe-
de la Vieja estirpe prusiana, que al mismo tiempo Ilega a conver- ranzadora opacidad del mundo y de todo acontecer mundano: ésa
tirse en precursor de la moderna versiön dramåtica de las es la atmösfera trågica de Kleist, tanto en la Vida como en la
nes monomaniacas y de la rigurosa e insobornable soledad del literatura. Sylvester von Schroffenstein, una de las figuras del
hombre en la sociedad capitalista, que se anticipa a las modernas primer drama de Kleist, acaso exprese este sentimiento de la
tragicomedias de la historia y que es, asimismo, el primero en manera mås plåstica:
iniciar la barbarizaciön dionisfaca de la antigüedad, la destrucci6n,
en fin, del humanismo en ella enraizado. Soy un enigma para ti,
Una consideraciön mås detallada de su personalidad y de su ino es eso? Consuélate, Dios 10 es para mi.
destino nos revela la profundidad de estas contradicciones. Kleist
representa, de la manera mås aguda, la oposici6n romåntica, con En una carta bastante posterior, vuelve a ello Kleist con pa-
todas sus tendencias reaccionarias, al humanismo clåsico del pe- labras muysimilares: «No puede ser malo el espiritu aposentado
rfodo weimariano de Goethe y Schiller. Y sin embargo, en los en la cumbre del mundo; es, simplemente, inconcebible». A partir
afios de brillo de mediocres representantes del pensamiento y de esta postura vital, la muerte va adquiriendo un perfil a la vez
del sentir romånticos, titulares de un patriotismo de miras estre- terrible y sugestivo; para Kleist y para los seres creados por
chas durante las luchas contra Francia, etc. (Adam Müller, Fou- Kleist, es un abismo siempre presente, un abismo que a un tiempo
qué, etc.), Kleist permaneciö solitario e incomprendido. Aunque atrae y hiela la sangre. (Se trata de un talante vital de universal
su posiciön politica, expuesta håbilmente en Ias «Berliner Abend- conocimiento literario gracias, posteriormente, a Poe y Baude-
blättern» (1810-11), era extremadamente reaccionaria, también en laire.) El efecto trågico escénico alcanzado por Kleist depende, en
el plano politico fue completo su aislamiento. Separado de su fa- su mayor parte, de la extraordinaria configuraciön plåstica de este
milia y despreciado por ella, alabado muy débilmente y desde talante vital. De una tragedia perdida de la juventud de Kleist, o
un plano de superioridad por las figuras romånticas (Arnim, de la que s610 ha quedado un fragmento, nos ha Sido transmitida
Brentano, etc.) de su misma posici6n politica, y con no pocas re- una escena a través de narraciones de contemporåneos: unos ofi-
servas, Kleist vino a derrumbarse a las puertas mismas de aquel ciales de la caballeria austriaca se ponen a jugar a los dardos
impulso nacional despertado en visperas de la «guerra de libe- antes de la batalla de Sempach. En tono de broma apuestan que
raci6n aquel a quien le salga negro, caerå en la batalla. A1 primero Ie
La muerte de Kleist, un doble suicidio con una mujer dispuesta sale negro; bromas y risa general; al segundo, 10 mismo, la risa
a matarse al haber contraido una enfermedad incurable, no hace ya es mås forzada; y cuando finalmente a todos les ha salido ne-
sino aumentar el caråcter excéntrico de su Vida, y, sobre todo, si gro, se hace evidente el terrible presagio de una batalla en Ia
tenemos en cuenta que el doble suicidio juega un papel muy im- que efectivamente los suizos acabarån exterminando por completo
portante en Kleist como liberaciön anhelada de las insolubles con- al ejército de caballeria austriaco. Escenas semejantes se encuen-
tradicciones vitales. En diversos momentos de su Vida encontramos tran en todas las tragedias de Kleist. En «Hermannschlacht», por
alusiones al doble suicidio, en el sentido de que si no 10 practicö ejemplo, Varus, el general en jefe de Ios romanos, es cercado
antes, no fue sino por falta de una compafiera dispuesta a ello. por los germanos. Como romano a quien nada puede hacerle tem-
Incluso en la carta de despedida escrita a la amada de sus ültimos blar, empieza a tomar sus medidas defensivas. De repente aparece
afios, Marie von Kleist, dice claramente que si le ha Sido infiel en el bosque una alruna germånica. Y he aqui un fragmento del
yendo a la muerte con Otra mujer, ha Sido tan sÖlo porque ella, diålogo surgido entre ambos, muy representativo del citado talante:
Marie, declino su proposiciön de morir juntos.
Varus: i De d6nde vengo?
Alruna: iDe Ia nada, Quintilius Varus!

3
18 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 19

Varus: CA dönde voy? a nadie, ni nadie se une a uno; pueden intercambiarse unos ama-
Alruna: iA la nada, Quintilius Varus! bles saludos, pero en ellos el corazÖn participa tan poco como un
Varus: i Dönde estoy...? pulmon en una campana en la que se ha hecho el vacio, y si alguna
Alruna: A dos pasos de la tumba, Quintilius Varus, vez se le escapa a uno algün sentimiento, se pierde como un sonido
amargamente entre una nada y Otra nada. de flauta en un huracån.»
Sin embargo, en el orden sentimental y mental, Kleist sölo se
La configuraciön de los seres humanos y de su destino a partir ocupa del hecho objetivo de esta soledad de una manera muy irre-
de este radical nihilismo, de esta tensiön entre el terror y la nos- gular y discontinua. En el momento mismo en que deviene cons-
talgia de la muerte, de esta mortal soledad humana, con una se- ciente de las raices sociales de sus sentimientos, esta consciencia
paraci6n abismal entre los hombres, todo esto es 10 que en los no hace sino reforzar su odio Ciego y furioso contra todo 10 nuevo,
ültimos decenios del mundo capitalista confiere a la obra de Kleist incluso contra el mundo nuevo de una sociedad burguesa que
un acento tan extraordinariamente «moderno». Ahora bien, ic6mo también en Alemania anuncia su presencia. Asi, pues, dirige su
puede armonizarse este talante vital tan decadente de Kleist con mirada a Paris, a la Revoluciön Francesa, a Napoleon, Fichte,
su temple conservador de senor feudal prusiano, con la fidelidad Smith, Hardenberg, etc., con odio. Un odio instintivo, burdo e
a su condiciön misma de oficial prusiano de la Vieja escuela? irracional. Un odio que jamås lograrå desbordar el horizonte ori-
Planteado de esta manera tan abstracta, el problema resulta ginario de Kleist, el horizonte de la Vieja Prusia. Con el paso del
insoluble, ya que estos dos polos realmente opuestos parecen ex- tiempo, efectivamente, este odio Ilegarå a reforzar sus lazos, un
cluirse por completo el uno al otro. Pero en éste como en cualquier tanto debilitados ya, con la Prusia feudal y absolutista.
otro problema, su concretizaci6n nos enseüa que la unidad de los En la profunda y sutil narraci6n de Thomas Mann sobre el
contrarios es cosa que siempre se da en esta Vida. Se ha verificado artista decadente Tonio Kröger, Lisaweta, la pintora rusa, le cali-
ya muchas veces que las mås profundas conmociones ocurridas fica de «burgués extraviado». Con ello quiere indicar que si bien
en la disposici6n animica de las personas, con crisis espirituales el talante critico de Tonio Kröger, a un tiempo decadente y refi-
que pueden Ilegar, incluso, a la desesperaciön, no tienen por qué nado, 10 aleja sobremanera del burgués medio, haciéndole apare-
ir acompafiadas de iguales conmociones en sus posturas frente cer a Ios Ojos de éste como un ser extrafio, incomprensible, e
a la base social heredada. Es mås, en los casos en que estas crisis incluso criminal, este mismo talante suyo le hace volver una y otra
se presentan desde un principio de tal modo que vinculan de ma- vez, indefectiblemente, al seno de la burguesfa. Con igual raz6n
nera inmediata el estricto destino individual de Ias personas con puede dårsele a Heinrich von Kleist el calificativo de senor feudal
Ia agobiante pregunta, a la vez religiosa y metafisica, acerca del prusiano «extraviado».
«sentido del mundo», ocurre que efectivamente, estas crisis aca- En Kleist, este extravio comienza muy pronto. Convertido en
ban por reforzar y ahondar el conservadurismo del instinto so- oficial por tradici6n familiar, no se siente, sin embargo, a gusto
Cial originario de quienes las sufren. Y éste es el caso mismo en aquel ejército corrompido. Ni la paz ni la guerra le satisfacen.
de Kleist. Se apodera de él la nostalgia de una verdadera comunidad hu-
La radical experiencia de la soledad vivida por Kleist tiene su mana, de un armÖnico equilibrio entre Vida instintiva y visiön
origen (jamås percibido de manera consciente, desde luego, por del mundo. Es de todo punto natural que comience ocupåndose de
él mismo) en la situaciön del hombre en la sociedad capitalista. la Ilustraciön. Rousseau, por ejemplo, influye muy notablemente
Resulta muy significativo que Ias reflexiones mås sencillas y a Ia en su evoluci6n general. También en esta ocasi6n resulta de 10
vez mås plåsticas sobre la soledad, hechas por Kleist, se retrotrai- mås caracterfstico respecto de la «modernidad» de Kleist que sea
gan a la época de su estancia en Paris. No son sino unas reflexiones él, precisamente, uno de los primeros (al menos en Alemania), en
acerca de la soledad del ser humano en la gran ciudad. «Pasa uno ofrecer una imagen inequivocamente reaccionaria de la negaci6n
friamente al lado de los demås; da vueltas por las calles junto de la sociedad burguesa contenida en la critica rousseauniana de
a una multitud de seres humanos a los que nada les resulta tan la cultura. Y, como ya hemos visto, de una manera especificamente
indiferente como sus semejantes; antes de poderse uno fijar en alemana. Uno de los fallos mås acusados de la Ilustraciön alemana
alguien, éste ya ha Sido borrado por otros diez; y asi, uno no se une es, desde luego, su nulo aprecio de Ia extraordinaria critica social

'b
20 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 21

de los franceses, cuya critica atea de la religi6n se empefia reite- allå de la muerte. Su contacto con Kant le provoc6 el derrum-
radamente en transformar en una «religiÖn de la razön». Sobre bamiento de todo esto. En cartas escritas a su novia y a su her-
este suelo se alza el aliento rousseauniano de Kleist, sobre el mana se lamenta del vacio y de la falta de objetivos asi engen-
suelo de una ilustraciön debilitada y especialmente inoperante en drados: «EI pensamiento de que en este mundo no podemos Ilegar
el åmbito de la critica de la sociedad. Una Ilustraciön, por Otra a saber nada, absolutamente nada, de la verdad; que aquello a 10
parte, con potentes raices incluso en los circulos feudales de la que llamamos verdad aqui, recibe otro nombre bien distinto des-
Prusia de entonces; sabemos, por ejemplo, que Voltaire y Helve- pués de la muerte, y que, en consecuencia, todo afån es inütil y
tius eran Ia principal lectura de Ulrike, la hermana preferida de estéril, este pensamiento, en fin, me ha sobrecogido hasta 10 mås
Kleist. profundo del alma».
Como es bien sabido, este estudio de los textos de la Ilustra- Se trata de la relaci6n inmediata entre el individuo Kleist y el
ciön y el consiguiente intento de procurarse una visi6n del mundo universo, entre Kleist y la personificaciön de Dios. El mismo
por medio de la apropiaciön incondicional y apasionada de la Kleist, por Otra parte, se refiere siempre a estos problemas de
ciencia, acaban en Kleist bruscamente con su ya famosa crisis la manera mås sincera, describiéndolos bien plåsticamente. Pero
kantiana. La lectura de Kant (o de Fichte, como opina Ernst Cas- tiempo después de su crisis kantiana viaja a Paris con su hermana.
sirer) condujo a Kleist a un brusco desmoronamiento de estas Por el camino sufren un accidente del que logran salir ilesos.
esperanzas suyas. Todas las tendencias reaccionarias y antihuma- Kleist escribe entonces a su prometida: «iUna Vida humana Ilegö
nistas de la teoria fascista de la literatura tienen su precedente a depender, pues, de un rebuzno! Y en el supuesto de que hubiera
en esta crisis kantiana. Werner Däubel, por ejemplo, ve en Kant, acabado ya (es decir, la Vida, G. L.), dhabria yo vivido para eso?
siguiendo a Paul Ernst, el gran obståculo, en el orden de la visi6n iHabria Sido ésa la intenciön del Creador en esta Vida terrenal,
del mundo, para una tragedia alemana. Segün Däubel, Kant acabö oscura y enigmåtica? d Esto es todo 10 que habria yo tenido que
con la vena trågica de Schiller, y la crisis kantiana de Kleist no aprender y hacer y nada mås...? dQuién puede saber para qué ha
fue sino una revuelta de los sanos instintos germånicos contra querido prolongar el Cielo mi vida?» De todo esto se deduce cla-
aquel cuerpo extrafio, occidental y racionalizante. (Es muy de ramente que 10 ünico que esta crisis kantiana hizo tambalear
lamentar que algunos escritores antifascistas se hayan dejado en Kleist fue un protestantismo un tanto influido por la Ilus-
Ilevar también, en algunas ocasiones, por esta teoria tan reac- traci6n (esto es, las relaciones inmediatas entre el alma humana
cionaria.) y Dios).
No podemos estudiar aqui este problema kantiano en toda su A partir de esta crisis comienza a tomar cuerpo el radical
extensi6n. Es preciso indicar, sin embargo, que el enfrentamiento nihilismo del que venimos hablando, esa combinaci6n, tan propia
de Schiller con Kant se desarrolla en una direcci6n totalmente de Kleist, de terror a la muerte y nostalgia hacia ella. Y resulta
distinta al de Kleist. Schiller intenta superar el idealismo subje- muy interesante observar como en todas estas crisis va reprodu-
tivo kantiano por la via de un idealismo objetivo; como teörico, ciéndose siempre renovada Ia estructura fundamental de la po-
es un precursor de Hegel, como poeta es —a
pesar de 10 opuesto sici6n de Kleist frente al mundo. Es decir, la pregunta acerca
de sus impulsos creadores— un compafiero de viaje de Goethe. del sentido absoluto e inmediato del mundo enunciada por el in-
En Kleist, por el contrario, Ios grandes problemas de Ia filosofia dividuo Kleist, a partir del solitario nücleo radical de su existen-
kantiana, tan cargados de contradicciones, no juegan papel al- Cia. Todas las zonas intermedias, todas las mediaciones, sobre todo
guno. La influencia de Kant le resulta de 10 mås destructiva, las sociales, estån absolutamente excluidas del åmbito de senti-
precisamente en el punto en el que éste ha realizado un trabajo mientos de Kleist. La transformaciön de sus esperanzas en un
innegablemente progresista, es decir, en la destrucciön del co- desespero radical no influye para nada en la angosta base religiosa
nocimiento metafisico de Dios, incluso en su forma mås débil, de su problemåtica fundamental. Es precisamente este tipo de
ofrecida por la Ilustraciön alemana. Anteriormente a esta crisis, crisis espiritual 10 que hizo tan popular a Kleist en época reciente,
Kleist se habia procurado una visiön del mundo cuyo nücleo en los anos en que el nivel de la visi6n del mundo de la burguesfa
central era una especie de metampsicosis, una culminaciön del alcanzö su mås extrema decadencia; fue en aquel periodo cuando
proceso de perfeccionamiento humano y moral del individuo mås este tipo de crisis, vividas subjetivamente de manera sincera, pero
22 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 23

infantiles desde un punto de vista objetivo, eran consideradas instintos patéticamente magnificados y trågicamente iluminados
como algo especialmente «profundo». de un senor feudal prusiano «extraviado».
Con todo esto podemos considerar ya claramente dibujados Sobre este mundo espiritual de Kleist, tan asocial, cae de golpe
Ios perfiles del talante anfmico de Kleist frente al mundo. Hemos el desmoronamiento de Prusia en la batalla de Jena (1806). Un
visto cÖmo limita Ios problemas del humanismo de su tiempo a
desmoronamiento que motiva en Kleist, al igual que en la mayo-
una psicologfa individual y monomaniaca, viviendo los problemas ria de sus contemporåneos, una verdadera crisis. Durante la sub-
ficticios surgidos por este camino con patetismo salvaje y fervor siguiente preparaci6n del alzamiento nacional contra la Francia
religioso. La nota mås caracteristica de su evoluci6n a raiz de la
napoleönica, en aquellos tiempos turbados, Ios instintos reaccio-
crisis kantiana es, precisamente, su profundo ataque a la razön, narios, tanto en 10 politico como en 10 social, de Kleist, se dibujan
a la que no considera como el medio mås adecuado para acceder con toda su potencia. La reacci6n de Kleist a los acontecimientos
al conocimiento del sentido mundanal de su propia individuali-
es una furia encarnizada contra todo 10 francés, un Ciego nacio-
dad, y a la que procura denigrar de todas Ias maneras posibles. nalismo. Suefia en atentados contra Napoleon. Poseido de un sen-
Esta lucha contra Ia raz6n le Ileva a una magnificaci6n del ins- timiento maravillosamente auténtico escribe poemas llamando a
tinto y de los sentimientos inconscientes, es decir, a un rechazo la insurrecci6n, en los que el pueblo alemån es incitado a acabar
de toda forma de consciencia. «Toda inclinaci6n natural, toda con los franceses como con perros rabiosos o bestias daräinas. Es-
espontaneidad, son hermosas; y todo 10 que quiere comprenderse cribe su primer drama, «Hermannschlacht», que desborda temå-
a si mismo, se convierte inmediatamente en desagradable y con- ticamente la configuraci6n de simples pasiones subjetivas; el ünico
fuso.»
drama alemån de esta época en el que el ansia de liberaci6n na-
El patetismo de esta sobreexcitaci6n del sentimiento Ilega en cional de los alemanes es configurada —a pesar de los elementos
Kleist a Ia propia histeria, hasta la monomania misma, porque reaccionarios que contiene —
con fuerza extraordinaria. Se con-
ya no se trata de un sentimiento verdaderamente ingenuo, ni de vierte asi en publicista, y trabaja como redactor de las «Berliner
una verdadera seguridad Cree que sus sentimientos se
instintiva.
Abendblätter». Lucha aquf juntamente con todos los protagonistas
encuentran ininterrumpidamente amenazados. Y lucha sin tregua de la reacci6n romåntico-feudal. Arnim, Brentano, Adam Müller,
contra esta amenaza. Porque s610 el sentimiento puede servirle etcétera, contra los planes reformistas de Hardenberg. Convierte
ya de brüjula en la Vida, y no deja de percibir de una manera su peri6dico en un 6rgano de la oposiciön feudal contra las re-
a la vez continua y oscura, que este sentimiento no puede ser formas de Stein, Scharnhorst y Gneisenau.
una guia realmente segura. «No perturbes mis sentimientos», dice La toma de posiciön de Kleist contra el partido reformista
Hermann, una de sus figuras, al exigfrsele tomar una decisi6n prusiano, el anålisis de cuya contradictoriedad y escisi6n internas
politica. Y todos los héroes de Kleist —
como su autor mismo — desbordarfa el marco del presente estudio, evidencia 10 reaccio-
viven encerrados en sf mismos, al igual que en su suefio; circuns- nario de sus tendencias. Por muy contradictorios, ingenuos y ut6-
tancia que permite hipertrofiar sus pasiones, en el espacio vacio picos que fueran realmente los planes de Scharnhorst y Gneisenau,
de un yo reducido a sf mismo, hasta 10 monomaniaco. Pero Ja
las reformas preconizadas por ellos, con toda su moderaci6n y
insuficiente consciencia del mundo exterior estå siempre presente
cuidado de Ios intereses establecidos, suponfan la ünica posibi-
en ellos. También sin cesar ante la posibilidad de una interrup- Iidad de dotar a Prusia de un ejército que habrfa de estar luego
ci6n de su suefio, percibiendo oscuramente, al mismo tiempo, que en condiciones de medirse victoriosamente con Napoleon. La poli-
esta interrupciön es inevitable. tica de Kleist y de los de su misma opini6n hubiera conducido
Pero precisamente en esta patética monomania y a través de indefectiblemente a un nuevo Jena.
ella, resulta preservado en Kleist con fuerza todavfa mayor el
Y, sin embargo, desde el solo punto de vista de Kleist, el
«viejo Adån» del sefior feudal prusiano. Por supuesto que sus hombre y el escritor, toda esta evoluci6n no representa sino un
rasgos decadentes influyen de manera cada vez mås inquietante gran paso hacia delante. Por vez primera es conmovido Kleist
en los seres que viven normalmente al lado suyo, incluso en sus en 10 mås profundo por problemas de tipo general, nacionales
hermanas. Lo que no impide que estos rasgos Ileguen a ser y sociales. Por vez primera en su Vida se siente efectivo dentro de
vez mås intensos en Kleist, mås rfgidos, mås crispados: son JO' una comunidad. El «extraviado» ha vuelto a su hogar.
24 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 25

Un retorno al hogar, sin embargo, que nuevamente habria de en Ia insuperable desconfianza existente entre los protagonistas de
ser escrito entre comillas. Porque para los auténticos sefiores pru- sus obras. El que en todas ellas figure, al mismo tiempo, un deseo
sianos, Kleist seguia siendo un literato decadente. Y 10 mismo para tan ardiente como incurable de quebrantar las fronteras de dicha
su familia. Cuando después del fracaso de las «Abendblätter» vi- soledad, superando asi la desconfianza, es algo que no hace sino
sita Kleist a su familia, escribe bajo la impresiön de este encuentro subrayar mås agudamente esta situaciön, ya que semejante deseo
a Marie von Kleist que preferirfa morir diez veces antes de re- estå necesariamente condenado al fracaso. De acuerdo con este
petir la experiencia de semejante tipo de convivencia. Para el substrato psicolögico, el nudo de la acciön de los dramas y narra-
gobierno, que ha ahogado al grupo de oposiciön de Ias «Abend- ciones de Kleist descansa en el error, el malentendido y el auto-
blätter» valiéndose de una inflexible censura, el teniente Kleist, en engafio. El esquema de Ia acciÖn es, precisamente, el constante
situaciön, por Otra parte, de reserva, no es sino un impertinente desenmascaramiento de estos malentendidos, de una manera, sin
molesto. Para sus compafieros de viaje romånticos, Kleist es un embargo, bien original y compleja. Tan compleja, que todo desen-
amargado extravagante. Los juicios de Arnim y de Brentano sobre mascaramiento no acaba sino por hacer todavfa mås tupida la
él son muy escuetos y reservados; sus alabanzas son realmente red de los malentendidos, viniendo cada nuevo paso a aumentar
escasas, y unidas a tales reservas, que todo ello nos parece hoy, la impenetrabilidad de su espesura, hasta que la catåstrofe final
dada la increible superioridad literaria de Kleist sobre Arnim y ilumina por fin —a menudo por el camino mås inesperado— la
Brentano, no poco ridiculo. situaci6n verdadera.
Kleist ha sufrido un verdadero fracaso, tanto en el plano pri- En «Die Familie Schroffenstein», la obra primeriza de Kleist,
vado como en el püblico. Prusia ha preferido aliarse con Napole6n todas estas tendencias cristalizan en una forma artistica ya ma-
en su campafia contra Rusia. El partido de Ia guerra antinapo- dura y de contornos perfectamente definidos. Es esta madurez
IeÖnica ha Sido derrotado. suya, por cierto, 10 que diferencia con toda claridad este drama
No el motivo, uno entre muchos,
se trata ahora de entresacar respecto de otras obras primerizas, una madurez artistica extra-
que determinÖ primordialmente el suicidio de Kleist, a raiz de ordinaria, especialmente en el orden técnico dramåtico. La juven-
este desmoronamiento. Uno sÖlo bastö para hacerle considerar tud del autor resulta sölo perceptible en la desnudez con que
su curso vital, vacio ya de toda posible salida. presenta Ios problemas, unos problemas especificamente kleistia-
Kleist decidi6, sin embargo, morir en la cumbre misma de su nos, sin trasfondo humano y social alguno, es decir, fuera de todo
madurez creadora. Su ültimo drama, «Der Prinz von Homburg», intento de dotarles de una auténtica base real. EI mundo medie-
supone un verdadero paso adelante en la medida en que tiene val, el ambiente feudal, el odio sangriento entre ambas ramas de
por objeto no sÖlo determinadas pasiones individuales — como en la familia Schroffenstein, todo ello, en fin, es dibujado de la ma-
el caso de «Hermannschlacht»—, sino todo un contenido nacional nera mås convencional, reducido a 10 estrictamente necesario,
y social. En éste su ültimo drama, Kleist dio forma, por vez pri- desde el punto de vista técnico, para la acciÖn.
mera, a un conflicto real entre el individuo y la sociedad, a un Entre este drama y el «Romeo y Julieta» de Shakespeare existe
conflicto entablado entre poderes sociales contradictorios. Sin que un evidente parentesco temåtico. Y es precisamente este paren-
ello le impida, por supuesto, alcanzar de la manera mås nitida, tesco temåtico el factor mås adecuado para iluminar Ia origina-
en este momento decisivo de su evoluciön dramåtica, el punto Iidad de la concepciön kleistiana. Ya en la propia trama de la
culminante de su talante feudal prusiano: el poder social objetivo acci6n destaca esta diferencia. El odio existente entre las dos
que configura y magnifica no es Otro que el de la Vieja Prusia. familias del drama shakesperiano es realmente sangriento (Teo-
baldo mata a Mercurio, Romeo a Teobaldo), y todo ello como
consecuencia lögica de este mismo odio. En Kleist, por el contra-
11 rio, el crimen, que constituye el punto de partida de la acciÖn, no
es un verdadero resultado de la pugna entre ambas ramas de la
Los dramas de Kleist, al igual que sus narraciones, estån fun- familia; son sölo sus agentes quienes 10 creen asi. Asi pues, la ven-
damentados psic016gicamente en la soledad de las pasiones hu- ganza de la sangre producida por este malentendido da lugar a
manas, una soledad rayana en el solipsismo, y, como consecuencia, una serie de malentendidos similares, malentendidos sobre Ios
3 - REALtSTAS
26 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 27

que no se hace la luz hasta el final. Sölo en ultimo término per-


época de crisis ideolågica que le toc6 vivir a Kleist, esta concep-
ciben los cabezas de familia sobrevivientes que se han destruido ciön mitolågica de un devenir mundanal no sujeto al conocimiento
unos a otros inütil y gratuitamente, que han aniquilado por nada humano, alcanza su forma estética culminante en la llamada «tra-
a sus hijos respectivos. En Shakespeare interviene, ademås, el gedia del destino».
trågico conflicto entre una nueva pasiön humanista, es decir, el de- La fatalidad de este «destino» aparentemente inconmovible y
recho a entregarse a un amor individualmente elegido, y la bårbara por completo superior a 10 meramente humano se revela, en el
imposiciön medieval de la venganza de la sangre. En Kleist 10 que orden estético, bajo una apariencia engafiadora. Con toda raz6n
importa es Ia configuraciÖn de la «fatalidad del destino», acriso- escribe Hebbel acerca de «Die Braut von Messina»: «iPor qué
lada a 10 largo de toda una insoluble sucesiön de malentendidos. ocurre todo esto? iQué es purificado con toda esta sangre...? iPre-
Esta diferencia fundamental viene reflejada en la psicologia de guntas sin respuesta! En esta obra, el destino juega a la gallina
los protagonistas principales, dos amantes nacidos de castas ene- ciega con los humanos». Esta critica de Hebbel resulta también
migas. El amor entre Romeo y Julieta es una pasiön desbordante enteramente aplicable al drama de Kleist.
y que todo puede superarlo, una pasiön nada problemåtica, si se Serfa, de todos modos, falso enjuiciar mecånicamente los di-
la considera en sf misma, y que sölo conduce a la tragedia a con- versos «dramas del destino» de este periodo de acuerdo con un
secuencia de un conflicto social previo. Kleist Ileva la desconfianza esquema unilateral. En Schiller, el tema del destino viene referido,
general que caracteriza a todas sus figuras hasta la propia psico- por 10 general, a la involuntaria caida en la culpa a que por pura
logia de Ios amantes. Unos amantes que se exigen, y ello es tipi- necesariedad hist6rica-social se ven arrastrados los hombres, en
camente kleistiano, una confianza absoluta, en tanto que su re- contra, incluso, de su intenciön misma. De ahi que en «Wallen-
laci6n, sin embargo, estå incesantemente amenazada por el recelo stein» pueda dotar a este sentimiento cÖsmico de una expresi6n
mutuo. Shakespeare nos ofrece una grandiosa atm6sfera trågica: adecuada, en tanto que sÖlo en <Die Braut von Messina», por el
la pasiön de los amantes pasa por encima de las ruinas corrom- caråcter desnudamente abstracto y alejado de 10 social de la con-
pidas del feudalismo como un huracån que todo 10 barre; de la figuraciön de esta obra, Ilega a tan absurdas consecuencias. Este
tragedia amorosa individual se desprende — sin comentario expli- sentido de 10 absurdo, que en Schiller no es sino el resultado
cito alguno— una gigantesca perspectiva liberadora para la evo- necesario de un experimento episödico, constituye, sin embargo,
luciön de la humanidad. En Kleist, por el contrario, se gesta una el problema central de la configuraci6n romåntica del tema del
atm6sfera prefiada de tormentas, sofocante y angustiosa, en destino. En Zacharias Werner, por ejemplo —por no citar sino
una rara mezcla de apasionados sentimientos y reflexiones maso- una de las figuras mås importantes de esta linea —, el sinsentido
quistas, punzantes y extremadas. y la incognoscibilidad sustancial del destino constituye el tema
Semejante estructura de la acci6n hace que esta obra primeriza ünico. Todas Ias mediaciones humanas y sociales son excluidas, la
de Kleist se acerque no poco a aquellas «tragedias del destino» necesariedad del presente capitalista se desvanece hasta reducirse
por entonces tan actuales. Los historiadores burgueses de la lite- a un «mundo» oscilante entre el fatalismo y la ceguera. Las puras
ratura se esfuerzan por fijar el origen, en el tiempo y el espacio, exterioridades (determinadas fechas, ciertos objetos) son, con toda
de la «tragedia del destino», preguntåndose, por ejemplo, si la premeditaci6n, los exclusivos portadores de un destino fatalmente
obra de Schiller «Die Braut von Messina» puede ser situada o operante.
no entre ellas. De la observaciön un poco mås detenida del trans- La concepciön de Kleist se diferencia tanto de la de Schiller
fondo ide016gico de las tragedias del destino se desprende clara- como de lade Ios romånticos, aunque, desde luego, su comün
mente la evidencia de la apenas comprendida necesariedad feti- base social implica la comunidad también de determinados rasgos
chista del acontecer social en el seno del capitalismo ascendente.
estéticos. Porque en Kleist, como ya hemos visto, la psicologfa
En la aurora de Ia evoluciön capitalista, al desmoronarse la individual de los humanos es el eslab6n que hace de mediador
representaciön religiosa primitiva y medieval de un Dios creador respecto de la efectividad de un destino implacable. Precisamente
directamente activo en la marcha del mundo, comenz6 a desarro- por esta concepciön se ha convertido Kleist en un precursor del
llarse la mitologfa calvinista de Ia predestinaciön incognoscible drama moderno en sentido estricto. El fatalismo dominante, por
del destino humano, es decir, la mitologia del dios oculto. En la ejemplo, en los dramas del ültimo Strindberg ostenta una estruc-
28
Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 29
tura muy similar, una pareja combinaciön artistica de aguda psico-
logia individual y mistica fatalista del destino. expresi6n significativa en el orden humano e hist6rico. El destino
Los problemas dramåticos fundamentales de la composiciön que amenaza a Guiscard, el caudillo de los normandos, es, pre-
de Die Familie Schroffenstein» forman también el esquema de cisamente, la peste. EI «enigma» kleistiano oculto durante el de-
los dramas posteriores de Kleist. Una y Otra vez hemos de habér- sarrollo mismo de Ia acciÖn del fragmento no es Otro que el cono-
noslas con similares enigmas del destino. Es decir: con situaciones cimiento en que Guiscard se encuentra de la enfermedad que ha
inciertas que conducen, a consecuencia de la insuperable descon- contraido, unido al riguroso silencio que se guarda sobre ella.
fianza mutua que informa las relaciones existentes entre sus pro- Kleist intentö dar en este punto a su concepciön del destino una
tagonistas, el caos y, por ültimo, a un desenlace trågico en el que ausencia de complejidad, una grandeza y una generosidad de cufio
al fin, y sÖIo entonces, se hace la luz. Ahora bien, Ia profunda antiguo. Y en verdad que en las escenas introductorias consigue
unidad existente en Kleist, en el orden del sentimiento del mundo, una grandiosidad nada comün en los dramas modernos y, desde
entre el desarrollo de la acciön y la psicologia de sus figuras, asi luego, ausente de sus composiciones anteriores.
como el origen de la coordinaciön existente entre ambos factores, Se impone, sin embargo, una interrogante: ino existirfa acaso
psicologia y acciön, que ha de buscarse en su espontåneo surgir una relaciön entre el inutil y reiterado enfrentamiento de Kleist
de una misma fuente animica, dan lugar, desde luego, a algo orgå• con este tema, que hubo de Ilevarle al desmoronamiento final, en
nico y original. un intento de suicidio, con Ia destrucciön, incluso, del manuscrito,
La composici6n dramåtica de Kleist es el polo diametralmente y la esencia misma del tema? También en el «Edipo» de Söfocles,
opuesto al modo antiguo de composiciön. Las clåsicas «escenas modelo evidente del drama en cuesti6n, reina la peste. Pero en
reveladoras» de las que habla Aristöteles y que en el propio drama S6focles la peste no es sino el punto de partida de la acci6n,
de Shakespeare juegan un papel tan importante, entrafian siempre acorde con ella y con el talante por ella impuesto, el pretexto, en
la desvelaciön de una conexiön desconocida pero no por ello me- fin, que da lugar a la verdadera tragedia de Edipo, que se desa-

nos racional o inteligible. No son sino encrucijadas de un camino rrolla en un plano completamente diferente. En Kleist, por el
que conduce de 10 oscuro a la claridad, del caos al orden, aun contrario, la enfermedad es el auténtico contrincante del héroe.
cuando la luz final haya de iluminar implacablemente una contra- Y dado que este «enemigo» no es ninguna fuerza social, no puede
dicciön tan trågica como insoluble. Insolubilidad que constituye corporeizarse en contrincante personal alguno, no puede acentuar
tanto en los griegos como en Shakespeare un punto crucial im- la acci6n dramåtica. Guiscard lucha contra un enemigo fantasmal
e invisible.
portante de la evoluciön historica de la humanidad. Tras de su
insoluble contradictoriedad se oculta, en ültimo término, la real La debilidad båsica de la visi6n del mundo kleistiana —que
contradicciön del humano progreso. En Kleist, cada «escena reve- en un momento determinado ha podido ser calificada de singular
ladora» mås no viene sino a aumentar implacablemente la confu- «profundidad» — es decir, su total abandono de cualquier tipo
siÖn. Puede que ayude a superar algün determinado malentendido de mediaciones sociales, el enfrentamiento directo entre el hom-
entre los protagonistas del drama, pero al precio de crear otro bre y el destino (un destino regido por fuerzas sociales arrojadas
nuevo, mucho mås grave e indescifrable. Las «escenas revelado- a 10 asocial, mitificadas y fetichizadas), imposibilitö la configura-
ras» no arrojan luz alguna sobre la dialéctica del progreso histo- ciön dramåtica de esta tragedia. La profunda indiferencia del
sobre el abismo espiritual que una y otra
rico-social, sino s610 Kleist de entonces frente a los acontecimientos histörico-sociales
vez se abre con profundidad mayor entre los solitarios seres del de su tiempo se hace evidente en su intento de suicidio, a raiz del
mundo de Kleist. fracaso de su «Guiscard». A pesar de su absoluto odio a Napoleon,
A 10 largode la evoluciön de Kleist, los conflictos por él con- quiso participar como voluntario en su proyectada expediciön na-
figurados resultan cada vez mås importantes, tanto interior como val contra Inglaterra, sofiando en la posible uniön de su muerte
exteriormente. El peso humano de las personas en acci6n aumenta con el grandioso hundimiento de la flota napole6nica. Para Kleist,
de modo incesante, sus pasiones son configuradas cada vez mås los acontecimientos historicos se limitan a formar el trasfondo,
fuerte, intensa y multiformemente. En «Guiscard», su gran obra indiferente en cuanto a su contenido, de su destino individual.
fragmentaria, Kleist intenta dar a su concepci6n del destino una Los grandes dramas eröticos que siguen al desmoronamiento
de Kleist, producido a rafz del fracaso del «Guiscard» («Amphi-
30 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 31

tryon», «Penthesilea», «Das Käthchen von Heilbronn»), prosiguen estrecho. Este modo de composiciön surge en Kleist del intento
de acuerdo con esta orientaci6n subjetiva. En el centro de estos de construir una base social para una pasi6n de todo punto excén-
dramas kleistianos no encontramos jamås un determinado con- trica. Con la extensi6n de Ios sentimientos decadentes a capas
flictode fuerzas histörico-sociales objetivas entre si, ni tampoco cada vez mås considerables de la burguesfa, este tipo de estiliza-
un conflicto de alguna pasi6n individual con una de estas mismas ciÖn ha Ilegado a resultar, en cierto modo, y al menos exterior-
fuerzas. Por el contrario, la dialéctica interior de las pasiones mente, superfluo. Un tipo de estilizaciån que, por Otra parte, ha
puramente subjetivas y eroticas es situada, de manera por com- Sido sustituido por el planteamiento exagerado que un medio
pleto consciente y radical, en el centro mismo del drama. artistico realmente existente, si bien aislado de la Vida central
A partir, sin embargo, de «Die Familie Schroffenstein», la evo- de la sociedad y formado por una suma de sentimientos tan ex-
luci6n artistica de Kleist, incapaz ya de contentarse con el mundo céntricos como decadentes, ha hecho de sus problemas internos,
estrictamente convencional del primer drama, ha Sido muy con- convirtiéndolos en grandes confrontaciones, cargadas de entrafia
siderable. Por supuesto que el mundo caballeresco y medieval de conflictiva, entre el hombre y su destino. El mundo «insölito» de
«Käthchen von Heilbronn» no deja de ofrecer bastantes rasgos Ia excentricidad del sentimiento deja, pues, de ser construido y
convencionales, si bien, en este caso concreto, los elementos fan- estilizado por el artista, para ser producido por el propio capita-
tåsticos y novelescos contenidos en la psicologfa y acci6n de la lismo. Esta «proximidad a la vida» s610 es, sin embargo, aparente.
obra, confieren al todo un colorido muy diferente y, desde luego, Porque estos circulos de excéntricos estån, en su extraordinario
mucho mås vivo, que el del primer drama. En los otros dos dra- hermetismo, mucho mås alejados de los grandes problemas socia-
mas eröticos, Kleist sigue un camino nuevo y, en relaci6n con el les de su tiempo que cualquier otro de sus predecesores artisticos
drama alemån tradiconal, no exento de dificultades. Con el fin de los del suyo. En estos ültimos tenfamos que habérnoslas con
de representar plåsticamente de manera conveniente pasiones una desfiguraci6n subjetiva de auténticos problemas vitales; en
individuales tan excéntricas, hipertrofiadas hasta la monomania, elotro caso, todo se reduce a los extrafios signos distintivos de una
Kleist construye en este drama un mundo social «propio», por él serie de outsiders, totalmente divorciados de la Vida social. En
inventado y construido con vistas a conseguir el efecto citado, este sentido, ciertos dramas como el «Erdgeist» o «Die Büchse
del que se sirve como base y trasfondo. El pais de las amazonas der Pandora» de Wedekind son herederos modernos, si bien me-
de «Penthesilea» es, sobre todo, uno de estos mundos ex6ticos: la nores y subalternos, de este periodo de la producci6n dramåtica
pasi6n de Penthesilea no crece en un mundo determinado, como de Kleist.
ocurre con las pasiones de Shakespeare y Goethe. La pasi6n de Si prescindimos sin embargo, de estos aspectos formales de
Penthesilea es el producto del alma solitaria e introvertida del la composiciön dramåtica, hemos de seguir llamando la atenci6n
escritor Kleist, ser aislado que s610 busca mantener su total aisla- sobre la importancia de «Amphitryon» y «Penthesilea», para la
miento. Y de manera por completo opuesta a 10 usual en los historia del drama alemån, a la que imprimieron un giro nuevo.
grandes poetas de la antigüedad, para esta pasi6n es creado un Su temåtica fue entresacada de la Antigüedad. Ahora bien, estos
«mundo social» adecuado a ella y capaz de «explicarla». dramas vinieron a modernizarla, deshumanizåndola: introduciendo
En este punto, Kleist s610 tiene un predecesor en el drama en el cosmos temåtico antiguo la anarqufa anfmica de una nueva
alemån, y nos referimos concretametne a «Die Braut von Mes- barbarie. En este sentido, Kleist es el precursor de aquellas ten-
sina» de Schiller, obra en la que su autor construye una fantåstica dencias que alcanzaron durante el periodo imperialista su punto
mezcla de Oriente, Antigüedad y Eda Media con vistas a conseguir culminante en Nietzsche, en el plano te6rico, y en el pråcticcy
asf un escenario de fondo adecuado a su concepci6n del destino. dramåtico, en obras como la «Elektra» de Hofmannsthal. (No serå
En el drama alemån posterior, este tipo artistico-artificial de con- necesario precisar con demasiada insistencia que al hablar aqui
torno histöricc)-social, esta inversi6n, en fin, de la relaci6n existente de punto culminante 10 hacemos en referencia no a cumbre esté-
entre sociedad y pasi6n, estån Ilevados a jugar un gran papel. tica alguna, sino en cuanto a barbarizaciön de Ia tradici6n here-
Piénsese s610 en el «Gydes und sein Ring» de Hebbel, en la «Li- dada de la Antigüedad; en el orden estético, Hofmannsthal queda
bussa» de Grillparzer, etc. En todo caso, Ia efectividad de esta tan por debajo de Kleist, que cualquier comparaciön entre ambos
forma de construcci6n dramåtica desborda con mucho, marco tan ofenderia la memoria de este ültimo.)
32 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 33

«Penthesilea» es, por Otra parte, un producto tipico de esta nas, segün Ias cuales s610 como verdadero vencido puede Ilegar
fase de la evoluciön de Kleist, en la medida misma en que acentüa a convertirse él en el feliz esposo de Penthesilea. En este duelo
y subraya de la manera mås radical y consecuente el caråcter cae Aquiles. Penthesilea, ahita de sangre, se suicida.
puramente subjetivo y monomaniaco de la pasiön individual. Pen- A raiz de su lucha contra Ia Francia napoleönica se despert6
thesilea y sus amazonas irrumpen como un desbordante viento nuevamente en Kleist el sentimiento patriötico. Sentimiento gra-
huracanado en el centro mismo de la Guerra de Troya. Pero ni cias al que sus dramas fueron informados de un nuevo caråcter,
griegos ni troyanos saben a favor ni en contra de quién luchan mucho mås objetivo, viniendo a configurar asi temas significativos
las amazonas. En medio de esta lucha furiosa, despiadada y ca- en orden nacional. En este periodo cabe percibir en Kleist una
el
rente de sentido ültimo, Penthesilea se separa de Ias amazonas, decidida evoluciön hacia arriba. En 10 esencial «Hermannschlacht»
en tanto que Aquiles 10 hace de los griegos. Interpretan asi su todavia es, realmente, un drama del Viejo tipo kleistiano, en el
propia tragedia: la tragedia de un amor que es a la vez odio, y que, sin embargo, la pasiån del protagonista ha adquirido ya un
que se apodera de ambos amantes que viven en el espacio vacio contenido nacional objetivo: la liberaciån de Germania del yugo
del aislamiento respecto de su pueblo, en el espacio vacio de Ia de los romanos. El caos de errores y malentendidos que también
soledad, también, y de la incomprensiön mutua. La grotesca gran- en este caso constituye la materia ültima de la acci6n, adquiere
diosidad de este drama radica, precisamente, en la reducciÖn, en asi un caråcter nuevo: Hermann conduce falsamente a los ro-
él efectuada, de todo un ejército, con carros de guerra y elefan- manos, de manera tan astuta como consciente, siguiéndose de este
tes, etc., al papel de simples instrumentos. La furiosa Penthesilea modo toda una cadena de engafios, fruto de una conspiraci6n, y
arroja su ejército contra Aquiles, de manera similar a como en que conducen a su autor al éxito deseado. De ahi, por Otra par-
Strindberg, el desesperado capitån, lanza a su mujer una Iåmpara. te, que sÖlo ocasionalmente se deduzca de estos engafios el trågico

Kleist insiste en subrayar, con energia, este caråcter puramente talante de decepciön kleistiano. SÖlo en el episodio de Thusnelda
subjetivo de la necesidad dramåtica imperante en la obra. Penthe- y Ventidius 10 encontramos de manera realmente central y ope-
silea y las amazonas tenian que huir, por ejemplo, de los griegos: rante. Respecto de la obra de Kleist resulta, ademås, extraordi-
nariamente significativo que en este punto nos encontremos ante
una especie de precedente de la tragedia de la relaci6n hombre-
Meroe: iAcaso les fue imposible huir?
mujer ofrecida por Hebbel o Ibsen, es decir, la insatisfacciön de
La Suma Sacerdotisa: Imposible, la mujer ante el trato de «cosa» (Hebbel) que Ie da el hombre
ya que nada hay en el mundo exterior, ni destino alguno,
enamorado, siendo por otra parte, tipicamente kleistiana Ia forma
que pueda detenerlas, exterior que adopta la trågica decepci6n de Thusnelda, que arroja
salvo su ebrio coraz6n.
a Ventidius a un oso hambriento, para que éste 10 devore. En
Prothoe: iÉse es su destino! este punto se concentran, precisamente a consecuencia del odio
nacional que informa este episodio amoroso, las contradicciones
Dado que ambos protagonistas estån, en su pasi6n, absoluta- todas de la obra kleistiana: un refinamiento extremadamente mo-
mente aislados del mundo circundante, y aislados también incluso derno en el sentimiento y su dialéctica, unido a una barbarie no
entre si, y dado, en fin, el enclaustramiento a que se ven redu- menos extremada, tan cruel como punzante.
cidos por su monomania, la acciön no puede consistir, siendo con «Prinz Friedrich von Homburg» es el primer y ünico drama
ello fiel a la tipica manera kleistiana, sino en una cadena de malen- de Kleist basado en un conflicto entre el individuo y la sociedad.
tendidos. La vencida Penthesilea se ve a si misma como vencedora En el desarrollo dramåtico de esta obra encontramos el reflejo de
en la lucha contra Aquiles, y Aquiles estå dispuesto a interpretar una participaciön en el esfuerzo por la liberaciön nacional, a pesar
con ella, por este motivo, la gran escena de amor. de que Kleist toma parte de estas luchas militando en Ia fracci6n
A1 ser desenmascarado este engafio, Penthesilea siente un po- mås reaccionaria. Porque, en todo caso, el nudo dramåtico del
deroso afån de venganza, en tanto que el enamorado Aquiles cree «Prinz von Homburg», es decir, el conflicto al que venimos refi-
que el duelo establecido entre ambos no puede ser sino una nueva riéndonos, no deja de estar en relaci6n muy estrecha con los es-
ficciön, necesaria para la observancia de las leyes de las amazo- fuerzos de los reformadores prusianos, con el intento, en suma,
34 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 35

de promover una renovaciÖn interior en Prusia a partir del recién El conflicto no puede, pues, desarrollarse sino s610 y exclusi-
avivado espiritu nacional. vamente en el alma misma del protagonista. Conflicto que de
Pero éste es el momento de su obra, precisamente, en el que acuerdo con Kleist sÖlo puede acabar, pues, de una manera, es
se patentizan las consecuencias del feudalismo kleistiano de Vieja decir, con la intima aceptaci6n, por parte del principe, de la abso-
raigambre prusiana. La renovaciön del prusianismo a partir, sola luta necesidad de Ia disciplina y el enjuiciamiento de su propia
y exclusivamente, del sentimiento, carece en él de contenido his- ruptura con ella como un crimen contra el estado para el que
tÖrico objetivo, no pasa de ser un estado de espiritu individual no ve otra pena posible que la de la muerte.
y subjetivo que acaba por conducir tan sd)lo a una afirmaciön de La Vieja Prusia triunfa, pues, lejos de cualquier cambio, sobre
caråcter no menos individual y subjetivo, con la emocionada exal- Ia revuelta individualista del sentimiento. Kleist estå, sin embargo,
taciön consiguiente. Los esfuerzos de Stein, Scharnhorst y Gnei- muy sometido a las corrientes de su tiempo, de ahi que no pueda
senau participaban inequivocamente de aquella tipica combinaciön librarse de la necesidad de buscar un equilibrio. Pero como Ios
de «reacciÖn y regeneraciön» que Marx daba como caracteris- sentimientos de su héroe carecen de contenido social, este equili-
tica de todos Ios alzamientos contra la Francia napoleönica. Sus brio s610 puede ser de naturaleza ecléctica. En su diålogo con el
planes para la renovaciön de Prusia eran, consecuentemente, tan Principe Elector, al que se dirige solicitando la salvaci6n de Hom-
utöpicos como contradictorios. Ahora bien, cuando en un memo- burg, la prometida del principe expresa claramente el caråcter
råndum dirigido contra el rey de Prusia Gneisenau escribe: «La ecléctico de Ia soluci6n kleistiana:
seguridad del trono descansa en la poesia», se estå refiriendo a
algo muy concreto en el terreno politico y social, es decir, a la Ha de prevalecer, 10 sé muy bien, la ley marcial;
auténtica exaltaciön nacional producida por las reformas y al cese los nobles sentimientos, sin embargo, también.
de la anterior indiferencia de la poblaciön respecto a la monarquia
absoluta. Este drama kleistiano, el ültimo y mås duro de los suyos, ad-
Kleist era, como ya sabemos, enemigo de todas estas reformas. quiere, a consecuencia de esta concepci6n del conflicto, y a pesar
(Su simpatia personal hacia Gneisenau no influye para nada en del brillante dramatismo de su construcci6n escénica, el caråcter
el asunto.) Este es el motivo de que no pueda configurar otro interno de una novela evolutiva. Su objeto no es otro que la
mundo social que el de la Vieja y rigida Prusia. Y en verdad que educaci6n del Principe de Homburg: de un vagoroso sentimiento
esta Vieja Prusia, la Prusia de los «Grandes Principes Electores», de anarqufa a la afirmaci6n del prusianismo. No hay lugar en él,
no sÖlo aparece en el drama como auténtica fuerza social, sino sin embargo, para la expresi6n dramåtica del interno dramatismo
que al final del mismo y sin haberse producido en ella transfor- de la transici6n hist6rica acontecida en su época y que hizo posi-
maciÖn alguna, acaba siendo glorificada. ble la gestaciön de este drama, ya que, por un lado, Kleist no
Frente a este mundo, precisamente, se alza la pasi6n puramente pudo captar en su momento el choque de fuerzas sociales opuestas,
individual del Principe de Homburg, una pasiön enclaustrada en y por Otro, s610 alcanz6 a dar forma a cuanto de todo ello Ileg6 a
sf misma y casi solipsista. El protagonista del drama comete una vivir por esta via casi novelesca y esencialmente épica.
falta grave contra la disciplina militar, y éste es, desde luego, el Por muy paradöjico que pueda resultar, ya que estamos refi-
conflicto principal de la obra. Y resulta por demås caracteristico riéndonos a Kleist como el, en principio, ünico dramaturgo alemån
de Kleist el que se ocupe extensamente de las motivaciones psico- verdaderamente «nato»: su evoluciön dramåtica va de 10 narra-
lågicas individuales de dicho conflicto, reståndole, en cambio, todo tivo, como substrato de sus dramas primerizos, a 10 novelesco. El
posible contenido de orden objetivo. Comienza por presentarnos lector comprenderå claramente esta contradicciön respecto de Ias
al protagonista en estado de sonambulismo, haciendo ver, acto concepciones hoy vigentes si reflexiona que la actual teoria bur-
seguido, corno éste ni siquiera se entera de Ios planes militares guesa del drama descuida por completo 10 esencial en él, es decir,
que deberian afectarle, al no haber escuchado durante la comu- el enfrentamiento de fuerzas sociales contrapuestas, Ia lucha, en
nicaci6n de las 6rdenes dadas para la batalla. (Resulta interesante fin, de las grandes contradicciones hist6ricas, considerando, en cam-
observar que esta escena tiene un claro precedente en «Penthe- bio, que la dialéctica interna de las hipertrofiadas pasiones indivi-
silea», y tanto por parte de la heroina como del propio Aquiles.) duales basta, Ilevada con suficiente energfa hasta su climax mås
36 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 37

ålgido, para el drama, presentando ésta, incluso, como una forma acontecimientos —, sin ser elevado a cumbre trågica alguna por la
de 10 trågico mås «profunda» que Ia «ünicamente» social. configuraciön paralela de su necesidad objetiva, forzosamente
Son éstos unos problemas sobre los que sölo puede hacerse habrfa de resultar algo contradictorio y disonante.
toda la luz gracias a un dramaturgo tan excepcionalmente dotado EI drama kleistiano estå, pues, muy alejado de la via central
como Kleist. A la mayoria de sus modernos descendientes les falta del drama moderno. Esta via parte de Shakespeare y a través de
esa aguda grandeza creadora que verdaderamente podria autori- los ensayos de Goethe y Schiller conduce al «Boris Gudonow»
zarnos a compararlo con los grandes dramaturgos de Ia historia. de Puschkin, quedando después sin prolongaci6n alguna a su al-
Porque Kleist, en efecto, domina como pocos la técnica de la es- tura, dada la decadencia ide016gica de la clase burguesa. El drama
cena y es uno de Ios måximos artifices de diålogos escénicos, ricos de Kleist no es, por el contrario, sino un camino lateral irraciona-
a la vez en elementos sensoriales e intelectuales, de Ia literatura lista del drama, camino que, como ya hemos indicado, precisa-
dramåtica universal. SÖlo en los grandes dramaturgos encontra- mente por esa caracterfstica suya Ilega a convertirse en un modelo
mos diålogos que tan Clara, concisa y concentradamente desarro- para la producciön dramåtica del periodo de la decadencia, bene-
Ilen e iluminen, con la agudeza misma del rayo, tan complejas ficiåndose de una tardfa popularidad.
situaciones interhumanas, como, por ejemplo, en Ias réplicas ocu- Porque la pasi6n individual abismada en sf misma acaba con
rrentes cuando la entrada de Guiscard, o cuando la comunicaci6n Ia orgånica vinculaci6n existente entre el destino individual y la
de las consignas en su «Prinz Friedrich von Homburg». necesidad historico-social. Con la ruptura de esta vinculaci6n son
A ello ha de afiadirse la extraordinaria capacidad caracteriza- destruidos, al mismo tiempo, los fundamentos ide016gicos y litera-
dora de Kleist: con igual fuerza y con los mismos medios, senci- rios del verdadero conflicto dramåtico. La base del drama resulta
Ilos y, sin embargo, nada triviales, del arte de la caracterizaci6n, asi reducida y limitada: puramente individual y privada. Esta con-
domina 10 grande y 10 delicado, 10 terrible y 10 cömico. Para Ilegar tradicciön resalta en Kleist con una agudeza muy particular, ya
a ser un nuevo Shakespeare como Wieland esperaba le faltan que a 10 largo de su proceso evolutivo ha conseguido ir objeti-
«sölo» claridad en Ia imagen del mundo, y una sana y razonable vando en escenas dramåticas, y gracias al diålogo dramåtico, los
tendencia, fruto lögico, en los grandes escritores, de una claridad momentos de manifestaci6n externa de las tragedias interiores con
de este tipo, hacia una normal concepciön de las pasiones. Pero en una plasticidad insuperable. Aunque al faltar el gran conflicto
este «s610» viene contenido todo un mundo. La Käthchen de Kleist, dramåtico, estos momentos no acceden en absoluto a Vida hist6-
por ejemplo, es, en principio, una de las mås adorables y delicadas rica real alguna. Ünicamente en su «Prinz Friedrich von Homburg»
figuras del drama alemån; pareja casi a las Gretchen y Klärchen encontramos indicios, sÖlo indicios, de una configuraci6n hist6rico-
de Goethe. Ahora bien, durante su ulterior despliegue, Kleist va dramåtica general y considerable de una determinada etapa de la
dando a su hermosa fortaleza y a su innata capacidad de sacrificio evoluciön de la humanidad. Las pasiones de Kleist son, por su-
todo un fundamento romåntico-patolögico muy alejado de 10 hu- puesto, pasiones tipicamente burguesas. Su dialéctica interior no
mano normal en el orden del espiritu, de tal modo que acaba hace sino reflejar conflictos tfpicos de los individuos de la sociedad
siendo desfigurada y enturbiada. burguesa, convertidos, al parecer, en «m6nadas sin ventanas».
Son estos desaciertos de Kleist, por Otra parte, 10 que nos Ahora bien, al igual que por 10 general el drama moderno en
ayuda a descubrir dönde radican los verdaderos problemas de la sentido estricto, Kleist no profundiza en todo esto sino psic016gi-
tragedia y el drama. La concepciön kleistiana de las pasiones acerca camente, en 10 tocante al aspecto sociohistörico del problema, se
el drama a la narraciön: 10 que no es sino un extremado caso contenta con las formas externas, inmediatamente dadas, de los
ünico, es planteado, de la manera mås absoluta, precisamente en conflictos, sin configurar las fuerzas sociales que motivan estos
10 que tiene de casual. En la narraciön, nada hay mås legitimo. aspectos psic016gicos, y de las que los individuos, no son, por
Porque es en ella donde puede representarse con pregnancia ma- supuesto, conscientes. Kleist es, pues, el primer dramaturgo im-
yor el inconmensurable papel de 10 casual en la Vida humana. portante del siglo XIX que comienza a privatizar el drama, es decir,
Ahora bien, si el acontecer configurado permanece a este nivel que comienza a privatizar 10 que venia siendo la forma social por
de 10 casual —y Kleist no hace sino exagerar todavfa mås este excelencia de la creaci6n literaria. De ahi, por otra parte, que sea
caråcter casual e individual, tanto de la psicologfa como de los el precursor måximo del drama moderno en sentido estricto, vå-
38 Georg Lukåcs Realistas aiemanes del siglo XIX 39

lido como modelo de ladescomposiciön y disoluciön de la forma de estas exigencias y, sobre todo, la corrupciön y el abuso con
dramåtica durante el periodo de la decadencia de Ia literatura que le trata la sociedad feudal de su tiempo, le empujan a la furia
burguesa. y a la necesidad de tomarse la justicia por su mano, es algo que a
todo lector normal no puede menos de resultarle 16gico y com-
prensible.
111 El trågico destino de Kohlhaas ha de ser situado orgånicamente
en la serie de las mås importantes obras literarias de la Época
SÖlo en dos ocasiones se ha visto incitado Kleist por unos Moderna: en la serie de aquéllas cuya materia propia es la critica
conflictos que le hayan obligado a situar las pasiones por él con- de la insoluble dialéctica de la justicia en la sociedad burguesa,
figuradas en un contexto general mucho mås amplio, centrando obras que configuran con grandiosidad y a la vez expresan la inex-
asi el nücleo individual de estas pasiones en el tenso y agrandado tricable contradictoriedad de la legalidad de la sociedad clasista,
marco de 10 histörico, es decir, en «Michael Kohlhaas» y en «Der contradictoriedad por la que a todo ser individual que viva en
zerbrochene Krug». Resulta muy interesante, y, desde luego, de 10 ella no le corresponde Otra opciön que someterse sin resistencia
mås significativo respecto del problema de la vena trågica de Kleist ni oposiciön alguna a la injusticia y al despotismo de las clases
el que ambas obras maestras no sean tragedias dramåticas, Sino, dominantes, o verse convertido, ante Ios Ojos de la sociedad, e
por el contrario, una narraciön y una comedia, respectivamente. incluso ante si mismo, de acuerdo con las concepciones morales
También en «Michael Kohlhaas» describe Kleist una pasiÖn propias, en un delincuente.
exclusivista, capaz de destrozar y perder toda una existencia hu- Kleist da Vida a esta tragedia en el marco de una configuraci6n
mana. Ahora bien, hay que destacar primero que esta pasi6n no extraordinaria y profundamente exacta, en 10 histörico, de la Ale-
es ofrecida a la manera de una caracterfstica psic016gica fijada mania del siglo xvr. Como politico, Kleist ha Sido aliado de los
ya y terminante de un individuo singular, sino que surge, por el romånticos mås reaccionarios. Politicamente ha colaborado en el
contrario, y se desarrolla ante nuestros propios Ojos, Ilegando a falseamiento hist6rico de cufio reaccionario tipico del Romanti-
convertirse paulatinamente en un pathos furioso. El objeto de esta cismo, presentando las reiaciones feudales como un idilio armo-
pasi6n es, en segundo término, eminentemente social. Un senor nioso entre los propietarios de tierras y sus siervos, idealizando
feudal (Junker) prusiano ha arrebatado sus caballos a Kohlhaas, asi Ia Edad Media. El mundo medieval en disoluciön con el que
hombre dedicado a la compra-venta de ellos, en contra de todo nos encontramos en «Michael Kohlhaas» no tiene, en realidad,
derecho. Kohlhaas reclama primero 10 que de acuerdo con la ley nada que ver con los idilios sociales a 10 Fouqué o a 10 Arnim.
le corresponde, y s610 cuando ha agotado ya inütilmente todos Kleist configura con irreprimible energia la criminal rudeza, la
los medios posibles para el pacifico resarcimiento de sus derechos bårbara y astuta desfachatez de los senores feudales de aquella
vulnerados, se revuelve posefdo de una amarga furia contra la época. Hace ver como todos los jueces y autoridades estaban em-
corrompida sociedad feudal prusiana del siglo XVI, que tales abu- parentados o aliados con ellos, de tal modo que ocultaban y prote-
sos de fuerza se permitia. En la pasiön de Kohlhaas —en la me- gian corrompidamente sus crimenes. Incluso una cierta visi6n de
dida, precisamente, en que su raiz es social y no estrictamente los limites del caudillo ideolögico de esta época encontramos en
individual— percibimos pues, un nucleo racional parejo al que Kleist, es decir, una cierta penetraci6n en las limitaciones de Lu-
por 10 general informa la gran literatura trågica. tero. Por supuesto que la influencia del diålogo con Lutero resulta
El destino de Kohlhaas es de todo punto extraordinario y su- determinante sobre Kohlhaas. Pero esto es histöricamente cierto.
perior al promedio, como todo destino auténticamente trågico. La A pesar de las declaraciones de Lutero, los sefiores feudales lute-
propia psicologfa de Kohlhaas se mueve en los extremos limite ranos hacen, objetivamente hablando, su estricta voluntad. El
de la tensi6n trågica, bien lejos, pues, de la linea media. Pero luteranismo carece para ellos de fuerza interior vinculante.
jamås es patolögica en el sentido en que pueden serlo las pasiones De esta manera ha surgido, pues, una narraci6n hist6rica su-
de Penthesilea o de Käthchen. Kohlhaas es un hombre normal, mamente importante; es preciso insistir, sin embargo, en que
que se vuelve hacia la sociedad con unas exigencias mås bien mo- Kleist camina, en esta objetividad histörica, por unas vias muy
destas y, desde luego, muy mesuradas. El que la no satisfacciön particulares, exclusivamente suyas. A1 igual que Walter Scott,
40 Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 41

temporalmente posterior a él, no tiene Otro modelo que los dra- a las poderosas y atormentadas erupciones de sus tragedias poéti-
mas juveniles de Goethe. Hay que lamentar s610 que esta obra cas. El propio Gundolf apunta, por ejemplo, que «Der zerbrochene
maestra esté un tanto deformada por culpa de algunas extrava- Krug» se sale de la producciön normal kleistiana, ocupando un
gantes adherencias romånticas de Kleist. lugar muy singular en el conjunto de su obra. Ahora bien, como
La historia de la literatura burguesa se empefia en equiparar Gundolf ve precisamente en el histérico barbarismo de Kleist el
a Kohlhaas con los mejores héroes de los dramas kleistianos. comienzo mismo del drama alemån, en consecuencia con su visi6n
Cosa que es, como ya hemos visto, enteramente falsa. Puede in- del problema no puede menos de rebajar el valor y la importancia
cluso decirse, por el contrario, que la grandeza creadora de esta de esta comedia excepcional. En «Der zerbrochene Krug» Gundolf
narraciön estå en no poca medida cifrada en el hecho de que su no ve sino la «obra aislada de un experto, conseguida a fuerza
héroe queda mucho mås lejos del corazön de Kleist que Penthe- sÖlo de talento, como prueba de su capacidad técnica»; un «ejer-
silea o Käthchen. De ahi, por Otra parte, que la pasi6n de Kohlaas cicio estilistico sobre un objeto excéntrico... éQué interés general
no sea expresada escénicamente, sino que, por el contrario, su autor puede tener el caso raro y singular de un juez malicioso que quie-
la haya cefiido sin mås al marco objetivo de unos acontecimientos re ignorar una revelaci6n vergonzosa por medio de todo tipo de
narrados con ejemplar laconismo. Precisamente porque el tema subterfugios?».
de Kohlhaas y el problema en él contenido le tocaban mås de lejos, No cabe la menor duda de que en este punto Gundolf abandona
con evidente menor intensidad lirica y trågica que los dramas toda posible valoraciön objetiva, dando la espalda a 10 evidente.
amorosos de sus héroes y heroinas, precisamente porque dicho Ahora bien, no hay que olvidar que, a su manera, Gundolf pro-
tema obedecia, en él, mucho mås al acontecer objetivo que a la cede con gran consecuencia, Ilevando hasta sus ültimos extremos
subjetiva vivencia de unas pasiones, mucho mås a 10 visto que a una concepci6n muy extendida incluso en nuestra propia teoria
10 sentido, siendo antes reflejo de la realidad que expresi6n de su literaria. Si se pensase (con Gundolf) que a Ia literatura no hay
personal intimidad, precisamente por todo ello es por 10 que pudo que pedirle Otra cosa que la expresiön de la individualidad del es-
acceder a perfecciön tan acabada. Esta discrepancia evidencia con critor, o (con la sociologfa vulgar) la expresiön sölo de la psicc»
luminosa claridad la tragedia de Kleist. Contrastando agudamente logia de las clases, y no el reflejo de la realidad obietiva, Gundolf
con los grandes escritores de la literatura universal —a cuyas tendria, desde luego, raz6n. Porque como expresi6n de la persona-
cimas puede aproximarle a veces su fuerza creadora — su proxi- Iidad de Heinrich von Kleist, «Der zerbrochene Krug» realmente
midad respecto de los mås hondos problemas de Ia realidad es no es mås que un mero episodio, una autodemostraciön de su ca-
tanto mayor cuanto menos participa él mismo, con sus propias pacidad artistica y creadora, a raiz del trågico fracaso de su inten-
pasiones y vivencias interiores, en el reflejo de dichos momentos to de configurar, en «Guiscard», su visi6n del mundo en una trage-
de 10 real. Sus experiencias mås profundas no le adentran en el dia de gran estilo, y antes de que le sobrevinieran las grandes
nucleo mismo de la realidad como era el caso, por ejemplo, de eclosiones Ifricas de su pasi6n erotica representadas por «Penthe-
Goethe o Puschkin —, sino que le conducen, por el contrario, tanto silea» y «Käthchen von Heilbronn». Y, por supuesto, que sobre la
mås lejos de este nücleo cuanto mås profundamente personales «psicologia de clase» de Kleist, en su condicci6n de senor feudal
son. de la Vieja Prusia, poca luz puede lograrse a partir de «Der zer-
Esta relaci6n todavfa resulta mås evidente en «Der zerbrochene brochene Krug».
Krug». En el caso de esta comedia conocemos algo de la historia En la interpretaci6n marxista de la literatura, la relaci6n exis-
de su génesis, algunas incitaciones externas que pueden haber de- tente entre la obra configurada y la realidad objetiva es verdade-
cidido a Kleist a su realizaciön: por un lado, como el propio Kleist ramente determinante. Y en «Der zerbrochene Krug» nos viene
cuenta, un grabado en cobre con el que se encontrö en Suiza, y, por realmente ofrecido un cuadro extraordinario de la Prusia de en-
Otro, una especie de competiciån literaria con algunos de sus co- tonces, que —no importa si por motivos politicos o estéticos —
legas de entonces, ciertos escritores poco importantes. Sin super- es presentada oculta bajo los rasgos externos de la Holanda pa-
valorar la importancia de estas incitaciones, hay que reconocer, triarcal. Rasgos cuyo valor es meramente decorativo y secundario.
sin embargo, que la comedia a que venimos refiriéndonos obede- Lo importante aqui, igual que en «Michael Kohlhaas», es la des-
ce a un talante creador totalmente distinto al que pudo dar Vida trucci6n artistica de los idilios romånticos de los «buenos viejos
4 • RUALISTAS
42 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 43

tiempos». El arbitrario dominio de la jurisdicciån patriarcal sobre radicalmente el motivo citado, a pesar de tener que reconocer algu-
el pais, elmal trato ejercido por la autoridad sobre los labradores, na belleza en el drama en cuanto a tal. Porque pensaba, y con
Ia profunda desconfianza de éstos respecto de todo 10 que viene de razön, que el verdadero drama hubiera tenido que consistir en
«arriba», su convicciön de que la manera de protegerse de la su- el triunfo de la fuerza humana del amor de Käthchen sobre los
perioridad no puede ser Otra que el soborno por dinero, los rega- prejuicios feudales, en tanto que, por el contrario, con Ia declara-
los o la complacencia sexual, todo ello, en fin, da lugar a una ima- cién de Käthchen como hija del Kaiser quedaba eliminada la sus-
gen realista extraordinaria de la Prusia de entonces. Conviene tancia dramåtica del drama. Y esto es verdad. A1 igual que estå
tomar nota de que los motivos usuales de la peculiar tipificaciön muy claro que un motivo de este tipo, es decir, el desciframiento
psicolÖgica kleistiana adquieren en este texto un evidente conte- de una serie de enojosas confusiones por la comunicaciön de un
nido social. También en la heroina de la comedia juega un papel dato desconocido para los interesados, puede servir muy bien como
muy importante la desconfianza kleistiana. Su desconfianza va diri- base para una comedia.
gida, sin embargo, contra las autoridades, incluso contra el «buen» No seria imposible prolongar este anålisis a todos Ios dramas
inspector que descubre al juez local y acaba por poner orden en de Kleist. Queremos sÖlo llamar nuevamente la atenci6n sobre
todo. No seria justo, desde luego, reprochar a Kleist el optimismo nuestras observaciones acerca de la estructura de su «Penthesilea».
de este final. Sobre la base, ünicamente, de la ilusiön contenida en Y resulta muy significativo que Kleist haya escogido una materia
semejante optimismo podia surgir una comedia de este contexto. similar para su narraciön «Die Verlobung in San Domingo». En
Kleist comparte en este punto las ilusiones de Moliere y de Gogol. esta ültima, se describe la rebeliÖn de unos negros, con el consi-
«Der zerbrochene Krug» es la mås depurada obra artistica de guiente asesinato de los blancos, y ello constituye el arranque de
Kleist. EI gradual desciframiento del nudo de malentendidos sub- Ia acciön. Un blanco se refugia, durante su huida, en la casa de un
yacente a la situaciÖn y al que se Ilega por fin en el ültimo mo- negro casualmente ausente. Una mestiza que vive alli se enamora
mento, no es disonante ni turbador, a diferencia de 10 que suele del blanco, y este amor es håbilmente configurado. como ocurre
ocurrir en Ias tragedias kleistianas, de tal modo que esta comedia siempre en Kleist, sobre la base de una dialéctica de recelos y
ofrece un caråcter maravillosamente construido y unitario. malentendidos que acaba por abrir un trågico abismo psicolögico.
La reconsideraciön de la estructura de los dramas kleistianos El negro regresa a su hogar. La mestiza quiere salvar a su amante,
a partir de este momento de plenitud no deja de ser un trabajo pero se sirve para ello de unos medios que no hacen sino aumen-
enriquecedor. Ya hemos llamado la atenciÖn sobre su base narrati- tar el recelo que éste siente hacia ella. Recelo que acaba por em-
va. Si nos acercamos ahora mås detenidamente a la trama de la pujarle a disparar sobre la mestiza, para sentir luego sobre su
acciÖn, comprobaremos la existencia de un aire de comedia en cadåver, y sÖlo entonces, un remordimiento auténticamente kleis-
todos los dramas de Kleist, tanto en su acci6n como en su estruc- tiano, al darse cuenta de que gracias a la ayuda de ella es por
tura. En «Amphitryon», su drama patéticc»mistico, se ha inspirado 10 que estå ahora en situaciön de conseguir su libertad. Basåndose
decisivamente en las comedias de Moliere. La impronta kleistiana, en esta narraciÖn, un mediocre contemporåneo de Kleist, Theodor
es decir, aquello que constituye el nücleo mismo de su aportaciön Körner, construyö una comedia con happy end. Comedia, desde
decisiva a una estructura y a una trama dramåticas que ha tomado luego, muy mala, y Hebbel tiene toda la razÖn al rechazarla des-
del modelo francés, no consiste sino en el trågico abismamiento preciativamente. Ahora bien, respecto del problema del que aqui
a que somete la psicologia de las figuras principales, en la hiper- venimos ocupåndonos no deja de ser de 10 mås interesante obser-
trofia de sus vivencias er6ticas, pr6ximas casi a la frontera de 10 var corno Körner pudo servirse de la trama de la narraciön de
mistico. Incluso en el motivo vertebral de la acci6n de «Käthchen Kleist para, sin introducir en ella variaci6n sensible alguna, eli-
von Heilbronn», es decir, en el hecho de que Käthchen no sea hija minando o rebajando sÖlo su aguda psicologfa del recelo, conse-
de un sencillo artesano, sino del propio Kaiser, hay algo tipico de guir precisamente una comedia.
una comedia. Precisamente por esto es por 10 que Hebbel, que Por supuesto que la frecuencia con que aparece un fallo en Ia
tanto hizo por asentar la fama literaria de Kleist y que en un cierto concepci6n de este tipo en un autor tan importante como Kleist,
sentido se convirtiö en el continuador de sus tradiciones dramå- no puede ser casual. Sobre todo si consideramos la importancia
ticas, adoptö una postura negativa frente a este drama, rechazando que acabaron por adquirir tanto su tendencia como los medios

Konnall Castro
A Human Being
44 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 45

lirico-eståticos de que se servia para enmascarar la fragilidad ob- detalle interesante y no totalmente desprovisto de importancia,
jetiva de su estructura dramåtica, en la evoluci6n del drama a que Nietzsche, en su periodo antiwagneriano, se referia a la «Pen-
partir de los afios centrales del siglo XIX. Desde mi punto de vista, thesilea» de Kleist como el precedente måximo de los dramas mu-
este tipo de estructuraciön dramåtica se encuentra en estrecha sicales de Wagner. La extraordinaria difusiön internacional de
relaci6n con esa crisis de la visiön del mundo que gracias a Kleist Wagner se debe, precisamente, a la maestria y consecuencia con
es configurada por vez primera en dramas importantes. que supo encontrar un sustitutivo escénico-musical de este tipo
Resulta muy significativo, en este contexto, el problema de 10 para el perdido dramatismo objetivo, para 10 objetivamente trå-
c6mico y de 10 trågico en estos autores, es decir, el problema de gico ya desvanecido. La profunda interrelaci6n existente entre la
la fijaciön del momento en que ambas categorias dejan de ser ca- configuraciån psic016gica de los héroes wagnerianos y la obra
tegorias objetivas de la realidad para convertirse en puntos de dramåtica de Kleist y Hebbel (al igual, desde luego, que su vin-
vista cada vez mås subjetivos dentro de una posible explicaci6n culaci6n con ciertas tendencias similares de la novela y de la lirica
de los fen6menos de la Vida. SÖlo posteriormente Ilegan a hacerse francesas, es decir, con Flaubert y Baudelaire), son hechos inne-
conscientes estos escritores de su subjetivizaciön y relativizaci6n gables por 10 evidentes. Como es obvio, no podemos plantear aqui
de 10 trågico o, en su lugar, de 10 cömico. Puede decirse que este una discusi6n en torno a la problemåtica del drama musical wag-
proceso comienza ya a adquirir forma consciente en Ibsen, culmi- neriano. Bastarå con sostener, partiendo de la propia evoluciön
nando Iuego en Strindberg y, sobre todo, en Shaw. Para Kleist, su del drama, la importancia en Wagner de la Ifrica escénica del sen-
sentimiento trågico subjetivo tiene todavfa el valor de un absolu- timiento en cuanto a forma artistica la mås id6nea para operar
to. Pero esto sÖlo es, desde luego, una opini6n fantåstica que no como sustitutivo de 10 genuinamente dramåtico. Se trata, en rea-
puede introducir cambio alguno en el hecho objetivo de que en él Iidad, de una arraigada tendencia de la evoluciön dramåtica, y ello
el conflicto trågico no surja de los acontecimientos narrados ni puede comprobarse claramente a partir, por ejemplo, de la im-
tampoco de la desvelaci6n de sus rafces histörico-sociales. El es- portancia, en Ibsen y algunos otros, de Ia «técnica del leit motiv»
tilo todo de la producciön dramåtica kleistiana viene informado como factor de ambientaciön escénica.
por la escisiön objetiva que surge como consecuencia del caråcter Todos estos problemas y contradicciones estån ya vivos en
puramente individualista, asocial y ahistörico de su planteamiento Kleist, pero, por supuesto, s610 en germen. A1 lector de las ante-
dramåtico. riores reflexiones no le serå dificil percibir los motivos que hacen
Esta no es, en realidad, sino una de las mås significativas ten- imposible Ia transformaci6n de «Penthesilea» en una comedia o
dencias de la literatura dramåtica de la segunda mitad del siglo XIX, tragicomedia, es decir, su irresistible pathos Ifrico. Cuando Kleist,
uno de cuyos precursores decisivos fue, sin duda, Kleist. La Pér- por el contrario, obligado por la forma de la narraciån, no puede
dida cada vez mås acusada de 10 objetivamente trågico, unida al montar toda esta maquinaria lirica, aquel realismo se perfila mu-
ahondamiento creciente de una profunda vivencia subjetiva de Ia cho mås claramente y acaba por evidenciarse del todo hasta el
trågica esencia de la personalidad en el mundo burgués contem- punto de diluir al propio Kleist— cuando en «Amphitryon» adop-
poråneo, dan lugar a un estilo dramåtico peculiar. Dicho en pocas ta, casi sin cambio alguno, el esquema de la trama de las comedias
palabras: 10 especificamente trågico, es decir, 10 trågico en cuanto de Moliere. La lirica amorosa de cuno mistico hace evadirse a los
a categorfa surgida de la acci6n dramåtica misma deja paso a un protagonistas, como hemos visto, de las esferas de 10 c6mico o
sustitutivo lirico-escénico. de 10 tragicomico. La acciön epis6dica que desarrolla Kleist en
En Ibsen o en Strindberg esta lirica puede encontrar su ins- su drama, y para la que se ha inspirado en Moliere, si bien au-
piraci6n en determinados detalles, objetivamente absurdos toma- mentando su caråcter rudo y popular, no hace sino subrayar este
dos del medio, detalles que son, sin embargo, una y Otra vez estili- relativismo; relativismo que acaba siendo claramente expresado
zados y exaltados por la via lirico-escénica, de acuerdo con dicho por ejemplo, en algunas réplicas de Sosias, el criado de Amphi-
talante trågico (o tragicömico). En Kleist, el talante trågico surge tryon. Mercurio se disfraza de Sosias, Jüpiter de Amphitryon, y
ünica y exclusivamente a partir de este lirismo escénico, a partir, este cambio produce, en la esfera de los criados, unos efectos no
incluso, podria decirse, de los estimulos musicales de dichos efec- poco burdos, pero de gran comicidad, en tanto que entre los prota-
tos lirico-escénicos. No hay que olvidar, porque se trata de un gonistas da lugar a un sentimiento amoroso trågico y de cufio mis-
46 Georg Lukåcs Realistas alentanes del siglo XIX 47

Ai ser Sosias zurrado por Mercurio, es decir, por el Mercurio


tico. zerbrochene Krug». Obras maestras que en Kleist, aquel senor feu-
que se hacia pasar por Sosias y que a éste le parecia su propia dal de la Vieja Prusia, equivalen a ese «triunfo del realismo» se-
persona o un doble de si mismo, no puede menos de decir: fialado por Engels en el Balzac legitimista.
«Triunfo del realismo» que, por supuesto, no puede ser pre-
Asi es. Porque sale de mi boca, cisamente un milagro: ha de tener unos presupuestos objetivos y
es cosa estüpida; no vale la pena escucharlo. subjetivos. Los presupuestos subjetivos vienen dados por Ia capa-
Pero si un grande se hubiera zurrado a si mismo, cidad y sinceridad del escritor, esto es, por su habilidad para cap-
la gente gritaria: imilagro! tar y dar forma a 10 real en toda su enorme complejidad, unida
a Ia audacia necesaria para configurar ese mundo que ha visto
Sin proponérselo, y de manera inconsciente, Ilega Kleist en este realmente, y, ademås, tal y como en realidad 10 ha visto. Sobre Ia
punto a una autocritica, a la vez popular y realista, de sus mismos capacidad de Kleist no hace falta insistir. SÖlo serå preciso subra-
dramas. Porque el propio Kleist es quien al referirse a los «gran- yar, con unas pocas palabras, su implacable sinceridad subjetiva.
des» que figuran en ellos, grita «milagro». Y en esta autocritica Kleist se identific6, politicamente, con el reaccionarismo mås ex-
realista no hace Kleist sino dar forma, inconscientemente, a una tremo, ello es verdad; pero por su caråcter se diferencia tan aguda
critica social y popular de Ios fundamentos sociolögicos de su obra como ventajosamente de la serie de canallas y aventureros en cuyas
dramåtica misma, evidenciando asi Ia exageraciön, objetivamente batallas pudo participar en un momento dado. El contraste hu-
errada, y el retorcimiento de los que provee, en el orden del sen- mano y moral existente, sobre todo, entre Kleist y Adam Müller,
timiento, a los «grandes», «grandes» que viven por completo ale- el amigo fntimo de sus ültimos afios, es no poco llamativo. Adam
jados de la sana Vida del pueblo y que sienten sus propios proble- Müller colabor6 en la campafia reaccionaria de las «Abendblätter».
mas de manera hipertrofiada, rayana en 10 mitico-monomaniaco. Pero, por una parte, a través de Gentz tuvo buen cuidado de guar-
Todas las obras de Kleist estån penetradas de este tipo de darse en todo momento las espaldas en la Corte de Viena, y, por
irrupciones de naturaleza realista. Vamos a aducir unos cuantos Otro, poseemos un memorial suyo dirigido al Presidente del Con-
ejemplos. Hemos visto como Kleist no ha aludido en su «Her- sejo de Ministros, Hardenberg, proponiéndole la creaci6n de un
mannschlacht» a la liberaciön de Alemania en términos idflicos. «periÖdico de la oposici6n fiel al gobierno» y suplicåndole, a Ia
Es mås, no podemos menos de subrayar el audaz realismo con el vez, alguna recompensa por su lealtad. Y, en efecto, Hardenberg
que Kleist ha convertido a la heroina nacional Thusnelda en «una Ileg6 a pasarle regularmente cierta cantidad. Kleist, por el con-
gansa», por emplear sus mismas palabras. La irrupci6n mås im- trario, rechaz6 con energfa todos los intentos gubernamentales de
portante tiene lugar, sin embargo, en el ültimo drama de Kleist, soborno, destrozåndose moral y materialmente en sus luchas reac-
en la famosa y tan criticada escena del terror ante la muerte de cionarias, pero preservando a Ia vez su honradez subjetiva.
su «Prinz von Homburg». Consistiendo su prop6sito en ofrecer Esta nobleza de Kleist es una de las condiciones subjetivas que
una magnificaci6n del espfritu prusiano en esta obra, por una hicieron posible el «triunfo del realismo» ocurrido en sus obras
parte, y, por Otra, expresar Ia patologia sonambulesca de su héroe, maestras y en algunos puntos aislados de su entera producci6n.
10 que en realidad ofrece es un cuadro estremecedor y veraz tanto El que el «triunfo del realismo» no constituya un rasgo deter-
del terror ante la muerte como de la interior superaci6n de esta minante de toda su producci6n literaria, como sefialan Engels
momentånea cobardfa. Heine ha visto con raz6n en estas escenas a prop6sito de Balzac y Lenin a prop6sito de Tolstoi, en quienes
una importante y auténtica protesta humana contra el convencio- la expresiön de la angosta y reaccionaria psicologfa de clases no
nal concepto prusiano de héroe. ostenta mås importancia que la de una pequefia mancha en la su-
La gran capacidad realista, critica y objetiva, de Kleist, su ha- perficie solar, no tiene su origen profundo sino en la situaci6n de la
bilidad para reflejar literariamente la realidad de manera a la vez Alemania de entonces. Balzac vivi6 en su propia carne Ia agitada
rica y plåstica, con insobornable autenticidad y verosimilitud, pue- cadena de alternancias entre revoluci6n y reacci6n que constituy6
de ser ya vislumbrada alguna vez en irrupciones aisladas ocurren- el eje del proceso hist6rico francés hasta 1848; Tolstoi, a su vez,
tes en los otros dramas, pero s610 alcanza su dimensi6n mås plena asistiö a Ias contradicciones inherentes al desarrollo de la Rusia
en sus obras maestras, es decir, en «Michael Kohlhaas» y en «Der campesina entre 1861 y 1905. A estas grandes corrientes revolu-
48 Georg Lukåcs

cionarias, a estos giros decisivos para el progreso de la sociedad,


deben Balzac y Tolstoi su extraordinaria naturaleza realista. A
Kleist también le toc6 vivir una época rica en cambios, pero en
circunstancias tan confusas como miserables. Kleist vivi6 aquella
transformaciön de Prusia refiriéndose a la cual precisamente dijo
Mehring, con evidente ingenio, que la humillante derrota de Jena
no fue, para Prusia, sino una liberadora toma de La Bastilla. El
poder objetivo de esta realidad no era 10 suficientemente homogé-
neo y fuerte como para conseguir de las limitaciones reaccionarias
y del individualismo decadente de Kleist la fuerza necesaria para Eichendorff
una configuraciön total y objetiva de la realidad. De ahi que, en •Sentimos nostalgia det hogar y no sabemos
el marco completo de su obra, las piezas maestras no sean sino hacia dönde...»
casos aislados.
El enjuiciamiento de la verdadera tragedia de Heinrich von Hay escritores que con su obra toda, o al menos con una parte
Kleist ha de venir, sin embargo, por la via del conocimiento de sustantiva de entran de Ileno en la corriente mås viva de la
ella,
estas obras. Por su «psicologia de clase» no pasaba de ser un li- literatura, y otros, por el contrario, de quienes s610 algunos as-
mitado senor feudal prusiano. Por sus intenciones literarias, sin pectos resisten el paso del tiempo. Eichendorff pertenece a estos
embargo, un importante predecesor de la mayor parte de las cc» ültimos. Sus poemas, su «Taugenichts», sobre todo, Ilegaron a
rrientes decadentes de la ulterior literatura burguesa. Y en aque- cobrar una popularidad incomparable en la literatura alemana
Ilos casos limitados en los que, en contra de sus prop6sitos, la del siglo XIX. Sus otros escritos: novelas, narraciones, dramas,
realidad motivö en su obra un «triunfo del realismo», uno de los ensayos historico-literarios, etc. han cafdo en un olvido superior
realistas mås importantes de toda la literatura alemana. Goethe, al que acompafia a casi toda la restante producci6n del movimiento
quien en virtud de su sana aversi6n contra todo tipo de decaden- romåntico alemån. Ni siquiera tiene devotos entre los especialis-
cia no sentia simpatfa alguna hacia Kleist, decfa de él que era «un tas, como puede ocurrirles a Arnim o a Brentano; estå, pues, casi
cuerpo hermosamente disefiado por la naturaleza, pero atacado por muerto realmente, es decir, reducido a lectura obligada para los
una enfermedad incurable». Las rafces de esta enfermedad incura- historiadores de la literatura.
ble se hundian en la Alemania de su tiempo, y Kleist no tuvo Semejantes diferencias en el destino literario de sus obras no
posibilidad alguna de superarla realmente. Sucumbi6 trågicamente, pueden ser explicadas sino a partir de la infraestructura social y
victima de la miseria alemana, victima también de sus propios de la personalidad de Eichendorff.
instintos, tan reaccionarios como decadentes. Eichendorff desciende de una Vieja estirpe de la nobleza. Es
(1936) educado en el castillo silesiano de su familia. Sus estudios uni-
versitarios coinciden con los afios de floraci6n del Romanticismo,
y sigue cursos en los centros espiritualmente activos del momento:
en Halle (1805) y en Heidelberg (1807). Conoce asi a la mayor
parte de los poetas y pensadores romånticos mås importantes, y
entabla con ellos relaci6n amistosa (nos referimos a Steffens,
Schleiermacher, Arnim, Brentano, Görres, etc.). Durante sus viajes
a Paris y Viena conoce también a Friedrich Schlegel, Adam Müller
y Gentz. Toma parte activa, como oficial, en la guerra de indepen-
dencia, entrando acto seguido al servicio del estado prusiano,
(hasta 1844). Muere en 1857, una vez afianzados en él los puntos
de vista conservadores a rafz del movimiento de los anos 40 y de
la Revoluciån de 1848.
50 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigio XIX 51

Tenemos, pues, evidentemente, que habérnoslas con uno de los nea, profunda y tipicamente romåntica, y 10 es de una manera
tipos mås puros del Romanticismo feudal. Si tenemos en cuenta por completo vacia de toda artificiosidad. El conocimiento de esta
su catolicismo originario, y Ia influencia que sobre su evoluci6n contradicciön es no poco importante para el entendimiento de su
espiritual ejercieron los mås extremados reaccionarios del Ro- obra y de su destino.
manticismo, Görres y Friedrich Schlegel, sobre todo, esta impre- Es romåntico, sobre todo, su despreciativo ademån respecto
si6n no podrå sino ganar en profundidad. del prosaismo capitalista que en la Alemania de entonces comen-
Esta situaciön, en principio muy sencilla, se complica, sin em- zaba a manifestarse en formas decididamente osificadas y del mås
bargo, al acercarnos mås proximamente a ella. Por supuesto que tipico provincianismo pequefio burgués; el filisteo estrecho de
Eichendorff es un catölico creyente, con todos los rasgos reaccio- mente y de ånimo de la Alemania del régimen gremial en descom-
narios que esto Ileva consigo. Pero 10 es de nacimiento, sin pro- posici6n fue transformåndose lentamente en un pequefio burgués
blematicidad alguna; el catolicismo no equivale en él a la soluciön provinciano de cuio capitalista. Engels ha llamado enérgicamente
de una crisis aguda, como es el caso de muchos otros romånticos: la atenci6n sobre esta especificidad de Ia evoluci6n alemana, tan
Eichendorff no es, en su catolicismo, renegado alguno de ideas importante para comprender el sentido profundo de la protesta ro-
anteriores, exaltadores de la libertad religiosa y politica, como le måntica. Para él, la angosta y provinciana burguesfa alemana no
ocurrfa a Friedrich Schlegel, sin que ello haga, por otra parte, constituye una manifestaci6n historica normal, Sino, que es, por
que su catolicismo sea a la vez enfermizo y eståtico, como el de el contrario, «una caricatura Ilevada a sus ültimos extremos, una
Brentano, ni fanåticamente propagandistico como el de Görres. especie de degeneraciön», elaborando para tan curioso fen6meno
Su catolicismo ofrece un talante mås bien convencional, le asiste una clara explicaciön de tipo hist6rico: «La angosta y provinciana
en su cotidianeidad, limita los horizontes de su visi6n del mundo, burguesfa alemana es el fruto de una revoluci6n fracasada, de una
y, sin embargo, apenas introduce cambio alguno tanto en la inte- evoluci6n interrumpida y reprimida, y la raiz de ese extrafio y
rioridad como en la superficie de su Vida normal. peculiar caråcter suyo de cobardia, estrechez, desvalimiento e in-
Ha de contarse, por Otra parte, también, con que Eichendorff capacidad de toda iniciativa se encuentra en la Guerra de los
es un cat61ico prusiano, es decir, miembro de una confesi6n mino- Treinta Afios y en sus consecuencias, a diferencia de casi todos
ritaria en Prusia, minoritaria y a veces oprimida y perseguida. Es los otros pueblos que a partir de este momento iniciaron su råpido
este un aspecto muy importante en la carrera de funcionario de desarrollo». De manera, pues, que si en Alemania resulta ser el anti-
Eichendorff: en todo momento defendi6 valientemente a los ca- capitalismo romåntico una lucha sobre todo contra el filisteismo,
t61icos contra cualquier posible medida represiva, Ilegando a di- no 10 es porque se trate solamente de una inclinaci6n especial de
mitir a consecuencia de un conflicto de este tipo. los literatos hacia la såtira fåcil y acerada, sino porque asi ha veni-
El curso vital de Eichendorff nos ofrece, pues, algo que echa- do ello motivado por la historia misma, a pesar, por supuesto, de
mos a faltar en la mayor parte de las biografias de las grandes fi- que dichos literatos no fueran conscientes de este proceso. La cons-
guras del Romanticismo: una honestidad rectilinea, absolutamente ciencia de esta necesidad historica no priva a la lucha de su uni-
vacfa de toda problematicidad, una convicci6n firme y no pocas lateralidad, ni de sus rasgos intraliterarios a menudo gremiales,
veces angosta. Bien alejado todo ello del aventurerismo oportu- 10 ünico que se desprende de todo ello es que cuanto mås violenta-
nista, hip6crita o cinico de hombres como Adam Müller o Gentz. mente arremeten los romånticos contra el filisteismo alemån, tanto
Igualmente alejado estå, al mismo tiempo, del desenfreno y des- mås profundamente permanecen inmersos, aunque, por supuesto,
garramiento del tipo romåntico, tal y como 10 corporeiza, por ejem- de manera diferente, en este mismo filisteismo.
plo, Brentano. Eichendorff es un funcionario honrado y concien- El clasicismo alemån sostuvo también una lucha contra el ta-
zudo; se casa pronto y Ileva una Vida familiar ejemplar. Su lante provinciano y angosto de la burguesia alemana, siendo, sin
actividad de escritor discurre igualmente sin proporcionarle con- embargo, en 10 principal, una lucha a favor del progreso histo-
flicto alguno en su medio. rico. Goethe se adhiri6 tan escasamente a los métodos plebeyos de
Esta solidez (tantas veces angosta) y esta rectitud tanto de la Revoluciön Francesa como intensamente luch6 contra el filis-
su Vida püblica como de la privada, son de todo punto ajenas a la teismo en su condici6n de elemento de 10 Viejo, de oposici6n al
regla romåntica. Su producci6n entera es, sin embargo, espontå- surgimiento de la nueva sociedad burguesa. E incluso alli donde
52 Realistas alemanes del siglo XIX 53
Georg Lukåcs

da forma al nuevo tipo de burgués estrecho y provinciano del ca- pezamos Otra vez a poetizar y volatizar sus dogmas, milagros y
pitalismo, sabe configurar también el contraste existente entre el verdades». Eichendorff ve en este punto un abandono por parte
ideal humanista de una plena evoluciån de los hombres y la nueva del auténtico romanticismo, tal y como él 10 entiende, de una posi-
y angosta especializaci6n, la sujecci6n esclava a la divisi6n social ble renovaci6n real de la poesfa de acuerdo con el espiritu de una
del trabajo aportada por el capitalismo («Werther» y «Wilhelm religiosidad verdadera: «Quien cree estar en condiciones de ver
Meister»). en la religiön una materia poetizable y nada mås... con igual tran-
Frente a la estrechez pequefio-burguesa es alzado el arte, o quilidad podrå creer en el Olimpo griego que en el cristianismo,
una Vida transformada en arte, en esta polémica romåntica contra confundiendo e intercambiando uno con otro, hasta que el Cielo
el filisteismo. De donde surge una ironia unilateral que, provinien- entero resulte terriblemente estéril y vacio». Es evidente, pues, que
do del extremo opuesto, acaba por caer nuevamente en el filis- Eichendorff polemiza aquf, de la manera mås Clara, contra aquella
teismo, Ilegåndose asi a una contraposici6n respecto de los clåsi- concepci6n romåntica del Cristianismo representado por A. W.
cos, en quienes el arte no era sino un momento nada mås si— Schlegel, por ejemplo, quien pudo Ilegar a equipararlo en una
bien, por supuesto muy importante —
de la total formaciön huma- ocasiön a «une predilection artistique». Puede pensarse, asimis-
nista de las personas. Estas tendencias romånticas nos son ofre- mo, que Eichendorff critica, en la figura de la condesa Romana,
cidas de la manera mås pregnante en Novalis, unidas a un måxi- el desenfreno y la extravagancia que de manera paradigmåtica re-
mum de nebulosidad en los ideales, rayando en la mfstica y en present6, por ejemplo, Bettina von Arnim.
la magia. Eichendorff busca, pues, un auténtico romanticismo religioso.
También en la novela de Eichendorff «Ahnung und Gegenwart» Su religiosidad carece de problemas y, de ahi, su falta de sentido
se asiste a una agudizaci6n de la lucha contra el filisteismo. «La critico, siendo todavfa mås limitada y angosta que la de sus in-
Vida de la inmensa mayoria no es Otra cosa que un viaje siempre sinceros e ir6nicos o desesperadamente desgarrados contemporå-
repetido del mercado a la tienda de comestibles; la Vida de los neos; al igual que éstos no ve salida alguna, ni puede decir clara-
poetas, por el contrario, es un libre e inagotable viaje al reino de mente como habria de ser el mundo que correspondiera a sus
los cielos.» Esto es completamente romåntico, y 10 es en un sen- ideales. El desamparo romåntico, la imposibilidad de enfrentarse
tido parejo al de Novalis. Ahora bien, no deja de ser muy carac- con los problemas impuestos por la transformaciön ocurrida en
teristico de la siempre presente sobriedad de Eichendorff, el que el modo de vivir, la imposibilidad incluso de Ilegar a conocer su
al anterior razonamiento haga responder a una de las figuras de verdadero significado, todo ello, en fin, se da cita en él con mayor
la novela, figura que al propio autor le queda muy pr6xima, 10 confusiån y agudeza, si cabe, que en el resto de sus contempo-
siguiente: «Estos poetas viajeros podrian ser comparados a las råneos de lucha literaria, precisamente porque ese desamparo
aves del parafso, de las que falsamente se cree que no tienen pies». estå en él en extraöa y por completo insoluble contradicci6n con
A1 mismo tiempo conviene tomar nota de que esta novela, en la que su solidez humana, con su fe inconmovible en los ideales romån-
Eichendorff esboza su propia evoluciån juvenil, no es sino una ticos. Pero el poder de los hechos, el poder de la contradicciön
constante såtira contra el filisteismo, a la vez que implica en igual realmente existente entre el ser y la consciencia, irrumpe una y
medida una polémica contra determinados rasgos aberrantes del Otra vez, y Eichendorff se ve obligado a tener frente a los proble-
talante romåntico. Asf, en efecto, critica Eichendorff a menudo mas vitales una posiciån tan nihilista como la de muchos otros
esa ironia romåntica que tantas veces acaba convirtiéndose en un romånticos, de contextura humana por completo diferente a la
simple juego vacio, y exige de la poesfa una profunda sinceridad suya. A1 igual que éstos, ha de reconocer muchas veces que no
subjetiva unida a una clara sencillez humana: «éCörno queréis que comprende la esencia de la Vida, que la realidad se le figura cada
los humanos veneren vuestras obras y encuentren edificaciön y vez mås incognoscible e impenetrable. «La vida... se le presenta al
consuelo en ellas, si vosotros mismos no creéis 10 que escribfs, y poeta con sus imågenes multicolores como al lector un libro de
anhelåis engafiar a Dios y a los hombres con hermosas palabras jeroglfficos escritos en un desconocido y hace ya mucho tiempo
y pensamientos sofisticados?» Igual es su indignaci6n ante el juego desaparecido lenguaje primitivo.» La acci6n de la novela a la que
romåntico con los sentimientos y las imågenes religiosas: «Apenas venimos refiriéndonos deja traslucir involuntariamente, pero con
hemos conseguido apartarnos del razonamiento religioso y ya em- fuerza tanto mås acusada, este desesperado nihilismo. Eichendorff
54 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 55

da forma a tres seres humanos, con los que simpatiza interna- nos de caza; alegres postillones por los caminos; viajeros que
mente. Ninguno de ellos acaba de encontrar su puesto en la Vida. caminan libres de cualquier agobio, de donde surge el marco con-
EI uno emigra, desesperado, a América; el Otro se retira a un movedoramente hermoso de los ya desaparecidos del todo o casi
convento; el tercero se refugia en Egipto, donde desea entregar- desaparecidos viejos tiempos. Ahora bien, tan pronto como son
se a la magia. configurados los seres humanos en su Vida concreta, este idilio
Por supuesto que en esta novela la descripciön estå sujeta a feudal se deshace. A pesar de sus limitaciones catölicas y a pesar
unos determinados condicionamientos historicos. Fue escrita también de sus simpatias feudales, Eichendorff es demasiado sin-
en 1808: justo en el momento de mayor fracaso y desmembra- cero como para idealizar la Vieja Vida de la nobleza, la nobleza
miento de Alemania. Es evidente que en su desespero vital metafi- del «Ancien Regime», violentando Ia verdad. Se opone, natural-
sico hay mucho de desespero auténticamente patriötico por el des- mente, con toda energia a la Revoluci6n Francesa. Ahora bien,
tino alemån. Para comprobarlo no hay mås que detener la atenciön cuando su trabajo de escritor le Ileva a ocuparse de ella y de su
un momento en la unica parte luminosa y optimista del libro, es inmediata historia anterior, los terribles abusos del dominio de
decir, aquella en la que es descrito con entusiasmo el levantamiento la aristocracia pasan a primer plano, y la Revoluciön aparece, muy
popular tirolés. Es muy tipica también de Eichendorff su manera en contra de laconsciente visiön del mundo del poeta, como una
de comparar el sencillo y sacrificado heroismo de aquellos agricul- reacciön totalmente justificada de Ias masas ante un trato arbitra-
tores revolucionarios con las vacilaciones, la perplejidad e incluso rio y cruel. (Asi, en «Das Schloss Durande», 1839, y también en la
la traiciön de las auténticas figuras romånticas. mucho mås reaccionaria narraciön métrica «Robert und Guis-
Esta incapacidad para comprender el nuevo tipo de Vida en card», 1833-34.) La belleza de los «buenos viejos tiempos» es, en
gestaci6n tiene en Eichendorff, sin embargo, motivos mås profun- estas obras de Eichendorff, la belleza del paisaje, de los interiores
dos; después de las guerras de liberaciön subsistiö, si bien, desde y de Ia Vida serena, pero no la belleza de la Vida misma, que
luego, lejos de aquellos desesperados acentos. En los afios poste- tampoco en este caso le resulta a él demasiado atractiva. Esta
riores Eichendorff no puede en absoluto ser considerado forman- contradicciön interna, de Ia que Eichendorff -no IlegÖ nunca a ser
do parte del nümero de los reformadores decepcionados, aunque consciente, y que tiene su origen en la falta de vertebraciön de
su alejamiento respecto de la Vida burguesa permaneciera, en 10 su visiön del mundo, confiere a estas obras suyas un aire de vago-
esencial, inc61ume; de igual modo que la Alemania de entonces rosidad tal y una falta de contornos precisos tan acusada que, a
iba culminando con lentitud su proceso burgués, Eichendorff se pesar de la belleza de los detalles, resultan, en 10 esencial, informes
acomodaba tanto en su actividad püblica como en su Vida privada y poco artisticas.
a este mundo nuevo sin excesivos problemas. Eichendorff sÖIo es auténticamente poeta cuando expresa de
Como su poesia toda, este desamparo y este descontento se manera muy general su insatisfacci6n y su descontento ante la Vida
convirtieron después en una especie de acompafiamiento musical contemporånea; cuando los configura, simplemente, como un sen-
de su Vida. Acompafiamiento que podia Ilegar a exteriorizarse en timiento carente de objeto concreto, es decir, cuando no intenta
una cierta nostalgia hacia «la naturaleza», hacia aquellos «buenos dar forma a las motivaciones y causas de su postura vital, limi-
viejos tiempos», en los que todavia la Vida estaba Ilena de sentido tåndose a dejar fluir su sentimiento con entera libertad. Su campo
y libre de problemas. Esta nostalgia puede Ilegar a adoptar a veces sobresaliente es, pues, el de la lirica. En sus poemas alcanza ex-
en él formas declaradamente religiosas, abiertamente catölicas. En presi6n purisima esa tipica inclinaciön de la lirica romåntica hacia
este sentido Eichendorff es un romåntico de CUfiO feudal. la canciön popular. Rara vez cae Eichendorff en los arcaismos y
Pero esta nostalgia permanece en él completamente nebulosa, artificiosidades formales que tan råpidamente envejecieron la li-
sin programa, de tal manera que cuando se retrotrae en su trabajo rica de Tieck, sabiendo, por Otra parte, evitar con ejemplar habi-
creador a los «buenos viejos tiempos» acaba incluso por caer en Iidad esa arbitrariedad subjetiva que estropea no pocos poemas
contradicciones dificilmente solubles en su visiön del mundo. de Brentano, ricos, en cambio, en el dominio de la palabra y en la
Mientras no pasa de describir el paisaje de los «buenos viejos profundidad del sentimiento. Llevado de su odio al simple juego
tiempos», todo es maravilloso: viejos castillos en hermosos par- formal, y, sobre todo, al juego con sentimientos y pensamientos,
ques, ruinas rodeadas de selvas romånticas; sonidos de los cuer- Eichendorff, en su insobornable sencillez, sigue instintivamente
56 Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 57

el camino de aquella renovaci6n de las tradiciones de la canciön dieron lugar a auténticos cambios hist6ricos en el orden del sen-
popular cuyo origen podemos cifrar en Herder y Goethe y que timiento. Es y no obstante, uno de esos poetas autén-
sigue siendo,
con «Des Knaben Wunderhorn» se beneficiö de un nuevo impulso. ticos que a veces logran expresar unos sentimientos muy determi-
Ya a prop6sito de su producciön épica aludiamos a esta particu- nados, con inmarchitable veracidad poética tanto en el orden del
laridad de su sentimiento poético: una inclinaciön instintiva a la contenido como en el formal. Debe ser incluido en esa linea que
convivencia con el pueblo y con las figuras populares, un senti- partiendo, por ejemplo, de Mattias Claudius, el autor favorito de
miento instintivo que le Ileva a considerar que es posible encontrar sus afios mozos, Ilega hasta Theodor Storm.
en ellas una calidad moral y una riqueza humana superior a las de Uno de los rasgos esenciales de su poesfa es la sencillez, una
los representantes de esa inteligencia aristocråtica cuyos destinos sencillez ajena a todo problematismo. Ahora bien, al hacer esta
suelen ocupar el lugar central en sus narraciones. Ya hemos dicho justa afirmaci6n no conviene exagerar mecånicamente. Ya hemos
que los labradores tiroleses revolucionarios son las ünicas figuras aludido a los aspectos conflictivos de Ia posici6n de Eichendorff
verdaderamente positivas de su novela juvenil; no es tampoco frente a la realidad. Aspectos que en su producciön Ifrica no desa-
casualidad alguna el que el héroe de la ünica de sus narraciones parecen, recibiendo sölo una forma poética creadoramente libe-
que todavia hoy se conserva viva, «Aus dem Leben Taugenichts» rada de la problemåtica romåntica. La problemåtica del contenido
sea asimismo el hijo de un labrador, si bien un tanto estilizado no desaparece, sin embargo, con esto; estå presente constante-
literariamente. Este sentimiento, tan instintivo como verdadero, mente y su continuado reflejo en los poemas es 10 que confiere
confiere a la lirica de Eichendorff una naturaleza realmente po- a éstos su profundidad verdadera. Ahora bien, de la esencia misma
pular. de la lirica de Eichendorff se desprende el que todo 10 problemå-
Su contenido esencial es el de un nostålgico deseo. Deseo de tico —la Vida no comprendida ni aceptada, la insoluble soledad
evasiön de la Vida burguesa moderna, es decir, de Ia Vida «nor- humana, la desesperanzada nostalgia hacia una Vida mås plena
mal»; nostalgia de la libre naturaleza de los bosques, de los viajes, de sentido— no Ilegue a ser expresado sino en tonos suaves, sin
de en Alemania siente nostalgia de la belleza de Italia,
la lejania; desbordar jamås la sencillez de forma y contenido. Como ejemplo
en de los familiares contornos de la tierra nativa; nostal-
Italia
significativo vamos a reproducir una parte considerable del poema
gia de los «buenos viejos tiempos», viejos tiempos a los que, como Eldorado»:
ya hemos visto, estiliza una y Otra vez, pero cuyo contenido social
concreto en la cabeza del poeta es contradictorio, confuso y des- Entre aromas y murmullos
dibujado, dando de todo ello forma en su lirica ünicamente a la hay un lugar maravilloso,
exaltaciön de la naturaleza y a la general nostalgia de un tipo cubierto de ramaje junto a Ios quietos abismos,
de Vida humana mucho mås sencilla y plena de sentido. Asi va donde antafio jugåbamos todos.
adquiriendo volumen una lirica sencilla, profunda y verdadera,
informada de un aire de canci6n popular, y cuyas mültiples re- Nos hemos, sin embargo, perdido
peticiones la hacen tan escasamente mon6tona como a las can-
desde que hacia la vasta lejanfa
ciones populares el constante retorno de unos pocos motivos.
nos arroj6 un mundo en el que la mala hierba crece,
La sencillez y autenticidad de estos sentimientos forman la y ninguno recuerda ya el camino del hogar.
base poética subyacente a la veracidad de esta forma por él tan Y aün a veces un eco se alza de entre los suefios,
asi,
cultivada de la canci6n popular. La singular posici6n de la lirica como estuviéramos en el vasto mar;
si
de Eichendorff en el movimiento romåntico, su hasta hoy conser- y en la hora temprana, entre los årboles,
vada frescura, en fin, se deben precisamente al nulo caråcter de semejante a un saludo, un murmullo se acerca hasta nosotros.
buscada artificiosidad artistica que ostenta su retorno a esta forma
de la canci6n popular, a diferencia de 10 que ocurre con tantos Y yo he escuchado desvanecerse el saludo,
otros. Eichendorff no pertenece a ese escaso nümero de poetas, y he perseguido por el pais entero,
10
tipo Goethe o Heine, que al ofrecer unos contenidos de interés extraviado casi por entre Ja vasta
y alcance universales y unas profundas renovaciones en 10 formal, cordillera de rocas y penas.
5 - REALISTAS

I
58 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 59

Y mås allå de todo dolor por el suefio de la fantasia, como ocurre en Novalis. ni Ios verda-
mi corazÖn siente una alegria joven, deros abismos inhumanos de Ia Vida capitalista son ofrecidos bajo
como si al otro lado el mundo formas fantåsticas, como en Hoffmann. Se trata de un profundo
caminara hacia Ia aurora. y auténtico sentimiento subjetivo de nostalgia, pero acompafiado
de una suave consciencia de su propia inesencialidad onirica, asi
Juega el viento entre los cabellos, como de un cierto conocimiento de que en realidad no constituye
allå abajo se vislumbra el rayo, sino un acompafiamiento musical de la Vida real.
y con terror me he visto nuevamente Un ensuefio de este tipo es también «Aus dem Leben eines Tau-
frente a Ia Vieja soledad. genichts», esa obra genial de Eichendorff que tantas y tan profun-
das vislumbres encierra de la Vida sentimental del pueblo alemån,
De acuerdo,pues, con este talante vital, no puede faltar tam- y que sigue siendo tan apreciada como el primer dia. Son muy
poco en de Eichendorff ese sentimiento romåntico de
Ia lirica escasos los procesos evolutivos espirituales de alemanes represen-
terror ante las fuerzas desconocidas, ante el oscuro misterio de 10 tativos del siglo XIX en los que no haya jugado el «Taugenichts» un
«incognoscible», misterio que, por la via del destino, decide la Vida determinado papel. Ha Sido y sigue siendo uno de los libros ale-
de los humanos. Ahora bien, si, a diferencia de Novalis, el suefio manes preferidos, uno de los mås extensamente leidos. Siendo
ut6pico no adopta en Eichendorff una forma entre mågica y mis- esto especialmente vålido, como es natural, para una determinada
tica, preciso es afiadir que por el contrario que en Hoffmann, el etapa de la evoluciÖn espiritual alemana: Ia juventud.
suefio del mal, el suefio del terror, no engendra tampoco en él una Esta limitaciön no rebaja en absoluto la importancia de la
realidad a la vez grotesca y fantasmag6rica. Heine ve con raz6n obra; se limita a determinarla mås concretamente. Goethe explica
en Novalis y Hoffmann los dos polos opuestos del ingenio romån- que su «Werther» expresa un determinado estadio de la evoluciön
tico. Entre ambos, Eichendorff representa una especie de sano humana, al que, por 10 tanto, acompafia, y Schiller, cuando habla
«término medio». Y esto es precisamente 10 que le ayuda a evitar de la justificaciön posible de la «poesia sentimental», de la idilica,
los extravios y la disoluci6n formal de Novalis, conservando, al sobre todo, insiste en que todo hombre tiene su propio paraiso, su
mismo tiempo, la profundidad realista y la precisiön de Hoffmann. «edad dorada», al igual que también 10 tiene la humanidad entera.
Ahora bien, a pesar de todo 10 dicho seria un error no tomar en Como expresiön de esta «edad dorada» vive el «Taugenichts».
consideraci6n la innegable similitud existente entre determinados No es una «lectura juvenil» pasajera, que en un momento dado
sentimientos de todos estos escritores, y cuyo origen profundo haya de ser superada y olvidada sin dejar huella; representa, por
no ha de verse en la posible influencia de alguno de ellos sobre el contrario, un momento esencial de Ia evoluciön de Ia juventud
los otros, sino en la situaci6n social de la Alemania de entonces. alemana. (Por supuesto que la alusiön al apunte de Goethe sobre
el < Werther» ha Sido hecha con la sola intenciön de fijar el lugar
La oscuridad extiende sus alas, general que a esta narraci6n de Eichendorff le corresponde; en
terriblemente se agitan los årboles, comparaciön con la validez y significaci6n universales del «Wer-
y tal oscuros suefios las nubes avanzan, ther», el «Taugenichts» no pasa de ser un episodio entre jovial
Equé significa este espanto? y melanc61ico.)
El «Taugenichts» es un idilio casi informado de los rasgos mis-
Si entre todos los corzos tienes un predilecto, mos de una fåbula, Ileno de sombrios peligros e inesperadas solu-
no le dejes pacer solo, ciones felices. S610 ocasionalmente contiene algün elemento po-
por el bosque caminan y soplan los cazadores, lémico, alguna critica inmediata— de tipo social, y ello de
y una y Otra vez cruzan las voces. manera episödica; y, sin embargo, debe su perdurable éxito a la
polémica que dentro de sf encierra de manera inmanente.
Los suefios de Eichendorff en torno a una realidad mejor y a Ya la forma del idilio es, en principio, polémica. Segün Schiller,
Ios inquietantes abismos de la Vida no son, en realidad, sino un Ia esencia del idilio, de la elegia y de Ia såtira radica en la con-
ensuefio. Porque ni la realidad resulta sofocada ni desencarnada frontaciån entre realidad e ideal, entre naturaleza (en sentido
60 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 61

rousseauniano) y sociedad, configurada por cada una de estas que Ia atmösfera del cuento conduce al centro mismo del pre-
formas. La especificidad del idilio dentro de este sistema de for- sente. Seria no poco interesante investigar como y en qué momen-
mas poéticas «sentimentales» consiste en que en él, la naturaleza tos introduce Eichendorff en su narraci6n, cambiåndolos por com-
y el ideal son configurados como reales, como realmente existen- pleto, elementos sacados de los cuentos populares. El motivo
tes, y no como perdidos ni como solas incitaciones al dolor, tal central de «Taugenichts», por ejemplo, ofrece un cierto y vago
es el caso de Ia elegia. De ahi que Schiller vea en Ia configuraciön parentesco con el de «Hans im Glück».
de los primeros tiempos de la cultura el objeto natural del idilio. En el centro mismo de esta magia formal tan idilica late, sin
Siendo consciente, sin embargo, de que esta elecciön temåtica no embargo, un moderno sentimiento polémico auténtico y fuerte.
es excluyente ni liberatoria. En su grandioso presentimiento de la Considerado como un todo, este hermoso e inocente idilio expresa
evoluciön unitaria del género humano y su fugaz corporeizaci6n una protesta contra la de un punto de vista humano infructifera
en la Vida de la persona individual, viene a decir, como ya hemos y estéril actividad de la Vida moderna, contra la «habilidad» y «di-
dado a entender, que todo pueblo y todo individuo tienen su «edad ligencia» de los viejos y nuevos filisteos.
dorada», su estado idilico, un «estado de paz y armonfa consigo La lucha a favor de una Vida Ilena de sentido y digna del hom-
mismos y con los otros». bre en el capitalismo no es, en un sentido muy amplio, sino una
«Taugenichts» es, a la vez, fåbula y realidad. La edad dorada es lucha a favor del ocio. Segün Marx: «EI tiempo es el espacio de
presentada aqui en el centro mismo de la actualidad. Sin ser ésta Ia evoluciön humana. Un hombre privado de tiempo libre y cuya
en absoluto estilizada —en sentido artfstico —e. Los seres huma- Vida entera esté ocupada, aparte de las pausas debidas a motivos
nos, las ciudades y los paisajes son configurados, vistos indivi- estrictamente fisicos, como el suefio y la comida, por su trabajo
dualmente, con toda fidelidad a la realidad, es decir, de la manera para los capitalistas, no Ilega a ser ni siquiera un animal de carga.
mås realista imaginable. En este punto Eichendorff se aproxima Es una simple måquina dedicada a la producciön de riqueza ajena,
muy decididamente a los problemas de exposici6n tipicos de la fisicamente quebrantado y espiritualmente animalizado». Por Otra
corriente realista del Romanticismo. En el nücleo mismo de los parte, en sus famosas reflexiones sobre la libertad y la necesidad
acontecimientos fantåsticos narrados en el «Peter Schlemihl» de el propio Marx ofrece un también exacto esbozo de la posible so-
Chamisso, al igual que en Hoffmann, encontramos este acerado luciön del problema del socialismo. Determina la importancia de
realismo en cada uno de los detalles. Ahora bien, en éstos el rea- los controles sociales de la producciön para las relaciones de Ios
lismo no hace sino coadyuvar a la creaci6n de un clima fantåstico hombres entre si y entre ellos y la naturaleza: «Pero se trata toda-
e inquietante, en tanto que en Eichendorff no persigue otra cosa via de un reino de la necesidad. Mås allå de él comienza Ia ver-
que la confirmaci6n literaria del suefio. Solamente las situaciones, dadera evoluciön humana, vålida como un fin en sf misma, el verda-
y sobre todo sus interrelaciones, estån mås allå de la tfpica causa- dero reino de la libertad que sÖlo puede florecer, sin embargo,
Iidad imperante en el mundo moderno. En el centro mismo de sobre la base de aquel reino de la necesidad. El primer requisito
toda situaciön — sea cual sea su origen — impera un auténtico es la reducciön de la jornada del trabajo».
realismo, tanto en el orden interior como en el externo. El mundo capitalista de la libre concurrencia y de la libertad
El romanticismo alemån comportÖ una renovaci6n del cuento burguesa implica una creciente destrucci6n de este espacio abierto
fabulado, género predilecto del movimiento. Pero también aqui (en sentido marxista) necesario para una evoluciön armönica y
la situaci6n es similar a la de la lirica: las narraciones arcaizan- real de los seres humanos. Marx y Engels han hecho ver repetida-
tes, que en algunos casos Ilegaban a imitar artificiosamente el tono mente que este proceso de sometimiento y esclavizaciön de Ias
infantil de ciertos cuentos populares, han quedado casi por com- personas desencadenado por la divisiön del trabajo de tipo capita-
pleto anticuadas; el «Taugenichts», por el contrario, que nada lista no solo acttfia con todas sus consecuencias sobre los explo-
tiene en su forma exterior que pueda asemejarlo a un cuento, tados, sino asimismo sobre Ios explotadores.
posee la inmarchitable vitalidad de los cuentos populares. Eichen- Este problema juega un papel muy importante en todos Ios
dorff se ha limitado a cefiirse a las peculiaridades estilfsticas movimientos romånticos de oposici6n al capitalismo ascendente,
internas de la configuraciön de un mundo de fåbula; pero 10 ha surgidos impetuosamente al hilo del triunfo de la sociedad bur-
tomado ingenuamente, con toda contemporaneidad, de tal modo guesa a raiz de la Revoluciön Francesa y de la revoluciön indus-
62 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 63

trial inglesa. Resulta, asimismo, fåcilmente imaginable que en los tas, una positiva, la de Hércules, para quien, a pesar de todas sus

paises occidentales, mås evolucionados economica y politicamente, grandiosas hazafias, la meta de la Vida era una noble «ociosidad»,
esta oposici6n romåntica pudiera expresar su disconformidad so- y Otra, la del emprendedor Prometeo, el «inventor de la ilustra-
Cial y economica respecto del capitalismo con una claridad muy cic3n y del ingenio», es decir, el inventor —
segån Schlegel— de
superior a la posible en la atrasada Alemania de entonces, donde Ia fuente de todos los males.
la producciön capitalista estaba dando todavia sus primeros pasos. No resulta, desde luego, diffcil desvelar el caråcter unilateral
De ahf, pues, que la oposiciön romåntica alemana fuera mucho y parad6jico de estos puntos de vista. No es, por Otra parte, ne-
mås vagorosa que los movimientos franceses o ingleses afines. cesario ni volver a citar las arriba expuestas opiniones de Marx:
Seria, de todos modos, errado no tomar en consideraciön los Hegel, contemporåneo de Friedrich Schlegel, expuso en su «Feno-
rasgos comunes existentes entre todos ellos por encima de estas menologia del espiritu» su concepci6n del hombre como fruto de
esenciales diversidades. su propio trabajo, y en las dos grandes obras literarias de este
Toda oposiciön romåntica viene caracterizada por su agudo periodo, «Wilhelm Meister» y «Faust» es expresado este mismo
desvelamiento de Ias contradicciones de la sociedad capitalista, a pensamiento fundamental. Y la Vida de los grandes ap6stoles de
la que ataca con burla afilada y auténtico encono, sin ser capaz Ia paradoja romåntica, la misma Vida de, por ejemplo, Friedrich
cle Ilegar, en cambio, a captar su esencia. De ahi que en la mayor Schlegel, Clemens Brentano u otros, ilustra con una terrible exac-
parte de los casos no se consiga otra cosa que una exagerada des- titud acerca de los extremos de disoluci6n humana a que se puede
virtuaciön del problema, convirtiéndose 10 que podria ser una au- Ilegar por el camino de esta oposici6n romåntica, cuyo punto de
téntica critica en una falsedad social. La denuncia de las contra- partida no deja de estar subjetivamente justificado, si bien su re-
dicciones implicadas por la divisiön capitalista del trabajo se sultado ültimo es la falsedad.
transforma igualmente en una magnificaciön acritica de aquellas Importa, sin embargo, subrayar la existencia de una justifica-
circunstancias sociales en las que esta divisiön de trabajo no era ci6n inicial de este tipo. A un pensador o escritor burgués, incapaz
todavia conocida; ésta y no Otra es Ia fuente remota de la nostalgia de extender su vista mås allå del horizonte capitalista, y, sobre
romåntica hacia la Edad Media. todo, a un romåntico que es hasta incapaz de comprender las eta-
Todos estos fallos y corrupciones de la oposiciön romåntica pas esenciales del progreso capitalista, no les es, por supuesto,
salen a la luz a propösito del problema del ocio, en la relaciön posible acceder en este problema a un punto de vista acorde con
existente entre un trabajo fructifero y Ileno de sentido y las con- la verdad. Ahora bien, la sociedad capitalista, no s610 somete a
diciones precisas para el desarrollo orgånico y global del individuo. los trabajadores con el poder implacable de la necesidad econ6-
La oposiciön romåntica alemana acaba en una exaltaciön de la mica, a su disciplina de esclavos, sino que con todos los medios
ociosidad; la critica del trabajo inhumano y sin sentido del capi- de su propaganda ide016gica magnifica esta nueva forma deshuma-
talismo se convierte en un repudio del trabajo ütil en general. La nizadora de dominio del hombre. Contra esta «re1igi6n del trabajo»
edad dorada de las leyendas populares transmitidas a 10 largo de cufio capitalista escribi6 Paul Lafargue en los afios ochenta su
de la historia no es sino una época en el que la propiedad privada ingenioso ensayo «EI derecho a la pereza». Aunque como es obvio
todavia no existia. El parafso del romanticismo alemån es una tratåndose del trabajo de un marxista, los centros de gravedad y
época en la que 10 que no existia es el trabajo. Esta tendencia Ias proporciones estån dispuestos de manera por completo dife-
alcanza su expresi6n mås extrema y paradöjica en la «Lucinde» rente a como ocurre en el caso de los romånticos. Esta penetraci6n
de Friedrich Schlegel. En este libro suyo, Schlegel Ilega incluso en las interrelaciones reales no debe impedirnos reconocer, sin
a anadir un «ldilio sobre la ociosidad». Idilio en el que entona un embargo, en la critica romåntica al trabajo capitalista, el nücleo
himno al ocio, como «ünico resto de aquella semejanza divina de verdad y progresismo que contiene, verdad expuesta por 10
que nos ha quedado del parafso». Acto seguido, ataca violenta- general en formas inconscientes y que es preciso distinguir de
mente los efectos destructores de la cultura del trabajo propia aquellas otras completa y definitivamente erradas (como en el caso
de la sociedad capitalista, porque «el provecho y la diligencia son de Friedrich Schlegel).
los ångeles armados con espadas de fuego que impiden a los hom- El «Taugenichts» de Eichendorff revela plåsticamente como
bres el regreso al paraiso». Y acaba enfrentando dos figuras opues- pueden ir unidos una absoluta falta de claridad en la visi6n del
64 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigio XIX 65

mundo y un certero instinto humano y artistico. Desde un punto por esa divisiön del trabajo propia del capitalismo, a la que en
de vista estrictamente formal, esta narraciön podrfa ser conside- virtud de su propio desclasamiento combate, de una manera tan
rada como un acabado paradigma de las tipicas paradojas de errada como infructifera. Ahora bien, como el héroe de esta narra-
Schlegel. La sobriedad y la habilidad humanas de Eichendorff, ciÖn de Eichendorff es un joven labrador legendario, anterior a
de las que su biografia nos da buena cuenta, estån presentes, sin este proceso de desclasamiento, 10 que sale a la luz es un tipo
embargo, tanto en la disposici6n del todo como en cada uno de de oposiciön romåntica mucho mås profunda y certera, en la que
los elementos aislados de Ia obra. La acciÖn, por ejemplo, en su dis- el nücleo de verdad generalmetne contenido en todas estas tenden-
currir en una atmÖsfera de fåbula, Ileva al héroe a una situaciön cias, es expresado de una manera mucho mås pura y poderosa,
paradisiaca similar a las glorificadas por Schlegel. SituaciÖn en libre, en fin, de la impronta caricaturesca de tantas anteriores y
la que algunas veces se siente feliz, pero cuyo aspecto negativo posteriores posturas bohemias de negatividad frente al trabajo
no tarda mucho en resultar explicito: «Y asi fueron pasando los capitalista. Eichendorff posee una viva percepciön para los peli-
dias, uno tras Otro, hasta que al final comencé a notarme enorme- gros sociales de este comportamiento, y aunque siempre busca y
mente melanc61ico de tanta buena comida y tanta bebida. Del no encuentra soluciones fåciles para todos los problemas, como co-
hacer nada parecia como si se me quisieran desarticular todos rresponde al clima de una fåbula, se da cuenta en todo momento
los miembros, y me sentia a punto de deshacerme de pura pereza». de los peligros que amenazan, en el orden humano, a quien adopta
Asi pues, «Taugenichts» no es un vulgar perezoso (ni siquiera tal postura de oposiciön. Si bien todo ello no hace sino dar nuevo

un perezoso romånticamente idealizado), ni es ése, en absoluto, su testimonio de la mayor validez humana de esta forma de oposiciön
caråcter; es, por el contrario, un vagabundo que no acierta a inte- por él configurada. Se da cuenta, efectivamente, de que una postura
grarse orgånicamente en el orden sobrio y austero de la Vida bur- negativa de este tipo puede convertir a las personas en seres aso-
guesa. Es vivaz, sensible, dotado para Ia müsica y para Ia poesia, ciales, o incluso antisociales, y la posibilidad de que surja en esta
es, incluso, hasta ingenioso, capaz, a pesar de todas sus ensofia- bohemia una «sociedad» formada por tales anarquistas antisocia-
ciones, de mantener una actividad enérgica e incluso sacrificada les, no le seduce en absoluto. Para él, el aislamiento que puede
— si bien, desde luego, no demasiado duradera — Se niega, sim- surgir a consecuencia de la anulaciön de la naturaleza social de
plemente, a integrarse en el orden del «provechoso mundo de los las personas es un peligro humano real. Asi, en ocasiön de una
filisteos». Por la disposiciön originaria de su caråcter, es uno de fiesta pone en boca de uno de sus héroes las siguientes palabras:
esos hijos de labradores, nada geniales, pero bien dotados perso- «Todo es muy alegre, y, sin embargo, no hay quien se ocupe de
nalmente, que por regla general son absorbidos por el ritmo «nor- ti. Eso mismo me ocurre en todo lugar y en todo momento. Cada

mal» de la sociedad capitalista, que los integra y convierte en cual se ha buscado un sitio en este mundo, y tiene su estufa ca-
hormigas diligentes. liente, su taza de café, su mujer, su vaso cle vino para las veladas, y
La garra de la narraciön de Eichendorff radica, por cierto, en estå bien contento... Yo, en cambio, no me encuentro a gusto en
esta tipicidad de su caråcter, y 10 tipico de su destino se debe, a sitio alguno. Es como si hubiera Ilegado a todos los sitios dema-
su vez, al fabuloso polo opuesto creado con el fin de contraponerlo siado tarde, como si el mundo entero no quisiera contar conmigo».
a 10 cotidiano, de tal modo que como trasfondo, a la manera de un Éstas y semejantes observaciones criticas aparecen una y Otra
contraste llamado a dar mayor resalte todavia a la verdad general, vez en la narraciön de Eichendorff. Pero s610 son, en este contexto,
brille 10 tipico precisamente en 10 antitfpico. Eichendorff consiguiö una sombra, como 10 es el misterio en sus poemas. Esta sombra
que esta técnica creadora prevaleciera gracias al certero instinto ejerce, sin embargo, una funciön artistica importante: la de con-
humano con el que en todo momento supo percibir y evitar los ferir a ese mundo de ensuefio, que de 10 contrario resultaria chato
peligros de la visi6n romåntica del mundo, visiön que teöricamente y bidimensional, el relieve mismo de la realidad.
compartia, pero por la que jamås se dej6 Ilevar en el orden vital. De ahi la profunda verdad poética a que en Eichendorff accede
Su héroe es un vagabundo, pero un vagabundo que nada tiene en la forma del cuento fabulado. A1 hilo de la trama de la acci6n va
comün con los titulares de una posiciön intelectual desclasada, expresando sobre todo, de manera auténticametne épica y con in-
entre bohemia y anarquista. Una oposiciÖn que acaba por situarse discutible veracidad creadora, el ideal de Eichendorff, su propia
en el nivel de un desclasamiento social definitivamente consumado utopia. A su vez, la concepciÖn humanamente sana, sobria y po-
66 Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 67

pular a la manera realista del héroe, confiere al todo un parentesco humanos, Schiller dice de ellos que «ya no resultan apenas posibles
artistico muy acusado con los auténticos cuentos populares, preci- en la sociedad moderna, o, al menos, no resultan posibles, de nin-
samente porque sus caracteristicas exteriores faltan casi por com- guna Otra manera que cruzando como salvajes a través de su época,
pleto en esta narraciön. protegidos por un hado favorable de la corrupta influencia de la
Una narraci6n que es, sin embargo, de todo punto romåntica misma». Esta capacidad del héroe para mantenerse puro e intacto
a la manera moderna. Su ra.sgo esencial es una suave oscilaci6n a 10 largo de su «marcha salvaje», a la vez idilica y legendaria, es 10
entre el suefio y la realidad: un contenido fabuloso que se pre- que constituye el contenido auténticamente realista y rebelde de este
senta bajo formas reales, hombres de carne y hueso participes idilio. El que esta salvaciön s610 sea posible en el terreno de la

de unas interrelaciones sociales sölo posibles en el reino de los fåbula, representable s610 como un suefio y a la vez configurable
suefios, paisajes de maravillosa fidelidad a 10 real, palacios, ciuda- de manera realista, es 10 que le confiere su verdad literaria.
des cuya nostålgica perfecci6n nos Ileva al mundo de los suefios. Muchos de los mås ilustres alemanes del siglo XIX han compar-
Precisamente en la continuada atmösfera de belleza, de este tipo tido este suefio de Eichendorff. Pero el final feliz, con esa felicidad
de belleza, que rige a 10 largo de la narraci6n toda, radica su incom- con Ia que acaban los cuentos, tanto, por 10 menos, como el idilio
parabilidad y su entrafia duradera. realistamente sereno, han ido ganando en imposibilidad literaria
El «Taugenichts» es, pues, un idilio, un idilio mås hondo y du- con la creciente adecuaci6n de Alemania al capitalismo. En Mörike
radero que los de las historias posteriores del siglo XVIII. Toda es vislumbrado una y Otra vez, pero en Storm no es ya sino una
la falta de claridad de Eichendorff, que por 10 general desdibuja elegfa Ifrica inmersa formalmente en 10 narrativo, y en la que la
Ios contornos de su épica y de su dramåtica, quitåndoles toda po- posibilidad de plenitud objetiva es destruida de manera irremedia-
Sible fisonomfa acusada, no es en este caso sino la niebla plateada ble y entregada como algo definitivamente perdido. En el periodo
de esa callada melancolfa que hace mås profunda y atractiva la imperialista, por fin, Ias narraciones juveniles de Thomas Mann se
intima serenidad del idilio. ünicamente aqui —y acaso también alzan sobre un montÖn de escombros, que ni siquiera merece el
en sus mejores y mås conseguidos poemas— ha encontrado la nombre de ruina, ya que su elegiaco lamento es informado de tonos
extraviada conciencia de oposici6n de Eichendorff una configura- satiricos cada vez mås acentuados. El suefio se hace cada vez mås

ciön literaria verdaderamente profunda. consciente, cada vez mås elegfaco y satfrico en su desnuda nostal-
La verdad y la profundidad de este idilio van mucho mås allå gia, y, por 10 tanto, la rebeliön contenida en los escritos de los

de 10 romåntico, y no s610 en el angosto sentido escolar del tér- autores posteriores a Eichendorff, deviene también mås firme cada
mino. De ahf que acaso pueda ser caracterizado el contenido esen- vez. (No podemos detenernos ahora en el anålisis de la medida
Cial de este idilio de la mejor manera posible con la ayuda de en la que este desarrollo ulterior del suefio de Eichendorff haya
aquellas palabras escritas por Schiller aproximadamente treinta podido ir ofrecicndo un auténtico auxilio a algunos de Ios diversos
afios antes del «Taugenichts» de Eichendorff: «Y luego s610 vemos escritores que 10 han cultivado, una vislumbre, en fin, de caråcter
en la naturaleza irracional una hermana mås feliz, que decidi6 capitalista de este proceso de disoluci6n.)
quedarse en la casa familiar, en tanto que nosotros, ebrios de Ii- No es ninguna casualidad que esta culminaciön haya Sido con-
bertad, nos arrojåbamos al mundo exterior. Con dolorosa urgencia seguida una y Otra vez por escritores que adoptan una postura
sentimos nostalgia de todo aquello tan pronto como el suplicio de negativa frente a la «laboriosidad» filistea del capitalismo, opo-
la cultura comienza a atormentarnos, y en lejanas tierras extrafias niéndose, al mismo tiempo, a cualquier rebeli6n de tipo bohemio
escuchamos la voz conmovedora del arte materno». tanto en la Vida como en la literatura. De este modo logran pre-
El «Taugenichts» de Eichendorff sabe, por supuesto, muy poco servar frente a sus propios suefios, al igual que 10 hizo Eichendorff,
de esta problemåtica. La presiente, a 10 sumo, por la amortiguada su humana integridad y esa sobriedad creadora, que si bien permite
via del sentimiento; es un ingenuo hijo del pueblo. Pero preci- la plena Vida literaria del suefio, a la vez no hace sino desvelar y
samente por eso pueden expresar su figura y su destino, de manera dar forma con un instinto tan certero en 10 humano como en 10
tan convincente la situaciån en Ia que se encuentra todo aquel que literario, a las proporciones, no captadas por la via del pensa-
posee una humanidad intacta, una «ingenuidad» en sentido schille- miento, que efectivamente existen entre la realidad y el suefio.
riano, dentro de la sociedad capitalista. Refiriéndose a estos seres (1940)
Georg Biichner, et falsificado por et fascismo y et auténtico

En el centenario de su muerte, el 19 de fe-


brero de 1937.

A todo lector desprevenido de Georg Büchner no podria menos


de parecerle por completo improbable que el fascismo hiciera si-
quiera un intento de reivindicarlo para si. (El Viejo reaccionario
Treitschke, por ejemplo, supo percibir en Büchner su nficleo revo-
lucionario y, en consecuencia, emitiö sobre él su condena.) Y sin
embargo, este evento tan improbable se ha convertido en un hecho
consumado. A1 igual que la «historia literaria» alemana de curio
fascista ha intentado hacer del Hölderlin tardio, del Hölderlin jaco-
bino, un profeta del «Drittes Reich», se ha atrevido con Büchner.
El método ensayado para esta falsificaciön fascista ha sido, en
10 esencial, idéntico al utilizado con Hölderlin y otras grandes
figuras revolucionarias de transici6n. Es decir: borrando con la
ayuda de la falsificaci6n y el arte de las interpretaciones parciales
todo elemento revolucionario de su Vida y de su obra. Por cierto
que en el caso concreto de Georg Büchner tampoco les ha faltado
a los fascistas algün predecesor entre los te6ricos de Ia literatura
de la era imperialista; nos referimos, sobre todo, a Friedrich Gun-
dolf. Gundolf presenta a Büchner, por supuesto, como un romån-
tico tardfo «solamente», como un escritor de «talante intimista».
Talante intimista en el que Gundolf disuelve y anula toda la critica
social contenida en Büchner: «Lo social en Woyzeck no es sino
una manifestaci6n de caråcter intimista... Lo verdaderamente vivo
es el paisaje del destino con sus estados de alma». Cualquier Otra
cosa que haya podido parecer critica social en este drama, se
precipita en Woyzeck ardientemente hacia el reino de las fuerzas
prehumanas. No hay alemån alguno que, intentando mostrar 10
mfsero, 10 perverso y 10 16brego se haya acercado tanto a su misma
rafz como Büchner».
70 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 71

Este es el camino que toman los fascistas alemanes. Del revo- es grande porque ha sabido configurar el desengaüo ante la re-
lucionario Büchner hacen un precursor precisamente de su ere- voluciön.
voluciön». Maniobra que culminö en estos ültimos afios con la De ahi el titulo del estudio de Viötor: «La tragedia del pesi-
publicaci6n de dos considerables tratados dedicados a exponer mismo heroico». A proposito de Danton dice: «...uno de los po-
y Ilevar esta tesis a sus ültimas consecuencias.* Ambos cumplen seidos por la gran decepciön revolucionaria, que no quiere actuar.
su tarea «cientificamente», es decir, fascistizan a Büchner dando Que ya no quiere seguir actuando, de eso es de 10 que se trata... El
toda clase de complicados rodeos. Porque ni siquiera utilizando drama comienza en el momento mismo en que la fe revolucionaria
Ios mås refinados medios fascistas de falsificaciön es posible con- de Danton es anulada por el conocimiento de la desesperada
vertir a Büchner en un precursor inmediato del «Führer». falta de libertad de los seres humanos y el insoluble problema-
EI punto de partida de ambos estudios es la presunta desespe- tismo de la vida». d En qué radica esta decepci6n? En su anålisis
raciön de Büchner, miembro efectivo de la familia espiritual for- de la escena de Robespierre, Viétor da una clara respuesta: «Ro-
mada por Schopenhauer-Kirkegaard-Dostoyevski-Nietzsche-Strind- bespierre es suficientemente ingenuo como para creer que la revo-
berg-Heidegger. Cuando Viötor dice que la grandeza de Büchner luciön se pone en marcha con el solo fin de crear unas condiciones
radica en «situarse decididamente en el centro mismo de la nada» mejores para el pueblo... La irritaciön de Danton tiene su origen
su acento es de 10 mås heideggeriano. Lo mismo dice Pfeiffer al en este dogma estüpido, peligroso y terrorista». Danton —y con él,
hablar de la concepciön de la historia de Büchner: «Entregado Büchner — es, gracias a esta decepciön suya, mucho mås profundo
al poder de inabarcables fuerzas superiores, que con la mås ab- y «realista» que Robespierre. Y he aqui el contenido de su decep-
soluta irresponsabilidad y crueldad convierten al hombre en la ciÖn: «Era una verdad de tipo religioso —una verdad referida
vfctima de un afån despreciable o de un capricho, asi estå el hom- a los eternos problemas ültimos de la humanidad... un conoci-
bre en la historia». miento... en virtud del cual toda acci6n no podia menos de resul-
La participaciön de Büchner en las revueltas de Hessen a raiz tarle vacfa de sentido». Büchner da forma, pues, a «una verdad
de laRevoluci6n de Julio no es, segün Pfeiffer, sino Ia expresi6n de religiosa de la historia». «La muerte de Danton» es «la tragedia
un pasajero «alejamiento de la realidad». Se evidencian aquf con del gran politico que desaparece en el momento en el que se
total claridad los métodos de tosca mentira con que ha de proce- libra de la embriaguez de la acci6n radical para acceder a una
der incluso una fascistaci6n tan «refinada» como ésta. Pfeiffer auténtica sensatez en el plano gubernamental y a una fuerza reno-
«demuestra» semejante afirmaci6n insistiendo en el alejamiento vadora.» La decepciön ante el hecho revolucionario y Ia desespe-
en que Büchner se mantuvo, en sus afios mozos, de los manejos de raciÖn consiguiente son, pues, para Viétor, los cimientos realmente
las agrupaciones de estudiantes de la Universidad de Giessen. Por positivos para una sensatez en las convicciones politicas.
fortuna, el propio Büchner explica su posici6n a este respecto en Pfeiffer todavfa es mås radical. Su libro enuncia una nueva
una carta dirigida a su familia: hacia el esoterismo y presunci6n «filosofia de la historia del drama», consistente en definir el drama
de esos tipos no siente sino repugnancia, sobre todo viendo como como heroico-demoniaco-germånico y la épica, por el contrario,
desde su ridicula pseudoformaci6n afectan despreciar a la masa de como cristiano-judia. No vale la pena detenerse a discutir obje-
sus congéneres. «EI aristocratismo es la mås repugnante forma tivamente esta teorfa. Como ilustraciön acerca del método de tra-
de desprecio que puede afectarse contra el sagrado espiritu que bajo de Pfeiffer, nos limitaremos a decir que pretende sustentar
alienta en los hombres; contra él no puedo hacer Otra cosa que uti- en Schelling esta concepci6n suya. Y, ademås, de la manera si-
lizar sus propias armas: orgullo contra orgullo, burla contra burla.» guiente: citando a Schelling, Pfeiffer llama al epos «representaci6n
A rafz del fracaso de sus ensayos revolucionarios surge el «Dan- de 10 finito en 10 infinito», relacionando acto seguido esta definici6n
ton» de Büchner, obra en la que los citados intérpretes fascistas con Otra del mismo Schelling sobre el Cristianismo: «EI sentido
no ven sino la expresiÖn de su desengafio. Para ambos, Büchner caracterfstico del Cristianismo camina de 10 finito a 10 infinito».
(El subrayado es mio, G. L.) Del sentido gramatical de ambas fra-
ses, sin ir mås lejos, se deduce ya, prescindiendo de todo examen
Karl Viétor: eDie Tragödie des heldischen Pessimismus» Dt: Vj., S., 12,
1934;Arthur Pfeiffer: «Georg Büchner. Vom Wesen der Geschichte des Dä- mås detenido del concepto de infinito sustentado por Schelling,
monischen und Dramatischen». 1934. que éste quiere decir con ellas exactamente 10 contrario de 10 que
72 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 73

Pfeifferpone en su boca. De acuerdo con su razonamiento, Schel- mente» que Büchner fue un precursor trågico-desesperado y ani-
ling considera a Homero como el representante tipico de 10 épico, quilado de Ia «revoluciön nacionalsocialista».
cifrando en el cristianismo la disoluci6n del Viejo epos. De manera
que cuando Pfeiffer quiere conferir mayor solidez a su «teorfa»
acogiéndose a la autoridad de Schelling, su «método» no es otro 11
que la especulaciön con la poca formaciön y la escasa perspectiva
de sus lectores. iCuål es la auténtica tragedia del Danton de Büchner? Arnold
En un método. Para Pfeiffer
este desatino hay, sin embargo, Zweig ha observado agudamente a prop6sito de este drama:
solo son dramåticos en su peregrino sentido los poemas mono- «Büchner comete el error dramåtico de suponer la necesidad y
estr6ficos y las canciones germånicas antiguas. Durante toda la el caråcter laudable de la revoluci6n tal y como él los vive en el
época moderna se desarrolla un proceso de transformaci6n épica orden del sentimiento». No importa que en el marco de la con-
del drama; asi ocurre en Shakespeare y también, sobre todo, en el cepciön büchneriana de la tragedia de Danton sea o no dramåti-
clasicismo alemån. S610 con Kleist comienza, verdaderamente, camente realizable esta exigencia enunciada por Zweig; 10 cierto
el auténtico drama germånico-demoniaco. Pfeiffer no hace con es que en 10 referente a Ia caracteristica central de Büchner, Zweig
esto sino mantenerse fiel, en el terreno de la historia de la litera- acierta a dar en el centro mismo de su esencia. Büchner ha Sido
tura, a la linea del fi16sofo oficial del «Drittes Reich», Alfred en todo momento un revolucionario consecuente, de asombrosa
Baeumler, enunciada por éste en su discurso inaugural en Ia Uni- precocidad y claridad no menos asombrosa, de un proceder ple-
versidad de Berlin al definir la lucha ide016gica contra el huma- namente lögico en el transcurso de su destino revolucionario, hu-
nismo clåsico alemån como la primera y mås urgente tarea de la mano y literario.
«politica pedagögica» a seguir. En esta linea de 10 dramåtico-demo- No podemos reproducir aqui, ni siquiera a modo de esquema,
niaco quiere Pfeiffer incluir a Georg Büchner. la biografia de Büchner. Habremos de contentarnos con aludir a
Danton cae victima de la «lucha demoniaca». Su naturaleza es algunas manifestaciones de los diversos periodos de su Vida, con
heroica y la suya es, por el contrario, una época antiheroica. El el fin de destruir la leyenda de su «decepciön revolucionaria». La
obståculo de su heroismo es la democracia: «Danton acab6 siendo caracteristica determinante de Büchner es su ardiente odio revo-
consciente de que el ritmo heroico no le era ya posible a conse- lucionario contra todo tipo de explotaci6n y opresi6n. Ya en una
cuencia de la prepotencia del espiritu no heroico en su mundo conferencia pronunciada durante sus afios de estudiante de en-
circundante». sefianza media glorificö a Cat6n frente al César. Mås tarde, ya estu-
La tragedia de Danton radica, segün Pfeiffer, en que éste siente diante universitario, escribi6 desde Strassburgo a su familia: «Se
que debe actuar con la masa, pero la masa no puede seguirlo en reprocha a los j6venes el ejercicio de la violencia. Pero ino estamos
su marcha hacia unas metas «heroicas». Su tragedia radica, en fin, acaso en permanente situaciön de violencia? Como hemos nacido
en no haber estado todavfa en situaci6n de poder utilizar con éxito y crecido en un calabozo, no nos damos cuenta de que estamos
los métodos fascistas de demagogia social. Ésa es su trågica de- en el agujero, atados de pies y manos, y con una mordaza en Ia
cepci6n, y ese es, también, el motivo de su desespero, el demonfaco boca. iA qué llamåis estado de derecho? ilJn derecho que convierte
desespero del poeta. Viétor, mås franco y también mås burdo, a la gran masa de los ciudadanos en un rebafio de esclavos con el
emplea con menos cuidado la terminologia de su escuela, comen- fin exclusivo de satisfacer las antinaturales exigencias de una mi-
tando del siguiente modo las palabras del Robespierre de Büchner noria insignificante y corrompida?»
acerca de su deber de realizar plenamente la revoluci6n: «éCuåndo Con este talante se afilia Büchner en Hessen a una organiza-
puede considerarse culminada una revoluci6n? No se trata de una ciön revolucionaria secreta, a pesar del escepticismo con que en
situaci6n objetivamente determinable; una revoluci6n culmina Strassburgo enjuiciaba la situaciön de Alemania, dudando de las
cuando por fin se Ilega a una situaciön, en la que la exigencia posibilidades de un alzamiento revolucionario en este pais. En esta
båsica de un Führer revolucionario esté cumplida». (El subrayado adscripciön suya a una organizaciön revolucionaria secreta, en cuya
es mfo, G. L.) vanguardia acaba por situarse, sus falsificadores fascistas no ven
De esta manera y con estos métodos se «demuestra cientffica- sino una econtradicci6n». Contradicciån que se resuelve muy få-
6 • REALISTAS
74 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 75

cilmente si pensamos en el lugar singtdar que Büchner ocupa den- posible juzgar la claridad de Ios puntos de vista de Georg Büchner
tro del movimiento revolucionario alemån. Entre los revolucio- con el patron de Ias posteriores luchas de un proletariado conver-
narios de su tiempo, Büchner es quizås el ünico que sitüa la tido en clase ya organizada. Contemporåneo del cartismo inglés
liberaci6n econömica de las masas en el centro mismo de su acti- y de los alzamientos de Lyon, en su calidad de activista revolucio-
vidad revolucionaria. Actitud que le procurö los mås agudos con- nario alemån no podia intuir ni percibir la cohesiön del prole-
flictos con sus compafieros de lucha. Weidig, el jefe de la organi- tariado como clase. Como auténtico revolucionario plebeyo, sitüa
zaci6n revolucionaria secreta de Hessen, cambi6 en el borrador el centro de gravedad de su interés en la liberaciön econ6mica y
del escrito de Büchner a los «diputados de Hessen» la palabra politica de los «pobres», de los campesinos, sobre todo, dada su
«rico» por la de «distinguido», transformando asi el escrito en pertenencia al mundo alemån. Su consecuente postura a este res-
sentido liberal y dirigiéndolo exclusivamente contra los ültimos pecto le coloca en una contradicciön insoluble, tanto pråctica
restos de un feudalismo absolutista. En la concepci6n de Büchner, como te6rica, respecto de sus contemporåneos liberales, a los
el tema central de la revoluciön es el alzamiento masivo de los que, como luego seria usual entre Ios dem6cratas revolucionarios
pobres contra los ricos. De ahi que mucho mås que cualquier mås significados, critica una y Otra vez con aguda ironfa.
comentario del propio Büchner, sea la declaraci6n judicial de su Este estado de cosas da lugar, como es obvio, a una gran falta
amigo Becker 10 que nos aclare su participaci6n en los intentos de claridad en la perspectiva revolucionaria de Büchner. Asi, en la
revolucionarios de Hessen: «Con sus octavillas 10 que queria (él, arriba citada carta a Büchner, continüa escribiendo: «Cebe Vd. a
Georg Büchner, G. L.) no era, preferentemente, sino sondear Ia los campesinos, y a la revoluci6n le da un ataque de apoplejfa. Una
opiniön del pueblo y de los revolucionarios alemanes. Cuando mås gallina en la olla de cada labrador, y revienta el gallo galo». Algo
tarde oy6 que los campesinos habian entregado a Ia policfa casi después, en Otra carta al mismo Gutzkow, estas tendencias inciertas
todas Ias octavillas encontradas, y que incluso los patriotas Ias alcanzan una formulaciön tardia mås clara. Después de una dura
habian criticado, abandonö todas sus esperanzas politicas de un critica a la «postura extremada» que los liberales adoptan respecto
posible cambio de rumbo». del pueblo, afiade: ed Y qué decir de la clase mås numerosa? Para
iD6nde aparece aqui la «decepci6n revolucionaria»? Con ante- ella s610 hay dos palancas efectivas: la miseria material y el fa-
rioridad a sus actividades revolucionarias escribfa Büchner a su natismo religioso. El partido que sepa utilizarlas, triunfarå. Nues-
familia: «Siempre actuaré, desde luego, de acuerdo con mis prin- tra época necesita hierro y pan, y, luego, la cruz o algo pare-
cipios, aunque en estos ültimos tiempos me he dado cuenta de cido». Que un materialista tan combativo y consecuente como
que sölo una auténtica necesidad de la gran masa podrå traer Büchner pudiera Ilegar a sostener, aunque s610 fuera pasajera-
los cambios apetecidos, y que todo movimiento y toda manifesta- mente, semejantes opiniones sobre el papel revolucionario de la
ciÖn de un individuo aislado no son Otra cosa que la obra inütil religiön o de cualquier sustitutivo religioso, ejemplifica una vez
de un loco». Y después de su huida, esto es, cuando su «decepciÖn», mås 10 profundo e insoluble de las contradicciones que en su
escribe a Gutzkow: «La revoluci6n entera estå ya decidida entre tiempo acechaban a todo adepto del cambio.
liberales y absolutistas y asi se la ha de tragar la clase pobre e Y, desde luego, no hay que pensar en una limitaci6n de estas
inculta; Ia relaciön existente entre ricos y pobres es el ünico ele- contradicciones a la mente de Büchner; existian, por el contrario,
mento revolucionario del mundo; s610 el hambre... ha de conver- de una manera mås general, en sentido histörico. Las fuerzas de
tirse en la diosa de la libertad». Pocos ejemplos hay en la historia producci6n del capitalismo liberadas gracias a la Revoluci6n Fran-
de sostenimiento tan consecuente de una linea politica por parte de cesa y a la revoluci6n industrial inglesa, sacaron a la luz, de modo
un joven revolucionario, fiel a los veinticuatro anos a los principios por completo distinto al del siglo xviil, toda una serie de contra-
abrazados a los veinte. dicciones sociales. Partiendo de estas contradicciones de la socie-
Büchner es, pues, un revolucionario plebeyo, para quien el tras- dad capitalista, algunos grandes pensadores aislados Ilegaron a
fondo econ6mico de la liberaci6n de las masas comienza a ser un extraer consecuencias socialistas, si bien, como es obvio, de cufio
asunto claro. Es una figura importante de esa serie que de Babeuf utöpico, y sin Ilegar a presentir siquiera la importancia del pr()-
Ileva hasta Blanqui (en la revoluciön de junio de 1848). letariado como real ejecutor revolucionario de estas exigencias. Los
De acuerdo con esta concreta situaci6n histörica suya, no es seguidores de Ricardo, el mayor te6rico de la economfa capitalista,
76 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 77

ya a raiz de la muerte del maestro comenzaron a sacar consecuen-


cias socialistas de la teoria de la plusvalfa; aunque, por supuesto, 111
no en virtud de un conocimiento dialéctico de Ias leyes del movi-
miento de la sociedad, ni, mucho menos, del papel del proletariado Puede bien comprenderse que esta crisis de transiciön de los
en la revoluciÖn, sino a partir, exclusivamente de una interpretaciön movimientos revolucionarios continentales implique, como una de
ética de la teoria de la plusvalia. Los pensadores politicos parti- Ias cuestiones mås importantes, la necesidad de proceder a un
cipes de manera inmediata a las iniciales luchas especificas de un anålisis critico de la Revoluciön Francesa. Revoluci6n que no sÖlo
proletariado en trance de organizarse como clase intentaban, en transform6 profundamente la Vida del pueblo francés, sino que
cambio, elaborar mentalmente los objetivos propios de esta lucha confiri6, asimismo, un rostro nuevo a Europa entera; es decir, el
de clase del proletariado, en la medida en que Ios situaban en ta- rostro de aquellas profundas contradicciones a cuyas formas ideo-
jante contraposiciön respecto de los objetivos de cualquier otro 16gicas de manifestaciön acabamos de referirnos. Es, pues, lögico
cambio anterior; en este periodo no pudieron avanzar, sin em- que en consecuencia nacieran dos concepciones por entero contra-
bargo, mås allå de extremados enfrentamientos inmediatos. (De dictorias. Por una parte, y dado que esta conmociön del mundo
las destrucciones de måquinas a Ios comienzos del sindicalismo.) no vino sino a empeorar la situaciön material del proletariado
Los revolucionarios plebeyos convencidos, buscaban por el con- incipiente, se dedujo la conveniencia de renunciar a toda actividad
trario, en la revoluciön democråtica realizada consecuentemente, politica de caråcter democråtico (concepciön que resulta evidente
una posible via de eliminaciön revolucionaria de las contradic- de la manera mås rotunda en Proudhon, si bien no dejaba de
ciones sociales y econömicas de la sociedad capitalista. Ahora bien, tener muchos precursores en la Francia de la época de Büchner).
en tanto, los «pobres» no acababan por convertirse, en la realidad Por la Otra, en cambio, los revolucionarios demåcratas plebeyos
y, asimismo, en sus mentes de revolucionarios, en un verdadero sustentaban la ilusiön de que la consecuente culminaci6n del terror
proletariado, no podia serles posible ver claramente el problema. jacobino traerfa consigo, por la fuerza misma de las cosas, la libe-
En este estadio de su evoluciön, cuanto mås profunda, radical raciön de las masas de su situaci6n de miseria material. La historia
y abarcadoramente se planteara el problema un dem6crata revo- del movimiento obrero francés nos ilustra suficientemente acerca
lucionario, en mayores y mås insolubles contradicciones habria de de 10 profunda y secular que fue esta antinomia. Sorel y Jaures,
verse sumido. Ahi estån Ias reflexiones de Büchner, contenidas por ejemplo, representan, todavia en el periodo imperialista, sus
en una carta a Gutzkow, acerca de su perspectiva positiva: «Creo dos polos extremos.
que en los asuntos sociales hay que partir de un imperativo ju- Esta antinomia constituye la trågica contradicci6n subyacente
ridico de absoluta prioridad, es decir, la formaciön de una nueva al «Dantons Tod» de Büchner. En esta tragedia no se pretendia,
Vida espiritual en el pueblo, enviando al. demonio toda esta socie- pues, configurar vivencia subjetiva alguna de un determinado hom-
dad moderna periclitada. i Por qué tiene que seguir viviendo entre bre joven («desengafio», «desesperaciön», etc.), Büchner intentaba
el Cielo y Ia tierra una cosa como ésta? Su finalidad no es Otra
representar, por el contrario, guiado de su agudo instinto de autor
que el intento de luchar contra el terrible aburrimiento. Lo que trågico nato y a la vez excepcional, la contradicciön secular de su
debe hacer es morirse, y eso es 10 ünico nuevo que todavfa puede época apoyåndose en el espejo de la Revoluci6n Francesa. Y no,
Ilegar a vivir». desde luego, trasplantando los problemas de su época a aquel
Blanqui, el gran democrata revolucionario francés, vivi6 una periodo y utilizando la Revoluci6n a la manera de un disfraz.
larga Vida caminando del reconocimiento de «los pobres» al del Intuy6 mås bien, con su certera mirada de gran autor trågico, que
proletariado, de Babeuf a la consciencia del marxismo. Büchner este problema, el mås importante de su época, hundia sus rafces
murid), a sus veinticuatro afios, al comienzo de este mismo camino. en la Revoluciön Francesa, y que fue precisamente en aquella co-
Pero fue en Alemania el unico —a excepciön de Heine— que an- yuntura cuando concretiz6 su importante figura historico-polémica.
duvo por él. Es, junto con Heine, el ünico de entre los escritores Con una claridad y una vehemencia que hacen pensar en Sha-
alemanes realmente comparables a los grandes y mås maduros kespeare, el problema es ya planteado en las primeras escenas
democratas revolucionarios ulteriores, es decir, a Tschernyschewki del drama. Danton y sus amigos hablan del necesario final de la
y Dobroljubow. Revoluci6n. «La revoluciÖn debe Ilegar a su fin y ha de comenzar
78 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 79

la Repüblica», dice Hérault. Inmediatamente después, Büchner nos un coro que toma parte inmediata en la acci6n misma del drama.
hace asistir, en una ågil y realista escena popular, al pensamiento Y, a pesar de ello, Büchner restringe con gran consciencia artis-
de los pobres acerca de las conquistas debidas a la Revoluciån. «En tica— el papel de las escenas populares a su misiön de acompa-
sus venas (en las de los ricos, G. L.) no corre Otra sangre que la fiamiento coral, a la vez ideal y ambiental, de los trågicos destinos
que nos han chupado. Nos dijeron: acabad con los arist6cratas, que de los individuos rectores, de los «individuos de talla hist6rica
son como lobos. Y nosotros colgamos a los arist6cratas de las universal». Porque, efectivamente, la consciencia historicamente
farolas. Nos dijeron: el veto os deja sin pan, y acabamos con el fundamentada que pudo tener la crisis universal aqui configurada,
alcanz6 su mås alta expresiön en las luchas habidas entre Danton
veto. Nos dijeron: los girondinos os matan de hambre; y guillo-
tinamos a los girondinos. Pero ellos se Ilevaron las ropas de los y Robespierre. De ahi que el desorientado rencor de las masas
muertos, y nosotros, en cambio, seguimos desnudos como antes, y populares se encuentre a un mismo tiempo por encima y por
tenemos frfo.» debajo de las trågicas luchas individuales que se desarrollan «arri-
A 10 largo de una serie de escenas populares, Büchner nos ba». Sirviéndose de su original configuraciön coral de las fuerzas
sitüa frente a la profunda y rencorosa amargura de las masas sociales båsicas, un tanto shakesperiana y, sin embargo, superior
miserables. En su condici6n de realista, nos hace ver, al mismo en complejidad a Ia concepci6n popular de Shakespeare, Büchner
tiempo, que estas masas carecen de conciencia clara acerca del alcanza a dar a este profundo y certero conocimiento hist6rico
camino a tomar con el fin de obtener algün fruto de su rencor. una forma dramåtica arrolladora.
La insolubilidad de las contradicciones objetivas existentes en la
Sobre este suelo es Ilevada a su extremo dramåtico la gran
realidad (y, desde Iuego, también en Ia mente de Büchner), se contraposici6n politica del drama: entre Ios partidarios de Danton,
refleja en la indecisi6n y desconcierto del rencor popular, que hace a un lado y Robespierre y Saint-Just al otro. Como ya vimos, el
ir a las masas de un extremo a otro. El ünico rasgo firme y perma-
deseo de Danton es poner punto final a la Revoluciön, en tanto
nente es el rencor mismo, y la expresi6n cfnicamente sincera de que Robespierre quiere continuarla —a su manera La exigencia
las causas inmediatamente evidentes del desengafio de las masas.
de Danton de acabar con el terror revolucionario no es Otra cosa
Büchner es, pues, de todo punto consecuente en el plano literario que la 16gica conclusi6n de sus premisas. De ahi que diga al co-
al configurar esta escena popular con un humor amargo, a la vez
mienzo de su decisiva conversaci6n con Robespierre: «Donde la
grotesco y realista, tomado de Shakespeare. legitima defensa acaba, comienza el asesinato; no veo ninguna
La importancia estructural de esta escena popular desborda, sin razön que nos obligue a proseguir Ia matanza». Robespierre res-
embargo, el modelo shakesperiano. El papel del pueblo como coro ponde asf: «La revoluciön social no ha culminado todavia, quien
que confiere a las tragedias individuales de los protagonistas un acaba una revoluci6n a medio camino, cava su propia tumba. La
trasfondo social, comentåndolas al tenor mismo de la acci6n alta sociedad aün no ha muerto, la sana fuerza popular debe ocupar
el lugar de esta clase completamente desacreditada».
en un plano social ideal, ha crecido poderosamente a 10 largo del
periodo de evoluci6n del drama antes y después de la Revoluci6n Segün la interpretaciön usual de esta decisiva escena del drama,
Francesa. Las escenas populares de «Egmont», «Wallensteins La- Danton rechaza con gran desprecio las moralizaciones del corto
ger», etc., dan testimonio Claro de este camino: la relaci6n exis- y limitado Robespierre, desde su objetiva superioridad espiritual.
tente entre 10 que ocurre «arriba», en los trågicos entrecruzamien- Danton trata a Robespierre, efectivamente, con desprecio. También
tos del destino de los protagonistas, y los movimientos y procesos es cierto que Büchner comparte filos6fica e ide016gicamente los
que acontecen «abajo», en la propia Vida del pueblo, es cada vez puntos de vista de Danton y su materialismo epicüreo, 10 que
mås estrecha. motiva en él una simpatia lirico-dramåtica hacia su personaje. El
Büchner todavia avanza un paso mås: en él, tanto la situaci6n verdadero curso ideolögico y dramåtico de la conversaci6n es, sin
material como la disposici6n moral y espiritual del pueblo de Paris embargo, Otro por completo diferente, y es precisamente aqui
resultante de ella, constituyen la raz6n ültima del conflicto plan- donde se expresa el gran talento trågico-dramåtico de Büchner.
teado entre Robespierre y Danton, y la raz6n también de su desen- Porque Danton no se opone en absoluto a las convicciones politicas
lace, es decir, la desaparici6n de los partidarios de Danton. Se de Robespierre. Evita, por el contrario, toda discusiön politica, ya
trata, pues, de un coro mucho mås activo que el de la Antigüedad, que no tiene un solo argumento que esgrimir contra el reproche
80 Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 81

ni contra el pensamiento politico de Robespierre, pensamiento que, «Odia a los que disfrutan como un eunuco odia a los hombres».
de acuerdo con las ültimas cartas citadas de Büchner, resulta Deahi que se sienta alejado del pueblo y de la politica. En
ser en 10 esencial el suyo propio. Danton transforma la conver- Ias conversaciones con sus amigos se repite una y Otra vez que él
saciön en una discusiön acerca de los principios de la moral, y es aun santo ya muerto» de la revoluci6n. No es, tampoco, casual
consigue, dado su materialismo, una fåcil victoria sobre los prin- que el recuerdo de los asesinatos de septiembre y los remordi-
cipios rousseaunianos de la moral de Robespierre. Pero esta fåcil mientos ocasionados por ellos aparezcan en Danton precisamente
victoria en la discusiön no aporta respuesta alguna al problema en visperas de su detenci6n. Durante todo el tiempo en el que Ia
mås importante de la situaciÖn politica, es decir, al asunto del revoluci6n era la suya propia, es decir, en septiembre, actu6 de
contraste existente entre ricos y pobres. Büchner evidencia sus forma decidida y valiente, considerando los asesinatos de aquel
innatas dotes de dramaturgo al personificar esta gran contradic- mes como una medida a la vez natural y necesaria para salvar la
ci6n social, viva también de manera insoluble en el propio reino revoluciön. Ahora bien, si la revoluci6n desborda estos fines, si se
de sus pensamientos y sentimientos, en dos personajes historicos, Ianza por la via plebeya de Robespierre y Saint-Just, el alejamiento
cada uno con su grandeza necesaria y con su no menos necesarias dantoniano de esta revoluci6n ha de provocar forzosamente un
limitaciones. conflicto en su conciencia.
Este desvio de Danton no es casual, sino que constituye, preci- Yeste alejamiento suyo del pueblo no es una imaginaci6n de
samente, el nücleo mismo de su tragedia. El Danton de Büchner Danton, como le reprochan sus partidarios. Después de su con-
es un gran revolucionario burgués que en ningün aspecto es capaz versaci6n con Robespierre, se dirige a las secciones para alarmar-
de ir mås allå de Ias posibles metas burguesas de la revoluciön. las contra él: «estuvieron respetuosos, pero como muüidores de
Es un materialista epicüreo en el sentido del siglo XVIII, es de- entierros», dice el propio Danton. Su arrebatadora elocuencia en
cir, en el sentido de Holbach y Helvetius. Este materialismo es la el banquillo de los acusados provoca, ciertamente, una gran impre-
formaciön ideolögica mås alta y consecuente de la Francia pre- si6n en el auditorio. Pero se trata de una impresi6n pasajera que
rrevolucionaria, es la columna vertebral de la visi6n del mundo nada puede cambiar en Ia disposiciön general de las grandes masas.
que prepara ideolögicamente Ia Revoluciön. Marx caracteriza asi Inmediatamente después del ültimo gran discurso de Danton,
esta filosofia: «La teoria de Holbach es la ilusiön filos6fica, histö- Büchner afiade una escena popular ante el Palacio de Justicia. En
ricamente justificada, en torno a la burguesia francesa ascendente, ella, uno de los ciudadanos dice: Danton tiene hermosos trajes,
cuyo afån de explotaci6n todavia podia ser presentado como el Danton tiene una gran casa, Danton tiene una bella esposa, se bafia
deseo de un pleno desarrollo de los individuos en un mundo activo en vino de Borgofia, como el venado servido en vajilla de plata y
totalmente liberado de las Viejas trabas feudales. Para el siglo XVIII, duerme con vuestras esposas e hijas cuando estå ebrio. Danton
la libre competencia, es decir, Ia liberaciön segün el punto de era tan pobre como nosotros. dl)e d6nde ha sacado todo eso?»
vista burgués, era el ünico modo posible de ofrecer a los individuos La cinica apatia, el cansado aburrimiento de Danton, su nega-
la via nueva de una evoluciön mucho mås libre». tiva a seguir actuando, todo ello, en fin, no es presentado a esta
Pero precisamente con el triunfo de la revoluciön sobre el rey luz como una serie de rasgos psic016gicamente contradictorios del
y los sefiores feudales, revoluci6n en que Danton jug6 un papel caråcter de un revolucionario en Otro tiempo muy activo, sino
importante, se originan en Ia sociedad esas nuevas contradicciones como el reflejo espiritual de su particular situaci6n. No debe olvi-
que incitan a Danton al apartamiento y a la extrafieza; contradic- darse aqui que, segün Büchner, el aburrimiento es el rasgo predo-
ciones, en fin, para las que en su visi6n del mundo no hay respuesta minante de una burguesfa saciada. Recordemos una vez mås la ya
posible. Robespierre y Saint-Just quieren que la revoluci6n pr()- citada carta a Gutzkow, y, también, la figura de Leonce en su
siga, pero para Danton esa continuaci6n no puede ser ya su revolu- comedia posterior.
ci6n. Ha luchado a favor de una liberaci6n de los yugos feudales, EI Danton de Büchner, sin embargo, no es un burgués reacci()-
la liberaciån, en cambio, del proletariado del yugo del capitalismo nario. Se burla cfnicamente de la teorfa ética de Robespierre, pero
nada tiene ya que ver con las metas que él se habfa propuesto. no siente simpatfa alguna hacia sus partidarios (a excepci6n de
Un poco antes de su gran discusiön con Robespierre, en una con- Camille Desmoulins). iA favor de qué puede ya luchar? iCon quién
versaci6n en torno al pueblo, dice Danton refiriéndose a aquél: debe luchar? Lacroix, partidario suyo, se da a sf mismo el califica-
82 Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 83

tivo de canalla; el general Dillon expres6 su intenci6n de liberar El medular dramatismo trågico de Danton estå en relaci6n di-
a Danton con la siguiente proclama: «Encontraré gente de sobra, recta con la profundidad extraordinariamente poética con que
viejos, soldados, girondinos, antiguos nobles». Su negativa a luchar Büchner configura, por un lado, la crisis social y politica de las
junto a tales aliados revela claramente que el Danton de Büchner aspiraciones revolucionarias del siglo XVIII en el momento critico
todavfa conserva su espiritu revolucionario. de la Revoluciön Francesa, y refleja, por Otro, la crisis ideolögica de
La particular distribuciön de las simpatias humanas y politicas este trånsito, Ia crisis del Viejo materialismo mecanicista como
de Büchner estå reflejada en la estructura general del drama. Ro- ideologia de la revoluciön burguesa. Dos cuestiones, por cierto,
bespierre y, sobre todo, Saint-Just, son las figuras auténticamente indisolublemente unidas. La figura de Danton, el destino, en fin,
progresistas, impulsoras de la acci6n dramåtica. Tanto en la pri- de Danton, son la personificaciön trågica de las contradicciones
mera parte del drama como al final, Danton es ciertamente el eje, planteadas al hilo de la evoluciön histörica ocurrida entre 1789
pero un eje que es mås bien objeto que fuerza motriz de la acciön. y 1848, y que el Viejo materialismo no estaba ya en situaciön de
No es casualidad alguna, sino la gran fuerza dramåtica de la com- solucionar.
posici6n de Büchner 10 que hace que el primer acto culmine con Ia El caråcter social del materialismo epicüreo se esfuma. Los ma-
entrevista Danton-Robespierre, y el segundo con la escena del Con- terialistas del siglo XVIII crefan —a instancias, por supuesto, de la
sejo y los discursos de Robespierre y Saint-Just. Y ya vimos que el situaci6n objetiva que su teorfa social e hist6rica, de naturaleza
tercer acto, en el que su autodefensa sittåa a Danton, incluso en nacfa de su teoria materialista del conocimiento.
filos6fica idealista,
el plano dramåtico-escénico, en ei centro mismo de Ia acci6n, no También creian inspirar sus acciones en dicho materialismo epi-
finaliza precisamente con estas grandes explosiones ret6ricas, sino cüreo. Segün Helvetius: Un homme est juste lorque toutes ses ac-
con esa escena popular, ya citada, que nos pone frente a la cruda tions tendent au bien public. Y al decir esto, Helvetius cree haber
opiniön popular sobre Danton. Y el drama concluye al fin con aprendido el contenido de este pensamiento social, asi como su ne-
aquella breve escena en la que Lucille Desmoulins, enloquecida, cesaria relaci6n con una ética de tipo individual, partiendo del
grita un «iViva el rey!» en el centro mismo de Ia plaza de Ia guillo- egoismo epicüreo.
tina. El destino de Danton es, pues, el eje de la acci6n, pero no es La revoluci6n burguesa triunfa, y su triunfo marca el fin de estas
la actividad del protagonista 10 que impulsa el drama. Danton no ilusiones. Y Danton ha de actuar precisamente en un momento de
hace sino asumir su destino. toda esta evoluci6n en el que Ias contradicciones inherentes al bien
public se destapan con toda crudeza. Lo que era un egofsmo puro
y simple es ahora explotaci6n capitalista y cfnico nihilismo moral.
Con ironia popular y una fuerza poética excepcional, discreta, fiel
siempre a su visi6n de reflejar, sin comentar nunca, configura Büch-
Y, a pesar de todo, el eje es la tragedia de Danton y no la de ner este proceso. El vulgar ambicioso Barrere dice: «EI mundo ten-
Robespierre ni Ia de Saint-Just. El trågico conflicto de estos jaco- dria que cambiar de arriba abajo y de abajo arriba si los llamados
binos serfa configurado un decenio mås tarde por Karl Marx en pillos tuvieran que ser colgados por las llamadas personas honra-
«La Sagrada Familia». Büchner insinu6 en su Robespierre algunos das». Y el sop16n Laflotte, a punto de delatar al general Dillon, jus-
conflictos humanos, (por desgracia también —y ello constituye tifica su acto con argumentos dantonianos, epicüreos y egofstas:
una de Ias pocas inconsecuencias en la configuraci6n de su ca- «EI dolor es el unico pecado y el sufrimiento el ünico vicio; me
råcter— la «envidia» a Danton, tomada por Büchner de los histo- mantendré virtuoso».
riadores burgueses). Saint-Just ostenta, por el contrario, escasos Frente a todo ello, Robespierre y Saint-Just, que aspiran a la
rasgos psic016gicos individuales; corporeiza al revolucionario ple- revoluci6n plebeya, sf tienen un patron para sus actos; desviåndose
beyo activo e indomable, mås cercano casi a una figura ideal que a del materialismo filos6fico y tomando su inspiraci6n en un idealis-
un personaje elaborado. En el aspecto dramåtico desempefia, muta- mo de tipo rousseauniano. Es evidente que a Danton apartado —
tis mutandis, en relaciön a Danton una funci6n de contraste se- de la situaci6n politica y su proceso activo no puede resultarle
mejante a la que en Shakespeare representa Fortimbås frente dificil vencerlos en el campo moral, ironicamente, casi jugando y
a Hamlet. con neta superioridad espiritual. Pero como la acci6n politica es la
84 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 85

tarea del dia, a Danton no le sirve de nada la superioridad filos6fica presentes en él, en su Vida y en su pensamiento. Pero ünicamente
del materialismo. Como politico, como pensador y como hombre, Ios dos, unidos en trågica relaciön dialéctica, personifican los pen-
ha perdido la direcci6n. samientos de Büchner; ni Danton es un portavoz del autor, ni 10 es
Lo que en esta gran tragedia resalta de manera primordial es Saint-Just tampoco. Cierto que el ideario de Saint-Just es 10 que
la incapacidad del Viejo materialismo para comprender la historia. mås se acerca a la visi6n büchneriana de la posible manera de so-
El propio Büchner vivid) profundamente este conflicto, incapaz de lucionar el «problema del estömago». Cierto, también, que tanto
solucionarlo en el plano filos6fico. Desde Giessen le escribe a su Robespierre como Saint-Just ostentan rasgos cuyas huellas liricas
prometida, refiriéndose a sus estudios sobre la historia de la revolu- podemos encontrar en el discurso de Büchner sobre Cat6n. Pero
ciÖn: «Me siento como abrumado bajo el terrible fatalismo de la Robespierre y Saint-Just se parecen tan escasamente a Büchner
historia. Encuentro en la naturaleza humana una terrible igualdad; como el propio Danton. Ahora bien, dado que durante toda su cri-
en las situaciones humanas, un poder indomable concedido a todos sis espiritual Büchner se mantiene inalterablemente fiel a la filo-
y a ninguno. El individuo aisladamente considerado no es mås sofia materialista, sin perder jamås la esperanza en una posible
que la espuma de la ola; la grandeza es mera casualidad; el dominio soluciön de los grandes problemas de la Vida con su ayuda, es pre-
del genio, un juego infantil, una ridfcula lucha contra una ley de hie- ciso que Danton esté mås cerca de sus sentimientos que Saint-Just,
rro. Reconocerla es 10 måximo a que cabe aspirar, dominarla es si bien éste le resulta mucho mås afin en el plano politico.
imposible. He perdido Ias ganas de inclinarme ante los caballos de Esta contradicciön que hunde sus raices en la aceptaciån mate-
batalla y ante los grandes pilares de la historia... El poder es una rialista de la Vida y en Ia filosofia del placer, es configuracla trå-
de las palabras condenatorias con que ha Sido bautizado el hombre. gicamente, y constituye, en realidad, uno de los grandes problemas
La expresi6n: «Ha de venir alguna contrariedad, pero ay de quien la ide016gicos de las épocas de transiciön. En Ia primera escena del
provoque», me repugna. dQué es 10 que miente, roba y asesina den- drama, Camille Desmoulins dice: «EI divino Epicuro y la Venus de
tro de nosotros?» * hermosas posaderas deberian ser los auténticos guardias de la re-
El modo en que esta expresiön de Büchner es puesta en boca de voluciön, y no los santos Marat y Chalier». Esto no deja de sonar
Danton, no exenta de ciertas variaciones, en la escena que precede un tanto termidoriano. Pero el goce de la Vida y la alegrfa de vivir
a su detenciön, resulta extraordinariamente interesante. Algunas fra- de la clase burguesa Ilegada al poder se mezclan una y Otra vez a 10
ses de la carta citada son transcritas casi literariamente, puestas en largo de todo este periodo con el deseo de un mundo nuevo y me-
la boca de un Danton desesperado y Ileno de dudas. Se percibe jor en el que la virtud humana no tuviese que contar con limitaciön
como la figura de Danton Ilega a un agnosticismo mfstico, a una de- ascética alguna. El propio Heine proclama esta nueva alegria de
sesperada incomprensi6n de la historia. Para Büchner, en cambio, vivir en verso y prosa; y la proclama de tal modo que casi siempre
el conocimiento de la necesidad historica es, a pesar de que no re- hace que ambas corrientes confluyan. «La exuberante carne de las
sulte posible dominarlo, la empresa mås alta. De ahi que en Büchner pinturas de Tiziano, todo eso es protestantismo. Los muslos de su
este «deber» no sea tan desesperado ni pesimista como en Danton. Venus son tesis mucho mås sölidas que la que el monje alemån
Büchner da a su vez en el drama una respuesta a las vacilaciones de clavö en la puerta del templo de Wittemberg.» Por cierto que en
Danton a través del gran discurso de Saint-Just ante la Convenci6n, Heine hay un camino que de aqui Ileva directamente a aquel «canto
en el que es aceptada y glorificada con un pathos apasionado la mejor» * que glorifica la alegria de vivir y el caråcter terrenal de
férrea e inhumana necesidad de Ia Historia, necesidad que ha ido una humanidad liberada.
destruyendo revolucionariametne a generaciones enteras que estor- Vista del otro lado, esta contradicciÖn palpita en el incipiente
baban su paso; necesidad, en fin, que actüa como una irresistible movimiento revolucionario de la clase obrera. Babeuf hereda tanto
erupciön volcånica, como un movimiento sismico. el Viejo materialismo como el elemento ascético-revolucionario
Una vez mås se evidencia en este punto como Büchner personi- triunfante en Robespierre. Grandes escritores como Heine y Büch-
fica en ambos protagonistas del drama la contradicci6n y la crisis ner, grandes pensadores como Fourier, estån igualmente conven-

Carta de Georg Büchner a su prometida (i1833?), en: Büchner, G.: Werke


und Briefe (Obras v Cartas), edic. preparada por F. Bergemann, Wiesbaden Heine Heinrich: Gesammelte Werke (Obras Completas), vol. V, påg. 41.
(Insel), 1958, påg. 374. — (N. del T.) (N. del T.}
86 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 87

cidos de la insuficiencia de ambos extremos; ninguno de ellos estå Cuando su capitån le acusa de inmoral, Woyzeck Ie responde: «No-
en situaciön de encontrar alguna soluci6n no contradictoria. E in- sotros los pobres... mire, mi capitån: dinero, dinero. Quien no tie-
cluso el joven Marx y Engels se ven obligados, ya en pleno mate- ne dinero... ia ese le sobra la moral! También nosotros somos de
rialismo dialéctico, a luchar contra la concepci6n ascética de la carne y hueso. Y somos despreciados, tanto en este mundo como en
revoluci6n. el otro. Creo que si Ilegåsemos al cielo, tendrfamos que ayudar a
Heine es mås amplio, rico y variado que Büchner; se sirve a su tronar... debe ser buena cosa la virtud, mi capitån. Pero yo soy
manera de Ia dialéctica hegeliana, sin ignorarla como Büchner. Pero un pobre desgraciado». Strindberg, en cambio, configura la viven-
tampoco es capaz de expresar, tanto en el orden del pensamiento cia profunda de su propio desamparo frente a Ios poderes desen-
como en el de la creaciön poética, estas tendencias contradictorias cadenados del capitalismo; no los ve con claridad y tiene que mi-
si no es en su propia contradictoriedad, muy lejos de desvelar el tificarlos. No describe el concreto desamparo de su ser, sino Ios
unitario principio que las mueve. Es evidente que Büchner tampoco reflejos ideolögicos de su propia vivencia del desamparo. Literaria-
puede encontrar soluciön al problema. Lo que busca polfticamente. mente no es, pues, un continuador, sino el polo opuesto de Büchner.
es decir, la concretizaciön de los «pobres» en un proletariado re- Büchner proclamö infatigablemente, de manera mås abierta y
volucionario, no se da en su realidad alemana. De ahi que tampoco a un alto nivel te6rico, sus tendencias realistas. De acuerdo con
le resulte posible acceder en su materialismo consecuente a una sus teorias, el realismo es el reflejo literario de la Vida en su mo-
auténtica visiön dialéctica de la historia. La particularidad personal vimiento, en su vitalidad y en su riqueza inagotable. A1 drama
de Büchner, sin embargo, radica en su manera de Ilevar hasta el hist6rico le exige fidelidad histörica. Ya en «Dantons Tod», Des-
final rectamente su contradictorio camino, sin vacilaciones y sin moulins maldice el idealismo artistico. Y en el fragmento de Lenz,
preocuparse de las contradicciones, sin oscilar, como Heine, entre su novela corta, pone Büchner en boca de su héroe, el famoso amigo
uno y Otro de ambos extremos contradictorios. de juventud de Goethe, la siguiente confesi6n sobre el verdadero
realismo: «Este idealismo es el mås bajo desprecio de la natura-
leza humana. Inténtese por una vez el mås bajo desprecio de la
naturaleza humana. Inténtese por una vez descender a la Vida mås
cotidiana, para reproducirla en sus movimientos, en Ias insinua-
Aqui hunde sus raices el importante realismo de Büchner, ciones, en el fino y apenas perceptible juego de los gestos; eso mismo
aprendido de Shakespeare y Goethe. Su ambiciön politica se centra intentö en «Hofmeister» y en «Soldaten». Son los seres mås pro-
en un «pobre» concienciado y despertado a Ia actividad politica. saicos de la tierra; pero la vena del sentimiento es pråcticamente
Pero, dada su condiciön de gran realista, crea a Woyzeck, explo- la misma en todos Ios hombres, y sÖlo es mås o menos grueso el
tado, humillado de un lado a otro, pisoteado por todos, la mås caparazön que ha de atravesar. SÖIo es necesario tener Ojos y oidos
grandiosa figura de «pobre» alemån tfpico de su tiempo. para ello». Resulta asi evidente la conexiön ideolögica existente
Gundolf y Pfeiffer intentan falsear este grandioso cuadro so- entre las aspiraciones de Büchner a una democracia consecuente
Cial convirtiéndolo en mera pintura de ambientes y sentimientos, y popular, y su realismo literario.
«profundizando» Pfeiffer la falsificaciön esteticista de Gundolf al La imagen de Büchner se alza asi clara ante nosotros. Como
afirmar que el arte intimista de Büchner no es sino Ia expresi6n de revolucionario y gran realista en la Alemania miserable de los afios
su esencia demoniaca: «EI sentimiento fntimo depende en él de Ia treinta, c:cÖmo no iba a haber reaccionado con furia y rencor contra
constante presencia de 10 demonfaco. Es un continuo respirar, un realidad tan irritante? Pero en el camino de su Vida no se producen
continuo apresar la exhalaciön de 10 demoniaco.» Estos anålisis se las oscilaciones evidentes en Heine, y mucho menos acaba entre-
proponen la conversi6n de Büchner en un precursor literario de gåndose al «desengafio» o a la «desesperaciön». Durante los esca-
Strindberg y del expresionismo. Con 10 que queda igualmente de- sos afios que durÖ su Vida, Büchner actu6 de forma consecuente
formada la verdad histörica. Büchner configura la indefensi6n ffsi- y libre de vacilaciones: como revolucionario plebeyo y democråtico
ca e ideolögica de Woyzeck frente a sus opresores y explotadores; en su actitud politica, como materialista en el orden filos6fico de
es decir, un desamparo social real descrito a partir del ser cuya su visi6n del mundo, como sucesor de Shakespeare y Goethe en el
esencia Woyzeck intuye, aunque no pueda percibirla claramente. gran realismo.
88 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 89

de su desmoronamiento sin unas masas desesperadas? i Y puede


acaso hallar expresiön el desespero de las masas, cuya ignorancia
es grande, por otro camino que por el de un aumento del consumo
de uno u otro veneno?» El desespero de las masas alemanas fue
éQué utilidad puede reportarle al fascismo, sin embargo, esta
sistemåticamente atizado por la demagogia social y nacional de los
falsificaciön de Büchner? iCon qué fin 10 presenta como un «de-
nazis; todo pensamiento critico, y toda büsqueda de la verdad fue-
sesperado»? En decidido precursor del «Drittes Reich» no han
ron radicalmente extirpados con el fin de preparar el «milagro»,
podido, desde luego, convertirlo Viétor ni Pfeiffer a pesar de su
condenando Iuego a la cåmara de tortura o a los campos de con-
dominio del arte de la falsificaciön. iQué es, pues, 10 que ganan al
centraciön a todos aquellos que por el agravamiento ulterior de su
hacer del revolucionario un representante del «pesimismo her6ico»,
situaciån material o ideolögica siguieron desesperados e inmunes
y del realista un «artista de 10 demoniaco en el orden del senti-
al opio de Ia propaganda nazi.
rniento»?
Toda crisis de un sistema social va acornpafiada siempre de una
A pesar de 10 grosero y evidente de estas falsificaciones, no hay gran crisis en su correspondiente visiön del mundo; piénsese en Ia
que infravalorar, desde luego, Ia seria efectividad politica de este
tipo de demagogia en la historia de la literatura.
Roma de la decadencia, o en la disoluciön de la sociedad feudal.
Por supuesto que la prensa fascista alemana en su totalidad no La crisis de las categorias economicas documenta, precisamente,
su caråcter de «formas de vida», de «determinaciones existencia-
hace sino anunciar ininterrumpidamente su fe en el futuro de Ia
les»: el derrumbe de la existencia social y material de las masas de
Alemania fascista. Pero 10 que exalta es una fe, una fe completa-
poblaciön conlleva necesariamente una cosmovisién impregnada
mente ciega, y, desde luego, no una certidumbre, ni, mucho menos,
una real perspectiva de futuro. Lo que en torno del Führer se ha de desarraigo, desespero, pesimismo y tendencias misticas.
La crisis de la visiön burguesa del mundo comenz6 hace ya bas-
de congregar como un rebafio no es un conjunto de seres que pien-
san, sino de hipnotizados carentes de voluntad propia. Para ello
tante tiempo. La falsedad, el caråcter fraudulento, la inseguridad,
la faltade justicia y el sinsentido de la Vida en el mundo capitalista
es necesario crear una atm6sfera de fe ciega, siendo, también, im-
aparecen muy pronto reflejados por una serie de pensadores y Ii-
prescindible destruir cualquier posible concepci6n racional del hom-
teratos como el sinsentido de la Vida en cuanto a tal; pensadores
bre y de Ia historia. Todas las corrientes filosöficas del pasado asi-
miladas por el fascismo alemån (Schopenhauer, el Romanticismo, y literatos alejados de cualquier posible perspectiva de renovaci6n.
El desespero asi surgido, a menudo veraz, critico e incluso rebelde,
Nietzsche), niegan la cognoscibilidad del mundo. Gracias al «mi-
es aprovechado una y Otra vez por los sicofantes del capitalismo,
lagro», gracias al Führer, han de ser salvados los hombres del caos,
con el fin de seducir al menos a quienes no pueden ser ganados
de la nada y de las tinieblas de Ja desesperaciön.
directamente para el sistema capitalista, fijåndolos a un desespero
Pero este es el camino por el que el nacionalsocialismo ha Ile-
que, dada su ausencia de perspectivas y de caminos nuevos, no re-
gado al poder: la desesperaciön de las masas, (incluidas también
sulta nada peligroso para el sistema capitalista. Estos desesperados
Ias masas de la inteligencia). Una desesperaciön debida a unos mo-
son inofensivos desde el punto de vista del capitalismo, sin olvi-
tivos econ6micos e ideolögicos muy reales: la amenaza de un des-
dar que como indica la experiencia, una gran parte de ellos acaba
moronamiento del sistema capitalista y, con él, el real desmoro-
capitulando mås pronto o mås tarde. Segun Dostoyevski, el verda-
namiento de la existencia de millones de obreros, unido todo ello
dero ateo es el que se encuentra en el penültimo esca16n hacia
al desmoronamiento de la ideologia burguesa dominante. Una de-
sesperaci6n de las masas crecidas sobre este suelo puede ser el Dios.
Cuanto mås profunda es la crisis del sistema capitalista, tanto
punto de partida de un impulso revolucionario, pero puede dar
lugar también a una demagogia de 10 mås torpe y brutal. En vis-
mayor es la importancia social de este desespero, que se opedera
peras de Ia victoriosa Revoluciön de Octubre, Lenin escribe 10 si- de capas cada vez mås amplias, influyendo con profundidad cre-
ciente en el pensamiento y en la Vida de los hombres. Contempo-
guiente sobre este tipo de desesperaci6n de las masas: «iCÖmo
réneamente al aumento de su importancia soci016gica baja el nivel
maravillarse de que las masas mortificadas y atormentadas por
teörico de este desespero, que se acoge a formas cada vez mås fe-
el hambre y una larga guerra "recurran" al veneno de Ios Cien
briles, violentas y penetradas de misticismo. Piénsese en Ia tradici6n
negros? i Es posible imaginar una sociedad capitalista en vfsperas
7 kVALISTAS
90 Georg Lukdcs Realistas alemanes del siglo XIX 91

creta. Toda lucha contra la corrupci6n de la inteligencia debe de-


formada por Schopenhauer, Kierkegaard, Dostoyevski y Nietzsche.
Cuanto mås profunda es la crisis, menos vålida resulta la simple senmascarar incansablemente estas falsificaciones. Dostoyevski se
apologética para la defensa ideologica del sistema capitalista. El
equivoca al ver en el ateismo el penültimo esca16n camino de una
plena fe en Dios. Sus ateos se acogen, sin duda, a este punto de
sinsentido, la crueldad y la bestialidad de la Vida, el arrojamiento
vista. Pero el camino del Niels Lyhne de Jacobsen o el del Bassarow
de los seres humanos a su propio caos y el pesimismo como reac-
ci6n ideolögica adecuada a este caos han de ser reconocidos, y la de Turgenief no conducen nunca a semejante fe en Diose Configuran-
apologética consiste en educar a las masas, sobre la base de este do, pues, la historia del atefsmo de tal modo que Ivan Karamazov
reconocimiento, en la espera de un milagro, con 10 que se la desvfa quedara convertido en su figura culminante, tendriamos una nueva
falsificaciön de este tipo. Este es el método de acuerdo con el cual
de la ecuånime investigaciön de las concretas rafces sociales de
son convertidos jacobinos tardfos como Hölderlin, demöcratas re-
esta situaciön. Este nuevo periodo de la apologética capitalista
comienza con Nietzsche. La llamada filosoffa de los Spengler, Kla- volucionarios como Georg Büchner e incluso rebeldes decepcio-
ges, Baeumler, etc., no hace sino repetir su invocaci6n al deses-
nados, Ilenos de escepticismo y atacados a veces de brotes misti-
cos, como Flaubert o Baudelaire, en angustiados a la manera de
pero, al servicio del capitalismo reaccionario.
El desespero de las masas en sf, es, sin embargo, honrado; encie- Klages o Heidegger.
rra, incluso, un elemento de rebeldia. S610 que es desviado por la Pero su desespero, que siempre es concreto, su pesimismo, in-
demagogia fascista en direcciön reaccionaria. Como Dimitroff ha cluso su escepticismo, nada tienen que ver con esta demagogia
hecho ver magistralmente, el fascismo no s610 apela al atraso de imperialista. Su pensamiento es, como hemos visto en Büchner,
las masas, en el orden del pensamiento y del sentimiento, sino
concreto e histörico, con una dimensi6n verdaderamente social, y
también a aquellos instintos suyos confusos todavfa, que le incitan precisamente por eso, profundo y plenamente humano. Cuando
a buscar y que tienden incluso hacia una liberaci6n verdadera. La Büchner se «desespera» ante la imposibilidad de Ilegar en la Alema-
permanencia de las masas en este embotamiento, oscuridad y falta nia de los afios treinta del pasado siglo a una revoluci6n democrå-
de perspectiva es de interés vital para el fascismo. tica popular, su amargura es noble y estå prefiada de futuro, ya que
Cuando la «filosofia» fascista cultiva e incita a este desespero, tiene la mirada puesta —en él, incluso con clara consciencia; en
otros, de manera mås o menos inconsciente en el verdadero fu-
denunciando toda investigaci6n sobre los fundamentos econömicos
del desmoronamiento de la existencia de las masas como pedes- turo de la humanidad, en la verdadera liberaci6n de los hombres
tre, vulgar, no germånica, etc., no hace sino rendir al fascismo en
del yugo social. Ahora bien, esta tendencia viene implicita, como
ciertos circulos los mismos servicios propagandisticos de tipo de- posibilidad, al menos, en el desespero de las masas por el des-
magögico que suele ofrecerle el grosero antisemitismo de Streicher. moronamiento de su existencia material e ide016gica. Y gracias a
escritores como Büchner o Hölderlin puede ser esta posibilidad
De ahi que no convenga limitarse a despreciar orgullosamente el
inferior contenido de esta ideologfa del desespero. Por supuesto
despertada a nueva Vida, a una nueva lucidez. De ahi que la ade-
que la teoria de Pfeiffer sobre 10 demoniaco no es Otra cosa que un cuada comprensiön de los grandes escritores y pensadores del pa-
vulgar sinsentido. Pero este sinsentido es muy håbilmente aplicado sado implique un verdadero peligro para el fascismo. De ahi, tam-
a la situaci6n ideolögica inmediata de amplias capas de la inteli- bién la necesidad de falsificarlos, para que el angustiado intelectual
gencia, a las que desvia del verdadero conocimiento de su situaci6n, de nuestros dias pueda ver en Büchner un precursor de su propia
conduciéndolas a las falsas profundidades de una oscuridad sin incertidumbre, y no una ayuda para ver mås claro, para luchar
salida, al mundo de la angustia cr6nica, de la «nada» heideggeriana; mejor.
cultiva una psicologfa en la que la descripci6n Ilega a convertirse
La lucha contra estas falsificaciones no puede ser Otra que la
propia lucha a favor de la concreciön histörica. Porque ünicamente
en un distintivo peculiar de seres muy cultivados, que, aislados de
la sofisticada invenciön de una angustia humana eterna, supra-
sus semejantes precisamente por su propia angustia, se ven arroja-
historica, y suprasocial puede cerrar el camino hacia el conoci-
dos a sf mismos. Un sinsentido, en fin, que incita a la inteligencia
miento verdadero de la situaci6n. Nuestra tarea no es Otra que dejar
al mås orgulloso alejamiento de las masas.
Estas falsificaciones tan toscas y groseras tienen, pues, un fun- sonar la voz clara y abierta de la realidad historica. Voz que. en las
damento social muy concreto y una finalidad politica no menos con- figuras verdaderamente grandes del pasado es la de la lucha con-
92 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 93

creta por la liberaci6n de la humanidad. La fåbrica de leyendas de grandes figuras historicas, es en cierto modo culpable de que Ia
la historia de la literatura alemana ha convertido a Lenau, por justa concepciön de la historia elaborada por el marxismo no haya
ejemplo, el contemporåneo de Büchner, algo mayor que él y mås penetrado suficientemente en las masas, y no sÖlo en ellas, sino
débil e incierto, en un «pesimista». Y, sin embargo, Lenau expresÖ ni tan siquiera en amplios circulos intelectuales. Pero también a
con toda claridad las verdaderas raices de su «pesimismo». Asi, en nuestros amigos los escritores y teÖricos de la literatura antifascis-
las estrofas finales de su «Albigenser» dice refiriéndose a su propia tas les conviene reflexionar un poco sobre este hecho. Deberian exa-
situaciÖn: minar criticamente las posibles concesiones excesivas hechas a Ias
peligrosas ideologias preparadoras del fascismo bajo la forma de
Un destino escindido de luchadores idos hace ya mucho tiempo, entrega a un «modernismo» malentendido, de asentimiento acritico
eso es 10 que a la posteridad entregarå nuestro pecho; a corrientes filosöficas de moda, etc., etc. Es decir, su posible cultivo
en Ia desgracia sabemos alegrarnos con afån profético, en la historia de la literatura por cefiirnos a nuestro caso — de
sin miedo a la lucha, el dolor, ni a una muerte vacia de victoria. Ia deshistorizaciön, del desencarnamiento de 10 social, de la eleva-
Y asi, en dias mucho mås felices, para nuestro dolor ciön abstracta de la «angustia» a categoria humana intemporal.
la posteridad tendrå también algån recuerdo. Deberian preguntarse, en fin, si el emparejamiento de Büchner con
Kirkegaard, Dostoyevski y Heidegger es un asunto estrictamente
i De dönde
el agrio despecho de nuestra época, fascista, o si los fascistas no pudieron encontrar «precedentes»
elrencor, la prisa, el descontento? utilizables en este sentido, si bien, desde luego, obedientes a mo-
Este morir en la sombra es el culpable tivaciones de todo punto opuestas.
de tanta sombria impaciencia; duro es El desenmascaramiento de la demagogia fascista equivale en
no vislumbrar la luz largamente anhelada, todo momento a un reexamen del bagaje espiritual entero, y no s610
bajar a la tumba al alba todavia... en el caso de los comunistas, sino asimismo en el de todos los
antifascistas sinceros.
Yaün cuando Lenau hace ver claramente a 10 largo de todo el
poema qué es 10 que entiende por liberaci6n, su ültima estrofa
viene a incidir nuevamente en la lista de las luchas por la liberaci6n
humana, desde los albigenses a los asaltadores de la Bastilla, afia-
diendo las palabras «y asi sucesivamente» para evidenciar sin nin-
gün posible lugar a dudas que su «desespero» no es sino un de-
sespero hist6rico concreto, es decir, el disgusto y la impaciencia
por el gran retraso de la revoluciön democråtica en Alemania, de
modo que su «pesimismo» era tal en virtud de Ia miseria alemana
de su tiempo, un pesimismo que Ilevaba, por tanto, dentro de si la
esperanza en un futuro luminoso, en una real culminaciån, definitiva
y plena, de la Revoluciön.
La contemplaciön del llamativo contraste existente entre los
hechos hist6ricos y su falsificaciån fascista no puede menos de
despertar en nosotros un cierto sentimiento de culpabilidad. Sobre
todo si se considera que todas estas burdas mentiras fascistas des-
cansan sobre erefinadas» falsificaciones de la historia que datan de
periodos anteriores, de periodos en los que todavfa teniamos Ia
posibilidad legal de luchar contra toda posible falsificaci6n. No
cabe duda alguna de que el angosto y rigido método de la sociolo-
gfa vulgar, con su ignorancia de la riqueza y complejidad de las
Heinrich Heine como poeta nacionat

Los marxistas suelen ocuparse demasiado poco de Ias biograffas


de los grandes escritores y artistas de la época burguesa. Estas
biograffas no constituyen, en todo caso, a diferencia de 10 que pien-
san casi todos los historiadores burgueses de la literatura, la via
de acceso Optima para la comprensi6n de dichos escritores, indi-
vidualmente considerados. Por el contrario: s610 a partir del ser
social, del conocimiento de las grandes tendencias sociales de la
época correspondiente, de sus luchas y contradicciones, puede Ile-
gar a ser adecuadamente entendida la biografia del escritor, y no
sölo ella, sino asimismo el caråcter de su obra. EI estudio marxista
de estas biografias procura, sin embargo, un conocimiento nada
:omün de la entera cultura capitalista. El detenido estudio de no
pocos de estos cursos vitales nos demostraria que la Vida de casi
todos los escritores importantes del periodo capitalista no ha Sido
sino un solo y gran martirio. Y no nos referimos precisamente al
gran nümero de escritores importantes que sucumbieron fisica-
mente en la miseria reservada a los escritores en el periodo capita-
lista. Incluso aquellos a quienes su nacimiento les asegurö, por una
casualidad feliz, una Vida libre de cuidados materiales, tuvieron
que pagar muchas veces esta seguridad con grandes dafios a su
caråcter y a su evoluci6n. A Ia mayor parte, pues, de escritores sig-
nificados cuyo destino oscilö entre la absoluta miseria material y
la seguridad ofrecida por unas rentas le toc6 vivir un haz de expe-
riencias humillantes y desoladoras, deformadores y limitadores de
su evoluci6n. Las condiciones estrictamente materiales y, asimismo,
morales de sus vidas se encargaron de impedirles de la manera mås
sombrfa el puro y pleno desarrollo de sus capacidades.

Heine, nace en el seno de una familia pobre, emparentada, sin


embargo, con millonarios, y vive en una Alemania incipientemente
96 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 97

capitalista. Estas son Ias determinaciones båsicas de su circuns- råndole culpable. Es cierto: Heine no fue nunca un asceta. Nacido
tancia vital. Le toca desarrollar su Vida en un periodo en el que y educado en Ia zona del capitalismo mås evolucionado de la Ale-
en Alemania se dan ya las condiciones economicas suficientes para mania de su tiempo, es decir, en Renania, hijo de una clase que se
la subsistencia del escritor dedicado al libre ejercicio de su pro- preparaba para tomar el poder econömico y politico, fue durante
fesiön, en el que a un escritor fecundo y popular Ie resulta al fin toda su Vida un hombre de desbordante apetito vital. La renuncia
materialmente posible renunciar al mecenazgo de los pequefios al ascetismo pequefio-burgués es, como luego veremos, un elemento
principes, a los empleos en Ia burocracia oficial, etc., etc., porque esencial, decisivo, de su operatividad poética e ideolögica. Heine es-
puede vivir de los frutos de su trabajo literario. Y Heine es, sin taba plenamente dotado para desarrollar su Vida sobre una base
duda, el escritor alemån mås popular, el mås leido de este periodo. material bastante potente.
Sus libros, tanto de poesfa como de prosa, alcanzaron tiradas hasta Ya vimos como su trabajo literario pudo haberle ofrecido esta
entonces no conocidas en Alemania, el editor de Heine, Campe, se posibilidad. Si no 10 hizo fue como consecuencia de la ordenaciön
hizo rico gracias a su obra. El propio Heine sin embargo, jamås de la sociedad capitalista. La ayuda de su familia, muy importante
pudo vivir de los ingresos de su producciön literaria. Producciön desde el punto de vista de los moralistas pequefioburgueses, no
que jamås le produjo Otra cosa que unas ganancias marginales, fue, comparada con las posibilidades economicas de aquellos mi-
obligåndole cada nuevo libro y cada nueva edici6n a una desagra- Ilonarios de Hamburgo, sino una bagatela, una propina. Lo måximo
dable, molesta y humillante lucha con el editor. Una lucha no sÖlo que Heine recibi6 de su familia fueron 4.800 francos de renta vi-
por obtener al menos una pequefia parte de
los honorarios que real- talicia. Tampoco en este caso podemos detenernos a narrar con de-
mente se le debfan, sino también por evitar las falsificaciones en talle la humillante tragicomedia de la relaci6n de Heine con sus
sus textos introducidos de la manera mås vergonzosa por el editor, parientes ricos. El propio Heine ha descrito poéticamente el jardin
(con Ia excusa en determinadas ocasiones, de la censura, y, en otras, y el castillo de su tfo, escenario de su juvenil amor a las hijas de Sa-
obedeciendo a las poco limpias razones de una politica literaria lomon Heine:
interesada). Heine se vio obligado repetidas veces a apelar directa-
mente a la opini6n püblica, comprometiendo en püblico a su editor iJardin maldito! En él
con el s610 objeto de salvar su honor literario. No es esta la oca- no habia, ay, lugar
siÖn, por razones, entre otras, de espacio, de describir todas las en el que mi corazön no hubiera Sido herido
mezquinas luchas que acompafiaron a Heine a 10 largo de su Vida ni lugar en el que mis Ojos no hubieran Ilorado.
entera. Bastarå con indicar que una protesta de Gutzkow y de su
camarilla hizo que en los anos cuarenta, el segundo tomo de poe- No habfa en verdad, årbol alguno
mas de Heine apareciera con un considerable retraso; esta misma bajo cuya sombra no hubiera yo
camarilla cambi6 desconsideradamente el titulo del Börne-Buch tenido que ofrme mil ofensas
de Heine para luego atacar püblicamente al poeta por la «arrogan- de lenguas finas y de groseras lenguas.
cia» del nuevo titulo, etc., etc.
La imposibilidad en que se vio Heine de acceder a la indepen- Su habia prometido legarle en su testamento la renta vi-
tfo le
dencia material fue algo de 10 mås negativo para su Vida privada, talicia.A1 morir Salomon Heine, esta promesa result6 incumplida,
y extremadamente peligroso para su efectividad politica. Le situ6 y el heredero se neg6 durante varios afios a pagarle. S610 al cabo de
en una deprimente dependencia respecto de su rica parentela, la terribles humillaciones consigui6 Heine «la gracia» de seguir ob-
familia del multimillonario hamburgués Salomon Heine. Esta de- teniendo dicha renta vitalicia, aseguråndose ademås, que su mujer,
pendencia comenz6, desde luego, muy pronto, ya en su temprana recibirfa, una vez muerto él, la mitad de la renta. En su testamento,
juventud — Heine estudiö a costa de su rico tfo —, pero siendo ya el pobre Heine describe la «reconciliaciön» con su primo Karl Hei-
un escritor famoso, las circunstancias arriba citadas siguieron obli- ne de la siguiente manera: «Evidenci6 nuevamente (él, su primo,
gåndole a someterse a tan humillante dependencia. Algunos biÖgra- G. L.) toda la gran nobleza de su caråcter, su singular amor, y al
fos de Heine de moral pequefioburguesa le reprochan haberse com- tenderme la mano como prenda de su solemne promesa, apreté mis
portado con ligereza y afån de lucro en este problema, conside- labios contra ella, tan emocionado estaba yo en aquel momento y
98 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 99

tanto se semejaba él entonces a su santo padre, mi pobre tio, a problema de la subvenci6n, Heine invocö a Marx. Marx jamås Ie
quien yo besaba siempre la mano como un nifio cuando me hacia desautoriz6 påblicamente, pero he aqui su opini6n sobre este asun-
algün bien». Existe, sin embargo, un comentario poético de Heine to expresada en una carta a Engels: «Tengo ahora en casa los tres
sobre este acto tan vergonzoso a raiz de la solemne «reconciliaciån», tomos de Heine. Entre otras cosas cuenta detalladamente la men-
en el que, desde luego, no aparece el nombre de Karl Heine: tira de que yo, etc. salimos a consolarlo al ser "atacado" por el
Augsburger Allgemeinen Zeitung por su aceptaci6n de los dineros de
iCorazön mio fluye, fluye corazön Luis Felipe. EI buen Heine se olvida intencionadamente de que mi
desde la marea de tus quejas y lamentos, intervenci6n a favor suyo se retrotrae a fines de 1843, y, por 10
pero que de él jamås se hable tanto, en nada puede estar relacionada con hechos sacados a la luz
que ni un s610 pensamiento sea suyo! püblica después de la Revoluci6n de Febrero del 48. But let it pass.
En su mala conciencia, ya que el Viejo perro tiene una memoria
iQué ni un s610 pensamiento sea suyo, monstruosa para todo este tipo de porquerfas, intenta engatusar».
ni en la canciön, ni en el libro tampoco, No podemos borrar de la imagen de Heine todas estas sombras
oscuro perro, en tumba oscura, profundas. Con el fin de valorarlas justamente, es preciso conocer,
püdrete con mis maldiciones! por un lado, el trasfondo material de su Vida, y, por Otro, el lugar
que Ies corresponde en el conjunto de la actividad literaria de Hei-
El precio de esta «generosidad familiar» es la destrucciön de las ne. Serfa, naturalmente, falso, justificar a posteriori todas estas va-
memorias de Heine. Esta obra, a la que Heine concedfa durante su cilaciones, compromisos, corrupciones, etc. por una mecånica alu-
Vida la mayor importancia, desapareci6 precisamente porque su .si6n a la inseguridad de la base material de su Vida. Otro problema
familia Ilegö a asustarse de una posible revelaciön de las auténticas seria, desde luego, juzgar la intimidad con que el desenfreno epi-
condiciones en que el poeta hubo de desarrollar su Vida. cüreo y la falta de escrüpulos de Heine, el «maquiavelismo» perso-
nal de su conducta vital, etc. fueron desarrollados y azuzados por
Cuando muera, arrancarån esta base material. Rahel Varnhagen critica el desenfreno del joven
la lenguade mi cadåver; Heine de la manera mås aguda: «iNo se convierta Vd. en un segundo
porque temen que regrese hablando Brentano, no podria soportarlo!... Heine ha de ser mås "esencial",
desde el reino de las sombras. aunque por ello tenga que recibir golpes». Y Engels, en una carta
tardfa a Marx, compara el caråcter de Heine con el de Horacio:
Quien quiera juzgar ecuånimemente la carrera literaria y poli- «EI Viejo Horacio me recuerda, en ocasiones, a Heine, que ha apren-
tica de Heine, harå bien en no perder de vista un momento estas dido mucho de él, y que en el fondo es un perro politico tan comün
condiciones. Porque en su carrera se advierten no pocos intentos como el latino. Piensa uno en el hombre honrado a quien provoca
vergonzosos de Ilegar a un compromiso con las odiadas y comba- el vultus instantis tyranni y que se arrastra ante Augusto. Por 10
tidas fuerzas de la Alemania feudal-absolutista. Ya el joven Heine demås, el Viejo puerco no deja de resultar bastante amable».
se esforz6 por obtener, en los afios de su primer éxito literario cla- Es obvio que Heine, a pesar de todos sus püblicos y jactanciosos
moroso, una cåtedra en Munich, haciendo Ilegar a ofdos del go- ademanes denegadores, era bastante consciente de estas debilidades
bierno, a través del editor Cotta, que en el fondo él no era en ab- de su caråcter politico. Asi, por ejemplo, cuando en una ocasi6n
soluto tan radical como indicaban las apariencias. Antes y después defiende el caråcter de Voltaire contra los ataques de Alfieri, se
de la Revoluciön de julio, se dirige al gobierno prusiano, a través percibe en su tono que, en realidad, se trata de una autodefensa:
de su amigo Varnhagen von Ense, preguntando si no cabria Ilegar «Se es injusto con Voltaire al afirmar que su entusiasmo era menor
a algün modus vivendi entre Prusia y Heine, etc. La aceptaci6n de que el de Rousseau; era, s610, un poco mås inteligente y mås rico
la subvenci6n del gobierno de Guizot fue el mayor escåndalo püblico en experiencia. El desamparo suele refugiarse siempre en el estoi-
de la Vida de Heine, sin ser, desde luego, algo tan vergonzoso como cismo y se encoleriza laconicamente a la vista de la diferencia ajena.
aquellas frustradas tentativas de Ilegar a un compromiso con las Alfieri hace a Voltaire el reproche de que como fi16sofo, escribfa en
fuerzas mås reaccionarias. A1 Ilegar a la opiniön püblica en 1848 el contra de Ios grandes, en tanto que como chambelån, les Ilevaba
100 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 101

la antorcha. El sombrfo piamontes no se daba cuenta de que Vol- Otra carta suya a Laube: «Hemos de armonizar con los Jahrbücher
taire, al Ilevara los grandes servicialmente la antorcha, iluminaba de Halle y con la Rheinische Zeitung, no hemos de encubrir nunca
al mismo tiempo su propia flaqueza». nuestras simpatias politicas y nuestras antipatias sociales...»
Esta especie de «tåctica» ironica de alabar aparentemente, des- La comprobaci6n de las vacilaciones y compromisos de Heine
truyendo a la vez e incitando a la polémica, no es, por supuesto, una no tiene, pues, por qué conducirnos a hacer concesiones a sus cri-

justificaciön suficiente de las considerables indecencias politicas ticos contemporåneos pequefioburgueses a la hora de enjuiciar la
que Ilenan la Vida de Heine. Por Otra parte, conviene no perder nun- linea medular de su actividad de publicista. Dichos criticos le re-

ca de vista que Heine, a pesar de todos sus intentos de Ilegar a un procharon «indeferentismo», defecciÖn, incluso, del movimiento
compromiso con los poderes establecidos, fracasados unos y otros de liberaciÖn, monarquismo, etc., etc. Por supuesto que la obra de
mås o menos en la linea båsica de su activi-
triunfantes, desarr0116 Heine es rica en pasajes que, citados fuera de su contexto, pueden
dad literaria una y rigurosa lucha contra el absolutismo
inteligente dar pie a semejantes acusaciones. Si se los lee en cambio, en su
,

feudal alemån, sin olvidar tampoco que la «alabanza» tributada por contexto, resulta, por 10 general, que su caråcter es eminentemente
él a veces a la Monarquia de Julio, encerraba siempre una intenciÖn irönico, o que no son, en cambio, sino manifestaciones debidas a su

ironica fåcilmente reconocible. El inteligente y falto de caråcter tåctica politica (a menudo también, desde Iuego, a una «tåctica
secretario del Principe de Metternich, Friedrich Gentz, se dio siem- privada» bastante dudosa). En Paris, Heine se declara partidario de
pre cuenta de esto, presionando extraoficialmente sobre Cotta para la monarqufa, de la Monarquia de Julio, concretamente. Pero los

que los articulos de Heine en torno a Francia no fueran publicaclos reaccionarios inteligentes supieron valorar en todo momento el va-
en la Gaceta de Augsburg que aquél regentaba. La actividad de lor de estas «confesiones» con acierto muy superior al conseguido
Heine como publicista es una constante guerra de guerrillas contra por aquellos angostos republicanos pequefioburgueses. Asi, Fried-
la censura con vistas a conseguir una difusi6n 10 mås intensa posi- rich Gentz escribe en su ya citada carta a Cotta, 10 siguiente acerca
ble. Heine despreciö en todo momento las minüsculas hojillas de de los articulos parisinos de Heine: «Por la clerecfa y la nobleza
los exilados, faltos siempre de publicidad, tanto en Alemania como hace ya mucho tiempo que no se siente simpatia alguna, han peri-
en Francia, luchando por Ilegar al mayor püblico posible, ain al clitado: irequiescat in pace! Pero si hombres como Périer y sus
precio de tener que elaborar para sus criticas de la situaci6n polf- seguidores, es decir, funcionarios, banqueros, propietarios plebeyos
tica y social un estilo irönico de 10 mås particular que Ie permitie- de fincas y comerciantes, son todavfa mås aborrecidos que los prin-
ra sortear la censura. Su creciente inclinaci6n al socialismo durante cipes, condes y barones de siempre, dquién habrå de regir los esta-
sus afios parisinos y su intensificada indiferencia —de rafz saint- dos?» Y basåndose en esta argumentaci6n trata de conseguir de
simoniana ante las formas politicas de gobierno de Ia burguesia Cotta que renuncie a los articulos del «lnfame aventurero» Heine.
le ayudaron no poco a decantar esta tåctica especial de sus escritos. De manera que a pesar de todas sus ironicas y tåcticas jugadas de
En una carta suya dirigida a su amigo Laube leemos el siguiente ajedrez Heine podrfa bien considerarse como un honrado peon de
consejo: «En las cuestiones politicas puede hacer Vd. cuantas con- la gran guerra por la libertad.

cesiones desee, ya que las formas politicas de organizaciön estatal


La de oveja, con que a veces
piel
y Ios gobiernos no son mås que medios; monarqufa o repüblica, me para entrar en calor,
vesti
instituciones aristocråticas o democråticas, etc., todo ello es de
jamås me indujo, creedme,
todo punto indiferente, en tanto la lucha por los principios båsicos
a sofiar con la dicha de las ovejas.
de la Vida, por la idea misma, en fin, de la Vida, no haya Sido toda-
via decidida... Introduciendo esta distinciön interna en el problema No soy oveja alguna, tampocoun perro,
es posible sortear a la censura, ya que no cabe impedir una dis- ni un consejero
aülico ni un bacalao,
cusiÖn en torno al principio religioso y a la moral, sin anular de he seguido siendo un lobo, mi coraz6n
golpe la libertad de juicio y pensamiento inherente al protestantis- y mis dientes son los de un lobo.
mo; no es dificil de obtener en este punto la aprobaci6n de los
El comportamiento tåctico e irönico de Heine en tantas cues-
Vd. ya me entiende». Lo escasamente que en este punto
filisteos...
tiones politicas de su tiempo obedece, sin embargo, a un motivo
piensa Heine en un compromiso politico resulta luego evidente en
102 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 103

esencialmente objetivo, relacionado de la manera mås intima con «iQuerido hijo! éQué ideas tienes ahora?
sus mejores cualidades. Todo espectador medianamente atento no iSigues inclinado a hacer
puede menos de percibir en la Vida de Heine una curiosa para- politica?iA qué partido
doja: Heine es, sin duda, el escritor alemån mås leido y popular perteneces con verdadera convicci6n?
de su tiempo, y sin embargo, la lectura de sus confesiones fntimas
revela la profunda soledad y el cruel aislamiento en los que trans- «Buenas son, querida madrecita mia,
curriÖ su Vida entera. ünicamente gracias a una diplomacia muy las naranjas, y con verdadero gusto
sutil pudo Heine mantener en pie algunas de sus relaciones amis- sorbo su zumo azucarado, dejando
tosas (Varnagen von Ense, Immermann, Laube, Meissner, etc.). El caer, sin embargo, las cortezas a mi paso.»
Origen de este aislamiento que a tan compleja diplomacia hubo
de obligarle no ha de verse en tal o cual personal caracterfstica Heine, sin embargo, no pudo sostener plenamente esta splendid
psicolögica de Heine, y mucho menos, desde luego, en su judaismo, isolation. Para las numerosas y agitadas contiendas politicas y lite-
al que tanta importancia dan tanto sus criticos antisemitas como rarias que Ilenaron su Vida hubo de buscar aliados y camaradas.
sus defensores sionistas. Nuestra opini6n es, en cambio, que Heine Y alli donde percibfa alguna concomitancia de puntos de vista
estuvo estrechamente unido, en sus dimensiones de pensador y de politicos, filosöficos o literarios, se aferraba con todas sus fuerzas
poeta, al destino alemån, sin guardar su aislamiento relaci6n alguna a la posible comunidad surgida, procurando evitar del mejor
con su raza judia, de igual modo que tanto en la Vida de Börne modo y el mayor tiempo posible las existentes y siempre latentes
como en la de Marx, el problema del aislamiento no aparece en diferencias. S610 que, en ocasiones, resultaba evidente la debilidad
momento alguno. Börne estaba profundamente compenetrado con de la base objetiva sobre la que esta comunidad se asentaba. Wien-
el movimiento de la pequefia burguesfa radical alemana; Marx, a barg describe, por ejemplo, una conversaci6n sostenida con Heine,
su vez, con el del proletariado alemån, de tal modo que ambos, a 10 largo de la cual le pregunta si realmente considera a Immer-
cada uno a su manera, participaron en la Vida y en la evoluciön mann tan gran poeta. Heine alaba inicialmente a Immermann.
de toda una clase. Heine, en cambio, no estaba unido a ninguna Luego de un corto silencio, dice, quedåndose parado: «iOué quiere
clase, a ningün partido de Alemania. Su evoluciön le alej6 amplia- usted? iEs tan horrible estar siempre solo!» Cosa similar ocurre
mente del horizonte de Ia pequefia burguesfa radical, Ilevåndole con todas las amistades de Heine.
a una comprensiön bastante notable de la misi6n y del papel his- Heine super6 espiritualmente, con mucho, el horizonte de la
tÖrico del proletariado, sin proporcionarle, no obstante, un puente democracia burguesa; como nadie en Alemania, a excepci6n de
de uni6n con el proletariado revolucionario. De manera que Heine Marx, fue consciente del papel hist6rico y de la importancia
osci16 durante toda su Vida entre una democracia burguesa y una del proletariado, sin haber Ilegado a ser él mismo nunca un revo-
posible democracia proletaria. Aunque se dio cuenta bastante lucionario proletario: ésta es la llave verdadera para la compren-
pronto de que las luchas entre los partidos, y sus subyacentes siÖn de su soledad, éste es el motivo de que permaneciera como
luchas de clase, habfan alcanzado una importancia que desbora- un revolucionario solitario, abocado exclusivamente a sf mismo,
daba con mucho el marco de las contradicciones nacionales, jamås que en la lucha contra el estado y la sociedad burguesa no podia
pudo adherirse plenamente y sin reservas a una determinada clase apoyarse en ninguna clase ni en partido alguno, obligado a in-
o partido. Dada su condici6n de intelectual burgués, es natural numerables vacilaciones y a no pocos compromisos detestables.
que Heine se enorgulleciera a menudo de esta independencia suya, Pero a pesar de todo, Heine permaneci6 fiel a la orientaci6n båsica
de este estar-por-encima-de-los-partidos. Asf, por ejemplo, al com- de su Vida. Estaba, pues, perfectamente justificado al decir de sf
poner este diålogo, entre ir6nico y fanfarr6n, con su madre: mismo, en uno de sus poemas tardios:

La madre empez6 Otra vez Fielmente he sostenido desde hace treinta afios
a preguntar muy carifiosa mi puesto perdido en la guerra por la libertad,
por mil cosas, entre ellas luché sin esperanzas de vencer,
incluso algunas muy directas. consciente de no volver jamås sano al hogar.
104 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 105

formaci6n indefectible del curso revolucionario burgués en una


11 definitiva revoluci6n proletaria. Y
desde este punto de vista pro-
gram6 Marx decididamente las tareas de los escritores revolucio-
La imagen de Heine estå, pues, determinada por su condici6n narios de cara a Alemania. En el centro mismo de esta lucha situ6
de revolucionario alemån en la época de 1848. La Revoluciön de Ia critica de la ideologfa, la critica de la filosoffa alemana, sobre
julio y el traslado a Paris hicieron de él un escritor revolucionario todo, justificando asi tardiamente Ia actividad critica de Heine
de alcance y significaciön europeos. El pensamiento franco-alemån como escritor durante los afios treinta. «De igual modo que los
del ala izquierda de los revolucionarios de los afios cuarenta tuvo pueblos primitivos vivian su prehistoria en Ia imaginaci6n, en la
en la poesia y en la prosa de Heine un precedente muy tem- mitologia, asi hemos vivido nosotros, los alemanes, nuestra historia
prano. El caråcter europeo, es decir, franco-alemån, de sus pu- futura en el reino del pensamiento, es decir, en la filosofia. Somos
blicaciones no fue en detrimento del interés de Heine por el sobre- contemporåneos filosöficos de la actualidad sin ser sus contempo-
manera importante problema de Ia preparaciön ideolögica de la råneos histöricos. La filosofia alemana es al prolongaciön ideal de
revoluci6n alemana. Por el contrario, el creciente y cada vez mås la historia alemana. De manera que cuando en lugar de criticar Ias
fundamentado conocimiento de la estructura clasista de la socie- oeuvres incomplétes de nuestra historia real criticamos la filosofia,
dad y del papel del proletariado en la Revoluci6n, transform6 es decir, las oeuvres posthumes de nuestra historia ideal, nuestra
a Heine en un lücido y decidido revolucionario alemån. Si bien critica se sitüa en el centro mismo de ese grupo de problemas de
es natural que, como veremos en seguida, el ahondamiento de sus los que la actualidad dice: that is the question.»
puntos de vista implicara asimismo un ahondamiento de aquellas Las contradicciones de la situaci6n alemana y las contradicto-
contradicciones que introducfan en su pensamiento y en su Vida rias tareas por ella motivada, determinaron ya el talante de las
una desgarradora e insoluble disonancia. publicaciones de Heine con anterioridad, sin duda, a su conoci-
En los Deutsch-Französische Jahrbiicher public6 Marx — du- miento de Marx. Las publicaciones politicas de Heine discurren a
rante la época de su intima amistad personal con Heine— un dos niveles. Constituyen, por una parte, una exposici6n y critica
anålisis extraordinariamente agudo de las circunstancias alema- de la evoluci6n social, politica y cultural de Francia, bajo la Mo-
nas, anålisis de 10 mås fructifero, también, para interpretar a su narqufa de julio, en la que la lucha del proletariado como clase
luz el método literario de Heine y sus contradicciones. Marx parte organizada contra la burguesfa va apoderåndose, en medida cre-
del atraso econömico y politico de Alemania, consideråndolo, sin ciente, del interés de Heine. La amplia y popular exposiciÖn critica
embargo, en el gran contexto internacional de las perspectivas de Ia evoluci6n de la filosoffa idealista alemana, asi como de Ia
interrelacionadas de la revoluci6n inminente. Alemania se encuen- poesia alemana clåsica y romåntica, equivale, en Heine, a toda una
tra a las puertas todavia de Ia revoluciön burguesa, en un momento elaborada presentaci6n de su filosofia, una filosoffa perteneciente
en el que los paises desarrollados, Francia e Inglaterra, la lucha ya a la historia del mundo, como dice el propio Heine. El efecto
entre la clase proletaria y la burguesa se ha convertido en el pro- politico de esta historia popular de la ideologfa no consistfa para
blema clave de la evoluci6n social. La situaciön alemana es, pues, Heine sino en sefialar el final del ciclo filosöfico en Ia filosoffa
por emplear la palabra de Marx, un anacronismo. alncluso la hegeliana, insistiendo asf en que los presupuestos mentales previos
propia negaciön de nuestro presente politico no podria sino ser a la Revoluci6n estaban ya conseguidos en Alemania, de tal modo
arrinconada como un hecho polvoriento en el desvån historico que la transiciön de la filosoffa a la acciön, a la revoluci6n pråctica,
de los pueblos modernos... Negando las circunstancias alema- a la destrucciön del corrompido absolutismo feudal era, en Ale-
nas de 1843, apenas me encuentro, de acuerdo con el computo mania, el problema del dia.
temporal francés, en 1789, y mucho menos todavfa en el punto El trabajo literario de Heine expresa, pues, las mismas contra-
ålgido de la actualidad.» Esta profunda penetraci6n en la situa- dicciones de la realidad alemana que Marx analiza te6ricamente
ciÖn nacional e internacional de Alemania condujo råpidamente de manera insuperable y que eleva a la categorfa de eje de su tåc-
a Marx, al hilo de su evoluciön ulterior, al «Manifiesto Comunista», tica revolucionaria. La diferencia estriba «sölo» en que Marx, siendo
al reconocimiento del culminante papel revolucionario del prole- consciente de la interrelaci6n dialéctica existente entre todas estas
tariado en la revoluci6n burguesa, y a la perspectiva de una trans- contradicciones, hace constar que en ellas reside el motor objetivo
8 QEALISTAS
106 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 107

del movimiento revolucionario, en tanto que Heine no pas6 de su mente los puntos de vista de Heine, por supuesto no sin vacila-
fijaciön, oscilando, desasistido de toda firme ayuda espiritual, entre ciones, hacia una actitud revolucionaria. Con anterioridad aün a su
uno y Otro extremo. Heine veia claramente la necesaria inminencia traslado a Paris dice Heine que sÖlo podia sentir veneraciÖn por
de un alzamiento del proletariado. El acentuamiento del capita- Napoleon hasta el Brumario, o sea, que le sentia profundamente
lismo y el crecimiento e intensificaciön del proletariado eran, para en su dimensiön de ejecutor del testamento de la Revoluciön Fran-
él, un mismo y necesario acontecimiento histörico. También per-
cesa. Y 10 revolucionario fue adquiriendo en Heine un acento cada
cibfa la gigantesca diferencia del nivel existente entre Alemania vez mås destacadamente plebeyo. Ya en «Ratcliff», su drama ju-
y Francia e Inglaterra y sus respectivas evoluciones, sin ser capaz, venil, aparece aunque muy desfigurada y episödicamente, 10 que
sin embargo, de extraer de estos acontecimientos unas reales con- Iuego Ilegarå a convertirse en un elemento decisivo de la visiön
secuencias concretas acerca de Ia revoluciön alemana. Inseguridad del mundo de Heine, es decir, «el problema del eståmago». Y cuando
que también resulta evidente en su manera de enjuiciar Ias pers- inmediatamente antes de su viaje a Paris saluda a la Revoluciön
pectivas de la evoluci6n francesa. Hoy es tan corriente como fåcil de Julio con gran entusiasmo, 10 hace sirviéndose del grito — Ileno,

desdefiar elegantemente la «inexperiencia politica» de Heine. Ahora por supuesto, de ut6pica ilusiön —que pone en boca de un pes-
bien, si examinamos las publicaciones politicas de la Alemania de cador de Helgoland: «Los pobres han vencido».
los anos cuarenta, después ya de la aparici6n de Marx y de Engels Estå claro que Heine no compartfa entonces por completo Jas
(de los afios treinta es preferible no hablar siquiera), nos resulta ilusiones del pescador de Helgoland. Todavfa sigue considerando
imposible encontrar un solo publicista parejo a Heine en su con- conveniente, al menos tåcticamente, y sobre todo en Alemania, una
tradictoria agudeza. Los radicales alemanes o bien eran revolucio- concentraci6n exclusiva de la lucha revolucionaria en la liquidaci6n
narios vulgares y politicamente miopes (tipo Heinzen), para quie- de los restos feudales. Es consciente, sin embargo, de que la Re-
nes la eliminaciön del absolutismo de las pequefias cortes equivalia voluci6n habrå de desbordar este marco, y por su parte aclama
mecånicamente a la soluci6n de todos los problemas sociales, o entusiasmado este desbordamiento. Antes de su marcha a Paris es-
bien utöpicos evanescentes e idealistas, para quienes en el suefio cribe a Varnhagen sobre el ültimo tomo de sus «Reisebilder» publi-
de una revoluci6n «puramente socialista» se esfuman todas las cado en Alemania: «EI libro es tan unilateral deliberadamente. Sé
posibles tareas concretas encaminadas a exterminar revoluciona- muy bien que la revoluciön toca todos los intereses sociales y que
riamente los restos del feudalismo («Los socialistas auténticos»). En la Iglesia y la Nobleza no son sus ünicos enemigos. Pero con vistas

comparaciön con estos dos grupos, la labor de Heine como publi- a una mayor sintesis, me he referido a ambos como a los ünicos
cista alcanza una altura extraordinaria; Heine se aproxima mucho enemigos estrechamente aliados, con el fin de centrar la lucha. Yo
mås al punto de vista revolucionario de Marx y de Engels que mismo odio mucho mås a la aristocracia bourgeoise».
cualquier Otro contemporåneo suyo, a excepciön de algunos, muy Las tendencias anticapitalistas de Heine, decididamente eviden-
pocos, miembros conscientes de la Liga Comunista. ciadas ya durante su estancia en Inglaterra antes de la Revoluciön
EI entusiasmo ante la Revoluci6n Francesa es, para Heine, una de Julio, son reforzadas y generalizadas gracias a las observaciones
decisiva vivencia juvenil. En el fragmento conservado de sus Me- hechas en Paris, durante la Monarquia de Julio. Heine se da cada
morias habla de dos pasiones a las que dedica su Vida entera: «...el vez mås cuenta de que, igual que en todas las revoluciones ante-
amor a las mujeres hermosas y el amor a la Revoluciön Francesa, riores, el proletariado, Ios plebeyos, el pueblo, en fin, no ha Sido

el moderno furor francés, por el que también yo estaba posefdo sino carne de cafiön para ajenos intereses de clase, en este caso, los
en la lucha contra los lansquenetes de la Edad Media». Para el intereses de la burguesia. Nueve afios después de la Revoluciön de
Heine renano que vivid) sus afios mozos en el Düsseldorf napole& Julio comenta Heine en los siguientes términos el pasaje dedicado
nico, este entusiasmo por la Revoluci6n Francesa iba estrechamente al triunfo de los pobres: «Es una historia ya vieja. Desde tiempos
unido, sobre todo al principio, al entusiasmo por Napoleon. Rahel inmemoriales no se ha desangrado y ha sufrido el pueblo para si
Varnhagen, por ejemplo, critica el bonapartismo de algunos pa- mismo, no para si mismo, sino para otros. En julio de 1830 luchö
sajes de los «Reisebilder». Pero ya bajo la influencia de Ias luchas por la victoria de aquella burguesia que vino a sustituir a la no-
sostenidas en Alemania por medio de publicaciones con anterio- bleza, tan inepta como ella y poseida del mismo egoismo... Nada
ridad a la Revoluciön de Julio, evolucionan cada vez mås clara- ha obtenido el pueblo con su victoria, salvo rencor y una mayor
108 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 109

penuria. Pero ya podéis estar convencidos de que cuando nueva-


parecerån ridiculos... Si aquellos hombres de noble pensamiento
mente suene la campana de la guerra y el pueblo coja el fusil, esta a 10 largo del siglo XVIII prepararon incansablemente la Revolu-
vez lucharå a favor de si mismo y exigirå la recompensa merecida».
ci6n, levantaran la cabeza y vieran en favor de qué clase de gente
La Francia del «enriquecéos» ofrece a Heine, un Heine henchido habfan trabajado, quedarian rojos de vergüenza...»
a la vez de odio y de ironfa, un infinito campo de acci6n. Contem-
El entusiasmo de Heine por Napoleon, entusiasmo un tanto
pla y se mofa no s610 de la general corrupci6n reinante en Ia
aminorado, como hemos visto, durante su proceso de maduraciön
Monarquia de Julio, Ias especulaciones con los ferrocarriles, etc., politica, permaneciö, sin embargo, vivo siempre en él en forma
sino que al mismo tiempo desenmascara el mezquino espfritu de
de oposici6n contra la mezquina indignidad de la Francia de Luis
tendero vigente en el capitalismo francés, que subordina los supe-
Felipe, y como magnificaci6n, asimismo, de aquel periodo heroico
riores intereses de la naciån a los intereses bursåtiles de una aris-
de la evoluciön burguesa que comienza con el Renacimiento y al-
tocracia burguesa. «Casimir Périer ha rebajado Francia para
canza su punto culminante en la Revoluci6n Francesa. Y luego, en
elevar las cotizaciones de la Bolsa.» A1 igual que Balzac, asiste al su periodo de mayor madurez politica, Heine valora notablemente
creciente sometimiento de la literatura y de la Prensa a los dic-
la importancia de Napoleon para la evoluci6n de Alemania y, en
tados del capital, con 16gica corrupciön de ambas, inherentes general, de Europa. En una ocasi6n sefiala que sin la Revoluci6n
a este proceso. Observa la depravaci6n del amor debida al capi- Francesa y sin Napoleon, la filosofia clåsica alemana habrfa Sido
talismo, en todas sus formas de prostituci6n legal e ilegal, e iro-
ahogada en germen para los pequefios déspotas reaccionarios. In-
niza sin tregua sobre ella. Va percibiendo como la mayor parte
siste en que en Waterloo, Napole6n y los franceses no habfan
de los antiguos luchadores es tragada lentamente por la sucia ma-
luchado sölo por su patria, sino que Napoleon y Wellington se
rea del capitalismo; es el caso, por ejemplo, de los saint-simonianos,
habfan enfrentado alli como portaestandartes respectivos de la
antafio perseguidos y valientes luchadores, y ahora entregados a democracia y de la reacci6n aristocråtica.
la especulaciön capitalista. Describe con ironfa la Bolsa de Paris:
Pero el odio de Heine contra el capitalismo, contra su destruc-
«Construida en el mås noble estilo griego y consagrada a los ne-
ci6n de la cultura y de la grandeza humana, no es, sin embargo,
gocios menos dignos, al juego con el papel del Estado». Napoleon
estrictamente romåntico. A la miseria del mundo capitalista Heine
la mandÖ construir contemporåneamente a un templo a la gloria
opone siempre el gran impulso revolucionario del periodo heroico
y en parecido estilo. «EI templo a la gloria no acab6, ay, de ser
de la burguesfa, asi como la perspectiva de la heroica grandeza de
construido... pero ahi estå la Bolsa, firme en la plenitud de su
la revoluci6n venidera, y no, desde luego, el mohoso idilio de unas
esplendor, y cabe atribuir a su influencia el hecho de que su no-
circunstancias primitivas precapitalistas. Ya en sus «Reisebildern»
ble galanteador, el vecino templo a la gloria, reste todavia sin
se refiere a la dicha silenciosa de la Edad Media y al importante
acabar...»
desarrollo del arte en aquel perfodo, afiadiendo, sin embargo, que
El poeta Heine odia el capitalismo, al igual que casi todos sus
posteriormente el espfritu se ha alzado de manera irremediable
grandes contemporåneos, al igual también que Ios poetas mås im-
sobre aquellas circunstancias. Puede plantearse la cuesti6n de si
portante del perfodo siguiente a la Revoluci6n Francesa, y 10
actualmente hay mås o menos felicidad general, y, sin duda, la res-
odia, en 10 fundamental, porque elimina radicalmente todo he-
puesta inmediata no serå afirmativa; «pero también sabemos que
rofsmo, toda auténtica grandeza humana, o, al menos, los ensucia.
una felicidad debida a la mentira no es felicidad auténtica, y que en
Explica la decadencia de la tragedia en virtud del predominio de
los escasos momentos desgarrados en que nos aproximamos a una
la burguesfa. «Semeiante empequefiecimiento de toda grandeza
condici6n casi divina, a una dignidad mucho mås alta del espfritu,
y semejante eliminaciön radical dc todo posible heroismo deben
podemos sentir una felicidad muy superior a la de aquellos afios
ser cargados a la cuenta de esa burguesia, de ese grupo social
en que se vegetaba poesido de una fe de carbonero». Mås tarde
burgués que accedi6 aqui en Francia al poder a raiz de la caida
Ilega Heine a un planteamiento bastante mås materialista del pro-
de la aristocracia de la sangre, y que infundi6 a todas Ias esfe- blema. Heine se da cuenta de que la evoluci6n de la industria mina
ras de la Vida su calculador y apocado espfritu mercantilista. Den-
los fundamentos del feudalismo y de su ideologfa, trabajando en
tro de no mucho tiempo todos Ios pensamientos y sentimientos
contra, sobre todo, de la religi6n, y se adhiere, incondicionalmente
de cufio heroico habrån desaparecido sin dejar rastro o, al menos, a este proceso, a pesar de todas sus criticas al capitalismo. En una
Realistas alemanes del siglo XIX 111
110 Georg Lukåcs
renovar en el presente el periodo heroico de la Asamblea. Percibe
ocasi6n Ilega a decir que los Rothschild son los mås fuertes impul-
mås bien instintivamente que a través de un razonamiento 16gico
sores de la Revoluciön. «Veo en Rothschild uno de los måximos
que los jacobinos de la Monarquia de Julio se limitaban «a plagiar
representantes de ese espfritu revolucionario al que debemos la
el pasado». En los primeros afios treinta escucha un discurso del
moderna democracia. Richelieu, Robespierre y Rothschild son para revolucionario Blanqui y estå totalmente de acuerdo con su conte-
mf tres nombres terrorificos que significan la gradual eliminaci6n nido, sintetizando asi, no obstante, sus impresiones: «Aquella
de la Vieja aristocracia. Richelieu, Robespierre y Rothschild son
reuniön olfa exactamente igual que un Viejo ejemplar del Moni-
los tres niveladores mås terribles de Europa.»
teur de 1793, roto en pedazos y vuelto a pegar».
La critica de Heine a la sociedad capitalista y a su cultura estå También respecto de los epigonos alemanes del jacobinismo sien-
cada vez mås penetrada en la seguridad de que sus dias estån
te Heine desconfianza y desprecio. Su oposici6n a Börne se justifica
contados. «La sociedad neoburguesa quiere agotar febrilmente la
politicamente en ültimo término por la mayor amplitud y profun-
ültima copa en el vértigo de los placeres, al igual que la Vieja no- didad de la visi6n revolucionaria de Heine sobre la del limitado
bleza de los afios inmediatamente anteriores a 1789. también ella
y miope jacobino Börne. Pero Heine es consciente a la vez, de
escucha ya en el corredor los pasos marm6reos de los nuevos
que el «Moniteur» de 1793 sobre el que en Paris cabfa burlarse,
dioses, que entrarån en la gran sala de fiestas sin llamar a Ia puerta,
en la Alemania de entonces todavfa era una antorcha revolucio-
y volcarån las mesas.» El odio y el desprecio de Heine a la bur-
naria; «encierra palabras mågicas... palabras con las que se puede
guesia son tan grandes, que infravalora su capacidad de resistencia sacar a los muertos de sus tumbas y enviar a los vivos a la muerte,
en el caso de una revoluci6n proletaria. «La burguesia todavia ofre-
palabras con las que convertir a los enanos en gigantes, palabras
cerå menos resistencia que la antigua aristocracia; porque incluso
que siegan todo vuestro poder como la hoja de la guillotina siega
en sus mås terribles flaquezas, en la depravaci6n de su total ausen-
una testa real».
cia de moral, en la degeneraciön de su entrega a la vaciedad cor-
Es asimismo consciente, moviéndose de nuevo con mayor habi-
tesana, la Vieja nobleza estaba espiritualmente posefda de un cierto
Iidad instintiva entre las contradicciones que enlazåndolas e inte-
point d'honneur, que a nuestra burguesfa le falta por completo, una rrelacionåndolas en una unidad viva, del caråcter nacional de la
burguesfa florecida al calor de Ia industria, pero tocada ya también venidera revoluci6n alemana. Se burla una y Otra vez del roman-
por la decadencia.» A la burguesfa, opina Heine, le falta la fe en ticismo de Barbarroja y de los no menos romånticos suefios de
sus derechos, le falta la consideraci6n hacia sf misma: su soledad
renovaci6n de la Vieja Alemania, asi como de los colores negro, rojo
se desmoronarå fåcilmente.
y dorado. Pero en el pr610go a su Deutschland, ein Wintermärchen,
Heine Ileg6 a semejante infravaloraci6n de las dificultades inhe-
en donde el sarcasmo de Heine alcanza su mayor acidez y profun-
rentes a un posible derrocamiento de la burguesfa Ilevado no s610
didad, se refiere a este problema en los siguientes términos: «Ve-
de su justificado desprecio hacia aquellos representantes de esta neraré y respetaré nuestros colores como ellos se merecen, siempre
clase que tan de cerca podia observar, sino también como conse-
que no se trate de un juego servil u ocioso. Izad la bandera negra,
cuencia del entusiasmo que despertaban en él los finicos héroes roja y oro en la cumbre del pensamiento alernån, haced de ella el
reales de aquel periodo, es decir, los revolucionarios dem6crata-
estandarte de una humanidad libre, y estaré dispuesto a sacrificar
plebeyos y proletarios. La defensa de la Asamblea de Saint-Méry
por ella hasta la ültima gota de sangre». Explica a los alemanes
es, a los Ojos de Heine, el ünico acto verdaderamente heroico ocu-
que s610 podrån recuperar Alsacia y Lorena cuando estén en con-
rrido en su tiempo; algo después se entusiasm6 de igual manera diciones de ofrecer a los alsacianos, una vez hecha la revoluci6n
con el heroico levantamiento de los tejedores silesianos, y en los en Alemania, una libertad superior a la que Francia les ofrece. Esta
afios de su gran decepci6n ante la revoluci6n de febrero subray6
visi6n mucho mås profunda y abarcadora del contenido de la revo-
una y Otra vez el heroismo de los obreros. Consideraba a estos luci6n alemana se evidencia en todas aquellas cuestiones en las
héroes como los ünicos dignos sucesores de Ias grandes figuras que Heine se enfrenta con Börne y con otros varios miopes dem6-
del periodo heroico. cratas vulgares. Heine entiende que el problema central de la re-
Su sano instinto hist6rico, sin embargo, asi como su fina re-
voluciön alemana es la consecuciön de Ia unidad nacional. Se burla,
ceptividad de escritor le hicieron reflexionar negativamente sobre
igual que Börne, del servilismo de las llamadas «guerras de libera-
los intentos de algunos revolucionarios democråtico-burgueses de
112 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 113

ci6n», dåndose cuenta al mismo tiempo, de que los representantes interior, de tal modo que
temor ha venido a convertirse aqui
el
del nacionalismo alemån no podfan menos de adherirse un tanto en el En este contexto entiende Heine
sostén de todas las cosas.»
necesariamente, durante el periodo de la Restauraci6n, al movi- Ia importancia de Luis Felipe como «la de una gran manguera que
miento separåndose de los progresistas en el curso de una
liberal, combate la llama y evita un incendio general». El problema de la
larga evoluciön y una vez diferenciados de ellos por una serie de Repüblica estå, pues, estrechamente unido a ese «segundo acto»
derrotas. «Sf, en el ejército de los revolucionarios alemanes pulu- de la Revoluciön, que conducirå al proletariado al poder.
laban numerosos viejos fanåticos de la unidad nacional que con la En este punto se evidencia la profunda escisi6n existente en
boca agria se aplicaban a repetir las consignas modernas, Ilegando Ia visi6n del mundo sustentada por Heine, al alcanzar clara formu-
incluso a cantar la Marsellesa... Se trataba, sin embargo, de una laciön te6rica sus vacilaciones entre ambas grandes clases sociales.
misma lucha por un interés comün, es decir, por la unidad de El miserable curso de la Revoluciön de Febrero es una de las mås
Alemania... Acaso nuestra derrota haya Sido una suerte...» graves decepciones sufridas por Heine a 10 largo de su Vida. Para
Éste es el motivo de que Börne califique a Menzel, desde un Louis Blanc, Lamartine, etc., s610 guarda el sarcasmo mås amargo.
punto de vista estrictamente moral, de renegado, en tanto que Y, demås, no s610 sufre al asistir a la destrucci6n de sus expecta-
Heine, que condena literariamente a Menzel con un sarcasmo tan tivas de un «segundo acto» de la Revoluciön en los combates de
destructivo, por 10 menos, como el de Börne, sabe vislumbrar 10 que Junio, sino que vive a la vez poseido del temor de que pudieran
hay detrås de la postura de renegado adoptada por aquél, es decir, Ilegar a cumplirse. Es consciente de la innegable necesidad histo-
un determinado movimiento politico-social. rica de la revoluci6n proletaria, y, sin embargo, tiembla a un tiempo
La postura de Heine respecto de la Repüblica contiene un sin ante su posible victoria, pensando que equivaldria a una decaden-
fin de contradicciones —sin pensar a este respecto en su monar-
cia de la cultura, aün sin alentar duda, por Otra parte, y como ya
quismo de convicci6n u obediente a una tåctica privada—. Una vimos, de que es precisamente el capitalismo 10 que dfa a dia
parte de las contradicciones mås importantes radica, sin embargo, y hora a hora estå en verdad destruyéndola.
en la cosa misma. Marx dirå luego, sintetizando las experiencias de Semejante incoherencia entre una penetraci6n tan clara en el
la Revoluci6n de 1848, que «la Reptiblica no es Otra cosa que ia necesario desmoronamiento de la cultura burguesa, por un lado,
forma politica revolucionaria de la sociedad burguesa, y no su forma y la consideraciån de este desmoronamiento como una decadencia
conservadora de Vida, como, por ejemplo, en los Estados Unidos universal, por otro, no es patrimonio exclusivo de uno solo de los
de Norteamérica». Heine intuye que la toma de posesi6n de la grandes escritores de este periodo. También Balzac, por ejemplo,
burguesfa respecto de la Repübilca no tiene nada que ver con es consciente de las contradicciones internas de la sociedad bur-
la esencia abstracta de la forma estatal republicana. «Efectiva- guesa que la Ilevan a Ia decadencia, y, sin embargo, no deja de
mente, la burguesfa francesa no sentiria temor alguno ante una ver en esta decadencia un proceso de desapariciön de toda la cul-
repüblica a la Vieja usanza, ni siquiera con unas gotas de robes- tura.
pierrismo, reconciliåndose fåcilmente con esta forma de gobierno, El caso de Heine, sin embargo, es mucho mås critico y com-
montando sin mås la guardia y protegiendo las Tullerfas, con indi- plejo, porque Heine, a diferencia de Balzac, no se sitüa en modo
ferencia de quien residiera en ellas, si Luis Felipe o un Comité du alguno Ileno de incomprensi6n ante las necesarias exigencias del
salut publique; porque la burguesia quiere orden ante todo y pro- proletariado. No se limita a ser consciente de la necesidad hist6rica
tecci6n de los derechos de propiedad existente, aspiraciones que de la revoluci6n proletaria, de su lÖgica derivaci6n de las revolu-
una Repüblica puede satisfacer igual que una Monarqufa. Pero ciones burguesas, etc., etc., sino que atisba y comprende a un tiempo
estos boutiquiers se dan cuenta instintivamente, como ya hemos la justificaci6n y el fundamento de esta revoluci6n. Precisamente
dicho, de que hoy en dia la Repüblica no se siente en absoluto es esta profunda comprensi6n suya de las rafces materiales de la
inclinada a defender los principios de los afios noventa, y que no revoluci6n proletaria 10 que le sitüa en lugar privilegiado entre
vendrfa a ser Otra cosa que la forma bajo de la cual alcanzarfa los ide016gicos burgueses importantes de este perfodo. Se da per-
vigencia un nuevo e ins61ito dominio del proletariado, con todos fecta cuenta de que no hay declaraci6n de derechos, por muy
los dogmas de una propiedad comunitaria. De ahi que sean con- radical y jacobina que sea, capaz de satisfacer el derecho humano
servadores por necesidad externa y no obedeciendo a un impulso mås elemental, es decir, el derecho al sustento. Segün Heine, la
114
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 115

irrefutabilidad del comunismo radica, precisamente, en la existen- lucionario del proletariado, su paralelo temor a una posible victoria
cia de este derecho, un derecho cuya satisfacciön material es posi- del mismo, que implicaria, segün él, una decadencia universal, no
bilitada, en realidad, por la moderna evoluciön capitalista. En su deja de constituir una de las mås graves y llamativas incoheren-
poema tardio, «Die Wanderratten», se burla Heine del miedo de cias de Heine.
los filisteos ante la revoluci6n proletaria, asi como de sus ilusiones La unificaciån de la teoria socialista y del movimiento obrero
de poder combatirla con argumentos o por la fuerza de las armas: revolucionario no pasa de ser en Heine un postulado purarnente
teörico, y en el mejor de los casos, Ia constataciön aforistica de
Ni el toque de Ias campanas, ni los rezos de los curas, una necesidad, sin obedecer nunca a un concreto conocimiento
ni los decretos gubernamentales Ilenos de excelsa sabiduria, de tipo pråctico. La perspectiva socialista de Heine flota, pues, en
ni tampoco los cafiones, sÖlo muchos centenares de libras el aire. Observa agudamente los hechos y las tendencias evoluti-
podrån hoy salvaros, jqueridas criaturas! vas de la sociedad burguesa, deduciendo de todo ello la necesidad
de un cambio de tipo socialista. Cambio que en el mundo de sus
Tampoco podrån hoy ayudaros las nubes de palabras pensamientos cobra la apariencia j— prescindiendo ahora de si con
de la gastada ret6rica. entusiasmo o con temor por su parte de un fantåstico crepusculo
No se cazan hoy ya las ratas con silogismos, de los dioses de la sociedad burguesa, de una repentina irrup-
saben saltar sobre los sofismas mås finos. ci6n de una nueva era mundial. Faltan todas las mediaciones con-
cretas. De la revoluciön socialista como proceso hist6rico concreto
En los estÖmagoshambrientos s610 entran carece Heine de toda posible imagen. En este sentido permanece
la 16gicade Ia sopa y Ias razones de las alb6ndigas, durante toda su Vida aferrado al punto de vista metod016gico del
y los argumentos s610 del asado utopismo: el socialismo es para él una circunstancia, una situaciön
sazonados con buenas citas de la salchicha de Göttingen. mundial venidera. A pesar de su progreso ide016gico sobre el saint-
simonismo y a pesar, también, de su penetraciön en la necesidad
De todos modos, Heine no se para en el reconocimiento de la de la revoluci6n como requisito previo a 10 socializaci6n del mundo,
necesidad material y de la posibilidad de satisfacer las exigencias a pesar, en fin de todo ello, en este Otro punto Heine no fue mås
del proletariado. Sigue también con la mayor atenci6n los reflejos allå de un hegelianismo saint-simoniano.
ide016gicos de la evoluci6n del proletariado durante la Monarqufa Como ya nos es conocido, Heine hizo suyos no pocos argumen-
de Julio, del saint-simonismo a Proudhon. Es quizås el unico ideo- tos importantes de la filosofia hegeliana, sobre todo de Ia filosoffa
logo burgués de este periodo que percibe la necesaria relaci6n de la historia y de Ia estética hegelianas. Pero, a diferencia de
existente entre el movimiento proletario mismo y Ias teorias ut6- Hegel, no se limitö a permanecer en el presente; esforzåndose, por
picas no vinculadas a él, profetizando en seguida la uni6n del el contrario, en servirse de la dialéctica hegeliana de la historia
movimiento obrero y la teorfa socialista, uni6n que acabarå con para aprehender las tendencias evolutivas de cara al futuro. En
todas las sectas ut6picas. Sus cr6nicas parisinas, sobre todo las de esta prolongaci6n suya de la filosofia hegeliana —una prolonga-
comienzo de Ios anos cuarenta, tienen al proletariado como prin- ciön de Ias tendencias mås progresistas de su método— jug6 el
cipal protagonista. Luis Felipe no es, dice Heine en una carta saint-simonismo un papel muy importante. Es cosa sabida que, des-
dedicada a su libro «Lutetia», sino un accesorio. «EI protagonista pués de su revolucionario periodo juvenil, Hegel consideraba la
de mi libro, su verdadero protagonista, es el movimiento social...» Antigüedad como algo definitivamente periclitado. Segün Hegel,
En otro lugar describe ir6nicamente su situaci6n como cronista. Su el Cristianismo implicö una superaci6n necesaria e irreversible de
papel es semejante al de un corresponsal romano que en lugar la Antigüedad. Heine creia, por el contrario, precisamente bajo la
de escribir sobre las grandes intrigas de la corte imperial romana influencia de un sensualismo saint-simoniano, que la revoluci6n
se dedica a informar sobre el oscuro y perseguido nücleo de 10s por el profetizada y esperada traeria consigo un renacimiento de
primitivos cristianos. Y acto seguido destaca a los comunistas como la alegria sensual y vital de los antiguos, una definitiva supera-
el ünico Partido que en Francia merece una decidida atenciön. A la ciÖn, en suma, del ascetismo cristiano. A1 relacionar este nuevo
vista de esta comprensi6n suya tan notable del movimiento rev()- periodo de la evoluciön de la humanidad con una revoluciån pre-
116 Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 117

Esta concepciön de Heine es ambivalente, y en ella se dan cita


via, supera, en preciso sentido del método hegeliano, la concep-
el
todas las contradicciones de su posici6n oscilante entre la bur-
ci6n saint-simoniana de la historia, aunque para Heine, al igual
guesfa y el proletariado. La visi6n sensual y antiascética del socia-
que para los ut6picos, el socialismo es una esperada situaci6n fu-
lismo no excluye para Heine el heroismo de la lucha. Por el con-
tura que no se deriva orgånicamente del proceso de liberaci6n
trario: la proclividad de Heine hacia el socialismo hunde sus raices
del proletariado.
En este alejamiento de Heine del fundamento concreto y de la precisamente en su duelo por la desaparici6n del periodo heroico
concretizaci6n historica del acto revolucionario —
Heine, cuya for- de la burguesfa. Con anterioridad a la cita arriba copiada, podemos
leer también: «...y ahora Ilenarån la tierra de gloria las verdaderas
maci6n cultural era vastfsima y abarcadora de los temas mås varios,
hazafias del herofsmo verdadero». Y el progreso sobre el Viejo asce-
no Ileg6 a ocuparse nunca de los problemas de la economfa poli-
tismo de los primeros tiempos del movimiento obrero es, sin
tica— se refleja una vez mås su propia lejanfa del movimiento
obrero. A pesar de toda su simpatfa hacia la revoluci6n social, a
duda, un paso objetivo hacia delante, no es, a pesar de toda la
pesar de todo su entusiasmo ante las heroicas hazafias de los delicuescencia entre religiosa y pantefsta de su formulaci6n, sino
el conocimiento revelador de que la verdadera realizaci6n de la
obreros combativos, jamås pudo Heine atravesar el puente que le
personalidad humana s610 es posible en el socialismo; un inteli-
separaba de ellos. Simplificarfamos excesivamente el problema,
gente progreso mental sobre todas las primitivas concepciones del
desde luego, Ilegarfamos incluso a vulgarizarlo, si quisiéramos ex-
plicar este hecho basåndonos estrictamente en un censurable «aris- socialismo como régimen cuartelario o de falansterio.
tocratismo» intelectual del poeta. El conflicto ha de explicarse mås
Ahora bien, indisolublemente unido a sus tendencias socialistas
progresistas encierra esta concepci6n asimismo un elemento bur-
bien a partir de las contradicciones objetivas inherentes a la evo-
luci6n del movimiento obrero en aquel tiempo. Estaba en aquellos gués post-thermidoriano: la forma burguesa que adopta Ia supera-
ci6n del ascetismo heroico del periodo revolucionario, siendo ello,
momentos el movimiento obrero a las puertas de superar el primi-
en realidad, una tendencia teörica que Ilegö a alcanzar una vigencia
tivo ascetismo puritano y jacobino de sus primeros tiempos. Supe-
raci6n que s610 iba a ser posible, desde luego, al cabo de un largo determinante en todas las corrientes que sobre Heine ejercieron
proceso contradictorio y Ileno de dificultades. (Piénsese en las una influencia espiritual decisiva — en Goethe, en Hegel, en Saint-
luchas sostenidas por Engels en Paris contra la primitiva incultura
Simon No es ninguna casualidad que Heine Ilegue a calificar en
de los obreros comunistas.) Gracias a su elaboraci6n hegeliana del una ocasiån a Napoleon de emperador saint-simoniano. Y las inc()-
herencias de Heine en 10 tocante al problema del socialismo acaban
saint-simonismo Ileg6 Heine a superar mentalmente, pero s610
mentalmente, este ascetismo tan primitivo. «Nosotros (los fi16sofos por no parecer sino la necesaria recaida de toda mente ut6pica en
el punto de vista burgués en el momento preciso en que, descui-
alemanes pantefstas, G. L.) insistimos en fomentar el bienestar de
la materia, la felicidad material de los pueblos..., porque sabemos
dando todas las mediaciones reales, concretas e hist6rico-dialécti-
que la divinidad de los humanos se revela asimismo en su apa- cas, intenta conseguir en el presente mismo la imagen del estadio
final del socialismo. En este proceso mental no resulta desvelado
rici6n corporal, asf como también sabemos que la miseria destruye
sino el real temor de Heine ante las dificultades y los nada fåciles
o envilece el cuerpo, es decir, la imagen de Dios, produciendo al
mismo tiempo la destrucci6n del espfritu... No queremos ser unos problemas de las etapas intermedias, unas dificultades para cuya
sansculotes, ni unos burgueses frugales, ni unos presidentes auste-
superaci6n no podia encontrar ayuda ni orientaci6n alguna en la
ros. Hemos fundado una democracia igualåndonos a los dioses en
ut6pica imagen por él sustentada del estadio final del socialismo,
consiguiendo, por el contrario, s610 una agravaci6n de su desespero
magnificencia, grandeza y santidad. Vosotros exigfs ropas sencillas,
a la vista del contraste existente entre el presente y la meta de-
costumbres morigeradas y verduras sin condimento; nosotros, por
seada.
el contrario, exigimos néctar y ambrosia, mantos de pürpura,
Este caråcter ambiguo y contradictorio de Ia posiciön de Heine
mas sutiles, lujo y placer, danzas de ninfas sonrientes, müsica y
comedia, ino os enojéis por eso, republicanos virtuosos! A vuestros
no debe ocultarnos, sin embargo, la raz6n que en un determinado
reproches y censuras oponemos 10 que ya decfa un loco de Shakes- sentido le asiste en su polémica contra el ascetismo primitivo,
peare: «éAcaso crees que por ser tü virtuoso dejan de existir en el contra la miope estrechez mental del jacobismo ascético y contra
el espfritu ascético del antiguo movimiento obrero. Raz6n que le
mundo los buenos pasteles y el licor delicioso?»
118 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 119

por Otra parte, en su lucha contra las limitaciones


asiste integra, Si, iguisantes de azücar para todos
del republicanismo de Börne, asi como en su apasionada defensa tan pronto como revienten los frailes!
de la gran herencia burguesa (Goethe, Hegel, etc.) contra Ios estü- El Cielo se 10 dejamos
pidos ataques de Börne. No es, desde luego, casual que el joven a los gorriones y a los ångeles.
Marx tuviera la intenci6n de intervenir defendiendo püblicamente
a Heine en su polémica contra Börne. Ahora bien, en su critica del Sölo a raiz de la Revoluciön de Febrero adquieren las manifes-
movimiento obrero primitivo Heine carece de razön en Ia medida taciones de Heine en torno a este problema un acento mucho mås
en que no estå en condiciones de captar las tendencias internas de sombrio y desesperado. No debemos ignorar, sin embargo, que
dicho movimiento conducentes a superar este estadio evolutivo sÖlo cambia el color de la pintura, el tono s610 del canto, y no su
intermedio de una manera real, y no simplemente en el terreno contenido social. Contenido que es el mismo tanto en las antes
de la utopia. citadas estrofas, a la vez sombrias e irönicas, de su «Wanderratten»,
En esta doble faz de sus tendencias hunde sus rafces la tan como en el himno algo mås jovial ahora citado. Profundamente
famosa y comentada oscilaciön de Heine entre el entusiasmo por aislado del mundo exterior, encadenado al lecho y enfermo de gra-
el socialismo y la mås medrosa repugnancia ante la realidad de la vedad, Heine vive la frustraciön de la Revoluci6n de Febrero, Ia
revoluciön proletaria. La creciente marea revolucionaria de los afios derrota del proletariado en las luchas de Junio, el aherrojamiento
cuarenta Ileva a Heine al punto culminante de su aproximaci6n al de los movimientos revolucionarios en Alemania, Austria y Hun-
socialismo. Las cronicas de su «Lutetia», el libro contra Börne, gria, todo el periodo de reacciön, en fin, iniciado en 1848, y sus
el «Atta Troll» y «Deutschland, ein Wintermärchen» dan Ia cifra circunstancias eran tales que sÖlo de si mismo hubiera tenido que
editorial y literaria de este punto culminante. En el orden humano sacar las fuerzas necesarias para luchar contra la corriente de es-
esta evoluci6n culmina en la estrecha e intima amistad desarrollada tados de ånimo proclives a la desesperaciön. Estados de animo
entre Heine y Marx durante la estancia de ambos en Paris (1843) y que realmente se apoderaron de él. Sin conocimiento de las con-
los anos anteriores a la Revoluciön de 1848. En este periodo de cretas fuerzas internas del movimiento obrero y sin conocimiento
amistad con Marx Ileg6 incluso a momentos de una aproximaci6n de la concreta teoria revolucionaria sobre la necesidad de un nuevo
mucho mås concreta, en el orden poético e ideolögico, al propio impulso ascendente revolucionario, no estaba en situaciön de lu-
movimiento revolucionario (la «Canci6n de los tejedores»), y la char contra tales estados de ånimo. Su soledad, cuyos efectos pudi-
entrega al socialismo alcanza en Heine en este momento tonos mos sefialar ya durante el periodo del auge y de la lucha, influy6
de un incondicional entusiasmo de tipo materialista y sensorial: en aquel momento en él con redoblada potencia. Ahora bien, no
hay mås que comparar esta angustiada evoluci6n de Heine con
Una canciön nueva, una canciön mejor el masivo abandono, por Otra parte, de los socialistas y pseudo-
quiero componer para vosotros, amigos mios. socialistas de los ideales de la revoluciön a raiz de la derrota, para
Que aqui en este mundo queremos ver como Heine permaneciö (relativamente) fiel al gran ideal de
edificar ya el reino de los cielos. su Vida.
En la soledad de su lecho de enfermo, en la axfisiante atmos-
Queremos ser felices en este mundo fera de la reacciön bonapartista, Heine perdiÖ su fe en un nuevo
y ya no queremos seguir pasando hambre; incremento del nivel cultural a través del socialismo, asi como
que la barriga perezosa no disipe también en el posible paraiso terreno y sensual de una måxima
10 que consiguieron manos diligentes. evoluciön fisica y psiquica de la personalidad humana gracias al
socialismo. En el prÖlogo a la edici6n francesa de su «Lutetia»,
En este mundo hay pan suficiente pocos meses antes de sobrevenirle la muerte, expresaba con terror
para todos los humanos, y repugnancia su terrible visiön: ...«arrancarån (ellos, los cornu-
también rosas y mirtos, hermosura y placer. nistas, G. L.) mis ramas de laurel y en su lugar plantarån patatas...
Y no menos guisantes de azücar para todos. A las rosas, las ociosas desposadas de los ruisefiores, les alcanzarå
el mismo destino; los ruisefiores, esos inütiles cantores, serån per-
120 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 121
seguidos y cazados, y, ay, mi libro de canciones servirå al comer-
importa, por Otra parte, que en algunas conversaciones, llame Hei-
ciante de ultramarinos para hacer con él bolsas de papel en las
ne, enfermo de muerte, a los comunistas sus enemigos, porque
que guardar café o tabaco para las Viejas mujeres del futuro».
también en estas ocasiones habla una y Otra vez de la inevitabilidad
Ahora bien, a pesar de todas estas imågenes desagradables, el de Ia victoria del comunismo. Todas estas vacilaciones se desarro-
comunismo sigui6 ejerciendo siempre una sugesti6n irresistible llan dentro de un mismo marco. Heine es el ültimo gran poeta de
sobre Heine. Sugesti6n justificada aduciendo dos argumentos irre-
Ia burguesfa, en el que se dan cita todas las tendencias de una
batibles en opiniön de Heine: «Porque Ia primera de estas voces
determinada evoluciön social conducente al intento de elaborar
es la voz de la 16gica. El demonio es un lögico, dice Dante. Y hay un
una imagen del mundo unitaria y omniabarcadora, y en el que
terrible silogismo que me tiene realmente seducido, y si es cierto
asimismo permanece vivo el recuerdo de una burguesfa llamada
que no puedo rebatir ese axioma segün el cual todos Ios hombres
a ostentar la jefatura ideolögica del movimiento revolucionario de
tienen derecho de comer, por fuerza habré de someterme a sus
Ia sociedad. Tendencias que Ilevan indefectiblemente a Heine a
consecuencias... Hace ya mucho tiempo que esta Vieja sociedad
reconocer la necesaria victoria del comunismo en el futuro. A pesar
ha Sido juzgada y condenada. jQue se cumpla con ella la justicia! de su amargo contenido critico, no son 10 suficientemente fuertes
Que sea reducida a cenizas este Viejo mundo en el que la inocencia
como para arrancarle definitivamente de la clase burguesa, hacién-
muriÖ, triunf6 el egoismo, y el hombre fue condenado por el hom-
dole tomar rafces vivas y concretas en la nueva clase revoluciona-
bre a morir de hambre... Y bendito sea el comerciante de ultra-
ria, es decir, en el proletariado. Surge asi todo un dominio pro-
marinos que haga bolsas de papel con mis poemas, para meter en
picio a las vacilaciones, en el que Heine oscila, a tono con la
ellas café y tabaco para esas pobres, Viejas y buenas mujeres que
evoluciön del movimiento revolucionario, entre el optimismo mås
en este mundo actual Ileno de injusticia tienen que renunciar sin jubiloso y el desespero mås inconsolable.
duda a esas satisfacciones, ifiat justitia, pereat mundus!»
En el segundo argumento se revela con fuerza mayor acaso
y con mayor concreciön ese Viejo revolucionario que latia en Heine. 111
Simpatiza con los comunistas porque son enemigos de sus ene-
migos, es decir, de los nacionalistas cristianos alemanes. «Durante
La importancia de Heine en la gestaciön de la ideologia revo-
toda mi Vida me han repugnado y los he combatido, y ahora, en
lucionaria alemana ha Sido de todo punto ignorada en Alemania
que la espada se escapa ya de entre mis manos de moribundo, me
siento confortado por Ia convicciön de que el comunismo, al encon-
por Ios historiadores de la literatura. Y
dado que la importancia
de la disoluci6n del hegelianismo, la transformaciön revoluciona-
trarlos interponiéndose en su camino, les darå el golpe de gracia, y
ria de la dialéctica idealista de Hegel y el desarrollo de la dialéctica
no serå, por cierto, un porrazo, Sino, simplemente, una piedra de materialista por Marx han Sido ignorados o silenciados, toda esta
gigante, una pisada que los aplastarå como se aplasta a un sapo.»
importante y decisiva evoluci6n ideolÖgica permanece en la oscu-
Heine confiesa su simpatfa hacia el comunismo en cuanto repre-
ridad. No obstante, en su exposici6n historica del periodo de tran-
sentante de un pensamiento internacional opuesto al nacionalismo
sici6n, Engels ha fijado de la manera mås justa el lugar que a
reaccionario y estrechamente burgués.
Heine le corresponde en esta evoluci6n. Se ha referido a la para-
Esta confesiön tardfa es tan clara como elocuente. Nos hace
d6jica situaci6n creada en torno a Hegel, cuya filosoffa ha Sido
ver que en esta ültima posiciön de Heine frente al problema del
utilizada a veces por la reacci6n alemana en la elaboraci6n de su
socialismo operaban los mismos motivos y las mismas contradic-
visi6n del mundo, en tanto que el partido del progreso no vefa
ciones que en la época de su adhesi6n mås exaltada. Las nuevas
en él mås que a un mero reaccionario. «Pero, dice Engels, 10 que
circunstancias no hicieron sino imponerle un desplazamiento del
ni el gobierno ni los liberales vieron, ya fue visto en 1833 al menos
énfasis. Frente a esta båsica linea central poca importancia tiene
por un hombre, un hombre que se llamaba Heinrich Heine.»
el que Heine jugara ocasionalmente con determinados proyectos
El papel jugado por Hegel en la evoluciön de Heine apenas
reformistas; proyectos que no dejaban de ser tan abstractos y uto-
puede ser valorado con suficiente magnitud. A1 hacerlo no hay
picos como sus visiones mås radicales (por ejemplo, la «politica
que limitarse a los momentos en los que Hegel es expresamente
social» mosaica del afio jubiloso de sus Confesiones»). Tampoco
citado por Heine. La entera concepci6n de la historia de Heine
9 - RRALISTAS
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 123

(su visi6n de los griegos y del Cristianismo, la importancia hist& religioso es expresada con toda claridad: «AI manifestarle mi dis-
rica del Renacimiento, de Ia Reforma, de la Revoluci6n Francesa, gusto ante su lema: "Todo 10 que es, es racional", sonriö de una
de Napoleon, etc.), asi como toda su teoria del arte (contraposiciön manera muy particular y me dijo: "También podria decirse: Todo
entre 10 antiguo y 10 moderno, visi6n del Romanticismo, etc.), se 10 que es racional, deberia ser..." SÖlo algo mås tarde comprendi
deben a Hegel. El desconocimiento de todo esto por parte de la estos modos suyos de expresarse. También mås tarde pude Ilegar,
historia alemana de la literatura es debido, en buena parte, a la total pues, a comprender por qué en su Filosofia de la Historia habia
ignorancia que los historiadores de la literatura tienen en asuntos afirmado que el Cristianismo representa un progreso en la medida
de filosofia. A este respecto, las expresas indicaciones de Heine en que nos habla de un Dios que muere, en tanto que Ios dioses
por supuesto mås bien escasas — habrfan podido servir de orien- paganos nada sabian de una posible muerte. iA qué progreso no
taciÖn tanto en 10 referente a su deuda para con Hegel, como en equivaldrå entonces Ilegar a Ia inexistencia de Dios!» Heine inter-
10 tocante a ese intento suyo de superarlo contenido en su inter- preta, pues, la filosofia de Hegel en el sentido de un ateismo pan-
pretaciön del mismo. En este ültimo sentido, Heine es un avanzado teista emboscado, en el sentido, en fin, de un pleno atenimiento

precursor de los jövenes hegelianos radicales. Ya en su primer al mås acå. En virtud del nücleo religioso todavia conservado al

periodo parisino tiene una concepci6n tan amplia y madura de Ia cabo de esta radical transformaciön y apoyåndose asimismo en
filosofia hegeliana, y se sirve de ella de una manera tan radical el citado atenimiento hegeliano al mås acå, Heine Ilega a la con-

como s610 mås tarde Ilegarfa a hacerlo el ala izquierda extrema clusiÖn de que el verdadero Dios es el hombre. «Jamås he Sido un
de los j6venes hegelianos. Si bien, como es obvio, Heine no Ileg6 pensador abstracto», dice en sus «Confesiones», y «acepté la sinte-
jamås a una inversi6n materialista de la dialéctica idealista hege- sis de la doctrina hegeliana sin investigar mås profundamente en

liana. A pesar de su intima amistad con Marx en Paris, jamås Ileg6 ella porque sus conclusiones halagaban mi vanidad. Yo era joven

a comprender la importancia filos6fica de los escritos publicados y orgulloso, y mi presunciön gozaba al oir de labios de Hegel que
por aquél en los «Anales Francoalemanes», de los que él mismo el buen Dios no residia en el cielo, como crefa mi abuela, sino

era colaborador. De igual modo que en el terreno politico no Ileg6 que yo mismo era en este mundo el buen Dios».
a atravesar nunca la linea divisoria existente entre la democracia A1 desvelar Heine de esta manera el secreto interior de la filo-
revolucionaria burguesa y la proletaria, transmut6 Ios elementos soffa hegeliana, veia con toda claridad las consecuencias politicas
conservadores de Ia filosofia hegeliana en radicalismo social y re- e ide016gicas de dicha interpretaciön. A continuaciön del arriba
ligioso, para detenerse luego en el umbral de la culminaci6n de este citado diålogo con Hegel Ilega Heine a escribir 10 siguiente: «La
proceso transformador. Como es evidente, ambos movimientos no destrucci6n de la fe en el Cielo no tiene s610 una importancia moral,
son sino los reflejos ide016gicos de idéntica escisi6n social en el sino también politica: las masas dejan de sobrellevar con cris-
propio Heine. tiana paciencia su miseria terrenal y claman por ser felices en
El problema central de la transformaci6n de la filosofia hege- este mundo. El comunismo es una consecuencia natural de esta
liana radicaba en la superaci6n de su caråcter conservador y glo- nueva visiön del mundo, y estå extendiéndose por toda Alemania.
rificador de 10 establecido. Heine atac6 muchas veces este caråcter El que en su lucha contra 10 establecido tengan los proletarios
de la filosoffa hegeliana. Su orientaci6n determinante es, de todos como caudillos a los espiritus mås progresistas, a los fi16sofos de
modos, la general del joven hegelianismo radical, es decir, la con- la gran escuela, no deja de ser un fenömeno igualmente natural;

sideraci6n del caråcter conservador de la filosoffa hegeliana como de la doctrina pasan a la acci6n, meta ültima de todo pensamiento,
un «enmascaramiento» dictado por las circunstancias; considera- y formulan asi su programa». La fusiån de la filosofia hegeliana
ci6n unida a un reconocimiento del nücleo revolucionario implicito asi concebida con el saint-simonismo no podia ser sino un paso

en Hegel y por él desarrollado por la via de una doctrina esotérica. mås en la radicalizaciön de los puntos de vista de Heine. Como
(La «Posaune des Jüngsten Gerichts» de Bruno Baner, en cuyos ya vimos, le ofrecia la perspectiva de la revoluci6n proletaria
trabajos preparatorios intervino también el joven Marx, ejempli- como realizaci6n de elo racional» hegeliano. Le proveia, también,
fica el punto culminante de esta forma de reinterpretaci6n radical de Ias armas necesarias para combatir el ascetismo idealista de
de Hegel.) En una ocasi6n describe Heine una conversaci6n con los ültimos restos del jacobinismo y del movimiento obrero pri-
mitivo.
Hegel en la que esta tendencia hegeliana en el terreno politico y
124 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 125

La tendencia medular de esta sintesis hecha por Heine entre tiempo la presencia y el desarrollo de los ültimos restos religiosos
Hegel y Saint-Simon, es indudablemente antirreligiosa. Heine con- operantes en su panteismo. Heine es perfectamente consciente, de
sidera la historia universal entera como una lucha entre helenos todos modos, de que el panteismo no es sino un ateismo embos-
y nazarenos (entre los que incluye juntos a cristianos y judios), cado, en el que queda, sin embargo, en pie un ültimo e indestruc-
cifrando asimismo la historia toda, espiritual y polftica, de los tible nucleo religioso. A1 mås allå religioso Heine opone un mås
tiempos modernos en una lucha entre espiritualismo y sensua- acå terreno y revolucionario, siendo realizado este enfrentamiento,
lismo. Asi pues, a la manera idealista de los j6venes hegelianos, y no obstante, sobre la base de una exaltaciön religiosa de dicho mås
en este punto igual que el propio Ludwig Feuerbach, no ve en las acå. Del mismo modo que el materialista Ludwig Feuerbach, el
revoluciones, y en las grandes transformaciones hist6ricas sino mås notable superador de Hegel hasta la aparici6n de Marx, se vio
transformaciones de las visiones del mundo, de la filosoffa y de la obligado a envolver no pocas veces su propia visiön del mundo
religi6n. Se da, pues, perfecta cuenta de los elementos sensuales en la niebla de una «nueva religiån», Heine no pudo extirpar en
y materialistas contenidos en todos los movimientos revoluciona- absoluto los ültimos restos religiosos de su hegelianismo. (El que
el saint-simonismo fuera convertido en una nueva religiÖn eviden-
rios de Ias épocas pretéritas (la guerra de los campesinos, por
ejemplo), y se da cuenta también, de la superioridad espiritual y cia luminosamente la general necesariedad de esta tendencia.) Para
politica del Renacimiento sobre la Reforma. Movimientos que en Heine —fiel en esto una vez mås al modelo hegeliano el ma-

opini6n de Heine constituyen el comienzo de la destrucci6n de Ia terialismo filos6fico es la visi6n del mundo de la Revoluci6n Fran-
Edad Media. «Le6n X, el Médicis fastuoso, era un protestante tan cesa. De manera que cuando quiere dar forma al proceso de creci-
ferviente como Lutero, y del mismo modo que en Wittenberg se miento y desarrollo de la revoluciön proletaria por encima de Ia
protestaba en prosa latina, en Roma se protestaba por medio del revoluci6n burguesa, siente al mismo tiempo el comprensible im-
color y de la piedra. Los pintores italianos polemizaban contra pulso de superar Ias limitaciones implicitas en la visiön del mundo
el papado con mayor efectividad quizå que los te610gos sajones. La
del Viejo materialismo. Ahora bien, como no estå en condiciones de
carne esplendorosa de los cuadros del Tiziano, todo eso es protes- superar el materialismo mecanicista con los medios que hubiera
tantismo. Los muslos de su Venus son tesis acaso mås fundamen- podido proporcionarle el materialismo dialéctico, se ve obligado a
tales que las que peg6 el monje alemån en la puerta de la iglesia conferirle a la revoluci6n proletaria un halo a la vez religioso
e idealista. «EI gran lema de la revoluci6n enunciado por Saint-
de Wittenberg.»
A los Ojos de Heine, esta polémica contra el Cristianismo es el Just: le pain est le droit du peuple, es transformado asi por no-
supuesto båsico previo a la revoluci6n social. La revoluci6n social sotros: le pain est le droit divin de l'homme. No luchamos por
ofrece la realizaci6n, en este mundo, de 10 que la religi6n ha prome- los derechos humanos de los pueblos, sino por los derechos divinos
tido siempre para el otro. De ahi que Heine desarrolle asf este de los hombres. En esto y en algunas otras cosas es en 10 que nos
punto de vista: «La humanidad estå quizås abocada a una eterna diferenciamos de los hombres de la RevoluciÖn.» A esto sigue esa
miseria, los pueblos han Sido quizå condenados a ser pisoteados polémica suya contra el ascetismo jacobino que ya nos es conocida.
siempre por déspotas, a ser explotados por los compinches de éstos La debilidad filosåfica de la posiciön de Heine es fåcilmente
y a ser hostigados por los lacayos. Incluso en este caso deberfa perceptible. Sustituye la contraposici6n entre materialismo e idea-
buscarse la manera de sostener al Cristianismo, aun consideråndolo lismo, cuya oportunidad a efectos epistem016gicos reconoce formal-
falso... El destino t'lltimo del Cristianismo depende pues, de que mente, aunque no Ilegue nunca a captar clara y definidamente Ja
todavfa nos resulte necesario». La respuesta de Heine a este pro- antitética relaci6n existente entre el a priori y el a posteriori, por
blema no precisa de comentario. Y si a este respecto ve en el la contraposici6n entre sensualismo y espiritualismo. Apoyåndose
Cristianismo la idologfa propia y necesaria de una humanidad en esta visi6n suya del mundo de caråcter sensualista Heine intenta
esclavizada y en el atefsmo pantefsta, por el contrario, la visi6n superar tanto la impronta mecanicista del Viejo materialismo como
del mundo liberadora, resulta bien comprensible su amarga ironfa las tendencias idealistas y reaccionarias de la filosofia hegeliana,
contra Börne, al adherirse éste en Paris al «socialismo cristiano» de las que procura distanciar su propio pensamiento. Este in-
tento de aproximar entre si a Hegel y al materialismo no es, desde
de Lamennais.
El saint-simonismo de Heine, sin embargo, reforz6 al mismo luego, una particular tendencia filosöfica personal del Heine, sino
126 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 127

que pertenece por completo al general fermento ide016gico de su mente muy rumboso y que no cuida el cuerpo ni la bolsa, la verdad
es que son enormes. Para interpretar decentemente un papel se-
tiempo, fermento que acab6 por producir, como fruto maduro y
culminante, el materialismo dialéctico de Marx. A1 exponer la im- mejante, dos cosas al menos resultan indispensables: mucho dinero
portancia del progreso de las ciencias naturales y de la industria y mucha salud. Por desgracia un buen dia yo me vi privado de
para la filosofia, Engels dice 10 siguiente: «También Ios sistemas ambas —en febrero de 1848 —y, en consecuencia, mi divinidad

idealistas han ido Ilenåndose cada vez mås de un contenido mate- se qued6 muy paralizada». Heine Ilega, pues, a la necesidad de un
Dios personal a raiz del citado desmoronamiento material de su
rialista, intentando armonizar por la via del pantefsmo la contra-
posici6n existente entre espfritu y materia, de tal modo que el propia edivinidad». «No soy mås que un hombre pobre y que,
sistema hegeliano mismo en definitiva no ha acabado por repre- ademås, ya no estå completamente sano, Sino, por el contrario,
sentar sino un materialismo invertido e idealista en cuanto a su muy enfermo. En semejante situaci6n es un alivio para mi pensar
método y contenido». Situaci6n que todavia se agudiz6 mås durante que hay alguien en el Cielo a quien me es dado gimotear constante-
los afios de la decadencia y disoluciön del hegelianismo. Asi, por
mente la letanfa de mis sufrimientos, sobre todo pasada la media
ejemplo, dice Engels refiriéndose a este ültimo fen6meno: «La noche, una vez entregada Matilde ya al descanso, cosa de la que
tan necesitada estå. Alabado sea Dios porque en esas horas no estoy
parte mås considerable de los j6venes hegelianos se vio empujada
hacia el materialismo anglo-francés en virtud de las necesidades solo, y puedo rezar y suplicar todo 10 que quiera, sin necesidad de

pråcticas de su lucha contra la religi6n positiva. Y fue entonces avergonzarme, y puedo vaciar mi coraz6n ante el Todopoderoso
cuando entrö en conflicto con el sistema en que se habia formado». confiåndole cosas que incluso a nuestra propia esposa solemos
silenciar.»
En el caso de Heine, de todos modos, este conflicto no Ileg6 a
estallar nunca abiertamente; por 10 menos no antes de 1848. El Todavfa mås clara y cinicamente se expresa Heine en algunas
panteismo es para Heine un velo Ileno de poesia del que también conversaciones; asf, por ejemplo, conversando en una ocasiön con
se sirve para ocultar las contradicciones de su posici6n filos6fica. Adolf Stahr y Fanny Lewald: «Pero yo también tengo mi fe. No
Mientras las perspectivas revolucionarias se mantuvieron despier- vayan a pensar que carezco de religiön. El opio también es una
religi6n. Cuando vierto un poco de ese polvo gris en mis ardientes
tas en él y Ilenas de esperanza, y la alegria de vivir y el impulso
revolucionario fueron los dos motores que a un tiempo impulsaban y terriblemente dolorosas heridas y veo que el dolor desaparece
su Vida, consider6 al panteismo sensualista como la religiön irreli- enseguida, cc6mo no decir que se trata también de esa fuerza so-
giosa y atea de la era universal, como la visi6n del mundo, en segadora que en la religi6n se evidencia con la misma efectividad?
fin, que en sf misma concertaba 10 positivo del Viejo materialismo Entre el opio y la religiön existe un parentesco muy superior al
y 10 positivo del hegelianismo reinterpretado revolucionariamente, que se figuran la mayoria de los hombres... si no puedo soportar
superando, a un tiempo, las faltas y limitaciones de ambos. ya mis dolores, tomo morfina, y si no puedo liquidar a mis enemi-
En sus escritos posteriores a 1848 Heine Ilega incluso a anun- gos, se los cedo al buen Dios, aunque» —afiadi6 sonriendo al cabo

Ciar su «conversiön», su radical ruptura con el pasado. En el epilo- de una pequefia pausa— «de mis asuntos de dinero Sigo ocupån-
go a su «Romanzero» protesta de que se le hubiera Ilegado a impu- dome preferentemente yo mismo». Tenemos también el caso de una
tar un retorno a Dios a raiz de su enfermedad. También protesta conversaciön suya con Alfred Meissner, en la que dice que si pu-
diera caminar con la ayuda de unas muletas, iria a la iglesia. Ante
contra la acusaciön de un posible regreso suyo a alguna de las Igle-
el asombro de Meissner Ie dice: «iNo! iNo! iA la iglesia, desde
sias, bien la cristian•c. o Ia judfa. Respecto de la imagen global de
Heine no deja de ser sobremanera importante la exacta fijaciön luego! iA qué Otro sitio puede uno dirigirse yendo con muletas?
de aquello en 10 que realmente consistiö su «conversiön». A pe- Por supuesto que en el caso de que pudiera caminar sin ellas, me
sar de las afirmaciones de Heine seria poco justo ignorar por com- dedicarfa mås a gusto a pasear por los animados boulevares o a
entrar en el Bal Mabille». La seriedad de la «conversiön» de Heine
pleto la importancia de su enfermedad y de las restantes circuns-
tancias desfavorables de su Vida privada. A este respecto se expresa no es, como vemos, demasiado grande. Las plegarias que dedica a
Heine en sus «Confesiones», poco después de haberse referido a la su Dios recién encontrado tienen un contenido religioso mås bien
categoria divina del hombre hegeliano, en los siguientes términos: escaso:
«Pero los gastos de representaciön de un Dios que no es precisa-
128 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 129

iOh, Sefior! Creo que 10 mejor seria En Otra conversaci6n con Meissner procede a leerle, segün nos dice,
que me dejases en este mundo; poemas religiosos:
pero cura antes el dolor de mi cuerpo
y proporci6name también algo de dinero. Abandona las paråbolas sagradas,
abandona las hipötesis piadosas;
...Salud y algo de dinero procura respondernos sin rodeos
es 10 unico que te pido, iSefior! a las preguntas malditas.
Håzme vivir alegre otros muchos dias bellos
con mi esposa en pleno status quo. iPor qué se arrastra ensangrentado y miserable
el justo bajo el peso de la Cruz?
Tenemos también este otro poema, mås serio, acusador e Ir()- iPor qué, feliz como triunfador, cabalga
nico: el indigno sobre su gran caballo?
Por tu inconsecuencia, Sefior,
permiteme que me asombre: iQuién tiene Ia culpa? dAcaso
creaste alegre al poeta y le robas no es Nuestro Senor Todopoderoso?
ahora su buen humor. iO es él mismo quien comete tal abuso?
Eso seria, ay, infame.
El dolor acaba con la alegrfa de los sentidos
y me Ilena de melancolia, Por eso no paramos de preguntar,
si esta broma tan triste no acaba, hasta que alguien con un pufiado
terminaré por hacerme cat61ico. de tierra nos tapa Ja boca.
Pero, dacaso es eso una respuesta?
Te Ilenaré entonces los ofdos de lamentos,
como otros buenos cristianos A1 decirle Meissner acto seguido Ileno de asombro: qY a eso
iOh Miserere! iEstamos quedåndonos llama Vd. religioso? Yo 10 llamarfa mås bien ateo». Heine le con-
sin el mejor de los humoristas! testa sonriendo: «No, no, religioso, blasfemo-religioso». Y no cabe
duda de que a este respecto Heine sabfa mucho mejor 10 que querfa
Heine es pues, en todo momento, consciente de que la religi6n decir que su insignificante y poco agudo admirador.
no puede ser un elemento serio de su visi6n del mundo, sino un Es indiscutible que estos poemas de Heine no dejan de tener
calmante ünicamente de sus dolores, un opio para su creciente de- un nücleo religioso, aunque toda religi6n deberfa expresar su gra-
sespero. Pero de ello, es decir, de la imposibilidad de considerar titud por una religiosidad de este tipo. Heine se equivoca, de todos
seriamente al opio como piedra de toque de su visi6n del mundo, modos, tanto al infravalorar y estilizar a veces el caråcter religio-
cosa que, por Otra parte, jamås ocurri6 realmente en el caso de so de su «conversi6n», como al ponerla en agudo contraste respecto
Heine, no cabe deducir en absoluto que su desesperaci6n misma de su periodo anterior, aparentemente irreligioso, helenista y pan-
no fuera algo serio, profundo y sincero. Y no s610 su desespero teista. Ya en nuestro anålisis de este periodo desciframos los restos

ante su propio y amargo destino personal, Sino, como ya sabemos, religiosos ocultos bajo el panteista atenimiento de Heine al mås
también ante Ia suerte corrida por el mås intenso de los contenidos acå. Restos religiosos que alcanzaron toda su potencia después
de su vida: una determinada perspectiva de evoluci6n de la huma- de 1848, en los afios de la decadencia del movimiento revoluciona-
nidad. Hay una profunda y desesperada ironia en las palabras que rio, enfermo Heine, aislado e incapaz, por tanto, de vislumbrar los
dirige a Meissner: «iCreo de nuevo en un Dios personal! iA eso se posibles signos o indicios de un nuevo proceso ascendente. El de-
Ilega cuando estå uno enfermo, enfermo de muerte y destrozado! sespero de Heine, que alcanza tonos tan estremecedores en su
iNo me acuse Vd. por ello! Si el pueblo alemån acepta en su miseria ültima colecci6n de poemas, en el «Romanzero», no es, pues, el de-
al Rey de Prusia, ipor qué no he de aceptar yo a ese Dios personal?' sespero exclusivamente privado que puede despertar la frustaci6n
130 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 131

de un destino personal, o, por 10 menos, es algo mås que un simple


Con tristeza miro hacia arriba,
desespero individual. El motivo central de casi todos los romances y recojo el saludo de mil estrellas,
e historias del «Romanzero» es el dolor por el constante triunfo pero en lugar alguno puedo
que en esta realidad nuestra alcanza 10 malo sobre 10 bueno; es, contemplar la mia propia.
también, la desesperada büsqueda de una esperanza, de una pers-
pectiva luminosa, el desesperado aferrarse a toda posible ilusi6n, Acaso en el aüreo laberinto
y, en ültima instancia, la valiente, razonable e ironica destrucciön del cielo seha perdido,
de todas las ilusiones edificadas por el propio poeta y nunca crefdas como yo mismo me he perdido
del todo. La absoluta falta de sentido del mundo incita al desespe- en el terrenal tumulto.
rado Heine a buscarse el juguete de un Dios personal para su propio
uso personal, sin que el propio Heine, que nunca pierde su inteli- A este Heine, al igual que al romåntico de sus anos mozos, la
gencia, deje de ser consciente, por Otra parte, de que se trata s610 hermosura de la naturaleza no puede consolarle, ni tampoco aliviar-
Ie o por 10 menos ayudarle a olvidar su dolor y sus canciones. (Este
de eso: un juguete. Juguete al que no tiene otro remdio que acudir
en las horas de desesperaciön, no para buscar un consuelo en ese fue siempre para él, por Otra parte, un consuelo muy problemåtico,
juego. Una vez derrotada la revoluciön, el mundo no tiene sentido destinado a ser destruido por la ironia.) A1 contrario. Cuanto mås
para Heine. Canta asi la derrota de la revoluci6n hüngara del hermosamente brilla el sol, tanto mås irritante es el consuelo entre
afio 1849, la ültima lucha armada de toda esta oleada revolucio- la insensible belleza de la naturaleza y la incurable oscuridad que

naria : aqueja al poeta.

Cuando oigo el nombre de Hungrfa, Abril florece. En el verde bosque


eljub6n alemån se me queda estrecho; suena el alegre canto de Ios påjaros,
siento el rugido del mar y parece y muchachas y flores sonrien virginales.
como si recibiera el saludo de las trompetas. Oh hermoso mundo, iqué detestable eres!

De nuevo palpita en mi ånimo Este Dios por él inventado no es sino un opio en ocasiones
la Vieja leyenda hei6ica, hace ya mucho tiempo eficaz contra los sufrimientos espirituales del desesperado y mo-
olvidada, la canciön salvaje y férrea de los campeones, ribundo Heine.
la canciön de la decadencia de los Nibelungos. A pesar de todo, a pesar de la relaciön interna existente en la
cuestiön religiosa entre el primer periodo de Heine y el ültimo, su
..Su destino es el mismo, «conversi6n» no deja de implicar una crisis, una tipica tragedia: la
con libertad igual y con igual orgullo se despliegan las banderas, tragedia del ateo burgués. En el destino de Heine percibimos, pre-
de acuerdo con el uso antiguo, el héroe cisamente, como un ateismo consecuente, que no se sitüa frente
ha de caer bajo Ias fuerzas toscas y groseras. a los grandes problemas de la humanidad, frente al problema, en
fin, de la evoluciön de Ia sociedad, de una manera tan vulgar y

Lo malo vence sobre 10 bueno, la reacciön sobre la revoluci6n. ramplonamente autosatisfecha, e incluso muchas veces apologética
Las tropas revolucionarias son destruidas, los mejores revoluciona- como el «vulgarizador mercachifle» de Ia Alemania de los afios cin-
rios estån muertos o se han dado a la fuga, muchos de los viejos cuenta y sesenta, no puede menos de estar necesariamente vin-
luchadores han traicionado a la Revoluci6n. Los poemas tardios de culado al destino de la liberaci6n revolucionaria de la humanidad.
Heine se ocupan amargamente del comportamiento de Dingelsted, No es ninguna casualidad que las figuras mås fuertes y luminosas
Herwegh y otros. En sitio alguno ve Heine un rayo de luz, en sitio del ateismo burgués, de Vanini a Diderot, hayan ejercido su influen-
alguno seres humanos a los que pudiera pertenecer, en sitio alguno cia en el periodo comprendido entre el Renacimiento y Ia gran Re-
un pais en el que poder vivir. En el poema «Ahora, ia d6nde?» des- voluciön Francesa. Aunque sus esperanzas en una renovaci6n de la
filan todos Ios paises, v en ninguno puede encontrar una patria.
Humanidad también estaban Ilenas de ilusiones, dichas ilusiones
132 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigio XIX 133

no podfan ser denunciadas entonces como tales en el proceso de rente al que Heine podia prever y anunciar, debido, precisamente,
evoluci6n, Sino que eran, por el contrario, vehiculos tan necesarios a esa evoluciön cuya trågica influencia sobre la visiån
como fructiferos de la evoluciön progresista de la humanidad. Los del mundo de Heine venimos analizando.
pensadores consecuentes y honrados del siglo xxx, por el contrario, La concepci6n historico-literaria båsica de Heine parte del «fin
ya no pueden vivir con estas ilusiones de una renovaciön de la del periodo artistico». «Mi Vieja profecia en torno al fin del periodo
Humanidad. La perspectiva real de una auténtica liberaciön de artistico, periodo que se inicia en la cuna de Goethe y que finaliza-
Ia Humanidad pasa a primer plano con la apariciön del proletariado rå en su tumba, parece estar pr6xima a cumplirse. El arte actual
revolucionario. Ya vimos la necesaria vinculaciön existente entre el debe desaparecer, porque su principio båsico todavfa hunde sus
ateismo de Heine y su adhesiön a la causa de la revoluciön proleta- raices en el Viejo régimen ya enterrado, en el pasado del Sacro Im-
ria. La falta de claridad de sus puntos de vista a este respecto hizo perio Romano. De ahi que, al igual que todos los restos marchitos
que un halo de niebla religioso envolviera su exclusivo atenimiento de ese pasado, se encuentre en insoportable contradicciön con el
ateo al mås acå. La pérdida de una auténtica perspectiva motivö presente. Esta contradicciön y no el transcurso del tiempo es Jo
la crisis de este ateismo suyo. Y se tratÖ, en efecto, de una crisis, que tanto perjudica al arte; el paso del tiempo, por el contrario,
aün cuando la fe aparentemente surgida no tuviera valor alguno, deberfa serle incluso favorable, como 10 fue antes en Atenas y
aün cuando subjetivamente no implicara, en fin, un auténtico re- Florencia...» Heine prosigue su exposici6n aludiendo a la vincu-
greso a la religi6n. laciån del arte con las grandes luchas entre partidos, asi como
El ültimo Heine se convierte asi en un predecesor ide016gico de con la politica del momento, vinculaci6n que estå en la base del es-
Ios desesperados ateos «trågicos» de la segunda mitad del siglo XTX. plendor artfstico de los tiempos pretéritos. A1 analizar las posibles
Seres que viven en un mundo que ha perdido todo sentido para perspectivas de una nueva evoluci6n artistica en Alemania, dice 10
ellos y que son 10 suficientemente sinceros como para renunciar a siguiente: «Entre tanto, la nueva era engendrarå también un arte
las Viejas religiones como quien renuncia a un objeto Viejo e inser- nuevo, perfectamente acorde con ella, y que no tendrå que pedir
vible. El ateismo tampoco puede proveerles, sin embargo, de apoyo prestados sus simbolos a un pasado ya muerto, y tendrå incluso que
ni de ayuda alguna a nivel de visiön del mundo. La crisis del Niels producir una técnica nueva, distinta a la precedente. Hasta enton-
Lyhne de Jacobsen junto al lecho de muerte de su hijo, o las su- ces, valga la subjetividad autoembriagada con sonidos y colores,
plicas de Heine a un Dios en el que no cree, o la fidelidad de este el individualismo mås desenfrenado, y la personalidad liberada de
ültimo al atefsmo en su lecho de muerte, cosas son, en fin, que en toda vinculaciön a 10 divino y Ilena de alegrfa de vivir, cosas todas
modo alguno equivalen a una salida de la desesperada situaci6n mejores que esa muerta esencia aparente del arte viejo».
de su postura vital. De ahi que en todos estos dubitativos y deses- Para Heine, pues, el periodo estilfstico y literario representado
perados ateismos se conserve, consciente o inconscientemente, un por él mismo no es sino un periodo de transici6n. De igual modo
ültimo elemento religioso. «EI reflejo religioso del mundo real s610 que en el pasado valora al måximo a los grandes creadores épicos
desaparecerå cuando las condiciones de la Vida pråctica de los seres y dramåticos, a Cervantes y a Shakespeare, y en la esencialidad
humanos impliquen unas relaciones continuas y luminosamente ra- Ifrica de Goethe vislumbra una prosecuci6n de la evoluci6n alema-
zonables de éstos entre si y entre éstos y la naturaleza.» (Marx.) na, no sin ser capaz de ver también la grandeza de la objetividad
de Goethe, (10 califica de «espejo de la naturaleza» y «Spinoza de
la poesfa»), considera su propio subjetivismo como una necesaria
transici6n hacia un arte nuevo. Es evidente que esta intuici6n de
un arte nuevo estå estrechamente relacionada en Heine con su ex-
En sus «Confesiones» Heine se llama a sf mismo el ültimo poeta pectativa socio-politica de un nuevo periodo de la evoluci6n de la
romåntico de Alemania. «Conmigo se cierra la Vieja escuela Ifrica humanidad.
alemana, y a la vez comienza la nueva, la lirica moderna alemana.» De esta posici6n de Heine se deduce necesariamente que su ac-
Esta determinaciön de su propia posiciön historico-literaria como tividad literaria ha de centrarse en la lucha contra la literatura del
caso limite de enlace entre dos periodos es correcta, si bien la periodo anterior, contrael clasicismo alemån y, sobre todo, contra
moderna poesfa alemana ha seguido un camino por completo dife- el Romanticismo. Desde un punto de vista abstracto, esta lucha
134 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 135

no le confiere lugar especial alguno en la evoluciön de la literatura Romanticismo intenta perpetuar la situaciÖn miserable, servil y
escindida de Alemania. Su veneraciön por la historia alemana no
alemana. Porque toda la critica literaria alemana progresista estå
es sino la veneraciön de la miseria historica de la evoluciön de Ale-
empefiada, desde Ios anos veinte, en un esfuerzo por superar el
«periodo artistico», dando un golpe mortal, sobre todo, a un mo- mania. Glorifica la Edad Media, el catolicismo y mås tarde, incluso
el Oriente, con el fin de crear un modelo ideolögico-poético para la
vimiento romåntico cada vez mås reaccionario (Börne, Menzel, Ru-
conservaciÖn de Ias miserables circunstancias alemanas.
ge, etc.). La especial posiciån de Heine se justifica, de un lado, por
su concepciön del periodo clåsico mucho mås rica en amplitud,
En esta critica del caråcter reaccionario del Romanticismo ale-
profundidad y penetraciön historica que la de los criticos citados,
mån, Heine procede de acuerdo con la mayoria de los criticos
progresistas. Pero en su critica los supera en un doble sentido. En
y, de otro, por su mucho mås exacta valoraciön critica de las pc»
sibilidades actuales de la nueva poesia. Y con una critica, por cierto,
primer lugar Heine es el primero y durante mucho tiempo el ünico
critico alemån consciente del caråcter burgués del movimiento ro-
mucho mås radical, una critica enunciada desde la izquierda. Por-
que los criticos liberales adoptaban también una posiciön critica måntico, que descubre y desenmascara los rasgos liberal-reaccio-
respecto de la nueva literatura, acusåndola, en lineas generales, de narios de aquellos romånticos tardios, que politicamente pertene-
cen al ala liberal de la burguesfa. Esta critica tan penetrante, que
ser demasiado «disolvente», es decir, no suficientemente «positiva»
se concentra fundamentalmente en Ia lucha contra Uhland y la
(es el caso de Friedrich Theodor Vischer, y también de casi todos
los criticos de la «Joven Alemania» a partir de los anos cuarenta). «escuela poética de Suabia», que en ocasiones Ilega incluso a prever
la futura traici6n de Ios liberales a la revoluciÖn burguesa, ha Sido
Heine critica, por el contrario, la literatura progresista alemana
acusåndola de ser demasiado abstracta, demasiado ilusa y no sufi- por completo incomprendida en Alemania durante largo tiempo.
cientemente concreta en su menester critico. De todos modos, en la elaboraciön critica del caråcter burgués del
La critica de Heine al Romanticismo, nücleo de su actividad en Romanticismo, Heine no se detiene en la critica de la producciön
este orden, no puede ser separada de su critica politica a Ia evolu- poética de la burguesfa y de la pequefia burguesia liberales. En su
ciÖn de Alemania. En la lucha por la unidad nacional Heine ve, con lucha a la vez critica y poética contra la reacciÖn desatada durante
el reinado de Federico Guillermo I V, Heine concentra sus golpes
toda la razön, el problema central de la revoluciön burguesa que a
satiricos contra el romåntico Rey de Prusia haciendo ver que el
la sazån venia geståndose en Alemania. Se da cuenta al mismo tiem-
po de que en la Edad Moderna esta cuestiÖn es puesta por vez coqueteo de éste con la Edad Media no es Otra cosa que una mise-
primera en el orden del dia con una magnitud considerable gracias rable parodia burguesa y reaccionaria de la Edad Media. En
a las llamadas «guerras de liberaciön». El movimiento literario ro- «Deutschland, ein Wintermärchen», Heine invita ironicamente al
måntico, y, sobre todo, aquellas corrientes del Romanticismo pre- emperador Barbarroja, el legendario y romåntico santo nacional
dominantes en la ideologia reaccionaria del periodo anterior a 1848, de la unidad alemana, al restablecimiento real de la mås auténtica
y que en los afios cuarenta experimentaron un renacimiento espe- Edad Media, ya que:
cial, hunden sus raices en las «guerras de liberaci6n». De ahi que
Heine concentre su ironia critica en el desenmascaramiento y me- La Edad Media, con todo,
la verdadera, tal y como realmente fue,
nosprecio de la ideologia operante en dichas guerras. Ante todo
lucha contra el servilismo alemån evidenciado en todo este asunto. aün podria soportarla, pero libranos
al menos de aquel ser hibrido,
Cuando Napoleon fue derrotado en Rusia, dice Heine, «los alemanes
recibimos la orden excelsa de liberarnos del yugo extranjero, y
nos inflamos poseidos de una una c61era viril por Ia servidumbre de aquellos caballeros con polainas,
soportada durante tanto tiempo, entusiasmåndonos con las buenas que una repugnante mezcla es
melodfas y con los malos versos de las canciones de Körner, y lu- de g6tico espejismo y de moderno engafio,
chamos hasta conseguir la libertad, porque hacemos todo 10 que que no es ni carne ni pescado.
nos ordenan nuestros principes». De ese servilismo nace Ia limitada
Expulsa a toda esa gentuza de comediantes
estrechez nacionalista, el caråcter politico y socialmente
nario del Romanticismo, de la ideologfa entonces dominante. El
y ordenael cierre de los teatros
136 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 137

donde se parodian los tiempos pasados, catålica alguna de los sentimientos, sino que, antes bien ansfan,
ven pronto. iOh, emperador! por destruirlos con inexorable furia jacobina, por
el contrario,
amor a la verdad». La ironica destrucciön de toda falsa armonfa,
Heine ve, en segundo lugar, mucho mås claramente que sus res- la exaltaciön cfnica e ironica del desgarramiento del presente no
tantes contemporåneos alemanes, la relaci6n interna existente entre son, pues, para Heine, sino un aspecto mås de su lucha jacobina
el Romanticismo y el movimiento literario moderno (también a por destruir los ültimos restos de Ia Edad Media; una lucha enca-
este respecto es muy notable la influencia de la concepci6n hege- minada, al mismo tiempo, a destruir todas esas falsas ideologfas
liana de la historia sobre Heine). Pertenece, por ejemplo, al escaso de la burguesia que utilizando elementos ide016gicos de cufio feudal
nümero de los que han comprendido la importancia doctrinal y y capitalista elaboran un mundo de falsa armonfa. El joven Engels
metod016gica de la filosofia natural alemana. Es consciente, asimis- caracteriza asi con toda exactitud el estilo de la ironia de Heine:
mo, de que el retorno impulsado por el Romanticismo a 10 popular, «Las ensofiaciones del burgués son Ilevadas por Heine a su mås
a pesar de todas las tendencias reaccionarias implicitas en este alta expresiön, para luego dejarlas caer de bruces intencionada-
proceso, no ha dejado de significar un movimiento de ineludible mente en la realidad misma». De ahi, sigue Engels, la irritaci6n del
importancia para la moderna evoluci6n literaria y cultural de la burgués al leer a Heine, irritaciån que leyendo a otros autores, de
Alemania. En el Romanticismo se evidencian en un principio de- ironia mucho mås lüdica, desaparece y deja paso a la satisfacci6n
terminadas tendencias confusas, incomprendidas por los propios y al fortalecimiento de sus ilusiones. Heine es, por cierto, plena-
romånticos, que s610 a 10 largo de su evoluci6n ulterior Ilegan a mente consciente de este caråcter apologético de la ironfa me-
convertirse en ideologfas abierta y decididamente reaccionarias. ramente formal y equivalente en el terreno del arte al juego, por
«De hecho, nuestros primeros romånticos actuaban guiados por un 10 que dirige siempre mås violentos ataques satiricos contra ella.
instinto panteista que ellos mismos eran incapaces de comprender. Asi pues, la ironia de Heine va mucho mås allå de la general
Ese sentimiento suyo que ellos interpretaban como nostalgia de la praxis romåntica. Pero romånticas son, sin embargo, sus fuentes.
Madre Iglesia Catölica, procedia de una fuente mås profunda de El joven Friedrich Schlegel y tras él, Solger. sobre todo, concibie-
10 que les era dado suponer... todo era en ellos una inclinaci6n ron la ironia de una manera profundamente filosöfica como la auto-
invencible, sübita, pero apenas comprendida, hacia el pantefsmo disoluci6n de los ideales. La contradicci6n, dice Solger, que se
de los antiguos germanos...» manifiesta en la ironfa, no es sÖlo la decadencia de un determinado
Heine recurre por ültimo al concepto filos6fico-literario båsico factor, no es s610 la transitoriedad de 10 terreno, sino «la nulidad
de los primeros romånticos alemanes, a la ironfa romåntica. Puri- de la idea misma, que al ser corporeizada qued6 sometida a un
fica el concepto de ironia, y con él, asimismo, a su posible utiliza- tiempo al comün destino de todo 10 perecedero». Este concepto
ci6n, de los elementos lüdicos meramente artfsticos que la ironfa de ironfa tiene una gran importancia historica para todo el periodo
habfa ido cobrando entre los propios romånticos, Tieck, sobre todo, literario comprendido entre la Revoluci6n Francesa y 1848, sobre
situando este concepto en el centro mismo del dominio crftico y todo en Alemania. Las ilusiones her6icas con las que la clase bur-
artistico de la realidad moderna. La ironfa se convierte en manos guesa Ilev6 a cabo en todo este tiempo sus revoluciones, son de-
de Heine en un instrumento destinado a destruir las ilusiones bur- senmascaradas por la realidad como eso mismo: ilusiones. Pero
guesas de una pretendida armonia de la realidad. En el pr610go a la burguesfa alemana que se estå preparando para Ilevar a cabo
la segunda edici6n de sus «Reisebilder», escrito ya en Paris, desta- su propia revoluci6n, necesita también de unas ilusiones her6icas
ca con toda claridad el contraste existente entre él mismo y el si realmente quiere realizar la revoluci6n burguesa en calidad de
romanticismo tardio representado por Uhland: «Evidentemente, dirigente del general progreso social. Como se sabe, el atraso de la
todos los tonos santurrones y caballerescos, esos ecos de la Edad evoluci6n del capitalismo alemån impidi6 el triunfo de dicha re-
Media que hace poco atln resonaban en todas partes durante el voluciån burguesa. Esta situaciön de Alemania, que comenzaba por
periodo de la miopia patri6tica, se dispersan ahora en el barullo ensombrecer los primeros pasos ideolögicos hacia la revoluci6n, a
de las mås recientes guerras de liberaciön, en el ruido de una her- pesar de que los elementos progresistas de la clase burguesa, Ile-
mandad general de los pueblos europeos y en el agudo jübilo dol()- vados de una auténtica necesidad historica, no dejaban de armarse
roso de esas canciones modernas que no quieren fingir armonfa ideolågicamente para un posible 1789 alemån, oblig6 a una ininte-
10 - REALISTAS
138 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 139

rrumpida apariciön de ilusiones acompafiada de una no menos inin- De Ia exposiciön anterior se desprenden los motivos por 10 que
terrumpida destrucciön de Ias mismas. Heine no pudo Ilegar a una concepciön marxista de Ia superaci6n
Con su concepciön del desarrollo histörico, Hegel creia superar de Ia ironfa romåntica. De la situaciön alemana se desprende, sin
la ironia de Solger, cuya justificaciön como momento del proceso embargo, con igual claridad que su retorno a la ironfa romåntica y
evolutivo reconocia por completo. Pero a los afios treinta y cua- su renovaciön y profundizaciön critica y poética de ella, no fueron
renta la soluciön de Hegel no podia satisfacer ya a la inteligencia precisamente una caida respecto del nivel hegeliano, Sino, por el
progresista. Porque ese elemento positivo de la filosofia que en contrario, un paso revolucionario en el camino de la superaciön de
Hegel supera la «negatividad» de la ironia de Solger, descansa sobre Hegel. El periodo de transici6n de la subjetividad extrema, cuyo
el supuesto båsico de que el periodo de Ia revoluci6n burguesa estå esencial medio poético de expresiån es en Heine, precisamente,
ya clausurado. La inteligencia progresista de Alemania, que se es- Ia ironfa, fue el estadio filosöficc»poético mås alto que Heine pudo
taba preparando para la Revoluciön, no podia darse en absoluto por Ilegar a alcanzar. Fue el estadio mås alto conseguido por poeta
satisfecha con esta idea hegeliana. El retorno de Heine a las mås alemån alguno en este periodo. Fue la ültima forma de sintesis
profundas fuentes de la ironia romåntica no equivale, pues, a un re- burguesa, y, a la vez, globalmente social y abarcadora de todas las
curso desfasado, sino a la revitalizaciån de una tendencia de su pre- contradicciones de la evoluci6n, historicamente posible en Alema-
sente nacida de las mås profundas condiciones de la especial situa- nia. El hecho de que tuviera que darse de esta forma tan parad6-
ciÖn de las luchas de clase de Alemania. Heine ya se adhiere a esta jica e ironica-subjetivista, no es sino Ia consecuencia de Ia irre-
forma mås profunda de ironia romåntica relativamente pronto. En gular evoluciån y de la particular situaci6n de Alemania en el con-
una critica de las comedias romånticas de Ludwig Roberts nos texto general del proceso evolutivo del capitalismo internacional.
ofrece —en una carta— la mås clara formulaciön de sus puntos Asf pues, precisamente por ese irÖnico subjetivismo suyo que sus
de vista. Censura en esta comedia la falta de «esa grandiosa intui- criticos reaccionarios combaten como «no alemån», Heine es et
ciÖn del mundo que es trågica siempre», es decir, le censura el no poeta mås alemån del siglo XIX. Sus problemas estilisticos son
ser una tragedia. Esta «inaudita pretensiön de que una comedia el reflejo mås exacto y artisticamente mås valioso de la gran crisis
sea una tragedia», no es establecida por Heine, naturalmente, para la acontecida en la evoluciön alemana antes y después de 1848. La
comedia comün de tipo francés, sino expresamente sÖlo para la co- calificaci6n de Heine como eno alemån» entra dentro de Ia manera
media romåntica. Elogia Otra comedia romåntica —descono- de manifestarse en el terreno historico-literario de esas tendencias
cida por nosotros— del mismo autor, «Pavian», y escribe sobre reaccionarias que fueron a culminar en el fascismo, y que se pro-
ella: «Por mucho que a primera vista podamos reirnos sobre el ponian borrar de Ia historia alemana todo elemento revolucionario
cinocéfalo, que se queja amargamente de la opresi6n y explotaci6n con el preciso fin de exaltar asi sus aspectos mås miserables.
a que le someten unos seres privilegiados, un examen mås detenido La superaci6n de las contradicciones no es un problema estric-
nos sobrecoge intensamente al desvelar ante nosotros la espantosa tamente mental, como creia Hegel. «EI desarrollo de la mercancfa
verdad de que esta queja estå, en realidad, justificada. Y esto es la no suprime estas contradicciones, aunque crea la forma en la que
ironia, en la medida en que resulta siempre ser el elemento princi- pueden moverse. Este es precisamente el método de dis01uci6n de
pal de la tragedia. Lo mås terrible, monstruoso y deprimente, si las contradicciones existentes en la realidad.» (Marx.) Esta forma
no se quiere caer en 10 antipoético, ha de ser siempre representado de disoluci6n de las contradicciones reales ha de determinar tam-
envuelto en los abigarrados colores de 10 ridiculo...» bién las formas especfficas de su reflejo poético. Heine serå, con
Como es natural, el marxismo supera desde un principio esta Balzac, el ültimo gran escritor de talla universal que posea la bur-
autoproducci6n y esta autodestrucciön tragicomicas de las ilusiones guesfa de Europa occidental, porque, al igual que aquél, ha encon-
de una manera por completo distinta a la de la filosoffa hegeliana. trado una forma adecuada para el libre movimiento de las contra-
En el marxismo, el concepto de revoluci6n contiene como elemento dicciones. La Vieja forma apologética de la literatura burguesa
precisamente determinante la disoluci6n critica de Ias ilusiones termin6 por petrificar las contradicciones en una armonfa tan in-
heröicas de los periodos revolucionarios pretéritos, y su substi- ventada como ilusoria. A la literatura burguesa tardfa, es decir,
tuci6n por el heroismo sobriamente pråctico de los hechos y de las a la posterior a 1848, ya no le es tan fåcil pasar por alto la insolu-
tendencias correctamente estudiadas de la evoluci6n econ6mica. bilidad de las contradicciones con tanta facilidad como a la antigua
140 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 141

por 10 tanto, una nueva forma, en la que las con-


apologética. Crea,
ratura burguesa de la Europa occidental durante el siglo xxx. Am-
tradicciones quedan petrificadas como tales contradicciones, del
bos son los ültimos grandes escritores burgueses a quienes les fue
mismo modo que en la forma antigua quedaban petrificadas como dado configurar ampliamente las contradicciones en movimiento;
armonia.
en la obra de ambos resulta perceptible 10 mejor de la superada
Heine estå situado en el centro mismo de esta evoluciön, en su
herencia romåntica; en ambos es incompleta, por Otra parte, la
punto critico. Combate cualquier armonia ilusoria. Destruye a tra-
superaciön del Romanticismo. Porque la imposibilidad de superar
vés de su poesia cualquier posible unidad engafiosa de este tipo.
plenamente la ideologfa romåntica en suelo burgués es un proble-
Busca la belleza en el movimiento de las contradicciones, busca la
ma idéntico al ya analizado por nosotros del elemento «trågico»
belleza de la era burguesa de transiciÖn anterior a la Revoluci6n,
del ateismo burgués. Heine y Balzac, que personal y artisticamente
busca la belleza del dolor, de la tristeza, de la esperanza, de las ilu-
sintieron una gran admiraciön mutua, forman, como es ouvio, desde
siones que necesariamente han de surgir y ser destruidas. De ahi
el punto de vista estilfstico, uno de los mayores contrastes imagina-
que Friedrich Hebbel, el importante dramaturgo alemån contem- bles. Balzac configura el movimiento mismo de las contradicciones
poråneo de Heine, caracterice de la manera siguiente la producci6n en la propia realidad. Nos ofrece una imagen de los movimientos
artistica de éste, con tanta belleza como exactitud: «Heine supo
reales de las reales contradicciones de la sociedad. La forma de
dar en el dominio de la lirica con una forma de la que, coincidiendo
Heine es de una subjetividad extrema, es, en fin, la reducciön de Ia
agudamente en ella los tonos mås desesperados y la expresiön de
configuraci6n poética de la realidad a la conjunciön viva y contra-
un mundo conmovido, acababa por desprenderse una musica en- dictoria del reflejo de la realidad en la cabeza del poeta.
cantadora; su conjunto de canciones hace pensar en aquel fabuloso
No es ninguna casualidad que, a excepci6n de sus dos frustrados
toro de bronce de Falaris que, segün reza la leyenda estaba dis-
dramas juveniles, Heine fuera incapaz de completar ninguna obra
puesto de tal manera que los gritos de desesperaci6n del esclavo
épica o dramåtica. Cosa que de ningün modo se debe a limitaciön
condenado a morir en sus entrafias de fuego, se convertfan en una alguna de su fuerza creadora. El fragmento «Der Rabbi von Bacha-
aduladora armonfa capaz de hacer gozar al rey; gozo doblemente rach», asi como algunos episodios de sus «Reisebilder» (en especial
posible en este caso, en el que la victima y el verdugo coinciden en
«Die Bäder von Lucca») evidencian, por el contrario, que Heine
la misma persona». Este movimiento vivo de las contradicciones es
era plenamente capaz de crear figuras vivas. El hecho de que
10 que distingue Ia Ifrica de Heine de la lirica burguesa tardfa, a
segün iba ganando en madurez eligiera cada vez mås consciente-
cuyo umbral se acerca, sobre todo en su ültimo periodo. Dicho
mente una forma lirico-irönica tanto en la poesfa como en la prosa,
movimiento surge de la perspectiva que Heine tiene de la revo- y que renunciara de manera resuelta al realismo épico y dramå-
luciön como posible liberaciön de la humanidad de los sufrimientos
tico clåsico, a pesar de su profunda admiraciön y comprensiön ha-
del presente. Y aunque esta perspectiva concreta qued6 disuelta
cia sus grandes representantes, tiene unas razones socio-histöricas
casi en la nada en el ültimo periodo de Heine, como ya hemos
mås profundas. Heine busca un tipo de poesia en el que las mås
visto, aim queda viva como elemento negativo, como factor de
profundas contradicciones de su tiempo sean configuradas al nivel
ruptura de la tranquilidad e incitaci6n de una indignaci6n social
mås alto posible del pensamiento de la época. La configuraciön de
concreta, sin permitir la rigidificaci6n de las contradicciones en un
tipo realista de los procesos reales de la Vida social permite en
pesimismo apologético ni en una vacfa declaraci6n contra el «eter-
Francia e Inglaterra -— a un Balzac o bien, a nivel inferior, a un
no e inmutable destino humano». Pero no existe duda alguna de
Dickens— una configuraciön realista inmediata de las contradic-
que el ültimo Heine se encuentra a las puertas de esta evoluciön. ciones existentes en la realidad. El «anacronismo» de las circuns-
Esta coincidencia es 10 que convierte a Nietzsche, por ejemplo, en
tancias alemanas, a cuya caracterizaciÖn y critica por parte del
un admirador tan decidido de Heine, al que celebra como el ültimo
joven Marx ya aludimos anteriormente, imposibilita en este perio-
poeta alemån de talla europea. Desde el punto de vista de Nietzsche do la formaci6n de un gran realismo alemån. Los realistas alema-
no es del todo casual, a pesar de 10 equfvoco, que el enjuiciar el nes de este periodo no pueden ir en modo alguno en su representa-
ültimo Heine 10 equipare necesariamente a Baudelaire.
ciön mås allå de Ia mezquindad y miseria del desarrollo social de
Nuestra anterior equiparaci6n de Heine con Balzac se refiere
su pueblo, (por ejemplo, Immermann). Si Heine se hubiera pro-
ünicamente al lugar que ambos ocupan en la evoluci6n de la lite- puesto en su obra la elaboraciön de una critica de la situaciön
142 Georg Lukåcs Realistas alemanes det siglo XIX 143

alemana al nivel internacional de su tiempo, es decir, de forma de miras y romåntico de los destruidos idilios de la Alemania pre-
auténticamente contemporånea y no germano-anacr6nica, no habria capitalista, ni un trivial apologeta de la triunfante «magnificencia»
podido encontrar en suelo alemån una acci6n que, configurando de del capitalismo. No es ni un Mörike ni un Freytag, sino un gran
manera realista las circunstancias alemanas, hubiera dotado de sen- escritor europeo, de la profundidad y talla de un Balzac, crecido
tido y penetraciön realista a dicha critica suya. A1 elegir para sus sobre el suelo de la especffica evoluci6n alemana.
grandes criticas poéticas de Alemania, «Atta Troll», y «Deutschland, La superaciön de la herencia clåsica y, en especial, de la ro-
ein Wintermärchen», la forma en extremo subjetivista, adecuada- måntica, implica en Heine la paralela incorporaciön de su herencia
mente trasmutada en lirico-ir6nica y fantåstico-irönica, de sus critica. Su lirica crece orgånicamente a partir de la lirica romån-
«Reisebilder» poéticos, Heine no se dejaba Ilevar por debilidad tica; Brentano, Wilhelm Müller, etc. son los modelos en que se
poética alguna ni por capricho personal alguno tampoco. Escogia inspira su poesia juvenil. Se incorpora asimismo la herencia del
Ia ünica forma alemana entonces posible para la mås alta expresi6n romanticismo en la medida en que alcanza con la polémica romån-
poética de las contradicciones sociales. tica contra el ascendente flujo de la prosa capitalista. Su profunda
Heine comprendiö asimismo la necesidad historica de esta evo- antipatfa contra Ia moderna Inglaterra tiene a veces un acento
luci6n alemana. «Los frutos mås altos del espfritu alemån son Ja incluso casi a 10 Carlyle, a pesar de que Heine, como sabemos, ja-
filosofia y la canci6n. Pero los afios de plenitud han pasado ya, mås fue romåntico anticapitalista. Su incorporaciön de la herencia
se necesitaba para eso una tranquilidad idilica; Alemania estå romåntica radica precisamente en la manera en que supo integrar
ahora desgarrada en el movimiento...» La filosofia y la lirica (y en su obra la brillante indignaci6n ironica de los romånticos contra
a su lado, en segundo término, el drama de estilizaciån idealista y la prosa del capitalismo, sin tener que entregarse a la torpe ele-
la novela corta fantåstica), son las formas tipicas de la evoluci6n gia entonada por la desapariciön de las circunstancias precapita-
ideologica de Alemania con anterioridad a Heine. En el periodo listas.
comprendido entre las revoluciones de 1830 y 1848 acabaron por Pero la herencia romåntica mås importante de la que se apropi6
disolverse estas dos grandes formas. Como hemos visto, Heine Heine es la del caråcter plebeyo y popular del romanticismo.
participa activamente, en calidad de precursor, en Ia disoluci6n de Porque a pesar de todos los elementos preponderantemente reac-
la filosofia idealista del periodo clåsico. Como poeta, es el ejecutor cionarios del movimiento nacional alemån alzado contra la opre-
testamentario de la lirica clåsica y romåntica de Alemania. siön napole6nica, éste era un movimiento nacional de masas que,
Pero para esta disoluci6n de la mås alta forma poética alemana por primera vez desde hacia siglos, Ileg6 a agitar en 10 mås hondo
vale — mutatis mutandis— 10 mismo que Marx acerca de la tarea a amplios sectores populares. A la miseria del desarrollo alemån
ide016gica de la disoluci6n de la filosoffa. En su ya varias veces se debe el que todas las ilusiones hist6ricamente necesarias apare-
citado articulo de los «Anales Francoalemanes» Marx insiste por cidas al calor de esta lucha se retrotraigan de forma obligada-
una parte, en la imposibilidad de superar la filosoffa sin realizarla, mente reaccionaria a la Edad Media. Pero ni este caråcter reaccio-
y por Otra, en Ia imposibilidad de realizarla sin superarla.* La ir6- nario de su tendencia central ni la reaccionaria utilizaci6n del mis-
nica destrucci6n a que Heine somete la canci6n alemana (Lied) tam- mo (por parte, p. ej. de la escuela historica del Derecho, etc.),
poco es una simple destrucci6n. De haber Sido tal, se hubiera limi- suprimen el hecho de que el movimiento romåntico buscara y en-
tado a poner la seca prosa capitalista en el lugar de los anticuados contrara un punto literario de enlace con las tradiciones plebeyas
idilios sentimentales. En cuyo caso Heine no habrfa pasado de ser y populares (canciones, narraciones, leyendas populares, etc.). Y
un Gustav Freytag con pretensiones de poeta, aunque sin su ocul- Heine parte, precisamente, tanto en el aspecto critico como en el
to y mendaz romanticismo liberal. La grandeza de Heine estriba, poético, de esos elementos populares y plebeyos de la evoluci6n
precisamente, en no haber caido en ninguno de los falsos extre- alemana durante el periodo clåsico y romåntico. Respecto de la
mos de la evoluci6n burguesa tardia: no es ni un elegiaco estrecho dimensi6n de Heine como critico e historiador de la literatura
es de 10 mås significativa Ia intensidad con que defiende precisa-
* Karl Marx: Zur Kritik der Hegelschen Rechtsphilosophie (Critica de la mente a los escritores plebeyos de Alemania a Voss contra Men-
filosofia del derecho hegeiiana), introducciön, tomo 1.0 de la edici6n de los
escritos de Karl Marx preparada por Ia Wissenschaftliche Buchgesellschaft de zel, a Bürger contra A. W. Schlegel, etc.—. Y en su dura y des-
Darmstad, påg. 488. (N. del T.) tructora polémica contra la escuela romåntica defiende una y Otra
144 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 145

vez y salva siempre esta herencia popular y plebeya. (Asi, en su Esta lucha comienza con su aguda y destructora polémica con-
critica de la antologfa eDes Knaben Wunderhorn».) tra Platen y acaba con su dura critica a Herwegh, Freiligrath y a la
Su praxis literaria parte de la tradiciån romåntica del canci()- lirica tendenciosa de los afios cuarenta. Resulta muy significativo
nero popular alemån. En sus afios mozos Ilega a participar en la e importante a este respecto el que todos estos «clasicistas» ata-
parte temåtica de la lirica romåntica, extendiéndose en ocasiones cados por Heine fueran liricos politicamente progresistas. Pero
incluso a la exaltaciön del catolicismo (por ejemplo, en «Die Wall- esta constataciön no altera para nada la exactitud politico-literaria
fahrt nach Kevelaar»). Pero en el joven Heine todo esto es s610 de la polémica de Heine. Por el contrario, evidencia la profunda
superficial y episödico, no pasa de ser una predilection artistique, interrelaciån de estas luchas literarias: son la continuaci6n politico-
como en su dia dijo A. W. Schlegel. La lirica de Heine desborda literaria del combate politico e ideolögico Ilevado a cabo por Heine
muy pronto esta temåtica y vuelve a ella s610 para superarla por contra Börne. (No es ninguna casualidad que Platen, Herwegh y
la via irönica. En una carta dirigida a Wilhelm Müller, en la que otros muchos buscaran apoyo teörico precisamente en Börne.) El
Heine expresa su agradecimiento por el estimulo poético encon- contenido literario esencial de estas luchas es la critica de la abs-
trado en su obra, subraya al mismo tiempo la profunda diferencia tracta limitaciön de aquellos liricos, y, al mismo tiempo, en estrecha
existente entre ambos: «Qué puras, qué claras son sus canciones dependencia de esto, la critica del caråcter impopular y no espontå-
(Lieder), son siempre auténticas canciones populares. En mis poe- neo de su forma poética. Heine no pierde ocasiön de mofarse del
mas, por el contrario, solo la forma es mås o menos popular, el < dominio métrico» de Platen. Es enemigo, por principio, de ese
contenido pertenece a la sociedad convencional». Aunque no hay artificial virtuosismo mediante el cual Platen intenta imponer el
que olvidar, a este respecto, que también en el Romanticismo, si metro antiguo a la lengua alemana. Para Heine este empefio e.s
bien a menudo de manera falsa, polémica y reaccionaria, aparece falso desde su rafz, obedece a una tendencia contraria de la lengua
el problema de la gran ciudad en Ia creaci6n literaria. Como lirico alemana, del verso alemån y de su caråcter popular. Cuanto mayor
importante, Heine es, sin duda, el primero en abrir el camino. En es el virtuosismo, mayores son los dafios que esta tendencia puede
la novela corta de estilo fantåstico Ie precede, sin embargo, E. Th. infligir al verso alemån. A pesar de su ironica destrucciön de Ios
A. Hoffmann. contenidos romånticos y a pesar de la inclusiön en su lirica de la
SÖlo esta posici6n suya frente a la herencia romåntica puede temåtica de Ia gran ciudad, Heine intenta conservar la ligereza y
iluminar adecuadamente las polémicas critico-literarias de Heine, espontaneidad formal del cancionero popular. De ahi su conside-
polémicas cuya gran importancia en el orden de los principios bå- raci6n de la artificiosidad métrica como un peligroso obståculo
sicos sÖlo ha Sido comprendida por un escaso ntmero de sus bib- para este caråcter popular. Y la evoluciön de la literatura alemana
grafos. Aunque, de todos modos, a Heine le corresponde buena a partir de 1848 ha venido a dar toda la razön a sus temores: desde
parte de culpa en estos malentendidos, dada su forma tan extre- la decadente lirica de un Geibel hasta la lirica imperialista y reac-
madamente personal de Ilevar este tipo de polémicas, Ilegando in- cionaria de Stefan George triunfa en Ia burguesfa reaccionaria la
cluso a arremeter contra la persona misma del atacado, de tal corriente de Platen, privando a la lirica alemana de esa incidencia
manera que a menudo resultaba velado el contenido principal de sobre las masas populares en la que Heine vefa la meta ültima de
la polémica, la profundidad teörico-literaria de la misma. La Vida la Ifrica. Y no es seguramente ninguna casualidad que entre Ios
entera de Heine estå dominada por una doble lucha en el terreno representantes ideolögicos del movimiento democråtico de Alema-
literario. Por un lado, contra la estrechez de miras pequefio-bur- nia, fueran personas como Ruge, Lassalle, etc. los måximos devotos
guesa de un romanticismo que sÖlo queria seguir vegetando, contra de la corriente representada por Platen y Herwegh en la evolu-
una reacciån ideolögica dedicada a magnificar la miseria alemana ciån de la lirica alemana, en tanto que sölo Marx y Engels vieran
por la via del idilio, asistiéndole toda la raz6n al atacar con fuerza en Heine y en su discipulo Georg Weerth, todavia mås popular y
todavia mayor a los escritores liberales y provincianos del roman- plebeyo que él, la justa via de dicha evoluciÖn poética alemana.
ticismo tardio que a los torpes reaccionarios declarados (su lucha, SÖlo superficialmente, sÖlo en apariencia resulta parad6iico que
por ejemplo, contra la «escuela de Suabia»). Por Otro, Heine luch6 Börne, que confraternizaba con los obreros alemanes residentes
contra todo clasicismo muerto, falso e impopular que pudiera apa- en Paris, fuera en realidad el representante de una linea politico-
recer en Ia lirica alemana. literaria menos popular y plebeya que la del «aristocråtico» Heine.
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Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 147

La linea literaria popular de Heine depende, de todos modos, ciÖn hacia una poesia politica verdadera, auténtica y profunda, en
de manera mås intima, de su concepciön mås amplia, mås dia-
la Ia que tendencia nazca de forma orgånica del tema mismo, sin
la
léctica y menos sectaria de las tareas revolucionarias. Y aqui Ile- ser afiadida de manera tan abstracta como prosaica al contenido.
gamos al contenido politico de Ia polémica de Heine contra Ios La defensa de la autonomfa de la poesfa no va en modo alguno
citados liricos. Heine combate su pathos vacio y abstracto, la falta en contra de su combatividad. La adhesi6n de Heine a la autono-
de atenci6n a las circunstancias concretas, al enemigo concreto y mia de la poesfa no tiene nada que ver con cualquier posible mo-
a la lucha real contra éste. A raiz de la apariciön de Herwegh y de dalidad de l'art pour l'art. Es la expresiön de la particular postura
sus grandes triunfos, Heine se da cuenta enseguida de su rigidez, aislada de Heine en las luchas partidistas alemanas de los afios
de su limitaci6n, de su desconocimiento de las circunstancias rea- treinta y cuarenta. Quiere luchar, pero no puede ni quiere tomar
les, asi como de su sectaria ingenuidad y de su estrechez de miras: el partido de los representantes politicos y literarios del movi-
miento democråtico, y mucho menos desea hacer concesiones ideo-
Herwegh, Oh alondra de hierro, lögicas a los reaccionarios. En su libro contra Ludwig Börne, Heine
te elevas tan alto por los cielos se burla de que ambas partes le respeten por 10 general s610 como
que has perdido a la tierra de vista. poeta. «En cierto modo he Sido jubilado politicamente, por asi
S610 en tu poesia decirlo, y desterrado a un lugar tranquilo del Parnaso. El conocedor
vive esa primavera a la que cantas. de ambos partidos valorarå fåcilmente su generosidad al confe-
rirme el titulo de poeta. Para los unos, el poeta no es sino el adu-
Con mayor ironfa todavfa expresa Heine la aversi6n de ese tipo lador cortesano de unos ideales ociosos. Para los otros, el poeta
de poesia politica en su poema «Die Tendenz»: no es nada; en su prosaica vaciedad la poesfa no encuentra la me-
nor resonancia.» La defensa de la independencia de la poesia por
Canta con estrépito y resuena dia tras dia, parte de Heine no es, pues, sino Ia defensa del derecho a luchar
hasta que el ültimo opresor haya huido. contra el estrechamiento de un åmbito de influencia por parte de
Canta s610 en esa direcci6n, la reacci6n y de la estupidez «progresista» que le asiste a la gran
pero mantén tu poesfa poesfa.
tan generalizada como puedas. EI subjetivismo poético de Heine se propone un objetivo am-
bicioso en esta lucha contra ambos falsos extremos: una poesia
La postura de Heine frente a la poesia tendenciosa no se agota, verdaderamente popular de contenido formado por los mås pro-
por supuesto, en esta polémica. Equivocarfamos por completo Ia fundos problemas contemporåneos. Heine es por completo cons-
interpretaci6n de su «Atta Troll» si creyésemos la ironica afirma- ciente del valor y significado de la gran poesfa objetiva de los tiem-
ciÖn de Heine de que dicho poema fue escrito en contra de la pos pretéritos. A pesar de sus justas criticas a determinados rasgos
poesia tendenciosa y a favor de la autosuficiencia y autonomfa de filesteos de Goethe, éste ocupa en su concepci6n de la literatura
la poesfa. «Atta Troll» encierra una doble polémica: se burla tanto un lugar tan central como al que a Hegel le corresponde en el te-
de la poesfa tendenciosa estrecha de miras como de los contenidos rreno de la filosofia y a Napoleon en el de la historia. Pero al mismo
sociales e ide016gicos por ella defendidos. Efectivamente, Heine se tiempo se da cuenta de que el periodo de Goethe ha finalizado his-
burla ante todo de la poesfa tendenciosa por no tener sino caråc- töricamente para Alemania, siendo ya s610 posible una poesia con-
ter, es decir, una estrechez de miras sectaria e intransigente, sin temporånea de gran calidad a partir de métodos creadores de todo
talento, sin habilidad, incapaz de ver las cosas en su complejidad, punto diferentes. Si a este respecto Heine se declara teörica y
multiplicidad y movimiento. El caråcter tendencioso de su «Deuts- pråcticamente partidario de un subjetivismo radical, no por ello
chland, ein Wintermächen», la obra que sigue a «Atta Troll», ain es menos consciente de que este estilo no es sino un estilo de tran-
no ha Sido puesto en duda por nadie. Y a pesar de ello, Heine dice siciön, propio de una época de transiciån, dåndose cuenta, al mis-
de este poema: «Es politico-romåntico y Ojalå dé el golpe de gracia mo tiempo, del peligro de amaneramiento que acecha siempre a
a la prosaica y grandilocuente poesia tendenciosa». El ataque de todo estilo subjetivista realizado de manera consecuente. El propio
Heine a la tendenciosidad no es, pues, sino un paso mås en direc- Heine sucumbiö a menudo a dicho peligro. Ya esa «tåctica parti-
148 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 149

cular» suya a la que nos hemos referido, su exagerado personalismo movimiento, y sin ser capaz de poner al descubierto las auténticas
en las polémicas, su ansiedad de conseguir a cualquier precio una fuerzas impulsoras, a «completar» tan mecånica explicaci6n afia-
influencia amplia y una popularidad de su estilo expresivo, sin diendo determinados componentes sentimentales. El propio Heine
estar decididamente vinculado a una determinada clase que pudiera se dio perfecta cuenta de esta limitaciön intrfnseca del materialis-
asi ofrecerle una guia segura en cuanto al contenido y a la forma, mo mecanicista: «EI sentimentalismo es la desesperaci6n de la
etcétera, no podian menos de acercarle muchas veces al amanera- materia que no teniendo bastante consigo misma, en pos de algo
miento. En este sentido se queja en una ocasiön a Wienbarg, al mejor se entrega a un sentimiento indefinido».
alabar éste su poesia: «Usted es todavfa un corcel salvaje, yo me Estas debilidades de Heine han de ser subrayadas con tanta
he domado a mi mismo. He Ilegado a un manierismo del que dificil- intensidad precisamente porque su popularidad tanto entre los
mente puedo desprenderme. iCon qué facilidad Ilegamos a ser publicistas liberales (para quienes es el «padre del feuilleton») como
esclavos del püblico! Éste espera y me exige que continüe igual entre la pequefia burguesfa liberal se debe a este tipo de manieris-
que empecé; si escribiera de forma diferente, dirfan: pero si esto mos suyos. El aislamiento de Heine, paralelo a su gran popularidad,
no es Heine, Heine ya no es Heine». La dependencia en que el es- alcanza aquf su expresi6n mås destacada: es popular entre unos
critor se encuentra respecto del mercado capitalista de la literatura grupos sociales a los que ataca con toda acidez, y 10 es de manera
resulta asi de todo punto evidente en esta autocrftica de Heine. tal, que sus grandes rasgos revolucionarios quedan totalmente
Pero el peligro del manierismo tiene en Heine razones todavia eclipsados, destacando s610 sus manierismos. Respecto de la super-
mås profundas, que proceden de las raices de sus disonancias vivencia literaria de Heine ha resultado menos peligroso que todos
ide016gicas. Combate, muy justificadamente, la contraposiciön tan los historiadores reaccionarios de la literatura (desde Pilzer, el
estrecha de miras que hace Börne entre «talento» y «caråcter». Sub- te6rico de la «escuela de Suabia», hasta el fascista Bartels) le hayan
raya, como ya vimos, con toda raz6n, la libertad del escritor, atacado desde este lado, y que incluso algunos criticos importantes
porque vislumbra esta libertad en su libre vinculaci6n a las gran- (como por ejemplo, Karl Kraus) se hayan rendido a este prejuicio
des corrientes politicas de la época. Pero en su polémica contra reaccionario, que no que se hubiera sostenido su popularidad gra-
las miopes limitaciones de la creencia en la fortaleza de caråcter cias a un tipo humano por el que no sentfa sino el mås profundo y
de Börne incurre a menudo en posturas de un escéptico nihilismo. justificado desprecio desde todos los puntos de vista.
Escepticismo que influye luego en su estilo acercåndolo al manie- La Ifnea fundamental de la poesfa de Heine se mueve —muy
rismo por el camino de una ingeniosidad vacfa. Iejos de todo este manierismo—- en la direcci6n de una poesfa pro-
Pero el peligro del manierismo no le acecha ünicamente desde funda y a la vez popular, radicalmente abarcadora asimismo de
el lado de la ingeniosidad, sino también desde el del lirismo: Heine todas las cuestiones importantes de su época. Como poeta, Heine
estå en un constante peligro de que su auténtico y profundo sen- se propuso desvelar el secreto interno de la filosofia hegeliana, en
tido Ifrico degenere en un amanerado sentimentalismo. Consciente la que vefa una infatigable y encarnizada lucha contra la miseria
de dicho peligro, supera los sentimentalismos acudiendo a unos politica y economica de Ia Vieja sociedad, contra los abusos poli-
efectos de cömica ironfa. Pero la ironica superaci6n del sentimiento ticos y econ6micos del incipiente capitalismo, una lucha, en fin,
sölo es una ironia profunda y justificada cuando se trata de un por incitar a las masas a un alzamiento revolucionario:
sentimiento auténtico y vivo en el propio poeta. La destrucciön de
un sentimiento falso por la via comica no pasa de ser una agudeza Con redobles de tambor despierta a las gentes,
afectada. Cosa bien distinta es, por supuesto, la burla a que Heine con fuerza juvenil toca diana,
somete no pocas veces tantas falsas actitudes sentimentales de la a redobles de tambor marcha siempre hacia delante,
bursyuesia. Este falso sentimentalismo tiene también sus raices ideo- esa es la ciencia toda,
16gicas en la incapacidad de Heine de comprender el proceso esa es la filosoffa de Hegel...
social de manera plenamente dialéctica. En el enjuiciamiento de
los problemas materiales de la evoluci6n social, Heine no pas6, por La profundidad de la poesfa de Heine nace de la comprensi6n
10 general, de un materialismo mecanicista, viéndose obligado, al hist6ricamente justa del tiempo que le toc6 vivir, atento siempre
no poder obtener asi sino una explicaci6n rigida e insuficiente del a las grandes tendencias de su evoluci6n, valorando correctamente
150 Realistas alemanes del siglo XIA
Georg Lukåcs 151

el triunfo del capitalismo con toda su prosa y todos sus abusos, comprensi6n en el orden de la visiön del mundo de los elementos
consciente en todo momento de su superioridad sobre la idilica de Ia poesia de la Vida en trance de desapariciön, esa misma poesia,
poesia medieval, cada vez mås falsa, y sus residuos. Pudo Ilegar precisamente, es decir, consiguiendo incluirla, como parte orgånica
a este punto de vista tan justo gracias a una aguda critica del ca- poéticamente legitima en su visiön de conjunto. A los grandes
pitalismo y de su cultura, unida a un implacable conocimiento de escritores del periodo anterior a 1848, entre ellos Heine, les ha
la demoledora influencia del capitalismo sobre la cultura, sin dejar correspondido Ia fortuna historica de poder configurar al capita-
de ser consciente por ello de la necesidad histörica de su expansi6n lismo todavfa en proceso de formaciön, y no como algo ya formado,
y de su génesis, asi como del caråcter inicialmente progresista de y a la poesfa precapitalista como algo decadente, en su proceso
este proceso de culminaciön del capitalismo. Por Otra parte la crf- mismo de decadencia y no como algo desaparecido y ya destruido.
tica que Heine hace de la Edad Media y de su aün superviviente Heine encuentra asi un punto de partida histöricamente legitimo
herencia jamås va acompafiada de ningün tipo de vulgar y descon- en el encanto sentimental y ambiental de la poesia popular romån-
siderada ignorancia de la poesia popular nacida en ese campo. En tica, de tal modo que cuando la destruye irönicamente — con igual
una ocasiön calificö Marx al feudalismo de «democracia de la no legitimidad historica estå en condiciones de seguir utilizando
libertad»,* y Heine tenia, como ya hemos visto, un gran sentido al dicho encanto ambiental como medio poético, a pesar de su des-
combatir inexorablemente la falta de libertad del feudalismo, sal- trucci6n, y precisamente en y a través de ella, sin dejar por ello
vando al mismo tiempo las tradiciones poéticas populares y demcy de sentirse justificado al hacerlo asi. Esta especial caracteristica de
cråticas de aquel periodo de la historia, incorporåndolas a su mé- Heine en el terreno de la lirica no es una caracteristica suya estric-
todo creador como elementos vivos de la configuraci6n poética. tamente personal. El hecho de que en él se manifieste en dicho te-
De ahi que, al igual que los grandes escritores de este periodo, no rreno, conllevando la utilizaciön ironica y la no menos ironica
se haya rebajado Heine a la categoria de apologeta del capitalismo, salvaci6n de la poesfa popular, se debe, como ya hemos visto, a Ia
ni se haya convertido en torpe crftico del mismo, incapaz de pasar situaciön historica de Alemania. Pero la poesia de Balzac, escritor
de una glorificaciön estrecha de miras de la poesfa del periodo pre- épico, hunde en no poca medida también sus raices en la elabora-
capitalista. ciön poética, histöricamente justa, de los residuos precapitalistas,
Heine se propuso, pues, la configuraciön poética de la dialéc- residuos cuya destrucciön, necesaria por el proceso de la historia,
tica real delproceso objetivo de su tiempo. Y aunque sepamos que configura con tanta nostalgia elegiaca como justificaci6n hist6rica.
esta dialéctica s610 fue la dialéctica trågico-irönica de Solger y no Sabemos que el Romanticismo surgiö en Alemania a consecuen-
la abarcadora y global dialéctica materialista de Marx, no dejamos cia de la Revoluci6n Francesa, teniendo como problema central la
de percibir que Heine capt6 los problemas de su época con una dialéctica de la formaci6n necesaria y la no menos necesaria des-
agudeza y un instrumental ide016gico tales, que, puestos a buscar trucciön de las ilusiones que abrigaba la clase burguesa, objetiva-
un parang6n de todo ello entre sus contemporåneos, s610 podemos mente revolucionaria todavia. En la lirica, el problema de la unidad
citar a Balzac. Sin olvidar que, a pesar de todo el problematismo del hombre con la naturaleza y la büsqueda por parte suya de un
de su relaciÖn con el movimiento obrero, Heine Ileg6 a superar refugio en ella, a rafz de la cruel destrucci6n de todos sus ideales
ampliamente a Balzac en 10 tocante a la comprensi6n del papel re- por el capitalismo, acaba siendo el tema primordial. La dialéctica
volucionario del proletariado. El empefio estilistico de los grandes interna de la Ifrica romåntica radica en la conciencia latente de
escritores del proletariado. El empefio estilistico de Ios grandes es- que dicha unidad del hombre con la naturaleza no pasa de ser una
critores del siglo XIX tenia como meta la superaciön de la prosa proyecci6n de deseos y esperanzas subjetivas a Ia propia naturale-
capitalista de la Vida, una superaci6n constantemente expuesta al za, cuando, en realidad, tras esta imaginada uni6n entre ambos no
doble peligro de un ilusorio optimismo romåntico o una recaida hay sino una cruel indiferencia de la naturaleza frente a los anhelos
en ese mismo prosaismo. Todo logro estilistico depende siempre de humanos. A1 acentuar esta indiferencia tan cruel, la inhumanidad
la capacidad de los escritores de captar, por Ia via de una correcta de las leyes del capitalismo es proyectada una vez mås, de manera
a la vez romåntica e inconsciente, a la naturaleza. EI motivo central
* En Karl Marx: Kritik der Hegelschen Staatsphilosophie (Critica de la
del «Romanzero» de Heine, es decir, el triunfo ültimo del mal, no
filosofia del Estado hegeliana), tomo 1.0 de la ya citada ediciön de Ios escritos
de Marx, påg. 258. (N. del T.) es sino el punto culminante, extremadamente pesimista, de esta
152 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 153

evoluci6n. Evoluci6n cuyos gérmenes no vienen contenidos ünica- sentimentales y ridiculas del burgués. Pero sus poemas mås pro-
mente en el joven Heine, sino en la totalidad de la lirica romåntica. fundos se nutren de la dialéctica existente entre el nacimiento,
La conciencia proletaria no ve en la independencia objetiva de las historicamente necesario, y la destrucci6n, no menos necesaria his-
leyes naturales respecto de Ia conciencia humana expresi6n alguna töricamente, de todos esos espejismos. Los poemas de Heine reci-
de semejante «cruel indiferencia», ya que para la conciencia pro- ben su legitimidad Ifrica y su inimitable encanto precisamente de
letaria, la realidad histörico-social pierde su impenetrabilidad. Se- esa fuente, y precisamente, también, porque Heine mismo estå
mejante proyecci6n romåntica y semejante unificaci6n sentimental imbufdo de esas ilusiones que con tanta crueldad acaba siempre
con la naturaleza ni siquiera se presentan como problema. Ambas por destruir. A1 ir avanzando su evoluci6n, al ir ganando en pro-
cosas, tanto la nostalgia de semejante fusiön como su forzosa im- fundidad y amplitud su visiön de las relaciones sociales, sus ilu-
posibilidad, aparecen con la irrupci6n del capitalismo. Cuanto mås siones van apagåndose mås decididamente, perdiendo su propia
potente y poderosamente evoluciona la sociedad capitalista, tanto fe en ellas el poeta con fuerza creciente, pero sin ser jamås arran-

mås vacfa e irreal resulta esa nostalgia. cadas por completo de su coraz6n. La peculiaridad del tiltimo pe-
La postura adoptada por Heine frente a la lirica romåntica es riodo del poeta radica precisamente en el aumento de intensidad
una postura de singular y afortunada transiciön: con absoluta cla- sufrido por ambas tendencias contradictorias, a consecuencia de
ridad e inexorabilidad puede desenmascarar estas ilusiones como su desesperaci6n politica e ide016gica. Las ilusiones se apagan cada
tales,destruyéndolas asf, sin dejar por ello de utilizar en su poesfa vez mås, son vividas cada vez mås simplemente como 10 que son,
esta nostalgia, legitima poéticamente. En sus Confesiones, Heine ilusiones, y, sin embargo, el desesperado poeta se aferra al mismo
relata una interesante conversaci6n con Hegel: «...hablé con sofia- tiempo a ellas con fuerza creciente, a pesar de haber perdido su
dora exaltaci6n de las estrellas, y las califiqué de morada de los fe, a pesar de saberlas conscientemente destruidas desde la rafz

bienaventurados. Pero el maestro comenz6 a murmurar para sf: por su poesfa. De ahi el creciente proceso de interiorizaci6n de su
'Las estrellas, ihum!, ihum!, las estrellas s610 son una lepra que ironica destrucci6n de todos los espejismos. Porque esta destruc-
brilla en el cielo'. 'Por Dios, exclamé, entonces ino hay allå arriba ciön ya no se realiza sübitamente, por la via de un efecto repentino,
un lugar feliz en el que la virtud resulte premiada mås allå de la como ocurre en el joven Heine, sino que viene contenida de ma-
muerte?' Miråndome fijamente con pålidos Ojos, el maestro me nera inmediata en el amargo tono incrédulo que emplea al configu-
replico tajante: 'Pero, caün quiere una propina por haber cuidado rarlas. Esto es 10 que confiere a los ültimos poemas de Heine ese
a su madre enferma y no haber envenenado a su hermano?'» En el tono tan especial e inimitable, cuya cifra mås alta acaso podamos
curso de su evoluci6n, Heine avanz6 cada vez mås en el cultivo de encontrar en el poema «Bimini»:
esta contradictoria duplicidad: por un lado, la configuraci6n poéti-
ca del talante romåntico y sus necesarias ilusiones y espejismos, y iBimini! A1 entrafiable eco
por otro, su ironica destrucciön. Cada vez descubre mayor ntmero de tu nombre, en mi pecho
de elementos nuevos y mås extraordinarios en el paisaje, en el en- se agita el coraz6n, y Ios dormidos
canto ambiental de la naturaleza —en Alemania, por ejemplo, es suefios juveniles despiertan nuevamente.
el descubridor de la monumental poesfa del mar -—, pero, al mismo
tiempo, cada vez destruye con fuerza mayor la ilusoria armonfa Marchitas coronas entre las frentes
romåntica, la ficticia unidad entre el hombre y la naturaleza. me miran con melancolia,
muertos ruisefiores gorjean,
Las olas murmuran su eterno murmullo, sollozan dulcemente, como desangråndose.
sopla el viento, las nubes vuelan,
frfas e indiferentes brillan las estrellas, Me estremezco, asustado
y un loco aguarda una respuesta. y sacudo mis enfermos miembros
con tal fuerza, que las costuras
Como es 16gico, Heine escribi6 muchos poemas en los que se de mi traje de buf6n revientan.
burlaba de la manera mås sencilla de las ilusiones trivialmente
11 • REALtSTAS
154 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 155
La condiciön fronteriza de Heine entre periodo de ascensi6n
el
Heine sabe asimismo utilizar temåticamente este elemento po-
ideolögica de la burguesia y el de su decadencia, adquiere aqui su
pular y democråtico de la poesia, esta poesia de una Edad Media
mås Claro exponente. Porque con esta manera suya de configurar
decadente, aniquilada por la evoluci6n burguesa, de tal modo, que
ilusiones en las que no cree, o sÖlo cree a medias, influye sobre Ia
la melancolia de 10 pasajero acabe por convertirse, por la via indi-
poesia conscientemente antiromåntica, pero, en realidad, poseida
recta de la ironia, en una exaltaciön del triunfo de la revoluciön
por completo de un profundo romanticismo, del periodo burgués
popular, de tal modo que sobre la Edad Media decadente no venza
tardio. Quedan asi aclarados los motivos de la intensa y duradera
Ia prosa del capitalismo, sino la poesia de la revoluciön. Un her-
influencia de Heine sobre la lirica francesa, resulta asi también evi-
moso ejemplo de 10 cual nos es acaso ofrecido en .su poema tardio
dente por qué Richard Wagner pudo inspirarse en Heine para la «Karl 1»:
temåtica y concepciön de Der fliegende Holländer y de Tannhäuser,
etcétera. Esta oculta e indirecta influencia de Heine se alarga hasta
Allå en el bosque, en Ia choza del carbön,
muy entrado el siglo XIX, evidente desde un principio sÖlo en el caso melancölico y solitario estå el rey;
de la lirica francesa. En la «Hedda Gabler» de Ibsen («Weinlanb
sentado junto a la cuna del hijo del carbonero,
im Haar») todavia influye la manera de configurar ilusiones no la mece y monötonamente canta:
creidas, o abortadas nada mås nacer, del ültimo Heine. En este
sentido es, pues, el primer poeta moderno, o, por 10 menos, uno de Duerme, duerme, iqué cruje en la paja?
los primeros. Pero esta evoluciön suya no ha ido por donde Heine Los corderos balan en el establo.
era sefialado como el precursor de un tiempo nuevo. En la frente Ilevas la sefial
Porque la utilizaciön poética de la herencia sentimental y am- y por eso sonries tan terriblemente en suefios.
biental del Romanticismo no discurre en Heine ünicamente por
esta via. En la medida en que Heine redescubre el elemento de- Duerme, duerme, ya ha muerto la gata.
mocråtico-plebeyo contenido en la «democracia de la falta de li- En la frente Ilevas la serial;
bertad», resulta beneficiario de la posibilidad interna de poner el te harås hombre y blandirås el hacha,
contenido lirico ambiental de esta poesia directamente al servicio ya los redobles tiemblan en el bosque.
de una poesia popular y revolucionaria, aunque para ello tenga que
disolver asimismo, por la via del contraste, el talante autocreado. La antigua fe del carbonero ha muerto,
Especialmente en el periodo de su euforia revolucionaria consigue sus hijos, duerme, duerme,
Heine —en el incomparable Canto de Ios tejedores y en no pocos ya no creen en Dios
momentos de su «Deutschland, ein Wintermärchen»— infundir el y en rey aün creen mucho menos.
tono a la vez plebeyo y democråtico de la poesia popular romån-
tica al alegato revolucionario o al canto triunfal. Sus obras poste- Ya ha muerto la gata, contentos estån los ratones.
riores estån Ilenas asimismo de ejemplos de su habilidad para uti- Condenados estamos al fracaso,
lizar de manera inmediata o, por 10 general, bajo la forma de una Duerme, duerme, Dios en el Cielo
ironica desintegraciön, este tipo de poesia con fines revolucionarios, y yo, el rey, en la tierra.
es decir, para demostrar vibrantemente esa miseria de la realidad
Mi valor se apaga, mi corazÖn estå enfermo,
social velada con un halo poético.
y cada dia enferma mås.
Apacibles descansan el bosque y el rio,
Duerme, duerme. Tü, pequefio,
estoy en 10 cierto, serås mi verdugo.
bafiados por Ia dulce luz de la luna;
a veces se oye alguna detonaciön. i Es un tiro? Mi canto funeral es tu canciön de cuna,
Acaso es un amigo al que han fusilado. duerme, duerme; comenzarås por cortar
los rizos grisåceos de mi cabello,
en la nuca ya resuena el hierro.
156 Georg Lukåcs Realistas alemanes det siglo XIX 157

Duerme, duerme, équé cruje en la paja? forma de evoluciön mås terriblemente miserable de esas fuerzas
Has conquistado el reino contra las que Heine luchö toda su Vida, estå justificado. Con esta
y de un golpe me separas la cabeza del cuerpo. lucha por destruirlo, le han alzado el mås digno monumento ima-
La gata ha muerto. ginable hasta que la victoriosa revoluci6n alemana pueda demos-
trarle su gratitud de manera adecuada.

Duerme, duerme, iqué cruje en la paja? (1935)


En elestablo balan los corderos.
Ya ha muerto la gata, contentos estån los corderos.
iDuerme, pequefio verdugo mio, duerme!

En este tipo de poesfa revolucionaria Heine es, realmente, como


él mismo ültimo poeta romåntico y, al mismo tiempo, el
dice, el
primer poeta moderno. Pero precisamente en este terreno no tuvo
sucesores, y no pudo tenerlos inmediatamente a consecuencia de
la peculiar evoluciön del movimiento revolucionario alemå*. Üni-
camente Georg Weerth continu6 cultivando la Ifnea democrå!igo-
plebeya de Heine, mås liberado de cualquier posible tradici6NZb'ui!-t
guesa y romåntica, de un modo mås sano, menos problemåtico,
mås sensorial y plebeyo. La poesia proletaria, y no s610 Ia de
c
Alemania, se beneficia del gran legado de Heine, de esa fructifera
y extraordinaria herencia suya, necesitada, por supuesto, de cierta
revisi6n critica. Herencia que s610 ahora comienza a ser descubierta
y exaltada, una vez que la evoluci6n de la lucha proletaria de clases
ha comenzado a liquidar, incluso en el campo de Ia literatura, los
prejuicios a un tiempo abstractos y formalistas de todo periodo
inicial, asi como la rigidez estilfstica propia de las formas de la
poesia imperialista de la burguesia tardfa.
La reacci6n alemana percibi6 siempre con afinado instinto la
grandeza y fecundidad revolucionarias de Heine, haciendo Ios ma-
yores esfuerzos por borrar en toda ocaci6n su nombre de la histo-
ria de la literatura alemana. No es ninguna casualidad que, a pesar
de su popularidad, Heine no haya podido conseguir nunca un mo-
numento oficial en una Alemania tan proclive a erigirlos. La histo-
ria reaccionaria de la literatura ha procurado reducir siempre al
mås grande poeta después de Goethe a un papel episödico, po-
niendo en su lugar a poetas como Mörike, por ejemplo, poetas que
a su lado no pasan de ser unos enanos. El fascismo, consciente de
que la mortal ironfa de Heine contra toda parodia de la Edad Me-
dia todavfa seria mås peligrosa para el «tercer Reich» que para
la Prusia anterior a la Revoluciön del 48, quiere borrar a Heine
juntamente con Marx y Engels, Lenin y Stalin, de la conciencia del
pueblo alemån. El odio de estos enemigos, representantes de la
Gottfried Keller

como uno de los épicos


Keller figura en la literatura universal
mås importantes del siglo XTX. Elque su reconocimiento interna-
cional sea todavia nulo, o, por 10 menos, limitado, para nada altera
este hecho objetivo. Parece ser, de todos modos, que ha Ilegado
ya el momento de enjuiciar la obra toda de Keller desde este punto
de vista, fijando el lugar hist6rico que le corresponde entre los
verdaderos gigantes de la literatura universal. El objetivo de estas
consideraciones se contrapone, pues, conscientemente al de la ma-
yoria de los estudios criticos alemanes o suizos dedicados a Keller.
EI estudio teörico de Ios clåsicos de la democracia es todavia
hoy una tarea de la måxima actualidad. El abuso de los ideales
democråticos inicialmente revolucionarios por parte de los intere-
ses del imperialismo arroj6 por fuerza una luz cegadora sobre los
limites de la democracia burguesa. De ahi que precisamente en
esta situaciön sea muy ütil e instructivo ocuparse con detenimiento
de los representantes mås sinceros e importantes de Ia democra-
cia de periodos anteriores. Su ejemplo y su cultura te6rica, artistica
y moral no son sino un abierto desenmascaramiento de Ia perver-
si6n y barbarie de los actuales imperialistas, titulares del egoismo
mås bajo y en cuya boca la palabra democracia se ha convertido
en una frase tan hip6crita como vacia. Este tipo de investigaciones
devuelven a la vez la herencia de nuestros clåsicos a su hogar
originario: al emancipado pueblo de hoy que honra y ama a todos
cuantos lucharon sinceramente a favor de Ia libertad considerån-
dolos como sus auténticos mayores.

I. La época

La derrota de la revoluciön democråtico-burguesa del afio 1848


motiv6 un gran viraje en la literatura alemana, del que no vamos
a destacar aqui mås que dos aspectos fundamentales. En primer
160 Georg Lukåcs Realistas alemanes dei siglo XIX 161

lugar, la ruptura de aquella linea evolutiva democråtico-revolucio- capitalismo alemån disolviö aquellas condiciones sociales primi-
naria que, hundiendo sus rafces en los anos de gestaci6n de la tivas que hicieron socialmente posible el auge de la revoluciön
gran revoluciön Francesa, Ilegö a alcanzar su punto culminante democråtica en Inglaterra durante el siglo XVII y en Francia du-
en los afios cuarenta. Este viraje puede ser caracterizdo politica- rante el XVIII, y que en Alemania constituyeron el substrato social
mente de la manera mås escueta, sefialando como en tanto que de la evoluciön de la filosofia de Leibniz a Hegel y de la litera-
la democracia anterior a 1848 querfa Ilegar a la unidad alemana tura de Lessing a Heine.
consiguiendo previamente la libertad, los caudillos espirituales de El atraso politico y econömico de Alemania determin6 la evo-
una burguesfa cada vez mås proclive al liberalismo nacionalista luciön de la literatura. Dados el atraso social y el fraccionamiento
concedfan a la «unidad» una preminencia incondicional, incluso nacional existentes, jamås en la Vida hubieran podido surgir obras
en el orden de la sucesiön temporal, sobre la «libertad». Es decir, en las que los grandes problemas sociales y nacionales fueran
preparaban la capitulaci6n de la burguesfa alemana ante Ia Prusia corporeizados de manera inmediata bajo Ia forma de destinos
de Bismarck y de los Hohenzollern. individuales. En la literatura de los paises occidentales, la a la
Esta evoluciön culmina en el jübilo patri6tico motivado por vez abstracta y fantåstica generalidad de la critica social (a 10 Swift
la victoria sobre Francia. Ahora bien, un examen mås aproximado o Voltaire, por ejemplo) fue transformåndose con fuerza cada vez
de la evoluci6n espiritual de esta época nos revela como dicho mås grande, paralelamente al fortalecimiento econ6mico y social
jåbilo venia objetivamente justificado en Ia medida en que Ias capitalista, en una espléndida reproducci6n realista de la Vida
victorias militares de los Hohenzollern satisfacfan una de las ambi- cotidiana de la sociedad burguesa, alcanzando esta evoluci6n su
ciones centrales de la revoluci6n burguesa alemana, es decir, el punto culminante en la primera mitad del siglo XIX con Dickens
logro de la unidad nacional, si bien la via por la que este deseo y Balzac. La novela como forma tipica de la Vida burguesa se
era satisfecho no dejaba de implicar, a un tiempo, una ruptura hizo cada vez mås urbana, cada vez mås apegada a la gran ciudad,
con las mejores tradiciones sociales, ide016gicas, politicas y artis- ya que era precisamente en la gran ciudad donde iban realmente
ticas de Alemania. De ahi que estas victorias fueran preparadas condensåndose los mås profundos y cracterfsticos problemas de
espiritualmente y anfmicamente en parte por una adecuaci6n acri- la naci6n entera. En la Alemania anterior a la unificaciön hubiera
tica de la Prusia de los Hohenzollern y en parte también —en el Sido imposible un proceso semejante. Pero incluso una vez conse-
caso de los mejores y mås sinceros portavoces espirituales de guida la unidad politica de la naciön y convertido Berlin en una
la época— por una profunda depresi6n, por una resignaci6n im- auténtica gran ciudad, permaneciö como herencia nociva la via
pregnada de amargura. No es casual el dominio filos6fico de Scho- por la que esta unidad habia Sido alcanzada. Wilhelm Raabe pudo
penhauer a rafz de la derrota de la revoluci6n, dominio que Ileg6 asi decir con total acierto: «La conciencia francesa estå en Paris,
a durar varios decenios. la inglesa en Londres, pero la alemana dista todavia mucho de
Este periodo marca, en segundo lugar, el primer gran impulso estar en Berlfn».
del capitalismo alemån. Ahora bien, la evoluci6n alemana, tan re-
Seria, sin embargo, unilateral y por 10 tanto falso, no querer
trasada respecto de los pafses occidentales, priv6 a este impulso ver en el atraso de la Alemania prerrevolucionaria sino los aspec-
de la sobria grandeza progresista que pudo tener en Francia o tos negativos influyentes sobre la cultura y la literatura. EI joven
Inglaterra. Tanto aqui como allå la evoluciön de las condiciones Marx ha aludido Ileno de raz6n al caråcter retrogrado de la situa-
semifeudales hacia el capitalismo trajo consigo un monstruoso ci6n alemana anterior a 1848, haciendo ver c6mo incluso su com-
crecimiento de la miseria de las grandes masas trabajadoras. Pero pleta negaci6n s610 hubiera Ilegado a equivaler, hablando en tér-
en tanto que la historia de la génesis y expansi6n del capitalismo en minos europeos, a un 1789. En el mismo escrito insisti6 Marx, sin
Francia e Inglaterra es Ia historia de una tormenta que acab6 por embargo, en Ia contemporaneidad de la Vida espiritual de la Alema-
borrar los tlltimos restos caducos de la Edad Media, a la reacci6n nia de entonces, en el dominio, sobre todo, de la filosoffa, respecto
alemana le fue dado conservar los mås miserables y angostos de los grandes acontecimientos europeos de aquel periodo.
residuos del perfodo precapitalista; s610 fue desapareciendo prc» De acuerdo con el atraso de la evoluci6n capitalista alemana,
gresivamente aquello que en un plano inmediato resultaba econ6- nada hav en Alemania en todo este tiempo comparable a 10 que
micamente irreconciliable con la evoluci6n del capitalismo. El fue el desarrollo de la economia politica en Inglaterra de Petty
162 Realistas alemanes del XIX
Georg Lukåcs siglo 163

a Ricardo, y en Francia de Boisguillebert a Sismondi. Paralela- «Münchhausen», sobre todo en el episodio del Oberhof, vino a
mente, sin embargo, fue desarrollåndose en Alemania la filosofia abrir nuevos caminos para la literatura alemana, resulta evidente,
clåsica de Leibniz a Hegel, a la que debemos la expresiön, a un como contrapartida de todo ello, una cierta indigencia y una fan-
alto nivel cientifico, de las leyes generales de la contradicci6n exis- tasia exagerada en el terreno de la generalizaci6n literaria, signo
tente entre el ser y la consciencia, contradicciön profundamente inequfvoco de que todavia no estaba en condiciones de dominar
relacionada, si bien a veces de manera oculta, con el descubrimiento de manera directamente realista Ios concretos problemas socia-
de las contradicciones de la sociedad burguesa. Filosofia, en fin, les de su tiempo.
que constituye la måxima expresiÖn te6rica del modo de pensar El derrumbamiento de la revoluciön de 1848/49 significa para
burgués. Alemania no sölo el derrumbamiento del legado clåsico en el te-
Esta grandeza y este concreto valor de generalidad de los pro- rreno de la filosofia y de la literatura, sino al mismo tiempo la
blemas fundamentales del humanismo burgués son expresados extinci6n de aquellas sanas semillas de una nueva floraci6n que
creadoramente por la literatura alemana del periodo clåsico. Su venia anunciåndose en Ios mås diversos dominios durante el pe-
contenido hace de ella una literatura plenamente adecuada a su riodo de gestaciön revolucionaria y a pesar de todo su problema-
tiempo. El atraso histörico de Alemania resulta evidente, en el domi- tismo. Feuerbach marca asi en Alemania el final de la filosofia
nio formal especifico de la literatura, en la imposibilidad con que clåsica.
tropieza su realismo de configurar directamente la Vida de la so- La funesta escisiön interna de Ia literatura alemana en dos
ciedad burguesa alemana, en el sentido en que podia hacerlo e) campos, todavia hoy perceptible, comienza con la derrota de Ia
realismo anglc»francés de este periodo, y resulta también evidente Revoluciön del cuarenta y ocho. Sabemos que durante los afios
en la necesidad de encontrar formas singulares de realismo —mo. de la reacci6n tuvo lugar al mismo tiempo en Alemania un gran
numentales, fantåsticas, etc . — con el fin de poder verter la con- crecimiento capitalista, de tal modo que la extensi6n y victoria
creta generalidad de los problemas contemporåneos del humanismo del capitalismo alemån no trajo sino una reorganizaciön y, en defi-
en una forma literaria manifiesta. Por este camino va geståndose, nitiva, un reforzamiento de una estructura politica anticuada.
pues, una anticipaciön y generalizaciön del proceso evolutivo ale- Y como esta evoluciön especifica implicaba previamente la trai-
mån, cuyos ejemplos mås preclaros han de verse en la épica de ci6n de la burguesia alemana a la revoluci6n burguesa y su positiva
Goethe, en el monumentalismo hist6rico de la obra dramåtico colaboraci6n en la reaccionaria soluciön politica dada a la unidad
de Goethe y Schiller, en la aparici6n de la novela corta moderno nacional, este compromiso y esta capitulaci6n no pudieron menos
con E. Th. T. A. Hoffmann, sobre todo. Ahora bien. cuanto mås de conferir su impronta a la entera evoluciön literaria alemana.
evolucionan Ias circunstancias alemanas, tanto mås insostenible Surge asi, por un lado, una literatura acorde con este proceso
resulta este estilo y tanto mås potentemente aparecen tendencias de afianzamiento del capitalismo en Alemania, de Gutzkow a la
disolventes que apuntan hacia un realismo en el sentido europeo vulgaridad y vaciedad de las novelas berlinesas de Paul Lindau,
occidental. Y cuanto mås maduran las condiciones objetivas para pasando por Freytag y Spielhagen. En la medida en que esta lite-
una revoluciön democråtico-burguesa en Alemania, tanto mås fuer ratura participa en Ios compromisos de clase de la burguesfa ale-
tes resultan estas tendencias. Las luchas literarias de los afios mana, asintiendo a ella, no puede sino ofrecer una imagen hermo-
treinta y cuarenta son explicables a partir de este problema de seada del auge capitalista alemån, al que justifica. Pasa de largo
base. Cuando Heine habla del «final del periodo artistico» en Ale- ante los graves y verdaderamente profundos problemas de caråcter
mania, estå refiriéndose sin duda a este nuevo giro de la literatura. social y nacional. Y a pesar de su éxito fugaz, no logra insertarse
Es indudable, desde luego, que el todavia palpable atraso eco- en la Vida del pueblo alemån.
n6mico y social de Alemania frenÖ poderosamente el surgimiento La literatura inicia, por Otra parte, un proceso de provincia-
de este realismo. La obra de Heine y las novelas de Immermann, lizaci6n. No nos referimos al decir esto a la Vida provinciana como
los ensayos mås importantes de esta direcci6n, ostentan antes bien tema, sino a la progresiva incapacidad, incluso en escritores muy
Ia impronta de una autodisoluciön del aperiodo artistico» que la dotados, de considerar Ios acontecimientos locales de la provincia
de un nuevo arte realista. Sobre todo en Immermann, que tan en un contexto general de tipo nacional y social. Immermann dio
consciente y enérgicamente trabajÖ en esta direcci6n y cuyo el primer impulso en este sentido, y Otto Ludwig reconoce con
164
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 165

toda justicia que en las historias alemanas de temåtica aldeana, talismo. Pero, en Alemania, el provincianismo se evidencia en 10
como la del episodio del Oberhof, quedan sentadas las bases mås pobre de la critica. No solamente es débil esta posici6n desarro-
sanas de una posible novela alemana. Como modelo para una evo- Ilada sobre todo en el orden sentimental, sino que le falta también
luciön de este tipo, también en el plano artistico, cita a Dickens. el conocimiento profundo del objetivo criticado.
Olvida, sin embargo, que este problema no es, en modo alguno, un La flaqueza de un escritor tan sobresaliente como Wilhelm
problema meramente artistico; esto es, olvida los presupuestos Raabe no radica precisamente en la caricaturesca imagen que
sociales e ideolögicos de la grandeza del retrato social ofrecido ofrece de todo medio capitalista, cosa que también hace con fre-
por Dickens, tan diferente de la estrechez y mezquindad de la cuencia Dickens, sino en que estas caricaturas son siempre pålidas
narraciön alemana, cada vez mås provinciana. Porque el legitimo y estån diluidas, sin sacar a la luz los rasgos centrales de la mez-
realismo de un Balzac o de un Dickens no implica la pérdida de quindad del enemigo criticado, que son siempre dibujados desde
la grandeza humanista en Ia generalizaciön de los tipos y destinos, Ia lejanfa, sin conocimientos suficientes y sin superioridad espiri-
sino s610 su transformaciön, su conversiön a 10 cotidianamente tual. En Raabe s610 tiene verdadera Vida y verdadera importancia
objetivo, a 10 abiertamente critico en 10 social. literaria la Vieja Alemania decadente. Raabe da expresi6n al abso-
iPor qué resulta, por ejemplo, tan desesperadamente provin- luto desplazamiento de los mejores y todavia no desaparecidos
ciano un escritor tan dotado artisticamente y tan potente y Ileno representantes de aquella Vieja Alemania con un humor muy pe-
de humor en Ia configuraciÖn de tipos humanos como Fritz Reu- culiar, de gran calidad artistica, amargo y Ifrico a la vez. Es la
ter? Vamos a decirlo una vez mås: no por su temåtica de indole ültima y desesperada batalla de retirada del humanismo alemån.
provinciana. Cuando Reuter se ocupa de la Revoluci6n del 48 y Se ha comparado a Raabe a menudo como Jean Paul. Sin razön, en
Ilega incluso a decir que no quiere tomar posiciön respecto a ella, 10 esencial. Porque el humor de Jean Paul no es sino un intento
afiadiendo que de la Revoluci6n s610 quiere configurar aquello de salir de la estrechez de la miseria alemana; mås allå de toda
que inmediatamente atrae a su persona, no cabe duda de que, vacilaciön de cualquier destino individual, mås allå de toda resig-
como escritor, estå en su derecho para ello. La desgracia estriba, naci6n de cualquier figura individual, se alza una perspectiva de
sÖlo, en que efectivamente Ileva a cabo este empefio en su trabajo futuro luminosa a pesar de todo. Precisamente este periodo ya pa-
literario. Es decir, que no describe la Revoluciön del 48 en los sado, esta idilica limitaciön, en fin, de las pequefias ciudades, son,
pueblos y aldeas de Mecklenburg a la luz de la gran importancia para Raabe, la ültima salvaciön de 10 humano, el abandonado refu-
nacional y social que los problemas por ella evidenciados tenfan gio en el que el humanismo alemån, Viejo y débil, castigado hasta
realmente en aquel circulo tan pequefio, sino que s610 deja tras- la mutilaciön puede esperar a que transcurran sus ültimos y tris-
lucir de la Revoluciön 10 que de ella podia percibir un pequefio tes dias.
burgués de Mecklenburg coetåneo suyo, es decir, un caos multi- No deja de resultar interesante que fuera Keller precisamente
color, un rico alboroto Ileno de lances c6micos. Si se piensa en el primero en prever y temer la apariciön en Alemania, inmediata•
la imagen de la Revoluciön Francesa viva en «Hermann y Dorc» mente después de la derrota de la revoluci6n, de una literatura
thea», se percibe por qué el vigoroso realismo de Reuter no supera humorista de este tipo (1851). Sefiala que un escritor no debe ni
el provincianismo, se percibe, en fin, por qué su caråcter popular puede entregarse al estilo de Sterne o Jean Paul, anadiendo: «Era
inmediato no pudo sino precipitar el desgarramiento del pueblo una época infeliz y tenebrosa aquella en la que no habia otro
alemån, la extinciön del Viejo espiritu unificador democråtico. Reu- remedio que buscar consuelo en ellos, y Ojalå impidan los dioses
ter todavia estaba impregnado de un sano y vigoroso instinto que después del tratado de Olmutz y de las conferencias de Dres-
popular, del que sus sucesores cada vez estån mås privados. den no vuelva a florecer Otra vez».
Esta literatura provinciana desarrollada en Alemania es, al Por supuesto que el legado literario del periodo clåsico y ro-
mismo tiempo, expresiön de una oposici6n al capitalismo ascen- måntico alemån no desaparece, ni siquiera después de 1848. Pero
dente. En este sentido podria haber Sido el germen positivo de su supervivencia no es, si se considera la amplia masa de esta
una descripciön a la vez critica y realista de la sociedad. La mayor literatura, Otra cosa que un academicismo cada vez mås insustan-
parte de los realistas franceses, ingleses y rusos estån Ilenos, asi- Cial y vacio de alma, con su exclusiva atenci6n a Ia forma por
mismo, de romånticos sentimientos de oposiciön contra el capi- Ja forma misma. El sometimiento a la reacci6n, contra la que en el
166 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 167

mejor de los casos sÖlo se oponian döcilmente los nacionalistas ticasde la Alemania de los Hohenzollern. Heinrich Mann ofrece
en su «Untertan» una deslumbrante såtira de estos éxitos, desve-
liberales, trajo consigo una pobreza de pensamientos y sentimien-
tos de todo punto contrapuesta a las heredadas formas clåsicas, lando con gran agudeza de escritor sus raices sociales.
cuyo humanismo era convertido en una mera y grandilocuente
fraseologfa.
Ello no impide, de todos modos, que también existieran en Ia II. Democracia
Alemania reaccionaria escritores auténticos tanto en el plano hu-
Gottfried Keller se sitüa en consciente oposiciön a todas estas
mano como en el artistico, en quienes la prosecuciön del cultivo
de las formas clåsicas obedecfa a profundos motivos ideolögicos, corrientes. Su desprecio hacia Gutzkow y el grupo de los «jövenes
escritores que por su manera de plantear los problemas y con-
alemanes» no sorprenderå a nadie. Ya suena un poco mås extrafia
figurar tipos humanos estaban por completo en la cumbre de la su critica del filesteismo de Adalbert Stifter y la contraposiciÖn
evoluciön europea contemporånea. Pero precisamente en esto se polémica que establece entre la auténtica grandeza épica de Got-
thelf y las descripciones de Stifter. A pesar de la influencia de sus
evidencia el especifico caråcter temporal del clasicismo del periodo
de Weimar, propio de un determinado periodo histörico de la evo- obras juveniles sobre él, contra Hebbel tuvo durante toda su Vida
luci6n alemana; porque la peculiaridad de su generalizaciön lite- una gran antipatia; reconoce sus grandes dotes, pero censura vi-
raria hundia orgånicamente sus raices en Ias circunstancias sociales gorosamente todo 10 que de artificioso hay en él. Con Richard Wag-
de Ia Alemania de entonces. Cuanto menos atrasados se quedaron ner Ilega a estar en Zürich durante un cierto tiempo en muy buenas
los grandes artistas de la época de la reacciön respecto de la evo- relaciones personales. Dice de él, sin embargo, en una carta a Frei-

luciön de su tiempo, hablando en términos europeos generales, ligrath: «Es un hombre muy dotado, pero también un poco faiseur

tanto mås profundas fueron haciéndose Ias disonancias entre la y charlatån».


monumentalidad clåsica de su forma artistica y la moderna psico- La negativa actitud de Keller respecto de las corrientes lite-
rarias dominantes en Alemania no es de origen literario. El que
logia de sus figuras.
Ya el propio Nietzsche descubri6 en sus ültimos tiempos el Keller esté en condiciones de polemizar a un tiempo con la estre-
parentesco de las heroinas de Wagner con la «Madame Bovary» y chez filistea de la Vida provinciana, por un lado, y contra la genial
la «Salammbö» del Flaubert, y no resulta nada dificil vislumbrar extravagancia individualista, por Otro, no es tanto el fruto de sus
los rasgos dostoyevskianos de los héroes de Hebbel detrås de sus caracteristicas personales como de su profunda vinculaciön a Ia

patéticos yambos. La exposiciön de las tragedias artisticas de Wag- tan arraigada democracia autÖctona.
ner, Hebbel, etc., no entra dentro del marco de este trabajo. De-
La producciön literaria alemana exaltadora de la libertad de los
beria quedar claro, sin embargo, que incluso entre los mås sinceros afioscuarenta influyö grandemente sobre el joven Keller; se dej6
e importantes artistas de este periodo operaba como una fuerte arrastrar por aquella evoluciön de cufio democråtico, Ilegando hasta
tendencia esta vinculaciön carente de todo estilo primero y Iuego
la apropiaciön de la mås alta forma conceptual de la democracia
funesta, entre una forma monumental y una decadente psicologia revolucionaria alemana: la filosofia de Fenerbach. Keller Ileg6 asi
a situarse en la Cima de la evoluciön filosöfica y literaria de la
de los destinos puramente individuales.
corriente democråtica en la Alemania anterior a la Revoluciön del
Una investigaciön suficientemente detenida explicaria corno Ja
derrota de la revoluciön del cuarenta y ocho produjo tanto en cuarenta y ocho.
Hebbel como en Wagner una ruptura de su evoluciön artistica; Es un rasgo caracteristico suyo, sin embargo, el no participar
una ruptura que acelerö con fuerza cada vez mås considerable el en el movimiento de retroceso desatado a raiz de la derrota de la
desarrollo de estas tendencias hacia la absoluta vaciedad estilistica. Revoluciön. De ello le salvo la tradiciön democråtica suiza. En
Hebbel fue alejåndose cada vez mås del verdadero caråcter po- tanto que hasta entonces participö vivamente en las luchas espi-
pular. Sus éxitos pasajeros, debidos al flujo de la moda, nada rituales desarrolladas en el dominio cultural alemån, a partir de
aquel momento comenzö a convertirse progresivamente en un es-
significaban. Y Ia gran popularidad del arte wagneriano depende
tricto observador de la evoluciön alemana. Se dedicö a estudiarla
ampliamente de unos factores estrechamente vinculados al trågico
compromiso del Wagner maduro con las tendencias antidemocrå- detenida y exhaustivamente, con una profunda devociån, inten-
168 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 169

samente disgustado por los progresos de la reacci6n, pero sin cifrar


davia en circunstancias politicas y socialmente reaccionarias, deni-
ya en ella elemento alguno determinante de su existencia espiri- grantes para su burguesia democråtica. Keller sÖlo Ilega a vivir
tual; sus transformaciones dejaron de transformar su propia evo-
Ia descomposiciön de la primitiva democracia suiza.
luciön. Parece, pues, como si en el caso de Keller tuviéramos ante no-
No hay mås que leer con detenimiento los apuntes y cartas sotros una figura nacional de las letras suizas, cuya tipicidad propia
de Keller durante su estancia en Heidelberg (1848-50) y en Ber- habria de ser entendida a partir de su afincamiento en Zürich. El
lin (1850-55) para percibir esta diferencia y este giro en su entera
propio Keller protestö a 10 largo de su Vida violentamente contra
disposiciön personal. En Heidelberg participa intensamente en los semejante juicio. A1 comienzo de la primera versiön de su «Der
acontecimientos; en Berlin, por el contrario, no es Otra cosa que
grüne Heinrich» nos encontramos con una rica y variopinta discu-
un democrata suizo en viaje de estudios que vuelve a la actividad siÖn del protagonista con un demöcrata discipulo de Fenerbach, un
politica una vez regresado a su patria, en cuya Vida püblica par-
conde del sur de Alemania. El protagonista (y, a través de él,
ticipa. Y como las obras mås importantes de Keller se retrotraen
Keller) se declara ardiente partidario del republicanismo suizo
a este periodo, a pesar de que su temåtica hunde en no pocos
de cufio democråtico, y parece dispuesto a defender con su propia
aspectos sus rafces en experiencias anteriores, este apartamiento
Vida la independencia respecto de Alemania. A1 serle, sin embargo,
de una Alemania convertida en reaccionaria y, esta exclusiva en-
preguntado si con ello hay que considerarlo partidario de una po-
trega a la democracia suiza, determinan el contenido y la forma
Sible cultura y literatura suizas de caråcter nacional, responde (una
de su obra entera.
vez mås como portavoz de Keller) 10 siguiente: «Muchos de mis
Desde un punto de vista superficial, en este apartamiento hay compatriotas creen en un arte y en una literatura suizos, creen
algo que puede hacer pensar en la linea de retroceso de la litera-
incluso en una ciencia suiza. Ahora bien, Ios esplendores de los
tura alemana de aire provinciano, que caracterizamos anterior-
Alpes y la poesia de sus rosas se agotan pronto; las grandes bata-
mente. Y Ia profunda simpatia de los mejores representantes de llas son cantadas en seguida. Y para vergüenza nuestra, hemos
esta linea— piénsese, sobre todo, en Theodor Storm ——, hunde aqui
de sacar los brindis, dichos y lemas de nuestras fiestas püblicas del
sin duda alguna, sus raices. Pero ambos apartamientos s610 son
Tell de Schiller, que sigue siendo la mejor fuente de satisfacciön
similares de manera harto formal, a pesar de que en ültima instan-
de este tipo de necesidades». En opini6n de Keller, la ciencia y la
cia, su motivaciön profunda ha de verse en Ia derrota de la Re-
literatura precisan del vasto campo de los grandes contextos. Cada
voluciön del 48. Porque Keller no se esconde en un rinc6n alemån
una de las zonas de Suiza pertenece literariamente a un gran pais,
de provincias, dando desengafiada o amargamente la espalda a la
con el que estå vinculada por el idioma y por la cultura espiritual:
Vida püblica de la naciön, cada vez mås lanzada por la via reac- Alemania, Francia e Italia.
cionaria. Regresa, por el contrario, a su democråtica patria, y a
Esta toma de posiciön de Keller respecto de una posible lite-
partir de ese momento se sitüa en el centro mismo de su Vida
ratura autönoma suiza no sufre cambio alguno. Es muy caracte-
püblica tanto en el terreno humano como en el literario.
ristico que sÖlo en una ocasiön permita imprimir algunos de sus
Esta diferencia decisiva todavia resulta mayormente subrayada poemas en una antologia suiza. Justifica esta aquiescencia suya con
por el relativo retardamiento de la evoluci6n del capitalismo suizo, una alusi6n a «la impotencia actualmente reinante en Alemania»
que jamås Ilega a ser tan avasalladora como la del alemån. Por
(son los afios posteriores a 1870), afiadiendo, al mismo tiempo:
supuesto que el capitalismo corrompe también en Suiza todas Ias ePero con ello no deseo ayudar en modo aluno a los eternos fun-
relaciones sociales originarias. Y este tipo de influencia suya es dadores suizos de una industria literaria casera».
reflejada de manera igualmente negativa en la obra de Keller, como
De manera que para Keller las letras suizas forman, pues, parte
luego veremos. Pero, en primer lugar, estos efectos negativos del integrante de Ia literatura alemana o francesa. Es un escritor tan
capitalismo sölo mucho mås tarde resultan tan importantes y de-
alemån como ginebrino Rousseau pueda serlo francés.
el
clarados en Suiza como para poder influir decisivamente en la
Y, al mismo
tiempo, es un demöcrata de Zürich, al igual que
producciön de Keller. («Das verlorene Lachen», 1874, y «Martin Rousseau era un discipulo de la democracia ginebrina. Es decir: a
Salander», 1886.) En segundo lugar, y muy principalmente, esta la Alemania escindida en pequefios estados, dominada todavia por
evoluciön del capitalismo en Suiza no acontece por entonces to-
unas circunstancias sociales de tipo feudal de las que va liberån-
12 - REALISTAS
170 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 171

dose lenta y dolorosamente, primero, y a la unificada Alemania raria se hace suiza con una decisiön cada vez mås firme. Esta
de Bismarck y los Hohenzollern después, opone polémicamente la contradicciÖn informa todos Ios dominios de su actividad. La de-
democracia autöctona suiza, la democracia de Zürich, al igual que mocracia de Keller, por ejemplo —al igual que el materialismo
en su tiempo Rousseau opuso la democråtica Ginebra al absolu- feuerbachiano de su visiön del mundo ---, no es agresiva, ni propa-
tismo francés. gandistica, ni universalista, como 10 fueron, por el contrario, las
Es evidente que la expresiÖn «al igual que» deberfa ser puesta convicciones vitales e ideolögicas de Rousseau en el terreno social
entre comillas. Porque en el caso de Rousseau, el modelo social
y politico.
y politico de la democracia ginebrina reforzado te6ricamente y Poco y débilmente explicariamos esta contradicci6n viendo en
cimentado en la Esparta y la Roma de Plutarco— es convertido Keller sÖlo al artista y subrayando unilateralmente en Rousseau,
en bandera de la democracia radical francesa y, a través de ella, por el contrario, su condiciön de teörico y publicista de temas
de la corriente democråtica de Europa entera. El ideal de la demo- politicos. Porque la vertiente artistica y la teörica de la obra toda
cracia ginebrina no solamente es contrapuesto con acento a la vez de Rousseau forman una unidad indisoluble, cuyo influencia en Ia
polémico y destructor al absolutismo feudal de los Borbones, sino historia del mundo ha resultado efectiva precisamente como tal
a todos aquellos ilustrados que veian c6mo Ia mejor alternativa unidad. Es imposible separar sus novelas o su autobiografia, por
posible Ia introducciÖn en Francia de una monarquia constitucional ejemplo, de su «Contrato Social». Y aün aceptando que la unidad
al estilo de la francesa. Esta contraposiciÖn acaba convirtiéndose de esta obra, fruto de su Vida entera, ostente un caråcter contra-
luego en uno de los rasgos mås importantes de la diferencia exis- dictorio, su influencia ha obrado, precisamente en vitud de esta
tente entre los democratas radicales y los liberales dispuestos al contradiciön interior, de manera unitaria, es decir, como un todo
compromiso, es decir, entre jacobinos y girondinos. en definitiva. Porque esta contradicciön no era en él sino la contra-
La adscripciön de Keller a Zürich no alcanza en Ia evoluciön dicciön de la Vida misma, una contradicciön de operatividad deter-
cultural alemana, por no citar siquiera la internacional, una impor- minante en la democracia radical y en la Gran Revoluciön Fran-
tancia histörico-universal de este calibre. La democracia de Zürich cesa.
no es para Keller otra cosa que una posibilidad de sano refugio, Por otra parte, sÖlo con muchos reparos podria ser juzgado
tanto en 10 humano como en 10 artfstico, frente a la pestilencia Keller exclusivamente como artista. Su actividad como funcionario
de la reacciön alemana. La adhesiön a la democracia de Zürich elevado y responsable de la democracia de Zürich durante quince
salva a Keller como gran escritor popular y realista, procuråndole, anos (1816-1876) no es en modo alguno un simple episodio biogrå-
sin embargo, al mismo tiempo un puesto aislado y singular en la fico. El tema fundamental de la gran novela juvenil y autobiogråfica
historia de la literatura alemana. La derrota de la revoluciön de Keller, «Der grüne Heinrich», no es otro que el de la educa-
democråtica en Alemania, la manera reaccionaria en que surge la ci6n de un hombre polifacético e interesado por multiples pro-
unidad alemana, asi como la antidemocråtica evoluciön posterior blemas con vistas a su intervenciön en Ia Vida püblica y politica. A1
del pais no imponen s610 un viraje en el proceso cultural del igual que en la mayor parte de sus escritos, Keller configura aqui
Imperio Alemån, sino también en sus relaciones con todos aquellos las cualidades humanas positivas y negativas por las que se resulta
dominios lingüisticos alemanes situados mås allå de Ias fronteras apto o inhåbil para la actividad püblica. Educar para influir en la
de la naciön alemana. Las esperanzas en una gran Alemania demo- Vida püblica: he ahi el pensamiento clave, el hilo mental rector
cråtica se derrumbaron entre los anos 1848 y 1849. Dominios ale- de la entera actividad literaria de Keller.
manes es el orden lingüistico como Suiza y Austria no se separan Keller incide de manera tan amplia como profunda en la re-
realmente hasta este momento del general proceso evolutivo ale- laciön reciproca existente entre la Vida püblica y la privada. Pole-
mån, comenzando a desarrollar con fuerza una cultura autönoma miza contra los reaccionarios puntos de vista politicos de Jeremias
a partir de gérmenes anteriores. Gotthelf, escritor popular suizo al que admira grandemente, defen-
Keller estå situado en el centro mismo de esta ruptura. Su diendo, sin embargo, con energia su apasionada toma de posiciön
visiön del mundo sigue siendo la de un dem6crata radical del 48 Politica. Dice, asi: «Porque hoy todo es politica y todo estå rela-
(debiendo a ello, entre otras cosas, su rechazo de una literatura Gonado con ella, desde el cuero de la suela de los zapatos hasta
nacional suiza de caråcter autonomo), pero su Vida politica y lite- la Ültima teja de la casa, y el humo que sube por la chimenea no
172 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 173

ningün pais y que no puede aferrarse a ningün palmo de tierra


es Otra cosa que pura politica, politica que en nubes insidiosas
que sea auténticamente suyo, jamås estarå en condiciones de rea-
cuelga por encima de los palacios y de las chozas, y va de un lado
lizar enérgicamente su idea, pareciendo un ave del paraiso que
a otro atravesando pueblos y ciudades».
carece de pies y que en consecuencia no puede abandonar jamås
Seria, sin embargo, igualmente insincero Ilevar hasta sus ülti.
sus aéreas regicnes.
mos extremos la critica de la sinceridad de Keller y el nivel de Del mismo modo que el hombre sÖlo conoce a sus semejantes
sus convicciones democråticas, sin procurar comprender su caso
cuando se examina a si mismo, y sÖlo acaba por conocerse a si
a partir de la especifica situaciön historica en la que se inserta.
mismo del todo cuando examina a Ios otros, de igual modo, tam-
Por supuesto que Keller no es un democrata plebeyo; su com- bién, que sÖlo resulta ütil a los demås cuando se mantiene a si
prensiön, sobre todo, del movimiento obrero de curio socialista es
mismo dentro del orden, y sÖlo Ilega a ser feliz cuando resulta ütil
mås bien exigua. Ahora bien, al comparar esta limitaciön de sus a 10s demås, asi un pueblo sölo Ilega a ser realmente libre y feliz
ideales democråticos con los de Rousseau o los de los jacobinos,
cuando tiene respeto hacia el bien y la felicidad de los otros pue-
no hay que olvidar que éstos vivieron y actuaron en una sociedad
blos, y sölo puede, por Otra parte, sentir con éxito este noble respeto
de diferenciaciön social mucho mås reducida, y en una época en Ia
y ser fiel a él si previamente ha puesto en orden su propia situaciön
que el proletariado todavia no se habia constituido en clase auto-
interna. El verdadero patriotismo y el verdadero cosmopolitismo
noma. No cabe duda alguna de que Keller no era en absoluto un no consisten sino en la continuada sintesis interior de esta contra-
entusiasta de la revoluciön y que preferia que las transformaciones
dicciön tan Ilena de Vida, sintesis que debe Ilegar a convertirse
politicas acontecieran por la via legal, lejos de todo viraje revolu-
en un ejercicio habitual. iDesconfiad, pues, de todo aquel que se
cionario. Pero también en este punto reina entre él y Rousseau
vanaglorie de no conocer ni amar patria alguna! Pero desconfiad
un acuerdo mucho mås profundo de 10 que a simple vista podria también de aquel que quiere cerrar las fronteras de su patria a
parecer evidente. Hay que distinguir de la manera mås tajante
piedra y Iodo, y que cree serlo y valerlo todo por su casual naci-
entre una convicciön general de este tipo y la postura adoptada
miento en este o aquel pais, y para quien el resto del ancho mundo
en el caso de un real estallido de la revoluciön. Es evidente que no
10 mås que puede Ilegar a ser es un gran dominio de presa, que
podemos saber como se habria comportado realmente Rousseau
ha de ser explotado para el mayor beneficio de su exclusiva patria.
frente a la revoluciön democråtica. Keller, sin embargo, tomo parte
Vivir en constante admiraciön por haber nacido precisamente
activa en Suiza en la lucha democråtica contra el «Sonderbund»,
en el pais de uno y agradecer la casualidad que asi 10 ha dispuesto,
manifestando, por Otra parte, en Heidelberg, durante los anos de
no es, desde luego, sino una cualidad integrante del verdadero
la revoluciön, la mås viva simpatia hacia el ala democråtica.
amor a la patria; pero esta cualidad tan hermosa ha de ser puri-
De estos afios suyos en Heidelberg, de sus trabajos de entonces
ficada por el amor y el respeto hacia 10 ajeno, sin olvidar que sin
en plena gestaciön ya de su «Grüner Heinrich», conservamos una
la profunda y amplia base y la noble perspectiva de una auténtica
detallada declaraciön de principios del propio Keller. A pesar de
apertura al mundo, el patritismo sÖlo es... una cosa årida, muerta
su extensiön, acaso excesiva, nos parece tan importante que no Y estéril.»
resistimos la tentaciÖn de ofrecerla integra aqui:
Keller permaneciö siempre fiel a esta convicciön. De la conduc-
ta politica de sus afios jövenes ya hemos hablado. Durante la re-
«Patriotismo y cosmopolitismo
voluciön, y después de ella, moströ en todo momento una sana
desconfianza frente a la politica de Prusia, Austria y Rusia. A raiz
SÖlo gracias a una sintesis adecuada de ambos alcanza cada uno
de Ia crisis de los Saboya (1859) tomö posiciön a favor de la lucha
de ellos su posiciön verdadera. Los actos y consejos del patriota
armada contra Napoleon Ill en defensa de la inviolabilidad de
unilateral que no ve mås allå de 10 que tiene delante jamås serån
Suiza. Siguiö todo movimiento democråtico desarrollado en cual-
realmente ütiles y fructiferos para su pais, porque cuando éste
entre en contacto con el siglo y con el mundo, se sentirå en la
quier parte del mundo con la mås viva simpatia; asi, por ejemplo,
se alegrO sobremanera de que los obreros londinenses pegaran una
misma situaciön que una gallina que ve como los pequefios patos,
paliza al verdugo de las revoluciones italiana y hüngara, el general
a los que ella misma ha incubado, se lanzan al agua; en tanto
austriaco Haynau; siguiÖ incluso el alzamiento caucåsico de Scha-
que el cosmopolita unilateral que no tiene raices verdaderas en
174 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 175

myl contra el zarismo ruso con la solidaridad mås sincera; tom6 justificaciön historica de la poesia romåntica de la imposibilidad e
parte activa en la celebraciön del centenario de Schiller, exigiendo, incapacidad en que entonces se estaba de «obrar håbilmente». Ha-
sin embargo, que Suiza celebrara también el centenario de la Re- blando acto seguido de su confianza en una nueva plenitud literaria
voluciön Francesa, etc., etc. a partir del impulso revolucionario, del crecimiento de la Vida gra-
El eje fundamental de su conducta politica es, pues, la defensa cias a la Revoluciön.
resuelta de la inviolabilidad de la democracia suiza. Su punto de También en estos puntos suyos de vista estå intimamente rela-
vista determinante es, sin embargo, el de la democracia revolucio- cionado con las mejores tradiciones democråticas de Alemania, con
naria. en el mås ampliosentido histörico. Suiza es, para él, un com- la concepciön de la literatura sustentada por Heine, con el ideario
plejo a la vez histörico y orgånico. Estå siempre dispuesto, en con- de su amigo Hermann Hettner durante su periodo feuerbachiano
secuencia, a tomar las armas contra las potencias reaccionarias de y democråtico. Escribe sus reflexiones en el momento mismo de la
Alemania y Francia, que en determinado momento Ilegaban a ame- Revoluciön (junio de 1849), inseguro todavia acerca de su desenlace
nazar la superioridad suiza. Ninguna situaciön politica era consi- ültimo. Pero el contenido de la perspectiva de una interrelaciön
derada por él, sin embargo, como definitiva, de manera que confiaba entre literatura y Vida estå bien claro a sus Ojos:
siempre en un futuro crecimiento, en extensiön y hondura, de Ia «Pero que venga como quiera venir: en la fricciön de estas ten-
democracia en toda Europa; democracia que habfa de estar llama- dencias tan diversas encuentran su plenitud la acciön y la poesia,
da a ejercer una influencia determinante en los propios problemas y con ello, la poblaciön poética de nuestros dominios puede al fin
estatales de Ios diversos pueblos. renunciar a todos los sucedåneos anteriores (se refiere al Roman-
Cuando en el aio 1872 el profesor Gusserow, de Zürich, fue lla- ticismo, G. L.). Las jornadas parisinas de junio, la guerra hüngara,
mado a la recién inaugurada Universidad de Estrasburgo, Keller Viena, Dresden, y acaso también Venecia y Roma, serån inagotables
pronunci6 un discurso de despedida cuyo contenido él mismo sin- manantiales para los creadores literarios de todo tipo. Resultarå
tetiza asi: «Gusserow puede Ilevar un saludo a los habitantes de asi posible una nueva balada, y encontrarån inspiraciön el drama,
Estrasburgo de sus viejos amigos de Zürich, diciéndoles, al mismo la novela histörica y la narraci6n. La posibilidad de encontrarlos de
tiempo, que no se sientan demasiado desgraciados en el nuevo Im- manera inmediata en la Vida misma, me ha Sido revelada ahora en
perio. Acaso Ilegue un tiempo en el que este Imperio ostente formas la revoluciön de Baden.
estatales que resulten necesarias también para los suizos, y enton- A1 igual que "alemån" no significa Otra cosa que "popular",
ces sea imaginable un retorno de estos ültimos. Es evidente que deberia significar al mismo tiempo "poético", ya que el pueblo, en
no nos referimos aqui exclusivamente a la forma de simples ciu- la medida en que recibe aire fresco, se hace poético, es decir, Ilega
dades libres, puesto que ésta ya existe, sino a la posibilidad de mås él mismo a serlo.»
grandes repüblicas populares». Estos pensamientos de Keller, que Keller cierra en dicha composici6n estas consideraciones de ma-
en su momento levantaron una general indignaciön, estån estre- nera vibrante, denunciando al filisteismo y el miedo a la verdad
chamente vinculados a las tradiciones de Ia democracia alemana. operantes en Ia supervivencia burguesa y liberal del romanticismo:
En pr610go a su poema «Deutschland, ein Wintermärchen», ex-
el «S610 a una burguesia sin sangre puede apetecerle, aqui y ahora,
presa Heinrich Heine este mismo pensamiento acerca de Ia rela- permanecer suspendida con todo su peso en una rama medio seca,
ciÖn entre Alsacia-Lorena y Alemania. royendo su par de frutos, hasta que acabe por desgajarse y toda la
La profundidad de estas convicciones democråticas de Keller masa informe ruede por el abismo. En verdad que si no supiera
resulta evidente, asimismo, en su manera de informar la producci6n que los filisteos son eso, filisteos, tendria que considerarlos como
literaria entera del gran escritor suizo. Todo es politica: y ésto no los mås poéticos y alados de los estrafalarios. Pero sÖlo tipos asi
es solamente un profundo sentimiento suyo, sino el fruto de una pueden en realidad sentirse a gusto en una situaciön tan ambigua.»
detenida elaboraciön mental. La floraciön literaria, equivalente, Igual linea vemos en los mayores y mås importantes trabajos
para él, a la del realismo, no es posible sin una floraciön politica y criticos de Keller, en sus ensayos sobre Jeremias Gotthelf. Keller
social de la democracia. En su época de Heidelberg escribe Keller sentia la mayor admiraci6n hacia esta importante figura épica.
una pequefia composiciön en torno a la relaci6n existente entre A través de un agudo anålisis explica como result6 en Gotthelf po-
romanticismo y contemporaneidad. Hace derivar en este trabajo la Sible un «triunfo del realismo», un realismo cristalizado en él a
176 Georg Lukåcs Realistas Glemanes del siglo XIX 177

pesar de sus angostos y reaccionarios puntos de vista, a pesar de El fracaso de la revoluciön, sin embargo, y la consiguiente crisis
su «asmåtica visiön del mundo». Segün Keller, dicho triunfo del cultural alemana crecida al hilo de la reacciön acaban también con
realismo fue posible gracias a la profunda vinculaciön que siempre este gran impulso inicial: Keller hubo de replegarse a 10 suizo
existiö entre Gotthelf y su pueblo, a pesar de haber Sido éste un en el mas angosto sentido de la palabra. No nos referimos al decir
contrincante a Ia vez espontåneo y estrecho de miras del progreso, ésto a la elecciön inmediata de la problemåtica y de la materia de
un contrincante, sin embargo, que jamås tuvo nada que ver con los su obra; ambas hubieran seguido siendo preferentemente suizas
intrigantes reaccionarios de Ia capa superior, con los reaccionarios aun en el caso de que la hipötesis arriba expuesta se hubiera cum-
literarios y politicos de salön. plido, aunque partes decisivas del «Grüner Heinrich» tengan a Ale-
A1 mismo tiempo es sometido Gotthelf a una critica implacable mania por escenario, y aunque la estancia y la Vida de Keller en
por parte de Keller en aquellos aspectos suyos en los que sus una Alemania de revoluciön democråtica triunfante hubieran se-
puntos de vista reaccionarios podian Ilegar a violentar la realidad, guido un curso distinto y sus consecuencias literarias hubieran Sido
descuidando o desfigurando su configuraciön artistica con un gro- asimismo por completo diferentes. Ya hemos aludido a la diferen-
sero propagandismo. Tanto los aspectos positivos como los negati- cia de talante vital existente entre el Keller de Heidelberg y el de
vos de esta discusiön habida entre el gran realista popular Keller Berlin.
y su måximo precursor suizo, no hacen sino evidenciar con rotundi- Se trata, en nuestra opiniön, de una diferencia en 10 espiritual,
dad mayor la intima relaciön para él existente entre arte verdadero en 10 social y en 10 ideolögico. Keller pierde el contacto inmediato
y cufio popular, entre poesia auténtica y aliento democråtico. de tipo humano y literario con los grandes problemas propios de
El espiritu de la democracia informa el pensamiento todo y la una gigantesca transformaciön social, tal como Rousseau pudo, por
obra de Keller. ejemplo, vivirla en la Francia prerevolucionaria, colaborando acti-
él)önde estå, pues, el motivo al que achacar el que este demo- vamente en su cristalizaciön; problemas a los que el propio Keller
cratismo suyo se quede en su obra en 10 defensivo y hasta cierto ha Ilegado a referirse en su ya citada composiciön de Heidelberg,
punto no Ilegue ni siquiera a superar el localismo? No podemos situåndolos en el centro mismo del anhelado gran impulso de la
buscar la respuesta en la psicologia personal del escritor, en Ia literatura realista. Su obra no puede seguir ya siendo una lucha
medida en que éste es, como hemos visto, consecuentemente de- por la victoria de los ideales democråticos en una gran comunidad
mocråtico. Sin embargo, la combinaciön histÖrica de la incipiente cultural de lengua alemana, ni puede seguir ya consistiendo, en
descomposiciön capitalista de la democracia suiza autöctona con el fin, en la configuraciön de aquel heröico planteamiento de tareas
viraje reaccionario de Alemania y Francia a raiz de la derrota de y deberes que Ilenaba sus suefios durante el periodo revolucionario
la Revoluciön del 48, asi como la via reaccionacia por la que se de su estancia en Heidelberg. Su obra se centra ahora, por el con-
Ilega a la unidad alemana, obligaron a Keller muy en contra de su trario, en una lucha destinada a defender la Vieja democracia au-
temperamento subjetivo, muy en contra de Ias tendencias de su evo- töctona suiza contra la amenaza de unas potencias extranjeras
luciön juvenil, a este comportamiento. reaccionarias, asi como contra su descomposiciön interna en manos
La evoluciön juvenil de Keller, que culmina en su vivencia de la del capitalismo.
revoluciön alemana y en su inmediata aproximaciön como discipulo De todos modos, ni siquiera asi se convierte Keller en un simple
a Feuerbach en Heidelberg, implica, realmente, Ia apropiaciön y el eescritor local» suizo. No deja de ser verdad, desde luego, que en la
despliegue de la mejor herencia de la historia alemana progresista Obra tardia de Keller no volvemos a encontrar jamås un diålogo
de los siglos XVIII y XIX. Si se hubiera producido en Alemania a tan rico y profundo con los problemas de la cultura alemana como
consecuencia de los movimientos del 48 y del 49 un auténtico viraje el contenido en su «Grüner Heinrich». La problemåtica de su pro-
revolucionario y democråtico, surgiendo asi, en consecuencia, una ducciön posterior, y su base social, van centråndose cada vez mås
comunidad cultural alemana vasta, progresista y democråtica, no en la singularidad de la democracia suiza. Ahora bien, Keller se
cabe duda alguna de que a Keller Ie hubiera correspondido un lugar enfrenta con estos problemas desde la base misma de su evolu-
rector en el gran realismo alemån asi cristalizado. La concepciön ciön juvenil. Es decir, sigue ocupåndose de los problemas del hu-
entera de su «Grüner Heinrich» no es sino una preparaciön ideol& manismo alemån; y desde el espiritu de la democracia autÖctona
gica de todo ello. un renacimiento de todo esta problemåtica. E inclu-
suiza consigue
Realistas alemanes del siglo XIX 179
178 Georg Lukåcs
estos ideales no son en realidad sino los crecidos frutos maduros
so donde Keller no parece configurar problemas de cuno so-
alli
cial, sino exclusivamente de caråcter humano y personal, esta re- de una Vida popular y democråtica.
Por supuesto que en la obra de Keller percibimos siempre una
laciön y esta dedicaciön suya resultan evidentes: no hay escritor
tendencia, creciente con el tiempo, a la limitaciön del horizonte
alemån en el que Ia base democråtica del humanismo alemån re-
sulte tan luminosamente clara como en Keller.
de los problemas, asi como una cierta resignaciön, resignaciön
que cabe sefialar acaso como su talante båsico. Pero la resigna-
La posiciön historica de Keller como escritor no deja de estar
ciÖn es un rasgo general del gran realismo del siglo XIX. Un rea-
emparentada en algün sentido con la de su maestro Ludwig Feuer-
Lismo que hace ver constantemente la necesidad del surgimiento y
bach en la historia de la filosofia alemana. Asi como este ültimo
la necesidad, al mismo tiempo, del fracaso de los mås sagrados
representa el final de la filosofia clåsica alemana, la obra de Keller
ideales del humanismo burgués. La resignaciön de Keller no deja
representa el final de la literatura alemana clåsica. Este parale-
de ser, sin embargo, por motivos de los que luego nos ocuparemos
lismo no se limita exclusivamente a rasgos superficiales. Porque
detalladamente y que dependen de las limitaciones suizas de su
de igual modo que en materialismo de Feuerbach es a la vez Ia
obra, mås débil e incluso menos desesperada que la de casi todos
culminaci6n y la disoluci6n del idealismo alemån clåsico, asi el
Ios grandes realistas del siglo XIX. Y no es tan intensa porque
realismo de Keller es a un tiempo la plenitud y la disoluci6n de
de Alemania; el realismo de Keller
las tradiciones literarias clåsicas
en su mundo, Ia capacidad destructiva de 10 humano del progreso
capitalista no es tan aguda como en el de Balzac o Dickens. En
es en realidad aquello que en Heine no era sino disoluciön ironica
el momento mismo en que Keller percibe de manera tan realista
y programa, es decir, 10 que muy bien podriamos llamar el final del
como implacable la irrupciön del capitalismo y hace ver sus efec-
«periodo artistico».
tos disolventes, desaparece el especifico mundo kelleriano.
Hasta la apariciön de Keller no encontramos un realismo tan
También la construcciön social de Keller, al igual que la de
originario, tan innovador como el suyo, un realismo esencialmente
Balzac, contiene rasgos utopicos, inexistentes en la realidad; tam-
distinto al de la época clåsica, un realismo al que por fin cabe
bién tenemos la impresiön al examinarla de que no es, en cierto
poner como especifico fruto literario alemån junto al realismo eu-
modo, sino un modelo del mundo en verdad irreal, tejido a base
ropeo occidental contemporåneo. Keller es el primer y ünico escri-
de rasgos del pasado proyectados hacia el futuro. No es reaccio-
tor alemån de esta época en el que el paso al nuevo periodo litera-
naria a la manera tory de las utopias de Balzac, Ilenas de rasgos
rio no implica vulgarizaci6n ni provincianismo alguno, por un lado,
feudal-socialistas; antes bien ha crecido, por el contrario, mucho
ni adecuaciön a las corrientes reaccionarios de la burguesia, por
mås sobre la base de la democracia suiza aut6ctona de 10 que Ia de
otro. Asi como tampoco, desde Iuego, un individualismo desespe-
Balzac pudo crecer sobre la base de la Francia posrevolucionaria.
rado y arrojado a si mismo.
De ahi que la tensiön entre utopia y realidad sea en Keller mucho
En la superaciön conseguida por Keller de las tradiciones del
mås débil. Pero precisamente por eso no Ilega esta tensiön a pro-
«periodo artistico» hay que ver una profunda vinculaci6n, no for-
ducir en él ese «triunfo del realismo» conseguido por Balzac en
malista ni exclusivamente artistica y por completo debida a la
su configuraci6n del capitalismo. Cuanto mås intensamente percibe
esencia misma de la cosa, a las grandes tradiciones del realismo
el realista Keller el proceso evolutivo del capitalismo en Ia realidad
cultivado en los paises de mayor nivel democråtico. La literatura
suiza, tanto mås seco y prosaico resulta el mundo por él configura-
alemana va haciéndose en medida creciente contemporånea inme-
do, mundo cada vez mås rigidamente enfrentado a una abstracta
diata de la general evoluciön europea. Keller es, sin embargo, el
Utopia. Configurar la poesia del «espiritual mundo animal» queda
ünico escritor de lengua alemana en el que esta aproximaciön no
fuera de Ias posibilidades de Keller. El Keller de los ültimos anos
implica una caida enfermiza en el incipiente decadentista europeo,
intenta persuadirse a si mismo de que su lucha no ha Sido com-
decadentismo cuya presencia resulta bien perceptible, por ejemplo,
Pletamente desesperada. Su honradez como escritor queda revelada
y para no citar sino a unas pocas grandes figuras, en Friedrich
Hebbel, Richard Wagner o Conrad Ferdinand Meyer. Keller intro- en el fracaso de este intento suyo de querer-convencerse-a-si-mismo;
duce los ideales del humanismo alemån en una Vida popular conce- Pero esta lucha deja de producir frutos literarios.
Una utopia tejida con rasgos sacados del pasado: esto es 10 que
bida de manera realista y configurada con gran fuerza; mejor
vincula a Keller con los mejores y mås honrados realistas alemanes
dicho, de manera artistica de todo punto realista hace ver como
180 Georg Lukåcs Realistas alentanes del siglo XIX 181

de su tiempo, con Storm o Raabe, por ejemplo. La diferencia estri- turo de los frutos de la sustancia poética, social y humana apor-
ba en que estos ültimos se retrotraen en su evoluciön a un punto tada por la obra de Keller.
en el que la derrota estå ya tan completamente confirmada que Es éste precisamente uno de los puntos en los que Ia influen-
no pueden entregarse, en cuanto escritores, a espejismo alguno. cia de la derrota de la revoluciön del 48 sobre la evoluciön espiri-
De ahi el valiente pesimismo de Raabe, tan Ileno de humor en el tual alemana mås palpable resulta. Piénsese una vez mås en
que los viejos y decepcionados luchadores de las guerras de Ii- Feuerbach: su obra significa el final de una gran corriente del pen-
beraciön, del alzamiento polaco, etc. arrastran su existencia de samiento alemån; inaugura la decadencia y miseria de la filosofia.
sombras sin entender nada y sin que nadie pueda entenderlos a pero este viraje no viene motivado por el contenido filos6fico de
ellos, como auténticos fantasmas caidos en un mundo reacciona-
la obra de Feuerbach. Porque en Rusia su influencia no hace sino
rio y filisteo. De ahi también la autolimitaciön lirica de Storm a
abrir un nuevo periodo de auge y crecimiento en el dominio en-
una narrativa de recuerdo de la que él mismo dice: «Pertenece tero del pensamiento democråtico y revolucionario. EI que Feuer-
a la esencia del clasicismo el que un determinado escritor refleje bach se quedara sin sucesiön en Alemania, en tanto que en Rusia
en sus obras el contenido espiritual medular de su época de forma le sucedieran pensadores del rango de Tschernyschewskijs y Do
artisticamente depurada... en tanto que yo habré de contenerme, broljubows, es un problema s610 explicable a partir de la dife-
irremediablemente, con un palco lateral». rente evoluciön democråtica de ambos paises.
El realismo kelleriano no puede ser equiparado a ningün pal- A pesar del gran paralelismo que ofrecen ambos destinos, no
co lateral de este tipo. En Ia cumbre de su obra Keller puede cabe exagerar mecånicamente en la comparaciÖn entre Keller y
permitirse algunas ilusiones acerca de la democracia suiza autöc- Feuerbach. Porque Ia evoluci6n filos6fica de Feuerbach a partir
tona, ilusiones no refiidas, de todos modos, con un reflejo realista de 1848 es nula; incluso su propia influencia en Alemania fue re-
de la realidad y que incluso pueden ayudarle a aprehenderla de duciéndose cada vez mås, Ilegando a morir de manera casi por
manera mucho mås rica, variada y esencial, Ilevando a plenitud completo solitaria y abandonada. La plenitud literaria de Keller,
sus posibilidades mås altas. Esta rica y variopinta configuraciön por el contrario, culmina en los decenios posteriores al fracaso de
de la Vida es una de las fuentes mås importantes del humor de la revoluciön, y, como ya dijimos, su obra fue desde un principio
Keller, humor que —a diferencia de Raabe o Reuter— no surge reconocida y alcanz6 un lugar preeminente. Esta posibilidad de
del desespero, Sino, por el contrario, de la confianza en sus idea-
evolucionar, al igual que esta oportunidad de ejercer una fructifera
les, de su propia seguridad interior: de la convicciÖn de que la
influencia, le fueron procuradas a Keller precisamente por su con-
fuerza de Ia democracia autöctona serå tal, que le resultarå posible diciön de suizo. Su profundidad y sinceridad eran idénticas a las
acoger dentro de si todos los elementos econömicos y culturales de Rousseau, aunque, por los motivos antes expuestos, no haya
de cufio progresista de la evoluciön capitalista, elaboråndolos or- alcanzado en la historia universal la dimensiön que a este ültimo
gånicamente de tal modo que el capitalismo sÖlo consiga fortale- le ha correspondido. Pero también en este punto el no desarrollo
cerlos y no relajarlos. Es evidente la imposibilidad de perdurar en de las måximas posibilidades depende mås del proceso histörico
esta seguridad tan imaginaria. El deseado mundo de Keller fue que de los propios seres humanos. El talante suizo de Keller, la
Ilenåndose de sombras cada vez mås densas. Y como las raices de fuente de supervivencia de su fuerza misma, son al mismo tiempo
su potencia literaria se alimentaban de la confianza y no del de- uno de los capitulos de Ia historia vital de Ia democracia alemana,
senmascaramiento a la vez amargo y malicioso, la decadencia de su esa historia tan rica en tragedias.
arte comienza precisamente en este mismo momento.
Quedan esbozados asi los rasgos fundamentales de la peculiari-
dad de su posiciön literaria tanto en su vertiente positiva como Ill Caråcter popular
en la mås angosta. A pesar de la sobreabundancia de rasgos nuevos
e importantes en ella contenidos, su obra no abre un nuevo periodo El caråcter popular de Keller hunde sus raices en las tradicio-
de auge en la literatura alemana, aunque si cierre realmente su nes del mås clåsico humanismo alemån: evidencia una y otra vez
periodo clåsico. Aunque, desde luego, esta aseveraciön no excluye la sustancia vital y alumbradora de Vida de su valor formativo. El
—como luego veremos—- la profundidad y riqueza de cara al fu- clasicismo alemån trabaja, en este sentido, a favor de la Vida. Ahora
182 Realistas alemanes del siglo XIX
Georg Lukåcs 183

bien, sölo en sus mås altos representantes puede sostenerse en este la filosofiade Feuerbach, de la que acaba por apropiarse. Podria
nivel de uniön profunda y orgånica entre capacidad formativa e replicarse sin embargo, que el protagonista del «Grüner Heinrich»
impetu vital. En virtud del aislamiento del escritor en una Alema- es un artista, un pintor, a pesar de ser hijo del pueblo, de manera
nia tan atrasada, los problemas de la configuraciån literaria del pro- que la importancia de los problemas de indole formacional en su
ceso de formaciön cultural y espiritual del hombre en sentido Vida corresponderia al estilo de las novelas pedagögicas o educa-
genérico comienzan a perder muy pronto su vivo enraizamiento cionales de Goethe. Ahora bien, incluso prescindiendo de que real-
en la sociedad y en el pueblo. Este peligro comienza a resultar ya mente en el «Wilhelm Meister» la figura de Shakespeare no haya
evidente en las novelas cortas de Tieck, con las que en cierto senti- Sido configurada como fenåmeno literario sino como auténtica
do se inaugura la evoluciön realista de las letras alemanas, y, sobre fuerza vital, no cabe duda alguna de que esta novela educativa de
todo, en las novelas de Immermann. En la literatura tendenciosa Keller es mucho mås «plebeya» que las de Goethe, y estå mucho
de la «Joven Alemania» este desarraigo acaba por degenerar en un mås cerca que éstas de la Vida de las mås amplias capas populares.
ejercicio literario vacuo y vacio. De ahi que la importancia de la formaciön en el proceso de cris-
Por Otra parte, en la literatura alemana popular no deja de talizaciön de la pergonalidad esté siempre presente en Keller, in-
haber siempre una cierta tendencia, generalmente creciente, de ene- cluso en el caso de sus figuras mås populares. Para la criada de
mistad hacia 10 formativo. Tendencia que en el caso del suizo servicio Regine, por ejemplo, con el encuentro de la colecciön
Gotthelf hunde sus rafces en su reaccionaria visi6n politica. Du- de canciones populares «Des Knaben Wunderhorn» se abre un
rante los anos de Ia reacciån va desarrollåndose en Alemania una nuevo periodo de su evoluciön vital, y la inteligente labradora Ju-
indiferencia disfrazada de humorismo hacia todo posible impulso dith, una de las figuras de «Der grüne Heinrich» conoce a Ariosto
de formaci6n cultural y espiritual. Los escritores estancados en gracias a su joven amigo el protagonista de la obra; y ve en él, un
pleno provincianismo perciben de manera instintiva el caråcter auténtico espejo de la Vida, un espejo que le devuelve una ima-
aristocratizante de dicho impulso de formaci6n cultural y espiri- gen de la Vida tan luminosa y transparente que se siente dominada
tual, impulso que tiende a hacerse dominante en la Alemania poli- por el jübilo.
ticamente reaccionaria y econÖmicamente en trance de crecimiento La obra entera de Keller estå Ilena de ejemplos de este tipo.
capitalista. Ahora bien, apenas tienen la habilidad de oponer a En una época en la que la literatura decadente comienza a hacer
esta pseudo-formaci6n cultural Otra en verdad real: de ahi que se su apariciån, este rasgo ünicamente es ofrecido de manera tan
burlen tan a menudo de la formaci6n en general, quedando su clara por el propio Keller. SÖlo la literatura del proletariado re-
exposiciön de todo punto fuera de la Vida del pueblo y siendo, en volucionario vuelve a ocuparse del ansia de formaci6n del pueblo,
este sentido, completamente supérflua. Fritz Reuter narra, por ansia cada vez mås poderosa y viva, unida a su gran capacidad de
ejemplo, como el tio Bräsig intenta distraer a su desesperado ami- aprendizaje y estudio, configurando la conmociön profunda y deci-
go Hawermann incitåndole a cultivar la lectura. Por casualidad se Siva que en la evoluciön humana y moral de todo hijo inteligente
hacen ambos con una ediciön de Arist6fanes, y Reuter describe del pueblo despierta el encuentro con la gran herencia de la cul-
con burla redoblada las consecuencias que se desprenden de la lec- tura. Cuando Måximo Gorki, el gran maestro del realismo socialista,
tura de los libros cömicos por parte de los ignorantes habitantes enlaza con esta herencia, estå enlazado al mismo tiempo con una
de Mecklenburg y el escaso valor formativo de aquéllos. linea evolutiva cuyo ültimo representante en Alemania fue Gott-
Keller no recoge con afån simplemente polémico ambas ten- fried Keller.
dencias sino que, por el contrario, consciente de ambas, las con- El caråcter popular de Keller no es pues, jamås, el fruto de
figura. Los problemas de indole formacional constituyen parte in- una limitaciön de cufio provinciano. A1 igual que todo auténtico
tegrante y primordial del proceso de crecimiento humano de sus escritor popular, Keller es a un tiempo artista y pedagogo. Su
figuras hasta el punto de que pueden Ilegar a provocar en ellas la intenciön pedagogica no es, sin embargo, otra que crear un puente
necesidad de replantear sus propias vidas. Asi, por ejemplo, en entre Ia mås auténtica y depurada cultura y la inmediata Vida del
la evoluciön del «Grüner Heinrich» juega un papel decisivo en el pueblo. De ahi que configure los modelos positivos y negativos de
orden moral y humano, su paso de Jean Paul a Goethe, asi como estas tendencias y que toda figura honrada e inteligente del mundo
su encuentro con Homero y, sobre todo, el estudio profundo de de Keller sea una especie de Wilhelm Meister, un Wilhelm Meister
184 Georg Lukåcs Realistas aletnanes del siglo XIX 185

sujeto, sin embargo, a unas condiciones materiales y culturales no Esta refutaciÖn de tendencias que pretendian ser populares in-
tan favorables. La intenciön pedagogica de Keller armoniza con Ia troduciendo una linea divisoria artificial entre el pueblo y la gran
una exposiciön global y omniabarcadora
artistica: intenta ofrecer literatura, ignorantes de la auténtica vitalidad y del caråcter po-
del hombre y de la Vida popular contemporånea, siendo, desde pular auténtico del gran arte, ciegas a un tiempo respecto de las
luego, visiön omniabarcadora y tendencia a Ilevar a su plenitud las grandes posibilidades que encierra la Vida del pueblo, no es en Ke-
mås altas posibilidades humanas, una y la misma cosa en este Iler una simple postura de negaciön del provincianismo, sino asi-
empefio suyo. mismo una defensa alzada contra el super-refinamiento decadente
Este estilo configurador de los problemas de todo proceso de y Ia tajante escisiÖn entre literatura y Vida. Keller investiga una y
formaciön y aprehensiön de la cultura estå estrechamente relacio- Otra vez en torno a la relaciön reciproca existente entre ambas, asi
nado con la concepciön general de Keller de la evoluciön de la so- como también en torno a la sublimaciön de los elementos mås fruc-
ciedad humana. De ahi que, siendo un escritor popular no caiga tiferosen la gran literatura unida a la fructificaciön de la Vida
jamås en la simplificaciön ni en la angosta popularizaciön. No «des- popular por la entrega de sus obras al pueblo. La evoluciön de Ia
ciende» al pueblo, sino que es perfectamente consciente de que cultura equivale para él a la Vida y refleja la dialéctica relaciön
todo 10 grande que hasta la fecha ha aportado la humanidad en de reciprocidad existente entre supraestructura e infraestructura.
su evoluciön, ha surgido de las raices vitales del pueblo, pudiendo, En una carta a Hettner subraya Ia relatividad de la originalidad en
pues, ser devuelto siempre de manera anåloga a la propia Vida del 'Literatura apoyåndose en este contexto: «En una palabra, no hay nin-
pueblo. De este modo, no introduce una linea divisoria entre la guna originalidad o novedad individual soberana en el sentido de
literatura clåsica, la literatura de los cultivados, y los escritos des- una genialidad arbitraria o de un arrogante subjetivismo. (Tenemos
tinados al pueblo, como empezaba ya a ser moneda corriente en la prueba en Hebbel, por ejemplo, que es genial, pero que por
su tiempo. buscar precisamente tanto 10 nuevo acaba siempre por inventar
Es muy caracteristica a este respecto la polémica epistolar que fåbulas tan malas.) SÖlo es nuevo en un sentido profundo 10 que
mantuvo con Berthold Auerbach, un escritor de historias aldeanas se desprende de la dialéctica del movimiento de la cultura. He aqui
muy leidas y que gozaba entonces de gran popularidad, en torno por qué fue nuevo Cervantes en la concepciön de Don Quijote...».
a las lineas preliminales de su narraciÖn «Romeo und Julia auf La unidad de las tendencias pedagögicas y artisticas operantes
dem Dorfe». Con el fin de explicar la alusiön a la tragedia de Sha- en el realismo de Keller radica precisamente en la responsabilidad
kespeare implicita en su titulo, comenzaba Keller su narraciön con contraida por el escritor frente al pueblo de transmitirle el com-
las siguientes palabras: «Narrar esta historia seria una imitaciön plejo total de la cultura progresista configurada de manera plena,
ociosa si no descansara sobre un acontecimiento real, demostrån- inteligible y convincente. Keller parte, en este sentido, de la pro-
dose asi 10 profundamente que en la Vida humana hunden sus funda convicciön democråtica de que todo 10 moralmente valioso
raices todas y cada una de las fåbulas sobre las que estån construi- si es Ilevado al terreno del arte de manera acertada y realista acaba
das las grandes obras venerables. El numero de estas fåbulas es siendo comprendido por el pueblo. En su condiciön de pedagogo
reducido; pero una y Otra vez se presentan con ropajes nuevos popular Keller ve con espanto la habilidad con que la reacciön pro-
incitando a la mano a retenerlas». paga demagogicamente sus ideas, asi como la escasa fuerza que Ia
Auerbach criticö el titulo de Ia narraciön. Le hacia pensar, por mayoria de los escritores progresistas alcanza en su contrapropa-
citar sus propias palabras «en esa literatura para literatos que ganda, a consecuencia, precisamente, de su alejamiento del pueblo.
no parte de la Vida misma, sino del mundo de la letra impresa y Su actividad literaria entera estå al servicio de este necesario forta-
sus recuerdos...» La protesta de Keller ante este juicio es bien lecimiento del pueblo en el dominio politico, social y moral, asi
caracteristica de su manera de ver las cosas. «Resulta, en primer como en el orden de los sentimientos. Su ideario profundamente
lugar, que 10 que nosotros mismos escribimos estå impreso en el democråtico resulta evidente, pues, en la identificaciÖn que efectüa
papel y, desde este punto de vista, pertenece al mundo de los pa- entre progreso humano y moral, por un lado, y victoria ideolögica
peles, al mismo tiempo que, por el contrario, y en segundo lugar, sobre Ios prejuicios reaccionarios, por otro.
el propio Shakespeare, aunque impreso, no es otra cosa que la Vida Feuerbach fue un hito decisivo en Ia génesis de este realismo
misma y en modo alguno una exangüe reminiscencia.» kelleriano. Sobre todo por haber destruido en Keller toda invo-
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186 Georg Lukåcs Realistas alenzanes del siglo XIX 187

caciOn a 10 ultraterreno, todo desbordamiento de Ia realidad. La de que 10 alimenten cede su barriga para que se sirvan de ella con
vinculaciön con Feuerbach equivale en Keller, muy en primer tér- fines mågicos. Una vez bien cebado, sin embargo, recobra el buen
mino, al rechazo de toda falsa poesia; de toda poesia que pretende sentido y engafia a su vez al hechicero. En «Der grüne Heinrich»
adornar la Vida desde fuera, sin hundir sus raices. realmente en encontramos algo similar, por la via también del humor, cuando
la Vida misma y crecer a partir de ella. Keller es por regla general describe la evidente relaciön existente entre la autoconsciencia del
muy indulgente contra los restos de las visiones del mundo im- infantil protagonista y el dinero que Ileva en el bolsillo para com-
pregnadas de religiön en el caso de que éstos sobrevivan en per- prar golosinas y caramelos.
sonas subjetivamente honradas y faltas de hipocresia. Ahora bien, De esta manera proporciona Keller en cierto modo un fondo
a rafz de su apropiaciön a la filosofia feuerbachiana le escribe a materialista para Ia determinaciön de los seres humanos sobre Ia
un amigo en los siguientes términos acerca de la creaciön literaria: base de su ser. Ahora bien, en cuanto entran en juego auténticos
«Para el arte y para la poesia no hay salvaciÖn posible a partir de problemas sociales y humanos, Keller ofrece la configuraciön y la
este momento sin una plena libertad espiritual y un brillante y experiencia de unas relaciones de reciprocidad extremadamente
abarcador conocimiento de la naturaleza, lejos de todo pensamiento complejas entre el ser y la conciencia, sin perder, al mismo tiem-
de indole sobrenatural, y estoy firmemente convencido de que todo po, de vista la prioridad del ser, de tal modo que en la consumaci6n
aquel artista que no se resigne a ser ünica y exclusivamente un concreta de su visiön del mundo supera ampliamente la filosofia de
hombre mortal, no tiene ya futuro alguno». Con este combativo su maestro.
atenimiento al mås acå en el terreno del arte situÖ la filosofia de A raiz de su primer entusiasmo hacia Feuerbach, Keller se en-
Feuerbach a Keller en las rutas literarias de Goethe. tregÖ a la creencia de que la nueva visiÖn del mundo aprehendida
Keller no Ilegö a ser jamås un ateo combativo, a Ia manera de provocaria en él una auténtica transformaciön total en el orden mo-
los seguidores rusos de Feuerbach, pero tampoco hizo suyos Jos ral, pensando que por la via del ateismo materialista le seria dado
flacos argumentos de los materialistas alemanes de los afios cin- al hombre alcanzar una altura moral muy superior a todo 10 visto
cuenta tipo Ludwig Büchner o Vogt. Feuerbach le hizo adherirse hasta entonces. Muy pronto se dio cuenta, sin embargo, de que
a Ia convicciön de la prioridad del ser sobre la consciencia; Feuer- por la simple aceptaciån de una visiön del mundo nueva —comm
bach despertÖ en él la consciencia filosöfica de Ia praxis propia de en general, por todo cambio concerniente exclusivamente al orden
todo realista verdadero. del pensamiento— no era posible transformar la esencia humana,
Como escritor realista Keller supera, sin embargo, las fronteras quedando demostrado que para ello se necesitaba, en realidad, una
del materialismo feuerbachiano. Configura a los seres humanos transformaciön de la Vida misma, del propio ser, en definitiva.
en sus relaciones sociales, y con vistas a dar forma a la relaciön No deja de ser cierto que con esta limitaciön perdia Keller,
de reciprocidad existente entre ellas de manera a la vez global y en cuanto a discipulo de Feuerbach, su primitivo caråcter comba-
multilateral, 10 que en Feuerbach podia aprehender como funda- tivo; pero también es cierto que de este modo se liberaba de ese
mento material de la Vida social le habrfa resultado excesivamente talante sobreexcitado que a consecuencia de su visiön del mundo
pobre. La nuda afirmaciön del materialismo alemån de este periodo: ateo percibimos en tantos intelectuales valiosos y penetrantes del
eEI hombre es 10 que come», acaba convirtiéndose, a fuerza de uni- siglo XIX. EI Niels Lyhne de Jacobsen, por ejemplo, se entrega a
lateralidad mecånica, en una falsedad al ser aplicada a la Vida y una lucha desesperada, heröica y subjetivamente hipertrofiada para
a la literatura. defender su ateismo. Ahora bien, en esta lucha suya parte de Ia
La praxis realista del escritor Keller parte, desde luego, de una base de que el ateismo arrancarå toda poesfa al mundo, en tanto
determinaciån materialista de la Vida humana de este tipo enérgi- que en Keller Ia visiön del mundo feuerbachiana no hacia sino des-
camente subrayada, aunque no la configura de manera tan vulgar- Pertar, precisamente, un esplendor nuevo en la nativa poesia del
ser.
mente extremista sino en casos limites expuestos con aire semi*
humoristico. Lo hace asi, por ejemplo, con un atractivo humorismo, Precisamente en este punto resulta de nuevo evidente la influen-
en la narraciön infantil «Spiegel, das Kätzchen», donde el cuerdo cia de la democracia suiza sobre la visi6n del mundo y la obra de
gato pierde en épocas de hambre su dignidad y su sentido comün y Keller. La originaria vinculaciön existente entre el materialismo
tiene que sellar un pacto con Pineiss, el hechicero local: a cambio feuerbachiano y la revoluciön democråtica resulta sobre todo evi-
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dente en la exigencia de un ser humano verdadero, afincado en la en definitiva, que la claridad y plenitud en la configuraciön de los
tierra y plenamente desarrollado en todas sus dimensiones, es elementos esenciales de la Vida. Por eso cifra Keller la grandeza
decir, en la exigencia de un completo crecimiento de la persona- épica de Jeremias Gotthelf en la capacidad que nunca le abandona
Iidad humana que tanto la secularizaciön del mundo como el aban- de agotar siempre la materia elegida, es decir, de escoger una
dono de la explicaciön teolögica implican. La imposibilidad de sa- determinada temåtica humana esencial sacando de ella todas las
tisfacer esta exigencia surge a la luz muy pronto en la Alemania determinaciones que por su propia esencia contiene.
reaccionaria y alli donde un escritor que vive en una sociedad ca- La influencia de la literatura debe ser ejercida, en opini6n de
pitalista desarrollada se enfrenta a ella e intenta domefiarla en el Keller, sobre la base de un reflejo por completo claro y transpa-
plano literario y en el del pensamiento, acaban por desaparecer a rente de los instantes y elementos esenciales de la Vida, lejos de
un tiempo necesariamente la connatural poesia del ser y la posibili- toda exclusiva y sofisticada atenciön a sus aspectos mås intere-
dad de realizaciön del hombre multidimensional. Las consecuencias santes desde un punto de vista subjetivo. En su época berlinesa,
de esta situaciön en la obra de Jacobsen resultan inevitables y son, cuando Keller se dedicaba, tanto teörica como pråcticamente, al
en todo caso, en el plano literario un ejemplo muy superior al ofre- estudio del drama, con vistas a hacer una carrera como drama-
cido por la chata indiferencia del materialismo alemån. turgo, le escribia a un amigo en los siguientes términos sobre su
En Keller, por el contrario, la influencia de la democracia suiza ideal:
y la visiön del proceso evolutivo de la misma en sus anos de ma- «He hecho entretanto de la måxima sencillez y claridad mis
durez hacen que la necesidad de Ilegar a un ser humano realmente principios rectores: nada de intrigas, embrollos, azares y cosas
multilateral ocupe el centro mismo de su configuraciön de la Vida semejantes, sino Ia pura interacciön de las pasiones humanas y
püblica y de la privada. De ahi que Ia épica de Keller pueda reflejar de los conflictos interiores realmente necesarios; y, al mismo
literariamente esa exaltaciön de la Vida y esa alegre esperanza de- tiempo, la måxima visiön de conjunto y previsiön, por parte del
mocråtica que de manera tan sugestiva se desprenden de los escri- espectador, de 10 que ocurre y de como va a ocurrir, porque sölo
tos del joven Feuerbach. en ello radica su placer mås noble y auténtico.»
De ahi también que la épica de Keller pueda Ilegar a convertir- Estos principios del realismo kelleriano son vålidos también
se enuna poesia de la Vida real, de la Vida sensorial, en una palabra. para la creaciön de sus diversas figuras. Cuando al referirse a
Sin que esta poesfa Ileve, desde luego, a un exclusivo y mezquino Gotthelf exalta de la manera mås laudable el que éste jamås
atenimiento a las pequefias realidades catidianas. En «Der grüne ofrezca figuras faltas de caråcter, 10 hace en el espiritu de un rea-
Heinrich» podemos leer una descripciön muy certera en 10 esen- lismo interpretado en este sentido tan ascético y no como si estu-
Cial de 10 que Keller entiende por poético: «...porque a una misma viera obligado a configurar ünicamente figuras positivas y faltas
ley obedece el que las cosas mås diversas sean poéticas o que el de toda problematicidad.
reflejo de su existencia resulte valioso; pero respecto de algo a Keller odia el moderno superrefinamiento psicolögico, en vir-
10 que yo hasta ahora venia dando el nombre de poético, he Ilegado tud del cual se pierden los contornos humanos y morales de las
a la conclusiön de que ni 10 inteligible e imposible, ni 10 aventure- figuras, y no siente, al mismo tiempo, sino desprecio hacia el pseu-
rista y exagerado son realmente poéticos, y que al igual que en dorrealismo alemån de su tiempo que se da por satisfecho con la
aquel caso (se refiere a las artes plåsticas, G. L.) la paz y la armo- inmediata superficie de los seres humanos, sin procurar sacar a
nia han de reinar en el movimiento, en éste (se refiere ahora a Ia la luz su esencia poniéndola ante hechos y situaciones que desve-
literatura, G. L.) s610 la sencillez y la veracidad deben dominar en len plenamente su nücleo entero, tanto en 10 bueno como en 10
la plenitud y en la creaciön con el fin de dar a luz algo poético malo, en 10 elevado como en Jo rastrero.
o, por decirlo de Otra manera, algo vivo y razonable... El entusiasmo kelleriano por Shakespeare mana de esta misma
...los artistas sÖlo se diferencian, pues, de los demås hombres fuente. EI protagonista de su narraciön «Pankraz, der Schmoller»
en su capacidad de ver en seguida 10 esencial y configurarlo gene- es un pequefio burgués suizo emigrado a la India y convertido en
rosamente, en tanto que los otros han de esforzarse por descubrirlo soldado inglés, que un buen dia lee a Shakespeare. Keller Ie hace
y, si Ilegan a hacerlo, se Ilenan de asombro...» describir la poderosa impresiön que esta gran obra realista ejerce
El principio determinante del realismo kelleriano no es otro, sobre él de manera inmediata e incluso ingenua. Desde este punto
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de vista la descripciön es semihumoristica, si bien su contenido cråtico posee Keller un modulo insobornable para juzgar 10 autén-
estético expresa una adhesiön tan clara de Keller al verdadero tico y 10 falso, 10 noble y 10 mezquino de los seres humanos, de
realismo que no podemos menos de citar el pårrafo entero: donde se deriva esa unidad de 10 poético-literario y 10 popular-
«En menudo aprieto me ha puesto ese falso y corruptor pro- democråtico que constituye uno de sus rasgos sobresalientes. La
feta. Bien es verdad que describe el mundo en todas sus dimen- detallada creaciån épica de acciön y caracteres implica en Keller,
siones tal y como éste realmente es, pero sÖlo tal y como éste por su propia naturaleza, el desenmascaramiento de todo 10 vacuo
realmente es en todos aquellos seres humanos que tanto en 10 y Ia preservaciön de todo 10 humano positivo, es decir: la configu-
bueno como en 10 malo cumplen plena y caracterfsticamente el raciÖn de una Vida real en movimiento, sin desfigurar al mismo
oficio de su existencia y de sus inclinaciones y, ademås, con la cla- tiempo su propia dialéctica interior, de tal modo que sus azares
ridad del cristal, tan claro cada uno a su manera como el agua aislados acaben por convertirse en portadores de esta dialéctica
mås pura. Y asi, a diferencia de esos escritorzuelos que dominan esencial de la realidad.
el mundo de la mediocridad y de la imperfecciön mås incolora, y 10 Ahora bien, Keller no busca inspiraciön en Shakespeare finica-
describen extraviando a los imbéciles y Ilenando sus mentes de mente para esta meditada utilizaciön del azar, para su uso desen-
mil espejismos insignificantes, éste, por el contrario, domina el vuelto como punto de partida y su superaciön literaria por la
mundo de la totalidad y de la perfecciön tal y como es, es decir, caracterizaci6n detallada de las figuras, de tal modo que el azar
tal y como habrfa de ser, extraviando asi a las mentes despejadas acabe no siendo Otra cosa que un pretexto para el desvelamiento
que influidas por él creen poder ver y reencontrar en el mundo de la necesaria esencia de las personas. También es discipulo de
esta Vida esencial. Se estå bien en el mundo, ay, sÖlo que jamås Shakespeare en el rigor trågico y c6mico de su dialéctica literaria.
en el lugar en el que nos encontramos o en el momento mismo en Rigor que en absoluto implica una predilecciön por las escenas
el que vivimos. Siguen existiendo numerosas hembras osadas, sölo brutales o crueles. A diferencia, por ejemplo, de Conrad Ferdinand
que sin el sonambulismo ni el suave roce de la mano de Lady Meyer, el importante contemporåneo de Keller, en quien si resulta
Macbeth. Las envenenadoras con las que podemos encontrarnos perceptible este rasgo decadente. Keller siente una profunda anti-
ahora no pasan de ser, en cambio, perversas, no se entregan al patia hacia este manierismo de un escritor cuyas dotes despiertan
remordimiento, y, desde luego, o escriben luego su historia o aca- por 10 general en él gran admiraciön y reconocimiento. El rigor
ban por abrir una tienda una vez cumplida su condena... Vemos de Keller no es Otra cosa que el reflejo objetivo del desborda-
aqui a un ser humano de carne y hueso, pero sin la esforzada miento del individuo por la Vida misma, del desbordamiento del
energia demoniaca y luego Otra vez tan humana de Macbeth, y individuo, trågicamente entregado o comicamente arrogante, a ma-
allå vemos a otro Ricardo Ill, pero sin su locuacidad ni su inge- nos de la sociedad. El principio determinante de esta dimensiön
nio... Nuestros Shylocks bien que desearian arrancarnos la carne, social kelleriana es, desde luego, la democracia aut6ctona ideali-
pero para tal fin ya no se atreven ni se atreverån a hacer ningün zada en un plano humanista. Su concepci6n artistica obedece al
desembolso previo. Y nuestros mercaderes de Venecia ya no se sentido shakesperiano arriba citado: una esencialidad dirigida
ponen en peligro por un amigo divertido e insolvente, sino por siempre a 10 esencial.
simples fraudes de acciones, y, por supuesto, sin soltar ya discur- El realismo de Keller no es, pues, ningün simple reflejo de Ia
sos tan hermosos ni melancölicos, sino poniendo cara de bobos. Vida, a diferencia de 10 que de manera inmediata pueda parecer.
Sigue habiendo, desde luego, gente asi en el mundo, pero no tan Y no sÖlo por razones artisticas. Keller ama Ia Vida en general y
maravillosamente reunida como en aquellas obras; jamås un ca- en especial su forma especifica democråtico-suiza. Pero este amor
nalla completo se topa con un hombre completamente indefenso, jamås es acritico, no se limita en absoluto a glorificar 10 existente,
ni un loco de atar con un hombre alegre completamente cuerdo, y mucho menos 10 existente en el contexto de la democracia suiza.
de tal modo que no puede conseguirse una auténtica tragedia ni La utopia kelleriana en torno a Suiza radica, fundamentalmente,
una buena comedia.» en su creencia de que en el interior mismo de la Vida de ésta se da
El realismo es, pues, para Keller, la fuente inagotable de la Ia fuerza necesaria para superar de suyo las amenazas sociales
Vida, suautomovimiento plenamente desarrollado hasta la culmi- de orden interno. Es de todo punto consciente, sin embargo;
naci6n c6mica o trågica. En virtud de su talante popular y demo- tanto de estos peligros como de los rfgidos y deformes rasgos
192 Realistas alemanes del siglo XIX 193
Georg Lukåcs

morales y sociales de la democracia suiza, rasgos que configura quindad o a su nobleza y, de acuerdo con ello, juzgada. El agota-
con un realismo implacable. Su entusiasmo ante toda virtud bur- miento épico de la materia exige el desvelamiento de todo 10 con-
guesa de orden püblico y privado, asi como ante toda nobleza y tenido en las figuras y situaciones, con el fin de que la esencia
honradez, no acaban convirtiéndose jamås en magnificaci6n alguna oculta ascienda a la superficie y la esencia de los seres humanos
de la simple legalidad, ni mucho menos en autocomplacencia pe- reciba el destino que Ie corresponde. La estética y Ia ética de Keller
quefioburguesa y filistea en Ias virtudes de la burguesia. La hon- coinciden plenamente en este realismo suyo.
radez burguesa no es en Keller sino la prolongaciön moral y te6rica El humor de Keller depende, por Otra parte, estrechamente del
de la ética de la ilustraciön, su antitesis literaria no es el crimen, ni rigor de su moral y del estilo artistico de su composiciön. A dife-
tampoco la violaciön de las leyes, sino la bajeza humana, la men- rencia de 10 que ocurre en la mayoria de sus contemporåneos ale-
hipocresia, el autoengafio, etc.
tira, la manes, el humor de Keller no es ningün tipo de «comprensiön»
Toda esta vinculaciön con las tradiciones sociales y critico- conmovedora de las debilidades humanas, ni ningün sonriente
morales de la Ilustraciön resulta especialmente evidente en la na- enmascaramiento de la fealdad y de la prosa de la Vida. Cuando
rraci6n «Die drei gerechten Kammacher». En ella refuta Keller Fritz Reuter escribe un poema como dedicatoria de su humoris-
con gran riqueza configuradora la teoria moral de Mandeville se- tica descripciön del tiempo pasado en la cårcel durante los anos
gun la cual la existencia de una sociedad formada por seres vir- de reacciön subsiguientes a las guerras de liberaciön y dice en
tuosos es imposible. En tanto que los no poco ligeros de cascos él: eDe los cardos cogi higos», estå expresando de la manera mås

Seldwyler pueden ir conviviendo mås o menos bien entre sf, aun- precisa la radical contraposiciön existente entre la literatura ale-
que, desde luego, con algunos encontronazos cömicos o trågico- mana humoristica de Ios afios cincuenta o sesenta y el humor
cömicos, la humanamente poco elevada y abstracta «virtud» de los kelleriano. Esta poetizaci6n del mundo real, este embellecimiento
tres operarios acaba por desembocar en una auténtica catåstrofe. por la via del humor de las fealdades de la Vida, esta suavizaciön,
Keller hace ver por el contrario cömo la caida en una situaciön en suma, de sus ångulos hirientes, quedan muy Iejos de Keller. Un
falsa, pr6xima incluso a la frontera de 10 deshonroso, puede Ilevar cardo sigue siendo para él un cardo, por mucho que hipertrofie
por si misma a una salida a base de decencia humana, siempre su esencia «a la manera shakesperiana».
que exista una raiz humana de nobleza y honradez («Kleider ma- El humor de Keller escarba en la esencia de ciertos tipos cuya
chen Leute»). oculta comicidad es desvelada asi y elevada al rango de 10 mo-
En las narraciones de Keller el «destino» es, pues, una y Otra numental. Y toda mezquindad o inconsistencia desenmascarada
vez esta t'tltima raiz moral de los hombres. Como discipulo de por esta via es expuesta implacablemente a una carcajada homé-
Feuerbach, Keller conoce y configura con toda exactitud el poder rica. En este tipo de burla Keller es tan cruel como Shakespeare,
de las relaciones sociales. Es al mismo tiempo consciente, no obs- Cervantes o Moliere.
tante, de que las relaciones y acontecimientos similares actüan de Y también se parece a estos autores en su implacable manera
manera distinta sobre los distintos hombres. Y como Keller, a dife- de exponer a la risa todos aquellos aspectos de sus figuras que
rencia de los naturalistas posteriores, no configura literariamente encierran algün elemento de comicidad, figuras que, por 10 demås,
el promedio social aburrido de la evoluciön, sino esa concreta rela- son integras y nobles y a las que él mismo reafirma positivamente
ciön de reciprocidad dialéctica existente entre sociedad e indivi- o por las que incluso siente no poca predilecciön. Sabe muy bien
duo, no cabe duda de que a la raiz moral del individuo le corres- que — como Lessing ya precis6 al oponerse a las criticas hechas
ponde una singular importancia en él contexto kelleriano. por Rousseau a la configuraci6n comica del misåntropo por parte
Lo que no significa, sin embargo, una relativizaciön individua- de Moliere u— esta risa no va dirigida contra la figura entera. y
lista por parte de Keller de los puntos de vista morales. Por el mucho menos contra el principio moral que constituye su nücleo
contrario, es precisamente el rigor inexorable de la moral supra- mismo, y es también de todo punto consciente de que ni esta
individual 10 que posibilita una real individualizaciön. El inexora- exaltaciön de sus aspectos cömicos aniquila el valor humano de
ble rigor moral coincide en el caso de Keller con el precepto épico una figura semejante, ni nuestra risa puede destruir Ia simpatia
de agotar completamente Ia materia escogida: su moral exige que que despierta en nosotros. Porque esta simpatia descansa igual-
la raiz de los seres humanos sea examinada en cuanto a su mez- mente sobre la realidad, sobre actos de dichas figuras a los que
194 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 195

hemos asistido y en los que se han evidenciado tanto sus cuali- puede hacerle abandonar su linea central, es decir, la elaboraciön
dades humanas positivas como los rasgos c6micos cuya implacable de 10 esencial; Keller no cae jamås en el gusto exclusivamente
caracterizaciön despierta nuestra risa. Es precisamente la configu- artistico y romåntico por el arabesco. El que Theodor Fontane 10
raciön multilateral y realista de las figuras humanas 10 que hace compare por este motivo con Arnim no hace sino indicar que
posible que el lector tome una postura tan variada y contradictoria incluso este escritor tan importante como inteligente cae a veces
frente a ellas. en una consideraciön a la vez superficial y formalista de la lite-
Estos sentimientos del lector resultan posibles gracias precisa- ra tura.
mente al amor que el propio escritor y sus ricas figuras sienten La intima vinculaciön existente entre estas exageraciones de
hacia la Vida en toda su contradictoriedad, en su indisoluble mez- caråcter fantåstico y grotesco y el elemento esencial de la fåbula
cla de elevaciön o nobleza humana y comicidad. Rasgo que perci- adquiere expresiön artistica en el hecho de que Keller jamås se
bimos especialmente vivido en las espléndidas figuras femeninas limite a ofrecer descripciones pintorescas de ambientes o, simple-
de la obra kelleriana. Su amor es siempre luminoso, capaz de pe- mente, descripciones de figuras. Sus «inventarios» de tipo fantås-
netrar siempre en todas las flaquezas y capaz de condenar también tico-grotesco, como por ejemplo, en el caso de la habitaciön de la
todo grave fallo humano; y, sin embargo, firme y resistente al Vieja e histérica doncella Züs Bünzlin en «Die drei gerechten Kam-
mismo tiempo en la confianza hacia aquel que en virtud de un machern», o en el del equipaje de John Kabys en «Der Schmied
seguro instinto ha resultado elegido. En estas figuras, las Judith seines Glückes», no son sino medios auténticamente épicos y na-
y Dorothea del «Grüner Heinrich», la Lucia del «Sinngedicht» o la rrativos de todo vivo empefio caracterizador por medio de la ac-
Maria Salander del «Martin Salander», el humor kelleriano no hace ci6n. Precisamente a estas «exageraciones» debe Keller, incluso
sino adoptar la forma de la risa redentora en unos seres que se cuando describe un angosto y mezquino ambiente social, su gran-
sienten vitalmente seguros y cuya fuerza moral es indudable. Es deza épica; la plena y al mismo tiempo tan compleja y contradic-
el humor del humanismo verdadero, aquel que estå plenamente toria unidad entre 10 interior y exterior en sus figuras humanas
convencido de la posibilidad de salvaci6n implicita en todo hombre y su total caracterizaciön tanto a través de su porte como de sus
esencialmente auténtico y que sabe que la risa es una de esas armas vestimentas, modales, forma de Vida, etc., hacen surgir —a me-
humanas gracias a cuya ayuda puede alcanzarse la plena culmi- nudo, desde luego, por la via de 10 grotesco— esa imagen total
naci6n de dicha autenticidad esencial. de la Vida en la que descansa todo efecto épico.
Independientemente de todo esto, sin embargo, hay en el rigor
del humorismo kelleriano una faceta también puramente artistica.
Keller ama la Vida, creeen la justicia y en un posible fin filtimo I V. Resignaciön
de la existencia. De ahi que no sölo se sienta justificado, desde un
punto de vista realista, a incitar en el pequefio mundo por él creado Esta tipicidad kelleriana en Ia creaciån de una gran atmÖsfera
el encuentro entre esencialidades, al modo de Shakespeare, sino épica y en la poetizaciön de la realidad desde dentro, no podia
que esta alegrfa suya ante la Vida acaba transformåndose, de .1a menos de resultar extrafia a sus contemporåneos. Y precisamente
manera mås caracteristica, en una alegrfa de tipo artistico. en este singular caråcter del realismo kelleriano se evidencia su
Y también en los rasgos caracterfsticos de la mezquindad hu- papel histörico de consumaci6n de todo un proceso evolutivo. Sus
mana. Desde el momento en que Keller Ileva todo rasgo negativo contemporåneos no vieron en ello, sin embargo, sino amanera-
hasta sus mås extremas consecuencias es 16gico que al mismo miento y capricho. Para Theodor Storm, gran admirador, por Otra
tiempo encuentre una indudable complacencia artistica en las po- parte, de la obra de Keller, a la que en lineas generales apreciaba
sibilidades grotescas y fantåsticas que se derivan de todo completo grandemente, todo esto era un elemento perturbador. Abundando
agotamiento de la materia elegida. De ahf, pues, que Keller cons- en su opiniÖn Ilega a citar contra Keller una måxima de Goethe:
truya las mås diversas, inverosimiles y extremadas situaciones con «También al escritor le gusta a veces divertirse un poco», indi-
el fin de que salga a la luz la totalidad de los rasgos de sus figu- cando asi que convenia generalmente que el lector tuviera cierta
ras. Es inagotable en el bosquejo de dichas rarezas y singulari- paciencia con Keller hasta que éste juzgase que ya se habia diver-
dades de caråcter cömico. Pero ni siquiera la mås grotesca fantasia tido bastante; aunque otras veces le produjera todo esto no poca
196 Georg Lukåcs Realistas alenzanes del siglo XIX 197

indignaciön. El ejemplo que aduce Storm, es decir, la grotesca iPorque mi corazÖn no soporta ser ambas cosas,
humillaciön y el castigo infligidos a los tres tramposos al final de
cantor y a la vez un perro!
la narraciön «Die arme Baronin» es de 10 mås injusto. Porque
en él 10 unico que sale a la luz es el implacable rigor de Keller en 10 estå haciendo una confesiön tipicamente kelleriana. La literatura
cömico, una vertiente suya que no podia menos de herir al deli- y el arte son para Keller un aspecto, un elemento de la Vida pü-
cado y sensible Storm. Pero en este punto la auténtica 16gica del blica y estån subordinadas a ella desde cualquier punto de vista.
arte le corresponde a Keller y no a Storm. Este es un problema que jamås resultö conflictivo para Keller,
Endicha epistola critica viene contenida, sin embargo, una ob- dado que, como ya sabemos, entre sus mås firmes convicciones
servaciön muy penetrante: Storm opina que este tipico rasgo de cuenta la de que cuanto mås grande es el arte en un plano artis-
Keller estå en estrecha relaciön con ese talante resignado que tico, mejores servicios de ilustraciön popular rinde.
encontramos al final de casi todas sus obras importantes; en lugar A pesar de esta armonia en el interior de la configuraciÖn
de alcanzar una auténtica plenitud en sus vidas, sus figuras pre- artistica, la relaciön entre arte y Vida resulta problemåtica en
feridas han de seguir hasta el fin con valiente resignaciön. Esta Keller en la medida misma en que es tanto un escritor profesio-
observaciön de Storm sÖlo viene referida de manera inmediata al nal como un inmediato Organo püblico de la democracia. En «Der
reflejo del destino personal de Keller en su obra. Pero un rasgo grüne Heinrich» el conde le dice 10 siguiente al protagonista cuando
tan esencial desde el punto de vista literario no puede ser en modo éste quiere renunciar al arte: «También yo pienso que Vd. deberia
alguno la exclusiva expresiön de fracasos eröticos personales. cambiar de profesiön; para un honrado provinciano ese ambiente
La resignaciön de Keller estå estrechamente vinculada, por el es demasiado amplio, tortuoso, intranquilo y Ileno de conflictos,
contrario, a la problemåtica profunda de su existencia entera, a jque se meta otro ahi dentro!» Esto es una caracterizaciön, muy
la imposibilidad de conseguir una completa y desinteresada iden- aguda, por cierto, de la relaciön existente entre la personalidad
tificaciön entre Vida y actividad artistica, entre la plena realizaciön de Keller y su propia actividad artistica. El conde (y con él, Keller)
de la personalidad propia y una util intervenci6n en los asuntos se equivoca, de todos modos, al creer que la actividad püblica, a la
püblicos. La juventud de Keller transcurre en un desorden un que decide entregarse el protagonista de esta novela juvenil, aca-
tanto bohemio, desorden que en ocasiones le acerca al peligro de baria por solucionar completamente este problema. Keller fue un
la depravaciön. Parece ser, de todos modos, que el responsable funcionario püblico concienzudo y modélico, pero también para
cargo administrativo que ocupö en Zürich equilibrö su Vida, y esta profesiön era su ambiente interior «demasiado tortuoso, in-
parece ser, también, que IlegÖ en paz al fin de sus dias ejerciendo tranquilo y Ileno de conflictos».
sin problemas como escritor profesional. Con esto roza la Vida de Keller la problemåtica moderna de la
Aunque, de todos modos, es muy caracterfstica de Keller su conflictiva relaciön existente entre el arte y la Vida, en el sentido
actitud de repulsa de la literatura como profesi6n, actitud de des- de Flaubert, por ejemplo, o en el de Ibsen. Pero la Vida de Keller
precio en el caso de Gutzkow y de compasiön en el de Heyse. En se limita a rozar esta relaciön tan trågica e insolublemente con-
sus «Missbrauchten Liebesbriefen» ofrece una descripci6n carica- flictiva; en su caso —y sin que ello quiera decir que haya Ilegado
turesca y corrosiva del ir y venir de los literatos y de su actividad a ningün compromiso, desde luego — no es trågica todavia, porque
entera tal y como empezaba a desarrollarse en la Alemania de su para él, el arte aün no se ha desgajado del marco de las relaciones
tiempo. Tanto la inmediata explotaciön de la Vida con vistas a sociales, y porque considera que éste tiene que cumplir funciones
la producciön literaria como la observaciÖn de ella con exclusivos de tipo social, incluso cuando toca los problemas mås profundos.
fines literarios son rechazadas por Keller con tanta energia como Es decir: ése es su punto de vista. El caråcter social del arte
la que en su momento emple6 Goethe para ello. Una y otra vez de Keller es armonioso y no problemåtico en la medida en que 10
insiste en que el arte y la belleza no son en modo alguno ni pueden consideremos como actividad artistica de Keller, y en la medida,
ser el fin ültimo ni el valor mås alto de la Vida, y la problemåtica también, en que 10 consideremos como obra de arte objetiva y
humana de escritores incluso tan importantes como Heine tiene acabada. Su influencia artistica y pedagögica, incluso en la demo-
en él un juez muy severo. Cuando en su romance del poeta Platen, cracia suiza, resulta, por el contrario, mås que problemåtica. Lo
dirigido contra Heine, dice asi.• que sin duda es debido a que, como ya hemos visto, la concepciön
198 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 199

kelleriana de la democracia suiza no estå en absoluto libre de ras- precisamente en su situaciÖn actual y acudiendo para ello a una
gos utöpicos. Jamås falsea la realidad, pero las tendencias reales forma hermosa... Aparte de que, de todos modos, no hay época
que Keller configura con tanta plenitud no tienen en la realidad que no ofrezca argumentos utilizables y, con ellos, la materia su-
el futuro que él espera. EI verdadero futuro de la democracia suiza ficiente para crear una poesia episödica, pero hermosa».
no es otro que la descomposiciön de sus rasgos originarios por el Esta resignaciön, que no es, en modo alguno, de caråcter pri-
capitalismo. vado, sino literario e histörico-universal, construye la base ültima
Keller es, como escritor, un adepto a la Ilustraciön tan con- de la problemåtica operante en la existencia artistica de Keller.
vencido como pudieron serlo Diderot o Lessing. Pero como éstos Problemåtica que va siendo expresada por él de muy distintas
luchaban por un futuro que irremediablemente habia de Ilegar, maneras. Sobre todo en su planteamiento de las cuestiones pedagö-
aunque acaso no durante el tiempo de sus vidas, su condiciön de gicas: hace de Ia Vida privada, de la familia, especificamente, del
escritores y su existencia social como tales, no era para ellos pro- amor, del matrimonio, etc., la base misma de toda posible actua-
blema alguno. ciÖn püblica efectiva en el seno de la democracia. Con 10 que roza
En este punto podemos percibir nuevamente la decisiva influen- una de sus facetas centrales. En toda democracia originaria re-
cia de derrota de la revoluciön del 48 en la entera Vida literaria
la sulta de 10 mås natural y båsica esta armonfa social y moral conse-
de Keller. Nos hemos referido antes a algunas manifestaciones guida entre la Vida püblica y la Vida privada. Armonia que, sin
suyas en torno al futuro de la literatura, en torno a su contenido embargo, es destruida por el feudalismo y el capitalismo; a conse-
futuro. Hemos visto también como confiaba en un gran apogeo cuencia de ellos surgen tanto la realidad social como la teoria
literario a raiz del triunfo de la revoluciön democråtica. Jamås de la doble moral, de la imposibilidad de armonizar el utilitario
abandonö su creencia en un definitivo triunf/l de la democracia, amoralismo del dominio con Ia moral individual puramente pri-
de igual modo que tampoco abandon6 jamås sus expectativas de vada y, por ello mismo, cada vez mås mezquina.
una incomparable floraciön de Ia literatura a raiz de esta victoria. El ala democråtica izquierda de toda auténtica revoluciön de-
Sus dudas en torno a si todavia Ilegarian a ver sus Ojos este möcrata-burguesa, valiéndose de diversas måscaras ideolögicas (el
nuevo impulso, fructificando en él su propia obra, le fueron obli- Nuevo Testamento en Inglaterra, Esparta y Roma en Francia), se
gando cada vez mås a una postura de renuncia. Es indudable que entregö en todos los casos al intento a la vez trågico y heroico
estos puntos de vista de Keller oscilaban en un continuo ir y venir de buscar en una sociedad en plena evoluciön capitalista, un nuevo
de la esperanza a la resignaci6n. De todos modos, en unos apun- denominador comün para ambas vidas, la püblica y la privada. No
tes de los primeros anos cincuenta, encontramos un vivido tes- deja de ser cierto que Keller simpatizaba personalmente muy poco
timonio de 10 profundamente que Ia conflictiva situaciön de la con los jacobinos, y todavia menos con sus sectarios y puritanos
detenida democracia europea y alemana gravitaba sobre los puntos predecesores; pero sin habérselo propuesto o sin darse cuenta de
esenciales de su obra: «Dolorosa resignaci6n del poeta que se ve ello, pone en su obra, al igual que Robespierre en el dominio de Ia
obligado a oir a diario que sÖlo una época futura podrå ofrecer politica, «la moral en la orden del dia». El elemento utöpico de su
al fin a la poesfa una realidad hermosa para que ésta pueda asi visiön de una democracia suiza originaria radica precisamente
desarrollarse y haga posible la existencia de grandes poetas; que en esta creencia suya de que tal armonia era posible. Su que-
se da perfecta cuenta de la verdad que hay en ello y de como Ie hacer literario entero estå al servicio de ella.
seria posible Ilevar a cabo algo valioso en esa época profetizada si Vemos como en este punto la resignaciön kelleriana retorna
Ilegara a vivir en ella. Siente dentro de si toda el ansia y todo todavia mås profundamente. Keller es un configurador incompa-
el impulso necesarios para dar expresi6n poética a esa Vida tan rable tanto del proceso educativo necesario para la consecuciön,
plena, pero precisamente porque es consciente de que toda antici- de semejante espiritu como de la problemåtica social y psico-
paciån no es sino falso idealismo, no le cabe Otra posibilidad que logica que a hombres extremadamente bien dotados les impide
resignarse, porque para enlazar con una producciön marginal y encontrar dicha armonia en sus vidas. Cuando intenta trasladar
superada es demasiado orgulloso. De ahi que al Ilegar a este punto sin embargo, la satisfacciön de sus ideales al terreno de la crea-
no pueda menos de decirse si su tarea no debiera consistir, en ciÖn, no consigue generalmente sino pålidos fantasmas (asi, al
realidad, en cefiirse a 10 que tiene cerca procurando representarlo final de su novela corta «Frau Regel Amrain und ihr Jüngster»,
Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 201

Arnold Salander, etc.). Este fracaso no es casual, desde luego, pero


guiente: «Sölo es verdaderamente original quien merece que 10 imi-

tampoco equivale a una renuncia de tipo artistico-individual. Tiene ten». Pero semejante «normalidad» de la personalidad (normal
profundas raices sociales. Porque sölo en Ia democracia socialista en el sentido de acorde con las normas), semejante adecuaciön
entre originalidad individual y satisfacciön de las normas sociales
y no en la burguesa puede este problema Ilegar a ser un problema
general de tipo social a la vez actual y, aün al cabo de muy dificiles "10 es posible en una plena democracia, es decir, en la democracia
socialista. El régimen econömico de propiedad privada no hace
luchas, soluble. En la democracia burguesa no puede pasar de un
Sino crear, por el contrario, insolubles disonancias, disonancias
suefio; suefio que, desde luego, vemos como va surgiendo por nece-
sidad historica en Ios mejores de sus representantes. En el caso
que no pueden ser superadas ni por la via de una acciön heroica
de Keller esta contradicciön resulta también evidente en su con- a la manera jacobina ni por la de las utopias literarias.
figuraciön de figuras individuales. Como adepto de una democracia
Keller es un realista 10 suficientemente grande y veraz como
originaria Keller estå situado en un punto en el que, en ültima para no introducir en la realidad configurada nada que no esté
instancia, plena realizaciön de la personalidad y fructifera efecti-
en la auténtica; en los raros momentos en que 10 hace, fracasa
vidad social han de coincidir armÖnicamente. En la ruptura de como creador. Su configuraciÖn de tan profunda nostalgia hacia
la enormalidad» del individuo que vive en armonia no es en él
la vinculaciön existente en el individuo entre la Vida püblica y
privada ve Keller, con toda razön, la raiz social del filisteismo. utopia alguna. Cuando da forma al esforzado tender hacia esta
Y anade, con igual justificaci6n, que cel pequeöo-burgués filisteo y meta, configuråndolo como algo real, no se entrega a una utopia;
evidencia simplemente, su profundo conocimiento de unas tenden-
licencioso no tiene un solo pelo mås de espiritu que el serio y me-
surado». cias cada vez mås fuertes y contradictorias de la evoluciön hu-

La caracterizaciön satirico-humoristica del individualismo mo- mana. Porque la plena realizaciön, la culminaciÖn de la indivi-
dualidad en la democracia socialista no es nada radicalmente
derno por parte de Keller se propone descubrir una y Otra vez y
desenmascarar el nücleo de filisteismo pequefio-burgués insito in- nuevo, sino el triunfo de unos csfuerzos, centenarios, milenarios
cluso en sus formas mås retöricas y «elevadas». No se ha hecho incluso, de los mejores representantes del género humano. El que
honor hasta ahora a la profundidad de esta caracterizaciön kelle- Keller haya situado este problema en el centro mismo de su obra,
riana. Porque Keller configura de manera inmediata escenas de la hace de su configuraciön de tipos humanos algo extremadamente
interesante y actual en estos momentos, en este momento nuestro
Vida pequeöo-burguesa de Ia Suiza urbana o campesina, y sus licen-
ciosos filisteos son existencias marginadas de esta capa social, cuyo
de un socialismo en proceso de culminaciön.
mundo de sentimientos y pensamientos Keller enraiza con gran Pero su soluciön, incluso en aquellos puntos en los que alcanza
arte realista en su propio marco social. De ahi que sean muy pocos
plenitud artistica, no puede ser sino la de la resignaciön. Y como
los que en Alemania han visto el gran valor de generalidad hu- Keller es un artista de profunda autenticidad y originalidad, este
crucial talante de su obra resulta evidente no sÖlo en el contenido
mana de estas figuras, asi como la vigencia de su tipicidad, a pesar
de que el propio Keller trabajö de la manera mås consciente en de la misma, sino también en la elecciön de su forma. A partir de
esta resignaciÖn fue Keller convirtiéndose en un autor de novelas
esta caracterizaciÖn y ahondamiento de los tipos.
cortas.
Esta doble polémica humoristica contra ambos filisteos, el ebrio
y el mesurado, se halla en el caso de Keller en estrecha relaciOn
con su entusiåstica y apasionada exaltaciön de la individualidad
V. La novela corta
verdadera, de la auténtica originalidad humana de la personali-
dad. Como creador, Keller es capaz de superar las contradicciones
Keller es el continuador de la novela corta alemana nacida
que todo esto implica: resulta dificil encontrar otro escritor del si-
glo XIX que como él haya conseguido crear una galeria de figuras
en el periodo clåsico y romåntico, novela corta a la que Ileva a su
plenitud. Esta novela corta constituye un tipo nuevo frente al Viejo
tan verdaderamente vivas, tan originales en su mås profundo
nücleo humano. modelo francés o italiano. Paralelamente a ella surge también en
De todos modos, en el plano ideolögico y humano no acaba de Francia la novela corta moderna, incluso a efectos, en cierto modo,
encontrar soluciön a este problema. En una ocasiön dice 10 si- de la influencia alemana (E. Th. A. Hoffmann-Balzac). Pero inde-
14 REALISTAS
202 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 203

pendientemente de estas posibles influencias, se trata de unos secuencia, una vigencia literaria, aun cuando convertidos, en reali-
fenömenos paralelos socialmente necesarios. dad, en objetos de la critica satirica.
Goethe establece una diferencia entre la novela corta y la sim- La existencia de unos tipos sociales consistentes significa para
ple narraciön diciendo de la primera que es «la irrupciön de un el narrador, que no tiene necesidad artistica alguna de ofrecer una
episodio insölito». Ahora bien, esta determinaciön general todavia demostraciön de sus figuras, partiendo literariamente, sobre todo,
no introduce una linea divisoria entre la Vieja y la nueva novela de la psicologia de las mismas. Los hechos, las acciones, los mis-
corta. Y, sin embargo, la novela corta tal y como Goethe la imagina mos acontecimientos insölitos, deben ser narrados objetivamente,
y los romånticos, Tieck y E. Th. A. Hoffmann, sobre todo, la culti- es decir, de manera a la vez sencilla y penetrante, con el fin de
van, en la medida en que sigue siendo tal novela corta y no dege- alcanzar para la verdad social en trance de expresi6n la måxima
nera en un cuento puramente artistico, en una narraciön informe validez posible. De ahi la esbeltez artistica y la maravillosa obje-
o en una novela de no mucha extensiön carente de toda global tividad de la novela corta clåsica.
imagen del mundo, es, en realidad, por completo diferente de la No es éste el lugar adecuado para aludir a la evoluciön histö-
novela corta a la Vieja usanza. rica de la novela corta ni, mucho menos, para referirse a determi-
Tieck prolonga de Ia siguiente manera la definiciön goethiana: nados precursores literarios suyos del periodo de transici6n. Par-
«La novela corta debe tener un punto culminante, un momento timos de la fundamental necesidad en que se encuentra la novela
ålgido en el que sobre un determinado suceso se arroje una luz corta moderna de Ilegar a sus caracteres por la via artistica; es
hiriente y deslumbradora... Este suceso puede ser cotidiano, in- decir, partimos del hecho de que en la sociedad burguesa un tanto
cluso de poca monta, en apariencia, y sin embargo, es maravilloso, desarrollada, en la que los viejos estamentos feudales entraron
tlnico quizå, porque sölo podia surgir en estas circunstancias y sölo hace ya tiempo en descomposiciön, 10 tipico no viene dado de
a estas personas podia ocurrirles». Lo importante de todo esto para manera socialmente inmediata. La individualizaciön de los seres
la evoluci6n de la novela corta es que Tieck extrae de su defini- humanos motivada por la evoluciön de la sociedad burguesa, los
ciÖn la consecuencia de que la materia mås adecuada para la novela efectos de la divisiön capitalista del trabajo en virtud de los cua-
corta no es sino la Vida misma, la Vida contemporånea. Puede ocu- les la personalidad humana cada vez encuentra menos su cauce
parse de las mås complejas interrelaciones existentes entre todas en la profesiön, el auge de la diferenciaciön de las relaciones ero-
las clases sociales; a su disposiciån estån los mås diversos medios ticas, etc., todo ello hace necesario que 10 verdaderamente tfpico
de expresiön literaria, desde el pathos mås alto a la mås burda de las figuras sea convincentemente configurado como fruto de un
comicidad. El cometido de la novela corta es, en fin, sintetizar, trabajo artistico importante, como resultado final culminante de
como en un punto ålgido, la Vida social en un insölito episodio la narraciön, como superaci6n literaria, en fin, de Ia muda indivi-
individual. dualidad originariamente disponible.
Esta concentraciön en un singular episodio que constituye su Estå Claro que esta evoluciön no introduce un cambio finica-
nücleo mismo no deja de establecer un lazo de uniön entre la Vieja mente en la novela corta; también a ella debe su existencia Ia
novela corta y la nueva, que superficialmente considerada, sölo se nueva forma de la novela moderna, y en ella hay que ver asimismo
diferencia de aquélla por su envergadura, por el cambio introdu- el origen de la problemåtica y de la frustraci6n, acaso del drama
cido en el tono de la narraciån, ahora mås diversificado. Pero burgués. Apunta, en realidad, a la disoluci6n formal de la novela
precisamente en estas determinaciones alcanza expresiön literaria corta en la simple narraciön, sostenida en el orden del contenido
el cambio acontecido en la realidad social, realidad cuyo reflejo por una problemåtica abstracta ünicamente. La inspiraci6n preco-
constituye la modalidad determinante de cada uno de ambos tipos nizada por Goethe y Tieck de la novela corta en el punto ålgido
de novela corta. La operatividad de Boccaccio se retrotrae a los de algün episodio extraordinario no tiene, pues, Otra finalidad lite-
comienzos del proceso de descomposiciön de la sociedad feudal; raria que la de preservarla formalmente de una disoluciön
las nuevas clases se constituyen, en realidad, en el marco de los
este tipo.

viejos estamentos feudales; comienzan, desde luego, a descompo- iSe trata acaso de un problema concerniente sÖlo a Ia forma?
nerlos, pero los sölidos tipos sociales del modo de Vida antiguo i Estamos ante una problemåtica de caråcter exclusivamente for-
todavfa tienen una realidad social de caråcter general, y, en con- mal? En el curso de su evoluciön posterior fue degenerando en
204 Georg Lukåcs
Realistas alentanes del siglo XIX 205
ello, sin duda alguna; comenzÖ a desarrollarse una artificialy arcai-
zante imitaciön de la novela corta del periodo clåsico. Pero tam- la que la homogénea legalidad empapa plenamente la casi inabar-
bién para Tieck — por no volver a citar a Goethe —, el episodio cable diversidad de los destinos individuales, tanto en el plano
del pensamiento como en el de la configuraciön.
central de la novela corta, ese episodio que constituye su columna
Pero, por Otra parte, este caråcter homogéneo y este someti-
vertebral, equivale a un «viraje dialéctico». éQué cabe entender por
ello? Keller ofrece una respuesta muy clara en su novela corta
miento a una legalidad que dominan sobre Ia evoluciån social
«Romeo und Julia auf dem Dorfe». Describe en esta obra suya todavia no son experimentados por los grandes realistas de co-
cömo dos labradores acomodados, a fuerza de irse metiendo con mienzos del XIX como un proceso de nivelaciön ya culminado, Sino,
el arado en un campo situado entre sus tierras, y cuyo dominio
por el contrario, como algo contradictorio y agitadamente desigual:
juridico no estå claro, acaban por ser vecinos directos. A partir
en cierto modo como un manojo seguro, pero débilmente anu-
de ese momento comienza una lucha entre ambos por la completa dado, de tragedias y comedias. Cuando Balzac habla del caråcter
propiedad de la finca de la que han ido apoderåndose ilegalmente. dramåtico de la novela moderna contraponiéndola a la del si-
En esta lucha terminan por arruinarse ambos. Keller insiste, con glo XVIII, se estå refiriendo, en no poca medida, a 10 insuperable-
toda razÖn, en que se trata de un caso de 10 mås cotidiano. Lo mente mås propios de una novela corta que son los sucesos o
cierto es que al lanzarse ambos labradores de la manera mås im- acontecimientos individuales a través de los que se hace evidente
Ia sujecciön de la evoluciön social a unas determinadas leyes. De
placable hasta el final se produce un acontecimiento extraordina-
rio desde el punto de vista de la novela corta, en la medida en
ahi que incluso ciertas partes de la «Comedia humana» de Balzac
que por la exacerbaciön extrema de un caso particular resultan adopten la forma de novelas cortas; de ahi que algunas de sus
novelas hayan Sido compuestas a base de novelas cortas de cufio
evidentes, tan sintética como luminosamente, los factores de tipo
social y moral determinantes en todo este complejo de problemas. moderno psicolögica y dramåticamente interrelacionadas.
En pocas palabras: el viraje dialéctico del que habla Tieck no es Algunas obras de Balzac («Das unbekannte Meisterwerk») cau-
Otra cosa que la conversiön de un caso particular exacerbado al saron una profunda impresi6n sobre el joven Keller. Su novela
corta, sin embargo, es una aportaci6n totalmente autönoma al de-
limite en algo socialmente tipico en virtud de un suceso poco
sarrollo evolutivo especifico de la moderna literatura alemana. Se
comün. SÖlo en un caso extraordinario puede revelarse palpable-
trata, como hemos dicho, de un episodio poco comin y en extremo
mente la ley, la necesidad que rige 10 que parece casual.
En este contexto resulta evidente esa motivaciön de orden vital concentrado que precisamente por Ia singularidad de sus rasgos,
tan escasamente afines al promedio, estå en situaciön de configu-
que en la sociedad burguesa establece una vinculaciön, por una
parte, entre la novela y la novela corta, y también una clara dife- rar de manera tan plåstica como penetrante una imagen tipica de
la Vida en el contexto de su ejecuciön a unas leyes evidentes.
renciaciån, por Otra, entre ambas. Cuanto mås homogénea va ha-
ciéndose la sociedad burguesa en el plano econömico, cuanto mås Este caråcter suyo tan concentrado ayuda precisamente a esta-
penetra el capitalismo en la Vida entera de la sociedad, tanto blecer una clara demarcaciön entre la novela y Ia novela corta: en
mås homogénea se hace la novela. Las Viejas novelas no eran sino virtud del singular episodio en el que esta ültima culmina, 10 indi-
manojos mås o menos sueltos de aventuras, a menudo incluso de vidual acaba por transformarse en 10 general, sujeto a unas deter-
episodios o sucesos mås propios de novela corta y puestos uno minadas leyes globales. Se trata, no obstante, de un ptlnto de la
al lado de otro, que sÖlo tenian cierta coherencia gracias a la unidad
transformaciön, de un montento del salto; la general legalidad del
de las figuras principales y del problema central. Solamente cuando proceso social no sale a la luz hasta este momento mismo, para
la homogénea legalidad del ser social resulta tan evidente que no
iluminar entonces a la manera de un rayo 10 que no era sino un
hay quien no tenga que encontrarse con ella en los acontecimien- episodio individual y poco comün. De ahi, pues, que la novela corta
tos mås corrientes de su Vida cotidiana, surge ese reflejo literario no esté obligada a configurar toda la plétora de determinaciones
expresado artisticamente en la acciön homogénea y en extremo de la Vida social, configuraciön en Ia que radica la unidad artis-
concentrada de la novela. En Balzac, la vivencia de esta homogénea tica de la novela en cuanto a prolongaciön moderna de la gran

legalidad historica de la evoluciÖn social es tan profunda, que se épica.


ve empujado al ciclo novelistico, a una narraci6n monumental en A esta singularidad formal de la novela corta se debe su naci-
miento y primera floraci6n en el periodo clåsico y romåntico de
Realistas alemanes del siglo XIX 207
206 Georg Lukåcs
ocurre en tantas posteriores historias de evoluciones infantiles. La
la literatura alemana. Todos los problemas de la incipiente sociedad grenza de su configuraciön radica, precisamente, en su capacidad
burguesa habian Sido planteados en Alemania al mås alto nivel de evidenciar la riqueza moral e ideolögica que en verdad puede
teörico imaginable, antes de que la economia capitalista se hubiera existir en toda evoluciön normal de un nifio despejado.
aduefiado realmente del pais, e incluso antes de cristalizar la con- Este realismo kelleriano, siempre tan evidente, y a la vez tan
mås promocionado. La sociedad que le educa y para la que es edu- poético, estå estrechamente vinculado al caråcter plebeyo del
cado no es una sociedad utöpica, sino realmente existente, es decir, mundo que configura. Para conseguir, en cambio, que los proble-
la democracia suiza todavia en posesiön, en no poca medida, de mas morales e ideolögicos planteados en la segura Vida de los
sus rasgos originarios, aun cuando éstos, como ya hemos visto, no burgueses acomodados o de la rica aristocracia adinerada, y que
dejen de adquirir en Keller un tinte utopico. Pero el factor deter- no pueden aparecer, en consecuencia, sino por una via completa-
minante es, no obstante, Ia realidad de esta democracia. mente espiritual, no acaban en puras abstracciones, resultan ne-
Todo 10 cual da lugar a una concepciön de la realidad mucho cesarias las dotes artisticas de todo un Goethe, capaz de conferir
mås proxima a la tierra que Ia perceptible en la novela de Goethe. a su materia una insölita fuerza sensible. Los protagonistas de la
Porque 10 que importa en esta comparaciön no es la grandeza novela de Keller son, en 10 esencial, pequefios burgueses laboriosos
de la configuraciön realista, sino la materia tratada, que en el cuyos problemas vitales dependen estrechamente de las procupa-
caso de Keller es mucho mås densa, s61ida, material y apegada ciones y compensaciones de orden material. Keller configura la
a la tierra. Desde un punto de vista espiritual y humano, Keller es tradictoria unidad nacional como fruto de toda esta evoluciön. La
siempre un sucesor de Goethe: la proximidad a la tierra no im- novela corta era, pues, una de las formas por medio de las cuales,
plica, en su caso, alejamiento alguno del espiritu, ni tampoco nin- a pesar de semejante distancia entre infraestructura social real y
guna mezquindad o falta de alma a consecuencia del dominio del pensamiento, y a pesar, también, de 10 anacrönico de esta infra-
término medio y de Ia Vida cotidiana en su obra. Todo 10 que estructura social, podia cristalizar una literatura afin a su tiempo,
de algün modo resulta moral e ideolögicamente importante para no anacrÖnica y, sin embargo, realista. En el caso de Keller, el
la evoluciön de las personas estå, tanto en Keller como en Goethe, «retroceso» a Ios problemas suizos constituye la fuente historico-
en el centro mismo de su trabajo configurador. La proximidad a la social de esta forma — alemana — de la novela corta. De ahi que
tierra no en este caso, sino una mayor vinculaciön, mås
significa, la culminaciön del proceso capitalista suizo motivara su liquidaciön
clara y perceptible, por parte de Keller a Ia base material de la
artistica.
Vida, a las dificultades y preocupaciones cotidianas de la existencia En de la época, por el contrario, la no-
Ia literatura francesa
economica bajo el dominio del capitalismo. vela corta ayuda a completar el curso abierto por la novela moder-
Ya las primeras experiencias del protagonista, todavia en su na surgida al mismo tiempo, (sin ser, pues, un sustitutivo cultivado
infancia, implican un auténtico enfrentamiento, de caråcter moral en virtud de la imposibilidad sociolögica de esta ültima), y es una
e ideolögico, con el entorno social. La educaciön del hombre con
de las formas a través de las que se expresa el caråcter irregular,
vistas a hacer de él un buen ciudadano se extiende en Keller a
repentino, vehemente y dramåtico de la transformaci6n social.
la entera personalidad humana. Pero estos enfrentamientos y dis-
La novela corta de Keller no es sino una singular prolongaci6n
cusiones jamås tienen un caråcter moral o pedag6gico de cufio de la alemana. Ya nos hemos referido ampliamente a la base so-
abstracto; hunden, por el contrario, sus raices en acontecimientos Cial de esta singularidad kelleriana, al lugar especial que le corres-
reales de la Vida y su grandeza espiritual y su importancia humana pondiÖ a Suiza en la evoluciön del capitalismo, a su posici6n frente
poseen, en todo momento, tanta concreci6n como tangibilidad; es a sus grandes potencias vecinas, dominadas por un proceso de en-
decir, constituyen siempre el punto humano e ideolögico culmi- trega a la reacciön politica, asi como también a la posibilidad que
nante de las concretas circunstancias objetivas y subjetivas dadas. tuvo Keller de convertirse en un escritor popular, en un sentido
O sea, que la preferente concentraciön al describir la evoluci6n por completo inaccesible a sus contemporåneos alemanes, en vir-
de la infancia del protagonista en una serie de problemas morales tud de su profundo enraizamiento en la evoluci6n del humanismo
e ide016gicos no desborda nunca el horizonte especifico de dicha alemån, en esa evoluciön del mismo hacia un ideario demöcrata-
evoluciön infantil. Keller jamås hace de su inicialmente infantil revolucionario que culmina en la filosofia feuerbachiana, qued6
protagonista un ser precoz o prematuro, a diferencia de 10 que
208 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 209

inmune a cualquier posible tentaciön de caer en una estrechez de tipifica determinadas tendencias del proceso de desarrollo del ca-
horizontes de cufio localista. pitalismo. En las primeras novelas cortas de esta segunda parte las
Keller consiguiö librarse de este peligro peligro que Ilevö trata, con humor condescendiente, a la manera de enfermedades
incluso a un escritor tan importante como Jeremias Gotthelf a una infantiles que la sana democracia autöctona estå en condiciones de
postura reaccionaria, sin renunciar, por ello, a su vinculaciön con superar fåcilmente. Pero en la ültima, («Das verlorene Lachen»)
el pueblo, y en plena contradicciön con este arraigamiento suyo, estos problemas, objetivamente desarrollados ya, plantean el serio
exaltador de una Vida popular primitiva y precapitalista — gracias peligro de la disoluciön formal de la novelistica corta kelleriana.
precisamente a su evoluciön mental en el contexto del pensamiento Esta evoluciön se refleja asimismo en el caråcter de los ciclos
alemån de Lessing a Feuerbach. Gracias también a todo ésto supe- tardios de Keller. Su medio no es ya tanto de caråcter social obje-
ra asimismo al provincianismo de Ias narraciones de tema aldeano, tivo como subjetivo-pedagögico. El trasfondo de las tres primeras
es decir, de la novela local tan cultivada por la literatura alemana; novelas cortas del ciclo siguiente («Züricher Novellen») es abierta
pensemos en su contraposiciön respecto de Berthold Auerbach. y declaradamente pedagögica. Un joven de Zürich que pretende ser
Keller descansa pues, de la manera mås contradictoria, sobre «original» a cualquier precio, experimenta tanto positiva como ne-
la base de un ser social que, por un lado, estå menos evolucionado gativamente, gracias al ejemplo de tres diversos destinos indivi-
en sentido burgués y capitalista que el de Alemania, y, por Otro go- duales, aquello en 10 que consiste la verdadera originalidad huma-
za, en cambio, de una viejisima tradiciön nacional tanto en el orden na, la verdadera, es decir, la que implica una auténtica culminaci6n
politico como en el de la unidad del pais. Esta singular situaci6n social de la personalidad, a diferencia de la que no pasa de ser
historica se refleja formalmente en la novela corta kelleriana. una caricatura vulgar y filistea de si misma. Este panorama es com-
La homogeneidad del pueblo que se propone configurar encuen- pletado muy bien por el hecho de que la ünica novela corta de ca-
tra su forma inmediata y mås plåsticamente evidente en Ia centra- råcter inmediatamente social de ciclo en cuesti6n, «Das Fähnlein
lizaciön de su obra en ciclos y series de novelas cortas. De acuerdo, der sieben Aufrechten», se ocupe de las grandes luchas en defensa
sin embargo, con la libre vinculaciön de los elementos de este ser, de la democracia como de una antigua época heröica hace ya mucho
los ciclos de Keller no obedecen, en su rafz, sino a una base his- tiempo clausurada. La influencia en un plano humano y pedag6gico
törico-social comün. La homogeneidad de la ley dominante no es de los viejos luchadores sobre la joven generaciön y el afianza-
en este caso un poder concreto que rige de manera igualmente miento de sus ideas morales, es configurada, de manera insupera-
intensa todos los fenÖmenos particulares, y que basåndose en los ble, con un sabio equilibrio de pathos y humor; ahora bien, tanto
diversos destinos individuales edifica una grandiosa acciön homo- la perspectiva colectiva de futuro como el contenido de orden
génea, como ocurre en Balzac, sino que no pasa de ser la exclusiva social de las vidas de los j6venes, permanecen en un plano abs-
homogeneidad del colorido, de la atmÖsfera, es decir: Ia homoge- tracto.
neidad del marco. En este ciclo el marco es todavia mås artistico que el de las
Asi estå edificado su famoso ciclo de novelas cortas «Die Leute primeras novelas cortas. Porque Ia ficciön de la narraci6n oral,
von Seldwyla». La sujecciön del proceso social a unas leyes deter- Origen verdadero de la novela corta, es introducida y desarrollada
minadas constituye la base comün a partir de la que van diferen- en él con singular plenitud artistica, con el fin de dotar con nuevos
ciåndose las diversas novelas cortas, que confieren asi una sustan- medios a la novela corta moderna de Ia influencia inmediata, el
tividad a sus rasgos centrales. Ahora bien, Ios diferentes elementos impacto y la espontånea capacidad convincente de la antigua.
estån dotados de una auténtica autonomia en el contexto de dichas Esta tendencia alcanza su punto culminante en el ültimo ciclo
novelas cortas, perfectamente sustantivos uno junto a Otro y sin kelleriano, en su «Sinngedicht». El marco sigue siendo en este caso
confundirse jamås entre sf. Completåndose espiritual y moralmente el de una novela corta que gira en torno al amor surgido entre el
unos a otros, su fin ültimo es dar como resultado la imagen total joven erudito Reinhart y Lucia. Las novelas cortas integradas en
de la obra. La problemåtica social de la misma, es decir, la visiön él, narradas sin excepciÖn por los protagonistas de la principal,
kelleriana de las posibilidades evolutivas de la democracia suiza no son sino armas, a la vez serias y risuefias, de un duelo amoro-
autöctona, se hace evidente en las diferencias que median entre su so. Los problemas en los que cristaliza este amor en ciernes son do-
primera parte y la segunda. En el prölogo de esta ültima, Keller tados de un caråcter desmesurado, de gran fuerza plåstica, aunque

Ilk
210 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 211

sin Ilegar a ser impertinente; elevan los distintos momentos de amorosas, es decir, el relato de los hitos de la génesis del amor
dicho amor a un nivel general tanto en el orden del pensamiento entre dos seres, jamås oscurece su trasfondo evidente: la condiciön
como en el moral y social y 10 generalizan por via literaria, sin de importantes asuntos püblicos que en una colectividad democrå-
destruir, sin embargo, a un tiempo, la atmösfera de espontaneidad tica ostentan el amor y el matrimonio. Pero no cabe ninguna duda
y de finura que hizo posible su nacimiento. de que en estos ültimos ciclos Keller se acerca sobremanera a la
Las novelas breves en cuestiön giran en torno a problemas ta- forma y social del periodo clåsico alemån, alejåndose cada
artistica
les como: qué es el amor, cuål es la relaciön existente en él entre vez mås camino iniciado con sus primeras novelas cortas. Este
del
el hombre y la mujer, en qué consisten la pretendida «superio- tipo de configuraciön kelleriana de una narraciån central en la que
ridad» del hombre, la «libertad de elecciÖn» de ambos en el amor, se integran cfclicamente otras varias novelas cortas enlaza con
y, en fin, la igualdad de derechos de la mujer en el plano humano y Tieck («Phantasus») y Hoffmann («Serapionsbrüder»). Ahora bien,
el equilibrio cultural y social entre Ios dos. El contenido, la for• en tanto que en estos ültimos el marco es de caråcter estético-ensa-
ma de completarse unos a otros y de polemizar entre si, etc., de las yistico y 10 novelesco no pasa de jugar un papel episödico, 10 hu-
diversas novelas cortas, «redactadas coloquialmente» por los pro- mano-moral pasa en Keller a primer plano y adquiere una intrinse-
tagonistas de la narraciÖn central, no constituyen sino elementos, ca importancia épica. En consecuencia, estå claro también 10 poco
momentos esenciales de esta acciön. Para ver claramente en este en comån que tiene esta novela corta kelleriana con la de sus
duelo amoroso de orden social e ideolögico no hay mås que com- contemporåneos. Otros escritores importantes de este periodo como
parar el contenido y el tono de las novelas cortas narradas por Theodor Storm y Conrad Ferdinand Meyer se inclinaron también
Reinhart («Regine», «Die arme Baronin», «Don Correa») con los de con preferencia hacia este tipo de novela corta, pero, y ello es muy
las de Lucia («Von einer törichten Jungfrau», «Die Berlocken») y significativo, no como en el caso de Keller, acogiéndose a una forma
su tio («Der Geisterseher»). Tampoco es, desde luego, nada casual de caråcter ciclico, sino como marco narrativo de las diversas no-
que cada uno de los narradores comience con sus propias experien- velas cortas. Esta .técnica narrativa ayuda en ambos casos por
cias y autoobservaciones, y acabe al fin utilizando como un arma, motivos diferentes y, sin embargo, emparentados — al distancia-
cuando el duelo Ilega a su ültima exacerbaciön de tipo grotesco-hu- miento artistico respecto de los acontecimientos narrados. En el
moristico, la posterior narraci6n de episodios imaginarios en los caso de Storm, estos motivos son de naturaleza lirica: prefiere na-
que los contrastes todavia aparecen de manera mås aguda. Gracias rrar recuerdos alejados en el tiempo borrando asi los duros con-
al artistico aumento de tensiön de estas réplicas y contraréplicas tornos de la realidad, y haciendo del talante lirico el elemento con-
obtienen también los «puntos de cristalizaci6n» del amor desper- figurador homogéneo del narrador. En el de Mayer, esta preferencia
tado entre Reinhart y Lucia, por utilizar la expresiön de Stendhal, se debe a su concepciön de la historia. Los hombres importantes
un caråcter que 10 hace apto para la novela corta, quedando asi son, para él, los grandes solitarios de su época, seres que vagan
destruida al mismo tiempo Ia posible rigidez estructural de una enigmåticamente incomprendidos entre los acontecimientos. La téc-
serie de narraciones enmarcadas en una narraciön central y am- nica de la narraciön dentro de la narraciån, con participaci6n en
bientadora. ella del que narra a menudo s610 desde fuera, radicalmente inca-
La Vieja estructura formal del «DecamerÖn» es, pues, renovada paz, por tanto, de comprender a los protagonistas (el suizo Ambrus-
asi por Keller de una manera capaz de superar en libertad artistica ter, por ejemplo, en «Heiligen»), sirve para resaltar de la manera
y en rigor incluso al modelo clåsico. Aunque, desde luego, si con- mås gråfica la soledad de los protagonistas principales.
sideramos el problema desde el punto de vista del proceso evolutivo En Keller, por el contrario, esta técnica narrativa obedece a
del propio Keller, percibimos en él una amplia subjetivizaciön del motivos muy distintos. Subraya, ante todo —en las novelas cortas
marco social, un creciente decaimiento de su interés inmediato de Seldwyla —, el comün trasfondo social. Procura, por otra parte,
por las cuestiones püblicas y sociales en la elecciön de temas, ca- una especie de certificado artistico del real haber-acontecido de
mino de una preferencia inequfvoca por Ia problemåtica de Ia Vida los sucesos narrados. Y, muy principalmente, ayuda a resaltar
individual, retroceso en el que, de todos modos, el trasfondo social enérgicamente la intenci6n popular-pedagogica de Keller, sin tener
de los problemas individuales sigue conservando toda su vitalidad y que gravar excesivamente la narracciÖn misma y perturbar la estric-
presencia. La depurada gradaciön individual de las experiencias ta efectividad épica de los interesantes acontecimientos narrados
Realistas alentanes del siglo XIX 213
212 Georg Lukåcs
que, por el contrario, se desprenden siempre de la esencia de Ia
con la expresiön demasiado abierta de dicha intenciön suya. acciOn, y que su amplia y rica configuraciön resulta de todo punto
De ahi que el regreso de Keller a la tradiciön de Ia narraciön necesaria con vistas a agotar realmente la materia épica en cues-
oral no sea tan artistico como el de Storm o el de Meyer. Keller es tiön. Todo esto resulta sobremanera evidente en «Das Fähnlein der
enemigo declarado de los estilizamientos esteticistas. Rechaza con sieben Aufrechten». El amor que comienza a despertarse entre Karl
brusquedad y energia toda büsqueda de arcaismos idiomåticos para y Hermine tropieza con la oposiciön de los padres de ambos, Iide-
la narraciön de acontecimientos lejanos en el tiempo. Y, al mismo
res espirituales de una pequefia agrupaciön demöcrata-radical de
tiempo, se opone con no menor energia al uso de cualquier dialecto 10s «Aufrechten». El acomodado padre de Hermine quiere casar a
en la configuraciön épica de acontecimientos locales. En su épica su hija de tal manera que su matrimonio favorezca la prosecuciön y
aspira a una generalidad artistica de auténtico caråcter popular, extensiÖn de su floreciente empresa constructora. El pobre sastre
enraizada en la entera Vida del pueblo y en consecuencia artistica- Hediger, padre de Karl y admirador de Robespierre y del Terror
mente inteligible para el pueblo todo. francés acepta profundamente convencido esta negativa, en virtud
Este espiritu auténticamente épico es 10 que Keller admira en de sus propios principios radical-democråt6icos. A su mujer, que
las conseguidas obras de Gotthelf. Pero es consciente, al mismo reacciona riéndose de esta prohibiciön con el mejor humor, le ar-
tiempo, de que esta grandeza épica no es una cuesti6n de orden
gumenta asi:
estrictamente formal, sino que ünicamente puede surgir al precio de «...precisamente en el seno de la familia comienza la verdadera
hundir sus raices en las zonas mås profundas de la problemåtica politica: por supuesto que somos amigos politicos; pero para se-
central de la Vida de un pueblo. En este sentido es como Keller se guirlo siendo no vamos a mezclar las familias y a implantar el co-
plantea el problema, de manera auténticamente épica y popular en munismo con Ias riquezas de uno sÖlo. Yo soy pobre y Fryman,
grado sumo: de igual modo que todos los problemas de Ia Vida rico, y de este modo ha de continuar; tanto mås podrå Ilenarnos
privada desembocan en Ia püblica, asi todos Ios problemas con- asi de alegria la igualdad interior... Afortunadamente no hay entre
cernientes al individuo no son sino una preparaci6n, una educaci6n nosotros personas enormemente ricas; el bienestar estå bastante
de Ia personalidad camino de su realizaciön püblica. repartido; pero deja que unos cuantos ambiciosos de poder poli-
Este enraizamiento de la entera problemåtica kelleriana, tanto tico se hagan con muchos millones y verås los desmanes que co-
en el orden material como en el formal, en la Vida popular de la meten.»
democracia suiza es 10 que confiere a sus novelas cortas ese espe- Pretende mantener vigentes en el orden familiar las formas pro-
cifico caråcter suyo ampliamente épico. La vinculaci6n entre desti- pias de un jacobinismo puritano, y 10 ünico que consigue asi — de
no individual y Vida püblica no es en Keller fruto de ninguna deci- manera, por supuesto, comicamente inconsciente — es fomentar el
siön artificial o aprioristica. De 10 que claramente se deduce que egoismo capitalista de su amigo. En semejantes circunstancias es
cada una de las novelas cortas describe de tal manera los destinos evidente que el amor de los jövenes ha de acabar triunfando sobre
individuales que éstos siempre aparecen orgånicamente vinculados esta fina comedia de un democratismo digno de estima pero sin
a acontecimientos mås o menos importantes de la Vida popular suiza duda ya parcialmente superado por la Vida misma. arrojando al
y, en general, a los modos ptåblicos de expresi6n de esta vida. No mismo tiempo, todo ese contradictorio mundo de ideas por la bor-
hay apenas ninguna novela corta de Keller cuyo punto culminante da. La fiesta de Ios confederados, consistente en unas competiciones
en el orden humano privado no esté relacionado con alguna fiesta de tiro libre, celebrada en 1849 en ocasiön del aniversario de la
popular, con algün importante acontecimiento püblico, en fin, de la ConstituciÖn Suiza, con la que se puso un punto final a las luchas
Vida popular. He aqui algunos ejemplos significativos: el desfile de entre democratas y reaccionarios, acaba por evidenciar humoris-
los grandes tiradores («Frau Regel Amrain und ihr Jüngster»), la ticamente 10 atrasados que los «Sieben Aufrechten» se han quedado
fiesta de la paz («Dietegen»), la fiesta de los cantores («Das verlo- respecto de las exigencias del dia: no hay entre ellos quien esté
rene Lachen»), la fiesta de los confederados («Das Fähnlein der en condiciones de pronunciar el discurso que ellos mismos habian
sieben Aufrechten»). decidido para esa fecha con motivo de su donacién de una bandera;
Del anålisis del papel que estos elementos juegan en el proceso se dan cuenta de que su Vieja retörica ha Sido desplazada, pero
narrativo de las obras de Keller, se desprende que en ningün mo- ninguno encuentra el tono apropiado para la nueva situaci6n crea-
mento son un aditamento de orden estrictamente artistico, sino
214 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 215

da por una realidad ya diferente. El joven Karl acaba por sacarlos guraciön épica, su modo de narrar es sencillo y a la vez rico, mo-
del apuro y su afianzamiento social (incluso en las competiciones numental y Ileno al mismo tiempo de humorismo, hasta el punto
de tiro) le ayuda a superar la oposiciån del padre de su novia. de que consigue que la «totalidad de los objetos» acredite su pode-
No es dificil percibir 10 profundamente que la representaciön rosa presencia en su obra en virtud solo de su propio peso objeti-
de la fiesta popular arraiga en la fåbula individual: el caråcter vo. Este talento suyo es, considerado abstractamente, el de un
social del tema, en principio no explicito, acaba por resultar evi- gran escritor de novelas, concibiendo en este contexto a la novela
dente gracias a la publicidad dada a la soluciÖn del conflicto. La como epopeya de la era burguesa. El resignado caråcter trågico de
atenta y morosa descripciön de la fiesta no es, pues, en modo algu- la carrera de escritor de Keller hunde sus raices precisamente en
no, algo episödico, ni un simple adorno, sino la evoluciön orgånica- el hecho de que su obra jamås pudiera Ilegar a dar de si la abar-
mente necesaria de la narraciön individual, la creciente evidencia cadora monumentalidad de ese relato épico al que le es dado ofre-
de todas sus determinaciones. Y en sus primeras novelas cortas, cer una imagen épica de la Vida entera. A consecuencia de sus con-
en las que la problemåtica capitalista no enturbia tanto la imagen dicionamientos soci016gicos tuvo que contentarse siempre con una
democråtica de conjunto, este comün e interrelacionado desarrollo novela corta de caråcter individual, en 10 esencial, y que no podia
de 10 individual y social, de 10 privado y 10 püblico, todavia resulta pasar de ofrecer una parcela de dicha totalidad de la Vida; como
mås evidente. él mismo dice, su poesia se quedÖ en «episödica».
Keller es, en este sentido, un configurador tan grandioso y es- Pero en esta renuncia radica, precisamente, la salvaciön de Ia
pontåneo de esa «totalidad de los objetos», en cuya configuraciön obra kelleriana; gracias a ella Ie fue dado crear una novela corta
ve Hegel, con razön, la esencia de la épica verdaderamente grande, extremadamente singular y de grandeza épica ya no igualada, una
cömo aparte de él sÖlo Ilega a serlo en el siglo XIX Leon Tolstoi. grandeza que a pesar de hundir sus raices en esa forma especifica,
Con este requisito Hegel no hace sino expresar precisamente aquello jamås la desborda, ampliando, por el contrario, el horizonte de sus
por 10 que las mås importantes novelas modernas pueden ser consi- fronteras. Y no se trata de ninguna casualidad. Porque el puente
deradas como la digna prolongaciön del Viejo epos. Toda creaci6n que media entre el caråcter histöricamente condicionado de la uto-
literaria verdaderamente épica representa la entera Vida social de pia democråtica kelleriana y su realismo no es otro que la novela
los seres humanos en su plena amplitud y diversidad. La configura- corta. Su convicciön de que motivos, formas, etc., sölo pueden ser
ciÖn de los destinos humanos individuales no basta para ello. Por. artisticamente importantes y fructiferos en la medida en que ex-
que son los objetos, las instituciones de efectividad objetual, etc. presan de manera adecuada la edialéctica de la evoluciön cultural»,
10 que hace posible la relaciön social de reciprocidad entre las queda asi confirmada en su propia obra.
personas, la interrelaciön, en fin, entre sociedad y naturaleza. Sin Dado que en la realidad empirica esa democracia de seres hu-
la configuraciön de estas instancias mediadoras todo relato épico manos multilateral y culturalmente evolucionados, cuyas vidas de-
habrå de parecer pobre, vacio e incompleto. Pero la sola des- sembocan a instancias de su propia individualidad en la generalidad
cripciön de estos objetos es no menos insuficiente. ünicamente democråtica de la Vida popular, enriqueciéndola y siendo enrique-
cuando se convierten en elementos vivos de la acci6n, en co-prota- cidas por ellas, todavia existfa menos que la de la humoristicamente
gonistas activos, dejando de ser simples accesorios o telones de descrita Seldwyla, 10 ünico que Keller puede hacer es Ilevar a sus
fondo, y por mediaciön suya salen a Ia luz rasgos esenciales y hasta figuras humanas hasta las puertas mismas de dicha realidad, o
entonces no conocidos de los seres humanos, sÖlo entonces es en hacer que fracasen ante ellas trågica o comicamente—. La des-
verdad configurado el ser humano como criatura social, en interre- cripciön de estos procesos alcanza su veracidad vital y su fuerza de
laciön viviente con su entorno social; solamente entonces cobra convicciön gracias precisamente a la profunda, aunque ut6pica, fe
auténtica existencia la totalidad de los objetos. de Keller en las posibilidades de futuro de la democracia suiza.
Keller es, en compafifa de Tolstoi, el mås grande configurador Porque bien como posibilidad, bien como tendencia, todo esto venia
épico del ambiente en el que se desenvuelven las personas. Y üni- contenido en la democracia suiza; los puntos de vista de Keller so-
camente a partir de este dato se puede percibir con claridad el lamente son utöpicos en la medida en que confieren a estas ten-
caråcter singular de sus novelas cortas. Keller tiene un gran ta- dencias, tanto intensiva como extensivamente, una plenitud real.
lento, tanto en el orden social como en el artistico, para Ia confi- Ya hemos aludido a esta especifica naturaleza de las novelas
216 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 217

cortas kellerianas en nuestra breve consideraciön de «Das Fähnlein exclusivamente, de una perspectiva, de un horizonte. De este modo,
der sieben Aufrechten». Hemos de insistir, sin embargo, en que no en su narraciön todo es auténtico y veraz, realista en el mås pro-
se trata de un caso aislado, sino de la ley dominante en su creaci6n fundo sentido de Ia palabra; su utopismo da origen, ünicamente, a
novelistica. El «insölito episodio» del que hablaba Goethe no es, una atmösfera a la vez pura y fantåstica, bien humoristica, que
en este contexto, sino el momento en que resulta probada la con- flota por encima de los eventos cotidianos.
diciön social de los caracteres mediante algün suceso casual. Asi, La resignaciön artistica que le Ileva a hacer de la novela corta
por ejemplo, en «Kleider machen Leute» el oficial de sastre es el género literario mås cultivado por él, hunde en Ia Vida de Keller
tomado por un conde; en eDer Schmied seines Glücks» el insignifi- sus raices en ese constante suefio suyo de Ilegar a ser un autor
cante charlatån que se pasa la Vida haciendo fantåsticos proyectos dramåtico. Los ensayos de Keller en este sentido, de los que ünica-
es adoptado por un pariente lejano millonario; asi, también, en mente nos han Ilegado algunos fragmentos, estån por completo
«Die drei gerechten Kammacher» Ia competencia entablada entre inmersos en las corrientes literarias de los anos 40, en el impulso
los tres «virtuosos» oficiales acaba en una tragicÖmica carrera por democråtico de entonces. El historiador de la literatura Hermann
conservar el puesto, etc. Estos cambios de posiciön en la Vida, Hettner, amigo intimo de Keller durante la estancia de éste en Hei-
estas educaciones, en fin, tan dirigidas a la ciudadania y que igual delberg, vincula estrechamente en su libro «Das moderne Drama»,
pueden dar un resultado positivo que negativo, acaban de maneras en cuya redacciÖn contÖ con Ia ayuda de Keller, el futuro auge de
muy diferentes, no pueden tener ya el caråcter sencillo e inequivoco Ia producciön dramåtica con el anhelado triunfo definitivo de la
de los «insölitos episodios» de la clåsica novela corta. La extensiön democracia en Alemania. Las resignadas observaciones de Keller
del episodio central de Ia misma a un grupo de acciones individua- en torno a sus propias perspectivas literarias estån relacionadas,
les relacionadas entre si, pone al descubierto el nucleo de la per- preferentemente, con estos puntos de vista en torno a la evoluciön
sonalidad de los protagonistas y desarrolla todas aquellas cualida- de la literatura.
des suyas sobre las que descansa su educabilidad burguesa o su co- Todas las figuras importantes que participaron en este cumulo
mico fracaso. Asi resulta evidente — en medio de un engafio a él de afanes deseaban un drama y, en general, un teatro, auténtica-
mismo debido, a pesar de su inocencia Ia finura humana y Ia no- mente popular. La intenciön originaria de los esfuerzos reformis-
bleza del romåntico oficial de sastre polaco, gracias a las que logra tas, tanto teöricos como pråcticos, de Richard Wagner, no era
al fin salvarse honorablemente; y asi acaba por volver a Ia miseria tampoco otra que el regreso a la compenetraciön del drama con
el «forjador de su felicidad» («Der Schmied seines Glückes») a el espiritu del pueblo. Keller sentia, a su vez, grandes simpatfas
consecuencia de su frivolo orgullo y de su poco inteligente astucia. hacia esta tendencia. Ahora bien, vista la cosa desde cerca se per-
Pero con esta divisiön de los episodios centrales en una pequefia ciben notables diferencias entre ambos. Hasta en los escritos de su
serie de acciones independientes se agota la narraciön. Desde periodo revolucionario se entrega Wagner a construcciones abs-
un punto de vista social conceptual queda perfectamente claro el tractas de tipo histörico-filosöfico para justificar teöricamente su
«c:para qué?» de todo este proceso educativo, pero pocas veces «obra del arte total» como una renovaciön popular de la tragedia
es presentado explicitamente por Keller, y en los casos en que asi griega.
ocurre, no pasa de hacerlo por Ia via de una pålida abstracciön Las esperanzas de Keller enlazan, por el contrario, con las tra-
que ha de contrastar bruscamente con Ia floreciente Vida del curso diciones populares todavia vivas, con los cuadros de costumbres
configurado. de Viena o Berlin, en la confianza de que la corriente ascendente de
La novela corta Ie ha proporcionado pues, a Keller, la posibi- la democracia harå que de ellos surja una nueva comedia de caråc-
Iidad de concentrarse en el hombre individual y en su educaciön ter politico y social, acorde a Ios nuevos tiempos, y de curio po-
civica, haciendo de la Vida de éste el punto de intersecciön de unos pular-aristofanesco. Para este tipo de comedia Keller reconoce ple-
elementos de caråcter individual y casual, por un lado, y social namente la uniÖn entre el teatro y la müsica.
y necesario, por Otro, del que surge el inesperado efecto novelis- A la vista de todo esto se pronuncia, al igual que Hettner, en
tico, el punto de inflexiån dialéctica del proceso configurado. La contra de Ia tragedia wagneriana, conscientes ambos de que en la
forma de la novela corta es 10 que ayuda a Keller a integrar en representaciön de la individualidad humana tal y como ésta ha evo-
su obra el curso interno de la general evoluciön social a la manera, lucionado en los tiempos modernos, hay que cifrar en su conflicto
15 • REALtSTAS
218 Georg Lukäcs 219
Realistas alemanes del sigto XIX
con los poderes sociales el problema båsico de la tragedia, siendo ramos el trabajo Ilevado a cabo en «Therese», el mås extenso de
a tales efectos la palabra hablada de todo punto insustituible por sus fragmentos dramåticos conservados, no podemos menos de per-
la cantada. Incluso cuando Keller mås tarde —en su trabajo «Am cibir una intensa y jamås victoriosa lucha de Keller por superar
Mythenstein», 1860— suefia con la posibilidad de un espectåculo el inminente caråcter de novela corta de su proyecto. Pero este
teatral suizo de caråcter popular, 10 que estå realmente en juego preciso caråcter de dicho proyecto suyo, ese abordar artisticamente
son sus esperanzas de que poco a poco resulte posible ir evolucio- Ios problemas sociales a partir de un destino exclusivamente pri-
nando hacia una gran comedia politica a partir de todas las piezas vado Ilegando necesariamente a Ia acciön general y abarcadora en
rudamente improvisadas con motivo de las fiestas populares. virtud del azar de un episodio individual, no pueden ser desde
Las aspiraciones de Keller en el orden del teatro van, pues, en luego, superados por Keller en la medida en que el origen de todo
una doble direcciön: en Ia de la gran comedia popular con coros, ello no radica en su capacidad artistica o en su personalidad, sino
müsica, etc., tipo gran espectåculo, y en la de Ia moderna tragedia en el desarrollo de su propia visiÖn del mundo, determinada real-
burguesa. No hay que esforzarse mucho para comprender que du- mente por las fronteras histöricas de su pequefia patria y por su
rante el periodo de triunfo de la reacci6n en Alemania habia de pertenencia a la comunidad cultural alemana. La autocritica artis-
resultar imposible satisfacer la primera aspiraci6n; el propio Keller tica de Keller era 10 suficientemente profunda como para hacerle
se dio plena cuenta algo mås tarde de que su gran comedia popular abandonar este camino falso, a pesar de que su måxima aspiraci6n
suiza no pasaba de ser un hermoso suefio. Acab6 pråcticamente artistica radicaba en Ia creaci6n de dramas. Pero los condiciona-
por renunciar a este deseo suyo. Pero acabö por renunciar de una mientos sociales de su imagen del mundo eran tan fuertes, que
manera absoluta, es decir, sin dedicarse a armonizar Ia «obra de Keller jamås fue capaz de vislumbrar claramente el fallo te6rico
arte total» de cufio popular y democråtico con las exigencias de la båsico de sus esfuerzos dramåticos, a pesar de que por 10 general,
burguesia de entonces y con su cada vez mås reaccionaria manera y precisamente en el enjuiciamiento critico del drama, poseia un
de pensar. Se resign6, pero, a diferencia de Richard Wagner, no criterio extraordinariamente certero y penetrante.
firm6 compromiso alguno. d En qué consiste esta diferencia entre 10 novelistico y 10 dra-
Pero también la frustraciön de su obra dramåtica burguesa de- måtico? iQué es 10 que determina esta especial incapacidad de
pende estrechamente del destino de la democracia alemana. El Keller para el drama, cuando precisamente en su novela corta, y a
drama, en el grande y riguroso sentido en el que Keller, ferviente diferencia de la clåsica, introduce el elemento dramåtico, tal y como
admirador de Shakespeare, 10 concibe, no obliga, por supuesto, a Balzac, oponiéndose asi a la de los siglos XVII y xviii, 10 hizo en
la «totalidad» extensiva ede los objetos», como la gran épica, pero su novelistica? Precisamente aqui resulta evidente 10 que este ca-
sf, desde luego, a la representaciön de los conflictos mås impor- råcter «dramåtico» de la épica cultivada por ambos tiene en si
tantes de la Vida social en una posible totalidad de sus interrela- de un poco forzado; asi como también que no pasa de ser sin duda
ciones y determinaciones esenciales. En este caso resulta menos este objetivo una expresi6n un tanto inadecuada para clarificar una
plåsticamente visible la influencia sobre Keller de la derrota de nueva y por completo épica manera de reflejar la realidad mo-
la democracia alemana que en el de la comedia. La constante mini-
derna.
mizaci6n en las obras dramåticas del periodo reaccionario de los Keller critica, sobre todo, al mayor autor dramåtico de su tiem-
grandes conflictos sociales de caråcter general, acab6 por hacer po, Friedrich Hebbel, 10 rebuscado, tortuoso, inverosimil y extrava-
de los problemas individuales, exagerados e hipertrofiados, el nü- gante de sus argumentos. Ahora bien, este defecto de la creaci6n
cleo mismo de la configuraciön trågica. Keller percibe con gran dramåtica de Hebbel certeramente apuntado por Keller— no
claridad esta evoluci6n en Hebbel, el mås importante dramaturgo es tanto una como un fen6meno pro-
insuficiencia suya individual
de la época, hacia cuyos dramas escritos con anterioridad a 1848 pio de la época. Hebbel jamås fue capaz de conseguir que la esen-
guarda —no sin ciertas reservas criticas, por supuesto— la mås cia general, social e ide016gica, de los conflictos por él tratados
alta consideraciön. fuera desarrollåndose orgånicamente a partir de Ios destinos indi-
Esta postura fuertemente negativa respecto de las tendencias viduales de sus figuras dramåticas. Fue muy consciente, de todos
dominantes en su época no podia, sin embargo, conferir a su pro- modos, del problema. A1 describir, por ejemplo, el contenido ge-
pia obra, como es obvio, orientaciön positiva alguna. Si conside- neral de su tragedia «Herodes und Mariamme», inspirada en Jose-
220 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 221

phus Flavius, dice 10 siguiente: eSe convierte casi por si misma este mismo defecto? Su raiz es de orden sociolögico. Ya hemos
en una tragedia... la historia ha hecho, verdaderamente, a este res- aludido a la existencia de elementos inorgånicos similares en los
pecto todo 10 que podia hacer... Herodes abandonö este mundo textos dramåticos de Richard Wagner. Y, por Otra parte, tampoco
manchado de sangre y considerado como un monstruo... y, sin Otto Ludwig, el importante rival de Hebbel, contemporåneo y cri-
embargo, no vino a él siendo tal monstruo. Grande y noble, pre- tico suyo, pudo evitar en su obra el fallo båsico que con toda raz6n
visto de todas las magnificas cualidades que hacen al héroe y al criticaba en la de este ültimo; y también él buscaba, sin resultado
hombre, aparece en plena juventud y permanece durante mucho positivo, temas y argumentos que a un tiempo fueran orgånicos,
tiempo... audaz e intrépido prosigue su camino...» Comparando convincentes, sencillos y no excesivamente sofisticados desde un
ahora el principio con el final, no podemos menos de decir, real- punto de vista artistico y capaces de abarcar en su plenitud la com-
mente, con Hebbel: «Aqui hay materia para una estremecedora plejidad de la Vida moderna.
tragedia de primer rango, para una de esas tragedias, realmente, La raiz comtån de todos estos fracasos, es decir, de 10 poco con-
en las que la naturaleza humana es configurada en toda su depen- vincente de la producciön dramåtica de unos escritores tan excep-
dencia respecto de los poderes del destino.» cionalmente dotados, ha de verse en 10 mezquino y lastimoso de
EI proyecto general de esta tragedia es verdaderamente grande Ia circunstancia social alemana a partir de la derrota de la Revo-

y generoso. Hebbel elige, profundizåndolo, un problema que ya luciön de 1848. Ningün conflicto es ya vivido abiertamente, pübli-
Racine habia planteado y resuelto por vez primera en la evoluciön camente planteado y Ilevado hasta el fin de la sociedad surgida
dramåtica moderna. Racine da a su NerÖn (en la tragedia «Britan- con la derrota; reinan por doquier Ios mås podridos y cobardes
nicus») el calificativo de «monstre naissant», de monstruo en po- compromisos, desde la gran politica hasta la entera praxis social
tencia, que a 10 largo del drama va poco a poco revelåndose y de la época. Los escritores atraidos al drama en virtud de su ca-
afirmåndose como tal. No es dificil percibir en qué consiste la pro- pacidad para ello, se encuentran ante una materia vital por com-
fundizaciön del tema efectuada por Hebbel: el Nerön de Racine pleto carente de toda rotundidad dramåtica y plåstica. Por Otra
es un infame nato; el poder de su medio, la atmösfera de una corte parte, y en virtud de su condiciön de auténticos escritores, sienten
absolutista, etc., etc., se limitan exclusivamente a ayudar y madurar que el periodo entero en el que les ha Sido dado realizar su obra
unos gérmenes del mal ya existentes en él. Hebbel, por el contra- estå Ileno de trågicas y dramåticas contradicciones. Contradiccio-
rio, se propone mostrar como un medio semejante puede convertir nes que intentan realmente configurar; pero como carecen de me-
a un hombre bien predispuesto por la naturaleza en un tirano se- diaciön artisticamente concretizadora de la Vida social, estos con-
diento de sangre. flictos aparecen en sus obras impregnadas de acentos subjetivistas,
Ahora bien, i por qué Racine logrÖ culminar positivamente su psicolögicos e inexistentes, por tanto, en la propia sociedad. Y el
proyecto, bastante mås simple en realidad, en tanto que a Hebbel intento —al que se entregaron tanto Hebbel como Wagner— de
su mucho mås profunda visiön le IlevÖ al fracaso artistico? Consi- restablecer la desfalleciente unidad y objetividad dramåticas con
derando el problema de manera muy general —ya que sölo pode- la ayuda de una filosofia de la historia abstracta y mistificadora
mos detenernos en consideraciones generales — porque Racine no podia Ilevar sino a un aumento de la escisiön existente entre
hizo que el caråcter de NerÖn fuera orgånicamente evolucionando tema y materia.
en todas sus fases de acuerdo con las caracteristicas especificas de Los rasgos que diferencian a Keller de sus contemporåneos ale-
su medio, es decir, una corte absolutista, en tanto que la psicologia manes mås importantes nos son ya conocidos; gracias a ellos es
del Herodes de Hebbel obedece a otras razones de orden biogråfico- capaz de vislumbrar claramente sus fallos. Lo que no implica, ni con
individual, mucho mås difusas y complejas. Asi accede en el primer mucho, la posibilidad por su parte de superar en su creaciön artis-
caso a una definida homogeneidad dramåtica, en tanto que en el tica la flaqueza dramåtica de la materia vital de su tiempo. Si bien,
ültimo, acciön histörico-social y psicologia superindividualizada desde luego, en este orden el contenido de la obra de Keller es
acaban por desgajarse, destruyendo Ia unidad trågica. diferente: suizc»democråtico y no alemån-reaccionario. Pero tam-
Por supuesto que es precisamente esto 10 que Keller ha criti- bién la democracia suiza ha perdido ya en tiempos de Keller los
cado siempre en Hebbel; pero la pregunta que surge inmediata- rasgos heroicos de sus afios de lucha; también en su seno va co-
mente es ésta: dhasta qué punto no estå él también gravado por rrompiendo el capitalismo creciente todo elemento humano. éQué
222 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 223

otro gran conflicto de su obra hubiera podido desvelar y configurar el drama de Hebbel parece en tal o cual punto artificioso o for-
Keller en esta materia suya vital, de manera dramåtica, es decir, zado, la novela corta de Keller evidencia un libre despliegue y un
plåstica y acerada, que la lucha ingente, tanto interior como ex- orgånico devenir-forma a partir de la propia interioridad literaria.
terior, de poderosas fuerzas sociales? Era 10 suficientemente hon- De todos modos, la cumbre dramåtica es destruida por la via
rado como para no ocultarse a si mismo el progresivo y, desde de la configuraciön. Recordemos nuevamente el «monstre nais-
luego, no siempre glorioso retroceso del espiritu democråtico ante sant» de Racine y el fracaso de Hebbel al profundizar en él. Keller
el poder del dinero. Era 10 suficientemente inteligente como para configura una y Otra vez el proceso de formaciön tanto de seres
no entregarse a una quijotesca lucha å la Gotthelf contra las inevi- monstruosos como de auténticos modelos de moralidad. Pero re-
tables formas del progreso econömico. Pero al mismo tiempo tenia duciéndose siempre — como ya hemos hecho ver por medio de
una fe tan profunda en el afianzamiento definitivo de la democra- algunos ejemplos— al proceso de su formaciön, sin configurar
cia burguesa que jamås hubiera podido dar una imagen trågica de nunca los problemas concretos y los conflictos desatados entre
su decadencia ni de su agonia; éstos son, asimismo, los motivos estos tipos, una vez cristalizada ya su personalidad, y la realidad
por los que tampoco fue capaz de vislumbrar al verdadero «héroe circundante. De manera que al mismo tiempo que el auténtico
de nuestro tiempo», es decir, a la clase obrera en la tensiÖn dra- nücleo del drama queda reducido a no pasar de un simple hori-
måtica de su marea ascendente. zonte, es decir, de una perspectiva situada lejos del episodio
De ahi que en Keller haga precisamente el azar de puente de narrado, también en el orden del contenido retrocede Keller re-
uni6n entre los destinos individuales y el ser social de la totalidad. signadamente, poniendo asi a salvo el nücleo de verdad de su uto-
Considerando el problema abstractamente, percibimos, pues, en pica imagen de la democracia suiza y evitando al mismo tiempo
él, la misma escisiån que en Hebbel. (En el fragmento «Therese» el desenmascaramiento de dicha ut6pica naturaleza de la misma;
podemos sefialar, de hecho, algunos rasgos hebbelianos.) Pero aqui desenmascaramiento del que en el caso de una configuraciön dra-
es donde se dibuja la diferencia båsica existente entre el drama y måtica de Ios conflictos ocultos en el tema no hubiera podido
Ia novela corta. EI drama representa, como certeramente dice Heb- librarse. Ahora bien, en su condiciön de pensador y artista autén-
bel, «el proceso en si de la vida». De ahi que en él cualquier posible tico, ünicamente salva 10 que es digno de ser salvado, porque es
azar deba estar ya superado y asumido, del modo mismo en que verdadero, convirtiéndose asi esta resignaciön en un nuevo funda-
el conjunto global def proceso de la Vida 10 ha superado y asu- mento de la verdad formal. En todo caso: de la novela corta, no
mido en la necesidad de la obligada culminaciån del todo; este de Ia del drama.
reflejo directo del proceso global en los acontecimientos individua- Keller es, pues, el verdadero autor «nato» de novelas cortas. Ya
les constituye Ia caracterfstica determinante de 10 dramåtico. El hemos visto, de todos modos, que este rasgo suyo no era Otra
corte en la Vida, por el contrario, que subyace a la novela corta, cosa que el resultado de la influencia de complicadas fuerzas his-
hace que azar y necesidad aparezcan guardando entre si la misma tårico-sociales sobre la resignaciån humana y artistica de un impor-
relaci6n que domina entre ellos en cada uno de Ios advenimientos tante escritor.
de la Vida; la indiscutible conexi6n del todo no aparece a simple La obra narrativa de Keller, configuradora de unas imågenes
vista; estå, sf, pero oculta, como un horizonte, como una perspec- tan vivas y ricas de la Vida popular que podemos realmente consi-
tiva sobre la totalidad; puede incluso permanecer implicita a 10 derarlas, gozando asi de ellas, como fragmentos de un epos popu-
largo de la novela corta sin anular por ello su equilibrio artistico. lar de los tiempos modernos, nos ofrece un ejemplo decisivo de
De manera que cuando Keller, Ileno de profunda aversiön hacia como en el caso de un escritor verdaderamente grande, unas for-
las exageraciones de los autores dramåticos de su tiempo, decidiö mas antiguas pueden ser renovadas a partir de 10 mås hondo,
centrarse en Ia novela corta, estaba de hecho renunciando a los siendo al mismo tiempo asombrosamente enriquecidas. Keller se
suefios de su primera edad viril, pero, al mismo tiempo, se salvaba decide formalmente por la novela corta a impulsos de su visiön
literariamente: no necesitaba abandonar riqueza alguna de su ima- del mundo, y aprovecha de ella 10 esencial en un plano artistico
gen del mundo, ni tampoco cualquier posible generalidad o ampli- e ide016gico: la concentraciön en un episodio ins61ito, el logro de
tud de la misma o de la particular especificidad de su reflejo, para un reflejo auténtico de Ia sumisiön de la sociedad a unas deter-
encontrar una forma veraz acorde a sus contenidos. Cuando a veces minadas leyes a partir de un caso particular, extraordinario y nada
224 Georg Lukäcs Realistas alemanes del siglo XIX 225

comün. Esto y sÖlo esto es 10 que Keller hace suyo de la Vieja ciön de la revoluciön democråtica. El gran cambio sufrido por
forma histörica de Ia novela corta: su esencia, es decir, ese ele- Keller durante su estancia en Heidelberg supuso para «Der grüne
mento formal del tipo mås general en virtud del cual la novela Heinrich» no sölo el ser completado con los nuevos conocimientos
corta refleja un importante suceso que necesariamente ha de vol- y experiencias, sino también una forzosa y radical transformaciön
ver a repetirse una y Otra vez en la Vida misma. Precisamente por- de toda la anterior parte autobiogråfica suiza, a instancias, preci-
que Keller se enfrenta con el problema a partir de una profun- samente, de dichos nuevos conocimientos y experiencias. Del pro-
didad tal en su conocimiento del mundo, es su novela corta algo pio Keller son estas palabras, tomadas de una carta escrita por él
tan por completo nuevo y original: podria incluso decirse que la a un amigo desde Heidelberg: «...dado que ya he hecho el balance
forma de la novela corta ha surgido por vez primera en su obra; de mi Vida anterior y mis puntos de vista son hoy completamente
y, sin embargo, su manera de configurar tan personal y tan exclusi- distintos, no tendré mås remedio que cambiar dos tercios, por Jo
vamente suya, obedece en todo momento a las leyes esenciales y menos, de esta obra (se refiere a «Der grüne Heinrich», G. L.). Es
suprahistöricas de la novela corta, de la forma brevemente nove- decir, que sÖlo ahora, con su dedicaciÖn y estudio de la filosofia
lada de la narraciön. feuerbachiana culmina verdaderamente la riqueza épica de su con-
figuraciOn de los anos de juventud transcurridos en Zürich, adqui-
riendo, al mismo tiempo, una real consistencia teÖrica y literaria.
VI. La novela Tampoco es, por supuesto, ninguna casualidad que esta presencia,
en el plano literario, de la cultura alemana de Ia época culmine en
Unicamente en apariencia contradicen las dos novelas de Keller, su obra con la filosofia feuerbachiana y encuentre asi, a la vez, su
escritas, respectivamente, al comienzo y al final de su carrera, la final. La postura de Keller frente a la Alemania postrrevolucionaria
fundamental importancia de la novela corta en su obra. El que es de todo punto negativa; como ya vimos, en sus afios de emi-
su «Grüner Heinrich» acabara por convertirse en una importante grante o invitado en Berlin, a comienzos de Ia década del cincuen-
y monumental novela obedece a motivos explicables a partir de Ia ta, vive en una situaciön tal de ruptura, que un retorno a la temå-
propia Vida de Keller y, desde luego, no repetibles. Se trata, en tica alemana se le antoja cosa ya inimaginable.
primer lugar, de una confesiön autobiogråfica. Su tema determi- Su trabajo berlinés en el «Grüner Heinrich» constituye posible-
nante es — —
al igual que el de sus novelas cortas la relaciön entre mente el momento mås atormentado de su proceso creador. Tanto
Vida püblica y privada; ahora bien, dado que la personalidad del por motivos politicos como artisticos. A pesar de la lentitud de
protagonista no es Otra que la propia de Keller, extremadamente su técnica de trabajo y de 10 agobiado que IlegÖ a verse por la
compleja y «angulosa», es evidente que la configuraciön del pro- necesidad material, no tuvo Otro remedio que poner fin a la obra,
ceso educativo hubo de acontecer en este caso sobre una base entregando buena parte de ella pråcticamente inacabada, tanto en
mucho mås amplia que la de las novelas cortas. A1 mismo Keller el plano artistico como espiritual, a la imprenta. De ahi que traba-
le fue imposible zafarse de esta experiencia. Su plan originario, jando todavia en la novela estuviera ya descontento de 10 acabado,
concebido a comienzos de Ios anos cuarenta, no era sino la redac- a pesar de su perfecta consciencia de que tenia entre las manos la
ciÖn de una breve novela elegiaca, inspirada en su propia juventud, materia propicia para una importante novela. En 1853, entregada ya
y con un desenlace trågico (es decir, irracional y mås propio de una parte considerable de la obra a la imprenta, le escribia a
una novela corta, como luego veremos). Y, sin embargo, muy en Hettner en Ios siguientes términos: «Si pudiera escribir de nuevo
contra de la primitiva intenciön de Keller este material fue cre- el libro, conseguiria algo duradero y apreciable». SÖlo varios dece-
ciendo hasta convertirse en una importante novela épica. nios después de publicada la versiÖn inicial le permitieron las
Y, a pesar de todo, sin sus afios de Heidelberg y sin su estudio circunstancias interiores y exteriores entregarse a esa profunda
de la filosofia feuerbachiana, jamås hubiera podido surgir una ver- reelaboraciön (1879/80) de la obra que desde un principio habia
dadera totalidad épica. No es ninguna casualidad, desde luego, que deseado Ilevar a cabo.
esta novela, acabada con el regreso de su autor a Suiza, represente En estos casos de reelaboraciön profunda de famosas obras
la mås alta cumbre teÖrica de la dedicaciön kelleriana a los gran- juveniles surgen siempre discusiones en torno a la superioridad ar-
des problemas culturales de Alemania durante los anos de gesta- tistica de una u Otra versiön; Ia nueva es indice, para unos, de
226 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 227

acceso a un estadio evolutivo mås maduro; para otros, justamente problema en los siguientes términos: «La moral de mi libro no

al contrario. En una época en la que el gusto por la perfecciön consiste Sino en la afirmaciön de que todo aquel a quien no le
formal, por la objetividad madura y el sentido humanista elevado resulta posible mantener en un orden seguro la situaciön de su pro-
desciende visiblemente, en tanto que la inclinaciön hacia la espon- pia persona y de su familia, no es capaz tampoco de ocupar con
taneidad de las inspiraciones primerizas, independientemente de efectividad su puesto en la Vida ciudadana». Mås adelante insiste
su resultado ültimo de tipo moral y artistico, crece sin discrimi- Keller en que cuando sobresale un factor sociolögico como raiz
naciön, cobra Vida necesariamente una predilecciån de tipo senti- determinante de un fracaso, la obra en cuestiön no pasa de ser
mental hacia las obras juveniles inmaduras. Incluso a raiz del una novela tendenciosa; cuando, por el contrario, 10 predominante
descubrimiento de Ia obra de Goethe «Wilhelm Meisters theatra- es la culpa de un determinado individuo, la obra adquiere un
lischer Sendung» se alzaron algunas voces valorando este intere- caråcter moral; en 10 tocante a él, se inclina por la segunda via.
sante esbozo muy por encima de los posteriores eLehrjahre», esa En esta declaraciÖn de Keller late una implfcita intenciån po-
gran obra de aliento universal. lémica contra las superficiales novelas tendenciosas de la «Joven
Y éste ha Sido en no poca medida el destino mismo del «Grüner Alemania». En realidad, Keller no hace sino concebir de manera
Heinrich». Se ha insistido en el valor de algunos pasajes aislados consciente, profunda y adecuada, como es usual en él, la compleja
de indiscutible belleza en sf, desde luego, suprimidos en la versiön e inextricable relaciön de reciprocidad existente entre 10 indivi-
definitiva, sin prestar atenciön a la mayor madurez y superior pu- dual y 10 social. En ningün momento infravalora la problemåtica
reza humana del Keller tardio. No tenemos espacio para hacer ver social de la evoluci6n de la personalidad en Ia sociedad burguesa.
detalladamente aqui la superior penetraciön humana de los mo- Aproximadamente por las mismas fechas de su exposiciån al editor
mentos decisivos de la segunda versiön de la novela, sobre todo le escribe a Hettner sobre Ia intenciÖn de su libro y le dice que su

en su ültima parte, ni la mucho mås rica elaboraciön kelleriana de prop6sito no era otro «...que denunciar las escasas garantias que
las figuras, a las que ha liberado al fin de todo tipo de enfermiza hasta un estado tan ilustrado y libre como el de Zürich ofrece
unilateralidad, salvando su belleza humana interior por la via de todavia hoy para la educaciön del individuo, en aquellos casos,
la configuraciön creadora. Y esto vale también para la figura prin- desde luego, en los que estas garantias no se dan en la familia
cipal. La segunda parte es bastante menos autobiogråfica que Ia o en el particular medio ambiente del individuo en cuestiön...»

primera, al menos no 10 es de manera tan directa. El propio Keller Esta problemåtica, de importancia central en la obra entera
caracteriza asi su propösito en 10 referente a la acciön y am- de Keller, es la que motiva la muerte del protagonista en la pri-
bientaciön de esta Ultima parte: «...es 10 mismo que me habria mera versiön de la novela. A1 cabo de grandes esfuerzos y rodeos,
ocurrido a mi de no haber Sido capaz de hacer un esfuerzo». el protagonista consigue hacerse con una madura y consistente idea

Los cambios son aqui mucho mås profundos que en la primera de la Vida. La victima de todo este proceso evolutivo suyo ha sido,
parte. no obstante, su madre, que se ha sacrificado por él. A1 volver a su
La conclusiön de la novela es 10 que mayores discusiones ha hogar, se encuentra precisamente con su féretro.
motivado entre puntos de vista opuestos. En la primera versiön, «Heinrich, que sölo puede concebiv la Vida como un todo in-
el héroe muere, en tanto que en Ia segunda acaba adaptåndose a terrelacionado y que es incapaz, por tanto, de mirar hacia delante
una actividad civica con resignaciön realmente valerosa. Y éste es y comportarse como un transformador del mundo sin tener a sus
precisamente el punto en el que se evidencia la mayor madurez espaldas un pasado conciliador, se siente repentinamente destro-
artistica y humana del ültimo Keller. zado. Porque la Vida de esa mujer sencilla e ignorante era un com-
El tema de esta novela no es Otro que el de todas Ias novelas ponente de su mundo tan importante como cualquier otro.»
cortas kellerianas: Ia educaciön que ha de recibir un hombre para Este punto de vista corresponde a la general visi6n del mundo
hacer de él un buen ciudadano; es decir, Ia relaci6n dialéctica kelleriano. Hay que preguntarse, sin embargo, si dicha visi6n del
existente entre la Vida individual y la social, considerada a partir mundo Ileva forzosamente a la muerte del protagonista o si este
del individuo, aprehendiendo asi en una amplia y abarcadora tota- final no se deberå mås bien a una disposiciön animica subjetiva

Iidad todas y cada una de las manifestaciones de la personalidad. y pasajera del escritor que a la objetiva dialéctica orgånica de la
En una exposiciön destinada a un editor formulaba Keller este materia configurada.
228 Realistas alemanes del siglo XIX
Georg Lukåcs 229

Este fue desde un prncipio censurado por criticos im-


final versiÖn de su novela no Ilegö sino al cabo de una sostenida acti-
portantes, como Varghagen, Vischer yi-lettner. La defensa, sin vidad social en Zürich y una rica producciön narrativa: el protago-
embargo, de esta versiön Ilevada a cabo por Keller en sus cartas nista vive la tragedia integra, pero consigue sobrevivir y se entrega
a su amigo Hettner revela, contra su voluntad, el estricto caråcter con humana resignaciön a su firme actividad ciudadana.
de dicha primera versiön. Insiste, primero, en la inadecuada ejecu- Solamente en su segunda versiön puede hablarse del «Grüner
ciÖn artistica del final de la novela; 10 ha escrito —dice apresu- Heinrich» como de una auténtica novela educativa, en el sentido
radamente y con el ånimo desgarrado, «corriendo literalmente la en el que antes 10 fuera, por ejemplo, el «Wilhelm Meister» de
tinta con mis lågrimas». Un anålisis mås detenido de Ios comenta- Goethe o luego habria de serlo «Guerra y Paz» de Tolstoi.
rios del escritor evidencia claramente el caråcter subjetivo y arbi- A1 hablar aqui de novela educativa 10 estamos haciendo aco-
trario del final en cuestiön. He aqui unas palabras suyas sobre la giéndonos al significado mås estricto y auténtico de la expresiån.
situaciÖn del protagonista de la novela a raiz de la muerte de su Desde un punto de vista mås amplio, o mås abstracto, no hay pråc-
madre: ticamente ninguna novela moderna burguesa de cierta importancia
«...ia qué podria haberse dedicado en 10 sucesivo? El tiempo que no contenga la historia de una educaciÖn. Dado que Ios enfren-
y la filosofia, asi como de la sociedad, Ie habrian sin
la tolerancia tamientos entre el individuo y la sociedad y el definitivo triunfo
duda rehabilitado, ya que en el fondo no habia dolo (mala inten- (en el orden externo, al menos) de Ia sociedad constituyen, en ül-
ciÖn) en él. Pero la cosa cayö sobre él demasiado bruscamente y tima instancia, el contenido de toda novela auténtica, no hav caso
al término de una larga temporada de profunda excitaciön que en el que el individuo no haya de ser incitado a la comprensiön de
habia desordenado su ser entero. De todos modos, el final elegido la realidad social. También para Hegel la esencia de la novela
no deja de ser algo arbitrario, o como se quiera llamarlo. Pero no es Otra cosa que la historia de una educaciön:
bien el asunto, bien el libro, tenian que acabar de una manera «Pero en el mundo moderno estas luchas son, en realidad, los
u Otra, y me parece que este final tiene una significaciön mås pro- afios de aprendizaje, los afios en los que el individuo es educado
funda, aunque sÖlo sea por 10 que sugiere, que cualquier sucinto de acuerdo con la realidad circundante, y asi es como cobran su
capitulo matrimonial que hubiera podido afiadir al libro.» verdadero sentido. Porque el final de estos afios de aprendizaje
Estå claro: en aquella época Keller todavia planteaba las cosas no suele ser Otro que la entrada del individuo en la edad de la
en una falsa disyuntiva. Los aspectos trågicos de la evoluciön de razön, con la adecuaciön de sus deseos y opiniones a la realidad
su protagonista estån concebidos de manera a la vez profunda y existente, cooperando a Ia racionalidad de la misma, con el enca-
veraz, pero de todo ello no se desprende en absoluto —en el marco denamiento, en fin, al mundo y la büsqueda en él de un puesto
de una gran concepciön— la necesidad de la muerte. El proyecto ventajoso.»
originario se retrotrae, sin duda, a un estadio en el que Keller SÖlo que la pregunta surge inevitablemente: qué individuo es
no pensaba escribir mås allå de una pequefia novela lirico-elegfaca el que es preparado para qué sociedad. La determinaciön hege-
sobre su evoluciön juvenil; una novela cuyo caråcter fundamental liana de la novela presupone textualmente el triunfo de la prosa
era, sin duda, mås propio de una novela corta. En tal caso si es de la Vida capitalista, aun cuando, por supuesto, el propio Hegel
posible que este desenlace hubiera tenido alguna justificaci6n ar- estuviera muy lejos de vislumbrar en esta definitiva victoria de la
tistica, de orden sentimental, desde luego. Dado, sin embargo, que la prosa algo indiscutiblemente positivo. Pero en este contexto él
concepciön båsica del libro sufriö un profundo cambio durante se limita a caracterizar la época y su mås tipica y adecuada forma
la estancia de Keller en Heidelberg, y que en lugar del Viejo pro- artistica, la novela moderna. Las obras de Balzac y de Stendhal
yecto surgiö una novela educativa de caråcter objetivo y total, su son novelas educativas en este sentido amplio y general de la pa-
final hubiera debido ostentar también un valor en generalidad so- labra. La sociedad capitalista ha encontrado ya su propia forma
ciolögica, verazmente sintomåtico tanto en 10 humano como en 10 madura. A1 individuo no le cabe ya sino ceder o romper, adecuarse
social. Las anteriores citas del propio Keller evidencian que cuando o perecer; Vautrin, una de Ias figuras de Balzac, se expresa asi en
sus afios berlineses, a comienzos de la década del cincuenta, aün un importante diålogo «educativo» sostenido con Lucien de Ru-
no veia con suficiente claridad esta forma mås profunda de gene- bempré: q Discute Vd. acaso las reglas del juego una vez que se
ralidad social de la gran épica. A la segunda y verdaderamente épica ha sentado en la mesa de juego? Las reglas estån ya fijadas, a Vd.
230 Realistas alemanes del siglo XIX 231
Georg Lukåcs
ser educado. Y estas circunstancias historico-sociales difieren radi-
sÖlo le toca aceptarlas... Ni siquiera en el juego de la ambiciön
pone uno las reglas... En ese dominio ya no hay preceptos, sino calmente en ambos casos.
costumbres sociales, es decir, artificio y apariencia, pura forma «Wilhelm Meister» surge como fruto de una perspectiva de
nada mås». La determinaciön hegeliana de la novela moderna apa- transformaciön de la Alemania semifeudal y atrasada, por la via
rece expresada aqui de la manera mås cfnica, pero con toda su de una renovadora ilustraciön interior, y a la luz del resplandor
esencial vigencia. y la esperanza despertados por Ia Revoluciön Francesa. Goethe se
El Rastignac de Balzac es «educado» también es este sentido; declara partidario de la educaci6n de una élite de la aristocracia
Lucien sucumbe a consecuencia de su debilidad y finura; Michel y de la burguesia con vistas a sus nuevos deberes. La sociedad
Chrestien cae en las barricadas que el pueblo ha alzado contra ese con la que es puesto en relaciön el individuo y para la que es
mundo para el que adoctrina Vautrin. Balzac es también el funda- educado y a la que ha de educar es, pues, fuertemente ut6pica.
dor de la novela moderna en la medida en que en su vasta obra Y a este sentido ut6pico se debe la limitaciön del nümero de los
vienen contenidas todas las posibles maneras de «ser educado» con educados a una élite social, moral y humana tan restringida. De
vistas a la sociedad capitalista. A todo aquel que desee preservar
acuerdo, asimismo, con esta concepci6n, el circulo esencial de las
su pureza moral no le resta Otra alternativa que la de sucumbir figuras goethianas mås importantes estå libre de todo tipo de preo-
trågicametne o huir con resignaci6n. Una misma linea conduce cupaciones materiales. Sus problemas son morales e ide016gicos,
del convento del Fabrizio del Dongo stendhaliano a la cabafia en con la mirada puesta siempre, desde luego, en la sofiada renovaci6n
la selva del Martin Arrowsmiths de Sinclari Lewis. Cuando algunos social y en constante relaci6n dialéctica con los elementos y ten-

escritores posteriores han pretendido conferir un caråcter positivo


dencias reales de una sociedad en renovaci6n. «Guerra y Paz» de
a esta «educaciön», 10 unico que realmente han hecho es disfrazar Tolstoi, a su vez, al describir la evoluciön espiritual de un gran

la vergonzosa capitulaci6n ante la sociedad capitalista con un


aristöcrata ruso, de excepcionales dotes morales e intelectuales,
pensamiento inconsistente. hacia el decabrismo,* tiene no pocos puntos de contacto con toda
esta problemåtica. Pero no es ésta la ocasi6n de exponer con de-
A1 llamar ahora «novelas educativas» en el mås puro sentido
de la palabra al «Wilhem Meister» de Goethe y al «Grüner Hein- talle las similitudes y diferencias existentes entre ambos.
rich» de Keller, se piensa no tanto en una diferencia en talante El mundo de «Grüner Heinrich» corresponde a una capa social
estético o moral por parte de los escritores respectivos como en mås baja. Su protagonista es plebeyo, y oscila, por su origen fami-
liar, entre la clase obrera y una pequefia burguesia de nivel cultural
la diversidad de las circunstancias hist6ricas configuradas. Una
novela educativa en el sentido de Goethe o de Keller s610 puede mås promocionado. La sociedad que le educa y para la que es edu-
surgir cuando el individuo y la sociedad todavia no han Ilegado a cado no es una sociedad ut6pica, sino realmente existente, es decir,
la democracia suiza todavia en posesi6n, en no poca medida, de
un grado insoluble de pugna y enfrentamiento; cuando la educa-
ci6n, la formaci6n de Ia personalidad, el cultivo de las cualidades sus rasgos originarios, aun cuando éstos, como ya hemos visto, no
innatas y de las aspiraciones, asi como la superaciön de las incli- dejen de adquirir en Keller un tinte ut6pico. Pero el factor deter-
naciones negativas no equivalen realmente sino a un enriqueci- minante es, no obstante, la realidad de esta democracia.
miento y maduraciön de la individualidad, asi como a una paralela Todo 10 cual da lugar a una concepciön de Ia realidad mucho
y creciente capacitaciön para el trabajo social fructffero; cuando mås proxima a la tierra que la perceptible en la novela de Goethe.
las «costumbres» todavfa son para las personas el vivo resultado Porque 10 que importa en esta comparaciön no es la grandeza
de las relaciones de reciprocidad entre los seres humanos y no las de la configuraciön realista, Sino la materia tratada, que en el
acabadas, muertas y amorales «reglas de juego». El parentesco caso de Keller es mucho mås densa, s61ida, material y apegada
de los planteamientos literarios de Goethe y Keller hunde sus rai- a la tierra. Desde un punto de vista espiritual y humano, Keller es
ces en esta misma constelaci6n histörica. Aunque se trata, desde * Se conoce con el nombre de decabristas (del vocablo ruso dekabr, di-
luego, de un parentesco muy abstracto. Porque los problemas espe- ciembre) a Ios participantes en una serie de insurrecciones ocurridas en
cificos con los que hubieron de enfrentarse ambos en su labor Rusia hacia 1825. Estas insurrecciones fueron preparadas por diversas so-
ciedades secretas cuyo objetivo era impulsar la renovaci6n y modernizaci6n
creadora arrancan de las respectivas situaciones sociales concretas social y politica de Rusia. Los decabristas ocupan un puesto importante en la
para las que cada uno de los protagonistas de sus novelas ha de —
historia del siglo XIX en Rusia. (N. del T.)
232 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 233

siempre un sucesor de Goethe: la proximidad a Ia tierra no im.


relaciÖn existente entre el presupuesto de sus figuras y sus mås
plica, en su caso, alejamiento alguno del espiritu, ni tampoco nin- elevados problemas vitales con una exactitud comparable a la de
guna mezquindad o falta de alma a consecuencia del dominio del
Balzac.
término medio y de la Vida cotidiana en su obra. Todo 10 que De todos modos, en el estadio de la evoluciön economica suiza
de algün modo resulta moral e ideolögicamente importante para configurado por Keller en esta novela, el poder del dinero todavia
la evoluciön de las personas estå, tanto en Keller como en Goethe,
no ha adquirido las formas demoniacas que ostenta en la Francia
en el centro mismo de su trabajo configurador. La proximidad a Ia de «La comedia humana». De ahi que los acentos en la creaciön de
tierra no significa, en este caso, sino una mayor vinculaciön, mås las figuras y en Ia exposiciön de la relaciön dialéctica existente entre
clara y perceptible, por parte de Keller a la base material de Ia el hombre y su entorno, sean esencialmente distintos ente uno y
Vida, a las dificultades y preocupaciones cotidianas de la existencia otro. La afirmaciön del ser humano, la educaciön del mismo con
economica bajo el dominio del capitalismo. vistas a su afirmaciön en la sociedad, la afirmaciÖn, en fin, de su
Ya las primeras experiencias del protagonista, todavia en su personal integridad interior: todo ello aparece en cada una de las
infancia, implican un auténtico enfrentamiento, de caråcter moral figuras de Keller relacionado de manera inmediata con su precisa
e ideolögico, con el entorno social. La educaciön del hombre con situaciÖn economica. Pero en la democracia suiza autÖctona Keller
vistas a hacer de él un buen ciudadano se extiende en Keller a puede «poner la virtud en la orden del dia» haciendo ver primor-
la entera personalidad humana. Pero estos enfrentamientos y dis- dialmente como diferentes seres humanos reaccionan de manera
cusiones jamås tienen un caråcter moral o pedagögico de curio diferente ante similares peligros y seducciones de orden economico.
abstracto; hunden, por el contrario, sus raices en acontecimientos De esto modo, pues, el humanismo del mundo goethiano desciende
reales de la Vida y su grandeza espiritual y su importancia humana a las profundidades de la Vida democråtica popular; los peligros
poseen, en todo momento, tanta concreciön como tangibilidad; es que en él no desbordaban jamås el plano moral e ideolögico, son
decir, constituyen siempre el punto humano e ideolögico culmi- dibujados ahora de la manera mås directa en el centro mismo de
nante de las concretas circunstancias objetivas y subjetivas dadas. la lucha por la Vida, sin perder, en cambio, su penetraciön moral
O sea, que la preferente concentraciön al describir la evoluciön ni su grandeza ideolögica.
de la infancia del protagonista en una serie de problemas morales La novela de Keller queda, en consecuencia, justamente equi-
e ideolögicos no desborda nunca el horizonte especifico de dicha distante entre el excepcional e irrepetible tipo de novela creado
evoluciön infantil. Keller jamås hace de su inicialmente infantil por Goethe y Ia moderna novela sociolögica de Balzac, Stendhal
protagonista un ser precoz o prematuro, a diferencia de 10 que o Dickens. Lo que de manera mås acusada aleja a la novela de
ocurre en tantas posteriores historias de evoluciones infantiles. La Keller de esta moderna novela sociolögica es, precisamente, la
grandeza de su configuraciön radica, precisamente, en su capacidad jovialidad que informa su configuraciön del mundo. Jovialidad que
de evidenciar la riqueza moral e ideolögica que en verdad puede en modo alguno se debe a un voluntario cerrar los Ojos ante los
existir en toda evoluciön normal de un nifio despejado. aspectos sombrios de la Vida: la Vida de Heinrich Lees discurre
Este realismo kelleriano, siempre tan evidente, y a la vez tan en todo momento al borde del naufragio moral o moral y material
poético, estå estrechamente vinculado al caråcter plebeyo del a un tiempo. Los peligros que 10 amenazan son dibujados de la
mundo que configura. Para conseguir, en cambio, que los proble- manera mås plåstica imaginable, y son Ilevados hasta sus ültimas
mas morales e ideolögicos planteados en la segura Vida de Ios consecuencias morales e ide016gicas. Y sin embargo: la juventud
burgueses acomodados o de la rica aristocracia adinerada, y que del protagonista posee una inigualable y casi legendaria hermo-
no pueden aparecer, en consecuencia, sino por una via completa- sura, e incluso Ia melancolia de su posterior fracaso e impotencia
mente espiritual, no acaban en puras abstracciones, resultan ne- conserva intacto en todo momento su humano sentido del humor,
cesarias las dotes artisticas de todo un Goethe, capaz de conferir IOS tonos de su configuraciån jamås caen en una dureza prosaica
a su materia una insÖlita fuerza sensible. Los protagonistas de la o en un sombrio desespero; siempre son, por el contrario, poéti-
novela de Keller son, en 10 esencial, pequefios burgueses laboriosos cos y luminosos.
cuyos problemas vitales dependen estrechamente de las preocupa- Y no hay que considerar esto como la «nota personal» de Keller
ciones y compensaciones de orden material. Keller configura la frente a Dickens o Balzac, ni tampoco como su «optimismo» frente
16 - REALISTAS

1
234 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 235

al «pesimismo» de aquéllos. Por supuesto que la personalidad del del espiritu democråtico de Keller, el que entre los tres artistas
escritor juega un papel determinante a este respecto. Pero esta cuya estrecha convivencia figura en el centro mismo de los acon-
personalidad no es algo abstracto, intemporal o meramente psico- tecimientos de Munich, no hubiera un solo alemån. El protagonista
lögico, sino que en el caso de Keller se sustenta en la burguesia principal es un suizo, Lys es holandés y Erikson, escandinavo; no
de Ia democracia suiza autöctona y libre, en tanto que en el de proviene, pues, ninguno, de la Alemania prerrevolucionaria y poli-
Balzac o Dickens 10 hace en Ia soledad del artista auténtico, y aun ticamente atrasada, sino de vecinos paises democråticos.
mås, en la soledad de todo hombre verdadero en la era del capita- A1 configurar el destino de estos tres artistas Keller configura
lismo triunfante. realmente los conflictos que trae consigo toda vocaciön artistica,
La prosa de la Vida capitalista atomiza economicamente a Ios las contradicciones del arte moderno, el gran desajuste, en fin,
seres humanos. La, en cierto modo, inextricable relaciön econömica existente entre el arte y la Vida. También en el planteamiento y
de tipo general existente entre todos sus destinos personales se desarrollo de este problema se nos aparece Keller equidistante
les aparece como un poder anönimo, inaccesible, misterioso e ina- entre la problemåtica del «Wilhelm Meister» y la de «La obra
prehensible. En esta inevitable duplicidad en la forma de manifes- maestra desconocida» y otras obras de Balzac. En el mundo del
tarse la Vida capitalista en la conciencia humana hunde sus raices "Wilhelm Meister» todavia no es planteada la problemåtica del arte
esa soledad interior que tan conmovedoramente han narrado los en cuanto a tal. El destino de la carrera artistica del protagonista
grandes épicos de la prosa capitalista. También la Vida infantil es no es Otro que el fracaso de un diletante. Unicamente al hilo de
profundamente penetrada por ella. En toda la literatura universal ciertas figuras secundarias, como Serlo o Aurelio, se roza la pro-
apenas se encuentra una imagen tan aterradora de la soledad y blemåtica especifica de Ia creaciön artistica. Balzac, en cambio,
del abandono de los seres humanos como ese capitulo de la tienda configura ya las trågicas contradicciones del arte moderno; y no
de objetos raros de Dickens donde el pequefio Nell ha de aguardar sÖlo el abismo cada vez mås profundo abierto entre el arte y la Vida
solo noche tras noche a su abuelo. bajo el imperio del capitalismo, no sÖlo el reflejo de este problema
Esta soledad, este abandono de un ser humano por todos Ios en la necesaria deshumanizaciön de la relaciön existente entre el
seres humanos no aparecen en el mundo de Keller. Todo 10 que su artista y la Vida, sino también la trågica dialéctica interna del pro-
protagonista experimenta, 10 experimenta en una cierta, aunque pio arte moderno.
a menudo no poco problemåtica, comunidad, incluso 10 mås triste Junto a seres ambiciosos, estafadores y rutinarios, Keller no
y humillante. La explicaciön ha de buscarse una vez mås en el presenta en su obra sino artistas frustrados. Hace ver también
plano sociolögico. Lo cual resulta, desde luego, de todo punto evi- como ciertas tendencias peligrosas del arte moderno se explican
dente en la configuraciön del periodo juvenil suizo. Pero también necesariamente a partir de la existencia de los artistas. Asf, por
la imagen de Alemania muestra ciertos rasgos de la evoluciön pri- ejemplo, una rutina naturalista y casi por completo vacia de espi-
mitiva. No es ninguna casualidad que Keller, que culminö su no- ritu en el caso de Erikson, o, en el del propio protagonista, una
vela en Berlin, hiciese transcurrir la acciön ünicamente en el sur pintura inspirada exclusivamente en procesos mentales, cada vez
de Alemania, en el Munich pequefio burgués y de notable ambiente mås abstracta y menos captable por Ios sentidos. No deja de ser
artistico, cuando aün era una agradable ciudad de reducidas di- interesante que Keller —no sin cierta exageraciön humoristica —
mensiones, y en el palacio de un conde. A ello ha de afiadirse la haga que su protagonista cultive en la fase ültima y desesperada
natural comunidad existente entre los artistas, luego entre Ios obre- de su actividad una pintura cercana a la «abstracta» y «sin objeto»
ros y artesanos de Munich, asi como la espontånea compenetraciön que muchos decenios después habrfa de Ileger a convertirse en mo-
desarrollada entre unos sinceros intelectuales en el palacio del da dominante.
citado conde. Por supuesto que en todo momento se insinüan som- El problemåtico caråcter de la relaciön entre el arte y la Vida
bras amenazadoras: competencia indecente y poco escrupulosa, adquiere en estos tres artistas un tinte nuevo, tan interesante como
engafio, ambiciön desbordada, etc. Pero el elemento mås poderoso peculiar. (El fracaso del profesor romano del joven Heinrich Lee,
sigue siendo la comunidad, incluso una comunidad cada vez mås que acaba volviéndose loco, obedece casi premonitoriamente a
amenazada por todos estos factores. idénticas causas.) Cada uno de estos tres artistas es — a su manera
Tampoco es, desde Iuego, nada casual, sino muy caracteristico particular— demasiado rico en el plano humano como para po-
236 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 237

derse sentir plenamente realizado con la actividad artistica a su puede encontrar cauce adecuado en su arte. Asi pues, al decidirse
alcance. Cada uno de ellos Ilega por este camino justamente hasta Heinrich, Ilevado de la necesidad interior de su impulso evolutivo,
el limite måximo que le es dado alcanzar, vive una problemåtica por el estudio de los seres humanos, se encuentra con que no puede
sentida con mayor o menor profundidad y acaba abandonando Ia hacerlo sino de manera fragmentaria y no continuada, en tanto
actividad artistica para dedicarse a la Vida pråctica. no consigue vender todo 10 que tiene a un precio regalado. Se ve
En el caso de Erikson, que termina por convertirse en un acau- precisado a poner un råpido fin al periodo de transici6n y liquida
dalado comerciante, este conflicto se soluciona de manera sencilla, su carrera artistica dedicåndose a un nuevo trabajo: pintar astas
casi trivial. Lys, que al igual que Heinrich mås tarde, se inclina de madera a cambio de un pequefio salario.
hacia una actividad püblica, representa una especie de transiciån, Todo esto es auténtico y estå Ileno de veracidad vital. Si Keller
al hilo de Ia cual Keller relaciona agudamente las diferencias de se hubiera detenido aquf, no habrfa escrito sino una mås de las
origen social y posiciön material con las humanas y artisticas numerosas historias sentimentales en las que la brutalidad de unas
de orden psicolågico. Culturalmente, Lys estå mucho mås formado circunstancias favorables acaban por destrozar a un artista que
que Heinrich. Hombre rico, no solamente tiene a sus espaldas una intenta realizarse como tal. Y, sin embargo, aun a despecho de 10
evoluciön artistica mucho mås rectilinea y, en consecuencia, menos ostensible del poder de las circunstancias econ6micas en todo este
problemåtica que la del plebeyo diletante que tantas veces ha te- proceso, el fracaso de Heinrich no pasa de constituir para Keller
nido que equivocarse, sino que incluso en el terreno de las ideas una tragedia humana de orden interior. De ahi que después de
ha podido librarse mucho antes y de manera mucho mås radical haber trabajado durante algün tiempo como obrero, le haga ir a
de cualquier clase de prejuicio religioso. Durante los anos de su parar durante su fatigoso viaje de regreso a la patria, viaje que
convivencia en Munich, Lys practica ya un ateismo decidido, en hace a pie, al palacio de un conde. Una vez alli resulta que el conde,
tanto que Heinrich, como buen defensor de Dios, todavia sustenta entusiasta de Feuerbach y amante del arte, habia comprado las
la creencia en una intima vinculaciön entre la fe y la moral. obras de Heinrich a un chamarilero, de modo que, como es 16gico,
Keller hace ver, sin embargo, como la dificilmente conseguida vuelve a plantearse el tema de su renuncia al arte. Heinrich habla
formaci6n de Heinrich, por la que éste tanto ha tenido que luchar, de sus compafieros e insiste en el caråcter comunitario de su deci-
es mucho mås profunda y valiosa que la indolente superioridad, siÖn de seguir Otro rumbo, sin que sus razones logren convencer a
cercana siempre al decadentismo, de su rico compafiero que jamås su nuevo y algo mås Viejo amigo; es mås, éste insiste en que —al
se ha visto acosado por ninguna preocupaciÖn material. También igual que sus otros compafieros— Heinrich, cuya formaci6n artis-
Lys es un «pintor de procesos mentales», pero sobre Ia base, sin tica aün no era completa, en modo alguno podia conocer ya los
embargo, de un arte técnicamente superevolucionado. La proble- verdaderos limites de su capacidad artistica. A1 no abdicar Heinrich
måtica humana de su actividad, es decir, el callejön sin salida en en su renuncia, sosteniendo una y Otra vez que «ya habia alcanzado
el que se encuentra, le afecta mucho menos aguda y dolorisamente su modesto cenit» y que «ni siquiera bajo las circunstancias mås
en la conciencia que a Heinrich. Su cambio, su viraje hacia la Vida favorables podria pasar de un diletantesco academicismo», el conde
activa acontece, pues, mucho mås råpidamente que el del våstago le incita a probar una vez mås:

de familia plebeya, sin duda porque sus raices humanas no son aNo debe Vd. desertar tan lamentablemente, sino abandonar
tan profundas como las de éste. Aqui, como en toda Otra ocasiön, de una manera mås razonable el oficio de su juventud... Incluso
Keller consigue evidenciar muy inteligentemente la relaciön dia- aquello que abandonamos hemos de abandonarlo voluntariamente,
léctica existente entre posibilidades economicas y psicologfa. El y no como la zorra abandona las uvas.»
viraje de los dos acaudalados, Erikson y Lys, no viene determinado Y Heinrich se queda efectivamente en el palacio del conde y
por ninguna coacciön exterior; es mås espontåneo, por Otra parte, pinta sus dos ültimos cuadros. Entre tanto, hace suya la visiån del
menos profundo y menos fundado teåricamente que el de Heinrich. mundo feuerbachiana y alcanza su definitiva madurez humana gra-
El fracaso de Heinrich obedece a unas rafces econ6micas bien cias a su relaci6n con la hija adoptiva del conde, la exp6sita Do-
inmediatas. De todos modos, en su ültima fase artistica se percibe rotea; y éste es el momento en el que haciendo uso real de su
ya su encuentro con el limite mismo de sus posibilidades y la agi- libertad renuncia a las tendencias artisticas de su juventud. Una
taciön, en su interior, de una riqueza humana que en absoluto Vez liberado tanto interior como exteriormente regresa a su patria
Realistas alemanes del siglo XIX 239
238 Georg Lukäcs

y se entrega a Lo que en Lys no pasa de ser en


la actividad politica. subrayada: y, como siempre, no de una manera abstracta, sino
cierto modo elcapricho de un rentista aburrido, es en este caso a Ia luz del fluir concreto de la Vida, en la configuraciön de las
el fruto maduro de un largo y sincero esfuerzo. relaciones sostenidas entre si por los seres humanos. El conde
En esta obra, como en todas las suyas, Keller simpatiza funda- feuerbachiano no se limita a salvar materialmente a Heinrich de
mentalmente con los plebeyos; pero no con una simpatia unila- una situaciön desesperada, sino que también acaba siendo su ül-
teral, fanåtico o acritica. No deja de ser cierto que el reconoci- timo educador moral e ideolögico; su superioridad es la de la ma-
miento de la superioridad cultural de Lys acontece en virtud de dura clarividencia y no simplemente, como en el caso de Lys, la
una fria observaciön; pero hay otros muchos casos en los que de un superficial refinamiento. Y, a pesar de todo, cuando Hein-
Keller configura Ileno de humor o de seriedad la necesaria relaciön rich, una vez ya salvado y duefio de si mismo tanto interior como

dialéctica existente entre 10 inferior y 10 superior. Precisamente exteriormente, decide regresar a su patria, en el momento de la
en este amplio rigor suyo alcanza expresiön artistica el sincero despedida se revela «repentinamente» la suprioridad del dem6crata
espfritu democråtico de Keller: se siente tan seguro de este ser y suizo sobre el sübdito alemån prerrevolucionario de la manera
en esta consciencia sociales que puede permitirse la mås impla- mås intensa: «Jamås habia visto en tal grado de excitaciön a un
cable critica y autocritica; nada tiene en comün con la mezquindad hombre de por si tan tranquilo; la simple evidencia de que yo me
ascética o provinciana de los escritores plebeyos «puros». Asi, por trasladaba a un pais republicano con la intenciön de intervenir
ejemplo, en una ocasiön es ligera y humoristicamente avergonzado en su Vida püblica, pareci6 despertar en él el recuerdo de parejos
Heinrich en el palacio del conde. Dorotea, la hija adoptiva del empefios y la Vieja huella de una dolorosa insatisfacciön».
arist6crata, ha leido la autobiografia de Heinrich, en la que éste Esta constante presencia del factor social en todas las rela-
se vanagloria de su honrado linaje burgués. Organiza entonces un ciones humanas, en su psicologia, moral y visi6n del mundo, en
elegante almuerzo en la gran sala de ceremonias del palacio, a sus sentimientos, vivencias, acciones y pensamientos supera esa
la que ella misma asiste ataviada como auténtica hija y heredera soledad de los seres humanos que a partir de las novelas modernas
del conde. Durante la comida, la conversaciön comienza a girar en no es ya tan conocida; de todo suceso, incluso de Ia cavilaciön
torno a los antepasados de Heinrich, y éste se apresura a reafir- mås solitaria, hace un acontecimiento de orden social.
marse con orgullo burgués frente a Ia aristocråtica, teniendo que Esta especifica manera suya de ver el mundo, propia de su
oir entonces, entre la risa general, que «la hija del conde» no tiene profundo enraizamiento en la democracia suiza, es 10 que hace
en realidad ningün antepasado porque es una expösita. Aquello posible en la configuraciön kelleriana esa ingenua grandeza épica
que Schiller tanto alaba en el «Wilhelm Meister» de Goethe, es que a parte de él sÖlo fue alcanzada en el siglo XIX por Leon Tolstoi.
decir, la configuraciön literaria de la nula importancia de las dife- Keller debe, en efecto, su grandeza épica a su profunda vincu-
rencias de origen en todas las relaciones humanas es también uno laciön a las todavia vivas fuerzas aut6ctonas de la democracia
de los rasgos determinantes de la obra kelleriana. Es el espiritu del suiza. Ése es el motivo de que nunca se sienta obligado a magni-
auténtico democratismo, que en este caso determina el argumento, ficar o hermosear sentimentalmente; porque en realidad Keller se

las situaciones y las figuras. limita a descubrir y configurar la aut6ctona grandeza originaria
Este rigor en la configuraciön de las interacciones dialécticas de los propios movimientos populares. Es capaz de dar forma al
se extiende asimismo a las relaciones politicas e ideolögicas entre instinto pråctico campesino y al estrecho horizonte de sus figuras
Suiza y Alemania. Ya nos hemos referido varias veces a como Hein- sin quitar al proceso general un åpice de su grandeza popular; es
rich Lee culmina la génesis de su propia visiön del mundo preci- mås, la magnitud épica hunde siempre sus rafces en Ia evidencia-
samente en Alemania, apropiåndose, al final, de la mås alta elabo- ciÖn de este trasfondo campesino, pråctico y apegado a la tierra.
raciön teörica de la Alemania prerrevolucionaria, es decir, de la Asi vemos como el campesino que hace de Arnold Melchthal *
filosofia de Ludwig Feuerbach. De este modo, pues, la parte ale- en la fiesta de Guillermo Tell consigue vender en un abrir y cerrar
mana de la novela libera a Heinrich de toda posible huella de un de Ojos un buey camino de Rütli-Schwur; o como el que hace de
provincianismo estrecho de miras. A1 mismo tiempo, la superi()- Tell, aprovechando el descanso que media entre el disparo de flecha

ridad de la afieja democracia suiza sobre los pequefios estados


monårquicos de la fragmentada Alemania estå enérgicamente * Uno de los personajes del «GuilIermo Tell» de Schiller. — (N. det T.)
240 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 241

a la manzana y la muerte de Gessler, * se las arregla para apa- y sensorialidad de cada uno de los momentos de la narraci6n.
labrar con el gobernador de la provincia que la nueva carretera A ella se debe, asimismo, la especffica poesia de Keller, veraz y
pase por delante de su posada. Gracias, precisamente, a su general profundamente épica: cada una de sus figuras humanas y cada
e inmediata concepciön épica pierden todos estos menudos suce- una de sus situaciones irradia su propia y peculiar hermosura.
sos cualquier posible caråcter exclusivamente descriptivo y se con- Jamås se percibe el menor intento por parte de Keller de hacer
vierten en auténticos elementos dramåticos de la acciön épica. Voy que algo acceda a Ia esfera de la belleza en virtud de un talante
a limitarme una vez mås a unos pocos casos reveladores. Piénsese, subjetivo, Ilevado por el lirismo o por la nostalgia. El arte narra-
por ejemplo, en la crucial importancia que la fiesta de Guillermo tivo de Keller libera Ios objetos, hace que su esencia resulte evi-
Tell acaba teniendo para la evoluciön del doble amor de Heinrich dente y de esta esencia se desprende en todo momento Ia belleza
Lee hacia Ana y Judit; o en la influencia que acaba por tener el especifica y usualmente oculta de cada elemento individual, sea
primer simulacro militar en el que interviene Heinrich sobre sus persona, paisaje o suceso. Toda figura humana tiene en Keller su
ya famosas inclinaciones a la disipaciön, asi como sobre su consi- propia belleza especifica: asi, Ia enfermiza delicadeza y fragilidad
guiente primera caida de tipo moral; o en el ültimo encuentro del de Ana y Agnes, o la madura feminidad de Rosalia y Judit, o la
joven Heinrich con Judit, después de su separaciÖn de ella a raiz adolescente, a Ia vez d6cil y firme, superoridad de Dorotea, siempre
de la muerte de Ana: precisamente en el momento en que estå Ilena de humor, o el heroismo callado, tenaz y a menudo poco
haciendo la instrucciön en un campo de entrenamiento pasa un amplio de miras de la madre. EI desvelamiento de la esencia es
vehiculo Ileno de emigrantes en el que viaja Judith y sÖlo le es siempre en Keller un desvelamiento de la belleza; muestra la pro-
concedido gozar de una mirada, porque inmediatamente se oye funda riqueza de la Vida haciéndonos ver que Ia esencia real de
el «Media vuelta» y cuando de nuevo puede atisbar Ia carretera, los verdaderos seres humanos es mås auténtica y estå mås Ilena
Judit ya ha desaparecido sin dejar rastro. de Vida que su propia apariencia.
La Vida popular tiene en Keller esta vivacidad y esta grandeza En esta materia y en este espiritu hunde también sus raices
precisamente porque el pueblo jamås es para él una «»masa» abs- la belleza del mundosuizo de la narrativa kelleriana, surgida al
tracta y de alguna manera contrapuesta —ya sea orgullosa, despre- término de laprimera versiön de su gran novela. En la base de
ciativa o nostålgicamente— al individuo aislado. El pueblo estå una y Otra estå Ia creencia en el caråcter indomable, tanto en el
formado, en su obra, por personalidades vivas, individualmente orden interior como en el social, de la democracia aut6ctona.
configuradas, y los grandes acontecimientos festivos en los que Por supuesto que el gran realista Keller ve los peligros que
resulta evidente, en virtud ya de su configuraciön, la «totalidad en virtud del creciente proceso de desarrollo del capitalismo ame-
de los objetos», no son sino agrupaciones naturales de dichos indi- nazan a la democracia autöctona, y tanto mås claramente en Ia
viduos desarrolladas de manera orgånica y al hilo de la Vida misma. medida misma en que en la propia realidad van siendo cada vez
Agrupaciones en las que siempre acaban confluyendo los diversos mås efectivos, destruyendo la Vida popular. Con este problema
intereses personales, ayudando a crear asi, con el auxilio de la estån, en realidad, estrechamente vinculadas para Keller las posi-
ingenua y espontånea relaciön dialéctica existente entre los inte- bilidades de una novela especificamente suiza, es decir, los esfuer-
reses personales y los sociales, y en virtud de la creencia en el zos por sintetizar la realidad suiza en una vasta imagen global,
definitivo— triunfo de los sanos intereses püblicos, un cuadro épica y rotunda. Imagen global que, desde su punto de vista de
verdaderamente vivo de la arraigada democracia aut6ctona. La insobornable escritor realista, ha de abarcar las consecuencias so-
—a
fuerza activa de los —
menudo egoistas intereses personales no ciales, humanas y economicas todas del creciente proceso de im-
solamente viene configura con la mayor veracidad vital, sino que plantaciön del capitalismo en Suiza. Keller se encontraba a estos
a su vez es capaz de abrir el camino hacia una forma épica: es efectos ante un dilema insoluble; la suya era una posiciön a la
ella la que transforma las mås grandes y pintorescas imågenes vez trågica y resignada. Como realista verdadero, no podia cerrar
de Ia Vida popular en una acciön épica individual Ilena de Vida. los Ojos ante nada. De manera que siempre que se ve abocado a
A esta fundamental concepciön literaria se debe la movilidad describir este proceso de extensiån del capitalismo, 10 hace con
un realismo implacable.
* Idem. Pero con ello destrufa en si mismo las fuentes de intensificaciån
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poética de la realidad que le habian Sido dadas. Como Iögica con- en el suefio de la Vieja y armoniosa democracia y, por Otro, ya no
secuencia de su visiön del mundo no existia para él Ia posibilidad estaba en condiciones de percibir las nuevas fuerzas sociales posi-
de encontrar, a Ia manera shakesperiana, las fuentes de una nueva tivas que alzåndose sobre todo esta descomposiciön serian capaces
poesia de 10 real en toda esta problemåtica, posibilidad con la que de construir una nueva Vida popular. Pero por 10 menos se esforzö
si contaron, por el contrario, Balzac o Dickens. Ya su novela corta en este sentido, a diferencia de la mayoria de sus contemporåneos
«Das verlorene Lachen» parece mucho menos segura y, en todo alemanes que se refugiaron en la «intimidad» de las cerradas es-
caso, no estå a la altura de Ias otras narraciones kellerianas. EI tancias de la mås estricta Vida privada.
propio Keller se dio cuenta de ello, como se deduce de ciertos La soluciön literaria de este nuevo problema de la épica le es-
pårrafos de una carta suya a F. Th. Vischer: «Las ültimas narra- taba reservada en la literatura moderna a Måximo Gorki. Gorki
ciones del ciclo de Seldwyla le han parecido a Vd... demasiado pone, efectivamente, ante nosotros en su obra los usos y costum-
tendenciosas y locales. Su defecto principal radica, a mi entender, bres, el ambiente todo de la Vieja Rusia, con una arrolladora fuerza
en que la suya es una materia mås apropiada para una novela y plåstica, comparable a Ia en su tiempo conseguida por Tolstoi, o
que, en consecuencia, no puede ser suficientemente desarrollada por Gottfried Keller respecto de Suiza. Ahora bien, si Ia generosa
en una narraciön. Es mucho, pues, 10 que ha tenido que ser abre- configuraciön épica del nacimiento y de Ia muerte, de los matri-
viado o resumido, sin culminar, por tanto, por la via de la acciön monios, de las ceremonias nobiliarias y de las diversiones juve-
o de la anécdota; de ahi su aburrido tinte tendencioso. Por 10 niles, de la guerra y de la paz, etc., era para Tolstoi un medio
demås, creo que me he dejado seducir al final por una imagen artistico que podia ayudarle a conseguir una casi homérica gran-
mås seria de la cultura moderna...» deza en su serenidad y armonia épicas, su funciön en la obra de
Ya en la madurez de su Vida, Gottfried Keller intentö, efecti- Gorki es de todo punto opuesta. La lucha revolucionaria contra
vamente, ofrecer en su ültima novela «Martin Salander» una ima- el zarismo, contra Ios ültimos residuos feudales y contra el cre-
gen de conjunto de esta transformaciön capitalista en Suiza. Pero, ciente capitalismo «asiåtico», asi como los dolores del parto del
por desgracia, la arriba citada autocritica del escritor puede ser nuevo mundo socialista, transforman la descripciön de la Vieja
extendida perfectamente a ella. Las grandes dotes artisticas de Rusia en una extraordinaria y grandiosa danza de la muerte. Preci-
Keller todavia resultan evidentes, desde luego, en la creaciön de al- samente por haber reconocido toda la profundidad y todo el im-
gunas figuras extraordinarias, la de Maria Salander, sobre todo. plicito sentido progresista de este proceso de descomposici6n, es
Pero, por 10 demås, la técnica expositiva es predominantemente por 10 que expone Gorki en primer término los usos y costumbres
seca, y, tratåndose de Keller, desusadamente pobre; la polémica del Viejo mundo decadente, evidenciando asi, al hilo de su trans-
contra la degeneraciön moral motivada por el capitalismo es cari- formaciön en una implacable ruina petrificada, en una astuta hi-
caturesca, incapaz en todo momento de conseguir un clima satirico pocresia y en una bårbara degeneraciön, el caråcter global y abar-
artisticamente vålido; la utopia es opuesta, por Otra parte, a las cador de la entera Vida popular de la corrupciön capitalista que
tangibles realidades de la Vida de manera adusta, pretendidamente estaba aduefiåndose de la aparentemente inmÖvil e inamovible
didåctica y, en consecuencia, no convincente. Vieja Rusia.
De ahi, también, Ia pérdida final del rnås grande de los hallaz- Gorki puede encontrar por este camino una nueva monumen-
gos épicos de Keller, la «totalidad de los objetos». Keller se ve talidad épica, una forma completamente nueva de manifestaciön
obligado a ocuparse literariamente de la descomposiciön capitalista de la «totalidad de los objetos» gracias, precisamente, a su capaci-
de la Vida popular originariamente democråtica. La celebraciön dad de ver en Ia descomposiciön de 10 Viejo, el auge ascendente de
püblica de la boda, por ejemplo, debe ser considerada en este sen- 10 nuevo. Esta visiÖn habia de quedarle, sin embargo, vedada a
tido como un esfuerzo por configurar el desdibujamiento de una Keller. De ahi la cifra de su limtiaciön y su grandeza: que se
época en trance ya de desapariciön en virtud del proceso mismo atreviera a abordar el problema — siendo el ünico que 10 hizo
de la Vida, como parte integrante de una nueva épica, de una pa- en su tiempo -—, teniendo que fracasar forzosamente en el empefio.
radöjica y novelesca «totalidad de los objetos». Pero Keller no De este modo, pues, hemos visto como en una resignada limi-
podia menos de fracasar en este empefio suyo, ya que, por un lado, taciön a la relativamente secundaria forma de Ia novela corta,
sus dotes literarias hundian de la manera mås profunda sus raices acabö encontrando el gran épico Keller su salvaciön como artista.
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244 Georg Lukåcs

Supo crear asi, sin estilizaciön romåntica ni recurso arcaizante A pesar de toda su admiraci6n hacia la grandeza épica de Ios
alguno a formulas ya viejas, un mundo que al igual que el de las
momentos mås logrados de la obra de Gotthelf, Keller no es en
mås antiguas narraciones de la historia es en cada uno de los ras- modo alguno un continuador de su linea. Y no puede serlo, en prin-
gos de su elemento humano profundamente veraz y realista, al cipio,porque sus propios sentimientos Ie impiden aceptar los pre-
mismo tiempo que configura el mås hondo anhelo de los mejores supuestos humanos båsicos del mundo de Gotthelf, presupuestos
seres humanos de esta realidad como una plenitud hermosa y con- que para él corresponden a un pasado definitivamente muerto. Esto
vincente... se evidencia, por ejemplo, en el tratamiento del amor, todavfa ine-
xistente en el primitivo mundo de Gotthelf. Keller resalta con gran
admiraci6n artistica como la ausencia de amor individual coadyuva
V II. Humanismo en la obra de Gotthelf a Ia monumentalizaciön de su técnica con-
figuradora.
Apesar de su renovaciön de una antigua forma literaria y de No pasa de ser, sin embargo, el espectador y devoto de una
su enraizamiento en la afieja democracia autåctona, no es en modo época ya ida. Este mundo y esta visi6n de las cosas de poco pueden
alguno posible considerar a Keller como un apostol del «retorno servirle al discipulo de Goethe y de Feuerbach, al humanista de-

a la naturaleza» que pretendiera imponer un retroceso de la evo- m6crata que se pone al servicio de la polidimensional evoluci6n
luciön literaria y cultural a formas rundimentarias o exaltar 10 humana. Como escritor, Keller no continüa la obra de Gotthelf,
Viejo y primitivo en detrimento de 10 nuevo. Keller es, por el con- sino la de Goethe. Esta profunda relaciön entre Goethe y Keller
trario, en todos los dominios de la naturaleza un decidido enemigo ha Sido ya sefialada y glosada muchas veces. Pero a diferencia de
casi todas las interpretaciones al uso, no debemos explicarla a
de cualquier posible regreso romåntico al pasado. Y si su ut6pica
imagen de la democracia suiza alimenta una parte de su fuerza partir de un superficial parentesco de orden puramente formal.
y de su objetividad concreta en determinados rasgos del pasado, Por supuesto que tanto el «Wilhelm Meister» como «Dichtung und
no hay que ver en ello sino un recurso de su obra con vistas a Wahrheit» influyeron en no poca medida en la configuraciön for-
que las mås acusadas posibilidades culturales y humanas de una mal del «Grüner Heinrich». Pero precisamente en este punto es mås
creciente y verdadera evoluciön ascendente de la democracia autoc- fuerte y determinante la diferencia historica y de posici6n personal
tona aparezcan corporeizadas en destinos individuales sacados de la entre ambos escritores que su parentesco. La vinculaciön litera-
propia realidad. En virtud, precisamente, de la forma de Ia novela ria entre ambos creadores, Goethe y Keller, resulta sobre todo
corta resulta esto conciliable con un riguroso e insobornable rea- evidente en sus figuras, en su peculiar sfntesis de insobornable
lismo. Esta configuraciön tiene, asimismo, la grande y de cara al fidelidad a 10 real y profundo e invencible humanismo.
futuro fructifera importancia de presentarnos, en virtud de su pro- El gran critico ruso Dobroljubow ha aludido en sus comenta-
pia obra, unos seres humanos en los que cabe percibir un plausible rios a las novelas de Gontscharow y de Turgueniev al hecho de que
modelo de Vida auténticamente democråtica, unos seres que en su las mujeres por ellos configuradas resultan superiores, desde to-
figura ideal encierran los rasgos reales, humanos y culturales, de dos los puntos de vista, a sus protagonistas masculinos; que su
toda democracia, sin perder al mismo tiempo su impronta realista evoluci6n personal es mucho mås rica, asi como mås madura con
— en sentido shakesperiano Las diferencias entre Keller y su contextura moral y mucho mås firme su disposiciön para actuar;
pudiéndose percibir a 10 sumo alguna superioridad por parte de
unico predecesor suizo de importancia, Gotthelf, no son sölo de
los hombres en el orden del pensamiento, es decir, en 10 concer-
naturaleza politica. Gotthelf configura unas situaciones verdadera-
mente rurales y primitivas, y 10 hace desde una ideologia que idea- niente al mundo de la cultura. Dobroljubow ha detectado penetran-
liza todo este atraso. De donde a menudo se desprenden, como sefia-
temente uno de los elementos esenciales de un determinado esta-
la Keller, visiones falsas y tendenciosas de la realidad suiza, asi como dio de la evoluci6n literaria del siglo xxx. Es evidente que una
tendenciosas detracciones del progreso y de la democracia. De to- tendencia tan extendida y que de manera tan general se presenta,
dos modos, Keller no deja de senalar la épica monumentalidad mås allå de cualquier posible influencia literaria, en escritores de
alcanzada por Gotthelf en su configuraciön de situaciones humanas convicciones sociales y artisticas diferentes, no puede menos de te-
primitivas.
ner unas raices sociales profundas. Dobroljubow supo descubrir
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Georg Lukåcs Realistas alentanes del siglo XIX 247

también las causas especificas de este fenömeno literario en la trabajo y su radical funciön disolvente del armönico desarrollo de
sociedad rusa de su tiempo. la personalidad, divisiön efectivamente reconocida por él como un
Pero aqui nos interesa especialmente la etapa alemana de esta hecho ya consumado, como una de las bases pråcticas de la civili-
evoluciön. En Alemania comienza con Goethe, o dicho mås exacta- zaciön de su tiempo. Y Goethe, cuya posiciön al igual que la de su
mente, con su obra del periodo de Weimar, y alcanza su forma gran contemporåneo Hegel, con quien le vincula una notable afini-
mås nitida a raiz de la Revoluciön Francesa. En el Goethe joven dad electiva, es la de la «reconciliaciön» entre ideal y realidad, en-
del «Sturm und Drang» o incluso de los primeros tiempos del pe- tre humanismo y sociedad burguesa, reacciona ante este reconoci-
riodo de Weimar, cuando daba Cima con superior madurez a algu- miento suyo de la manera mås seria y saca todas las consecuencias
nos bosquejos juveniles, las figuras de Goetz, Werther, Egmont o posibles de orden humano, ideolögico y literario.
Fausto todavia oscurecen, con la vastedad de su dimensiön trågica Consecuencias que, de todos modos, no dejan de ser extremada-
en el orden humano y social, a las mujeres que aparecen junto a mente contradictorias en el dominio de la configuraciön literaria,
ellos, mujeres cuya configuraciön ya es, no obstante, luminosa. que es el que aqui nos interesa. Una de estas contradicciones es
Ifigenia marca, verdaderamente, el comienzo de este nuevo perio- el cambio introducido en la importancia humana conferida a Ias
do. Y cuando Goethe se ocupa de manera pråctica y concreta, por figuras masculinas y femeninas. En tanto el joven Goethe estå en-
la via narrativa sobre todo, de la sociedad burguesa, este viraje tregado a una lucha violenta contra la sociedad feudal y absolutista,
en la configuraciön de las diferentes grandezas humanas ya estå en tanto su combativo humanismo se impone la tarea de denunciar
absolutamente decidido. No hay mås que comparar a Dorotea con el poder brutal y destructor de la personalidad humana de dicha
Hermann, a Natalia y Philine con Wilhelm Meister, a Otilia y Car- sociedad, confiere a los protagonistas masculinos de su protesta hu-
Iota con Eduard. manista ese brillo fascinante, ese halo heröico, esa trågica grande-
En el orden biogråfico, este viraje coincide, en la obra de Goe- za humana en virtud de la cual se alzan muy por encima de Ias
the, con la gran decepciön de Weimar. Ya Franz Mehring expuso figuras femeninas que los acompafian, figuras creadas, sin embar-
en su dia agudamente el profundo caråcter y contenido social de go, con arte no menos consumado. Ahora bien, tan pronto como Ia
este viraje frente a las interpretaciones de la historia burguesa resignada «reconciliaciön» con la sociedad burguesa se convierte
de la literatura: 10 verdaderamente determinante no es su tragedia en uno de los pilares del realismo goethiano, no puede menos de
amorosa con Charlotte von Stein, sino el hecho de que el Goethe pasar a primer plano en la configuraciön de las personas esa sin-
formado en el espiritu de la Ilustraciön Ilegase a Weimar con el gular contradicciön de la sociedad capitalista en que consiste el
deseo de Ilevar a la pråctica en este pequefio estado una parte hecho de que si por un lado fomenta con su propia evoluciön el de-
al menos de sus ideales sociales y humanistas, y tuviera que acabar sarrollo de la individualidad, necesariamente acompafiado, por tan-
convenciéndose, al precio de grandes luchas interiores, de que un to, de la urgente exigencia pråctica de acceder a una auténtica
hombre -— aun cuando éste sea el propio Goethe— nada puede armonia general de la personalidad, por otro destruye, desfigura y
contra el absolutismo de una pequefia corte, ni siquiera contando corrompe con igual forzosidad econömico-social este impulso de
con un soberano tan «ilustrado» y bien intencionado como Carlos afirmaciön de la personalidad individual.
Augusto. En el seno de la sociedad burguesa, ünicamente en ciertos re-
Por supuesto que a pesar de esta decepciön en sus esperanzas ductos privilegiados, debidos a singulares combinaciones de suerte
juveniles Goethe jamås abandonö completamente la idea de una personal y social, o desde situaciones particulares independientes
posible efectividad pråctica en la sociedad de su tiempo, de una po- y epicüreamente alejadas del avasallador tråfico econömico, resul-
Sible inserciön de los ideales humanistas en la Vida de la sociedad ta posible acceder a una evoluciön relativamente libre y armoniosa
burguesa. En formas distintas, oscilando diferentemente entre la de la personalidad humana. El propio Goethe supo procurarse siem-
esperanza y el abandono, este problema se le presenta una y Otra pre reductos de este tipo; pero era 10 suficientemente critico, auto-
vez; pero jamås le deja ya el sentimiento de abandono. La continua- critico y clarividente como para no supervalorar las escasas posi-
ciÖn del «Wilhem Meister» Ileva un subtitulo revelador, «Los resig- bilidades de generalizaciön social de su existencia personal, fruto
nados»; resignaciön cuyo significado no es otro que el pleno reco- de un destino poco comün. Era perfectamente consciente de las
nocimiento, por parte de Goethe, de la divisiön capitalista del infranqueables barreras interiores y exteriores que siempre se alzan
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en la sociedad capitalista contra Ia global y armoniosa evoluci6n Estamos, pues, ante un fenömeno de tipo social — si bien, desde
del ser humano tan pronto como éste quiere traducir a actividad Iuego, pasajero y surgido aisladamente y no ante una particula-
social el ideal humanista que necesariamente surge de la propia ridad biogråfica-literaria o personal de Goethe. La extraordinaria
sociedad. A la consciencia profundamente realista de toda esta importancia que sin ser siquiera escritoras, o siéndolo a 10 sumo
contradictoriedad se debe la mayor sustantividad humana dada a en un plano puramente episÖdico y diletantesco, Ilegaron a alcan-
sus figuras femeninas por el Goethe maduro. zar en esta época algunas mujeres, como Carolina, Bettina o Rahel,
Es evidente que esta contradicciones de la sociedad capitalista por la sola virtud, en realidad, de su grandeza humana, evidencia
estån en la base misma de la existencia socialmente necesaria de la de manera luminosa el decidido caråcter social de esta evoluciön en
mujer. La incipiente sociedad burguesa limita su Vida y su radio la Alemania de entonces.
de influencia a la familia y al hogar, y no hace falta comentar la Esta originalidad de Goethe en relaci6n con los grandes creado-
servilizaciön de su desarrollo personal que ello supone. La litera- res de figuras femeninas del pasado — incluido el propio Shakes-
tura del siglo XIX —piénsese en George Sand, Hebbel o Ibsen — peare— no es, pues, un asunto de mayor o menor fuste literario.
configura la consiguiente y Iögica rebeliön por parte de Ia perso- sino un problema explicable, en ültima instancia, a la luz de Ia
nalidad humana de la mujer. Pero para ello resulta necesario que general evoluci6n social y cultural. A1 referirnos, pues, en este
la sociedad burguesa haya entrado en un estadio avanzado de su sentido a Gottfried Keller como heredero y continuador general
evoluciön, cosa que no ocurria en la Alemania de Goethe. de Ia obra de Goethe, no intentamos establecer tampoco ningån
Ahora bien, el escaso desarrollo econömico del capitalismo ale- parangön estético entre las dos figuras. No hay que olvidar en modo
mån de su tiempo, unido a la extraordinaria floraci6n, debida a unas alguno que Keller también es un original e importante creador de
razones de orden histörico-social no menos necesarias, de la cultura tipos humanos y que con ello estå a la vista la base indispensable
humanista, podia procurar a algunas pocas mujeres esos reductos, para el paralelismo entre ambos.
fruto de unas circunstancias especialmente felices, en los que re- Las Judit, Dorotea, Lucia, Figura Leu y Maria Salander de Keller
sulta posible una evoluciön global y segura de la personalidad no hacen sino prolongar la linea social y humana de Ias figuras
humana. La limitaciön de las relaciones sociales al exclusivo tra- femeninas creadas por Goethe. Son mujeres, no obstante, que vi-
to individual puede dar lugar, desde Iuego, en algunos casos, ven en Otra etapa de la evoluciön social, en otros tiempos, en un
a una penosa estrechez de horizontes, pero si se cumplen determina- pais diferente y en una sociedad de estructura democråtica, por
das condiciones favorables de orden personal y social, puede faci- completo distinta de la goethiana. De ahi que sean mås robustas,
litar, por el contrario, la fructificaciön del humanismo en un domi- mås plebeyas, y que su proximidad a la tierra sea mayor, incluso
nio inmediato, es decir, la realizaciön inmediata de Ios ideales en el caso de que provengan de capas sociales superiores. Ahora
humanistas en un pequefio circulo de personas reducidas a tratarse bien, como su cultura humana, es decir, la cultura de los sentimien-
fundamentalmente entre sf. Tanto las cartas estéticas de Schiller tos y del trato humano, asi como de la finura y de la solidez mo-
como el final del «Wilhelm Meister» y las ilusiones del primer pe- rales, estå tan fuertemente desarrollada como la de Ias figuras fe-
riodo romåntico evidencian la magnitud de Ias esperanzas puestas meninas de Goethe, vienen a constituir en realidad, una sintesis
entonces en los reductos de este tipo, esperanzas frustradas, por singular de las dos lineas perceptibles en la configuraciön goethia-
supucsto, de cara a cualquier posible generalizaciön social de los na de mujeres de excepcional valor humano.
mismos. Goethe configura, por un lado, figuras femeninas del pueblo:
El humanismo inmediato de estas mujeres implica una pe- Klärchen, Gretchen, Dorotea, Philine. Pertenece a la esencia de la
netraciön instintiva en el fetichismo, un rechazo espontåneo, en Ias época que le toc6 vivir, y a su posiciön en ella, el que las grandes
relaciones de persona a persona, de todas las relaciones sociales cualidades humanas y morales de estas mujeres no Ileguen a fruc-
objetivadas de manera capitalista. Las mujeres que pueden desa- tificar plenamente. El heroismo de Klärchen es revelado en el trå-
rrollar su personalidad en estos reductos ofrecen, con sus vidas, gico sacrificio de su muerte; la lücida valentia de Dorotea sale a la
la medida de las posibilidades de evoluciön humana debidas a la luz al hilo de unos grandes acontecimientos histöricos para, una
sociedad burguesa, posibilidades que de manera masiva ella misma vez evidenciada su notable capacidad, tenerse que reducir a la Vida
oprime y reduce una y Otra vez a la nada. burguesa cotidiana. Ahora bien, Goethe configura estas frustracio-
17 - kRALISTAS
Realistas alemanes del siglo XIX 251
250 Georg Lukåcs
ve a la realidad social mås inmediata, hace de ella una figura
nes Ilevado de una profunda sabiduria democråtica: hace ver como
mås, Ilena de alegria vital y de seguridad fisica, de la comunidad
Klärchen y Dorotea no son, en modo alguno, frutos excepcionales
democråtica autöctona. En la gran densidad humana de sus impor-
del pueblo, sino que, por el contrario, en muchas mujeres popula-
tantes figuras femeninas, situadas en el abigarrado ambiente de la
res late un parejo y callado heroismo que sÖlo aguarda la gran opor-
Vida cotidiana burguesa, Ilena de rasgos de todo punto terrenales,
tunidad de ser despertado y realizado. (La Jenny Deans de Walter
cömicos a veces o mezquinos, percibimos esa infatigable superio-
Scott es el mås extraordinario ejemplo posterior de esta democråti-
ridad ética, viva siempre en ellas de la manera mås espontånea,
ca visiön de la grandeza de la mujer.)
asi como esa fuerza alegre, callada y a un tiempo férrea que en
Por el contrario, en las figuras femeninas de Goethe cuya esen-
Ias figuras femeninas plebeyas de Goethe apenas aparece sino bre-
cia humana culmina plenamente, es decir, Natalia, Otilia, o la prin-
vemente insinuada, hasta que una situaciön limite provoca su en-
cesa del «Torcuato Tasso», percibimos ciertos elementos, debidos
tera explosiön, salvo en el caso de Ifigenia, en el que para salir a
sin duda a su mayores posibilidades de realizaci6n social, difumina-
la luz precisa de una atmösfera etérea y alejada de toda vinculaci6n
dores de su perfil humano, elementos incluso provinientes, en oca-
inmediata al presente histörico. Estas figuras femeninas de Keller
siones, de su origen social. S610 con su Ifigenia consigue ofrecer
cumplen siempre la funciön misma de Ifigenia: en virtud de su
Goethe un modelo luego ya nunca igualado de toda esta grandeza presencia y del trato humano y veraz con ellas, los hombres se ven
y de toda esta autenticidad humanas y femeninas a la vez, un ser
impulsados a ir abdicando de su unilateralidad, de sus tendencias
verdaderamente sencillo y que al mismo tiempo es, en realidad, un
al individualismo rigido y a la vulgarizaciön; gracias a ellas se re-
indice respecto de la capacidad de pensar, obrar y sentir de todos
velan y fructifican ese sentido moral, esa dignidad y ese valor per-
los humanos. Ifigenia es en 10 concerniente a las relaciones inter-
sonal que antes sölo latian en ellos de manera soterrada. Asf, por
humanas 10 que Vieja 16gica decia de la verdad: «index sui et falsi» ejemplo, se ve liberado el «Grüner Heinrich» «repentinamente» de
(la medida de si misma y de 10 falso). Ahora bien, para crear una
sus prejuicios religiosos y morales al entrar en relaciön con Doro-
figura de estas dimensiones Goethe tuvo que alejarse por un lado
tea. O asi, también, abandona Reinhart, gracias al contacto huma-
no poco de la inmediata realidad social de su tiempo y, por Otro,
no con Lucia, su desbordante carga de ingenua pedanterfa, seguri-
tuvo que buscar una forma dramåtica de singular vigor poético, dad en si mismo sacada sölo de los libros y convencional creencia
apta para la configuraciön de esta imagen a la vez ideal y realmente
en su superioridad viril; y es tal el sentimiento de alegre liberaciön
existente, una forma, en fin, que estuviera en situaciön de purificar
que este abandono le procura, un abandono sÖlo posible gracias a
la rica carga interior del drama raciniano de toda posible huella de
ella y que no le ha costado, en realidad, ningün esfuerzo, que da
su condicionamiento temporal. En el «Torcuato Tasso», en cam-
a su antigua Vida, a su Vida interior al encuentro con Lucia, el ca-
bio, obra concebida de manera pareja en el orden estético, esta
lificativo de «ante lucem», antes de la aurora.
afinidad social en las raices estilisticas de ambos dramas, el de
Este poder sencillo y que a un tiempo emana luz y calor estå
Goethe y el de Racine, resulta perceptible con superior fuerza
corporeizado de la manera mås intensa y conmovedora en la figura
plåstica. plebeya de Judit. Judit ama a Heinrich, bastantes afios mås joven
A todo observador superficial acaso pueda extrafiarle un poco que ella, con toda la intensidad de una mujer madura. Pero al mis-
esta acendrada admiraciön del sencillo y democråtico Gottfried
Keller por la tragedie classique a la que Ileg6 incluso a defender
mo tiempo es su juez mås riguroso. Heinrich se ha comportado de
una manera profundamente inmoral con su antiguo profesor Römer,
contra las criticas de Lessing. En esta devociön por Racine, al
inmoralidad doblemente grave en cuanto que ha Sido cometida
que situaba junto a Shakespeare, Keller coincide con Puschkin.
dentro de la mayor correcci6n formal de tipo juridico y social. El
Keller admiraba la grandeza del talante moral de los dramaturgos
padre de Ana, la amada juvenil de Heinrich, un maestro de escuela
franceses, su profunda y penetrante configuraci6n de caracteres y
de temperamento religioso y notable fibra moral, tampoco logra
conflictos, asi como su afån por desenvolver los conflictos de Ia
pasar en su enjuiciamiento del caso mås allå de 10 estrictamente
forma mås pura y sencilla; veia en ellos una singular forma de
formal o de unas frases de contenido religioso-moral. Judit percibe
realismo dramåtico.
enseguida el nucleo del problema: la bajeza moral del comporta-
Keller —ycon ello anticipamos el resultado t'lltimo de nuestra
miento de Heinrich y, en consecuencia, el hundimiento de Römer.
argumentaci6n —
pone a Ifigenia sobre la tierra misma, la devuel-
252 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 253

Su primer sentimiento es de compasiön hacia Römer, considerando mento de estrechez de miras o incluso de filisteismo. Cuando Ke-
que en realidad hubiera podido ser salvado. (Römer se habia vuelto Iler pone la virtud «en la orden del dia» de acuerdo con un hu-
loco y habia desaparecido en un manicomio de Paris.) manismo jacobino— no entiende, en realidad, como virtud Otra
«Ay, si hubiera yo podido cuidar del pobre hombre — exclama- cosa que el amplio, libre y multilateral desarrollo de Ias mås autén-
ba— iseguro que estaria ya curado! Le habria sonreido y hala- ticas capacidades humanas, oponiéndose asi agudamente a todo
gado hasta ponerlo bueno. tipo de filisteismo. Y como contraste no deja de ser caracterfstico
Se callÖ entonces y miråndome, me dijo iSabes, Heinrich, que
: que los hombres ostenten a menudo en su manera pråctico-demo-
Ilevas ya sobre tu alma la Vida de un ser humano?» cråtica de actuar («Das Fähnlein der sieben Aufrechten», «Martin
Seria preciso citar integra la conversaciön entre Judit y Hein- Salander», etc.) algunos de estos rasgos entre medrosos y pedan-
rich para sacar a la luz la profunda sabiduria moral de esta plebeya tes. Lo que no es, desde luego, ninguna casualidad; porque precisa-
figura femenina en Ios mås complejos problemas humanos. Con mente asi alcanza el implacable realismo kelleriano su mås alta
gran seguridad instintiva se da cuenta del hecho contradictorio de vigencia en el propio desarrollo de sus ideas mås queridas. La con-
que la bajeza del comportamiento de Heinrich no puede ser repa- figuraci6n de estas mujeres confiere a la utopia democråtica de
rada a fuerza de remordimiento, y que éste, sin embargo, ha de Keller el colorido mismo de la realidad; su realismo accede asi, en
seguir viviendo y actuando, cargando a la vez con el peso de esta virtud de esta configuraciön, a la esfera de «lo shakesperiano».
acciön suya, pasada y, no obstante, presente, imposible ya de expiar A manera de no se trata de poner aqui la capacidad
sintesis:
y teniendo que cuidar a un tiempo de que no entorpezca la marcha artistica de Kellerpara Ia configuraciön de tipos humanos al lado
de su Vida y su propia evoluci6n posterior. Y cuando Heinrich, de la de Goethe, sino de considerar una etapa del camino recorrido
por su confesiön, intenta vencer Ia escasa resistencia de Judit y por la evoluciön social entre uno y otro. Su contraposici6n y, al
ser absuelto, ha de oirse las siguientes palabras: «Eres un tipo mismo tiempo, su afinidad, iluminan una vasta zona de la historia
sin nada de vergüenza que te crees que con sÖlo reconocer tus pési- de la cultura alemana: desde los primeros efectos de la victoria de
mos pensamientos ya vas a obtener mi absoluciön. Por supuesto Ia Revoluciön Francesa al efecto final de la primera derrota de la
que s610 los atrofiados y perdidos son los que nunca quieren reco- revoluciÖn democråtica en Alemania. El alegre y esperanzado sol
nocer sus culpas; pero no por eso actüan los otros siempre bien». de la Revoluciön Francesa ilumina, en consecuencia, el idilio de
El sentimiento que hace todo esto posible no es otro que el de «Hermann y Dorotea» asi como la epopeya en prosa de los «Wilhelm
un amor clarividente, seguro y capaz de expresarse con humor. Meister Lehrjahre». El ocaso de la revoluciÖn democråtica a rafz
Y cuando Judit reconoce abiertamente este amor, revela la misma de Ia derrota del 48 confiere con su oscura luz un tono de elegia a
grandeza moral que caracteriza el amor de Philine: q Y qué te la renuncia de Judit, la mås grande figura popular femenina surgi-
importa que te quiera?» Judit le dice a Heinrich: «Ademås, no veo da en la literatura alemana desde Goethe.
en modo alguno que por todo ello me resultes ahora algo asi como Keller es grande precisamente por haber Sido capaz de crear
repugnante; cqué pintariamos aqui si no amåramos a los seres una obra de tanta envergadura artistica como la suya a pesar de
humanos tal y como realmente son?» 10 desfavorable de las circunstancias politicas, artisticas y sociales
Estas mujeres representan de Ia manera mås luminosa la real de su tiempo, una obra tan libre de limitaciön provinciana como de
existencia humana y social de esas condiciones båsicas sobre las arbitrariedad aristocratizante. Su problemåtica material y formal,
que descansa el suefio kelleriano de una Vida popular verdadera- al igual que su resignado talante båsico, constituyen una parcela
mente democråtica. Que la influencia de estas mujeres kellerianas del destino alemån, una escena de la — por ahora trågica histo-
sobre los hombres coadyuve directa o indirectamente a la educaci6n ria de la democracia alemana.
de éstos para la Vida püblica, o no 10 haga en modo alguno, es
cosa de todo punto indiferente; esa integridad moral que en opi- (1939)
niÖn de Keller constituye la base humana de toda Vida popular de
curio democråtico se desarrolla a impulsos del trato con ellas.
Y la grande y libre humanidad de estas mujeres aleja, por Otra
parte, de la utopia democråtica de Keller cualquier posible ele-
Wilhelm Raabe

Ser recordado cuando se recuerda a un


pueblo entero, eso es Ia gloria.
WILHELU RAABE

La fama y la popularidad de Raabe tienen una historia pere-


grina y un no menos peregrino caråcter.
La obra primeriza de Raabe, «Die Chronik der Sperlingsgasse»,
tuvo un gran éxito. Sus obras posteriores fueron también muy
leidas, sobre todo «Der Hungerpastor». SÖlo a fines de Ios anos
sesenta comienza a decaer esta popularidad. En la critica litera-
ria de la época apenas encontramos citado el nombre de Raabe.
ünicamente Hebbel escribiö una critica elogiosa sobre su primera
obra. El Organo oficial de la burguesia alemana de curio liberal
del momento, «Grenzboten» de Gustav Freytag, ignorö, por el con-
trario, sistemåticamente a Raabe. «No les convenia yo nada a esos
senores», dijo Raabe mås tarde. A partir de 1870 es olvidado casi
por completo. Cuando el joven y por entonces todavia no socialista
Franz Mehring escribe a comienzos de los anos 70 acerca de los
efectos negativos de la victoria alemana sobre la literatura, ana-
liza como ünicos novelistas a Gutzkow, Auerbach, Reuter, Freytag
y Spielhagen. A Raabe se limita a citarlo de pasada en la lista de
los escritores olvidados. SÖlo a comienzos del siglo XIX, aproxi-
madamente hacia el setenta aniversario de Raabe comienza a cre-
cer su popularidad de nuevo.
Esta historia de su popularidad corresponde justamente al ca-
råcter particular de la misma. Raabe contÖ siempre con una epa-
rroquia» de lectores y admiradores. SÖlo que en esta parroquia no
ha figurado ni uno solo de los nombres que en el terreno de la Ii-
teratura o del pensamiento han significado algo realmente impor-
tante para la evoluciön ideolögica alemana. Este aislamiento es,
también, el de la propia Vida de Raabe. A diferencia de sus con-
temporåneos importantes, no mantuvo relaciones directas con
ninguna personalidad cumbre de su tiempo: piénsese, por ejem-
256 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 257

plo, en la relaci6n de Gottfried Keller con Freiligrath, Feuerbach, de 10 contrario, no pasa de ser un problema a solucionar, jamås
Hettner, Varnhagen, Vischer y otros. No deja de ser cierto que las una prueba.
corrientes literarias de los afios ochenta y noventa comienzan a Las obras de Raabe ofrecen una imagen clara y univoca del des-
situar a Raabe entre los escasos escritores maduros que ofrecen tino alemån durante el XIX que nada tiene que ver con el arte
algün interés actual; pero tampoco estos criticos pasan de ser Otra local ni con sus representantes ide016gicos reaccionarios.
cosa que figuras secundarias del movimiento naturalista (M. G. La historia alemana del siglo XIX comienza también para Raabe
Conrad, J. Hart, L. Berg). Solamente cuando a partir del propio con la Revoluciön Francesa. El periodo que media entre las fraca-
naturalismo comienza a cobrar Vida un «arte local» retr6grado y sadas guerras de intervenciÖn, la ocupaci6n napoleönica y el des-
provinciano aparecen los verdaderos profetas de su gloria, gentes pedazamiento a Alemania y las guerras de liberaci6n ha Sido la
como Adolf Bartels, F. Lienhard, el historiador de la literatura primera época —
desde la Reforma y las guerras campesinas — en
Nadler, etc., reaccionarios tanto en 10 literario como en politico. Ia que la autoconfiguraci6n de Ia naci6n alemana adquiri6 contor-
El propio Raabe, sin embargo, se opuso enérgicamente al «arte nos reales, a pesar de su extrema incertidumbre y contradictorie-
local». Y, desde luego, no s610 a su caråcter local y provinciano, dad; la primera época, en fin, en que la aspiraciön a la uni6n na-
sino también a su método artistico, inspirado por el naturalismo cional tuvo un caråcter masivo, aun cuando este movimiento de
y continuador, en realidad, de sus defectos, aun cuando en forma masas fuera cuantitativamente insuficiente y no, poco confuso en
aminorada. «No quiero ser en modo alguno un escritor local, sino el orden de la consciencia. A partir de este momento la unificaci6n
un escritor alemån... La literatura local es un sinsentido. EI que no de la naci6n alemana ocupa de nuevo un lugar preponderante en
puede sino describir 10 que él mismo ha visto y vivido no es un es- el horizonte historico. La discusiön en torno a la legitimidad de
critor, sino un copista. El escritor ha de saber dotar a sus visiones los medios y resultados de esta unificaciön no acab6, desde luego,
del ropaje veraz de todos los tiempos y pafses.» en 1871 con la fundaci6n del Imperio.
Esta contradicciön es caracteristica de Raabe y de su posici6n iCuål es Ia posiciön de Raabe frente a estos problemas centra-
literaria. Aunque estas manifestaciones no son, en sf, determinan- Ies de la evoluciön hist6rica? Juegan un papel muy considerable,
tes: 10 que importa realmente no es 10 que Raabe pensase sobre incluso determinante, en sus obras, en las que la mayoria de sus
el «arte local», sino la relaci6n —objetiva— de su obra respecto admiradores no han querido ver sino amables y humoristicos cua-
del mismo. El intimo trato personal de Raabe con sus comensales dros de la Vida cotidiana alemana. Solamente a partir de una bre-
y vecinos de Braunschweig no puede ser considerado en modo ve sfntesis de la historia del pueblo alemån durante el siglo XLX
alguno como la prueba perfecta de que coincidiese con ellos en el configurada por Raabe puede resultar posible su caracterizaciån
orden estético e ide016gico, de igual manera que su votaci6n cons- como escritor.
tante por el partido liberal nacional, el partido del capitalismo Resalta en primer lugar la posici6n tan decididamente negativa
alemån, no puede inducir tampoco a considerarlo como un entu- de Raabe frente al ancien régime alemån y su abierta simpatia ha-
siasta partidario de la fundaci6n del Imperio por Bismark y los Ho- cia la Revoluciön Francesa. En un luminoso capitulo de su «Abu
henzollern. Telfan» describe una pequefia corte cualquiera, la pequefia corte,
Las obras deciden. Pero las contradicciones a las que acabamos y con este pretexto configura una historia entre satirica y amarga
de aludir inciden en la problemåtica båsica de la personalidad y del envilecimiento alemån, envilecimiento del que en su opini6n,
de Ia obra de Raabe, una problemåtica que, por supuesto, ha de son fundamentalmente culpables los principes. Tampoco siente
ser iluminada a partir del anålisis de sus obras mismas. Raabe grandes simpatfas hacia la «legendaria» figura de Federico de
Prusia. En una narraciön historica de la época de la Revoluci6n
Francesa («Die Gänse von Bützow») cita con asentimiento la des-
1 tructora critica de Mirabeau a la Vieja Prusia: «podredumbre antes
de la madurez». Ya en su obra primeriza «Die Chronik der Sper-
La verdad de 10 configurado expresa la esencia de Raabe; 10 que lingsgasse» narra un Viejo erudito sus experiencias de las guerras
él mismo opine, en realidad, ünicamente importa en la medida en contra la Revoluciön Francesa: con simpatia hacia la Revoluciön
que ayude a hacer mås evidente esta verdad y su contradictoriedad; y con un gran desprecio hacia los ejércitos intervencionistas. Y en
258 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 259

la ültima de sus obras, la novela historica «Hastenbeck», la eje- de costumbre en Raabe, estos sentimientos resultan sobre todo
cuciön del arrendatario general Foullai es narrada y concebida evidentes en sus figuras plebeyas. En su «Sperlingsgasse» es des-
como un «desquite tardio» del bårbaro saqueo del pueblo alemån crita la figura de un maestro carpintero que acoge la ocupaciön
por los ejércitos del absolutismo francés. francesa con simpatia y que entabla una relaciön de camaraderia
De ahi que sea completamente falso presentar Ia pequefia obra con los soldados franceses. Sus verdaderos pensamientos salen a la
maestra de tipo histårico-satirico «Die Gänse von Bützow» como luz al oir como los soldados a quienes pregunta cuanto tiempo
una parodia de la Revoluci6n Francesa, como suelen hacer muchos piensan permanecer en Francia le responden que «siempre». A 10
admiradores de Raabe. El tono de esta narraciön es, desde luego, que no puede menos de replicar: «No, siempre no. Eståis aqui y
parådico. La ironia del escritor va dirigida, sin embargo, contra por nuestra parte hay que agradecer al buen Dios que os haya
Ia mezquindad y filisteismo de las circunstancias alemanas. Por enviado, pero para siempre...» No deja, pues, de ser consecuente
supuesto, las sombras de las grandes figuras de la Revoluci6n Fran- que diez afios mås tarde envie a sus dos hijos a Ia guerra de li-
cesa aparecen para mås resaltar asi, con su presencia, la miseria beraci6n.
alemana. Y este irönico contraste todavia resulta mås acentuado Y ambos caen. En la iglesia de la ciudad natal se coloca enton-
por el hecho de que algunos de los protagonistas de la narraci6n ces una gran placa de honor con nombres de todos Ios caidos.
los
estån a la altura mås exigente del humanismo alemån de Ia época. EI carpintero Ia contempla primero con emoci6n y orgullo, poco a
Las citas de los clåsicos alemanes completan, por Otra parte, el poco va coståndole mås dirigirle la mirada, y cuando al fin la igle-
irönico contraste entre el ser y la consciencia. La técnica narrativa sia se incendia, se alegra de no tenerse que cruzar ya mås con ella.
a que ya hemos aludido, es decir, el empleo de la primera per-
la Cuando muchos afios después cuenta su mujer en una ocasiÖn esta
sona, con el que tanto simpatiza Keller, no deja, por Otra parte, historia, un oficial exclama: «iYo sé muy bien por qué el maestro
duda alguna acerca de sus verdaderas intenciones. Karsten no podia ver esa placa!», a 10 que Raabe afiade: (CEn ese
Todo esto no estå en modo alguno en contradicciön con el entu- saber estå el futuro».
siasmo de Raabe ante las guerras de liberaciön. Casi todas las figu- Saber que estå en el centro mismo de la descripciön de la reac-
ras de la Vieja generaci6n descritas por el joven Raabe intervinie- ci6n por parte de Raabe, es decir, de 10 que los principes alemanes
ron en ellas. Es mås, esta intervenciön es para él la medida, precisa- han hecho con su pais aprovechåndose de la debilidad del pueblo.
mente, de su valor humano: los hombres integros se hicieron sol- Raabe hace ver de la manera mås plåstica como los héroes de 1814
dados, los insignificantes se quedaron en casa. Y este criterio de acabaron convirtiéndose, después de la victoria, en seres «innece-
valoraciön recibe en Raabe un acento a Ia vez critico y plebeyo: los sarios» e incluso sospechosos. Los mejores de ellos intentaron
labradores, intelectuales y pequefio-burgueses fueron a la guerra, nadar contra la corriente, pero inütilmente. Asi, por ejemplo, Was-
Ios ociosos aristöcratas se quedaron en casa y no comenzaron su sertreter, miembro de una asociaciÖn de estudiantes que intervino
carrera militar hasta que la guerra ya habia Sido ganada. en 1817 en la fiesta de Wartburg, es detenido y encarcelado («Abu
Estos juicios de valor de Raabe no son casuales; corresponden, Telfan»); Felix Götz («Der Hungerpastor») se traslada a Sudamé-
por el contrario, a su visiön general de Ia circunstancia alemana, rica, donde lucha a las ördenes de Bolivar, interviene luego en la
a su arraigado odio a la fragmentaci6n monårquico-feudal de Ale- sublevaciön polaca de 1830 y acaba por sucumbir emigrado en
mania en un gran nümero de pequefios estados. La ocupaciön Paris. Los menos apasionados (Rudolf Götz y sus amigos, el senor
extranjera supuso, en realidad, un gran progreso frente a todo esto. feudal de Glaubigern en «Der Schüdderump») terminan por pare-
En ese sentido se expresa Raabe, por ejemplo, en «Der Hungerpas- cer seres «de otro mundo», extravagantes y desarraigados.
tor» sobre Ias restricciones aduaneras a los judios en la Vieja Ale- A la luz de todo esto no deja de llamar, desde luego, la atenciön
mania: «La batalla de Jena, que tantas bajezas y sinsentidos arrojö que el aio 1848 no juegue un papel determinante en la imagen de
por la borda, acabÖ también con este escåndalo, pero aün hubo Alemania de Raabe. Y no por falta de simpatia: alli donde alu-
algün amante padre de la patria que en el ano quince hubiera im- de a la revoluciön (la evocaciÖn de Robert Blum por parte del
plantado de nuevo con mucho gusto la Vieja costumbre». Y toda- emigrante americano en Die Leute aus dem Walde», el fugitivo
via el Viejo Raabe exalta los méritos del rey Jéröme de Westfalia austriaco de los «Gutmanns Reisen», etc.) Raabe 10 hace desde
por haber puesto fin a estas vergüenzas del pasado alemån. Como una postura abiertamente positiva, hasta el punto de que sus ma-

Ronnall Castro
A Human Being
260 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigto XIX 261

nifestaciones explicitas a favor de la revoluci6n de 1848, documen- consciencia burguesa y antiaristocråtica y, desde luego, repudiö el
talmente verificables, no precisan ser consideradas sino como un bizantinismo de la intelectualidad alemana, antes y después de la
complemento a este respecto. Pero de todos modos, la revoluci6n fundaciön del Imperio, con infatigable sarcasmo. Y cuando en su
del 48 no constituye ningün elemento importante de la imagen de edad madura fue cubierto de honores oficiales (condecoraciones,
Alemania contenida en su obra. doctorado honoris causa, nombramiento de ciudadano honorifico),
Existen para ello unos motivos de evidente rafz biogråfica: en reaccionÖ con las siguientes palabras: «Mi ideal han Sido siempre
los afios revolucionarios Raabe era todavfa muy joven, y en Brauns- Ias orgullosas comunidades burguesas libres de la Edad Media. Co-
chweig, donde entonces vivia, no se produjeron acontecimientos mo el Braunschweig de 1671 que supo dar al duque con la puerta en
dignos de menci6n. Su primera gran vivencia en este sentido, fue Ias narices. Ser ciudadano de honor de aquel Braunschweig me hu-
el oleaje reaccionario desatado en Berlin, contra el que se revuelve biera Ilenado de un orgullo muy superior al que ahora me da este
apasionadamente su obra primera. Ahora bien, el que a partir de nombramiento».
este momento se retrotraiga a las guerras de liberaciön del pais, Por muy importante que fuera este freno y protecciön ante toda
y aün mås, incluso a las Viejas ciudades libres de la Edad Media, y posible capitulaciÖn o servilismo, no dejaba de tener sus aspectos
busque en todo ello y no en una consecuente culminaci6n del pro- negativos. Raabe construye su imagen del mundo
ceso demöcrata-revolucionario truncado en 1848, el modelo para el sobre una utopia, sobre el suefio de Ia renovaciÖn de Ias ciudades
futuro, es algo que ilumina plenamente las flaquezas centrales de libres medievales. Y, como es 16gico, en esta ut6pica exaltaci6n
toda su ideologfa. suya de un pasado tan lejano es bastante menos imparcial que en
La predilecci6n por la Vieja grandeza de Alemania no es en sf sus juicios sobre las guerras de liberaciön, en los que sopesa ambas
de extrafiar, o no 10 es, al menos, en aquel periodo de lucha a partes con gran exactitud. En su consideraciön de las ciudades me-
favor de la unidad nacional, unidad nacional que tras el fracaso de dievales es incapaz de criticar su estrechez de miras y su politica
los intentos de 1815 y 1848 comenzaba a ser alumbrada precisa- de campanario, que tanto influyeron en el fracaso de las revueltas
mente entonces por un camino muy diferente. Raabe se vincula a campesinas. Por otra parte, y salvadas algunas excepciones (como
una tradiciön literaria cuyo origen cabe cifrar en el «Götz von Ber- su «Lorenz Scheibenhart», 1858), percibe muy vagamente el caråc-
linchingen» de Goethe. Desde entonces habfa transcurrido ya casi ter clasista del régimen ciudadano medieval. Cuando describe Ia
un siglo, desde luego. La tragedia de Lassalle «Franz von Sickingen» contraposici6n entre las clases altas y las bajas 10 hace en nombre
— contemporånea casi a las primeras obras de Raabe — se retrotrae exclusivamente de la compasi6n que hay que sentir hacia las capas
a este mismo periodo, pero su espfritu es distinto y, en todo caso, plebeyas oprimidas, partiendo de la base de que una opresi6n de
su veracidad historica inferior a la de Goethe. El sentimiento his- este tipo acaba también volviéndose politica y moralmente contra
t6rico y poético de la realidad es mås intenso en Raabe que en la capa dominante. Ahora bien, su posiciön frente a los represen-
Lassalle, aun cuando su radicalidad politica sea, por supuesto, mu- tantes activos, en el orden politico e ide016gico, de las clases ple-
cho menor. Raabe no se saca de la imaginaciön un Sickingen con- beyas, como en el caso del predicador de la novela corta de Mag-
trario a la realidad, sino que se retrotrae a las luchas reales de deburg, es negativa.
las ciudades alemanas contra los pequefios prfncipes que pugnan Con ello se sitüa Raabe de espaldas a la soluciön social de un
por acrecentar su poder territorial, enjuiciåndolas y condenåndolas estado de cosas que él mismo, por Otra parte, desaprueba fuerte-
mucho mås certeramente que Lassalle. La narraci6n «Unseres mente. (En este sentido, su postura frente a Ia Revoluci6n Francesa
Herrgotts Kanzlei» (1861) tiene como preludio el infructuoso sitio no pasa de ser la de una indudable simpatfa de la que, sin em-
de la ciudad de Braunschweig por el duque y versa, acto .seguido, bargo, nada concreto se desprende respecto de la inmediata reali-
sobre la campafia emprendida por varios prfncipes, acaudillados por dad alemana.) En las capas plebeyas alemanas vislumbra Raabe
Maritz de Sajonia, contra la ciudad de Magdeburg. Esta narraci6n muy pronto también con gran simpatia por su parte el ele- —
es, en realidad, una epopeya del valor ciudadano, de su superioridad mento decisivo para una eventual transformaciön de Alemania
politica y guerra sobre los prfncipes y sus mercenarios. desde abajo: el proletariado. En sus afios mozos no se limita,
Raabe conserv6 este entusiasmo, que indudablemente tiene sus desde luego, a sentir simpatfa hacia los oprimidos, o hacia su so-
aspectos positivos, hasta el final de su Vida. Tuvo una aguda auto- Iidaridad entre ellos, la «caritas de las callejas» tan diferente al
262
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 263

egoismo de los ricos, sino que también intuye su poder futuro. De Esta postura de Raabe no vari6 con el tiempo; por el contrario,
todos modos, esta intuiciön estå Ilena de horror. En su novela se hizo cada vez mås decidida y pesimista. En 1875 escribe su na-
temprana «Ein Frühling» habla de tres grandes catåstrofes mun- rraciÖn «Horacker», que acontece justo a raiz de las grandes vic-
diales: el diluvio, la emigraciön de los pueblos y la futura revo- torias sobre Austria. En ella es establecido un contraste entre los
luciön proletaria.
hombre auténticos de la Vieja Alemania y ese nuevo tipo de alemån
Este horror desaparece mås tarde. Llega incluso a ver con bue- surgido al calor del triunfo prusiano y que acaba de hacerse con el
nos Ojos que los trabajadores se organicen con vistas a ejercer un poder. Raabe pone las siguientes palabras en boca de una de sus
control desde abajo; a mås no Ilega, sin embargo, su comprensiön. figuras mås positivas:
Pero tampoco cabia esperar ni exigir mås de él, a Ia vista de < Y
ahi los tienes comentando una y otra vez que es el maestro
sus convicciones burguesas. La comprensiön de Dickens modelo quien en realidad ha ganado la reciente batalla de Küniggrätz, pero
en algunas cosas de la critica social implicita en la obra de Raabe — yo te pregunto... icuål de ellos? dEl Viejo o el joven? En mi opi-
respecto de la cara revolucionaria del movimiento obrero no es niÖn, el Viejo nada mås... Todavfa estå por ver la raza de vencedores
tampoco mucho mayor, y eso que Dickens vivia en el centro mismo que van a criar los nuevos con su
de las agitaciones cartistas,* a diferencia del joven Raabe, residente
en una Alemania industrialmente atrasada. Sean cuales fueren los La fuerza, la fuerza, la fuerza
motivos de esta decidida falta de comprensi6n, 10 cierto es que es 10 unico que importa.»
Raabe cerrö los Ojos a toda posible perspectiva de renovaciön de-
mocråtica de Alemania. Como buen patriota convencido toma parte En una carta de los afios ochenta expresa Raabe su satisfacciön
en todos los movimientos cuyo objetivo es la consecuciön de la por haber escrito, a raiz de Ias grandes victorias alemanas, una
unidad nacional (asi, por ejemplo, ingresa en 1860 en la «Uniön narraciön con la conmemoraciön schilleriana de 1859 como tema,
nacional»), se Ilena de entusiasmo ante las victorias prusianas en la que describia la lucha de los idealistas contra el mezquino y
de 1866 y 1870-71, que hicieron posible la unidad nacional, y con- ambicioso filisteismo. Y sobre el «periodo fundacional» inmedia-
tinüa votando fielmente al partido nacional-liberal, el partido de tamente posterior a las victorias de 1870-71 escribe en el prölogo
Bismarck y de los Hohenzollern. a la segunda ediciön de su narraciön Christoph Rechlin» (la na-
Entre estas convicciones politicas de Raabe y su propia valo- rraciÖn fue escrita en 1871-72; el prölogo en 1890):
raciön de la Vida, es decir, su configuraciön misma de ella, media un «Las heridas de los héroes aün no habian cicatrizado, las lågri-
abismo que jamås pudo Ilegar a sortear. El fiel seguidor del parti- mas de los hijos, de las madres, de las esposas, de las novias y
do nacional-liberal, partido eminentemente capitalista, critica con de las hermanas aün no se habian secado, sobre las tumbas de los
energia y amargura crecientes la degradaciön politica, social y mo- caidos aün no crecfa la hierba: pero en Alemania u— tan reciente
ral producida en virtud de la estrecha relaci6n reciproca existente todavia la terrible guerra y la costosa victoria —
ya iban las cosas
entre un capitalismo alemån cada vez mås fuerte y el Imperio de de maravilla. Como si después de un gran incendio en una calleja
Bismarck y de los Hohenzollern. hubiera reventado un tonel de arrope y los nifios y el populacho
Esta escisiön interior sale muy pronto a la luz. Ya en octubre se arrojasen a lamer el liquido derramado, asi el saco del dinero se
de 1870 le escribe a un amigo: CNO pienso escribir esa novela ex- habia abierto para el pueblo alemån y los tåleros rodaban también
tensa sobre nuestro tiempo que me aconsejas. Para una cosa asi por los arroyos, y eran muchas las manos que iban detrås de ellos.
soy demasiado listo o demasiado tonto. Te dejo a ti decidir sobre iParecia casi como si éste fuera el mayor beneficio que la patria
este punto; pero espera a que hayan pasado 15 afios». unificada queria obtener de su gran triunfo histårico!»
Es dificil adivinar a 10 que Raabe se refiere al hablar aqui de
* En 1838 redactaron en Inglaterra, Francis Place y William Lovett, la lla- populacho. En la mås subjetiva de sus novelas tardias («Stopfku-
mada Carta del pueblo, en la que se hacian eco del malestar popular provocado
por la reforma de 1832. Exponian, al mismo tiempo, determinadas reivindica- chen») pone en boca del protagonista, que no deje de ostentar
ciones obreras: voto universal masculino, secreto del voto, participaciön en algunos de sus propios rasgos, las siguientes palabras: eBasta echar
el Parlamento, etc. Se da, pues, el nombre de cartismo al movimiento politico-
social desarrollado al calor de estas reivindicaciones del proletariado inglés,
una mirada a vuestras salas de justicia, a vuestras cåtedras y pülpi-
que sÖlo posteriormente lograrian imponerse. — (N. del T.) tos, a vuestra Dieta y, sobre todo, al Reichstag alemån para per-
Realistas alemanes det sigto XIX 265
264 Georg Lukåcs
sonas y que hace de ellas auténticos seres humanos, vinculando,
cibir de inmediato 10 que cabe esperar de nuestras clases sociales
por Otra parte, su Vida a la mejor tradici6n alemana.
rectoras e ilustradas». Pero esta profunda amargura de cuno ple- Raabe siente desde un principio como esta humanidad verda-
beyo no acaba por convertirse en Raabe en una fuerza oposicional
dera y auténtico espfritu alemån estån amenazados por enemigos
consciente, ni siquiera en una critica tan abierta e intensa como
altamente poderosos. De ahi que configure una lucha defensiva,
la ejercida en «Abu Telfan» contra los pequefios estados. Acaba,
desde los albores mismos de su obra, cuya finalidad mås alta no
antes bien, por manifestarse en la privatizaciön creciente de Ia
puede pasar de la büsqueda de un lugar retirado en el que Ias
acciön de sus novelas, y en el aumento del caråcter fugaz y episo- auténticas fuerzas de un humanismo interiorizado puedan desarro-
dico del reflejo de los grandes acontecimientos püblicos en el des-
larse sin interrupciones ni sobresaltos.
tino de las personas. En esta escisi6n a la que acabamos de
A diferencia de los de Goethe, Balzac o Stendhal, los héroes
referirnos hunde sus raices el conocido «pesimismo» de Raabe,
de Raabe no se proponen conquistar el mundo. Su ünico deseo es
pesimismo acerca de cuya inspiraciön en Schopenhauer tantas preservar su integridad humana ante los graves peligros del nuevo
cosas superfluas se han escrito. El mismo Raabe, por Otra parte,
tipo de Vida surgido. Su camino es, pues, en ültima instancia, el
ha expresado con claridad el origen de su decepciön, a pesar de de la «renuncia», cosa que, por cierto, también ocurre en el Goethe
que nunca le fue posible comprender y, por supuesto, mucho me- tardfo. Esta erenuncia» puede adoptar, en determinadas circuns-
nos valorar netamente la raiz real del descontento que su realidad
tancias, la forma de un retraimiento a un rinc6n silencioso y apar-
contemporånea le producia. En 1909, recordando la época en la tado del tråfico del mundo, en el que vivir con una felicidad Ilena
que fue creada la «Uniön Nacional», dice taxativamente: •Todo
de resignaci6n, o, en muchas otras ocasiones, no necesita pasar de
era mejor entonces. A1 menos, teniamos esperanza, porque équé una sencilla autopreservaciön interior paralela a la decadencia del
es 10 que tenemos ahora?»
mundo exterior.
En realidad, la utopia de las ciudades libres de la Edad Media dQuién es el enemigo? A consecuencia de la situaci6n hist6rica
simboliza te6rica y literariamente la imposibilidad en que Raabe
de Alemania su perfil no es, respecto del Raabe mås joven, muy
se encontraba para dar con una corriente plebeya y democråtica fåcil de precisar exactamente. Lo es, por un lado, la Vieja Alemania
a la que poder vincularse; corriente cuya büsqueda real, por Otra monårquico-feudal, reaccionaria y fragmentada, en la que toda
parte. le estaba también vedada en virtud de su visiön social del
persona con un auténtico sentido de la integridad y de la justicia
mundo. En esta falta de claridad y en esta ausencia de salidas resulta «poco grata» y acaba siendo odiada. Lo es, por Otro, el capi-
de tipo social y politico, agravadas por la posici6n personal de talismo ascendente, que en parte se apodera de las Viejas formas
Raabe, han basado los reaccionarios el hipöteto derecho que se
sociales aün subsistentes, en parte las destruye y, en parte, por
otorgan de integrarlo entre los suyos. tlltimo, acaba por amoldarse a ellas. Raabe no conoci6, sin duda,
la opini6n de Marx sobre el capitalismo alemån de aquellos tiem-
pos, y aunque la hubiera conocido no habrfa estado, sin duda, en
11
disposici6n de entenderla. Y, sin embargo, la imagen de Alemania
configurada por Raabe corresponde en muchos sentidos a las de-
La consecuencia de esta escisiön en la imagen histörico-social terminaciones de Marx; también para él de 10 vivo se apodera
del mundo de Raabe es su imposibilidad de encontrar para las
10 muerto.
contradicciones sociales otro tipo de soluciones que las estricta-
De todos modos, esta coincidencia debe ser aceptada con gran-
mente individuales. Ya en «Abu Telfan» leemos 10 siguiente: «Somos des limitaciones. Del proceso econ6mico de implantaci6n del ca-
unos cuantos contra un millön, defendemos un pequefio reino con- pitalismo en Alemania Raabe s610 capta sus sfntomas externos:
tra todo un mundo salvaje...» Y este pequefio reino es definido
fundamentalmente, la destrucci6n de las Viejas ciudades, la prole-
como algo «que el mundo ignora». La columna vertebral de la obra tarizaci6n, la emigraci6n, la sustituci6n de las Viejas relaciones
de Raabe va, pues, a consistir en ir configurando caminos indivi- personales entre los seres humanos por las formas fetichistas e
duales, es decir, vias educativas, sobre la base de unos seres hu-
inhumanas trafdas por el capitalismo y basadas en el dominio mås
manos y de unos acontecimientos vitales apropiados para conferir despiadado y en la nula explotaci6n. A partir de 1870 Raabe des-
su cifra mås alta a ese nucleo verdadero que palpita en las per-
18 QPALISTAS
Realistas alemanes del sigto XIX 267
Georg Lukåcs

cribe en su obra los rasgos del capitalismo con frecuencia y exacti- zado. La politica, bastante oscilante; animaciön en müsica y teatro,
tud crecientes. clima favorable a la ültima novela; tono débil en las verdades y
A ello hay que afiadir que Raabe, al igual que su gran maestro problemas cientificos. Tendencia firme en Ias demandas de mås
Dickens, se interesa menos por la evoluciön intrinseca del capita- edad; las mås jövenes en plena cotizaci6n, negocio sostenido. Inva-
lismo que por la deformaciön moral y espiritual a que somete a riables los senores maduros, buenos compradores. Los mås j6-
los seres humanos, tanto explotadores como explotados. En tanto venes, desanimados de seguir las cotizaciones. Pasadas Ias dos, baja
que en Balzac podemos conocer exactamente la fisonomfa politica general en los cambios; Ias cotizaciones de la ültima hora de Ia
y financiera de un Nucingen, un Keller, un Du Tillet o un Gobseck, fiesta no nos han Ilegado.»
Dickens se limita a configurar, como en el caso de Dombey, por A1 igual que en Dickens, aunque a nivel generalmente inferior,
ejemplo, su proceso de anulaciön humana y las posibles perspec- el fallo de Raabe radica en su manera de configurar la Vida interior
tivas de soluciön personal del mismo. Este es el camino que sigue y el destino exterior de los capitalistas. Raabe contempla las aven-
Raabe. turas comerciales y los abusos, asi como los excesos sexuales de
Asi encontramos en Dickens y en Raabe dos diferentes estilos Ia capa superior, con los Ojos ingenuos y romånticos de un pequefio
en la configuraci6n de Ias capas superiores e inferiores: el del pri- burgués alemån.
mero es satfrico y caricaturesco, el del segundo, humoristico y Raabe ünicamente resulta un gran creador, en este dominio de
amablemente realista. Por supuesto que entre Raabe y Dickens la Vida, alli donde configura la tragedia interior de Ia podredumbre
media la misma y esencial diferencia existente entre la Alemania del especifico valor humano, de su asfixia y aniquilaci6n por el
y la Inglaterra de mediados del siglo XTX. Las caricaturas de ansia de poder y de dinero. EI vacio glacial en el que viven estos
Dickens alcanzan a menudo la talla de las de Hogarth o Daumier * seres es configurado en la Vida del jurista Hahnenberg, por ejem-
y resultan, precisamente en virtud de su garra satirica, extrema- plo, («Drei Federn») con Ia grandeza casi de Dickens. Y, por Otra
damente realistas. (Piénsese en el despacho de los copistas de parte, su tajante, consciente y decidida toma de posici6n a favor
«Little Dorrit», o en su descripciön de la pråctica judicial en «Bleak de Ias clases inferiores no le impide hacer ver también, cuando
House» y de la actividad politico-capitalista en «Hard Times», etc.) asi resulta necesario, la descomposici6n de los caracteres de los
Es inütil buscar en Raabe cuadros de tanta grandeza; de todos miembros de estas clases por el egoismo y el afån de lucro.
modos, su descripci6n de las pequefias cortes en «Abu Telfan» se Pero en el caso de Raabe, como en el de Dickens, todo esto
acerca a veces a esta altura. Pero la såtira enconada de la capa no es sino base, trasfondo y contraste. Raabe considera que su
superior capitalista discurre por los cauces mismos de Dickens. tarea esencial es configurar Ia apariencia interna y externa de la
Asf, por ejemplo, describe Raabe en su novela juvenil «Die Leute Vida. Las lineas generales de su visiön del problema nos son ya cono-
aus dem Walde» una soirée de aristöcratas del dinero imitando cidas: no hay otra soluciön que apartarse del gran tråfico del es-
el estilo de los informes bolsfsticos: tado y de la economfa; abandonar, en fin, el mecanismo. Es decir,
«Antes de entrar en los detalles podemos caracterizar la im- una resignaci6n Ifrica o ir6nica, estoica o epicürea, que tanto en
presiön general sirviéndonos del lenguaje de nuestro tiempo, el el orden social como en el ideolögico obedezca a motivos diferentes
de la Bolsa. El tono general de la fiesta era, en nuestra opiniön, en cada caso individual. En Ia sociedad de su tiempo, Ia finica
bastante firme, y la cotizaci6n de las conversaciones discurria por libertad humana posible radica, en opini6n de Raabe, en la renun-
las s61idas vfas de un alza sostenida. Las atenciones y los halagos cia al poder, a la riqueza y a la autoridad. «EI poder... s610 sirve
recfprocos encontraban un mercado fåcil tanto entre los hombres al final para esclavizarnos mås.» (Hagenheim en «Ein Frühling».)
como entre Ias mujeres. Mucha demanda de escåndalo; sin varia- El caråcter de esta renuncia es, al mismo tiempo, muy sencillo
ci6n en las murmuraciones de la ciudad, papel sölido y muy coti- y muy complicado. Sencillo porque dada la gran veracidad de
Raabe en la configuraci6n de sus personajes y los destinos de éstos,
* William Hogarth (1697-1764), pintor y dibujante inglés, famoso por sus
su raiz social ültima resulta evidente: el desamparo y la debilidad
grabados en cobre y la fuerza satirica de algunos de sus dibujos. de las personas aisladas frente a las potentes corrientes sociales, Ia
Honoré Daumier (1808-1879), lit6grafo, escultor y pintor francés y una de impotencia de la moralidad individual frente a Ios hechos sociales
las mayores personalidades artfsticas del siglo xrx. Sus caricaturas politicas
de numerosas figuras reaccionarias le dieron gran celebridad . (N. det T.) consumados del capitalismo alemån ascendente.
268 Georg Lukdcs Realistas alemanes del sigto XIX 269

Ahora bien, esta indefensiön tiene en Raabe una dialéctica inte- cias si quiere culminar sus intenciones artisticas, consiguiendo asi
rior moral e ideolögica muy matizada e interesante, cuyos proble- uan acciön complicada y Ilena de sorpresas.
mas centrales no giran, por supuesto, tanto alrededor de la simple En esta naturaleza literaria e ideolögica de la acci6n hunde
decisiön sobre cuål sea el camino a seguir, si la renuncia o la lucha, sus raices, como en el caso de muchos otros narradores impor-
como en torno a Ia posibilidad de explicitar claramente el como tantes, su magistral tratamiento del azar. Azar que en Raabe tiene
y el por qué internos de la renuncia. Las novelas de Raabe estån unos determinados rasgos especificos. Por un lado, el azar juega
Ilenas de figuras vivas y ricamente diferenciadas, cuyas vidas, evo- un papel muy importante en su visiön global del mundo: «Es y
luciones, sentimientos, reflexiones, etc., conjugan muy diversamente sigue siendo el duefio y sefior», leemos en una de sus novelas.
esta dialéctica. Seria, por Otra parte, un error no ver que la postura Cuanto mås se reducen en Raabe los acontecimientos sociales al
de Raabe frente a sus propios problemas vitales decisivos sufriö cauce individual de Ios destinos personales, cuanto mås se con-
cambios importantes con el transcurso del tiempo. Estas modifica- vierten las categorias histörico-sociales en meras formas generales
ciones no Ilegan, desde Iuego, a alterar decisivamente el caråcter del trasfondo de la acciön, tanto mås importante ha de ser el
general de su obra, pero bastan para enriquecer y conferir una papel del azar en Ia sucesiön objetiva de Ios acontecimientos.
variedad superior al mundo configurado por Raabe, sobre Ia base Esto se refleja en los sentimientos y puntos de vista de sus
de la dialéctica siempre diferente de sus imågenes vitales. figuras humanas. La vivencia profunda de la inseguridad y del eso-
Esta varia riqueza aumenta no poco en virtud del agudo rea- terismo de la Vida social le impide a Raabe apartarse definitiva-
lismo de Raabe. Porque a pesar de que en Raabe no hay que bus- mente de la religi6n. De ahi que siempre percibamos en él determi-
car 10 ideolögica y humanamente decisivo en los acontecimientos, nado sentimiento religioso, aunque, desde luego, cierto desvfo suyo
sino en sus reflexiones sobre ellos, hasta el punto de que las de la religi6n es indudable, por mucho que Jo disfrace a fuerza de
figuras se diferencian entre si y destacan de su trasfondo social recursos humoristicos. Aunque es precisamente esta dialéctica
mås en virtud de sus pensamientos y sentimientos que por sus humoristica 10 que le Ileva a penetrar en cierto modo en las raices
hechos, no hay narraci6n suya que no tenga un argumento Ileno sociales y psic016gicas de la moderna religiosidad burguesa (la
de interés y, a menudo, incluso emocionante. suya propia incluida). Asi, por ejemplo, en su novela «Kloster Lu-
También en esto sigue Raabe las huellas de Dickens. Aunque, gau» puede leerse: «No hay un solo hombre que no crea en ningün
en realidad, no se trata de ningün tipo de imitaci6n, o de Ia exis- Dios: existe uno al que todo el mundo se aferra hasta el t'tltimo
tencia, entre ellos, de una relaciön maestro-discipulo sino de un aliento en esta angustiosa y miserable Vida terrenal: tel Deus ex
parentesco profundo entre ambos escritores en 10 concerniente a machina! El ateo, el panteista, el defsta e incluso el teista creen
ciertas tomas ültimas de posici6n respecto de los seres humanos. y conffan en su intervenciön en Ias cosas grandes y en Ias peque-
El moralista Raabe quiere someter a los hombres a prueba en fias. A él se aferran todos cuando el estado se viene abajo, cuando
sus obras. Su nücleo interno ha de ser desvelado, la corteza y el la dicha familiar entra en crisis, cuando el barco naufraga... Pero
nücleo han de ser separados. Los reflejos dialécticos de estos cam- si hay un Dios dificilmente personalizable, éste es el Deus ex ma-

bios, asi como sus aspectos positivos y negativos de orden moral, china».
resultan perceptibles a 10 largo de conversaciones muy tipicas de Raabe justifica, por Otra parte, plenamente el azar en el plano
Raabe, con gran riqueza de matices, plenitud de sentimientos, do- artistico en virtud de los problemas vertebrales de la novela «edu-
ble intenciön humoristica y, al mismo tiempo, de un nivel intelec- cativa». El azar es el papel de tornasol a través del cual resultan
tual muy alto y penetrante individualizaciån ide016gica. Lo deter- evidentes la esencia verdadera, la real estructura interna de cada
minante es siempre la acciön humana, es decir, la decisi6n vital una de Ias figuras. Ésta es su importancia a este respecto; no
a que se ve incitada la figura y en virtud de Ia cual actuando mås. Y como la necesidad interna y la consistencia artistica de las
en el mundo exterior— se acerca al mismo tiempo o se separa narraciones de Raabe descansan, en ültimo término, sobre la ver-
interiormente de su propio centro personal. Por mucho que los dad social e individual de estas revoluciones, la naturaleza pragmå-
sentimientos, reflejos y reflexiones, asi como los pros y contras tica de los pretextos que ayudan a formar los diversos puntos
de orden constituyan 10 mås importante, nodales no puede menos de resultar, como es 16gico, muy secun-
Raabe no puede menos de tejer una trama con todas estas peripe- dariamente importante. Basta y sobra con que estos pretextos
270 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 271

evidencien un minimum de posibilidad causal; ya Schelling dijo pitalismo no es, para él, sino la destrucciön y corrupciån de 10
que de la mera concatenaciön causal, por muy verosimil que ésta mejor que hay en los hombres y en el mundo. Raabe no deja
sea, no surge nunca una necesidad artistica. La fuerza de convic- de creconocer desde un principio que el nuevo poder del dinero
ciÖn artistica de estos pretextos mås o menos casuales se desprende acaba con ese Viejo mundo cuya existencia él tanto ha deplorado,
de las reacciones que provocan, de la energia con que sacan a Ia para ver al mismo tiempo como mantiene en el poder a esa capa
luz el nücleo interno de Ios seres humanos. En la novela «Alte superior aristocråtica, orgullosa, mezquina y degenerada de los
Nester» pone Raabe en boca de uno de sus protagonistas: pequefios estados. Desde «Ein Frühling» a «Der Schüdderump» en•
«Nada puede resultarle en ocasiones tan provechoso a un ser contramos en todo momento alusiones de Raabe a la fusi6n de la
humano como sufrir un profundo trasiego, y verse incitado, al salir Vieja nobleza con los nuevos magnates financieros.
a la luz 10 que latia en su interior mås oculto, a distinguir por vez El punto de vista de Raabe acerca de Ia posible salvaciÖn de
primera entre 10 que en realidad Ilevaba dentro y 10 que s610 era estos dos enemigos en el orden exclusivamente individual ya nos
un afiadido superficial.» Y si las tramas fabricadas por Raabe a es conocido. A1 igual que en «Wilhelm Meister Lehrjahren» asis•
base de un cümulo de azares resultan «novelescas», ello es porque timos en ocasiones a la creaciön de un circulo de personas de ideas
en determinados pasajes — sobre todo cuando describe las capas afines, sin que tampoco falten, por Otra parte, perspectivas peda
superiores— las reacciones espirituales o bien resultan poco ve- g6gico-propagandisticas («Abu Telfan»). La perspectiva pedag6gica
ridicas, o estån construidas sobre el vacio, o empapadas de roman de la novela educativa de Goethe también es ut6pica, desde lue
ticismo en el peor sentido de la palabra. go; de sacar conclusiones mås amplias de este hecho y sobreva.
El camino de Raabe, es decir, formular de manera siempre lorar el parentesco existente entre Raabe y Goethe, al que tanto
nueva el contenido de su propia resignaci6n, no es — globalmente admir6 éste siempre, caeriamos, sin embargo, en una abstracci6n.
considerado— sino un valeroso ajuste de cuentas con unas ilusio La utopia de Goethe se alza en el centro mismo de la gran trans-
nes ya inservibles. Por supuesto que el dominio operativo de esta formaci6n del mundo motivada por la Revoluciön Francesa. Su
intrepidez estå limitado socialmente. Por Otra parte, en Raabe se contenido social no dejaba, pues, de obedecer, a pesar de todos
consuma una evoluciån indiscutible que le Ileva del blando y eva- sus rasgos ut6picos, a una tangible, aunque hipotética, via evo-
sivo lirismo de sus comienzos («Die Chronik der Sperlingsgas• lutiva. La perspectiva de Raabe, por el contrario, no s610 aparece
se», 1854/55; «Ein Frühling», 1856/57; «Die Leute aus dem Walde», como fruto del escepticismo, no s610 implica un resignado aban.
1861/62) a un ingente crecimiento del elemento acusador, social dono del camino que entonces seguia «todo el mundo», unido a
e hist6rico, de su obra, aproximadamente hacia la guerra del se. un desesperado intento de construir unos «reductos» aislados
tenta («Drei Federn», 1864/6, en opini6n de Raabe su primera obra y silenciosos, opuestos a una realidad enemiga de todo huma-
verdaderamente aut6noma; «Abu Telfan», 1865/67; «Der Schüdde nismo y espfritu verdadero, sino que —y en ello se evidencia la
rump», 1867/69). gran nobleza literaria de Raabe es el propio curso de la acci6n
Incluso este talante denunciativo de Raabe es presentado por el encargado de refutar esta perspectiva suya o, por 10 menos,
la historiaburguesa de la literatura como un «pesimismo» de ins- reducirla a la condici6n de dudosa. Las figuras positivas de Raabe
piraci6n schopenhaueriana. i En qué consiste, sin embargo, este representan el espfritu •de una época ya desaparecida, la época de
«pesimismo»? la gran exaltaci6n anfmica de las guerras de liberaciön, y, en con-
Raabe condena de la manera mås acre la fragmentaci6n ale- secuencia, cuando Ilevadas de un heroismo extremo se empefian
mana en pequefios estados de caråcter monårquico y feudal. Ve en en resistir, no pueden pasar de un inütil enfrentamiento quijo-
ella una ciénaga de mezquindad y filisteismo, asi como una fuente tesco, a la manera de «fantasmas de armas chirriantes», con una
de odio hacia todo movimiento positivo en el orden social o hu realidad exterior victoriosa.
mano. Toda persona significada, y, aün mås, toda persona de severos Ya hemos visto que al hilo de la guerra del setenta acontece
principios morales, acaba siendo reducida en este mundo a la con• una importante transformaciön en Raabe; su conflictiva y ambi-
dici6n de paria, de outcast. valente reacci6n a estos acontecimientos nos es asimismo cono-
Para Raabe, sin embargo, la creciente implantaci6n del capita- cida. En las nuevas circunstancias, unas circunstancias en realidad
lismo en Alemania no implica necesariamente una mejora. El ca- radicalmente diferentes, Raabe procura una vez mås, durante el
272 Georg Lukdcs Realistas alemanes det sigto XIX 273

periodo de transici6n sobre todo, preservar vivo 10 mejor, salvån- su exaltaci6n del valor del pasado y del recuerdo. Ya en su primera
dolo asi para el futuro. Con esta intenci6n defiende, por ejemplo, el obra se lee: «La mås importante y verdadera fuente de toda ju-
entusiasmo de la conmemoraciön schilleriana de 1859 contra el «rea- ventud, de toda auténtica abnegaci6n, es el triste y dulce pasado
lismo» egoista de los filisteos («Der Dräumling», 1870/71). A tenor con sus imågenes borrosas y sus suefios y acciones ya un poco
de los tiempos se ve, lögicamente, obligado a tomar posici6n con- o del todo extinguidos». Y en «Pfisters Mühle» se Ias arregla Raabe
tra el verdadero duefio de Alemania, es decir, el capitalismo. Y su- para que un escritor medio degenerado exprese la consigna del
fre en este empefio suyo una derrota literaria. Y la sufre pre- dia: «Sigue nuestro consejo y verås como Ilegas lejos». Afiadiendo
cisamente por buscar a cualquier precio una via media, una en seguida: «Pero, sobre todo, no te vuelvas a mirar 10 que vas
«reconciliaciön». Raabe se esfuerza por crear figuras en las que dejando por el camino». Y resulta que precisamente eso que se
resulte posible sintetizar armönicamente actividad capitalista y pierde en la adecuaciön a la praxis de la Vida capitalista, eso que
fidelidad al venerado espfritu de las tradiciones alemanas. Porque va dejåndose caer por el camino es aquello a 10 que Raabe confiere
ni el bienintencionado y extravagante expresario berlinés Schönow el mås alto valor humano. En sus citadas novelas tardias todo 10

(«Villa Schönow, 1882/83), ni el quimico Asche, que al mismo perdido es sometido a btsqueda, definitivamente abandonado ya
tiempo que se hace capitalista procura crearse un «reducto» espi- o acaso encontrado.
ritual en la felicidad matrimonial y en los estudios humanistas Toda esta problemåtica resulta, en Raabe, especificamente ale-
(«Pfisters Mühle», 1883/84), alcanzan el valor de verdad de 10 ti- mana. No es, en realidad, sino el fruto del choque de su personal
pico; no pasan de ser, en el mejor de los casos, figuras como visi6n del mundo con la råpida expansi6n del capitalismo. De ahi
Schönow, es decir, figuras de un indudable aunque excéntrico valor que no tengamos en absoluto que habérnoslas con un problema
de utenticidad individual. Cuando el Viejo Pfister, cuyos antepa- particular de una personalidad literaria excéntrica. Por el contra-
sados han regido durante siglos el molino y la posada, capitula rio, la popularidad de Raabe descansa ampliamente en su repudio
ante el nuevo mundo, poseido a la vez de un sentimiento de renun- apasionado, aunque s610 en el plano subjetivo y sentimental, de la
cia y comprensiön, y dice: «EI buen Dios 10 habrå dispuesto como realidad capitalista.
mejor asf para los pröximos afios», no estå sino expresando a un El caråcter especificamente alemån de la problemåtica de Raa-
tiempo el ideal sintetizador de Raabe y las limitaciones sociales be, tal y como él la formula, no impide en modo alguno su condi-
de su creador. Pero por fortuna para la obra de Raabe, este intento ci6n de fen6meno internacional, igualmente tfpico, de la segunda
suyo de sintesis s610 constituye un episodio pasajero de la misma. mitad del siglo XIX. La poesfa de la infancia es un Viejo tesoro de
Raabe jamås tuvo una fe demasiado firme en esta via media; su la literatura. Una poesfa surgida, en el caso de los realistas ingleses
sentido de la realidad era 10 suficientemente grande como para del siglo XVIII, asi como en el de Goethe y Gottfried Keller, el
advertirle de la inutilidad de cualquier posible empefio de hacer timo y tardfo representante de la literatura de aliento democråtico,
de éstos los tipos mås auténticos y representativos de la época de ese firme sentimiento social que Marx ha sabido desvelar con-
o de sus propias aspiraciones para el futuro. Su oposici6n al nuevo ceptualmente en sus propias raices historicas y soci016gicas: «Un
mundo del capitalismo no cede por mucho que asienta a la unidad hombre no puede pensar en convertirse Otra vez en un nifio, o
nacional culminada por la via de la fundaci6n del Reich. Ahora resultarå infantil. i Pero acaso no encuentra placer en la ingenuidad
bien, esta oposici6n de Raabe es cada vez mås individualista, mås infantil y siente el deseo de reproducir su verdad en un estadio
apolitica. Asi surge un ciclo de novelas sobre el «triunfo del pa- superior? iAcaso en la naturaleza infantil no revive siempre su
sado», sobre el «parafso infantil» perdido y recobrado («Alte Nes- propio caråcter en su verdad natural?»
ter», 1877/79; «Stopfkuchen», 1888/89; «Die Akten des Vogel- Marx caracteriza asi al mismo tiempo los presupuestos sociales
sangs», 1893/95, y el fragmento de <Altershausen», 1899). båsicos de la firmeza y ausencia de problematismo social de este
En estas obras suyas domina Ia huida a un «reducto» espiritual, sentimiento. Que un individuo pueda o no «reproducir su verdad
la salvaci6n humana por la realizaci6n mundanal de los suefios en un estadio superior» depende por completo de si y en qué me-
infantiles, o incluso, como en el ültimo fragmento, por el retorno dida el caråcter especffico de una época puede encontrar y realizar
al mundo onirico de la infancia. Una de las caracterfsticas que de su verdad natural en la Vida misma. De ser esto posible, los escri-
manera mås sobresaliente ofrece la evoluci6n entera de Raabe es tores importantes pueden mantener con la infancia la relaci6n por
274 Georg Lukåcs Realistas alemanes det siglo XIX 275

Marx caracterizada como normal. Si, por el contrario, la enormal» —Mais Ie vert paradis des amours enfantines,
evoluciån del individuo se osifica y entumece a consecuencia de la L'innocent paradis, plein de plaisirs furtifs,
estructura histörico-social de un periodo determinado, la relaciön Est-il déjå plus loin que I'lnde et que la Chine?
individual con la infancia cae bajo una luz muy distinta. Conoce- Peut-on Ie rappeler avec des cris plaintifs,
mos el pensamiento de Raabe acerca de las posibilidades indivi- Et l'animer encor d'une voix argentine,
duales de evoluciön en la sociedad capitalista; hemos visto también L'innocent paradis, piein de plaisirs furtifs? *
como ha enunciado asi una verdad especifica de la situaciön social
durante la segunda mitad del siglo xxx. En sus obras expone una Las obras tardfas de Raabe constituyen una original muestra
y Otra vez procesos de este tipo, de manera unas veces concreta y alemana de estas tendencias internacionales. Lo singular espe-—y
cificamente moderno— de Raabe radica en que este regreso al
otras mås generalizada. Entresacamos un ejemplo, de generalizada
validez especifica (de «Fabian und Sebastian»): paraiso infantil estå mucho mås hondamente arraigado en el cen-
«No siempre le da a uno Ia verdad en el corazön como una pie. tro mismo de su trabajo creador que en los casos de Dickens y
dra, y 10 destroza. Lo normal es que se deslice lentamente, como Flaubert. Constituye el contenido principal de sus ültimas obras
y, en consecuencia, determina también su estilo. La arbitrariedad
la arena; primero casi imperceptiblemente, en åtomos fugaces,
grano tras grano, dia y noche, dando la impresiön — acogida con humoristica de Raabe, siempre en viva relaci6n dialéctica con la
austera arquitectura épica de la fåbula, va transformåndose en
una sonrisa de que bastarå con un soplo para barrerlo todo, sin
que valga la pena darle vueltas a la cosa, ni, mucho menos, tomarse una interrelaciön creciente de pasado y presente, recuerdo y expe-
ninguna molestia fisica. iCuånta atenciön ha de poner un ser hu- riencia que acaba por constituir una trama en Ia que los recuerdos
mano para darse cuenta de Ia Ilegada de Ia oscuridad. para percibir infantiles se alzan con mucho por encima de las siempre escasas
como la luz cede a la sombra...! iCåmo oscurece el mundo! iPolvo vivencias del momento presente.
sobre tu Vida! iPolvo sobre tu espiritu...! Impotente contra la Si Raabe hubiera desarrollado esta oposiciön de manera recti-
arena que se desliza; jay de ti, comienzas a meditar sobre la hora lineay consecuente, habria optado sans phrase, sin reserva alguna,
en que por vez primera sentiste tierra en la boca!... y hoy sabes... por la infancia frente a la Vida de los «mayores»; y si no se hubiera
que el polvo, la oscura y desesperante capa que va cubriendo tus impuesto en su obra esta compleja dialéctica de sentimientos vi-
gustos, tus ideas y tus puntos de vista se harå cada vez mås espesa; tales y posturas frente a la Vida, el Viejo Raabe habrfa caido en la

que el polvo y la sombra dominan sobre los mås remotos puntos literatura de evasi6n fuertemente sentimental o subjetivista y deca-
de tu vida... Te sientes solitario en un desierto oscuro... icuenta dente. (En sus obras mås vacilantes, en los momentos peores de
los buenos escritos de su ültima época, Raabe se acerca a estos dos
entonces los granos de arena! icuenta, cuenta, pero hacia atrås!
,

Cuenta el polvo que inunda tu mundo y que ya ningün soplo de extremos.)


viento barrerå en momento alguno...» Pero Raabe es,en cuanto a escritor, muy crftico respecto de
0-10 es, pues, completamente 16gico que en un mundo de estas sus propios suefios. En su configuraci6n es un auténtico realista,
caracterfsticas y para una visiön semejante del mismo, Ia infancia es decir, el suefio y la realizaci6n del suefio son contemplados por
y la primera juventud no sean sÖlo el comienzo soleado, fabuloso y él siempre en realci6n viva con la realidad. c:De d6nde? iA d6nde?
c Para qué? Éstas son las preguntas que una y Otra vez formula
radiante de la Vida, sino el propio paraiso perdido de la verdad, de
la naturaleza y de Ia existencia humana? Ilevado de una auténtica fidelidad a la verdad; jamås confunde su
El primer gran configurador de la infancia en este sentido es valoraci6n de la realidad con la realidad misma, es mås, desvela
Dickens. Flaubert hace que al final de la mås subjetiva de sus nove- en todo momento las rafces reales de sus valoraciones y de sus
las («L'education sentimentale») los dos protagonistas principales, sueöos.
al cabo de una Vida perdida y fracasada, comiencen a narrarse
Mas elverde parafso de los amores infantiles,
pequefios e insignificantes episodios de su juventud el uno al Otro, —el inocente jardin Ileno de placeres furtivos
encontråndose con que estos recuerdos son 10 mejor que han sa- dacaso queda ya mås lejos de nosotros que la India o China?
iSerå posible invocar todavfa con quejas y lamentos,
cado de Ia vida. Y Baudelaire escribe («Modesta et errabunda»): dar Vida nueva al son de una voz argentina
al inocente jardin, Ileno de placeres furtivos?
276 Georg Lukdcs Realistas aiemanes det sigto XIX
De ahi que —ya en sus primeras novelas sean éstos contras- insignificante.Pero iqué puede eso importar frente a la convicciön
tados siempre con la realidad; de ahf que se haga siempre la luz tan decididamente apolitica, tan pocas veces reconocida y, sin em-
sobre el caråcter quijotesco de los suefios, e incluso también sobre bargo, tan firme y arraigada, y a la que tantos se aferran con el
10 estrictamente Iüdico (y en cierto modo falto de conciencia) de corazån posefdo por la angustia y el desespero, segün la cual: «iMi
su penetraciÖn en otras vidas humanas. De ahi, en fin, que a sus hogar es la quimera!» Y en su novela tardia «Die Akten des Vogel-
propios suefios oponga Raabe, en todos los perfodos de su obra, sangs» describe Raabe una muerte curiosamente similar a la de
unos caracteres femeninos realistas, sanos y posefdos de un sen- la Vieja madre del Peer Gynt ibseniano, es decir, una muerte feliz,
tido comün rayano a veces en el filistefsmo. El hecho de que esta aceptada incluso con un sentimiento de plenitud. Y todo ello en
cordura s610 externamente roce la «sabidurfa vital» de los filisteos virtud de un fantåstico engafio. (En < Villa Schönow» vine ya con-
acomodaticios, siendo en su nücleo profundo una forma distinta y figurado un pequefio y episödico preludio de esto mismo.) A1 igual
mås elevada de resignada penetraci6n en Ia realidad, no hace sino que Solveig espera durante toda su Vida la Ilegada de Peer Gynt
evidenciar la fina dialéctica de Raabe. Estas mujeres son perfec- en la obra de Ibsen, en esta novela de Raabe Ia madre, una mujer
tamente conscientes, por un lado, del caråcter irreal de estos suefios sensata, imaginativa y Ilena de caråcter, aguarda el regreso de su
y de estos sofiadores, y, por Otro, saben valorar muy bien 10 nece- hijo, partido con la intenciÖn de someter la realidad a sus ideales.
sarios que a veces resultan en la Vida. Se rfen — con tristeza unas Rodeada de un mundo cada vez mås hostil y prosaico, se ha esfor-
veces, con bondadosa ironfa otras — de 10 irreal de los fundamen- zado por conservar intacto para el hijo el paraiso de su juventud, y
tos vitales de los mejores seres de su época, y, al mismo tiempo, éste regresa, efectivamente, a casa, pero defraudado y con el ånimo
procuran evitar cualquier posible e innecesario choque suyo con caido. A1 encontrar a su madre moribunda y todavia Ilena, sin
la vulgar realidad, Ilenåndoles de orgullo el que sean diferentes a embargo, de fe en su hijo, interpreta para ella la comedia de las
los simples productos «orgånicos» del momento, los filisteos. A es- «ilusiones perdidas», ayudåndola asi a bien morir, a morir tan
tas mujeres les ocurre en cierto modo 10 que a Sancho Panza, que feliz como la madre de Peer Gynt, con la ayuda de unas fantåsticas
a pesar de su probada mayor previsi6n era siempre consciente, en mentiras.
el orden del sentimiento, de la superioridad de Don Quijote. S610 Este relativismo de ideales carentes ya de arraigo social, de
que por motivos histöricos son en esta afinidad suya con Sancho mentiras vitales y autoengafios no es, desde luego. casualmente
muy superiores en penetraci6n, ånimo, ironia y autoironfa, al mo- un tema comün del tlltimo Raabe y del ültimo Ibsen. Los psicölogos
delo. han visto con toda agudeza c6mo la pretensiön de conservarse fiel
Esta complicada oposici6n de suefio y Vida, ideal y realidad, va a los viejos ideales de la época ascendente de la burguesia Ileva
haciéndose cada vez mås interior y dialéctica en el ültimo Raabe. necesariamente a este problema y al reconocimiento de su insolu-
Puesto que incluso en el plano subjetivo el ideal ha perdido toda bilidad (en el åmbito burgués, desde luego, cosa que estos escrito-
posible influencia en la Vida; puesto que el sofiador ya no con- res no podian, lÖgicamente, saber). Las figuras de Raabe estån
funde su suefio con la realidad y aferråndose a él aün quiere comba- solas frente a la realidad capitalista. Si la fuga a una «quimera» no
tirla; puesto que en medio de sus suefios sabe perfectamente que les resulta posible —y no hay quimera sobre la que no caigan Ias
estå sofiando, bien lejos de la realidad de la Vida, es obvio que ha sombras del autoengafio y de la mentira vital---, no Ies queda Otra
de surgir una nueva y singular imagen del mundo. Lo que en las alternativa que adecuarse a la realidad o perecer. Y Raabe des-
novelas primerizas de Raabe sabfan los otros de los protagonistas cribe, entre melancölico e irönico, toda una serie de vidas en Ias
de espfritu quijotesco, en estas ültimas 10 saben ellos de sf mismos. que la imposibilidad de separar suefio y realidad entre si acaba
Ahora bien, esta transformaci6n de consciencia implica al mismo por conducir, con lenta e implacable 16gica, al filisteismo.
tiempo una transformaci6n de la valoraci6n y de los contenidos. Asi configura el ültimo Raabe un mundo profundamente triste,
En el ültimo Raabe se impone necesariamente el problema ibse- Ileno de decepciones, descarrios, decadencias y autoengafios. Pero
niano de la mentira vital. Ya relativamente pronto («Vom alten también en este punto retrocede ante Ias ültimas consecuencias; a
Proteus», 1875) podemos leer en él: «La ilusi6n nuestra de cada una huida le da el nombre de huida y a una quimera Ie da el nom-
dånosla Sefior»; dos afios después, en «Alte Nester». leemos 10 si- bre de quimera. Sin embargo, tampoco surge una imagen del
guiente: «Mi hogar es mi castillo», reza una frase tan tonta como mundo desesperadamente pesimista, a pesar de que Raabe no ve
278 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 279

ninguna salida real a su dilema. Y no surge gracias a la vinculaciön aparecen forzosamente algunos rasgos comunes entre él y sus
de Raabe con el pueblo. En 1843 califica Marx de apolftico al ele- grandes predecesores.
giaco «Grabgesang» de Arnold Ruge. Y fundamenta asf su opiniön: Y no s610 por puros motivos literarios. Como ya Hegel supo
«Ningün pueblo se desespera del todo, y aunque durante mucho ver muy bien, el humorismo es algo esencialmente moderno. La
tiempo sÖlo espere por necedad, al cabo de muchos afios con una Antigüedad no 10 conoce. Sobreviene con el alumbramiento de
cordura repentina acaba por satisfacer sus deseos». También en Ia sociedad burguesa; refleja ciertos fenömenos sociales de nuevo
Raabe existe, mås allå de la dialéctica de espejismos e ilusiones cufio y da testimonio, al mismo tiempo, de ciertas reacciones ani-
que todo 10 disuelve, esta «necedad» del pueblo: es imposible, micas nuevas; fenömenos y reacciones por completo desconocidos
piensa, que el ntåcleo humano de un gran pueblo se corrompa ver- o de minima importancia en anteriores estadios evolutivos. Estos
dadera y definitivamente, pierda su esencialidad, se descomponga. rasgos comunes al humorismo de toda una época van dåndose cita
Esta «necedad», con la que Raabe «a pesar de todo» (de pasada: de la manera mås natural en sus diversos representantes literarios,
éstas fueron las ültimas palabras de Ibsen al morir) se aviene, en si bien individualmente acentuados e hist6ricamente diferenciados.

su propio humorismo. No podemos elaborar aqui una teoria del humorismo, ni si-
quiera esbozar minimamente una historia de los humoristas. Vamos
sölo a detenernos en algunos momentos esenciales: en aquéllos,
precisamente, que de manera mås directa caracterizan la especifi-
111 cidad de Raabe.
Tenemos, muy en primer término, la gran generalidad de deter-
La derrota movimiento demöcrata revolucionario alemån a
del minaciones microcösmicas. Cuanto mayor evoluciön alcanza la Vida
rafz de los acontecimientos de 1848 y 1849 y la subsiguiente degra- moderna, tanto mås profundamente se dedican los humoristas im-
daci6n del pueblo alemån constituyen el substrato portantes a los pequefios avatares de seres insignificantes, a vidas
de este humorismo de Raabe. Con anterioridad a la presencia de de escaso brillo exterior. Lo cual —ni siquiera la acumulaci6n de
Raabe ya Gottfried Keller profetizaba el florecimiento de una nueva los mås pequefios detalles— tiene nada que ver con el natura-
literatura humorfstica como consecuencia del aplastamiento de la lismo. A1 contrario. Precisamente en los humoristas no aparece
revoluci6n. nunca un detalle aislado, ni una observaci6n por la observaciön
El pesimismo politico de Keller en cuanto a la evoluciön de misma, por la comprobaci6n de hechos. Los humoristas hacen ver
Alemania acab6 confirmåndose, al igual que su predicci6n literaria. siempre la intensa vinculaciön existente entre unas determinacio-
Lo unico que no podia prever exactamente es que un original re- nes sociales de esencial importancia y unos destinos aparentemente
novador de la tradici6n humorfstica de Sterne y Jean Paul pudiera irrelevantes de unos seres aparentemente irrelevantes. Cuanto mås
acabar convirtiéndose en uno de los auténticos escritores populares radicalmente parecen desgajadas entre si la Vida püblica y Ia pri-
de la Alemania de este periodo. vada en el mundo capitalista, cuanto mås se extiende Ia apariencia
La alusi6n a Sterne y a Jean Paul por parte de Keller no im- de que los destinos personales sometidos al azar no son sino ejem-
plica ninguna concreta influencia literaria de éstos sobre Raabe, ni plos abstractos, sometidos a leyes abstractas, tanto mås fuerte es
la comün pertenencia a una linea historico-literaria. Mehring ha el intento de los humoristas de evidenciar por via literaria las ten-

resaltado la existencia de ciertas divergencias estilfsticas entre dencias generales de la evoluciön social, el movimiento de la Vida
Jean Paul y Raabe; desde otro punto de vista yo mismo me he re- humana a unas determinadas leyes, sirviéndose de acontecimientos
ferido —en mi trabajo sobre Gottfried Keller— al contraste for- de poca monta. Siendo éste su punto de vista, Raabe puede decir
mado por ambos. con razön: «éQuién es un humorista? El que clava los mås peque-
El humorismo de Raabe es de todo punto original y, a pesar hos de todos los clavos en la pared o en los cråneos del ilustre
de su tan a menudo subrayada admiraciön por Sterne y Jean Paul, püblico y cuelga en ellos el guardarropa entero de la época y de
independiente de ambos. Como es 16gico, al procurar un autor im- todas las épocas pasadas».
portante escribir una novela humoristica en las nuevas circunstan- La presencia de la Vida püblica es, sin duda, demasiado parca.
cias alemanas, a rafz de Ia derrota de la revoluci6n democråtica, Y no sölo en Raabe, aunque en él, sin duda, de manera especial-
280 Georg Lukåcs Realistas alentanes del siglo XIX 281
mente marcada. También en Dickens la Vida püblica cede por com-
del siglo XIX, y su peso resulta perceptible, con tantas variantes
pleto, con muy pocas excepciones, a la privada. Lo cual obedece, sin
como se quiera, sobre casi todos los escritores importantes de la
duda, a la creencia de que la Vida püblica de la sociedad burguesa
época. Ahora bien, este hecho hist6rico no impide la existencia
evolucionada apenas tiene nada que ver con los verdaderos grandes
de rangos diferentes. Rangos perceptibles con s610 comparar la
intereses del pueblo, y que los procesos sociales auténticos y real-
(a pesar de su riqueza) limitada y mezquina estructura de la ima-
mente trascendentales no se desarrollan en la visible superficie de
gen global del mundo y de la sociedad ofrecida por Raabe con la
los parlamentos y tribunales, sino en las callejas abandonadas
«totalidad de los objetos» configurada por Keller y Dickens.
de los barrios extremos, en las miseras viviendas.
Como decfamos, en el humorismo de Raabe hay, sin duda, un
Esta tendencia general del humorismo moderno resulta percep-
punto de filisteismo. En su anålisis de algunas figuras de E. Th.
tible en Raabe —a consecuencia, sin duda, de las ya descritas cir-
A. Hoffmann, Tschernyschewski ha hecho ver de manera penetrante
cunstancias alemanas y de las consiguientes reacciones del escri-
c6mo el filistefsmo de aquéllas ha de ser interpretado en relaci6n
tor— con una especial pregnancia. Incluso cuando no se limita a con la ausencia, en su psicologfa, de criterios sociales de caråcter
introducir simplemente en la acci6n acontecimientos de orden
general. Después de todo 10 dicho no serå necesario insistir dema-
püblico, sino que los elige como tema real de su obra (la fundaci6n
siado en que ni en el mismo Raabe ni en sus figuras mås positivas
de Ia «Uni6n Nacional» en los «Gutmanns Reisen», por ejemplo, o
se da ausencia semejante. Lo que entra en discusi6n es, finica-
la ya citada conmemoraciön schilleriana), la riqueza microc6smica
mente, la mayor o menor medida en que dichos criterios existen
de la pequefia Vida privada e individual sigue siendo 10 esencial
en sus figuras, y la fuerza con que pueden manifestarse en la Vida.
para él; el acontecimiento püblico no pasa de constituir un tras-
El propio Raabe ha visto claramente este aspecto de sus figuras
fondo que le sirve de contraste humoristico. Cuando en su «Schüd-
modernas. En su narraci6n historica «Unseres Herrgotts Kanzlei»
derump» dice Raabe que la guerra entre las ranas y los ratones
una mujer cargada de preocupaciones expresa asf la envidia que
les resulta mås interesante a los dioses olfmpicos que la de Troya,
le da su propio y no menos preocupado marido: «Y ahi 10 tenéis,
estå expresando de la manera mås clara este mismo talante suyo.
charlando, pensando, alborotando, y olvidando sus propias penas
En esto no deja de haber, sin duda, un punto de filistefsmo por no tener en cuenta sino el bienestar y las penas de todos».
que, desde luego, ha influido negativamente, en el plano artistico,
Raabe sabfa perfectamente que en la Alemania de su época nin-
sobre la técnica narrativa de Raabe. A consecuencia del intimismo
guna de sus figuras femeninas podia decir eso de su marido. Pero
de su visiön general de la Vida y de su lejanfa de la cosa püblica, el
esta evoluci6n de la sociedad influye necesariamente sobre el escri-
mundo por él configurado adolece de cierta estrechez y mohosidad. tor; la general pérdida de valores de la Vida püblica, asi como la
Raabe sabe describir de manera extraordinaria, a Ia vez penetrante
peculiar falta de participaciön de sus figuras en ella, han de refle-
y muy diferenciada, la totalidad de los objetos y acontecimientos jarse en la propia estructura de la obra.
de la Vida exterior. Pero su visi6n social del mundo le dicta unas
De ahi que la configuraci6n humoristica de la dialéctica del
acciones (tramas o argumentos) en las que los objetos y aconte- ideal y del suefio, de la mentira vital y de Ia realidad, la dialéctica
cimientos de la gran Vida püblica han de faltar por fuerza, y cuyos humoristica de la reconciliaci6n o no reconciliaci6n con 10 real,
escenarios son preferentemente los cuartos Ilenos de humo de 10s
tan tfpica de Raabe, haya de ser una y Otra vez puesta en relaci6n
jÖvenes, las grandes mesas de reuni6n de los cafés, etc. Lo que
con la pregunta sobre el filistefsmo. iQué entender como tal?
Raabe perdfa con ello en el plano épico-artistico resulta evidente en CA quién cabe llamar filisteo?
virtud de sus propios relatos, del mundo amplio, libre y variopinto
de tantas de sus narraciones hist6ricas de Ia época precapitalista.
Raabe es consciente siempre —incluso en su ültima época —
de los rasgos filisteos de sus figuras positivas: el filisteismo con
El que Raabe escogiera este camino certifica su implacable since-
que éstas resuelven sus problemas vitales. No estå, sin embargo, en
ridad y su falta de compromisos literarios. Hay que insistir, por condiciones de dar a este problema una respuesta que realmente
Otra parte, en que esta tendencia, con todos sus aspectos negativos, pueda satisfacer su sinceridad humana y literaria.
no es en absoluto privativa de Raabe, no obedece, en modo alguno, No es dificil adivinar el motivo. Raabe percibe con gran pe-
a su solo humorismo; constituye, por el contrario, una de las cc.)- netraciön y agudeza el dilema radical ante el que se encuentran
rrientes dominances de la literatura occidental de la segunda mitad
Ios hombres de la sociedad capitalista, un dilema que Lenin ha
19 • 2PALtSTAS
282 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigto XIX 283

formulado asf: «La Vieja sociedad descansaba sobre este principio: de los escritores alemanes que mås alejados estån de cualquier
o robas tü al otro,o él te roba a ti; o trabajas tü para Otro, u otro posible filistefsmo. A pesar de todos estos yerros, en su enjuicia-
trabaja para ti; o eres duefio de esclavos o eres tü mismo un es- miento de la literatura alemana no deja de haber cierta exactitud.
clavo». De acuerdo con su horizonte social y su apreciaci6n del Marx y Engels se han referido varias veces a los rasgos filisteos
mundo, Raabe se esfuerza por no responder categ6ricamente a este de algunas grandes figuras alemanas como Goethe y Hegel; sin
dilema, fiel asi a un extendido espejismo — nocivo y reaccionario— dejar, por Otra parte, de reconocer que este filistefsmo se mani-
de la intelectualidad burguesa. Ahora bien, si en Raabe ünicamente fiesta en la manera, por ejemplo, de reconciliarse Goethe y Hegel
existiera este espejismo, si se limitara a configurar la realizaci6n con la realidad.
de este ideal, o su mero y trågico aniquilamiento en el choque con De todos modos, la praxis literaria de Raabe se alza muy por
la realidad, Raabe nos resultarfa menos interesante. encima de sus consideraciones te6ricas y, al mismo tiempo, estå
En todos los casos Raabe es, sin embargo, implacablemente mås estrechamente vinculada a las grandes corrientes de la litera-
consciente del problematismo de la concreta salida escogida, aun- tura universal... propicias a la configuraciön de visiones del mundo
que no pueda percibir la falsedad general de este intento de dar de tono humoristico.
una respuesta al dilema del capitalismo. De ahi que en casi todos Tampoco a este respecto podemos resaltar sino unos pocos mo-
los libros importantes de Raabe se dé un gran contraste entre sus mentos. El ininterrumpido recurso al relativismo y su consiguiente
diversas figuras; figuras que ante el problema central de como Ile- superaciön, asi como la justificaci6n y el rechazo relativos de las
gar o no a una reconciliaciön con la sociedad capitalista, reaccionan diversas posturas frente a la realidad son de todo punto caracte-
de modos muy diversos tanto en la Vida como en el pensamiento. rfsticos del humorismo de Raabe. «Tristam Shandy» de Sterne es
Las diferentes figuras positivas de Raabe, diferentes también en el la primera obra clåsica inspirada en este talante. Hettner ha ob-
grado de afecto que hacia ellas siente su creador, buscan siempre servado muy justamente que la idea eje de la composiciön de
una salida individual y humana que les ponga a salvo tanto del Sterne no es Otra que Ia relativizaciÖn del vinculo existente entre
dilema del capitalismo como de la caida en el filistefsmo, filistefsmo Don Quijote y Sancho Panza; cada uno de Ios hermanos Shandy
que realmente les amenaza dado el caråcter ilusorio de su preten- es un Don Quijote para sf mismo y un Sancho Panza para Ios
otros.
dida posici6n intermedia. Para Raabe, sin embargo, ninguna de
estas salidas estå realmente conseguida, y él mismo resalta todos Este es el modelo literario de la dialéctica del filisteismo vålido
sus rasgos filisteos. En ello estriba, precisamente su humorismo. para Raabe. Aunque, de todos modos, Raabe es bastante mås inti-
En la mayorfa de sus figuras positivas resalta al mismo tiempo, mista. En muchas de sus figuras se dan cita ambos talantes, y
como es 16gico, todos aquellos elemetnos o tendencias capaces de luchan y mantienen una relaciön dialéctica entre sf en el interior
superar el filisteismo, o que intentan, al menos, superarlo, impi- de la propia figura. Ahora bien, incluso en esto, en 10 que sigue Ja
diendo sus nocivos efectos con un modesto y problemåtico éxito linea de Sterne, configura siempre un problema objetivamente in-
parcial. soluble (desde este punto de vista social, claro es) en su movi-
A Raabe no se Ie ocult6, pues, esta vinculaciön no s610 de su miento y autorreproducci6n. Su humorismo no es, en realidad,
mundo, sino también de su visiön del mismo, con el filistefsmo Sino la configuradora confesiön de la insolubilidad del problema.
pequefio-burgués. En «Abu Telfan» ofrece un interesante cuadro De ahf que este humorismo jamås deba ser enjuiciado desde un
comparativo entre los clåsicos alemanes y los del occidente europeo punto de vista exclusivamente formal, ya que su profundidad de-
en el que alude al nücleo de filistefsmo perceptible en Goethe, Lu- pende siempre de la medida en que un problema auténtico sea
tero, Jean Paul, etc., y 10 presenta como una peculiaridad nacional. configurado en su real insolubilidad. Esta constante relativizaci6n
Sus observaciones son muy interesantes, pero, en 10 esencial, fal- de las diversas posiciones individuales, este constante recurso a la
sas. Raabe comienza por confundir la vinculaci6n a la tierra y el regla seguido de su constante superaci6n, tienen su reflejo en todos
arraigo en la Vida cotidiana del pueblo trabajador con el filis- los problemas estilfsticos de la obra de Raabe. Desde un principio
teismo; infravalora, por Otra parte, la auténtica vinculaci6n a Ia siente una fuerte inclinaci6n a utilizar sfmbolos, inclinaci6n que,
tierra de los grandes extranjeros. La falsedad de sus razonamientos como en la mayoria de sus contemporåneos, hunde sus rafces en
Ilega al limite cuando afirma que Schiller forma parte del grupo la dificultad y problematismo de unir 10 individual a la general y,
284 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX
asimismo, en el intento de sustituir la escasa unidad inmanente
por el sfmbolo artistico. Pero Raabe siente al mismo tiempo una nostalgia de las figuras positivas de Raabe jamås puede ser sacia-
pareja inclinaciön hacia la critica humoristica de sus propios sim- da; son irremediablemente deshechas por la Vida. Pero en algu-
bolos, critica encaminada a disolverlos humoristicamente. De ahi nas de ellas no deja de tener este hecho un matiz singular: Ia
que en «Drei Federn» describa del siguiente modo el proceso de distorsiön no es ajena al mås profundo nücleo de las personas, no
es simplemente una distorsiån de su esencia; el ser humano busca,
creacién de simbolos: «iCömo nos movemos y esforzamos por arre-
antes bien, un asilo en la distorsiön, una salvaciön de su propio
glar nuestra Vida una vez que nada hay ya en ella que mover o
arreglar! Intentamos convertir 10 mås corriente en un simbolo, con valor humano, de 10 que mås valioso hay en él, frente a los influjos
el deseo de acceder por fin asi a una débil satisfacciön. De igual
de la sociedad capitalista. La extravagancia de las figuras positi-
manera que los poetas y narradores buscan y encuentran para las vas de Raabe no es, pues, sino una valla que protege el oculto
jardin de sus almas de los brutales ataques del mundo. La humo-
acciones de sus protagonistas motivos a la vez profundos y com-
plejos, nosotros buscamos y encontramos Ios motivos de la evolu- ristica iluminaciön de su extravagancia revela, precisamente, 10
problemåtico de esta protecciön.
ciÖn de nuestra propia personalidad, y creemos ser tanto mås
objetivos cuanto mås subjetivamente hemos echado el batin sobre Ya en Jean Paul encontramos este aspecto positivo del nuevo
nuestra Vieja osamenta y mås cömodamente nos hemos hundido humorismo; el siglo XVIII subray6 mås su vena agresiva en la cri-
tica social, en Ia risa y en la burla. Con verdadera claridad ha
en el gran sillön familiar». Por esta via humoristica disuelve Raabe
los simbolos que él mismo ha creado.
expresado Heine este nuevo talante en sus reflexiones sobre Don
Quijote: «jEsos frios y Iücidos fi16sofos! iQué compasivamente se
Pero esto no es mås que un aspecto. Porque Raabe jamås se
sonrien desde sus alturas de las locuras y escrüpulos del pobre
abstiene de emitir juicio; Siempre toma partido, si bien siempre
con reservas de caråcter humoristico. Una importante via a este Don Quijote, y a pesar de toda su escolar sabiduria no se dan
cuenta, sin embargo, de que ese quijotismo es 10 mås valioso de
respecto es la creaciÖn de tipos «originales», extravagantes.
la Vida, es incluso Ia Vida misma...»
Pero también esto es un Viejo tema de Ia literatura comica
Ésta es también Ia posiciön de Raabe, uno de los escritores
y humoristica. Un contemporåneo de Shakespeare, Ben Jonson,
preferidos, por cierto, de Heine: la relativizaciön literaria del filis-
defini6 el humorismo como fruto del predominio absoluto, en las
personas, de una determinada caracteristica sobre todas sus otras tefsmo, el desvelamiento de su presencia en los mås «acabados»
facetas, rasgos espirituales y fuerzas. Este dominio de un deter-
ejemplos de su superaciön y el desvelamiento, al mismo tiempo, de
minada caracteristica como fuente de comicidad es un recurso 10 que hay de humanamente valioso en Ios tipos extravagantes y
filisteos.
bien antiguo. Hunde sus rafces en la distorsi6n de Ios seres hu-
manos en y por la sociedad clasista. Ahora bien, en tanto la distor- La medida de Raabe es, por supuesto, exclusivamente moral, es
siÖn humana s610 sea configurada como tal, es decir, en cierto decir, de naturaleza moral de tipo general: la supervivencia de 10
modo desde fuera y de manera puramente negativa, s610 puede humano en el mundo capitalista. Su configuraciön humoristica
surgir comicidad, ironia o såtira, pero en modo alguno humorismo.
no es sino una relativizaciön constante de 10 vivo con Ia ayuda de
ünicamente cuando Ia lucha entre Ia permanencia de los seres 10 fantasmal. Sin que ello quiera decir que el humorista Raabe
caiga en el relativismo. Sabe muy bien qué es 10 que en realidad
humanos en la serenidad y armonfa, por un lado, y su desfiguraciön
estå vivo y qué es 10 exclusivamente fantasmal: «Cuando 10 vivo
y reducciön a la unidimensionalidad en manos de Ia sociedad, por
otro, se convierte en un problema de la intimidad, cobra Vida del
aparece entre 10 muerto, los seres humanos estån demasiado dis-
puestos siempre a tomar 10 primero por un fantasma». En el exa-
especffico humorismo moderno.
Ahora bien, la aspiraciön central de las figuras de Raabe es la men de la distorsi6n que sufren los seres humanos en la sociedad
capitalista 10 que le importa es, pues, discernir si ésta Ileva fuera
armonia interior: «Equilibrio y mesura» es, precisamente, 10 que
de la Vida a la Vida aparente de 10 fantasmal o a la problemåtica
busca el protagonista de «Hungerpastor», y en «Abu Telfan» Ia
nostalgia de humana armonia vibra en intima relaci6n con la Vida salvaciön del nücleo de la Vida en la marginalidad. De hf que en
Raabe, al igual que en E. Th. Hoffmann, aunque sin Ia fabulosa
social: «En verdad que es un placer sentirse vivo todavia en la
fantasia de éste ni su abandono de Ia realidad exterior de Ia Vida
propia piel y en la propia naci6n». Sabemos muy bien que esa
cotidiana, juegue un papel tan importante el elemento fantasmag&
286 Realistas alemanes del siglo XIX
Georg Lukåcs

rico operante en las letales distorsiones de la existencia capitalista,


gen clasista permanecen en el åmbito limitado de los pequefios
intereses o Ilegan a ampliarse a los grandes problemas nacionales;
este efecto fantasmal de la auténtica humanidad en la muerta y
10 que desde el ångulo de visi6n concreto de un determinado escri-
podrida ciénaga del mås torpe filisteismo.
tor (una determinada clase en un determinado estadio evolutivo)
Mås allå de todo esto, sin embargo, 10 vivo tiene siempre en
resulta perceptible de los grandes problemas nacionales; como ha
Raabe un matiz plebeyo y de oposici6n, que informa hasta Ios
configurado el escritor estos problemas; en qué medida inciden
mås pequefios y en apariencia casuales fen6menos de la Vida, es
mås, que se manifiesta precisamente en ellos de Ia manera mås de forma tfpica en la Vida popular, la reflejan y confieren a sus
evidente —ya que los grandes conflictos püblicos faltan en su
problemas una validez general. Todo esto —hay que subrayarlo
una vez mås dentro de los lfmites impuestos por la pertenencia
obra Asi se burla Raabe, por ejemplo, ininterrumpidamente del
a una clase dada y por la historia misma.
entusiasmo vacio, infructifero y desgajado de la Vida de Ios filisteos
Existen, desde luego, bur6cratas de la literatura que sustentan
ante la hermosura de la naturaleza. El protagonista de su «Stopf-
la opiniön de que un Balzac o un Tolstoi hubieran Ilegado a ser sin
kuchen» dice en una de estas ocasiones refiriéndose al esplendor
del sol en el ocaso: «Naturalmente que es hermoso; qué maravilla
duda escritores de mås envergadura con Otra visi6n del mundo,
objetivamente superior. Con ello 10 ünico que demuestran es su
poder gozar aquf... de la libertad por fin ganada, sentirse real-
ignorancia de 10 que realmente es la vinculaciön del escritor al pue-
mente humano. Mira como ilumina las ventanas... de la prisiön
blo y la relaci6n dialéctica de ésta con la visi6n del mundo y la
provincial. iUn puro encanto!» Y, desde luego, no hay que olvidar
modalidad configuradora. Todo escritor popular es un Anteo que
que la concepciån del «parafso infantil» representada por Raabe
recibe su fuerza del constante contacto con la madre tierra. Y este
tiene este mismo acento plebeyo y de oposici6n: los nifios de la
suelo no siempre es tan puro como la calzada recién barrida de Ia
capa superior no gozan en él cabrfa decir— de verdadera infan-
perspectiva Newski. El escritor puede y debe alzarse en su pensa-
cia; su rigidez comienza con el propio proceso de su educaci6n.
miento y en su configuraci6n sobre su inicial punto de partida,
La afirmaciön humorfstica de determinadas figuras positivas no
es, en Raabe, sino la autoafirmaci6n de esas considerables cuali-
pero si Ilega a separarse plenamente de este suelo nutricio, pierde
su especifica fuerza literaria. En este sentido estå Tolstoi vincu-
dades humanas y morales del pueblo alemån que por fortuna se
han preservado a través del diffcil y contradictorio camino de lado a Ios aspectos positivos y negativos del campesinado ruso de
su época, y Raabe a los de la pequefia burguesfa alemana de la
su formaci6n como tal pueblo y de su apropiaci6n de la civilizaci6n
suya. A1 adoptar esa postura, el buröcrata de Ia literatura confunde
capitalista, oculta bajo la capa protectora del marginalismo o de
la extravagancia. Su infatigable desvelaciÖn de estos soterrados a Tolstoi consigo mismo, que puede escribir desde cualquier punto
momentos de la —desde un punto de vista historico, relativa— de vista. Lo que escribe estå, desde luego, en consonancia.
A1 explicitar las rafces clasicistas del caråcter popular de Raabe
permanencia del caråcter nacional convierte a Raabe en un escritor
profundamente popular. Como denunciador intrépido de la influen- hemos concretado al mismo tiempo su rango literario. Pero, una
cia sobre el caråcter nacional de ese Iodo del filistefsmo que por
vez mås: decir «popular» no es calificar, en modo alguno su obra,
ni equipararla asi a la måxima perfecci6n artfstica. En relaci6n
todas partes 10 rodeaba es, sin duda, un importante realista y hu-
morista. El calificativo de «popular» no debe ser entendido aquf
con las cumbres de la literatura alemana, la posici6n de Raabe
metafisicamente, es decir, como sin6nimo de «lleno de virtudes», puede ser modesta, pero no por eso deja de ser un importante
sino como una concreta caracterizaci6n necesitada, en cada caso, escritor popular.
de anålisis pertinente. La idea del pueblo unitario es, en una so- En opini6n de Raabe, la literatura ha de mirar siempre hacia
delante. Sin embargo, Ia configuraciön de la gran ruta de la hu-
ciedad clasista, pura leyenda reaccionaria. Ahora bien, precisamente
en las formas concretas de la evoluciön y lucha de clases hay siem- manidad en este sentido jamås alcanza en él la altura de Balzac
pre problemas y soluciones de caråcter nacional mås o menos o Tolstoi, Dickens o Keller. Previene contra el desespero, contra
la inacci6n, contra la rigidez, contra los compromisos, contra la
vålidos desde un punto de vista general. Todo escritor popular se
acerca al pueblo partiendo del ser y de la consciencia de una clase
capitulaci6n, pero el hacia delante que configura carece de direc-
determinada. Raabe, por ejemplo, 10 hace como intelectual pe-
ci6n clara. Es un simple esperar en el sentido de la anterior cita
de Marx.
quefio-burgués. Lo que importa es ver si los puntos de vista de ori-
288 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 289

Tampoco su caråcter plebeyo puede marcar una direcciön a torico del pueblo alemån ha seguido un camino sobremanera diff-
este respecto. Las figuras positivas de Raabe jamås se insertan cil. En novela de Arnold Zweig, «Erziehung vor Verdun», escribe
la

en la Vida püblica. A pesar de las limitaciones de Raabe, todo esto el precozmente cafdo poeta Christoph Kroysing sobre las raices del

estå bien motivado desde un punto de vista plebeyo y resulta bas- escritor alemån en el pueblo: «La verdad es que esta raiz se me

tante verosfmil. También parece evidente que estas personas s610 antoja similar a un hilo largo y delgado como un cordel, que supe-
pueden decidirse a actuar püblicamente Ilevadas de un auténtico rando muchas dificultades va consiguiendo trenzarse y s610 mucho
entuasiasmo. Pero ni en Ia imagen del mundo de Raabe ni en Ia después y en algün otro y alejado lugar harå crecer una hermosa
de sus figuras hay una brüjula que permita averiguar si la entrega planta».
sincera a una tarea determinada es al mismo tiempo una entrega El nombre de Raabe no es citado aquf, pero sus posibilidades
a la tarea debida, es decir, a la verdadera liberaciön humana. La de influir sobre el presente y el futuro quedan justamente com-

elecciön del campo en el que luchan sus figuras positivas es, desde prendidas en el anterior contexto. Jamås alcanzarå, en Ia literatura
luego, la debida. De Bolivar al alzamiento polaco de 1830, y de ahi alemana, el rango de un Hoffmann o de un Keller. Pero de sus
al campo de Grant en la guerra norteamericana contra la escla- raices crecerån flores y frutos; la gloria a que aspiraba, le serå
vitud, los héroes de Raabe luchan siempre en la parte justa de concedida.
las barricadas. Las motivaciones que rigen su elecci6n no son, sin (1939)
embargo, 10 suficientemente claras como para poder cifrar en ellas
una lücida e irreversible perspectiva de futuro. (En esta falta de
claridad se basan Bartels y Nodler para reivindicar a su manera
la figura de Raabe.)
Estas figuras son, pues, las de unos «pequefios burgueses Jlenos
de vacilaciones», dice encogiéndose de hombros el aficionado a los
esquemas. Y también algunos discfpulos y epigonos de Ia Ilustra-
ci6n que han olvidado que «Le neveu de Rameau» y «Tristam
Shandy» fueron cumbres de la literatura de dicho periodo repiten
este esquema y estån sin mås incluso dispuestos a adscribir la
pequefia burguesia en bloque a la reacciön. Asf, por ejemplo, el
conocido escritor progresista O. M. Graf escribe en su novela «An-
ton Sittinger»: «Toda la astucia y toda la prudencia, toda la incre-
dulidad y toda la bajeza de una clase en decadencia se dan cita
en ellos... Parecen inofensivos y su venenoso egoismo adopta la
apariencia de honradez. Son los nihilistas mås torpes y nefastos
que existen bajo el sol. Si se pretende transformar el mundo,
hay que contar politicamente con ellos, sin entregarse, desde lue-
go, a la locura de pensar que puedan servir para la consecuci6n
de un futuro mejor. Ni siquiera son un presente de fermentaci6n,
"10 pertenecen al pasado, de ahi que sean los mås infatigables
enterradores de todo orden social justo».
No sölo la magnitud literaria de Raabe, sino también su
gresismo social y el acento actual de su perplejidad y el «simplista»
caråcter de su espera invalidan el juicio anterior. Hasta el encuen-
tro de sf mismos en su real liberaciön, los caminos de los pueblos
son laberinticos.
Desde la guerra de los campesinos y la Reforma, el destino his-
El Viejo Fontane

«Nuestra producciön literaria... corresponde


a nuestra naturaleza, pero no necesariamen-
te a nuestro gusto... si nuestro gusto... deter-
mina nuestra producciön, la naturaleza, que
ha seguido otros caminos, nos abandona, y
fracasamos. Hemos seguido nuestra voluntad,
pero el fruto ha nacido muerto.»

El fen6meno literario de Fontane es casi ünico en toda la his-


toria de la literatura, dado que comienza a crear su obra mås
importante a partir de los sesenta afios y no alcanza su punto
culminante hasta bien entrado ya en la vejez, a sus casi ochenta.
Thomas Mann ha descrito con gran belleza este fen6meno: «AI
igual que hay adolescentes natos, que alcanzan su plenitud muy
pronto, y no maduran, ni menos aun envejecen, sino sobrevivién-
dose a sf mismos, asi hay evidentemente naturalezas, ancianos
clåsicos, dirfamos, en Ias que s610 Ia vejez resulta adecuada para
desplegar ante la humanidad, de Ia manera mås plana, Ios rasgos
mås nobles de este estadio vital, es decir, todo 10 que en él hay
de bondad, ternura, humor, sentido de la justicia y sabidurfa sote-
rrada, ese ültimo retorno, en fin, de la espontaneidad e inocencia
infantiles».
Todo esto es indiscutiblemente cierto. Pero con ello Thomas
Mann se limita a describir el fen6meno Fontane, sin entrar a ex-
plicarlo. Explicaci6n imposible, desde luego, a partir del individuo
solo, de su nuda biograffa. Porque el talento —
incluso individual-
mente considerado— no es sino una compleja y tupida interre-
laci6n de factores estéticos, morales, intelectuales, etc., y s610
resulta determinable a partir del anålisis de la relaci6n dialéctica
existente entre el individuo de talento y la sociedad concreta en la
que tiene lugar su propia evoluci6n. Es bien sabido que una época
determinada puede despertar talentos o sofocarlos. Seria un error
pensar, por ejemplo, que a rafz de la Revoluci6n Francesa un nt-
292 Realistas alemanes det siglo XIX 293
Georg Lukdcs

mero considerable de tenientes y suboficiales manifesto de repente maciones notables e incluso decisivas, a cambios y virajes radica-
un gran talento militar. Las bases psic016gicas, etc., de estos ta- les, y, a pesar de todo, en el individuo siguen vivas ciertas ten-

lentos existian ya, bien en determinados individuos, bien en las dencias båsicas y ciertas proporciones. Consideradas desde el punto
masas, antes y después de las guerras revolucionarias; s610 que de vista del talento, es indiscutible que estas condiciones dictadas
éstas utilizaron e hicieron fructificar los talentos latentes. Un ejem- por la propia evoluciön de la sociedad pueden ejercer una influen-
plo de todo 10 contrario puede ayudar a iluminar este fen6meno: cia enriquecedora o negativa. Herwegh, por ejemplo, estaba muy
Balzac y Stendhal ofrecen una clara imagen de 10 que la época de dotado para la Ifrica de tipo ret6rico y abstracto. Dotes que coin-
la restauraci6n hizo con numerosos talentos. cidieron de la manera mås feliz con las condiciones ideolögicas y
Limitar este planteamiento del problema a la posible fructifica- sociales de los primeros anos preparatorios de la revoluci6n demo-
ci6n de los talentos en una época dada serfa, sin embargo, una cråtica alemana, a comienzos de la década del cuarenta. La concre-
forma de actuar un tanto mecånica. Porque la relaciön dialéctica tizaciön de estas tareas durante Ia revoluci6n misma y con poste-
a que nos referimos es mucho mås profunda de Jo que general- rioridad a su derrota, quedaba fuera de Ias posibilidades de este
mente se piensa. Detrås del hecho de que un talento alcance su tipo de talentos. De ahi que el atasco de la evoluci6n de Herwegh
punto culminante en la juventud, estå siempre el problema de una no pueda ser explicado separadamente por Ias caracterfsticas sub-
relaciön dialéctica de este tipo. No cabe duda de que las cualidades jetivas de su talento ni por las condiciones de la época en que le
originarias de una personalidad dada (asi como las adquiridas en toc6 vivir, sino a partir tan s610 de la concreta relaciön dialéctica
virtud de su pertenencia a una clase determinada en una sociedad entre ambos factores.
concreta) juegan un papel muy importante. Pero jamås resultan Conviene, pues, a este respecto, tener por un lado siempre en
determinantes por sf mismas; su influencia se desarrolla, por el cuenta, que el factor subjetivo, es decir, el talento no es algo ya
contrario, en el åmbito de esta relaci6n dialéctica. para siempre dado en y para sf, sino el resultado, por el contrario,
Se dice —y con raz6n— que ciertas épocas son favorables de muy complejas relaciones reciprocas entre Ias fuerzas espiri-
para la evoluci6n de los talentos artisticos, en tanto que otras tuales mismas del individuo, y entre el individuo y su siempre
no. Es preciso afiadir, sin embargo, acto seguido, con el fin de no cambiante entorno social. Por otro, que en la influencia de la mu-
reducir el concepto de periodo histörico a una abstracci6n, que taciön temporal sobre el talento, es decir, el que éste logre o no
no es 10 mismo haber vivido Ia Revoluciön Francesa, por ejemplo, fructificar en virtud de dicho influjo, es cosa inseparable de las

como arist6crata que como plebeyo parisino. Y, por supuesto, no posibilidades innatas. Subrayamos la palabra posibilidades. Porque
sÖlo desde un punto de vista eståtico, directo y determinante, sino incluso el mås brusco viraje, o la transformaci6n mås radical, pre-
fundamentalmente dinåmico, es decir, como evoluci6n objetiva suponen Ia existencia de ciertas posibilidades, ciertas reservas
que determina las Ifneas esenciales de Ia subjetiva. Sin embargo, espirituales, intelectuales, morales, etc., en el individuo, posibili-
y teniendo integramente en cuenta las diferenciaciones resultantes dades y reservas de las que él mismo puede no haber tenido ningün
en virtud de todo esto, el caråcter positivo o negativo de una época conocimiento hasta ese mismo momento. (Piénsese en la evoluci6n
determinada subsiste. Y subsiste como marco abstracto, general de Thomas Mann a partir de la Primera Guerra Mundial imperia-
e intensamente influyente, al mismo tiempo, sobre 10 particular y lista.)
concreto. El que su época 10 coarte o fomente, le haga posible
desarrollarse al hilo mismo del tiempo 0 10 reduzca a la necesidad
de ir luchando contra la corriente, no dejan de ser factores de 1
importancia determinante para todo talento.
Lo cual no significa, ni con mucho, el que el individuo dotado Hay que acercarse al Viejo Fontane a partir, precisamente, de
de talento sea simplemente un producto de su época, de su situa- todo esto.De tal manera que nuestra investigaci6n no gire unica-
ci6n social, de su clase. Todo individuo trae consigo al mundo mente en torno a la naturaleza del Viejo Fontane, y sus diferencias
ciertas cualidades, que posee en una proporci6n determinada y de respecto del joven, sino que se plantee también c6mo ha podido
acuerdo con una estructura especifica. La relaci6n dialéctica en cristalizar el Viejo Fontane, en virtud de qué relaciones dialécticas,
que se encuentra con su entorno social puede dar lugar a transfor- entre qué fuerzas objetivas y subjetivas.
294 Georg Lukåcs Realistas alemanes det siglo XIX 295

Thomas Mann describe esta contradicciön de la manera mås fuerte, es la descripci6n. Su contenido puede tener fallos, pero
plåstica: «Compårese el rostro enfermizo, pålido, sofiador y un domino los aspectos externos». A de autocriticas sigue
este tipo
tanto impersonal del joven con la cabeza magnffica, firme, bonda- intregåndose con el paso del tiempo, a pesar de que incluso en su
dosa, dotada de alegre y limpida mirada del anciano..., y no se edad madura piense que de sus poemas «quedaria alguna cosa».
tendrå la menor duda acerca de cuåndo este hombre y este espi- De manera, pues, que si por una parte el «Tunnel» le ayud6 a
ritu estaba en su propia cumbre, en la posesi6n de su mås definida progresar en su propia obra y a reforzar, en cierto modo, sus pun-
plenitud personal». Si acto seguido nos preguntamos por el origen tos de vista artisticos, por Otra no dej6 de aumentar su juvenil
de dicho caråcter impersonal, habremos de ultimar asf la fija- alejamiento de la Vida, en direcci6n bien distinta, por supuesto,
ci6n de los hechos: reconociendo que el joven Fontane, a pesar a la de su época de Herwegh. En su autobiograffa, no escrita
de todo su talento y amabilidad, no representaba Otra cosa que el hasta la ancianidad, dice Fontane sobre sf mismo y sobre su inti-
— no demasiado extraordinario — promedio de la juventud de 1848. mo amigo de entonces Bernhard von Lepel: «Ya en los primeros
El que por diversos problemas de tipo familiar no le fuera posible arios de nuestro trato nos sentimos coincidir enseguida en Ia si-
cursar estudios universitarios, viéndose empujado al periodismo, guiente frase: Todos los acontecimientos tenfan valor y significa-
una vez fracasada su carrera de Farmacia, es algo que, en realidad, ci6n para nosotros en la medida s610 en que podfan procurarnos
le procurö no pocas ventajas sobre muchos otros miembros de su material para nuestro trabajo».
generaciön. Una experiencia mayor y mucho mås rica de la Vida, Las consecuencias de toda esta orientaci6n suya se hicieron
por ejemplo, o la necesidad de contemplar desde abajo el mundo evidentes en las jornadas de marzo de 1848. Fontane, que por en-
de la «sociedad» arrivista, asi como la ocasi6n de mantener una tonces rozaba casi los treinta afios, y no era ya, por tanto, ningün
relaciön mucho mås proxima y personal con un mundo plebeyo adolescente, se entreg6 a la lucha con un entusiasmo y un ingénuo
y, sobre todo, pequefio-burgués. desconocimiento del mundo verdaderamente juveniles. Extrajo de la
La visi6n del mundo del joven Fontane adolece de una terrible victoria del pueblo berlinés unas consecuencias propias del infan-
inconsistencia, ya que no hay clase ni capa social en la que pueda tilismo politico de cualquier adolescente alemån de entonces for-
sentirse profundamente arraigado y Ia influencia que el ser social mado en un ambiente intelectual. En su autobiograffa se ha referi-
ejerce sobre él no pasa jamås de ser indirecta, de tal modo que do de manera muy clara a este antiguo talante suyo, sin pretender
nunca la percibe conscientemente. A pesar de todo es, en buena autoengafiarse en modo alguno: «No me abandonaba la sensaciön
medida, un intelectual tfpico, con la ventaja, sin embargo, (y con el de que todo 10 que se consideraba entonces como una victoria no
inconveniente, al mismo tiempo) de no haber Ilegado nunca a con- era sino algo que habfa resultado posible en virtud del alto consen-
vertirse, a consecuencia de su evoluciön, en un representante tipico timiento de las autoridades, algo a 10 que sin ser en absoluto ne-
del mundo de la inteligencia. El joven Fontane se deja arrastrar cesario se le habfa arbitrado esa salida por la via del triunfo po-
por corrientes diametralmente opuestas de su época, en las que pular; en cuanto a mf, estaba cada vez mås convencido de la
sus cualidades personales se diluyen. En un principio es, como no superioridad irresistible de toda tropa bien disciplinada frente a
pocos miembros de su generaci6n, un entusiasta imitador de la li- cualquier banda popular, por mucho valor que pudiera tener ésta.
rica revolucionario de Herwegh. Su participaci6n en la asociaci6n La voluntad popular no era nada, el poder real 10 era todo. Y en
berlinesa de escritores «Der Tunnel» acaba, sin duda, con esta ex- esta convicci6n ha vivido durante cuarenta afios».
trema palabreria del primer Fontane, siendo, sin embargo, espe- Con igual sinceridad reconoce al mismo tiempo que mucho mås
cialmente exaltada en esta ocasi6n una de sus facetas, considerada tarde (en 1891) y a rafz de la lectura de la «Denkwürdigkeit» del
durante mucho tiempo como la mås importante: sus baladas. Aho- general Von Gerlach, comenz6 a revisar dicha convicci6n suya, Ile-
ra bien, este perfil poético suyo no deja de ofrecer también de- gando a conclusiones totalmente opuestas a aquellas a las que fue
terminados rasgos decadentes; en realidad, también las celebridades empujado por sus impresiones inmediatas y sus vivencias de en-
del «Tunnel», como Geibel o Heyse, eran a su vez, unos epigonos. tonces. Fontane hace acto seguido algunas inteligentes observa-
Ya en 1854 el propio Fontane escribe sobre este perfodo, con acen- ciones en torno a las luchas callejeras, a las ventajas tåcticas de
to de sana autocritica, a Theodor Storm: «Aquello hacia 10 que me los que luchan detrås de las barricadas en contra de las tropas re-
inclino y —si me es licito hablar asf— en 10 que me siento mås gulares, a la necesidad del desgaste moral de éstos a 10 largo de se-
Realistas alemanes det sigto XIX 297
296 Georg Lukåcs
Esta inconsistencia, exponente claro de la inmadurez politica
mejantes refriegas, etc. He aqui como sintetiza este posterior punto
de la pequefia burguesia y de la intelectualidad alemana, le procu-
de vista suyo: «Si el alzamiento expresa de verdad un sentir gran-
r6 a Fontane no pocos y dificiles conflictos, agravados por la com-
de y unånime, es preciso que (estas luchas, G. L.) acaben siempre pleta inseguridad de su situaci6n economica. El primero de estos
en un triunfo de la revoluci6n, ya que un pueblo que se alza, aun- conflictos se desata ya a raiz de su elecci6n del oficio literario.
que no tenga mås que sus propias y desnudas manos, es en defini- En 1849, en la época de su noviazgo, Fontane Ie escribe a Lepel:
tiva mucho mås fuerte que el poder mås armado y ordenado».
«La verdad es que me siento incapaz de pasar otros seis meses por
El Viejo Fontane revis6 de este modo no pocas de sus vivencias
el mundo, en tanto que la muchacha a la que amo ve como se esfu-
juveniles; a algunas de sus revisiones habremos de referirnos toda-
ma ya el cuarto afio, sin estar mås cerca de la meta que el primer
via. Lo que ahora importa es sefialar como el Fontane de 1848 al
dia. Hay que sobrellevar las cosas en comfin, por 10 menos; pero
mismo tiempo que alentaba una profunda creencia en 10 inamo- reir y componer tercetos, mientras su coraz6n Ileno de amor Ilora
vible del régimen de los Hohenzollern, era un entusiasta partida-
y se desgarra, eso, desde luego, no puede ser».
rio, si bien, como es obvio, harto confuso, de la revoluci6n. No cabe
El problema de su subsistencia vital le obliga a ponerse, poco
duda, por otra parte, de que su creencia en el caråcter invencible
después de la revoluci6n, al servicio de Ia prensa contrarevolucio-
del citado gobierno era mucho mås que un simple derrotismo re-
naria del gobierno prusiano, Ilegando a tener incluso que escribir
volucionario. La producciön literaria del joven Fontane no es, en
poemas en honor de Manteuffel. Este viraje se consuma, como es
buena medida, sino una glorificaci6n de los Hohenzollern; sus mås 16gico, no sin ciertas convulsiones morales. En julio de 1850 Fonta-
importantes y populares baladas giran en torno a la «gran época» ne le escribe a Lepel: «Lo ünico que le coloca a uno por encima de
de Prusia, la época que se cierra con la muerte de Federico II. Y en
los villanos vulgares es que, como el Hamlet que estudi6 en Wittem-
10 que a este problema concierne, jamås se decide a una revisi6n
berg, no tiene ninguna duda sobre su propia villanfa». Y en
critica verdaderamente radical de sus viejos puntos de vista. Sobre
viembre de 1851 le escribe de nuevo a Lepel: «Por muchas vueltas
todo no en su obra. No s610 sigue cultivando literariamente esta
que de y por muchas interpretaciones que le busque, es y sigue
temåtica (piénsese por ejemplo, en sus poemas sobre Bismarck,
siendo una traiciön, un engafio y una bajeza. La justificaci6n que
compuestos incluso después de la muerte de éste, es decir, en la
la servil vileza de este mundo y de esta época puede procurarme,
vejez ya de Fontane), sino que Ilega a escribir también grandes
no es cosa que en realidad me satisfaga. El penetrante Ernst Schul-
obras de intenci6n vulgarizadora sobre las guerras de 1864, 1866
ze le decia a su mujer: «Hay que evitar hasta la menor infidelidad
y 1870-71, asi como sus «Wanderungen durch die Mark Branden-
a las convicciones de uno, que otros se ven obligados a sacrificar
burg». historias completamente distintas» «iTraed una pizarra en la que
Detrås de todo ello hay, por supuesto, mucho mås que esta sim-
poder escribir!», grita Hamlet. Si nuestra época necesitase alguna
pre ausencia de orientaciön social a Ia que venimos refiriéndonos.
vez un rötulo, propongo que con toda raz6n emplee esas grandes
Mejor dicho: esta ausencia no es en muchos de sus rasgos esencia-
les sino el reflejo ide016gico de la incontenible aspiraci6n, econ6mi- palabras».
No podemos acometer aqui una descripci6n del penoso camino
camente determinada, del pueblo alemån hacia la unidad economica humano y literario recorridopor Fontane desde su época de co-
y politica, unidad que, una vez definitivamente sofocadas todas las
rresponsal en Londres hasta su trabajo para la «Kreuzzeitung» y
tendencias que tendian a realizarla por Ia via democråtica, fue
la «Vossische Zeitung», (con un breve periodo como secretario de
posible gracias precisamente a Bismarck y a los Hohenzollern. A pe-
una academia). He aqui nuestro problema, el objetivo de nuestra
sar de todas las criticas posteriores de Fontane a la personalidad
büsqueda de las rafces y de los recursos animicos del vie.jo Fonta-
de Bismarck, criticas a las que aün habremos de referirnos con ne: esclarecer como pudo evitar, al cabo de una Vida y de una ca-
detalle, ésta y no Otra es la fuente social y objetiva de su verdadera
rrera semejantes, la cafda en una situaci6n de definitiva soledad y
devoci6n hacia él. He aqui como se expresa Fontane sobre este
corrupci6n similar a la de tantos protagonistas de los aconteci-
punto en su autobiograffa: «Bismarck pudo celebrar luego, dicho
mientos del 48 pasados al campo prusiano (de Miquel a los vulga-
sea en honor a su genio, unos triunfos tan fenomenales precisa-
res confidentes de la policia); es decir, iluminar c6mo le fue posible
mente por haber puesto antes toda su fuerza extraordinaria al ser-
Ilegar a ser por este camino, a pesar de los graves peligros a que
vicio de la idea viva en el alma del pueblo alemån».
20 REALISTAS
298 Georg Lukåcs Reatistas atemanes del siglo XIX 299
se vio sometido su caråcter moral y literario, precisamente aquello
con mi naturaleza, ahora estaria yo, muy probablemente, al lado
en 10 que acabö al fin convirtiéndose: el Viejo Fontane.
del partido que nos gobierna». En una carta a Lepel explica con pe-
ünicamente introduciendo cierta separaciÖn entre su actitud pü- netraciån la raiz de su conducta: «La cosa es, vista a la luz, de 10
blica y su Vida privada y procurando distanciar al måximo su pro-
mås sencilla: no soy ningün partidario de Ia «Kreuzzeitung», ni de
fesiön, mås que dudosa, de su propia moralidad personal, pudo
Manteuffel, ni mucho menos del nuevo ministerio, empezando por
Fontane defenderse contra esa degeneraci6n moral de la que Ileg6
Bethmann-Hollweg y acabando por Patow, soy simplemente Fon-
a estar tan cerca, encerråndose asi en un dominio ético de caråc-
tane, un Fontane que no desea atacar a Manteuffel después de su
ter individual, que pudiera salvaguardar, en la medida de 10 posible,
caida, ya que el susodicho Manteuffel (cuyos abusos y cuyo régi-
su integridad humana, sentando a un tiempo las bases de su madu-
men policiaco me han dado siempre horror) se ha portado perso-
raci6n literaria. De ahi que el problema de la independencia acaba-
nalmente bien con el susodicho Fontane. En mi actuaciön y en mis
ra por ocupar un lugar central en su Vida moral y literaria. Ya en
palabras no he hecho, pues, Otra cosa que seguir en todo momento
los afios cincuenta aludfa Fontane a ello con gran claridad. En 1870,
los dictados mås generales de la gratitud y de la decencia». Doce
a rafz de una crisis de tipo material escribe a su mujer: «c:No crees
anos mås tarde se consumÖ su ruptura con la «Kreuzzeitung» por
que esta suma nos pondria definitivamente a salvo de Ia indignidad motivos muy similares.
y del rebajamiento? Porque eso es, en realidad, 10 ünico que im-
Esta forma de antosalvaciÖn no deja de ser, sin embargo, algo
porta. Lo demås no pasa de ser, en el fondo, una sandez». No hace
extremadamente precario desde cualquier punto de vista. En una
falta ningün anålisis demasiado detallado para averigual hasta qué
tardia meditaciön retrospectiva habla Fontane, al considerar sus
punto la reducci6n de todo 10 exterior a una simple «sandez» no
condiciones materiales de Vida, sobre todo, de un paseo a caballo
pasaba de ser una ilusiön de Fontane. Mås tarde nos referiremos
por el Iago Constanza. Un simil vålido también respecto de las
a las consecuencias artisticas de sus ilusiones en torno a su propia
bases internas de su evoluciön literaria. Ya que, en realidad, co-
via de salvaciön.
rrecci6n privada e inconsistencia politica solo podian coexistir ri-
Esta fuga al dominio de la Vida privada constituye uno de los
gurosamente separadas de la personalidad de Fontane a base de
rasgos generales del periodo siguiente a 1848, sobre todo en Ale-
un escepticismo de tipo nihilista. Claro que tampoco en esta linea
mania. Me he referido a dicho problema a prop6sito de Raabe, cu-
estå s610 Fontane en la Alemania posterior al 48; basta con pensar
yo caso difiere, en este sentido, no poco del de Fontane. El desvio en Wilhelm Busch.
respecto de la Vida püblica se consuma en aquél de manera mucho
Con el paso del tiempo Fontane va adoptando, sin embargo, una
mås simple, rectilinea y aproblemåtica; su radical condena de la
posici6n bastante singular, desde luego; una posici6n en cuya sin-
prusianizada Vida püblica de su época va acompafiada de una exal-
gularidad cabe encontrar, precisamente, la clave de su tardia cris-
taci6n a la vez pesimista y humoristica de un pasado ya muy le-
talizaci6n como escritor. En 1879, o sea, cumplidos ya sus sesenta
jano.
Pero este camino le estaba vedado a Fontane, ya que la necesidad
afios, escribe: «...por muy cömico que resulte, ahora es cuando
—quizå por desgracia— puedo decir: "Estoy empezando". Nada
material le oblig6 a participar como periodista en la Vida politica,
hay tras de mf, todo se extiende ante mf, una suerte, pues, y una
al lado, como es sabido de la reacciön. Con el fin de no hundirse
desdicha al mismo tiempo». Fontane es consciente de la ambivalen-
humana y moralmente, se esforz6 por distanciar su actitud de su
cia de su curiosa situaciön, y la subraya. Alude, como es natural, a
propia existencia personal. Para ello cultiv6, en primer lugar, esa
su singularidad de cara al exterior; durante el curso de nuestras
autocrftica rigurosa de la que ya hemos dado algunos ejemplos, y,
consideraciones podremos ver, sin embargo, como esta ambivalencia
en segundo, guard6 siempre una absoluta correcci6n en su Vida
acaba determinando su obra entera, tanto en los problemas fun-
privada, incluso, y, sobre todo, cuando ésta mås vinculada estaba
damentales como en los de detalle.
a la püblica. Cuando por ejemplo, en 1858 cay6 Manteuffel y se
Implica, sobre todo, una uni6n indisoluble entre el mås extremo
hizo con el tim6n un gobierno de Vieja estirpe liberal, Fontane, sa-
escepticismo y la credulidad mås ingénua en los asuntos de la Vida
crificåndose incluso materialmente, no se puso al lado de los vence-
püblica. Acostumbrado a separar de manera tan tajante 10 personal
dores, a pesar de reconocer él mismo que «si durante estos ültimos
de 10 general, puede mantenerse generalmente en su nada arries-
ocho afios el curso de mi Vida hubiera Sido normal, es decir, acorde
gada posici6n loyal, ejerciendo al mismo tiempo una critica radical
300 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 301

e implacable sobre personas e incluso situaciones generales y lineas davia mås implacable a raiz de la caida de Bismarck: «Bismarck
evolutivas. ha Sido el mayor pisoteador de principios que ha existido, y un
Detrås de esta posiciön individual existen, como es lögico, Cier- "principio" es 10 que finalmente le ha vencido y derribado
tas corrientes objetivas y generales del capitalismo alemån. Sobre mismo principio que durante toda su Vida utilizö como lema, sin
todo la que aspira a la unidad de Alemania. Ya hemos visto como haberse guiado, en realidad, jamås por él... Tiene un enorme pare-
Fontane a pesar de su postura tan vacilante y poco sölida, se dej6 cido con el Wallenstein de Schiller (el hist6rico era diferente): ge-
arrastrar por aquella corriente de «libertad en la unidad» alimen- nio, capacidad de salvar un estado, y alta traiciÖn sentimental.
tada después del 48 por la burguesia alemana, y que, en realidad, Siempre yo, yo, y cuando la historia ya no le sigue, se lamenta,
acab6 Ilevando a la fundaciön del Imperio por Ia Prusia de con las tipicas lågrimas sentimentales de un alemån del norte, de
Bismarck. Sabemos también que a pesar de todas sus reservas Ia ingratitud ajena». Y 10 mismo después de la reconciliaciön de Bis-
criticas de tipo personal se entreg6 con entusiasmo a dicha co- marck con Guillermo II: «Esta mezcla de bribön y superhombre,
rriente. de estadista y de criador de caballos que estafa en los impues-
A rafz de la fundaciön del Imperio comienza a agravarse, sin tos..., de héroe y de persona que jamås ha roto un Plato, me Ilena
embargo, el dilema. Porque la corriente patri6tica representada de sentimientos confusos, y no consigue arrancarme una admira-
por Fontane y otros muchos es inmediatamente sofocada. El brillo ci6n verdaderamente clara e inequivoca. Algo le falta, precisamente
externo del nuevo Imperio, unido al creciente problematismo de 10 que confiere la auténtica grandeza».
su estructura interna, a su inmadurez politica y a su estancamiento Estos juicios, cuyo eco resulta perceptible en los diålogos bis-
cultural, tenfan por fuerza que despertar en aquél que no estuviera marckianos del periodo culminante de Fontane, y que hay que
unido al sistema de Bismarck por su corrupci6n y medro persona- poner siempre al lado de sus estusiåsticos poemas con el fin de pe-
les, una duda y una insatisfacci6n cada vez mås agobiantes. La netrar en la profunda escisiön a que venimos refiriéndonos, son de
maduraci6n de esta inquietud y de esta duda aconteci6, en el caso naturaleza predominantemente personal y moral. Expresan de Ia
de Fontane, en virtud de un proceso a la vez complejo y contradic- manera mås dråstica la ambivalencia latente en Fontane, la profun-
torio. La revoluci6n ide016gica y artistica del Viejo Fontane fue da separaci6n introducida por él entre 10 püblico y 10 privado. Sin
culminando a impulsos, precisamente, de su relaci6n dialéctica con embargo, segün va envejeciendo Fontane, su critica gira cada vez
todas estas nuevas impresiones, vivencias y conocimientos. Este mås en torno a la Vida püblica, como consecuencia, sin duda, de
viraje tuvo, en la evoluci6n general de Fontane, un caråcter fun- su creciente consciencia del caråcter reaccionario de la evoluci6n
damentalmente privado y moralizante. Esta nueva dimensi6n de de Alemania a raiz de la fundaciön del Imperio. El Viejo Fontane
sus puntos de vista y este proceso de maduraci6n de esa calidad se autocalifica de liberal nacionalista, sin que, de todos modos,
que constituye el substrato de la obra de sus ültimos afios, empie- Ilegara nunca a colaborar decididamente con este partido. A esta
zan a manifestarse mås claramente en sus cartas. La separaciån confesiön afiade que en sus ültimos tiempos fue evolucionando
por él introducida entre la esfera püblica y la privada subsisti6 hacia unas convicciones cada vez mås democråticas. Todo esto es,
siempre, desde luego, si bien, como es 16gico, con firmeza cada sin duda, cierto, pero no suficiente. Con el fin de iluminar 10 espe-
vez menor. Lo cual debe ser tenido en cuenta, por supuesto, a la cifico de Fontane hay que hacer algunas precisiones.
hora de analizar la evoluci6n del Viejo Fontane y sus insuperables Precisiones, en primer lugar, en torno a su nacionalismo liberal.
limitaciones. Hay que distinguir entre la primitiva influencia, principalmente
Esta evoluci6n suya da lugar, sobre todo, a una intensa critica sobre Ios intelectuales, de la ideologfa del partido liberal naciona-
de Bismarck. Ya en 1880 se expresa asi Fontane en una carta: lista con anterioridad a la fundaciön del Imperio, y el propio par-
«Poco a poco va geståndose entre las clases populares una tormen- tido, sobre todo en el periodo bismarckiano y bajo Guillermo II.
ta contra Bismarck... Se equivoca sobre la medida de su popula- Entonces influia como ideologia preconizadora de la unidad alemana
ridad Lleg6 a ser colosal, pero ya no 10 es. Caen diariamente sin revoluciön democråtica. De ahf que a pesar de su ardiente odio
cientos, incluso miles... El que sea capaz de poner en escena sus y de su profundo desprecio por el capitalismo alemån ascendente
cada dia mås agobiantes mezquindades con cierta grandeza, no im- Raabe pudiera ser también un liberal nacionalista, sobre todo en
plica ni con mucho que estas mezquindades se ennoblezcan». Tcy los anos siguientes a la fundaciån del Imperio. En el caso de Fon-
302 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 303

tane, el problema es a un tiempo mås simple y mås complicado. EI tradictoria, por supuesto, en la que el progreso figura como algo
no haber Sido jamås, a diferencia de Raabe, un laudator temporis positivo. Seria pues, un completo error vislumbrar en Fontane cual-
acti, constituye un rasgo importante de su perfil intelectual. Du- quier forma de anticapitalismo romåntico, cualquier nostalgia ha-
rante su juventud sufri6 de tal modo bajo el mezquino filistefsmo cia épocas precapitalistas o de un capitalismo todavia primitivo;
de la Vieja Alemania que no pudo conservar deseo alguno de volver de igual modo que no ver en él sino un rendido y acritico admira-
a aquella época. Por Otra parte —y diferenciåndose también en dor de la nobleza prusiana equivaldria a desconocer los mås
esto de Raabe, bastante rnås provinciano que él— conociö por importantes aspectos de su Vida. Tanto en sus manifestaciones fn-
propia experiencia y estim6 10 suficiente el mundo capitalista ci- timas de caråcter personal como —y esto es mucho mås impor-
vilizado, sobre todo Inglaterra, como para no dejar de celebrar la tante en sus obras de madurez, critica a los Junker de la manera
paulatina conversiön de Berlin su residencia fija en Alemania mås radical. Ahora bien, esta critica suya estå penetrada de una
en una gran ciudad. En su autobiografia leemos: «Es un verdadero fuerte predilecci6n, de tipo ético-estético y de un profundo afecto
desatino eso de hablar siempre de Ios "buenos tiempos viejos" o personal hacia Ios mejores ejemplos de la nobleza prusiana. El
de sus "virtudes"; 10 cierto es que, por el contrario, todo ha me- propio Fontane alude a menudo a esta «simpatfa humana» suya
jorado considerablemente». hacia un determinado tipo de Junker. En su autobiografia encon-
A diferencia, Otra vez, de Raabe, percibimos en este juicio de tramos formulado, de la manera mås clara y sintética, su interior-
Fontane un indiscutible asentimiento a la evoluci6n capitalista mente escindido punto de vista: «Los mås brillantes de entre ellos
de Alemania. Un asentimiento, de todos modos, también muy sin- —y su nümero no es escaso son, efectivamente, brillantes, y no
gular; prusianamente singular, cabria decir. Fontane estå, en 10 sentir debilidad por ellos seria tonto; pero también los no brillantes
esencial, a favor de Ia capitalizaciön de Alemania, pero al mismo — que son como es lögico Ios mås— tienen, a pesar de su orgullo
tiempo estå contra el bourgeois. «EI bourgeois», dice Fontane en y su egoismo, o quizå precisamente por eso, un encanto muy sin-
su autobiografia, recordando en cierto modo a Lassalle, «tal y como gular, que me alegra mucho haber Sido capaz de percibir. Los prin-
yo 10 concibo, no debe vivir båsicamente, o por 10 menos no del cipios reaccionarios en cuanto a tales me repugnan, pero los ca-
todo, para el dinero». Concepciön a la que Fontane confiere, como suales intérpretes de estos principios me han hechizado sicmpre».
es propio de él, un particular matiz moralizante: «Todos preten- De este modo se abre para Fontane un vasto campo de vacila-
den tener ideales; hablan sin ton ni son de "10 bello, 10 bueno, 10 ciones con fronteras muy borrosas entre sus extremos: asenti-
verdadero", y sölo inclinan la cabeza ante el becerro de oro, dedi- miento a la evoluciön capitalista y menosprecio de la burguesfa,
cados exclusivamente al poder y al dinero, o abrasados por el de- debilidad por la nobleza y consciencia (a veces) de su caråcter de
seo de poseerlos. Estos bourgeois vergonzantes... son con mucho residuo hist6rico. Todo esto no es Otra cosa, desde luego, que una
los peores, porque su Vida transcurre como una ünica y gran men- concretizaciön, extensi6n y profundizaci6n del abismo por él abierto
tira». En tanto, pues, que el concepto lassellano de bourgeois no entre 10 püblico y 10 privado. Como a pesar de su profundo escepti-
va mås allå de una simple y mecånica «politizaci6n» del ser econo- cismo y de su constante autocrftica Fontane no puede menos de
mico-social de la burguesia, Fontane transfiere este problema, co- buscar una determinada, ya que no rectilinea, orientaci6n para su
mo acabamos de ver, al terreno moral, y 10 convierte en una lucha conducta, se desarrolla en él, en virtud precisamente de todo ello,
contra la hipocresia y la mentira, criticando asi s610 un aspecto del una fina receptividad para las tendencias todavia no claramente
bourgeois y no entrando para nada en los problemas centrales perceptibles, asi como, una postura critica frente a las concepcio-
del capitalismo. En este punto concreto, en esta lucha contra el nes oficialmente vigentes en la sociedad de su tiempo.
autoengafio y la hipocresia, Fontane se acerca cada vez mås a Ibsen; También en este punto hemos de limitarnos a 10 mås caracte-
mås adelante nos referiremos detenidamente a la compleja relaci6n ristico.Inmediatamente después de Ias victorias alemanas sobre
existente entre ambos. Francia, después de la entrevista de los tres emperadores en 1872,
Esta ambivalente postura de Fontane ejerce una gran influen- Fontane se da cuenta de la extrema inseguridad y precariedad de
cia sobre su propia evoluciön. Porque le ayuda a integrar su pre- una Alemania en apariencia tan poderosa: «Siento, aunque no pue-
dilecciön por la Vieja Prusia y la nobleza prusiana en su cada vez da demostrarlo con igual claridad, que en amplias capas populares
mås depurada visiön del mundo, una visiön extremadamente con- fermenta, justificada o injustificadamente, un profundo desconten-
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 305

to... Hay suficiente materia inflamada como para que arda nueva- ni en su estructura. Porque la simpatfa de Fontane hacia la clase
mente el mundo sin necesidad de afiadir mås petr61eo». Yveinte obrera y, en general, hacia todas las capas plebeyas va unida a su
anos después todavia con mås nitidez: «Ya se discuta abiertamente debilidad por Ios viejos Junker prusianos. Hacia el final de su Vida
el hundimiento del gran edificio contruido entre 1864 y 1870... na- tuvo la ocasiön de oir recitar muy bien uno de sus poemas a una
die... estå en absoluto convencido de la seguridad de nuestra situa- joven vendedora, y he aqui las reflexiones a que le Ilev6 este hecho,
ci6n. Lo conquistado puede ser nuevamente perdido. Baviera pue- entresacadas de una carta a su hija: «Cada vez me siento mås de-
de erguirse Otra vez sobre sus propios pies. La provincia del Rhin mocråtico y en realidad sÖlo dejaria subsistir una auténtica
se deteriora, Prusia oriental y occidental también, y una nueva Po- bleza. Lo que hay entre medio: pequefios burgueses filisteos, bour-
Ionia (cuya cristalizaciön considero muy probable a Ia corta o a geois, funcionarios y "pseudoletrados" la verdad es que no me gusta
la larga) comienza a dibujarse». Iguales dudas asaltan a Fontane nada».
sobre la solidez del dominio inglés sobre Ia India, etc. Un ano De ahi que Fontane acabe siendo una figura vacilante —y tanto
antes de morir exponfa asi a un amigo inglés sus puntos de vista: mås cuanto mås madura un hombre y un escritor que no podia
«Son los gobiernos quienes Ilevan todavia la voz cantante y no Jos inspirar verdadera confianza a ninguna de las clases o partidos en
apasionados sentimientos populares. El dia en que éstos comiencen pugna. Tanto por tradiciön como por simpatias de orden estético
a expresarse, asistiremos a luchas terribles, tras de las cuales el y moral Fontane habfa de sentirse fundamentalmente vinculado a
mundo y el mapa tendrån un aspecto muy diferente». la nobleza prusiana. Ahora bien, aquella parte de su obra, creada

Esta ültima cita evidencia 10 justificadamente que Fontane podia a impulsos de su escéptica ironia, iba debilitando e incluso rom-
hablar de una democratizaci6n creciente de sus puntos de vista. De piendo estos vinculos tan fuertemente anudados, tanto en 10 sub-
todos modos, ya en las jornadas de marzo de 1848 reconoci6 que los jetivo como en 10 objetivo. La verdad es que Fontane escribi6 en
ünicos luchadores verdaderamente serios y valientes eran los Obre- vano sus baladas prusianas, sus tres grandes libros de tema bélico
ros. Su comprensiön respecto de la clase obrera fue creciendo para- y sus «Wanderungen durch die Mark Brandenburg»; las clases no
lelamente a su mayor experiencia de Ia vida. En una carta escrita a pueden ser engafiadas. En la celebraciön de sus setenta afios falta-
su mujer en 1878, a rafz de la legislaci6n antisocialista he aqui ban precisamente aquellos a los que habia estado enalteciendo du-
como se expresa a prop6sito del proletariado: «Son de nuestra rante toda su Vida. He aqui 10 que a este respecto dice en una de
misma madera, de ahi que no quepa razonarles que "con ellos no sus cartas: «Tampoco ahora he Sido colosalmente festejado. El
va nada", ni mucho menos acercarse a ellos con las armas en la Berlin moderno ha hecho de mi un idolo, pero la Vieja Prusia, cuya
mano. No defienden ünicamente la revuelta y el desorden, también gloria he cantado durante mås de cuarenta afios en libros de cr6-
defienden ideas, unas ideas que tienen su parte de razön y que no nica bélica, en biografias, en descripciones de gentes y paisajes, asi
es posible extirpar con encarcelamientos y ejecuciones». Y todavia como en poemas populares, esa "Vieja Prusia" apenas se ha inmu-
mås decididamente le escribe a su amigo inglés (1896): < Todo el tado...» En un poema a la vez ir6nico y autoir6nico describe plåsti-
interés estå en el cuarto estado. El burgués es detestable; la nobleza camente Fontane esta fiesta y sus sentimientos al respecto.
y el clero dicen siempre 10 mismo. Sölo en el cuarto estado cc» Y segün se desarrolla en Fontane esta tipica autoironia berline-
mienza el mundo nuevo, el mundo mejor. Y se podria decir esto sa, propia de la gran ciudad, con fuerza, riqueza y matizaci6n cre-
mismo aunque no se tratara mås que de esfuerzos y aspiraciones. cientes, va saliendo a la luz todo 10 que él mismo habfa ido com-
Pero no se trata s610 de eso. Lo que los obreros piensan, dicen y probando ocasionalmente en sus reflexiones sobre su entorno y
escriben es realmente muy superior a 10 que Ias Viejas clases rec- sobre la historia de su patria, sin que, como es obvio, le resultara
toras piensan, dicen y escriben. Todo es mås auténtico, veraz y vital. posible extraer de ello consecuencias decisivas para su conducta y
Los obreros estån renovåndolo todo; no solamente tienen nuevas sus escritos. Refiriéndose a la ironia berlinesa escribe en sus «Wan-
metas, sino también nuevos caminos». derungen»: «No pasaba de ser una pura autodefensa, consecuencia
Sin embargo —y
con ello va completåndose la imagen del pro- lÖgica del hecho de que un conjunto de fuerzas espirituales tuviera
ceso vivido por el Viejo Fontane —, todo esto no da lugar a ningün forzosamente vedada la entrada a los grandes escenarios de la Vida
viraje decisivo en su visi6n del mundo, globalmente considerada; püblica. La libertad de expresiån ha acabado con la ironia». La tl-
es mås, no produce consecuencias importantes en sus fundamentos tima frase entrafia, por supuesto, un maligno autoengafio, un aut()-
306
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 307

engafio que cuando se Ie presenta Ia ocasiön él mismo disuelve ironi- po su creciente conocimiento de él vaya ejerciendo una influencia
camente. Asi escribe en el ültimo afio de su Vida sobre las elecciones soterrada, no se contradice en modo alguno con todo esto, agudiza,
en Alemania: «...en nuestro pais, en donde detrås de todo elector por el contrario, la contradictoriedad de sus puntos de vista. SÖlo
hay primero un policia, luego un batallÖn y después una bateria, cuando en la Alemania bismarckiana y guillermina comenzaron a
todo ésto me parece una pérdida de tiempo. Si toda elecci6n popu- resultar cada vez mås evidentes la contradicciones de la desacerta-
lar no va acompafiada de un auténtico poder popular, no pasa de da fundaci6n antidemocråtica del Imperio, fue cobrando Vida esa
ser un cuento». Fontane es, pues, perfectamente consciente de 10 fructifera dialéctica al hilo de la cual podian salir lentamente a
que realmente esconde la fachada de la libertad alemana. Los Jun- la luz las dotes literarias positivas de Fontane. De manera, pues,

ker prusianos tenian buenos motivos para no confiar en él, a pesar que cuando a fines de la década del setenta confiesa, Ileno de razön,
de sus baladas, de sus libros bélicos y de sus «Wanderungen». estar ahora empezando realmente como escritor, nos sitüa frente a
Y tanto mås cuanto mås avanzaba en edad. El progresivo avance un fenömeno cuyas causas solo parcialmente deben ser buscadas
de Fontane por esta direcciön implicaba su creciente enriqueci- en su personalidad; un fenömeno que s610 puede ser plenamente
miento como escritor, su conversiön en el Viejo Fontane. comprendido a partir de la citada relaciön dialéctica entre Fontane
En esta madurez se revelan con pregnancia mayor las especfficas y el curso de la historia alemana.
cualidades literarias del Viejo Fontane; al igual, por supuesto, que
sus limitaciones especfficas. EI que s610 el Viejo Fontane Ilegara
a ser el verdadero Fontane se debe, pues, al pleno desarrollo de
11
estas contradicciones en la relaciön dialéctica planteada entre sus
caracterfsticas personales y la evoluci6n social de Alemania. Esta
contradictoriedad se manifestaba en su periodo juvenil bajo la Ya vimos como una forma de escepticismo rayano a veces con el
especie de rudas contraposiciones que, excluyéndose radicalmente nihilismo era el refugio elegido por Fontane, y en cierto modo
entre si, arrojaban al poco firme Fontane de un extremo a otro. incluso la fuerza que hacia posible su madurez creciente. Sin em-
Dados los condicionamientos clasistas de la existencia de Fontane, bargo, hablar sÖlo de vacilaciön no es decir gran cosa. Hay que
esta contradictoriedad no podia ser jamås superada; ni tan siquiera preguntar primeramente: i vacilaciön respecto de qué? Por una par-
aliviada. La tendencia positiva de su escepticismo personalista hizo te, en el plano subjetivo, es decir, indagando si la ironfa, el escepti-

que estas contradicciones, sin anularse entre sf e influyendo una cismo y la autoironia sirven para disolver la propia personalidad
sobre Otra evidenciaran el caråcter global de su contradictoriedad del escritor, privåndola de direcciön y sentido, o si, por el contra-
de manera cada vez mås concreta. Precisamente por fomentar la rio, Ie sirven de måscara protectora frente a Ia inclemencia de los

ironia, el escepticismo y la autoironia de Fontane este proceso, po- tiempos. Y, por Otra, hay que investigar acerca del significado ob-
demos adivinar con mayor claridad en qué consiste realmente la jetivo, social e hist6rico, de esta vacilaciön, es decir, si apunta
raiz humana de la madurez del ültimo Fontane. hacia la regresiön o hacia el progreso.
Seria, sin embargo, unilateral y falso no ver aqui sino el pro- Ante todo hay que establecer aqui una distinciön muy impor-
blema estrictamente psic016gico de un proceso evolutivo individual. tante a efectos de determinar Ia posiciön hist6rica de Fontane y
El crecimiento interior de Fontane, es decir, esta transformaci6n fijar sus limites. En toda situaciön de este tipo hay que preguntarse
estructural de su postura personal y social, no es en esencia Otra 10 siguiente: iviene ya objetivamente contenida en el seno de la
cosa —si bien, por supuesto, a través de muy complejas media- sociedad y surge de ella, o estå incluso claramente formulada, una
ciones que un reflejo del acontecer alemån a 10 largo del tiempo soluci6n para los problemas que motivan la vacilaciön en un hombre
transcurrido entre su juventud y su muerte. La inmadurez del mo- que lucha? En la época, por ejemplo, en que Georg Büchner bus-
vimiento revolucionario alemån determina la violencia de sus con- caba con ironia, pathos y sentido critico algo superior a 1793, algo
tradicciones juveniles. La corriente nacionalista que acaba por de- que superara en el plano social a Ia revoluciön democråtica, en
sembocar en la fundaciön del Imperio no le permite ir mås allå Alemania no existia ni siquiera la posibilidad abstracta de ello. En
de una lenta evoluciön interior. Inmoviliza y anquilosa las vertien- su tiempo Fontane hubiera podido encontrar ya, sin embargo, una
tes mås deleznables de su visi6n del mundo; el que al mismo tiem- clara respuesta a sus problemas. Con entrar en una libreria y pedir
308 Georg Lukåcs Realistas alemanes det sigio XIX 309

las obras de Marx y Engels hubiera dado, negro sobre blanco, carta dirigida a su hija, en la que el escepticismo de Fontane parece
con la soluciön de todos sus problemas, por decirlo de manera ya rozar el mås nihilista de los pesimismos: «Sé muy bien que Ia
bien simple. Vida es error y sÖlo Ia muerte es verdad, he aqui 10 mås profundo
En cuanto al hombre Fontane, considerado globalmente, ésto no que jamås ha Sido dicho sobre la humanidad y las cosas humanas.
deja de ser, por supuesto una simplificaciån. Porque el hecho de Lo mås profundo, si, pero también 10 mås triste... Lo que llamamos
que ni buscara ni encontrase estos libros (por no hablar aqui fe,s610 es engafio, mentira, espejismo o estupidez; 10 que llama-
mås que de libros) no es, desde luego, casualidad alguna. Pero en mos lealtad, no es sino un cålculo interesado; 10 que llamamos
esta simplificaciön queda implicito, de todos modos, un juicio: amor, es cualquier cosa menos amor; 10 que llamamos fidelidad a
Fontane carecia, por razones a la vez personales y de clase, de la Ias propias creencia, es ergotismo... Lo bueno y 10 noble se pre-
posibilidad de apropiarse de un conocimiento que ya habian hecho sentan alguna vez en la Vida, desde Iuego, o, mejor dicho, hay con-
suyo muchos de sus contemporåneos; incluso en aquellos momentos vicciones profundas (que no necesitan ser ni con mucho verdaderas)
en los que Ilegaba a vislumbrar estos conocimientos, o Ios tenia por las que en ocasiones alguien de verdad estå dispuesto a dar la
claramente ante sus Ojos, le resultaba imposible utilizarlos para su Vida. Pero este alguien es una gota de tinta en el océano. El océano
propia visi6n de la Vida, para su imagen del mundo. Fontane veia, s610 es agua indiferente. Y la humanidad ni siquiera Ilega a ser agua,
pues, problemas objetivamente insolubles en cuestiones cuyos fac- es puro barro, Ilenas sus gotas de infusorios que al contemplarlos
tores sociales subyacentes no eran sino contradicciones de la evc» despiertan repugnancia y terror... Tenemos s610 ese poco de arte
luci6n social que apuntaban hacia el futuro y que habian ya detec- y ciencia que nos eleva sobre nosotros mismos en un trabajo autén-
tado. tico, y, sobre todo, tenemos a la Naturaleza. El resto es puro ab-
Lo que aqui entra en juego no es, simplemente, que Fontane surdo, y cuanto mås ruido y alboroto politico, peor. La verdad es
fuera un escritor burgués. Porque la tarea que en su praxis literaria que nada tiene importancia».
todo escritor debia proponerse preferentemente en aquella época No hay que desdefiar este rasgo de Fontane al considerar su
no era Otra, como dice Chejov, que el incisivo desvelamiento y Ia imagen global, desde luego, ni tampoco cabe trivializarlo insistien-
adecuada configuraci6n de los problemas y conflictos. También do en que no pasa de ser el fruto de un estado de ånimo pasajero.
Tolstoi era un escritor burgués y, sin embargo, igual que antes de Porque estos estados de ånimo surgen con necesidad social obje-
él Swift y Fielding, Balzac y Stendhal, Tolstoi aprehendi6 los con- tiva en todo ser humano cuya consciencia se entrega al ilusorio
flictos de su época a un nivel muy distinto y supo configurarlos empefio de separar el ser individual de la base social, reduciéndolo
literariamente con una maestria inaccesible a Fontane. Uno de los exclusivamente a si mismo en la Vida privada. El nihilismo que
motivos determinantes de esta diferencia de nivel radica, precisa- tan forzosamente habia de irrumpir por este camino consum6 en-
mente, en la aparici6n y génesis de la vacilaciön, por un lado, y en seguida su obra de disoluci6n en las generaciones literarias poste-
su alcance, por Otro; es decir, hasta d6nde Ilega su influencia y qué riores a Fontane. Ya en Hugo von Hofmannsthal, por ejemplo, en
es 10 que anula y destruye en el dominio literario, asi como si la su famosa carta de Lord Chandos a Bacon de Verulamio, vemos
ironia, el escepticismo y la autoironia constituyen armas literarias como este nihilismo se afirma relativamente pronto bajo la especie
contra el existente orden social capitalista (que el escritor puede no de una neta y consumada autodestrucci6n.
captar en todo su alcance desde luego, o al que quizå no comprende Esta consecuencia autoniquiladora falta casi por completo en
con exactitud), o bien no pasan de ser un salvavidas con cuya ayuda Fontane, diferenciåndose claramente su figura, en este sentido, de
es posible evitar el definitivo naufragio en la corriente de una época sus decadentes sucesores. La verdad es que Fontane estå, como es-
poco favorable. critor, entre dos épocas: si bien él por un lado s610 Ilega a con-
No cabe duda de que el caso Fontane es explicable a partir de vertirse en una figura central de la nueva literatura alemana gracias
esta segunda categoria. Por otra parte, existen no pocas manifesta- al movimiento naturalista de los afios ochenta y noventa, por Otro,
ciones suyas, contenidas, sobre todo, en sus cartas, que 10 acercan y a pesar de su enérgica toma de posici6n a favor de Ibsen y, sobre
un tanto a los movimientos decadentes —movimientos que en Ale- todo, Hauptmann, alimenta grandes reservas, tanto pråcticas como
mania s610 cobraron cierto auge, por cierto, a raiz de la desapari- te6ricas, contra el movimiento entero. Nada mås lejos de su ånimo
ci6n de Fontane—. Vamos a considerar sölo un pårrafo de una que identificarse artistica o ideolögicamente con él. Reconoce, desde
310
Realistas alemanes del siglo XIX 311
Georg Lukåcs
peare y Goethe, informa la obra entera, por no aludir a tantos otros
luego, los elementos progresistas, en el orden literario, del movi-
de sus méritos. Pero éste me parece el mås grande»- Vemos como
miento naturalista; y del mismo modo que a pesar de todas las
criticas considera su propio presente como un progreso, desde un
formula repetidamente esta idea —sobre todo frente a Zola, cuya
capacidad literaria admira, por Otra parte, mucho oponiéndose
punto de vista social general, sobre el pasado, reconoce los elemen-
de este modo a toda exageraci6n e insistiendo a un tiempo en el
tos positivos del movimiento literario a la luz, sobre todo, de la es-
ideal literario de «dejarlo todo a Ia proporci6n y porcentaje dados
terilidad del periodo abierto con la fundaci6n del Imperio.
por la propia Vida a sus manifestaciones».
Fontane no infravalora en absoluto el progreso que frente a
Todo esto nos indica que la proporciön y la mesura no eran con-
las muertas convicciones de sus contemporåneos representa la
ceptos de alcance estrictamente formal para Fontane, sino vålidos
observaciön de las manifestaciones de la Vida, incluso la mås su-
también en el orden del contenido, unos conceptos aplicados al
perficial y puramente epidérmica de Ias observaciones. Asf, en
arte una vez extrafdos de la propia Vida y que, en consecuencia no
ocasiön de una novela de Alexander Kielland, escribe: «Reconozco
debian ser en modo alguno impuestos por aquél a ésta. La antipatfa
el inmenso progreso literario que ha supuesto para nosotros la va-
sobre todo, a cualquier exageraci6n, constituye uno de los princi-
loraci6n creciente de la exactitud narrativa, exactitud que nos
pios vitales de mayor importancia para Fontane. Odia 10 que llama
ha librado de un golpe de tanta chåchara vacia como hemos tenido
«el estruendo de Ios sentimientos»; a rafz de Ia muerte de su hijo
que soportar en decenios anteriores, cuando medianos e incluso
mayor expresa su aversi6n a esas personas que «junto al valor co-
buenos escritores describfan siempre "desde 10 profundo de la
losal y al amor colosal... exigen también al dolor colosal». «Y, sin
consciencia moral" cosas que jamås habfan visto». Ahora bien, se
embargo, la mesura no es s610 10 bello, sino también 10 verda-
niega con igual energia a no ir mås allå de ésto. «EI cometido de Ia
dero.»
novela no es describir cosas que ocurren o que pueden al menos
ocurrir todos los dias. El cometido de la novela moderna no me
Este punto de vista informa también sus juicios sobre obras y
parece ser otro que la descripciön de una Vida, una sociedad, un
escritores. Unido a Storm y a Heyse por vfnculos de amistad,
adopta, sin embargo, una postura muy critica frente a éste porque
circulo de personas, que sea un reflejo fiel de la Vida que nosotros
«no siente adecuadamente», y en cuanto al primero, cuya lirica es-
mismos Ilevamos. La mejor novela serå aquella cuyas figuras se
confundan con las de la Vida real, de tal modo que al recordar tima no poco, ironiza sobre los momentos fingidos de su erotismo,
llamåndolo «monopolizador del fuego sagrado de los besos». En
cierta época nos sea ya imposible saber con exactitud si se trata
ocasiones eleva Fontane estos juicios a categorfa de norma: «No
de figuras vividas o simplemente leidas...» Y, en consecuencia, se
burla de esos «admiradores» suyos que ensalzan con entusiasmo
hay obra de arte sin poesfa, a 10 que s610 resta afiadir que la
perfecta reproducciön de la naturaleza implica siernpre un grado
la fidelidad historica y fotogråfica de sus descripciones de detalles;
asf, por ejemplo, cuando a rafz de «Schach von Wuthenow» dice
måximo de creaciån poética. Nada menos frecuente que este må-
en una carta, refiriéndose precisamente a estos detalles, que «todo,
ximo grado, equivalente a la objetividad absoluta. La regla indi-
ca que, como es 16gico, el artista no es un dios en su trabajo
hasta la ültima brizna, es invenci6n»; o bien cuando en Otra carta
enumera ir6nicamente los detalles falsos incluidos en sus novelas creador, sino un ser humano, un yo, y un "yo" que influye en su
obra. En el momento en que esto ocurre, todo gira en torno a Ia
berlinesas, afiadiendo acto seguido que a pesar de todo, éstos son,
pregunta: "dC6mo es ese yo?"» Y 10 que a este respecto le importa
en sus rasgos esenciales, realistas.
La tendencia literaria de Fontane es, pues, en Ifneas generales, a Fontane es, precisamente, 10 ponderado, auténtico, sano y nor-
mal; de ahi que entre en conflicto con casi todos sus contemporå-
realista, no naturalista; puede incluso decirse que sus ideas esté-
neos, coincidiendo, una vez mås, con los viejos realistas. A1 criticar
ticas båsicas hunden sus rafces en el perfodo clåsico del rea-
el yo del poeta, nombra a Freiligrath: «Algo hay de extrafio en él.
lismo burgués. No es nada casual, desde luego, que durante toda su
Algo insano late en su alma; sus imågenes son, por eso, mås sensa-
Vida sintiera gran admiraci6n por Walter Scott. La gran impresi6n
cionales que poéticas. Incluso las realmente poéticas son, cuanto
que le caus6 una novela como «Heart of Midlothian» dice mucho
acerca de sus concepciones artisticas. Refiriéndose a ella escribia menor, enfermizas».
La lucha vital de Fontane, la radical privatizaci6n de su visi6n
asi a su mujer: «Sus personajes hablan con naturalidad y verosi-
del mundo, su ironfa, en fin, y su autoironfa no eran Ifneas
militud, y este don, que, aparte de él s610 encontramos en Shakes-
312 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 313

ras de su conducta sino en la medida en que su objetivo no fue ja- de una antigua tragedia suya sobre la revoluci6n inglesa, y de un
mås otro que conservar y acrecentar en él este sentido de la propor- poema épico sobre Barbarroja y de algunos poemas, en fin, de su
ci6n y de la mesura, esta inclinaci6n a 10 normal y sano frente a madurez. Este viraje no se limita, por cierto, a la temåtica; en sus
las tendencias insanas de su época. novelas maduras entra en polémica contra la concepci6n oficial y
Hemos visto que este camino s610 le resultaba viable a Fontane tradicional de la historia. En «Unwiederbringlich» asistimos a una
—dadas sus caracterfsticas personales, su posici6n de clase y la discusi6n en torno al gran estilo de la historia y su posible confi-
evoluci6n de Alemania— bajo la especie de un retraimiento a 10 guraci6n. Ebba Rosenberg, una cultivada dama de la corte, dice:
privado. Retraimiento que, por un lado, constituye una tendencia «Pero ia qué se llama gran estilo? Gran estilo es tanto como pasar
ide016gica reaccionaria, en 10 objetivo, y, en 10 subjetivo, filistea, y, de largo ante todo aquello que realmente interesa a los seres hu-
por otro, y en estrecha relaci6n con ello, un empobrecimiento lite- manos». Oue este era también el punto de vista de Fontane puede
rario producido por la desapariciön, en el argumento y en el dibujo ser, sin duda, inferido del hecho por ejemplo, de que en «Fray
de los caracteres, de las directas determinaciones sociales. Jenny Treibel» el profesor Schmidt, figura que ostenta algunos
Desapariciön que en modo alguno constituye una tendencia ex- de Ios rasgos del propio Fontane, se exprese de manera mtl.y simi-
clusivamente alemana de Ia evoluci6n de la literatura burguesa de lar: «La historia descuida generalmente aquello a 10 que deberia
este perfodo. En Francia asistimos a mediados de siglo a una apa- sobre todo aferrarse... 10 secundario no importa, desde luego, cuan-
sionada y en cierto modo estéril lucha por salvar el Viejo tesoro, do s610 es secundario, esto es, cuando no encierra nada dentro.
la Vieja esencia de una literatura abarcadora de toda la trama Pero si encierra algo, entonces es 10 mås importante, ya que en ello
social; sobre todo por parte de Zola y Flaubert. En Inglaterra, cabe vislumbrar siempre 10 verdaderamente humano». En una carta
Thackeray —uno de los autores predilectos de Fontane — recono- a su mujer alude Fontane, por Otra parte, con gran claridad a la
ce abiertamente la derrota en esta lucha contra la realidad capita- influencia de la época sobre estos puntos de vista suyos: «Concedo
lista. En su novela «The Virginians» incluye una meditaci6n un igual importancia a 10 grande que a 10 pequefio, ya que para mf la
tanto extensa, en la que manifiesta de la manera mås clara que la diferencia entre ambos carece de valor... He aqui como acaba Her-
real actividad profesional de las personas no puede constituir sino wegh uno de sus sonetos ("A los poetas"):
una parte muy limitada del «presupuesto del novelista». «iQué pue-
de decir un narrador sobre la existencia profesional de estas per- Y si en alguna ocasi6n un Ieön se yergue ante vosotros,
sonas?... Todo 10 que los autores puede hacer es describir a las no os limitéis a cantar al insecto que sobre él se haya posado.
personas fuera de su profesi6n —en sus pasiones, amores, risas,
diversiones, odio y cosas por el estilo». Aunque estas figuras ten- Muy bien. De acuerdo con esto yo soy uno de esos poetas que
gan una profesi6n en la Vida, los escritores ünicamente pueden cantan a Ios piojos, en cierto modo incluso por pasi6n; pero tam-
ocuparse de ellas fuera, precisamente, de su trabajo. bién por falta de leones».
Pero no podemos ofrecer aqui una imagen, ni siquiera a vuela Esta ültima observaci6n indica claramente la intensidad con
pluma, de esta lucha de los escritores burgueses. Podemos cerrar que Fontane sentia sus puntos de vista como tomas de posici6n
estas consideraciones aludiendo ünicamente al fracaso deplorable contra la Alemania prusianizada de su tiempo. Ahora bien, no pasa-
y filisteo de un contemporåneo alemån de Fontane, Gustav Freytag, ba de «sentirlos», y tampoco siempre. De ahi el noble caråcter de
que pretendia buscar «al pueblo alemån en su trabajo». El elemento la postura de Fontane; como el anålisis de sus obras nos revelarå,
filisteo de este fracaso no obedece a casualidad alguna; es, por ünicamente es progresista y literariamente fructifero en la medida
el contrario, la necesaria consecuencia de la prosa irremediable- en que la tendencia antiprusiana se perfila en él con nitidez mayor.
mente inconsolable de la laboriosidad profesional burguesa, libe- Semejantes polémicas contra el concepto prusiano de héroe no son
ral e ilustrada. Como escritor mucho mås maduro, Fontane camina, raras. En su semiautobiogråfica novela «Der Stechlin» leemos 10
en por la via del Thackeray.
10 esencial, siguiente: «si un bata116n tiene que entrar en combate, y re.sulta
Este proceso fluye paralelamente a su viraje en la consideraci6n que yo voy dentro, c:qué puedo hacer? Pues dejarme Ilevar. Y sin
de la historia y del herofsmo hist6rico, viraje que alej6 a Fontane comerlo ni beberlo a 10 mejor va y resulta que caigo. Entonces soy
radicalmente de sus baladas juveniles, de sus temas primerizos, un héroe. Pero la verdad es que de eso, nada. Todo es pura "obli-
21 - RRALISTAS
314 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 315

gaciån", y de esos héroes a la fuerza hay muchos. Eso son para mi sin deseos tampoco de determinarlo), tiene Fontane, sin embargo,
las grandes guerras». Del mismo modo elabora Fontane en «lrrun- una gran receptividad para toda autenticidad humana. Autenticidad
gen, Wirrungen» un irönico paralelismo entre dos nobles alemanes que admira siempre sobremanera, sean cuales fueren los contenidos
caidos en la guerra de los Siete Afios, y unos ladrones escoceses de sociales con que se presente. En la medida en que no intenta ape-
caballos, a los que los ingleses cuelgan por ladrones en relaciön con nas generalizar su aceptaciÖn, cae, desde luego, en un formalismo
unas contiendas entre clanes. Pero detrås de toda ironia hay, natu- de tipo ético. En este sentido cabe interpretar, por ejemplo, el
ralmente, una convicci6n muy seria. En su autobiografia habla Fon- nihilismo social de su enjuiciamiento del heroismo en «StechIin»:
tane de los héroes auténticos y falsos de las luchas de marzo. Y dice: «La verdad es que basta con que uno diga "soy capaz de morir por
«EI heroismo es una cosa maravillosa, es, incluso, 10 mås hermoso eso". Y 10 haga realmente. Lo que "eso" sea, importa muy poco».
que hay; pero tiene que ser auténtico. Y la autenticidad también Este modo de ver las cosas implica su reconocimiento instintivo
requiere cierta dosis de penetraciön y buen sentido. De no ser asi, de la prioridad del ser sobre Ia consciencia; es decir, una técnica
el heroismo s610 despierta en mf sentimientos muy ambiguos». configuradora en la que la acciån de las personas es determinada
Por 10 demås Fontane se limita a oponer a la disciplina y am- siempre por un ser social, y los puntos de vista, sentimientos y
bici6n prusianas y a la «lucha por Ia vida» capitalista una moral talantes que entran en contradicciön con él son tratados siempre
de tipo individual, que en este contexto adquiere un caråcter quie- como impulsos secundarios y superficiales. Cuando en «Frau Jenny
tista y fatalista. En uno de sus poemas tardfos resulta sobremanera Treibel» Ia protagonista, una burguesa engreida, pierde el control
perceptible esta orientaci6n de su pensamiento: de sus nervios al enterarse del deseo de su hijo de contraer una
«mesalliance» con Ia hija del profesor Schmidt, su marido Ie replica
No hay que ambicionar nada con furia, con energfa: «Todo eso que estås diciendo es un irritante desatino.
ni luchar por ello hasta que se rompa el sable; Y ademås, obedece a tu ceguera, a tu arrogancia y a tu poca me-
no ha de dårsete de suyo, moria. Tanto que prefiero no seguir por este camino...» Este es el
y no hay mås que tenerlo desde un principio o no tenerlo. tono en el que el Consejero del Comercio Treibel le habla a su
Por muy intenso que sea el deseo, mujer, Ia cual primero se extrafia enormemente, pero enseguida
elcamino que Ileva a Ia dicha mås pura se queda tranquila y satisfecha porque sabe que su marido, una
no es ningün puente de Beresina, vez que se haya desahogado asf, pensarå al dia siguiente de muy
y no hay mås que ser feliz desde un principio o no serlo. distintomodo sobre este asunto.
Esto estå bien visto, como muchas otras cosas, y caracterizado
De todo ello se deduce necesariamente que el apartamiento y la con indudable penetraci6n, de tal modo que acaba desenmascaran-
adopci6n de una resignada actitud de espectador es la mejor pos- do la forzosa hipocresia social. De esta labor caracterizadora del
tura que cabe elegir en esta Vida: Viejo Fontane se desprende siempre, con no menor necesidad, la
superioridad intelectual, o por 10 menos moral, de sus figuras ple-
«lnvitado un chino (hace ya mås de 200 afios) a un baile en la beyas sobre las de la aristocracia prusiana (los Junkers) y las de la
corte de Francia. bourgeoisie. Ahora bien, esta superioridad no implica jamås rebel-
dia; consiste,ünicamente, en la ausencia de falsas ilusiones y auto-
Le preguntaban unos si sabfa 10 que era eso, engafios de las figuras plebeyas de Fontane, que aceptan la realidad
lepreguntaban otros que c6mo 10 llamaba. de su momento tal y como éste es. (Tenemos que subrayar por
Y él entre risas repuso: «Lo llamamos bailar, Otra parte, que ésto acontece en una época de desarrollo de las
pero dejamos que sean otros quienes 10 hagan». luchas de clase, luchas que, como ya hemos visto, Fontane segufa
con atenciÖn. El hecho de que éstas quedaran, sin embargo, fuera
Entre estos dos polos oscila el famoso escepticismo del Viejo de su obra, sin estar en ella presentes ni siquiera como objeto de
Fontane. Escepticismo que, como ya hemos visto, no equivale en reflexiön moral, no deja de constituir un testimonio mås de sus li-
modo alguno a cualquier posible nihilismo moral. Todo 10 contra- mitaciones.) Uno de los personajes de «Stine», la viuda Pittelkow,
rio. Incapaz de determinar su contenido, es decir, su raiz social (y ejemplifica de Ia mejor manera posible el proceder de las figuras
316 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 317

plebeyas de Fontane. A1 enterarse que el joven conde de Haldern del drama cuyo realismo, sencillez, falta de ret6rica y critica de la
quiere contraer matrimonio con una hermana suya, le hace a ésta mendacidad de los ideales burgueses no puede menos que exaltar
el siguiente razonamiento: (CA cada cual le corresponde un puesto («Wildente»). Aunque, por supuesto, no sin reservas. A1 irrumpir
en esta Vida, y eso no puedes cambiarlo, ni tampoco puede cam- Gerhart Hauptmann en la escena alemana le arranca una admira-
biarlo el condesito. J6venes o viejos, yo me rio de los condes, ya ci6n mucho mås abierta. Hauptmann es, escribe, «un Ibsen defini-
10 sabes, y Jo has visto muchas veces. Pero por mucho que me ria, tivamente liberado de toda retörica, es, dicho con otras palabras, 10
no voy a acabar con ellos, ni con la diferencias entre las personas; que Ibsen querria ser en realidad, y no puede...» Ahora bien, Fon-
ellos estån ahi, y son como son, y estån hechos de Otra pasta que tane termina diciendo que no le gustaria en absoluto que el estilo
nosotros, y no pueden salirse de su piel. Y si, alguno de ellos quiere de Hauptmann Ilegara a ser el ünico vålido en el futuro.
hacerlo, los otros no 10 tragan y no descansan hasta volverlo a me- Fontane formula su principal objeci6n contra Ibsen precisa-
ter en ella». mente en la carta a su hija que citåbamos antes, y 10 hace en los
Esta imagen del mundo determina también la ambigua postura siguientes términos: «lbsen estå un tanto chiflado y en la agudi-
de Fontane frente a sus importantes contemporåneos Gottfried zaciÖn de su chifladura desemboca en una pura ret6rica. No en Ia
Keller y Henrik Ibsen, hacia los que siente entusiasmo y aversi6n retörica de la palabra, sino en la del sentimiento, en la de la idea».
a un tiempo. Fontane es, por regla general, un agudo y penetrante El nücleo esencial de esta objeciön nos es ya conocido de Ia critica
critico de Ia literatura. Sin embargo, no acepta en absoluto a Ke- de Fontane a Heyse y Storm. Critica que roza uno de Ios aspectos
Iler. Insiste en su falta de estilo y 10 compara con los romånticos mås importantes de la postura de Fontane frente al arte y a la Vida:
manieristas de la escuela de Arnim. Thomas Mann indica aguda- la lucha por la normalidad. Fontane rechaza el caråcter idealista-
mente que esta imputaci6n de falta de estilo, tal y como Fontane subjetivo y abstracto-moralizante de la critica de Ibsen a la sociedad
Ia hace, puede serle muy bien devuelta a él mismo. No es, por Otra burguesa, al matrimonio burgués, sobre todo. Desde el ångulo artis-
parte, demasiado casual que Fontane s610 haya juzgado falta de tico considera, precisamente por ésto, que muchos de los conflictos
estilo precisamente la manera de escribir, a la vez personal y y soluciones de Ibsen son demasiado rebuscados, estån demasiado
pregnante de Keller, al que acusa de forzar y achatar la preten- pensados; he aqui, sacado de una carta a Otto Brahm, el juicio que
dida objetividad de su obra. Pienso que la objeci6n esencial de le merece el final del drama «EI pequefio Eyolf» en el que ve una
Fontane contra Keller nacia de 10 mås profundo de su propia per- «obra colosal»: «Es desmesurado; claro que quien calcula mucho
sonalidad. Precisamente por no poder salvar su individualidad hu- corre siempre el peligro de equivocarse. S610 la tonta y simple vaca
mana y literaria sino por la via del «permitir que cinco sea un encuentra siempre el pasto adecuado». Y a Paul Schleuther le pro-
nümero par», sentia la crueldad del humorista Keller como una fetizaba: «Dentro de treinta anos (como måximo) Ibsen parecerå
acusaci6n contra si mismo. También Fontane procuraba sacar, des- c6mico».
de luego, las precisas consecuencias del ser social de sus figuras EI centro de esta apasionada aversi6n, a la que siempre acom-
y de sus situaciones. Pero su escepticismo creaba en torno a todos pafia, desde luego, la admiraci6n, 10 constituye la «estupidez ma-
Ios conflictos una atm6sfera de paz, suavidad y reconciliaci6n, en trimonial» de Ibsen, tal y como Fontane la llama. Las posiciones
tanto que Keller dibujaba las odiadas figuras de los filisteos con adoptadas por ambos en 10 tocante a la soluciön a dar al problema
crueldad s610 comparable a la de los viejos humoristas, crueldad del amor y del matrimonio en la sociedad burguesa se sitfian, efec-
que culminaba en la destrucci6n, por Ia via c6mica, de dichas figu- tivamente, en Ios polos extremos de la propia concepciön burguesa.
ras. Para todo esto contaba Keller con la firme escala de valoraci6n Como es sabido, Ibsen adopta el mås radical punto de vista de
social propia de su condici6n de dem6crata radical que —como exaltaci6n del amor individual creado por la sociedad burguesa
he estudiado en mi ensayo sobre Keller— ponfa, a la manera jaco- pero ininterrumpidamente torpedeada por ella en la real praxis
bina. la virtud en el orden del dia. Esto es, en definitiva, 10 que cotidiana es decir, rechaza de la manera mås radical todo ma-
Fontane rechaza al rechazar a Keller. trimonio no debido exclusivamente al amor entre ambos c6nyuges.
Su mucho mås frecuente, razonada y sincera critica a Ibsen dis- A Fontane ésto le parece exagerado, irreal y enfermizo. Recomien-
curre por otros caminos. Fontane venera a Ibsen como el gran re- da en 10 tocante a este asunto, el mayor sentido de la realidad, es
novador de la dramaturgia de la época, el «benéfico revolucionador» mås, Ia reconciliaci6n incluso —por emplear la terminologia de la
318 Realistas alemanes del siglo XIX 319
Georg Lukåcs

filosoffa clåsica alemana— con Opina que en circunstancias


ella.
tabü para este püblico. Sin que ello quiera decir que esté menos
dispuesto a no hacer concesiones estilisticas o temåticas al gusto
sociales normales el amor suele presentarse, y «si no se presenta,
no pasa nada». Su punto de vista estå, pues, tefiido de un conserva- de algunas corrientes juveniles, como el movimiento naturalista,
durismo mayor al de Ibsen, pero parece mås acorde a la realidad, por ejemplo.
y mås fielmente preservador del ser social. A1 oponerse a toda ciega
Ya hemos visto como Fontane rechaza la «exactitud» fotogråfica
en los detalles tan aireada por los naturalistas. En su praxis litera-
glorificaciön, burguesa y decadente, de las pasiones, salva hasta
ria no hace ningün tipo de concesiones a la brutalidad formal y
cierto punto su exigencia de considerar 10 humano normal como
fundamento de la mesura y de la belleza en el arte. Pero s610 hasta temåtica cultivada por el naturalismo y especialmente subrayada
en las cuestiones del sexo. Fontane no se retrae, por supuesto, de
cierto punto. Porque en esta polémica, que para él es de una im-
sacar a la luz las bases fisi016gicas del amor o del desamor cuando
portancia verdaderamente central, Fontane no ve, en primer lugar,
es necesario. Pero 10 hace con tanta ponderaci6n y delicadeza ar-
que el amor individual es un producto de las leyes de la sociedad
tistica y se limita siempre con tanto cuidado a 10 esencial, que
burguesa, desde Iuego, pero las dificultades que ésta le opone no
ni el decadente aficionado al sexualismo ni el devoto de la brutali-
10 son menos; y, en segundo, que —precisamente en el sentido de
esa normalidad humana a la que Fontane aspira — el sometimiento
dad naturalista pueden encontrar en él su alimento. (Piénsese, por
ejemplo, en su descripci6n de la Vida matrimonial en «Effi Briest».)
a las imposiciones de la Vida capitalista en modo alguno puede ser
considerado como 10 humano normal. No puede sin embargo, decirse nunca que a consecuencia de
esta reserva el Viejo Fontane resulte insipido y monotono. Esta
Por fortuna para Fontane, su configuraciön literaria de la Vida
reserva es, por el contrario, consecuencia necesaria de la composi-
no obedece siempre a las directrices que gufan su, en cierto modo,
ci6n a un tiempo rigurosa y libre, suelta y armoniosa en el sentido
justificada critica a Ibsen. En los momentos en que asf ocurre, des-
de la épica auténtica, que percibimos en sus obras mås logradas.
ciende a un nivel superficialmente literario, aunque no por ello de
menor calidad. Dice tanto acerca de las limitaciones de Fontane el También en este sentido podemos considerar hasta cierto punto a
Fontane como el paralelo alemån de Thackeray, en la medida al
que sobre su obra gravitara siempre este peligro como sobre las
de Ibsen su caida en construcciones sofisticadas, rayanas casi en
menos en que en ambos procuran igualmente armonizar la moder-
nidad de forma y contenido con la salvaguardia de las tradiciones
el decadentismo. Fontane e Ibsen representan, en fin. dos extremos
de la novela realista clåsica. La amplitud y agilidad de la visi6n
de la limitada visiön burguesa de los problemas sociales.
general de las relaciones de reciprocidad existentes entre las figu-
ras tiene a este respecto una especial importancia. La verdad es que

111
en 10 tocante a este problema, la novela antigua se preocupaba muy
poco de la verosimilitud naturalista; su principal empefio no era
otro que proyectar una imagen tal de la Vida, que en ella resultara
iCömo explicar esta caida en 10 superficialmente literario? Como
expresada, en su exacta proporci6n social, y, por 10 tanto, verda-
artista, Fontane se exigia el måximo a si mismo; sus obras estån
deramente humana, la auténtica Vida de las personas y su sentido
muy trabajadas, obedecen a una cuidadosa elaboraciön; en el plano
social especifico. Fontane emplea de la manera mås consciente este
estilistico es extremadamente consciente, desde los grandes proble-
mas de la composiciön al discernimiento lingüistico de los mås pe- método tipicamente «antiguo»; en esta configuraci6n, por ejemplo,
del descubrimiento del adulterio de Effi escoge intencionadamente
quefios detalles, esforzåndose siempre por Ilevarlo todo al mås
una variante banal, esto es, el casual encuentro de una carta de
alto nivel posible de calidad. (Sus reflexiones epistolares en torno
amor, con el solo fin de no introducir un motivo que pudiera
por ejemplo, a la gradaciön de los diversos tonos épicos acudiendo
parecer excesivamente artificioso o rebuscado.
al uso de Ia conjunciön «y» al comienzo de las frases o, por el
De acuerdo con las reflexiones de Thackeray arriba citadas, su
contrario, evitåndola, son muy interesantes.) Por otra parte, Fon-
técnica de composici6n venia siempre determinada por el conte-
tane no hace concesiones al gusto dominante. Llena de conster-
nido material de su obra, por su temåtica, es decir, por el empobre-
naciön a los miembros de las generaciones mås Viejas con sus
cimiento de la Vida burguesa a consecuencia de la divisiön capita-
despreocupados planteamientos de problemas morales, con sus des-
lista del trabajo, de la privatizaciån de la Vida animica del burgués,
cripciones realistas de aspectos de la Vida que habian Sido siempre
320 Realistas alemanes del siglo XIX
Georg Lukåcs 321

de su escisiön interior o de su voluntario retraimiento de la Vida impracticable. Basta con pensar sÖlo en sus mås notables contem-
püblica. (Contenido material cuya naturaleza se desprende natural- poråneos para ver la importancia de las grandes manifestaciones
mente de la Vida capitalista evolucionada, considerado todo ello, püblicas precisamente en la cuestiön de la «totalidad de los obje-
por supuesto desde el prisma burgués.) tos»; asi, por ejemplo, los festejos populares en Keller (la fiesta de
En Fontane percibimos esta tendencia de manera, si cabe, to- Tell en el «Grüner Heinrich, etc.). Dada su materia, esto es, la
davia mås pregnante y consecuente. No es ninguna casualidad que Alemania prusianizada de sus dias y, sobre todo, su postura frente
el nümero de las figuras que aparecen en las novelas de Fontane a esta realidad social, Fontane carecia, como es 16gico, de un ma-
sea siempre tan reducido, ni que a pesar del generoso aliento de nantial semejante. Para mostrar plåsticamente la relaciön dialéctica
la composiciön estén sus novelas a menudo dispuestas —
reme- de sus figuras con sus semejantes y su mundo circundante, Fontane
morando asi la narraciön o la balada— en torno a un ünico acon- sÖlo puede acudir a momentos minimos y aislados de la Vida pri-
tecimiento determinante. Fontane es consciente de esta proclividad vada en una gran ciudad, tales como excursiones, reuniones de so-
suya hacia la estructura de la narraciÖn en la construcci6n de sus ciedad o representaciones teatrales. Una base muy parca, desde
novelas, asi como de que la exclusiön de la vertiente profesional y luego, y una materia muy pobre en comparaciön a todo cuanto a
de la Vida püblica en la configuraciön de los tipos humanos conlleva Gottfried Keller y no digamos ya a Tolstoi, le estaba dado integrar
el indudable peligro de reducir, por un lado, excesivamente el do- en su obra. La utilizaciön hecha por Fontane de este en si tan pobre
minio en que éstos hayan de desenvolverse, y, por Otro, al de caer elemento material y su habilidad para dar — en sus obras mejo-
en un inane psicologismo. res— casi la impresi6n de una auténtica riqueza objetiva, eviden-
De ahi que Fontane procure ampliar artisticamente siempre este cian, sin duda, Ia gran capacidad artistica de Fontane.
dominio de acciÖn tan limitado dando cabida a los reflejos morales Todo esto guarda una relaciön muy estrecha con esa altura inte-
e individuales de esa Vida que no configura en sus obras y que, sin lectual de sus obras a la que nos referimos antes. La riqueza de
embargo, ejerce una influencia tan decisiva sobre el destino de sus espiritu de los diålogos sostenidos en esas ocasiones, asi como su
figuras. Los diålogos ocupan, pues un lugar muy importante en relaci6n unas veces soterrada y otras amplia y nunca rigida con los
las figuras de Fontane. Esta peculiaridad de su técnica configurado- mås importantes acontecimientos de la Vida de los protagonistas
ra nos remite una vez mås al caråcter conflictivo de su posiciön: de la novela en cuestiön, transforma estos residuos tan faltos de
demuestra que el retraimiento respecto de la Vida püblica no es, sustancia social de una antes mucho mås rica totalidad de los ob-
en realidad, ningün retraimiento auténtico, y sf s610 una ilusiön de jetos en factores decisivos para la edificaciön de un mundo verda-
los intelectuales burgueses en el periodo inicial de Ia decadencia deramente épico.
del capitalismo. En estos diålogos hace gala Fontane de toda su Ahora bien, c:cömo se explica a la vista de todo esto la —ni si-
maestria literaria. Son extremadamente ingeniosos, de tal modo quiera escasa regresiön de Fontane de una configuraciån novelis-
que nada tienen que ver con esa frecuente aridez de los diålogos tica de cufio realista a una literatura superficial, aunque siempre,
naturalistas, que Lafarge critica, por ejemplo, en Zola. Aunque no desde luego, estilisticamente cultivada? Ya nuestro anterior anålisis
hay figura de Fontane que no posea el espiritu de su autor y sus ha mostrado 10 extremadamente inseguro del equilibrio conseguido
pregnantes dotes expresivas, todas ellas expresan su propia psico- por Fontane entre los elementos materiales e ide016gicos de su
logia personal y de clase; la expresiön estå siempre finamente in- obra. Se trata de un balanceo tan frågil sobre el filo del cuchillo,
dividualizada, no, por supuesto, en el sentido naturalista del dia- que el menor resba16n puede provocar un desbordamiento, artisti-
lecto, de la mera elecciÖn de palabras, del reiterado empleo de ex- camente catastrÖfico, del equilibrio realista. En algunas ocasiones
presiones «caracterfsticas», etc. sino en virtud del contenido, de la Fontane se deja Ilevar por su propio virtuosismo en la direcciön
fisonomfa social y politica, intelectual y moral, de los que hablan. del diålogo y una conversaci6n Ilena de ingenio acaba convirtiéndose
Por Otra parte, Fontane procura conferir siempre a sus narra- en un fin en si mismo, dejando de ser asi motor de la acciön esen-
ciones esa plenitud objetiva, esa «totalidad de los objetos» sin la cial, de la iluminaciön progresiva de conflictos importantes. Es 10
que no puede ser configurado ningün mundo épico, ninguna rela- que ocurre, por ejemplo, en «Cecile», en los diålogos que giran en
ciön de reciprocidad concreta entre hombre y sociedad. No cabe torno a la historia de la Vieja Prusia; o en cierto modo —a causa
duda de que ésta es una tarea en extremo dificil para Fontane, casi de su extensiön desmesurada— en la aguda contrastaciön efectua-
Realistas alemanes del siglo XIX 323
322 Georg Lukåcs
totalmente incapaz, en virtud de las primitivas tretas de su mu-
da en «Frau Jenny Treibel» entre la burguesfa de Hamburgo y la
jer—, la acaba con la ayuda de un deus ex machina, la muerte del
de Berlin, etc.
marido, y confiere a la historia un happy end «interiormente espi-
Este fenömeno al que venimos refiriéndonos no queda sin em-
ritualizado» (desde el punto de vista de la clase dominante). No
bargo, suficientemente descrito con s610 invocar tal o cual fracaso
es diffcil ver cömo este temor de Fontane a Ilevar las cosas, en algu-
ocasional en el equilibrio de determinadas proposiciones artisticas.
Aunque ünicamente sea porque detrås de estos casos suele haber nos de sus escritos, a sus ültimas consecuencias, esta recusaciön
suya de la crueldad humoristica kelleriana y la postura, en fin, que
siempre un problema mås hondo: iCömo se traduce la norma vital
adopta de «permitir que cinco sea un nümero par», han de hacerle
de Fontane, su «permitir que cinco sea un numero par», en sus ar.
gumentos, en la vertebraciön interior de sus diversos temas? iComo acreedor de considerables —o, en todo caso, sugestivas — censu-
ras. Censuras, en una palabra, de su proclividad hacia la «literatura
alegato contra la hipöcrita rigidez de la moral burguesa moderna
y compasi6n de sus victimas o como aceptaci6n tolerante, como amena».
comprensiön indulgente del modo de Vida de las clases dominantes, El Viejo Fontane es un artista muy consciente. En tanto que
contra las que la propia materia de la obra exigirfa una toma de en su juventud esta consciencia no pasaba de iluminar los aspectos
formales de Ia ejecuci6n, en el Viejo Fontane la clarificaci6n de Ja
posici6n mås dura?
propia actividad artistica va extendiéndose cada vez mås al todo,
La excesiva fidelidad a este demasiado c6modo «comprenderlo
gira cada vez mås en torno a la estrecha relaci6n existente entre
todo es perdonarlo todo» le aproxima, por muy brillantes obser-
los aspectos temåticos y formales de la obra. No es ninguna casua-
vaciones y muy excelentes detalles satiricos que nos ofrezca, como
Iidad que Fontane haya planteado el problema dialéctico, de cen-
en «Frau Jenny Treibel», por ejemplo, a una literatura superficial,
tral importancia en su obra, de la compleja relaciön existente entre
simplemente «amena». En otras ocasiones, al final, sobre todo, de
«gusto» y «naturaleza» —problema sobre el que versa la cita de
su Vida, Fontane manifiesta una clara tendencia, debida también
a su escepticismo, a no Ilevar la problemåtica por él mismo plantea-
Fontane con que encabezamos nuestro trabajo — precisamente en
da en su obra hasta sus ültimas y mås duras consecuencias, cor- una de las novelas mås importantes, «Vor dem Sturm», a fines
tando la acci6n en el momento mismo en que mås se acercan las de la década del setenta. Antes de entrar en un anålisis mås dete-
contradicciones a su propia culminaci6n satirica. Y corta la acci6n
nido de esta dialéctica en el Viejo Fontane, hemos de tener bien
haciendo que el curso de Ios acontecimientos desemboque en una presente que ni «gusto» ni «naturaleza» constituyen potencias in-
variables, metafisicas, sino que, por el contrario, evolucionan inin-
especie de «happy end» ide016gico en virtud de una eventual ca-
sualidad pragmåtica suficientemente fundada. Es 10 que hace, por
terrumpidamente, de igual modo que la «naturaleza» del Viejo Fon-
tane, como hemos intentado probar, no es sino el fruto de muy
ejemplo, en su «Poggenpuhls». En esta narraci6n comienza a des-
cribir Fontane el sometimiento de una arruinada familia de Junkers complejos procesos animicos y sociales, un fruto sometido, por
de Vieja estirpe militar a las altas finanzas judias, para hacer que Otra parte, a cambio constante y no cristalizado sino paulati-
la «dinastfa» Poggenpuhl sea liberada de esta «vergüenza» gracias namente.
a la oportuna muerte de un pariente muy acomodado. Algo similar
En este proceso de profundizaci6n y crecimiento hemos de si-
ocurre en su narraci6n p6stuma «Mathilde Möhring». También en tuar, en primera Ifnea, el creciente progresismo de Fontane, su

este caso dibuja Fontane las Ifneas maestras de una såtira muy pro- apertura democråtica. Ya hemos aducido algunas manifestaciones
metedora, siempre, desde luego, que su autor fuera capaz de rema- suyas que prueben la verdad de esta evoluci6n; testimonios, båsi-
tarla consecuentemente (el hijo, a todas luces muy mediocre, de
camente, de su paulatina convicci6n de que el verdadero futuro
una familia patricia contrae matrimonio en Berlin con una astuta sÖlo cabe buscarlo en la clase obrera. El proyecto de escribir una

y pequefia burguesa «filia hospitalis», la cual 10 empuja hasta ha- novela sobre un tema del siglo xv, sobre Klaus Störtebeker, concre-
cerle ganar una licenciatura, le consigue el cargo de alcalde de una tamente («Die Likedeeler») constituye el fruto mås ambicioso de
pequefia ciudad provinciana, impulsåndolo a convertirse en un «re- este cambio de orientaci6n de Fontane. Él mismo indica que junto
al pintoresco romanticismo del medio 10 que mås le atrajo fue la
formador», en el centro mismo de Ia «sociedad»). Llegado el mo-
mento, sin embargo, en que Ia såtira habria realmente de comenzar
«modernidad socialdemocråtica» del tema. Este proyecto le ocup6
durante varios anos (encontramos alusiones al mismo en sus car-
—es decir: la verdadera carrera de ese hombre agradable, pero
324 325
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX
tas de 1887 a 1896). Thomas Mann 10 califica de «ambicioso». Tam- tra las imposiciones clasistas parta de las mejores, mås auténticas
bién la ambiciön jugaba un papel importante, desde luego, en este y humanas inclinaciones del individuo, aunque tenga que fracasar
proyecto. En una carta en la que aludia a él, Fontane dice explici- necesariamente ante Ia irresistible potencia de los condicionamien-
tamente que ahora podrå ver la gente como su dominio literario tos clasistas. El ser social domina, pues, sin restricciones, pero ha
no se extiende ünicamente al Berlin de su época, sino también a un dejado ya de ser al mismo tiempo un poder moral. De ahi que
agitado y vasto pasado, evidenciando asi que él no estå especia- en Fontane el burgués o el Junker exteriormente perfectos no sean
lizado tan sÖlo en su temåtica mås conocida. sino el resultado de esta lucha; el precio que han de pagar para
A pesar de todo, no creemos que éste sea el factor de mås peso poder ser o seguir siendo unos representantes auténticos de su
en dicho proyecto. Antes bien, se trata de una evoluciön en el clase es su propia destrucciön humana. Los que Ilegan a ello sin
«gusto» de Fontane: «lrrungen, Wirrungen», «Stine», el episodio lucha alguna son considerados por el Viejo Fontane como unas
de Roswitha en «Effi Briest», etc., evidencian esta insuficiencia en tristes caricaturas; la hipocresfa y el autoengafio son ya en ellos
sus obras. A la «naturaleza» de Fontane no le correspondia, en efec- principios vitales instintivos (Frau Jenny Treibel, por ejemplo).
to, sino mostrar Ia superioridad moral e intelectual de las figuras Porque en opini6n del Viejo Fontane todas estas convicciones
plebeyas de tal manera que éstas obedecieran al propio ser social clasistas estån en profunda contradicciÖn con los principios de
descrito como realmente inmutable— de la sociedad burguesa, toda existencia medianamente humana, por muy sencilla que ésta
considerado como el de mayor valor moral, dado que salvaguardaba sea. No hay pues, ser humano suficientemente espontåneo todavia,
al måximo la individualidad del nücleo humano esencial de dichas cuyos instintos vitales elementales no entren en fricci6n constante
figuras; sobre todo lejos de cualquier espejismo, hipocresfa o falsa con las bases sociales objetivas de su conducta. El caråcter espe-
traedia. El «gusto» de Fontane puede inclinarse a menudo con cffico de estas fricciones viene determinado, de todos modos, por
admiraciön ante el impulso revolucionario, bien estética, bien espi- el hecho de que los «héroes» de Fontane jamås Ilegan a poner en
ritualmente; pero Ilegar tan lejos como para identificarse con él tela de juicio los fundamentos de su ser social, ni se alzan radi-
hasta el punto de configurarlo, eso ya no puede convertirse en calmente contra los puntos de vista de su clase, ni Ilegan siquiera
él, de ningtln modo, en «naturaleza». Por muy penetrante que sea a considerar la posibilidad de una ruptura con ella. El ioven y
su visi6n de la fragilidad del ser burgués, es este mismo ser el enfermo conde de Haldern, el «héroe» de Ia narraci6n «Stine» se
que en la configuraciön impone su veto inapelable. expresa con gran claridad en este sentido: «Respeto las creencias
Cuando el Viejo Fontane, con el fin de hacer todavia mås des- vigentes. Pero puede Ilegarse a una agitaci6n tal, que uno acabe
preciable Ia mezquindad de la burguesia alemana de su tiempo, se enfrentåndose realmente a todo aquello de cuya validez no duda
pone a exaltar sofiadoramente y no sin cierta autoironfa, a los en absoluto. Y ésa es mi situaci6n». Su interlocutor, Otro arist6-
multimillonarios americanos, estå planteando igualmente una, por crata, caracteriza el medio social de ambos con no menor claridad,
supuesto mås epis6dica, cuestiön de «gusto». La «naturaleza» del al decir, sintetizando: «Cuanto mås libre se es en la teorfa, tanto
Viejo Fontane se opuso siempre a los amos y vencedores de la mås atado se estå en la praxis, tanto mås cohibido y temeroso en
moderna Vida burguesa; jamås Ilegaron a inspirarle, ni siquiera la aplicaci6n de aquélla al propio yo».
pasajeramente, en su trabajo de escritor. Pero esta oposici6n se Con todo, el Viejo Fontane es el primero en plantear en Ale-
extendia también a la clase de los Junkers. En su I'lltima novela, mania uno de los problemas centrales de la incipiente decadencia
«Der Stechlin», de factura harto subjetiva, Fontane insiste en que de la clase burguesa. El suelo sobre el que se alza es por todo
el poder de la nobleza prusiana antes habia aumentado que de-
ello,y a pesar —o
quizå precisamente por —la especificidad
caido. A pesar de todo, en su obra no aparece ningün representante prusiano-alemana de su problemåtica, plenamente europeo; es uno
de esta potente aristocracia, como no sea, a 10 sumo, en calidad de de los primeros en liberar a la literatura alemana del siglo XT.X de
figura episödica e ironicamente tratada. su angosto provincianismo. En este sentido dehe ser situado .iunto
«Gusto» y «naturaleza» ünicamente coinciden armoniosamente a Turgueniev y Gontscharow, Jens Peter Jacobsen y Pontoppidan,
en el Viejo Fontane en aquellas ocasiones en las que, en la pugna Flaubert y Thackeray. sin haber Sido esencialmente influido, on
pasajera entre el ser social y la consciencia, es configurado el cambio, por estos escritores; es mås, sin haberlos ni siquiera Ole-
triunfo del primero; y 10 es de un modo tal que Ia resistencia con- namente conocido. Este agrupamicnto obedece, como es obvio, a
326 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 327

razones de temåtica, y no de estilo literario: todos ellos configuran camente percibe muy bien el camino mås conveniente a éstos
esa insuficiencia, esa precariedad que en diversos paises, en esta- efectos: laprecariedad de las figuras ha de manifestarse como
dios diversos de las distintas evoluciones y de manera, en fin, no fruto necesario de su entero ser social en el conjunto todo de su
homogénea, Ilega a convertirse, en los albores de la decadencia individualidad. ünicamente en una configuraci6n de este tipo pue-
de la clase burguesa, en un fenömeno tipico. Insistimos en la deter- den aparecer las fricciones motivadas por la precariedad de los
minaciön temporal de este fenömeno —los albores de la decaden- caracteres en los conflictos matrimoniales o amorosos, por ejem-
cia— porque la forzosa precariedad social perceptible de este plo, de manera mås plåstica e inmediata -—, no como algo personal,
estadio en los mejores ejemplares humanos de la clase dominante excéntrico, casual o incluso patolögico, sino como algo socialmente
todavia no se habia transformado en esa coqueterfa, ese narcisismo necesario, por el contrario, en toda individualidad.
y esa autocomplacencia que en un estadio mås tardio cle esta En las dos novelas de tema matrimonial que hemos citado in-
luci6n iban a caracterizar a las figuras de la literatura decadente. tenta conseguir Fontane una generalizaciön de este tipo. Petöfy,
por ejemplo, se encuentra, en su calidad de aristocrata hfingaro,
entre la naciön y Ia dinastfa, sin ser capaz de tomar ninguna
resoluciön concreta a favor de uno u Otro de Ios dos bandos en
lucha; en «Unwiederbringlich», el conde Holk es un ardiente par-
EI rango de toda obra y de todo autor viene siempre determi- tidario de la independencia de Schleswig, 10 que no le impide
nado, en la configuraciön de un tipo, por el mayor o menor grado aceptar al mismo tiempo el cargo de gentilhombre de cåmara de
de generalizaciön social conseguido literariamente, por el mayor la corte danesa. En ambos casos ocurre, sin embargo, que Fontane
o menor grado que esta precariedad, surgida necesariamente de Ia es incapaz —
como consecuencia inmediata quizå de su superficial
evoluciön de la sociedad y de las luchas de clase, alcance en ellos. conocimiento de la sociedad y de la historia de los pafses en cues-
También en Fontane asistimos a esta necesidad de generalizaciön. ti6n— de coordinar orgånicamente estos rasgos con la precariedad
En él se desarrolla, sin embargo, en dos direcciones: una extensiva del centro de Ia acciön eråtica, 10 que al mismo tiempo le resta,
y Otra intensiva. La primera implica una ampliaci6n, un desbor- como es lögico, concreciön y evidencia literarias. Asi pues, la acci6n
damiento del usual ambiente configurado, es decir, de la Alemania esencial discurre, en ambos casos —a pesar de su indiscutible
prusiana. Con ello quiere dar a entender, sin duda alguna, Fontane contenido historico-social —, en un plano estrictamente psic016gico,
que las dimensiones del fenömeno por él percibido son de alcance hasta el punto de que las dos novelas acaban por situarse — «Graf
europeo; asf, por ejemplo, «Graf Petöfy» se desarrolla en Hungria Petöfy» sobre todo, con su ambientaci6n un tanto sofisticada — en
y Viena; «Unwiederbringlich» en Dinamarca, y la segunda parte las proximidades de la literatura amena. Deficiencia de la que
de «Quitt» inclso en Norteamérica. tampoco se libra «UnwiederbringIich», a pesar de esa superioridad
Precisamente en todo esto es donde mås fuertemente acecha en la finura de su trazado espiritual que tanto admiraba C. F. Me-
a Fontane el peligro de caer en una literatura superficial, en una yer. Fontane se esfuerza por acercar esta novela al modelo de «las
literatura «amena». Y no s610 por ser necesariamente de segunda afinidades electivas», pero Goethe escogiö, por un lado, un conflicto
mano casi todos los detalles que Ilenan estas obras, y, en conse- matrimonial de naturaleza mucho mås general, y, en consecuencia,
cuencia, muchas veces superficiales. (La segunda parte de «Quitt» de alcance social mås inmediato, y, por Otro, aün podia enmarcar
no es Otra cosa que una sofisticada y falsamente construida novela su obra en el milieu abstracto de la literatura del siglo XVIII. Como
recreativa, y en cuanto a «Graf Petöfy» * ya su propio titulo parece Fontane es consciente de la necesidad de concretar el ambiente
dar a entender que se va a hablar algo asi como del conde de de sus obras, Ilega por sus propios pasos a la conclusi6n de que
Büchner, del Comte Béranger o de Lord Burns.) Mucha mås impor- sus conflictos matrimoniales han de desarrollarse sobre una base
tancia tiene, de todos modos, la imposibilidad en que Fontane se histårico-social especffica que les sirva, al mismo tiempo, de tras-
encuentra de enraizar, en suelo extrafio, la necesaria generalizaciön fondo, finica manera de conseguir, incluso desde un punto de vista
precisamente en el destino concreto de sus protagonistas. Te6ri- humano, el deseado valor de generalidad literaria. Valor que a Fon-
tane no le es dado, sin embargo, conferir a sus obras.
* «EI Conde Petöfy». (N. del T.) Y no casualmente. Porque —ycon ello volvemos al problema
328 Georg Lukåcs
Realistas alemanes det siglo XIX 329

planteado antes sÖlo la generalizaciOn intensiva de un conflicto puestos båsicos, Fontane construye un cuadro trivial en el que los
puede ser literariamente fructifera. Por muy burgués, por muy eu- acontecimientos individuales decisivos apenas guardan relaci6n, o,
ropeo que éste sea, su forma concreta de manifestarse va indiso- en todo caso, una relaci6n insignificante y casual, con ese trasfondo
lublemente unida a un determinado suelo social. La generalizaciön histörico al que realmente deberian corporeizar y dar nueva Vida.
literaria no consiste realmente, sino en iluminar y perfilar en una
Hacia el final de la novela, el propio Fontane se da cuenta de la
insuficiente dimensiÖn historica de su tema, y pone en boca del
concreciön histörico-social dada las determinaciones de tipo gene-
ral que pueda contener. Gontscharow se ha convertido en un escri- General Bamme, un jubilado excéntrico y solitario, las siguientes
tor de importancia universal con una obra dedicada toda ella a palabras: «No 10 puedo remediar, pero el ser humano es para mi 10
configurar, exclusivamente, la Vida de la aristocracia rusa. Ese es, mås importante, y este homo universal, del que como buen latinista
también, el caso de Fontane: el camino de la verdadera generali- me estå permitido hablar, ha crecido verdaderamente sobre su pro-
zaci6n literaria de sus problemas no discurre sino por 10 concreto pia cabeza desde que al pobre rey ese de ahi al lado le han acorta-
intensivo, esto es, por la critica del prusianismo.
do en Otro tanto. De modo que el precio no me parece excesivo. Le
jetl vaut ia chandelle». Pero estos razonamientos aislados, dichos,
Este es el punto, sin embargo, en el que la contradicci6n, tan
especifica de Fontane, entre «gusto» y «naturaleza» se agudiza al
ademås, por una figura harto episödica, no pueden corregir a poste-
riori la falsedad y asfixia del todo. No en vano diria Fontane algunos
måximo, Ilevando en su obra a soluciones verdaderamente opuestas.
En el umbral y en las postrimerfas de Ia carrera literaria del Viejo anos después, pensando en esta novela, que «siempre se olvidaba
de haberla escrito».
Fontane encontramos obras en las que el tratamiento de este pro-
blema ha obedecido a inclinaciones subjetivas, a simpatfas, a su Veinte anos después aparece la ültima novela de Fontane, «Der
«gusto» personal, y en las que —de muy distintas maneras— ha Stechlin». Otra obra que debe su existencia a la subjetiva debili-
fracasado. Es el caso, por ejemplo, de «Vor dem Sturm» (1879) dad del autor por los mejores ejemplares de la aristocracia prusia-
y «Der Stechlin» (1898). na. Es decir, Otra obra inspirada en el «gusto». Son veinte, desde
luego, los afios transcurridos, y entre tanto la simpatia de Fontane
En la novela historica con que se abre su producci6n épica se
hacia los Junkers ha ganado en sentido critico, ya no es tan incon-
deia Ilevar por el atractivo que, al igual que antes la de Willi-
dicional ni tan inmediata. El propio Fontane reconoce, por Otra
bald Alexis, le inspira la figura excéntrica y obcecada del junker
parte, el caråcter extremadamente subjetivo de su enfoque del tema
reaccionario Marwitz, en torno al que se empefia en hacer girar el
al decir, refiriéndose a esta novela, que su prop6sito al escribirla
periodo preparatorio de las guerras de liberaci6n. Este falso sub-
jetivismo, de cufio prusiano-conservador, tiene como consecuencia no podia ser Otro que «oponer a 10 que la nobleza es actualmente
en nuestro pais 10 que en realidad deberia ser». Ahora bien, este
eldescuido, por parte de Fontane, de la corriente Scharnhorst-Gnei-
senau, corriente que constituye, realmente, uno de los elementos
deber ser es configurado por una via inconsciente y Ifrico-psicolö-
gica, de un modo tal, que una serie de los rasgos personalmente
esenciales de este periodo. A1 no ocuparse en su exposici6n apenas
de ella, favorece al sector reaccionario de los Junkers. Inicialmente encantadores del Viejo Fontane es vinculada en la figura de un
Viejo Junker marginado y un tanto extravagante, de manera bien
Fontane se proponfa configurar un patriotismo sobrio y auténtico
con el fin de oponerlo a ese otro hinchado de ret6rica. Empefio poco firme e inorgånica, a un argumento inconsciente y en ab-
soluto desvelador de ningt'rn proceso esencial. Los admiradores del
en el que habfa necesariamente de fracasar al privar a su obra de
Viejo Fontane estiman mucho esta obra, precisamente por estos
esa realidad social en la que, a pesar de la confusi6n general, aün
rasgos personales, sin darse cuenta de que estas contradicciones
resultaba posible encontrar auténtico patriotismo, haciéndola girar
en torno al falso centro de ese Junker reaccionario, exaltado como que en lugar de formar una trama unitaria discurren separada-
figura preeminante sin el menor sentido crftico.
mente cada una por un lado, desdibujan en ültima instancia la fi-
Raabe se dio perfecta cuenta de que sin el retardado influio de sonomfa de la figura principal, eje de la obra. Cuando una figura
secundaria dice refiriéndose al Viejo Stechlin: «ése... Ileva en el
la Revoluci6n Francesa y sin el elemento plebeyo por ella exaltado
cuerpo 10 que todos los auténticos Junkers, una buena dosis de
no hubiera podido latir en las guerras de liberaci6n nada verda-
socialdemocracia. A1 pincharlos ellos mismos 10 reconocen», estå
deramente popular, nada que se aproximase, ni aün de lejos, a Ia
en realidad caracterizando bastante bien cierto aspecto de Ia per-
auténtica grandeza. A pesar de todo, y dado 10 falso de sus presu-
22 -PEALJSTAS
330 Georg Lukdcs Realistas alemanes del sigto XIX 331

sonalidad de Fontane, pero no, desde luego, de Ia figura del Viejo las personas; un dominio ilimitado sobre la Vida y la muerte que
Stechlin, con cuyo verdadero caråcter se contradicen en realidad ha dejado de embargo, una fuerza moral interiormente vin-
ser, sin
aquellas reflexiones. A diferencia de 10 que piensan algunos, el ver- culante, es decir, una fuerza que no s610 determine los actos exte-
dadero punto débil de esta obra de la vejez de Fontane no radica riores de las personas, sino también sus convicciones y creencias
en el desintegrado caråcter de la composici6n; su principal insufi- interiores en virtud de un ascendiente a la vez intelectual y emo-
ciencia no es Otra que el equivocado punto de partida de la confi- cional. Existe como es 16gico, una decisiva diferencia a este respec-
guraci6n de Fontane, en Ia medida en que éste parte, no como en to entre los miembros de la clase dominante, aunque puedan ha-
otras ocasiones del ser, sino de un deber ser harto confuso y sustan- berse empobrecido, y los de las capas oprimidas. Éstos —y no nos
cialmente falso. Fallo radical que no puede ser subsanado, desde referimos al proletariado, que no es jamås configurado en Ia obra
luego, a base de diålogos ingeniosos. de Fontane— aceptan Ia coacci6n exterior como algo puramente
El Viejo Fontane es un escritor de fuste en todos aquellos mo- exterior, es decir, cuentan con ella de un modo similar a como hay
mentos en los que consigue plasmar como la precariedad de sus fi- que contar, por ejemplo, con las horas de partida de los trenes, sin
guras hunde sus rafces en la especffica evoluciön de la Alemania sentirse en absoluto fntimamente vinculados. Ya hemos visto c6mo,
prusianizada, en todos aquellos momentos, en fin, en los que logra por el contrario, en aquéllos se desarrolla asimismo un automatis-
mostrar que la victoria de este ser social sobre la consciencia, as- mo interior al valorar este poder: el horizonte interior de estas
piraciones vitales e inclinaciones de sus figuras es debida en ültima personas estå insuperablemente limitado por dichas convicciones;
instancia, a las particulares caracterfsticas de este tipo de existen- en todos los conflictos, sin embargo, surgen necesariamente tan
Cia. A1 ser asf configurado 10 singular y 10 especffico de este ser y pronto como alguien, incluso en el åmbito mås estricto de la Vida
de esta consciencia, obtienen personas y destinos una concreta e privada, pretende no dejarse devorar hasta la ültima particula de
intensiva generalizaci6n literaria. Precisamente por ser especifica- su ser por este automatismo clasista, irrumpe con toda su fuerza
dos el modo de ser y el caråcter de estas figuras en su tipicidad la necesidad implacable de capitular ante esos preceptos cuya falta
prusiano-alemana, alcanzan un valor general que desborda con mu- de sentido perciben tan agudamente Ios propios interesados.
cho 10 estrictamente prusiano-alemån. La importancia del Viejo Fontane radica, precisamente, en su
No es ninguna casualidad que los escritores importantes que desvelamiento y configuraci6n literaria de esta estructura en el
han adoptado una positiva critica frente a esta evoluci6n alemana marco de la Vieja y de la nueva Prusia. De este modo fue imponién-
— el nombre de Raabe debe ser puesto en este sentido junto al del dose en el åmbito pråctico-literario su «naturaleza», madurada a
Viejo Fontane — se retrotaigan siempre a aquel dicho de Mirabeau 10 largo de toda una Vida, sobre su «gusto», sobre su simpatfa hacia
segün el cual Prusia es una fruta que ha empezado a pudrirse antes Bismarck y Federico II, a pesar de que en el orden del pensamiento
de madurar. Porque esta penetrante observaci6n no resulta vålida no extrajo consecuencias de toda esta transformaci6n de su «natu-
ünicamente para la Prusia de Federico el Grande. También el Reich raleza» sino muy raras veces y aün menos de manera verdadera-
gestado en plena expansi6n imperialista y sobre todo la Alemania mente consecuente.
de la era del Imperialismo ostentan con extrema claridad estos «Schach von Wuthenow» (1883) es la pequefia obra maestra de
rasgos. Y no es tampoco ninguna casualidad que los mås sobresa- Fontane en esta critica suya de la Prusia hist6rica; una cumbre
lientes criticos ulteriores de Alemania Heinrich y Thomas Mann, solitaria de la narrativa hist6rica alemana cuya importancia aün
sobre todo— hayan sustentado, sin citar expresamente a Mirabeau, no ha sido, ni con mucho, plenamente reconocida. Fontane ha sa-
esta opini6n; en Thomas Mann resulta incluso claramente visible bido arrojar en ella una luz cegadora sobre las raices morales y
la inmediata conexi6n con el Viejo Fontane. sociales de la destrucci6n de la Vieja Prusia (la Prusia de Federico
Lo decisivo en el plano literario, y el momento, asimismo, en el Grande) en la batalla de Jena, al hilo de toda una historia de
que la justa captaci6n de 10 especfficamente prusiano se transfor- amor desarrollada en la «sociedad» berlinesa. Se trata de aquella
ma de manera inmediata y sin generalizaciön consciente, al menos Prusia cuyos oficiales, y sobre todo el protagonista de la narra-
en apariencia, en una aguda critica de la entera sociedad burguesa ci6n, sustentaban la creencia de que eel mundo no descansa mås
moderna, debe ser cifrada en el implacable dominio de un ser so- seguro sobre los hombros de Atlas que el estado prusiano sobre
cial, convertido ya en un puro convencionalismo, sobre la Vida de los de su Ejército». Pertenece a la atm6sfera general de la obra
332 Georg Lukdcs Realistas alemanes del siglo XIX 333

el, que un Viejo oficial diga melanc61icamente durante una revista nio, ni siquiera a los Ojos de una persona como Schach. Temeroso
de tropas: «Grabémonos este espectåculo, mis queridas sefioras. de inspirar la risa al lado de una mujer tan fea y desfigurada, pre-
Porque, crean ustedes el presentimiento de un anciano, ya no vol- tende retraerse. Pero como Frau von Carayon se dirige al propio
veremos a ver esta grandeza; es la revista de despedida del ejército rey y éste ordena el matrimonio al oficial Schach von Wuthenow,
de la Vieja Prusia». El Junker von Bülow. un oficial descontento se casa con Victoire y nada mås formalizada la ceremonia se pega
que conoce bien la Europa de su tiempo Ilega incluso a hablar de un tiro. Obedece, pues, para «en el momento mismo en que obedece
un «episodio prusiano» en la historia universal, y completa esta romper la obediencia de la manera mås brusca», por utilizar otra
vez las palabras mismas de Von Bülow.
critica diciendo que también el luteranismo, religiön oficial pru-
siana, es episödico. «iQué ha aportado Prusia al mundo? Hagamos Bülow se extiende acto seguido en reflexiones sobre el signifi-
un recuento. Los grandes regimientos del Rey Federico Guillermo I, cado general de este erroneo concepto de matrimonio, vigente,
los férreos taconazos militares, las coletas y esa moral maravillosa como acaba de verse, en el Ejército prusiano, un ejército «que en
capaz de inspirar el dicho: "Lo he atado al pesebre, ipor qué no vez de honor tiene sÖlo arrogancia, y en lugar de alma un meca-
ha comido?" i Y Lutero? éQué es 10 que ha aportado realmente nismo de relojeria, un mecanismo que, de todos modos, pronto
al mundo? Intolerancia y procesos de brujas, austeridad y aburri- estarå gastado». Y prolonga esta meditaciön hasta acabar profeti-
miento. En fin, nada que pueda resistir muchos siglos». zando la necesaria derrota de un pais en el que rige semejante
El contenido concreto de esta obra, es decir, la historia de amor moral. «Esa es la esencia del falso honor. Nos somete a 10 mås va-
en torno a la que gira la narraci6n constituye, a pesar de 10 indi- cilante y arbitrario que hay, a la arena movediza de los juicios Ie-
vidualizado y, a veces, incluso extravagante de sus rasgos, una ma- vantados por la sociedad, y nos obliga a sacrificar Ios mås santos
nifestaci6n tipica de todo este conglomerado hist6rico-social. Y en preceptos y las mås nobles y naturales inclinaciones a esas idolos
ello radica, precisamente, su plenitud artistica. El «héroe» de Ia sociales. Por este culto a un honor falso, que nada es sino presun-

narraci6n, Schach von Wuthenow, es un correcto tipo del prome- ci6n y ridiculez, ha cafdo Schach, y cosas mås grandes habrån de
dio al que Victoire van Carayon define como «un hombre de enver- seguirle.Recuerde mis palabras. Igual que el avestruz hemos me-
gadura espiritual poco sobresaliente y de caråcter nada superior tido la cabeza en la arena para no ver ni ofr nada. Pero esta pre-
tampoco». Un hombre, en fin, perfectamente dotado para ser «el cauciön del avestruz todavia no ha salvado a nadie... La guerra ha
semidios de alguna corte principesca». Su historia amorosa y ma- Y veo muy claramente 10 que esto va a
estallado. significar. Naufra-
trimonial es bastante simple. Tras haberle hecho durante mucho gamos en ese mismo mundo de apariencias en el que Schach ha
tiempo la corte a Josephine van Carayon, una noche se inicia una perecido.»
relaciön amorosa entre Schach y Victoire, la hija de Josephine, Lo que por esta via desvela literariamente Fontane no es, en
una muchacha Ilena de espiritu cuya antigua belleza estaba desfi- realidad, Otra cosa que la fragilidad de los seres humanos y del
gurada por las huellas de una enfermedad. sistema social cuya moral descansa sobre un concepto tan falso
La cosa es bastante sencilla. En una reciente velada, sin embar- del honor, sobre una aceptaciön tan estrictamente formal de unas
go, el principe Louis Ferdinand habia derivado la conversaci6n convenciones que ni siquiera en la propia realidad social tienen ya
hacia Victoire, comentando su «beauté du diable», y esto es, pre- vigencia de fuerza moral. Con anterioridad a Fontane ünicamente
cisamente, 10 que complica psic016gicamente el asunto. Porque — de en «Prinz von Homburg» percibimos a veces —y de manera de
manera curiosa o, mejor dicho, natural — las alegres paradojas del todo punto inconsciente— un presentimiento de este nexo causal.
Que luego aparece tratado con muy superior maestria espiritual en
principe juegan un papel decisivo en la seducciön de Victoire. Con
su habitual discreciön comenta Fontane, antes de comenzar el la «Muerte en Venecia» de Thomas Mann. La fijaci6n literaria de

crescendo de la escena amorosa: «Schach contempaba Ileno de dicho nexo causal constituye el fundamento de las mås importantes
curiosidad a su interlocutora. Lo que el principe habia dicho sobre novelas de tema contemporåneo de Fontane: «lrrungen, Wirrun-
ella le rondaba por la cabeza». Von Bülow hace una observaci6n gen» y, sobre todo, «Effi Briest».
muy similar después de la catåstrofe. Catåstrofe que irrumpe pre- De acuerdo con la naturaleza del tema y la forma en que el vie-
cisamente porque una observaci6n hecha con tanta ligereza por el jo Fontane considera su momento hist6rico, falta toda referencia
principe no constituye base suficiente como para contraer matrimo- no solo a la inminencia de cualquier posible catåstrofe, sino tam-
334 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 335

bién a las perspectivas histörico-sociales de las tragedias amorosas zaba esta evoluciön mås iban alejåndose. Fontane dista mucho,
y matrimoniales que constituyen el eje en torno al que giran estas por supuesto, de ser un formalista: de acuerdo con las concretas
obras. El nexo causal interno, sin embargo, en virtud del cual pue- posibilidades de la materia en cuestiön se esfuerza por elaborar
den ser vislumbradas y descifradas estas perspectivas en Ia Prusia la forma correspondiente. Siente —y 10 dice a menudo que como
anterior a Jena estå presente, de la manera mås Clara, en Ia propia honrado trabajador hace todo 10 posible; pero el éxito no estå en
configuraciön. De ahi que estas narraciones y, sobre todo, la mås su mano. Es éste el punto en el que de manera inmediata se evi-
importante de ellas, es decir, la novela de tema matrimonial se dencia el casual influjo de la temåtica.
alcen muy por encima de esa zona en la que el siempre artistico y Lo verdaderamente primario no es a este respecto, de todos
siempre sabiamente equilibrado estilo épico de Fontane roza los modos, cualquier posible pobreza de consciencia estética; su im-
confines de la simple literatura amena. «Effi Briest» pertenece a posibilidad de penetrar en la verdadera relaci6n dialéctica existente
la serie de las grandes novelas burguesas en las que la simple des- entre temåtica y forma evidencia, en ültima instancia, que Fontane
cripci6n de un matrimonio y su necesaria ruptura acaba convirtién- ya no estå —en el plano social— en condiciones de estimar, en
dose en toda una configuraciÖn de Ias contradicciones generales de cuanto a 10 determinante de su contenido, las propias posibili-
la sociedad burguesa; pertenece, pues, a la serie de «Madame Bo- dades de su temåtica; le faltan para ello Ias concretas mediacio-
vary» y «Anna Karenina». nes entre el tema y la forma. Dada la precaridad y el caråcter tan
EI formato interior de «lrrungen, Wirrungen» es de mucho me- confuso de su relaciön con la sociedad alemana de su tiempo no
nor envergadura. Por razones temåticas, fundamentalmente: el ma- deja de ser un caso de suerte el encuentro de su visiön del mundo
trimonio es, en si, un tema .de importancia bastante mås central con un tema que le sea adecuado y que al mismo tiempo refleja
que el de una relaci6n amorosa prematrimonial amenazada por las esenciales conexiones de naturaleza social.
presiones ejercidas sobre uno de los amantes — por razones de tipo Esta importancia de 10 casual resulta sobremanera evidente en
material— a favor de un matrimonio «conveniente». El valor de la génesis de una obra maestra como Schach von Wuthenow».
generalidad de este conflicto se limita a Ia clase dominante, aunque Fontane tiene ya la anécdota sobre la que construirå su historia de
Fontane configura en esta narraciön la superioridad humana y mc» amor, y, sin embargo, no sabe todavia si situarla antes o después
ral de las figuras plebeyas sobre las de la clase alta con una lumi- de Ia batalla de Jena. Con el fin de tomar una decisiön u Otra, desea
nosidad no conseguida por él en ningün otro momento de su obra saber con exactitud cuåndo ocurriö el acontecimiento real. Y escri-
—a excepciön, sin duda, de «Stine», una novela corta algo mås be por entonces: «Desde el ångulo de la novela corta, las dos épocas
descolorida, hermana de ésta En la novela matrimonial estå, tienen sus ventajas; las dos son perfectamente utilizables». De
sin embargo, dibujada Ia totalidad de las determinaciones sociales manera, pues, que 10 que confiere a la narraciön su auténtica gran-
con trazo mucho mås fuerte. deza, es decir, la atmösfera corrompida de la época anterior a Jena,
Esta importancia de la temåtica, determinante del destino de se debe casi a un azar. Ni siquiera una vez acabada la obra es
las obras, es muy instructiva. Indica la intensidad con que —a consciente en absoluto de su contenido primordial. En una carta
pesar de la alta consciencia artistica de Fontane y a consecuencia, a su editor, en la que alude el problema del titulo, dice refirién-
también, por supuesto, de esta consciencia suya— dependen sus dose al periodo inmeditamente anterior a Jena: «Porque, en defi-
aciertos de «azares» felices y no felices, de los temas que le salen nitiva, aquella época no era, ni con mucho, tan mala como hoy se
al paso. Lo cual estå en inmediata relaciön con el viraje ocurrido la pinta...» Aqui se ve la falta de consciencia, Ia espontaneidad y la
en la consciencia artistica de los escritores burgueses tardfos, cada sujecciön al azar de un escritor tan consciente como Fontane en
vez mås preocupados por los problemas de tipo formal; viraje que este problema de la temåtica, del contenido intrinseco a todo tema.
comienza en Flaubert. Los escritores de la madurez burguesa con- Schach von Wuthenow» es un regalo del azar.
sideran la temåtica como algo dado en si, como una especie de don Es el mismo caso de «lrrungen, Wirrungen» y, en medida toda-
de los dioses, un juego del azar. Incitar su consciencia artistica y via mayor, de «Effi Briest». El contenido de ambas obras es få-
el
hacerla evolucionar con vistas a la iluminaciön de la dialéctica in- cilmente sintetizable. El de la primera: la ruptura de una satisfacto-
terior existente entre forma y tema, tal y como aün 10 procuraban ria y feliz relaciön humana por la imposici6n de un matrimonio de
Goethe y Schiller, por ejemplo, era un empefio del que segün avan- conveniencias. El de la segunda: matrimonio corriente, adulterio
336 Georg Lukåcs Realistas alemanes dei siglo XIX 337

por insatisfacciön y aburrimiento, descubrimiento, duelo y muerte mismo tiempo esa reserva de potencialidad humana que tan inütil-
del amante, separaciön, etc. Ni las figuras de estas narraciones ni mente es desgastada y consumida por esta sociedad y que en Otra
sus destinos van mås allå de un aceptable término medio, sölo al sociedad mås cuidadosa de 10 humano podrfa desarrollar espontå-
diålogo de Fontane le es dado elevar todas las escenas al mås alto neamente una Vida mucho mås hermosa y natural. Como todos los
nivel concreto de autoconsciencia y riqueza expresiva ambicionable auténticos configuradores de tipos humanos que ocupan un lugar
en este contexto. destacado en la literatura burguesa, Fontane es aqui —sin habér-
A1 igual que en muchos otros escritores modernos, esta media-
selo propuesto de manera consciente e incluso ignoråndolo — un
acusador.
nia humana resalta mucho mås en las figuras masculinas que en Ias
femeninas. Aquéllas acuden de la mediocridad general al gris de la iA qué se debe, sin embargo, el valor de generalidad literaria de
estas novelas, esa naturaleza de su critica a la Vieja Prusia que
medianfa en virtud ünicamente de su expresividad y de su capa-
cidad de manifestar claramente la dialéctica de su capitulaci6n ante permite generalizarla a la época contemporånea? Fontane describe
las implacables normas de su clase. Lene Nimptsch, por el contra- en ellas, dado, precisamente, 10 corriente del caråcter de sus figu-
ras, pertenecientes, por 10 general, al término medio, la determi-
rio, la protagonista de «lrrungen, Wirrungen» se alza de manera
sencilla, nada retörica y libre de cualquier espejismo muy por
nante influencia que la moral social de la Alemania prusianizada y
encima moralmente de las restantes figuras de la novela. Y como bismarckiana ejerce sobre su Vida privada cotidiana. Y alcanza a
evidenciar como todo ser humano en el que aliente hasta la mås
es preciso aceptar que Fontane no Ilega a configurar jamås se-
insignificante apetencia de Vida verdaderamente humana ha de en-
res rebeldes, esta muchacha plebeya corporeiza la mayor calidad
humana imaginable en este universo literario. A1 igual que Ia Phili-
trar por fuerza en conflicto con aquella moral. Conflicto cuyo curso
ne de Goethe ejemplificaba la ética de Spinoza en la Vida cotidiana, nos es ya conocido: sujecciön exterior a todas Ias exigencias forma-
les del convencionalismo y mayor o menor aniquilaciön interior
asi Lene Nimptsch corporeiza y vivifica los mås nobles elementos
de la visi6n del mundo y de la moral de Fontane; supera, incluso, de todos los afectados que s610 pueden seguir existiendo con la
su horizonte general. El odio de Goethe contra el filistefsmo es, en ayuda de «construcciones auxiliares», como leemos en «Effi Briest»;
genera], mucho mås fuerte, intenso y riguroso que el de Fontane, afectados que por mucho que superficialmente aparenten estar en
desde luego; pero el odio contra la dominaci6n de la Vida indivual paz consigo mismos y por mucho que cumplan de manera normal
por el temor y la espera cobra Vida ejemplar, precisamente en Ia o incluso sobresaliente con su carrera, etc., han perdido toda au-
figura de Lene Nimptsch y en su ascética falta de retÖrica. De todas téntica fuerza de resistencia moral, toda capacidad para una acci6n

las figuras creadas por Fontane, es la mås importante; no es, al


consciente y verdadera. Y los que ni siquiera Ilegan a semejante
igual que otras de Goethe y Keller —espiritus mås altos — sino
conflicto son considerados desde un punto de vista social — to-

un triunfo de 10 popular y plebeyo sobre la burguesia. davia de peor madera.


i Por qué se vive y se muere, por qué se mata en este mundo?
Effi Briest es a su vez la figura mås amable de Fontane. Espiri-
tual y moralmente pertenece al término medio estimable de Ias
De un tiro Instetten, el marido de Effi, mata en un duelo al amante
muchachas de la nobleza. Lo que hace de ella una figura inolvidable de su mujer. Pero antes del duelo, conversando con su amigo Wü-
Ilersdolf, comienza ya a interrogarse sobre el sentido que pueda
es Ia sencilla vitalidad con que en toda situaci6n, sea idilica, peligro-
tener semejante duelo por algo que ocurriö hace seis afios. Después
sa o trågica, busca y encuentra Ia posibilidad humana de expresi6n
del duelo, este pensamiento no Ie abandona ya un instante: «Tiene
mås adecuada a su caråcter y a sus dotes. A pesar de las ambiciones
sociales, sus aspiraciones son mås que modestas. Aun asi, han de
que haber una prescripciön, Ia prescripciön es 10 ünico razona-
ble; que ademås sea prosaica, eso no tiene ninguna importancia; 10
ser forzosamente machacadas por la sociedad. Y el que esta vitali-
razonable suele ser prosaico. Ahora tengo cuarenta y cinco afios. Si
dad se yerga una y Otra vez, aunque acaso ya no tan vibrante, cada
hubiera encontrado las cartas dentro de veinticinco, tendria se-
vez que Effi sea arrojada al suelo, sin poder ser de todos modos
tenta. Y entonces Wüllersdorf me habrfa dicho: "Vamos, Instetten,
humanamente doblegada, eleva, precisamente en esta modestia y en
este mutismo suyo, una dura acusaci6n contra esa sociedad en la no sea usted loco..." Pero idönde empieza la cosa? il)önde estå
el limite? Diez afios exigen todavia un duelo, y se habla del honor,
que ni siquiera es permitido un espacio tan modesto para el libre
desarrollo de 10 humano. La consistencia interior de Effi revela al pero si han pasado once anos o quizå diez y medio, entonces ya es
338 Realistas atemanes det sigto XIX 339
Georg Lukdcs

una locura. El limite, el limite. dD6nde estå? i Existfa ya? iLo ha- voca una tragicömica catåstrofe, que acaba por poner en peligro
biamos traspasado ya? Cuando revivo su ültima mirada, resignado, Ia Vida de Effi. E incluso los padres de Effi que —a su manera —
esbozando una sonrisa en aquel trance tan malo, leo en sus Ojos: aman sinceramente a su hija, actüan de modo similar a rafz del
"Instetten, esa caballerosidad de principios... Podrfa haberme aho- «escåndalo»: sölo ya moribunda puede regresar Effi a su casa.
rrado esto y habérselo ahorrado a usted también"». En este mundo regido por unos convencionalismos implacables
Es decir, que Instetten sabe perfectamente que no ha matado y destructores de todo auténtico valor humano, ünicamente Ros-
por venganza, ni a impulsos de una indignaci6n moral, ni cum- witha, la inculta y supersticiosa criada de Effi, demuestra tener
pliendo un deber sinceramente sentido < Todo ha ocurrido, pues, comprensiön y sentido para las personas. En una carta muy ingenua
en virtud de un artificio, de una idea, simplemente; ha Sido una le suplica a Instetten que ceda a Effi el Viejo perro, su ünico com-
historia fabricada, casi un comedia. Y no tengo mås remedio que pafiero. Poco después de ésto sostiene Instetten un diålogo muy
seguir con esta comedia, y enviar lejos a Effi y arruinarla y arruinar- significativo con su amigo Wüllersdorf; el dia, precisamente, en
me yo mismo...» De este modo subraya Fontane todavfa mås agu- que recibe la notificaciön de un nuevo e importante ascenso: «"Sf",
damente la vaciedad de ese convencionalismo del honor que acaba dijo Wüllersdorf doblando Otra vez el papel, "esa mujer es supe-
destruyendo varias existencias. Porque el pensamiento de la pres- rior a nosotros". "Eso me parecfa a mf también". "Y ese es tam-
cripciön, insinuado por Wüllersdorf, cobra Vida antes del duelo; bién el motivo por el que todo 10 demås le parece a usted tan dis-
enseguida impresiona fuertemente a Instetten, pero ya no puede cutible". "Lleva usted raz6n. Ya hace tiempo que me ronda por
hacerle variar de opini6n. Por culpa, una vez mås, del automatismo Ia cabeza y estas simples palabras, con su intencionada o quizå no
de esa «moral» que domina sin ser poder alguno. Instetten dice en intencionada acusaci6n me han sacado completamente de mis ca-
este diålogo: «Hace seis horas, ya ve que se 10 reconozco de ante- sillas. Hace afios que me estå atormentando dia a dia, y ya quiero
mano, aün tenia todo el juego en la mano, aün podia hacer una acabar con esta historia; nada me gusta ya; cuantos mås honores
cosa u Otra, aün habfa varias alternativas. Pero ahora ya no; ahora me confieren, mås claramente percibo que todo ésto no va a ningt'm
estoy ante un callej6n sin salida. La culpa es mfa, de acuerdo; hu- sitio. Mi Vida ha Sido echada a perder..."» En el curso de esta con-

biera tenido que controlarme mejor y dominar mis reacciones, versaci6n dice Wüllersdorf que es imposible Ilegar en esta Vida
guardåndolo todo dentro de mf y luchando interiormente hasta el hasta el final sin «construcciones auxiliares».
fin. Pero la cosa fue muy sübita, me cogiÖ demasiado por sorpre- Forma parte de la ideal unidad de esta obra, de su acabada per-
sa... Fui a visitarle a usted y le escribi una nota, y al hacer eso fecci6n artfstica, el que Effi, su atormentada herofna, una maravi-
ya no tenia todo el juego en mi mano; a partir de ese momento al- Ilosa figura femenina, sea igualmente incapaz de ver mås allå del
guien estaba ya medio enterado de mi desgracia, y desde las pri- horizonte de esta «moral». A pesar de su vivacidad humana y de la
meras palabras que hemos cruzado aquf, ese alguien, es decir, usted, generosa espontaneidad de sus sentimientos, a pesar de su pene-
10 sabe ya todo. Y como hay quien 10 sabe todo, no me es posible trante inteligencia y de su sagacidad pråctica, no pasa de ser ente-
retroceder». ramente, en la felicidad y en la desgracia, una figura de este mundo
Y asi va consumåndose con 16gica implacable semejante destruc- aristocråtico. Las protestas de su espiritu ante las inhumanidades
ciön —y autodestrucciån— de unas vidas humanas. La carrera de que con ella se cometen no Ilegan jamås ni al umbral siquiera de
Instetten se salva, pero su Vida enferma pierde toda su luz y una verdadera oposici6n al sistema que las hace posibles. De ahi
toda su resistencia interior. Las cosas prosiguen, desde luego, a su el profundo y conmovedor efecto que causa la forzosidad de su
manera inhumanamente automatizada. A pesar de las reflexiones sacrificio.
que el duelo le provoca y que acabamos de citar, Instetten Ile- Con todo esto el Viejo Fontane estå profetizando otra vez — sin
va consecuentemente a término todo 10 que empez6 con el duelo. ser, ni de lejos, claramente consciente de ello, desde luego— una
Separa de su madre al hijo ünico de ambos, y cuando ésta —por nueva Jena a su Alemania prusianizada y bismarckiana. Se trata,
intercesiön de la esposa de un ministro — consigue un reencuentro por supuesto, de una profecia escéptica y pesimista. Las fuerzas de
con su hijo, el automatismo profundamente arraigado en él a 10 la renovaciön alemana quedan completamente fuera de su horizonte
largo de toda una educaci6n en este sentido se revela de una ma- literario. Lene Nimptsch, Stine y otras figuras plebeyas son, en til-
nera tan extremada que el ardientemente deseado reencuentro pro- tima instancia, tan victimas pasivas como Effi Briest. En ninguna
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 341

de ellas percibimos siquiera gérmenes humanos, inconscientes, de manos normales, sanos y dotados de rectos instintos vitales. La
esas fuerzas que podrian convertir este desierto en un suelo fruc- distancia existente entre el rango literario de Fontane y el de Tols-
tifero.
toi no es fruto exclusivo de sus diferentes talentos. Porque no deja
Y 10 que a este respecto entra en juego no es ünicamente la na- de ser cierto que el de Tolstoi fue alentado por la evoluci6n de la
turaleza social de las figuras, sino la manera, sobre todo, en que el sociedad rusa y el de Fontane fue reprimido por la de la Alemania
propio Fontane las ve y configura. Precisamente porque Tolstoi prusianizada. «Anna Karenina» y «Effi Briest» guardan entre sf una
-— como escritor, båsicamente— podia ver y reflejar el proceso relaciön idéntica a Ia que existe entre el Gran octubre de 1917 y el
de descomposiciön del campesino ruso, tienen también algunas de noviembre alemån de 1918. Que semejante comparaciön pueda ser
sus figuras de la nobleza, las mejores, algo instintivamente rebel- hecha, y que tales sean sus resultados, determina —por arriba y
de; sus manifestaciones vitales no se limitan exclusivamente al por abajo— el rango literario del Viejo Fontane.
simple quebrantamiento personal, o a una resignaci6n de antema-
no impotente. Como es 16gico, no pueden romper sus cadenas so- (1950)
ciales. Y si aspiran a una liberaci6n, esta liberaciön s610 puede ser
individual, una liberaciön limitada a su propia persona. (La rela-
ci6n de Pierre Besuchow con el movimiento dekabrista en su pe-
riodo de gestaciön constituye un caso excepcional.) Pero, con todo,
Fontane debe ser situado entre los mås importantes realistas de la
segunda mitad del siglo XIN, en primer lugar porque configura 10
odioso y deleznable de su época tal y como se merece, y, en segundo,
porque —apesar de la limitaciön de su imagen del mundo a 10
privado-personal— no sucumbe a la tentaciön de «profundizar»
aparentemente estos necesarios conflictos reduciéndolos a 10 pa-
tolögico y desviåndolos asi de 10 esencial. Porque los conflictos sölo
pueden ser generalizados en un plano social y, en consecuencia,
humano, en todos aquellos casos en los que las determinaciones so-
ciales normales (por muy extremadas que sean las formas en que
se presenten) entran en contradicci6n con caracteres humanos nor-
males (por muy extremados representantes que sean éstos de su
tipo general). Todo rasgo pat016gico de una figura, desde el mo-
mento en que roza su esencia, la aproxima a la mera singularidad
de la excentricidad social; el individuo decididamente patolögico
es un caso clinico particular que en el meior de los casos podrå ser
quizås acogido a las leyes generales de la medicina pero que en
modo alguno debe ser presentado como tipo, como modelo de po-
Sible generalizaci6n literaria. De ahi que toda —consciente o in-
consciente— disposiciön patolögica de los caracteres no sea sino
un abandono de la naturaleza social de la literatura, y de la genera-
lizaciön social y, en consecuencia, humana, de figuras y conflictos.
Esta penetraciÖn en el valor de 10 normal como substrato de 10
verdaderamente literario constituye una de las mayores cualidades
de Tolstoi. También el Viejo Fontane percibe, sin embargo acer-
cåndose asi a Tolstoi — que sus conflictos destacan con tanta mås
fuerza y autenticidad cuanto mås son protagonizados por seres hu-
Ronnall Castro
Human Being

Estudios sobre el «Fausto»

Segün Puschkin, el «Fausto» es una Ilfada de la Vida moderna.


La definici6n, en sf, es excelente; para hacerla mås concreta hay
que subrayar ünicamente la palabra «moderna». Porque, a dife-
rencia de la Antigüedad, en la Vida contemporånea ya no resulta
posible desarrollar, a partir del hombre, todas las determinaciones
del pensamiento y de la configuraci6n literaria. La profundidad del
pensamiento, la totalidad de las categorfas sociales y humanas y la
perfecci6n artistica han dejado ya de unirse con ingenua evidencia,
antes bien se combaten entre sf con vehemencia. De la uni6n de
estas tendencias antag6nicas conseguida por Goethe ha surgido un
producto ünico en el verdadero sentido del término. El propio
Goethe 10 califica de «producci6n inconmensurable».
Es el destino de un hombre 10 que pretende ser configurado y,
sin embargo, el contenido del poema es el destino de la humanidad
entera. Los problemas filos6ficos mås importantes de una gran
época de transici6n son planteados ante nuestros Ojos, y no de una
manera puramente te6rica, sino inseparablemente unidos a una
configuraci6n sensorial cautivadora (o al menos brillantemente de-
corativa) de las ültimas relaciones humanas. Estas relaciones re-
sultan cada vez mås problemåticas. En realidad, s610 en la primera
parte puede prevalecer una unidad perfecta de 10 espiritual y de
10 sensorial. El contenido intelectual y la desvelaci6n de las in-
terrelaciones histörico-sociales y cientffico-naturales pesan y hacen
estallar incluso con fuerza cada vez mås grande la unidad sen-
Sible de las formas y figuras. Es el proceso general de la evoluciön
de la literatura en el siglo XIX, proceso que destruye Ia unidad y la
belleza del mundo de las formas, sacrificåndolas al proceso inexo-
rable del gran realismo y precipitando el «final del periodo artis-
tico».

No es ninguna casualidad que la segunda parte del «Fausto»


haya Sido acabada casi paralelamente a la aparici6n de «La peau
de chagrin» de Balzac. El realismo que acaba con el perfodo artis-
Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 345

tico surge aqui en formas todavfa fantåstico-romånticas, en tanto debfa sentir el «Fausto» como un poema cosmico; tenian por fuer-
que el gran realismo se desgaja allå del «periodo artistico» en for- za que atraerle las posibilidades de la leyenda. Pero tampoco ca-
mas fantåstico-alegöricas. En Balzac: fantåstico preludio de Ia no- be duda alguna de que el poema que acabö por escribir no es el
vela moderna, en la que va a ser expresado el caråcter a un tiempo mismo que durante su juventud le habia tentado. El crecimiento
real y fantåstico de la Vida capitalista. En Goethe: fantåsticos del <Fausto» al compås de la Vida misma y de las experiencias de
acordes finales del ültimo periodo de la perfecciön formal en Ja Goethe no puede ser considerado como una simple maduraci6n, una
literatura burguesa. Balzac y Goethe experimentan de igual modo evoluciån de un germen original; implica al mismo tiempo una
esta desbordante irrupciön del nuevo tipo de Vida, esta destrucciön transformaciön radical. El que Goethe emprenda Ia culminaci6n de
de los diques de las Viejas formas por la marea de una corriente en- la obra al cabo de varios decenios de abandono y despues de no

crespada. Pero Balzac intenta penetrar en las lineas maestras de haberla considerado durante mucho tiempo sino como un frag-
este desbordamiento con el fin de acceder, a través de su conoci- mento necesariamente destinado a quedar como tal, no contradice
miento, a una nueva forma épica; Goethe intenta regular la corriente en modo alguno la continuidad de su trabajo en el «Fausto». Como
renovando las formas antiguas. tampoco la contradice el testimonio de unos apuntes de Goethe a
Empefio inalcanzable, de todos modos, de manera adecuada. Por través de los que se deduce que originalmente no existfa ningün
muy parad6jico que parezca, Ia soluciön definitiva de Balzac se plan unitario de Ia obra, sino sÖlo una yuxtaposiciön de escenas
acerca mås a las grandes tradiciones —
modernas de Ia épica, de escritas separadamente. (En algunos casos ni siquiera estaba mar-
cado el orden de colocaciön. La escena «Bosque y caverna» que
10 que el «Fausto» puede acercarse a cualquier forma tradicional.
Ya su primera parte desborda el marco de la épica o del drama; aparece como fragmento ya en 1790 no obtiene su puesto definitivo
la segunda, mucho mås: no puede ser calificada de obra dramåtica, hasta 1808.) Y mås tarde todavia tienen lugar cambios fundamen-
ni épica, ni, todavia menos, de suma de imågenes liricas de caråcter tales, como en la segunda parte del poema, por ejemplo, en la

sentimental como las cultivadas a fines del siglo XIX bajo la influen- aparici6n de Helena. cuya justificaci6n dramåtica ha dado lugar
cia, precisamente, del propio «Fausto» (Lenau). Es, efectivamente,
a la composiciön de la «Noche clåsica de Walpurgis». Todo 10 cual
una «producciön inconmensurable». no excluye la existencia de una idea båsica, fundamental y cons-
tante, bien que sometida a cambios y transformaciones. Sobre todo
si tenemos en cuenta que no hay que entender esta idea en el senti-

I. Génesis de Ia obra do de una formula conceptual, sino como una determinaciön con-
creta, como horizonte, como perspectiva de evoluci6n de alguna
Una definici6n como esta — «producciön inconmensurable» — figura determinada. La persistencia de los trazos mås generales de
su destino resultaba, pues, compatible con ligeras variaciones «sub-
no puede ser aceptada por la historia de la literatura como una
determinaciÖn, sino como un problema. Lo «inconmensurable» deja terråneas» de los problemas, e incluso con un paulatino proceso de
de ser una pura curiosidad, un puro y sencillo hecho biogråfico, trasmutaciön en sus contrarios, sin que por ello tuviera que ser
destruida la unidad de la figura de Fausto.
desde el momento en que refleja, en ejemplaridad duradera, un
proceso histörico importante; cuando no es una salida individual El hecho de tener una leyenda como substrato facilita el anåli-
sis de la génesis de la obra. Gorki dice, Ileno de raz6n, que las le-
desesperada a problemas personales dificiles o casi insolubles, es
decir, cuando en su unicidad y en su desbordamiento de las nor-
yendas como ésta del «Fausto» no son «fruto de la fantasfa», sino
mas se revela como auténticamente necesario. «exageraciones perfectamente legitimas y necesarias de Ios hechos
Por eso —y no por motivos meramente fi1016gicos — es impor- reales». No son, en realidad, sino grandes tendencias hist6ricas y
reales de la Vida desveladas en su esencia por el trabajo literario
tante la génesis de la obra. El Viejo Goethe sostenia una y Otra vez
que laconcepci6n de «Fausto» existia ya en él desde hacfa cin- del pueblo y condensadas, una vez ya en este nivel, en algån per-
cuenta o sesenta afios. Los historiadores de la literatura no se ponen sonaje concreto. En estos personajes veia el joven Goethe vivos y
de acuerdo sobre Ia exactitud de esta afirmaciÖn. Para nosotros plåsticamente inteligibles Ios problemas mås profundos de una épo-
ca; y vela en ellos, al mismo tiempo, el simbolo de los mås tortu-
no tiene ningün interés semejante polémica: Goethe tiene raz6n
rantes problemas de su época y de su propia Vida.
y, al mismo tiempo, no la tiene. No cabe duda de que ya de joven
23 - "P.ALISTAS
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 347

Esta identificaci6n del propio destino con la leyenda y la con- leyendas y leyendas. Cada una de ellas tiene un particular grado
siguiente transformaci6n paulatina y original de la leyenda no es, de vitalidad, un especial enraizamiento en el presente y, en con-
pues, una «introyecciön», una introducciÖn injustificada de la propia secuencia, diferentes posibilidades de transformaciön interna. Las
subjetividad en una materia extrafia, sino un original y autonomo leyendas que atraen al joven Goethe son —con las decisivas excep-
ahondamiento de la formaci6n de la propia consciencia de la Vida ciones del «Goetz» y del «Fausto»— biblico-religiosas en el sen-
nacional, e incluso de la Vida de la humanidad en general. La época tido mås amplio de Ia palabra, o antiguas. Leyendas nacidas, pues,
de Goethe, la del joven Goethe sobre todo, aün posefa esta capa- de dos orbes cambiantes de imågenes, el primero de los cuales
cidad de transformar orgånicamente las tradiciones folklöricas del ha dominado sobre las revoluciones de la Edad Media y los tiem-
mito. El joven Goethe, especialmente, se distingue de la mayoria pos modernos hasta Cronwell, y que en Ia Alemania del joven Goe-
de sus contemporåneos y jövenes de su edad por el hecho de cen- the —a pesar del gran éxito inicial del «Messias» de Klopstock —
trar su preferencia en estos mitos populares (Fausto, el Judfo erran- comenzaba ya a decaer; y el segundo ha Sido a partir del Rena-
te, Prometeo) o en personajes historicos ya elaborados por la tra- cimiento la ensefia de la renovaciön espiritual de Europa, con-
diciön popular (Mahoma, César, Goetz von Berlinchingen), es decir, vertido en la Revoluciön Francesa y bajo Napoleon en el funda-
en figuras que tienen, y si no ellas al menos si su época la aureola mento de las ültimas «ilusiones heröicas» de la Europa occidental.
de una auténtica tradici6n popular. De este modo se sitüa Goethe No es de extrafiar que en Alemania, que en aquella época des-
en contradicci6n tajante respecto de las anécdotas historicas de pertaba por vez primera a la Vida espiritual desde la Reforma y la
tema dramatizado accidentalmente o de los hechos de la Vida aisla- Guerra de los Campesinos, flotaran en cierto modo en el aire los
dos y atomizados que cabe encontrar en las obras de los escritores elementos ideolögicos todos de la revoluciÖn burguesa —sin ser
del Sturm und Drang.* generalmente reconocidos como tales —, enriqueciendo la obra del
Semejante aureola de tradiciön popular es extraordinariamente joven Goethe. La real falta de madurez, sin embargo, de la revo-
favorable a este tipo de grandes temas. Permite el vivo crecimiento luci6n burguesa y su Iejanfa en el futuro influyen sobre Ia vitalidad
de la vinculaci6n de la leyenda a la realidad sin privar a Ia leyen- de los viejos temas legendarios y difuminan cada vez mås sus
da de su cohesi6n orgånica, ya que la actividad transformadora figuras. De ahi que de toda esta temåtica el joven Goethe no ofrez-
del folklore actüa ininterrumpidamente sobre los grandes temas, ca sino fragmentos liricos, pensamientos y sentimientos; los pensa-
de tal modo que la obra de un gran poeta puede convertirse en la mientos sentidos resultan, en definitiva, mås vivos que Ios propios
prolongaciön legitima del trabajo poético e intelectual del pueblo. humanos actuantes.
De este modo, como prolongaci6n orgånica de la tradiciön popular, De las dos excepciones que no tienen un caråcter general eu-
la nueva concepciön del escritor individual recibe la posibilidad ropeo, sino especfficamente alemån, surgen dos grandes obras per-
interior de crecer y transformarse sin destruir los perfiles humanos fectas, y no por casualidad: «Götz» y «Fausto». (El propio Goethe
de la figura principal, es decir, limitåndose a modificarlos. confirma en «Poesfa y verdad» el origen simultåneo e idéntico de
Pero como es Iögico —y
a tenor de las diferentes épocas hay — la elecciön de estos temas.) La vinculaciön a Ia leyenda y a un
pasado semilegendario prueban el profundo instinto del joven Goe-
* Se conoce con este nombre al movimiento literario alemån que, a fines the para 10 actual en el sentido mås elevado de la palabra. Su en-
del siglo XVIII, cierra el proceso abierto por la Ilustraciön (la Aufklärung, en su tusiasmo ante el «g6tico» en Strassburgo no tiene nada que ver
especifica vertiente alemana), acentuando el impulso irracionalista. Quebranta
todas las reglas admitidas de mesura racional y armonia moral y estética y con la Edad Media, no es un sintoma de romanticismo. Estå mucho
exalta 10 popular y nacional de manera premonitoriamcnte romåntica. Georg mås vinculado, en los dos grandes proyectos de juventud que real-
Lukåcs, sin embargo (como el lector puede verificar en el tomo VI de la pre-
sente ediciön de sus Obras Completas, Goethe y su época, pågs. 69 y ss.), se
mente Ilega a culminar, al primer (y ültimo) gran combate de Ale-
opone a la usual insistencia de Ia historia burguesa de la literatura y de la mania por liberarse de la Edad Media: a la Reforma, Renacimiento
ciologfa vulgar en una presunta e irreconciliable oposiciön entre la Ilustraciån alemån, a la lucha entre Ios pequefios principados y la nobleza y
y el Sturm und Drang. La interpretaci6n Iukacsiana debe ser integrada en su
empefio central de dibujar la gran corriente progresista de la literatura clåsica a la Guerra de los Campesinos. (El poema «Hans Sachsens poetische
alemana libre de las posteriores tendencias reaccionarias que, arrancando de Sendung», 1776, es un ültimo eco de estas tendencias.)
cierto sector del Romanticismo, conducen al irracionalismo de nuestro siglo.
(Se trata, en fin, de un empefio similar el que cn el plano del pensamiento filo-
La elecci6n de estos temas expresa por sf sola la genialidad del
söfico acomete en «EI asalto a la razån».) (N. del T.) joven Goethe: no son temas de caråcter remoto y puramente pri-
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 349

vado, sino que se identifican espontåneamente, a partir de la in- en sus limitaciones, ha Sido en Alemania durante toda una época
mediata experiencia personal y alzåndose sobre ella, con las mås el simbolo del ansia de libertad. Lo que «Götz» representaba social y
importantes tendencias nacionales. El despertar espiritual de la politicamente en el åmbito del joven Goethe es 10 que el «Fausto»
Alemania burguesa destacamento muy avanzado de su despertar ha significado respecto de todos los problemas de su visiön del
politico— es Ilevado por esta poesfa de nuevo a sus orfgenes: el mundo y la realizaciön de éstos en Ia Vida.
momento en que, bastante Iejos en el tiempo, se rompi6 el hilo de He ahi por qué la dialéctica de la libertad implicita en el «Götz»
su evoluci6n orgånica. Su vivificaciön literaria ha de Ilevar ideo- es, en su confusiön intelectual y politica, una clave muy importante
lögicamente a un nuevo anudamiento del hilo de la historia. El re- de los motivos por los que el esbozo de juventud del «Fausto»
torno a este pasado no es, en realidad, sino una necesaria incita- iba a quedar inacabado. Las limitaciones en la comprensi6n de la
ciön frente a 10 nuevo, una reflexiön sobre la herencia hist6rica. historia alemana, de la libertad humana y de su expresiön politica
Ningün pueblo puede renovarse sin cumplir esta condici6n. Pero que el joven Goethe comparte con Ios ide610gos mås importantes
es extremadamente importante para la naturaleza de su renova- de su juventud, con Herder y Justus Möser— mås que insuficien-
ciÖn saber d6nde y cömo se vincula al pasado, saber qué es 10 que cias y perplejidades de ciertas personalidades son el reflejo ideo-
puede considerar como su herencia. El retorno a la Edad Media 16gico necesario de la evoluciön de la propia Alemania. Contra-
exaltado por Ios romånticos es, por una parte, un sfntoma de las riamente a Inglaterra y Francia, en el occidente de Europa, y a
tendencias reaccionarias operantes en el seno de la renovaciön y, Rusia en el este, donde la unificaciön estatal de la naci6n ya habia
por Otra, un serio perjuicio y una desviaci6n de la ulterior evolu- Sido esencialmente realizada en el momento en que el desarrollo
ciön ide016gica alemana. Friedrich Hebbel, figura tan alejada siem- econömico del capitalismo ponia en el orden del dia Ia revoluci6n
pre de todo pensamiento democrata-radical, se opone apasionada- democråtico-burguesa, la evoluciön de Alemania Ilevaba dentro de
mente a este retorno a la Edad Media. Cifra la grandeza de si la contradicciön, dado que era Ia sociedad burguesa emergente
Shakespeare en el hecho de no haber recurrido éste a momentos la que iba a tener que conseguir Ia unificaci6n nacional, unificaci6n
remotos de la historia inglesa, sino a la Guerra de las Dos Rosas, de este modo convertida en el problema central de Ia revoluci6n
cuyas consecuencias todavia se palpaban en su época. Y exige Jo burguesa democråtica (Lenin).
mismo de la relaciön de Ios poetas alemanes con la historia de su Esta singular situaciön de Alemania, consecuencia extraordina-
patria. q Tanto cuesta reconocer que la naci6n alemana no ha ria de la retardada evoluciÖn del capitalismo en el pais, influye debi-
podido mostrar hasta el presente en ningün momento la historia litando las tendencias revolucionarias y democråticas. En la Ale-
de su Vida sino solo la de su enfermedad? iO hay seriamente quien mania del joven Goethe no existian, ni siquiera incipientemente,
crea que la podemos curar embalsamando el gusano de Ios Hohens- masas plebeyas como las que en Inglaterra con los puritanos y en
tauffen que le ha devorado las entrafias?» Leyendo las obras de Francia con los jacobinos habian impuesto la revoluci6n demo-
Walter Scott, el Viejo Goethe Ilega a consecuencias muy similares. cråtica contra la burguesia. De ahi que la ideologia no pudiera
No s610 admira la capacidad literaria de Scott, Sino, sobre todo, la tener en modo alguno esa audacia tan caracteristica del periodo
riqueza de la historia de Inglaterra, que opone a la pobreza de la de que prapara la revoluciön en Francia y en Inglaterra. La audacia
Alemania. Y ésta es una de las razones por Ias que, inmediatamente revolucionaria aparece finicamente en individuos aislados, carentes
después del «Götz von Berlinchingen» se retrae a los temas de la de influencia. Un auténtico programa para Ia transformaci6n de-
Vida privada, es decir, la escasez de temas histöricos alemanes. mocråtica y revolucionaria de Alemania no pudo ser establecido
«Götz» y «Faust» van juntos histöricamente, tanto en el domi- hasta la apariciön de los te6ricos del proletariado alemån, que 10
nio objetivo como en el subjetivo, de acuerdo con esa concepciön dieron a conocer en la «Nueva Gaceta Renana». Es decir: hasta la
de la historia sustentada por el joven Goethe que hace de ambos aparici6n del «Manifiesto comunista».
«defensores de si mismos en una época anårquica»: ambos perte- De ahi que el tema de las revoluciones primerizas no vuelva a
necen a la época de la Reforma, ambos son a un tiempo expresiones ser estudiado de manera consecuente e historicamente adecuada
historicas intuitivas de una aspiraci6n a la libertad nacional y po- hasta «La guerra de los campesinos» de Engels. (Sin que ésto ex-
litica, de una aspiraciön ideolögica a la libertad del joven Goethe, cluya la existencia de algün precursor aislado dentro del movi-
aspiraciön que en su amplitud y profundidad, en su patetismo y miento democråtico de los afios cuarenta, como Zimmermann.)
350 Georg Lukåcs Realistas alemanes det siglo XIX 351

Pero al joven Goethe no le resulta posible comprender la Guerra una Optica politica falsa— en la pequefia nobleza, los rasgos mås
de los Campesinos como una revoluci6n democråtica, ni, en rela- puros y hermosos de esta contraimagen son, en su mayoria, los de
ci6n con ello, Ia revoluci6n democråtica como fundamento de una la sencillez y decencia burguesas y plebeyas, los de la sublevaci6n
Alemania libre y unificada. Como la inmensa mayorfa de los Auf- contra la pseudo-cultura de las cortes. Desde este punto de vista
klärer,* Goethe tiene desde el principio al fin una actitud negativa el «Götz» puede ser considerado como un puente mediador entre
frente a la revoluciön en general y frente a la democråtica en par- la «Emilia Galotti» de Lessing y «Kaba11e und Liebe» de Schiller,
ticular. Siente, como los pensadores mås significativos de Ia Auf- por mucho que el patetismo acusador de ambas obras esté alejado
klärung, una gran y vehemente simpatia hacia el pueblo oprimido; del joven Goethe.
critica, como ellos, duramente a los opresores; comprende real- El noble bandolerismo de Götz no es para el joven Goethe sino
mente los her6icos sufrimientos e incluso la her6ica revuelta de un simbolo, Ia expresiön de cuanto hay de indomable, de ilimitada
algunos personajes. Pero no acepta en modo alguno la transforma- necesidad de libertad en el hombre nuevo, de la vanguardia ideo-
ciÖn revolucionaria, «desde abajo», ni siquiera del orden social 16gica de la sociedad burguesa alemana progresivamente consciente
mås despreciable. Como Hobbes en su época, Goethe considera al de sf misma. Lo escasamente evolucionado de la diferenciaci6n so-
pueblo a la manera de un «puer robustus sed malitiosus», un Cial y politica— «no es posible hablar de castas ni de clases, a 10
«fuerte pero malintecionado rapaz». sumo de castas que fueron y de clases que aün no han nacido», dice
A pesar de estas limitaciones insuperables, la Aufklärung ale- Marx— tiene como consecuencia el aislamiento, la exclusiva reduc-

mana nacida con mucho retraso, pero de muy rauda evoluciön — ci6n a sf mismos de los ide610gos. Su principal enemigo es el feu-
cae muy pronto bajo la influencia de Ia critica plebeya al progreso dalismo cortesano, de eso son perfectamente conscientes. Como
capitalista. Lessing todavfa mantiene una postura esencialmente burgueses revolucionarios quieren extirpar el filistefsmo de la na-
critica y negativa frente a Rousseau. La deuda de Herder y Goethe ciente clase burguesa, pero la masa de los intelectuales estå, en
para con él (como la de Kant) es decisiva. Por supuesto que no es parte, contaminada por el espiritu cortesano, y, en parte, hundida
posible considerar al joven Goethe, sin mås, como discfpulo de en el desarraigado epigonismo de una Aufklärung trivializada y
Rousseau; pero su patriotismo alemån, su amargura por el desmem- adaptada, también ella, al filistefsmo. Asi nace el ideal del «defensor
bramiento de la patria, claman a menudo con acento rousseauniano de si mismo». Ideal en el que se evidencia el genio literario del
contra los vencedores de la Guerra de los Campesinos, contra los joven Goethe, que consigue un «triunfo del realismo» al vislum-
beneficiarios de la Reforma; contra los principes, contra la poli- brar claramente no s610 la derrota de su héroe, sino también la
tica, contra la moral, la cultura y la civilizaci6n de las Cortes ale- necesidad de la misma, desvelando —precisamente contra su pro-
manas. Esta critica «desde abajo» de Goethe acaba convirtiéndose, pio entusiasmo— sus determinaciones hist6rico-sociales; y todo
bien es verdad, en una defensa del democratismo de figuras de la ello, efectivamente, a pesar de ese entusiasmo que le arranca su

nobleza como Götz, Sickingen, etc., de tal modo que enturbia héroe, a pesar de esa idealizaci6n de él a la que se entrega. Por
Ia perspectiva, la hace confusa, y Ie incita a idealizar al héroe reac- muy subjetivamente que, como de costumbre, valore la rebeli6n de
cionario de su juventud, al que Marx ha dado el calificativo de Götz y sus resultados, la configuraci6n del personaje es vitalmente
«tipo miserable». Pero al mismo tiempo no deja de ser verdad que veraz e historicamente legitima. Por eso Marx, a pesar de oponerse
de este odio plebeyo y rousseauniano nace una imagen implacable severamente a la figura de Götz, adopta una actitud positiva ante
y veridica del mundo de arriba, del mundo de las pequefias cortes, la obra de Goethe.
vacfas y corrompidas, de un egoismo mezquino, destructoras de La idea del «defensor de si mismo» todavfa es desarrollada en
las mejores fuerzas de Alemania. Y si la imagen opuesta y positiva, el «Fausto» con mås amplitud y profundidad. Ya la propia leyenda
la clase sana de los de abajo, es simbolizada —de acuerdo con impone a Goethe la necesidad de replantearse el problema en un
plano universal. Cuando el Viejo Goethe afirma que su configu-
* Se conoce con este nombre a los escritores, poetas y pensadores alemanes raci6n tanto del «grande» como del epequefio» mundo, es decir,
que participaron en la Aufklärung, es decir, en un movimiento racionalista del
siglo xviii que fue un reflejo —con determinadas notas especificas —
del enci- de la Vida püblica y de la Vida privada e individual, habia obedecido
clopedismo francés. Su principal interés era de orden pedag6gico: hacer acce- siempre a una intenci6n, estå diciendo, sin duda, algo exacto. Y co-
Sible a un vasto püblico burgués las conquistas del pensamiento europeo. Entre
sus mås ilustres representantes cabe citar a Leibniz y Lessing. (N. del T.)
mo la ulterior redacci6n del «Fausto» 10 revela (actos I y IV de la
352 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 353

segunda parte), el «gran mundo» configurado en esta obra no podia Es natural que la profundidad y grandeza originarias de esta
ser otro que el que como Vida cortesana habia Sido descrita en el leyenda renacentista brillaran a través de las deformaciones; es
«Götz». Pasados cincuenta o sesenta afios, su rebeliön no es menos natural que un gran poeta como Marlowe intentase vivificar muy
decidida; sÖIo que las ilusiones sobre los «defensores de si mismos» pronto el espfritu de Ia verdadera leyenda original. Pero este ensa-
caballerescos han desaparecido sin dejar rastro: los caballeros apa- yo de reconstruir la leyenda en su profundidad original no fue
recen, sf, pero como el fenömeno propio de una época en disolu- suficientemente consciente en el plano poético e intelectual; se
ciÖn, como las cortes, la Iglesia, etc. queda excesivas veces en la simple atenciön a determinados rasgos
Este conocimientos es el resultado de una larga evoluciön. Las externos — mågicos, charlatanescos, fantåsticos, mistico-engafiosos,
alusiones al «gran mundo» en el «Urfaust» en el fragmento del etcétera—, de tal modo que su influencia no podia ser eficaz ni
«Judio Errante», evidencian que un universalismo en la confi- duradera.
guraciÖn del siglo XVI alemån, época del alumbramiento y del aborto Los grandes Aufklärer alemanes Lessing y Goethe no conocian a
de una nueva Alemania, ünicamente habrfa podido dar entonces Marlowe y se enfrentaron autönomamente con Ia leyenda de Fausto
como resultado una repetici6n del trasfondo del Götz. El Fausto para salvar su contenido auténtico de acuerdo con el espiritu de
del primer fragmento habrfa fracasado en aquel mundo del mismo la Aufklärung. Esta nueva vivificaciön era plenamente orgånica y
modo que Götz y Werther naufragaron en la Alemania surgida de justa, ya que Ia Aufklärung es, en verdad, la legitima heredera del
toda esta confusiån. Renacimiento. Este intento tenia que ir, sin embargo, unido a una
Este no es, pues, un motivo suficiente para que el «Fausto» del transformaciån de la concepci6n båsica, ya que en virtud de una evo-
joven Goethe quedase indefinidamente fragmentario. No existe nin- luciön de mås de dos siglos todos los problemas importantes de la
gün documento que pruebe que la primera concepciön del «Fausto» leyenda de Fausto (el de Ia individualidad creadora, el del bien y
no fuese trågica, del mismo modo que tampoco hay ninguno que del mal, el del conocimiento de la Vida, etc.) habfan Sido profun-
pruebe 10 contrario. La comunidad de trasfondo hist6rico entre damente alterados.
el «Götz» y el «Fausto» solo ocasionalmente da lugar a consecuen- El proyecto de Lessing implica una radical transformaciön de
cias de orden temåtico, pero si se traduce en una identidad de la leyenda de acuerdo con el espiritu de Ia Aufklärung en su ple-
atmÖsfera trågica en ambas obras juveniles. En el «Fausto», de to- nitud: la tentaci6n del mal naufraga en la simple apariencia; la
dos modos, los problemas son planteados con una amplitud y pro- aventura de Fausto con el diablo, su pacto con él, no es sino puro
fundidad muy diferentes, y la insolubilidad (es decir, la soluciön suefio; la relaci6n entre Vida y conocimiento no entraia, en ültima
puramente trågica) de los problemas hist6ricos y sociales comunes instancia, ningün problema.
no agota ni con mucho los contenidos generales que Goethe hubo El joven Goethe se mantiene mucho mås cerca de la leyenda. Su
de pensar y sentir radicalmente de nuevo hasta Ilegar al verdadero actitud es menos critica que Lessing — es decir, critica en el sentido
nücleo del «Fausto». de la Aufklärung—, pero su relaci6n, en cambio, con el mal y el
El problema del conocimiento de la naturaleza, el del conoci- contradictorio papel que a éste le corresponde en la historia de la
miento en general y el de la relaciön entre conocimiento y praxis humanidad es, desde luego —aunque sÖlo en germen diferente
(tres problemas que, en ültimo término, son uno "10) figuran aqui y mucho mås profunda. En esta discrepancia se refleja la evoluci6n
en primer término. La leyenda ya los habia planteado en su tota- de la Aufklärung alemana. Ciertas tendencias disolventes de la
Iidad, pero de una manera deformada. Y no casualmente. Porque Aufklärung dan lugar, en el joven Goethe y en Herder, de acuerdo
todas las tradiciones de la leyenda de Fausto provienen de «paises con las especiales condiciones de Alemania, a unos indicios de
enemigos»: son luteranos —partidarios entusiastas de la Refor- incipiente transiciön hacia una dialéctica idealista. Esta progresiön
ma— quienes han interpretado la leyenda renacentista desde el del pensamiento burgués hacia la ültima y mås alta de sus cumbres
punto de vista de la pecaminosidad de semejantes anhelos —
los aparece algunas veces bajo unas condiciones muy reaccionarias (o a
trågicos conflictos de las ilimitadas exigencias del hombre liberado menudo ünicamente discrepantes, es cierto, y "10 en apariencia
de la Edad Media, exigencias de sabiduria absoluta, de ilimitada reaccionarias). La cada vez mås luminosa consciencia de la contra-
actividad, de fruici6n infinita de los placeres de la vida—, presen- dicci6n como fundamento de la Vida y del conocimiento ocupa aqui
tando al trågico héroe renacentista como ejemplo pavoroso. un lugar central. No es éste el lugar de analizar, ni siquiera esque-
354 Realistas alemanes del siglo XIX
Georg Lukåcs 355

måticamente, la historia de estos primeros pasos del pensamiento El joven Goethe se encuentra, pues, mucho mås cerca de la Ie-
dialéctico en Alemania; habremos de limitarnos a unas someras yenda primitiva que Lessing, y no sölo por una adhesiön poética
indicaciones. Hay que anotar, ante todo, la renovaciön de la coin- mucho mås intima a los elementos de su trama, sino también, y
cidentia oppositorum (la unidad de los contrarios) debida a Ha- fundamentalmente, por la renovaciön a que se entrega del espfritu
mann, que al igual que el joven Goethe, pretendia haberla tomado del Renacimiento y del originario contenido intelectual de la obra,
de Giordano Bruno; importa también tener en cuenta Ia subterrå- desfigurado por las desvirtuaciones luteranas. Pero esta renovaciön
nea influencia de Vico, a quien Goethe ley6 por vez primera en es fruto de la del espiritu de la Aufklärung, de Ios esfuerzos de
Italia, lectura que despertö en él el recuerdo de Hamann, el cual aquella época de transiciön a un pensamiento dialéctico a que ya
no pasa de ser, de todos modos, un eco debilitado del gran italia- nos hemos referido. La elaboraciön consciente de esta nueva visiön
no; y hay que tener, por ültimo, en cuenta la dialéctica — no cons- del mundo constituye el fundamento del trabajo de Goethe, largo
ciente como tal— de los propios Aufklärer, la de Rosseau, sobre como su propia Vida, en el «Fausto»; sus etapas determinan el con-
todo, y Ia influencia de Spinoza, actuante también en un sentido tenido y la forma de las diversas fases evolutivas del poema. Es
dialéctico. Todas estas corrientes de pensamiento ejercen una pro- caracteristico, en este punto, que la evoluci6n filosöfica de Goethe
funda influencia sobre la imagen del mundo del joven Goethe. ocupe un lugar muy importante en el trånsito hacia este proceso
La Aufklärung entra, pues, con Hamann, Herder y, sobre todo, de transformaciön; la nueva manera de considerar el contenido
con Goethe en una nueva fase de su evoluci6n, contradictoriamente histörico-social constituye una parte tan sÖlo de este trabajo.
superior. El descubrimiento de que la contradicci6n es el centro de Habremos de considerar con todo detalle Ios resultados de este
toda Vida y de todo conocimiento va inseparablemente unido a la trabajo de la entera Vida de Goethe en sus principales problemas,
consideraci6n historica de todo el proceso de la Vida. La evoluci6n figuras, etc. Ahora vamos ünicamente a ocuparnos por via de
en el seno de la naturaleza y en el seno de la sociedad se con- anticipaci6n y con una consciente unilateralidad — de los elementos
vierte en un problema central, problema fundamentalmente estu- aislados que pueden esclarecernos los puntos criticos del creci-
diado por el pensamiento alemån que de este modo interviene de miento de la obra.
manera rectora en esa transformaciön de la filosoffa que culmina Estå, ante todo, el problema del conocimiento: la escena del
en Hegel: creaci6n de una nueva ciencia de la historia. espiritu de la tierra, que constituye el contenido filos6fico principal
Ciencia de la historia que es, en parte, una continuaci6n y pro- del eUrfaust». La incipiente tendencia hacia un pensamiento dia-
longaci6n de las tendencias ilustradas (Montesquieu, Gibbon, etc.) léctico tropieza aqui brutalmente y de una manera inmediata con
pero que también constituye, en parte, el historicismo como visi6n el pensamiento metafisico. La aparici6n, en el plan afectivo, de los
universal del mundo. En este sentido, este movimiento va mås nuevos métodos de pensamiento en el joven Goethe conduce a la
allå que la propia ilustraci6n; utiliza las experiencias de la naciente negaci6n absoluta de todo pensamiento escolar, escolåstico y meta-
revoluci6n internacional de las ciencias naturales, utiliza también fisico. Con esta oposiciön el joven Goethe se acerca no poco a la
el nacimiento de la teorfa de Ia evoluci6n en biologia, etc. negaci6n, por parte de los primeros filösofos de la naturaleza del
Todas estas tendencias habitan en el joven Goethe de manera Renacimiento, del pensamiento escolar de su tiempo. Asi, pues, y
todavfa intuitiva y confusa. Su totalidad, fijada intuitivamente, de- sin deformaciones historicas, puede poner en boca de su héroe de
termina la posici6n de Goethe respecto a la leyenda de Fausto. Es- la época renacentista los conflictos mås profundos de su propia
tas tendencias Ilevan el tema de Fausto a profundidades y cumbres evoluci6n intelectual. Goethe se encuentra, en este momento, muy
muy distintas a las alcanzadas en el «Götz», vinculåndolo fuerte- lejos todavfa de la ulterior intima asociaci6n entre el entendimiento
mente al tiempo, tanto al de la leyenda como al del propio Goethe. y la raz6n, del encuadramiento del conocimiento intuitivo en e)
La preocupaci6n del joven Goethe por Gottfried Arnolds y la his- proceso total del conocimiento, de la exacta comprensi6n de la
toria de sus herejias, por Paracelso, por Helmont, etc., constituyen, necesidad de la reflexi6n y de sus categorias y, al mismo tiempo,
en el terreno de Ias ideas, un punto de partida para enfrentarse de la ineludible necesidad de superarla. Por eso el joven Goethe
con el tema de Fausto, de igual modo que la autobiograffa de Götz —al igual de Hamann, Jacobi, Lavater y otros compafieros de ju-
von Berlinchingen dio lugar al drama goethiano conocido con ese ventud opone de una manera brutal y exclusiva el conocimiento
mismo nombre. intuitivo a la reflexi6n analitica. Desde su punto de vista, todavfa
356 Georg Lukåcs Realistas alemanes det sigio XIX 357

predominantemente intuitivo, el presentimiento de la dialéctica sig- dacci6n del fragmento, es decir, el «Urfaust». Y su configuraci6n
nifica: captar por via intuitiva la unidad mövil y cambiante del estå ya acabada, si consideramos la tragedia amorosa de manera
mundo, rechazando sin reserva las determinaciones analiticas inmediata. Todo 10 que después le ha Sido afiadido no ha hecho
del entendimiento y situåndose en su polo opuesto. Pero en tanto mås que integrar esta tragedia en el gran conjunto hist6rico-filo-
que Hamann y con él Ia parte mås considerable de los contempo- "fico del Goethe maduro. Prescindiendo de este conjunto, el suyo
råneos del joven Goethe eran incitados a consecuencias reacciona- no puede ser otro que un oscuro y trågico colorido. Es pues con-
rias ya a partir de esta propia teorfa de la intuiciön, a la que
secuente que al final del «Urfaust» ünicamente se escuchen las voces
habian ya privado de su fluidez inicial, Goethe busca el camino de de Mefist6feles que anuncian que Margarita «Es juzgada». La res-
un auténtico conocimiento de la mövil contradictoriedad de la puesta del cielo. «iEs salvada!», no aparece hasta la redacci6n defi-
Vida. En «Poesfa y Verdad» podemos ver como esta büsqueda y el nitiva de 1808.
rechazo, necesariamente ligado a ella, de la ciencia de su tiempo Entre la nueva dedicaciön al trabajo del «Fausto» que Ileva al
han constituido el punto de contacto mås importante con la leyen- fragmento de 1790 y la anterior, estå el ministerio de Goethe en
da de Fausto. Weimar y su huida a Italia. La tentativa de Goethe de Ilevar su
En este estadio de juventud puede ser, pues, percibido ya el dis- visi6n del mundo a la pråctica politica ha fracasado, dejåndolo
cernimiento critico del joven Goethe. Su Fausto sigue este camino profundamente decepcionado; decepci6n que, como es natural en
hasta el final, de una manera mucho mås radical que la del propio Goethe, va acompafiada al mismo tiempo de un enriquecimiento de
Goethe. De este radicalismo es de donde procede el elemento trågico su experiencia y de su horizonte politico y social. Enriquecimiento
de la escena del espiritu de la tierra. Los anhelos de Fausto son los cuyos frutos no habrian de verse hasta mucho después. La época
mismos que los del joven Goethe: una filosoffa de la naturaleza de Weimar es Ia de su dedicaci6n sistemåtica a las ciencias natu-
que Ileve a compartir plenamente la movilidad de la naturaleza, rales y también la de su superaci6n del intuicionismo afectivo de
una filosofia que mås allå de la simple contemplaciön, de la muerta su juventud. Esta dedicaciön obedece, originariamente, a necesida-
objetividad, acceda a la superaciön del abismo existente entre el des pråcticas, pero tiene como consecuencia, en Weimar y luego en
Italia, importantes descubrimientos en el terreno del estudio de la
conocimiento de la naturaleza y la actividad humana. Por eso Faus-
to, después del embriagador conocimiento de las relaciones ma-
naturaleza de acuerdo con la nueva manera de concebirla como un
crocösmicas en el sentido de la filosofia de la naturaleza renacen- proceso de evoluci6n unitaria (descubrimiento del hueso interma-
tista, exclama Ileno de desesperaci6n: xilar en el hombre, etc.).
A pesar de que su definitiva imagen del mundo comenzara ya
iQué espectåculo! Pero, ay, tan sÖlo un espectåculo. a culminar su formaciön de esta manera grandiosa en la época de
iCömo apoderarme de ti, naturaleza infinita? Weimar, la estancia en Italia fue para Goethe ante todo una reno-
vaciön, una consolidaci6n de la propia personalidad, su reconstruc-
En
el anhelo de Ilegar a este conocimiento Fausto evoca al es- ciÖn como poeta, su nueva dedicaci6n al trabajo poético, tantas
piritude la tierra. Pero es aqui donde se abre el trågico abismo. veces interrumpido. No es, pues, casual que en Italia el peso de su
Para nada sirve que Fausto se sienta tan cerca del espfritu al que producciön no recaiga en obras nuevas, sino en acabar fragmentos
antiguos, muchos de ellos comenzados con anterioridad incluso a
ha invocado; éste acaba anonadåndolo con las siguientes palabras:
su época de Weimar: elfigenia», «Egmont», «Tasso» y «Fausto».
Semejante eres al espiritu que puedes concebir,
De todas estas obras, el «Fausto» es la finica que no culmina
ino a mf! definitivamente. Lo que tampoco es ninguna casualidad. El anåli-
sis del fragmento de juventud evidencia un viraje radical en su
visi6n del mundo, pero no la capacidad de Ilevarla hasta sus ülti-
Un espiritu trågico empapa, pues, tanto el «Urfaust» como el
•Götz». Como luego veremos con mås detalle, no es ninguna ca- mas consecuencias. La escena «Bosque y caverna», asi como el pri-
sualidad que la configuraciån juvenil del trågico conflicto entre el mer fragmento del diålogo entre Fausto y Mefistöfeles, permite
adivinar la orientaci6n de este viraje: el poema cosmico ulterior
hombre y la mujer de la tragedia de Margarita haya recibido aqui
su forma mås desgarradora y disonante. Domina la primera re- comienza a dibujar su contorno, el esbozo del «Fausto» comienza
358 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 359

conscientemente a Ia nueva filosofia dialéctica naciente en Ale-


a ser mås que el puro elemento trågico del «Urfaust». Lo cual,
mania.
como veremos luego, no presupone negaciÖn superficial alguna
de la tragedia. El conjunto de la obra de Goethe contiene tragedias, A su regreso de Goethe emprende, tanto en el plano poli-
Italia,

y por 10 menos tantas y tan profundas como las de otros grandes tico como en un camino en apariencia opuesto. Estå
el filosöfico,
aterrado, fuera de si (en el sentido mås propio de la palabra) ante
escritores. («Egmont» y «Tasso» reciben precisamente en esta época
la Revoluciön Francesa; acentüa, incluso exageradamente, el ca-
su forma definitiva.) Pero 10 trågico ya no es para Goethe un prin-
cipio ultimo determinante; percibe una evoluciön del mundo que råcter puramente empirico de sus investigaciones en el dominio
continåa victoriosamente a través de las tragedias individuales. de las ciencias de la naturaleza, insiste en mantenerse al margen de
Este viraje se revela de la manera mås clara en la nueva escena cualquier posible influencia de las generalizaciones de tipo filo-
«Bosque y caverna». (Muy caracteristico del estado de transici6n séfico. Es comprensible que en este estadio de transiciön no pueda

en el que se encontraba Goethe en aquella época es el hecho de que acabar el poema cösmico «Fausto»; el fragmento de 1790 es, en
esta escena, decisiva en la tragedia de Margarita, ocupa en el frag- cierto sentido, aün mås fragmentario que el «Urfaust». Contiene,
mento de 1790 un lugar puramente accidental, perturbador del como ya hemos indicado, algunas escenas importantes que permiten
curso psicolögico de la tragedia; hasta 1808 no aparece, sin mo- vislumbrar la orientaciön de su evoluciön ulterior, pero sin que
dificaciones, pero en el lugar que le corresponde, como un punto Goethe consiga mostrar la importancia filosöfica y poética de estos
critico ideolögico y dramåticamente humano.) Aqui no podemos
nuevos elementos en todas sus consecuencias. Por Otra parte, el
ocuparnos sino de aquellos de sus aspectos importantes a efectos sentimiento de haber comenzado a abandonar 10 puramente trå-
de la visiÖn del mundo goethiano. Fausto busca refugio en la natu- gico del «Urfaust» le Ileva a abandonar las escenas finales de
raleza y obtiene una respuesta muy diferente a su pregunta hecha la tragedia de Margarita; el fragmento acaba, pues, a mitad de la

anteriormente al espfritu de la tierra. Las palabras de Fausto re- tragedia de Margarita, sin haber recibido, en cambio, un nuevo fi-
flejan el nuevo concepto de la naturaleza de Goethe, concepto ad- nal, poético y orgånico.
quirido en Weimar y desarrollado y profundizado en Italia. Se trata La realidad ha mostrado muy pronto que los sintomas superfi-
de unas palabras referidas de manera inmediata al espfritu de la ciales por los que esta nueva etapa de la evoluci6n de Goethe tras-

tierra, y son una inmediata continuaciön y superaci6n poética y fi-


lucia su existencia no eran sino apariencia, una apariencia que
Iosöfica del primer encuentro en el «Urfaust»: ocultaba las corrientes verdaderamente importantes, de momento
todavia subterråneas. No podemos detenernos aqui en el cambio
Espiritu sublime, me has dado todo, me has dado todo 10 de actitud de Goethe frente a la Revoluciön Francesa; habremos de
que No en vano has vuelto hacia mf tu rostro entre
te pedi. limitarnos, una vez mås, a poner de relieve algunos elementos deci-
las llamas. Como reino me diste la espléndida naturaleza, sivos. Importa subrayar a este respecto que la primera gran conmo-

la fuerza de sentirla, la fuerza de gozarla. No son ya ünica-


ci6n de Goethe no es debida a la propia Revoluciön Francesa, sino
al escåndalo del collar de la reina (1785) que descubre a Goethe la
mente encuentros gélidos 10 que permites; el don me con-
cedes ahora de penetrar en su profundo pecho como en el
profunda corrupciön de la clase social francesa dominante, la pu-
trefacciön del Régimen entero. Es cosa de general conocimiento
coraz6n de un amigo.
que Goethe adopt6 una postura negativa frente a las tendencias
Con ésto ha Sido ya dado el primer paso hacia la transformaciön plebeyas vigentes en la Revoluci6n Francesa. Pero también es muy
del «Fausto» en el poema cosmico que es hoy, pero en Italia y en
sabido que a raiz del cafioneo de Valmy (1792) se dio cuenta de que
el periodo que sigue inmediatamente a Weimar, Goethe no estaba
una nueva época de la historia universal estaba comenzando. Y pa-
todavia en condiciones de extraer todas las consecuencias de su sados algunos afios comienza a mirar la nueva sociedad burguesa
nueva manera de sentir el mundo, ni de aplicarlas poética y filo- nacida de la Revoluciön Francesa, y su forma de Vida, con una cre-
s6ficamente a los fen6menos de la naturaleza y de la Vida humana. ciente simpatia que alcanza su punto culminante en la gran admi-
Para ello le era todavia necesaria la experiencia de las transforma- raciön que Ilegö a sentir hacia Napoleon, a favor del que tom6 par-
tido, oponiéndose asi a la Alemania de su tiempo. La postura
ciones politicas de Europa desde el estallido de la Revoluciön Fran-
cesa a la caida de Napoleön, y le era también necesario adherirse negativa fue, pues, en Goethe, de una negaciön dirigida, exclusiva-
360 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 361

mente contra los métodos plebeyos empleados en la realizaciön del mento del «Fausto» entre la juventud filosöfica de sus aios de es-
movimiento revolucionano; el contenido social de la Revoluciön tudiante. Los discipulos de Fichte y Schelling se habian expresado
Francesa iria, por el contrario, arrancåndole una aprobaci6n cre- mås o menos del siguiente modo:
ciente. No deja de ser caracteristico que en un pasaje luego inuti- «En esta tragedia, si algün dia es culminada, se habrå descrito
lizado le haga exclamar a Mefist6feles: el espiritu de la historia universal entera; serå una imagen auténtica
de la Vida de la humanidad que abarazarå pasado, presente y futu-
Si ünicamente existieran ro. En Fausto se idealiza la humanidad; es el representante de la
sabiduria y juventud unidas humanidad.»
y repüblicas sin virtud, Aludiendo claramente al Dante daban al fragmento del «Fausto»
el mundo habria Ilegado casi la denominaci6n de «divina tragedia».
a su finalidad mås alta. En este eco de la tragedia por parte de los intérpretes del mo-
vimiento filosöfico percibimos claramente el encuentro con la evo-
(No harå falta detenerse en comentar que la palabra «virtud» luciön del propio Goethe, tal y como ha Sido esbozada por nosotros.
viene referida aquf a la fase robespierreana de la Revoluci6n.) Hay que repetir que por mucho que Goethe se vuelva consciente-
Las tendencias antifilos6ficas de Goethe a raiz de su viaje a mente hacia la filosofia jamås se liga incondicionalmente a ninguno
Italia no son sino mera apariencia. Muy pronto, y al compås de su de los sistemas que surgian en aquella época, en tanto que si acepta,
amistad con Schiller, comenzÖ para Goethe un periodo de intenso por el contrario, la fecunda influencia del proceso de la evoluciön
estudio de la filosofia clåsica alemana, en aquel momento en el de conjunto de la nueva dialéctica objetiva. No es, pues, ninguna
periodo decisivo, por cierto, de su evoluciön: era la época de Fichte casualidad que este cambio Ileve consigo su ruptura definitiva con
y del joven Schelling, los afios de la apariciön de los escritos las tendencias de su juventud y sus representantes te6ricos y lite-
estéticos de Schiller, la época en que comenzö para la filosofia ale- rarios, encabezados por Herder. Esta ruptura ünicamente puede
mana el trånsito del idealismo subjetivo de Kant y de Fichte al hacerse, en realidad, extensible a ciertas tendencias especificas de
idealismo objetivo de Schelling y de Hegel; la época de constitu- la ültima fase de la Aufklärung; Goethe jamås rompi6 con la ideolo-
ci6n, en fin, de la dialéctica idealista. Goethe jamås se adhiri6 ple- gia de los propios Aufklärer. Su filosofia es una extensiön del pen-
namente a ninguna de estas corrientes, pero sentia una simpatia samiento ilustrado a la dialéctica, extensiön que preserve el acervo
muy viva hacia Ias tentativas filosöfico-naturales del joven Sche- de la Ilustraciön con fidelidad muy superior a Ia que podemos en-
Iling, y mås tarde su pensamiento habria de mostrar un paralelis- contrar incluso en el propio Hegel; de una ruptura radical como
mo muy grande con la dialéctica objetiva de Hegel. la de Schelling, Goethe estå totalmente alejado.
Hasta qué punto las tendencias antifilos6ficas de Ia época si- Goethe es, pues, un puente vivo, el organo de una transiciön
guiente a su viaje a Italia no eran mås que fenömenos superficiales, personal de la ideologia del siglo xvlll a la del XIX. He aqui el ori-
meras apariencias, 10 demuestra el efecto literario producido por el gen de la singularidad de su posici6n ideolögica: la tradici6n de
fragmento del «Fausto» de 1790. En los circulos literarios fue re- Montesquieu y de Voltaire, de Diderot y de Rousseau (incluidas
cibido con cierta frialdad: el importante fi1610go Heyne, Wieland, las tendencias de caråcter materialista) no muere jamås en él;
Huber, amigo de juventud de Schiller, y el propio Schiller en su pero, por otra parte, su evoluciön final 10 aproxima incluso a Hegel
periodo prefilosöfico se expresaron de manera critica y reservada. y Balzac, al mismo tiempo que, en ciertos momentos: roza el orbe
Todos los representantes mås ilustres de la filosofia clåsica ale- mental de los utopistas.
mana, Fichte, Schelling y Hegel, 10 acogieron, por el contrario, con La consciencia de este cambio filosöfico constituye el substrato
entusiasmo, reconociendo enseguida su importancia como poema ideolögico que hizo posible la culminaciön de la primera parte del
cosmico. Este efecto no qued6 reducido, desde luego, a las figuras «Fausto» (acabada en 1806 y publicada en 1808). Lo que en el frag-
culminantes de la transformaciön filosöfica de la época; el frag- mento no pasaba de ser aludido, se ha convertido ahora en una
mento se abri6 paso clamorosamente entre la masa juvenil adicta realidad plenamente configurada. Goethe acaba los primeros gran-
a este movimiento. En 1806 Goethe, conversando con el historia- des diålogos entre Fausto y Mefist6feles, confiriendo asi por vez
dor Luden, escuchö de labios de éste el efecto causado por el frag- primera una iluminaciön adecuada al papel de Mefist6feles en la
24 - REALISTAS
362 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 363

tragedia de Margarita. Ésta deja de constituir el centro, y es re- peculiares de la caida del feudalismo alemån, sino que ofrece una
ducida al papel de etapa trågica y decisiva en la ruta vital de imagen amplia y profunda del fin del feudalismo, de su corrupciön
Fausto y en el camino de la evoluciön de la humanidad. También el en la Vida de las cortes, mostrando, al mismo tiempo, las fuerzas
«PrÖlogo en el cielo», con el que el gran combate entre el Bien que acabarån por aniquilarlo: el desarrollo de las fuerzas produc-
y el Mal es elevado por encima del destino del hombre individual, tivas del capitalismo. De ahi que Goethe pueda decir con razån a
es escrito en este periodo. SÖlo ahora puede ser considerado el Eckermann que la concepci6n fundamental de Ia segunda parte
«Fausto» como un poema cösmico; la necesidad absoluta de una se-
gunda parte que 10 culmine, tanto por 10 que se refiere al contenido
no era menos antigua. «Pero —
anadi6 enseguida— el hecho de
que la escriba ahora (1829), una vez que he aprendido a ver mucho
ideolögico como en un sentido exclusivamente artistico, nace pre- mås claramente las cosas de este mundo, influirå positivamente.»
cisamente de esta manera de concebir y redactar la primera parte.
Y, efectivamente, Goethe emprende inmediatamente la tarea de
la segunda parte. (Trabaja sobre todo en el episodio de Helena, II. El drama del género humano
aunque es posible que en esta época creara algün Otro.) A pesar de
todo, la elaboraciön de la segunda parte es interrumpida de nuevo un diålogo entre Fausto y Mefis-
El fragmento de 1790 contiene
por una larga pausa. Hasta el ano 1816 no reemprende el trabajo t6felesque comienza con las siguientes palabras de Fausto, tan
serio de la composiciön detallada y de la redacciön real, trabajo que reveladoras del programa de la nueva versiön de la obra:
no Ilegarå a culminar hasta los ültimos anos de su Vida. No es
casual, tampoco esta vez, que los pasajes del poema que tienen En mi propio mundo interior quiero gozar de aquello que
puntos de contacto, desde un punto de vista poético, social e his- a la humanidad entera le ha Sido otorgado, acercando mi espi-
t6rico, con el mundo de Götz (actos I y IV de la segunda parte) sean ritu a 10 mås alto y a 10 mås bajo, amontonar su dicha y su
los ültimos en encontrar su versiön definitiva. Porque aqui es donde dolor sobre mi pecho, agrandando mi yo hasta ser uno s610
Goethe hubo de librar los mås duros combates internos para poner con ella y como ella misma terminar por fin en el gran nau-
definitivamente en Claro sus ideas sobre la historia. Hacia ya tiem-
fragio.
po que el perfil del conjunto estaba claro ante sus Ojos. En 10
esencial habia Sido ya ultimado mucho antes, y 10 mismo ocurria Resulta asi claramente expresado ese especifico planteamiento
con el rodeo de Fausto por la Antigüedad. de su problemåtica que hace del «Fausto» un poema c6smico de
El Viejo Goethe formula el sentido de la acciön de la segunda importancia incomparable: en su centro mismo hay un individuo,
parte como «fruiciön de la acciön y fruici6n de la creaci6n» que un individuo cuyas experiencias, evoluci6n y destino han de repre-
opone a la «fruiciön de la vida» de la primera. Pero para Ilegar a sentar al mismo tiempo la evoluciön y el destino de todo el género
una clara comprensi6n poética e intelectual de las dos primeras, humano.
era necesaria una opiniön definitiva sobre el conjunto del periodo Conviene precisar un poco, dado que todo personaje literario
histårico que va de la Revoluci6n Francesa a la Restauraciön, una tfpico,configurado con autenticidad y profundidad, compendia, en
perspectiva, en fin, de las consecuencias de la evoluciÖn capitalista. cierto modo, los problemas de la humanidad entera. Pero 10 hace,
Porque ünicamente desde este punto de vista podia superar defini- por asi decirlo, con una sola de Ias vertientes de su naturaleza,
tivamente la concepciÖn de la historia de sus anos juveniles, con- como expresiön sölo de su mås alto desarrollo poético o como ge-
cepciön expresada literariamente en «Götz von Berlinchingen». Los neralizaciön constituyente de una especie de horizonte de la obra.
elementos politicos y sociales de la segunda parte del Fausto des- Para convertirse en la configuraci6n auténtica de un ser humano
criben, como hemos dicho a menudo, el mismo mundo de la obra todo personaje literario ha de tener un valor de singularidad y es-
juvenil, pero el concepto y Ia perspectiva historica son radicalmente pecificidad, dejando simplemente entrever 10 que tenga de amplitud
distintos. La descripci6n de este cuadro histårico desborda, en con. general. Por Otra parte, toda aspiraciÖn pedante y enciclopédica
secuencia, con mucho el marco estrecho y especificamente alemån, a reproducir el universo entero, todo el proceso universal, en una
sin que de todos modos pierda por ello dicho caråcter especifica- palabra, destruye la vivacidad poética de las figuras y de las situa-
mente alemån. Goethe no se limita a criticar aqui los fenÖmenos ciones. Esto ocurre incluso en un poeta de la talla de Milton, y de
364 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 365

manera paradigmåtica en Klopstock. Dante, por el contrario, con- ticos. La idea de que en el individuo viene contenida la historia
figura la unidad del proceso, la jerarquia de la realidad objetiva, toda, si bien de manera abreviada, se da ya en la dialéctica idealista.
ünicamente con los estados subjetivos de ånimo y las reflexiones Encontramos esta ideaen Kant y en Fichte en forma embrionaria;
del personaje que habla en primera persona y de sus guias, Vir- Schelling concibe ya el proceso hist6rico en la naturaleza y en la
gilio y Beatriz. La riqueza de la Vida, la capacidad humana de mo- sociedad como una «odisea del espiritu», como el retorno de éste
vimiento, el dramatismo interno del mundo configurado, todo ello a sf mismo, y concibe las diversas etapas que el pensamiento filo-
cobra expresiön en los centenares de personajes individuales y con- s6fico recorre desde la percepci6n hasta el conocimiento adecuado
cretos que desfilan ante el gran poeta italiano. del mundo como auténticas épocas.
Frente al proyecto de una tragedia faüstica, la «comedia divina» Todas estas tendencias no son, sin embargo, sino embrionarias,
y la «humana» se acercan mucho entre sf, a pesar de la secular y sölo en la «Fenomenologfa del espiritu» de Hegel alcanzan su ple-
contraposiciön entre ambas. La odisea de Fausto desde la desespe- nitud verdadera y su consecuente culminaciön metod016gica. En
raciön a la salvaciön ha de ser, como efectivamente es, una abrevia- esta obra de Hegel se entrecruzan e interpenetran tres concepcio-
tura de Ia propia evoluciön de la humanidad, sin suprimir, por el nes de la historia estrechamente relacionadas entre sf: en primer
contrario, el caråcter hist6rico y humanamente concreto del prota- lugar, el progreso hist6rico del individuo desde la simple percep-
gonista, sin diluir las diversas etapas de su camino en una abstrac- ciÖn del mundo hasta el pleno conocimiento filos6fico del mismo;
ta generalidad intelectual. en segundo, el progreso hist6rico de la humanidad desde sus mås
Gracias a esta concepciön se alza el «Fausto» por encima de las primitivos origenes hasta la cima cultural de la época de Hegel,
otras grandes obras maestras épicas y dramåticas y Ilega a conver- es decir, hasta la gran Revoluciön Francesa y su superaci6n por
tirse en una «producci6n inconmensurable». Pero —
de una mane- Napole6n y la sociedad burguesa moderna nacida de aquel terre-
ra aparentemente paradöjica y, en realidad, muy natural— sÖlo a moto. Y en tercer y ültimo lugar, toda esta evoluci6n historica es
partir de este punto podemos empezar a comprender las ocultas concebida como obra del hombre mismo: el hombre se autocrea
interrelaciones de su composiciön y sÖlo a partir de este punto po- por medio de su trabajo. Marx subraya como dato especialmente
demos también desvelar las raices histöricas del poema. caracterfstico de la grandeza de esta obra el hecho de que Hegel
El «Fausto» de Goethe y la «Fenomenologfa del espiritu» de He- «capte la esencia del trabajo y conciba al hombre objetivado y ver-
gel son las dos producciones artisticas e intelectuales mås grandes dadero, por ser el hombre real, como resultado de su propio tra-
del periodo clåsico en Alemania. (Es interesante observar que la bajo».*
«Fenomenologia» fue acabada en 1807, paralelamente casi a la pri- Este proceso ünicamente es posible, en opini6n de Marx, porque
mera parte del «Fausto».) Engels caracteriza el aspecto metodolö- el hombre «exterioriza realmente todas sus fuerzas genéricas».**
gico de la obra de Hegel —
tan esencial en estos momentos para De este modo queda también formulado de manera filosöfica-general
nosotros —como «un paralelo entre la embriologia y la paleonto- el problema del «Fausto». C6mo surgen en cada uno de los seres hu-
logia del espiritu», como «el desarrollo de la conciencia individual manos estas fuerzas genéricas, como evolucionan, qué obståculos
a través de sus diversas etapas, concebido como la reproducciån vencen, qué destinos soportan, en qué medida el mundo natural y
abreviada de las fases que recorre historicamente la conciencia del el mundo hist6rico y social actüan sobre este ser humano como
una realidad independiente de él y en qué medida esta realidad es
Pero la «Fenomenologfa» de Hegel no es sino el logro mås preg- el producto o (en el caso de la naturaleza) el objeto de su actividad
nante y sintetizador de todas las tendencias de su época, conseguido creadora, de dÖnde arranca este camino y a d6nde conduce: he
al mås alto nivel entonces alcanzable. Las corrientes que culminan aqui el tema del «Fausto».
en él eran, en realidad, visibles desde hacia ya mucho tiempo. Un Por supuesto que en Goethe, mucho mås que en Hegel, el indi-
primer paso en este sentido fueron Ias «ldeas» de Herder, si bien viduo es el soporte inmediato y visible del proceso descrito. Para
éste hubo de fracasar dada incomprensiön de los problemas dialéc-
* Karl Marx: «Manuscritos econ6mico-filos6ficos de 1844», trad. espaöola
de Wenceslao Roces. Editorial Grijalbo, S. A. , México, D. F., 1962, påg. 113.
* F. Engels: al-udwig Feuerbach y el fin de la filosofia clåsica alemana». Ma- (N. del T.)

drid, 1969, påg. 18. (N. del T.) Idem.
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 367

Hegel la consciencia individual es una imagen abreviada de la evo- interior existente entre Ias partes todas de la obra, de modo que
luciön de la especie; de ahi que las diversas etapas de esta evoluciÖn asi se accede a la generalidad genérica sin haber perdido la intui-
se encarnen, en él, en Ias «figuras de Ia consciencia», figuras carac- ci6n inmediata de 10 individualizador.
terizadas de manera individual y con singular pregnancia teörica. Esta composici6n de Goethe alcanza su verdad interior en virtud
Ahora bien, si el destino de Ia especie ha de aparecer como abre- de la coincidencia —no mecånica ni obediente a un rigido esque-
viado en el individual, Ia serie conceptual de las categorias y de las ma— de los problemas de la evoluciön del individuo y los de la
etapas sucesivas de la evoluci6n de la especie expuesta de manera evoluci6n de la especie. El poeta Goethe parte del individuo Fausto,
resumida no podrå guardar el orden 16gico objetivo y Ia gradaciön y no hay paso de la obra que no deba estar justificado en este sen-
con que se nos aparece en la filosofia absoluta. Esta sucesiön suya tido, ya que, de 10 contrario, se desagarrarfa la unidad del individuo.
habrå de ser interrumpida y sustituida por Otra, es decir, una su- Pero el proceso dialéctico en el interior de los diferentes estadios
cesiön nueva y condicionada por la evoluciön de la consciencia in- de la evoluci6n, su sucesi6n, las etapas intermedias saltadas por
dividual. Y aunque de este modo parezca que se comete una arbi-
supérfluas o por demasiado evidentes, todo este proceso dialéctico,
trariedad respecto del pensamiento 16gico normal, el nuevo orden, en fin, se alza por encima del individuo y sustenta su propia ver-
reflejo abreviado del todo (de la especie) en 10 individual y la
dad en la evoluci6n hist6rica, social y antropolögica, de la especie.
necesidad de este reflejo aparentemente deformado en la abrevia- El caråcter fantåstico de la acciön nace precisamente de esta
ci6n, deberån ser reconocidos a partir de la propia lÖgica de esta dualidad unitaria y dialéctica del individuo y de la especie trans.
evoluciön.
formada en unidad artistica-orgånica. La acci6n del conjunto se
Lo confuso de la danza de las «figuras de Ia consciencia» en detiene, a veces, con excesiva insistencia alli donde el individuo,
la «Fenomenologia del espfritu», donde al Rameau de Diderot le impaciente, sacude los barrotes de esa cårcel que es todo presente
sucede el terreur parisino para ser luego relevado por Antfgona, deleznable; pero avanza a pasos de gigante cuando la evoluciön de
se aclara si 10 contemplamos desde este punto de vista, es decir, la especie da un salto. De este modo encontramos, pues, en el
si 10 analizamos a la luz de la lögica de esta abreviaci6n y en las
«Fausto» un tiempo y una sucesiön temporal subjetiva-objetiva tan
diversas etapas concretas reconocemos el estricto principio or- fantåstica y discontinua como la que nos es dado encontrar en la
denador. «Fenomenologia del espiritu». Goethe es perfectamente consciente
La composiciön del «Fausto» obedece a este mismo sistema. de ello. He aqui 10 que escribe a Wilhelm von Humboldt a rafz de
Goethe se neg6 siempre a admitir cualquier intento por su parte de la publicaci6n, en 1826, del fragmento de Helena. «He ido trabajan-
corporeizar tal o cual «idea» en su obra. Este tipo de declaraciones do a temporadas en Ia obra, pero se trata de una pieza que s610
de Goethe sÖlo en apariencia contradicen su repulsa de los em- en la plenitud de los tiempos podria alcanzar su completo final;
piristas puros. Asi, por ejemplo, cuando el historiador Luden recha- discurre a 10 largo ya de mås de 3000 afios, desde la caida de Troya
zaba toda explicaci6n filosöfica del fragmento de 1790, Ilevado del a la toma de Missolonghi. Lo cual puede ser tomado como unidad
deseo de que s610 se prestara atenci6n a 10 particular, Goethe le temporal, en el sentido mås elevado; pero las unidades de lugar y
oponia los esfuerzos de los filösofos por desvelar el centro te6rico acciön, incluso en el sentido mås habitual, son observadas con
de la obra. «Porque, ide d6nde surge esta necesidad? Del fragmento toda exactitud.»
mismo, qué duda cabe. Lo particular, que a usted parece bastarle, Este caråcter fantåstico hunde sus rafces precisamente en el
a otros no les satisface, y no por eso han tirado el libro, sino que realismo de Goethe. Goethe jamås exagera 10 genérico, jamås per-
10 han conservado, y han vuelto a él en Otra ocasi6n o repetidas mite que 10 genérico crezca desmesuradamente y se convierta en
veces. Alguna cosa debe haber en este libro, alguna cosa que 10 un ser aut6nomo frente al individuo, ni mucho menos que difu-
atraviesa y que atrae hacia su centro mismo, hacia la idea que todo mine las particularidades de las figuras individuales. Goethe observa
10 domina y en todo lugar estå presente.» Goethe ofrece aqui una la realidad de la especie humana de manera sobria y realista. Dice:
clara descripci6n de 10 que para él es una idea poética: un centro «EI mundo racional debe ser considerado como un gran individuo
invisible en el que se concentra el problema focal de su visiön del inmortal que produce sin interrupci6n 10 necesario y que por este
mundo, y a partir del cual y sin que este centro haya Sido expresa- motivo se hace el amo de 10 accidental». Y precisamente en la época
mente descrito o intelectualmente descifrado se ilumina Ia relaci6n de su trabajo en el «Fausto» escribe a Schiller que la naturaleza
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Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 369

«es incomprensible porque un ser humano no puede comprenderla, Vemos asi como queda conscientemente indicado el lugar filos6-
aunque la humanidad entera bien podria hacerlo». El caråcter fan- fico delpoema cösmico. Goethe estå tan alejado de la falsa pro-
tåstico de precisamente sobre esta base ideo-
10 genérico, crecido fundidad, del pesimismo unilateral del siglo XIX (que a veces recibe
para crear un medio real, pero liberado de toda mez-
Iågica, sirve el calificativo de pantragicismo) como del optimismo insustancial
quindad naturalista, en la medida misma en que de la situaciön de la literatura y de la filosofia liberales de la misma época que
fantåstica y de los caracteres individuales por ella alentados cabe niegan la necesidad de 10 trågico o, en el mejor de los casos, inten-
elevar naturalmente los problemas a la Cima y al modelo de 10 tan subjetivarlo. Goethe y Hegel vislumbran precisamente en este
genérico. punto el problema del individuo y de la especie. EI camino de la
Asi pues, el proceso de la «Fenomenologia» del género huma- especie no es trågico, pero conduce a través de innumerables tra-
no en la consciencia individual y en el destino de Fausto es li- gedias individuales, objetivamente necesarias.
bre, måvil, ajeno a toda lögica pedante y a todo eacabamiento» Tanto Goethe como Hegel sustentan la opiniön propia de la
presuntuoso. Un proceso libre de toda atadura, romånticamente Aufklärung, de que el género humano es indefinidamente percep-
desvinculado, capaz de saltarse las etapas intermedias y, al mismo tible, una vez liberado de las cadenas medievales. Se trata, en reali-

tiempo, profundamente obediente a la necesidad historica y social, dad, de una convicciön a la que numerosas veces se han referido
y precisamente por todo ello auténticamente humano, es decir, a expresamente. Recordemos una vez mås las palabras de Goethe
un tiempo acogedor del individuo y de la especie.* ante Valmy y el lugar que en la filosofia hegeliana Ie corresponde
Segün Goethe, el «Fausto» es una tragedia. En realidad es mås a Revoluci6n Francesa, esa «aurora magnifica». Pero esta fe ilus-
la
que eso: es, al mismo tiempo, la afirmaciön y la superaci6n de la trada en el progreso de la humanidad acaba sufriendo en ellos una
tragedia. El destino individual de Fausto comprende mås de una tra- sensible variaci6n y adquiriendo un caråcter muy peculiar a conse-
gedia (el espiritu de la tierra, Margarita, Helena, el final de la obra), cuencia de Ios acontecimientos historicos a que tuvieron que asistir.
pero para la evoluci6n de la especie cada una de ellas no es sino Las concretas contradicciones de la sociedad capitalista alumbrada
un estadio transitorio. Esta actitud del Goethe maduro frente a 10 por la Revoluci6n Francesa ocupan un lugar central en su manera
trågico ha Sido generalmente malentendida, incluso por el propio de pensar y percibir el mundo. Ahora bien, su intenci6n no es di-
Goethe. En una ocasi6n Ilega a escribirle a Schiller que la tragedia fuminar o quitar importancia a estas contradicciones, ni reconocer
presupone un «interés patolögico», y que estå convencido de que su caråcter disonante como principio ültimo de la historia. De
«la mera tentativa» de configurar 10 trågico «podria destruirle». este modo acceden al nivel mås alto imaginable para el pensamiento
Schiller comprende en este caso la naturaleza de Goethe meior burgués en Jo referente a la visi6n concreta del progreso humano;
que el propio Goethe. «En todas sus obras», le escribe, «encuentro solamente a los socialistas ut6picos — como Fourier— les iba a ser
esa fuerza poderosa y esa densa profundidad trågica que cabria exi- posible alcanzar un nivel de penetraci6n mås alto en las contra-
gir para una tragedia perfecta; en el "Wilhelm Meister" hay, en 10 dicciones de la época presocialista y, sobre todo, en las del ca-
tocante al sentimiento, mås de una tragedia». Y dice, resumiendo, pitalismo.
que si Goethe no podia escribir ninguna tragedia, «no se tenia que Esta concepci6n determina en Goethe y en Hegel una diferencia
buscar el motivo para ello en las exigencias poéticas». Varios de- en la observaci6n de la historia individual y del destino de la espe-
cenios después, al culminar la segunda parte, Goethe vefa mås cla- cie. En 10 tocante a la primera, ambos estån libres de la menor som-

ramente su propia posiciön frente a 10 trågico. Escribe a Zelter que bra de sentimentalismo. Goethe manifiesta en una ocasi6n a Ecker-
elo irreconciliable le parece de todo punto absurdo» y que por este mann (y esta es la Otra parte, complementaria, de la citada carta a
motivo «todo caso puramente trågico no puede en absoluto intere- Zelter) que eel hombre ha de ser nuevamente arruinado». Porque
sarle». «todo hombre excepcional tiene una misi6n sefialada y ha Sido lla-
mado para cumplirla. Una vez Ilevada a término, deja de ser ne-
cesar10, en su actual figura, para el mundo...» Hegel expresa la
* Desde una similar concepciön hegeliana del marxismo se ha ocupado Ernst
Bloch en su libro «Subiekt-Objekt. Erläuterungen zu Hegel* (Sujeto-Objeto. misma idea en la «Filosofia de la historia»: «En la historia uni-
Acotaciones a Hegel) Suhrkamp Verlag, Frankfurt am Main. 1962. pågs. 75 y ss.. versal, 10 singular tiene un interés propio; es una cosa finita y,
de este singular paralelismo perceptible entre el eFausto» y la eFenomenologfa
del espiritu». (N. del T.) como tal, ha de morir. Es 10 singular 10 que lucha consigo mismo
370 Georg Lukåcs Realistas alemanes det sigto XIX 371

y una parte de sf mismo ha de ser aniquilada. Pero de la lucha y Weislingen o en la de Clavigo, etc. La objecci6n de Vischer pretende
destrucciön de 10 singular resulta 10 general». Asi pues, tanto para rebajar a Fausto al nivel de Weislingen.
Goethe como para Hegel el progreso ininterrumpido de la especie Es, pues, justo y consecuente que la descripciön del «gran mun-
humana nace de una cadena de tragedias individuales; las tragedias do» y la «fruiciön de la acciön y la creaci6n» comience con la esce-
en el microcosmos del individuo son la manifestaciön del progreso na fantåstica de Ariel y de los elfos, donde esta elevaciön suprain-
ininterrumpido en el macrocosmos de la especie humana; este es el dividual es expresada con una gran claridad poética. (No deja de
elemento filosÖfico comün del «Fausto» y de la «Fenomenologia del ser interesante que en los primeros esbozos de Goethe todavia apa-
espfritu». rezcan problemas morales de tipo individual que luego son aban-
De la configuraci6n poética de semejante relaci6n reciproca donados durante el curso del trabajo.)
entre especie e individuo surge la fantasia de la balada como ade• La configuraciön fantåstica del «Fausto» es, sin embargo, y mås
cuado medio de expresi6n poética de esta unidad contradictoria. allå de todo esto, histörica. Y en un sentido muy amplio y libre:
Ésto ha Sido malentendido, tanto en 10 tocante al contenido como tiene el aire histörico de una leyenda popular que a pesar de todas
respecto a la forma, por la mayor parte de los comentaristas, y, sus audaces inverosimilitudes empiricas jamås abandona el suelo
sobre todo, por F. Th. Vischer que, como buen kantiano, aplica real de la historia, que no hace mås que exagerar lirica, patética o
siempre la medida de la moral pura individual a unas etapas de satiricamente sus determinaciones esenciales, pero sin alejarse ja-
transici6n y evoluci6n que, por 10 que se refiere a la especie, han mås del auténtico colorido de la época. Por mucho que el trabajo
de alzarse forzosamente por encima de semejante nivel. Asi critica, poético de Goethe se aparte, en los detalles, de la leyenda, por
por ejemplo, el comienzo de la segunda parte, cuando Ariel y los mucho que transforme los elementos tradicionales en sus contra-
elfos, simbolos de la amoralidad de la naturaleza y del curso na- rios, continüa, sin embargo, el trabajo del pueblo al hilo de una
tural de la evoluciön de la humanidad ayudan a Fausto a superar gran figura que representa su destino: refuerza la fantasia popular
la tragedia de Margarita: creadora de leyendas histöricas, la salva en la creaci6n poética y Ia
hace eterna. Porque Ios cambios introducidos por Goethe en la le-
yenda son, en su mayor parte, depuraciones de las desfiguraciones
Sea un santo, sea un malvado, ortodoxo-luteranas, de las escorias en ella introducidas. De ahi que
de todo desgraciado se compadecen. no sÖlo sean los personajes reales del drama, como Wagner, Va-
lentin, etc., de una gran autenticidad hist6rica, sino que también
Vischer echa en falta aqui la configuraci6n del remordimiento Mefist6feles es un fantasma g6tico del siglo xvr•.
en Fausto. Goethe, sin embargo, 10 ha configurado repetidas veces
y con gran fuerza durante el curso de la tragedia de Margarita: en Crecido en la época de la niebla,
la escena «Triste dfa»; en la tentativa faüstica de salvar a Marga- entre un sin fin de clérigos y caballeros...
rita; en el fracaso de este intento, que encuentra su culminaciön
en el grito desesperado de Fausto: «iAy, si no hubiera nacido!» Este elemento fantåstico de cufio hist6rico ejerce, sin embargo,
Vischer tampoco se da cuenta de que la tragedia de Margarita funciones diferentes en el «pequefio» y en el «gran mundo». Con-
no es sino la cumbre de las trågicas contradicciones de Ia etapa versando con Eckermann Goethe se ha referido claramente a la
de «fruici6n de la vida», del «pequefio mundo»; no se da cuenta de diferencia de estilo entre la primera y la segunda parte: «La pri-
que precisamente una necesidad de evoluciön acorde con Ia especie mera parte es casi enteramente subjetiva; todo surge a partir de
exige salir de todo este mundo. Un salir fuera que no solamente le un individuo desconcertado y apasionado... En la segunda parte,
resulta trågico a Margarita, sino también a Fausto (mås adelante por el contrario, casi no hay nada de subjetivo; el mundo que apa-
ya tendremos ocasiön de hablar de ello detenidamente), pero que rece es mås elevado, mås amplio, mås claro y libre de pasiones...»
para el destino de la especie es e— prescindiendo de las tragedias in- En la primera parte estamos —a pesar dcl papel de Mefistöfe-
dividuales— un avance necesario. Precisamente en esta necesidad les— ante un mundo real auténtico, hist6rico y completamente
se oculta una tragedia mucho mås profunda de Fausto que en el cerrado, en el que, bastante claramente diferenciado, interviene
simple remordimiento individual descrito por Goethe en la figura de 10 fantåstico, en parte en escenas especialmente construidas a partir
372 Realistas alemanes del siglo XIX
Georg Lukåcs 373

de tal elemento (la cocina de Ias brujas, la noche de Walpurgis), y en aquel momento, pero que la historia ulterior ha iluminado y
en parte por la inserciön de elementos fantasmag6ricos en ciertos hecho visibles para nosotros. Por eso el fundamento histörico de
cuadros realistas (bodega de Auerbach, por ejemplo). Pero en 10 la segunda parte (actos I y I V) es una grotesca danza de la muerte,
esencial se trata de una descripci6n realista del siglo XVI alemån, en la que como en las antiguas danzas de Ia muerte — no apare-
como en el «Götz», sölo que mås animada, mås dramåtica, poética- cen simples individuos, sino tipos sociales; una danza en Ia que los
mente mås conseguida. propios seres humanos parecen fantasmas, de tal modo que Mefist6-
La objetividad goethiana del «gran mundo» va no puede avenir- feles puede exclamar con toda razön:
se con un realismo de este tipo. Ünicamente son descritas las deter-
minaciones esenciales y tipicas, y sölo éstas. El realismo de Goethe No creo que hagan falta aqui formulas de encantamiento,
aspira en este punto a un trabajo creador en virtud del cual se- ya de por si el lugar estå Ileno de espectros.
mejante medio, configurado como real y verdadero, pueda servir
de auténtica contrapartida a las acciones del individuo Fausto. De Tampoco la distribuciön de todo este material en dos actos
ahi que —a pesar de la veracidad historica del contenido todo obedece a la casualidad o a motivos técnicos. Mås bien se trata del
esté impregnado de un tinte fantåstico: ya no existe frontera alguna ritmo histörico y filosöfico, del contenido humano y social de la
entre 10 real y 10 fantasmagörico; ante nosotros se alza una reali- Edad Media en descomposiciön. El espiritu de la Antigüedad se alza
dad fantasmagörica. ideolögicamente en el primer acto por encima de todo este mundo
Esta estructuraci6n viene estrechamente ligada a la objetividad, fantasmal, al que Goethe opone, en el tercero, la época auténtica
al predominio del destino de la especie. El historicismo ingenuo de de Ia caballeria, del nacimiento de la nueva poesia, del descubri-
la primera parte se convierte en un historicismo reflexivo, la histo- miento del amor individual, de la dignidad humana de la mujer. En
ria inmediata en una filosoffa de la historia mucho mås experi- el cuarto acto aparece, de acuerdo con una justa perspectiva his-
mentada. torica, como un «lntermundium» feudal privilegiado en el seno
Este cambio determina la construcciön, el tono y el estilo. La del feudalismo, su verdadero enterrador: el capitalismo.
primera parte es un drama en tono de balada, obediente a menudo De todos modos, la disoluciön ideolögica no deja de tener tam-
al estilo del Sturm und Orang, pero siempre de un dramatismo in- bién una prehistoria de caråcter economico real, justamente cap-
mediato. También en la segunda parte estå reflejado 10 dramåtico. tada por Goethe: la invenciön e introducci6n del papel moneda por
Lo que no significa una conversi6n a la épica, ya que el feudalismo Mefist6feles. (Por qué es éste el iniciador y no, como en la evolu-
declinante del siglo XVI (el periodo de Götz) aparece ante nosotros ciÖn de la productividad capitalista, Fausto, es cosa de la que atln
como un presente dramåticamente m6vil, como un complejo de habremos de ocuparnos detalladamente.) La gran penetraci6n de
seres humanos que actüan ante nuestros Ojos, y no como la crönica Goethe resulta evidente en el hecho de que el caos del feudalismo
de un tiempo pasado hecha por un narrador actual. La evoluciön en decadencia no puede sino aumentar con el predominio del di-
ulterior, empero (el Goethe actual), ilumina el presente poética- nero —el papel moneda no es aqui sino un simbolo visible para el
mente evocado del siglo XVI y 10 hace transparente. Y no, desde dinero en general— sin un cambio radical paralelo de las condi-
luego. introduciendo en él categorias sociales o sentimientos de ciones econömicas y sociales de la producci6n; el predominio del
la época del propio Goethe, sino tan s610 mostrando, a partir del dinero acelera la descomposiciön del feudalismo. De ahi que hasta
progreso historico de la evidente disoluciön del feudalismo, su ca- el propio emperador exclame una vez pasado el primer entusiasmo
råcter declaradamente fantasmag6rico; el presente inmediatamente ante los efectos del papel moneda:
configurado es, pues, el del periodo de Götz, visto con exactitud
historica. Este periodo no es ya contemplado desde el punto de Ya veo que a pesar de tanta floraciön de tesoros
vista de los caballeros rebeldes, sino desde una perspectiva histo- seguis siendo 10 mismo que antes érais.
rica mucho mås amplia, en la que también los héroes preferidos de
la juventud de Goethe figuran como fenömenos de disoluci6n, como Y el cuarto acto todavia nos hace asistir a un grado mås avan-
fantasmas entre los fantasmas. El conjunto, pues, del presente zado de la descomposiciön: a la lucha de todos contra todos, a esas
configurado revela unas determinaciones ya existentes en si mismas guerras civiles de las postrimerfas de la Edad Media de las que
374 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigto XIX 375

nace la rigidez perceptible en Alemania a raiz de la derrota de la aparici6n de ésta no pasa de ser para aquéllos sino Otra distracciön,
Guerra de los Campesinos, después de la Guerra de los Treinta y no de las mås apasionantes, entre Ias muchas que disponen en
Afios; al poder de los antiguos vasallos convertidos en principes la corte; Paris y Helena son criticados desde los criterios de be-
paralelo a una unificaciön puramente decorativa de la naciön, una Ileza alli vigentes: «Hermosos, pero no precisamente finos», asi es
naciön desmembrada e impotente bajo el régimen imperial. como los juzgan los espectadores. El renacimiento de la Antigüedad
Entre tanta descomposiciön resplandece la belleza antigua. no puede, pues, ser realmente fecundo, no puede significar un nue-
Y Otra vez por dos veces: la primera fantasmagöricamente, Ia se- vo elemento fructificador de la realidad para el absolutismo feudal
gunda de manera real. La figura de Helena ha Sido tomada por decadente. Fausto, por el contrario, vislumbra ya en Helena la som-
Goethe de la leyenda, pero no sin transformarla de la manera mås bra de la nueva realidad ascendente, tan largo tiempo deseada por
radical. En la leyenda, Helena es evocada por Mefist6feles como un
espiritu diabölico; su apariciön y Vida en comün con Fausto no sig-
nifican para éste sino la Cima de su depravaciÖn «epicürea». El epi- iAl finaqui puedo tocar tierra! iAquf si que hay realidades!
sodio de Helena es, pues, en las versiones que nos ha transmitido iA partir de aqui bien puede el espiritu luchar con otros espiritus,
la tradiciön, un importante elemento de Ia lucha de Ia Reforma y preparar el grande y doble reino!
luterana contra el espiritu del Renacimiento. iTan lejana como estaba y cuån cerca ahora de mf!
Goethe transforma profundamente esta relaci6n. Los pensa- La salvo y es doblemente mfa...
mientos de la propia Reforma y las aspiraciones de la filosoffa se- Quien ha Ilegado a conocerla, no puede ya vivir sin ella.
mimistica de la naturaleza que por entonces renacia en Alemania
estån superados, ya de antiguo, en el nivel dominante en la segunda La tentativa faüstica de conquistar la sombra de Helena acaba
parte. Helena significa realmente para Goethe un renacimiento de en una catåstrofe. En Fausto, que ha perdido toda consciencia, tini-
la Antigüedad, en virtud del cual es desenmascarado el fantasmag6- camente vive un anhelo: Ilegar a la Helena real, a Ia belleza antigua
rico mundo medieval como 10 que en realidad es, un mundo fan- nuevamente Ilena de Vida. La segunda aparici6n de Helena es la
tasmagörico; un renacimiento, en fin, que con su potente luz pro- llamada a configurar esta realidad precisamente en oposici6n al
gresivamente ascendente disipa para simpre el reino de las tinieblas. caråcter de sombra que ostentaba en la primera.
Por eso resulta tan importante que —en rotunda contradicci6n Goethe trabajö intensamente todos estos matices, rehaciendo
con la leyenda— Helena sea ambas veces invocada a la Vida por numerosos esbozos, con el fin de que como le escribfa a Zelter
Fausto. Ya la primera, cuando se trata puramente de evocar su «Helena pudiera Ilegar a formar un tercer acto que se integrase de
sombra, Mefistöfeles no puede sino dar consejos a Fausto, llamån- Ia manera mås natural en la obra y que, suficientemente preparado,
dole la atenciön sobre 10 dificil de su tarea: no tuviera ya un aspecto fantasmag6rico y adicional, sino inmerso,
por el contrario, en una sucesiön racionalmente estética». ('Qué
iPiensas acaso que Ias Helenas son tan fåciles de traer a la Vida cabe entender como racionalmente estético? Goethe se impone la
como ese fantasma de papel de los florines? tarea de demostrar: en primer lugar, que Helena, la belleza antigua,
no surge por arte de magia, ni como un simple espejismo, sino de
En el verdadero resurgimiento de Helena, Mefist6feles no es manera verdaderamente natural; en segundo, que representa el
mås que un espectador pasivo e impotente; repetidas veces se su- fundamento espiritual y humano de la Vida actual, el punto de par-
braya con ironfa el hecho de que él, en su condiciön de fantasma tida de cuanto pueda ser considerado como realmente nuevo y fruc-
medieval, nada tiene que ver ni nada podrå tener nunca que ver tifero; y en tercero y ültimo lugar, que Helena es — por idénticos
con la Antigüedad. motivos— a un tiempo antigua y moderna. La «Noche clåsica de
La sombra de Helena es, pues, invocada la primera vez para el Walpurgis», que desarrolla estas determinaciones, no es, pues, un
recreo de la sociedad feudal- cortesana que desea ver a Paris y episodio a la vez simb61ico y fantåstico, como la «Noche medieval
Helena. Goethe subraya de la manera mås nitida el contraste exis- de Walpurgis» de la primera parte, en la que a Mefist6feles Ie resulta
tente entre Fausto y la gente medieval que hay en torno suyo, in- posible distraer a Fausto, con Ia ayuda de la depravaciön sensual,
cluido Mefist6feles, en la relaciön de todos ellos con Helena. La de la tragedia de Margarita, sino que es, por el contrario, la prepa-
376 Georg Lukåcs Realistas alemanes det siglo XIX 377

raciön orgånica, ideal y estética de la real apariciön de Helena. (To- sonaje, un velo al Otro lado del cual luchan por el futuro de la
do ésto debe ser entendido, por supuesto, con las reservas arriba humanidad unas fuerzas ya pasadas con otras todavia no nacidas.
indicadas.) Helena aparece, indudablemente, con Ia dignidad y majestad de una
La «Noche clåsica de Walpurgis» expresa, pues, de la manera auténtica reina, henchida de su propio presente y segura de la
mås clara la historia «fenomenolögica» de la evoluciön de la es- irresistible fuerza de su belleza; pero al recordarle Mefist6feles-
pecie. Subjetivamente es el camino de Fausto a Helena, pero ob- Forkyas, en un duelo de
palabras, su pasado, las leyendas diferentes
jetivamente es, al mismo tiempo, la evoluciön de la belleza griega y en cierto modo contradictorias con las que se ha tejido su
a partir de su inicial estadio primitivo, todavia puramente natural naje simbölico, su propia existencia se le antoja inquietante, esque-
y, en parte, oriental. Demostrar ésto de manera detallada exigiria måtica, irreal:
un estudio particular y no poco extenso. En el proyecto originario
de Goethe, Fausto descendia al mundo inferior antiguo y obtenia de Como un idolo me unia a él, idolo también.
Proserpina la gracia del retorno de Helena a la Vida. Mås tarde No era sino un suefio, asi 10 dicen las propias palabras.
introdujo ciertos cambios. Fausto desciende, sin duda, durante la Me desvanezco y acabo siendo un idolo para mi misma.
noche de Walpurgis hasta Proserpina, pero no es descrito el en-
cuentro entre ambos. En cambio, al final aparece, nacida del juego Este sentimiento de irrealidad todavia es expresado mås clara-
orgånico de las fuerzas de la naturaleza, la belleza triunfante de mente al comienzo de la escena de Euforiön. El caråcter trågico
Galatea. EI camino de los grifos, esfinges y enanos del principio de las. tendencias de Euforiön todavia no ha Sido revelado, todo
hasta Ia marcha triunfal de la belleza nacida del mar: he aqui la parece aun mås hermoso y esperanzador, cuando ya Fausto tiene
culminaciÖn del programa expuesto por Goethe en su ya citada el sentimiento claro y cierto de un mundo de suefios que necesaria-
carta a Zelter. Cuando después Helena aparece Ilena de Vida en el mente acabarå disolviéndose:
tercer acto, su presencia ya no es el fruto de un encantamiento,
sino el resultado de un proceso natural vivido por nosotros en la iOjalå hubiera ya todo acabado!
noche clåsica de Walpurgis. Una vez surgida Ia belleza de manera Tanta alucinaci6n
natural, la apariciön de Helena no es un milagro mayor que el na- no es ya de mi agrado.
cimiento de Galatea.
El contenido de las escenas de Helena es el alumbramiento de 10 Pero esta irrealidad tiene un caråcter de todo punto opuesto al
nuevo, de 10 especificamente moderno a partir de la apropiaciön que tenia en la corte imperial. Aquf, una realidad empirica, fosfo-
de la Antigüedad por parte de la humanidad, que asi se libera de rescente de manera fantasmal por su propia putrefacci6n interna.
la Edad Media. Helena es ahora real, ya no es fantasma alguno; Allå, la cima ideal de un combate secular de la humanidad moder-
pero, c:cuål es su realidad? La propia «Noche de Walpurgis» oscila na por alcanzar la luz, la claridad y la belleza; el mås alto ideal de
entre el suefio y Ia realidad, y el orden de la sucesiön temporal es, la realidad presentado como real, pero presentado s610, no empi-
«fenomenolögicamente», fantåstico. Comienza ya con el fin de la ricamente real. Y precisamente por eso mismo suprimido, des-
libertad antigua: el fundamento en opiniön de Goethe y de Winc- truido de nuevo por la realidad.
kelmann —- de la armonia griega y de la perfecciön formal alcan- Esta destrucci6n es el objeto de la escena de Eufori6n. Sobre
zada por los antiguos. De manera, pues, que si una vez consumado la identidad o no identidad de Euforion con Byron se ha escrito
el fin de la Antigüedad clåsica, mucho después de la batalla de mucho. No cabe duda de que la muerte de Byron en Missolonghi
Farsalia, en el campo de batalla en el que el republicanismo an- inspir6 a las escenas de Euforion su definitiva forma. Pero la sim-
tiguo se hundiö definitivamente, el proceso del nacimiento de la ple explicaciön fi1016gica de esta figura por la relaci6n que pueda
belleza antigua es recapitulado dramåticamente ante nosotros, este guardar con Byron no ilumina suficientemente el contenido histo-
proceso ha de oscilar necesariamente entre el suefio y la realidad rico, filos6fico y poético de las escenas. No hay que perder de vista
y sus actores entre personajes reales y fantasmas del recuerdo. como miraba Goethe a Byron, por qué vefa en él al portavoz de esta
La realidad de las escenas de Helena no es, pues, sino una del- época nueva que, yendo mås allå de la renovaci6n de la Antigüedad,
gada superficie donde aparece la belleza antigua convertida en per- conduciria a un futuro distinto, Ileno de nuevas tragedias.
25 REALISTAS
378 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 379

En una de sus conversaciones con Eckermann, Goethe Ilega a iQuién alcanza el triunfo? Oscura pregunta
decir 10 siguiente: «Byron no es antiguo, ni tampoco romåntico, ante la que el destino oculta el rostro
es contemporåneo como este mismo dia. Algo asi habria necesitado cuando, en el mås amargo de los dias,
yo». (Es, pues, falsa la explicaciön que busca en este punto una el pueblo entero sangra y calla.
conciliaciön entre clasicismo y romanticismo.) En una conversaci6n Dad nueva Vida a mås alegres canciones,
anterior Goethe expresa de manera todavia mås clara como entlen- no permanezcåis encorvados mås tiempo:
de esta modernidad de Byron que no es antigua ni romåntica. He que el suelo volverå a producirlos
aqui como formula el simbolo de Byron: «Mucho dinero y ninguna como desde siempre los ha producido.
autoridad por encima». Ve, pues, en él al mås grande representante
de un individualismo liberal-anarquista, al representante ideolögi- Esta concepciön es profunda y grandiosa. Su caråcter especi-
co de la época capitalista naciente que sustituye al ültimo renaci- ficamente goethiano radica en el hecho de que la renovaciön de Ia
miento de la Antigüedad, es decir, a la era de Goethe y de Na- Antigüedad es tomada, no sin cierta unilateralidad, desde el exclu-
pole6n. sivo ångulo estético y moral, como ropaje de las ültimas «ilusiones
Goethe siente intensamente que esta nueva época ya no es la her6icas»; la Antigüedad de la época revolucionaria del Terror e
de su propia plenitud literaria. Pero no deja al mismo tiempo de incluso la por completo diferente del periodo napole6nico falta en
percibir con clarividencia que hay algo justo aquf, algo progresista esta imagen historica simbölicamente descrita por Goethe, a pesar
ante él, algo con 10 que no puede menos de estar de acuerdo, des- de que, objetivamente, jamås hubiera podido alcanzar tanta eleva-
de un punto de vista hist6rico-filos6fico. Por eso defiende siempre ci6n filos6fica y poética sin todo este proceso hist6rico. En 10 to-
a Byron contra los filisteos ataques de Eckermann, que discute si cante a este punto Goethe es mucho menos categörico que el Viejo
Byron ha Sido beneficioso para Ia «pura formaci6n humana». «Ten- Hegel, para el cual la Revoluciön Francesa, en cuanto a pasado ya,
go que oponerme a usted en eso», responde Goethe, «porque c:acaso era el anillo necesario e indispensable de la dialéctica hist6rica; en
el coraje de Byron, su audacia y su grandiosidad, no tienen un Ia «Fenomenologfa», la Revoluci6n Francesa constituye el funda-
valor educativo? Guardémonos de buscar siempre 10 educativo en mento inmediato incluso del presente, el fundamento de Ia nueva
10 que es decididamente puro y decente. Todo 10 grande educa, en la época que alborea. Goethe aprob6 siempre el contenido social y
medida, al menos, en que podemos Ilegar a ser conscientes de ello». politico de la Revoluciön Francesa, y su aprobaci6n fue tomando,
Este personaje, simbolo de una nueva época ascendente, hace con la edad, una forma cada vez mås decidida, pero su rechazo de
estallar el mundo onirico del clasicismo del mismo modo en que la la via politico-revolucionaria de transformaci6n social se mantuvo
belleza antigua habfa hecho estallar el mundo espectral de la Edad no menos constante. En ésto permaneci6 hasta el fin de sus dias
Media. como un hijo fiel de la Aufklärung. No hay que olvidar, de todos
Ya antes de la aparici6n de Eufori6n, Forkyas-Mefist6feles ex- modos, que los herederos franceses de la Ilustraci6n, los grandes
clama: utopistas, mucho mås evolucionados en sus perspectivas de futuro,
consideraron siempre el camino politico-revolucionario como im-
iLiberåos pronto de las fåbulas! practicable y nocivo. De ahi que la positiva actitud de Goethe frente
al contenido de la Revoluci6n Francesa solo ocasionalmente alcance
Dejad que pasen vuestros måltiples dioses antiguos,
su tiempo ya ha transcurrido. expresi6n en el «Fausto», y ello de manera indirecta, como, por
ejemplo, en la «Noche de Walpurgis» de la primera parte, donde los
De este modo vemos, pues, como en Eufori6n cobra Vida la emigrados franceses, los diversos tipos de ci-devants son tratados
ideologia de los tiempos mås modernos, si bien bajo la especie de con el mayor de los desprecios; asi, también, incidentalmente en las
una trågica derrota, derrota de la que, sin embargo, ha de surgir escenas de Eufori6n, y, como luego veremos, también como pers-
por fuerza un impulso nuevo, ya que la figura en decadencia ha de pectiva en el ültimo mon610go de Fausto.
ser Otra vez reproducida a partir del substrato mismo del que ha La acciön politica falta, por todo esto, en el cuadro hist6rico de
surgido. De ahi que el fünebre lamento del coro por la trågica muer- la segunda parte. Es evidente que Fausto apenas puede actuar en Ia
te de Eufori6n acabe con las palabras siguientes: corte imperial. Los fragmentos p6stumos 10 evidencian con claridad
380 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 381

todavia superior a la del propio texto. En uno de los esbozos Goethe


obra de juventud Götz von Berlinchingen resultan perceptibles
hace que Fausto presente al emperador unos proyectos extrema- unos sentimientos similares a éstos, al menos ocasionalmente, pero
damente ambiciosos. El emperador 10 escucha sin acabar de enten-
su significado era de todo punto otro, sobre todo si se advierte que
derlo. Cuando Mefist6feles se da cuenta de que la situaci6n es ya
aquélla era la obra de un Aufklärer prerevolucionario. El ideal de
insostenible, adopta Ia figura de Fausto y comienza a decir todo
Vischer cristaliza, en realidad, en el «Fausto» de Klinger, donde la
tipo de banalidades, cosa que deja Ilenos de admiraci6n al empe- decepci6n y desorientaciön de un escritor del Sturm und Drang
rador y a su corte, encantados de la profundidad y agudeza del ante la Revoluciön Francesa son expresadas de la manera mås clara.
nuevo mago. Y cuando Fausto retorna a la Vida a rafz de la desa- Goethe dificilmente podia buscar el camino de la revoluci6n de-
parici6n de la Antigüedad, 10 ünico que le interesa ya es la lucha mocråtica, pero jamås se encuentra en sus obras decisivas ninguna
técnica y economica por dominar la Naturaleza.
lucha reaccionaria o liberal contra ella. La salida genial que en-
En las escenas preparatorias de esta ültima etapa sorprende el cuentra y que, naturalmente, no podia estar libre de elementos
tono humanamente resignado de Fausto. Desprecia todo placer: «EI ut6picos, no es Otra que la de la evoluciön de las fuerzas produc-
placer vulgariza». No se preocupa para nada de la gloria: «La ac- tivas gracias al impulso del capitalismo.
ciÖn 10 es todo, la gloria no es nada». Goethe Ilega incluso a ha-
Salida que Vischer no desaprueba menos, 10 que resulta igual-
cer que Mefist6feles parodie la escena de la tentaciön de Cristo
mente significativo. En su opiniön, Fausto deberfa alcanzar la
por Satanås, ofreciendo a Fausto «las riquezas y esplendores del conciliaciön por medio de una actividad pråctica, «pero no finica-
mundo», pero Fausto no accede a ello y s610 pide un campo de mente prosaica e industrial». El liberal Vischer, cuya postura frente
acci6n para sus nuevos planes. También aqui son mås claros algu-
al capitalismo como fen6meno global entrafia mucha mås acepta-
nos fragmentos que la propia obra; en uno de ellos Fausto Ilega
ci6n y bastante menos critica que Ja de Goethe, 10 que censura
incluso a romper con Mefist6feles.
Esta concepci6n de la praxis social por parte del Viejo Goethe
aqui desde un punto de vista pequefio-burgués y romåntico —
no es Sino, precisamente, 10 grandioso de la culminaci6n del «Faus-
ha Sido muy criticada en la bibliografia dedicada al «Fausto», sobre to»: el descubrimiento de un nuevo heroismo pråctico, de un nuevo
todo por F. Th. Vischer, que Ilega incluso a esbozar un plan de y profundo conflicto trågico en el centro mismo de la prosa ca-
como Goethe hubiera tenido que componer la segunda parte. Pos- pitalista.
tula la intervenci6n de Fausto en la Guerra de los Campesinos,
Aunque Vischer pasa de largo ante los momentos poéticos cul-
como buen liberal que pretende evitar todas las «atrocidades» de minantes de la segunda parte, incapaz de captarlos en su plenitud,
la Revoluci6n; Mefist6feles, a su vez, después ya de su ruptura con
no deja de percibir correctamente las cosas, con toda su carga de
Fausto, habrfa de introducirse en el movimiento revolucionario, y,
prejuicios liberales y romånticos. El romåntico reaccionario del
como «radical», empujarlo a todo tipo de extremismos, provocando periodo imperialista, Friedrich Gundolf, se siente tan profunda-
«excesos» que Fausto evidentemente no desea, pero de los que
mente indignado ante el abandono, por parte de Goethe, de su «ti-
en definitiva serå hecho responsable. El remordimiento que por to- tanismo» juvenil, que ni siquiera es ya capaz de entender correc-
do esto habrfa de padecer Fausto es 10 que en filtima instancia pro- tamente el texto final, y Ilega a considerar que Fausto acaba
vocarfa su purificaci6n. Prescindiendo de la estrechez subjetiva metiéndose a «funcionario püblico».
y moralizadora de esta concepci6n ya vimos como Goethe rechaza
El final de la segunda parte ha crecido orgånicamente a partir
desde un principio en la segunda parte semejantes categorias de de las reflexiones sociales del Goethe maduro. Para quien conoce
una moral puramente individual, como el remordimiento, por ejem- las manifestaciones de Goethe durante el filtimo periodo de su
plo 10 que viene en realidad a expresar es una filosoffa liberal de
Vida, este final no puede constituir sorpresa alguna. Goethe rechaza
la historia, segån la cual los verdaderos representantes del prin-
ironicamente las oscuras ilusiones de las guerras de liberaciön,
cipio mefistofélico serfan los revolucionarios plebeyos, tipo Münzer pero acaba luego pensando que las buenas carreteras y, sobre todo,
o Robespierre. el ferrocarril, traerån necesariamente la unidad de Alemania; se
A pesar de toda su incomprensi6n ante los esfuerzos de los interesa apasionadamente por las nuevas conquistas técnicas y
dem6cratas revolucionarios consecuentes, Goethe estå muy por en-
econ6micas del capitalismo, y en una ocasi6n Ilega a expresar su
Cima de semejante concepci6n. No deja de ser verdad que en su deseo de vivir 10 suficiente como para asistir a la construcciön del
382
Realistas alemanes del siglo XIX 383
Georg Lukdcs
y de manera inseparable, es un campo de acci6n nuevo y extrema-
canal del Rhin-Danubio, el de Suez y de Panamå. A este ültimo
el
damente rico para Mefistöfeles, condenado en las escenas de la
deseo suyo corresponde su interés, raro en la Alemania de su tiem-
Antigüedad a hacer de mero espectador. Los tiempos mås modernos
po, por los Estados Unidos de América, cuya naciente prosperidad
aparecen asi de forma escindida y contradictoria. Por un lado tene-
reconocia admirado.
mos ante nosotros a un Fausto ya Ciego y centenario, y, por Otro,
Ésta es Ia perspectiva en la que hunde sus raices Ia ilusi6n
a un Euforiön Ileno de juventud y fuerza revolucionaria. Sin Ilegar
goethiana de que con el progreso y la prosperidad tan extraordina- en ningün momento a penetrar histöricamente en ella con claridad
riamente crecientes, la revoluci6n politica acabaria resultando su-
conceptual, Goethe percibe la era capitalista a un tiempo como
perflua. Ésta es una de las limitaciones y unilateralidades mås nota-
joven y como vieja, a un tiempo como final y como comienzo.
bles de su visiön del mundo, que influye igualmente en su filosofia
En todos estos puntos estån claramente configuradas Ias con-
de la naturaleza, en su concepciÖn de la dialéctica y en el énfasis
tradicciones, pero no solamente permanecen por completo insolu-
puesto en Ia evoluci6n, reflejo de su repudio de toda «teoria de las
bles, sino que se oponen entre si de una manera mucho mås aguda
catåstrofes». (La constataciön de esta unilateralidad no ha de ocul-
y disonante a la de cualquier Otra obra de Goethe. La perspectiva
tarnos, sin embargo, el gran paso hacia delante que representa la
de una posible soluciön de Ias trågicas contradicciones del filtimo
filosoffa de la naturaleza de Goethe en comparaciön, por ejemplo,
monölogo de Fausto es, expresamente, una mera perspectiva de
a la de Cuvier.) Y precisamente esta unilateralidad de Goethe estå
futuro. Las esperanzadas palabras de Fausto estån en contradicci6n
estrechamente ligada a esa singular posici6n suya, a Ia que ya nos
flagrante con Ia situaci6n real dentro de la que son pronunciadas:
hemos referido varias veces, a esa condici6n de puente entre la
a indicaci6n de Mefist6feles los lémures cavan Ia tumba de Fausto
Aufklärung y el siglo XLX.
en tanto que éste suefia en los grandes trabajos productivos que
Pero por muy criticable que sea esta limitaciön de Goethe, el
ayudarån a la humanidad en su proceso ascendente. La trascenden-
caso es que la «Fenomenologia del espiritu» poética se cierra con
cia cristiano-celestial del final de la obra no es, como aün tendremos
la evoluciön real de las fuerzas productivas en cuanto a fuerzas
ocasi6n de ver con detalle, sino la consecuencia intelectual y esté-
que conducen de la existencia fantasmag6rica del feudalismo al
ticamente necesaria de estos resultados ültimos de Ia filosofia de la
mundo del desarrollo auténtico de las posibilidades humanas, a la
historia de Goethe, de la radical insolubilidad de las contradicciones
realidad de la acciön humana. Como luego tendremos ocasiön de
vitales sobre ese ünico suelo real del que el pensador y poeta Goe-
observar, Goethe no embellece en absoluto el caråcter diabölico
the tenia conocimiento.
de la forma capitalista de este progreso, pero al mismo tiempo no
De manera, pues, que todas las criticas que reclaman para el
puede sino mostrar que ünicamente aqui se abre al fin un dominio
•Fausto» un final estrictamente intramundano son mås radicales
verdadero para la praxis humana. Este final, a un tiempo pråctico
que el propio Goethe, pero s610 en apariencia; en 10 esencial no
y prosaico, es la adecuada respuesta al problema insolublemente
pasan de estar sustentadas por una vulgar visiön liberal del mundo;
trågico y tipicamente renacentista del comienzo, a la esencia trå-
una visi6n cuyo eje es el prop6sito de «conciliar» todas las contra-
gica de la escena del espfritu de la tierra. Asi como en el esquema
dicciones de la Vida capitalista en el marco mismo de la sociedad
intelectual del «Fausto» Goethe no se encuentra tan cerca como
capitalista. La visiön de Goethe es infinitamente mås profunda:
Lessing de la concepciön del conocimiento propia de la Aufklärung,
cree en un nucleo radical incorruptible del hombre, de la huma-
y estå, en realidad, mucho mås cerca de las tradiciones del Rena-
nidad y de su evoluci6n. Y cree en la salvaciön de este nücleo
cimiento, en la evoluciön de la industria, por el contrario, encuentra
también en (y, sobre todo, a pesar de) la forma de evoluci6n ca-
un trampolin hacia la unidad moderna entre la teoria y la praxis.
pitalista.
Por supuesto que esta no es una respuesta, sino sÖlo una pers-
pectiva de respuesta. El horizonte de Goethe no se extiende en
ningün momento mås allå del capitalismo. Su profunda honradez
Ill. Fausto y Mefistöfeles
intelectual y poética le incita, en consecuencia, a un trabajo creador
Ileno de insolubles y descarnadas contradicciones. No cabe, pues,
La lucha por el nücleo interno del hombre es el objeto de la
duda de que la actividad capitalista constituye la satisfacciön de verdadera acciön del «Fausto», cuyo marco histöricc»social acaba-
'as aspiraciones de la entera Vida de Fausto, pero, al mismo tiempo,
384 Realistas atemanes del siglo XIX 385
Georg Lukåcs
parar la escena, por ejemplo, de «La bodega de Auerbach» del «Ur-
mos de esbozar. Esta lucha se centra, en realidad, en torno al due-
faust» con la de la versiön posterior.) Goethe Ilega tan lejos que
10 entablado entre Fausto y Mefist6feles. iCuål es su objeto? iCuå-
incluso en una ocasi6n MefistÖfeles renuncia a su naturaleza de-
les son sus principales etapas?
monfaca, negåndola varias veces con marcado acento ir6nico (en
Mefistöfeles expresa claramente su programa en el «Pr610go en
la cocina de las brujas, por ejemplo); o bien cuando hace decir a
el cielo»: «Acabarå mordiendo el polvo, y con ganas». Programa
Mefist6feles que la salvaciön o condenaci6n de Fausto dependen
que se fundamenta en su concepci6n del hombre y del uso humano
de la raz6n: exclusivamente de él, y no del diablo o de tales o cuales influencias
diab61icas. De ahi que al final de su gran mon610go, después de
Le da el nombre de razÖn y, en realidad, no le sirve su diålogo con Fausto, exclame 10 siguiente:
sino para ser mås animal que los animales todos.
i Y aunque no se hubiera vendido al diablo,
igual habrfa de condenarse!
De este modo queda claramente delimitada toda una visi6n de
la Vida y una orientaci6n de la voluntad. La realizaci6n concreta
Esta tendencia a disolver el caråcter sobrenatural de las figuras
—y precisamente aqui es donde se evidencia la profundidad poé-
es eficazmente subrayada por la profesi6n faüstica de fe en un
tica de Goethe— centellea con los mås variados colores, imposible
mundo exclusivamente terrenal, por su negaci6n de todo mås allå.
de reducir a un principio abstracto. De ahf que Mefist6feles sea
una figura Ilena de Vida y no la simple corporeizaci6n del principio
En el gran diålogo del principio, he aqui 10 que dice Fausto diri-

del mal. De ahf, también, que todos los intentos de «definir» su fi- giéndose a Mefist6feles:
gura sean vanos y engafiadores.
Mucho mås importante es determinar su radio de acci6n, su La verdad es que el mås allå no me preocupa mucho;
una vez hayas reducido este mundo a escombros,
campo de fuerzas. A1 igual que en la leyenda, su objetivo es con-
quistar el alma de Fausto. Ahora bienn en su realizaci6n concreta que aparezca el Otro cuando quiera.
se evidencia el profundo apartamiento ide016gico de Goethe respec-
Todos mis placeres manan de esta tierra,
y este sol es el que ilumina mis dolores;
to de la leyenda. Leyenda que, en parte muy principal, todavia es
eminentemente medieval; parte de los principios aut6nomos y ne- cuando tenga que alejarme de ambos,
tamente separados del bien y del mal, dos principios antitéticos en que pase todo 10 que tenga que pasar.
lucha por apoderarse del alma humana. También la pieza de Lessing
De si en el mås allå caben el odio y el amor
contiene elementos de esta radical y nada dialéctica escisi6n entre o si en aquellas esferas
ambas fuerzas en lucha, con la diferencia de que Lessing, fiel en también hay un arriba y un abajo,
cosas son de las que no quiero ofr ni hablar.
ésto al sentido propio de la Aufklärung en su momento cumbre, no
ve en ello sino una mera apariencia de lucha.
En Goethe el duelo se ha interiorizado. Mefist6feles posee fuer- Y de manera todavia mås categorica al final de la segunda
za en la medida s610 en que su esencia constituye un elemento parte:
de la evoluciön espiritual e historica de Fausto. Y el gran mérito
La visiön del mås allå nos estå negada;
literario de Goethe radica precisamente en el hecho de que a pesar
iloco quien a tales alturas dirige sus centelleantes Ojos
de todo ello, Mefist6feles no es relegado a la condici6n estricta de
e inventa semejantes suyos al otro lado de las nubes!
exclusivo elemento de la Vida interior de Fausto, sino que acaba
por ser una figura de perfil autonomo y netamente diferenciado.
Que se mantenga firme y mire en torno suyo;
Con 10 que resulta conscientemente eliminado de Mefist6feles todo no es muda esta tierra para el hombre capaz.
10 sobrehumano-demonfaco. (Éste es el motivo de la desaparici6n
iQué necesidad tiene de vagar eternamente!
en el «Fausto» goethiano de los elementos mågico-sobrenaturales
De manera, pues, que, en un sentido ültimo, tanto Fausto como
de la leyenda; a medida que su elaboraci6n avanza, esta elimina-
Mefist6feles son ateos. He aqui una vez mås 10 que Goethe ha
ciÖn va afirmåndose con energia creciente; no hay mås que com-
386 Georg Lukdcs Realistas alemanes del siglo XIX 387

tomado de la autenticidad historica de la leyenda. Con semejantes ünicamente la funciön precisa en un estadio dado y concreto
palabras Fausto puede destruir el todo mås allå, puede concentrar de laevoluciön decide si un sentimiento, un pensamiento o un ac-
la acci6n en 10 intramundano, y sin embargo el colorido histörico se to son humanos o diabölicos. A menudo resulta imposible, en efec-
mantiene. Y es que estos pensamientos —a
pesar de su aire especi- to, tomar esta decisiön a partir del momento aislado, cosa que, por
ficamente goethiano corresponden a Ia época de Paracelso, Gior- el contrario, no ocurre si se sigue Ia direcci6n, cada vez mås visible,
dano Bruno o Bacon de Verulamio. del camino que justamente aqui comienza a revelarse.
Y, a pesar de todo, en su versiön goethiana la leyenda gana en Esta dialéctica constituye el fundamento de la fe indestructible
riqueza interior, dada la intensidad con que es subrayada ahora Ia de Goethe en el futuro de Ia humanidad. De la lucha entre el bien
lucha por la conservaciön y ulterior desarrollo del nücleo humano y el mal surge el rumbo del proceso evolutivo ascendente; también
radical contra las diabölicas y satånicas posibilidades latentes en el mal puede ser vehiculo del progreso objetivo. El famoso juicio
el propio ser humano. de Mefiståfeles sobre si mismo: «Una parte (soy) de esa fuerza
En el «Fausto» goethiano, Satån no aparece personalmente en que deseando siempre el mal, constantemente hace el bien», no es
momento alguno. Aparecia, en cambio, en los fragmentos de la sino la mås pregnante expresiön de esta visiön goethiana del mun-
«Noche de Walpurgis» eliminados luego por Goethe. Las estrofas, do. Visiön que, naturalmente, no es un fruto original de Goethe; ha
de intensa belleza poética, que Goethe pone en boca de Satanås Sido claramente formulada por muchos ilustrados, por aquéllos,
revelan que su esencia no radica sino en una åvida sed de oro y sobre todo, que sentian un vivo interés hacia los aspectos especifi-
en una sexualidad desenfrenada. En la aspiraci6n a estos dos «må- cos de la evoluciön capitalista, (Mandeville). Ahora bien, esta visiön
ximos bienes» se cifra la sabiduria de Satån, es decir, en la cul- sölo se convierte en la base de la nueva fe dialéctica en el progreso,
minaciön, precisamente, y en la plenitud de aquello a 10 que Mefis- surgida al hilo de la Revoluci6n Francesa, con el «Fausto» y la
töfeles en unas palabras arriba citadas por nosotros —
caracte- filosofia hegeliana de la historia, que hace de ella una eargucia
riza como uso de la razön humana. Mefistöfeles no es sino un simple de la razÖn».
representante subordinado de este principio, pero precisamente Surge asi una lucha de resultados siempre fluctuantes, un inin-
porque en la jerarqufa del inframundo ocupa un lugar inferior a terrumpido peligro para Fausto: en el mal pueden existir gérmenes
Satån, le gana en espiritualidad e ingenio. Tiene que sublimar espi- ocultos de bien, pero en el mås elevado sentimiento puede latir
ritualmente los principios diab61icos con el fin de coincidir con escondido 10 satånico, o puede Ilegar a convertirse en tal. Este ba-
Fausto en un comün dominio de acci6n y acceder, sobre todo, lancearse sobre el filo de la navaja constituye el dramatismo inter-
aunque sölo sea de manera superficial, a los problemas interiores de no del poema de Fausto. Ahora bien, como de toda sabiduria dra-
éste. De ahi su necesidad de diluir Ia «sabiduria» satånica en un måtica, trågica, de esta oscilaciån constante y peligrosa no se
lenguaje humano. desprende nihilismo alguno: Goethe eleva literariamente el relati-
ünicamente por esta via puede convertirse el principio mefisto- vismo moral y social, superåndolo asi, a la condiciön de momento
félico en un elemento motor de la propia interioridad faüstica de Ia dialéctica general, de modo idéntico a como Hegel 10 hace
(goethiana). He aqui, asimismo, por qué Goethe podia asentir a la en el plano filos6fico.
critica de Ampere que sefialaba determinados rasgos goethianos No es, pues, ninguna casualidad que esta forma de la dialéctica
en la figura de Mefist6feles. Muchas réplicas de Mefist6feles no del bien y del mal haya Sido vista por vez primera por los obser-
pueden, en consecuencia, sino ser justas: estån expresando profun- vadores mås penetrantes de la evoluciön capitalista. La desnuda
das convicciones del propio Goethe. Goethe puede, por ejemplo, sed de oro de Satån es un fenömeno amplio y general, vålido para
hacer que Mefistöfeles aparezca en el «Desfile de måscaras» (1818) todas las sociedades clasistas. La especifica importancia del di-
expresando una de sus convicciones mås intimas: nero en el capitalismo, que hace de él una «prolongaci6n» del hom-
bre, dotåndolo de poder sobre los hombres y las circunstancias,
Le he hecho comprender que la Vida
al fin es subrayada por vez primera por Mefistöfeles:
sÖlo para la Vida mismaha Sido dada..
le
iMientras se viva hay que estar profundamente vivo! Si puedo comprar seis potros,
dacaso su fuerza no es la mia propia?
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Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 389

Sigo siendo un hombre y corro veloz ciÖn del dinero, sin cambio de las relaciones de producci6n ni ev()-
como si tuviera veinticuatro piernas. luciön de las fuerzas productivas, hubieran desembocado en una
rigidez y una penetraciön aceleradas.
El joven Marx ha reconocido Ia importancia de este pasaje Finalmente, gracias a esta magia de Mefiståfeles, Fausto encuen-
para la caracterizaciön del capitalismo. En sus «Manuscritos eco- tra su campo de acciön en el dominio de la naturaleza por la activi-
nomico-filosöficos de 1844» 10 analiza en los siguientes términos: dad humana. En ésto, sin embargo, MefistOfeles vuelve a ser el com-
«Lo que puedo hacer mio con dinero, 10 que puedo pagar, es decir, pafiero inseparable de sus mås altas aspiraciones. Gracias a la ayuda
10 que puedo comprar con dinero, eso soy yo, el mismo poseedor de Mefistöfeles no solamente surge en el feudalismo el «lntermun-
del dinero. Mi fuerza Ilega hasta donde Ilega Ia fuerza del dinero. dium» capitalista, sino también su extensiön; su florecimiento es
Las cualidades del dinero son mis propias cualidades y fuerzas debido, precisamente, a esta ayuda del demonio. Fausto ordena
esenciales, las de su poseedor. Por tanto, no es, en modo alguno, construir un puerto y organiza un comercio animado, cuyo Organo
mi individualidad la que determina 10 que yo soy y puedo. No ejecutivo es, pues, Mefistöfeles:
importa que sea feo: con dinero puedo comprarme Ia mujer mås
hermosa. Eso quiere decir que no soy feo, pues el dinero se en- El mar libre libera el espfritu...
carga de destruir los efectos de la fealdad, su fuerza repelente. sålo hace falta un buen golpe de mano,
No importa que sea —en mi individualidad —un hombre tullido, se coge un pez, se coge un barco
pues el dinero se encarga de procurarme veinticuatro piernas; eso y cuando ya se es duefio de tres,
quiere decir que no soy tullido. No importa que sea una persona enseguida se engancha el que hace cuatro
vil, innoble, infame y necia, pues el dinero es noble y ennoblece a y al quinto no le va nada bien.
quien 10 posee. El dinero es el supremo bien y hace, por tanto, Se pregunta cqué? y no c:cÖmo?
bueno a su poseedor, descargåndolo del cuidado de ser un hombre O no sé nada de la navegaciön:
vil, pues si tengo dinero pasaré por hombre honrado. Puedo ser o guerra, comercio y pirateria
necio, pero si el dinero es el verdadero espiritu de todas las cosas, una y la misma cosa son.
ccÖmo puede pasar por necio su poseedor? Ademås, con dinero
pueden comprarse personas de talento, i y acaso 10 que nos da De manera similar ayuda a Fausto cuando éste se encuentra con
poder sobre el ingenio no es mås ingenioso que el ingenio mismo? que la pequefia propiedad idllica de Filemån y Baucis le impide re•
Quien con dinero puede todo aquello que anhela el corazÖn hu- dondear sus fincas. Fausto querria, en realidad, indemnizar a los
mano, c:no posee con ello todas las potencias del hombre? iAcaso pobres viejos y trasladarlos a otro lugar. Ellos no estån conformes
mi dinero no se encarga de convertirme en todopoderoso, por im- y la expropiaci6n es Ilevada a término por Mefistöfeles y sus ayu-
potente que yo sea?» dantes, que acaban incendiando y asesinando. En la ayuda que Me-
Si se consideran las acciones mågicas de Mefist6feles, sobre fistöfeles ofrece a Fausto (y sin la cual la gran obra de Fausto seria
todo en la primera parte, no serå dificil ver que, en 10 esencial, irrealizable), se perciben en todo momento los rasgos tipicos de la
se trata de este aumento mågico del radio de acci6n humana gra- llamada «acumulaciön primitiva» de capital, acumulaci6n que ha
cias al dinero; es decir, justamente el mismo proceso que Marx Sido descrita de manera incomparable por los grandes escritores
analiza en el pårrafo citado. En la segunda parte, como ya hemos ingleses del siglo XVIII, tanto desde un punto de vista literario como
visto, Mefistöfeles pasa a un segundo término, sobre todo en los desde el de publicaciones mås especializadas, pero cuyos rasgos
pasajes que tienen por objeto la Antigüedad clåsica. En otras es- no se concentran en una figura simbölica y poética hasta la apari-
cenas de la segunda parte, sin embargo, su papel, al concretarse ciÖn, precisamente, de Mefistöfeles.
de acuerdo con la transformaciön del escenario todo en el del agran Que en Mefistöfeles los elementos diabölicos y cfnicos del ca-
mundo», alcanza una dimensiån manifiestamente social. Asf, como pitalismo ocupen un primer plano no quiere decir, en absoluto, que
ya hemos visto, Mefist6feles se convierte en el mundo feudal en tengo que ser un «representante» del capitalismo o de sus «aspec-
disoluciön, en el inventor del papel moneda, sfmbolo del poder del tos negativos», por 10 menos; de todos modos, tenemos por fuerza
dinero sobre las circunstancias, circunstancias que por la penetra- que subrayar este caråcter relativamente capitalista del substrato
390 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 391

de la figura de Mefist6feles dado que en toda Ia bibliografia de tema postulada por Kant, es decir, la incognoscibilidad de la cosa en si
faüstico—a excepci6n de las observaciones de Marx antes citadas (en una carta suya en forma de poema a Merck leemos 10 siguiente:
por nosotros la comprensi6n de este elemento determinante de su «Ves, la naturaleza viva es asi —
incomprendida, pero no incom-
caråcter falta por completo. (Que algunos criticos de la escuela prensible»); y quizå todavia mås apasionadamente rechaza el con-
romåntico-reaccionaria, como W. von Schütz, toquen de pasada cepto kantiano del «mal radical» latente en Ia naturaleza empirica
este problema, cosa es que en realidad dice muy poco, dada la de- y sensible del ser humano.
formaciön a que somenten el conjunto.) El duelo espiritual y moral Entre esta oposiciön y la trågica escena del espiritu de la tierra,
entre Fausto y Mefistöfeles configurado por Goethe va necesaria- ya analizada por nosotros, existe, en apariencia, una antitesis. Pero
mente mucho mås allå de este esquema båsico que hemos esbozado hemos de subrayar una vez mås, a este respecto, que el espiritu de
pero, de todos modos, es posible retrotraer a él casi todas sus la tierra no dice Otra cosa sobre si mismo que 10 que constituye,
manifestaciones a través de mediaciones mås o menos complejas. precisamente, el nucleo de la filosofia goethiana de la naturaleza;
Este duelo se extiende a todos los problemas importantes de Ja es decir, la mutaciÖn ininterrumpida y la autorenovaciön de la na-
Vida humana. En la influencia de los elementos y tendencias mefisto- turaleza. i En qué punto rechaza el espiritu de la tierra su parentes-
félicos sobre el alma de Fausto resulta perceptible una oscilaci6n co con Fausto? dQué conocimiento es el que juzga inaccesible? La
dramåtica, de tal modo que solamente el proceso completo puede inmediata identificaciön mfstica entre el hombre y la naturaleza
dar respuesta, una vez cumplido, a la apuesta entre Dios y el De- que el joven Goethe configura aqui y al mismo tiempo supera como
monio, aclarando el destino de Fausto y evidenciando las perspec- el heroico y trågicamente inütil camino del conocimiento.
tivas goethianas para el futuro de Ia especie humana. También esta superaciön nos es conocida. Su primera etapa es
Oro y sexualidad: a ésto se reduce la «sabiduria» del Satån goe- la escena «Bosque y caverna», donde la forma juvenil de la inme-
thiano; su objetivo, al que la magia y el cinismo de Mefist6feles diatez del conocimiento resulta ya superada, emprendiendo Fausto
sirven, no es sino la animalizaciön de la humanidad, la instaura- el verdadero camino del conocimiento de la naturaleza. Pero Fausto

ciÖn de un «espiritual reino animal» (Hegel). (y con él Goethe) se encuentra aün, segün las propias palabras de
La diferencia respecto de la leyenda resulta especialmente visi- Goethe, en «estado filosöfico natural»: este conocimiento todavia
ble en este punto. Para la religiosidad medieval —y la ortodoxia no puede orientar la Vida de Fausto. Por el contrario, le Ileva a
luterana conserva, en este aspecto, mucho de la Edad Media— la Otra tragedia. (Mås adelante veremos que no por azar constituye
sensualidad, la existencia natural del hombre son pecado; de acuer- esta escena la peripecia de Ia tragedia de Margarita.)
do con ésto la naturaleza es, pues, dominio del diablo; Satån es el En el curso de nuestras meditaciones nos hemos encontrado
Sefior del inframundo, es decir, Senor del mås acå, del «imperio de también ya con la siguiente etapa, implicita en Ia escena con que
Ia tierra y de sus magnificencias», y ünicamente siguiendo los pre- se abre la segunda parte. Goethe muestra aqui la fuerza salvadora
ceptos ascéticos del mås allå cristiano podrå el hombre liberarse de la naturaleza, mås allå del hombre y mås allå de Ia moral, dando
del demonio. Para la Ilustraci6n, por el contrario, y para el Goethe al mismo tiempo una respuesta clara y concreta al trågico dilema
formado en ella, la relaciön con la naturaleza, tanto Ia exterior, de la escena del espiritu de la tierra. Fausto, ya curado, ve salir el
que constituye el campo del conocimiento y de la acci6n humana, sol. Cegado por sus rayos — como en su momento por la apariciön
como la interior, es decir, la esencia humana, es de todo punto di- del espfritu de la tierra— tiene que volverse. Sin que surja ya por
ferente. Ambas son, para Goethe, el fundamento orgånico de toda ello ningün nuevo conflicto trågico. En esta ocasiön Fausto ya no
evoluci6n humana y de toda grandeza. De ahi que Goethe adopte una se considera excluido del conocimiento y de la fruici6n de la na-
actitud hostil no s610 frente a los residuos aim existentes de la turaleza. Permanece «el sol a mis espaldas»— en una actitud
visiön medieval del mundo, sino frente todo aquello que en sus gozosa y comprensiva ante la naturaleza: «Tenemos la Vida en su
contemporåneos, incluso los mås progresistas, pueda remotamente reflejo tornasolado». He aqui poéticamente configurado el renaci-
recordarla. No cabe, en consecuencia, buscar en el «Fausto» — como miento de la filosofia de la naturaleza en estrecho vinculo con la
génesis de la nueva teorfa de la belleza: ese periodo de la evoluciÖn
han hecho no pocos comentadores— cualquier tipo de relaci6n
entre Goethe y Kant. Goethe se niega a admitir, ya desde su prime- del conocimiento de la naturaleza al que el joven Marx ha dado el
ra juventud, la presunta imposibilidad de conocer la naturaleza nombre de clos sinceros pensamientos juveniles» de Schelling.
392 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 393

Y el conjunto constituye el prölogo filosöfico de la tragedia de los aspectos de la naturaleza y del concepto de la misma sustenta-
Helena del mismo modo que la peripecie «Bosque y caverna» 10 do por Goethe. El propio Goethe indica que han Sido sus baladas,
era de la tragedia de Margarita. precisamente, uno de los elementos poéticos que Ie han Ilevado a
Ambas escenas, por muy importantes que sean para la compo- proseguir su trabajo en el «Fausto». Basta con detenerse s610 en
siciön general, deben ser consideradas como sintetizadores puntos alguna de sus baladas, en «Erlkönig», por ejemplo, para reconocer
de reposo, puntos cruciales, puntos de reflexiån, no dramåticos en la justa percepciön goethiana del rostro nada idilico, desmesura-
si ni por si. Ambas escenas obedecen a la técnica del monölogo; damente hermoso, atractivo, agobiante y destructor de la natura-
Mefist6feles no aparece en ninguna de ellas. (SÖlo en «Bosque y ca- leza, rostro que tan adecuadamente supo asimismo configurar en
verna», al final, pero no en la escena a que venimos refiriéndonos.) su obra.
Unicamente al principio del «Fausto» constituye el intento de cono- Estas baladas de Goethe no describen, por supuesto, la naturale-
cer la naturaleza el eje de 10 tråigco; sÖlo al final, por Otra parte, za en sf misma, exclusivamente considerada; describen, sobre todo.
confluyen el conocimiento de la naturaleza y la praxis social, cons- la relaci6n reciproca existente entre ella y el hombre, una relaciån
tituyendo la base de la ültima discusiön de envergadura entre Faus- a la vez interior y exterior. La lucha por el dominio de la naturaleza
to y MefistÖfeles. tiene, en este sentido, gran importancia para Goethe; siempre con-
Conocer exactamente la actitud de Goethe en cuanto a la natu- fiere un papel
esencial a esos conflictos trågicos y tragi-comicos
raleza es muy importante, y no sÖlo para la reconstrucciön ideolö- que surgen del desencadenamiento de unas fuerzas que por si
gica del «Fausto»; es indispensable para conocer las relaciones entre mismas —
cuando el hombre no alcanza a conocer sus leyes y se-
Fausto y Mefistöfeles. Porque hay toda una escuela de comentaris- cretos mås intimos —
pueden irrumpir con fuerza activa y destruc-
tas del «Fausto» —inaugurada por Kuno Fischer— que conciben tora («EI aprendiz de brujo»).
a Mefistöfeles como enviado del espiritu de la tierra. Prescindiendo También en este punto discurren paralelos el pensamiento cen-
de la falta de valor pråctico de esta hipötesis (que priva de toda tral de Goethe y el de Hegel; de los actos humanos siempre resulta
significaci6n al «Prölogo en el cielo», insinuando que Goethe ha algo que es objetivamente diferente a 10 que los hombres, en su pa-
trabajado con tanta negligencia que ha permitido subsistir en la siÖn, se proponian; el movimiento, la evoluciön de la sociedad hu-
nueva versi6n de la obra restos intactos de una concepciön supera- mana, parten de las pasiones individuales, pero sus resultados van
da), 10 cierto es que esta interpretaciön revierte la entera concep- mås allå del individuo y hacen que los hombres, al actuar, depen-
ci6n goethiana de la naturaleza a categorias cristiano-medievales: dan de las consecuencias de sus propios actos. Esta idea atraviesa
de acuerdo con ella, el espiritu de la tierra dejadia de ser un la construcci6n toda del «Fausto», y constituye uno de los motivos
principio de la naturaleza para convertirse en un principio diab6- en virtud de los cuales Goethe estaba llamado a superar, tanto in-
lico. Se trata, en suma, de una revitalizaciön de las tendencias lu- telectual como poéticamente, la simple moral individual. Mefistöfe-
teranas implfcitas en la leyenda faüstica tradicional que nada tiene les dice:
que ver con Goethe.
En concepto de naturaleza sustantado por Goethe tiene como A la postre acabamos dependiendo
eje su creencia en la no sujecciön de la misma a los seres huma- de las criaturas que nosotros mismos hemos creado.
nos, a sus puntos de vista morales y de todo tipo. Del hecho de
que la naturaleza asi concebida se manifieste como salvadora (en Segün la visiån de Goethe, el hombre vive inmerso en la red de
la primera escena de la segunda parte) no hay que sacar la conse- todas estas determinaciones; él mismo forma parte de la natu-
cuencia de que el citado concepto goethiano de la misma sea prefe- raleza, es un microcosmos en el que actüan Ilenas de Vida las mis-
rentemente idilico. La culminaciån de la tragedia entera es mås mas fuerzas que operan en el macrocosmos. Las pasiones humanas
bien una lucha varia y violenta del hombre con las fuerzas de la na- son consideradas por Goethe como una especie de fuerzas naturales
turaleza. Y cuando al final Mefist6feles sefiala la destrucci6n de la que —
vistas de manera inmediata —
nacen de causas desconocidas,
obra toda de Fausto, por las fuerzas de la naturaleza como una de se incendian por algün motivo (de apariencia generalmente acci-
las perspectivas posibles, no estå sino expresando de manera dental) y, una vez liberadas, se precipitan hacia una meta imprevi-
sacåsticamente exagerada, pero en ültimo término justa— uno de sible.

26 - REALISTAS
394 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigto XIX 395

Pero la pasi6npara Goethe, de indole natural, en modo al-


es, de éste («iDetente, instante, pues que tan hermoso eres!») parecen
guno idéntica a Las pasiones abrazan la Vida cultural
la naturaleza. significar la realizaciön de las condiciones de la apuesta.
entera, se refieren a sus objetos mås altos; el progreso de la cultura En realidad, el encuentro de Fausto con Mefistöfeles no es, ni
es imposible sin pasiön, pero esta pasiön puede promover también siquiera en la apuesta, Otra cosa que un encuentro en el campo de
su naufragio, su destrucciön, su mutaciön en puro caos. El dominio batalla, un cruzar de armas; aunque se ponen de acuerdo en la
de la pasiön, su ennoblecimiento, su inclinaciön a los fines mås apuesta, con las mismas palabras quieren decir cosas siempre
altos de la especie humana: he ahi Ia ética de Goethe. Goethe no es diferentes. Mefistöfeles ofrece a Fausto el goce de vivir, la plena
en modo alguno amoral, como han pretendido ciertos filisteos kan- fruiciön de la Vida, 10 cual no sÖlo contrasta positivamente con la
tianos; pero tampoco es asocial, como afirman los filisteos radica- existencia propia de un sabio Ilevado hasta la fecha por Fausto,
les. Su moral busca el camino en el que toda pasi6n pueda desple- sino que —visto de manera abstracta— corresponde a su deseo
garse en beneficio de Ia especie. Por dominio de las pasiones no mismo. Pero sÖlo desde un punto de vista abstracto. Lo que Fausto
entiende esa represiön ascética y mezquina de las mismas postu- concretamente desea es algo bien distinto: no goce de la Vida (ya
lada por Kant; piensa, por el contrario como las grandes figu- que ésto es sölo un medio y un camino), sino plenitud, realizaciön
ras renacentistas, como el propio Fourier—, en un estado de la de todas sus posibilidades individuales y facultad para ponerlas a
humanidad y de las relaciones humanas tal, que las influencias prueba en el mundo, penetraciön, en fin, en la realidad, conoci-
interhumanas y Ias pasiones puestas a prueba en la actividad hu- miento y sometimiento de la misma. Fausto, desengafiado tanto del
mana acabaran conduciendo a los hombres todos a la verdadera conocimiento abstracto como del inmediato e intuitivo, vencido
consciencia de si mismos, es decir, al entero despliegue del cümulo casi por el desespero, es apasionadamente antiascético. Pero inclu-
de sus facultades y al equilibrio armonioso de sus pasiones no so- so asi, y a pesar de no vislumbrar todavia con suficiente claridad
focadas. Y ello de tal manera que la armonia interior de cada hom- la naturaleza de sus tendencias mås profundas, desprecia el simple
bre Ilegara a convertirse en Ia fuerza impulsora de su acuerdo con hedonismo, la fruiciön de la Vida centrada en el estricto placer sen-
sus semejantes. sual, la Vida, en fin, tal y como la entiende Mefistöfeles.
Goethe es perfectamente consciente del ineludible caråcter con- La manera goethiana de entender y gozar la Vida ha Sido gene-
flictivo y, mås aün, trågico de estas aspiraciones suyas en el marco ralmente mal interpretada, a pesar de haberse él expresado en
de su propia época. Pero el conocimiento de su trågica naturaleza este sentido de modo siempre inequivoco. Citaré un solo ejemplo,
no equivale, en absoluto, al abandono de estas aspiraciones suyas. un pasaje de una carta escrita a Lavater en los primeros afios de
En parte forja imågenes utöpicas de relaciones humanas, de esta- Weimar:
dos sociales en los que estas tendencias parecen resultar factibles «...De manera, pues, que he gozado de una buena porciön del
(los dos «Wilhelm Meister» pretenden dar una respuesta, por ca- abigarrado ajetreo del mundo. Disgusto, esperanza, amor, trabajo,
minos diversos, a este problema); en parte configura vfas indivi- necesidad, aventura, aburrimiento, odio, cretineces, locura, alegrfa,
duales en las que quepa realizar un måximo (relativo), de manera 10 esperado y 10 inesperado, 10 superficial y 10 profundo, todo ello
(relativamente) no peligrosa, de estas posibilidades de evoluciön. taly como van cayendo los dados...»
El «Fausto» es una sintesis poética de ambas tendencias. Esta concepciön goethiana de Ia Vida y del goce vital resuena
Ünicamente contemplado desde esta perspectiva resulta com- en las palabras que Fausto pronuncia antes de sellar su apuesta
prensible el duelo Fausto-Mefistöfeles. El «Prölogo en el cielo» for- con Mefistöfeles:
mula de manera objetiva el problema de la relaciön existente entre
el bien y el mal (entre Dios y Satån) para todo el género humano; el Si algün dia Ilego a tenderme en un lecho de ocio,
destino de Fausto no aparece aqui sino como ejemplo. En la biblio- poco meimporta 10 que hagan entonces conmigo,
grafia sobre el «Fausto» no existen excesivas divergencias en torno si me dejo engafiar por la seducci6n de tus halagos
a esta apuesta, pero sf que hay muchas, en cambio, en 10 tocante a y acabo por admirarme a mi mismo,
su realizaciön subjetiva y moral. Los comentadores se preguntan si cedo al engafio de tus placeres,
siempre 10 mismo, es decir, si no es Mefistöfeles quien en realidad ique sea ése el ültimo de mis dias!
gana la apuesta concertada con Fausto, ya que las ültimas palabras iHagamos la apuesta!
396 Georg Lukåcs Realistas alemanes det sigto XIX 397

se sabe si acabarå siendo vencido en la lucha o si resultarå triun-


El «iDetente!» estå precisamente pensado como la satisfacci6n
fador.
de este deseo. Deseo que, sin embargo, segån la concepci6n goethia-
na de la realidad, de su realidad, no puede ser satisfecho. Y, a En cada una de las situaciones surgen, como es 16gico, un dis-
decir verdad, en el poema tampoco resulta al fin satisfecho. Las
tanciamiento y una aproximaci6n diferentes, asi como una dife-
ültimas palabras de Fausto son una fantasia, una visi6n del futuro. rente distribuci6n de los pesos especificos. El ritmo de la amenaza-
Refiriéndose a ésta, y sölo a ésta, no al instante vivido en ese mismo dora opresiÖn de Fausto por parte de Mefist6feles no constituye
en modo alguno una simple linea descendente, y aån menos es este
momento, dice Fausto:
ritmo igual al de las esferas respectivamente elevadas o fnfimas,
püblicas o privadas, de la acci6n. Tanto en la «Cocina de las brujas»
Podria entonces decirle al instante que pasa:
y en «La bodega de Auerbach» como en la «Noche de Walpurgis»
iDetente, pues que tan hermoso eres!...
En el presagio de una dicha tan honda (cuyo contenido teörico no representa sino una potenciaciön de tipo
fantåstico de Ias dos primeras escenas) Mefist6feIes es el guia;
gozo ahora del supremo instante.
Fausto, por el contrario, no pasa de ser un espectador unas veces
Goethe, aqui, al igual que en los versos inmediatamente prece-
interesado, otras aburrido. De igual modo — salvo en el caso de la
dentes, acentüa, incluso lingüfsticamente, el caråcter no actual y aparici6n de Helena— Fausto se limita mås bien a ir pasando por
meramente optativo de la satisfacciön o realizaci6n de su anhelo. las escenas de la Corte que no a participar en ellas; también aqui

(Asi, dice: «podrfa», «en el presagio».) Lo que todavfa resulta su-


es Mefist6feles el personaje principal activo. Los bajos instintos
brayado e ilustrado por la réplica de Mefist6feles. El entusiasmo del simple placer de los sentidos (comer, beber, fornicar) aqui de-
de Fausto le resulta de todo punto incomprensible. No ve satis- satados y alentados, las mezquinas ambiciones de la carrera (en su
facci6n alguna ni fruici6n vital en todo ello; juzga el entusiasmo forma hist6rica, como magia y charlataneria), todo ello, en fin,
del Viejo Fausto como un estado de confusiön propio de la vejez:
jamås penetra de manera decisiva en el centro esencial de Fausto.
Por Otra parte, como ya hemos visto, el papel de Mefist6fe1es en el
renacimiento de la antigüedad se reduce al de un simple coro. Para
El pobre desea retener
el t'lltimo, el mås triste y vacio de los instantes. comprender rectamente la concepciön goethiana del goce de vivir
El tiempo se adueüa
y de la sensualidad hay que subrayar, pues, que Goethe configura el
de aquél que tanto se me resistia,
amor de Fausto por Helena desde un concepto ingenuamente an-
tiguo de la sensualidad, es decir, abierto y en absoluto ajeno a todo
el Viejo yace ya sobre la arena.
ocultamiento o veladura, cosa que ha indignado moralmente, por
El reloj se detiene.
ejemplo, a F. Th. Vischer. La oposici6n entre Fausto y Mefist6feles
El proceso de la lucha entre ambos
estå bien claro: a diferen- no es, pues, jamås una oposiciön entre el ascetismo y la sensuali-
dad, sino la concreta y real dialéctica de 10 humano y 10 demoniaco
cia de 10 que Mefistöfeles Fausto no ha Ilegado a «morder
crefa,
el polvo»; esa satisfacciån, esa plenitud, que contempla en una vi-
en el interior mismo del goce sensual de la Vida.
si6n, no en la realidad, nada tiene que ver, nada ha tenido jamås
De acuerdo con ésto, el duelo entre Fausto y Mefist6fe1es —
ex-

que ver con esa fruiciön de la Vida en la que pensaba Mefist6- ceptuando estos intermedios extraordinariamente importantes por
feles. En cuanto al problema de 10 que cabe entender como frui-
su propio valor de negatividad estética y moral — tiene tres puntos

ci6n de la Vida, Fausto y Mefistöfeles jamås han hablado sino de


culminantes: la apuesta (a la que nos hemos referido hace un mo-
mento), Ia tragedia de Margarita y la etapa de la actividad pråctica
pasada. de Fausto.
Y, a pesar de todo, su duelo no es un simple combate aparente.
Porque en los momentos faüsticos mås elevados resultan percepti- En la tragedia de Margarita culminan todos los problemas del
bles elementos mefistofélicos; la cfnica ironfa de Mefist6feles pe-
«pequefio mundo», de la evoluci6n de la personalidad en cuanto a
tal. La sociedad y la historia figuran ünicamente como trasfondo,
netra a menudo en el propio centro del combate que se libra en el
alma de Fausto; no se sabe siempre con exactitud si en cada uno como medio ambiente. La importancia de esta tragedia es tan gran-
de sobre todo si se tiene en cuenta que la culminaci6n de la obra
de los casos a MefistÖfeles le corresponde o no la raz6n; tampoco
398 Georg Lukåcs
Realistas atemanes det sigto XIX 399

entera sölo puede ser entendida a partir de ella —


que no podemos
Fausto: iQué vergüenza!
menos de estudiarla separadamente. Aqui no podemos sino esbozar
algunas reflexiones en torno a aquellos de sus aspectos que se re-
lacionan con Mefistöfeles. Mefistöfeles: No te hace gracia, tienes buen derecho
Deciamos que Fausto pasa por bodega de Auerbach como un
la
a decir: iqué vergüenza! No se debe
espectador aburrido; su deseo de Vida nada tiene que ver con la nombrar a ofdos castos aquello a 10 que
el casto corazÖn no quiere renunciar.
mera sensualidad que alli reina sin tapujos. Sin embargo este—y
es un rasgo «fenomenolögico» muy profundo— el amor de Fausto
hacia Margarita no se dibuja desde un principio como la relaci6n La relativa razÖn que en este asunto asiste a Mefistöfeles resulta
humana elevada y decisiva que acabarå siendo luego. Fausto atra- aqui bastante evidente. Cosa muy similar ocurre en la estremece-
viesa mås bien todas las etapas esenciales del amor individual, dora escena en prosa «Dfa tenebroso» donde sus palabras «Ella
desde el goce sensual mås ordinario, con sus fenömenos secunda- no es la primera» y QQuién la lanzo a la perdici6n, tü o yo?»
rios cinicamente inhumanos, a la auténtica y trågica pasiön amo-
iluminan realmente el centro del conflicto moral de Fausto, un
rosa, espiritual y sensual. (Aquf, también, la evoluci6n de la pasi6n Fausto devorado por el remordimiento que no encuentra palabras
amorosa de Fausto representa, en forma abreviada, la historia de con que responder a MefistÖfeles ya que es éste quien tiene la razÖn
a su favor.
la evoluci6n del amor en la especie humana: esto es precisamente 10
que diferencia la tragedia de Margarita de las otras configura. La amplitud y Ia profundidad de la configuraciön goethiana de
ciones del amor hechas por el joven Goethe.) Y ya que —
como esta tragedia amorosa se evidencia en el hecho de que en ella son
luego especificaremos mås detalladamente— en una sociedad cla- expresados, mås o menos directamente, todos los problemas de Ia
Sista (sobre todo cuando, como en el presente caso, la situaciön Vida moral, y que Mefist6feles puede hacer valer su cinismo, con
social y el nivel cultural de los amantes son muy distintos) el amor perfecto derecho y en numerosas ocasiones, contra los escrüpulos
no puede destruir los elementos mefistofélicos, la intensidad de Ia y el pathos de Fausto. Citemos un solo ejemplo: para Ia seducciön
lucha entre Fausto y Mefistöfeles crece segün este amor va a su vez de Margarita, Mefistöfeles necesita un falso testimonio de Fausto
creciendo en intensidad y accediendo a un nivel superior. He aquf sobre la muerte del marido de Marte Schwertlein. Fausto se niega,
por qué dimos antes a la escena «Bosque y caverna» el calificativo en principio, a testimoniar en falso. A 10 que Mefist6feles, de mane-
de peripecia para el amor de Fausto y Margarita. Fausto se refugia ra tan aguda como profunda, no argumenta aduciendo la necesidad
en la soledad huyendo de este amor. El entusiasmo amoroso y la pråctica de Ilevar a término su plan, sino que 10 hace planteando
contemplaciön de la naturaleza le confieren ese impulso espiritual un problema de importancia central para Fausto:
del alma gracias al que consigue superar interiormente la trage-
dia del espiritu de la tierra. Y, al mismo tiempo, su hondo y ver- iSanto var6n! iDe manera que con esas me sales ahora!
d Es laprimera vez acaso que en tu Vida
dadero amor hacia Margarita abrasa su pecho. Huye de Margarita
para protegerla y salvarla, y al mismo tiempo, siente un deseo ar- vas a dar un falso testimonio?
diente de correr a su lado. Y cuando Mefist6feles desenmascara ci- Sobre Dios, sobre el mundo y cuanto en él se agita,
nicamente cada impulso de Fausto como un autoengafio, sin ver en sobre el hombre y 10 que ocurre en su mente y en su pecho,
su deseo otra cosa que su aspecto desnudamente sensual, estå pe- ino has dado acaso definiciones con gran fuerza,
netrando si no en el centro mås profundo de éste, si al menos en espfritu osado y ånimo insolente?
uno de los problemas centrales del conflicto interior que asola Y de todo eso, isabias mås
a Fausto. que ahora de la muerte del sefior Schwertlein?

Mefistöfeles: Eliminar al hijo de esta tierra, De este modo interpreta Mefistöfeles radicalmente Ia entera tra-
y luego concluir la alta intuici6n... gedia de amor, en el mås amplio sentido de la palabra. No puede,
(Haciendo cierto gesto)
evidentemente, penetrar en el nücleo mås profundo del amor —él

no puedo decir c6mo. mismo confiesa que no puede ejercer influencia inmediata alguna
401
Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX
radical incapacidad de Ilegar a ser alguna vez verdaderamente cum-
sobre Margarita -—, pero en conjunto estå, a pesar de todo, impreg-
nado de su influencia demoniaca y de sus peculiares procedimien- plidas:
A aquél de quien por una vez tomo posesi6n,
tos. Su terrible: «iVen aquf, conmigo!» al final de la primera parte,
de nada le sirve ya el mundo entero;
que ha Sido interpretado por muchos como una victoria total de
a cubrirle desciende eterna sombra,
Mefist6feles sobre Fausto, es la consecuencia necesaria, en el orden
pero el sol no se pone ante sus Ojos;
estético y moral, de esta situaciÖn de conjunto.
De una manera muy distinta se desarrollan las escenas finales en su mente, perfecta exteriormente,
habitan las tinieblas interiores,
de la segunda parte, exteriormente al modo de un monölogo, inte-
y no sabe tomar la propiedad
riormente quizå con mayor dramatismo y superior sustancia trå-
de todos los tesoros de la tierra.
gica. Estån configuradas preferentemente como mon610gos, ya que
La dicha y la desdicha le enloquecen;
Mefistöfeles no participa personalmente y de manera inmediata en
se muere de hambre en medio del exceso,
la lucha decisiva que Fausto sostiene en su interior contra él, en los
desesperados esfuerzos de éste por Ilegar a vencerlo. Fausto ha ido
y 10 mismo delicia que tormento,
para el dia siguiente va aplazåndolo;
inclinåndose, como ya hemos visto, hacia la pråctica, hacia el do-
s610 tiene presente el porvenir
minio de la naturaleza. Ha Ilegado incluso a superar el goce estético
y asi jamås Ilega a conocer un término.
del mundo, acogido ya dentro de si como un elemento superado,
pero irrenunciable, de su persona. Ahora bien, la praxis, la verda- Fausto rechaza decididamente esta tentaci6n, que no es sino
dera y finica salida positiva con que el género humano puede contar la de la cinica «sabiduria» de Mefist6feles convertida en deses-
para liberarse del caos mågico-demonfaco de la Edad Media, no peraci6n declarada, no sin darse cuenta, de todos modos, de que
estå, en realidad, menos amenazada por el espfritu de Mefistöfeles en ella alcanza expresiön la diabölica caricatura, no poco certe-
que elamor individual. Basta sÖlo con pensar en su profunda vin-
culaci6n interior al capitalismo, de la que ya hemos tratado. ra, de sus aspiraciones mås profundas.
La culpabilidad de Fausto —por ejemplo, en el exterminio de
iHuye de aquf! Tan perversa letanfa
Filemön y Baucis — no es, como en la tragedia de Margarita, de in-
podria cegar al hombre mås prudente.
dole individual. La mayor parte de los comentaristas del «Fausto»
han cafdo en la trivialidad de interpretarla asi. Después de la muer- Porque es bien consciente de haber expresado hace un momento,
te de Filem6n y Baucis, Fausto maldice a Mefistöfeles, es verdad, revelando asi uno de los contenidos mås profundos de su alma:
pero todas sus luchas internas ulteriores nada tienen en comün con
el remordimiento moral individual que le asolaba en la época de
En cada nuevo paso encuentra goce y tormento,
sus intentos de salvar a Margarita; van mucho mås hondo, atafien
jamås satisfecho en instante alguno.
al conjunto, al fundamento social y humano de su manera de ac-
tuar, a toda esa situaciön suya que ha hecho posible la destrucci6n La inquietud carece, pues, de fuerza espiritual o moral sobre
de Filemön y Baucis. De ahi que sus reflexiones no giren tampoco Fausto. Puede cegarle fisicamente, pero no, como a la inmensa
en torno al caso individual que puede haberlas provocado. mayoria de los otros seres humanos, en el dominio del espfritu.
Aqui aparece, personificada y oponiéndose a Fausto, la Inquie- Este combate victorioso va ligado, sin embargo, estrechamente
tud. Por su contenido espiritual es una enviada de Mefist6feles: el
a Otro en el que a Fausto s610 le corresponde la superioridad en el
sentido y el contenido de su apariciön es la inutilidad de todos los plano subjetivo, es decir, en la tendencia y en la aspiraciön. A raiz
esfuerzos humanos encaminados a conseguir algo mejor; s610 que del episodio de Filem6n y Baucis, antes de la aparici6n de la In-
en ella esta tendencia no es expresada, como en Mefistéfeles, de quietud y después de haber oido ante su puerta unas voces sos-
manera cfnica e irönica, sino abierta y desesperanzadamente pesi-
pechosas y fantasmales

entre ellas la de la propia inquietud —
mista. Encarna la desesperaciån interior que irrumpe ante la im- Fausto quiere hacer una especie de resumen de su Vida, estable-
posibilidad de realizar las aspiraciones humanas, ante la evidencia
ciendo al mismo tiempo un nuevo programa para ella:
de su «mala infinitud» por hablar en lenguaje hegeliano —, de su
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 403

Aån no he luchado 10 bastante como para sentirme al aire libre. turaleza el ya citado componente capitalista de Mefist6feles ad-
Si pudiera apartar la magia de mi camino, quiere singular importancia. Repetimos: Mefistöfeles no es s610
olvidarme para siempre de los sortilegios, ésto. Es, al mismo tiempo, y de manera genialmente indisoluble, un
si pudiera alzarme ante ti, Oh naturaleza, como un hombre so- fantasma medieval. Y la genialidad de la generalizaci6n poética
[lamente, reside, precisamente, en la amplitud y en los limites del årea que
bien valdrfa entonces la pena ser un hombre. domina. Domina todas las fuerzas sociales, y también las fuerzas
Y eso es 10 que era, antes de buscar en las tinieblas de la naturaleza transformadas en tales, y las pasiones humanas
y de maldecirme, a mf mismo y al mundo, con blasfemias. en las que laten tendencias, o al menos posibilidades, de un «reino
Y ahora el aire estå tan pleno de tales fantasmas animal espiritual».
que nadie sabe dönde hallar un refugio. De ahi que Mefist6feles no pueda ejercer fuerza alguna sobre
Margarita. «iSobre ésta no tengo poder!», dice. Ünicamente puede
Se trata de la primera vez que Fausto se expresa tan claramente deslizarse en torno suyo con Ia ayuda de regalos, despertando su
sobre su pacto con el diablo y su decisiön de retraerse de la magia curiosidad, su vanidad, su afån de elegancia, gracias a la alcahue-
mefistofélica. terfa de Marta, estimulando, en fin, todos los bajos instintos que
Subjetivamente, y por 10 que se refiere a sus problemas morales en ella laten dormidos. Su poder radica s610 en ayudar a que cris-
internos, 10 consigue en la escena con la Inquietud; ahoga el deseo talicen efectivamente todas las tendencias negativas ocultas en ella;
de alejarla con la ayuda de fårmulas mågicas, aunque no se hace su magia no consiste sino en el dominio ilimitado de todos los me-
demasiadas ilusiones en cuanto a la posibilidad de liberarse de la dios exteriores que pueden servirle para este fin, y gracias a los
magia: '(Bien sé 10 dificil que es librarse de los demonios». Y cuan• que puede superar, como jugando, todas aquellas resistencias de
do rehusando la tentaciÖn de la Inquietud se consagra con toda Margarita no excesivamente radicadas en 10 hondo de su alma.
energfa a la gran obra que desea culminar antes de morir, recurre, Pero Goethe subraya siempre que las mågicas figuras de Mefis-
de manera no premeditada, al auxilio de Mefist6feles y de sus t6feles no se diferencian para nada, en 10 tocante a su verdadera
espiritus. esencia moral, de los seres humanos. De tal modo que los «truhanes
dQué es, pues, esta magia de la que Fausto, rozando casi la fron- aleg6ricos» Raufebold, Habebald y Haltefest, con cuya ayuda må-
tera de su propia plenitud, quiere liberarse, sin conseguirlo plena- gica Mefist6feles consigue la victoria sobre el falso emperador, rea-
mente? El superficial culto moderno al genio ve precisamente en liza sus piraterias y acaba con Filem6n y Baucis, no son, en su
la magia el caråcter «sobrehumano» de Fausto. En opini6n de psicologfa, Otra cosa que lansquenetes salvajes, diferentes en aque-
Hermann Türk, Fausto, después de haber renunciado a Ia magia, lla época de los «soldados honrados» mås en 10 tocante a las pala-
ya no es mås que un filisteo. Ésto es, sin embargo Schopenhauer, bras que por la naturaleza de todos ellos. («La honradez, ya sabe-
y no Goethe; para el primero, el genio no es sino un monstrum per mos 10 que es: se llama contribuci6n».) ünicamente Ia intensifica-
excessum, para Goethe es, por el contrario, genio todo hombre ci6n del poder exterior de sus radios de acci6n individuales hace
normal plenamente evolucionado. En realidad, y de acuerdo con la que cobren un aspecto mågico y sabemos muy bien, gracias a la
concepci6n goethiana, Fausto jamås ha estado tan alto como en interpretaci6n marxista de los seis potros a la que nos hemos refe-
las escenas, precisamente, en las que lucha por liberarse de la rido, cual es el significado social de esta magia.
magia. De manera, pues, que Fausto, cuando quiere liberarse de la
Qué pueda ser la magia es cosa que en el «Fausto» jamås vemos magia, aspira a una Vida humana normal en la que poder realizar,
definida de manera poéticamente justa—. El propio Fausto la con su sola fuerza y su sola actividad, todo aquello que reconoce
concibe, ya 10 hemos visto, como la consecuencia de su pacto con como justo. Lo cual, sin embargo —
Goethe 10 sabe perfectamente
Mefist6feles, es decir, como la suma y principio de las fuerzas gra- y Fausto 10 sospecha—, es imposible. Sin la ayuda de Mefist6feles,
cias a las cuales puede Ilegar a culminar todas sus obras en su Fausto se veria obligado a regresar a la desesperada impotencia
forma especffica. Aquf, ya que hemos Ilegado a la cumbre, al punto de su cuarto de estudio; que este retorno consistiera, por ejemplo,
final del poema —ala acci6n fecunda, tanto en el plano econ& en la aceptaci6n de un puesto de ingeniero en una empresa capita-
mico como en el técnico, para el dominio de las fuerzas de la na- lista, no afecta para nada al problema.
404 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX
Con su habitual suavidad y cuidado, Goethe subraya este ele- desarrollo de las fuerzas productivas en la sociedad burguesa üni-
mento tanto al comienzo como al final. En el primer gran mon610go camente es posible de forma capitalista. De ahi la futilidad del in-
de Fausto, en el que éste narra todos los conflictos que asolan su
tento de Fausto de apartarse interiormente de la magia. De ahi que
visiön del mundo, dice entre otras cosas:
su suefio de su futuro luminoso para la humanidad no pase de ser
eso, un suefio.
No tengo, pues, bienes ni dinero, Pero el contenido del suefio es muy importante. Fausto, como
ni honores ni gloria en este mundo; Goethe, es contrario a toda revoluciön. Aquf, sin embargo, en el
ini un perro
Por eso me
querria vivir asi
he entregado a la
mås tiempo!
magia.

momento en que subjetivamente al menos rompe con la magia —
de Aristoteles, aparece expresado por primera vez, en el esfuerzo
por acceder a los fines mås altos de la especie humana, y que hasta
Y antes de la escena de Ia «lnquietud» no aparece ésta sola; es Ia fecha s610 ha podido realizar en la evoluci6n de su propia per-
una de cuatro mujeres encanecidas; tres de ellas, sin embargo sonalidad (evoluci6n vålida, de todos modos, para el género huma-
— «Escasez», «Culpa» y «Necesidad» —
no pueden cruzar el um- no), un deseo consciente: con Ia libertad como base, luchar por
bral de Fausto: «Ahi dentro vive un rico...» De manera, pues, que conseguir estos fines en acciön conjunta con sus semejantes. De
Fausto, sölo porque es rico y poderoso gracias a la ayuda de ahi que su ültimo mon610go, que acaba con el «cumplimiento» de
Mefist6feles— no tiene que habérselas sino con la inquietud, con Ia apuesta, tenga una importancia tan decisiva como forma, la mås
el pesimismo ide016gico, y no con la escasez o la necesidad. Un pa-
alta y terminante, de rechazo subjetivo del principio diab61ico:
saje ulteriormente suprimido expresa esto mismo con claridad
davfa superior. Fausto quiere separarse, como ya dijimos, definiti- A millones de seres humanos les abro espacios
vamente de Mefist6feles. EI cual no se toma la cosa, sin embargo, donde vivir si no en seguridad, al menos si ejerciendo una libre
de manera excesivamente trågica: [actividad.
Y cuando fuera se enfurezcan las olas
De consejos, todo el mundo cree tener siempre bastante; y saltando el dique quieran entrar con violencia,
la falta de dinero, eso si que se nota pronto. la multitud entera acudirå a tapar la brecha.
iSi! Me he entregado de Ileno al pensamiento
Goethe siempre ha Sido de todo punto consciente de esta situa- de que éste es el fruto final de la sabiduria:
ci6n del individuo en una sociedad clasista, y, sobre todo, en el ünicamente se merece Vida y libertad
capitalismo. Innumerables pasajes de sus obras, cartas y conversa- aquél que dia a dia lucha por conquistarlas.
ciones 10 prueban. ünicamente citaremos un ejemplo muy carac-
Cercados de peligros pasarån
teristico. Goethe, ya Viejo, sostiene una larga conversaci6n con
hombre, nifio y Viejo el afio laborioso.
Soret sobre ese «loco radical» de Bentham. Soret le defendfa di-
Asistir a semejante afån es mi deseo,
ciendo que si Goethe hubiera vivido en Inglaterra, también hubie- vivir sobre su suelo libre con un pueblo libre.
ra querido desenmascarar los abusos. Q
Por quién me toma usted?»,
le replico Goethe con el tono y aspecto de su Mefistöfeles, Yo q Ya sabemos quela realidad contrasta fuertemente con este
hubiera tenido que ir rastreando los abusos y, ademås, descubrién- suefio: mientras Fausto habla de esta manera, los lémures, obede-
dolos y haciéndolos püblicos, yo, que en Inglaterra hubiera vivido ciendo una orden de Mefistöfeles, cavan su tumba. Esta contra-
de estos abusos? Si hubiera nacido en Inglaterra, hubiese Sido un dicci6n no atenuada o (al menos visiblemente) no mediada por
duque opulento o, quizå mejor, un obispo con una renta anual de nada, corresponde con toda exactitud a esa dualidad intelectual
30.000 libras esterlinas».
en la manera de juzgar el progreso capitalista que repetidamente
La praxis, precisamente, en la que va a desembocar Fausto y en hemos podido constatar en Goethe. Goethe, que no puede vislum-
la que se cumple su anhelo ideolögico de unir la teorfa y la pråcti- brar plenamente 10 que va a ser la Vida econömico-social del capi-
ca, su anhelo de progreso pråctico para la humanidad, seria obje- talismo, expresa con intuiciön poética su papel contradictorio en
tivamente irrealizable sin el enérgico auxilio de Mefist6feles: el la evoluciön de la humanidad. El espantoso ritmo de destrucci6n
406 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 407

que acompafie y sirve de contrapunto al suefio de futuro de Fausto, tiva de futuro, podia ser estéticamente potenciada. De ahi que

expresa adecuadamente el pensamiento de Goethe, precisamente con toda la razön —ysin caer por ello en el moralismo subjeti-
en la falta de soluciön, en el caråcter insoluble de esta disonancia. vista kantiano— vea en el elemento subjetivo el punto decisivo
para la salvaci6n de Fausto. En uno de sus diålogos con Ecker-
Importa, de todos modos, subrayar que en Goethe jamås se
trata, en este sentido, de una tristeza romåntica ante la destrucciön
mann, Goethe se refiere a Ios conocidos versos del final como una
del idilio precapitalista. (De ahi que ni en el propio Fausto haya llave para la comprensi6n del conjunto:
remordimiento por su culpa en la decadencia de Filemön y Bau-
cis.) Ante los problemas de la evoluciön capitalista Goethe adopta
A quien sin pausa se esfuerza por cumplir
la misma actitud que Hegel o Ricardo. He aqui 10 que, en un plano
su aspiraciön, bien podemos salvarlo.
ideal, ejerce un papel mediador entre las contradicciones, cuyo
dramåtico contraste resulta literariamente bien evidente: la impo- Goethe no podia ver en el mundo que conocia ninguna fuerza
sibilidad objetiva de separar el principio mefistofélico de Ia evolu-
social objetivaque estuviera en condiciones de luchar victoriosa-
ciön capitalista de las fuerzas productivas, de la praxis humana mente contra Mefistöfeles. De ahi que tampoco quisiera configu-
rarla en su obra.
objetivamente importante y encaminada en direcciön adecuada, de
esa via, en fin, que —a diferencia de 10 que Goethe, Ricardo o
Hegel podian Ilegar a prever—- iba a conducir mås tarde al surgi-
miento, sobre este mismo suelo, de unas fuerzas que acabarian I V. La tragedia de Margarita
liberando realmente a Ia humanidad de Mefistöfeles. Ahora bien,
en la medida en que Fausto ha de confiar a Mefistöfeles la reali- El «Urfaust» y el fragmento de 1790 todavia estån dominados
por la tragedia de Margarita. Y por mucho que la culminaci6n pos-
zaciön de la obra de su Vida, entrega también la posibilidad de Ia
inversiön demoniaca e incluso —para la obra de una Vida indi- terior desplace las proporciones, esta preponderancia continüa
vidual, no para Ia de la humanidad— la posibilidad de su propia manteniéndose en la imaginaciön popular. Todavia hoy, en la mås
destrucciön en manos del demonio. amplia imagen del «Fausto» alimentada por las masas priva la
tragedia de Margarita sobre la del conocimiento inmediato y el
Estas complejas contradicciones son, desde el punto de vista
goethiano, es decir, desde el mås elevado punto de vista de la pacto con el demonio. Y con toda justificaciÖn. Porque el efecto
consciencia burguesa, objetivamente insolubles. La grandeza lite-
poético inmediato del «pequefio mundo», en el que los problemas
raria de Goethe no radica sino en el hecho de haberlas presentado humanos genéricos sÖlo constituyen un trasfondo y no determinan
sin atenuar en 10 mås minimo su insolubilidad. En esto es tan sino la naturaleza de la caracterizaciön tipica y del proceso de Ia
veraz como Ricardo y Hegel. acci6n, ha de ser necesariamente superior al producido por Ia pro-
A Ias hirientes disonancias de la realidad objetiva ünicamente fundidad filosöfica y poética, fuertemente objetivada, del «gran
cabe oponer, en él, el suefio subjetivo del futuro. Lo que no es mundo» de la segunda parte.
poco. Sobre todo porque la contradicciön es agudizada desde den- Independientemente de la claridad o vagorosidad con que el
tro: la integridad del nücleo humano de Fausto en su lucha con esquema de la obra entera se le apareciese entonces al joven
Mefistöfeles, y, aün mås, el que este nücleo resulte mås claro y
Goethe, no cabe duda de que poéticamente se sentfa dominado
se purifique precisamente en una situaciÖn en la que Ja incapaci- por la tragedia de Margarita. Lo que no deja de ser de todo punto
comprensible. Porque el joven Goethe estaba en condiciones de
dad de superar a Mefistöfeles aparezca en su plena claridad, ofrece,
plasmarla adecuadamente, dado que era un tema central no s610
incluso objetivamente, una perspectiva, un fundamento real para
creer que la humanidad —a pesar de Mefistöfeles y a pesar del de su propia poesia de juventud, sino también de toda la literatura
capitalismo— no estå condenada a sucumbir en 10 demoniaco, alemana de la época.
a «morder el polvo». En «Poesia y Verdad» Goethe narra cömo un compafiero suyo
De todos modos, ésta era para Goethe la ünica esperanza sus-
de juventud le plagiÖ utilizando las narraciones de la tragedia de
Margarita que habia tenido ocasiön de oirle a él. L. H. Wagner
ceptible de fundamentaci6n «fenomen016gica» y, por tanto, capaz
de ser configurada de manera convincente, que, como perspec-
— que asi se llamaba su compafiero de juventud— describe el
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 409

trågico destino de una muchacha seducida, y 10 describe de acuerdo ninguna casualidad que incluso en el dramaturgo mås apasionado,
con la manera de pensar de la época: como un brutal ejemplo de en el plano politico, del Sturm und Drang, en el joven Schiller, la
la opresiön clasista ejercida por Ia nobleza sobre la burguesia y la venta de los soldados por los principes no constituya sino un epi-
pequefia burguesfa. En aquel tiempo surgieron no pocos dramas sodio enmarcado en una tragedia de temåtica fundamentalmente
de este tipo, entre los que destacan, en la joven generaci6n, Ios de amorosa.
Reinhold Lenz; la «Emilia Galotti», de Lessing y «Kabale und La producciön poética juvenil de Goethe pertenece también a
Liebe» de Schiller constituyen la Cima de esta forma de tratar esta corriente, pero su manera de plantear los problemas y su
la opresiön clasista de la época. posiciön especifica son, desde un principio, de todo punto perso-
La predilecciön por este tema no es en modo alguno casual. nales; configura algo mås vasto y profundo que 10 configurado por
Juega un papel, y nada despreciable, en Ia literatura inglesa y fran- sus contemporåneos, es decir, Ileva a cabo una critica de la relaci6n
cesa de la Ilustraciön, desde Richardson hasta el «Figaro» de Beau- amorosa en la sociedad burguesa en general. Engels describe deta-
marchais. En Ia lucha de clases entre la nobleza y la burguesfa, con lladamente cömo el terremoto social que dio a la burguesia la
una clase oprimida poco evolucionada, los casos particulares de direcciön economica trajo también consigo las formas modernas
injusticia brutal pasan necesariamente a primer término; piénsese del amor y del matrimonio, permitiendo, sin embargo, al mismo
en las grandes campafias a favor de la justicia protagonizadas por tiempo —y con igual necesidad econömico-social— su realizaci6n
Voltaire, de las que las «rehabilitaciones» de Lessing y la actitud en la Vida sÖlo en ocasiones verdaderamente excepcionales. La
del joven Lavater no pasan de ser un pålido reflejo. La seducciön obra del joven Goethe hunde sus raices en esta contradicciön in-
de muchachas burguesas por nobles y las tragedias de ello deri- terna de la sociedad burguesa. Y, ademås, de acuerdo con su ten-
vadas constituyen, por supuesto, un parte importante de la re- dencia predominante, desde el punto de vista de la evoluciön plena
beldia, atån no consumada, contra la dominaciön feudal. Y es de la personalidad, evoluciÖn que pertenece a ese grupo de proble-
evidente que todas estas tendencias habian de manifestarse at'rn mas que el surgimiento del capitalismo y la maduraci6n de la
con mås potencia en Alemania que en Francia, dada Ia superior revoluciön burguesa situö en el centro mismo de la atenci6n, sin
y evidente debilidad de la burguesfa alemana en comparaci6n con jamås permitir, por otra parte, su realizaciön verdadera. Y ello en i'

la francesa. virtud de la propia estructura social y economica de la sociedad


Desde el punto de vista social, la tragedia de la seducci6n de burguesa. Las tragedias de amor del joven Goethe describen, en
una muchacha burguesa no es sino uno de los mtlltiples abusos destinos individuales profundamente vividos, Ias diferentes mez-
cometidos por un estamento feudal declinante. Desde el punto clas de estos dos grupos de contradicciones sociales. El problema
de vista de la creaciön poética este tema ofrece tantas ventajas — convertido por sus contemporåneos en un problema verdade-
que no es un azar que se haya convertido en el tema dramåtico ramente central —
de la oposici6n de las clases en las relaciones
mås importante de la Aufklärung. Se dan cita en él, de una ma- sexuales no es para él mås que un elemento, importante, pero
nera a la vez sensible y pregnante, y concentrados en un caso solo un elemento, de esta totalidad.
particular fåcil de imaginar y de revivir, todos los rasgos mås anti- La rara confluencia de amor individual y matrimonio en las
påticos de la opresiön, los que mås podian incitar a la burguesfa clases dominantes de la sociedad burguesa Engels no se cansa
entera (incluso a sus elementos menos evolucionados) a la rebeli6n. de repetir que este problema ostenta un caråcter muy distinto en
Este tema ofrece, por Otra parte, la posibilidad de diferenciar con las capas plebeyas y, sobre todo, en el proletariado — tiene moti-
exactitud y penetraciön, en el plano social, la necesidad tipica, vos sociales y econömicos. Motivos que en determinados casos
indicando literariamente sus diversas formas de manifestarse. (La individuales pueden originar situaciones de crisis o, en fin, situa-
corte en Lessing y Schiller, la Vida de los oficiales en Lenz y Wag- ciones decididamente trågicas. En la Vida afectiva, en el pensa-
ner, el mundo de los preceptores en Lenz, etc.) Y, por ültimo, puede miento y en la praxis social de los humanos, las tendencias sociales
servir para describir de una manera veridica y perfecta la debi- opuestas luchan entre sf. La forma mås primitiva de estas contra.
Iidad de los burgueses y su impotencia ante Ia nobleza, sin dejar dicciones es Ia que existe entre la pasi6n amorosa naciente y el
de describir por ello, al mismo tiempo, su auténtico heroismo bienestar economico y social del individuo. Dicho un tanto brus-
pasivo, en modo alguno violento ni exagerado. Asf, pues, no es camente: el amor y el matrimonio ison favorables o desfavorables
27 - REALISTAS
410 Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 411

para la «carrera» de un individuo? «Carrera» que debe ser enten- cuando la forma del amor que unificala personalidad eleva 10
dida de muy diversas maneras, es decir, desde el éxito mås brutal humano de 10 imaginable.
al limite
y material hasta el despliegue interior de la personalidad, desde el La lirica amorosa de Goethe expresa repetidamente este senti-
mås bajo y estrecho egoismo hasta el conflicto verdaderamente miento universal en una forma poética insuperable. El poema «La
trågico.
metamorfosis de las plantas» evidencia 10 intimamente que va unido
Asi es como el joven Goethe se plantea el problema en el «Götz» a su visiön del mundo y, sobre todo, a su filosofia de la naturaleza.
y en «Clavigo». En el caso de este ültimo, de manera simple y No se trata de un poema filosöfico o didåctico; el que describa
desencarnada; en Weislingen no deja de complicarse un tanto poéticamente la evoluci6n del mundo de las plantas bajo la forma
a consecuencia de su amor por Adelheid, amor que —y esto no de una explicaci6n a Christiane Vulpius no implica en modo alguno
hay que perderlo de vista — estå estrechamente relacionado con que ésta sea la receptora ficticia y artificial de una exposici6n abs-
el problema de Ia «carrera» de Weislingen, que se ve obligado a tracta; de la explicaci6n poética e intelectual de Goethe de los
elegir entre unirse a los caballeros que se oponen a Götz y a Sickin- fen6menos naturales se desprende inmediata y orgånicamente, tanto
gen o a buscar el éxito en la corte. En ambos casos —a pesar en un sentido intelectual como poético, la ley del crecimiento y de
de que Goethe equilibra cuidadosamente las motivaciones reales — la naturaleza del amor. De ahi que Goethe pueda acabar su poema
toda Ia simpatia estå al lado de las muchachas sacrificadas. Weis- con las siguientes palabras:
lingen y Clavigo son descritos como personajes débiles, vacilantes,
que fallan lamentablemente cuando se trata de demostrar su valor Medita también como del germen del conocimiento
humano. Esta modalidad configuradora equivale, en Goethe, a un fue naciendo paso a paso en nuestro pecho la costumbre
juicio sobre si mismo. Un juicio, de todos modos, unilateral y [gloriosa,
simplificador. Simplificaciön que no deja de evidenciarse en el he- como la amistad se afirmaba en nosotros con toda su fuerza,
cho de que sus victimas, por muy envueltas que estén por el halo y como el amor ha engendrado, a la postre, flores y frutos.
de su propia simpatia, son literariamente configuradas de manera Piensa en cuantas ocasiones bien éstas, bien aquellas figuras
pålida e inane. Adelheid triunfa sobre Maria no s610 en la realidad creciendo en el silencio dieron a nuestros sentimientos
configurada del «Götz», sino que, como creaciÖn literaria, es tam- [el aura de Ia naturaleza.

bién mucho mås viva, rica, encantadora y convincente. iAlégrate del dia de hoy! El sagrado amor aspira
La rafz de todo esto descansa, precisamente, en el autojuicio a los mås altos frutos de un pensamiento parejo,
del autor. Goethe parte aqui fundamentalmente de la culpa, sin a una idéntica manera de ver las cosas, para que en una
considerar el problema en sus aspectos mås complejos y psfqui- [visiön Ilena de armonia
camente mås profundos. Pero asi es como él mismo 10 ha experi- la pareja se una y encuentre el mundo mås alto.
mentado en su propia carne. Conocemos la idea de Goethe acerca
de la posibilidad de realizaci6n de las facultades latentes en el Este ideal de un amor Ileno de armonfa, que alimente un desa-
hombre. Para él, esta realizaciön es imposible sin amor. El asceta rrollo armönico y elevado de Ia personalidad, hunde sus rafces en
es un hombre incompleto. La pasiön amorosa individual, precisa- el substrato de Ia sociedad burguesa, pero su realizaci6n en la Vida
mente porque es la mås elemental, la mås natural de todas las es entorpecida, o incluso imposibilitada, por ese mismo ser so-
pasiones y también porque en su forma actual individualizada re- Cial al que debe su existencia. Y no sölo por motivos econ6micos
presenta el fruto mås alto y refinado de la cultura, constituye la y sociales inmediatos que impidan, obedeciendo a intereses finan-
mås auténtica realizaciån de la persona humana, en la medida, cieros, una uni6n matrimonial determinada; no s610 a consecuencia
precisamente, en que su evoluciön deba ser considerada «micro- de diferencias externas de tipo clasista o a diferencias de nivel
cosmicamente», es decir, como un fin en sf misma. Y ünicamente cultural diffcilmente superables, sino porque también la 16gica
puede acceder a esta realizaciön en el momento en que Ia pasi6n inmanente del desarrollo de la personalidad impone unas barreras.
amorosa se convierte en una corriente impetuosa que todo 10 ava- La imposibilidad de una igualdad real entre el hombre y la
salla y en la que desembocan las mås altas aspiraciones morales mujer en la sociedad burguesa se presenta, a esta luz, bajo las
y espirituales del individuo en su måximo grado de perfecci6n, formas mås diversas, desde las mås brutales a las mås espirituales.
412 Georg Lukåcs Realistas alentanes del siglo XIX 413

La plenitud de la personalidad es imposible sin el amor, o, en todo mtn. Se engafian durante algün tiempo, y jay de nosotras cuando
caso, no puede ser nunca alcanzada sin él sino de manera harto abren los Ojos!»
deficiente. Pero esta plenitud de la propia personalidad, que im- Con no menos penetraciön son configuradas en este drama las
plica una profunda solidaridad espiritual y sensual entre el hombre diversas formas (inconscientes) de engafio y autoengafio provoca-
y la mujer, exige en la sociedad clasista un proceso previo de for- das forzosamente por situaciones de este tipo. Si Goethe hubiera
maci6n en soledad y exclusivo atenimiento a las propias fuerzas conseguido describir de manera convincente en su héroe masculino
individuales y personales, sin coacciones familiares, sin esposa ni las motivaciones todas que a él mismo le habian Ilevado a tantos
hijos, por 10 menos durante los primeros tiempos de la büsqueda conflictos, si en el personaje de Fernando no se hubiera limitado
y de la (necesaria) caidaen el error, hasta que al fin puede consi- a la simple configuraciön psicolögica de los sentimientos del amor,
derarse encontrado el propio camino, la maestria en el dominio de de la duda y de la infidelidad, habrfa dado Cima a una de las mås
los acontecimientos mundanos y en el conocimiento de las propias grandes tragedias amorosas de su época.
facultades. Una uniÖn prematura, incluso en aquellos casos en 10s «Egmont» y el poema «Ante la Justicia» (1776/77) muestran
que parece estar fundada en el mås auténtico y profundo amor, Otra via, no menos trågica, del mismo conflicto. A diferencia de
puede convertirse, en una sociedad clasista, en el germen de trå- las jåvenes pertenecientes a los estratos superiores de la burgue-
gicos e insolubles conflictos. Si la uniön perdura, el joven que sia, que sÖlo pueden ser victimas inocentes maltratadas por una

decidiö ligarse serå Ia victima; si, Ilevado por la fuerza de sus posi- catåstrofe amorosa, las muchachas plebeyas tienen la valentia de
bilidades de evoluciån reprimidas, decide romper, la sacrificada aceptar el amor en toda su inseguridad y libertad, en todas sus
serå, en este caso, la muchacha. consecuencias sociales y psiquicas; la valentia de enfrentarse orgu-
Éstos son los trazos fundamentales de las tragedias amorosas Ilosamente con los prejuicios de la sociedad burguesa, encontrando
del joven Goethe. Dada su profunda honestidad humana y su siem- en el amor —a pesar de su naturaleza pasajera— y en el acto de
pre despierto sentido de la responsabilidad, la renuncia presta es amar y ser amadas, su fuerza moral y su propia autoconsciencia.
el tema constante de su juventud. Y como siempre fue perfecta-
Clara replica Ilena de orgullo a los gemidos de su madre, que
la acusa de haberse convertido en un ser abyecto: «iAbyecta! iAb-
mente consciente de este conflicto, las sombras de la inevitable
despedida oscurecen en él incluso los inicios del amor mås ar- yecta la amante de Egmont?» Y en el poema arriba citado hace
diente, enriquecedor y Ileno de promesas de felicidad. Ya a los
que la muchacha que va a ser madre diga 10 siguiente:
dieciocho afios, cuando vivia su intensa pasiön por Käthe Schön-
kopf, escribia asi Goethe a su amigo Behrisch:
No pienso deciros de quién es
la criaturaque Ilevo en mi vientre.
«A menudo me digo: Y si ella fuese ahora ya tuya, si nadie
c:
Podéis escupirme y llamarme ramera,
salvo la muerte te la pudiera disputar ni nada te impidiese abra-
pero soy una mujer honrada.
zarla? Imaginate 10 que siento al decirme todo esto, y cuando Ilego
al final, le pido a Dios que no me la entregue.»
La tragedia de Margarita es el mås tipico de todos estos dra-
He aqui el modelo original de todas las posteriores tragedias mas. Ya hemos indicado antes que tanto en Fausto como en Mar-
de amor del joven Goethe, desde Friederike Brion a Lili Schöne- garita 10 que resulta configurado no es s610 la pasiön amorosa, sino
mann, en las que los elementos materiales no pueden asumir ex- también todas las etapas de su evoluci6n, de los inicios apenas
cesiva importancia. En su drama «Stella» describe Goethe toda conscientes hasta el mås profundo sentimiento trågico. En el mo-
la complicada dialéctica interior de estos sentimientos. Hace decir mento mismo en que, volviéndose de espaldas a la Vida, se acerca
a Cecilia, abandonada por Fernando: a Margarita, cae encima de él el peso de la tragedia, apenas su-
«Me amaba, no dej6 un solo momento de amarme. Pero nece- perada, del conocimiento inmediato y del pacto con el diablo; en
sitaba algo mås que mi amor. Tenia que compartir sus deseos... plena entrega apasionada a Margarita y en pleno éxtasis apasio-
Compadezco al hombre que se liga a una muchacha... 10 considero nado ante el encanto de su persona y de su proximidad, no puede
prisionero. Y eso es 10 que dicen ellos siempre. Los arrastramos evitar que arda en su pecho el anhelo irresistible de seguir avan-
a nuestro mundo, con el que en realidad no tienen nada en co- zando, de partir hacia metas mås altas. Fausto sabe, aunque no
414 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 415

quiere reconocérselo a sf mismo, que para él no puede haber nin-


los prejuicios, tanto espirituales como
morales, todas las flaquezas
guna permanencia duradera en el «pequefio mundo» de Margarita. normales en una muchacha de capas bajas de la burguesia, pero
las

Pero este anhelo no tiene nada que ver con los objetos externos —al mismo tiempo— un caråcter sincero y absoluto en los senti-
y superficiales de Weislingen y Clavigo, Ilenos de apetencia de mientos, una incondicional capacidad de entrega, valentia, desinte-
rés y luminosidad del ånimo frente a las personas e incluso frente
triunfo, ni con la inquietud puramente subjetiva de Fernando: en
Fausto se trata de un auténtico y atormentado afån de perfecci6n. a los pensamientos.
De ahi que también el amor a Margarita sea trågico para El motivo —muy complejo— de la separaci6n surge, desde
luego, objetivamente, en virtud de todo esto. Resulta importante
Fausto. La interiorizaciön trågica resulta sobre todo evidente en
el hecho de que las fuerzas opuestas que dan origen al conflicto
que Fausto, después de su peripecia en «Bosque y caverna», busque
ya no se presentan materializadas en figuras externas, como en sus también una aproximaci6n ideolögica a Margarita, Y si Fausto, en
sus reflexiones —pronto tan famosas— sobre Dios, adapta am-
otros dramas juveniles, sino que, por el contrario, la incesante as-
piraciön a mås de Fausto y su vinculaciön a Margarita se fortalecen pliamente su panteismo intramundano (el suyo y, por supuesto, el
interiormente entre si y, al mismo tiempo, se destruyen. En Ia
de Goethe) a la mentalidad religiosa de Margarita, 10 hace no por
escena, que ya hemos considerado, del viraje en el amor de Fausto,
un simple mimetismo de enamorado que aspira a conseguir, al
precio que sea, una uni6n espiritual y psfquica, sino de acuerdo
queda claro este vfnculo trågico indisoluble: Fausto huye de Mar-
con la tendencia, a menudo observada en el propio Goethe, de
garita, para salvarla; la huida y la soledad dan a su espiritu, a su
quitar toda Ia garra polémica a su spinozismo, de hacer gala de una
visiön del mundo, un nuevo impulso insospechado. Pero este im-
amplia tolerancia ante toda fe sincera, es decir, ante toda fe real-
pulso se acrecienta precisamente en el amor a Margarita y hace
mente positiva en algün sentido y no ante un mero indiferentismo
inütil con la ayuda de Mefistöfeles, hay que decirlo— su huida,
nihilista. De ahi que las palabras de Margarita:
de manera que precisamente en su etapa mås elevada, mås espiri-
tualizada, el amor de Fausto serå funesto para el destino de Mar-
Todo eso estå muy bien y es muy bello;
garita. Que Fausto vea su destino con tanta claridad no atenüa el
el pårroco viene a decir poco mås o menos 10 mismo,
problema, ya que esta clarividencia no es sino la consciencia sub-
s610 que de manera algo diferente.
jetiva de una situaciön insoluble; ni siquiera en su mås exacerbado
pathos de tipo filos6fico-natural puede encontrar una respuesta la
tengan un doble significado. Subjetivamente, en el momento del
visi6n del mundo de Fausto al cinismo de Mefist6feIes, ni siquiera
delirio,ambos acceden a la proximidad espiritual y psiquica; obje-
entonces puede resolver el dilema moral:
tivamente (y sin tener consciencia de ello), es aqui donde comienza
a abrirse el abismo que acabarå por separarlos. De ahi la compli-
dQué es el gozo celestial entre sus brazos?
cada dialéctica entre sinceridad profunda y entrega incondicional,
iDéjame que en su pecho me caliente!
•.10 siento siempre su tribulaci6n acaso?
por un lado, y engafio y autoengafio, por Otro; engafio y autoengafio
caracterfsticos del amor, incluso en su forma mås excelsa, en una
iAcaso no soy un fugitivo sin refugio,
sociedad clasista. Asi, por ejemplo, Cecilia dice en «Stella»: «iCree-
un monstruo sin descanso ni objetivo,
mos a los hombres! En los momentos de pasi6n se engafian a si
que, como un torrente, de roca en roca cae
mismos, ipor qué no habriamos de ser engafiadas nosotras?»
y furioso se despefia por el abismo? Y asi dice Fausto, también, en el momento culminante de la tra-
'ILO que haya de ser, que sea ahora mismo!
gedia de su relaci6n con Margarita, cuando ésta estå ya en el
iQue su destino caiga sobre mf
calabozo: «iSu crimen ha Sido una gran locura!»
y ella se hunda conmigo! Ahora bien, el que Margarita no comprenda la filosofia de
Fausto, o la interprete de acuerdo con su propio nivel cultural,
Similar exaltaci6n encontramos en Margarita. No es una he-
es un hecho que ofrece igualmente dos caras, expresivas de la
rofna, como Clara, ni una pobre oveja sacrificada, como ambas
justificaci6n y de la tragedia de su posici6n. Cuando le reprocha
Marias. (También desde el punto de vista de la clase social Mar-
a Fausto: «No eres cristiano», parece caer en el simple y poco
garita se encuentra entre ambos extremos.) En ella vemos todos
416 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 417

comprensivo reproche de una muchacha de la pequefia burguesfa, la configuraci6n goethiana de esta caida, en la que utiliza como
pero en realidad apunta también, humana y moralmente, al punto elementos båsicos todos los motivos sociales del Sturm und Drang,
trågico y decisivo de la mås alta evoluciön de la personalidad de obedece a un aliento mucho mås profundo. Para el Sturm und
Fausto: a su indisoluble vinculaciön con MefistÖfeIes. Y Fausto Drang ünicamente existian dos posibilidades: la seducciön cinica
no puede contestar a esto sino con evasivas desconcertadas y que y ligera, con el consiguiente abandono una vez obtenido el goce
nada preciso quieren decir, porque es consciente, y asi se 10 ha sexual, o el amor verdadero, intacto como tal amor a pesar de
confesado a si mismo en la escena «Bosque y caverna», de que todo, pero que estå condenado al fracaso en virtud de la fuerza
Mefistöfeles se le ha hecho indispensable. La imposibilidad de irresistible de las diferencias de clase. En la tragedia a Margarita
romper el muro de involuntaria y trågica insinceridad no se fun- se dan cita ambas gamas de motivos, tipificados a un nivel su-
damenta, pues, en la diferencia de nivel intelectual entre Fausto perior, propio del genio goethiano: Fausto ama a Margarita hasta
y Margarita, ni en la incapacidad de Margarita de comprender ple- el fin y, al mismo tiempo, Ie es infiel interiormente —a pesar de
namente a Fausto, sino en las raices mefistofélicas que cabe perci- que su pasiön va, de todos modos, en aumento—, en la medida
bir en las aspiraciones humanas, incluso en las mås elevadas. en que los elementos de su evoluci6n, que 10 alejan de ella, van
De ahi que en este punto —y a pesar de la profundidad del fortaleciéndose a su vez con el fortalecimiento de la pasi6n, con la
amor de Fausto, de su participaciön y de su entrega compasiva — culminaciön de la misma. Y Margarita no sölo sacrifica a este
le corresponda la razön a Mefistöfeles en no poca medida (al menos amor su honor y su Vida, no sÖlo sacrifica a su madre y a su
relativamente), cuando, ante los mås elevados impulsos intelectua- hermano, sino que en la escena de la cårcel Ilega a ser consciente
les y morales del amor de Fausto, se limita a aludir cinicamente del final mismo de su amor, a pesar de la inmensa atracciÖn que
a las simples consecuencias del tålamo, dejando traslucir 10 diver- sobre ella ejerce Fausto, aparecido como amante y salvador, cuando
tido que estå con todo ello. EI papel y Ios limites de Mefist6feles ya no 10 esperaba, en el momento de su mås aguda miseria:
_;.i
aparecen con toda evidencia en este punto: la esencia de Margarita
le resulta inaccesible; tampoco puede comprender la sustancia de dQué ha Sido
las verdaderas luchas internas de Fausto, pero el camino de esta de tu amor?
tragedia estå enteramente empedrado con las piedras de su «sabi- iOuién me 10 ha arrebatado...?
duria». Dado que Margarita no puede ser aprehendida por MefistÖ- Es como si me sintiera forzada a entregarme a ti
feles, su amor no tiene nada de problemåtico. Y su tragedia es la y tü me rechazaras;
consecuencia, no menos necesaria, de este caråcter rectilineo, libre y, sin embargo, eres tü, y me miras Ileno de bondad y de dul-
de toda duda y de toda reserva mental, de su amor, de igual modo [zura.
que la tragedia de Fausto 10 es de esa desgarrada lucha que se
libra en su pecho entre el deseo de entregarse plenamente a rea- En estas trågicas oscilaciones entre la atracci6n mutua mås
lizar la obra de su Vida y la embriaguez dichosa de este amor poderosa y los abismos mås distanciadores, en esta evoluci6n es-
que le posee. piritual y psiquica del amor, penetra, destrozåndolo, Mefistöfeles,
La grandiosidad de la tipificaci6n de Goethe no consiste, pues, que insiste en la necesidad de tomar alguna resoluciön acerca de
ünicamente en la general veracidad vital de todos los momentos la salvaciön pråctica y terrenal de Margarita. Y Margarita toma
de esta evoluci6n que culmine en la tragedia, sino también en el una decisiön definitiva: no quiere ser salvada por un Fausto inca-
hecho de que todo su proceso, la mezcla conflictiva de motivos paz de renunciar a Mefistöfeles. De ahi que pueda clamar la voz
elevados y mezquinos, no pierda jamås su caråcter profundamente desde 10 alto las palabras finales: «iSe ha salvado!»
tipico, dado que configura la historia toda de este amor desde su Esta salvaciön — eterna— de Margarita, afiadida, en realidad,
casi casual origen, hasta su decadencia, necesariamente trågica, a la versiön de 1808 y que todavia falta en el «Urfaust», pertenece a
atendiendo a todas sus etapas decisivas. De ahi que Margarita la infraestructura «fenomenolögica» de la obra en medida simi-
haya de ser una figura seducida que, ademås, sucumbe en su se- lar a como a ella pertenecen la ulterior salvaciön y perfecciön de
ducciön; una figura de clase social inferior, por Otra parte, al Fausto. Tanto en una cosa como en otra no se trata, por supuesto,
igual que las otras heroinas del Sturm und Drang. Ahora bien, de una creencia religiosa de Goethe en el otro mundo, sino de la
418 Georg Lukåcs Realistas atemanes del siglo XIX 419

sintesis poética de su consciencia, por un lado, de la imposibilidad muy apto para dicha agitaciön y movilidad. Hablando en términos
de perfecciön humana — bien encarnada en el tipo de Fausto, generales, ya existia en el Dante. Pero en este caso, es el poeta
bien en el de Margarita— en la realidad histörico-social que a él mismo quien estå en agitaciön constante, en constante movimiento,
Ie ha tocado vivir y su fe inconmovible por Otro, en una futura ascendiendo a través de una estructura jerårquica, en tanto que
evoluciön de la humanidad que, por una via para él aån descono- —a excepciön de algunas escasas excepciones, tales como, por
cida, Ilegarå a resolver todos estos problemas. Ahora bien, dado ejemplo, la salida de las almas del purgatorio— a cada alma le
que el horizonte de Goethe no va mås allå de la sociedad burguesa, ha Sido designado un lugar perfectamente determinado. Esta jerar-
ni siquiera le es posible esbozar una imagen ut6pica de este futuro. qufa no es, pues, sino el espacio en el que acontecen Ios movimien-
(Los «Wilhelm Meisters Wanderjahre» describen la ültima etapa tos de Dante, tanto en el orden de su transformaciön interior como
de la evoluciön de Fausto de manera mucho mås amplia y con- en el de sus simples desplazamientos de lugar, en el orden ex-
creta, pero sin tocar el problema de su «salvaci6n».) La fe de terno. Todo 10 cual aparece en Goethe —
en la medida en que
Goethe en el futuro ha de quedar, pues, como una simple fe, y 10 permite la brevedad de la escena—- posefdo de un superior
como tal no puede traer a la luz ninguna forma concreta de reali- dinamismo. En Fausto resulta de todo punto perceptible un cre-
dad. Éste y no otro es el motivo —
considerado desde un ångulo cimiento mås ambicioso, una evoluciÖn de mucho mayor aliento.
teörico e histörico-filosöfico— de la elecciön arbitraria del Cielo Las almas salvadas se mueven, en Goethe, libremente por el cielo.
catölico como imagen final. La Mater gloriosa le dice a Margarita:
El propio Goethe era perfectamente consciente del peligro que
le amenazaba en la configuraciån de la fe simple y desnuda, es
iVen, elévate a mås altas esferas!

decir, del peligro de la vaguedad artistica; en una de sus conver- Una vez que te presienta, habrå de seguirte.
saciones con Eckermann dice que habria sucumbido fåcilmente
El Cielo de Goethe no es, pues, catölico, sino en el orden esté-
a este peligro «si no hubiera dado a mis intenciones poéticas una
tico, en el orden puramente formal; en su contenido muestra Ja
forma y una consistencia favorablemente delimitadas gracias al
continuaci6n de la linea goethiana de un eterno perfeccionamiento
riguroso dibujo de las figuras y representaciones cristiano-eclesiås-
ticas». En la elecci6n de estas encarnaciones mfticas de sus ten-
del género humano y es el sfmbolo de la unidad que Goethe no—
podia representar en forma concreta— de la culminaci6n autén-
dencias poéticas Goethe fue siempre de una libertad interior
tica y del ilimitado movimiento ascendente de los humanos:
ilimitada; no hay mito del que no se haya servido con la mayor
soberanfa espiritual. He
aqui unas ocasionales palabras suyas a Lo fugitivo
Jacobi: (CEn cuanto a mf, no puedo contentarme, teniendo en no es sino un simbolo;
cuenta las mültiples direcciones de mi manera de ser, con una 10 incompleto
sola modalidad de pensamiento; como poeta y artista creo en el aqui deviene perfecto;
politefsmo, como investigador de la naturaleza soy, por el contra- 10 inefable
rio, panteista, y una cosa tan firmemente como la otra». Una vez
resulta tangible...
admitido este supuesto båsico, el Cielo cristiano se desprende, de
manera bastante natural, del colorido general del siglo XVI, y el De modo similar es aprehendido por Goethe el concepto de una
caråcter cat61ico que Goethe le confiere, de la fuerte sensorialidad gracia que desciende de 10 alto y que él transforma, imperceptible-
de esta mitologfa. mente, junto en su antitesis, en algo mundanal y terreno. Recor-
Pero todo esto es puramente formal. Hay, sin embargo, otros demos los versos que ya antes citåbamos, y que Goethe calificaba
dos elementos mås en los que la mitologia cat61ica ha podido ser- como clave para la intelecciön del todo. He aqui su prolongaciön:
vir de medio de expresi6n sensible para la descripci6n de unos
contenidos de todo punto diferentes a los suyos. Se trata, sobre Y en verdad que si el amor
todo, de la cada vez mås importante agitaciön interior perceptible allå arriba intercede por él,

en el «Fausto» y de su expresi6n poética visible. El caråcter jerår- el coro de los bienaventurados le acogerå
quico del Cielo cat61ico ofrece a Goethe un escenario estructurado con la mås cordial bienvenida.
420 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 421

Aqui el ofrece un aspecto equivoco: en un ambiente


amor aün conocimiento de la realidad. La segunda tendencia radica en la
tan pintoresco y de aire tan catÖlico no deja de recordar en cierto armonia humana interior en el desarrollo de estas facultades;
la maestria a la que el hombre accede en la praxis no ha de hacer
modo a la gracia. Pero también esto acaba por neutralizarse ello
solo. No es ningün azar que los versos clave que citåbamos, cristia-
de él un monstruo del virtuosismo y de la especializaciön —
con-

nos ünicamente en su apariencia externa, pero en esencia pan-


forme a la tendencia intrinseca de la divisiön capitalista del tra-
teistas, acaben de una manera de todo punto terrenal: bajo -—, sino que el crecimiento de las posibilidades dominantes
ha de ir acompafiado, por el contrario, de un armonioso creci-
Lo Eterno Femenino miento del hombre en su totalidad.
nos incita hacia delante. A partir de esta tendencia de Goethe resulta comprensible la
profunda impresiÖn que Hamann le produjo y la influencia de éste
De manera idénticamente poco casual acaba el poema todo con en su evoluciön juvenil. Goethe 10 formula de la siguiente ma-
la perspectiva de la utöpica uniön amorosa, bien terrenal en su nera: «Todo 10 que el hombre se propone Ilevar a cabo, sea reali-
contenido, de Fausto y Margarita. Las pocas observaciones con que
zado por medio de la palabra, por medio de la acciön, o como
sea, ha de nacer de la reuniön de todas sus fuerzas; todo 10 que
se prepara el curso que Ileva a este final, evidencian, con Ia usual
surge de manera aislada merece ser rechazado. Una måxima ex-
penetraciön y finura de Goethe, todo este contenido. Margarita per-
traordinaria, pero dificil de seguir... El hombre, cuando habla,
cibe la superior evoluci6n de Fausto y su consiguiente purificaci6n
y volviéndose a la Reina del Cielo le implora: «iConcédeme que necesita ser, por un momento, unilateral; no hay comunicaciön
alguna ni ensefianza sin separaciön».
pueda adoctrinarle!», peticiön que da lugar a la respuesta de Maria,
es decir, a los versos finales que citåbamos antes. El Cielo no es, En el seno de la realidad en la que vive, Goethe sabe que estas
pues, para Fausto, sino Ia culminaci6n, proyectada en el mås allå, dos tendencias, cuya sintesis es la unica cosa que puede hacer del
de su evoluciön, cuyo punto ålgido y verdadera coronaci6n ha de hombre un ser realmente universal y equilibrado, son contradic-
torias, mås aün, incompatibles. En el momento mås feliz de su
cifrarse en su nueva uni6n con Margarita; 10 restante no pasa
de ser ambientaciön, decorado, pura mediaci6n. Margarita es, pues, madurez imagina (en «Wilhelm Meisters Lehrjahre») la utopia so-
Cial de su unificaciön. Pero las experiencias sociales de sus ültimos
para el anhelo de Fausto el genio de la perfecci6n, del mismo modo
que Clara era para Egmont, cuando éste se dirigia hacia la muerte, decenios, la vivencia del capitalismo, cuyo papel en la promoci6n
el genio de la libertad.
y desarrollo de las fuerzas productivas aprueba sin la menor re-
éQué es, pues, 10 que Fausto, convertido ya durante su ascen- serva sentimental, la visiön, en fin, de estas contradicciones sociales
si6n en el maestro de los «j6venes bienaventurados», aprende de que poco a poco va abriéndose camino dentro de él, le Ilevan, en
10 tocante a todos estos problemas, a un talante de resignaci6n.
Margarita?
Tenemos aqui una variante de singular importancia ofrecida por ('Wilhelm Meisters Lehrjahre» y la segunda parte del «Fausto»
Goethe en los anos de su ültima madurez, una ampliaciön y profun- renuncian decididamente a las tempestuosas exigencias de armo-
dizaciön de su concepciön de la plenitud humana. Continüan lu- nia de su juventud, a los suefios ut6picos de su primera madurez.
chando en ella dos tendencias que se disputan el predominio, pero Pero la renuncia de Goethe no es, en cierto modo, sino meramente
de la naturaleza misma de las cosas se desprende que no pueda «politica y tåctica», meramente pråctica, expresiön tan sÖlo de 10
tratarse en Goethe sino de una misma y constante forma de equi- que en realidad es, y nada mås; es decir, no se trata de una renun-
librio entre ambas tendencias y no de la elecci6n estricta, de la cia radical a sus esperanzas juveniles. Este ideal continüa siendo
plena aceptaciön y el total rechazo de una de ellas. el contenido de su perspectiva de futuro. Es consciente, sin em-

La primera tendencia consiste en el måximo desarrollo de las bargo, de que respecto del presente real este ideal no pasa de
capacidades propias del hombre, en su perfeccionamiento camino ser esto: un ideal.

del contorno mås depurado de las mismas; 10 cual en Goethe, que Cuanto mås se resigna Goethe y mås aprueba el desarrollo pråc-
entiende toda actividad de una manera pråctica, como una acciön tico de las diversas facultades humanas parciales, que fomentan
reciproca conscientemente intensificada entre el hombre y la rea- el dominio de las fuerzas de la naturaleza y, con ello, el propio
Iidad objetiva, significa al mismo tiempo un profundo y amplio desarrollo de la especie humana, justamente en y por su caråcter
422 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 423

parcial, tantomås enérgicamente busca en la realidad las tenden- en este punto— de la critica social de Rousseau: no piensa ni
cias realesy los hechos en los cuales la armonfa y la perfecciön por un momento en rebajar a Egmont al nivel espiritual de Clara,
humanas hayan logrado conseguir su plenitud, aunque sÖlo sea ni a Fausto al de Margarita; le falta incluso el anhelo romåntico de
sobre la base de una renuncia objetiva de Otro tipo. tal perfecciön de aire primitivo, y, en consecuencia, también le falta
Con un aspecto democråtico, casi plebeyo,
ello resulta desvelado a sus héroes.
de goethiana del mundo. Dice: «EI mås insignificante de
la visi6n En las figuras de estas mujeres percibe, sin embargo, un aspecto
los hombres puede ser completo si se mueve dentro de los limites esencial de la perfecciön humana, genéricamente considerada, de-
de sus capacidades y aptitudes, pero las mås bellas cualidades pue- bido al hecho de que toda una serie de cualidades, fundamental-
den resultar oscurecidas, destruidas y negadas si esta medida exi- mente de orden moral, alcanzan un nivel de desarrollo mucho mås
gida, indispensable, falta. Y este fallo esencial se darå todavia con alto y ejemplar en ellas que en las de los triunfadores, bastante
mås frecuencia en los tiempos modernos: Viene aqui contenida mås dotados, cultivados y preparados, de la realidad objetiva. Y sue-
una negaciön, e importante, de todo aristocratismo espiritual, y no fia con que, en una ulterior evoluciån de la humanidad, una espi-
hables ya del culto al genio. Goethe no encuentra el elemento capaz ritualidad mås elevada, un despliegue mås poderoso, tanto en el
de compensar la rotura de la armonia humana por el desarrollo orden intensivo como extensivo, de cada uno de los talentos hu-
unilateral y aberrante de sus facultades aisladas en aquellos hom- manos puedan acceder, sin renunciar a ninguna de sus conquistas,
bres que buscan conscientemente una plenitud estética de orden a la perfecciön interior, a la armonfa moral y estética de aquellas
interior. Antes bien busca, por el contrario, la posibilidad de reali- mujeres.
zaciön de su ideal, engendrado por la Vida y, por eso mismo, ali- Goethe estuvo preocupado por este contraste durante toda su
mentado por ella, en ciertos hombres de estirpe plebeya, a quienes Vida. En «Tasso» la soluci6n tiene todavia un regusto cortesano
el
su situaciön social puede haberles privado de un desarrollo espiri y Los «Lehrjahre» implican una decidida ruptura con todas
estético.
tual mås alto, pero que poseen unas cualidades innatas que han las manifestaciones sociales superficiales (cada uno de los matrimo-
hecho crecer todas sus facultades hasta hacerlas culminar en una nios relatados en esta obra es, considerado desde un punto de vista
armonia espontånea. social, un matrimonio desigual). Describe la utopia de un pequefio
Goethe se encuentra muy lejos de vislumbrar en todo esto un circulo de seres humanos que acceden, en un alto grado de espiri-
ideal de tipo rousseauniano, de tal modo que su propösito no es, tualidad, a una armonia humana intensiva, armonia que, gracias a
en absoluto, retrotraer a este nivel la evoluciön a la que aspira. la acciön propagandistica de su valor de ejemplaridad acaba con-
Su amor y su respeto a estas figuras, la comprensi6n que tiene de siguiendo -—å la Fourier— una ulterior difusiön.
su (relativa) superioridad humana sobre Ios productos del capita- SÖlo algo mås una vez en posesi6n Goethe de una imagen
tarde,
lismo, que, en realidad, estån por encima de ellas en 10 tocante a mås clara de la sociedad capitalista, sociedad que iba desarrollån-
talento y espiritualidad, descansan sobre el hecho de que ve en dose ante sus propios Ojos, cobra Vida el agudo contraste entre el
ellas una auténtica garantia de la posibilidad, para el hombre, de «pequefio mundo» y el «gran mundo». Precisamente porque Goethe
conseguir, al nivel mås alto del desarrollo de todas sus facultades, se entrega incondicionalmente a Ia «exigencia del dfa» impuesta
esa armonia sofiada por él. por su propia época, exigencia que ni ignora ni combate, dado que
No es, pues, ninguna casualidad que Goethe encuentre esta no es en modo alguno un romåntico, ha de aparecer en él de ma-
forma de perfecciön humana mås frecuentemente en las capas so- nera todavia mås pregnante esa ruptura entre ambos mundos que
ciales plebeyas que en las superiores, mås frecuentemente en las encontramos siempre en el fondo del erotismo goethiano y en su
mujeres que en los hombres. El atractivo inmarcesible de las figu- expresiön literaria. En la medida en que este contraste iba acen-
ras femeninas de Goethe —ya
se trate de Ifigenia o de Philine, de tuåndose con fuerza creciente, tomaba cuerpo a la vez y con igual
Clara o de Otilia, de Natalia o de Dorotea— reside, precisamente, intensidad la necesidad de encontrarle una soluciön intelectual,
en esta perfecci6n humana, extensivamente limitada en compara- ut6pica, poética y trascendental. El Cielo catölico del final no es,
ciön con la de los hombres importantes, pero intensivamente su- pues, sino la armonia, la perfecciön humanas surgidas del «peque-
perior en armonia humana. Tampoco en este sentido es Goethe fio mundo» y unidas a la perfecciön infinita del «gran mundo», al
un rousseauniano, por mucho que haya aprendido — precisamente progreso infinito de la evoluciön de la personalidad fundada en Ja
Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 425
424

surge el campo de batalla en el que 10 mefistofélico serå combatido


ayuda reciproca y en el «adoctrinamiento», en la «ensefianza», un
progreso ajeno a toda utilizaciön de las fuerzas mefistofélicas. Esto
por Fausto con la mayor consciencia y la måxima energfa, por mås
que de una manera, en 10 tocante al presente al menos, igualmente
es 10 que Fausto ha de «aprender» en el Cielo gracias a Margarita.
trågica e inütil. Pero también esta tragedia Ileva a la superaci6n
La via conducente hacia esta perfecciön es la via que conduce
de 10 meramente trågico. Fausto, al sucumbir, salva el nücleo mås
a Fausto a la praxis. De ahi que Goethe no configure, como ya decfa-
intimo de la personalidad humana, abre el camino de la salvaciÖn,
mos, el tardio remordimiento de Fausto, sino su salvaci6n de las
a la vez ut6pica y ultraterrena, del género humano.
heridas de la tragedia gracias a un nuevo tipo de relaciön con la
«Lo eterno femenino nos incita hacia delante.» No en vano son
naturaleza, con la Vida, con la acci6n. Y esta manera de superar
éstas las ültimas palabras del poema «Fausto» y, no s610 del poema,
Ia tragedia no equivale a un olvido, a un frivolo pasar por encima
sino también del propio Goethe. Es su ültima profesi6n de fe en
de las victimas, sino a un valiente reconocimiento, por el contra-
la posibilidad de una perfecciön terrenal del hombre, en una per-
rio, de la imposibilidad de dar una soluci6n en este mundo y en la
fecciön del hombre en cuanto a personalidad fisica y espiritual,
sociedad actual a estos trågicos conflictos, unido todo ello a la cons-
en una perfecci6n fundada en el dominio del mundo exterior, en la
tante exigencia de una soluciön que supere verdaderamente los
elevaci6n de la propia naturaleza a la espiritualidad, a la cultura
conflictos humanos. Cuando Helena desaparece y sus ropajes se
y a la armonfa, sin negar su condici6n natural.
convierten, ante los Ojos de Fausto, en una nube mågica, que veloz-
Desde «EI Banquete» de Plat6n y desde la Beatriz de Dante no
mente le transporta «mås allå de todo 10 comün», ve, al Ilegar a
habia correspondido al amor un lugar tan importante en la visi6n
una roca solitaria, como estas vestiduras se pierden volando por el
del mundo de un genio. Pero tanto el amor de Platon como el de
aire lentamente y formando las figuras de Juno, Leda y Helena,
Dante son, por esencia, trascendentales y ascéticos. Goethe, con-
primero, y luego Otra, la ültima, que se arranca las siguientes pa-
temporåneo y campe6n de las tendencias que cabe significar como
labras:
la «tres fuentes del marxismo» es, por su propia naturaleza, ente-
ramente terrenal, enteramente intramundano. La forma estética-
éMe engafia la imagen seductora
mente catölica del final ünicamente puede engafiar a romånticos
del bien supremo de mi juventud, del que tanto tiempo ya me veo
reaccionarios o a liberales superficiales.
[privado?
De 10 mås hondo del corazön brotan j6venes tesoros:
evocan en mi el amor, el feliz impulso de la aurora,
la primera mirada, råpidamente sentida y apenas comprendida,
V Problemas de estilo: El final del «periodo artistico»
que, firmemente sostenida, brillarfa mås que todos los tesoros.
Con belleza digna del alma esta forma inmarcesible crece ante mis También estéticamente es el «Fausto» una producciön «incon-
mensurable». No es dramåtico ni épico, a pesar de que aüna en si
[Ojos,
las cualidades mås elevadas de ambos géneros.
no se deshace, se eleva a través del éter
arrastrando consigo 10 mejor de mi ser.
En la época de su colaboraci6n ya habfan elaborado Goethe y
Schiller los conceptos decisivos utilizables para Ia delimitaci6n de
10 dramåtico y 10 épico. Sefialaban como diferencia fundamental el
Con esta imagen, con la imagen de la Aurora (que no es sino
hecho de que en la poesia épica todo es descrito como pasado, en
Margarita) en el alma, rechaza Fausto la tentaciön de MefistÖfeles
tanto que en el drama todo es presente. Desde el punto de vista de
que le ofrece «los imperios del mundo en todo su esplendor», y se
esta diferenciaciön decisiva el «Fausto» puede ser calificado, con
decide por el camino de Ia acci6n, un camino que implica renuncia
toda pertinencia, de drama. Precisamente Ja naturaleza «fenome-
personal y exclusiva entrega a la causa elegida. Desde un punto de
n016gica», hist6rico-filos6fica, de la composici6n, la sucesi6n de las
vista exterior y psic016gico, no deja de parecer esta decisi6n suya
«figuras de la consciencia» prescribe imperiosamente tal prepon-
un intenso alejamiento del «pequefio mundo» de Margarita y de
derancia de 10 dramåtico. No son configuradas transiciones de una
su profunda armonfa; desde el punto de vista de la filosoffa de la
etapa a Otra, ni miradas al futuro o al pasado, sino exclusivamente
historia de Goethe es ahora, precisamente, cuando encuentra el
la presencia sensible de un estadio dado. En este sentido el «Faus-
buen camino, la via justa y adecuada. Precisamente aqui es donde
28 - REALISMS
426 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 427

to» corresponde también a las determinaciones posteriores de Ia queno mundo que existe por si mismo, plenamente aut6nomo, que
estética hegeliana que ve en este control plåstico, en esta perfecciön no roza 10 que hay fuera de él y sÖlo mantiene contacto con el todo
plåstica de los personajes y de las situaciones, uno de Ios signos gracias a una ligera relaciön con 10 que ya ha pasado y con 10 que
esenciales de la creaciön dramåtica. estå por venir.»
Corresponde también plenamente al estilo goethiano el hecho de «Asi pues», Ie responde Eckermann, «se integra plenamente en
que en el «Fausto» apenas existan escenas que tengan como objeti- el caråcter del conjunto, ya que en el fondo "La bodega de Auer-
vo la creaci6n de unas transiciones o justificaciones de 10 que bach", "La cocina de las brujas", "El Blockbergs", "El Reichstag",
davfa tiene que suceder. La «Cocina de Ias brujas» es quizå Ja "La mascarada", "El papel moneda", "El laboratorio", la "Noche
unica escena en la que se describe algo semejante: la transforma- clåsica de Walpurgis", "Helena", son pequefios mundos autöno-
ciÖn del hombre maduro que es Fausto en un joven. El autor suele mos, cerrados en si mismos, que se influyen, desde luego, entre si,
colocarnos, antes bien. por regla general, ante el hecho consumado pero que no dependen demasiado unos de otros. A1 poeta 10 que
de la anterior etapa de la evoluciön, hecho que ha de justificarse le importaba no era sino la expresiön de un mundo mültiple y va-
por sus solas y propias fuerzas, desarrollåndose a Ia vez escénica riopinto, de ahi que se haya servido de la leyenda de un héroe
y espiritualmente como cosa necesaria, surgida orgånicamente de famoso utilizåndola simplemente como un hilo conductor con el
la etapa anterior. que ir relacionando todo cuanto Ie haya venido en gana. En Ia
Escenas como la «Noche clåsica de Walpurgis» o la investidura "Odisea" y en el "Gil Blas" ocurre, en el fondo, 10 mismo.»
de Fausto en el cuarto acto de la segunda parte ünicamente en «Tiene usted toda la razön», replica Goethe, «en composiciones
apariencia pueden ser consideradas como transiciones, es decir, 10 que importa no es, en realidad, sino que las diversas
de este tipo
como ambientaciones propiciatorias de la apariciön de Helena o masas resulten claras y distintas, en tanto que el conjunto continüe
de la atmåsfera de las ültimas escenas. Ambas tienen, por el con. siendo inconmensurable, de tal modo que precisamente por eso,
trario, su propia necesariedad espiritual y dramåtica; ambas ce- y como problema no resuelto, incite a los hombres a todo tipo de
presentan, igualmente, unas determinadas «figuras de la conscien- variadas reflexiones».
cia» autönomas y justificadas por si mismas: en Ia primera es No se trata, desde luego, de una justificaciön a posteriori de una
descrito el nacimiento (fenomen016gico) de Ia belleza antigua, en obra ya pråcticamente acabada .Estos procesos conceptuales tienen
la segunda, la imagen de un feudalismo decadente, destructor ya lugar, por el contrario, precisamente en la época en que Goethe
de sf mismo, entumecido por el proceso de su propia disoluci6n, en mås dedicado estå a continuar sin mayores vacilaciones el farg-
el interior del cual va desarrollåndose ese capitalismo que ha de mento juvenil, acabando la primera parte y comenzando a trabajar
acabar devoråndolo. No es en modo alguno casual, pues, sino de 10 en las escenas de la parte segunda. En relaciön con este esfuerzo,
mås caracterfstico de la técnica configuradora de Goethe el que pero en modo alguno en virtud exclusivamente de él, Goethe y Schi-
Ia escena de la investidura alcance un relieve tan escaso como Ia Iler establecen claramente el concepto de la diferencia y de la mutua
de la liberaciön de Helena del inframundo. ünicamente percibimos influencia necesarias entre los principios épicos y los dramåticos.
que ha tenido lugar gracias a la conversaciön del emperador con Durante el curso de este intercambio de ideas Schiller Ilega a re-
el arzobispo, gracias, en fin, a la impotente y furiosa resistencia ferirse al problema, del que ya nos hemos ocupado, de la autonomia
de las fuerzas reaccionarias; ante nuestros Ojos cobra Vida ünica- de las partes en una concepciön de conjunto, aspecto en el que vis-
mente el medio histårico en el que, como «figura de la consciencia» lumbra una de las caracteristicas mås importantes de la épica. Es-
necesaria y autönoma, ha surgido. Incluso el final de aliento tras- cribe a Goethe: «Por todo 10 que me dice veo cada vez mås clara
cendental es informado de una realidad escénic()-dramåtica singular- mente que la autonomia de Ias partes constituye uno de los carac-
mente sensorial. Pero, por una curiosa paradoja, es precisamente teres principales de la poesia épica». Unos meses mås tarde Goethe
de estos principios auténticamente dramåticos de la composiciön de aplica explicitamente esta idea a la composiciön del «Fausto». He
donde nace el caråcter épico del conjunto. Esta técnica de la que aqui 10 que escribe a Schiller: «Como no podia ser de otro modo,
se sirve en su configuraci6n es caracterizada por Goethe con toda coincide usted plenamente con mis propÖsitos y proyectos, sö!o
exactitud en una de sus conversaciones sostenidas con Eckermann: que pienso tomarme algunas libertades en esta bårbara composi-
«Este acto ostenta un caråcter muy peculiar; es como un pe- ci6n, rozando las exigencias mås elevadas en lugar de Ilegar a so-
428 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 429

tisfacerlas del todo... Procuraréque las diversas partes resulten igual que toda gran obra moderna»
épica, esta «lliada de Ia Vida
amenas y hagan pensar un poco; en cuanto al
entretenidas, y que contiene, a su vez, toda una serie de dramas. (Cosa que, por
conjunto (que continuarå siendo siempre fragmentario), esta nueva cierto, ya habian percibido y sefialado Aristoteles en Homero y
teoria de la poesia épica me resulta de 10 mås aprovechable». Schiller en el «Wilhelm Meister».) En el «Fausto», sin embargo,
El fundamento teörico de este estilo configurador ya nos es la sltuaclön presenta una peculiaridad, y es que estos dramas
conocido: se trata, en esencia, de la posiciön de Goethe respecto de no estån contenidos en el conjunto de la obra a la manera de
la tragedia. En la medida en que concebia los diversos estadios ti- embriones o posibilidades, sino que se desarrollan en el poema
picos de la evoluciön de la humanidad como una cadena de trage- mismo hasta alcanzar su plenitud dramåtica.
dias, cuya conexiån y totalidad, sin embargo, no son ya de natura- Este doble aspecto de la concepciön del conjunto resulta subra-
leza trågica, tenia que surgir de esta concepciön del mundo, si yado por la existencia —a la que ya nos hemos referido —
de unas
queria encontrar una configuraciön universal tanto extensiva como intermitencias de caråcter dramåtico en las diversas escenas, e
intensiva, una forma épico-dramåtica de este tipo, es decir, una incluso en determinadas agrupaciones de escenas, todo 10 cual
forma en la que no predomina ninguno de los dos principios y en da lugar a una mayor complejidad de la situaciån, en la medida,
la que Ia interpretaci6n dialéctica crea una unidad finica y un precisamente, en que estas «intermitencias» del elemento dramå-
equilibrio dinåmico. Porque seria superficial no seguir, hasta en los tico tienen, a su vez, una forma interna de naturaleza dramåtica.
mås pequefios detalles, las interrelaciones reciprocas de ambos prin- Y no es sÖlo esta presencia constante, plåstica, de la acciön 10 que
cipios, imaginando el conjunto que, en realidad, forma el «Fausto» constituye el principio dramåtico del conjunto, sino también Ia
como una corona épica de dramas aislados o como un gran drama composiciån de las figuras, su concentraciön auténticamente dra-
cuyas partes son épicas. No, cada una de las partes es dramåtica, måtica en torno a un héroe que actüa. Fausto es, en el poema,
dado que el destino de un tipo humano (un estadio evolutivo de Ia la figura mås importante, la que concentra en si y por si, en virtud
humanidad) se decide ante nuestros Ojos de acuerdo con la dialéc- de sus actos, todas las caracteristicas esenciales de la acci6n; no
tica inmanente de sus contradicciones internas; y esto de manera es, pues, en modo alguno, un papel de tornasol que, como la figura
casi siempre trågica o, en todo caso, tragi-comica (s610 la comi- de Wilhelm Meister proyectada de manera puramente novelesca
cidad de la bodega de Auerbach constituye una excepci6n). Por 10 y, por eso mismo, siempre ensombrecida por figuras de superior
demås, todas las partes son, asimismo, épicas; porque para dar a tamafio humano— vaya reflejando las diversas reacciones a los
la figura en pocas escenas la verosimilitud necesaria a un deter- diversos acontecimientos.
minado tipo de persona y Ia verosimilitud, al mismo tiempo, necesa- Este enlace y penetraci6n reciprocos de los principios épico
ria a un estadio evolutivo dado, el contorno social de estos conflic- y dramåtico constituyen una tendencia general de Ia literatura mo-
tos, el mundo en reposo de los objetos sociales, ha de recibir una derna que en el «Fausto» no ha hecho, en realidad, sino recibir su
plenitud épica que supere ampliamente 10 dramåticamente necesa- forma mås pregnante y parad6jica. El drama moderno —
como he
rio, 10 puramente dramåtico. Las diversas partes van convirtiéndose expuesto repetidamente en otros estudios —
va aproximåndose cada
asi en pequefios mundos autonomos, de una autonomia imposible vez mås a la novela y Balzac observa, con razön, en el elemento
en el verdadero drama, incluso en su forma mås abarcadora, es dramåtico un signo distintivo importante de la novela moderna
decir, en el drama shakesperiano. Hasta el episodio mås extensa- que la opone a la del siglo XVITI. Balzac piensa, sobre todo, en
mente construido en Shakespeare no pasa de ser, a pesar de todo, Walter Scott. De manera inmediata, no cabe duda de que tiene
un punto dinåmico de transiciön que, en virtud de esta funci6n en razÖn. Seria sin embargo un error infravalorar el papel tanto —
el conjunto (y la movilidad y agitaci6n internas subsiguientes, asi teörico como pråctico— de Goethe en toda esta evoluciön. Casi
como la desazön dramåtica resultante) jamås puede acceder a se- medio siglo antes del prefacio, que tanta fama alcanz6 enseguida,
mejante plenitud autönoma. de Balzac a «La comédie humaine», habian aludido ya Goethe y
De modo similar se entrelazan en la construcciön del «Faustw, Schiller a la necesaria interpretaciön de 10 épico y 10 dramåtico
considerado como un todo, Ios principios épicos y dramåticos: en como uno de los rasgos esenciales de la nueva literatura en aque-
cierto sentido podemos asumir el «Fausto» en su conjunto como Ilos momentos naciente. Y a la obra de Goethe le corresponde un
una novela educativa a Ia manera del «Wilhelm Meister». Y. al importante papel en la génesis de esta literatura, hasta el punto
430 Georg Lukåcs Realistas alemanes det siglo XIX 431

de que debemos considerar a su autor como uno de Ios precurso- puramente ingenua, orgånica y espontånea propia de la Antigüe-
res de la misma. Deciamos que Balzac, al llamar la atenci6n sobre dad y (si bien en forma de algo mås débil) del Renacimiento. A pe-
el elemento dramåtico de la novela, idéntico, en un plano espiritua!, sar de toda la espontaneidad de su aspiraciön a la belleza, esta
a su consciente historificaci6n de la misma, teniendo en cuenta, tendencia implica en Goethe una lucha contra su propia época,
ademås, que en él la novela se nutre de su propia contemporanei- contra la hostilidad frente al arte (la inhumanidad y la disoluciån
dad, se referia en realidad a Walter Scott. No olvidemos, sin em- del hombre) propia del capitalismo ascendente.
bargo, que el verdadero padre de la novela historica de Scott no Esta lucha tiene una doble direcciön y una doble funci6n.
ha Sido otro que el «Götz von Berlinchingen» de Goethe. Goethe se esfuerza por mantener viva, contra la corriente de su
La obra de Goethe, comprendido el «Fausto», no puede ser clara- época, esa autenticidad humana, esa manera de exteriorizarse sim-
mente aprehendida si no se Ia considera, estéticamente, como un ple e inmediata, intuitivamente natural y espiritual, sencillamente
puente entre los siglos XVITI y xxx: constituye, por un lado, el punto moral, a la que se debe el encanto auténtico del arte antiguo, un
culminante de la Ilustraci6n, el limite mismo a partir del que se encanto libre de todo formalismo y de toda rigidez cortesana. Es
accede a su superaci6n, y, por otro, debe ser interpretada a la ma- consciente, sin embargo, al mismo tiempo, de que Ias tendencias
nera de una preparaci6n espiritual y estética de Walter Scott y contrarias no pueden ser consideradas simplemente como un mal
Byron, de Balzac y de Stendhal. gusto del püblico, como una avidez de sensaciones, como un ham.
Por supuesto que no cabe olvidar, al mismo tiempo que se su- bre de materia en bruto o algo semejante, sino que, por el contra-
braya toda esta importante vinculaci6n, al profundo abismo que rio, se trata de unas tendencias que hunden sus rafces en una
separa a Goethe de Ios representantes tfpicos de Ia literatura es- materia producida por la Vida misma, materia que impone al poeta
pecificamente nueva. La sagacidad estética del Viejo Goethe le Ilev6 los temas y las formas (o la falta de formas) adecuadas a dichos
a reconocer la importancia no sÖlo de Byron, Walter Scott y Man- temas. De ahi que considere como tarea propia el descubrimiento
zoni, sino también Ia de Balzac y Stendhal, a partir de sus prime- en la Vida misma, es decir, en los momentos mås importantes del
ras obras dignas de consideraciön. Y, a pesar de todo, Goethe cons- presente, de esa sencillez de 10 humano, de esa finura de trazo
tituye toda una linea divisoria entre el arte antiguo y el moderno. poético que en todo momento ha de ser considerada como un
Heine tiene raz6n cuando, hablando de Goethe, dice que con su reflejo de la conducta humana mostrando, a la vez, que tam-
muerte comienza el «final del periodo artistico». (De manera simi- bién de la Vida contemporånea puede ser extrafda esta belleza.
lar enjuicia Bielinski el periodo de Puschkin en la literatura rusa.) Exponer la evoluciön historica de tales tendencias goethianas
EI predominio de la belleza y de la armonia en el dibujo poético no desborda los limites de estos estudios. Habremos de contentarnos
constituyen jamås, ni en Goethe ni en Puschkin, un problema de con esbozar algunas indicaciones aproximadas. Debe ser subraya-
indole exclusivamente estética. Se trata, por el contrario, de un pro- do, en principio, que entre la evoluci6n juvenil de Goethe y su
blema concerniente al ser social y a la consciencia que, abierta periodo clåsico no existe en modo alguno un viraje tan brusco
siempre hacia el futuro, necesariamente Ie corresponde. Cuando como el que afirman la mayor parte de las historias burguesas de
en la poesfa posterior el problema estético de la belleza predo- la literatura. Goethe parte de la poesia popular, cosa que serå deci-
mina lejos de todo trasfondo de orden social que fundamente Siva para su creaciån poética juvenil, y al hacerlo se basa, en
su necesidad histörica, no puede menos de surgir un pålido arte primer lugar, en Homero, al que considera como un poeta popu-
de epfgonos: un arte desgajado de los grandes problemas de Ia lar; a las «Odas» de Pindaro, a la tragedia griega, etc., asi como

época. a Shakespeare y a las canciones populares les corresponde en todo


El «perfodo artistico» de Goethe (y el de Puschkin) se encuen- este proceso un papel verdaderamente primordial. Y el retorno a
tra justamente en las antipodas de esto. Estå claro que un poema la Antigüedad, sobre todo en el periodo de la colaboraciön con
c6smico como el eFausto», en el que los mås grandes problemas Schiller, no es jamås puramente estético, no parte nunca de la
de todo un periodo de intensa transici6n historica son tratados forma artistica tomada aisladamente, sino que comienza y acaba
con la profundidad a que venimos refiriéndonos una y Otra vez, siempre con la observaciön realista de la realidad, de Ios hombres
no puede tener nada en comün con cualquier tipo de esteticismo y de las relaciones de los hombres entre sf. Las formas artisticas
formal. La exigencia de belleza ya no surge en Goethe de la manera no son, para Goethe, sino una sintesis, la mås general y abstracta,
432 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 433

de la esencia humana y de las relaciones humanas. He aqui, por nismo en tanto que conocimiento universal y profundo del hom-
ejemplo, cömo se expresa en este sentido: «Aquello a 10 que llama- bre, tanto en su ser fisico como social, desde su actividad mås
mos motivos son, en realidad, fenömenos del espiritu humano que simple hasta el arte y la ciencia como fuerzas motrices de la evolu-
se han ido repitiendo, que se irån repitiendo y que el poeta mues- ci6n universal este humanismo emplea, como dice Engels, la
tra ünicamente en su condiciön de historicos». palabra «hombre» «en un cierto sentido enfåtico». Este pathos es
el resultado de la Revoluciön Francesa y de su preparaciön ideo-
En esta general concepciön goethiana la Antigüedad ocupa un
lugar preferente, y no sölo a causa de la perfecciön de sus formas 16gica por la Ilustraciön. Por un lado, todas las diferencias «ex-
artisticas; no Ia considera, en un sentido puramente artistico, como ternas» (de clase social, de raza, etc.) quedan anuladas ante el
un modelo eterno y ejemplar. Todo 10 contrario: esta perfecciön concepto general, ante el ideal humanista concretizado del hom-
formal no es a los Ojos de Goethe sino la consecuencia del hecho bre. Por Otro, Ia época fomenta la fe en las posibilidades ilimitadas
de que Ia esencia del hombre y sus relaciones encontraron en la de la fuerza humana, en la capacidad del hombre de transformarse
Vida antigua —y, por 10 tanto, también en el arte antiguo —
una a si mismo y a su ambiente de manera ejemplar. «(La conscien-
cia, G. L.) es consciente de su personalidad pura, y toda realidad
expresiön mucho mås pura que la que en el presente les estå
correspondiendo. En el Romanticismo incipiente Goethe percibe no es sino espiritual; el mundo no es Otra cosa que su voluntad, y
tendencias de la nueva confusiön, paradigmåticamente antiartis- ésta es la voluntad general...», dice Hegel en la «Fenomenologia»
tica, de la Vida, del sentimiento vital y, en consecuencia, también
sobre la Revoluciön Francesa.
del arte. En su gran estudio sobre Winckelmann sintetiza estas dos El clasicismo alemån subraya, naturalmente, sobre todo el as-
tendencias bajo la especie de una proclamaciön de 10 positivo y pecto intensivo y de cara al interior de esta evoluciön y, a tono
una defensa programada frente a 10 negativo. Vamos a citar algu- con ello, el caråcter estético, moral y, en general, cultural de Ia
nos pårrafos en los que las rafces del «clasicismo» goethiano en revoluciÖn y del papel del hombre en ella. El lugar central del arte
la Vida misma, asi como su justo reflejo teörico y artistico, resultan y de la estética teoria y pråctica de la «época artistica» — re-

de todo punto evidentes: posa sobre la exaltaciön de la importancia del hombre, sobre la
«...porque el ültimo producto de la naturaleza en constante exigencia de su universalidad y de su armonia, consideradas como
proceso de superaciön es el ser humano en la plenitud de su her- el fin de la evoluciÖn de la especie y del individuo, como lucha

mosura. No deja de ser cierto que sÖlo puede producirlo raras contra todo 10 antiguo y 10 nuevo (en la medida en que ambos
veces, ya que son muchas Ias condiciones que se oponen a sus laten tendencias capaces de oscurecer y confundir tan alto con-
ideas, e incluso a todo su poder le resulta imposible permanecer cepto). De ahi que Engels limite el uso goethiano de la palabra
demasiado tiempo en la perfecciön... A esto se opone el arte, ya «hombre» para este periodo y 10 separe enérgicamente de la ter-
que encontråndose el hombre en la cüspide de la naturaleza viene minologia descolorida y diluida de los afios cuarenta. (Debe quedar
a ser también él una naturaleza completa y Ie resulta necesario sobreentendido que mås tarde, y en virtud de la transformaciön
producir en si mismo Otra cüspide. Con este fin se acrece sobre todavia mås intensa de Ias circunstancias histöricas, el alejamiento
su propio ser, en la medida en que se acoge a todas las perfec- respecto de los conceptos reales de Goethe no podia sino aumen-
ciones y virtudes, invocando Ia capacidad de elecciön, el orden, la tar.) He aqui 10 que Engels dice refiriéndose a esta terminologfa:

armonia y Ia significaciön... Una vez conseguida (la obra de «Goethe sÖlo la utilizaba, por supuesto, en el sentido que tenia
arte, G. L.), una vez puesta en su realidad ideal ante el mundo, en su época y que tuvo también mås tarde en Hegel, que adscri-
es de una eficacia duradera, capaz de evocar 10 mås elevado, en la bia el predicado humano especialmente a los griegos, en oposiciön
medida en que al desarrollarse espiritualmente a partir de todas a los bårbaros paganos y cristianos; mucho antes de que estas
estas fuerzas reunidas, se incorpora todo 10 que hay de esplén- expresiones recibieran de Feuerbach su contenido misterioso y
filosöfico. La verdad es que en Goethe tenian generalmente un
dido, de digno de admiraciÖn y de amor, y animando la figura
humana, alza al hombre por encima de si mismo, cierra el circulo significado muy poco filos6fico, mås bien carnal».
de su Vida y de sus acciones y le diviniza en un presente en el Sobre la base de tal visiön del mundo Goethe puede descubrir
que estån comprendidos el pasado y el futuro.» en la Vida de su época una humanidad digna de la grandiosa esti-
Este humanismo de Goethe y de la época goethiana —huma- lizaciön antigua a la que intenta configurar, a su vez, sin estiliza-
i;
434 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 435

ciones artisticas. Esta doble vertiente del clasicismo goethiano blema de todo punto especifico. Ya el propio tema —la salvaci6n
viene expresada en Ia elegia «Hermann und Dorothea»: como exi- del nucleo y sölo del nücleo latente en el ser humano, la salva-
gencia de una configuraci6n literaria del presente, por un lado, y ci6n del género humano a costa del trågico sacrificio del indivi-
como confesi6n del poeta, por Otro, de su condiciön del ültimo duo— imposibilita Ia consecuciön de una perfecciön sensible de
discfpulo de Homero. Ésta es la esencia de la «estilizaciön» antigua tipo antiguo; es decir, una unidad inmediata de 10 interior y de 10
en el punto culminante de estas tendencias, en la época de la cola- exterior, de moral y acci6n, de espiritu y sensualidad. Esta impo-
boraciön de Goethe con Schiller. De ahi que los versos finales del sibilidad comienza por evidenciarse en la tajante y clara separaci6n
«Spaziergang» de Schiller expresen con toda exactitud este talante introducida entre el «grande» y el «pequefio» mundo. Semejante
comfin, mucho mås adecuadamente configurado, desde Iuego por escisiån no era en modo alguno conocida por la Antigüedad. Para
Goethe que por Schiller: ella el «pequefio mundo» de la Vida individual ünicamente existfa
en la medida en que se integraba en el «grande» (asi, el amor en
Ya ves como también el sol de Homero nos sonrfe. «Antfgona»), y en el «gran mundo» configurado por los antiguos
resultan en todo momento inmediatamente perceptibles Ias rafces
Ya durante los afios de su trabajo conjunto eran Goethe y de Ia Vida personal propias del «pequefio mundo». Ahora bien, esta
Schiller perfectamente conscientes, con una consciencia que el situaci6n excepcionalmente favorable para el arte comienza a des-
paso del tiempo no hace sino aumentar en Goethe, de que su com- moronarse (ya en la misma Antigüedad) con la caida de las anti-
bate a favor del arte verdadero era un combate en retirada, que guas ciudades-repüblicas. En el Renacimiento, sin embargo, resurge
la suya era una situaciön realmente a Ia defensiva; se entregaban, de manera bien compleja y, en el caso de Shakespeare, con singular
no obstante, a los mås heroicos esfuerzos por sostener las posi- inmediatez estética y humana. La lucha de la clase burguesa en su
ciones del arte verdadero frente a las tendencias de la época. primer estadio implica, en el orden de la temåtica artistica, una
Cuanto mås fuertemente penetra en la realidad general el proceso tajante recusaci6n del entonces vigente «gran mundo» del abso-
de dominio del capitalismo, tanto mås dificil va siendo esta lucha, lutismo feudal, al que se opone el moralmente mucho mås puro
porque cada vez resulta menos posible destacar manifiestamente, «pequefio mundo» de la burguesia, de superior calibre humano,
de Ia marafia de unas relaciones sociales en creciente aumento de con acento polémico. Este arte, que alcanza sus momentos mås
su caråcter abstracto, la anhelada belleza de la esencia humana, elevados en Fielding, Goldsmith y en el <Werther» de Goethe, juega
de igual modo que cada vez resulta mås dificil vislumbrar y con- un papel muy importante en la construcci6n de los dramas de
figurar artisticamente su unidad a pesar de la fragmentaci6n intro- juventud de Goethe, en «Götz» y en «Egmont».
ducida por la divisiön capitalista del trabajo. La revoluci6n industrial inglesa y Ia gran Revoluci6n Francesa
De
ahi que la ulterior prolongaciön del «Wilhelm Meister» des- ponen, sin embargo, en el orden del dfa la conquista, por la bur-
borde Ios limites de Ia poesia épica entre los que Goethe podia guesfa, del «gran mundo». El Romanticismo en sentido estricto se
moverse satisfactoriamente, y no deja de ser muy caracterfstico enfrenta con toda esta problemåtica a partir de una consciencia
de él que los desborde con notable arrojo, ya que en todo mo- deformada, reaccionaria, de tal modo que ünicamente puede ofre-
mento supo preferir la veracidad a la perfecci6n formal. Preci- cer unos reflejos necesariamente deformados, tanto en el contenido
samente porque esta ültima no tenia para él Otro valor que el como en la forma, de la nueva situaci6n social. S610 en Hoffmann,
de expresi6n de la ültima verdad humana. Aunque, desde luego, primero, y, aün mås, luego en Balzac, son desarrollados los pro-
no se trata de que abandonara sin lucha alguna cualquier preocu- blemas de la nueva y deleznable Vida capitalista, los problemas de
paci6n de tipo formal. Su intento no era Otro que el retorno a Ia su «gran mundo», de acuerdo con el espfritu de la nueva materia
forma mås antigua de la novela, una novela con una acci6n muy disponible. De manera, pues, que Ia nueva estética por esta via
libre en la que se van intercalando algunas narraciones indepen- naciente y el arte nuevo se nutren de 10 terrible y de 10 grotesco,
dientes, muy adecuada para la expresi6n, por via narrativa, de un de 10 sublime deformado y de 10 c6mico sustancialmente espan-
contenido social cada vez mås complejo. Pero en los «Wander- toso. Es Ia paradoja de Ia perfecci6n artistica clåsica en la barbarie
jahren» esta lucha estética fue, en realidad, acometida en vano. creciente de la época capitalista.
Como ya hemos visto, en el «Fausto» Goethe plantea un pro- El Viejo Goethe se esfuerza por configurar la nueva época tal
436 Georg Lukåcs Realistas atemanes det siglo XIX 437

como es, tal como él la comprende y, al mismo tiempo, lucha En su "Fausto" tiene Vd., pues, que salvaguardar en todo momento
por descubrir también en este contenido Ios elementos de belleza su derecho del mås fuerte (Faustrecht).»
que todavia puedan subsistir en él. Describe, pues, los problemas Se ve asi como ni siquiera en su periodo clåsico rechazan Goe-
de la Vida capitalista sin diluir, falsear ni debilitar su esencia, es the y Schiller ciega e incondicionalmente el elemento bårbaro, y,
decir, sin acudir a ningün tipo de embellecimiento de la realidad. desde luego, jamås 10 hacen desde una postura pretendidamente
El conjunto, sin embargo, ha de ser visto a partir de la esencia, eclasicista». Aunque, por supuesto, es indudable que dentro de este
desde el oculto nücleo interno humano, y este nucleo s610 puede elemento bårbaro hay que establecer distinciones. Goethe y Schiller
cobrar realidad de manera sensorial, con el fin de que la compo- sustentan, en este sentido, la opini6n de que todo el arte moderno
siciön global todavia parezca sometida a las leyes de la belleza es problemåtico y bårbaro si se 10 compara con el de la Antigüe-
antigua, de la belleza humana. He ahi por qué los esfuerzos de dad, y es evidente que el Viejo Goethe veia en el nuevo arte ascen-
Goethe, incluso en aquellos momentos en los que (como en la dente en su época algo mås que una simple expansiön cuantitativa
segunda parte del «Fausto») penetra profundamente en los de estas tendencias. De todos modos, tanto durante los afios de su
blemas de la nueva época, pertenecen al «periodo artistico». convivencia espiritual con Schiller como después, era perfecta-
Ya durante la época de su colaboraciön habian ido dåndose mente consciente de que el gran arte moderno resultaba inimagi-
cuenta Goethe y Schiller de que la belleza a la que aspiraban diff- nable sin un ingrediente bårbaro. Lo que en realidad le importaba
cilmente podia ser la pura belleza antigua. La belleza era ya para no era sino salvar en todas estas tendencias precisamente aquello
ellos una lucha contra la barbarie, una victoria (parcial) sobre que guardara intacto — aunque fuera de manera indirecta — 10 que

la barbarie. Schiller caracteriza esta nueva situaciön, de manera él juzgaba como esencial, es decir, esa configuraci6n de tipos hu-

tan profunda como exhaustiva, en una carta escrita a Goethe pre- manos a la que ya nos hemos referido. De ahi que Gothe escriba
cisamente cuando éste trabajaba en el episodio faüstico de Helena, en esta época (en sus anotaciones al «Rameau» de Diderot), re-
de tal modo que su caracterizaci6n resulta vålida, en sus rasgos firiéndose a la necesaria aceptaciön de las fructiferas tendencias
fundamentales, también para el ültimo perfodo, es decir, también, artisticas de Shakespeare y Calderön: «Mantenernos en la cumbre
incluso, para toda la segunda parte, a pesar de que los elementos de estas conquistas bårbaras, ya que jamås alcanzaremos Ia excel-
bårbaros habian ido reforzåndose paralelamente tanto en el domi- situd antigua, y hacerlo con todo valor es, realmente, uno de nues-
nio social como en el artistico. He aqui las propias palabras de tros deberes...»
Schiller: Esto tan sÖlo resulta posible en virtud de la llamada a la Vida
«Y, sobre todo, no se deje perturbar por el pensamiento de que que en todo momento late en la concepciön del arte sustentada por
es una låstima conferir un caråcter bårbaro a unas figuras y situa- Goethe, llamada, por supuesto, distinta y mucho mås indirecta
ciones que en principio estån Ilenas de hermosura. EI caso se Ie que la implicita en el realismo posterior, en el realismo de un
puede presentar todavia con mås frecuencia en la segunda parte Balzac, por ejemplo. La diferencia radica, como Schiller supo per-
del "Fausto", de manera que no estarfa nada mal que acallase Vd. cibir muy bien, anticipåndose a la propia evoluciön de Goethe, en
su conciencia poética en 10 tocante a este punto. El posible ele- que éste desciende de 10 puro a 10 impuro, en tanto que Balzac
mento bårbaro en la realizaciön de la obra, al que se ha visto se esfuerza por acceder a 10 puro a partir del desarrollo de Ia dia-
usted incitado por el espiritu del conjunto, no puede destruir su Iéctica inmanente de 10 impuro. A1 insistir en esta contraposici6n
contenido mås excelso ni suprimir su belleza: 10 especificarå, antes no se emite juicio artistico valorativo alguno, o al menos no es
bien, por un camino distinto, preparåndolo para una disposiciön eso 10 primariamente importante; se trata, fundamentalmente, de
animica de naturaleza diferente. Precisamente la elevaci6n y la adquirir una consciencia real de las necesarias tendencias artis-
nobleza de los motivos es 10 que darå a la obra su atractivo propio ticas de ambos perfodos. Porque Ia concepciÖn artistica de la rea-
y Helena serå, en esta pieza, el sfmbolo de todas las hermosas Iidad alimentada por Goethe no equivale, en modo alguno, como
figuras que en ella acaben perdiéndose. No deja de constituir una ya hemos visto, a un disfraz o empalidecimiento de las disonancias
gran ventaja eso de poder pasar con toda consciencia de 10 puro y antagonismos de la Vida. Lo que si equivale, sin embargo —y
a 10 impuro, en lugar de tenerse que esforzar por acceder de 10 también por razones de tipo histÖrico es a una postura muy
impuro a 10 puro, como suele ocurrir entre nosotros, los bårbaros. distinta frente a las contradicciones que subyacen al impulso as-
438 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 439

cendente de su época. Contradicciones que tienen para Goethe un bio, la acciÖn se diluye en una serie de escenas mås o menos cortas,
peso muy distinto al que tuvieron para la Aufklärung; si bien ante siempre concisas, cada una de las cuales puede ser considerada
sus Ojos el mundo todavia no estå decididamente desgarrado por por sf misma como dramåtica; poseen, casi sin excepciön, ese
ellas, ya que aün cree en una implacable evoluciÖn suya camino caråcter de balada que ostenta buena parte de la lirica goethiana.
de la realizaciön de la razön. De ahi que la hermosura, que entre Lirica que, por Otra parte, pocas veces coincide con el concepto
los griegos nace espontåneamente de la percepciön sensorial de la usual de lirica, o, al menos, no con el que cabe encontrar entre
Vida, no sea para él sino una exigencia culminante, un principio casi todos los otros poetas liricos. A menudo describe un instante
cognoscitivo, el mås excelso, de la configuraciön creadora: de Ia dramåtico interior de tensiön, y su soluciön, y el paisaje (o cual-
contemplaciön del conjunto ha de surgir la belleza (la armonia, quier Otra cosa que pueda dar lugar a este instante de tensiön)
la razön), y como no se trata de un principio extrafio a la realidad, ünicamente sirve para acelerar o reprimir la agitaciön interna ex-
sino de un principio aprehendido, por el contrario, de su propio presada segün la naturaleza del sentimiento lirico en cuestiön. De
conjunto en movimiento, es preciso que pueda ser aplicado de ahi la existencia, en Goethe, de unos limites absolutamente nada
manera compleja, por supuesto, indirecta y no sin ingredientes rigidos entre la lirica, la balada y Ia poesia dramåtica.
bårbaros— a todos y cada uno de los diversos fen6menos indi- La ulterior proclividad estilfstica de Goethe hacia Ia canciön
viduales. popular resulta en extremo significativa. He aqui sus palabras: «EI
Esta diferencia de visiones del mundo entre los grandes rea- valor mås auténtico de la canci6n popular radica en el hecho de
listas posterioresy Goethe, motiva que éste sea el ültimo defensor que sus motivos sean tomados inmediatamente de Ia naturaleza.
de los preceptos estéticos del «periodo artistico» y que, con su De esta ventaja podrian servirse también, sin embargo, Ios poetas
ayuda, de Cima a un arte de gran envergadura, un arte que cierra cultos, si supieran hacerlo. Las canciones populares tienen, en este
toda una época, en tanto que aquellos se lanzan de cabeza, he- sentido, Otra ventaja, consistente en que las personas naturales
roicamente, a la nueva realidad. Y es evidente que, a medida que conceden mås valor al laconismo que las cultivadas».
Goethe envejece, los principios del «periodo artistico» van cobrando Esta aspiraciön al laconismo constituye uno de los rasgos esen-
en él una dimensiön mås precisa y mås cargada de impetu defen- ciales de la poesia goethiana. Ya Wieland 10 subraya, con su pecu-
sivo. Su punto culminante 10 constituye la segunda parte del liar penetraciön, en una nota sobre el «Götz». Alcanza su mås pura
«Fausto». y perfecta forma en Ia primera parte del «Fausto», en la figura,
Se comprende, pues, de suyo, que nuestras reflexiones se dirijan sobre todo, y en las respuestas de Margarita. Cada una de sus
a la segunda que a la primera parte, a pesar de que los problemas concisas escenas constituye una etapa necesaria de su trågico ca-
estilisticos generales de ésta vengan asimismo condicionados por mino, un punto nodal dramåtico, de singular valor de sintesis
esta dialéctica historica operante entre su Vida y forma artistica. lirica y sobriedad tipica de la canciön popular. Incluso aquellas de
La primera parte arranca espontåneamente, en sus lineas maestras, sus escenas que no pueden ser consideradas sino como estrictos
del periodo del Sturm und Drang, si bien, de todos modos, no es monölogos liricos («He perdido el reposo...» o «lnclina, ay...») no
completada sino durante el momento culminante del «periodo ar- son, en 10 esencial, de naturaleza Ifrica, es decir, puramente subje-
tfstico». A1 completarla, sin embargo, Goethe se limitaba a consu- tivas, sino que, por el contrario, estån penetradas de impulso as-
mar estéticamente, de manera consciente, aquello que durante su cendente, de fuerza plåstica y simbölica capaz de iluminar y dar
juventud habia comenzado obedeciendo, sin mås, a su instinto. Cima a toda una figura.
La primera parte alcanza la forma dramåtica mås elevada a Ia Importa subrayar con admiraciön corno el laconismo lirico de
que podian aspirar el joven Goethe y sus compafieros del Sturm Goethe, ligero y alado, confiere al mismo tiempo al ambiente social
und Drang. La dramatizaciön de una Vida rica y de amplio aliento esa rotundidad y acabamiento de lineas sin las que el plan general
habia dado lugar, en el «Götz», a una novela historica dialogada del «Fausto» no podria resultar imaginable. Sin acudir tanto a Ias
en la que sÖlo ciertas partes pueden ser consideradas como dra- descripciones de época, ofrece una imagen del siglo XVI no menos
måticas, y aün asi, no siempre a partir de la figura principal o en auténtica y viva que la del «Götz» y ello, ademås, de manera for-
torno a ella, Sino, por el contrario, muchas veces de forma por malmente animada y dramåtica, afin a la balada, lejos de toda
completo independiente. En la primera parte del «Fausto», en cam- simple reducciön a un formalismo puramente épico y descriptivo.
440 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigto XIX 441

Aquello que el joven Goethe sÖlo ocasionalmente le habfa Sido lugar, por un lado, a un contenido ilimitado que desborda las for-
dado conseguir —es decir, desarrollar, a partir de Ia balada, una mas («La comédie humaine», de Balzac), en el que la figura indi-
auténtica poesia escénica de caråcter dramåtico, como en las es- vidual (representante de la especie) habia de desaparecer forzosa-
cenas en torno a Adelheid, en su «Götz»— alcanza aqui ya Ia cate- mente; por Otra parte, como deciamos antes, la descripciön de las
goria de estilo general, consumado con singular perfecci6n. contradicciones sociales en su inmediata intensidad, en Ia riqueza
Es caracteristico de Goethe el que estilisticamente no se repita de su determinaciån individual, va mås allå de los limites estéticos
casi nunca y que jamås haga de sus hallazgos artisticos una mera a que podia Ilegar la visiön goethiana del mundo.
rutina (por muy alto que pudiera ser su nivel). A cada una de sus Ahora bien, como Goethe no renuncia en modo alguno a des-
obras importantes le corresponde un estilo de todo punto peculiar, cribir la evoluciön de la especie humana en la totalidad de sus
crecido a partir de su materia y contenido y orgånicamente desa- contenidos de orden intelectual, y, al mismo tiempo, pretende
rrollado. Aqui es donde hunde sus rafces esa peculiaridad goethiana realizar, a partir precisamente de toda esta materia, las exigencias
a la que él mismo llamarfa, mås adelante, su «pensamiento con- de belleza —ya de por si convertidas en no poco problemåticas —
creto». De manera apasionada exige que toda invenciön y configu- del «periodo artistico», por fuerza ha de Ilegar a un estilo peculiar,
raciön proceden a partir del objeto y no del sujeto. Sefiala en este falto de precedentes incluso en el propio Goethe, irrepetible, desde
sentido, y no sin cierta injusticia exagerada, la decisiva diferencia Iuego, y poéticamente extraordinario, pero que (a consecuencia de
existente entre el escritor y el diletante: «EI diletante no describirå la situaciån en la que ha nacido esta obra) no puede ser conside-
jamås el objeto, sino s610 su sentimiento ante el objeto. Rehuye rado como un estilo canönico ni modélico. El calificativo goethiano
el caråcter del objeto». de «producciön inconmensurable» resulta sobre todo aplicable, en
üoicamente sobre la base de una visi6n tan concreta por parte este sentido multidimensional, a la segunda parte; en todo caso,
del escritor cabia pensar en la posibilidad de prolongar y culminar mucho mås que a la primera.
la primera parte, a pesar de no existir un verdadero plan del con- Lo decisivo a este respecto es la concepci6n del ser humano
junto, a pesar, también, de haber Sido sometida la idea funda- en el «gran mundo», en virtud de la cual el destino individual del
mental a grandes cambios en el transcurso de la elaboraci6n de la hombre ha de constituir, de manera inmediata, una sintesis de la
obra. El joven Goethe no tenia, casi con toda seguridad, sino Ios evoluciön de la humanidad. Este tipo de reflejo Ileva necesaria-
rasgos mås generales de la concepci6n del conjunto, y trabajaba mente a resaltar el aspecto fragmentario de todo ser humano y,
componiendo escenas sueltas que acto seguido iba entrelazando. sobre todo, el de sus actos, sentimientos y pensamientos. El propio
Dado, sin embargo, que el nuevo Fausto se le habia «concretizado» Goethe ha percibido con toda claridad esta nueva funciön, que al
a partir de la leyenda, habia en él una realidad y una verdad artis- mismo tiempo habia de incitarle a introducir algunas transforma-
ticas en virtud de las cuales el ulterior curso de las ideas podia ciones en su visiön del mundo. Esboza un «anuncio» de la segunda
desarrollarse sin necesidad de introducir ningtån cambio en el ele- parte del «Fausto» con unos versos verdaderamente decisivos, tanto
mento poético, es decir, Ilevando a cabo ünicamente unos ligeros en el orden estético como en el del pensamiento:
retoques a la excesiva fidelidad 'inicial a la leyenda.
El caråcter de balada de la primera parte ofrecfa una forma La Vida humana es un poema similar:
de 10 mås adecuada a la evoluciön <fenomen016gica» del «pequefio tiene un comienzo, tiene, también, un fin,
mundo». Los problemas estilisticos de la segunda parte son, desde y, sin embargo, no constituye una totalidad.
luego, mucho mås dificiles y espinosos. En cuanto a esto, no cabe
olvidar que la tendencia goethiana a sintetizar de manera intuitiva Con estas palabras Goethe expresa la paradoja, es decir, la
el destino de la especie humana en el destino de un hombre solo, singularidad en que consistia su especifica voluntad de desbordar
finicamente podia desarrollar sus paradöjicas consecuencias en Ia todas las formas artisticas de la época. Porque precisamente en 10
configuraciön del «gran mundo», es decir, en la segunda parte. tocante a este punto ocurre que —a
pesar de que insistia, desde
La configuraciön artistica adecuada, el reconocimiento y la elabo- un ångulo filosöfico-natural, muy frecuente en él, en 10 pasajero y
raciön de las grandes contradicciones objetivas de la realidad eternamente cambiante del ser humano— para el poeta el hombre
histöricc»-social, sobre todo en su especifica forma capitalista, da era siempre un todo, y un todo que no solamente contaba con un
29 - RBALISTAS
442 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 443

principio y un fin, sino que también, en virtud del caråcter vivido que salvaguarda la superficie pictörica, el gesto pictårico de Ios
de su experiencia, accedia a un contorno pleno y culminante, es tipos humanos importantes y, por otro, precisamente a causa de
decir, consumaba totalmente su perfil. En esta obra, sin embargo, esta forma alegörica, Ilega a menudo a expresar una abstracciön
las figuras son dibujadas, ya en un principio y de manera plena- poética elevada y laconica.
mente consciente, desde un prisma diferente, desde un prisma, en «Pandora» es la primera obra de Goethe en la que estas ten-
fin, disolvente de los contornos individuales. dencias se concentran dando lugar a un poema de singular valor.
Esta nueva manera de ver las cosas y de expresarlas estilisti- Poema cuyo problema central constituye, en realidad, una transi-
camente no surge, por supuesto, de golpe en la producciön goe- ciön, un pr610go a la segunda parte del «Fausto». Se trata de la
thiana, sino que, por el contrario, va cobrando paulatinamente Vida oposiciön existente entre contemplaciÖn y praxis, es decir, un pro-
en ella. Ya hemos visto como la primera parte viene orgånicamente blema que siempre preocup6 grandemente a Goethe. (Piénsese en
vinculada a los problemas estilisticos del periodo del «Götz». La su «Tasso»). En «Pandora» asistimos a la insinuaci6n de una serie
segunda parte tiene su precedente estilistico en los «Maskenzüge» de importantes y nuevos elementos dialécticos que hacen presagiar
de Goethe y, sobre todo, en el a su manera extraordinario frag- la segunda parte, a la sazön naciente, y que son luego efectivamente
mento de «Pandora» (que data de 1807, con 10 que resulta, pues, asumidos por ella a un nivel superior. Lo importante, sobre todo,
casi coetåneo a la•culminaciön de la primera parte del «Fausto»). en esta obra es la importancia ccnferida a la praxis en la figura de
No podemos ocuparnos con mås detalle de la peculiaridad de esta Prometeo, praxis que adquiere, asimismo, un perfil mucho mås
obra de Goethe, de las influencias artisticas e ideolögicas sobre concreto. Por Otra parte, ya Goethe plantea aqui el problema de
ella operantes; una vez mås habremos de limitarnos a unas pocas los limites de la acciön pura, de la pura praxis, y su relaci6n con
reflexiones. Los llamados productos secundarios —en este caso 10s la plenitud y el perfeccionamiento de la evoluci6n humana; es
«Maskenzüge»— son siempre muy importantes en Goethe y su decir, la relativa justificaciön de Epimeteo frente a Prometeo. Final-
significaciön no puede ser medida por su estricto valor estético mente, Goethe busca también aqui una sintesis, una unidad supe-
inmediato. En cada uno de sus perfodos Goethe es tan rico en rior de los dos extremos y la busca —a
pesar de creerla mucho
experiencias intelectuales y literarias, que resulta imposible que menos realizable en este mundo —
en la linea de los «Lehrjahre»,
todas ellas accedan a sus obras principales. Por eso existen en él, al en la perfecciön ético-estética del individuo en el seno de una pe-
lado de grandes fragmentos de obras importantes, esbozos, hechos quefia comunidad de seres humanos que estån dispuestos a aunar
a grandes trazos, que fijan experiencias vividas, en ocasiones epi- sus esfuerzos.
s6dicas, pero jamås sin importancia y que a su manera son ante- «Pandora» ha quedado en fragmento. Es evidente que Goethe
cedentes o vienen a reforzar tendencias artisticas que mås tarde se sentia mås atraido literariamente por el problema, que intelec-
alcanzarån su madurez. Goethe alude una vez (en una carta a tualmente satisfecho por las respuestas que en aquel momento
Zelter) a la importancia del esbozo de juventud «Satyros» para podia encontrar. En 10 tocante a la forma, el fragmento tiene un
la primera parte del «Fausto». estilo arcaizante condicionado por el tema mismo, pero de una
«Maskenzüge», obra ocasional y escrita para la corte, ofrece a antigüedad muy curiosa; un estilo que se ha incorporado los ele-
Goethe la posibilidad de expresar en Otra etapa de su evoluciön, mentos formales de los «Maskenzüge» y en el que Goethe se sirve
y en uno de esos productos secundarios a los que nos referiamos, de manera resuelta de las «ventajas bårbaras».
determinados resultados de su pensamiento y de su experiencia Tiene la mayor importancia, desde un punto de vista estilistico,
poética del mundo. Las diversas partes de estos «Maskenzüge» son la dedicaciön intensiva de Goethe, en esta época de transiciön, a
muy diferentes entre sf, tanto ide016gica como estéticamente, y de Calderon y a la poesia oriental, dos mundos literarios que para
un mérito desigual; puede ocurrir incluso que en un mismo episc- él estaban estrechamente relacionados. En ambos encuentra ele-
dio alternen vacios cumplidos cortesanos con la expresiön de pen- mentos adecuados para expresar de una manera literariamente muy
samientos profundos e importantes. S610 tienen en comün la forma decorativa las elevadas abstracciones intelectuales, asi como
mås
alegörica. Forma que, sin embargo —en aquellos momentos en una tipificaciön muy ambiciosa de
los seres humanos y de sus
los que Goethe estå en su cumbre—, jamås es alegörica de manera interrelaciones. No hay que olvidar,
de todos modos, que en estas
pobre y desnuda. Por un lado es literariamente decorativa, dado tendencias Goethe no vislumbra sino complementos, puentes ten-
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 445

didos hacia su propia época, hacia la peculiaridad de su temåtica, cuadros intimistas del Viejo estilo alemån (como en el «Götz») sino
condicionada por el tiempo, o, en fin, unas «ventajas bårbaras». componiendo un soberbio fresco histörico de la danza de la muerte
Ante los Ojos de Goethe jamås Espafia o el Oriente podian oscu- del feudalismo, y, desde luego, con no menor veracidad que Ia de
recer el lugar central ocupado por el arte griego; en 10 tocante su obra juvenil, antes bien todo 10 contrario. O si no, tömese el
a este punto jamås hizo concesiones definitivas a las tendencias episodio de Filem6n y Baucis. Todos Ios motivos y determinaciones
romånticas. Ahora bien, como en la segunda parte se veia obligado esenciales de la expansi6n capitalista, asi como su destructor ata-
a expresar 10 humano de manera indirecta, no podia menos de que al idilio precapitalistase dan —humana, moral y literaria-
buscar en todo esto algün eslabön para el nuevo y singular estilo mente— por completo desarrollados en él, es decir, en absoluto
de su obra. dulcificados o disimulados. O sea, una vez mås: que 10 que importa
Esta forma profundizada de los «Maskenzüge» constituye el no es la configuraciön de tal o cual sufrimiento individual, de tal
substrato de Ia segunda parte. A1 elemento aleg6rico le corresponde, o cual pecado personal; 10 importante es configurar la linea monu-
por supuesto, un gran papel. Pero el concepto goethiano de alego- mental de una gran necesidad hist6rica.
ria tiene siempre una gran autenticidad literaria, desborda gran- Las dificultades y disonancias estilisticas de la segunda parte
demente la mera representaciön normal de esta forma. Ya con radican mås bien en el hecho de que la técnica configuradora a la
bastante anterioridad le escribia a Meyer 10 siguiente sobre la que Goethe se ve impulsado en virtud de su nueva visi6n del mun-
alegorfa: «Son figuras significativas, pero no significan mås de do, y de la nueva objetividad, no podia menos de entrar en contra-
10 que muestran y, me atreveria a decir, tampoco mås de 10 que dicci6n con las anteriores caracterfsticas literarias que todavia ejer-
son». En este sentido muchos de los personajes de la segunda cfan algün dominio sobre él. La nueva voluntad de estilo se vincula
parte son alegöricos, cosa, sin embargo, que no significa en ab- a unos modelos literarios que, de manera consecuente, dan Vida y
soluto que no sean mås que meros instrumentos para descifrar expresi6n, en un marco tan amplio, a unas figuras de gran valor
una «profundidad» extrafia a su apariencia sensible, como pre- sintético y alegörico, con una desbordante retörica pictörica. Y, a
tenden no pocos comentaristas. (Algunas ir6nicas observaciones pesar de todo, Goethe no pierde su Viejo laconismo. Gracias al cual
del Viejo Goethe sobre los «secretos interiores» han dado lugar, surgen de tanto en cuanto maravillosas escenas en tono de balada,
desde luego, a este abuso.) A excepci6n de algunos detalles no como, por ejemplo, la de las cuatro mujeres canosas, de las cuales
conseguidos, este estilo aleg6rico representa un grado mås alto s610 la Inquietud Ilega a visitar a Fausto. Pero este laconismo, esta
de tipificaciön directa de las figuras, unas figuras que expresan de descripciön breve y cefiida, casi por alusiones, de contenidos im-
manera clara y bien diferenciada 10 esencial de su papel represen- portantes hace que en ocasiones caiga sobre elementos importan-
tativo en el destino de la especie; cuya vinculaciön a la especie tes un peso escénico insatisfactorio, de tal modo que pasan desa-
es evidente, de tal modo que —a diferencia de 10 que en otras percibidos y dificultan la comprensiön precisamente de aquello que
ocasiones ocurre en Goethe — no necesita surgir a la luz en virtud les corresponderfa desvelar.
de una progresiva evoluciön de sus caracteres genéricos. Esta disonancia viene reforzada por la tendencia de Goethe a
Este es el motivo de que la mayor parte de las escenas de la describir con «trazos ligeros», tendencia que ya le acompafiaba en
segunda parte no den lugar a ese efecto inmediato y cautivador su primera juventud y que no le abandona en las obras de su
sobre los sentimientos y vivencias que, por el contrario, tiene casi ültima madurez. Asi, en una novela corta muy anterior, dice Goethe
toda la primera parte y asimismo ejercen muchas otras obras de 10 siguiente acerca de sus intenciones literarias: «Esos trazos lige-
Goethe. De todos modos, la leyenda en torno a la rigidez y frialdad ros que caracterizan a los seres humanos, sin dar lugar a aconte-
de la segunda parte, asi como la de su dificil inteligibilidad lite- cimientos importantes, bien merecen ser conservados... ünicamente
raria, no son mås que eso, leyendas. No cabe duda de que las figuras aquel que se siente capaz de comprender a la humanidad por medio
son presentadas como tipos, pero la mayoria son, interiormente, de una contemplaciön serena podrå aceptar de buen grado tales
exactas y verdaderas; las luchas conflictivas, las oposiciones, Ias rasgos». Lo que, ciertamente, no es pedir poco del lector. Piénsese
contradicciones internas, etc., jamås son amortiguadas o sacrifica- en el pasaje, ya analizado detalladamente, en el que Fausto cree
das a la belleza decorativa. La Alemania del siglo XVI es ofrecida ver entre nubes la imagen de Margarita. Dada que ésta es la ünica
en una imagen vasta y grandiosa; por supuesto, no a la manera de alusiön a Margarita en toda la segunda parte, no cabe duda de que
Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 447

s610 un lector de grande y fina receptividad humana serå capaz cuyo estudio queda verdaderamente fuera del campo de nuestras
de revivir esta continuidad. consideraciones.
Es falso, pues, hablar de una disminuci6n de la fuerza creadora
También aqui se muestra Goethe como el ültimo representante
de Goethe en la segunda parte del «Fausto» y, desde luego, no 10 es
humana y
del «periodo artistico». Quiere expresar Ia interioridad
menos pretender explicar de esta manera las peculiaridades que
las interrelacioneshumanas por medio, exclusivamente, de su con-
presenta. Es incuestionable, sin embargo, que la segunda parte
figuraciön, es decir, evitando todo comentario. «La claridad no
ofrece un caråcter de todo punto problemåtico. Este caråcter, al
consiste sino en una adecuada distribuciön de la luz y de las som-
que ya nos hemos referido durante el curso del presente trabajo,
bras», dice Goethe citando a Hamann y dando curso asi a una de
radica en la concepciön, es decir, en la paradöjica y disonante re-
sus mås importantes tendencias creadoras. Pero este principio
laci6n existente entre materia vital y estilo literario. A pesar de 10
de los «trazos ligeros» ünicamente puede ser aplicado de manera
escasamente inclinado que se siente Goethe a la ret6rica, a pesar
consecuente alli donde el contenido vivo del poema desde el
de su negativa a lanzarse por ese camino, no cabe duda de que un
punto de vista del ser humano configurado— resulta verdadera-
cierto tipismo decorativo y una pintura decorativa a la manera
mente homogéneo. La abstracciön poética a los rasgos de la especie de trasfondo (en el orden del lenguaje) no pudieron menos de im-
y el regreso, a partir de ahi, a Ia individualidad humana de apa-
ponérsele. La fidelidad a 10 especifico como tema central y elemento
riencia sensible, cuya expresiön constituye, precisamente, Ia tenden-
estilistico exige a menudo unas transiciones que, desde la pers-
cia alegörica, crea una atm6sfera escénica en la que esta homoge-
pectiva del individuo, han de parecer tajantes y abstractas, y cuya
neidad entre el individuo y el mundo histörico que le rodea es plena concretizaci6n humana no siempre estaba Goethe en condi-
suprimida, en la que la luz penetrante y Ias sombras profundas ciones de conseguir de manera absolutamente satisfactoria. E in-
de una retörica decorativa que todo 10 expresa directamente y que cluso cuando es conseguida en el orden interior y poético, su com-
todo 10 comenta de manera intelectual rectilinea (como, por ejem-
prensi6n presupone tanto, que no es posible confiar en que ejerza
plo, en Calderön), Ilegan a aparecer el medio de expresiön mås
un efecto inmediato. Asi Goethe hace que Helena y Fausto vivan, al
adecuado. Goethe, sin embargo, no deja de esforzarse, en este sen- encontrarse, esa nueva forma de amor individual surgida en Ias
tido, por evitar, en la mayor medida posible, contrastes artisticos postrimerfas de la Edad Media. Lo configura con singular finura
tan agudos, manteniendo su antiguo estilo de finas luces y ligeras y riqueza de implicaciones, al hacer que Helena, en el palacio de
sombras —manera de configurar la humanidad de manera inme- Fausto, se dé cuenta de que el lenguaje tiene una rima desconocida
diata, sin desviarse del «nücleo»— traduciendo, incluso, las rela- a sus oidos antiguos: «Cada tono parece adecuarse al otro». Y Goe-
ciones generales de la evoluciön de la especie al lenguaje del indi- the nos presenta el amor naciente entre Fausto y Helena de tal
viduo (un lenguaje en este caso reproducido artificialmente). Asi modo, que en sus diålogos s610 aparecen las estrofas rimadas de Ia
surgen las discrepancias entre las exigencias objetivas, convertidas poesia medieval y moderna, y no las de la antigua:
ya en necesarias, de Ia expresiön y el lenguaje, subjetivamente
inexcusables, del poeta. Helena: Dime, pues, c:c6mo es posible que también yo hable
Los grandes sucesores de Goethe dejan de sentir este temor. de manera tan bella?
Figuras de la talla de Balzac o Tolstoi no tienen el mås ligero Fausto: Es muy fåcil, ha de salir del coraz6n.
escrüpulo, cuando Ilega el caso, de explicar directamente una de- Y al desbordar de nuestro pecho el anhelo
terminada conexi6n social o historica, si ello ayuda a la compren- basta con mirar y preguntar...
siÖn del todo, de igual modo que tampoco se niegan a abandonar Helena: ...quien comparte el goce propio.
en ocasiones la via puramente configuradora, avanzando por medio
de explicaciones puramente intelectuales. No deja de ser verdad, de No cabe duda, de todos modos, de que tal coincidencia entre
todos modos, que a ellos, que han desbordado los limites formales la significaciön decorativo-alegörica y la espontaneidad humana
del «periodo artistico», intentando superar la prosa capitalista por (que en ella hunde sus rafces) no se presenta en todo momento. En
caminos de todo punto diferentes, se les presentan dificultades y lasegunda parte no dejan de haber pasajes frios, duros, carentes
disonancias de naturaleza muy distinta, dificultades y disonancias de transici6n humana, pasajes en los que el elemento alegörico
448 Georg Lukåcs

pesa demasiado (como en la mascarada del primer acto). Y no


todos los valores poéticos de Goethe pueden Ilegar a un acuerdo
perfecto con el estilo global del conjunto.
Todas estas disonancias evidencian que en la segunda parte
del «Fausto» culmina y, verdaderamente, se cierra, una gran época.
Muchos dan a su estilo creador el calificativo de «estilo de la
vejez». No sin cierta justificaciön. Pero se trata mucho mås de
la vejez de un mundo que de la de un hombre. No es sino la ultima
plenitud artistica de 10 que no podia alcanzar mås plenitud. En un
arte de måxima categoria, la autodisoluci6n del «periodo artistico».
Don Quijote
En verdad, una «producciön incomensurable».
«Don Quijote» uno de los mayores éxitos
constituye, sin duda,
(1940) de Apenas hay adultos y nifios que, junto
la literatura universal.
a Gulliver y Robinson no conozcan también y amen a Don Quijote.
EI protagonista de la novela de Cervantes ha penetrado en la cons-
ciencia de la humanidad como una figura verdaderamente singular;
al igual que Fausto y Hamlet resulta inimaginable fuera de nuestra
Vida; personifica un tipo que acompafia a los hombres a través de
las mutaciones temporales; los ayuda a comprender justamente
la Vida.
Semejantes éxitos jamås son casuales. No pueden ser explicados
ünicamente a partir de la verdad social o del contenido teÖrico de
una obra. Las masas y, sobre todo, los nifios, piden de la litera-
tura una lectura que mantenga en tensi6n su interés, y con razön.
La popularidad de Cervantes, inc61ume a través de los siglos, se
debe precisamente al hecho de que «Don Quijote» constituye una
lectura sugestiva y apasionante, que el lector no quisiera interrum-
pir, que le hace Ilorar o reir, pero que no le aburre jamås. Es uno
de esos libros al término de cuya lectura el lector lamenta since-
ramente que la acciön haya acabado. Cervantes construye su novela
sobre una fluida diversidad, propiciatoria siempre de nuevas aven-
turas. Por supuesto que el protagonista —fiel en ello a su caråc-
ter— siempre comete locuras del mismo tipo, pero como estas
locuras son universales y se extienden a todos los dominios de la
Vida, este elemento de permanencia no hace sino impulsar a Don
Quijote a aventuras siempre diferentes, de tal modo que en éstas
no acontece repeticiön alguna. Cervantes pasa revista ante nuestros
Ojos a toda la sociedad de su tiempo: desde una corte ducal hasta
los condenados a galeras, arist6cratas y labradores oprimidos, re-
presentantes diversos de la Vida intelectual y de la pequefia bur-
guesia, pårrocos, moros perseguidos por su fe, etc. Y, sin embargo,
la diversidad de «Don Quijote» no se agota por el hecho de que
Cervantes haga surgir ante nosotros todas las capas de la sociedad
450 Georg Lukåcs Realistas alemanes del sigto XIX 451

de una interesante época de transici6n, con la ayuda de unas figu- literatura. La apariciön de «Don Quijote» (1605-1615) acab6 con las
ras espléndidamente individualizadas; ni se agota tampoco porque novelas de caballeria de moda. Paralelamente iniciö la novela bur-
nos presente el infinito colorido de las relaciones sociales de su guesa, la literatura del realismo critico, su triunfal irrupci6n. Y bien
tiempo en unas imågenes Ilenas de vivacidad. Cervantes es un na- puede decirse que no hay en esta literatura un solo escritor de
rrador verdaderamente grande. Lo cual significa, por un lado, que importancia duradera al que no haya afectado este comienzo tan
con inagotable fantasia inventa siempre nuevas aventuras apasio- poderoso. En los grandes maestros ingleses del realismo critico
nantes, que muestra a sus figuras al hilo, en todo momento, de (Swift, Fielding, Sterne, etc.) la influencia inmediata de «Don Qui-
sus diversas acciones, y que arbitra, en fin, situaciones en las que jote» puede ser seguida paso a paso. Balzac hace desfilar ante no-
los rasgos båsicos de su caråcter sobresalen de Ia manera mås pun- sotros toda una serie de Don Quijotes legitimistas de la época de la
zante. Por Otra parte domina Ia gama plural del mås auténtico Restauraciån. Pero incluso alli donde esta influencia no resulta
arte narrativo de manera completa; no hay un solo acto, senti- tan inmediatamente evidente, como en Goethe o en las novelas
miento o talante, desde 10 excelso a 10 ficticio, de 10 deprimente de los grandes realistas rusos, siempre se perciben las huellas de
a 10 risible, que no encontremos en esta novela suya. «Don Quijote» esta gran empresa de Cervantes.
figura entre Ios Jibros de la literatura universal que con mayor Cuando se trata de una influencia que se ha mantenido viva
placer se leen, y este su caråcter tan entretenido —en el mejor durante siglos, cuando 10 que estå en juego es la creaci6n de unas
sentido de la palabra— es inseparable de su profundo contenido figuras que —desbordando las fronteras de la propia literatura —
de orden intelectual. han Ilegado a convertirse en parte orgånica de Ia consciencia de
No en vano ha Sido «Don Quijote» siempre el libro favorito la humanidad, no puede aceptarse el pensamiento de que la såtira
de los seres progresistas. Cervantes y Balzac representaban, para venga referida a un contenido temporalmente condicionado, es
Marx, los puntos culminantes de Ia literatura novelada. Pronun- decir, a Ia destrucci6n, en este caso, de las novelas de caballerfa
ciando hace tiempo Dimitroff una conferencia en Moscü sobre que estuvieron de moda durante toda una época. (Aunque esta
literatura politica ante unos escritores antifascistas, he aqui 10 corriente no puede ser infravalorada, en modo alguno, en 10 que
que dijo: «Escribid una såtira contra el fascismo alemån, una tiene de fuerza combativa.)
såtira del tipo de Don Ouijote». Por eso hablåbamos hasta ahora del contenido inmediato de
De hecho, y en cuanto a su contenido y objetivo inmediato, esta novela. Por eso subrayåbamos que esta obra equivale al mismo
«Don Quijote» constituye la såtira mås disolvente que haya Sido tiempo a la creaciÖn de Ia novela moderna. De manera, pues, que,
escrita nunca. La lectura de moda en la época del gran escritor por encima de su destructor impulso satfrico y en estrecha vincu-
espafiol Cervantes eran las novelas de caballerfa, es decir, la dege- laciön, al mismo tiempo, con él, es una obra verdaderamente po-
neraci6n de la literatura medieval en una prosa superficial y vacia, sitiva. iCömo surgi6 este entretejimiento? Para Cervantes no era
la descripci6n de un mundo falseado, que alejaba a Ios hombres la literatura en primera linea, como tal literatura, el objeto de una
de la realidad, indicando a sus sentimientos y, en consecuencia, polémica de fuerte carga satirica, sino como factor vital, como
a su conducta entera una direcciön falsa. Don Quijote» muestra Ia poder ide016gico que ejercia una influencia activa sobre Ias actua-
influencia perturbadora de estas novelas de manera inmediata. ciones sociales de las personas. Con 10 cual Cervantes no solamente
La figura principal estå formada por un hombre en sf modesto, funda la novela moderna, sino que en estrecha relaci6n con ello
cultivado e inteligente, con un fino sentido moral. Se dirfa que reconoce de la manera mås nitida el papel social de la nueva lite-
habia Sido creado para desempefiar un papel ütil en la sociedad. ratura. De ahi que el objetivo aparentemente inmediato de su obra
Sin embargo, la lectura insistente de las novelas caballerescas ex- sea reducido con fuerza creciente a 10 largo de su curso a un se-
travfa su mente. Bajo su influencia devastadora todos sus actos gundo término. Desde luego que ofrece extraordinarias observacio-
se convierten en 10 contrario de 10 proyectado, 10 noble resulta nes y precisiones satiricas sobre la mendacidad de las novelas de
ridfculo, 10 bondadoso, dafiino, y 10 bienintencionado, locura. caballeria. Lo esencial de su configuraci6n radica, sin embargo, en
La novela de Cervantes ejerciö una influencia destructora sobre el prop6sito de hacer ver Ia conducta humana a que se entrega
la zaherida literatura caballeresca. Jamås habfa conseguido Ia ver- Don Quijote bajo la influencia de la insistente lectura de tales
dadera literatura un triunfo de esta dimensiön sobre Ia pseudo- novelas de caballeria.
452 Georg Lukåcs
Realistas alemanes del siglo XIX 453

También en esto se alza Cervantes, con la genialidad del escri- rigurosamente consecuente, un camino que, por cierto, tanto en su
totalidad como en sus diversas etapas, se revela ininterrumpida-
tor verdaderamente grande, por encima del término medio acos-
mente como falso. Por Otra parte, los fenömenos del mundo exte-
tumbrado. No cabe duda de que debieron ser muchos miles Ios
rior en los que se producen estos conflictos entre la realidad y la
lectores de tales novelas que perdieron la cabeza y se alejaron
ideologfa, no son menos extremos, sin que por ello tengan que
de la realidad. Y, sin embargo, con su singular fuerza creadora
perder un solo momento su caråcter social verdaderamente real.
Cervantes va mucho mås allå de este simple hecho: da Vida a
un ser humano que pretende realizar Ia moral de las novelas de La evidencia social de los extremos se desprende, en parte, de Ia
caballeria, que aspira a cumplir en este mundo las normas y los
conducta de Don Quijote y, en parte, de la — espontånea o cons-
ciente— reacciön de las personas que intervienen de un modo
modelos de actuaciÖn preconizados por estas novelas. Apenas re-
u otro en la acci6n.
sulta posible imaginarse la existencia de tal persona. De este modo,
pues, Cervantes accede, al mismo tiempo que inaugura la novela
De manera, pues, que 10 fantåstico no es en Cervantes Otra
cosa que la realizaciön sintética de una situaciön social verazmente
moderna, al método literario de la novela burguesa verdadera-
mente grande, siendo fiel a él hasta las ültimas consecuencias. Mé- captada. Esta condensaciön de la forma implica, al mismo tiempo,
todo que no consiste, en realidad, sino en la elevaciÖn de la prosa
un nuevo elemento del contenido, es decir, la evidenciaci6n del
caråcter extravagante de una situaciön social y de una conducta
de la Vida burguesa a las cimas de la plenitud poética, de tal
suerte que resulte configurado un caso extremo, es decir, que 10
humana no de manera abstracta, con los medios exclusivos de la
que se configure sea un ser humano limite y, con él, sus actos mera critica, sino por medio de la demostraciön gråfica de las defi-
nitivas consecuencias que de todo ello se desprenden. De tal modo
no menos extremos. Ahi hunde sus raices la atmÖsfera fantåstica en
que discurre esta novela. La prosa de la Vida burguesa es configu- que surgen de un golpe ante nosotros todos aquellos rasgos en
los que de 10 contrario posiblemente no habriamos reparado, o,
rada de manera singularmente multicolor y rica en contenido poé-
tico.
en todo caso, apenas habriamos podido reconocer en su singular
importancia. Con ello abre Cervantes un camino nuevo a la técnica
iPero como conciliar todo esto con el realismo? Para un gusto
expositiva del realismo critico moderno. Técnica cuya influencia
superficial, educado en el naturalismo burgués decadente, tal cosa
nos resulta perceptible no s610 en las novelas de Swift y de Vol-
no resulta en modo alguno posible. Quien en el realismo busca
taire, sino también en las narraciones cortas de cufio fantåstico
fotografias, puede dar por descontado que en Cervantes Ias en-
contrarå en tan inexistente medida como en Swift o en Saltykow- de Hoffmann, y en la obra de Balzac y Gogol. Influencia que, desde
luego, tratåndose de escritores de tan sustantiva importancia no
Schtschedrin. En todo enjuiciamiento no formalista ni decadente
de estos asuntos, la verdad es que el problema es de 10 mås sen-
puede ser considerada como imitaciön.
cillo. La verdad de la literatura coincide con la verdad social del
iC6mo es posible que una idea fija tan grotesca como la que
contenido. Desde este punto de vista, la novela de Cervantes no es
domina a Don Quijote pueda acceder, en una novela de aliento
tan poderoso, y al hilo de toda una larga serie de aventuras, a una
ünicamente Ia primera novela burguesa, sino que debe ser consi-
acentuaci6n, incluso, de su caråcter fantåstico? iC6mo es posible
derada, al mismo tiempo, como una de las mayores novelas rea-
que Don Quijote se reitere una y Otra vez en esta posiciön de ce-
listas de todos los tiempos.
iCömo puede ser semejante elemento fantåstico a la vez rea- guera e incomprensiön ante Ia realidad, sin que por ello su con-
ducta parezca declaradamente inverosfmil? iCÖmo es posible que
lista y poético? Porque Cervantes no configura un caråcter arbitra-
tan amargas y ridiculas experiencias no le Ileven a un definitivo
riamente extremo ni unos actos no menos extremos, que Ileven
arbitrariamente a 10 fantåstico. Para él 10 extremado no es sino desengafio?
la concentraciön literaria de las determinaciones sociales, de Ios
Ésta es precisamente la dimensi6n en la que la radical profun-
didad de Cervantes y su fuerza creadora de tipos evidencian toda
problemas sociales dados, en una figura, en sus acciones y aven-
su grandeza. Ha sabido reconocer que se trata de un talante en el
turas. Lo fantåstico se debe, precisamente, a que Don Quijote no
es un sofiador arbitrario, sino una personalidad singular que pre- que no hay lugar para el desengafio, porque su esencia radica
tende Ilevar todos sus sentimientos y pensamientos al terreno de la
en la incapacidad de Ilegar a conocer verdaderamente Ia realidad.
acciön y, ademås, inmediatamente, que sigue su camino de manera
Cuando se da cuenta de que los gigantes contra los que acomete
454 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 455

lanza en ristre no son sino molinos de viento, Don Quijote estå lar podemos ver en Balzac como el desecho moral de los legiti-
plenamente convencido de hallarse frente a un encantamiento. mistas se hacia con los mejores frutos del capitalismo ascendente,
Cuando el gran amor de su Vida caballeresca la poética y etérea en tanto que aquellos que verdaderamente habian luchado y su-
Dulcinea— se revela como una briosa y rechoncha campesina, una frido por Ia reaccionaria causa del legitimismo eran arrojados
vez mås Don Quijote cree de manera consciente ser victima de a un lado y languidecfan en la miseria. También en Turgueniew
otro «encantamiento». La «verdadera» realidad estå constituida vemos configuradas épocas de transiciön similares.
ante sus Ojos por los gigantes y la hermosa Dulcinea; la «verda- En Don Quijote cobran de nuevo Vida las mayores —y, en otro
dera» realidad no es para él sino la Edad Media idealizada. Y a tiempo, progresistas — virtudes de la época caballeresca con fuerza
pesar de los golpes que recibe, a pesar de los escarnios que ha de ejemplar. En 10 concerniente a su Vida animica, no cabe duda de
sufrir, jamås aquello que en verdad constitufa la realidad social que acoge dentro de si estas virtudes con fidelidad inamovible. La
de su época Ilega a cobrar Vida en su consciencia. Con todo Jo decadencia de su clase, como lÖgica consecuencia de todo ello,
cual Cervantes ha descubierto un tipo de amplia y larga validez no se traduce en él en una degeneraciön de los rasgos de su ca-
respecto del modo de comportamiento de toda una estirpe humana råcter, rasgos que jamås adquieren un tono mezquino, perverso
en la sociedad clasista. Recordemos 10 que Marx decia del Par- ni vulgar. La sociedad clasista a la que integramente pertenece ha
tido de la «Montafia» de la Revoluciön de 1848, de esos democratas desaparecido para siempre del escenario de la historia, de tal modo
pequefio-burgueses que vivian en el mundo de suefios de la gran que precisamente sus mejores cualidades, las mås positivas, no
revoluciÖn burguesa de manera semejante a como Don Quijote en puede menos de parecer 10 contrario de 10 que son, cuando no caen
el de las novelas de caballeria. Marx escribe: «En todo caso el francamente en 10 comico, en el momento mismo en que Don Qui-
dem6crata sale de la derrota mås ignominiosa tan inmaculado jote pretende intervenir activamente en la sociedad. «La razön
como inocente entrö en ella, con la convicciån de nuevo adquirida se convierte en locura, las buenas acciones en calamidades», dice
de que tiene necesariamente que vencer, no de que él mismo y su Mefistöfeles en el «Fausto» goethiano.
partido tienen que abandonar la Vieja posici6n, sino de que, por Cervantes desvela en este punto, con genial capacidad de gene-
el contrario, son Ias condiciones las que tienen que madurar para ralizaci6n literaria, una verdad extremadamente profunda: el ca-
ponerse a tono con él». * råcter relativo, sujeto a las transformaciones de tipo histörico-
Paralelamente a Cervantes luchaba su gran contemporåneo social, del delito y de la virtud, de las buenas y de las malas
Shakespeare en obras de gran fuste contra la ideologia del feuda- cualidades, de 10 sublime y de 10 ridiculo, de 10 trågico y de 10
lismo decadente. Bien trågicas (Ricardo Ill), bien cömicas (Fals- c6mico. Cada etapa de la evoluciÖn social pone a sus promotores
taff) hace desfilar ante nosotros toda una serie de figuras, perfecta- ante nuevas tareas; ünicamente puede considerarse como virtuoso,
mente captadas, tipicas de la descomposiciön. Los dos grandes es decir, como positivo, todo cuanto resulte ütil a esta evoluciön.
escritores combaten en la misma direcciön, es decir, en la direc- Sf, incluso los conceptos aparentemente mås «intemporales» de la
ciÖn del progreso. Sus métodos artisticos, sin embargo, son anta- estética, es decir, 10 trågico yc6mico, ünicamente en este con-
10
gönicos. Shakespeare nos pone siempre ante la corrupci6n moral texto pueden obtener un sentido concreto. Escribiendo sobre el
del feudalismo. Corrupci6n que en Ricardo Ill Ilega hasta 10 demo- periodo anterior y posterior a la Revoluciön Francesa, Marx ilu-
niaco, en tanto que en Falstaff se degrada a una mezquindad ri- mina el destino de los partidarios de la Vieja Monarqufa, hace ver
dicula. Con idéntica profundidad y fidelidad a la verdad Cervantes cömo al hilo de la evoluciån social, y en virtud, precisamente,
se enfrenta, sin embargo, con el problema desde un ångulo distinto. de ello, 10 trågico acaba convirtiéndose en cömico. Se trata, en
También en este punto vislumbr6 Cervantes, y configur6, un suma, de un proceso que Cervantes configura artisticamente. Y pre-
serio y tipico problema de la evoluciön historica. De manera simi- cisamente la honorabilidad, Ia inteligencia y Ia valentia de su héroe
arrojan sobre esta verdad una luz adecuada. Don Quijote acaba
convirtiéndose en una figura irresistiblemente cömica no en virtud
* Karl Marx: eDer 18. Brumaire des Louis Bonaparte», texto incluido en Ia de determinadas deficiencias personales de su caråcter, sino a
ediciön de los eEscritos politicos» de Marx, I.er tomo, de Cotta-Verlag, Stutt- consecuencia exclusiva de la situaciön histörica, situaciön que mo-
gart, 1960, påg. 268. (Hay traducci6n rastellana: "EI 18 Brumario de Luis Bona-

parte», Barcelona, 1968.) (N. det T.) tiva la transformaciön inexcusable de sus altas cualidades morales
457
Realistas alemanes del siglo XIX
456 Georg Lukåcs
novela de Cervantes, no hay que perder de vista a Sancho Panza,
en cualidades verdaderamente perniciosas. Cervantes aprehende el polo opuesto, la figura antitética de Don Ouijote. Cervantes
también asf los rasgos tipicos de una evoluci6n de siglos. no se limita a oponer en algunas aventuras el sano sentido comfin,
Pensemos, por aducir un ejemplo extremo, en una de las figuras muy campesino, del escudero a la locura del caballero andante.
de Sholojov, en Nagulnow. En él laten las mejores cualidades del (Y cuando 10 hace muestra una y Otra vez que Sancho Panza es, a
héroe tipico de la guerra civil; cualidades a Ias que se mantiene pesar de todo, un compafiero fiel de Don Quijote en todas sus
fiel sin elaborarlas, matizarlas, ni adecuarlas al paso del tiempo,
locuras; Sancho Panza se rie, es verdad, de Don Quijote, pero
de tal modo que acaban revelåndose como perniciosas, como real- se une a él con fidelidad y honradez.) EI antagonismo es, en rea-
mente peligrosas en la lucha por 10 nuevo. Nagulnow Ilega a con- Iidad, mucho mås profudizado. No hay ocasiön en la que Don
Quijote no sufra un descalabro. Cuando en la corte ducal, sin em-
vertirse en una figura tragicomica. Entre los «gastos generales» de
las grandes transformaciones sociales figuran forzosamente hechos bargo, se decide, en un momento de capricho, convertir a Sancho
como éste, es decir, hundimientos de figuras humanamente valio- Panza en gobernador de una insula, la sensata sabiduria con que
sas que se pierden sin aportar utilidad alguna, es mås, dando éste resuelve todos los problemas espinosos que se presentan, ahoga
lugar incluso a perjuicios sociales. todo intento de escarnio. Henos aqui, pues —precisamente en el
Pero écömo definir a Don Ouijote? •i Es una figura positiva o sentido en que Don Quijote constituye un punto culminante, en
negativa? (En Shakespeare el problema ofrece siempre un contorno la historia universal, de la comicidad satirica—, e
limpido y sencillo.) Incluso los mås grandes escritores y pensa- opuesto: no podemos menos de refrnos de todos aquellos que
dores burgueses han cafdo a este respecto en contradicciones apa- pretenden divertirse a costa de Sancho Panza.
rentemente insolubles. Heine, por ejemplo, dice refiriéndose a Ia También en esto es Cervantes el fundador de la novela burguesa
novela de Cervantes que se trata de una såtira contra el entu- de cufio realista; percibe y hace ver la superioridad moral e inte-
siasmo. Incluso un gran poeta como Heine puede plantear el pro- lectual del pueblo sobre las clases dominantes. Cervantes es, pues,
blema de manera abstracta, de tal modo que acaba situåndolo elprimero en pulsar unos tonos que luego serån perceptibles de
en una direcciön falsa. El objeto de la såtira de Cervantes no es el Diderot y Walter Scott a Balzac y Tolstoi en todos los auténticos
entusiasmo en general, sino el preciso entusiasmo de Don Quijote, representantes del realismo critico. (1952)
es decir, un entusiasmo penetrado de determinados contenidos
clasistas, y la såtira va dirigida, precisamente, contra estos con-
tenidos concretos. Lo que da lugar, como es obvio, a una ilumi-
naci6n muy singular del entero mundo de Ia novela. El lector des-
prevenido se rie de Don Quijote, se burla de su visi6n del mundo, de
sus objetivos, pero al mismo tiempo siente una profunda simpatia
hacia Ia pureza moral de su entusiasmo.
La soluci6n del enigma estå en el problema de las transiciones,
en las que se disuelven las formaciones sociales clasistas. La rela-
tividad de las virtudes tiene hoy un sentido de todo punto dife-
rente. De tal modo que el ejemplo de Don Quijote no puede sernos
de utilidad a este respecto. (También el Nagulnow de Sholojov es
un fiel revolucionario, que se ha lanzado por un camino equivo-
cado.) El caråcter de las Viejas transiciones era muy distinto: en
el progreso venian contenidos a menudo —precisamente en el
dominio moral y cultural — elementos declaradamente regresivos.
Engels 10 expone muy acertadamente en su exposici6n de la deca-
dencia del comunismo primitivo y Cooper describe esta transiciön
muy bellamente en una de sus obras.
Si se quiere obtener una imagen medianamente global de Ia
30 - BEALLSTAS
Sobre un aspecto de la actualidad de Shakespeare

En la escena los destinos se convierten en imågenes. Pero Jas


imågenes escénicas que ayer vimos y que vemos hoy son, en los ca-
sos mås raros, imågenes de los destinos shakesperianos. Suele
decirse que el regisseur genial transforma la simple trama de
palabras en plasticidad visual. En realidad ocurre que en Shakes-
peare los verdaderos destinos estån contenidos en los propios
diålogos y las escenas teatrales no pasan de ser, por 10 general,
pobres duplicados o destrucci6n y falseamiento petulantes de
aquellos que ya en Ias palabras viene perfectamente construido.
Las palabras del diålogo expresan las tensiones en la relaciön
existente entre el ser humano y la sociedad terreno y vehiculo
de su destino —
y en virtud de esta tensiön acaban convirtiéndose
en imågenes. No por imitar columnatas se obtiene la escena de Ia
tragedia griega. Lo que importa es el ciudadano de la polis, que,
en la medida en que madura hasta convertirse en una individua-
Iidad, desborda su existencia como tal ciudadano de la polis, sin
que, sin embargo, pueda interiormente— ir mås allå de su con-
diciön de tal ciudadano. Y asi surge esta escena, el paisaje anfmico
de las tragedias griegas: todavia armonioso en Esquilo, donde el
juicio divino retrotrae la venganza trågica al orden de la polis;
Ileno de tensiön en Söfocles, donde la conversiön de la moral de
la polis en ética individual va acompafiada de una armonia trågica
entre alma y acciön, personalidad y sociedad. Surge asi una armo-
nia estructurada interiormente muy rica que, hasta la apariciön
de Shakespeare, no tiene par.
La escenificaciön del moderno drama burgués es diametralmente
opuesta. La sociedad ha ganado infinitamente en poder fåctico, pero
ha perdido su concreta fisonomia de la polis (y de la Edad Media),
toma el aspecto de un medio que se situa frente a los humanos a Ia
manera de una fuerza extrafia e irresistible. La intimidad humana
estå a un tiempo atada a este medio y carente de raices con él. Su
aspiraciön es salvarse, por 10 menos en un plano interior, de Ia
30' • REALISTAS
460 Georg Lukåcs
Realistas alcmanes del sigto XIX 461

autoenajenaciön surgida por este camino. De aqui que la imagen de modo idéntico a como jamås ha Sido en él configurado el pri-
escénica acceda aqui por vez primera en la historia del drama — mado indisoluble del nücleo humano, incluso ante todas sus obje-
tivaciones. Shakespeare conocfa a Maquiavelo, habfa aprendido
a la condiciön de figura autönoma. Existe independientemente del
diålogo, aunque éste sÖlo sea posible en el seno de un medio seme- mucho de y le habia dedicado no poca atenci6n, pero en todas
él

jante. Esta escenificaciån ancla profundamente en el ser social de sus grandes figuras la actuaci6n politica y el destino social son
absorbidos en la sustancia ética del individuo, cobran la apariencia
la era burguesa; expresa, como ya dijo hace mås de Cien anos
Friedrich Hebbel, ela terrible fijaciön de la Vida a la unilaterali- de modo o atributo suyo.
dad». Este tema, la deformaci6n y enajenaciån de la personalidad
En todo esto viene contenida una profunda y abarcadora visi6n
del mundo que se manifiesta una y Otra vez en el fluido de la natu-
humana en el medio de la sociedad burguesa, y la trågica. comica
y tragicomica lucha contra todo ello es configurado dramåtica- raleza popular preservada. Shakespeare comparte, por otro lado, la
escena, en 10 tocante a sus rasgos externos, es decir, 10 escénico
mente desde Hebbel y Ostrowski a Chejov y O'Neill. De ahi que
10 unico consecuente sea que quienes hayan de poner pråcticamente
en sentido técnic()-teatral, con sus contemporåneos. En la mayorfa
en escena el teatro de este periodo construyan un medio escénico de éstos no pasa de ser una forma escénica tradicionalmente dada
que jamås deje de ser exactamente eso, un medio, por mucho que que les resulta util para sus fåbulas y figuras. En Shakespeare, por
el contrario, de esta situaci6n se desprende una unidad indisoluble
el refinamiento subjetivista haga crecer la importancia de los ta-
lentos personales en la escena. entre 10 interno y 10 externo. Para Ia concreta ilustraci6n de todo
ello harfa falta un libro bien extenso. Hablando en términos muy
La escena de Shakespeare constituye un gran tertium datur
entre estos dos extremos. Ha salvado las formas populares ex- generales, 10 que entra en juego es el ritmo y la atm6sfera de
ternas de la Edad Media, con el fin de dar Vida en ellas, y a través una serie de escenas cortas que se transforman råpidamente. El
de su mediaciån artistica, a las nuevas grandes tragedias renacen- ritmo de la curva del destino no constituye jamås en Shakespeare
tistas que discurren entre la dimensiån individual y la social. La una mera Ifnea general de largo trazado — aunque también 10
situaciån privilegiada de Shakespeare entre sus contemporåneos sea se compone, por el contrario, de instantes explosivos y mul-
ticolores, que parecen desaparecer sin dejar rastro de manera in-
se debe, por un lado, a que jamås ha difuminado el multicolor
caråcter popular de las escenas por insistir en «clasicismo» algu- mediata en su hic et nunc. De su sucesi6n dramåtica y de su pro-
no, y, por otro, a que en todo momento sostiene, en una atmösfera ceso de contrastaciones y reciprocidades se desprende, en ültima
trågica y tensa, el dominio de la armonia ültima de la unidad instancia, una nueva unidad cargada de contenido. Lo cual tiene,

ética entre 10 personal y 10 social. El Renacimiento tiene una doble respecto de las diversas y por 10 general muy cortas escenas, de
linea en la concepci6n de los seres humanos. Por primera vez en las que se compone la tragedia, importantes consecuencias escé-
nico-estilfsticas. Ocurre, sobre todo, que cada una de estas escenas
la historia confiere a la perfecciön de la individualidad humana
en este mundo un valor måximo. A1 mismo tiempo, sin embargo, constituye una individualidad aut6noma indisoluble, una m6nada
completa en sf misma: su pintoresca esencia dia16gica y el ir y
fundamente en la postura del hombre fretne al mundo, frente
venir interior de los movimientos animicos en ella concentrados
a la sociedad y frente a la naturaleza ese tipo de conductas y
actuaciones que después figurarån en la rafz de la diferenciaci6n imposibilitan su directa inmersi6n en una globalidad general. (Pién-
sese, por el contrario, en la unidad de trasfondo de todas y cada
en la divisiön social del trabajo. Asi, por ejemplo, en la separaciön
introducida por Maquiavelo entre ética y actuaci6n politica, o en una de las tragedias griegas, o en la aprioristica sintesis de talantes
la creencia galileana en el mundo como libro escrito en caracteres que domina en todo drama burgués. A pesar de todas sus diver-
gencias, «Die Wildente», «EI jardfn de los cerezos» y «Moon for
geométricos. A pesar de todo 10 cual el Renacimiento no deja de
the Misbegotten» estån situados, en este sentido, en una misma
estar, como muy bien ha visto Engels, todavia a las puertas de la
Ifnea.) La sintesis dramatürgica de las escenas shakesperianas es,
moderna divisi6n del trabajo.
por el contrario, una sintesis a posteriori. Descansa sobre la rela-
Uno delos rasgos caracterfsticos de Shakespeare es, precisa-
ci6n reciproca de individualidades aut6nomas e irrepetibles. La
mente, la evidencia de que, en efecto, aün no se ha Ilegado a tal
contraposiciån de la extensiån o de la brevedad y del contenido
divisiön. Jamås ha Sido configurado el caråcter indivisible y no
fragmentario del ser humano como en él, ni antes ni después, concretizador de los talantes son las fuerzas eståticas que, en ül-
462 Georg Lukåcs Realistas alemanes del siglo XIX 463

tima instancia, hacen de esta diversidad y multiplicidad una uni- y Otra vez se hacen intentos para aproximar este futuro inexistente
dad. Sin que la homogeneidad interior de cada una de las escenas al gris y åspero presente, insertåndolo mågicamente en él. Casi
deje de ser por ello menos dinåmica: se debe al diålogo y s610 siempre sin resultado. Ya el «Götz von Berlinchingen» de Goethe
al diålogo. Incluso los mås impetuosos acontecimientos naturales, era, menos una renovaciön de Shakespeare que un precedente de
como la tormenta en «Lear», estån vinculados con todo detalle, en las novelas de Walter Scott. Y casi todos los intentos siguientes
sus exaltaciones y aminoraciones, a las drmnatis personae, a los — muy distintos entre si— fracasaron al convertir el mundo car-
destinos puramente humanos. En todo caso —y éste es el punto gado de diålogos de Shakespeare una y otra vez en un medio his-
en el que la radical objetividad de Shakespeare, objetividad que törico-social, casi siempre de considerable valor poético y dra-
puede Ilegar hasta la crueldad, dibuja toda su potencia — sin måtico, pero al que, sin embargo, faltaba la meta humana y
que por un sÖlo momento sean reducidos a talantes subjetivos. literaria tan ardientemente deseada. (Dicho sea de paso: nos re-
El fundamento de este juego escénico es la relaci6n existente ferimos aqui unicamente a los intentos importantes, no a las
entre hombre y mundo (entre hombre y sociedad, en ültima instan- numerosas imitaciones de tipo academicista.) Son pocas las ex-
cia), la manera como en la tragedia va imponiéndose la unidad de cepciones formadas por auténticas rupturas, al menos, en esta
preservaciön y decadencia, de plenitud humana y de ruptura, en el direcciön. Asi, por ejemplo, la concepciön de las figuras en «Boris
destino. En 10 tocante a este problema, la tensiön que se descarga Gudonow», de Puschkin, o en la ambientaciån escénica de «La
supera, en Shakespeare, en alcance y fuerza explosiva, a todos los muerte de Danton» de Büchner. Ambos consiguen, en buena me-
ejemplos anteriores o posteriores. Sin que por ello deje de estar dida, alzar su mundo hist6rico sobre 10 meramente ambiental. En
penetrada de una fe, Ilena de jovialidad interior, en el caråcter algunas de sus figuras y escenas Puschkin Ilega a aproximarse a la
intramundano e indestructible, aunque trågico, de Ia sustancia hu- atmÖsfera creadora de destinos de Shakespeare, y Büchner consigue
mana. Se ha comparado a menudo su arte con el de Mozart o en el esbozo y en Ia ordenaciön de sus escenas populares algo del
Rafael, Bach o Miguel Angel, Beethoven o Rembrandt. Aunque ritmo de aquél, en la medida en que a las grandes discusiones ideo-
parcialmente puedan tener algün elemento de verdad, estas com- lögicas de los protagonistas suceden siempre imågenes de la Vida
paraciones descuidan su unicidad cualitativa. Porque en Shakes- popular de Paris, en las que, sin directa referencia a ello, viene
peare estamos frente a una unidad indisoluble de la jovial y 10 siempre implicita la exacta respuesta social a todos los problemas
terrible, 10 måseståtico y 10 gracioso, 10 pintoresco ambiental y planteados.
la estricta linealidad. Una unidad que tampoco es primariamente No es ninguna casualidad que tanto Puschkin como Büchner
artistica. Descansa, por el contrario, en la visiön del mundo del fueran revolucionarios. Y tampoco es, sin duda, casual que en nues-
autor: el caråcter absolutamente intramundano de la perfecciÖn tros dias la ünica escenificaciön auténtica de Shakespeare haya
humana debe alejar toda teodicea, por muy etérea que haya acaba- Sido incitada igualmente por un revolucionario, por Brecht. Por
do siendo, del mundo exterior configurado, haciendo posible que supuesto que siempre ha habido una oposici6n a la escena enten-
los seres humanos precisamente en esta realidad confieran un dida como medio. Cuando se ignora que la escena como medio estå
sentido a su Vida, por muy trågica que ésta sea. Si Lessing hubiera fundada en la enajenaciön social de los seres humanos, o incluso
al menos aludido al parentesco ültimo existente entre Söfocles y cuando aün siendo consciente de esta relaciön no se pasa de una
Shakespeare se habrfa revelado como un gran critico. negaciön meramente contemplativa y, en consecuencia, vacia, de
Como se sabe bien, la auténtica gloria de Shakespeare, autor la enajenaci6n, Ias diversas formas de la escenificaciön abstracta
con gran éxito de numerosas piezas teatrales, comienza relativa- van degradåndose a la condici6n de experimentos puramente artis-
mente tarde. Hasta Ia era burguesa no es reconocido como genio ticos, poco significativos para el futuro del drama y de la escena.
de talla universal. A la manera de una Edad de Oro de la plenitud (De una auténtica, aunque desesperada, lucha contra la enajenaciÖn
humana es situado frente a un mundo en el que el hombre ha de surge, por el contrario siempre un drama importante, por supuesto
sostener una lucha desesperada para que su sustancia no quede en sentido burgués.) Los comienzos y el periodo medio de Brecht
totalmente fraccionada; una Edad de Oro que, al mismo tiempo, estån escénicamente, en no poca medida, bajo la influencia de la
brilla a 10 lejos, en el futuro, como una meta utöpica y remota. El oposici6n abstracta. Sölo cuando durante el curso de la lucha con-
mundo burgués no puede sustraerse a esta doble fascinaciön; una tra el hitlerismo fue viendo cada vez mås claramente que la salva-
464 Georg Lukåcs

ci6n de la sustancia humana del peligro de su destrucciÖn interna


y externa constituye el problema central de la configuraci6n dra-
måtica, comenz6 a desaparecer de su escena la dualidad entre el
ser humano y su trasfondo, y las personas entregadas a una acci6n
verdaderamente decisiva, tanto en 10 bueno como en 10 malo, co-
menzaron a expresar su esencia y su destino a partir de sf mismas,
es decir, de manera puramente dialögica. Fueron surgiendo asi es-
cenas culminantes que se distinguen cualitativamente también de
los mejores dramas burgueses, como la lucha de las madres en
«EI cfrculo de tiza caucasiano» o, sobre todo, el toque de tambor,
para dar la alarma, de la hija muda de Madre Coraje. En la actual
vigencia universal de Brecht domina preferentemente, en un senti-
do estilfstico, la abstracciön de su periodo medio, de la que por
supuesto no dejan de conservarse algunos elementos en el ültimo.
Pero el simple hecho de esta incipiente —y por la muerte de Brecht Esta obra, publicada por
desgraciadamente detenida — ruptura evidencia que la gran actuali- EDICIONES GRIJALBO, S. A.
dad de Shakespeare, como triaca literariamente de 10 mås efectiva termin6se de imprimir en Ios talleres de
contra la enajenaci6n, al modo de una actividad realmente revolu-
Imprenta Socitra, de Barcelona,
cionaria a favor de la renovaciön del drama, tiene una fuerza Ilena
el dia 20 de noviembre
de Vida y puede ejercer una gran precisamente hoy, en
influencia,
la superaciån de la escenificaci6n entendida como creaci6n de un de 1970
medio.

(1964)

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