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yp nt : Coleccién Joseph de Maistre Clisicos del Pensamiento Director Antonio Truyol y Serra Consideraciones sobre Francia Presentaci6n de ANTONIO TRUYOL Y SERRA. Traduccién y notas de JOAQUIN POCH ELIO CAPITULO I De las revoluciones Estamos todos vinculados al trono del Ser supremo + poruna cadena flexible, que nos retiene sin sojuzgarnos, Lo que hay de més admirable en el orden universal de las cosas es la accidn de los seres libres bajo la mano divi- na. Libremente esclavos, operan a la vez Voluntaria y ne- cesariamente: hacen realmente lo que quieren, pero sin poxler perturbar los planes generales. Cada uno de estos seres ocupa el centro de una esfera'de actividad, cuyo didmetro varfa segtin el arbitrio del eterno gedmetra, que sabe extender, restringir, detener o dirigir la voluntad, sin alterar su naturaleza En las obras del hombre, todo es pobre como el autor; Jos planes son restringidos, los medios rigidos, los meca- nismos inflexibles, los movimientos penosos, y Ios resul- tados monstonos. En las obras divinas, las riquezas de lo infinito se desvelan hasta en el menor elemento; su po- tencia opera actuéndose: en sus manos todo es flexible, nada se le tesiste; para ella todo es medio, incluso el obs. téculo: y las irregularidades producidas por la operacién de los agentes libres vienen a alinearse en el orden gene- se imagina un reloj del cual todos los mecanismos variasen continuamente de fuerza, de peso, de dimen- sin, de forma y de posicién, y que sefialasen sin embar- 4. JOSEPH DE MAISTRE g0 la hora invariablemente, se tendré una idea de la ac- ign de los seres libres en orden a los planes del Creador, En el mundo politico y moral, como en el mundo fisi- co, hay un orden comtin, y hay excepciones a este orden, ‘Comiinmente vemos una serie de efectos producidos por Tas mismas causas; pero en ciertas Epocas vemos acciones suspendidas, causas paralizadas y efectos nuevos. Elmilagro es un efecto producido por una causa divina ysobrehumana, que suspende o contradice una causa or- dinaria. Que en el corazén del invierno un hombre orde- nea un érbol, ante mil testigos, que se cubra sabitamente de hojas y frutos, y que el arbol obedezca, todo el mundo gritard milagro, y se inclinard ante el taumaturgo. Pero la Revolucién francesa, y todo lo que sucede en Euro- pa en este momento, es tan maravilloso, en su género, como la fructificacién instanténea de un arbol en el mes de enero: sin embargo los hombres, en lugar de admirar, iran a otro lado o disparatan. En el orden fisico, en que él hombre no entra como causa, se aviene a admirar lo que no comprende; pero en aesfera de su actividad, en que siente que es causa libre, su orgullo le lleva fécilmente a ver el desorden doquiera que su accién sea suspendida o perturbada. Ciertas medidas que estiin en el poder del hombre pro- ducen regularmente ciertos efectos en el curso ordinario de las cosas; si él falla su objetivo, sabe por qué, 0 cree saberlo; conoce los obstéculos, los pondera, y nada le asombra ero en los tiempos de revoluciones la cadena que liga al hombre se acorta bruscamente, su accién disminuye, y sus medios le engafian. Entonces, arrastrado por una fuerza desconocida, se revela contra ella y, en lugar de besar la mano que le sujeta, la desconoce 0 la insulta. ‘No comprendo nada, es la gran palabra del dia. Esta palabra es muy sensata, si nos vuelve a la causa primera que da en este momento un tan gran espectéculo a los hombres. Es una estupidez, si no expresa mas que un despecho o un abatimiento est CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 5 «;Cémo entonces (se exclama en todas partes)? jLos hombres més culpables del universo triunfan sobre el uni- verso! {Un regicidio espantoso tiene todo el éxito que po- dian esperar de él los que lo han cometido! ;La monar- ‘quia esta entumecida en toda Europa! ;Sus enemigos encuentran aliados hasta en los tronos! ;Todo va bien para los malvados! ;Los proyectos mas gigantescos se ejecetan por su parte sin dificultad, mientras que el buen partido es desgraciado y ridiculo en todo lo que empren- de! ;La opiniGn persigue Ia fidelidad en toda Europa! jLos més destacados hombres de Estado se engafian in- Variablemente! jLos mas grandes generales son humills- dos! Etc.» Sin duda, pues la primera condicién de una revolucién decretada es que todo lo que podia prevenirla no existe, ynnada marcha bien para los que quieren impedirla, Pero nunca el orden es més visible, nunca la Providencia es ‘mis palpable que cuando la acci6n superior sustituye a la del hombre y opera completamente sola: es lo que noso- {ros vemos én este momento. Lo que hay de més sorprendente en la Revolucion francesa es esta fuerza arrebatadora que doblega todos los obstaculos. Su torbellino arrastra como a una paja li- gera todo lo que la fuerza humana ha sabico oponerte. Nadie ha contrariado su marcha impunemente. La pure- za de los motivos ha podido ilustrar el obstéculo, pero 80 es todo; y esta fuerza celosa, avanzando invariable- mente hacia su fin rechazaigualmente @ Charette, Du- mouriez y Drouet Se ha observado, con gran raz6n, que la Revolucién francesa lleva a os hombres mds de 1o que los hombres la llevan a ella, Esta observacién es de la mayor exacttud; y, 1 Francisco Atanasio Charette de la Contre, jefe de los chuanes en Ja Vendée (1763-196), Carlos Francisoo Dumouriez, general que ‘manda en la batalla de Valmy (1739-1823) Juan Bautista Drouet, jefe ‘de cosas en Sant-Menehould, donde es detenido Luis XVI en su it tento de fag (1763-1828) (N. del T.) 6 JOSEPH DE MAISTRE aunque se pueda aplicar mas 0 menos a todas las grandes revoluciones, sin embargo nunca ha sido més relevante que en esta época, Incluso los malvados que parecen conduc la revolu- ccién no son en ella més que simples instrumentos; y desde el momento en que tienen la pretensién de domi narla caen innoblemente. Los que han establecido la re- piiblica lo han hecho sin quererlo y sin saber lo que fan; han sido conducidos por los acontecimientos. Un proyecto previo no habrfa tenido éxito, ‘Nunca Robespierre, Collot o Barére pensaron en esta- blecer el gobierno revolucionario y el régimen del terror; fueron conducidos insensiblemente por las circunstan= cias, y nunca se volver a ver nada semejante. Estos hombres, excesivamente medioctes, ejercieron sobre tuna nacién culpable el mas espantoso despotismo del que Ia historia haga mencién, y seguramente eran los hombres del reino mas asombrados de su poder. Pero, en el momento mismo en que estos tiranos de- testables hubieron colmado la medida de crimenes nece- sarios a esta fase de la revolucién, un soplo los dertib6, Este poder gigantesco que hacia temblar a Francia y a Europa no resistié ef primer ataque; y como no debia haber nada grande, nada augusto en una revolucién ‘completamente criminal, la Providencia quiso que el pri- mer golpe fuese dado por los septembristas, afin de que Ja justicia misma fuese infame ‘A menudo uno se asombra de que hombres més que mediocres hayan juzgado mejor Ia Revolucién francesa ‘que hombres de gran talento; que hayan creido firme 2 Por la misma razin, el honor es deshonrado. Un periolsta (el Republicano) ha dicho eon mucho atino 9 justeza: «Comprendo my Dien cémo se puede despantelzar a Marat, pero no conetbriacémo se ‘podrd devmaruitsar el Pantedn.» Se quejan de ver el exerpo de Tureane ‘lvidado en el rien de un museum, al lado del esqueleto de un i mal: jQué imprudenca!, era lo suicente para hacer sutgr Ia idea de frtojar al Pantedn estos restos venerabes CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 7 mente, cuando politicos consumados no crefan en ella to- davia. Es que esta persuasién era una de las piezas de la revolucién, que no podfa triunfar mas que por la exten- sin y la energia del espiritu revolucionario, 0, si es per- nitido expresarse asi, por la fe en la revolucion. Ast, hombres sin genio y sin conocimientos han conducido muy bien To que ellos llamaban el carro revolucionario; han osado todo sin temor a la contrarrevolucién; han ca minado siempre hacia delante, sin mirar atris; y todo les ha ido bien, porque no eran sino los instrumentos de una fuerza que Sabfa més que ellos. No han cometido faltas en su carrera revolucionaria, por la misma raz6n que el flautista de Vaucanson * nunca emitié una nota en falso.. El torrente revolucionario ha tomado sucesivamente diferentes direcciones; y los hombres mis destacados en fa revoluci6n no han adquirido el grado de poder y de ce- lebridad que podia corresponderles, més que cuando se- guian la corriente del momento: desde que han querido ‘ponerse a ella, o solamente separarse de ella, aiskindo- se, trabajando excesivamente para si mismos, han desa- parecido de la escena, ‘Considerad aquel Mirabeau que tanto ha destacado en la revolucién; en el fondo, era el rey del mercado *. Por Jos erimenes que ha hecho, y por los libros que ha hecho hacer, ha secundado e! movimiento popular; se colocaba detrés de una masa ya puesta en movimiento y Ia empu- jaba en un determinado sentido; su poder no se extendié nunca més alld; compartia con otro héroe de la revolu- 2 Sgues de Vaucamson, Mecinco frames nacido en Grenoble const de vation satmats (lsu Tos at ue medabua) Sng le vateron popelriad (Set 7) $s des meters se aman i extrctra prema el antique sépinen,a personas de cada oo artestnado ques eefan bao nominact, un tanto roncn, d reyes sys hab de odes bexdangers rode menue Coando tga toto laa rd A farts Mabe, pre, srateament, querer exit Dao ey de panopanes erie ue ala purl sigocn ie cmp Jan, (N. del T.) 7 : " ae i 8 JOSEPH DE MAISTRE ‘ida § el poder de agitar la multitud sin tener el de domi- narla, lo que constituye el verdadero sello de la medioeri- dad en los desordenes politicos. Facciosos menos brillantes, pero en efecto mas habiles y més poderosos que él, se servian de su influencia en provecho propio. ‘Tronaba desde la tribuna, pero era engatiado. Decia al morit, que, si hubiese vivido, habria reunido las piezas es- parcidas de Ia Monarquia; y cuando habia querido, en el ‘momento de su mayor influencia, solamente pretender el ministerio, sus subalternos lo hiabfan rechazado como a En fin, cuanto mas se examinan los personajes en apa- riencia més activos de la revoluci6n, tanto més se en- cuentra en ellos algo de pasivo y de mecéinico. Nunca se repetiré demasiado que no son los hombres los que Ile van la revolucién, es Ia revolucién la que emplea a los hombres. Se dice’ muy bien cuando se dice que ella va completamente sola. Esta frase significa que nunca la Di vinidad se habia mostrado de una manera tan clara en rningtin acontecimiento humano. Si emplea los instru- mentos mas viles es porque castiga para regenerar. © LaFayette (v, del 7) CAPITULO IL Conjeturas sobre las vias de la Providencia en la Revolucion francesa Cada Nacién, como cada individuo, ha recibido una misién que debe cumplir. Francia ejerce sobre Europa una verdadera magistratura, que seria initil discutir, de la cual ha abusado de I manera més culpable. Estaba sobre todo a la cabeza del sistema religioso, y no es sin razén que su Rey se llamaba cristianisimo: Bosstct no ha dicho nada de més en este punto. Ahora bien, como se haservido de su influencia para contradecir su Vocacién y desmoralizar a Europa, no hay que asombrarse de que haya sido reconducida por medios terribles. Desde hacia mucho tiempo no se habia visto un castigo tan espantoso, infligido a un tan gran nimero de culpa- bles. Hay inocentes, sin duda, entre los despraciados, pero hay muchos menos de lo que comtinmente se imagina. ‘Todos los que han trabajado en apartar al pueblo desu cteencia religiosa; todos los que han opuesto sofismas metafisicos a las leyes de la propiedad; todos los que han dicho: golpead siempre que nosotros ganemos en ello, todos los que han atentado contra las leyes fundamenta- les del Estado; todos los que han aconsejado, aprobado, favorecido las medidas violentas empleadas contra ei rey, ete. todos estos hast querido la revolucidn, y todos 10 JOSEPH DE MAISTRE Js que la han aceptado han sido con toda justicia sus vie~ as, incluso de acuerdo con nuestra limitada visiGn. ‘Gemimos al ver a sabios ilustres caer bajo el hacha de Robespierre. Nunca humanamente se lamentaré lo suli- ciente; pero la justicia divina no tiene el menor respeto or los geémetras o los fisicos. Demasiados sabios fran- ceses fueron los principales autores de la revolucién; de- ‘masiados sabios franceses la amaron y la favorecieron, en tanto que ella no abati6, como el bast6n de Tarquino, ‘mas que las cabezas dominantes. Ellos decfan como tan- tos otros: Bs imposible que una gran revolucién se opere sin producir desgracias. Pero cuando un fildsofo se con- suela de estas despracias en vista de os resultados, cuan- do dice en su corazén: Hay que transigir con cien mil ert- ‘menes siempre que seamos libres; si la Providencia le responde: Acepto tu aprobacién, pero ti serds de ese nii- mero; ;edGnde esta ta injusticia? ,Juzgarfamos de otra manera en nuestros tribunale: Los detalles serfan odiosos; pero qué pocos franceses entre fos que se llaman victimas inocentes de la revolu- cidn a quienes la conciencia no les haya podide decir: Entonces, viendo de vuestros errores los tistes frutos, reconoced los golpes que habéis guiado” Nuestras ideas sobre el bien y el mal, sobre el inocente y el culpable, estn demasiado a menudo alteradas por ‘nuestros prejuicios. Declaramos culpables e infames & dos hombres que se baten con un hierro de una longitud de tres pulgadas; pero si el hierro tiene tres pies, el com- bate resulta honorable. Infamamos al que roba un eénti- ‘mo del bolsillo de su amigo; si toma a su mujer, eso no es nada. Todos los crimenes brillantes, que suponen un de- senvolvimiento de cualidades grandes o amables; todos los que especialmente se honran con el éxito, los perdo- amos, si no hacemos incluso virtudes de ellos; cuando © Racine, iphigénie,V.2. CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. 11 en verdad las cualidades brillantes, que rodean al culpa- ble, lo ennegrecen a los ojos de ia verdadera justicia, pata la cual el mayor crimen es el abuso de los dones. Cada hombre tiene ciertos deberes que cumplir, y la extensién de estos deberes est en relacion con su posi- cin civil y con la extensién de sus medios. Hay una gran diferencia, puesto que la misma accién criminal, no es {gual para dos hombres determinados, Para no salir de nuestro tema, un acto que no fue més que un error 0 un momento de locura por parte de un hombre oscuro, revestido bruscamente de un poder ili- mitado, podia ser un gran crimen por parte de un obispo ‘ode un duque y par del reino ”. En fin, hay acciones excusables, loables incluso seg Jos puntos de vista humanos, y que son en el fondo infini- tamente criminales, Sise nos dice, por ejemplo: He abra- zado de buena fe ta Revolucion francesa, por un puro amor de libertad y por el amor ami patria; he cretdo en mi «alma y conciencia que conducira ala reforma de los abu 308 yt la felicidad publica; 4 esto no tenemos nada que responder. Pero el ojo, para el cual todos los eorazones son didifanos, ve la fibra culpable; descubre, en una ridi- ula desavenencia, en un sentimiento de orgullo, en una pasién baja o criminal, el primer mévil de estas resolucio- ‘es que se quisieran ilustrar a los ojos de los hombres; y para él la mentira de la hipocresia injertada en la traicién ‘un erimen més, Pero hablemos de la Nacién en general. Uno de los mayores crimenes que se pueden cometer cssin duda el atentado contra la soberanta, ninguno tiene consecuencias més terribles. Si la soberania reside en tuna cabeza, y esta cabeza cae victima del atentado, el eri ‘men aumenia en atrocidad. Pero si este Soberano no hia ‘merecido su suerte por ningtin crimen; sisus virtudes han incluso armado contra él la mano de los culpables, el cri- ‘men ya no tiene nombre. En estos rasgos se reconoce la > Alusin a Talleyrand y al dugue de Orleans (amado Felipe Igualdad) (N. det 7) 12 JOSEPH DE MAISTRE muerte de Luis XVI; pero lo que es més importante des- tacar es que munca un mayor crimen ha tenido mds cém- plices. La muerte de Carlos I tavo muchos menos, y sin embargo era posible hacerle reproches que Luis XVI no merecid, Sin embargo, a aquél se le dieron pruebas del interés mas tierno y més valeroso; incluso el verdugo, que no hacia mas que obedecer, no 0s6 darse a conocer. En Francia, Luis XVI marché a la muerte en medio de 60,000 hombres armados, que no dispararon ni un tiro contra Santerre *, Ni una vozse elevé en favor del infor- tunado monarea, y las provincias se mantuvieron tan mudas como la’ capital. Seria arriesgado, se deca jFranceses!, si credis que esta raz6n es buena, no hableis tanto de vuestro coraje, o convenid en que lo habéis em- pleado muy mal . La indiferencia del ejéreito no fue menos notable. El ejército sirvié a los verdugos de Luis XVI mucho mejor de lo que le habia servido a él mismo, puesto que le habia traicionado. No se vio por su parte el més ligero testimo- nio de descontento. En fin, nunca un mayor crimen se re~ partié (verdadcramente con una multitud de gradacio- nes) entre un mayor mimero de culpables. Hay que hacer atin una observacin importante: con- siste en que todo atentado cometido contra la soberania, en nombre de la nacién, es siempre mas 0 menos un cri~ ‘men nacional; pues es’ siempre mas 0 menos también falta de la Nacidn, si un niimero cualquiera de facciosos se ha puesto en estado de cometer el crimen en su nom- bre. Asi, todos los franceses, sin duda, no han querido la muerte de Luis XVI; pero la inmensa mayorfa del pueblo hha querido, durante més de dos afi, todas las locuras, todas las injusticias, todos los atentados que condujeron ala catastrofe del 21 de enero. = Antoine Santee, poco revoluconaio francés (1752-1808). Paripo ena fomsde aaa, Fue comandant general d=la Gur. fia Naina Ea 195 tuo ol enargo de conduc ia fami al al “Templo y custodial de enero de 1793, <1 de acompaliar «Las XVTa a puilona, (A de 2) CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 13 Ahora bien, todos los erfmenes nacionales contra la soberania son castigados sin aplazamiento de una mane- ra terrible; es una ley que no consiente excepciones. Pocos dias después de la ejecucidn de Luis XVI, alguien cescribfa en el Mercurio Universal: Quizé no hubiera sido necesario hacer esto; pero, puesto que nuestros legislado- res han tomado el acontecimiento bajo su responsabili- dad, estrechemos filas en torno a ellos: extingamos todos los odios, y que no se hable mas del asunio. Muy bien: no hubiese sido necesario quizé asesinar al Rey, pero puesto «gue la cosa esta hecha, no hablemos mds, y seamos todos ‘buenos amigos. ;Oh demencia! Shakespeare sabia un poco mii de estas cosas cuando decta: La vida de todo in- dividuo es preciosa para él; pero ta vida de que dependen tantas vidas, la de los soberanos, es preciasa para todos. qHace un crimen desaparecer a majestad real? En el lugar que ella ocupaba, se forma una sima espantosa, y todo lo que la rodea se precipita en ella”. Cada gota de Ta sangre de Luis XVI costard torrentes a Francia; cuatro millones de franceses, quiz, pagaran con sus eabezas el gran crimen nacional de una insurreccin antirreligiosa y antisocial, coronada por un regicidio. {Dénde estén los primeros guardias nacionales, los primeros soldados, los primeros generales, que presta- ron juramento a la Nacién? {Dénde estan los jefes, los fdolos de aquella primera asamblea tan culpable, para quien el epiteto de constituyente sera un epigrama eter- no? {Dénde esta Mirabeau? {Dénde esta Bailly, con su hermoso dia? ;Dénde esté Thouret, que invent6 la pala- bra expropiar? {Dénde esta Osselin, el ponente de la pri mera ley que pronuncia la proscripeién de los emigra- dos? Se contarsn por millares los instrumentos activos de la revolucién, que han perecido de una muerte violen- ta, 4%, Hamlet, acto 3, escena 8. "© Mirabesa habia miverto en 1791; Billy, Thouret y Oslin fue: ton guilotinads. (N. de!) 14 JOSEPH DE MAISTRE Pero.es aqui también donde podemos admirarl orden en el desorden porque resulta evidente, por poco que se reflexione sobre ello, que los grandes culpables dela re volucién no podian caer sino bajo los golpes de sus com- plices, Sila fuerza sola hubiese operado lo que se llama la ‘contrarrevolucién y reemplazado al Rey en el trono, no hubiera habido medio alguno de hacer justicia. La mayor desgracia que hubiese podido suceder a un hombre deli- ‘ado seria tener que juzgar al asesino de su padre, de su pariente, de su amigo, o simplemente del usurpador de ‘us bien¢s. Ahora bien, es esto precisamente lo que hu- biera sucedido en el caso de una contrarrevoluci6n, tal ‘como se la entendia; pues los jueces superiores, por la sola naturaleza de las cosas, habrian pertenecido casi todos la clase ofendida; y la justicia, aun cuando no hu- biiera hecho mas que castigar, tendria todo el aspecto de tuna venganza. Por otra parte, la autoridad legitima guar- dda siempre una cierta moderaci6n en el castigo de los cri- menes que tienen una multitud de cémplices. Cuando ‘envia cinco o seis culpables a la muerte por el mismo cri- men, es una matanza: si consiente ciertas cosas, se hace ‘diosa. En fin, los grandes crimenes exigen desgraciada- mente grandes suplicios, y en esta materia es bastante facil traspasar los limites cuando se trata de crimenes de lesa majestad, y cuando el halago se hace verdugo. La hhumanidad no ha perdonado todavia ala antigua legisla- cin francesa el espantoso suplicio de Damiens ". ;Qué habrian podido hacer los magistradgs franceses con tres- cientos © cuatrocientos Damiens , y con todos los monstruos que cubrian Francia? {La espada sagrada de la justicia se habria abatido sin descanso como la guilloti- 1 Averiere omnes a tanta faediate spetacull oculos. Prinure ulti: ‘mumgue ilud supplictun apud Romanos exemplt parum memoris Tegurm humanaram ft Tt. id 138, de spp. Met "Robert Frangois Damiens (1715-1757) ateat6 contra ta vida de Luis XV. En un largusino proceso enge espantosos torments fvecon- sienado a muerte y desuactzad, (N. del.) CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. 15 na de Robespierre? {Se hubiera convocado en Paris a todos los verdugos del reino y concentrado todos los ca ballos de artilleria, para descuartizar hombres? {Se ha- bria hecho disolver en vastas calderas el plomo y el pez, para regar con ello os miembros desgarrados por las te nazas enrojecidas? Por otra parte, zcomo caracterizar los diferentes crimenes?, jcdmo graduar los_suplicios?, y sobre todo, ;eémo castigarsin leyes? Se habria escogido, sedird, a algunos grandes culpables, y todo el resto habria “obtenido gracia, Pero esto es precisamente lo que la Pro- videncia no queria. Y, como puede todo lo que quiere, ignora estas gracias producidas por la impotencia del cas tigo, Era necesario que la gran depuracion se cumpliese, y que las miradas quedasen sorprendidas; era necesario que el metal francés, desprendido de sus escorias octes.e impuras, se hiciese mas neto y més maleable entre las manos del futuro Rey. Sin duda, la Providencia no ha te- nido necesidad de castigar dentro de plazos para justi car sus vias; pero, en esta época, se pone a nuestro alean- ce, y castiga como un tribunal humano. Hubo naciones condenadas a muerte al pie de la letra como individuos culpables, y que sabemos por qué ©. Si entrase en los designios de Dios revelarnos sus planes respecto de la Revolucién francesa, leeriamos el castigo de los franceses como la sentencia de un parlamento. Pero jqué sabriamos mas? ,No es este castigo visible? {No hemos visto a Francia deshonrada por mas de 100.000 crimenes? {No hemos visto el suelo entero de este hermoso reino cubierto de patibulos, y esta desgra- ciada tierra empapada por la sangre de sus hijos en las matanzas judiciales, mientras que tiranos inhumanos la prodigaban en cl exterior para el sostenimiento de una guerra cruel, mantenida por su propio interés? Nunca el déspota més sanguinario ha manejado la vida de los © Levit, XVII, 21 y sig. XX, 23— Deuter, XVII, 9 ysig.— eg, XV, 24 —1V. Reg., XVil, 7 sig. y XXI, 2° Herodot, lib 1, § “#6, ia nota de Larehot Sobre este punto. 16 JOSEPH DE MAISTRE hombres con tanta insolencia, y munca el pueblo pasivo se present6 a la carnicerfa con mas complacencia. El hie~ 10 y el fuego, el fro el hambre, las privaciones, los su- frimientos de toda especie, nada le disgusta de su supli- cio; todo lo que le es consagrado debe cumplir su suerte; no se vera desobediencia, hasta que el juicio termine. 'Y sin embargo, en esta guerra tan cruel, tan desastro- sa, jeudntos punios de vista interesantes! ;Y emo se pasa por turno de la tristeza a la admiraciGn! Transporté monos a la época més terrible de la revoluci6n; suponga- ‘mos que, bajo el gobierno del infernal comité, el ejérci to, en una metamorfosis sibita, se hace de repente realista; supongamos que convoca por su parte sus asam- bleas primarias y que nombra libremente los hombres ms esclarecidos y més estimables para que le tracen la rata que debe mantener en esta dificil ocasi6n; suponga- ‘mos, en fin, que uno de los elegidos por el ejército se le~ vanta y di «Bravos y fieles guerreros, hay circunstancias en que toda la prudencia humana se reduce a escoger entre dife- rentes males. Es duro, sin duda, el combatir por el comi 16 de la salud publica; pero habria algo que seria mis fatal todavia, el volver nuestras armas contra él, En el instante en que el ejército se mezcle en la politica, el Es- tado serd disuelto; y los enemigos de Francia, aprove- chando este momento de disolucién, la penetraran y la ividirdn, No es por este momento por el que debemos, ‘operar, sino por la continuidad de los tiempos; se trata sobre todo de mantener la integridad de Francia, y noso- ‘ros no lo podemos hacer més que combatiendo por el gobierno, cualquiera que sea; pues de este modo Fran- cia, pese a sus desgarramientos interiores, conservaré su fuerza militar y su influencia exterior. En tiltima instan- cia, no es por el gobierno por Jo que nosotros combati- mos, sino por Francia y por el futuro Rey, que nos debe- 14 un Imperio mayor, quizé, del que encontré la revolucidn, Es pues un deber para nosotros vencer la re- Pugnancia que nos hace oscilar. Nuestros contempors: CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 17 rncos quizé calumniarén nuestra conducta; pero Ia poste- ridad le hara justicia.» Este hombre habria hablado como gran filésofo. ;Pues bien!, esta hipétesis quimérica el ejército la ha realizado, sin saber lo que hacfa; y el terror, por un lado, la inmora lidad y la extravagancia, por el otro, han hecho precisa- mente lo que una sabidurfa consumada y casi profética hubiese dictado al ejército, Reflexidnesc bien, y se verd que una vez establecido el movimiento revolucionario, Francia y la Monarquia no podian ser salvadas mas que por el jacol ; EL Rey no ha tenido munca un aliado, y es un hecho su- ficientemente evidente, para que no haya ninguna im- pridencia en enunciarlo, que la coalicién deseaba la de- sintegracién de Francia. ‘Ahora bien, ge6mo resist a la coalicién? {Con qué medio sobrenaiural quebrar el es- fuerzo de la Europa conjurada? El genio infernal de Ro- bespierre era el ‘nico que podia operar este prodigio. El gobierno revolucionario endurecia el alma de los france- ses al templarla en la sangre: exasperaba el espiritu de los soldados y redoblaba sus fuerzas por una desesperacién feroz y un desprecio de ta vida que eran pura rabia. El horror de los cadalsos empujando al ciudadano hacia las fronteras alimentaba la fuerza exterior, a medida que aniquilaba hasta la menor resistencia en el interior. Todas las vidas, todas las riquezas, todos los poderes es- taban en las manos del poder revolucionario; y este monstruo de poder, ebrio de sangre y de éxito, fenéme- no espantoso que nunca se habfa visto y que sin duda no se volverd a ver jamés, era ala vez un castigo espantoso para los franceses y el tinico medio de salvar a Francia. Qué pedfan 10s realistas cuando pedian una contra- revolucién tal como la imaginaban, es decir, hecha brus- ‘camente y por la fuerza? Pedian la conquista de Francia; pedian pues su divisién, el aniquilamiento de su influen- cia y el envilecimiento de su Rey, es decir, matanzas de tes siglos quiza; consecuencia infalible de una tal ruptu- ra de equilibrio. Pero nuestros descendientes, que se 18 JOSEPH DE MaISTRE preocuparin muy poco de nuestros sufrimientos y que danzaran sobre nuestras tumbas, se reiran de nuestra ig norancia actual; y se consolardn fécilmente de los exce- sos que hemos visto, y que habrén conservado la integri- dad del mas hermoso reino después del de los Cielos ©. ‘Todos los monstruos que la revolucién ha engendrado no han trabajado, segtin todas las apariencias, mas que por la realeza. Por ellos el brillo de las victorias ha forza- do la admiracién del universo, y circundado el nombre francés de una gloria de la cual los crimenes de la revolu- cin no han podido despojarle enteramente; por ellos el Rey volvera a subir sobre el trono con todo su brillo y toda su potencia, quiza incluso con un aumento de po- tencia. .Y quién sabe si, en lugar de ofrecer miserable- mente alguna de sus provincias para obtener el derecho de reinar sobre las otras, no las devolverd quiza, con la altivez del poder que da lo que puede retener? Cierta- mente se han visto cosas menos probables, Esta misma idea, de que todo se hace para ventaja de la Monarquia francesa, me persuade de que toda revolu- in realista es imposible antes de la paz; pues el resta~ blecimiento de la realeza aflojaria sibitamente los resor- tes del Estado. La magia negra que opera en éste ‘momento se disiparia como una bruma ante el sol. La bondad, la clemencia, la justicia todas las virtudes dul ces y apacibles reaparecerian de’repente y traerfan con ellas una cierta dulzura general en los caracteres, una ierta alegria enteramente opuesta al sombrio rigor del poder revolucionario. No més requisiciones, no més robos paliados, no mas violencias. Los generales, prece- didos por el estandarte blanco, no lamarian rebeldes a Jos habitantes de los paises invadidos, que se defendiesen legitimamente?, zy no les impondrian el no moverse, ‘bajo pena de ser fusilados como rebeldes? Estos horro- es, muy tiles al futuro Rey, no podrian sin embargo ser Grocio, De jure beac pacs, Epis. ad Ludovicum, XML CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. 19 cempleados por él; no tendria pues més que medios hu- manos. Estaria en paridad con sus enemigos; gy qué su- cederia en este momento de suspensién que acompaia necesariamente el paso de un gobierno a otro? Yo no lo sé. Siento sin embargo que las grandes conquistas de los franceses parecen poner la integridad del reino al abrigo (creo que se toca aqui la razén de estas conquistas). Sin embargo, parece siempre ser més ventajoso para Francia y para la monarquia que la paz, y una paz gloriosa para los franceses, se haga por la repiblica; y que, en el mo- mento en qué el Rey vuelva a subir sobre su trono, una paz profunda aparte de él toda especie de peligro. Por otra parte, es visible que una revolucién brusca, Iejos de curar al pueblo, le habria confirmado en sus ertores; que nunca habria perdonado al poder que le hu- biese arrancado sus quimeras. Como era del pueblo pro- piamente dicho, o de la multitud, de lo que los facciosos tenfan necesidad para trastornar Francia, es claro que en general debian tratarlo con indulgencia y que las grandes vejaciones debian recaer principalmente sobre la clase acomodada. Era pues necesario que el poder usurpador pesase durante largo tiempo sobre el pueblo para disgus- tarlo. No habia visto més que la revolucién: era necesa- rio que la sintiese, que la saborease, por asi decirlo, en sus amargas consecuencias. Quiz, ‘en el momento en que escribo, esto no se ha producido suficientemente. Debiendo por otra parte ser igual la reaccion a la ac- cin, no os apresuréis, hombres impacientes, y pensad que incluso el alcance de los males 0s anuncia una con- trarrevolucién de Ia cual no tenéis idea. Calmad vuestros resentimientos, sobre todo no os quejéis de los Reyes y no pidgis otros milagros que los que vosotros contem- pldis. ;Pues qué! ;Pretendéis que potencias extranjeras, ‘combatan filos6ficamente para levantar el trono de Fran- cia, y esto sin ninguna esperanza de indemnizacién? Pero entonces queréis que el hombre no sea hombre: pedis lo imposible. Consentifais, quiz diréis, el desmembra- iiento de Francia para volverla al orden; pero jsabéis lo 20 JOSEPH DE MAISTRE que es el orden? Es lo que se vera dentro de diez aiios, quizd antes, quizé més tarde. ;Quién os ha dado, por otra parte, el derecho de estipular para el Rey, para la Monargufa francesa y para la posteridad? Cuando cie- 0s facciosos decretan la indivisibilidad de la repaiblica, no veis que es la Providencia la que decreta la del reino. Echemos ahora una ojeada sobre la persecucién inau- dita excitada contra el culto nacional y sus ministros; es una de las caras més interesantes de la revolucién. No se podria negar que el sacerdocio, en Francia, no tuviese necesidad de ser regenerado; y, aunque estoy muy lejos de adoptar las declamaciones vulgares sobre el lero, no me parece menos indiscutible que las riquezes, el lujo, yla inclinacién general de los espiritus hacia el re- lajamiento habian hecio declinar este gran cuerpo; que ra posible encontrar a menudo bajo la muceta un caba- ero en lugar de un apéstol; que en fin, en los tiempos que precedieron inmediatamente a la revolucién, el clero habia descendido, poco més o menos tanto como el ejér- cito, del lugar que habfa ocupado antes en la opinién ge~ neral, El primer golpe que se abatié sobre la Iglesia fue la in- vasion de sus propiedades; el segundo fue el juramento constitucional; yestas dos operaciones tirfnicas provoca- ron el comienzo de la regeneracién. El juramento hizo riba en los sacerdotes, si es permitido expresarse asi ‘Todo el que se ha prestado al juramento, salvo algunas excepeiones, de las cuales es permitido no ocuparse, se haa visto conducido por grados al abismo del erimen y del oprobio: la opinién sobre estos apéstatas es undnime. Los sacerdotes fieles, que por un primer acto de firme- za quedaban recomendados a esta misma opinidn, se ilustraron todavia mas por la intrepidez con que supieron desafiar los sufrimientos y Ia muerte incluso en la defensa de su fe. La matanza de los Carmelitas es comparable a todo lo que la historia eclesidstica ofrece de mas hermoso en este género de actos. La tirana que los expuls6 de su patria por millares, CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. 2L contra toda justicia y todo pudor, fue sin duda de lo més repulsivo que se puede imaginar; pero en este punto, como en Jos otros, los erimenes de los tiranos de Francia se convertian en instrumentos de la Providencia, Era ne- cesario probablemente que los sacerdotes franceses fue~ sen mostrados a Jas naciones extranjeras; han vivido entre naciones protestantes, y esta aproximaci6n ha dis- minuido mucho los odios y los prejuicios. La emigracién considerable del clero, y particularmente de los obispos franceses, a Inglaterra, me parece sobre todo una época notable. jSeguramente se habran pronunciado palabras de paz! jSeguramente se habrin forjado proyectos de aproximacion durante esta reunién extraordinaria! Aun- que no se hubiera hecho mas que descar juntos, ello ya serfa mucho, Si alguna vez los cristianos se aproximan, como todo les invita a hacerlo; parece que la mocién debe partir de la iglesia de Inglaterra, El presbiterianis- mo fue una obra francesa y, por consiguicnte, una obra exagerada, Estamos demasiado alejados de los sectarios de un culto minimamente sustancial: no hay medio de entendernos. Pero la iglesia anglicana, que con una ‘mano nos toca y con la otra toca a los que nosotros no po- demos tocar; y que aunque, bajo un cierto punto de vista, sea el blanco de los golpes de ambas partes, y que presenta el espectéculo un poco ridiculo de una revuelta que predica Ia obediencia, es, sin embargo, muy preciosa bajo otros aspectos, y puede ser considerada como uno de esos componentes quimicos, capaces de aproximar ele- ‘mentos inasociables por su naturaleza. Habiéndose disipado los bienes del clero, ningiin moti- vo despreciable pudo darle nuevos miembros; de manera «que todas fa circunstancias concurren para volver a levantar este cuerpo. Hay lugar para creer, por otra parte, que la contemplacién de la obra de la que parece encargado, le concederi ese grado de exaltacién que eleva al homb por encima de sf mismo y lo pone en estado de produc Brandes cosas. Unid a estas circunstancias fermentaci6n de los espf- 22 JOSEPH DE MAISTRE Titus en ciertas comareas de Europa, las ideas exaltadas de algunos hombres notables, y esa especie de inquietud que afecta a los caracteres religiosos, sobre todo en los paises protestantes, y los empuja hacia rutas extraordi- ‘Ved al mismo tiempo la tempestad que se cierne sobre Italia; Roma amenazada al mismo tiempo que Ginebra por la potencia que rechaza el culto, y la supremacta na- ‘ional de la religién, abolida en Holanda por un decreto dela Convencién nacional. Sila Providencia borra, es sin duda para escribir. Observo, por otra parte, que cuando las grandes creencias sé han establecido en el mundo, han sido favo- recidas por grandes conquistas, por la’ formacién de grandes soberanias: se ve la raz6n de ello. En fin, 2qué debe suceder, en la época que vivimos, ccon estas combinaciones extraordinarias que han enga jiado a toda prudencia humana? En verdad, se estaria tentado a creer que la revolucién politica no es més que ‘un objeto secundario del gran plan que se desarrolla ante nuestros ojos con una majestad terrible. He hablado, al comienzo, de esa magistratura que Francia ejerce sobre el resto de Europa. La Providencia, ‘que proporciona siempre los medios los fines y que daa Tas naciones, como a los individuos, los Srganos necesa- rios para el cumplimiento de sus destinos, ha dado preci- samente a la Nacién francesa dos instrumentos y, por asf decirlo, dos brazas, con los cuales mueve el mundo, su Tengua y el espfritu de proselitismo que forma la esencia de su cardcter: de manera que Francia tiene constante- mente la necesidad y el poder de influir en los hombres. La potencia, he dicho casi la monarqufa de la lengua francesa, ¢s visible: se puede, a lo sumo, aparentar el dudar de ello. En cuanto al espiritu de proselitismo, es patente como el sol; desde la comerciante de modas hasta el fl6sofo, es parte destacada del eardcternacio~ Este proselitismo aparece comtinmente como algo ri- CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. 23 diculo, y realmente merece a menudo este adjetivo, sobre todo en cuanto a las formas; en el fondo, sin em= bargo, es una funcién. Ahora bien, es una ley eterna del mundo moral que toda furcién produce un deber. La Iglesia galicana era una piedra angular del edificio cat6lico 0, mejor dicho, cristiano; pues, en verdad, no hay mas que un edificio. Las iglesias enemigas de ia Iglesia universal subsisten sélo a causa de ésta, aunque ellas no lo sospechen, seme- jantes a esas plantas pardsitas, a esos muérdagos estériles que no viven més que de la sustancia del arbol que los so- porta y a quien empobrecen. De ahf procede que, siendo la reaccién entre las poten- cias opuestas igual ala accién, los mayores esfuerzos de la diosa Razén contra el cristianismo se hayan hecho en Francia: el enemigo atacaba la ciudadela clero de Francia no debe pues dormirse; tiene mil razones para cteer que esté llamado a una gran mision; y las mismas conjeturas que le dejan percibir el por que hia sufrido le permiten también creerse destinado 2 una obra esencial. En una palabra, si no se hace una revolucién moral en Europa, si cl espiritu religioso no es reforzado en esta parte del mundo, el vincufo social queda disuelto, No se puede adivinar nada, es necesario esperarse todo, Pero si se hace un cambio feliz en este punto, o no hay ya analo- sia, no hay ya induccién, no hay ya arte de eonjetura, 0 es Francia la que esté llamada a producirl. Es sobre todo esto lo que me hace pensar que la Revo- luci6n francesa es una gran época, y que sus consecuen- cias, en todo género de cosas, se haran sentir més allé del slempo desu explosion y de os limites desu nico so- cial. Si se tienen en cuenta sus relaciones politicas, queda confirmada la misma opinién. ;Cuantas potencias de Eu- ropa no se han engaado sobre Francia! ;Cudntas han ‘meditado cosas vanas! {Oh vosottos, que os ereéis inde Pendientes porque no tenéis jueces sabre la tierra, no 24 JOSEPH DE MAISTRE ‘gfis nunca: eos me conviene! ;DISCITE JUSTITIAM MONI ‘TH! {Qué mano, a la vez severa y paternal, aplastaba Francia con todos los azotes imaginables y sostenta el im- perio por medios sobrenaturales, revolviendo los esfuer- 2208 de sus enemigos contra sf mismos? No se nos hable de los asignados ", de la fuerza del nimero, etc,; pues la posibilidad de los asignados y de la fuerza del nimero queda precisamente fuera de Ia naturaleza. Por otra parte, no es por el papel moneda, ni por la ventaja del rniimero por que los vientos conducen los navios de los franceses, y rechazan los de sus enemigos; por que el in- no les hace puentes de hielo en el momento que ellos tienen necesidad; por que los soberanos que le estorban mueren en el momento oportuno; por que invaden Italia sin cafiones; por que falanges, reputadas como las més valerosas del universo, tiran sus armas cuando estén en igualdad de mimero y se someten a su yugo. Leed las bellas reflexiones de Dumas "sobre la guerra actual; veréis en ellas perfectamente el porqué, pero no ten absoluto el cdmo ha tomado el cardcter que nosotros le vemos. Es necesario remontar siempre al comité de salud publica, que fue un milagro, y del que el espirita gana todavia las batallas. En fin, el castigo de los franceses se sale de todas las re- alas ordinarias, pero la proteccién concedida a Francia se sale también; mas estos dos prodigios reunidos se multi- plican actundose, y ofrecen uno de los espectéculos més ‘asombrosos que ei ojo humano haya podido nunca con- templar. ‘A medida que os acontecimients se desplieguen, se verdn otras razones y conexiones admirables. Yo, por '® Papel moneda creado baja Ia Revolucén francesa y euyo valor se gsignaba sobre los Bienes naconales.(N. del), Dumas (Mathieu, ayudante de campo de Lafayette; habia em ‘radon 17925 tras 9 de termidor, vuelto a Francia fue riembro del Consejo de ts Ancianas.(N. del.) CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. 25 otro lado, no veo més que una parte de las que una visién mids penetrante podria descubrir desde este momento. La horrible efusién de sangre humana, ocasionada por esta gran conmocién, es un terrible medio; sin embargo, etn medio tanto como un castigo, y ello puede dar lugar a reflexiones interesantes, | | | CAPITULO IIL De la destruccién violenta de la especie humana No dejaba de tener desgraciadamente razén aquel rey de Dahomey, en el interior de Africa, cuando decia no hhace mucho ‘tiempo a un inglés: Dios ha hecho este mundo para la guerra; todos fos reinos, grandes y peque- fios, la han practicado durante todos los tiempos, aunque sobre principios diferentes La historia prueba desgraciadamente que la guerra es cn un cierto sentido el estado habitual del género huma- no; ¢s decir, que la sangre humana debe derramarse sin cerrupcidn sobre el globo, aqui o all; y que la paz, para cada Nacién, no es mas que un respiro. Se cita la clausura del templo de Jano bajo Augusto; se cita un aio del reinado guerrero de Carlomagno (el aio 790) en que no hubo guerra '*, Se cita un corto perfodo tras la paz de Ryswick, en 1697, y otro igualmente corto tras la de Carlowit, en 1699, en que no hubo guerra, no solamente en toda Europa, sino en todo el mundo cono- cido. Pero estas épocas no son mas que momentos. Por otra “The History of Dahomey, by Arch 0 1796, vol. 2, 2 1p. 87 Histoire de Charlemagne, por M. Gaillard, t lib. Leap. V. Dalzel, Biblio. Beit, 28 JOSEPH DE MAISTRE parte, gquién puede saber lo que pasa sobre el globo en tal o cual época? I siglo que acaba comenz6, para Francia, con una guerra cruel !°, que no terminé sino en 1714 por el trata~ do de Rastadt.’ En 1719, Francia declaré Ja guerra a Es paiia; el tratado de Paris le puso fin en 1727. La eleccién Gel rey de Polonia volvi a encender la guerra en 1733; la paz se hizo en 1736. Cuatro afos mas tarde la terrible guerra de Sucesién austriaca se encendié, y duré sin inte~ rrupci6n hasta 1748, Ocho afios de paz comenzaban a catrizar las heridas de ocho afios de guerra cuando la am- bicin de Inglaterra forz6 a Francia a tomar las armas. La guerra de Siete Afios es sobradamente conocida. Des- pués de quince afios de reposo, la revolucidn de América arrastré de nuevo a Francia a Una guerra de la cual toda la sabiduria humana no podia prever fas consecuencias. Se firmé la paz en 1782; siete afios después la revolucién comienza: ella dura todavia; y quizé en este momento ha costado tres millones de hombres a Francia. Asi, por no considerar més que Francia, he abi que de noventa y seis afios cuarenta son de guerra. Si otras na~ ciones han sido mas afortunadas, otras también Io han sido mucho menos. Pero no es suficiente el considerar un punto del tiempo yun punto del globo; es necesario lanzar una ojeada ré- pida sobre esa larga serie de matanzas, que mancha todas Jas paginas de la historia. Se vera que la guerra castiga sin interrupcién, como una fiebre continua marcada con es- pantosas recurrencias. Ruego al lector que siga este cua- dro desde el declinar de la Republica romana. Mario extermina, en una batalla, doscientos mil cim- bios y teutones. Mitridates hace decapitar ochenta mil romanos; Sila mata noventa mil hombres, en una batalla librada en Beocia, donde él pierde por su parte diez mil Pronto se ven las guerras civiles y las proscripeiones. La guerra llamada de Suoesion de Espa (N. del T) CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. 29 Sélo César hace mori un millén de hombres sobre el campo de batalla (antes de él Alejandro habia tenido este funesto honor); Augusto cierra un instante el tem- plo de Jano; pero lo abre durante siglos, al establecer un imperio electivo. Algunos buenos principes dejan respi- rar al Estado, pero la guerra no cesa nunca, y bajo el im- perio del buen Tito seiscientos mil hombres perecen en el asedio de Jerusalén, La destruccién de hombres operada por las armas de los romanos es verdaderamente espan- tosa . El Bajo Imperio no ofrece sino una serie de ma- tanzas. Comenzando por Constantino, jqué guerras y qué batallas! Licinio pierde veinte mil hombres en Ciba- lis; treinta y cuatro mil en Adrianopolis y cien mil en Cri- s6polis. Las naciones del norte comienzan a agitatse. Los francos, los godos, los hunos, los lombardos, los alanos, 4os vandalos, etc., atacan el Imperio y lo desgarran stce” sivamente. Atila devasta Europa a sangre y fuego. Los franceses le matan mas de doscientos mil hombres cerca de Chalons; y los godos, al afo siguiente, le hacen suftir pérdida’ atin més considerable. En menos de un siglo, Roma es tomada y saqueada tres veces; y, en una sedicién que se produce en Constantinopla, cuarenta mil personas son decapitadas. Los godos se apoderan de Milin y matan alli trescientos mil habitantes. Totila ex- termina todos los habitantes de Tivoli y noventa mil hombres en el saco de Roma, Mahoma aparece; la espa- day el Cordin recorren Jos dos tercios del globo. Los sa- rravenos cabalgan del Eufrates al Guadalquivir. Destru- yen por entero la inmensa ciudad de Siracusa; pierden iteinta mil hombres cerca de Constantinopla en un solo combate naval; y Pelayo les mata veinte mil en una bata- lla terrestre. Esias pérdidas no eran nada para los Sarra- cenos; pero el torrente choca con el genio de los francos en las llanuras de Tours, donde el hijo del primer Pipi- no *!, en medio de trescientos mil cadaveres, une a su ® Montesquieu, De Expt des loi, id. XU, cap, XIX. fier sia duda a Carlos Marte, ef cual, haciendo honor a su 30 JOSEPH DE MAISTRE nombre el epiteto terrible que todavia lo distingue. El Iamismo, levado a Espatia, encuentra alli un rival indo- mable. Quizé nunca se vio més gloria, mas grandeza y mas carniceria. La lucha de los cristianos y de los musul- manes, en Espaiia, es un combate de ochocientos aiios. Varias expediciones e incluso varias batallas cuestan veinte, treinta, cuarenta y hasta ochenta mil vidas. Carlomagno sube al trono y combate durante medio siglo. Cada aio decreta a qué parte de Europa debe en- viar la muerte. Presente en todas partes y en todas partes vencedor, aplasta naciones de hierro como César aplas- taba los hombres-féminas de Asia. Los normandos co- mienzan aquella larga sucesion de devastaciones y cruel- dades que nos hacen todavia estremecer. La inmensa herencia de Carlomagno es desgarrada: La ambicién la cubre de sangre, y el nombre de los francos desaparece en Ia batalla de Fontenay. Italia entera es saqueada por los sarracenos, mientras que los normandos, los daneses y los hingaros devastan Francia, Holanda, Inglaterra, ‘Alemania y Grecia. Las naciones barbaras se establecen al fin y se amansan. Esta vena no da ya més sangre; otra se abre al instante: las Cruzadas comienzan. Europa en- tera se precipita sobre Asia; se cuentan por mirfadas el rmimero de las victimas. Gengis Kan y sus hijos subyugan y devastan el globo desde China a Bohemia, Los france- Ses que se habian eruzado contra los musulmanes se eru- zan contra los herejes: guerra cruel de los albigenses. Ba talla de Buvines, donde treinta mil hombres pierden la vida. Cinco afios después, ochenta mil sarracenos pere- cen en el sitio de Damieta. Los gietfos y los gibelinos co- mienzan aquella lucha que debia ensangrentar durante tanto tiempo a Italia, La tea de las guerras civiles se en- ciende en Inglaterra. Visperas Sicilianas. Bajo los reina- dos de Eduardo y de Felipe de Valois, Francia e Inglate- hombre (mare! = marillo), machacé segdn tradicin, innumerables «abezas musulmanas ena batalla de Piticrs(afio 732) con sumaza, (N. air) | CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 31 rra chocan més violentamente que nunca ¢ inician una nueva era de camiceria. Matanza de judios; batalla de Poitiers; batalla de Nicépolis: el vencedor cae bajo los, golpes de Tamerlin, que repite a Gengis Kan. El duque ‘dc Borgoria hace asesinar al duque de Orleans y comien- za la sangrienta tivalidad de las dos familias, Batalla de ‘Azincourt. Los husitas devastan a sangre y fuego una gran parte de Alemania, Mahoma II reina y combate du- ante zreinta aios, Inglaterra, rechazada dentro de sus li- mites, se desgarra por sus propias manos. Las casas de York y de Lancaster la bafian en sangre. El heredero de Borgofia Heva sus estados a la casa de Austria; y en este contrato de matrimonio esté escrito que los hombres se degollarén durante tres siglos, desde el Baltico hasta el Mediterréneo. Descubierto ef Nuevo Mundo: ¢s la sen- tencia de muerte de tres millones de indios. Carlos V Francisco I aparecen en el teatro del mundo: cada pagina de su historia esté roja de sangre humana. Reinado de Soliman; batalla de Mohatz; sitio de Viena; sitio de Malta, ete. Pero es de la sombra de un claustro de donde sale uno delos més grandes azotes del género humano. Lutero aparece; Calvino le sigue. Guerra de los campesi- nos; guerra de los Treinta Afios; guerra civil de Francia; ‘matanza de los Paises Bajos; matanza de Irlanda; matan- za de las Cevenas; noche de San Bartolomé; muerte de Enrique III, de Enrique TV, de Mara Estuardo, de Car- los 1; y en’nuestros dias la Revolucién francesa, que ‘mana de la misma fuente No llevaré més lejos este espantoso cuadro: nuestro siglo y el que le ha precedido son sobradamente conoci- dos. Bien se remonte hasta la cuna de las Naciones; bien se descienda hasta nuestros dias; bien se examinen los pueblos en todas las posiciones posibles, desde el estado de barbaric hasta el de civilizacion mas refinada; siempre se encontraré la guerra. Por esta causa, que es fa princi- pal, y por todas las demas que se le unen, la efusidn de sangre humana no es nunca suspendida en el universo: ‘cuanto menos fuerte sea sobre una gran superficie, tanto 32 JOSEPH DE MAISTRE indante serd sobre una superficie menos extensa; Teer que poco miso menos fusions constane Pero de ver en cuando suceden acontecimientos extraor- dinarios que la aumentan_prodigiosamente, como las {gucrras punicas, los trunviratos, las vitorias de César, Ia rrupcion de los barbaros, las Cruzadas, las guerras de religiOn, la sucesiOn de Espafa, la Revolucién francesa, ttc. Sise tuviesen tablas de matanzas como se tienen ta blas meteorol6gicas, cquign sabe si no se deseubrirt Tey al eabo de algunos siglos de observacién? ™ ‘Buffon ha probado muy bien que una gran parte de Los animales estd destinada a morir de muerte volenta biera podido, sewn las apariencis, extender su demos tracién al hombre; pero puede uno reducirse aqui a los chos. ae nei dudar, por lo demas, de que esta destruceién vio: tenta sea, en general, un mai tan grande como se cee: a ‘menos, es uno de es0s males que entran en un orden de cosas én que todo es violento y contra naturam. ¥ que producen compensaciones. En primer término cuando el falma humana ha perdido la tensidn de sus resortes por a blandura, laincredulidad y los vieios gangrenosos que si- guen al exceso de la civilizacion, no se puede templar de nuevo mas que en Ja sangre. No es facil, ni con mucho, explicar por qué la guerra produce efectos diferentes segiin diferentes circunstancias. Lo que se ve bastante Claramente es que el género humano puede ser con: SAE ORE temper ag Seas Sewn dea ee te pestis ie ep mstat ed nebse 34). Y se ve, por un cielo aproximatio hecho en Alemania, que eee Ne idk ett cee aa ac ares + paracidn, se puede observar que el jardinero habil se di CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 33 rado como un Arbol que una mano invisible poda sin ‘esar, y que gana a menudo con esta operacién. Verda- deramente, si se toca al tronco o se le desmocha la copa, 4] arbol puede perecer: pero iquién conoce los limites del arbol humano? Lo que sabemos es que la extrema carniceria se alfa a menudo con la extrema poblaci6n, como se ha visto especialmente en las antiguas replicas sricgas, y en Espana bajo la dominacidn de los arabes. Los topicos en la tierra no significan nada: no es necesa- rio ser muy habil para saber que cuantos més hombres se matan, menos quedan de momento; como es verdad que ‘cuantas mas ramas se poden, menos queda del arbol; pero son las consecuencias de Ia operacion lo que es ne- cesario considerar. Ahora bien, siguiendo la misma com: rige en Ta operacién menos a la poda absoluta de la vegetacién que a la fructificacién del arbol: son frutos, y no bosques y hojas, lo que él pide a Ja planta, Ahora bien, los verdaderos frutos de la naturaleza humana, las artes, las ciencias, las grandes empresas, ls altas concep- ciones, las virtudes vires, surgen sobre todo en estado de guerra. Se sabe que las Naciones no aleanzan nunca el mayor punto de grandeza de la que son susceptibles sino después de largas y sangrientas guerras. Asi el punto de maximo esplendor de los griegos fue la época terrible de laguerra del Peloponeso; el siglo de Augusto sigue de in- mediato a la guerra civily a las proscripciones; el genio francés fue desbastado por la Liga y pulido por la Fron- 4a; todos los grandes hombres del siglo de la reina Ana nagieron en medio de conmociones politicas. En una pa- 2 Espafia en esta paca leg a tener hasta cvrenta millones de haitamte: hoy ds no ene mis que lez AntiguamenteGreca oe cto en meso de las ms eruels guerra; la sangre con aborbotonc {odo el pat eta lan dehontre. Parca tie aqua, uc Ov meio delas muerte, dea proscrpcone, dels gurtas cvs mer. tra eptia seize mis podeosa ete Rosca, Conta so, heap. x 34. JOSEPH DE MAISTRE labra, se diria que la sangre es el abono de esta planta que se llama genio. 'No sé si se comprende bien cuando se dice que las artes son amigas de la paz. Serd al menos necesario explicarse y circunscribir la proposicién; pues no veo nada de ‘menos pacifico que los siglos de Alejandro y de Pericles, de Augusto, de Ledn X y de Francisco I, de Luis XIV y dela reina Ana, {Seria posible que la efusién de sangre humana no tu- viese una gran causa y grandes efectos? Reflexidnese sobre ello: la historia y la fabula, los descubrimientos de Ia fisiologia moderna y las tradiciones antiguas se dan cita para suministrar materiales a estas meditaciones. No seria bueno caminar sobre este punto mids a tientas que sobre mil otros mas extrafios al hombre. ‘Tronemos no obstante contra la guerra, y tratemos de {que los soberanos pierdan su aficién; pero no caigemos fen los suetios de Condorcet, de aquel ilésofo tan queri- do a la revolucién, que empled su vida en preparar la desgracia de Ia generacién presente, legando benigna- mente la perfecci6n a nuestros descendientes. Hay s6lo lun medio de comprimir el azote de la guerra, el compri- mirlos desérdenes que llevan a esta terrible purificacion. Ena tragedia griega Orestes, Elena, uno de los perso- rnajes del drama, es sustraida por los dioses al justo resen- timiento de los griegos, y colocada en el cielo al lado de suis dos hermanos, para ser con ellos un signo de la salva~ cidn de los nayegantes. Apolo parece justificar esa extra~ fia apoteosis *". La belleza de Elena, dice, no fue mds que tun instrumento del cual los dioses se sirvieron para enzar- zara los griegos contra los troyanos y hacer correr susan igre, a fin de estancar sobre la tierra la iniquidad de Jos hombres que se habian hecho demasiado numerosos ‘Apolo hablaba muy bien. Son los hombres los que act 2 Dignus vindice nodus (Hor, A.P., 191) > Burlp., Ove (1655-58), CONSIDERACION! ‘S SOBRE FRANCIA 35 ‘mulan las nubes y se quejan a continuacién cl sla quej inuacién de las tem- Bs la célera de los reyes a que pone en armas a la tien es la célera de los cielos la que, ‘pone enarmas a laste Me doy cuenta de que en todas estas consideracio- aes nos vemos continuamente-asltados por el suave fan fatigante de los incentes que perecen con oscalne, bles Pero, sin hundimos en esta cuestion que garda es lacién con todo To ue hay de mds profunds Is pede considera en su conexion con el dogma ungieral’y ton antiguo como el mundo, de la reversibilidad de los dolo- res de inocente en provécho dels cnlpebler | ie dé et dina, me parece, de donde ls anigus ertaronel wo ds sais gue pratcron en odo el universo,y por lo que los jrgatan dtles no solamente alos vivos, sino también a los muertos ”: costumbre tipi- Ga que el habito nos hace contempla sin sombre, peso ie ‘No és menos dificil alcanzar la raiz. q as consagraciones, tan famosts en fa aitigedad,s debian ambinal misno dog, Desotenateenqucel saorifiio de su vida seta aezptado por ia Diviidad que él podia equilibrar todos los males que amenazabay reer esque amenazaban eistianismo ha vendo a consggrar este dogma, que csintinitamente natural al hombre-sungue pareuca ie tillega a€ por el sazonamicnee Aah Puede haber habido en el corazén de Luis XVI, en el dela celeste Isabel tl mov : cidn capaz de salvar a Francia. eee ann se ee dl ase des enteras,y los poetashijos de ls dioses y los profetasinspirados por ins Ba seh ici Ff titer 36 JOSEPH DE MaISTRE Se pregunta a veces para qué sirven esas austeridades terribles, practicadas por ciertas Grdenes religiosas, y que se denominan también votos; equivaldrfa a pregun- tar para qué sive el cristianismo, puesto que reposa por entero sobre este mismo dogma engrandecido, donde la inocencia paga por el crimen. ‘La autoridad que aprueba estas drdenes escoge algu- nos hombres y los aisla del mundo para hacer de ellos conductores. No hay mais que violencia en el universo; pero estamos ‘mimados por la filosofia moderna, que ha dicho que todo esti bien, mientras que el mal ha manchado todo, y que, en un sentido muy verdadero, todo estd mal, por que nada esta en su lugar. Habiendo bajado la nota tonica det sistema de nuestra creacién, todas las demés han bajado proporcionalmente segtin las reglas de la armonfa. Todos los seres gimen ” y tienden, con esfuerzo y dolor, hacia otro orden de cosas. ‘Los espectadores de las grandes calamidades humanas se ven condueidos sobre todo a estas tristes meditacio- nes; pero guardémonos de perder el dnimo: no hay casti- 0 que no purifique; no hay desorden que el AMOR ETER- NO no torne contra el principio del mal. Es dulce, en medio del desorden general, presentir los planes de la Divinidad, Nunca veremos todo durante nuestro viaje, ¥ ‘a menudo nos engatiaremos; pero en todas las ciencias posibles, excepto las ciencias exactas, no estamos redu- Cidos a conjeturas? Y si nuestras conjeturas son plausi- bles, si ellas tienen en su favor la analogfa, si se apoyan sobre ideas universales, si sobre todo son consoladoras ¥ propias para hacernos mejores, ,qué les falta? Si no son % San Pablo, Cota os Romanos, VII 229 5 Elsintema de ia Paingenesia de Chares Bonntt ne algunos pun tos de contacto con ese texto de San Pablo pero esta idea no Te ha Sond de oa deraicon ator cneerdan sin emia muy bien CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA. 37 verdaderas, son buenas; o mas bien, jue se eg no son verdaderas? eee esputs de haber considerado ta Revolucin fran uci francesa desde un punto de vista puramente moral, dire mis tonjeturas hacia la poitiea, sin olvidar, sn embargo, el objeto principal de mi trabajo. ‘ CAPITULO V De la Revolucién francesa considerada en su carécter antirreligioso. Digresion sobre el cristianismo Hay cn Ia Revolucién francesa un carécter satdnico «quella distingue de todo lo que se ha visto y quizé de todo lo que se vera. iRecuérdense las grandes sesiones! El discurso de Ro- bespierre contra el sacerdocio, 1a apostasia solemne de los sacerdotes, la profanacién de los objetos de culto, la inauguraci6n de la diosa Razén, y esa multitud de esce- nas inauditas en que las provincids trataban de superar a aris; todo eso se sale del circulo ordinario de los crime= hes y parece pertenecer a otro mundo. E incluso ahora que Ia revolucién ha retrocedido mucho, los grandes excesos han desaparecido, pero los principios subsisten, Los legisladores (para servirme de su término), ¢no han pronunciado esa palabra aislada en Ia historia: fa nacién no sufraga ningin culto? Algunos hombres de la época en que vivimos me han parecido, en ciertos momentos, elevarse hasta el odio de la Divinidad; Pero esta espantosa proeza no es necesaria para hacer indtiles los més grandes esfuerzos constituyentes; el olvi- do del gran Ser (no dio el desprecio) es ut atemma ire. vocable sobre las obras humanas que son mancilladas por ello. Todas las instituciones imaginables reposan 52 JOSEPH DE MAISTRE sobre una idea religiosa, o de otro modo no hacen mis que pasar. Son fuertes y duraderas en la medida en que estiin divinizadas, sies permitido expresarse asf. Nosola- ‘mente la raz6n humana, o lo que se lama la filosofia, sin saber lo que se dice, no puede suplir a esas bases que se aman supersticiosas, sin saber lo que se dice, sino que la filosofia es, al contratio, una potencia esencialmente de- sorganizadora En una palabra, el hombre no puede representar al cereador mas que poniéndose en relacién con él. {No ‘somos insensatos cuando nosotros queremos que un es pejo refleje la imagen del sol y lo orientamos hacia la tie~ ra? Estas reflexiones se dirigen a todo el mundo, al cre- yente como al escéptico: es un hecho que yo pongo delante y no una tesis. Que uno se ria de las ideas religio- sas, 0 que uno las venere, no importa; ellas no forman ‘menos, verdaderas o falsas, la base Gnica de todas lasins- tituciones duraderas. ‘Rousseau, el hombre quiza mas equivocado del mun- do, ha encontrado, sin embargo, esta observacion sin haber querido deducir las consecitencias de ella La Ley judaica, dice, siempre subsistente, a del hijo de Ismael, que desde hace diez siglas rige la mitad det ‘mundo, anuncian todavia hoy a los grandes hombres que las han’ dictado... la orgullosafilosofia o el ciego esprit de partido no ve en ellos més que felices impostores ‘No dependia més que de él el concluir, en lugar de ha- blarnos de ese gran y poderoso genio que preside los esta- blecimientos duraderos *": jcomo si esta poesia explicase algo!. i ‘Cuando se reflexiona sobre hechos atestiguados por la historia entcra, cuando se considera que, en Ia cadena de los establecimientos humanos, desde esas grandes inst tuciones que son épocas del mundo hasta la més pequefia organizaci6n social, desde el Imperio hasta la cofradta, Contra social, ib. 1 ap. VIL * fd! CONSIDERACIONES SOBRE FRANCIA 53 todos tienen una base divina, y que el poder humano, siempre que se ha aislado, no fa podido dar a sus obras ‘mas que Una existencia falsa y pasajera, gqué pensaremos del nuevo edificio francés y del poder que'lo ha producido? Por mi parte, no creeré nunca en la fecundidad de Ia nada, Seria una cosa curiosa el profundizar sucesivamente en nuestras instituciones europeas y mostrar cémo ellas estén todas cristianizadas; emo la religion, mezelandose en todo, anima y sostiene todo. Por mas que las pasiones hhumanas han querido manchar, desnaturalizar incluso las creaciones primitivas; siel principio es divino, esto es suficiente para darles una duracién prodigiosa. Entre mil ejemplos, se puede citar el de las Srdenes militares. Cier- tamente mo se faltard a Ios miembros gue las componen al afirmar que el objeto religioso no es quizé el primero “Palo, Zip, Cio hi aco Hero Lro io cae (ete ded ise, Ny tessa en anchor o8 ‘ES ming cut on Cvejon peda un en wna ima Cnn 54 V a CONSIDERACIONES SOBRE PRANCIA. 67 ciaosy cnc directors? Esta sonstacn pce pre: sentase todas ia ssoclaconeshumaos eee Cesena inca Re una coma gut ci ec Pars pra abroccion, ann obra ccna hecepaeacjnn {arent seg uae eal y gud exec sii al hombre en lve iag are ie 12006 «5 una enstiucin? (Noe a solucdnde ‘blema siguiente? iacboebmnepeeel Dace li poblacin, a costumbres a region, ls ‘ain ecogrica, at elaciones plies, la nec hs ‘rena as mata cuaidades dana core Nee Coarse que convener, veal la sorta cn in ena gue no perso ms on Tos scams imainabls serene, pes, a stalecer que el sllo diving nose inprime bbe ela ‘bra. Noes més que ua tome pera Fores, en eae momen, euts sign de smuccion! ‘nose des:

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