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La redacción
Un equipo liderado por Melinda Mahabee-Gittens evaluó los datos de casi 21.000
niños de entre 6 y 11 años de edad, que habían sido recopilados en el marco de un
trabajo longitudinal. Comprobaron que si al menos uno de los progenitores
fumaba, la descendencia tenía entre un 20 y 50 por ciento más de riesgo de
padecer una enfermedad mental, incluidos los tres problemas más comunes en
este grupo de edad: TDAH, trastorno de la conducta social y di cultades del
aprendizaje. Ello también se observó cuando los adultos informaron en un
cuestionario que no fumaban en el interior de su hogar. En las familias en las que
se consumía tabaco en la vivienda, el riesgo de que los niños presentaran retraso
en el desarrollo, trastornos de ansiedad, depresión y problemas del lenguaje era
también notablemente mayor. Esta relación se mostró independiente del nivel
educativo y la renta de los progenitores.
Una posible causa del fenómeno reside en los efectos nocivos que la nicotina tiene
para el cerebro, sobre todo durante las fases críticas de desarrollo neuronal. Esta
sustancia también se absorbe si se es fumador pasivo.
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