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Introducción

Para quienes integramos el proyecto UBANEX Representaciones identitarias en


el Bajo Flores: diálogos entre los arquetipos míticos y las construcciones discursivas
en torno a la identidad, uno de los aspectos más valiosos de la extensión universitaria es
la posibilidad de experimentar –a la par de nuestra investigación- la construcción de un
vínculo. Lejos de contar con estructuras preestablecidas que conecten universidad y
territorio, la tarea extensionista implica la disposición para formular modos de
vinculación que, debido a la especificidad que requiere cada espacio y población, deben
ser constantemente revisados. Esta articulación fue, quizás, uno de nuestros mayores
desafíos. En el presente capítulo, abordaremos nuestra experiencia en Coopa,
institución en la que llevamos adelante nuestra tarea a lo largo de los años 2012 y 2013.
Nuestro objetivo no se basa en mostrar los registros de la tarea que allí realizamos sino
en compartir nuestras reflexiones sobre lo que pensamos que constituyó un proceso de
investigación cuyo constante repensar se volvió –a causa de la necesidad- una de sus
principales características.

El proyecto

El proyecto UBANEX que integramos se titula: Representaciones identitarias


en el Bajo Flores: diálogos entre los arquetipos míticos y las construcciones
discursivas en torno a la identidad; el mismo está inscripto en el marco de las
actividades del CIDAC (“Centro de Innovación y Desarrollo para la Acción
Comunitaria” perteneciente a la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de
Buenos Aires), y tiene como principal objetivo el análisis de matrices identitarias en un
grupo de adolescentes y pre-adolescentes del Bajo Flores, barrio ubicado en el sudoeste
de la ciudad de Buenos Aires.
En cuanto a las representaciones identitarias que investigamos, éstas se ven
mediatizadas a través de la narración de mitos, leyendas y cuentos populares surgidos en
los ámbitos barrial y familiar, o bien a partir de relatos originados en los lugares de
procedencia de las familias de los jóvenes y niños.
CooPA

Las actividades del proyecto tuvieron lugar en CooPA (“Cooperativa de


Producción y Aprendizaje”), institución educativa ubicada en la zona conocida como
“Bajo Flores”, en el umbral de la Villa de emergencia 1-11-14, 1 más específicamente en
el Barrio Rivadavia 1, el cual linda con el Barrio Rivadavia 2, y los Complejos Illia 1 y
2.2 CooPA inicia su labor en el espacio barrial desde el 6 de diciembre de 1989, en un
lugar cedido por el Centro de Acción Familiar Nº 3.3

Allí el grupo docente y los asistentes sociales desarrollan, con el apoyo


financiero del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, un trabajo de participación con
jóvenes en situación de vulnerabilidad, quienes concurren voluntariamente para llevar a
cabo actividades de formación laboral y cooperativa en diversas especialidades, como
mecánica, herrería, electricidad y comunicación. En particular CooPA mantiene en
curso dos proyectos de carácter educativo-ocupacional: el más antiguo, que
mencionamos anteriormente, está destinado a adolescentes entre 14 y 18 años; un
segundo proyecto, denominado Pre-CooPA, tiene como destinatarios a pre-adolescentes
entre 11 y 14 años, quienes, a través de talleres de artesanías, computación, ciencias,
entre otros, se acercan a un espacio de contención y participación, del que en muchos

1
La villa de emergencia 1-11-14 se origina en la década del ’50 cuando familias bolivianas se instalaron
en la zona, la cual se caracteriza por presentar una depresión que facilita la inundación; más tarde, en el
período 1960-1962, otros migrantes procedentes del interior de nuestro país se asentaron allí.
Actualmente la comunidad boliviana sigue siendo muy numerosa; a esta se agregaron inmigrantes
paraguayos y un importante número de peruanos. Cf. Salvatori, S. - Saraví, M. E. - Raggio, S. (s/f),
Memoria en las aulas. La política social de las topadoras. Erradicación de villas durante la última
dictadura militar. La Plata, dossier Nº 3.
2
Tras la caída de Perón, en 1955, se crea la Comisión Nacional de la Vivienda que hace el primer censo
de villas miseria y encara junto con el Banco Hipotecario la construcción de una serie de barrios baratos
(casitas cuadradas de un piso, sin terraza, con patio) para reemplazar las casillas de chapa y cartón.  Este
plan de vivienda, conocido como “Plan de Acción Inmediata”, dio origen a cinco barrios, entre ellos el
Rivadavia I, en el contexto del “Bañado de Flores”. Llegada la intendencia del brigadier Cacciatore, a
partir de 1976, se recategorizó al Barrio Rivadavia como “Villa 44″, para demolerlo y poner en su lugar
un playón para camiones de carga. Pocos quedaron en el Barrio Rivadavia que fue totalmente
reconstruido por sus habitantes, todavía persisten algunas de las casitas que sobrevivieron a las topadoras
militares. En 1986, la Comisión Municipal de la Vivienda construyó el Barrio Rivadavia 2 sobre la
avenida Riestra, que en el año 2006 todavía estaba en construcción. En cuanto a los complejos
habitacionales conocidos como Barrios Illia I y II, estos formaron parte también del plan habitacional
llevado a cabo durante la Presidencia de Raúl Alfonsín con fondos del FONAVI, en coordinación con la
mencionada CNV.
3
En una página del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires se encuentra la siguiente
definición sobre lo que se entiende por un Centro de Acción Familiar (CAF): “Conforman espacios
institucionales de promoción comunitaria en los barrios más pobres y colaboran en el desarrollo pleno e
integral de niñas, niños y adolescentes reconociendo la responsabilidad prioritaria de los padres y/o de los
miembros del grupo familiar en la crianza y el cuidado de los niños y niñas.” Actualmente uno de los
alumnos participantes de este proyecto concurre a las instalaciones del Club del Bajo Flores a desarrollar
con adolescentes actividades lúdicas, específicamente ajedrez, bajo la coordinación del CAF Nº 3.
casos carecen.4 En su mayoría quienes forman parte de los diferentes proyectos
proceden de los espacios territoriales cercanos, aunque se registraron casos de jóvenes
que provenían de barrios más alejados o del conurbano bonaerense.

Nuestro lugar en CooPA

La tarea emprendida en CooPA se desarrolló a partir de dos equipos de trabajo


conformados por docentes y estudiantes universitarios: el primero asistió los jueves por
la tarde a Pre-CooPA y el segundo los viernes por la mañana a CooPA. Además de los
talleres de oficios que se dictan en este horario, tales como electricidad o herrería, la
institución ofrece dos materias de carácter obligatorio, Derechos Humanos y Salud, las
cuales se alternan quincenalmente los días lunes. En el año 2012, la coordinación de
CooPA decidió que nuestro trabajo se enmarcaría en el área de Derechos Humanos. Tal
decisión trajo como consecuencia la primera reformulación de nuestro proyecto ya que
debimos replantear nuestra investigación para adaptarla a dicha currícula. En el año
2013, el equipo de la mañana tuvo oportunidad de integrarse al área de uno de los
oficios: Comunicación y Diseño. Nuestra experiencia en CooPA está, por lo tanto,
circunscripta a estos espacios. Las reflexiones aquí expuestas tienen alcance sobre
dichas áreas, dejando fuera de nuestro análisis los espacios restantes que ofrece la
institución.

4
Nuestro proyecto desarrolla actualmente actividades de oralidad con los niños que participan en Pre-
CooPA, destacándose la fluidez participativa en el relato de mitos y leyendas urbanas, del contexto
comunitario y familiar.
1. El proceso de nuestra experiencia y reformulaciones: turno mañana

1.1 Reformulaciones

En función de la redistribución de objetivos y contenidos planteada por la


institución, y teniendo en cuenta que CooPA aspira desde hace años a legitimarse
curricularmente como institución educativa de tipo secundario con reconocimiento
ministerial de la Ciudad de Buenos Aires, debimos replantear nuestras expectativas
iniciales y la metodología a utilizar. Conviene recordar que los objetivos originales se
orientaban a la verificación de persistencias arquetípicas en los grupos etarios
mencionados y, específicamente, al reconocimiento de la diversidad para valorar la
propia identidad y la del otro, dando cuenta de una memoria común o compartida. Estos
principios conductores estaban destinados a la construcción conjunta, entre los
diferentes actores del proyecto, de herramientas que permitieran el desarrollo de un
pensamiento crítico y una reflexión acerca de la subjetividad.
Por otra parte, el hecho de que alternáramos el espacio semanal con el equipo de
Salud nos obligó a pensar una planificación de un encuentro cada 15 días5, lo cual
provocó que el establecimiento del vínculo con los adolescentes se hiciera más lento. A
esto debe agregarse que la población de CooPA cambia casi permanentemente, ya que
su asistencia está condicionada por diversos factores -climáticos, laborales, familiares,
personales, etc-. En consecuencia, frente a estos condicionantes el proceso se vio
entorpecido en lo que respecta a la continuidad en la asistencia de los chicos. Además,
durante los primeros encuentros los chicos no comprendían cuál era el rol que
desempeñábamos en la institución. Esta falta de entendimiento provocó cierta
resistencia al principio, la cual se logró vencer a partir del diálogo y el tiempo.
Más allá de la extrañeza que generábamos entre los jóvenes, los obstáculos a los
que nos enfrentamos devinieron, según nuestro punto de vista, de la presencia de no
menos de cuatro integrantes del equipo institucional de CooPA que asistía a nuestros

5
El cronograma establecido por CooPA para la asignatura “Derechos Humanos” impone a los equipos
participantes un encuentro con los coordinadores del área, sin la presencia de los jóvenes, donde se
establecen directivas para el siguiente encuentro, de una hora y media de duración, en el que participan
los adolescentes.
encuentros con los jóvenes6. Estos asistentes no eran pasivos sino que cumplían un rol
doble: participaban plenamente de las actividades y además intervenían en las
respuestas de los chicos a través de comentarios y observaciones, corrigiendo las
peculiaridades lingüísticas y las ideas propuestas para la producción de historias. Al
respecto, se puede ejemplificar con una expresión enunciada por los chicos frente a una
pregunta de uno de nosotros “¿qué frase usan ustedes para decir que les gusta una
chica?”. La respuesta “te parto como un pollo” causó desagrado por parte de los
asistentes de la institución, quienes la calificaron como violenta y misógina. Podemos
destacar que nuestra intención es conocer de qué manera se posicionan los jóvenes
frente a la realidad sin que medie una intención de prejuzgar sus intervenciones. El
hecho de que no adoptemos una actitud de juicio con respecto a tales expresiones está
relacionado con la posición de no alinearnos con la normativización de conductas.
Nuestra negativa a imponer reglas que pudieran inhibir la participación de los
jóvenes forma parte de una metodología de investigación; por eso, emitir juicios
morales sobre las expresiones juveniles con las que nos encontramos implicaría ir en
detrimento del objetivo de la investigación. Asimismo, nuestro interés en no bloquear la
expresividad de los adolescentes fue consecuente con la solicitud explícita por parte de
CooPA de trabajar en la oralidad ya que se nos comentó oportunamente de manera
categórica que los chicos “no hablaban” y que esta carencia era el producto de factores
que iban desde cuestiones psicológicas hasta psicopedagógicas.

1.2 Nuestros encuentros en Coopa

Tras nuestra presentación, ocurrida una semana antes del inicio de las
actividades, comenzamos con el taller. El primer encuentro tuvo lugar el día 16 de abril
de 2012. Este se caracterizó por la dificultad en entablar el vínculo y la incomprensión
de los fines del proyecto, no solo por parte de los chicos sino también de las
coordinadoras de la institución que asistían al encuentro. La preocupación por parte de
los jóvenes se debía a la posibilidad de que fuéramos policías o psicólogos, ya que
asociaron nuestras preguntas y el registro escrito con prácticas propias de estos oficios;
particularmente identificaron a uno de los integrantes masculinos del grupo con el rol de
policía y a las integrantes femeninas con el de psicólogas, es decir, nos enfrentamos a la
6
Por razones de fuerza mayor, ante las refacciones que se están realizando en el salón de usos múltiples,
debimos cambiar a la biblioteca, un lugar muy estrecho que impide la circulación alrededor de una mesa
grande donde se ubican los jóvenes.
primera representación identitaria ligada al concepto de autoridad con rol de control y
castigo.7
La pregunta “¿para qué sirve esto?” se repitió a lo largo de los encuentros sin
que nuestras respuestas lograran satisfacer a quienes cuestionaban. La institución, por
otra parte, en reiteradas oportunidades nos exigió que adaptáramos nuestros encuentros
al formato de una clase, en particular, pidiéndonos un ‘cierre’ al final de cada encuentro
e intentando amoldar nuestras actividades a una formalidad de tipo escolar.
Comprendimos entonces que nuestra participación en la currícula “Derechos Humanos”
implicaba nuestra aceptación a dictar determinados contenidos que, sin embargo, nunca
nos fueron explicitados de antemano. La pregunta por parte los chicos respecto de la
finalidad de nuestras propuestas estaba motivada, entre otras cosas, por el hecho de que
nuestras actividades no correspondían, exactamente, con la asignatura “Derechos
Humanos”, es decir, con el lugar que nos había dado la institución. Desde el UBANEX,
intentamos mantener una postura que no reprodujera la estructura áulica más clásica con
el objetivo de no “reducir todo sistema escolar a un mismo modelo de funcionamiento,
ya que se llega a un círculo vicioso.” (BOURDIEU, P. y PASSERON; 10: 1977)

A medida que avanzamos en nuestros encuentros, la sugerencia por parte de la


coordinación de CooPA de planificar los siguientes encuentros se volvió persistente. En
respuesta a esta indicación, reorganizamos el siguiente encuentro. A partir de relatos y
de fotos, cada uno de los integrantes habló sobre trabajadores que considerábamos
heroicos ya que coincidía con la celebración del primero de mayo. El encuentro se
desarrolló como una clase formal en la cual los alumnos permanecieron pasivos, como
meros receptores de la información desarrollada. 8 Como cierre de la “clase”, leímos
unas frases que se conservan en la biblioteca en las que se insistía sobre la significación
de la heroicidad y la identidad, incluso una de estas había sido enunciada por uno de los

7
Es evidente entre los jóvenes la función que ha cumplido la sociedad en la construcción de
representaciones sobre ellos mismos, las que, involuntariamente ellos mismos ayudan a sostener. Estas
representaciones coinciden, a nuestro entender con la existencia de “anatomías” punitivas, según Michel
FOUCAULT (1975 / 2008 / 2010), Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión, Buenos Aires, Siglo
XXI, p. 117: “En el punto de partida se puede colocar, por lo tanto, el proyecto político de la exacta
división en zonas y rastrillado de los ilegalismos, el de la generalizar la función punitiva y el de delimitar,
para controlarlo, el poder de castigar.” A partir de aquí, señala el filósofo francés, el delincuente es
enemigo de todos y es perseguido por haber transgredido el pacto convirtiéndose en monstruo, anormal,
enfermo y, en consecuencia, objeto de investigación y tratamiento.
8
Podría calificarse nuestra segunda intervención en la comunidad de CooPA como narrativa, discursiva,
disertadora. Cf. FREIRE, Paulo (1970 / 2002 / 2008) Pedagogía del oprimido, Buenos Aires, Siglo XXI,
p. 71.
chicos durante el primer encuentro: “entonces, todos somos heroicos”. El joven, no
obstante, negó, luego, ser el autor de tal afirmación.
Por otra parte, resultó trascendente en esa ocasión la observación de unos chicos
sobre la fotografía de Agustín Tosco, uno de los modelos heroicos que utilizamos. Ante
la pregunta de uno de los integrantes del proyecto si la fotografía transmitía cualidades
heroicas, tales como inteligencia y compromiso, la respuesta obtenida fue que se trataba
de una pose, con lo cual advertimos que nuestras historias no gozaban de credibilidad ni
eran representativas de su propia condición, tan ajenas como ficticias.
A esto se sumó otro comentario de parte uno de los chicos emitido una semana
después: “todos los de Derechos Humanos tienen los ojos celestes”. Ante la
contundencia de la observación, nos vimos obligados a interrogarnos sobre su
significación y cuál era la representación que ellos tenían de nosotros. Advertimos que
el tipo de heroicidad propuesta –el héroe trabajador- no solo no había encontrado
representatividad entre los chicos, sino que había contribuido a la proyección de otra
deformación identitaria sobre nosotros: quienes impartíamos el taller de Derechos
Humanos compartíamos un rasgo fenotípico foráneo a ellos. A los ojos de los chicos,
portábamos una mirada extranjera que, a su vez, podía ser extranjerizante en la medida
en que los interpeláramos a través de modelos heroicos a los cuales ellos debían
someterse.
En los posteriores encuentros nuestros esfuerzos estuvieron puestos en la
desarticulación de tal mecanismo interpelatorio para que los chicos pudieran desplegar
sus representaciones identitarias. Además de interpretar las dos observaciones, tuvimos
en cuenta el silencio de los restantes chicos durante el segundo encuentro. Los asistentes
de CooPA calificaron este comportamiento como positivo. Sin embargo, a nuestro
entender, era efecto del rol de autoridad de control –“policías y psicólogos”- que habían
construido sobre nosotros en el primer encuentro.
Los coordinadores de la institución destacaron la actitud de respeto que habían
tenido los chicos durante la exposición de nuestros héroes trabajadores. Tomamos
conciencia, entonces, de que nuestra exposición había funcionado como un homenaje a
aquellos trabajadores ya muertos que nosotros identificábamos como héroes. Los
chicos, no obstante, solo habían participado del ritual como espectadores pasivos
respetuosos. Fue necesario en los siguientes encuentros desterrar el carácter tanático. El
respeto silencioso, a los fines de la investigación, resultaba contraproducente. En su
lugar, comenzamos a planificar actividades lúdicas sobre aspectos de mayor vitalidad,
tales como los gustos musicales, las películas, las historias y los miedos de la infancia.
Los jóvenes involucrados dieron rienda suelta a los temores ante el castigo de los
adultos (“miedo al cinto”), la presencia de los aparecidos que pueblan sus noches, el
gusto por los filmes de terror y actividad paranormal –particularmente entre los varones-
y los de romances, a la manera de “Titanic” –entre las adolescentes-. Cabe señalar que
ante el requerimiento de quiénes son los protagonistas del film de Cameron, la respuesta
conclusiva fue que solo lo era el personaje femenino, porque “los héroes / protagonistas
no mueren”, conclusión que observamos repetida en otros encuentros.
Finalmente, como parte de la construcción del vínculo y de la identificación con
nuestro proyecto, planteamos a las autoridades de CooPA la posibilidad de que los
chicos conocieran el territorio y las instalaciones en las que ejercemos nuestras tareas
como docentes y estudiantes, en consecuencia el 3 de septiembre llevamos a cabo un
encuentro en la Facultad de Filosofía y Letras.
La extensión universitaria busca, entre otras cosas, acercar la Universidad a
aquellos lugares en donde se vislumbra como lejana. Para construir dicha proximidad,
sin embargo, no alcanza con hacer confluir los espacios físicos universitarios y
comunitarios puesto que sobre ellos se han configurado limitaciones sociales. En
palabras de Bourdieu:

Los desplazamientos y movimientos del cuerpo que esas estructuras sociales


convertidas en estructuras espaciales, y con ello naturalizadas, organizan y califican
socialmente como ascensión o declinación, entrada o salida, acercamiento o alejamiento
con respecto a un lugar central y valorizado.

El acercamiento físico de los chicos de CooPA a la facultad hizo corroborar la


distancia simbólica que mantiene la Universidad respecto de ellos. La facultad de
Filosofía y Letras se encuentra a solo veinticinco cuadras de CooPA, no obstante, para
muchos de los jóvenes de CooPA este espacio era del orden de lo desconocido. Los
chicos recorrieron el espacio en actitud de paseo sin que ninguna expresión develara
cuál era su parecer.

Al finalizar el recorrido, ocupamos un aula y conversamos, además de producir


una historia en conjunto que se desarrollaba en los “laberintos” de la Facultad, acerca de
cuáles eran sus expectativas en relación con el mundo académico y las posibilidades de
llegar a la vida universitaria. Las respuestas, sean puntuales o en silencio, no
presentaban alternativas: ese mundo les era ajeno. Ninguno de los chicos pudo expresar
algún tipo de anhelo o interés por ingresar a nuestra facultad ni a ninguna otra, porque
“ninguno terminaría la escuela secundaria”. Solo uno de los chicos se animó –
justificándose ante el apremio de sus pares- a decirnos que él quería ingresar en una
institución ligada a la mecánica aeronáutica. Fue el único que nos hizo llegar su idea de
seguir estudiando luego de terminar el colegio secundario. La negativa y el silencio del
resto, sin embargo, dominaron.
A partir de ese momento, un interrogante que ya nos embargaba ganó en
intensidad: ¿por qué la representación que tienen de sí mismos no alberga la posibilidad
para el estudio terciario o universitario? Y, en consecuencia, ¿podría pensarse,
utilizando los postulados que Roland Barthes desarrolla sobre el mito como
construcción impuesta por los grupos dominantes,9 en que la nula concepción de un
futuro académico se proyecta desde sí mismos como un hecho natural de su propia
identidad? En tal caso, ¿debería escaparse esa dimensión de lo mítico de nuestro
análisis?

1.3 La producción del libro

En marzo del 2013 volvimos a CooPA. Nuestros objetivos, antes de atravesar


por primera vez la puerta en este nuevo año, eran los mismos que mantuvimos desde el
principio de nuestro trabajo. La única novedad que íbamos a presentar era la confección
y publicación de un libro con los relatos que nos habían contado los chicos en 2012
junto con aquellos que pensábamos recibir este año y por otro lado, la redacción de una
revista en la que los chicos pudieran expresar su relación con los oficios que allí
aprendían. Sin embargo, las autoridades de CooPA habían cambiado los planes que
tenían para nosotros y, aferrándose a nuestra idea sobre la publicación, nos destinaron al
espacio de Comunicación y Diseño. El mismo se divide en dos clases distintas, cada una
destinada a las dos consignas del título. Propiamente hablando, pasamos de ser
buscadores de historias a diseñadores de libros. Esto nos obligó a replantearnos por
entero el proyecto que habíamos ideado para este año. Tuvimos que pensar una
alternativa para cumplir con nuestro objetivo y a la vez conformar las exigencias de la
institución. Decidimos volcarnos a los aspectos formales del libro, no desde un lugar
inocente sino atendiendo a la importancia que tienen estas elecciones materiales a la
hora de darle sentido a un texto. Queríamos que los chicos pudieran reflexionar acerca
de los significados que esconden las decisiones aparentemente menores como el color
9
BARTHES, Roland, Mitologías. México, Siglo XXI, 1989
de una tapa o el tipo de letra para un título. En principio no era lo que pretendíamos, sin
embargo este nuevo espacio nos abrió un panorama que no habíamos imaginado nunca.
Los encuentros se hicieron los viernes a la mañana, desde principios de marzo
hasta mediados de junio. Inicialmente, el taller era dirigido por dos profesoras. Nosotros
fuimos acompañados durante todo el año por una de ellas, sin que la otra se hiciera
presente en ningún momento. Una diferencia negativa con respecto al año pasado fue
que antes podían asistir a nuestro espacio los chicos de todos los talleres. En cambio,
este año solo contamos con aquellos que habían elegido la orientación de
Comunicación. Lógicamente, esto significó una merma importante en la cantidad de
chicos que asistían a nuestro taller. En promedio, el número era de 5 estudiantes con
edades entre 15 y 20 años en situaciones de escolaridad muy distintas. Por otro lado,
casi la totalidad de los chicos eran mujeres. Aunque el año pasado notamos que un
grupo de hombres intentaba imponer a fuerza de burlas quién podía hablar y quién no, la
ausencia de voces masculinas durante este año fue una constante en el devenir del curso.
Otra diferencia radical en relación a nuestra experiencia del 2012 fue el tiempo que nos
llevó iniciar el diálogo con los chicos. Si bien el año pasado tuvimos una serie de
obstáculos para componer el vínculo, en esta oportunidad no hubo ningún tipo de
reticencia de su parte para relacionarse con nosotros, más bien lo contrario: estaban
comprometidos con el proyecto, trabajaban mucho con las diferentes líneas de trabajo
que propusimos. Sin embargo, y al igual que el año pasado, los chicos fueron
cambiando de encuentro a encuentro, siendo imposible para nosotros mantener un grupo
homogéneo. De todos modos, un reducido grupo de chicas siempre concurría.
La primera tarea propuesta fue diseñar la tapa del libro que íbamos a publicar.
Los primeros encuentros fueron destinados a explicarles a los chicos las partes que
componen un libro y las funciones que tienen a la hora de llenar su materialidad de
contenido. Luego les pedimos que empiecen a planear ellos mismos cómo querían que
se hiciera la tapa del libro. Sin darnos cuenta en ese momento, los chicos empezaron a
plasmar sus propias creencias, sus ideales y su identidad en las decisiones formales de la
tapa. Por ejemplo, uno de los chicos argumentaba que el color de la tapa debía ser
celeste, porque, según él, cada vez que entraba al barrio quedaba fascinado por cuán
amplio se veía el cielo entre las calles de casas bajas. En cambio, otra de las chicas
propuso el gris, creyendo que el barrio se definía por el color del cemento de las
construcciones a medio hacer. Al mismo tiempo, ella empezó a traernos dibujos que
hacía por su propia cuenta en su casa. De a poco, la idea de que una de sus obras fuera
incluida en la tapa comenzó a tomar fuerza. También se ofreció a dibujar la tipografía
en forma de grafiti para el título de la tapa, alegando que este tipo de letra representaba
el aspecto urbano y joven de quienes contaron sus relatos. Otra de las chicas prometió
encargarse de escribir el prólogo del libro. Mientras cada uno de los integrantes se
afirmaba en su rol, la profesora del área los orientaba en el trabajo con los programas de
diseño. En los siguientes encuentros los chicos empezaron a diseñar y concretar
distintas propuestas para la tapa de nuestro libro.
A finales de mayo, ocurrió un hecho que resultó determinante en nuestro
recorrido por la institución. Las titulares del espacio de Comunicación y Diseño se
mostraron descontentas con nuestra forma de trabajar, principalmente porque no les
habíamos presentado un programa con los contenidos que íbamos a exponer y también
porque no estaban de acuerdo con las formas que teníamos de tratar los temas. Ellas
creían que nosotros íbamos a enseñarles, a la par de nuestro proyecto, a utilizar un
programa de diseño para la computadora, escalas cromáticas, etc. Nosotros les
aclaramos que ése nunca había sido nuestro objetivo, sino que presuponíamos que tales
contenidos eran abordados durante el resto de los días de la semana. Les recordamos
que en nuestro espacio buscábamos generar que los chicos reflexionaran sobre el peso
que tiene cada pequeño detalle a la hora de darle sentido a una publicación. También les
dijimos que al comenzar el año planteamos un proyecto totalmente distinto al que
veníamos desarrollando y que nos vimos obligados a modificarlo por disposición de la
institución. A partir de este momento, comprendimos que teníamos un enfoque
difícilmente compatible con el de CooPA. A pesar de caratularse como una institución
de educación popular, nos sorprendió que hayan intentado cuestionarnos desde una
perspectiva tan marcadamente normativa. En palabras de una de las coordinadoras del
espacio, ellos pretendían que los chicos “hicieran el taller de diseño para después
realizar cosas prácticas, como las invitaciones al bautismo de algún primo”. En su
postura observamos nuevamente la tendencia de la institución a coartar formas
alternativas de generar conocimiento, anulando la posibilidad de establecer un contacto
crítico con las disciplinas de estudio y reproduciendo el conocimiento adquirido en
prácticas que no proponen una reflexión activa sobre la hegemonía cultural ni tampoco
alternativas para alterar la desigualdad social. Nosotros queríamos orientarlos para que
pudieran leer un mensaje desde múltiples perspectivas y así lograr que los chicos
desarrollaran un pensamiento crítico sobre las formas en que se sostienen los contenidos
de cualquier tipo de escritura, sin limitarnos meramente al formato del libro. La
pregunta de fondo que queríamos generar era “¿qué nos dicen las formas?” Desde
nuestro lugar, nosotros creemos que el aspecto formal del mensaje –el espacio donde
aparece, su tipografía, sus imágenes, etc.- está radicalmente atravesado por la misma
matriz política e ideológica que su contenido y aporta una serie de signos que amplían y
ordenan lo que nos dicen las palabras. Gracias a esta perspectiva, nosotros aprendimos
que una decisión formal aparentemente trivial podía plasmar parte del imaginario de los
chicos, sus ideales, sus formas de representar el mundo. Esta imposibilidad para hacer
congeniar los objetivos de CooPA con los nuestros hizo que, a la semana siguiente, la
profesora que nos acompañó durante todo el cuatrimestre nos informara que nuestro
taller debía concluir en junio, y no en diciembre como habíamos pautado. Caímos en la
cuenta de que el libro quedaría a medio hacer y que no habría ninguna posibilidad para
llevar a cabo la revista que le habíamos prometido a los chicos. A pesar de que ellos
estaban muy entusiasmados con la propuesta, la institución no tuvo en cuenta su voz ni
sus expectativas con respecto al taller.

Una vez que la tapa estuvo casi concluida, comenzamos a trabajar con las
restantes partes del libro. Una de las chicas ofreció sus dibujos para la contratapa y
alcanzó a esbozar las palabras que los acompañarían. Cuando le preguntamos cuál creía
que era el objetivo del libro, ella nos dijo que “serviría para cambiar la imagen que
tienen de los chicos, porque piensan que los pibes de acá son todos chorros”. Ella se
comprometió con nosotros a traernos al próximo encuentro unos dibujos que pensaba
hacer para el libro. Le preguntó a la profesora de la institución, quien les daba clases los
días restantes de la semana, si podían utilizar un poco de ese tiempo para poder concluir
con la tapa del libro. La respuesta fue negativa: no le permitió seguir con la actividad
que deseaba realizar argumentando que debía priorizar la evaluación de final de
cuatrimestre. Este episodio corroboró aquello que pensábamos sobre las prácticas
normativas de CooPA. Al tener como objetivos principales que los chichos puedan
aprender un oficio y reinsertarse en el sistema educativo oficial, las voces de los jóvenes
y las problemáticas que los atraviesan quedan en segundo plano. La institución limita
sus motivaciones para guiarlos hacia un fin que considera más importante, más
trascendental. El pragmatismo que caracteriza a CooPA produce una desvinculación de
los intereses institucionales con las problemáticas y las aspiraciones de los chicos, lo
cual genera apatía y deserción. ¿Acaso no es mucho más importante, teniendo en cuenta
que CooPA es una institución de educación no formal, el entusiasmo de los chicos y sus
deseos de realizar prácticas motivadoras que la autoridad del programa y la imposición
de una evaluación? ¿De qué tipo de educación popular estamos hablando? Las lágrimas
de alegría de los chicos al imaginar el contacto con la tapa que había diseñado, todo el
trabajo que hacían por iniciativa propia en su casa, toda su energía para sacar adelante el
proyecto, todo eso no valía más que una evaluación pautada a principio de año.
Finalmente, ése fue nuestro último encuentro.

Nunca volvimos a CooPA. Tuvimos una reunión con el responsable de la


institución donde nos dijo que él no estaba enterado de nuestra situación. Nos pidió
disculpas, sacó a la luz cuán importante era para él la relación con la universidad y se
comprometió a conversar con el resto de los coordinadores de CooPA para poder
reinsertarnos en algún taller. Sin embargo, hasta el día de la fecha no volvió a
comunicarse.
A raíz de nuestra experiencia, evidenciamos que la institución mantiene una
serie de contradicciones que saltaron a la luz repetidamente. Creemos que existe una
tensión entre los principios políticos e ideológicos que fundamentan la institución y la
práctica real dentro de ella. Por un lado, CooPA pretende ser un espacio alternativo que
critica las formas hegemónicas de impartición del conocimiento y, por otro, reproduce
las prácticas normativas propias de la educación formal y excluyente que tanto
cuestiona. Desde nuestro lugar, consideramos que CooPa se encuentra en una aporía que
no consigue resolver. El afán de pragmatismo y la necesidad de ser un elemento útil
dentro del sistema para la reinserción de los chicos parecieran ser las justificaciones de
las prácticas normativas evidenciadas. De esta forma, les resulta imposible conciliar esa
perspectiva pragmática con sus principios ideológicos. Se deja de lado la matriz política
del estudio para asegurarse que los chicos puedan aprender un oficio mientras terminan
el colegio. Debido a esta tensión, creemos que los chicos del taller de Comunicación no
generaron un enfoque crítico de la disciplina que estudian. Tampoco analizaron sus
prácticas a partir del contexto en que se encuentran frente al mundo, sino que el
contenido disciplinar se les presentó como una herramienta para insertarse
individualmente en el mercado laboral. Lejos de plantear iniciativas que intenten
conciliar el trabajo con la acción política o nuevas formas de organización de sus
producciones, el taller de Comunicación y Diseño se basaba en impartir conocimientos,
a partir de la figura clásica de profesor, que podrían ser aprovechados en un futuro de
manera individual por los integrantes, y no a partir de una práctica política de esos
contenidos.

Impartir contenidos intercambiables en el mercado laboral con el fin de lograr la


reinserción social de los jóvenes es más que necesario en el contexto del Bajo Flores.
No discutimos la pertinencia de dicho objetivo. Pero comprendemos que, para alcanzar
tal finalidad, resulta contraproducente preestablecer las finalidades prácticas que los
jóvenes puedan darle a esos saberes ya que las propias motivaciones de los chicos se
ven condicionadas. En nuestro espacio de los viernes, intentamos enseñar a partir de la
discusión crítica. Quisimos generar un espacio en donde los chicos pudieran desplegar
sus voces y cuestionar su presente para explorar –en un marco de contención- otras
posibilidades para su futuro.

2.-El proceso de la experiencia y reformulaciones: turno tarde

Las prácticas en Pre-CooPa se realizaron entre los meses de mayo y noviembre


de 2012, más precisamente entre el 3 de mayo y el 29 de noviembre. La actividad se
desarrolló los días jueves por la tarde (15 a 16.30 hs.). A la misma concurrían chicos
entre 11 y 14 años, conformándose grupos de no más de 6 chicos, todos ellos varones.
En cuanto a las dificultades debemos mencionar, en primer lugar, la falta de
constancia en la asistencia de los chicos. Si bien siempre se contó con un número fijo de
participantes, no obstante no se logró la continuidad de todos ellos. En segundo lugar,
también fue determinante la discontinuidad de la práctica generada por la interrupción
que suponen las vacaciones de invierno, la incidencia de factores climáticos y la
recurrencia de la adhesión a paros que tenía lugar los días jueves, cuando debía
desarrollarse la actividad. Quizás la dificultad mayor que obstaculizó el trabajo estuvo
relacionada con cierta falta de acuerdo en lo que compete al horario, ya que inicialmente
iba a participar un grupo de chicos más grandes que aún no estaba integrado a CooPA,
pero ciertas falencias en la comunicación entre los talleristas impidió que se sumaran a
la actividad.
A esto debemos sumar los cambios de espacio, pues al comenzar las reformas
del salón de usos múltiples, que concluyeron a fin de año, pasamos al comedor de
CooPA.
Las actividades de la primera mitad del año, hasta las vacaciones de invierno,
estuvieron dedicadas a efectivizar las expectativas del proyecto orientadas a la
recuperación de la mitología familiar, barrial y/o de los lugares de procedencia de los
niños. A diferencia de lo que ocurría con los adolescentes de CooPA por la mañana,
más reacios al desarrollo de la oralidad, los chicos de la tarde rápidamente se
interesaron en la narración de experiencias que estaban ligadas a lo sobrenatural. Desde
la pregunta inicial sobre la heroicidad y el protagonismo de los héroes en aventuras
“maravillosas”, algunos de los niños se convirtieron en narradores orales, hasta el punto
de que eran invitados a narrar historias en otras circunstancias.
Los encuentros contaron con apoyo de material gráfico, en particular a partir de
libros que se llevaban para ejercer otras prácticas, como la lectura en voz alta para dar
paso al comentario y a la transformación de los relatos. 10 Entre el material bibliográfico
utilizado, pueden señalarse mitos grecorromanos (estaban impresionados en particular
con el minotauro, lo que llevaba a la reflexión sobre lo monstruoso que aparecía en
territorios escabrosos de carácter laberíntico), leyendas de diferentes pueblos originarios
de nuestro territorio, como así también del espacio latinoamericano, y cuentos
tradicionales, que vulgarmente son denominados como “cuentos de hadas”. También se
incluyeron textos literarios, tal es el caso de Ciro Alegría y sus leyendas amazónicas,
particularmente aquella que habla de los bufeos convertidos en piratas nocturnos, y
Leopoldo Lugones y alguno de sus cuentos extraños, como “El escuerzo”. La lectura se
realizó tanto en forma oral y colectiva, como de manera silenciosa, y sirvió de
disparador para que los chicos pudieran hablar de sus experiencias de vida y construir (o
reconstruir) relatos propios de su “mitología barrial”.
De este modo, mientras que algunas de las leyendas comentadas durante los
encuentros hallaron nuevas versiones en boca de los chicos (por ejemplo, la de la
llorona, el pombero, el lobizón, el familiar, etc.), paralelamente fueron surgiendo
leyendas locales que fueron narradas y completadas entre todos, dibujadas y, en algunos
casos, puestas por escrito. Debemos aclarar que la práctica de la escritura, que se inició
en la segunda parte del año, resultó mucho más costosa, por lo cual los registros que se
llevaron a cabo son producto de la narración oral individual y grupal.
Historias de espíritus vinculados a experiencias de violencia, como el caso de
dos hermanos que afirmaban ver el fantasma de su padre muerto en un robo; duendes
10
Cabe señalar que se adquirieron aproximadamente ochenta libros, materiales para la ampliación de la
biblioteca de CooPA y, hasta el momento, veinte DVD con la intención de inaugurar un espacio de
proyección de películas para el barrio.
barriales como el pombero o “bomberito” que podía localizarse a unas cuadras del
barrio, junto a las vías del ferrocarril, -suponemos que se trata del puente de Cruz y
Escalada-; el llanto de los perros en la soledad de la casa que hacía pensar en la
presencia del demonio; los ruidos de casas vecinas donde se cree que tenían lugar
prácticas de magia negra; los cultos alternativos como el de San la Muerte, del que no
debe hablarse por prescripción materna; y los “zombies” que generaban en ellos una
gran fascinación representada en búsquedas en la web y en juegos de computadora
donde estos seres invadían los espacios personales.
Pero también aparecieron otros relatos emparentados con la represión policial o
de otras fuerzas de seguridad como la Gendarmería, la droga y las relaciones sexuales.
En uno de los encuentros se realizó una filmación donde los chicos, dramatizaban cómo
los gendarmes procedían cuando consideraban que una situación era sospechosa o
peligrosa para la comunidad, lo que fue catártico para los chicos que ese día no querían
quedarse al taller mostrándose nerviosos y excitados. Terminada la teatralización,
habían pasado más de quince minutos de la hora de finalización del taller y quienes
decían tener obligaciones pendientes no se querían retirar.
Entretanto, surgieron entre los niños participantes discusiones vinculadas con la
discriminación o vinculaban cierta temática maravillosa con un grupo étnico en
particular, como el caso particular de la comunidad peruana. A esta comunidad se la
considera como la última en llegar al barrio, considerados cercanos al narcotráfico u
otros hechos delictivos, como así también eran los que asociaban, por ejemplo, los
perros de ojos sanguinolentos con el diablo. Esto nos sirvió para empezar a trabajar con
lo que era uno de los objetivos iniciales del taller/proyecto: el reconocimiento de una
matriz común a todos los mitos y, por consiguiente, la desnaturalización de las
diferencias de origen que nos separan de otros pueblos latinoamericanos, e incluso de
nuestros propios vecinos, por ejemplo desestimar la relación de mitos y leyendas del
noroeste argentino con el territorio paraguayo, o utilizar denominaciones denostativas
como “cholo/chola” sin que estas pudieran decodificarse para llegar a una definición.
Consideramos que este aspecto que se entronca en esencia con la integralidad del
proyecto de extensión, docencia e investigación debe ser profundizado, pues es
necesario reconocer que solo pudimos advertirlo para su registro, pero no llegamos a
una etapa de reflexión para producir una verdadera retroalimentación entre los niños del
taller.

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