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Los últimos hallazgos han convertido la historia de

la familia humana en un árbol genealógico cada vez


más enrevesado y lleno de secretos. Le hemos
pedido a un investigador líder en la materia que nos
aclare las cosas1.

Por el antropólogo Christopher Stringer


Fotos: S. Entressangle / E. Daynes / Science Photo Library/Agefotostock

Los seres humanos nos consideramos los amos del planeta, muchos científicos hablan ya de una
nueva época geológica, el Antropoceno, en la que la actividad humana determina el aspecto de la
Tierra. Se trata de un fenómeno nuevo, ya que durante la mayor parte de su historia el Homo sapiens
apenas ha dejado huellas de su paso. O eso creíamos. Estos últimos años hemos desenterrado
tantas cosas que hemos tenido que replantearnos muchas certezas.

Hasta hace poco, los expertos nos creíamos capaces de trazar una estampa clara de los últimos
500.000 años de evolución humana: una saga familiar no muy enrevesada y con un número
manejable de protagonistas. Al principio estaba el Homo heidelbergensis, que debe su nombre a
una mandíbula hallada en Heidelberg (Alemania) en 1907. Se trataba de un tipo con prominentes
arcos superciliares y un cuerpo musculoso que se desarrolló hace entre 600.000 y 400.000 años.
Su escenario fue África y la parte occidental del continente euroasiático. En esta versión de los
hechos, el hombre de Heidelberg dejó dos sucesores, pues no llegó a extinguirse: siguió
evolucionando hasta dar lugar, primero, al Homo neanderthalensis, robusto y con la nariz ancha,
que se extendió por el oeste de Eurasia; y luego, a nosotros, el Homo sapiens, con un cráneo
esférico y originario de África.

Desde el continente africano, precisamente, pensábamos los científicos que habíamos partido los
humanos modernos a la conquista del planeta. Salimos de África hace 60.000 años, y apenas
30.000 años más tarde el neandertal -eterno perdedor- fue barrido de toda Eurasia sin que
prácticamente llegáramos a mezclarnos con ellos.

1
https://www.xlsemanal.com/conocer/naturaleza/20200130/evolucion-ser-huamano-homo-sapiens-neardental-
historia-origen-del-hombre-christopher-stringer.html
Homo heidelbergensis, los antiguos europeos.

Descubierto: 1907.

Lugar: Heidelberg (Alemania) Edad del


hallazgo: unos 600.000 años.

© S. Entressangle, E. Daynes/Science Photo


Library/Agefotostock

Al margen de estos actores principales, en el relato clásico también había algún pariente que quizá
llegó a convivir con el Homo sapiens. Uno de ellos vivió en China, como demostró un cráneo hallado
en la provincia de Shaanxi en 1978. Y otro más en Indonesia.

Solo nosotros, los humanos modernos (o eso creíamos), conseguimos ir más allá de las costas
asiáticas gracias a la invención de embarcaciones. Con ellas navegamos hacia el este a lo largo de
la cadena de islas que jalonan el camino que lleva a Australia, continente al que llegamos poco
después. Este relato conforma una historia clara, sin líos. El problema es que en 2020 ya no queda
ni un solo científico serio que se atreva a contarla así. Una avalancha de hallazgos fósiles e
innovaciones tecnológicas han puesto patas arriba esta historia. Por ejemplo, gracias a unos restos
encontrados en Grecia el pasado verano, hemos sabido que el Homo sapiens llegó a la región
150.000 años antes de lo que pensábamos.

La primera vez que la imagen tradicional de la evolución humana se vio trastocada fue en 2004,
cuando se publicó el hallazgo de un pequeño esqueleto humano en la isla indonesia de Flores. Su
cráneo era del tamaño del de un simio con una mandíbula poderosa. Se trataba de un ser tan
especial que se catalogó como nueva especie humana: Homo floresiensis, el hombre de Flores.

Homo floresiensis: los pequeñísimos ‘hobbits’. Descubierto:


2003 Lugar: isla de Flores/Indonesia Edad del hallazgo: de
100.000 a 60.000 años.

© S. Entressangle, E. Daynes/Science Photo


Library/Agefotostock

Y empezó la polémica. Unos especialistas defendían que ese ser -al que se apodó “hobbit”-
descendía del Homo erectus y que era pequeño porque había encogido: un caso más del fenómeno
de “enanismo insular”, que consiste en que los mamíferos “encogen” debido a que en su nuevo y
aislado entorno ya no tienen que enfrentarse a depredadores. Otros expertos opinaban que el hobbit
era un Homo sapiens moderno, como nosotros, pero aquejado de síndrome de Down. ¿O quizá
sufría una deficiencia congénita de yodo?

También había indicios de que nuestro recién descubierto antepasado era capaz de hacer fuego;
algunos incluso apuntaban que había llegado a su isla a bordo de una embarcación, una capacidad
que los investigadores solo atribuían al Homo sapiens. Todas estas habilidades resultaban
sorprendentes en una criatura con el volumen craneal de un chimpancé. Por si fuera poco,
aparecieron restos en otro yacimiento de la isla, Mata Menge, y se descubrió que tenían 700.000
años. ¡Vamos, que la historia familiar de estas pequeñas criaturas es muy larga!

Pero no ha sido la única sorpresa. La primavera pasada se hallaron en la isla filipina de Luzón fósiles
de otra estirpe humana. Tienen 67.000 años. Es el Homo luzonensis.

Los expertos dudan: ¿aquellos humanos se movieron en embarcaciones o aferrados a objetos flotantes tras
algún tsunami?

Una vez más vuelve a surgir la pregunta: ¿estos humanos llegaron hasta allí en embarcaciones o
los arrastró un tsunami y se agarraron a algún objeto flotante? En el caso concreto del Homo
luzonensis, habrá que esperar a tener más datos antes de llegar a una conclusión.

Pero las sorpresas no se han centrado en remotas islas asiáticas que habían permanecido
ignoradas por la ciencia. África, la “cuna de la humanidad” y una región que los especialistas
creíamos conocer bien, también ha deparado sobresaltos…

En 2013 en las cuevas de Rising Star, en Sudáfrica, aparecieron más de 1500 fósiles de 15
individuos, desde niños hasta adultos. Todos presentaban una combinación única de características
óseas primitivas y modernas. El cráneo recordaba al de los monos, pero sus manos y pies eran
humanos. Una vez más nos encontrábamos ante una especie nueva: el Homo naledi. Naledi
significa “estrella” en la lengua sotho-tswana. El equipo que encontró los fósiles cree que el Homo
naledi depositaba a sus muertos en cavernas para darles sepultura, un comportamiento
llamativamente moderno, aunque no todos los especialistas comparten esta interpretación.

Homo naledi. Los “hombres de las estrellas”


Descubierto: 2013 Lugar: cerca de
Johannesburgo/Sudáfrica Edad del hallazgo. de
236.000 a 335.000 años.

© S. Entressangle, E. Daynes/Science Photo


Library/Agefotostock
Cuatro años más tarde, en 2017, se pudo datar los restos de naledi, y la edad obtenida fue de
285.000 años. Se trata de una fecha muy reciente, a pesar de que los huesos presentan
características más antiguas. Este detalle resulta especialmente emocionante, pues si la larga
supervivencia del Homo floresiensis y del Homo luzonensis se puede atribuir a su aislamiento insular
y a la falta de competencia con otras especies humanas, en el caso del naledi resulta complicado
explicar cómo pudo resistir durante tanto tiempo en el sur de África, a donde nuestros antepasados
directos ya habían llegado.

Hallazgos como el del Homo floresiensis y el Homo naledi han bastado para poner en aprietos a los
científicos. Y, por si fuera poco, llegaron los análisis de ADN.

Y sí: somos también neandertales

En el año 2010 logramos leer genomas enteros de neandertales. Y llegó la sorpresa: los humanos
modernos (específicamente aquellos que no son de origen africano) están claramente
emparentados con el Homo neanderthalensis. El dos por ciento de nuestros genes es neandertal.

Nuestro mestizaje debió de comenzar cuando pequeños grupos de Homo sapiens llegaron al Asia
occidental procedentes de África -hace 60.000 años- y continuó hasta que los neandertales
desaparecieron de Europa hace casi 40.000. Una parte de este ADN nunca se desactivó porque le
venía muy bien al Homo sapiens: lo inmunizaba contra enfermedades y le permitía adaptarse a una
alimentación y un clima nuevos para él. Esta herencia se ha conservado hasta hoy.

Homo neanderthalensis: más inteligentes de lo que creíamos. Descubierto:


1829/1856 Lugar: Engis (Bélgica) / valle de Neander (Alemania) Edad del hallazgo:
más de 40.000 años.

© S. Entressangle, E. Daynes/Science Photo Library/Agefotostock

En el año 2008 se analizó un hueso de dedo hallado en la cueva de Denisova, en Siberia. Su estudio
desveló que no era ni Homo sapiens ni neanderthalensis, aunque guarda un estrecho parentesco
genético con este último. Poco después, restos dentales apuntaron a que parientes de este hombre
de Denisova vivieron en China. Un reciente hallazgo en la meseta tibetana -una mandíbula- también
podría proceder del linaje Denisova. Linaje que, además, está muy extendido: los análisis de ADN
realizados en poblaciones actuales llevan su rastro hasta las selvas tropicales del sudeste asiático.
Muchos indígenas de Papúa Nueva Guinea y Australia cuentan con un genoma similar en torno a
un cinco por ciento al del hombre de Denisova, a lo que se une ese dos por ciento de herencia
neandertal que también hemos encontrado en otros lugares fuera de África. Hoy sabemos que los
hombres de Denisova debieron de dividirse en diferentes grupos de población, y que este hecho
tuvo que ocurrir poco después de que su línea evolutiva se hubiera separado de la neandertal hace
unos 450.000 años. Cada uno de sus subgrupos ha transmitido algunos de sus genes a humanos
de este siglo XXI.

Europa también ha mantenido muy ocupados a los paleontólogos: hace solo tres años, unos colegas
encontraron unas misteriosas construcciones en la cueva de Bruniquel, en el sur de Francia. Están
hechas con estalagmitas cuidadosamente dispuestas sobre el suelo hace unos 176.000 años, y se
les atribuyen a los neandertales. Este hallazgo prueba lo avanzado de esta especie. Su acervo
incluye pinturas rupestres y materiales adhesivos usados para reparar herramientas de madera.

Gracias a unos restos hallados en Grecia el pasado verano, se sabe que el “sapiens” llegó allí
150.000 años antes de lo que pensábamos

Los neandertales no solo estaban más avanzados de lo que creíamos, sino que, además, no
estuvieron solos en Europa, como se había pensado. En el verano de 2019, el estudio de un cráneo
encontrado en 1978 en la cueva de Apidima (en el sur de Grecia) demostró que pertenecía a un
humano moderno, un Homo sapiens. Eso demuestra que llegamos a Europa como poco 150.000
años antes del gran éxodo desde África; esto es, que vivimos aquí desde hace al menos 210.000
años. Es posible que aquel grupo pionero de Homo sapiens no lograra sobrevivir, pero incide en
que debemos cambiar nuestra perspectiva.

Atapuerca infinita

Como ya se ha dicho, el árbol genealógico del ser humano, tan elegantemente organizado por la
ciencia, está resultando más retorcido de lo que pensábamos. Según se creía, el Homo
heidelbergensis era nuestro último antepasado en común con el neandertal. Pero desde 1990 se
están encontrando en la sima de los Huesos, en la sierra de Atapuerca -yacimiento codirigido por
Juan Luis Arsuaga– , restos cuyo ADN cuenta otra historia. Estos fósiles de unos 430.000 años de
antigüedad, sobre todo los dientes y los cráneos, tienen una apariencia externa de neandertales
tempranos, pero son demasiado antiguos para que sea así. Recientes análisis de ADN han
confirmado esta impresión, con lo que peligra el papel que se le atribuía al Homo heidelbergensis
como último antepasado compartido entre el neandertal y el humano actual. Y es que los fósiles de
la sima de los Huesos demuestran que el neandertal debió de haber evolucionado a lo largo de un
tiempo más prolongado.
“Homo sapiens”. Los padres de la humanidad. Descubierto: 2017 (hallazgo de fósiles de mayor antigüedad).
Lugar: Jebel Irhoud / Marruecos. Edad del hallazgo: unos 315.000 años.
© S. Entressangle, E. Daynes/Science Photo Library/Agefotostock

Nuevas investigaciones sobre la evolución del rostro humano han venido a sembrar más dudas
sobre el papel del Homo heidelbergensis. Se pensaba que el rostro del hombre de Heidelberg habría
evolucionado tanto hacia el típico rostro neandertal, con su nariz ancha y los marcados pómulos,
como hacia el rostro plano del Homo sapiens. Pero un nuevo cráneo infantil, de unos 850.000 años,
señala ahora en otra dirección: desenterrado en Atapuerca, su rostro parece más moderno que el
del Homo heidelbergensis, el de los hombres de la sima de los Huesos o el de los neandertales. Y
lo mismo sucede con el llamado “cráneo de Dali” hallado en China, de alrededor de 300.000 años
de antigüedad.

La conclusión: posiblemente, el antepasado común del Homo sapiens, del neandertal y del hombre
de Denisova se nos pareciera mucho más de lo que creíamos. Lo que seguimos sin saber es quién
estuvo realmente al comienzo de la cadena, quién fue el antepasado a partir del cual derivó la
especie humana. Estos descubrimientos ponen en evidencia cuánto debe de estar aún oculto.

Los constantes hallazgos y las nuevas dataciones han convertido el árbol genealógico humano
clásico, tan elegantemente ordenado por los científicos, en el de una familia llena de ramas. Algunos
de estos parientes incluso llegaron a coincidir en el tiempo, aunque quizá ni siquiera sabían de la
existencia el uno del otro. Lo único de lo que podemos estar seguros es de que al final solo ha
sobrevivido una especie. De quienes hoy poblamos la Tierra depende el camino que tomará la
humanidad en el futuro.

La gran aventura del “Homo sapiens” y sus parientes

Hace unos 300.000 años, nuestra especie, el Homo sapiens, empezó a poblar paulatinamente el
planeta. Y en el proceso se encontró con algunos parientes cercanos. Nuestros antepasados
salieron en varias oleadas.
→ Propagación temprana, hace entre 200.000 y 60.000 años.
→ Propagación tardía, hace entre 60.000 y 30.000 años aproximadamente.
♦ Mestizaje de neardental y Homo sapiens.
♦ Mestizaje de neardental / Homo sapiens con el hombre de Denisova

Christopher Stringer, de 71 años, dirige desde hace dos décadas el Departamento Orígenes del Ser Humano en el Museo
de Historia Natural de Londres. Se hizo mundialmente conocido por ser uno de los primeros defensores de la teoría out
of Africa, según la cual los comienzos de la humanidad moderna tuvieron como escenario el continente africano .

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