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El sistema
de la
economía
colonial
MERCADO INTERNO,
REGIONES Y ESPACIO ECONOMICO
© IEP ediciones
Horacio Urteaga 694
Lima 11
Telfs. 32-3070 ― 24-4856
Impreso en el Perú
1ra. edición abril 1982.
VI
La organización económica espacial
del sistema colonial.
manera que los bastimentos de harinas, carnes, vinos, maíz y otros frutos
que se solían llevar antes a Potosí de partes distantes a ciento, a dos-
cientas y más leguas, ahora se dan tan copiosamente en los valles de su
contorno, que dellos se proveen de vituallas abundantemente aquellas mi-
nas..." (Cobo 1956: 136).
7. En una ponencia de 1976 hemos analizado en detalle el proceso
de formación del mercado interno, ver Assadourian 1979: 223-292.
VI / Organización económica espacial 285
torce, en un país inculto y despoblado, que sólo servía antes del año de 1774
para la cría de algún ganado, sin trascendencia alguna al cultivo y fomento
de su misma provincia, y menos de las inmediatas que desde aquella época
han tomado un incremento muy grande a merced de aquel precioso
descubrimiento que en sus rendimientos y consumos, ha llegado a competir
con los más famosos de los antiguos; por el extremo contrario, sobran
también ejemplares de la decadencia y postración a que se han reducido
distritos de consideración, por el abandono de los Minerales que florecieron
en sus inmediaciones, como no ha mucho sucedió con el de Bolaños, que en
el tiempo que estuvieron en corriente sus minas, activó y sostuvo la industria
agraria y demás trabajos de su contorno en un grado brillante; y desde que
aquéllas pararon, han desmerecido infinito, quedando sin esperanzas de
recobrar su anterior prosperidad, mientras que alguna feliz combinación no
vuelva a restablecer el laborío de las propias minas, o se descubran otras
nuevas que llenen su hueco..." (Elhuyar [1825] 1964: 22-23).
9. Una excelente presentación de los planteos más recientes sobre el
problema de la depresión, en Florescano y Gil Sánchez 1976: II, 185199.
Tomando el caso del Perú, nosotros hemos esbozado un modelo que
considera esencialmente los procesos de reajustes operados en las produc-
ciones regionales destinadas al mercado interior, ver Assadourian 1973; 169-
183 y además la parte tres del presente libro.
288 Assadourian
dad", con lo cual "podían trabajarse minas viejas y nuevas, que hasta
entonces se habrían considerado incosteables" (Ibid: 56) 11.
Dado el movimiento secular de expansión en la producción mi-
nera ¿qué ocurre con los gastos en materia de trabajo vivo u obje-
tivado, con el proceso de circulación del capital minero? "Estos prodi-
giosos adelantamientos" en los niveles de producción de plata "suponen
una extensión gradual proporcionada en todas las maniobras y opera-
ciones de la minería: de consiguiente una ocupación multiplicada, una
serie creciente en el número de brazos dedicados a ella, un consumo
progresivo de cuantos efectos se emplean en el ejercicio y en la ma-
nutención de las gentes y bestias que ocupa, un aumento correspon-
diente en la servidumbre, menestrales, artistas y gentes de las demás
clases de las poblaciones de los minerales..." (Elhuyar [1825] 1964: 79,
lo mismo en 56 y 80).
Habiendo ubicado otra vez al capital minero en la esfera de la
circulación, Elhuyar concluye esta parte de su esquema sosteniendo que
la nueva tendencia secular de la producción minera dominante pone
en movimiento a todas las otras producciones agrarias y manufactu-
reras, pues éstas son dependientes y están subordinadas directa o indi-
rectamente al ciclo de circulación del capital minero: "Con este au-
mento del trabajo y consumo inmediato, y el que igualmente motivara
en los demás ramos de industria, se extendería la esfera de todos y de
cada uno de ellos, facilitando de innumerables modos los medios de sub-
sistencia: debía pues resultar un incremento en la agricultura y cría
de ganados de todas clases, en el ejercicio de todo género de artes y
oficios, y en la misma población; y de consiguiente en este tiempo debió
comenzar a salir todo del estado estacionario en que se había mante-
nido en el siglo anterior, y tomar el curso progresivo que se le ha
visto seguir hasta el presente..." (Ibid: 56). De este modo, Elhuyar
señala cómo la repetición ampliada del ciclo de circulación del capital
mercantil provoca y sustenta el crecimiento de toda la producción
mercantil, es decir el desarrollo constante del mercado interior.
El esquema de Elhuyar sobre los movimientos económicos de los
siglos XVII y XVIII nos ha proporcionado varias indicaciones deci-
pos.21 Esta última forma nos parece inserta dentro de la que Marx
llamó intercambio directo de productos, donde los bienes se cambian
sin que haya asumido aún una forma independiente de su propio valor
de uso: el objeto de cambio "reviste por una parte la forma de expre-
sión simple del valor, pero por otra parte no llega aún a revestirla. . ."
Tenemos, así, un modo de producción donde una gran parte de la
producción no entra nunca en la circulación, no es objeto de cambio,
ni de trueque, y donde otra parte entra en la circulación pero no se
produce como mercancía y no se convierte en mercancía. Notemos
aquí las rupturas que va introduciendo el proceso de la transición.
La invasión de los españoles, al destruir al estado imperial inka, pro-
voca la desaparición de la primera forma, la circulación bajo control
estatal. Asimismo, tanto el derrumbe demográfico como el reparto de
encomiendas entre los españoles perturba el funcionamiento de la se-
gunda forma, la circulación de bienes entre los distintos pisos ecoló-
gicos que conformaban la unidad territorial de cada grupo étnico. De-
jando indemne el intercambio directo de productos entre los territo-
rios de los distintos grupos étnicos, el dominio europeo empieza a im-
poner otra nueva forma, original para los indígenas: la transforma-
ción de los valores de uso en mercancías y la realización de éstas en
dinero. Desde la perspectiva de la formación del mercado interno, de
la gestación de un sistema mercantil, el mercado minero de Potosí, si-
tuado a más de 4,000 metros de altura sobre el n. del m. asume ya su
carácter de zona dominante, de articuladora del espacio económico
colonial andino.
Pasemos ahora a ver la manera cómo se conforma, en el último
cuarto del siglo XVI, la nueva estructura agraria del espacio andino.
En la década de 1570 a 1579, dominada por la gestión del virrey
Toledo, se inician tres procesos decisivos de cambios en la produc-
ción minera, en la renta campesina y en las formas de ocupación y
propiedad del suelo, que modifican la forma real del modo de pro-
ducción anterior. Resumamos primero los cambios ocurridos en el
sector minero puesto que son los que van a determinar la modificación
del sistema agrario de producción. En Potosí, vale decir en el gran
Cuadro 2.
Consideremos las cifras del cuadro 1. Sabemos que son muy in-
seguras, pero lo mismo permiten algunos tanteos cuantitativos que
nos acercan a nuestros propósitos analíticos. Lo primero que sobresale
de las cifras de estos tres obispados es la dimensión alcanzada por el
grupo de los forasteros hacia mediados del siglo XVII: el 50% de
los efectivos masculinos entre 18 y 50 años son migrantes recientes
o descendientes de ellos en primera o segunda generación. Tan alta
proporción responde seguramente a una causa muy clara, casi todas
las áreas que aparecen en este cuadro están obligadas a la mita de
Potosí; en consecuencia el abandono de los pueblos reflejaría aquí
la resistencia a ese trabajo forzado, el símbolo mayor de la explotación
mercantil colonial. Pero al mismo tiempo las cifras muestran otro
efecto del centro minero sobre la estructura agraria indígena, pues
Potosí aparece como un verdadero foco de atracción de migrantes
310 Assadourian
(29.3 por ciento del total de ellos).31 Sumando las cifras del Cusco y
La Paz, las otras dos villas españolas incluidas en el cuadro, tenemos
que el 40 por ciento de los forasteros ha iniciado un proceso de des-
vinculación de la condición de campesino.32 Sin embargo, la localiza-
ción del 60 por ciento restante de los fugitivos indica que la migra-
ción rural-rural tiene una magnitud mayor que la dirigida hacia los
centros urbanos.
De las cifras del cuadro 2 nos interesa ahora destacar exclusiva-
mente dos o tres elementos. Por ejemplo, que las migraciones indíge-
nas eran un fenómeno generalizado, pero que la intensidad de estos
movimientos variaba de una región a otra; sabemos ya que los tres
obispados con la proporción más alta de forasteros (Cusco, La Paz y
Chuquisaca), comprenden aquellos pueblos indígenas obligados a la
mita de Potosí. Notemos, por otra parte, que las cifras de circa 1754
y 1776 son bastante seguras como medidas de la población indígena,
pero pueden resultar muy engañosas respecto a la cronología de las
migraciones. Nosotros creemos que en el siglo XVIII declinó la in-
tensidad del proceso migratorio, de allí que el cuadro 2 refleja, más
los indígenas que habían arraigado en sus dominios,35 ¿cómo era po-
sible el retorno si en los pueblos indígenas ya no había tierras va-
cantes? Como dicen a cada momento los documentos, el mayor incon-
veniente para devolver los migrantes a sus pueblos originales ". . .fue
el que bolviendose los indios a la antigua habitacion de sus naturale-
zas, no seria posible conservados por no tener tierras que sembrar y
de que balerse para su sustento, por las muchas que avian vendido
los juezes de conpusicion..."36
Tratemos, por último, de plantear un enfoque más teórico del
sistema agrario andino, tomando como referencia de base a las ca-
tegorías de originarios y forasteros que aparecen en los padrones co-
loniales. Comencemos con los originarios, el grupo indígena de mayor
tamaño. Generalizando, este grupo estaba compuesto por aquellos que
mantuvieron, durante todo el período colonial, la condición de miem-
bros inmediatos de la comunidad, condición que implica la coopera-
ción en los trabajos colectivos "ligados al mantenimiento del nexo
hacia afuera y hacia adentro" de la colectividad mayor; por esta re-
lación conservaron, durante todas sus generaciones, el derecho a la
posesión privada de parcelas en los territorios étnico s adjudicados por
Toledo en la década de 1570. El nexo con el exterior asumía, funda-
mentalmente, la forma de una obligación colectiva, que representaría
una de las grandes "alianzas" coloniales: el Estado español admite y
mantiene la propiedad colectiva de los grupos étnicos y la posesión
privada de sus miembros sobre las parcelas, mientras que la colectivi-
dad mayor indígena cede ―a través del tributo y las mitas― una
oferta limitada de fuerza de trabajo para ser empleada en la produc-
ción mercantil controlada por los españoles. Tanto la existencia de