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Desafíos actuales de la imputación

La imputación del hecho antijurídico a título de reproche (la imputatio iuris)

La imputación del hecho antijurídico a título de reproche (la


imputatio iuris)
En este Artículo estudiaremos la imputación del hecho antijurídico a título de reproche (imputatio iuris), considerando
el sentido de la operación de imputatio iuris y de cada uno de los elementos que la conforman y los elementos de la
imputatio iuris: saber y voluntariedad.

Introducción
El objeto de esta cuarta unidad es analizar la operación de imputación de segundo nivel o a título de reproche, o con
terminología clásica la imputatio iuris. Recordemos cómo hemos visto ya las dos operaciones precedentes:

Primero, imputación del hecho.


y luego, valoración de ese hecho conforme a la norma.

Ahora procede imputar el hecho que haya sido considerado antijurídico, y lo imputamos entonces a su agente a título
de reproche.
A semejanza de la operación de imputación del hecho, ahora se exige también conocimiento y voluntad. Pero para
mantener diferenciadas ambas operaciones de imputación, nos referiremos respectivamente a saber y a
voluntariedad.

Se trata de saber que el hecho realizado es contrario (o acorde) a la norma que rige en el momento de actuar
y, a la vez, asumir su realización bajo esa condición, es decir, como antijurídico o no.

También aquí, en caso de no saber esos datos, o de carecer voluntariedad, es decir, en casos de error sobre el
significado o de intimidación, respectivamente, no podremos reprochar a su agente el hecho antijurídico 1.
Esta operación de imputatio iuris se refiere en buena medida a lo que la teoría del delito considera la culpabilidad.
Sin perder de vista tanto lo expuesto en unidades anteriores, como los contenidos habituales de la culpabilidad en
las teorías del delito, conozcamos más acerca de la imputatio iuris o imputación de segundo nivel.
Como hemos visto ya en la Unidad anterior, la aplicación de una ley al hecho previamente imputado consiste en un
juicio de valoración que concluye afirmando:

La adecuación del hecho a la norma (es justo o correcto), o bien, en cambio,


Su inadecuación porque queda por debajo de lo exigido por la norma, y entonces hablamos de
comportamientos antijurídicos, injustos.

Estos últimos se imputarán a continuación al agente a título de reproche, es decir, reprochándole haber obrado así.

Se trata de la llamada “imputatio iuris”, o imputación de segundo nivel, que básicamente incluye los
contenidos que en las teorías del delito convencionales se analizan en sede de culpabilidad.
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La imputación del hecho antijurídico a título de reproche (la imputatio iuris)

Para imputar a título de reproche se precisa que el agente haya obrado sabiendo que su hecho era contrario a la
regla de conducta y, además, que haya obrado con voluntariedad respecto a eso.

No sería posible imputar el hecho a título de reproche, es decir, como culpable cuando, el
agente o bien ignoraba la norma, o bien se hallaba sometido a una presión de su
voluntad que consideramos como excusable. En el primer caso habla la doctrina
tradicional de ignorantia iuris; y en el segundo de vis psíquica o vis moralis.

Sentido de la operación de imputatio iuris y de cada uno de los elementos que


la conforman
No es extraño que mostremos desagrado ante quien llega tarde a una reunión, o que protestemos porque alguien
nos haya golpeado, o que un peatón no bote los papeles en la papelera. ¿Por qué les echamos en cara su modo de
proceder?
Cuando en nuestras relaciones sociales nos echamos en cara haber hecho algo mal, estamos procediendo igual que
en la imputatio iuris de la doctrina clásica de la imputación.

Es más, esta doctrina no se elaboró solamente para la responsabilidad penal, sino que
pertenece a la filosofía de la acción humana, por lo que ha de regir tanto para la
responsabilidad por delitos como para la de otros órdenes normativos (los juegos, el
código de tránsito, las reglas de educación o la ortografía, por ejemplo).

Incluso en las conductas de sentido meramente ético tiene también sentido. Lo que cambia en unos órdenes y otros
es el baremo o criterios de medición y de sanción. La gravedad de la pena jurídica ha conducido a que durante siglos
se haya delimitado muy precisamente los límites de la responsabilidad. En otros órdenes, como la educación o los
deportes, cuyas “sanciones” son menos graves, los márgenes de lo imputado pueden ser más flexibles.

Pero en todos los órdenes de la acción humana tienen lugar las operaciones de imputación.
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Y dichas operaciones siguen una secuencia muy particular:

Se comienza imputando algo como hecho (imputación de primer nivel o imputatio facti).

Sigue después una valoración de lo hecho con arreglo a las pautas de conducta que regían en el momento de actuar,
pero empleadas hacia lo ya hecho, en retrospectiva o hacia el pasado (la applicatio legis ad factum).
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Para finalmente, en caso de que el resultado de la medición sea una valoración negativa, esto es, que el hecho sea
contra la norma, proceder a imputárselo a su agente a título de reproche.

Obsérvese la frase que hemos empleado más arriba: “nos echamos en cara haber hecho algo mal”. En ella se
incluyen las tres operaciones:

Un hecho.
Valorado mal, y
echado en cara.

El sentido de la imputación de segundo nivel o imputatio iuris, es atribuir o imputar a título de reproche al agente su
hecho antijurídico. “A título de reproche” es lo mismo que “echárselo en cara”.

Así, cuando mostramos desagrado ante la conducta de alguien, es porque hizo algo mal
(una falta de ortografía, un estacionamiento indebido, un disparo mortal). Pero además
de haber hecho algo mal, se precisa también constatar que se dan determinadas
condiciones de su obrar. En concreto, es preciso que el agente haya obrado sabiendo
que hacía algo mal y queriéndolo.
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Este juicio de reproche cuenta con los dos pasos anteriores:

La imputación del hecho (imputatio facti, o de primer nivel).


Y su valoración con arreglo a las reglas de conducta que regían en el momento de actuar (applicatio legis ad
factum, o valoración del hecho)2.

En el orden inverso: la imputación del hecho es condición para la valoración de éste como contrario a Derecho, lo
cual es, a su vez, condición para reprochar al agente haber obrado mal.
Puesto que la doctrina de la imputación no rige únicamente para la responsabilidad por delitos, sino que opera en
todos los ámbitos normativos, es preciso señalar cómo también ha de regir para los casos en los que el destinatario
de la norma se comporta conforme a esta (y no mata, por ejemplo), o también para los casos en los que se comporta
haciendo más de lo debido (y socorre aun poniendo en peligro su propia vida, lo cual no es obligado).

Se trata, por un lado, de las conductas antinormativas (reprochables); y de las conductas supererogatorias
(meritorias), por otro.

Cuando se cumple la norma no hay hecho contrario a esta, por lo que en sede de applicatio diríamos que ha
resultado ser conforme a la regla de comportamiento; y ahí se interrumpirá la imputación, sin que proceda decir nada
más: es ajustada a Derecho, justa, correcta. Por eso, en tales casos no procede echar en cara nada al agente. La
cosa cambia si el agente obra haciendo más de lo que la regla de comportamiento exigía; en tales casos la imputatio
iuris también interviene, pero no para reprochar, sino para alabar.

Por eso, en definitiva, podríamos decir que la imputatio iuris es el juicio sobre el mérito
por el hecho: o bien se reprocha, o bien se alaba, según sea un hecho contra la norma o,
en cambio, más allá de esta, respectivamente. En una posición intermedia, los hechos
que respetan y cumplen la norma: no merecen ni alabanza ni reproche, porque son
sencillamente debidos.

Cabe preguntarse si merece alabanza quien hace algo más allá de la norma, pero dándolo por obligatorio (da una
limosna, pero pensando que es algo obligado, por ejemplo), o si procede premiar a quien hace algo extraordinario
“con mala voluntad” (solo para salir en la primera plana de los periódicos, por ejemplo). Parece a todas luces que
alabaremos a quien obre a conciencia de que rebasa lo exigido por la norma, y con voluntad de hacer eso, y no por
motivos espurios.
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Es decir, alabamos a quien sabe lo que hace y lo hace a conciencia. Esto, que rige para las conductas
supererogatorias, opera con más claridad todavía en las de carácter antijurídico: para reprochar será preciso
obrar conociendo y queriendo.

Pero esto exige algunas precisiones. Veamos qué se exige para la imputación de segundo nivel por hechos
antijurídicos, es decir, la propia de los delitos.

Elementos de la imputatio iuris: saber y voluntariedad


Analicemos con más detalle ambos elementos de saber y voluntariedad, en los que se basa la imputación a título de
reproche. Como se recordará, también en la imputatio facti se precisa el conocimiento y la voluntad. Pero entonces
dijimos que era conocimiento de los datos fácticos y la mera volición de esos datos fácticos. La imputatio facti no
incluye la percepción de que el hecho es contrario a una regla, antijurídico, sino solo la volición de controlar un
proceso en el que el agente se ve inmerso. Nada más que eso.

Sin embargo, ahora, para la imputación de segundo nivel o imputatio iuris, exigimos algo más: tener
conocimiento del significado antinormativo de la conducta, seguido de la voluntad sobre dicho significado
antinormativo.

Para distinguirlo de los elementos cognoscitivos de la imputatio facti, es conveniente emplear otros dos términos que
sean paralelos y a la vez distintivos. Por eso, en la imputatio iuris, empleamos los términos de “saber” y
“voluntariedad”, que van en paralelo a los de conocimiento y volición de la imputatio facti.
Recordemos la imagen que empleamos en la Unidad 2:
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Como se puede apreciar, para imputarnos responsabilidad se requiere conocimiento y voluntad. Pero ambos
elementos admiten un doble contenido: de hecho y de Derecho, o sea, fáctico y normativo (o de valoración del
hecho). Por lo que podríamos reordenar esa imagen del siguiente modo:

Se percibe fácilmente que hay un llamativo paralelismo entre ambos juicios de imputación (de primero y de segundo
nivel).

En ambos se requiere conocimiento y voluntad, pero en ambos referidos a elementos distintos: para imputar
un hecho, conocimiento y volición de los elementos fácticos; y para reprocharlo, saber que es contrario a la
norma y voluntariedad.

En efecto, se nos presentan dos formas diversas de entender el verbo “conocer”, así como dos formas de referirse a la
“voluntad”.

Y eso va a tener reflejo en lo que solemos hacer en las teorías del delito, en donde
distinguimos dolo como conocimiento (y voluntad, si es que se emplea un concepto
volitivo de dolo), y conocimiento de la antijuridicidad. El primero, el dolo, en sede de
tipicidad, mientras que el conocimiento de la antijuridicidad de la conducta en sede de
culpabilidad.

Esto hace pensar que la imputatio iuris recoge los contenidos de la culpabilidad de las teorías del delito. Aunque el
paralelismo no es perfecto, la proximidad es evidente.
En concreto, el conocimiento que exigimos para imputar algo como hecho (el dolo) es distinto que el exigido en sede

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de culpabilidad.

Se propone aquí emplear la dualidad de “conocer” (en el primer nivel de imputación) frente a “saber” (en el
segundo nivel). Igualmente, la voluntad exigida para imputar algo como hecho (el control) es distinta de la
exigida para reprochársela como culpable en esta sede. Por lo que se propone emplear la dualidad de
“volición” (en el primer nivel de imputación) frente a “voluntariedad” (en el segundo nivel).

De tal planteamiento se derivarían para la teoría del delito las siguientes consecuencias:
i) Por un lado, hay que tener en cuenta que el juicio de reproche, como también el de imputatio facti, es de
carácter constitutivo o performativo. Por eso, aunque dependa de datos naturalísticos (sintomatología de la
enfermedad psíquica, grado de inteligencia, conocimiento o desconocimiento), surge al emitirse. En efecto, de forma
paralela a la imputatio facti, estamos de nuevo ante un juicio constitutivo. Obsérvese cómo no opera de forma
paralela a la applicatio legis (que presenta un carácter declarativo), sino a la imputatio facti (aunque con diverso
contenido a ésta).

Lo que se instaura o realiza mediante el juicio de imputación de segundo nivel no es


meramente declaración de algo sucedido, sino de creación de una relación social entre
reprochante y reprochado que viene ahora marcada por ser negativa. Reprochar a
alguien un hecho antijurídico supone considerarle como responsable, tomarle como
agresor de la sociedad.

ii) Por otro lado, cabe señalar que un juicio de culpabilidad no podrá verse sustituido por uno de orden
declarativo, que es lo que puede estar sucediendo en cambio cuando la culpabilidad se ve reducida a la
constatación de enfermedades o niveles de intoxicación. Dicho con otras palabras, que la determinación de la
culpabilidad del sujeto no puede llevarse a cabo mediante una operación de subsunción de la situación fáctica en la
premisa normativa. Esto constituiría un error metodológico, que se daría si los datos fácticos (nivel de alteración
neuronal, por ejemplo) se emplearan como premisas fácticas a subsumir en los preceptos legales que definan la
intoxicación. Eso es algo propio de la applicatio legis, pero no de la imputación al agente de su hecho antijurídico a
título de reproche.
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Con otras palabras, la imputación a título de reproche no opera mediante subsunción del hecho en un tipo,
sino que instaura lo que afirma, el reproche.

No es extraño ver en la práctica forense o judicial cómo nos referimos a la culpabilidad como una cuestión de
constatación de enfermedad psíquica, o de alteración neuronal. De ese modo se puede estar incurriendo en una
distorsión del carácter imputativo del juicio de culpabilidad. Éste se basa ciertamente en datos bio-psíquicos, pero no
se reduce a ellos, sino que requiere imputar el hecho antijurídico como reprochable.

Sustituir el juicio de culpabilidad por uno de constatación de datos bio-psíquicos sería


reducir su naturaleza a aplicación de la ley y subsunción en un precepto (el que define la
enajenación mental, por ejemplo).

Así como la “imputación objetiva” ha resultado no tener un carácter imputativo, inversamente en sede de culpabilidad
la imputabilidad puede haberse convertido -por defecto- en una operación de aplicación de la ley. Sobre todo, en
casos en los que el juzgador se enfrente a un autor que presenta una anomalía mental para la que resultan más
capacitados los expertos en psiquiatría.

1 Estos temas han sido abordados en el texto Imputación y teoría del delito. La doctrina kantiana de la imputación y su
recepción en el pensamiento jurídico-penal contemporáneo (2008) de Pablo Sánchez-Ostiz. Se brindarán, además,
las referencias de algunos textos para profundizar.
2 Se entienden así expresiones que algunos autores de la doctrina clásica de la imputación emplearon. Por un lado,

que “toda culpabilidad presupone un injusto”: la valoración del hecho como algo que queda por debajo de la norma,
y entonces se reprocha; o como algo que supera lo indicado en ésta, y entonces se atribuye a título de mérito. Por
otra parte, ya antes, que “la aplicación de la ley al hecho presupone que el suceso es de tal carácter que puede ser
imputado” (“Ex applicatione legis ad factum intelligitur, actionem esse talem, quae imputari possit ... Apparet itaque
actum imputationis definiri minime posse per applicationem legis ad facta.”: Christian Wolff, Philosophia Practica
Universalis Methodo Scientifica Pertractata. Pars prior, Frankfort, Leipzig, 1738 (Gesammelte Werke, sección II, vol.
10, Ecole, J., et al. [eds.], Hildesheim, Nueva York, 1971), § 598, p. 440, r.t.): Cfr. Hruschka, Imputación y Derecho
penal, p. 31. Es decir, que solo es posible si hay algo imputado como hecho.

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