Está en la página 1de 6

Página 1 de 6

UNIVERSIDAD NACIONAL DE LUJAN


Análisis socio-económico
1er. Cuatrimestre 2021

Clase N° 8

Unidad 3: Taylorismo y fordismo (Julio Neffa)

En esta clase analizaremos los dos procesos de trabajo q forman parte de la


explicación sobre el desarrollo industrial capitalista durante el siglo XX: el
taylorismo y el fordismo. Esta clase debe ser seguida teniendo en cuenta los
temas vistos en las clases sobre los textos de Costantini y el de Marichal.

Lo q sigue a continuación es una breve, pero necesaria contextualización,


para entender mejor el surgimiento y desarrollo de estos dos procesos de
trabajo.

Recordar q para Neffa un proceso de trabajo es todo acto específico en el


cual la actividad humana efectúa, con la ayuda de medios de trabajo, una
transformación deliberada de los objetos de trabajo, es decir la materia
prima, de acuerdo con una finalidad, para generar bienes de uso q tienen
un valor social.

El punto de partida para esta contextualización, q intenta explicar el origen


de estos dos procesos de trabajo, es la crisis del año 1873. A diferencia de
crisis q se habían producido con anterioridad y que se iniciaban en la agri-
cultura y que arrastraban tras de sí a toda la economía, la crisis de 1873 q
se produjo en EEUU y Europa era ya una crisis del capitalismo industrial.
Hasta entonces, se pensaba q las mismas crisis generaban los elementos de
equilibrio: cuando los precios volvían a subir, se reactivaban las inversiones
y comenzaba nuevamente el ciclo de auge. De este modo, las crisis eran
percibidas como interrupciones temporales de un progreso que debía ser
constante. Sin embargo, hacia los primeros años de la década de 1870, las
cosas cambiaron.

Cuando la confianza en la prosperidad parecía ilimitada se produjo la catás-


trofe: en Estados Unidos 39.000 kilómetros de líneas ferroviarias quedaron
paralizadas por la quiebra, los bonos alemanes cayeron en un 60% y, hacia
1877, casi la mitad de los altos hornos dedicados a la producción de hierro
quedaron improductivos. Pero la crisis tenía además un componente que
preocupaba a los hombres de negocios y que les advertía que era mucho
más grave que las anteriores: su duración. En 1873 se iniciaba un largo pe-
ríodo de recesión que se extendió hasta 1896 y que sus contemporáneos
llama- ron la “gran depresión”.
La caída de los precios, tanto agrícolas como industriales, era acompañada
de rendimientos decrecientes del capital en relación con el periodo ante-
rior de auge. Ante un mercado de baja demanda, los stocks se acumulaban,
no sólo no tenían salida sino que se depreciaban; los salarios, en un nivel
de subsistencia, difícilmente podían ser reducidos; como consecuencia, los
beneficios disminuían aún más rápidamente que los precios. El desnivel en-
tre la oferta y la demanda se veía agravado por el incremento de bienes
producidos como consecuencia de la irrupción en el mercado mundial de
aquellos países que habían madurado sus procesos de industrialización. La
edad de oro del capitalismo “liberal” parecía haber terminado. Y esto tam-
bién iba a afectar la política.

La crisis había minado los sustentos del liberalismo: las prácticas protec-
cionistas pasaron entonces a formar parte corriente de la política económica
internacional. De este modo, ante la aparición de nuevos países industria-
les, la depresión enfrentó a las economías nacionales, donde los beneficios
de una parecían afectar la posición de las otras. En el mercado no sólo
competían las empresas sino también las naciones. Pero si el proteccionis-
mo fue casi una reacción instintiva frente a la depresión, no fue sin embar-
go la respuesta económica más significativa del capitalismo a los problemas
que lo afectaban. En el marco de las economías nacionales, las empresas
debieron reorganizarse para adaptarse a las nuevas características del mer-
cado: intentando ampliar los márgenes de beneficios, reducidos por la com-
petitividad y la caída de los precios, la respuesta se encontró en la concen-
tración económica y en la racionalización empresaria.

En primer lugar, se aceleró la tendencia a la concentración de capitales, es


decir, a una creciente centralización en la organización de la producción. En
Francia, por ejemplo, en 1860 había 395 altos hornos que producían
960.000 toneladas de hierro colado, en 1890 había 96 altos hornos que
producían 2.000.000. En síntesis, la producción aumentaba, mientras que el
número de empresas disminuía. Si bien el proceso no fue universal ni irre-
versible, lo cierto es que la competencia y la crisis eliminaron a las empre-
sas menores, que desaparecieron o fueron absorbidas por las mayores; las
triunfantes grandes empresas, que pudieron producir en gran escala, abara-
tando costos y precios, fueron las únicas que pudieron controlar el mercado.

En segundo lugar, la concentración se combinó dentro de las grandes em-


presas con políticas de racionalización empresaria. Esto incluía una moder-
nización técnica que permitía lograr el aumento de la productividad (y dar a
la empresa un mayor poder competitivo). Pero además la racionalización
incluía la llamada “gestión científica” impulsada por el ingeniero Frederick
W. Taylor.

-2-
Según Taylor, la forma tradicional y empírica de organizar las empresas ya
no era eficiente, era necesario por lo tanto darle a la gestión empresarial un
carácter más racional y científico. Para ello elaboró una serie de pautas para
lograr un mayor rendimiento del trabajo.

De este modo, el taylorismo se expresó en métodos que aislaban a cada


trabajador del resto y transferían el control del proceso productivo a los re-
presentantes de la dirección, o que descomponían sistemáticamente el pro-
ceso de trabajo en componentes cronometrados e introducía incentivos sa-
lariales para los trabajadores más productivos.

A partir de 1918 el nombre de Taylor fue asociado al de Henry Ford, identi-


ficados en la utilización racional de la maquinaria y de la mano de obra con
el objetivo de maximizar la producción.

En efecto, el deseo de aprovechar al máximo el potencial productivo de la


industria llevó a Taylor a realizar un estudio minucioso de las tareas fabri-
les. Su objetivo era eliminar los movimientos inútiles y establecer por medio
de cronómetros el tiempo necesario para realizar cada tarea específica. A
este método se lo llamó organización científica del trabajo (o sencillamente
taylorismo).

Este es Frederick Taylor. Él daba el siguiente relato: “En


ese taller de máquinas-herramientas, la casi totalidad del
trabajo se pagaba por piezas. El taller funcionaba noche
y día, cinco noches y seis días por semana. Había dos
equipos de obreros, uno nocturno y uno diurno. Noso-
tros, los obreros, habíamos convenido cuidadosamente
entre nosotros la producción diaria q debía hacerse en
todos los trabajos del taller. Limitábamos nuestra producción a una tercera
parte, aproximadamente, de lo q hubiéramos podido hacer fácilmente.
Creíamos esta justificados para actuar así a causa del sistema de pago por
piezas.

Cuando me convertí en jefe de equipo, los obreros q estaban a mis órdenes


y que naturalmente, sabían q yo estaba al corriente del juego de la limita-
ción deliberada de la producción y la holgazanería sistemática, vinieron a
verme inmediatamente para decirme: Ahora, Fred, no va a convertirse en
uno de esos condenados perros guardianes, ¿verdad?. Les respondí: Si
quieren decirme q temen q intente q los turnos produzcan más q antes,
pues bueno, tienen razón. Me propongo q produzcan más. Recuerden q
cuando trabajaba con ustedes me comporté como un buen compañero. Pero
ahora estoy al otro lado de la barrera. He aceptado un puesto en el equipo
directivo de la compañía y debo decirles con toda franqueza q intentaré ob-

-3-
tener una mayor producción. Me respondieron: Pues va a convertirse en
uno más de esos condenados cochinos”.

La aplicación del sistema de Taylor provocó una baja en los costos de pro-
ducción porque significó una reducción de los salarios. Para estimular a los
obreros a incrementar la producción, muchas empresas disminuyeron el
salario pagada por cada pieza. Hacia 1912 y 1913 se produjeron numerosas
huelgas en contra de la utilización del sistema de Taylor.

Para q el sistema ideado por Taylor funcionara correctamente era impres-


cindible q los trabajadores estuvieran supervisados en sus tareas. Así se
conformó un grupo especial de empleados, encargado de la supervisión,
organización y dirección del trabajo fabril.

Quedaba atrás, definitivamente, la época en q el artesano podía decidir


cuánto tiempo le dedicaba a producir una pieza, según su propio criterio de
calidad. Ahora, el ritmo de trabajo y el control del tiempo de las tareas del
trabajador estaban sujetos a las necesidades de la competencia en el mer-
cado.

[Para conocer en profundidad las características de este sistema


ideado por Taylor vean el texto de Neffa q las desarrolla puntual y
claramente].

Para entender el fordismo conviene recordar la circunstancias provocadas


por la primera guerra mundial y la crisis de 1929 q vimos la clase pasada:

En 1917, Estados Unidos entró en la guerra que asolaba a Europa, conside-


rando que esto le proporcionaría un lugar de la conferencia de paz y le daría
la posibilidad de hacer oír su voz en el futuro. Lo cierto es que, en medio del
desastre de la postguerra, Estados Unidos fue la única nación acreedora. Y,
a partir de 1918, comenzó a experimentar un crecimiento sin precedentes.

La sociedad norteamericana de la década de 1920 fue la primera sociedad


de consumo de masas. El crecimiento se basaba en un mercado cada vez
más amplio de productos de consumo-durable: automóviles y artículos
eléctricos.

La formación de dicho mercado había sido posible por varios factores. En


primer lugar, en el proceso productivo fueron incorporados avances tecnoló-
gicos como la “cadena de producción”, desarrollados durante la guerra para
la producción bélica. Incluso los principios de la “gestión científica” de Tay-
lor ya habían sido incorporados por Henry Ford desde 1914. De este modo,
los trabajadores podían producir más, bajar costos y reducir los precios al
consumidor. En segundo lugar, comenzaron a surgir una serie de mecanis-
mos destinados a modificar las actitudes frente al consumo. La publicidad a
través de la radio y los periódicos, la importancia creciente del diseño –un

-4-
nuevo modelo podía volver obsoleto a otro aún útil– los sistemas de distri-
bución como las cadenas de almacenes, y las ventas “a plazos”, que permi-
tían crear una demanda para productos caros (como los automóviles), mo-
dificaban los hábitos de consumo. Se trataba de “crear” un nuevo mercado.

En este sentido, el caso de Henry Ford ejemplifica este proceso de forma-


ción de un nuevo mercado de consumo. Anteriormente, los automóviles
eran artículos de lujo empleados para efectuar breves desplazamientos ur-
banos. Ford, en cambio, advirtió la existencia de un potencial mercado: el
rural. Desde 1909 comenzó a fabricar un automóvil, el célebre “Ford T”, alto
de ejes, que lo independizaba de las carreteras, y de la mecánica especiali-
zada (las piezas de repuesto podían ser adquiridas en cualquier almacén de
pueblo). Era posible emplearlo como medio de recreo los domingos, pero en
los días de semana constituía un factor de producción que reemplazaba el
caballo y la carreta. El éxito fue notable: hacia 1927 habían sido vendidas
quince millones de unidades.

Sin embargo, durante la década de 1920 también comenzaron las dificul-


tades para la Ford Motor Company. No sólo su propio mercado parecía satu-
rado, sino que el mismo consumo del automóvil se había modificado: las
otras grandes compañías, General Motors y Chrysler, producían automóviles
más potentes y más cómodos e incluso de colores –recordemos la impor-
tancia del diseño– que competían exitosamente con Ford. Esto lo obligó en-
tonces a reformular la producción. Lo importante es que la producción de
automóviles ejercía un efecto multiplicador sobre toda la economía. En pri-
mer lugar, esta industria absorbía un alto porcentaje de la producción de
acero, pero también requería cristal, níquel, plomo, cueros y textiles. La
industria del caucho creció paralelamente a la industria del motor. Y consti-
tuyó un importante incentivo para la construcción de carreteras, en su ma-
yor parte a cargo de los gobiernos estatales, dando impulso a la fabricación
de cemento.

Pero también el automóvil modificó los modos de vida. El automóvil contri-


buyó a crear “una nación de nómades”. Las clases más acomodadas opta-
ron por vivir en residencias suburbanas rodeadas de jardines, dotadas de
energía eléctrica, y todos los elementos necesarios para el confort: aparatos
de radio, aspiradoras, lavarropas y, a finales de la década, heladeras.

Y todo esto resultaba un importante impulso para la industria eléctrica y


para el de la construcción.

Pero fordismo es un proceso de trabajo distinto al taylorista. Se basa en el


taylorismo, aplica sus principios generales, pero es sustancialmente distinto
en por lo menos dos aspectos:

-5-
• El fordismo es un proceso de trabajo orientado a la producción masiva a
través del movimiento continuo (todo tenía q moverse excepto el trabaja-
dor). Esta idea se apoya en la cadena de montaje, q requiere una nueva
organización de la empresa; y

• El fordismo sustenta una concepción distinta sobre la fuerza del trabajo q


tenía el taylorismo. Para el fordismo los trabajadores no son sólo fuerza de
trabajo, sino también consumidores y por ello el sistema empresarial de-
bía proveer a sus trabajadores empleo y duración salarial. Un trabajador
que consume, estimula la producción, y un trabajador con duración sala-
rial, puede pedir crédito en el banco para continuar consumiendo. Y así
fue por los menos hasta fines del siglo XX.

Hasta acá esta breve contextualización. En el texto de Neffa tendrán un


desarrollo particular de ambos procesos de trabajo y, muy importante, las
causas de la crisis de estos procesos de trabajo a fines del siglo XX.

Sigan cuidándose!!
Saludos,
Guillermo y Adrián

- Fin de la clase 8 -

Bibliografía obligatoria de la clase 8:

Neffa, Julio (1999), “Los paradigmas productivos taylorista y fondista y su crisis”, en: Revis-
ta Realidad Económica, nro 160-161. (UNIDAD 3)

-6-

También podría gustarte