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UNIVERSIDAD NACIONAL DE LUJAN


Análisis socio-económico
1er. Cuatrimestre 2021

Clase N° 9

Unidad 3: La sustitución de importaciones en Argentina, 1930-1952


(Rofman y Romero)

El periodo de la historia argentina que se despliega entre desde 1930 y 1943 se inició como
una dictadura para luego estabilizarse como una democracia fraudulenta, por lo cual ha sido
llamada como “década infame”.

Siguiendo el capítulo 3 del texto de Rofman y Romero, esta clase se divide en dos partes. Una
primera parte abordará la etapa de 1930-1943 y la segunda parte de la clase hará hincapié en
el período 1943-1952.

En términos socio-económicos este período (1930-1952) es conocido como la etapa de sustitu-


ción de importaciones y se corresponde políticamente con los siguientes gobiernos:

• José Félix Uriburu (1930-1932)


• Agustìn P. Justo (1932-1938)
• Roberto M. Ortiz (1938-1942)
• Ramon Castillo (1942-1943)
• Pedro P. Ramírez (1943-1944)
• Edelmiro Farrell (1944-1946)
• Juan D. Perón (1946-1952)
• Juan D. Perón (1952-1955)

El período 1930-1943 se inicia con el golpe de Estado del general Uriburu que tenía de fondo la
severa crisis económica. A lo largo de la década de 1930 las características y la orientación de
la economía cambiaron profundamente. Uno de los cambios más evidentes fue que la inter-
vención del Estado en la economía se acentuó notablemente y la Argentina pasó de tener una
economía abierta a los mercados mundiales a una economía basada en un creciente proyecto
autónomo volcado hacia dentro.

De esta forma, la Argentina agroexportadora que había caracterizado las décadas anteriores se
transformó en un país en el que efectivamente la industria se convirtió en el principal motor,
aunque más moderado, de la economía. Es posible discutir los momentos y la incidencia de
cada una de las transformaciones, pero la Argentina de fines de la década de 1940 era muy
diferente a la de la década de 1920.
Como habíamos comentado en clases pasadas, luego de la crisis de 1929, las dificultades que
la mayoría de los países encontraron para continuar con sus prácticas comerciales y financieras
habituales impulsaron la adopción de una serie de políticas específicas. Ellas implicaban una
retracción de las economías dentro de las fronteras nacionales, el fortalecimiento de barreras
proteccionistas, y la búsqueda de acuerdos bilaterales entre países, que habrían de reemplazar
el comercio abierto que, en alguna medida, había caracterizado a la etapa anterior.

La Argentina no fue ajena a estos procesos. El impacto de la crisis se sintió especialmente en la


caída de los valores de las exportaciones tradicionales de carne y cereales, y en las consecuen-
tes dificultades para la obtención de capitales y de las divisas necesarias para el pago de las
importaciones. El financiamiento del Estado se enfrentó con nuevos problemas, debido en
gran parte a que sus principales fuentes provenían tradicionalmente de los gravámenes al co-
mercio exterior, particularmente a las importaciones, y a la decisión de seguir afrontando los
pagos correspondientes a la deuda externa. La desocupación apareció también como la más
evidente de las consecuencias sociales.

Si bien la primera respuesta a la crisis por parte del gobierno de Uriburu consistió en afirmar la
vigencia de políticas liberales, posteriormente, el gobierno se vio obligado a intervenir en la
económica ante la magnitud de la situación.

Los gobiernos de la década de 1930 llevaron adelante una serie de políticas destinadas a orde-
nar la economía. Esas políticas incluyeron la creación del Banco Central, la adopción de medi-
das tendientes a disminuir las importaciones, los intentos de apoyo y regulación de la produc-
ción agropecuaria y la búsqueda de caminos que permitieran salvaguardar la relación con los
mercados tradicionales, en particular el británico, para las exportaciones argentinas.

Los efectos de la crisis fueron claros rápidamente. Implicaron el derrumbe de los precios de los
principales productos de exportación de la Argentina. Uno de los hechos más polémicos del
período fue la firma del trato Roca-Runciman. A partir de 1932, la amenaza por parte de Ingla-
terra de recurrir a una política de preferencia por los productos de sus dominios ponía en peli-
gro las exportaciones argentinas de carne congeladas y envasadas y cereales. La respuesta
argentina consistió en buscar los medios para mantener la relación comercial con Gran Breta-
ña y el resultado fue la firma de este convenio que establecía que Gran Bretaña se comprome-
tía a permitir la importación de la misma cantidad de carne que en 1932, a menos que se pro-
dujera una nueva y significativa baja de sus precios en Inglaterra. También establecía que el
pool de frigoríficos anglo-norteamericanos se reservaría el 85% de las exportaciones de carne,
mientras el 15% restante sería cubierto con la producción de los frigoríficos argentinos. A
cambio de estas concesiones, la Argentina se comprometía a su vez a reducir las tarifas de
importación de un amplio número de productos británicos al nivel que tenían en 1930 y no
establecerlas en algunos otros, que, como el carbón, se importaban libremente. También se
asumía el compromiso de mantener un trato benévolo hacia las compañías británicas y a facili-
tar el acceso a las divisas que éstas requerían para enviar sus ganancias a Gran Bretaña. Otros
puntos del tratado protegían los intereses de los ferrocarriles y el transporte marítimo británi-
co.

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El pacto tenía una vigencia de tres años y fue prorrogado. Como consecuencia del tratado, las
exportaciones argentinas de carne se mantuvieron entre 1935 y 1938 en un nivel cercano al
90% del nivel al que se había llegado luego de la crisis. En definitiva, los acuerdos alcanzados
permitían a la Argentina seguir accediendo al mercado británico, a cambio de importantes
concesiones a los intereses de ese origen.

Muchas de las políticas de la década de 1930, y en particular el tratado Roca-Runciman, han


sido criticadas y vistas como el resultado de una posición que sólo favorecía intereses extranje-
ros y a los ganaderos invernadores, que producían el ganado más refinado destinado a ser
exportado como carne enfriada.

El problema más serio, aunque no el de mayor peso en el presupuesto, lo constituía la deuda


pública. En el contexto de la crisis varios países latinoamericanos habían decidido suspender
los pagos; la Argentina, sin embargo, los mantuvo. Esto le permitió al gobierno, al conservar la
credibilidad de los inversores.

A partir de 1933, cuando Federico Pinedo asumió como ministro de Hacienda, las medidas
tomadas tendieron en algunos casos a profundizar las políticas anteriores, y en otros a intro-
ducir innovaciones. Como van a leer en el texto de Sánchez Román, el establecimiento del
impuesto a los réditos y la creación del Banco Central fueron importantes medidas que conti-
nuaban las tendencias ya insinuadas, fortaleciéndolas, y una mayor intervención del Estado en
la economía.

Las medidas más innovadoras fueron el control de cambios y la devaluación del peso dispuesta
en 1933, y reiterada en 1938 al mismo tiempo que se introducía un sistema de restricciones a
las importaciones. Era, justamente, el control de cambios, cuestión recurrente de la economía
argentina, la herramienta que le permitía al gobierno establecer quiénes tenían prioridades
para acceder a las divisas más baratas del mercado oficial. Este implicaba la creación de un
mercado oficial, donde las divisas obtenidas de las exportaciones tradicionales se vendían al
gobierno y éste las revendía a las empresas favorecidas, que contaban con un permiso previo
de importación, a un precio más alto. Aquellos importadores que no podían acceder al merca-
do oficial debían comprar las divisas en el mercado libre, lo que significaba un sobreprecio
cercano al 20%. El gobierno podía intervenir vendiendo divisas de un mercado en el otro, lo
que le proporcionaba una fuente importante de ingresos. Además, las ganancias que el go-
bierno podía obtener por las diferencias entre los precios de compra y de venta de las divisas
sirvieron para establecer un precio sostén para el trigo, el maíz y el lino entre 1933 y 1936.

Otra política central fue la creación de juntas reguladoras, que abarcaron distintos aspectos de
la producción agrícola y ganadera de la región pampeana y de las economías regionales, en
donde el gobierno, a través de la aplicación de estas medidas, logró mejorar las cuentas públi-
cas y consiguió que parte de la deuda externa fuera repatriada y pasara a estar denominada en
pesos. Estas políticas generaron una sustancial mejora de la situación de la economía que, no
obstante, no dejaba de estar amenazada por la situación internacional.

En cuanto al proceso de industrialización, éste tuvo algunas particularidades. En el sector di-


rectamente ligado a las exportaciones, como los frigoríficos, predominaban la concentración y

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el capital extranjero. En el sector que producía para el mercado interno, se trataba de una
industria de estructura heterogénea compuesta por algunas grandes empresas y una mucho
mayor cantidad de empresas menores y talleres.

No es que se haya planificado el proceso de industrialización, sino que las políticas destinadas
a resolver necesidades de financiamiento del Estado se satisfacían, entre otros, con los arance-
les a las importaciones, que tuvo un efecto indirectamente proteccionista en el crecimiento
industrial. De esta forma, el aumento de los aranceles y el sistema de control de cambios,
combinado posteriormente con el requerimiento de permisos de importación, son parte de la
explicación del crecimiento industrial de la década de 1930. Hacia el final del período se llega-
ba al mayor crecimiento de la producción industrial, aunque los textiles encabezaron ese cre-
cimiento, también empezó a tener importancia la metalmecánica.

El aumento de la producción industrial permitió incluso acceder a mercados externos, espe-


cialmente de los países latinoamericanos que se encontraron con las mismas dificultades que
la Argentina para mantener la importación de productos provenientes de los Estados Unidos y
Europa. Parte del crecimiento industrial del período se relacionó con la instalación en el país
de empresas norteamericanas, en especial en ramas como la textil, las fábricas de neumáticos
y de productos eléctricos. A su vez, el rápido proceso de industrialización transformó al movi-
miento obrero y las tendencias que en él se desarrollaban. Este proceso de industrialización se
profundizaría en el periodo siguiente a través del directo impulso desde el Estado en el go-
bierno de Perón.

No debemos olvidar que estas medidas se daban en el contexto de una creciente ilegitimidad
política, proveniente del golpe de Estado que había derrocado a Yrigoyen en septiembre de
1930, del posterior fraude electoral a gran escala, implantado desde mediados de la década, y
de una corrupción generalizada en los que se vieron involucrados los gobiernos, y algunos
opositores, durante la década. El ejemplo más dramático fue el asesinato del senador Borda-
behere en el congreso, en medio de las denuncias de Lisandro de la Torre sobre la evasión de
los frigoríficos, que incluía a altos funcionarios. Otros ejemplos de escándalos por negociados
tuvieron que ver con el control del sistema de transporte de Buenos Aires y con la extensión
de las concesiones eléctricas.

La segunda etapa del período comienza en 1943 en el q comienza d desarrollarse una original
experiencia política, conocida como período de nacionalismo popular. Es durante este período
en el q adquiere relevancia la figura de Juan Domingo Perón.

La notoriedad de Perón comenzó a evidenciarse con el ascenso a la Secretaría de Trabajo y


Previsión. Desde aquí el Estado desarrolló un rol interventor arbitrando las relaciones obrero-
patronales y transformando profundamente la política laboral. Perón implementó una amplia
cantidad de medidas sociales que significaron sustanciales mejores para los trabajadores: in-
demnizaciones por accidente, sistema de vacaciones pagas, jubilaciones y pensiones. Una de
las más novedosas fue la sanción del Estatuto de Peón para regular las relaciones laborales
entre los propietarios y los trabajares rurales. Estas políticas requería el apoyo de militares y
empresarios, para ello Perón intentaba convencerlos con el fantasma del comunismo y del
malestar social. Entonces, pleno empleo, salarios dignos y protección laboral eran condiciones

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necesarias para resolver esto. En un famoso discurso, en la Bolsa de Comercio el 25 de agosto
de 1944, Perón se dirigía a los empresarios y planteaba:

“Hay una sola forma de resolver el problema de la agitación de las masas, y ella es la
verdadera justicia social en la medida de todo aquello que sea posible a la riqueza de
su país y a su propia economía, ya que el bienestar de las clases dirigentes y de las cla-
ses obreras está siempre en razón directa de la economía nacional. Ir más allá, es mar-
char hacia un cataclismo económico; quedarse muy acá, es marchar hacia un cataclis-
mo social; y hoy, esos dos extremos, por dar mucho o por no dar nada, como todos los
extremos, se juntan y es para el país, en cualquiera de los dos casos, la ruina absoluta”.

No obstante, esta retórica no fue suficiente, la política social generaba descontento entre los
sectores de la oposición, de la industria y el comercio. En este contexto fue encarcelado Perón
y liberado gracias a los sucesos del 17 de octubre. Esa fecha marca inexorablemente el ascenso
de Perón al poder, transformada por el movimiento como el momento fundacional de éste, en
donde se habría sellado la alianza entre los trabajadores, el “pueblo peronista” y el líder, do-
tando al acontecimiento de un tono heroico.

A partir de aquí la clase obrera desempeñó un rol de primordial importancia, que se reflejó en
el triunfo de la fórmula Perón-Quijano en 1946. Perón gobernó durante dos periodos gracias a
la reforma constitucional de 1949, cuyo segundo mandato fue interrumpido por el golpe de
Estado de 1955, que mantendría proscripto a Perón durante 18 años para volver a la presiden-
cia por menos de un año en 1973.

No podemos abordar el peronismo sin prestar atención a una figura fundamental en la cons-
trucción del movimiento: Eva Perón. Desde la asistencia social se destacó a Eva Perón como la
“abanderada de los humildes”. A través de la Fundación Eva Perón se desarrolló una estructura
para las actividades en el campo social dirigida hacia los sectores más desamparados de la
población, los humildes, como fueron llamados, solteras y ancianos indigentes, destinados a
comedores escolares, hospitales de niños y policlínicas, colonias de vacaciones y hoteles de
turismo, viviendas de bajo costo y escuelas de enfermeras.

Los fondos de la Fundación Eva Perón provinieron de varias fuentes. Entre las más sustantivas,
de donaciones no siempre voluntarias de empresas y contribuciones extraordinarias de los
sindicatos, de las entradas anuales de la Lotería Nacional, los casinos y las carreras, finalmente
de los aportes regulares de los trabajadores. Estos aportes, sumados a las contribuciones de
los sindicatos, convirtieron en parte a la Fundación en un mecanismo de redistribución de in-
gresos dentro del propio universo de los sectores populares.

La posición de Eva y su joven muerte crearon alrededor de ella un aura mítica para los sectores
populares, a la vez que se constituyó en un blanco del odio antiperonista.

Por otro lado, su labor política se reflejó a su vez en el impulso al voto femenino que se san-
cionó en 1947, reconociendo los mismos derechos políticos a las mujeres que a los varones. A
través de discursos destinados a las mujeres, Eva buscó despertar el entusiasmo por la posibi-
lidad de votar y también convencerlas de la importancia que tenía su participación cívica para
la continuación de Perón en el gobierno. De esta forma, Eva Perón fortaleció la base política y

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social del peronismo al organizar la incorporación de las mujeres al partido no solamente co-
mo votantes, sino también como dirigentes gubernamentales.

Como mencionamos, la intervención del estado en la economía fue una de las principales ca-
racterísticas del gobierno peronista. En un contexto de posguerra mundial, existían en Argen-
tina fuertes reservas de divisas acumuladas y un sector industrial consolidado asociado a la
sustitución de importaciones. El Primer Plan Quinquenal reunió una parte importante de los
instrumentos legales para la política económica. Para el manejo del comercio exterior se creó
el Instituto Argentino para la promoción del Intercambio, el IAPI compraba a los productores y
vendía al mercado internacional, y financiaba la producción de algunos bienes. Fue una de las
herramientas más utilizadas por el peronismo para sostener la industria liviana.

La intervención del estado tuvo como objetivo mejorar la situación de los salarios reales, de
redistribuir la riqueza y alcanzar una situación de pleno empleo. En el marco de un impulso al
consumo, al mercado interno y a la industrialización de bienes destinados a éste. De este mo-
do, se pasó de una industrialización espontánea a una industrialización planificada, que, desde
el Estado, redistribuía el ingreso, estimula la producción regional y controlaba las importacio-
nes.

El aumento del poder adquisitivo supuso un incremento del consumo, tanto en cantidad como
en variedad. Y, con más ingresos disponibles, los argentinos pudieron consumir más y en for-
ma más variada. La evolución de los dos rubros básicos del presupuesto de las familias, los
alimentos y la vivienda, tuvo un papel central en la elevación de los niveles de vida de la pobla-
ción, particularmente de los estratos populares, por un lado, existió un abaratamiento de los
alimentos, y por el otro, se continuó con una política de 1943, de congelamiento de los alquile-
res y la prohibición de los desalojos. Esta temática fue planteada desde el peronismo en térmi-
nos de “derecho a la vivienda”, llevada adelante a través de programa de reparación social y
de planes con créditos baratos, a su vez, el gobierno tomó a su cargo la construcción de vi-
viendas para los sectores de menores ingresos. Esta política también sirvió para dar estímulos
a la industria de la construcción en forma consistente con su política de expansión del merca-
do interno.

En el plano de la protección social, se dio un gran impulso a las jubilaciones y a la salud pública.
En este campo, la acción gubernamental tuvo una envergadura inédita en el país. Desde el
flamante Ministerio de Salud se llevó adelante un programa que ponía el acento en el primado
de la intervención estatal y que confiaba a esa intervención la misión de centralizar las tareas
de atención médica y de asistencia social a los efectos de una acción integral. Por ejemplo, se
realizaron grandes campañas similares para tratar enfermedades muy extendidas, como la
tuberculosis y la sífilis. Como también, la educación sanitaria de la población fue otra de las
iniciativas prioritarias; como parte de ella fue obligatorio presentar certificados de vacunación
para inscribirse en la escuela, realizar trámites administrativos y también viajar.

Otro aspecto fundamental fue la reforma de la Constitución Nacional en 1949. En ella se incor-
poraron derechos sociales, se estableció la reelección presidencial y directa. El preámbulo
contenía elementos claramente asociados al peronismo, el establecimiento de una “nación
socialmente justa, económicamente libre y políticamente soberana”. Se incorporaron dere-

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chos fundamentales de los trabajadores, se incluía la propiedad inalienable de la nación sobre
los recursos naturales, la nacionalización de los servicios públicos y la regulación del comercio
externo, entre otros.

La intervención del Estado resultó en rápidas transformaciones: el incremento del número de


los asalariados, el desarrollo del sindicalismo, y la redistribución de los ingresos y los bienes
públicos.

Para finales del primer mandato las condiciones económicas comenzaron a variar. Empeoraron
los términos de intercambio, lo cual afectaba al impulso industrial, sumado a que la inflación
comenzó a ser un problema. Con el cambio de la situación económica, el clima de descontento
aumentaba.

En efecto, como veníamos diciendo, el proyecto del gobierno peronista fomentó la interven-
ción estatal en la economía, parte de ello fue el impulso a la industrialización con una política
orientada hacia el mercado interno, en donde fue clave a través de la redistribución del ingre-
so, como también un desarrollo social mediante la ampliación de derechos y la democratiza-
ción del bienestar.

Durante los primeros años del gobierno, en una beneficiosa situación coyuntural, el programa
peronista dio buenos resultados. No obstante, en el plano económico hubo grandes cambios
promediando el periodo. Hacia 1949 se invirtió el signo favorable de los términos de intercam-
bio, terminando con los años de bonanza. En ese año los precios de las exportaciones del cam-
po descendieron, concluyendo así el pequeño ciclo positivo iniciado en 1945. Consecuencia de
esto, estalló la crisis del sector externo, que se trasladó a la actividad industrial nacional, por la
dificultad para importar maquinarias y equipos, e impulsó un crecimiento de la inflación. Los
límites al desarrollo industrial argentino relacionado a la dependencia de divisas del sector
exportador aparecerían como un problema recurrente de la economía argentina.

Frente a la emergencia, las autoridades oscilaron entre la continuidad y el cambio. Para una
política de desarrollo basada en el liderazgo del sector público y el crédito barato para finan-
ciar la expansión del mercado interno, la alternativa de un plan de ajuste comportaba altos
costos en términos de empleo y salarios. Por ello las primeras reacciones fueron parciales e
inefectivas y condujeron a un recambio en el gabinete.

Una de sus consecuencias fue la sucesión de conflictos entre 1949 y 1951 en las actividades
más afectadas por la disminución de subsidios públicos. Estos no contaron ahora con la bene-
volencia del gobierno y terminaron con la detención de sus promotores y la intervención de los
sindicatos involucrados.

En el contexto de este endurecimiento del clima social, el pico de la crisis se alcanzó en 1951-
1952, cuando el déficit del sector externo fue potenciado por las secuelas de dos sequías suce-
sivas. En el duro invierno de 1952 y teniendo por marco los funerales de Evita, los argentinos
debieron consumir un pan más negro, elaborado con mijo, escaseó la carne y se volvieron fre-
cuentes los cortes de electricidad.

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Fue entonces que el gobierno decidió una nueva estrategia económica. A partir de ese mo-
mento se privilegió la estabilidad por sobre la expansión, la agricultura por sobre la industria,
la iniciativa privada y el capital extranjero por sobre el crecimiento del sector público. El equili-
brio externo fue buscado recortando todavía más las importaciones, junto con ello se desplegó
la lucha contra la inflación.

En ambos planos el mensaje oficial apuntó en la misma dirección: había llegado la hora de la
austeridad luego del gran aumento del consumo de los primeros años. El llamado a gastar me-
nos procuraba aliviar la situación externa y aquietar las presiones inflacionarias. El programa
de estabilización recurrió, además, a las reservas de la colaboración de clases y promovió una
tregua entre empresarios y sindicatos para neutralizar los efectos inflacionarios. Luego de un
reajuste general de precios y salarios por decreto, éstos fueron congelados por dos años, y por
ese mismo lapso se suspendieron las negociaciones colectivas.

Finalmente, en sintonía con su nueva estrategia, el gobierno modificó su política de incentivos


con vistas al aumento de las exportaciones del agro. Después de años de ser perjudicados por
la política del IAPI, los productores rurales comenzaron a recibir precios más favorables, mayo-
res incluso que los que tenía su producción en el mercado internacional.

Si observamos los resultados inmediatos, el plan de ajuste logró sortear la crisis: la inflación se
redujo en forma significativa, después de la recesión de 1951-1952 la economía volvió a crecer
en 1953 y 1954, y en ese mismo período las cuentas del comercio exterior cerraron con un
saldo positivo. La reanudación de las negociaciones colectivas en 1954 permitió recuperar los
salarios perdidos en los años previos.

Para fines de 1952 fue dado a conocer el Segundo Plan Quinquenal que aportó novedades de
más largo plazo. Ya se hizo referencia a la decisión de devolver al sector rural parte de la ren-
tabilidad perdida, redefiniendo la política de subsidios y precios hasta entonces sesgada en su
contra. A ello se agregó la decisión de corregir la excesiva dependencia de la industria de los
insumos importados, que había quedado en evidencia con la crisis. Para esto, se impulsó una
nueva fase de sustitución de importaciones por medio de la producción de maquinarias e in-
sumos industriales, sobre todo combustible, para aliviar el peso de las importaciones en el
balance externo del país. Ante la necesidad, se realizó el llamado a los capitales extranjeros.

La apertura hacia el capital extranjero, junto con la reorientación del IAPI a favor del campo,
atrajeron hacia Perón algunas simpatías. Pero, paralelamente generaron un clima de inquietud
entre muchos de quienes lo apoyaban.

Sigan cuidándose!!

Guillermo y Adrián
- Fin de la clase 9 -

Bibliografía obligatoria de la clase 9:

Rofman, Alejandro y Romero, Luis (1998), “Tercera etapa: la sustitución de importaciones


(1930-1952)”, en: Sistema económico y estructura regional en la Argentina, Buenos Aires,
Amorrortu, pp. 203-241. (UNIDAD 3)

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