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Narrador Omnisciente Carta PJ Historia de Logan

Todas las sillas y taburetes de la taberna se encontraban sobre las, ahora, no tan sucias
mesas. Mientras el harapiento tabernero se dedicaba a reponer las bebidas detrás de la barra,
su mujer y sus dos hijas hacían lo propio en el comedor y las cuatro habitaciones que tenían
para algún que otro huésped transitorio.

La mayor de las hijas bajo por las escaleras apresuradamente con un papel en las manos y fue
directa a su padre. Su madre y su hermana miraron a la joven con interés mientras que
seguían con sus quehaceres en una mesa particularmente grande en la que el día anterior un
grupo de mercenarios se dio un buen banquete. Donde ayer agradecían las buenas ganancias
que dejaría el grupo, hoy se arrepienten por el arduo trabajo que está suponiendo limpiar tal
estropicio, pero saben que la propina que dejaron las mantendrá calientes durante el
invierno.

— ¿A qué tantas prisas niña? — El tabernero escupió en cada palabra.


— Ya he terminado, padre. Pero he encontrado esto en la habitación del forastero con la
espada enorme. — dijo la muchacha tratando de recuperar poco a poco el aliento. —
Parece una carta y va dirigida al “Amo del calabozo”.

La cara del tabernero se torno en completa incredulidad. Estaba claro que no conocía a tal
persona y ese forastero pago ayer por adelantado y se había ido temprano, sin rumbo fijo
como el mismo dijo anoche. Las risitas ahogadas de su mujer y su hija pequeña al fondo del
comedor lo sacaron de su ensimismamiento.

— ¿De qué os reís vosotras dos? — grito con el ceño fruncido. Está claro que es una
persona a la que no le gustan los chistes si él no está en medio contándolos o riéndose
con el resto del público.
— No es nada cielo, — comento su mujer con una visible sonrisa de pilla que indicaba
que lo que venía a continuación no iba a ser del completo agrado del tabernero —
solo decía que viendo el estado en el que acabo ayer la taberna quizás ese “Amo del
calabozo” sea el amo de esta nuestra taberna.

Las dos niñas y su madre rompieron a reír mientras el tabernero se ponía rojo e intentaba
ignorarlas.

— Niña, — se dirijo a su hija mayor — abre esa estúpida carta y léemela, si a bien tienes.
A ver si conseguimos averiguar quién es ese Amo y nos quitamos ese papelajo de
encima.

La niña abrió el papel con cuidado mientras intentaba recuperar la compostura tras el chiste
de su madre.

Dentro de lo que parecía un sobre, había varios papeles con una caligrafía aceptablemente
buena aunque mejorable. La joven se deshizo del papel que hacía de sobre y cogió el resto de

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papeles con sumo cuidado. A simple vista se podían distinguir dos colores de tinta y, tras
buscar un poco, encontró las clásicas palabras con las que casi cualquier carta empieza:

Estimado Amo del calabozo:

¿Qué raro verdad? Alguien, dentro de tu propia historia te

escribe, a ti, al amo, al Dungeon Master. Pues así es.

Aun no nos conocemos pero me conocerás, ya lo creo que me

conocerás. Empezaré con las presentaciones e intentaré ser breve,

quizás así todo te resulte más ameno.

Lo primero de todo es disculparme con los pobres PNJs que estén

leyendo esto, pues no se que les pasará cuando acaben. Quizás les

explote la cabeza, se vuelvan tarumbas o simplemente lo obvien y

sigan con sus tediosas vidas de PNJ hasta que tú decidas

utilizarlos en beneficio de tu historia.

Mi nombre es Logan Van der Hook, soy un PJ y, las cosas como

son, nací de la mente perturbada de uno de tus jugadores, fruto

de unas malogradas tiradas de dados, unas desacertadas

elecciones de puntos de habilidad y en una puñetera hoja de mala

calidad de 80 gramos el metro cuadrado.

Como puedes ver tengo consciencia de mi mismo. Bueno, tengo y

no tengo a la vez.

Cuando duermo, mi yo consciente de esta retorcida realidad sale

a luz y deambula por un cerebro durmiente, ahora he conseguido

hacerme con el control del cuerpo y escribir estas líneas para que

puedas conocerme. Es posible que nunca más pueda reunir la

fuerza de voluntad necesaria para realizar tan increíble gesta

pero estoy aquí, siempre lo estoy.

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Lo que podríamos llamar mi yo presente es esa parte de mi ser

que vive despierta y controlada por el jugador que me creó. Esa

parte de mi no sabe de mi existencia ni de la tuya así que puedes

respirar tranquilo. Esa parte vive una vida inventada pero digna

de ser contada y quizás, con el tiempo, recordada.

Para conocer a Logan Van der Hook no te sirven de nada los


dados o todos los garabatos que el jugador haya hecho en mi hoja
de personaje, en mí alma. Necesitas que te lo cuenten, eso que tú
habitualmente llamas “historial”. Pues aquí lo tienes, y a dos
colores, para que puedas diferenciar lo que es la historia de mi yo
presente de lo que yo te estoy contando.

No recuerdo gran cosa de mi infancia. Pero si tengo el recuerdo


de mi madre huyendo malherida por un bosque demasiado
frondoso. De mi padre recuerdo lo poco que contaba mi madre,
que se fue un día antes de que yo naciera y no volvió nunca más,
pero de Pete… de Pete sí que me acuerdo. Era mi padrastro y no
era bueno ni conmigo ni con mi madre.

A veces tengo una pesadilla recurrente y ya no estoy seguro de si


es algo que paso realmente o es fruto de mi imaginación. En la
pesadilla veo a Pete medio desnudo y agarrando a mi madre de
los pelos, la arrastra hasta su habitación. Luego yo voy a la
cocina, cojo un cuchillo y con cuidado entro en la habitación. Mi
madre está en la cama llorando, con su vestido roto y Pete esta
desabrochándose el cinturón. No me ve. Me escabullo hasta un
rincón oscuro, cerca de Pete. Incluso en el sueño puedo sentir su
aliento, y hoy día lo identifico con el aliento de los borrachos de

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taberna que casi no pueden poner un pie delante del otro sin un
poco de ayuda.

Con apenas cinco años, intento mantener la calma y aprovecho el


momento en que Pete se baja los pantalones y tiene que agarrarse
a la mesa para no caerse de tanto que se tambalea. La hoja del
cuchillo brilla y de alguna manera veo la cara mi madre en el
reflejo de la brillante hoja con una mueca sorda dibujada en el
rostro. No lo pienso demasiado. Lanzo el cuchillo directo hacia la
mano de Pete dejando su dedo pulgar a un lado y el resto de la
mano al otro lado.

Pete grita de dolor y se mira la mano con incredulidad. Yo vuelvo


a coger el cuchillo pero por alguna razón ya no tengo tanta
fuerza, me siento torpe. Alzo el cuchillo y lo clavo en la pierna
desnuda, con los pantalones a medio bajar de mi asqueroso
padrastro. Pero en ese momento Pete reacciona, se arranca el
cuchillo de su sangrante muslo y me aparta de un fuerte
empujón.

No tengo tiempo de reaccionar. Noto como me doy contra la


pared cercana y mi vista se va nublando y tiñendo de rojo. Antes
de perder la consciencia dentro de mi sueño veo a Pete en el suelo
y a mi madre de pie, justo detrás de él.

El sueño continúa pero ahora estoy en un bosque, el mismo


bosque por el que recuerdo huir con mi madre, pero es diferente.
Los árboles parecen enfermos pero entonces me doy cuenta de
que no son árboles, son personas. Enanos, gnomos, elfos e incluso
humanos como yo. Todos se están muriendo, pero no todos
mueren igual, unos mueren de viejos, otros en el fragor de una

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batalla pero hay otros que mueren de maneras extrañas e
inexplicables, además están envueltos en un halo de luz que los
hace destacar sobre el resto.

Despierto. Siempre esa pesadilla recurrente, siempre esa escena


en mi primera casa con Pete y con mamá… ¿Cómo se llamaba
mamá? Es triste, me acuerdo del nombre de ese salvaje pero no
recuerdo el nombre de mi propia madre y si me encontrase con
mi padre daría igual porque tampoco sé su nombre ni como es.

Cada vez que me despierto me toco instintivamente la cicatriz en


la sien derecha y como tras cada pesadilla está ardiendo. No
recuerdo como me hice esta cicatriz, para mí siempre ha estado
ahí pero me resulta imposible no pensar en la posibilidad de que
no sea el último regalo de Pete, ese golpe antes de dejarme
inconsciente, en mi sueño. Quizás sea un recuerdo recurrente, o
quizás sea parte recuerdo y parte sueño. La vida sigue, los sueños
acaban y, aunque no me guste, los sueños vuelven.

En nuestra huida a la desesperada tuvimos suerte de


encontrarnos con Kathovar Lindegarth, quien nos acogió en su
casa, me curó y trató de curar a mi madre, pero el esfuerzo
acabo con sus reservas de energía y mientras yo desfallecía entre
delirios y pesadillas mi madre murió.

Kathovar El Titán, como solía llamarle la gente, paso a ser una


especie de tío para mí, casi un padre. Me crió y cuidó como a un
hijo.

Kathovar era grande. Muy grande. Nunca llegué a saber mucho


sobre sus orígenes. Sé que tenía sangre de elfo corriendo por sus
venas pero no era como los otros elfos pues, claramente, era

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mucho más corpulento y alto, casi el doble que un humano
normal.

Es comprensible que la gente lo llamase El Titán. De hecho, le


gustaba, no había duda. Pero en sus historias los titanes eran
grandes como montañas y podrían patearlo como a una simple
rata.

Que melodramático todo, niño huérfano prematuro, una huida

fugaz, sueños extraños… nada del otro mundo, pero admitámoslo:

los PJ están destinados a tener un trasfondo truculento, algo que

los haga replantearse la vida y no quedarse como simples

granjeros, taberneros o viandantes con vidas de PNJ pasivo. Los

PJ tienen un trasfondo que trastoca sus almas, y los hace querer

cumplir las hazañas que luego serán recordadas por los jugadores

entre pizzas y cervezas.

Pero continuemos con Logan y su historia, quizás todavía no

tenga mucho que contar pues aunque él no lo sepa, solo acaba de

nacer y le queda mucho por vivir y, esperemos, poco por morir.

Kathovar es un tipo peculiar. Regenta una destilería de licores


exóticos y los distribuye entre las tabernas de la zona, algunos
viajes de distribución duran semanas, otros solo un par de días así
que se puede suponer que tiene una gran zona a la que abastecer.

Siempre iba acompañado de su lagarto electrizante Moki, un


escurridizo reptil que siempre se las ha ingeniado para hacerme la
vida un poco difícil. Me odia, no sé cómo ni por qué, pero está
claro que no le caigo bien.

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Además, Kathovar pertenece a la orden del Escudo de Corellion,
un dios de los elfos. En esta orden solo pueden ingresar elfos o
medio elfos y se dedican a la protección de los indefensos y
necesitados.

Nunca he llegado a entender a la orden, pero básicamente son


una orden pequeña que con un templo en el que cada 13 años se
reúnen la mayoría de sus miembros para “renovar rangos” como
decía Kathovar.

La orden está compuesta por varios niveles de mando, unos más


importantes que otros. Los Escudo de Corellion están dirigidos por
un grupo reducido de Sabios encabezado por el Anciano, el sabio
de más edad. Estos Sabios han tenido que ser previamente
Guardianes o Defensores.

Los Guardianes o Defensores son el rango inmediatamente


inferior a los Sabios. Kathovar, el Defensor del Relámpago
Ardiente hasta hace poco, decía a menudo que probablemente le
toque abandonar su destilería para ocuparse en cuerpo y alma de
la orden como uno de los Sabios. Aunque Guardianes y Defensores
son rangos muy similares, primero un miembro de la orden
asciende a Guardián y una vez ahí, solo los más aptos llegan al
grado de Defensores.

Solo hay tres Defensores en la orden pero Guardianes debe de


haber unos cuantos más. Los tres Defensores son conocidos como
Defensores de la Llama Helada, de la Escarcha Electrizante y del
Relámpago Ardiente.

Original ¿eh?, cogemos el fuego, el hielo y la electricidad y los

juntamos por parejas para hacer a los Defensores. Sigamos…

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Por debajo de los Defensores y los Guardianes tenemos el rango
de los Espada. Los Espada son el rango más bajo de la orden,
una especie de soldado raso siempre a cargo de un Guardián o
un Defensor. No obstante, fuera de la orden tendríamos a los
Neonatos, aprendices de los Guardianes y Defensores que aun
no están oficialmente dentro de la orden.

Un neonato debe de estar al menos siete años bajo el


entrenamiento y supervisión de un Guardián o Defensor y en
la reunión de la orden suelen adquirir su rango de Espada. En
la reunión siguiente, 13 años después, puede optar a avanzar
de rango y llegar a ser Guardián aunque este paso ya no
resulta tan sencillo.

Habitualmente, cada Guardián o Defensor se organiza en un


Clan pequeño formado por el Guardián o Defensor y de cuatro
a cinco Espadas con lo que se dedica a proteger una zona, no
obstante, los miembros del clan suelen trabajar en solitario
reuniéndose solo para llevar a cabo empresas de dificultad
especial.

Kathovar no se aburría, tanto él como los miembros de su clan


hacían lo que podían para ganarse la vida pero anteponiendo
siempre el código de la orden de los Escudos de Corellion.

En el clan de Kathovar está formado por otros cuatro Espadas


aunque rara vez nos juntamos con ellos. Shami y Kali Lirati son dos
gemelas semielfo. Shami es la druida principal de un bosque
cercano, mientras que Kali es una habilidosa exploradora que
extorsiona a algún que otro comerciante acaudalado y de dudosa

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reputación, para proteger sus caravanas cruzando bosques de una
palpable, pero probablemente incierta, peligrosidad.

Robin Hood ejem, ejem…

Rothniak Krieger es un viejo mago, algo cascarrabias, que pasa una


ingente cantidad de tiempo rebuscando en la basura de las
bibliotecas para luego revenderlos allá por donde va. No tiene una
casa fija pero viene a menudo por la destilería a por algo de
“combustible”. Siempre he pensado que el clan de Kathovar se ha
caracterizado por ser todos semielfos, pero Rothniak… está claro
que tiene sangre de elfo y por lo feo y viejo que aparenta ser tiene
que tener otra mezcla que nunca he alcanzado a averiguar, puede
que de algún troll extraño o quizás de gnomo, o simplemente sea
uno de los elfos de sangre pura más feos del mundo.

Por último, el matasanos de este clan es Survin Matasanos, un


semielfo que va trotando de ciudad en ciudad ofreciendo sus
servicios a todo aquel que pague por ellos pero, sobre todo,
regalándolo a quien lo necesita. Pese a lo dramático de su nombre
es un sanador competente.

¿Y yo qué soy? Kathovar solía referirse a mí como su pupilo. No


tengo nada de sangre élfica en mi interior así que la orden siempre
ha quedado fuera de mi alcance. Una vez me conto que tuvo un
neonato, pero murió antes de llegar a ser Espada. No habla mucho
de ello y desde que vivo con él nunca ha enseñado a nadie más a
parte de a mí. A su lado aprendí a todo lo que hoy sé: leer,
escribir, destilar licor, incluso conocimiento sobre varias religiones.
En cierto modo me hizo seguidor de Corellion pero él nunca me

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impuso ni su fé ni su código de honor, fui yo quien lo escogió
libremente.

También me enseño a defenderme, a defender a otros y a luchar.


Esto fue particularmente difícil pues Kathovar no tenía armas
adecuadas para mi tamaño así que no me quedo más remedio que
aprender a usar las enormes armas del titán.

Cuando tenía 13 años me metí en una estúpida pelea por proteger


a una niña que pedía en la calle. Perdí. Estrepitosamente. Pero los
borrachos que intentaron pegar a la niña finalmente desistieron.
La suerte quiso que Survin Matasanos me encontrase y me llevase
de nuevo a la destilería para remendarme. Cuando Kathovar se
entero de lo ocurrido por la niña que pedía en la calle me llevo
hasta nuestro lugar de entrenamiento y me regalo una de sus
espadas, una que el mismo decía haber forjado dentro de una nube
de lava.

No sé si Kathovar quería montar un orfanato pero Kaila, la niña a


la que ayude, pasó a formar parte de la familia. Era poco más
pequeña que yo pero se adapto de maravilla y nos vino bien, ya
que unos años después de su llegada Kathovar comenzó a llevarme
en sus viajes así que Kaila se quedaba a cargo de la destilería.
Kathovar nunca lo admitió, pero Kaila hacia mejores licores que él,
así que decidió dejar la destilería en manos de Kaila mientras que
el y yo nos dedicábamos a la distribución de los mismos. Para
colmo, el dichoso Moki parecía llevarse bien con Kaila, todo lo bien
que nunca se llevó conmigo.

En nuestros viajes, Kathovar me enseño el código de Los Escudo de


Corellion, un código que hice mío… pero a mi manera. También

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aprendí a imbuir de poder mi arma, a cuidarla y tratarla casi
como a un camarada pues, - en la batalla, sois solo tú y tu espada
-, solía decirme.

¡Fíjate que cosas! Y así, sin comerlo ni beberlo justificamos que la

espada de este PJ no solo sea jodidamente grande sino que además

le damos un poquito de poder “imbuido”.

En nuestros viajes Kathovar no perdía ninguna oportunidad en la


que ayudar a los indefensos. Algunos podrían pensar que incluso
forzaba estas situaciones pero yo sé que no era así. Kathovar es
como es, ayuda cuando se lo piden y cuándo no, también. Por
descontado queda que tras tantos años con él, yo iba tras Kathovar
en busca de una justa pelea con la que ayudarle a honrar el código
de los Escudo de Corellion, y también mi propio código.

Hace un par de años, nos topamos con una pequeña turba de


muertos vivientes en el cementerio de una aldea cercana.
Estábamos exhaustos, dimos la batalla por finalizada cuando
derribamos un extraño monolito… pero no fue así.

Un esqueleto se levanto con una niebla verde rodeándole y se tiro


contra mí. Reaccioné asestando un mandoble a la criatura
partiéndola por el torso pero en una fracción de segundo vi como
la calavera, aun envuelta en la neblina verde, seguía volando hacia
mi propia cara cuando fue interceptada por la enorme mano de
Kathovar. La extraña neblina pareció quedarse suspendida en torno
a la mano de Kathovar durante un segundo y desapareció. La
calavera yacía rota en varios pedazos a tan solo unos centímetros
de donde yo me recuperaba del susto.

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Llegamos a casa al día siguiente pero la mano de Kathovar
comenzó a pudrirse justo por donde unas horas antes la niebla la
envolvía. La podredumbre se extendía por su brazo sin que pudiese
hacer nada al respecto. Para cuando Survin Matasanos llegó tres
días después, buena parte del cuerpo de Kathovar se había vuelto
gris y sin vida. Mientras Matasanos intentaba paliar el dolor de su
jefe y Defensor durante las largas lunas y los sofocantes días, los
miembros del Clan de Kathovar fueron apareciendo por la
destilería.

Habían pasado trece días desde la batalla en el cementerio. Shami


Lirati nos pidió a Kaila y a mí que nos reuniésemos con todo el
clan en la habitación de Kathovar. El conocido como Kathovar El
Titán, el Defensor del Relámpago Ardiente, no era más que una
persona pequeña, consumida por la podredumbre, pero su cansado
rostro aun infundía respeto. Liberó al clan, les ordeno volver al
templo de la orden hasta ser asignados a un nuevo Guardián,
dentro de cuatro años tendría lugar la reunión, quizás Survin
llegase a Guardián y podrían mantenerse juntos.

Las hermanas Lariti trataron de guardar la compostura cuando


Kathovar se despedía de ellas con emotivas palabras, sin embargo
fue el mago, Rothniak Kreiger, quien rompió a llorar primero.

Kaila tenía en brazos a Moki cuando Kathovar le pidió que se


acercase. La melena de la chica cubrió el rostro de Kathovar
mientras él la susurraba algo al oído. Moki se puso nervioso y
empezó a revolotear alrededor del cuerpo de la joven. Cuando
Kaila se levanto estaba llorando. Moki y ella me miraron. El lagarto

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me enseño su lengua y me hecho una mirada furiosa antes de
saltar y huir de la habitación.

Kaila me abrazo y me pidió que me acercase a mi agonizante…


¿padre? ¿Maestro? ¿Amigo? Para mí siempre fue Kathovar y eso
implicaba algo más que esas tres palabras juntas.

Tengo grabadas a fuego en mi mente sus últimas palabras:

<<Honra tu código y se feliz Logan. Has sido un pupilo ejemplar,


has sido mucho más, pequeñajo. Lleva a Moki al templo de los
Escudo de Corellion, Moki es en sí mismo la esencia del Defensor
del Relámpago Ardiente. Enseña tu espada pequeñajo, llévales a
Moki y diles que yo te envío al templo con mi último aliento. Serás
grande Logan, más grande de lo que yo nunca fui. Vive>>

Se te ha quedado el culo torcido, ¿a qué sí? Pues que se te

destuerza rápido, total, eres el Amo del calabozo y harás con estas

últimas palabras lo que te parezca, ¿verdad?

No se trata de una profecía, no, ni mucho menos, se trata

simplemente de otro punto de inflexión. Un joven que rehace su

inicialmente traumática vida pero vuelve a ser golpeado por el

drama y… ¿adivinas como sigue? ¡Exacto! El chaval queda golpeado

de nuevo por un momento tan cargado de emociones que al final

no le queda otra que lanzarse a la aventura, pero mejor dejemos

que sea él quien termine la historia, no queda mucho por contar.

Pequeñajo. Me sacaba de quicio cada vez que me llamaba así, pero


ahora me doy cuenta de que nunca oiré de nuevo esas palabras de
su boca.

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Me quede completamente incrédulo cuando Survin me aparto de
Kathovar. Con lágrimas en los ojos ví como Shami le daba una
pócima que lo dejaría dormido para siempre.

El cuerpo sin vida de Kathovar recupero parciamente su forma,


parecía que con su muerte se hubiese eliminado cualquier resto de
enfermedad. Al día siguiente enterramos a Kathovar en un gran
hoyo que Kali y Survin prepararon detrás de la destilería.

Me pase tres días sin comer ni dormir hasta que Kaila me saco de
mi ensimismamiento a base de tortazos y me llevo al salón de la
casa. Para mi Kaila siempre había sido la niña huérfana, una
hermana, pero ya había pasado mucho tiempo desde que llego a
casa, fue ahí cuando me di cuenta de que ya no era una niña,
llevaba mucho tiempo siendo una mujer bastante atractiva, pero
no me di cuenta hasta ese momento que tanto ella como yo mismo
habíamos dejado hace tiempo de ser niños, ya ni tan siquiera se
nos podía considerar adolescentes.

Rothniak esperaba en la salita fumandose una pipa. Me indicó que


me sentase junto a él. Kaila estaba justo en frente mío con Moki
durmiendo en su regazo. Muy calmadamente el mago me pregunto
si tenía intención de cumplir el último deseo de Kathovar o debía
de poner unas chinches en mi ropa interior para espabilarme. Kaila
se río con aquello.

El último deseo de Kathovar. No lo había pensado de esa manera


pero así era: su última voluntad. Kaila y Rothniak parecían estar al
tanto de lo que Kathovar me había encomendado con su último
aliento y entonces me derrumbe del todo. Rompí a llorar. Les
conté como Kathovar enfermó, por mi culpa, por protegerme y

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una sacudida eléctrica me recorrió el cuerpo de arriba abajo
durante tres largos segundos. Moki se había puesto a mis pies y me
miraba más enfadado que nunca.

El viejo mago dio una larga calada a su pipa y se puso tan serio
como pudo — Si crees que la muerte de Kathovar es culpa tuya es
que entonces no te enseño nada sobre el código de la orden, digo
más ¡sobre su `propio código y forma de ser!. Murió haciendo lo que
el más amaba en este mundo, proteger a los demás, pero no solo
eso, murió dando la vida por ti. ¿Culpa? Nadie tuvo la culpa. —
Rothniak no se había dado cuenta pero estaba de pie, gritando y
expulsando humo por la nariz, de manera extrañamente
aterradora — Significabas mucho más que un aprendiz o incluso
un hijo “adoptivo” para Kathovar y esos gimoteos de pequeñajo no
son dignos del tiempo que Kathovar empleo enseñándote todo lo
que sabía.

Pequeñajo. Había separado cada puñetera silaba y sabia que me


dolería. Cada letra de esa puta palabra se me clavo en la mente y
el corazón.

Kaila intercedió por fin siendo la calma que siempre llega después
de la tormenta. — Logan, se lo que tienes que hacer y tanto yo
como Moki sabemos que vas a hacerlo — su dulce voz me
tranquilizo un poco — Yo puedo ocuparme de la destilería
mientras tú no estás y seguro que puedo apañármelas para que
alguien se encargue de la distribución.

Ni tan siquiera me había parado a pensar en la destilería, pero


Kaila tenía razón. Tenía que ir al templo que no sabía dónde estaba

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y para colmo tenía que llevarme a Moki que no suele querer
acercarse a mí.

Antes de que pudiese seguir dando rienda suelta a otros


pensamientos Rothniak continuó, ahoira un poco más calmado —
Aún tienes cuatro años para encontrarlo Logan, el templo — era
como si Rothniak me hubiese leído la mente. — Y nadie del clan
puede ayudarte a llegar. Tú y Moki tendréis que apañároslas para
encontrar y llegar al templo a tiempo. Pregunta en las tabernas y
posadas, a los mendigos en las calles. Reza si quieres y quizás
Corellion te ayude a llegar.

Kaila se volví a sentar. — Moki no será un problema — el lagarto


desapareció mientras Kaila hablaba. — Ten, esta es la bolsa
preferida de Moki, le gusta dormir dentro mientras caminas.
Kaila se levanto y me tendió la bolsa que casi siempre llevaba atada
a su cintura y Moki ya estaba dentro. Me até la bolsa a la cintura
y acto seguido Moki se subió a mi cabeza.
No daba crédito — En todos estos años nunca había hecho eso. —
dije con cara de sorprendido.
Tardé una semana en prepararme. Rothniak y los demás ya habían
desaparecido y todos se despidieron esperando encontrarme
dentro de cuatro años en el templo. Kaila me dio un fuerte abrazo
mientras se colgaba de mi cuello. Es curioso, tampoco me había
dado cuenta de que soy bastante más alto que ella hasta ese
momento.
Kaila no me suelta hasta que no le prometa que volveré y así lo
hago. Le prometo que volveré antes de tres años para contarle lo
que haya averiguado y con tiempo suficiente para llegar al templo
con Moki quien ha decidido quedarse con Kaila hasta entonces.

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Una y otra vez me digo a mi mismo que no mire atrás mientras
me alejo de la destilería que ha sido mi hogar tanto tiempo… desde
aquel día que llegue con mi madre, malherido y huyendo de ese
Pete.
No puedo evitarlo y echo un último vistazo. Tarde. Ya he perdido
de vista a Kaila y la destilería pero a lo alto un humo de color rojo
se alza entre los árboles. Le irá bien sin mí.

Han pasado dos años desde que dejé a Kiala y Moki en la destilería.
Las cosas deben de irles bien ya que de vez en cuando me
encuentro licores de marca “El lagarto titánico” en algunas
tabernas. Kathovar nunca creó una marca pero la huella de Moki
en las etiquetas es inconfundible.
Tarde o temprano tendré que volver a por Moki y reencontrarme
con Kaila pero a falta de dos años para la reunión de la orden no
he conseguido mucha información al respecto y cuando consigo dar
con la huella de algún Espada o Guardián, estos parecen
desvanecerse por arte de magia.
Y hasta aquí hemos llegado, durmiendo en unas habitaciones

improvisadas en una taberna, que no una posada.

Logan es buen tío, con mucho empeño por cumplir la misión que le

encomendó Kathovar y muy dedicado al código que este le inculcó;

no hay día que no se meta en algún que otro problema queriendo

ayudar a quien lo necesita. Ni hay día en que trate de buscar algo

de información sobre el templo de los Escudo de Corellion, sin

mucho éxito al parecer.

A fin de cuentas, Logan lo tiene todo: un arma, una razón para

salir de aventuras, un objetivo personal y varios puntos de inflexión

en su corta vida que le hagan replantearse su existencia en este

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mundo de dragones y mazmorras. Y ahora también tiene un

jugador que lo ha hecho pasar al plano de los PJ y estar bajo la

atenta mirada de ti, del Amo del Calabozo.

Ahora es tu turno, ¿qué piensas hacer con todo esto?

Un saludo,

Su atento y servicial PJ (la parte consciente de todo)

La hija del tabernero seguía mirado carta. Estaba sentada a una mesa pero no recordaba
cuando había llegado hasta ahí. El padre de la chica se afanaba por atender a los
primeros clientes que llegaban en el primer turno de comidas. Su madre y su hermana se
encontraban en la cocina removiendo el contenido de varias ollas al mismo tiempo.

El tabernero sirvió unas jarras de agua y vino y se acerco a su ensimismada hija por la
espalada.

— ¡Chiquilla, espabila! — grito su padre apoyando una gran mano sobre el hombre
de la chica y girándola con un hábil movimiento. — La clientela se nos está
quedando un poco fría, enciende un fuego con esos papelajos.

La joven miro hacia sus manos, sin saber muy bien a qué se refería su padre. Miro la carta
una vez más y se percato de que nadie parecía haber estado prestando atención a su
lectura. — ¿Acaso he estado leyendo mentalmente todo el rato? — pensó mientras una
mueca de extrañeza se desdibujaba en su cara. Seguidamente, la muchacha se levanto y
se dirigió al hogar de la chimenea. Lo habían limpiado recientemente pero no recordaba
quien, quizás su hermana o su madre. No lo recordaba en absoluto. Encendió unas piñas
secas que se encontraban apartadas y las apilo bien juntas en el centro de lo que se
convertiría en una cálida hoguera. Coloco con sumo cuidado la carta que tenía en sus
manos sobre las primeras llamas danzarinas y después puso sobre los papeles unas
cuantas astillas para que el fuego se avivase rápido.

Espero ensimismada, viendo como las volutas de humo dibujaban escenas de guerras,
viendo a un muchacho con una espada que casi le doblaba en tamaño y acompañado por
un hombre más grande aun que la propia espada. Vio un lagarto con malas pulgas y un
corazón lleno de rayos azules. Unos esqueletos levantándose del suelo. Una calavera
impulsada por el aire como si colgase de las cuerdas invisibles de un titiritero que la
dirigían ferozmente hacia el hombre grande. Sintió tristeza cuando el humo le llego a los
ojos y tuvo que frotárselos para secarse las lágrimas. Vio al joven de la habitación donde
estaba la carta, partir con esa espada tan grande, lo vio luchando junto a un enano con
una armadura y un escudo imponentes, vio los emblemas del imperio y el sudor

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mezclado con sangre sobre la cara de muchacho. Sintió el poder de su arma avivando las
llamas y quemando el ultimo trozo de… la carta… que acababa… de…

Las astillas comenzaron a arder rápidamente. Las piñas parecían estar al rojo vivo
mientras unos trozos de papel ennegrecido, claramente quemado, se esparcían por el
suelo del hogar. Los ojos ausentes de la hija mayor del tabernero recuperaron el color
que parecían haber perdido.

— ¿Qué ha pasado? — se pregunto a sí misma.

Aturdida y sin poder darse la respuesta adecuada a la pregunta que acaba de formularse
se fue detras de la barra y se afano en sus tareas. El primer turno de comidas había
empezado pero a ella la mañana se le había pasado en un abrir y cerrar de ojos. No
recordaba que había estado haciendo pero sentía que en el fondo de su mente ahora
sabía algo. Algo nuevo, diferente, misterioso y oculto. Pero por mucho que lo intentase,
no conseguía saber que era. Pero se sentía bien, segura y controlada.

Una piña emitió un chisporroteo en la lumbre. La joven se giro y miro atenta. Un trozo de
papel con los bordes quemados fue volando hasta la barra donde que se posó con sumo
cuidado justo delante de la chica.

jugador que lo ha hecho pasar al plano de los PJ y estar bajo la

atenta mirada de ti, del Amo del Calabozo.

Ahora es tu turno, ¿qué piensas hacer con todo esto?

La muchacha aplasto con la mano el trozo de papel para evitar que ardiese por completo,
lo leyó rápidamente y se lo guardo en el bolsillo de su delantal. Por alguna razón, algo le
decía que era peligroso, que debía quemarlo y hacer que nadie más lo leyese, pero
también era importante. Peligroso e importante, de algún modo.

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