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Todas las sillas y taburetes de la taberna se encontraban sobre las, ahora, no tan sucias
mesas. Mientras el harapiento tabernero se dedicaba a reponer las bebidas detrás de la barra,
su mujer y sus dos hijas hacían lo propio en el comedor y las cuatro habitaciones que tenían
para algún que otro huésped transitorio.
La mayor de las hijas bajo por las escaleras apresuradamente con un papel en las manos y fue
directa a su padre. Su madre y su hermana miraron a la joven con interés mientras que
seguían con sus quehaceres en una mesa particularmente grande en la que el día anterior un
grupo de mercenarios se dio un buen banquete. Donde ayer agradecían las buenas ganancias
que dejaría el grupo, hoy se arrepienten por el arduo trabajo que está suponiendo limpiar tal
estropicio, pero saben que la propina que dejaron las mantendrá calientes durante el
invierno.
La cara del tabernero se torno en completa incredulidad. Estaba claro que no conocía a tal
persona y ese forastero pago ayer por adelantado y se había ido temprano, sin rumbo fijo
como el mismo dijo anoche. Las risitas ahogadas de su mujer y su hija pequeña al fondo del
comedor lo sacaron de su ensimismamiento.
— ¿De qué os reís vosotras dos? — grito con el ceño fruncido. Está claro que es una
persona a la que no le gustan los chistes si él no está en medio contándolos o riéndose
con el resto del público.
— No es nada cielo, — comento su mujer con una visible sonrisa de pilla que indicaba
que lo que venía a continuación no iba a ser del completo agrado del tabernero —
solo decía que viendo el estado en el que acabo ayer la taberna quizás ese “Amo del
calabozo” sea el amo de esta nuestra taberna.
Las dos niñas y su madre rompieron a reír mientras el tabernero se ponía rojo e intentaba
ignorarlas.
— Niña, — se dirijo a su hija mayor — abre esa estúpida carta y léemela, si a bien tienes.
A ver si conseguimos averiguar quién es ese Amo y nos quitamos ese papelajo de
encima.
La niña abrió el papel con cuidado mientras intentaba recuperar la compostura tras el chiste
de su madre.
Dentro de lo que parecía un sobre, había varios papeles con una caligrafía aceptablemente
buena aunque mejorable. La joven se deshizo del papel que hacía de sobre y cogió el resto de
leyendo esto, pues no se que les pasará cuando acaben. Quizás les
no tengo a la vez.
hacerme con el control del cuerpo y escribir estas líneas para que
respirar tranquilo. Esa parte vive una vida inventada pero digna
cumplir las hazañas que luego serán recordadas por los jugadores
destuerza rápido, total, eres el Amo del calabozo y harás con estas
Me pase tres días sin comer ni dormir hasta que Kaila me saco de
mi ensimismamiento a base de tortazos y me llevo al salón de la
casa. Para mi Kaila siempre había sido la niña huérfana, una
hermana, pero ya había pasado mucho tiempo desde que llego a
casa, fue ahí cuando me di cuenta de que ya no era una niña,
llevaba mucho tiempo siendo una mujer bastante atractiva, pero
no me di cuenta hasta ese momento que tanto ella como yo mismo
habíamos dejado hace tiempo de ser niños, ya ni tan siquiera se
nos podía considerar adolescentes.
El viejo mago dio una larga calada a su pipa y se puso tan serio
como pudo — Si crees que la muerte de Kathovar es culpa tuya es
que entonces no te enseño nada sobre el código de la orden, digo
más ¡sobre su `propio código y forma de ser!. Murió haciendo lo que
el más amaba en este mundo, proteger a los demás, pero no solo
eso, murió dando la vida por ti. ¿Culpa? Nadie tuvo la culpa. —
Rothniak no se había dado cuenta pero estaba de pie, gritando y
expulsando humo por la nariz, de manera extrañamente
aterradora — Significabas mucho más que un aprendiz o incluso
un hijo “adoptivo” para Kathovar y esos gimoteos de pequeñajo no
son dignos del tiempo que Kathovar empleo enseñándote todo lo
que sabía.
Kaila intercedió por fin siendo la calma que siempre llega después
de la tormenta. — Logan, se lo que tienes que hacer y tanto yo
como Moki sabemos que vas a hacerlo — su dulce voz me
tranquilizo un poco — Yo puedo ocuparme de la destilería
mientras tú no estás y seguro que puedo apañármelas para que
alguien se encargue de la distribución.
Han pasado dos años desde que dejé a Kiala y Moki en la destilería.
Las cosas deben de irles bien ya que de vez en cuando me
encuentro licores de marca “El lagarto titánico” en algunas
tabernas. Kathovar nunca creó una marca pero la huella de Moki
en las etiquetas es inconfundible.
Tarde o temprano tendré que volver a por Moki y reencontrarme
con Kaila pero a falta de dos años para la reunión de la orden no
he conseguido mucha información al respecto y cuando consigo dar
con la huella de algún Espada o Guardián, estos parecen
desvanecerse por arte de magia.
Y hasta aquí hemos llegado, durmiendo en unas habitaciones
Logan es buen tío, con mucho empeño por cumplir la misión que le
Un saludo,
La hija del tabernero seguía mirado carta. Estaba sentada a una mesa pero no recordaba
cuando había llegado hasta ahí. El padre de la chica se afanaba por atender a los
primeros clientes que llegaban en el primer turno de comidas. Su madre y su hermana se
encontraban en la cocina removiendo el contenido de varias ollas al mismo tiempo.
El tabernero sirvió unas jarras de agua y vino y se acerco a su ensimismada hija por la
espalada.
— ¡Chiquilla, espabila! — grito su padre apoyando una gran mano sobre el hombre
de la chica y girándola con un hábil movimiento. — La clientela se nos está
quedando un poco fría, enciende un fuego con esos papelajos.
La joven miro hacia sus manos, sin saber muy bien a qué se refería su padre. Miro la carta
una vez más y se percato de que nadie parecía haber estado prestando atención a su
lectura. — ¿Acaso he estado leyendo mentalmente todo el rato? — pensó mientras una
mueca de extrañeza se desdibujaba en su cara. Seguidamente, la muchacha se levanto y
se dirigió al hogar de la chimenea. Lo habían limpiado recientemente pero no recordaba
quien, quizás su hermana o su madre. No lo recordaba en absoluto. Encendió unas piñas
secas que se encontraban apartadas y las apilo bien juntas en el centro de lo que se
convertiría en una cálida hoguera. Coloco con sumo cuidado la carta que tenía en sus
manos sobre las primeras llamas danzarinas y después puso sobre los papeles unas
cuantas astillas para que el fuego se avivase rápido.
Espero ensimismada, viendo como las volutas de humo dibujaban escenas de guerras,
viendo a un muchacho con una espada que casi le doblaba en tamaño y acompañado por
un hombre más grande aun que la propia espada. Vio un lagarto con malas pulgas y un
corazón lleno de rayos azules. Unos esqueletos levantándose del suelo. Una calavera
impulsada por el aire como si colgase de las cuerdas invisibles de un titiritero que la
dirigían ferozmente hacia el hombre grande. Sintió tristeza cuando el humo le llego a los
ojos y tuvo que frotárselos para secarse las lágrimas. Vio al joven de la habitación donde
estaba la carta, partir con esa espada tan grande, lo vio luchando junto a un enano con
una armadura y un escudo imponentes, vio los emblemas del imperio y el sudor
Las astillas comenzaron a arder rápidamente. Las piñas parecían estar al rojo vivo
mientras unos trozos de papel ennegrecido, claramente quemado, se esparcían por el
suelo del hogar. Los ojos ausentes de la hija mayor del tabernero recuperaron el color
que parecían haber perdido.
Aturdida y sin poder darse la respuesta adecuada a la pregunta que acaba de formularse
se fue detras de la barra y se afano en sus tareas. El primer turno de comidas había
empezado pero a ella la mañana se le había pasado en un abrir y cerrar de ojos. No
recordaba que había estado haciendo pero sentía que en el fondo de su mente ahora
sabía algo. Algo nuevo, diferente, misterioso y oculto. Pero por mucho que lo intentase,
no conseguía saber que era. Pero se sentía bien, segura y controlada.
Una piña emitió un chisporroteo en la lumbre. La joven se giro y miro atenta. Un trozo de
papel con los bordes quemados fue volando hasta la barra donde que se posó con sumo
cuidado justo delante de la chica.
La muchacha aplasto con la mano el trozo de papel para evitar que ardiese por completo,
lo leyó rápidamente y se lo guardo en el bolsillo de su delantal. Por alguna razón, algo le
decía que era peligroso, que debía quemarlo y hacer que nadie más lo leyese, pero
también era importante. Peligroso e importante, de algún modo.