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Trabajo Práctico N° 1

Si utilizamos el texto de Von Mises sobre la acción humana para hacer un análisis de la película,
podríamos decir que, en Berlín Oriental, las acciones humanas de los individuos están supeditadas
a la acción del gobierno y sus fines. Es decir, el fin de establecer un sistema económico comunista
en pos del bienestar general, limita la acción de los individuos. Los componentes que conforman la
definición de acción tal como la define el autor, se encuentra muy difusos por no decir inexistentes
en muchos casos. En primer lugar, el ciudadano en Berlín Oriental tiene muy pocas posibilidades
de intervenir activamente en el curso de los acontecimientos. Puede encontrarse deseoso de
transformar un estado de malestar, que es lo que impulsaría la acción, pero la conducta a la que
puede acudir para sustituir ese estado está completamente limitada y predeterminada por las
pocas opciones que se le brindan. Si no fuera poco, en muchos casos, la única representación de
un estado más atractivo conlleva una acción que podría conducir a su muerte. El individuo solo
tiene dos opciones, continuar en Berlín Oriental como primera opción, o cruzar el muro, con la alta
probabilidad de ser ejecutado. La inacción termina siendo la acción. Mismo sucede con ejemplos
menos extremos, como el simple hecho de ir a comprar insumos al supermercado. El individuo
puede preferir o desear comer un determinado alimento, pero no habría -o habría de una manera
muy difusa- acción como tal, ya que las opciones le son impuestas. No puede evaluar él
individualmente cual es la opción mas adecuada para satisfacer su estado de malestar o para
alcanzar su objetivo ambicionado, ya que los medios le son impuestos. El individuo se queda en la
preferencia, sin llevar a cabo una acción real. No hay representación de cosas más atractivas ya
que es un solo individuo (o un grupo jerárquico de estos) quien dictamina el bienestar de los
ciudadanos.

A su vez, el individuo tampoco actúa para cambiar el estado de las cosas, ya que, en un examen de
causalidad, siempre presente en cualquier mente racional, el actuar para cambiar radicalmente el
estado de las cosas conllevaría ser reprimido, encarcelado o ejecutado. Podemos ver esto tanto en
los ejemplos de los ejecutados que intentan cruzar el muro, como también en la película al salir los
ciudadanos a protestar contra el sistema y el Muro, exigiendo su libre circulación. Pero más allá de
esto, la influencia que el ciudadano pueda ejercer en la causa es mínimo. Si un individuo no puede
influir en la causa, tampoco puede actuar.

El ciudadano en Berlín Oriental termina siendo un ser humano que lo único que termina teniendo
son respuestas a instintos útiles como comer, dormir, etc. El ciudadano se dedica a sobrevivir.

En contraposición con todo lo expuesto, nos encontramos del otro lado del Muro con Berlín
Occidental, donde esta instaurado un sistema económico basado en la libertad del individuo. El
individuo en Berlín Occidental puede tener fines y objetivos individuales, actuando en pos de la
persecución de los mismos, ya que aquí, con sus acciones, si puede intervenir activamente en el
curso de los acontecimientos. Se encuentran visibles todos los elementos de la Acción Humana.

Todo lo expresado es un análisis praxeológico y no histórico. En un examen histórico, que puede


ser objeto de múltiples interpretaciones, no podríamos establecer un argumento a posteriori de
tales acontecimientos sociales. Más allá que según la praxeología la historia no puede probar
ninguna afirmación de valor, hay múltiples variables que no están siendo tenidas en cuenta en
este examen, ya que, en todo análisis praxeológico, se pierden circunstancias accidentales.
Continuando, define Von Mises que la acción es siempre obra de ser individuales y que los entes
colectivos operan por mediación de uno o varios individuos, cuyas actuaciones se atribuyen a la
colectividad de modo mediato. En Berlín Oriental, la colectividad-gobierno (integrada por las
actuaciones individuales de quienes están en el poder) engendra la acción individual y la limita. Un
solo individuo-gobierno actúa (elige) en nombre de los demás.

Sin embargo, en esta línea de pensamiento, no se podrían atribuir a ciencia cierta determinados
acontecimientos dados durante los años del Muro a un sistema económico, sino que entonces son
atribuidos al individuo o individuos particulares que gobernaban en ese momento.

Limitándonos ahora a los componentes de la acción, la libertad económica en Berlín Oriental se


encuentra anulada ya que no hay multiplicidad de opciones, estamos frente a un monopolio
estatal. Además, no menor, como ya expuse anteriormente, el individuo vive en un estado de
coacción constante, no hay libre albedrío. Todo esto en contraposición con Berlín Occidental,
donde sucede lo opuesto.

El mercado en Berlín Oriental se encuentra sumamente viciado, presenta monopolios estatales,


información asimétrica y todos los bienes que podrían ser privados se encuentran en manos
estatales (resaltamos que este último vicio solo es considerado como tal para una rama de la
economía). Sin embargo, en un análisis aislado, es lógico encontrar estos vicios en una economía
que no se caracteriza por ser una economía de mercado, por lo que siempre desde una óptica
como la de este análisis se encontrará viciado. Partimos de sistemas contrapuestos en donde en
uno se prioriza la libertad económica mientras que en el otro se prioriza más lo que podría
llamarse una igualdad social. Ambos sistemas, aunque en distintas medidas, presentan casos de
coacción, en donde muchas veces, en mi opinión, los sistemas en los que prevalece la libertad
económica coaccionan al individuo mediante la marginalización. De hecho, gran parte de los
Estado hoy en día dependen de la coacción represiva como medio de implementación de sus
normativas socioeconómicas, así como también como método de prevalecer el orden ante
demandas sociales de la población.

Dicho este punto, hablemos de la diferencia entre número y precio. En Berlín Oriental no
encontramos precios, sino números, ya que existe una decisión arbitraria determinada por un
tercero, que es el Estado-gobierno a partir de una economía planificada. En Berlín Occidental, por
el contrario, son los agentes económicos junto con el voto individual, es decir, las preferencias
develadas, quienes determinan el valor de los productos asignándoles un precio. Esto es así
porque en Berlín Oriental no hay posibilidad de ejercer este voto individual como individuo que
forma parte de un mercado, el mercado “es el gobierno”. Tampoco existe en Berlín Oriental
multiplicidad de medios, hay un tercero que determina los mismos. Los productos, por ejemplo,
que tiene un individuo a su disposición son únicamente los que se le presentan. En un ejemplo
muy simplificado: un ciudadano de Berlín Oriental quiere tomar un refresco. El único refresco que
podrá tomar, será el único producto que se ofrece en la góndola, la información va de arriba hacia
abajo. El mercado es desprovisto de su caracterización de proveer la información en forma de
precios. Utilizando el mismo ejemplo, un ciudadano de Berlín Occidental quiere tomar un refresco.
Al ir al supermercado, podrá elegir entre una multiplicidad de refrescos (multiplicidad de medios),
siendo él mismo quien decida con cual de ellos cambiará su estado de malestar -la sed o ganas de
tomar un refresco-, al mismo tiempo que con su voto-elección devela una preferencia. Repitiendo
este supuesto en varios individuos, con cada voto se realiza el conjunto de preferencias develadas,
brindando información al mercado, yendo esta de abajo hacia arriba, determinando un precio a
ese producto.

Berlín Oriental es un claro ejemplo de cómo se realiza una resolución de problemas económicos a
través de procesos no mercantiles mediante un proceso colectivo de decisión. El colectivo quien
tiene en este caso la decisión es el gobierno, ya que, con su capacidad de emitir normas y
regulaciones coactivas, afecta la conducta de los agentes económicos en pos de lo que ellos
determinan como un bienestar para la población. Además, en este caso tenemos un paternalismo
en extremo, ya que asumen que sus objetivos son totalmente válidos para este bienestar y para la
totalidad del sistema económico. El gobierno aquí deja de tener una conducta que Varian definiría
como racional, que se da cuando las decisiones son tomadas en función de un criterio consistente
de interés público. La conducta del gobierno en Berlín Oriental deja de ser racional buscando el
interés público para traducirse en intereses individuales.

Otro fracaso del colectivo que se puede observar es la jerarquía completamente centralizada que
presenta Berlín Oriental. Todos los miembros están bajo la autoridad de un solo grupo,
restringiendo en un grado muy alto la capacidad de decisión autónoma de cada agente, utilizando
instrumentos ya mencionados como prohibiciones legales, monopolio de recursos y monopolio de
información. En esta línea, también se puede mencionar otro problema típico que Varian llama
“Incompatibilidad con los incentivos”, como el caso de la fijación por parte del gobierno de precios
máximos o mínimos, con criterios que suponen una ignorancia del mercado. Todo esto se traduce
en un desbande de la jerarquía, con un gran fracaso de los cuerpos legislativos, produciéndose una
corrupción administrativa debido al fracaso informacional junto con el fracaso de los incentivos.
Toda esta distorsión generada por el régimen, produce además altos grados de costos indirectos
junto con incentivos sumamente perversos. Pero el problema más típico que se observa, y en
extremo, es lo que Varian llama la “publico-manía”, absolutamente todo tiene carácter de bien
público, por lo que no hay derecho a la propiedad privada sobre el excedente.

Berlín Occidental presenta, en primera vista, un gobierno con estrategias de descentralización,


tanto de autoridad como de información. El régimen económico contribuye al crecimiento
económico con medidas como el ingreso de capitales externos e introducción de nuevas
tecnologías.

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