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Morábito, Fabio (2014). “El subrayador” en El idioma materno. México: Ed.

Sexto Piso, pp.77-78.

Los libros están hechos de frases, obvio, que son como los ladrillos de la
construcción, y del mismo modo que es difícil reparar en la hermosura de un ladrillo,
las frases, cuando leemos, pasan relativamente inadvertidas, arrastradas por el flujo
del discurso, como debe ser. El detenerse demasiado en una frase es signo de
inmadurez; lo que importa en un libro es el conjunto, el edificio verbal, no sus
componentes. Y sin embargo es costumbre bastante difusa subrayar libros. El
subrayado desmiente el edificio y realza el ladrillo, el humilde tabique comprimido
entre mil tabiques idénticos; es una suerte de operación de rescate, como si cada
subrayado dijera: salven esta frase de las garras del libro, liberen esta joya del
pantano que la rodea. Es bien sabido que, quien empieza a subrayar, no puede
detenerse; los subrayados se multiplican, una plaga se apodera del libro, surge
otro libro en su interior, una república autónoma. El subrayador piensa: si subrayé
aquella frase, ¿cómo no voy a subrayar ésta, y esta otra, y también aquélla? El
subrayador se vuelve un segundo autor del libro, extrae de éste el libro que él hubiera
querido escribir, entra en franca controversia con el libro que lee, al que somete a una
implacable cacería de frases subrayables. Un día tuve que pedir un libro mío en una
biblioteca universitaria para verificar un dato. Descubrí que el ejemplar estaba
profusamente subrayado. La cosa me halagó, por supuesto, pues los subrayados son
la evidencia de una lectura acuciosa y apasionada. Muy pronto, sin embargo, me
invadió una sensación ambigua que se tornó francamente fastidiosa. No estaba de
acuerdo con los subrayados. Mi anónimo lector había pasado por alto pasajes que me
parecían muy remarcables y resaltado en cambio líneas meramente operativas,
inertes. Me hallé en pugna con mi propio libro, trazando mentalmente mis propios
subrayados, sacándole a mi libro otro libro, aquel que hubiera querido escribir y que,
sólo ahora me daba cuenta, había escrito a medias.

El subrayador ¿oficio o profesión? Como los corregidores responsables de


funciones administrativas en nombre del rey, autoridad ¿para qué? ¿para definir qué
se subraya o destaca? /// *¿Por qué masculino? –diría Victoria… mmmmm

piensa: reflexiona, se detiene, “levanta la cabeza” como Barthes


si subrayé: absolutamente condicionado por el remordimiento que pretende
dejar algo sin marcar, o marcar menos para “tener menos para estudiar”

aquella frase, justamente esa y no la otra porque la parafrasea y es más fácil


de memorizar

¿cómo no voy a subrayar ésta, ¿qué designio divino ha determinado esa


elección o qué lectura previa le ha recordado la posibilidad de elegir ésta, justamente
esta y abandonar otra?

y esta otra, otra que no remplaza a la primera, sino que la amplía, la visita, o la
disecciona y la esparce para agigantar la duda y volver a levantar la cabeza o apuntar
en el cuaderno

y también aquélla? más importante que las otras. Pero antes ya las subrayé y
no puedo borrarlas. ***Linda frase para trabajar los pronombres en el aula *** La
copio.

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