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EL IMPASSE CARTESIANO. SUJETO Y TRANSFERENCIA.

Por Ezequiel Rueda

El texto de mi intervención se desprende como interés particular de lo elaborado


durante el presente año en el grupo de investigación “Psicoanálisis y antifilosofía” el
cual coordino con Soledad Jurao como adjunta.

Intentaré una lectura antifilosófica de una referencia fundamental para el psicoanálisis:


la formulación del sujeto de la modernidad tal lo postuló René Descartes a partir de su
cogito y señalar algunas consecuencias de ello en la experiencia analítica. En sintonía
con la política de enseñanza del Instituto Pragma buscaré desglosar algo de la jerga
analítica al centrarme sólo en dos partes que componen el todo de la proposición
introducida por Lacan en “La ciencia y la verdad”, la cual dice: “…tomé como hilo
conductor el año pasado cierto momento del sujeto que considero como un correlato
esencial de la ciencia: un momento históricamente definido…aquel que Descartes
inaugura y que se llama el cogito.”. Las implicaciones entre el sujeto del psicoanálisis y
el sujeto de la ciencia que Descartes posibilita al fundar su cogito son múltiples, no se
acotan a la principal consecuencia que es la causada por el retorno de lo forcluído por
la ciencia (la verdad en tanto causa final) y de lo cual el psicoanálisis hace su objeto, al
papel de la duda como evidencia de un pensamiento ausente (inconsciente), a la
producción de un sujeto vaciado de atributos por acción de la duda hiperbólica como
antecedente al sujeto del inconsciente o; al hecho de ser el cogito cartesiano
condición de posibilidad para la instalación del saber moderno en tanto cadena de
razonamientos o articulación significante (rompiendo con el razonamiento circular
escolástico).

De ello tomaré la operación que Descartes realiza al elaborar su cogito, operación que
puede pensarse como de apertura y cierre a partir del tratamiento que le otorga a sus
enunciados en relación a la enunciación, lo cual es reformulado por Lacan en el
seminario XI Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. A su vez, de esta
operación se desprende una consecuencia directa en la experiencia analítica al
posibilitar la apertura a la aparición del sujeto y la instalación de la transferencia o, por
el contrario, la sutura del sujeto y la correlativa clausura de la pregunta por el saber
supuesto que se dirige a un Otro simbólico.
Enunciado y enunciación en Descartes

Ante todo vale recordar que lo novedoso de la obra de René Descartes no se acota a su
contenido (la escansión que provoca en la historia del pensamiento) sino también a la
forma de su transmisión, al ser uno de los primeros pensadores que escribió en su
lengua nativa (abandonado el latin o griego de la academia) pero, sobre todo, escribió
en primera persona, dejando expuesto permanentemente al autor de los enunciados
proferidos en los textos.

También es conocido que en la pretensión (o en el deseo) de Descartes por establecer


un suelo firme para construir el edificio de ciencia moderna llega, a partir de la puesta
en práctica del método de la duda, a una certeza que en sus Meditaciones metafísicas
se formula como “Yo soy, yo existo” y en Discurso del método como “Pienso, luego
existo” (“cogito, ergo sum”). Será a partir de estos enunciados que Lacan se apoyará en
el seminario XI para hacer su crítica al sujeto de la modernidad. En lo que sigue
orientaré mi exposición a partir de lo elaborado por Bernard Baas y Amand Zaloszyc en
su libro Descartes y los fundamentos del Psicoanálisis (Editorial Atuel). Las autoras
recuerdan que cuando Lacan aborda el concepto de transferencia y el de pulsión, en el
tercer apartado del seminario, los articula por medio de la idea de apertura y cierre del
inconsciente. Allí, a partir del decir que está en juego en la trasferencia, problematiza
al cogito al ser presentado por Descartes como un enunciado “suelto”, al no ser
necesario determinar al sujeto que lo profiere dado que el cogito es ya la premisa de
cualquier pensamiento científico, reduciendo al sujeto moderno sólo al pensamiento y
a un solo significante: cogito, es decir soldadura entre ser y pensar, que posibilita la
autonomía de los significantes y del lenguaje que servirá para pensar el mundo, la
fórmula y el número como modo de saber en lo real (mathesis universalis). De allí que
se diga que en esta operación Descartes cierre la diferencia entre enunciado y
enunciación, clausurando la posibilidad de surgimiento del sujeto del inconsciente.

Ante ello Lacan señala de varias maneras este impasse. Acerca de lo que el cogito
elude dice en el seminario XI: “este yo pienso no puede separarse del hecho de que no
puede formularse sin decirnos, implícitamente, lo que ha olvidado”, en referencia al
propio análisis de Descartes donde él mismo señala la aporía dado que “esta
proposición es cierta cada vez que la pronuncie”, aporía que nuestro pensador intenta
resolver con la apertura hacia un otro que le garantice esa verdad, con lo cual se abre
la vía del deseo que inicialmente clausuró (¿Qué quiere Dios?), cuestión que retomaré.
En “Reseña del seminario de 1964-1965. Problemas cruciales para el psicoanálisis”
(Otros escritos) Lacan restituye el lugar de la enunciación al modificar la proposición
cartesiana agregando la puntuación que la alude “Estoy pensando: luego soy”. De esta
manera señala el intervalo que existe entre ser y pensar al cual ya se había referido
varios años antes (1957. La instancia de la letra…): “pienso donde no soy. Luego soy
donde no pienso.” Sosteniendo la referencia cartesiana concibe a la enunciación como
lo que es impensable y, en el seminario de 1968 la define en término cartesianos como
“lo que falta al sujeto para sentirse agotado por su cogito”.

Apertura a la transferencia

A partir de este impasse al que llega Descartes cuando tiene que introducir la hipótesis
de un Dios bueno que no engañe sobre aquello de lo que el Yo no puede acceder por la
razón (así aparece cierto límite a la autonomía que caracteriza al Yo cartesiano y a toda
la ciencia que se apoye en sus premisas) es posible remitirnos al segundo punto de
abordaje de la relación Descartes-psicoanálisis: el cogito como condición de posibilidad
para pensar la transferencia en tanto acto de creencia en un otro al que se le supone
un saber.

Baas y Zalozsyc abordan la cuestión a partir de señalar la homología estructural que


hay en la producción del sujeto del inconsciente y el cogito cartesiano los cuales son
efecto de un encadenamiento significante (S1-S2 en Lacan/silogismos en Descartes)
que adquiere consistencia en su referencia a una terceridad exterior (analista/Dios).
Luego de mostrar las similitudes se detienen en las diferencias: ante el Dios que no
engaña requerido por Descartes el analista se debe ubicar como posible de ser
engañado dando lugar a la instalación de lo mentiroso del lenguaje encarnado en el
síntoma analítico, por lo tanto, el analista se descompletado por acción de una
renuncia, un sacrificio al Dios oscuro “que espera pero no recibe su determinación de
sujeto” y “testimonio de la presencia del deseo del Otro…” (S.XI), a diferencia del Dios
bueno y perfecto garante de las ideas innatas. Aquí el deseo del analista será el pivot
que bascule entre la apertura del sujeto del incosciente producto de ubicarse
incompleto o, balancearse hacia el lado opuesto mostrándose sin falta según las
máscaras que ofrezca la época (discurso universitario, coach, identificación al yo
fuerte, etc.) favoreciendo la instalación de amor de trasferencia en tanto cópula entre
el deseo del analista y el del analizante. En relación a esto último las autoras dirán:
“Esa relación…enmascara sin embargo aquello de lo que proviene, es decir, su
inscripción en el orden del significante, y oculta la distinción entre sujeto del
enunciado y sujeto de la enunciación, condenando al sujeto a la ilusión fundamental
de ignorar su propia falta en ser en la trampa de la completitud del Otro”.

Concluyo con una referencia a un texto de Enrique Acuña llamado “Transferencia y


ciencia” (publicado en la revista Anamorfosis n°1) para poder pensar cual puede ser la
acción analítica que responda a los efectos del discurso de la ciencia luego de cuatro
siglos de haber sido instalado por el pensamiento cartesiano funcionando en coalición
con el capitalismo orientados con el objetivo de someter a la verdad a una sola manera
de develarse según el modo técnico, tal como Heidegger lo denunció. Allí Acuña
recupera la frase de Lacan en “La ciencia y la verdad” que reza: “el psicoanálisis es lo
que reintroduce en la consideración el Nombre del Padre…” y comenta: “La
transferencia provoca un pasaje de fondos, al contabilizar ese resto cuando el
significante horada una caída de las identificaciones, para plantear la pregunta por el
ser a partir de su falta. La pregunta ¿quién soy? Considera al Nombre del Padre, como
operador de una retroacción que genera el enigma en el nivel de la enunciación. En
reverso, la ciencia congela los enunciados…”

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