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L eM o n d e «el Dipió»

diplomatique

Carlos Gutiérrez
Militares contra Pinochet
Los que defendieron la Constitución
frente al golpe de 1973 en Chile

CAPITAL INTELECTUAL LOS OTAOS


MILITARES ^|/
m
CAPITAL INTELECTUAL
Carlos Gutiérrez

[Militares eoouto EPoTOefeí


Los que defendieron la Constitución
frente al golpe de 1973 en Chile

EDICIONES

LeJVLonde «el Dipió»


diplomatique

m CAPITAL INTELECTUAL
© Carlos Gutiérrez
© Capital Intelectual S.A., 2009

Capital Intelectual S. A. edita, también, el periódico mensual


Le Monde diplomatique, edición Cono Sur
Director: Carlos Gabetta

Coordinador de la Colección Le Monde diplomatique: Carlos Alfieri


Director de la serie "Los otros militares": Ernesto López
Diseño de tapa e interior: Carlos Torres

Imagen de tapa: el general constitucionalista Carlos Prats junto


al presidente Salvador Allende. Foto: Luis Poirot

Edición y corrección: Alfredo Cortés


Producción: Néstor Mazzei

Suscripciones: secretaria@eldiplo.org
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Capital Intelectual S. A.
Francisco Acuña de Figueroa 459 (1180) Buenos Aires, Argentina
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www.editorialcapin.com.ar

Primera edición: 3.000 ejemplares


ISBN: 978-987-614-181-9

Hecho el depósito que ordena la Ley 11.723


Libro de edición argentina
Impreso en Argentina. Printed in Argentina.

Gutiérrez, Carlos
Militares contra Pinochet: los que defendieron la Constitución
frente al golpe de 1973 en Chile
1a ed. - Buenos Aires, Capital Intelectual, 2009
128 p.; 14x21 cm - (Los otros militares: 2 / Ernesto López)
ISBN 978-987-614-181-9
1. Historia Latinoamericana. I. Título
CDD 980

Fecha de catalogación: 12/06/2009


ÍN D ICE

Introducción 9

Capítulo 1
Tensiones y conflictos entre los años 1964 y 1969 13
Capítulo 2
Del “Tacnazo” al triunfo de Salvador Allende 23

Capítulo 3
La comandancia del general Carlos Prats:
concepciones y acciones 43
Capítulo 4
El ojo de la tormenta 59

Capítulo 5
Otros aportes y compromisos 81

Capítulo 6
A modo de conclusiones 109

Apéndice
Listado de militares constitucionalistas y/o
comprometidos con la Unidad Popular 115

Bibliografía 125
IN T R O D U C C IÓ N

Las Fuerzas Armadas chilenas han sido un actor muy rele­


vante en la política nacional desde la conquista de la Inde­
pendencia, a principios del siglo XIX, hasta la más profunda
y violenta intervención que destruyó la democracia republi­
cana a inicios de los años setenta del siglo XX.
Un conjunto de líderes militares que alcanzaron la Presi­
dencia de la República, otras tantas revueltas y movimientos
castrenses que llevaron a conflictos bélicos internos como
parte de las disputas de las élites nacionales por el control del
Estado caracterizaron la vida independiente chilena a lo largo
del siglo XIX, incluso en medio de guerras externas que cala­
ron profundamente en nuestra idiosincrasia y en la instala­
ción del propio “mito heroico” de nuestras instituciones mi­
litares, como fue la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia.
El proceso de modernización militar en matriz prusiana
iniciada en la década del ’80 del siglo XIX vino a romper con
una tradición doctrinal francesa que promovía en las institu­
ciones castrenses un acercamiento a las nociones básicas de la
vida republicana. Esta inclinación estaba fuertemente arrai­
gada en una gran cantidad de oficiales que emigraron a nues­
tro país portando ideales de la Revolución Francesa. Por el
contrario, las sucesivas misiones alemanas, que se prolonga­
ron hasta después de la Primera Guerra Mundial, produjeron
un profundo giro que volcó a las instituciones militares tanto
hacia la elitización y el nacionalismo como hacia un marcado

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sentimiento antipopular que se expresó progresivamente en
la crítica y el rechazo de las posturas políticas de izquierda, así
como de las organizaciones obreras y campesinas de princi­
pios del siglo XX, que estuvieron sometidas a violentas y san­
grientas represiones por parte de los uniformados.
Con el avance del siglo XX, esas concepciones nacionalis­
tas y antipopulares se orientaron a combinar un fuerte anti­
partidismo y un enconado anticomunismo con una visión que
acentuaba el papel de un Estado centralista y benefactor. Esta
perspectiva era portadora, además, de esquemas económicos
inclinados hacia un desarrollismo nacional que apuntaba a la
generación de una cierta autonomía nacional-estatal respecto
de las grandes potencias internacionales.
El período de los intensos y agitados años que van de 1924
a 1932, caracterizado por una gran inestabilidad política, pro­
ducto del choque de elites por el control del Estado, más la
irrupción de las masas subalternas organizadas en poderosos
movimientos sociales y políticos, colocó a las Fuerzas Arma­
das en una coyuntura de activa participación proselitista, a
través de la cual trataron de imponer sus visiones de mundo
al sistema político, lo que desencadenó una seguidilla de mo­
vimientos y alzamientos de distinto signo ideológico. Parado-
jalmente, este proceso culminó hacia el año 1932 en una re­
acción civilista que encapsuló a los militares en sus cuarteles,
los alejó de la vida política nacional y los despojó de un pro­
yecto doctrinario propio.
Con el paso del tiempo se hicieron presentes y convivieron
dos grandes tendencias en el mundo militar. Por una parte,
una fuerte tradición anticomunista y elitista que hundía sus
raíces en el pasado y se sentía ampliamente identificada y ape­
gada a las ideas de moda generadas desde el campo ideológi­
co estadounidense, expresadas en la Doctrina de Seguridad
Nacional. Esta tendencia quedará totalmente imbuida en la
contradicción generada por el conflicto Este-Oeste y la vi­
gencia de la Guerra Fría, y seguirá el modelo de intervención

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y participación militar en los asuntos del Estado que se inició
con el golpe militar brasileño de fines de marzo de 1964.
Por otra, se configuró también un espacio con una visión
más nacional, propiciadora de un desarrollo hacia adentro,
que adjudicaba un papel central al Estado en lo económico-
social, buscaba cierta equidistancia con los centros de poder
internacionales, reconocía ciertas falencias estructurales del
modelo chileno y era más proclive a la aceptación de ideas
progresistas. En el interior de este espacio se fue constituyen­
do una reflexión doctrinaria que se amparaba en el profesio­
nalismo y en el constitucionalismo, como bases de sustenta­
ción de su aporte al desarrollo nacional. Aceptaba cambios
más de fondo, de cierto carácter socialista -sin ser marxistas
los oficiales y suboficiales que se agrupaban en esta tenden­
cia- y miraba con atención y expectativa otras experiencias
mundiales, en las que los hombres de armas se ponían al ser­
vicio de proyectos de desarrollo, como eran los casos especí­
ficos de los militares egipcios -con el liderazgo de Gamal
Abdel Nasser- y el de los peruanos -con el general Juan Ve-
lasco Alvarado-.
Estas fuerzas estuvieron en permanente choque, en busca
de conseguir el liderazgo institucional y de alguna forma en
procura de favorecer y propiciar su proyección hacia la esfe­
ra política y/o su forma de relacionamiento con los poderes
civiles. La primera de las opciones que hemos señalado mos­
trará una firme vocación intervencionista, inclinada hacia el
control del orden interno. La segunda buscará relacionarse
con los poderes cívicos a partir del respeto al orden constitu­
cional, de la no deliberatividad y del apoyo al desarrollo nacio­
nal. Las arenas en las que estas concepciones distintas choca­
ron fueron varias: el modo de componer los cuadros militares,
la formación educativa de los oficiales y suboficiales, la orien­
tación doctrinaria y las reflexiones generadas desde las acade­
mias de guerra, entre otras. Estos clivajes, que dieron lugar
con el paso del tiempo a duros enfrentamientos que llegaron,

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incluso, a la tortura y el asesinato entre camaradas de armas,
serán claves en la disputa librada de los álgidos años sesenta y
en la resolución política de los conflictos de los setenta, como
se tratará de mostrar en las páginas que siguen.

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Capítulo 1
T E N SIO N E S Y C O N F L IC T O S
E N T R E LO S AÑ O S 1964 Y 1969

Los programas de ayuda militar estadounidense a la región,


que comenzaron con la Ley de Seguridad Mutua aprobada
por el Congreso de Estados Unidos en octubre de 1951,
abrieron las posibilidades para el establecimiento de lazos bi­
laterales más estrechos que los que venían de antaño, que se
materializaron en los llamados Pactos de Ayuda Mutua
(PAM), que a partir de ese momento se convirtieron en cana­
les determinantes para procesar la influencia estadounidense
en el área, particularmente en sus relaciones con las Fuerzas
Armadas chilenas.
El Ejército de Chile en el año 1953 empezó a adquirir todo
su material bélico en Estados Unidos, iniciando con ello una
transformación y estandarización según los patrones que de
allí emanaban. Los cambios más importantes se dieron a nivel
de la organización, de los procedimientos tácticos y formas de
combate modernas, así como de los métodos de instrucción.
La puesta al día que esta opción implicaba impulsó la moto­
rización de las distintas armas y la consiguiente modificación
de los sistemas de apoyo logístico. Este proceso se dio, sin
embargo, en un marco general de precariedad institucional
reflejada, entre otros planos, en el escaso presupuesto de que
gozaban las Fuerzas Armadas y en el total descuido de la con­
ducción política en materia de generación de un pensamien­
to estratégico y elaboración de una política de defensa. Estas
deficiencias alimentaron un constante sentimiento reactivo

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de los cuadros oficiales más jóvenes, que se involucraron en
varios complots sin duda menores, pero que eran una signifi­
cativa muestra de la insatisfacción y el malestar reinantes.
En el marco de estos descontentos y tensiones aparecieron
y se fueron sumando preocupaciones de orden contextual re­
gional y global, colocadas por el conflicto Este-Oeste y su co­
rrelato de Guerra Fría, y por el triunfo de la Revolución Cu­
bana y el surgimiento de muchas experiencias locales de mo­
vimientos guerrilleros. Asuntos que, junto a las recurrentes
crisis de nuestros países, pusieron en tensión a las dos almas de
las Fuerzas Armadas: la del énfasis en el desarrollo nacional y
la del énfasis en el orden interno y la contención subversiva.
En este contexto se llega a las elecciones generales del 4 de
septiembre de 1964, que motivaron una de las más controver-
siales campañas políticas de la historia chilena y plantearon
una disputa presidencial fuertemente polarizada. En este
plano se enfrentaron las candidaturas de Eduardo Frei, de la
Democracia Cristiana (DC), que simbolizaba la expectativa
de un proyecto reformista bajo las nuevas políticas del go­
bierno estadounidense de John Kennedy, y Salvador Allende
por el Frente de Acción Popular (FRAP), que encarnaba los
profundos deseos de cambios estructurales, organizados en
torno a movimientos sociales populares y los clásicos partidos
de tendencia marxista. Después de una campaña virulenta,
cargada de imágenes de terror y amenazas veladas, los resul­
tados finales le dieron a Eduardo Frei el 56,09% de los votos
(1.409.012); a Salvador Allende el 38,93% (977.902) y a Julio
Durán del Partido Radical el 4,99% (125.233), alcanzando la
Presidencia de la República el candidato democratacristiano.
La derecha, atemorizada por la posibilidad de un triunfo
electoral del FRAP, desistió de presentar fórmula presidencial
y se volcó masivamente en apoyo a la candidatura de Frei. Es
que en esta oportunidad se había sentido, como nunca antes
en forma tan palpable, la posibilidad de triunfo de un candi­
dato y de una alianza de izquierda con fuertes componentes

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marxistas. Desde esta percepción, esa derecha optó por el
candidato centrista de la Democracia Cristiana, que repre­
sentaba -para ella- el mal menor ante la eventualidad de una
vorágine izquierdista. Sin su apoyo, es decir, si aquélla hubie­
ra terciado en la disputa electoral con un candidato propio,
tal vez Frei no hubiera podido ganar. La DC obtuvo así una
notoria diferencia de sufragios a su favor, que en cierto senti­
do escondió los reales alcances de la votación.
Por otra parte, una campaña electoral realizada bajo un
molde mediático a través del cual la derecha explotó el miedo
a la izquierda, enturbió la percepción del carácter de los pro­
gramas de gobierno de las dos fuerzas mayoritarias, que tení­
an contenidos que interpretaban, con distintos énfasis y pro­
fundidades, anhelos populares que significaban poner en mo­
vimiento nuevas fuerzas en el escenario político. En cual­
quier caso, esa campaña anticipó, también, los tiempos de
enorme complejidad y polarización que se avecinaban, que
terminarían mostrando un afianzamiento del esquema bipo­
lar de Guerra Fría, transformando la política chilena y el de­
sarrollo social en un campo de batalla profundamente ideo­
lógico, con proyectos mutuamente excluyentes, en el que
ningún actor nacional quedaría al margen del torbellino po­
lítico que culminaría en el golpe militar del 11 de septiembre
de 1973, que derrocó a Salvador Allende.
El gobierno de Eduardo Frei logró entender adecuada­
mente el período que le tocaba administrar y, sintiendo las
fuertes pulsaciones sociales extendidas tanto en Chile como
en una inquieta América Latina, se arrimó al poder en base a
una plataforma de gobierno de corte reformista, que tenía a
la base los planteamientos esenciales del proyecto estadouni­
dense de la Alianza para el Progreso, que el gobierno de John
Kennedy había diseñado pensando en un modelo que fuera
una alternativa eficaz a la opción más radical que ya veía a la
Revolución Cubana como el paradigma revolucionario. Su
gestión quedó irremediablemente atenazada, sin embargo,

M ilita re s c o n tra P in o ch e t [ Los O tro s M ilita re s | 15


entre el amenazante crecimiento de la izquierda y la belige­
rancia anticomunista de la derecha.
Debe consignarse, por otra parte, que Salvador Allende y
la alianza de izquierda comenzaban a convertirse en una pe­
sadilla, tanto para sus opositores internos como para el go­
bierno de Estados Unidos. En 1958 habían estado a sólo
30.000 votos de ganar la Presidencia de la República y en
1964, habían obligado a Washington a intervenir más o
menos abiertamente, y a la derecha a desistir de presentar
candidato a la presidencia, para cerrarles el paso a Allende y
al FRAP, y asegurar el triunfo de la Democracia Cristiana.
Numerosos antecedentes pusieron en evidencia y dieron
cuenta -durante el gobierno de Frei- tanto de la inquietud
estadounidense cuanto de la vernácula. En 1965, el Pentágo­
no intentó llevar adelante en Chile el llamado Plan Camelot,
una operación de inteligencia encubierta tras una investiga­
ción sociológica. Buscaba anticipar el posible comportamien­
to de los militares chilenos ante un eventual triunfo de la iz­
quierda en un futuro próximo. Su implementación pudo ser
detenida a partir de las denuncias que se plantearon en el Par­
lamento, que hicieron de este tema un debate que logró sacar
a relucir las verdaderas intenciones y dimensiones que alcan­
zaba el mencionado proyecto.
El 13 de junio de 1967, el diario El M ercurio publicó una
carta firmada por “NN Coronel de las Fuerzas Armadas” en
la que pedía mejores sueldos para los uniformados y advertía
que el país “se encaminaba a una disyuntiva ideológica única
en las próximas elecciones presidenciales: democracia o co­
munismo”. (Después del golpe de 1973, el coronel NN fue
identificado como el oficial de la Fuerza Aérea, Orlando Gu­
tiérrez.)
En 1968, la oficialidad del Ejército manifestó su inquietud
por el bajo nivel de las remuneraciones y las dificultades de
diverso orden que presentaba el ejercicio profesional. Sus ex­
presiones condujeron a las salidas del Comandante en Jefe de

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la institución y del ministro de Defensa, cuyos sucesores no
alcanzaron, de todos modos, a solucionar plenamente los pro­
blemas.
Un informe de la embajada de Estados Unidos en Santia­
go de Chile, fechado el 1 de septiembre de 1969, entrega va­
liosos antecedentes que fueron usados en su momento para
elaborar un perfil de los uniformados, así como una caracte­
rización de la situación política chilena en curso y las prime­
ras conclusiones de una mirada prospectiva. Estos datos
brindan información acerca de las preocupaciones de la inte­
ligencia militar y de la dirigencia estadounidenses, que lleva­
ron a una creciente intervención norteamericana en la polí­
tica chilena, especialmente por la inquietud que producían
los avances de los sectores sociales y políticos de izquierda.
También examinaba cuáles podrían ser los cursos de acción
de las Fuerzas Armadas chilenas. Este informe aparece cara­
tulado como Equipo País a petición de CA-44044 D epartam en­
to de Estado sobre el “Rol de los m ilitares en América Latina Fue
preparado con la ayuda fundamental del Equipo M ilitar de la
Embajada y funcionarios de las Misiones M ilitar y Naval que
operaban en Chile al amparo del antes mencionado Pacto de
Ayuda Mutua (PAM).
En una primera aproximación general sobre las tendencias y
vinculaciones de los militares chilenos expresaba lo siguiente:

Aunque no es posible caracterizar con precisión las tendencias po­


líticas de las Fuerzas Armadas como conjunto, es posible hacer al­
gunas observaciones. La oficialidad no puede integrar partidos polí­
ticos, pero tiene derecho a voto; los suboficiales y soldados a contrata
no tienen, en cambio, derecho a sufragio. Se cree que la mayoría de
los oficiales tienen una orientación política m oderadam ente p rogre­
sista, centrista con comprensible adhesión hacia un tipo de sociedad
en que está garantizado su estatus. Con origen esencialm ente de
clase media, m antiene algunos lazos a través de conexiones fa m ilia­
res con los elem entos más conservadores y privilegiados de la socie­

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 17


dad, especialm ente entre los oficiales más antiguos. Lo mismo puede
decirse respecto del otro extremo del espectro político para los oficia­
les jóven es, cada vez más representativos de las clases m edia baja y
las clases trabajadoras.1

Un poco más adelante, el informe apuntaba:

Ya que simpatizan con una reform a moderada, las Fuerzas Ar­


madas no m irarían favorablem ente ninguna alteración drástica o
repentina de la estructura política del país aunque se justificara p or
necesidades propias del crecim iento económico de Chile. Por lo tanto,
la posibilidad de una victoria electoral democrática de un candidato
marxista o que sea apoyado p or los marxistas en las elecciones pre-
sidenciales de 1970 planteará un serio dilem a para los m ilitares
chilenos moldeados en la m entalidad constitucionalista. Es entera­
m ente concebible que en determ inadas condiciones los m ilitares p u e­
dan dejar de lado sus escrúpulos tradicionales y actúen para p rev e­
n ir un am enazante cambio revolucionario en el sistema existente y
en especial si se viera amenazada la propia institución militar. Tal
acción dependerá, no solam ente de las circunstancias específicas del
m om ento, sino también requerirá de un grado de cohesión m ilitar
y de liderazgo que a m enos p o r el m om ento parecen fa lta r?

Con la mirada fijada ya en las futuras elecciones de 1970,


y la apreciación de un posible triunfo de izquierda, su interés
se centra sobre el punto de tensión que podría eventualmen­
te existir entre la visión doctrinaria de los militares moldea­
dos en la m entalidad constitucionalista y la lesión de los intere­
ses corporativos que aquel triunfo podría ocasionar. Señala
además -con razón según se verá más adelante- el papel cru­
cial que podría llegar a jugar un sólido y carismático lideraz­
go castrense que lograra cohesionar a las Fuerzas Armadas y

1. Soto, Hernán y Gutiérrez, Carlos (2001), p. 98.


2. Idem anterior, p. 100.

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actuara a fin de p reven ir un amenazante cambio revolucionario.

Agregaba el mismo informe:

M ientras el Cuerpo de Oficiales no ha llegado al punto de actuar


directam ente, hay indicios de incitación para que lo hagan. Por
ejemplo, políticos derechistas piensan en un golpe m ilitar como única
solución si el ex presidente J o r g e Alessandri decide no presentarse a
las elecciones de 1970. D urante las recientes diferencias internas al
interior del Partido Demócrata Cristiano numerosos m ilitantes, p e­
simistas ante las perspectivas para 1970, hablaron esperanzados de
una solución m ilitar para que continuara el gobierno del Presiden­
te Frei más allá del período constitucional. La desesperación de más
de un sector político busca refugio en una solución militar. Sin em ­
bargo, los m ilitares carecen de la necesaria cohesión y de estímulo
para responder a las incitaciones de los civiles?

Como se ve, el diagnóstico no era del todo alentador para


los sectores derechistas internos y los intereses estadouniden­
ses que alentaban una “solución militar”, dada la ausencia real
de un liderazgo cohesionador. Merece destacarse, asimismo,
que la alternativa de un golpe militar se destacaba ya con cier­
ta nitidez contra el horizonte de un triunfo de la izquierda en
las ya para entonces cercanas elecciones de 1970, aunque sus
posibilidades de producirse -al momento de la redacción del
documento que se viene considerando- no fueran del todo
ciertas. El informe, no obstante la dosis de realismo que pre­
senta, preveía un escenario alternativo. No perdía del todo las
esperanzas de que las cosas pudieran cambiar drásticamente
frente a un escenario de fuerte y constante violencia que ter­
minara por sobrepasar a las fuerzas de orden interno, en par­
ticular a Carabineros, y tuviera que recurrirse al Ejército para
recuperar el control. De esa forma, se generaría una coyun­

3. Idem anterior, p. 101.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \Los O tro s M ilita re s \ 19


tura en la que las instituciones castrenses asumirían el control
de ciudades y lugares claves, y gravitarían decisivamente sobre
los acontecimientos. Finalmente, indicaba que los golpes o so­
luciones militares más exitosos eran aquellos ejecutados en
forma rápida y eficiente, en circunstancias inesperadas, lo que
ponía a esa clase de acciones al abrigo de ser descubiertas con
antelación.
Así, pues, la intervención castrense se barajaba como hipó­
tesis en un momento político que amenazaba los intereses es­
tadounidenses y del centro-derecha chileno, lo que podía
ocurrir ante una situación de caos generalizado o ante la con­
quista del gobierno por parte de la izquierda. Esta última al­
ternativa era la más peocupante, aunque ambos escenarios
podían ser complementarios. Gravitaba con más fuerza a me­
dida que se acentuaba el fracaso político de la administración
del gobierno del presidente Eduardo Frei, se aproximaba la
renovación presidencial y la derecha percibía el riesgo de una
división de las fuerzas antiizquierdistas. La experiencia del
apoyo popular recibido por la candidatura de Salvador Allen­
de en las elecciones de 1964 estaba demasiado fresca en la
memoria de los analistas nacionales y estadounidenses.
No obstante el relativo pesimismo del informe recién alu­
dido respecto de la viabilidad de un golpe militar, su posibili­
dad empezó a ser manipulada por sectores ultraderechistas.
Ese proceso eclosionó el 21 de octubre de 1969, cuando el
general Roberto Viaux Marambio, removido del mando de la
I División del Ejército, se acuarteló en el Regimiento Tacna
de Santiago, encabezando una acción conocida como el “Tac-
nazo El general Viaux venía de la Comandancia de la I Di­
visión del Ejército con asiento en Antofagasta, y se había con­
vertido en el líder principal de los reclamos y reivindicaciones
de los militares tanto en lo que respecta a sus condiciones ma­
teriales de vida, como en relación al abandono y a la precarie­
dad institucional en que se encontraba el Ejército. En su em­
presa agitadora y desestabilizadora, Viaux realizó múltiples

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reuniones con oficiales y suboficiales en servicio activo, así
como tomó contacto con altos oficiales en actividad y en re­
tiro, que abiertamente propiciaban la desobediencia a los altos
mandos. Finalmente, el escenario deliberativo e intervencio­
nista que el informe antes citado veía relativamente lejano, en
realidad no lo estaba tanto.
Estos movimientos del general Viaux fueron conocidos
tanto por el presidente Frei como por el Comando en Jefe del
Ejército, lo que a la postre le significó su llamado a retiro, a
principios de octubre de 1969.

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Capítulo 2
DEL “TA C N A Z O ” AL T R IU N FO
DE SALVADOR A LLE N D E

El 17 de octubre de 1969, después de la actuación de la Junta


Calificadora dirigida por el Comandante en Jefe del Ejército,
general Sergio Castillo, se cursó el retiro al general Viaux,
debido a los innumerables antecedentes -de los que había
constancia- sobre sus acciones sediciosas. Como Viaux estaba
al mando de la I División del Ejército en la ciudad de Anto-
fagasta se encomendó a los generales Ramón Valdés y Galva-
rino Mandujano desplazarse hacia aquel destino para asumir
las responsabilidades de una intervención. Pero el general
Viaux había viajado hacia su comando el día anterior en un
avión privado y provocó la abierta rebeldía de los oficiales
bajo su mando, lo que generó una tensa situación con los en­
viados por el Comandante en Jefe. Un manifiesto firmado por
la mayoría de los oficiales de la guarnición fue recogido por El
M ercurio y prontamente puesto a circular. En él se expresaba
abiertamente el apoyo al general Viaux, que se fundamentaba
en las solicitudes de mejoramiento en las remuneraciones del
personal así como en la solución de los graves problemas de
equipamiento institucional.
Después de arduas horas de negociaciones, el día sábado
18 Viaux hizo entrega de su cargo a los generales enviados de
Santiago, instalándose una tensa calma. El general rebelde
viajó a Santiago; el día 21 se sucedieron las noticias y los he­
chos que hablaban del levantamiento del Regimiento Tacna y
de la Escuela de Suboficiales, a los cuales se sumaron luego el

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 2 3


Batallón Blindado N° 2 y el Batallón de Transportes N° 2.
Estos acontecimientos liderados por el general Viaux fue­
ron presentados por sus protagonistas como demostraciones
de las inquietudes de la oficialidad motivadas por las insatis­
factorias condiciones de vida y precarias condiciones de desa­
rrollo institucional existentes, que obligaban a los oficiales
jefes a iniciar medidas de presión para inducir el abordaje gu­
bernamental de estas legítimas demandas. Poco fue lo que se
transparentó sobre los fines políticos coyunturales de esta se­
guidilla de acciones sediciosas, las que fueron vigorosamente
enfrentadas por los líderes constitucionalistas del generalato,
en lo que le cupo una destacada labor al general Carlos Prats,
como Comandante de la III División del Ejército.
En sus M emorias, Prats asienta un juicio muy clarificador
respecto de esas acciones sediciosas, que sería casi una pre­
monición de lo que pasaría años después. Dice el general:

El “acuartelam iento” del Tacna tenía una finalidad política


clara, gestada en varios pasillos durante los m eses inm ediatam ente
precedentes. Oscuros personajes civiles y uniformados se prepararon
para m over las piezas del tablero de ajedrez, usando a Viaux de
peón de partida. El jaq u e m ate que condujera al derrocam iento de
F rei se habría logrado p o r la dinámica de los acontecimientos, si
antes de 24 horas se hubieran materializado m ovidas m aestras de
otras piezas claves; pero la actitud del G eneral Cheyre, p or una
parte -aunque pueda calificarse de pasiva, p or la presunta fa lta de
disposición de algunos mandos a sus óirden,es para reaccionar coerci­
tivam ente contra sus compañeros sublevados-, la inm ovilidad de la
I División del Ejército de Antofagasta p or otra y, p or último, la
abierta disposición de la III División del Ejército para desplazarse
en defensa del régim en constitucional, frustraron un conato golpis-
ta cuyo líder inicialm ente visible habría sido Viaux, hasta que la se­
guridad del triunfo hiciera em erger a sus instigadores?

4. Prats (1996), p. 127.

24 I Ed ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «el D ip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
El fracaso del levantamiento trajo consecuencias en los
más altos escalones de la conducción institucional. El general
Sergio Ossa reemplazó al general Tulio Marambio en el M i­
nisterio de Defensa, mientras que el general Sergio Castillo
hasta entonces Comandante en Jefe del Ejército, fue reem­
plazado por el reciente ascendido a general de división René
Schneider. Por su parte, el general Carlos Prats asumió la Je ­
fatura del Estado Mayor de la Defensa.
La continuación de las tensiones políticas e institucionales
marcaría a fuego la gestión del general Schneider como Co­
mandante en Jefe, a tal punto que sólo dos meses después de
la sublevación de Viaux se descubriría un nuevo complot que
implicaba a jóvenes oficiales de distintas reparticiones. El día
8 de diciembre se hizo pública la noticia sobre el episodio,
que pasó a ser conocido como el complot de la calle Gay;
como consecuencia del mismo fueron arrestados el coronel en
retiro Raúl Igualt, los mayores Guillermo Alvarez y Héctor
Orellana, los capitanes Pedro Ferrand, Raúl S lateryju lio Sa­
rria, el subteniente Patricio Castro y el suboficial mayor Al­
berto Valdebenito. También se descubrió como implicados a
oficiales de la Fuerza Aérea.
A propósito del complejo panorama socio-político que se
vivía en Chile, producto de la enconada fricción política pro­
ducida por la proximidad de las elecciones presidenciales del
año 1970, se le había encargado al Estado Mayor de la Defen­
sa Nacional (EMDN) la elaboración de un informe sobre la
situación nacional y sus proyecciones. Esta tarea recayó en
manos del general Prats, quien el día 30 de diciembre de 1969
entregó un documento titulado “Síntesis de la situación na­
cional”, a los tres Comandantes en Jefe de las distintas ramas
de las Fuerzas Armadas y al propio ministro de Defensa.
Este documento, que se transformó en un hito relevante
de la interpretación política del momento, generó mucho im­
pacto en el ámbito gubernamental y en las propias institucio­
nes militares, por la claridad de su exposición y por las con­

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 2 5


tundentes conclusiones a las que arribaba, las que resultaron
tiempo después irremediablemente acertadas.
Algunos párrafos del informe son bastante crudos, como el
que sintetiza la situación política a finales del año 1969, par­
ticularmente por los efectos sociales que habían generado el
avance democrático y las políticas gubernamentales impulsa­
das por Frei. Dice el documento:

Tales logros han traído un efecto sicológico conexo, nuevo en


Chile: el ansia de los aún postergados p or ascender.; con sum a rapi­
dez, a más altos niveles de consideración y bienestar.
Como el tope de este ascenso está en la débil expansión del volu­
m en de bienes y servicios con que cuenta el país, hay pánico entre los
aún privilegiados ante la perspectiva de verse despojados de sus p re-
rrogativas, lo que ha generado una gu errilla politiquera, laboral y
estudiantil en la que los sectores políticos extremos han puesto en
agitación todos los factores que perturban el orden económico y la
paz social, para cercar al gobierno y cortarle los caminos de conti­
nuidad de su régim en .5

Todavía más impresionante fue la certeza de los pronósticos


sobre los resultados de la contienda presidencial que se aveci­
naba, para la que faltaban todavía nueve largos meses y para la
cual aún no estaba definido el candidato de la Unidad Popular
(UP), coalición de izquierda formada por los Partidos Socia­
lista, Comunista y Radical, en noviembre de 1969. Según el
informe, en caso de presentarse un abanderado único por la
coalición izquierdista, la estimación -que se aproximó asom­
brosamente a lo que efectivamente sucedió- era la siguiente:

®Jorge Alessandri, del Partido Nacional (derecha) 35%


®Radomiro Tomic, de la Democracia Cristiana 27%
®Candidato de la Unidad Popular 38%

5. Prats (1996), p. 140.

26 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «el Dip l ó » 1Ca p it a l In t e le c t u a l


Otro punto relevante del informe del general Prats tenía
que ver con el diagnóstico que se realizaba sobre las Fuerzas
Armadas, que contenía una caracterización muy interesante
sobre las orientaciones políticas de sus integrantes, su com­
posición social y su rol institucional. Exponía asimismo trans­
formaciones y rupturas respecto de los modelos que se habí­
an venido configurando a partir de los años ’60, y examinaba
las polaridades resultantes de las confrontaciones ideológicas
en el plano local y global, que se desprendían de la fuerte in­
fluencia que se proyectaba desde Estados Unidos, a través de
paradigmas que priorizaban la defensa del statu quo regional.
Una parte del informe describe lo siguiente:

Las Fuerzas Armadas están integradas en un 80% de su perso­


nal p or una planta de tendencia política centro-izquierdizante, no
proclive al marxismo.
El 20% restante está dividido en un sector pequeño de los n ive­
les altos de la oficialidad y suboficialidad de inclinaciones derechistas
y otro, pequeño también, en la oficialidad y suboficialidad baja, in­
filtrado p or la propaganda marxista.
El 90% del contingente habitual de las Fuerzas Armadas es j u ­
ventud de procedencia obrera y campesina; el 10% restante es es­
tudiantado de clase media. En gen era l, no hay conscripción de la
clase alta.
Sin perjuicio de lo anterior, la conciencia profesional de las F uer­
zas Armadas las constituye en un fa ctor de poder tradicionalm ente
m arginado de la política contingente y seguro salvaguardia del im ­
perio de la Constitución y de la legalidad.
Su real efectividad, como tal fa cto r de poder, depende básicamen­
te de su fir m e cohesión espiritual bajo sus mandos legítim os, tarea
que es hoy la fundam ental de los Comandantes en J e fe , a raíz de la
crisis local de octubre del presente año.
Debe velarse p or que el contingente del Ejército para 1970 sea
pluriclasista, con un porcentaje m ínim o de un 40% de ju ven tu d de
la clase m edia, un 10% de la clase alta y un 50% de la clase baja.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 27


Asegurada la cohesión de las Fuerzas Armadas, sus Comandan­
tes en J e fe están en condiciones de garantizar el siguiente rol del
poder militar, fr en te al m om ento político analizado:
Apoyar firm em en te al Poder Ejecutivo actual ante cualquier co­
nato de Golpe de Estado o de situación anárquica pre-electoral.
Apoyar al candidato triunfante en un proceso electoral completo,
sujeto a las norm as constitucionales vigentes.

Las conclusiones a las que llegaba este estudio, por otra


parte, eran muy claras respecto a la necesidad de lograr acuer­
dos al más alto nivel político nacional, que mantuviesen la
base de desarrollo alcanzada con las reformas impulsadas por
la Democracia Cristiana, y a la conveniencia de que el próxi­
mo gobierno tuviese fuerzas suficientes como para garantizar
la permanencia de un sistema pluripartidista y una democra­
cia representativa, que diera continuidad a las necesarias y ur­
gentes transformaciones económicas y sociales en curso. De
no alcanzarse lo anterior, estimaba que las posibilidades de
que el país quedara expuesto a situaciones tensas que desequi­
libraran el poder iban a dominar la escena nacional, lo que
hacía posible una confrontación política a gran escala.
La situación fue transcurriendo tal como preveía el infor­
me del general Prats. El día 25 de marzo de 1970 se detuvo a
nuevos conspiradores contra la democracia, esta vez encabe­
zados por el general en retiro Horacio Gamboa, junto a los ex
oficiales Neiraad, Sarria, Morales, Catalán, los capitanes
Droguett y Piedra, y el ex mayor Marshall. También eran de
la partida los suboficiales en retiro Squerra, Ríos y Ruiz, así
como el teniente coronel Edgardo Fuenzalida y los suboficia­
les en servicio activo Leiva, Herrera, Quintana y Morales.
Pretendían sublevar a la Escuela de Suboficiales y a los Regi­
mientos Yungay y Buin, operando contra el Presidente de la
República y otras autoridades nacionales, en concomitancia
con el general Viaux.
La campaña presidencial de 1970 fue la más turbulenta y

28 I Edicio n es Le M onde diplom atique «el D ipló» |Capital In te le c tu a l


radicalizada en la historia política chilena, producto de la
concentración de contradicciones sociales y económicas aso­
ciada a una creciente participación política de sectores subal­
ternos que presionaban por nuevos espacios de poder y por la
solución de demandas materiales largamente postergadas.
Las compuertas del protagonismo social ya habían sido abier­
tas por el gobierno encabezado por Eduardo Frei bajo la con­
signa de la “Revolución en Libertad”. Conquistas importan­
tes para los sectores poblacionales urbanos y para el campesi­
nado, la chilenización del cobre, las reformas educativas, etc.,
generaron condiciones ideales para un estadio superior del
crecimiento y desarrollo nacional, que hacían verosímil una
victoria de sectores políticos de izquierda en las elecciones
presidenciales de 1970. La actuación de estos últimos en las
anteriores elecciones presidenciales (1964) abonaba también
esta percepción.
Diversos análisis, tanto nacionales como extranjeros, con­
cluían en la posibilidad cierta de un triunfo de la opción que
se aglutinaría en torno de la figura de Salvador Allende y la
nueva coalición de izquierda. En este contexto socio-político,
todos los actores partidistas pusieron especial atención en el
rol que jugarían los militares en la coyuntura, desde los que
esperaban ver cómo reafirmaban una cierta tradición republi­
cana de subordinación a los poderes públicos y no delibera­
ción institucional, hasta aquellos que pensaban utilizarlos
como fuerza material para intervenir en la interrupción del
proceso democrático, para lo cual desataron fuerzas conspira-
tivas que fueron apoyadas por grupos civiles ultraderechistas,
así como por el conservadurismo estadounidense.
Dos personalidades militares jugaron un papel decisivo en
esta fase del agitado proceso político que se viene examinando:
el Comandante en Jefe del Ejército, general René Schneidery
su sucesor en el cargo, general Carlos Prats. Ambos configu­
raron un cuerpo de ideas que fundamentaron la opción cons-
titucionalista de los institutos castrenses y proyectaron su li­

M iu ta res c o n tra P in o ch e t \ Los O tro s M ilita re s | 29


derazgo al resto de las instituciones militares, constituyéndo­
se objetivamente en un muro de contención para los arreba­
tos conspirativos de las fuerzas reaccionarias. Un papel menos
brillante -pero no por ello m en o s indicativo de su convicción
constitucionalista- desempeñó el Comandante en Jefe de la
Armada de Chile, almirante Raúl Montero, quien no sólo fue
un gran obstáculo para los marinos golpistas, sino que fue el
único Comandante en Jefe en actividad que no estuvo impli­
cado en el golpe del 11 de septiembre de 1973, por lo que en
este caso los conspiradores no sólo lo hicieron contra el Su­
premo Gobierno, sino también contra su legítimo y legal
Comandante, siendo su reemplazante el almirante Merino
un usurpador de su investidura, tal cual lo denunció el presi­
dente Allende en su última alocución desde el Palacio de La
Moneda.

R etrato d e un soldado lea l

René Schneider Chereau nació el día 31 de diciembre de


1913 en la ciudad de Concepción; ingresó a la Escuela M ili­
tar el 20 de febrero de 1930 terminando en ésta su formación
secundaria y egresando el año 1932 como oficial con el grado
de alférez, del arma de infantería. Estuvo destinado en el Re­
gimiento Buin y en el Regimiento Esmeralda de la ciudad de
Antofagasta, alcanzando una destacada hoja de servicio. Fue
reconocido también por sus pares debido a sus condiciones de
mando y su perfil de educador. Posteriormente prestó servi­
cios como oficial instructor en la Escuela Militar, en el año
1941. En 1949 egresa de la Academia de Guerra, en la que
había realizado sus estudios de oficial de Estado Mayor, ocu­
pando el segundo puesto de su promoción. El desarrollo de
sus cualidades militares e intelectuales lo llevará a ocupar las
cátedras de Táctica y de Historia M ilitar y Estrategia en esta
propia Academia. En 1953 fue destinado a la Misión M ilitar

30 I Ed ic io n e s Le Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l
en Washington, de la cual regresó con una experiencia que
volcó positivamente en el desempeño de sus funciones forma-
tivas y de mando. Se le asignaron nuevas tareas de comando;
entre ellas le tocó asumir la Jefatura del Regimiento Guardia
Vieja. Al término de ésta fue designado agregado militar en
Paraguay. De vuelta en Chile, asumió una sensible tarea ins­
titucional, como es la de Secretario General del Ejército. En
base al reconocimiento intelectual que supo cosechar, y a su
gran vocación de educador, así como a sus cualidades huma­
nas en las relaciones y trato con su personal subalterno, fue
designado en el año 1967 Director de la Escuela Militar. Fi­
nalmente, ya como general, desempeñó funciones de Alto
Mando al hacerse cargo de la Comandancia y de las Divisio­
nes II y V del Ejército. El día 27 de octubre de 1969 fue nom­
brado Comandante en Jefe del Ejército por el presidente
Eduardo Frei.
El contexto en que le tocó asumir la máxima dirección ins­
titucional se caracterizaba por una situación interna muy
compleja, que había dado origen a varios actos de indisciplina
derivados de demandas por el mejoramiento de las condicio­
nes de vida de los uniformados, así como por las cuestiones
presupuestarias y materiales de la institución que, como se ha
mencionado ya, se habían manifestado durante los meses de
abril y mayo de 1968, dando lugar a revueltas de oficiales de
distintas unidades a lo largo del país. Tales fueron algunas de
las causales que desembocaron en el levantamiento del gene­
ral Roberto Viaux con el Regimiento Tacna, como se ha seña­
lado precedentemente. Pero la situación se hacía más comple­
ja y problemática dado que estos reclamos venían contamina­
dos con la pugna y la polarización políticas que vivía Chile,
particularmente ante la cercanía de las cruciales elecciones
presidenciales de 1970.
El general Schneider se abocó con prontitud y firmeza a
encarar las demandas de su institución. Realizó para ello una
gira nacional en la que visitó cada unidad del Ejército, asu­

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 31


miendo, con un método persuasivo, las relaciones con el con­
junto de la oficialidad y suboficialidad en procura de encon­
trar a través de los mecanismos institucionales la resolución
de las demandas materiales. También era su propósito restau­
rar el orden y la disciplina en las filas bajo su mando. Lo gra-
ficaba muy bien en una entrevista que dio en enero del año
1970, donde con claridad señalaba lo siguiente:

Trataremos de equipar debidamente a las unidades. Creo que ese


es un fa ctor m uy importante. Con ello, más los reajustes de rem u­
neraciones, el soldado tendrá mucha tranquilidad personal para
cum plir su misión profesional.

Con estas necesidades como prioridades institucionales,


encargó al Estado Mayor del Ejército diversos estudios que
concluyeron en dos proyectos específicos: uno relativo al au­
mento de remuneraciones del personal y otro concerniente a
la adquisición de material bélico en Europa, los que fueron
aprobados por el Supremo Gobierno.
Una vez alcanzados estos objetivos, reposicionó al Ejérci­
to como una fuerza de real capacidad militar y logró avanzar
en la cohesión de la institución, sustrayéndola en gran parte
de la contingencia pre-electoral del año 1970, la que estaba
ocasionando un daño inmenso al interior de las filas. Pero la­
mentablemente, poco tiempo después, se demostraría cuán
profunda era la polarización del personal y lo inevitable que
se hacía la politización de sus mandos.
En estas circunstancias afloraron con fuerza su convicción
doctrinaria, su vocación institucional, su liderazgo militar y
su decisión de mando de actuar apegado estrictamente a la le­
galidad constitucional y al orden democrático. Reorganizó el
Comando del Ejército, pasando a once generales a retiro, as­
cendió a otros once, e inició un recorrido por todas las uni­
dades del país, como ya se ha señalado. Tenía plena concien­
cia de la importancia de mantener a la institución alejada de

32 I Ed ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


la contingencia política y dentro de los cánones constitucio-
nalistas, y de evitar con toda firmeza una escalada de involu-
cramiento fáctico a la cual procuraban arrastrarla las fuerzas
partidistas que avizoraban una derrota electoral del centro-
derecha.
Es en este contexto que el Comandante en Jefe concluyó
en la necesidad imperiosa de hacer explícitos y públicos los
contenidos fundamentales de la doctrina institucional que im­
pulsaba, que se transformaron en un conjunto de preceptos
que intentaron normar el accionar de las Fuerzas Armadas al
interior del ordenamiento jurídico y político del país. Esta ex-
plicitación fue muy significativa debido al particular momen­
to de contienda electoral que vivía el país, en la cual las orga­
nizaciones castrenses, a su juicio, debían actuar como garan­
tes del Estado de Derecho y de la voluntad popular.
En una entrevista concedida al diario El M ercurio del 8 de
mayo de 1970, titulada “La intervención en política está fuera
de todas nuestras doctrinas”, René Schneider respondió a
preguntas clave sobre el papel del Ejército en las elecciones
presidenciales que se avecinaban y, más en general, sobre el
escenario que podría resultar de ellas.
Veamos qué dijo en ese reportaje:

—¿Qué piensa el Comandante en Jefe con respecto a la


participación de personal militar en actividades políticas?
—Esa intervención en política está fuera de todas nuestras
doctrinas. Somos garantes de un proceso legal en el que se
funda toda la vida constitucional del país. Por ello no se puede
permitir que se realicen tales actividades. Es nuestra doctrina
garantizar la estabilidad interna y a ello deben tender nues­
tros esfuerzos y es una razón poderosa por la cual no debe­
mos tener preferencias por ninguna tendencia, candidatura o
partido.
—¿Cuál es su pensamiento con respecto a la próxima elec­
ción que se vislumbra como un proceso difícil?

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 33


—Vamos a llegar a la elección manteniendo nuestra tradi­
ción de pleno respaldo a las decisiones del Gobierno Consti­
tucional de la República, vamos a garantizar la normalidad
del proceso eleccionario y a dar seguridad de que asuma el
Poder Ejecutivo quien resulte electo.
—Puede darse el caso de que ninguno de los candidatos
obtenga mayoría absoluta en septiembre. Se ha dicho en va­
rios tonos que podría ocurrir por primera vez que el Congre­
so chileno no ratificara al poseedor de la mayor cantidad de
votos y en cambio designara como Presidente de Chile a
quien obtenga la segunda mayoría. ¿Cuál sería en ese caso
la actitud del Ejército?
—Insisto en que nuestra doctrina y misión es de respaldo y res­
peto a la Constitución Política del Estado. De acuerdo con ella el
Congreso es dueño y soberano en el caso mencionado y es misión de
nuestro hacer que sea respetado en su decisión.
—¿Ysi en ese caso se produce una situación de seria con­
vulsión interna que incluso podría degenerar en algo
mayor?
—Si se producen hechos anormales nuestra obligación es evitar
que ellos impidan que se cumpla lo que indica la Constitución. El
Ejército va a garantizar el veredicto constitucional.
—Después de las circunstancias vividas últimamente ¿cuál
es, según su concepto, la situación del Ejército? ¿Puede asegu­
rar que existe estabilidad total?
—Pequeñas situaciones locales no implican un síntoma de ines­
tabilidad. Hay solidez institucional. Los hombres del Ejército viven
en una sociedad viva , que vibra; es imposible, entonces, que estén
totalm ente al m argen de lo que ocurra a su alrededor.; pero es in­
dispensable que no participen. Y, en último caso, quien tenga una
inquietud grande con respecto a cieñ a s ideas, ciertas tendencias o
cieñ a s actividades políticas y desee participar en ellas, lo m ejor es
que deje el uniform e y las abrace como un civil. Esa es nuestra po-
sición.
—Los mismos sucesos mencionados hacen pensar a mu­

34 I E d ic io n e s Le Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


chos que se ha relajado la disciplina en el Ejército. ¿Existe la
misma obediencia y disciplina de antes?
—La disciplina se m antiene inalterable, naturalm ente que con
los cambios derivados de la época en que vivimos. La disciplina se
fundam enta en la conciencia de superior y subalterno, en el ascen­
diente de mando; lógicam ente no es como antaño cuando no había
acceso a la gestación de las órdenes. Ahora el subordinado piensa e
incluso sugiere y esto es un apone a la efectividad de esa orden; pero,
llegado el m om ento de cum plir lo resuelto, se cumple sin discusión.

Estas declaraciones generaron malestar entre los dirigen­


tes políticos de la derecha, pues colegían de ellas una cierta
amenaza velada hacia su sector en relación a los resultados de
la elección presidencial. En cualquier caso, sin embargo, las
firmes posiciones del general Schneider se justificaban por el
clima beligerante y radicalizado que envolvía a la pugna elec­
toral y por los antecedentes de provocación tendientes a pre­
cipitar una crisis cuya resolución impidiera una posible asun­
ción presidencial por parte del candidato de la izquierda.
A través del propio diario El M ercurio, el general Schnei­
der recibió, el 10 de mayo, la réplica del senador por la De­
mocracia Radical, Julio Durán, que fue posteriormente res­
paldada por la dirección de su partido (14 de mayo). Durán
planteó que la de Schneider era una declaración eminente­
mente política y que constituía una abierta intromisión en el
acto eleccionario. El día 13 de mayo se sumaron a estas decla­
raciones las opiniones del comentarista Oscar Fenner, que
consideró inoportunas las palabras de Schneider y estimó que
se basaban en apreciaciones equívocas que suscitaban inquie­
tud. Finalizó sus comentarios con una apreciación muy seve­
ra para el momento político y el ambiente interno de las Fuer­
zas Armadas, al decir que las aseveraciones de aquél y su fina­
lidad podían no ser compartidas por los otros Comandantes
en Jefe, así como tampoco por la masa de la oficialidad.
Por último, fue la propia línea editorial de El M ercurio la

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \Los O tro s M ilita re s | 35


que, en el día 15 de mayo, planteo que las declaraciones del
Comandante en Jefe del Ejército podían ser consideradas
como deliberativas y podían crear una situación confusa ante
la opinión pública.
En medio de este agudo intercambio, el Cuerpo de Gene­
rales de la Guarnición de Santiago, el día 12 de mayo, emitió
una expresión de apoyo público al general Schneider, por
medio del Boletín de Informaciones N° 8. El mencionado
Cuerpo de Generales enumeró allí principios básicos del pen­
samiento doctrinario constitucionalista, como los siguientes:

a) El Ejército es garante del régim en constitucional, uno de cuyos


actos trascendentes es la elección del Presidente de la República.
b) Si el veredicto de las urnas no determ ina la m ayoría absoluta
para uno de los candidatos, deberá ser el Congreso Nacional quien
designe al Presidente entre las dos prim eras mayorías. Esta fa cu l­
tad la ejerce el Parlamento con absoluta soberanía y su decisión debe
ser respetada y apoyada p or el organismo armado.
c) Por lo tanto, no es aceptable discrim inar sobre esta facultad ni
antes que se realice el acto eleccionario y menos aún después de él;
ello implicaría ejercer presión sobre el Parlam ento, pero sí es indis­
pensable que el organismo armado conozca el verdadero sentido de
esta disposición y cómo ella será garantizada para tranquilidad de
quienes confían en nuestro régim en de gobierno.

Y agregaba:

Es tendencioso y malintencionado que se asigne un alcance polí­


tico a estas declaraciones, pues precisam ente al reconocer la autori­
dad del Congreso Nacional para resolver, en última instancia, el
proceso electoral, se está colocando a la institución en la posición de
prescindencia que ha sido tradicional y que se m antendrá en form a
inconmovible. Finalm ente, el Comandante en J e fe del Ejército m a­
nifiesta que no siente inhibición alguna para proclam ar pública­
m ente, y cada vez que sea necesario, los deberes y responsabilidades

36 E d ic io n e s L e M o n d e d ip lo m a tiq u e « el D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l
del Ejército fren te a cualquier actividad que sea de su incumbencia,
tanto más aún cuando se inspiran en la ética profesional, cuando no
entrañan intenciones de ninguna índole y cuando su capital trascen­
dencia obliga a que sean conocidos y comprendidos p or toda la ciu­
dadanía.

En la reunión del Consejo M ilitar del 23 de julio de 1970


se expresó nuevamente en forma muy categórica el pensa­
miento doctrinario militar constitucionalista, ante la muy sen­
sible situación generada por la polarizada disputa presidencial
entre el candidato de la Unidad Popular, Salvador Allende, y
el candidato de la derecha, Jorge Alessandri. En este Consejo
participan los generales Manuel Pinochet, Schaffhauser, Va­
lenzuela, Goriroitía, Prats, Amagada, Poblete, Augusto Pino­
chet, Larraín, Mandujano, Urbina, Garín, Torres de la Cruz,
Bonilla, Rodríguez, Valenzuela, Canales, Bravo, Sepúlveda,
Araya, Cano, Del Río y Rodríguez. La esencia del documen­
to se expresa en el siguiente texto:

Como se ha manifestado anteriorm ente, en nuestro país impera


un régim en legal; este régim en definido en una Constitución Polí­
tica del Estado, establece en form a m uy clara la form a y la vía por
la cual se deben renovar los diferentes poderes del Estado; fija en
form a m uy clara quiénes son los que tienen la opción de llegar a
estos poderes; en estas definiciones no figu ra n las Fuerzas Armadas
con opción de llegar a estos poderes, p or el contrario, como ya se ha
manifestado, le da a ellas la misión de garantizar el funcionam ien­
to del régim en legal y p or lo tanto, de respaldarlo para que por la
vía norm al se elijan los diferentes poderes del Estado, entre ellos el
Poder Ejecutivo, o sea el Presidente de la República. Para cum plir
con este cometido se les ha entregado a las Fuerzas Armadas un
poder representado por sus annas, fundam entalm ente por un Mando
absolutamente independiente, para que, en cien o modo, pueda ser­
v ir de árbitro en el cumplim iento de estos preceptos legales; en con­
secuencia, el hacer uso de estas armas, de estos poderes, para tam ­

M iu ta res c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 37


bién asegurarse una opción para llegar ci la conducción del país, im
plica sim plem ente un desconocimiento y, aím más, una traición al
país que le ha entregado esta tarea y que confía en su cum plim ien­
to integral e im p a rcia llu ego , m ientras se viva un régim en legal,
las Fuerzas Armadas de Chile no son una alternativa de poder.
Es adecuado, sin em bargo, dejar claram ente expresado el hecho
de que esta posición y este pensam iento em inentem ente legalistas,
tienen como tínica limitación el hecho de que el poder del Estado que
se está sustentando y respaldando, abandonara su propia posición
legal. En este caso, las Fuerzas Armadas -q u e se deben a la Na-
ción - que es lo perm anente, más que el Estado que es lo temporal,
quedan en libertad para resolver el problem a; o fi rente a una situa­
ción: absolutamente anorm al que p or lógica se sale de los marcos en
que se ha planteado el régim en que sustenta la conducción del país.
Con todo, debe quedar claro que ésta es una urgencia que sale de
toda norm alidad y que en ningún caso justifica la concepción de las
Fuerzas Armadas como “una alternativa de p od er”.

Finalmente, entre sobresaltos y tensiones se llegó a las elec­


ciones del 4 de septiembre. Como ya se ha indicado los secto­
res de izquierda habían constituido una nueva coalición -la
Unidad Popular- e insistían en la candidatura de Salvador
Allende. El Partido Nacional, a diferencia de lo hecho en la
elección presidencial de 1964, esta vez sí presentó candidatu­
ra: la de Jorge Alessandri. Y la Democracia Cristiana llevó
como candidato presidencial a Radomiro Tomic.
Los resultados electorales, pese a la incredulidad de mu­
chos, se acercaron a las predicciones que algunos habían for­
mulado. La votación terminó con una primera mayoría rela­
tiva para Salvador Allende, seguido a pocos votos por el can­
didato derechista Jorge Alessandri. Los porcentajes fueron
los siguientes: Salvador Allende alcanzó un 36,3%; Jorge
Alessandri un 34,9%; y Radomiro Tomic un 27,8%. El pro­
nóstico del general Prats -véase más arriba- se cumplió casi a
cabalidad. Como ninguno de los candidatos había obtenido la

38 I Ed ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l
mayoría necesaria para ser proclamado Presidente de inme­
diato, la decisión -conforme al mecanismo constitucional chi­
leno- se trasladó al Congreso Pleno. De esta forma, se abrie­
ron en Chile los cuarenta días más tensos de su historia con­
temporánea.
Es posible sostener, por otra parte, que la etapa política
que se inició con el triunfo de la Unidad Popular y concluyó
con su derrocamiento en septiembre de 1973, colocó objeti­
vamente a las Fuerzas Armadas en medio de una durísima dis­
puta política, convirtió a todos sus integrantes en actores per­
manentes de las tensiones y conflictos que la atravesaron, y
transformó específicamente a los altos mandos de aquéllas en
los decisores de esta complejísima y trágica coyuntura. Así, no
bien se conocieron los resultados de la contienda presiden­
cial, la turbulencia política se hizo más evidente y cada vez
más profunda la presión sobre los comandantes militares,
particularmente sobre las figuras de Schneider y Prats.
El día 7 de septiembre, a las 11:30 hs, el Comandante en
Jefe del Ejército reunió a los generales de la Guarnición de
Santiago, Manuel Pinochet, Schaffhausen, Camilo Valenzue-
la, Poblete, Urbina, González, Garín, Torres, Bonilla, Erval-
do Rodríguez, José Valenzuela, Canales, Bravo, Sepúlveda,
Araya, Cano, Del Río y José Rodríguez. Nuevamente expuso
en forma categórica su ideario constitucionalista, remarcando
el apoyo irrestricto de las Fuerzas Armadas al candidato que
el Congreso, en ejercicio de sus facultades constitucionales,
declarara vencedor. Hizo un crudo análisis de las condiciones
políticas, económicas y sociales que vivía el país, como pro­
ducto de la incertidumbre y la presión ejercida por determi­
nados grupos económicos y sociales, que a su juicio podían
llevar al descalabro al país. Destacó que entre estas presiones
la más fuerte y difícil recaería sobre las Fuerzas Armadas, a las
que se les reclamaría que actuaran para evitar el triunfo de los
izquierdistas, y para que por lo tanto dirimieran el conflicto.
Su énfasis más vigoroso estuvo dirigido a advertir que los días

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 39


que se avecinaban tenían más que ver con una solución polí­
tica antes que militar. Insistió en la idea de que para ayudar a
que se transitara este camino, las instituciones militares debí­
an mantener una disciplina férrea, resguardar su independen­
cia profesional y sostener la cohesión del mando.
Los generales Schneider y Prats siguieron jugando un rol
muy importante frente al mundo político, dando señales muy
claras de que respetarían la decisión del Congreso. El 9 de
septiembre, por ejemplo, los Comandantes en Jefe del Ejér­
cito y el general Prats mantuvieron una reunión con la direc­
tiva de la Democracia Cristiana, en la que en forma conjunta
y consensuada opinaron que hasta ese momento había cohe­
sión en las instituciones castrenses, que ellos se ajustarían al
apoyo irrestricto a la Constitución, que la solución política
dependía de la dirigencia política, y que debía actuarse con
prontitud para producir una definición y evitar que los espa­
cios vacíos que pudieran quedar fuesen ocupados por actores
y tentativas rupturistas.
El día 21 de septiembre, en una nueva reunión de genera­
les convocada por el general Schneider, éste denunció hechos
de insubordinación en el sur del país que implicaban a seis
oficiales, ante lo cual designó al general Arriagada como fis­
cal de la investigación que debía ser de inmediato desarrolla­
da. También mencionó que percibía la existencia de dos líne­
as sediciosas: una, accionada por políticos que presionaban a
las Fuerzas Armadas para que tomaran el poder; y otra, for­
mada por políticos de ultraderecha, que buscaban en Viaux a
un sujeto que encabezara un golpe de Estado, interrumpien­
do de esta forma el desarrollo del mecanismo de ratificación
presidencial en el Congreso. Schneider insistió, asimismo, en
el valor fundamental que tenía la prescindencia política de las
Fuerzas Armadas, en la particular coyuntura que se estaba vi­
viendo.
A pesar del cúmulo de señales y evidencias sobre el apego
a la Constitución que promovía para el Ejército y del celo

40 |E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «el Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


profesional que propugnaba para las Fuerzas Armadas, el Co­
mandante en Jefe del Ejército no dejó de seguir siendo pre­
sionado por fuerzas derechistas para que provocara una inte­
rrupción del proceso electoral a fin de evitar la llegada a la
Presidencia de la República del candidato de la Unidad Po­
pular. En testimonios dados a conocer luego de la muerte de
Schneider, sus hijos señalaron que recibía llamadas telefóni­
cas diarias incentivándolo a un golpe militar. Incluso, que
desde la República Argentina recibió una carta de la organi­
zación Alianza Anticomunista Argentina -la celebérrima Tri­
ple A - conminándolo a una acción militar, la que fue publica­
da en Chile por el diario La Segunda, en su edición del día 3
de octubre de 1970.
El día 22 de octubre de 1970, un grupo terrorista de ultra-
derecha intentó secuestrar al general Schneider tras una ac­
ción audaz de intercepción de su vehículo en camino a sus
funciones institucionales. Ante la respuesta defensiva del ge­
neral con intercambios de disparos, se abortó el secuestro
pero René Schneider quedó herido gravemente, agonizando
durante tres días, con un desenlace fatal el 25 del mismo mes.
Por primera vez en la historia de Chile un Comandante en
Jefe del Ejército era asesinado por motivos políticos, en una
conspiración con participación de la Agencia Central de Inte­
ligencia de Estados Unidos, civiles ultraderechistas chilenos y
miembros de la propia institución castrense, como lo demos­
tró el acucioso proceso de investigación que fue dirigido en
parte por el general Cheyre. Se ponía así fin a un militar
ejemplar, que había explicitado un cuerpo doctrinario que re­
cogía preceptos establecidos en la Constitución de la Repú­
blica, y enfatizaba la función eminentemente profesional,
apolítica, no deliberativa y de subordinación a los poderes pú­
blicos de las instituciones militares, así como reclamaba disci­
plina y cohesión internas.
Esta vocación constitucionalista cobró mayor importancia
aún por el contexto político que la comprendía, situación que

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \Los O tro s M ilita re s | 41


fue cabalmente entendida por el general Schneider y que re­
salta todavía más el papel republicano que le tocó jugar, con­
teniendo todo posible arrebato de golpismo proveniente de
las fuerzas políticas de derecha, así como de uniformados que
seguían bebiendo de la cantera anticomunista iniciada en la
tradición prusiana, renovada por las tesis de la insurgencia y
la confrontación ideológica Este-Oeste que provenían desde
los centros de elaboración estratégica estadounidense.
El cuerpo doctrinario que impulsó el general Schneider y
se asentó sobre su firme liderazgo, permitió frenar temporal­
mente los intentos sediciosos y consiguió mantener la conti­
nuidad democrática al garantizar la asunción a la Presidencia
del candidato vencedor con la primera mayoría relativa en las
elecciones de septiembre, Salvador Allende, que en el mes de
octubre había sido, finalmente, elegido por el Congreso Pleno.
Eduardo Frei, en las postrimerías de su administración pre­
sidencial, designó al general Carlos Prats como nuevo Co­
mandante en Jefe, el 26 de octubre de 1970. Prats fue ratifi­
cado en su cargo el 6 de noviembre del mismo año, por el re­
cién asumido Presidente de la República, el doctor Salvador
Allende. Los contenidos sustanciales del pensamiento militar
institucional impulsado por Schneider tuvieron, entonces, la
posibilidad de seguir desarrollándose con nuevos bríos e in­
corporaciones conceptuales.

42 I E d ic io n e s Le Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
Capítulo 3
LA CO M AN D A N CIA D EL GENERAL CARLO S
PRATS: CO N C E PC IO N E S Y ACCIO N E S

Carlos Prats González nació el día 2 de febrero de 1915 en la


ciudad de Talcahuano; ingresó a la Escuela M ilitar el 1 de
abril de 1931, a la edad de 16 años. Egresó con el grado de al­
férez en enero de 1934; ocupó el primer lugar de su promo­
ción y era del arma de artillería. En el tramo inicial de su ca­
rrera le correspondió estar destinado en el Grupo de Artille­
ría a Caballo N° 10 Velásquez y el Grupo de Artillería a Ca­
ballo N° 2 Maturana. En su paso por la Academia de Guerra
ocupó el primer lugar del curso de oficiales de Estado Mayor
en 1949; un año después obtuvo su título de profesor militar
de academia en las asignaturas de Servicio de Estado Mayor e
Historia M ilitar y Estrategia, posteriormente también recibi­
ría su título como profesor de Logística. Fue graduado en la
Escuela de Comando y Estado Mayor del Ejército de Estados
Unidos, en el año 1954, y posteriormente fue destinado a la
misión militar de ese país, desempeñándose como agregado
militar adjunto. En el ámbito educacional desempeñó cátedras
en la Escuela M ilitar y la Academia de Guerra del Ejército de
Chile. Hizo sus experiencias de mando de tropas al frente del
comando de los Regimientos de Artillería N° 3 Chorrillos, y
N° 1 Tacna, en Santiago; fue ascendido a general de brigada
en 1968 y ejerció el Comando de la III División del Ejército
con sede en Concepción. En 1969 llegó a ser el Jefe del Esta­
do Mayor de la Defensa Nacional. También fue agregado mi­
litar en Argentina.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \ Los O tro s M ilita re s | 43


Su aporte al perfeccionamiento del Ejército fue muy di­
versificado y cubrió aspectos esenciales en su desarrollo. En
el ejercicio de sus cátedras como profesor de academia reali­
zó innovaciones que perfeccionaron el sistema logístico y,
después, como oficial superior desempeñó un trabajo notable
en la Dirección de Operaciones del Ejército en lo referido a
la actualización de la planificación de la guerra terrestre.
En el campo de la investigación y en el de los estudios de
la historia militar realizó importantes aportes, como así tam­
bién en el de la táctica en el que trabajó, por ejemplo, en el
tema de la conducción de las unidades en el teatro de opera­
ciones. Pero indudablemente su contribución mayor provino
de sus estudios y cualidades de pensador estratégico, que le
permitieron concebir síntesis y sistematizaciones que fueron
plasmadas en un reglamento de conducción estratégica, obra
que con las actualizaciones propias de esta época, sigue ri­
giendo hasta el presente.
A todo esto se debe agregar los múltiples intereses que de­
sarrolló en los ámbitos del deporte, donde se destacó en la es­
grima y la equitación, así como en las letras militares.
Especialmente significativas, por el reconocimiento postu­
mo que implican, son las siguientes palabras del entonces
Comandante en Jefe del Ejército, general Juan Emilio Chey-
re, quien le rindió un homenaje institucional, el 30 de sep­
tiembre de 2004:

De clara inteligencia, de personalidad reservada, tranquila y


racional; de vasta cultura político-estratégica - m uy superior a la
m ayoría de sus contemporáneos-, fu e autor de numerosos estudios
socioeconómicos, políticos y de carácter m ilitar.; que constituyeron
documentos señeros en su oportunidad y posibilitaron avances insti­
tucionales de importancia en aspectos logísticos, operativos y doctri-
narios.
La im agen que proyectaba la figu ra del gen era l Prats era la de
un dedicado profesional, de un certero y oportuno asesor y la de un

44 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


prudente m ilitar en el ejercicio del mando.6

Le correspondió el ejercicio de la máxima jerarquía del


Ejército entre los años 1970 y 1973, en los que actuó como
un Comandante en Jefe que siempre estuvo guiado por sóli­
dos principios de respeto y cariño hacia su institución, así
como por un acendrado patriotismo, lealtades a toda prueba
y declaradas convicciones democráticas, las que pudo poner
en desarrollo cuando le tocó asumir tareas propias del ejerci­
cio del gobierno.
Fue un ejemplar sucesor del general Schneider, que supo
interpretar y poner en práctica, sobre todo en los más turbu­
lentos momentos atravesados por la Unidad Popular, los plan­
teamientos institucionales que se constituyeron en una mar­
cada doctrina, a sabiendas del importante rol que les cabría a
las Fuerzas Armadas en el desarrollo del gobierno de la Uni­
dad Popular y las expectativas que éste generaba en el conjun­
to de los sectores sociales y políticos de Chile.
Sus concepciones doctrinarias generales habían despunta­
do ya en ocasión de la elaboración del informe que le fuera
solicitado al Estado Mayor de la Defensa, que fue menciona­
do en páginas anteriores. En el sepelio del general Schneider
pronunció unas palabras que merecen ser rescatadas, pues de
una manera muy sucinta bosquejaron la dura y dilemática op­
ción que se le estaba presentando a Chile. Dijo entonces:

Chile enfrenta una encrucijada en su destino que lo obliga a


optar solo entre dos alternativas dinámicas, para la realización na­
cional: la de la violencia trastocadora o la del sacrificio solidario.

Era efectivamente así. Tanto la pretensión de los sectores


políticos que en el último tramo del gobierno de Frei habían

6. Cheyre, Juan Emilio (2005), p. 8.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 45


buscado el modo de frenar el ascenso izquierdista sin reparar
en modos ni en procedimientos, cuanto la de los militares se­
diciosos y golpistas, prefiguraban una violencia trastocadora, tal
como conceptualizaba Prats. Ahí estaba el asesinato de Sch­
neider, sin ir más lejos, como palpable demostración de hasta
dónde estaban dispuestos a llegar. Por otro lado -tal como
había atisbado en el informe que como Jefe del Estado Mayor
de la Defensa había elevado al ministro de Defensa y a los tres
Comandantes en Jefe- existía la opción de un sacrificio solida­
rio: la que tenía a la Unidad Popular como protagonista cen­
tral, que exigía adecuaciones a los sectores sociales más bene­
ficiados en favor de los menos beneficiados, respeto por el
orden republicano, compromiso con el Estado de Derecho,
responsabilidades cívicas a la oposición y profesionalismo y
encuadramiento constitucional a las instituciones militares.
En el primer acto de trascendencia que llevó a cabo como
Comandante en Jefe del Ejército, que consistió en la difusión
de una circular que se denominó “Definición de la Doctrina
Institucional”, expuso por primera vez en su carácter de auto­
ridad máxima de la institución su visión general de las cosas.
Señalaba el documento, en una parte medular:

1. La fu nción del Ejército es exclusivamente p ro fesio n a l; es la


misma mantenida con firm ez a en el pasado, ratificada p or el Ge­
neral Schneider en m om entos críticos del acaecer nacional y confir­
mada taxativam ente p or el Comandante en J e fe infrascrito, desde
que asum ió el cargo.
El sentido profesional de nuestro Ejército ha sido su m ayor v ir­
tud cívica y una garantía inobjetable de la vigencia del mandato
popular.
La confianza nacional descansa en esta digna tradición sesqui-
centenaria.
En consecuencia, todos los m iembros de la Institución tienen en el
p ro fesio n a lism o militar el único cauce legítim o de sus inquietu­
des y realizaciones.

46 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
2. La Institución tiene plena conciencia de que la tradicional
unidad entre el pueblo y su Ejército es más fu erte que cualquier ac­
ción de la política contingente.
3. La misión perm anente de la Institución -d e garantizar la so­
beranía nacional ante amenazas externas e internas- se m antiene
invariable.
En el presente, el resguardo de la integridad de la comunidad
nacional impone al Ejército la responsabilidad prioritaria de acre­
centar vigorosam ente su poder coercitivo.
Pero, como parte intrínseca del pueblo de Chile, no puede m an­
tenerse al m argen de la legítim a ambición gen era l de lograr el más
alto grado de desarrollo autárquico en aras del bienestar ciudadano;
por lo que, com plem entariam ente, debe elevar y am plificar su “ap­
titud participativa ”, para asum ir aquellas tareas específicas que
contribuyan eficazm ente al fortalecim iento del potencial económico-
defensivo del país.
4. Como fu erz a arm ada en un Estado de D erecho, el Ejército co­
noce y cumple la prem isa de que le está vedado deliberar fren te a las
alternativas políticas nacionales; p or lo tanto, no le compete califi­
car aquellos actos de los Poderes del Estado que resultan conflictivos
en el libre ju eg o de una democracia, puesto que cada uno de ellos
tiene atribuciones y responsabilidades constitucionales exclusivas y
definidas.
5. Conforme el artículo 22 de la Constitución Política del Esta­
do, el Ejército es parte constitutiva de la “Fuerza Pública Por lo
tanto, asegurará leal y firm em en te -lo ha hecho siem pre- la esta­
bilidad del gobierno institucional.
Su participación eventual en situaciones internas la dispone ex­
presam ente el Supremo Gobierno para im poner el imperio de la ley,
cuando exigencias de la seguridad nacional la hacen indispensable.
Por consiguiente, el Ejército m antendrá su perm anente alistam ien­
to y sus medidas internas de seguridad, para reaccionar oportuna y
eficazmente -cuando el Ejecutivo lo req u iera - en resguardo de los
grandes intereses nacionales.
6. La disciplina y la cohesión institucional son el fa ctor fu n d a ­

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tr o s M ilita re s | 47


m ental para que el Ejército cumpla el rol superior que le compete
dentro de la sociedad chilena.
Un Ejército sólidamente cohesionado, fén ea m en te disciplinado,
de alta eficiencia de com batey de elevada conciencia cívica, es - -junto
a sus pares (Armada y Fuerza Aérea) y a C arabineros- la garan­
tía suprem a de la paz social y de la idealidad dem ocrática, en lo in­
terno, así como del respeto a nuestro legítim o derecho a autodeter­
m inación, en lo internacional.
7. El señor Presidente de la República está consciente de la im ­
portancia prioritaria que tiene el Ejército en el ámbito de la D efen­
sa Nacional, y en virtu d de las legítim as atribuciones que le consig­
na la Carta Fundamental, ha definido claram ente su política de se­
guridad nacional.
Ju n to con expresar su respeto p or la intangibilidad profesional de
nuestro Instituto Armado, está prestando, con hechos concretos, su
más decidido apoyo a fin de capacitarnos racionalm ente para cum ­
p lir nuestra noble misión.

Este clarísimo documento fue producido y dado a conocer


inmediatamente después de la conversación que sostuvo el 6
de noviembre con el presidente Salvador Allende, en la que
fue ratificado como Comandante en Jefe del Ejército. Su im­
portancia radica no sólo en la reiteración de los postulados
del general Schneider, que fueron sustancialmente manteni­
dos, sino también en el trazado institucional que proponía
frente a un gobierno popular que pretendía llevar adelante
transformaciones fundamentales. Los temas centrales del
mismo pueden sucintamente ser puntualizados de la siguien­
te manera:
a) Valorización del profesionalismo; no deliberatividad;
acrecentamiento de la disciplina y la cohesión instituciona­
les; subordinación a las instituciones públicas, tal como lo
disponía la Constitución y compromiso con la defensa de su
estabilidad.
b) Defensa de la soberanía nacional definida como la mi­

48 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
sión militar prioritaria; complementariamente se reconocía la
importancia que para Chile tenía el impulso del desarrollo
económico, y se establecía la conveniencia de una “aptitud
participativa” de la institución militar, que coadyuvara a for­
talecerlo.
c) Desarrollo y fortalecimiento institucional, con el objeto
de mejorar las capacidades del Ejército para cumplir con sus
misiones - “acrecentar el poder coercitivo”, dice el documen­
to- y responsabilidades.
La temática del profesionalismo, la no deliberatividad, la
subordinación y el compromiso con la defensa de las institu­
ciones públicas, además de referirse a cuestiones de principio
básicas de cualquier orden republicano, se relacionaban di­
rectamente con la grave situación interna del Ejército, en el
que existía una fuerte pulsión intervencionista y golpista. La
apelación a la cohesión y a la disciplina corría en un sentido
parecido: cuestiones de principio indiscutibles para cualquier
organización armada eran también en la coyuntura un recur­
so para darle firmeza a la opción constitucionalista que con­
ducía al Ejército.
En lo referido a las misiones de la fuerza armada se señala
la habitual de la defensa de la soberanía nacional, pero debe
destacarse también la referencia explícita a la colaboración en
materia de desarrollo, como misión complementaria. Esta re­
ferencia abría la puerta a un compromiso de otro tipo, que
sería efectivamente transitada durante la gestión de Prats.
Finalmente, el tema del desarrollo y fortalecimiento insti­
tucional respondía a un doble requerimiento. Por un lado, a
una objetiva necesidad de puesta al día y mejoramiento; por
otro, a la necesidad de ofrecer respuestas a las demandas en
materia de sueldos y condiciones de vida que se habían hecho
explícitas durante la gestión del general Schneider.
El general Prats le dio un fuerte apoyo a la reforma de la
Constitución Política, sancionada mediante la ley 17.398 del
9 de enero de 1970, en lo relativo a la modificación de su ar-

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 49


tí culo 22, con la intención de establecer con absoluta claridad
la composición y el carácter de las Fuerzas Armadas.7 La re­
dacción final del capítulo constitucional quedó de la siguien­
te forma:

La fu erz a pública está constituida tínica y exclusivamente por


las Fuerzas Armadas y el Cuerpo de Carabineros, instituciones
esencialm ente profesionales, jerarquizadas, disciplinadas, obedientes
y no deliberantes. Solo en virtu d de una ley podrá fija rse la dotación
de estas instituciones.

Vale la pena, por lo demás, hacer mención aquí a la carta


de renuncia del general Prats a la Comandancia en Jefe del
Ejército, del 23 de agosto de 1973, aunque implique un salto
en el tiempo, porque complementa y confirma lo que se ha
expuesto hasta aquí.
Escribió allí:

Comprendí que el Ejército ya había dejado de ser un comparti­


m ento estanco de la comunidad nacional y que las presiones, tensio­
nes y resistencias -propias de un proceso de cambios profundos que
debía realizarse dentro de las norm as constitucionales y legales v i­
g en tes- inevitablem ente iban a perturbar cada vez más intensa­
m ente la tradicional m arginación del Ejército del quehacer político
contingente.
M e tracé entonces, como objetivos fundam entales de m i acción de
mando, luchar.; p or una parte, p or afianzar la cohesión intrainsti-
tucional y garantizar la verticalidad del mando, para encauzar la
maircha del Ejército en los moldes doctrinarios profesionalistas, que
se desprenden del rol constitucional asignado a la fu erz a pública.
Por otra parte, concentré mis esfuerzos en la planificación y ejecu­

7. El texto del artículo 22 de la Constitución del año 1925 decía así: “La fuerza públi­
ca es esencialmente obediente. Ningún cuerpo armado puede deliberar”.

50 |E d icio n es Le M onde diplom atique «el D ip ló» |Capital In te le c tu a l


ción de un plan de desenrollo institucional que constituía un im pe­
rativo inaplazable, para acrecentar la eficiencia operativa de las
grandes unidades que articulan el despliegue institucional.
Contribuí a [...] una participación realista de las Fuerzas Ar­
madas en las grandes tareas del desarrollo del país, que tienen tras­
cendente incidencia en la Seguridad Nacional, bajo la inspiración
del nuevo concepto de “soberanía geoeconóm ica ”.

Queda clara en estos párrafos de su carta de renuncia la


enorme tarea que como Comandante en Jefe pesaba sobre sus
hombros, resumida en las tres dimensiones que se han men­
cionado precedentemente: afirmar la orientación doctrinaria
constitucionalista, con su correlato de profesionalidad, no de-
liberatividad, subordinación, disciplina y cohesionamiento;
abordar la preocupación por el desarrollo y el fortalecimien­
to institucional, y encarar la necesaria articulación con los
cambios que se vivían, particularmente en el terreno del de­
senvolvimiento económico, que planteaba nuevos desafíos
nacionales y populares, impulsados con una orientación pro­
gresista que aspiraba a un nuevo modelo social, económico y
político, pero que él ligaba, sobre todo, a la incidencia positi­
va que el desarrollo tendría sobre la seguridad interna y sobre
la pretensión de soberanía geoeconómica.
La fundamental cuestión del constitucionalismo - y conco­
mitantes- de las Fuerzas Armadas, que había sido formulada
por el general Schneider, fue repetidamente planteada por el
general Prats desde los comienzos de su gestión, y defendida,
luego, en forma asertiva ante los recurrentes reclamos de los
opositores políticos al gobierno popular.
Al cumplir un año de su gestión, por ejemplo, realizó una
exposición ante el curso de Alto Mando, compuesto por co­
roneles y capitanes de navio de las instituciones armadas, ti­
tulada “Política de Seguridad Nacional”, donde se explayó
sobre las peculiaridades de la seguridad de Chile, las diferen­
cias en calidad y procedencia de las amenazas a la seguridad

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 51


nacional entre las décadas transcurridas desde 1930 a 1970 y
los problemas teóricos y prácticos que debían abordarse para
consolidar la unidad del pueblo y sus Fuerzas Armadas. Co­
locó especial énfasis en los problemas teóricos de la forma­
ción de una conciencia pública respecto del desarrollo profe­
sional apolítico de las Fuerzas Armadas, deconstruyendo la
concepción que le atribuía un papel de mantenimiento del
statu quo político, y buscando el reforzamiento de los lazos
con las tradiciones patrias. Como corolario de este primer
aniversario, formuló una declaración pública, cuyo párrafo
final decía:

Es propicia esta oportunidad para elevar un fervoroso llamado a


todos los chilenos, pidiéndoles que respeten la serena posición profe-
sionalista que - irreductiblem ente- sostiene y sostendrá el Ejército
bajo m i mando, a fín de que se le m antenga m arginado del acaecer
político cotidiano.
Debe entenderse claram ente que a los m iem bros del Ejército les
asiste la más plena convicción de que a un cuerpo legalm ente arm a­
do, como es el nuestro, no le compete calificar las situaciones conflic­
tivas que surgen en el libre ju eg o de una democracia, regida p or cla­
ras disposiciones constitucionales.
El Supremo Gobierno tiene plena conciencia de que el Ejército
debe acrecentar su capacidad operacional, en aras del resguardo de
la Soberanía Geoeconómica Nacional.
Tengo plena f e en el fu tu ro venturoso de la Institución que m e
honro en comandar. M ás allá de la transitoriedad de los hombres,
su destino se proyecta como instrum ento de esencial vigor en la De­
fen sa Nacional.

Después, cuando en el año 1972 la agitación social, los mo­


vimientos de intención golpista y las maniobras políticas ur­
didas por la oposición para deslegitimar al gobierno de Allen­
de hicieron eclosión, Prats volverá una y otra vez sobre esta
temática.

52 I Edicio n es Le M onde diplom atique «el D ipló» \ Capital In te le c tu a l


De manera simultánea con esta preocupación, se intensifi­
có la tarea de cohesionar espiritual y doctrinariamente a los
cuadros medios e inferiores, lo que significó un constante y
completo programa de visitas a las unidades e instalaciones
del Ejército, a lo largo de todo el país, que le permitió expo­
ner ampliamente el pensamiento institucional del Coman­
dante en Jefe ante los oficiales y cuadro permanente, así como
establecer una relación más estrecha para el fortalecimiento
de la moral institucional.
En materia de desarrollo y fortalecimiento institucional, le
tocó poner en marcha la aplicación del Plan Regulador de
Reorganización de Paz del Ejército para el período 1971-76,
que fue un avance fundamental en la combinación de eficacia
y economía para la nueva readecuación institucional. El Plan
contemplaba la dotación de nuevo equipamiento sobre la
base del Programa de Adquisiciones iniciado en tiempos del
Comandante Schneider y encaraba, asimismo, las nuevas pro­
puestas que habían sido planteadas bajo su propia administra­
ción. Esta mejora en el equipamiento requería, a su vez, de un
significativo aumento de los cuadros oficiales y suboficiales, y
de un incremento de los soldados conscriptos, así como de la
expansión de la red de la infraestructura militar en lo relativo
a cuarteles, instalaciones y polvorines; el crecimiento de la in­
fraestructura social de la institución, como por ejemplo las vi­
viendas fiscales, los casinos para el personal soltero, lugares de
recreación veraniega, establecimientos asistenciales y otros,
para lo cual se contó con una estrecha labor conjunta con el
Ministerio de Vivienda, el Ministerio de Obras Públicas y la
Corporación de Mejoramiento Urbano (CORMU).
Otro aspecto sustancial del desarrollo de este Plan estuvo
dado por la variable tecnológica, a la que se le asignaba un rol
sustancial para las áreas de fabricaciones militares y desarro­
llo nuclear.
En el cumplimiento de los objetivos del Plan, le cupo un
papel muy destacado a la labor asesora del Estado Mayor, que

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 53


compatibilizaba la racionalidad del mismo estableciendo una
correspondencia entre el proceso de adquisiciones en el exte­
rior con su incorporación en tiempo y espacio al patrimonio
institucional, sin generar fricciones ni desacoples institucio­
nales. Esta tarea significó realzar el trabajo de dicho Estado
Mayor y darle un status esencial en la labor organizativa de la
fuerza.
También empezó a tener una mayor relevancia la Junta de
Comandantes en Jefe, presidida por el ministro de Defensa,
en la que se tomaban decisiones de coordinación tridimensio­
nal, con la activa participación del Estado Mayor de la Defen­
sa Nacional. Sin lugar a dudas se trató de una instancia muy
importante de asesoría al escalón político, que reflejaba el in­
terés por un desarrollo armonioso de las capacidades de las
instituciones militares.
La fuerte sintonía entre los planes de desarrollo del con­
junto de las Fuerzas Armadas, y el rol particularmente activo
jugado por el general Prats, permitieron que ese año se hicie­
se un notable avance en la coordinación entre las institucio­
nes armadas y el gobierno en la asignación del presupuesto
para las adquisiciones militares, que por primera vez incluyó
la posibilidad de comprar implementos bélicos para el Ejérci­
to en países del bloque socialista, que ofrecían mejores pre­
cios y facilidades crediticias que eran muy concordantes con
la economía nacional. En efecto, como consecuencia de una
apreciación político-estratégica que puso el acento en las
amenazas y peligros que el Estado chileno enfrentaría en un
tiempo futuro -que fue elaborada contando con la asesoría
del Estado Mayor General del Ejército y elevada a la consi­
deración de instancias superiores, como el Consejo Superior
de Seguridad Nacional- se adoptaron medidas pertinentes en
el ámbito de la prevención y en todos aquellos campos en los
que se requería de actualización y renovación. Particularmen­
te en uno muy sensible, como era el relativo a la adquisición
de nuevo material de guerra, para lo cual se realizaron giras

54 I E d icio n es Le M onde diplom atique «el D ipló» |Capital In te le c tu a l


por distintos países de Europa y la Unión Soviética, dando
con ello un giro en lo que había sido la constante desde la in­
mediata posguerra, de dependencia de los sistemas de armas
estadounidenses.
También' a mediados del año 1971, ante la peligrosa escala­
da de organizaciones y atentados terroristas, impulsa la apro­
bación de la Ley N° 17.708 relativa al Control de Armas y Ex­
plosivos, como medio para una mejor tipificación y sanción de
los delitos que conllevaban una violencia política.
Puede mencionarse, asimismo, que Prats trabajó en una
organización más racional y dinámica de la defensa nacional;
en la reforma del servicio militar obligatorio, con el objetivo
de hacerlo más moderno y democrático, y en la planificación
de las tareas de participación de las Fuerzas Armadas en el
desarrollo económico, en las áreas de educación (superior,
media y básica), en la industria pesada, en los sistemas de in­
fraestructura del país y en la colonización de territorios no
consolidados.
Promovió también una polémica iniciativa relacionada con
el derecho al voto para los suboficiales de las Fuerzas Arma­
das, un proyecto de ley que se le presentó al presidente Allen­
de, pero que no alcanzó a ser sancionado. Su fundamentación
se basaba en evitar la discriminación que afectaba a los subo­
ficiales, ya que los oficiales contaban con ese derecho al igual
que los conscriptos que entraban a su servicio militar (otor­
gado a raíz de la reforma que amplió el derecho a voto a los
mayores de 18 años, en 1970). En función de esta realidad, la
opinión en el Alto Mando del Ejército fue que todos los
miembros de las Fuerzas Armadas debían estar inscriptos en
los registros electorales, pero mientras estuvieran en servicio
activo no deberían ejercer el derecho a voto. Esta posición
fue la que primó en la Junta de Comandantes en Jefe y en el
ministro de Defensa, adoptándose el acuerdo de presentar de
esta forma el anteproyecto.
En lo que respecta a la articulación de la institución mili­

M iu ta res c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 55


tar con las cuestiones relativas al desarrollo económico, es
conveniente regresar a los conceptos de “potencial económi­
co defensivo” y “soberanía geoeconómica” utilizados por el
general Prats. Entendía que el Ejército estaba en condiciones
de hacer un aporte participativo que beneficiase tanto al in­
cremento del primero cuanto a la ampliación de la segunda.
Las capacidades institucionales podían ponerse al servicio de
un desenvolvimiento en áreas específicas que entroncaran
con el desarrollo económico y ayudaran a sostenerlo, al tiem­
po que fuera capaz de incrementar las aptitudes demandadas
por la misión de defensa de la soberanía. Las industrias pro­
piamente militares, la industria química y el desarrollo de la
energía nuclear se encontraban entre esas áreas.
A mediados del año 1971, el general Prats pudo mostrar
notables avances en sus planes, al iniciarse la ampliación de la
actividad industrial de FAMAE (Fábricas y Maestranzas del
Ejército) y la construcción del complejo químico de Talagan-
te, ambas dentro del subsistema de fabricaciones militares.
Asimismo, ya había dado inicio el programa de energía nucle­
ar, para lo cual el gobierno había cedido los terrenos del par­
que Lo Aguirre, con el apoyo especial del Ministerio de Agri­
cultura, dirigido en ese entonces por Jacques Chonchol.
Actuando en esta dirección, se colocaba a las Fuerzas Ar­
madas como un actor nacional -junto con otros- dispuesto a
ponerse a tono con los desafíos de cooperación y de cambio a
los que convocaba el gobierno de la Unidad Popular, sin sa­
lirse de la lógica doctrinaria constitucionalista que se venía
impulsando desde los tiempos de Schneider. En los hechos
ello implicaba una nueva forma de articulación de las institu­
ciones castrenses con los desafíos de desarrollo nacional, que
propiciaba relaciones civiles y político-militares acordes con
la existencia de espacios de profundización democrática.
La cooperación para el desarrollo incluía también otra clase
de iniciativas. En febrero de 1972, por ejemplo, se celebraron
reuniones con la CORA (Corporación para la Reforma Agra­

56I E diciones Le M onde diplom atique «el D ip ló » |Capital In te le c tu a l


ria), con el objeto de coordinar el apoyo del Ejército a la re­
alización de cursos sucesivos de tractoristas entre los campe­
sinos de los asentamientos, debido a que este renglón se en­
contraba con serios problemas prácticos cuya superación era
conveniente para el logro de la extensión del área cultivable
del país. El propio Prats definió con elocuencia esta otra
forma de participación, en una entrevista concedida a la revis­
ta Eva, el 2 de mayo del año recién mencionado. Ante una pre­
gunta sobre el papel de las Fuerzas Armadas en tiempos de
paz que se le formuló en el cuestionario, que contiene una re­
ferencia a la “labor de bien social”, el general Prats respondió
lo siguiente:

En el presente, la lucha fro n t eriza, como expediente de preserva­


ción de la soberanía, es solo un concepto estático de la seguridad na­
cional. La defensa del patrim onio nacional es hoy una dinámica
concepción “geoeconóm ica”', p or lo que es necesario que las Fuerzas
Armadas tengan una participación activa y perm anente en aque­
llas grandes tareas de desarrollo económico-social, que inciden direc­
tam ente en la seguridad nacional, dada la estrecha interdependen­
cia entre ésta y el desarrollo.
Esta participación, p or lo tanto, no consiste exactamente en una
“labor de bien social” como usted lo expresa (salvo en los casos de
em ergencia o catástrofes nacionales), sino en colaborar al Supremo
Gobierno en tareas tales como la deform ación de una conciencia de
seguridad nacional y la prom oción de una actitud patriótica gen e­
ral; como en las destinadas a cim entar las bases económ ico-defensi-
vas del país y a racionalizar su dispersión; como en las de contralo-
ría de las vulnerabilidades de la infraestructura estratégica del país;
como en las de incorporación a la economía nacional de territorios
fronterizos no consolidados, o bien en desarrollar una acción cívica
específica, como la que realiza el Ejército en la form ación de tracto­
ristas, verdadero “cuello de botella” nacional, para la extensión del
área cultivable.
Lo importante es cautelar que ninguna tarea de participación

M ilita re s c o n tr a P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 57


tar con las cuestiones relativas al desarrollo económico, es
conveniente regresar a los conceptos de “potencial económi­
co defensivo” y “soberanía geoeconómica” utilizados por el
general Prats. Entendía que el Ejército estaba en condiciones
de hacer un aporte participativo que beneficiase tanto al in­
cremento del primero cuanto a la ampliación de la segunda.
Las capacidades institucionales podían ponerse al servicio de
un desenvolvimiento en áreas específicas que entroncaran
con el desarrollo económico y ayudaran a sostenerlo, al tiem­
po que fuera capaz de incrementar las aptitudes demandadas
por la misión de defensa de la soberanía. Las industrias pro­
piamente militares, la industria química y el desarrollo de la
energía nuclear se encontraban entre esas áreas.
A mediados del año 1971, el general Prats pudo mostrar
notables avances en sus planes, al iniciarse la ampliación de la
actividad industrial de FAMAE (Fábricas y Maestranzas del
Ejército) y la construcción del complejo químico de Talagan-
te, ambas dentro del subsistema de fabricaciones militares.
Asimismo, ya había dado inicio el programa de energía nucle­
ar, para lo cual el gobierno había cedido los terrenos del par­
que Lo Aguirre, con el apoyo especial del Ministerio de Agri­
cultura, dirigido en ese entonces por Jacques Chonchol.
Actuando en esta dirección, se colocaba a las Fuerzas Ar­
madas como un actor nacional -junto con otros- dispuesto a
ponerse a tono con los desafíos de cooperación y de cambio a
los que convocaba el gobierno de la Unidad Popular, sin sa­
lirse de la lógica doctrinaria constitucionalista que se venía
impulsando desde los tiempos de Schneider. En los hechos
ello implicaba una nueva forma de articulación de las institu­
ciones castrenses con los desafíos de desarrollo nacional, que
propiciaba relaciones civiles y político-militares acordes con
la existencia de espacios de profundización democrática.
La cooperación para el desarrollo incluía también otra clase
de iniciativas. En febrero de 1972, por ejemplo, se celebraron
reuniones con la CORA (Corporación para la Reforma Agra-

56 I Ediciones Le M onde diplom atique «el D ipló» |Capital In te le c tu a l


ría), con el objeto de coordinar el apoyo del Ejército a la re­
alización de cursos sucesivos de tractoristas entre los campe­
sinos de los asentamientos, debido a que este renglón se en­
contraba con serios problemas prácticos cuya superación era
conveniente para el logro de la extensión del área cultivable
del país. El propio Prats definió con elocuencia esta otra
forma de participación, en una entrevista concedida a la revis­
ta Eva, el 2 de mayo del año recién mencionado. Ante una pre­
gunta sobre el papel de las Fuerzas Armadas en tiempos de
paz que se le formuló en el cuestionario, que contiene una re­
ferencia a la “labor de bien social”, el general Prats respondió
lo siguiente:

En el presente, la lucha fronteriza, como expediente de preserva­


ción de la soberanía, es solo un concepto estático de la seguridad na­
cional. La defensa del patrim onio nacional es hoy una dinámica
concepción “geoeconóm ica ”, p or lo que es necesario que las Fuerzas
Armadas tengan una participación activa y perm anente en aque­
llas grandes tareas de desarrollo económico-social, que inciden direc­
tam ente en la seguridad nacional, dada la estrecha interdependen­
cia entre ésta y el desarrollo.
Esta participación, p o r lo tanto, no consiste exactamente en una
“labor de bien social” como usted lo expresa (salvo en los casos de
em ergencia o catástrofes nacionales), sino en colaborar al Supremo
Gobierno en tareas tales como la de form ación de una conciencia de
seguridad nacional y la prom oción de una actitud patriótica gen e­
ral; como en las destinadas a cim entar las bases económ ico-defensi­
vas del país y a racionalizar su dispersión; como en las de contralo-
ría de las vulnerabilidades de la infraestructura estratégica del país;
como en las de incorporación a la economía nacional de territorios
fronterizos no consolidados, o bien en desarrollar una acción cívica
específica, como la que realiza el Ejército en la form ación de tracto­
ristas, verdadero “cuello de botella ” nacional, para la extensión del
área cultivable.
Lo importante es cautelar que ninguna tarea de participación

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tr o s M ilita re s | 57


am engüe la capacidad operativa de los cuerpos armados.
Para finalizar este capítulo conviene apuntar ya -aunque el
tema será desarrollado más adelante- que no fueron pocos los
oficiales que se incorporaron a la gestión de gobierno en áreas
predominantemente técnicas: incluso el propio general Prats
y otros altos oficiales ingresaron al gabinete de Salvador
Allende en 1972. Esta dimensión relativa a la incorporación
de un número respetable de oficiales a la gestión pública cons­
tituye otra faceta del apoyo militar al desarrollo.

58 I Edicio n es Le M onde diploam tique «el D ipló» |Capital In te le c tu a l


Capítulo 4
EL OJO DE LA T O R M E N T A

A comienzos de enero del año 1972, el general Prats se reu­


nió con todos los directores de escuelas y comandantes de
unidades para orientarlos sobre la situación y materias de de­
sarrollo institucional y sobre la política de mando a ejecutar
ante los avatares políticos que se evidenciaban en las presio­
nes de la ultraderecha e infiltraciones de la ultraizquierda.
Puso énfasis, como era ya habitual, en el ejercicio de la verti­
calidad del mando y en la necesidad de la total marginación
de los militares respecto de las preocupaciones políticas.
En esta línea volvió a insistir en cuatro ideas fundamenta­
les, que sintetizó así:
1. En el actual Estado de Derecho chileno, nuestro Ejército res­
peta la norm a de la subordinación del poder m ilitar al control civil;
es leal al gobierno legítim am ente constituido y lo respalda.
2. No le com pete a l Ejército calificar las situaciones conflictivas
que surgen en el líbre ju eg o de una democracia constitucional, regi­
da p or los tres poderes del Estado.
3. Rechazamos todo conato de intromisión política en nuestras
filas; p or lo tanto, tampoco deliberamos ni nos pronunciamos en los
asuntos de política contingente.
4. La unidad y cohesión del Ejército es vital para su propia su­
pervivencia como cuerpo armado; el fa ctor fundam ental de ella es el
ejercicio invariable del profesionalismo apolítico.8

8. Prats (1996), p. 240.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \ Los O tro s M ilita re s | 59


Sucedía que las aguas habían comenzado a encresparse. La
acción de gobierno de la Unidad Popular había tenido tiem­
po ya como para mostrar de lo que era capaz, con la naciona­
lización del cobre y la puesta en marcha de la reforma agra­
ria, entre otras iniciativas. La oposición política endurecía sus
posiciones y sus propósitos. Las elecciones de renovación le­
gislativa que debían realizarse a comienzos de marzo del si­
guiente año se encontraban ya próximas, y aquélla empezaba
a fantasear con un triunfo lo suficientemente holgado como
para abrir la posibilidad de una deposición legal de Salvador
Allende. En las filas militares la nunca desaparecida opción
inclinada a la “acción trastocadora”, como la había denomina­
do con sutileza Prats, cobraba nuevos bríos. Y la agitación so­
cial de corte reaccionario, por su parte, también iba en cami­
no de sentar sus reales. El desabastecimiento de productos de
consumo inmediato se hacía sentir desde mediados del año
anterior, y contribuía a la formación de un clima político en­
rarecido y tenso. Cabe mencionar, asimismo, que la situación
económica general del país había desmejorado sensiblemente.
En agosto de 1972 se constituyó la Confederación Demo­
crática (CODE), en la que se asociaron la Democracia Cris­
tiana y el Partido Nacional, para enfrentar a la Unidad Popu­
lar. La DC y el centro-derecha integraron así una alianza
electoral que esperaban les posibilitase un triunfo amplio en
las elecciones legislativas de marzo de 1973. Repetían el mo­
delo de convergencia que habían ensayado con éxito en las
elecciones presidenciales de 1964. La situación política, por
lo tanto, tendía a polarizarse en un sentido semejante al que
se observaba en las calles, en los medios y en las diversas for­
mas de expresión de la protesta social.
Un mes después, el alto mando militar dispuso el pase a
retiro del general Alfredo Canales, acusado de conspiración
contra el gobierno: la otra punta de la pinza desestabilizado-
ra comenzaba a mostrarse. La prensa de derecha, lanzada ya
a una campaña de desprestigio contra las principales figuras

60 |E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «el Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


del gobierno, embistió contra el general Prats. Uno de los
puntales de esta operación fue la periodista María Eugenia
Oyarzún, del diario La Segunda y miembro del Colegio de
Periodistas, quien acusó con dureza al Comandante en Jefe
del Ejército de actuar de manera inequitativa y parcial en el
manejo de la institución bajo su mando. Prats le respondió
del siguiente modo, en una carta pública dirigida a dicha gre­
mial profesional:

[...] p or las Fuerzas Armadas los hombres pasan. Lo que impor­


ta es la inmaculada supervivencia de instituciones que son baluarte
de la soberanía y de los intereses perm anentes de la Nación. Para
este solo fin , el Estado y su pueblo entregan arm as a la fu erz a p ú ­
blica; por lo que es ilícito usar el poder m ilitar para atentar contra
la integridad misma de la comunidad nacional y contra su sistema
de vida democrático.
Cuando se pone en m archa todo un aparato sicológico-publicita-
rio, con el propósito de hacer dudar a la opinión pública respecto a
la legitim idad o sentido de equidad de las actuaciones o resoluciones
de un Comandante en J e fe , se puede presum ir que se pretende
-tam bién ingenua o m aliciosam ente- prom over la tibieza o el que­
brantamiento de la disciplina institucional. Ello no se logrará, porque
el Ejército tiene plena conciencia de su rol constitucional, y porque los
hombres de arm as entendemos m eridianam ente que desarticular o
desmoronar la verticalidad del mando arrastraría al país a una es­
calada de violencia de siniestras proyecciones para el destino nacio­
nal. Los soldados no com eterem os el crim en de lesa patria de adop­
tar iniciativas espurias, que nos conduzcan a empapar nuestras
arm as y uniform es con la sangre de m iles de compatriotas.

Una vez más el general respondió con apego a la doctrina


constitucionalista que sustentaba, sin dejar de señalar, de ma­
nera discreta, que se había puesto en marcha una operación
de deslegitimación.
El 9 de octubre se desencadenó un paro de camioneros,

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s \ 61


impulsado por la Confederación Nacional del Transporte, que
se estableció por tiempo indefinido y se extendió hasta el 5 de
noviembre. Fue un hecho que por su amplitud y extensión
conmocionó a la sociedad y representó un fuerte desafío para
el gobierno de la Unidad Popular. Hacia comienzos de no­
viembre el presidente Allende, preocupado por el cariz que
había tomado el conflicto, decidió incorporar a su gabinete a
tres altos jefes militares y a dos dirigentes de la Central Unica
de Trabajadores (CUT), con el objeto de retomar control
sobre la situación. Fue así que el 2 de noviembre de 1972 asu­
mieron el general Prats como ministro del Interior, el gene­
ral de Fuerza Aérea Claudio Sepúlveda como ministro de
Minas y el contralmirante Ismael Huerta como ministro de
Obras Públicas. La jugada intentada por Allende surtió un
efecto positivo, pues antes de terminar la primera semana de
noviembre, la huelga fue levantada. El general Prats tuvo un
destacado papel en la resolución del largo conflicto. Mantu­
vo entrevistas, escuchó, propuso, comprendió y actuó. Todo
lo cual le significaría ocupar definitivamente el centro de
atención de la crítica de la derecha y su figura se identificó,
cada vez más, como el obstáculo fundamental para que los
sectores desestabilizadores y golpistas, tanto civiles como mi­
litares, pudieran avanzar en una conspiración abierta y deci­
dida. Desde ese momento esa crítica no le dio tregua: buscó
el aniquilamiento de su imagen y trabajó para desacreditar y
deslegitimar su mando al interior de la institución militar con
miras a producir un efecto removedor que precipitase su re­
tiro como Comandante en Jefe.
A principios de ese turbulento noviembre, se trenzó tam­
bién en un debate público con el entonces senador democra-
tacristiano Patricio Aylwin, quien en un artículo publicado en
el diario El M ercurio había hecho una interpretación de la
doctrina Schneider que no era similar a la acepción que le
había dado el general Prats. Aylwin incluso acusaba a las Fuer­
zas Armadas de haberse hecho cómplices de las ilegalidades

62 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l
del gobierno. Fue más que evidente, a esa altura, que la De­
mocracia Cristiana había cruzado el Rubicón de la desestabi­
lización. Prats le respondió mediante una carta publicada en
el mismo diario, el 5 de noviembre, en la que decía:

[...] a pa rtir de 1969y en especial el año 1910 -du rante la cam ­


paña presidencial y en el lapso de 40 días que m edió entre la elec­
ción misma y su ratificación p or el Honorable Congreso N acional-
el país vivió días m uy críticos para la estabilidad democrática. Las
presiones políticas amenazaban con derrum bar los muros del com ­
partim iento estanco en que, durante muchos años, había vivido su­
m ergido el Ejército, y fu e necesario que el Comandante en J e fe del
Ejército, G eneral Schneider.; ratificara con decisión, ante el país, el
pensam iento institucional, enfatizando conceptos como los expresa­
m ente mencionados p or el H. Senador Aylwin. Así llegó, vivida­
mente, al plano cívico la comentada “Doctrina Schneider ”.
Aunque el Ejército está, en principio, de acuerdo con la descrip­
ción que hace el señor Aylwin del contenido de la Doctrina Schnei­
der, discrepa de los m atices interpretativos que él form u la y estima
indispensable hacer claridad al respecto, tanto para una m ejor in­
form ación a la opinión pública en resguardo del prestigio del cuerpo
armado, como para que en el seno de la Institución no se introduz­
can elem entos de perturbación o tibieza, en el cumplimiento de su
misión perm anente en resguardo del alto interés patrio.
En lo fundam ental, se trata de la interpretación del concepto de
subordinación de las Fuerzas Armadas al poder civil, en un Estado
de Derecho. En lo literal, así lo entiende el m ilitar chileno, en fu n ­
ción de que las Instituciones Alomadas “son profesionales, jera rq u i­
zadas, disciplinadas, obedientes y no deliberantes” (nuevo artículo
22 de la Constitución).

El texto no se priva de hacer una referencia velada a la de­


sestabilización, cuando recuerda las elecciones presidenciales
de 1970 y la incertidumbre extendida por cuarenta días, hasta
la ratificación de Allende por el Congreso. Reconoce coinci­

Mil it a r e s contra P in o c h e t |L o s O t r o s Mil it a r e s | 63


dencias con la interpretación efectuada por Aylwin, pero se­
ñala que existen diferencias de matices. En otro párrafo, asen­
taba en forma clara la relación que a su juicio debía existir
entre la fuerza pública, el Estado de Derecho y el gobierno
legítimo y soltaba, luego, una andanada crítica. Decía:

M ientras subsista el Estado de D erecho, la fu erz a piíblica debe


respetar la Constitución, y no compete a ella calificar “a p rio ri” si
los poderes del Estado la respetan o la infringen; hacerlo, em plean­
do el poder de la fu erz a , para afirm ar su opinión o sustituir a los
órganos constitucionalm ente llamados a decidir controversias, signi­
fica ría paradojalm ente, “echarse la Constitución a l b o ls illo E n
cambio, es claro que la fu erz a pública es el instrum ento legítim o que
el Presidente de la República puede em plear para hacer que respe­
ten la Constitución quienes atenten contra el orden público, y a sea
m ediante actos sediciosos o subversivos o buscando coercitivam ente la
paralización del país.
[...] No debe quedar duda respecto a que nos empeñamos en ser
dignos de la tradición doctrinaria institucional, que tan altiva y
lim piam ente reafirm ara el G eneral Schneider. Anhelamos, sí' la
comprensión ciudadana, especialmente la de los representantes del
pueblo, ante la delicada situación a que nos enfrenta la gra ve esci­
sión que se desea prom over en el seno de la comunidad nacional.

Esta sólida visión encuentra una escueta pero clarificante


expresión en la imagen de no “echarse la Constitución a l bolsi­
l l o El meollo de su crítica que, en rigor, estaba muy lejos de
ser una mera diferencia de matices, radicaba en que no era
admisible que las instituciones militares calificaran la acción
de los poderes públicos. Menos todavía lo era que, para ha­
cerlo, recurrieran al poder de la fuerza de que disponían. Su
impecable argumentación reiteraba un coherente punto de
vista que ya había expuesto en ocasiones anteriores.
El senador democratacristiano Renán Fuentealba también
se sumó a esta discusión, que desde el costado partidario había

64 |E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


tomado ya visos de hostigamiento. Prats le respondió sin cor­
tapisas, según relata en sus Memorias-.

[...] no m e dejaré arrastrar a la lucha partidista, ni dentro ni


fu era del gobierno, porque como Comandante en J e fe del Ejército
estoy colaborando lealm ente con el J e fe del Estado, en un m omento
especial del devenir nacional, que requiere de definiciones trascen­
dentes para el interés patrio y sólo con él y con m i institución tengo
el compromiso.9

Estas mismas preocupaciones fundamentales, expresadas


frente a la sistemática insistencia de la oposición política al
gobierno popular por demostrar la ilegalidad del proceso en
curso y por lo tanto buscar el rompimiento de las relaciones
entre el Poder Ejecutivo y las instituciones castrenses -que a
la larga fueron el factor clave para la intervención golpista de
las Fuerzas Armadas- fueron nuevamente destacadas en su
carta de renuncia a la Comandancia en Jefe del Ejército, un
testimonio escrito que ya ha sido mencionado.
En la coyuntura del paro de los camioneros a Prats le tocó
trabajar en forma muy directa con organizaciones sociales po­
pulares y con líderes sindicales con los cuales tuvo que inte-
ractuar. Se formó una opinión muy sólida sobre el papel de­
sempeñado por éstos, que dejó expresada en una entrevista
publicada por la revista Chile Hoy, el 10 de noviembre:

El desanrollo del m ovim iento de masas es legítim o en la dinám i­


ca del mundo actual, encauzado en la legalidad que le es consustan­
cial. Los líderes populares chilenos comprenden por otra parte que el
Ejército no está al servicio de estamentos sociales específicos, sino en
custodia de los intereses perm anentes de la Patria.

Ante una pregunta referida a la nueva composición del ga-

9. Prats (1996), p. 111.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 65


bínete, que incluía a miembros de las Fuerzas Armadas y lí­
deres sindicales de la CUT, respondió:

Es una solución m uy adecuada a las circunstancias políticas del


momento. Los trabajadores del país han dado un ejemplo de gran
responsabilidad cívica durante el desarrollo del m ovim iento de paros
y su conciencia social de sentido del orden y de afán productor m ere­
ce el respeto de la esfera militar. El Ejército no tiene complejos cla­
sistas; sus cuadros reflejan la realidad social de Chile, porque son ex­
traídos proporcionalm ente de los distintos niveles de la comunidad
nacional.

Consciente de la significación del paso que había dado, se


afanó por explicar su doble papel de ministro y de Comandan­
te en Jefe, y fue capaz de sintetizar en buena forma el papel
que las Fuerzas Armadas tendrían en esa nueva fase. En la
misma entrevista que se viene reseñando, lo expresó de la si­
guiente forma:

Se trata de colaborar con el Gobierno en la tarea que se ha im ­


puesto de asegurar la paz social, gravem ente amenazada p or las dra­
máticas proyecciones del m ovim iento de paros, y de contribuir a que
el proceso electoral que culmina en marzo próximo se realice dentro
de las más amplias garantías para todos los sectores de opinión.

Y ante una pregunta sobre las acciones concretas que se


proponía realizar para cumplir el objetivo de su presencia en
el gabinete, el general Carlos Prats respondió:

Aplicar con autoridad y sin discriminación las norm as legales v i­


gen tes, de modo que todos los sectores reafirm en su convicción y con­
fian za de que los cambios estructurales se realizarán dentro de una
efectiva vigencia dem ocrática, como lo propugna el program a del
Gobierno.

66 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
Sin aflojar la presión política que se desató al calor del paro
de octubre y poniendo en la mira el rol gubernamental que le
tocó asumir al general Prats al ser nombrado ministro del In­
terior -en cuya calidad le correspondió asumir incluso, tem­
porariamente, la Vicepresidencia de la República- el ímpetu
derechista pasó a concentrarse en la existencia de grupos pa-
ramilitares de izquierda y en los desbordes al Estado de De­
recho que a veces se producían, reclamando un papel más ac­
tivo y efectivo de las Fuerzas Armadas. Claramente, se vivían
momentos de alta tensión política -hasta ese entonces, los
más álgidos desde el inicio del gobierno de la Unidad Popu­
lar- y la figura del general Prats asomaba en toda su dimen­
sión como muro de contención frente a los sectores desesta­
bilizadores y golpistas.
Nuevamente, durante una entrevista concedida a la revista
derechista Ercilla del 10 de diciembre, insistió con vehemen­
cia en el papel constitucional de las Fuerzas Armadas e hizo
una descripción dramática, pero absolutamente preclara de lo
que sería una intervención militar. Expresaba su visión de este
modo:

Hay algunos chilenos, no muchos p or suerte, que piensan que las


soluciones deben ser de fuerza. Ya les dije que cada país tiene sus
propias características. En Chile, ésa es una solución sin destino. ¿A
qué conduciría? A una dictadura. Tendría que ser implacablemen­
te represiva. Para ello, las Fuerzas Armadas tendrían que trans­
form arse en una policía especializada y refinada y significaría con­
vertir al pueblo en tupamaros. A la semana siguiente de los aplau­
sos al dictador.; los políticos de los bandos más encontrados estarían
unidos, gritando “¡G orilas!”, y pidiendo elecciones. Este no es un
país de borregos. Los trabajadores representan un poder social.
Están organizados. En este país hay dignidad vertical. En este país
los dirigentes políticos m ueven efectivam ente a las masas. No. No­
sotros los m ilitares no acariciamos la idea de reem plazar al poder
civil, ni es nuestra misión.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los Otros M ilita re s | 67


Superada la crisis suscitada por el paro de los camioneros
y no obstante algunos chispazos posteriores, parecía que se
abría un espacio para el diálogo y el aplacamiento de la vio­
lencia, amparado en el hecho de la existencia de ese gabinete
mixto conformado por políticos de la Unidad Popular y altos
mandos de las Fuerzas Armadas.
Pero el tiempo demostró que no fue más que un pequeño
lapso. La pugna iba a retornar prontamente con más violen­
cia y más intolerancia, particularmente atizada por la contien­
da política que se acercaba con las elecciones parlamentarias
de marzo de 1973, en las que ambos sectores cifraban espe­
ranzas de resolver el conflicto. Para los partidarios de la opo­
sición al gobierno popular, la meta era obtener una victoria
que le permitiera conquistar dos tercios de las bancas parla­
mentarias y abrir así el camino que le posibilitase acusar cons­
titucionalmente al presidente Allende y desplazarlo del poder.
Era una vía técnicamente legal, un poco más prolija que el
golpe militar. Por otra parte, las fuerzas políticas y sociales
adherentes al proyecto socialista apuntaban, como variante de
máxima, a alcanzar una victoria que se cruzase en el camino
de las intenciones golpistas y reafirmase al gobierno. Y como
variante de mínima, lograr un buen resultado que bloqueara
la maniobra de la derecha y la DC.
Los meses de enero y febrero se dedicaron de lleno a la
campaña electoral y el estío meridional terminó convertido
en un caliente verano político. Entre las múltiples activida­
des, manifestaciones e iniciativas que jalonaron dicha campa­
ña, merece señalarse que Pablo Neruda -quien había recibi­
do el Premio Nobel de Literatura en 1971- publicó un texto
poético de clara intención política que tituló Incitación al Ni-
xocidio y Alabanza de la Revolución Chilena.
En las elecciones del 4 de marzo debían renovarse los 150
diputados que componían esa Cámara, y la mitad de los se­
nadores, es decir, 25. El resultado fue una mixtura. Si bien
los partidos opositores reunidos en la coalición CODE

68 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo a m tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l
(Confederación Democrática) obtuvieron una victoria al al­
zarse con el 56,61% de los votos, no les alcanzó para obtener
las mayorías necesarias requeridas en los quorums parlamen­
tarios para su opción legalista. En el campo oficialista, los re­
sultados parlamentarios se asumieron también como una vic­
toria al obtener el 43,85% de los sufragios, lo que impactó
por ser un incremento de 7 puntos porcentuales en relación
a lo obtenido en la anterior elección presidencial, lo que le
significó también una mayor presencia en ambas cámaras del
Congreso.
El resultado electoral fue un duro golpe a las posturas de-
sestabilizadoras, porque aún con toda la campaña opositora
desplegada y los problemas de abastecimiento y crisis econó­
mica que padecía el país, el apoyo de los sectores populares al
proyecto de la Unidad Popular no sólo se mantenía, sino que
alcanzaba también a más y nuevos sectores. Significó, sin em­
bargo, el momento de inflexión en la lucha política, porque
se cerró la puerta para una acción legal que facilitara la des­
titución de Allende y se abrió definitivamente el camino de la
interrupción violenta, como la única opción viable para la co­
alición centro-derechista, cada vez más empecinada y viru­
lenta.
Luego de la elección de marzo, los ministros militares
abandonaron el gabinete y pasaron a desempeñar de nuevo,
exclusivamente, sus puestos de comando castrenses. En el
mismo mes, la Unidad Popular anunció la puesta en marcha
de la Escuela Nacional Unificada (ENU), un proyecto de re­
forma educativa que había formado parte de su programa
electoral de 1970. Fue inmediatamente rechazado por la De­
mocracia Cristiana y por la derecha, e incluso por la Cámara
de Diputados. Es que, en rigor, los comicios de marzo nada
habían cambiado.
Con el telón de fondo de los resultados electorales recien­
tes, el 14 de abril el general Prats se reunió con los oficiales
de la Guarnición de Santiago en la Escuela Militar, donde re­

Mil it a r e s co n t r a P in o c h e t |L o s O t r o s Mil it a r e s | 69
alizo una exposición dedicada a examinar la situación de co­
yuntura nacional, que fue recibida con un ambiente tenso.
Entre otras cosas dijo, reafirmando sus concepciones y su
compromiso:

La línea de conducta profesional es considerar que el Ejército es


una reserva potencial, como fa ctor de poder.; para garantizar la su­
pervivencia de la Nación.
La lucha política deben hacerla - y hay qtie dejar hacerla- a los
otros grupos tradicionales, visibles y nuevos.
Esta carrera m e lo ha dado todo: Comandante en J e fe del Ejér­
cito, M inistro del Interior.; Vicepresidente de la República. No tengo
ambiciones. Si aún estoy aquí es porque estoy consciente de la nece­
sidad de llevar a la Institución p or la senda de la pureza.
Contra aquellos que se salgan de la línea actuaré con sacrificio de
m i vida; no tengo temor.

Otro momento complejo que le tocó enfrentar al general


Prats, se desencadenó el día 29 de junio de 1973, cuando se
alzó contra el gobierno el Batallón Blindado N° 2, en la ciu­
dad de Santiago, comandado por el coronel Soupper. Para ese
tiempo, las fuerzas conspiradoras, tanto civiles como milita­
res, habían desechado ya cualquier salida institucional debido
a que las elecciones legislativas recientes habían obturado la
alternativa del desplazamiento legal de Allende. En este inci­
dente de tono mayor se revelaron algunas de las personalida­
des militares que jugarían roles muy importantes a medida
que se profundizaba la crisis. Mostraron por anticipado que la
lealtad con el Comandante en Jefe y con el gobierno consti­
tucional tenía fisuras, y que desde las sombras había mandos
que conspiraban subrepticiamente.
El general Prats asumió personalmente la contención de la
insubordinación. Le ordenó al general Pickering que mantu­
viera alertas a las unidades de Institutos Militares bajo su
mando, y aprobó las medidas que ya había tomado el general

70 I E d ic io n e s Le Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l
Mario Sepúlveda de movilizar al Regimiento Tacna, que esta­
ba bajo su comando y de dirigirlo hacia la toma del cuartel del
Batallón Blindado. Al general Urbina lo instruyó para que
mantuviera el contacto con las unidades del resto del país.
Mientras todo esto sucedía, el general Prats se dirigió
hacia el Regimiento Tacna donde comprobó que los movi­
mientos por él ordenados se estaban cumpliendo. Decidió,
entonces, acudir a la Escuela de Suboficiales pues allí su di­
rector, el coronel Julio Canessa, parecía carecer de convicción
y se mostraba vacilante ante la orden de atacar a los insubor­
dinados. Esta conducta obligó a que el propio Prats se diri­
giera a la oficialidad de esa unidad, le ordenara dar cumpli­
miento a lo dispuesto y se pusiera a la cabeza de la operación.
A partir de las 10:30 de la mañana la unidad comenzó su des­
pliegue hacia el centro de la ciudad. Allí se encontraban ya
ubicadas las tropas encabezadas por el general Pickering, a las
que posteriormente se agregaron las que encabezaba el gene­
ral Augusto Pinochet, con el Regimiento Buin. Extrañamen­
te era el único de los generales que se encontraba en tenida
de combate.
El general Prats, acompañado de cuatro oficiales, encaró a
uno de los blindados sublevados intimándole la rendición; a
la postre, esta unidad fue desarmada por una audaz acción del
mayor Osvaldo Zavala. También se exigió la rendición de los
tanques ubicados al sur de La Moneda, iniciándose la huida
de algunos de ellos, los que posteriormente fueron reducidos
en su propio cuartel y se rindieron ante el general Sepúlveda.
Esta intentona, al fin fallida, puso de manifiesto que había
una clara relación entre varios oficiales jóvenes y el grupo de
ultraderecha Patria y Libertad que había estado detrás de la
conspiración.
En este escenario donde abundaban las acciones para de­
sestabilizar el gobierno y generar el caos que permitieran
abrir condiciones para el golpe, el general Prats insistía en se­
guir trabajando incansablemente por encontrar una salida a la

M ilita re s c o n tr a P in o ch e t \ Los O tro s M ilita re s 71


situación. Con esta intención propuso una fórmula de “tregua
política”, que consistía en efectuar algunas concesiones pro­
gramáticas, con el objetivo de desembarcar a la Democracia
Cristiana de la sedición, lo que implicaba practicar algunas
modificaciones al plan de acción económica en curso, en pro­
cura de alcanzar alguna eficacia en ese terreno. Incluía, asi­
mismo, la constitución de un Gabinete de Administración
que contara con la participación de las Fuerzas Armadas.
Este planteamiento fue consensuado por Prats con los ge­
nerales de su mayor confianza como eran Urbina, Pickering
y Sepúlveda. También se le dio participación a Augusto Pino-
chet, que por entonces se desempeñaba como Jefe del Estado
Mayor del Ejército. Con el acuerdo ya cerrado con su entor­
no, le presentó su propuesta al presidente Allende, y a los mi­
nistros Fernando Flores y Clodomiro Almeyda, los que mos­
traron su conformidad.
Merced al respaldo político que obtuvo, el general Prats
consiguió, incluso, una posición colectiva de su Alto Mando,
generando así una maniobra que puso un obstáculo a los sec­
tores sediciosos y significó una atadura de manos momentá­
nea en la búsqueda de la excusa golpista. De este modo, se
abría una brecha para intentar plasmar un acuerdo nacional
que mantuviera a las Fuerzas Armadas como un factor de
poder al margen del escenario político. Pero sin embargo, a
pesar del estrecho espacio de maniobra que le iba quedando a
la Unidad Popular, no existía piso político para tal plantea­
miento en el seno de esa coalición, y por lo tanto la propues­
ta no fue aceptada. Esto condujo a una segunda alternativa
que consistía en la formación de un nuevo gabinete, al que se
incorporaría a miembros de las Fuerzas Armadas.
El 9 de agosto Prats aceptó una nueva nominación para
ocupar un cargo ministerial, esta vez en la cartera de Defen­
sa, en el marco de ese nuevo intento conocido como “Gabi­
nete de la Seguridad Nacional”. Durante este breve período
ejecutivo, sufrió uno de los actos más bochornosos de su ca­

72 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


rrera profesional: la manifestación del día 21 de agosto pro­
tagonizada por las esposas de generales y oficiales frente a su
casa, oportunidad en la que hicieron entrega de una carta en
la que se manifestaban las inquietudes de sus maridos y la pre­
ocupación por el descalabro del país, que afecta también a la
institución militar.
Del cuerpo de generales de la época, sólo Mario Sepúlveda
y Guillermo Pickering se mantuvieron fieles a Prats y a las di­
rectrices doctrinarias de la institución fijadas por éste, trans­
formándose los tres en una verdadera muralla frente a los que
se habían sumado a la lógica golpista.
En comentarios posteriores dados a la prensa, el general
Mario Sepúlveda expresó:

Prats se esforzó hasta el último m inuto p or defender su institu­


ción. No tenía ninguna aspiración política. Si la hubiese tenido, po­
dría haber dado diez golpes durante 1973 [...] él luchó p or su Ejér­
cito hasta el final.

El 23 de agosto de 1973 considerando ya agotadas sus po­


sibilidades, presentó su renuncia a los dos cargos que osten­
taba en ese momento: el de ministro de Defensa y el de Co­
mandante en Jefe del Ejército. En esta última posición fue re­
emplazado por el general Augusto Pinochet.
A la luz de los acontecimientos referidos parecería que la
tarea desarrollada por el general Prats no produjo los resulta­
dos esperados, pues la mayoría de los uniformados fue final­
mente atrapada por la variante golpista. Cabe sostener, sin
embargo, por un lado, que fue un puntal en el sostén de la
Unidad Popular en el gobierno. Por otro, es posible recono­
cer en diversos comportamientos y episodios que lo demues­
tran, huellas de compromiso y sensibilidad social que pauta­
ron la relación de un sector de los militares con el proceso de
gobierno de la Unidad Popular, así como la aproximación a
una reflexión doctrinaria que puso el acento sobre los desafí­

M iu ta res c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 73


os de una seguridad nacional capaz de amalgamarse con las
necesidades de crecimiento y desarrollo abordadas con un
sentido popular y progresista.
Este compromiso del general Prats y de muchos de sus co­
laboradores a nivel de oficialidad y suboficialidad, no requi­
rió de ellos una adscripción partidista ni les exigió dejar de
sentirse identificados con sus respectivas instituciones cas­
trenses y con la exigencia profesional correspondiente. Esto
habla de la existencia de una posibilidad cierta de articular
una relación entre Fuerzas Armadas y gobierno progresista
que se basara en el ordenamiento jurídico y político de una
democracia participativa y representativa, y tuviera en cuen­
ta los objetivos de desarrollo y bienestar de la nación.
Poco después de los acontecimientos del 11 de septiembre
de 1973, el general Prats abandonó Santiago para trasladarse
a Buenos Aires, ciudad en la que se radicó con la intención de
comenzar una nueva vida, a pesar de los dolores que le pro­
vocaba la situación chilena. Un acto más de la barbarie que él
mismo predijo que se instalaría en Chile si las Fuerzas Arma­
das eran arrastradas al golpismo, lo alcanzó repentinamente.
Fue asesinado por una acción terrorista perpetrada por un co­
mando integrado, entre otros, por miembros de su propia
institución, el día 30 de septiembre de 1974, en esa ciudad de
Buenos Aires a la que había llegado en busca de refugio. Este
condenable hecho inició una experiencia negra en materia de
terrorismo internacional ejercido contra líderes de la Unidad
Popular y políticos demócratas que se habían opuesto al golpe
de septiembre de 1973.
En Argentina y Chile se llevaron a cabo largos procesos ju­
diciales que permitieron aclarar quiénes habían tenido una
participación directa como autores materiales, y quiénes ha­
bían diseñado y coordinado esta misión. En Chile fueron de­
clarados culpables el general Manuel Contreras y el coronel
Pedro Espinoza en calidad de autores, como jefes de la aso­
ciación ilícita. Los generales Raúl Iturriaga y José Zara fue­

74 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l
ron hallados culpables en calidad de autores, como miembros
de la asociación ilícita. A estos se sumaban los oficiales Juan
Morales y Christoph W illike, el agente Reginaldo Valdés y la
civil Mariana Callejas. En Argentina fue condenado a cadena
perpetua el civil Enrique Arancibia Clavel, quien estuvo vin­
culado en Chile a la organización terrorista de ultraderecha
Patria y Libertad en tiempos de la Unidad Popular, y que en
ese año de 1973 trabajaba en el departamento exterior de la
DINA, la Dirección de Inteligencia creada por el régimen pi-
nochetista. En Estados Unidos fue condenado el ciudadano
estadounidense Michael Townley, acusado de haber colocado
el artefacto explosivo que segó la vida del general Prats.
En ocasión de su renuncia a los cargos de Comandante en
Jefe del Ejército y ministro de Defensa, Salvador Allende le
envió una carta de reconocimiento por su labor institucional
y por su desempeño en las tareas de gobierno que le tocó
acometer.
Las palabras del Presidente de la República son una bri­
llante síntesis del legado del general Prats. Con fecha 25 de
agosto de 1973, le transmitió lo siguiente:

Expreso, una vez más, el reconocimiento del gobierno p or su va ­


liosa actuación como Vicepresidente de la República, M inistro del
Interior y de la Defensa Nacional. Su invariable resguardo del pro­
fesionalism o m ilitar estuvo siem pre acorde con el desempeño de esas
difíciles responsabilidades, porque com prendió que, al m argen de
contingencias de la política partidista, ellas están ligadas a las gra n ­
des tareas de la seguridad del país.
El encauzamiento del Ejército dentro de las funciones que le de­
term inan la Constitución y las leyes, su respeto al gobierno legíti-
m am ente constituido fu eron reafirm ados durante su gestión, de
acuerdo con una conducta que ha sido tradicional en nuestra Na­
ción, la que alcanzó especial relevancia fren te a los incesantes es­
fu erzos desplegados p or aquellos que pretenden quebrantar el régi­
m en vigen te y que se em peñan, con afán bastardo, en convertir a los

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \ Los O tro s M ilita re s \ 75


Institutos Armados en un instrum ento para sus fines, despreciando
su intrínseca form ación.
A usted le correspondió asum ir la Comandancia en J e fe del Ejér­
cito en m om entos difíciles paira esa Institución y , por lo tanto, para
Chile; sucedió en el Alto Mando a otro soldado ejemplar.; sacrificado
por su riguroso respeto a la tradición constitucionalista y profesional
de las Fuerzas Armadas. El nombre de ese G eneral, don R ené Sch-
neider Chereau, trascendió nuestras fronteras, como símbolo de la
m adurez de Chile, y reafirm ó el sentido o 'higginiano impreso en el
Acta de nuestra Independencia y que consagra el derecho soberano
de nuestro pueblo para darse el gobierno que estime conveniente.
[...] Por eso, su gesto significa una lección m oral que lo m anten­
drá como una m eritoria reserva ciudadana, es decir.; como un cola­
borador de la Patria con el cual estoy seguro ella contará cuando las
circunstancias se lo dem anden.10

Pocos días antes de ser asesinado en Buenos Aires, el gene­


ral Prats terminó de escribir sus M em orias, que constituyen
un legado indispensable para las generaciones militares que
vinieron después. Al día de hoy continúan siendo tanto un
claro testimonio de su inclaudicable convicción republicana,
como una profunda reflexión sobre el rol que los militares
deben desempeñar en una sociedad democrática. Con la ex­
periencia cosechada a lo largo de toda una vida dedicada a la
institución militar, jalonada por el desempeño de las más altas
funciones institucionales y la adquirida en los altísimos cargos
gubernamentales que le tocó asimismo ocupar, y contra el
telón de fondo del horror desencadenado por el golpe militar
pinochetista, logra sintetizar un clarividente panorama acer­
ca de los problemas que sobrevendrían y deberían ser enfren­
tados por las instituciones castrenses ilegítima y brutalmente
empeñadas en un conflicto interno. Es capaz de imaginar, con
una asombrosa capacidad para anticipar el futuro, los proble­

10. Prats (1996), p. 111.

76 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » ] Ca p it a l In t e le c t u a l
mas y dificultades que se les iban a presentar a las institucio­
nes que se comprometieron con la violencia trastocadora
-según la expresión que utilizara en el sepelio del general
Schneider, como se ha visto- cuando, el paso del tiempo,
marcase el arribo de lo que él llama una “democracia avanza­
da”. A esta reflexión le dedica el siguiente corolario de sus
Memorias-.

Cuando se instaure en Chile la nueva “democracia avanzada”


uno de los más importantes problem as institucionales que surgirán
será el de la recuperación del prestigio y de la eficiencia profesional
de las Fuerzas Armadas y Carabineros.
El prestigio de los cuerpos armados estará gravem ente deteriora­
do p or un masivo sentim iento de odiosidad y desprecio que despena­
rá el recuerdo de las atrocidades y arbitrariedades en que incurrie­
ron las tropas durante la etapa represiva. El odio cerval, en muchos
casos, incitará a actos de venganza y vejám enes constantes a los
miem bros de las distintas instituciones.
Más difícil aún es la solución del problema de recuperar la efi­
ciencia profesional de los Institutos Armados, que no debe confun­
dirse con el espíritu combativo. Si bien pudiera estimarse que la
participación prolongada de fracciones armadas en una situación de
mantención del orden interno m ediante la exacerbación de los pro­
cedimientos represivos -aunque estos repugnen a la conciencia hu­
mana especialmente si se ejercitan en contra de com patriotas- pudo
vigorizar y endurecer el espíritu de combate del soldado, m arino,
aviador y carabinero, aquel tipo de empleo de los efectivos m ilitares
es científicam ente negativo para el m antenim iento de la capacita­
ción operativa perm anente que requieren en particular las Fuerzas
Armadas, para cum plir su rol esencial en la defensa de la soberanía
nacional.
La eficiencia profesional requiere de una escuela sistematizada y
en perm anente renovación. Necesita de form ación estratégica, ope­
rativa y táctica, que exige una absorta dedicación al estudio y apli­
cación de complejas m aterias técnico-profesionales p or parte de los

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 77


distintos niveles jerárquicos. Ello impone una total m arginación de
las Instituciones Armadas de las contingencias internas de la vida
del país y , fundam entalm ente, no adm ite improvisaciones.11

Más adelante continúa su reflexión en torno de cuáles de­


berían ser las relaciones entre las instituciones castrenses, sus
funciones estatales y la estructura político-gubernamental.
Mantiene y profundiza su concepción basada en la subordina­
ción y la prescindencia partidista, pero su pensamiento alcan­
za un vuelo extraordinario por su capacidad de previsión y de
anticipación, sobre todo si se considera que escribe en el año
1973. Dice el general Prats:

Desde luego, no se concibe la existencia, dentro de un Estado m o­


derno, de una fu erz a pública que no sea esencialm ente profesional.
Lo contrario es im aginar una fu erz a param ilitar como guardia
pretoriana del gobierno de turno, destinada a sostenerlo en el poder,
con prescindencia de los intereses perm anentes de la seguridad de la
nación como cuerpo social.
Sin em bargo, la posición “profesionalista” no debe entenderse
como total indiferencia política, lo que significaría la ausencia de
una m eta nacional.
En tal sentido, el profesionalismo m ilitar debe identificarse con
la prescindencia propiam ente partidista.
En tales térm inos, la prem isa esencial para la vigencia del Esta­
do de Derecho consiste en que cada institución sea utilizada en su
m arco fu ncion al apropiado y específico.
La sujeción, de la fu erz a pública al poder civil excluye perento­
riam ente los sofismas de la presunta “autonom ía” del órgano de
fu erz a respecto de los poderes constitucionales del Estado, para cons­
tituirse en el “súper contralor del interés nacional y de los altos des­
tinos de la Patria ”, sustituyendo la voluntad soberana del pueblo.
No entender así el rol institucional de las Fuerzas Alomadas y

11. Prats (1996), p. 111.

78 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
Carabineros, es n egar la esencia misma de la dem ocracia, en la que
se “delega ” el quehacer nacional en autoridades representativas,
/jero íé1 “usurpa ” i'z¿ 7tzzo72 ¿/e í'ét por la decisión emocional de
caudillos del poder armado.
Se requiere de una nueva concepción estructural de los cuerpos
armados que, ju n to con dar satisfacción a la filosofía de la irrestric­
ta subordinación al Poder Constitucional, se aproxime orgánica­
m ente a las modalidades de empleo estratégico de fu erz as conjuntas,
en la eventualidad de una agresión exterior.:12

Finalmente, en su modelo democrático, la conquista de un


proyecto nacional democrático pasa invariablemente por la
construcción de una mayoría efectiva, funcionando en un
pleno Estado de Derecho, que dé garantías a todos los acto­
res políticos de participar en el juego institucional y donde las
Fuerzas Armadas recuperen su papel y sus misiones en base a
la compenetración con, precisamente, los intereses de las ma­
yorías populares. Anota en el párrafo final de sus Memorias-.

Una vez que sus m iem bros tom en conciencia individual de la in­
cuestionable necesidad patriótica de una estrecha identificación de
los Institutos Armados con los intereses del pueblo, que son comunes
a la gran m ayoría nacional, y desplieguen en conjunto un sincero y
supremo esfuerzo doctrinario verticalista para anteponer al egoísmo
y a la pasión la divisa del honor y del espíritu militar, el gu errero
podrá pasar a l reposo anímico y el sol de la convivencia cívica logra­
rá disipar la espesa niebla que cubre el cam pam ento.11.

12. Prats. (1985), p. 607.


13. Prats (1985), p. 610.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \ Los O tro s M ilita re s | 79


Capítulo 5
O TRO S APO RTES Y CO M PR O M ISO S

La Armada siempre se caracterizó por ser la más conservado­


ra de las instituciones militares chilenas. Y aunque fue, como
conjunto, reticente a apoyar el proyecto del gobierno popu­
lar, también vivió en forma muy profunda las contradicciones
del momento político. Sin embargo, contó entre sus mandos
con algunos oficiales que se apegaron a la doctrina constitu­
cional -que en el Ejército expresaron los generales Schneider
y Prats- entre ellos la importante figura del Comandante en
Jefe, almirante Raúl Montero Cornejo. Pero si entre los ofi­
ciales el constitucionalismo era escaso, tuvo en cambio en sus
cuadros de suboficiales y gente de mar quizás al sector más
numeroso y activo en lo referido a la participación en el pro­
ceso de reformas que se vivía. A tal punto, que previo al golpe
de Estado de septiembre se encontraba ya un grado incipien­
te de organización entre ellos, que les permitió mantener con­
tactos con sectores políticos de izquierda. Sobre ellos, asimis­
mo, recayó la primera represión sistemática perpetrada por las
fuerzas golpistas, que entre otras cosas significó el inicio de
juicios en su contra, acusados por el delito de sedición.

Un marino constitiicionalista

Raúl Montero Cornejo nació el 11 de abril de 1914 en la ciu­


dad de Santiago. Hizo su ingreso a la Escuela Naval Arturo

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 81


Prat el 1 de mayo de 1929 y egresó en 1934. En 1970 fue
nombrado por el presidente Salvador Allende como Coman­
dante en Jefe de la Armada, sucediendo al almirante Hugo
Tirado; permaneció en su puesto hasta el 11 de septiembre de
1973, cuando fue destituido por los oficiales golpistas encabe­
zados por el almirante José Toribio Merino. Entre el 9 y el 27
de agosto de 1973 fue ministro de Hacienda del gobierno po­
pular. En este cargo fue sucedido por el almirante Daniel
Arellano.
Sin ser una persona que compartiera los postulados políti­
cos de Salvador Allende, siempre mantuvo buenas relaciones
con el gobierno y particularmente con el Presidente. Actuan­
do en base a su convicción republicana logró mantener la dis­
ciplina y subordinación de la Armada a las autoridades guber­
namentales, habiéndose opuesto siempre a las intentonas
golpistas.
En las semanas previas al golpe de septiembre, fue el único
Comandante en Jefe que se mantuvo en una fuerte posición
profesionalista, constitucionalista, ajena a la intervención y,
por lo tanto, leal al presidente Allende, dado que ya había re­
nunciado Carlos Prats en el Ejército siendo sustituido por
Augusto Pinochet, como se ha indicado precedentemente, y
Gustavo Leigh estaba a cargo de la Fuerza Aérea. Por este
motivo, en esos días clave previos al movimiento militar que
terminó con el gobierno de la Unidad Popular se transformó
en el blanco central de los ataques de la derecha política, de
la prensa opositora y de los militares confabulados, tal como
unos meses antes lo había sido el general Prats.
El nombramiento de Montero como ministro de Hacienda
había implicado que el golpista almirante Merino quedara de­
signado como Comandante Subrogante, lo que le facilitaba el
contacto con las unidades y, por lo tanto, la actividad conspi-
rativa. A pesar de esta circunstancia, en el Consejo Naval del
21 de agosto de 1973 Montero recibió opiniones discrepantes
sobre su presencia en el gobierno y se lo incitó a renunciar.

82 I E diciones Le M onde diplom atique «el D ipló» |Capital In te le c tu a l


Consciente de qne su posición al frente de la fuerza no era
muy sólida, Montero había ya presentado en más de una
oportunidad su renuncia a Allende, con la sana intención de
facilitarle las cosas. Pero había sido siempre rechazada por el
Presidente, bajo el argumento de que todavía se lo necesitaba
por un tiempo más; lo que en el caso de la última presenta­
ción de su renuncia coincidía con la iniciativa gubernamental
en curso de llamar a un plebiscito para dirimir la encrucijada
política.
Finalmente, por propia sugerencia del almirante Montero,
el presidente Allende realizó un cambio de gabinete el día 27
de agosto, reemplazándolo en la antedicha cartera por el al­
mirante Daniel Arellano, lo que le permitió volver a asumir la
Comandancia, sacar a Merino de esta tarea y obstaculizarle la
actividad conspirativa.
Poco después, en sucesivas asambleas, los días 31 de agos­
to y 1 de septiembre los altos mandos golpistas junto a oficia­
les jefes e intermedios lo presionaron nuevamente para que
renunciara, con el argumento de que carecía de la confianza
de la mayoría de la oficialidad. Montero rechazó la presión y
les recordó a los oficiales levantiscos que tanto su nombra­
miento como su remoción eran una facultad presidencial.
Dentro del alto mando de la Marina sólo tres almirantes
-e l ya mencionado Daniel Arellano, Hugo Cabezas y Hugo
Poblete- apoyaban las posturas de su Comandante y denun­
ciaban abiertamente la conspiración existente. Por ejemplo,
en una reunión del Consejo Naval realizada el 1 de septiem­
bre en presencia del ministro de Defensa, el almirante Poble­
te se refirió al movimiento conspirativo en marcha, de la si­
guiente manera:

M ire M inistro, aquí lo que se está planteando es un acto de in­


subordinación inaceptable. Usted tiene la razón en lo que ha dicho.
Yo quiero hablar con usted delante de todos los alm irantes, con la
más absoluta franqueza. Dentro de la Armada se está alterando la

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 83


disciplina, hay personas alrededor de esta mesa que están en una ac­
titud conspirativa.14

A pesar de esta denuncia tan directa, ninguno de los golpis-


tas se dio por aludido, incluido el almirante Merino, quien
afirmó que no le interesaba el cargo de Comandante en Jefe y
que lo único que esperaba eran los próximos cuatro meses para
poder pasar a retiro.
Tras este episodio, una vez más el almirante Montero le
ofreció su renuncia al presidente Allende, que fue rechazada
apelando a la confianza en su gestión institucional. Aceptó
continuar al mando para mantener a la Armada dentro de los
cauces profesionales y de subordinación al poder legítimo re­
presentado en la figura presidencial. Quedó en esta situación
hasta el día 11 de septiembre. Ese día quiso asistir bien tem­
prano a su oficina, pero no lo pudo hacer porque le habían re­
tirado su chofer. Recibió luego un llamado telefónico del al­
mirante Cabezas pidiéndole que no saliera de su casa. Hizo
caso omiso de la sugerencia pero prontamente comprobó que
su casa estaba rodeada de soldados en tenida de combate, que
un helicóptero sobrevolaba el lugar y que en esas condiciones
no podía abandonar el lugar. Se transformó así en el primer
prisionero del golpe militar; secuestrado en su propia casa, se
le impidió el ejercicio de su legítimo mando.
Dos días después, el 13 de septiembre, una comisión con­
currió a su domicilio con el objeto de que materializara su re­
tiro del puesto de Comandante en Jefe. En esta ocasión infor­
mó de manera general sobre su actuación y sobre los planes de
desarrollo institucional que había impulsado, e hizo entrega
del dinero de fondos reservados de su competencia. Poco des­
pués partió a vivir en el exilio.
En una entrevista realizada por la periodista Mónica Gon­

14. Magasich (2008), p. 247.

84 I Ediciones Le M onde diplom atique «el D ipló» |Capital In te le c tu a l


zález en el año 1984, el almirante Montero declaró:

Yo siempre he asumido mis responsabilidades. Amo la verdad y


confío mucho en un ju ez infalible que es el tiempo. El cual siempre
todo clarifica. ¡Siem pre! Tarda a veces, pero a todos les llega su
hora... ¡Ya v erá !ls

Como bien decía el almirante Montero, el tiempo clarifi­


ca. Lentamente se ha empezado a reivindicar a los hombres
de armas que mantuvieron su juramento de lealtad, practica­
ron el respeto y la subordinación al poder constitucional, y
que bajo distintas formas intentaron oponerse o evitar el éxito
de las acciones desestabilizadoras, a pesar de las enormes fuer­
zas con que contaban los golpistas tanto en Chile como en el
extranjero, y del apoyo con que alcanzaron tanto entre los mi­
litares como entre las élites políticas.
Junto a las grandes figuras de Schneider, Prats y Montero
como emblemas de la postura constitucionalista y no delibe­
rante de las Fuerzas Armadas, también logró adquirir un pro­
tagonismo otro grupo de oficiales y suboficiales que se carac­
terizaron por continuar la línea de sus principales líderes en
el ámbito institucional, pero también respondieron con un
alto nivel profesional ante las tareas que les fueron encomen­
dadas por el gobierno, que contaron con el aval de sus respec­
tivas ramas.
Se desempeñaron en distintos ámbitos del ejercicio de las
políticas públicas, donde pudieron demostrar las competen­
cias profesionales aplicadas a las nuevas necesidades derivadas
de las transformaciones que llevaba adelante el gobierno, así
como en áreas sensibles que tenían que ver con los aspectos
económicos y sociales.
La gran mayoría de estos cuadros militares se sintió plena­

15. Magasich (2008), p. 247.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 85


mente identificada con el aporte que podían hacer las Fuer­
zas Armadas en el nuevo contexto político y social que se vivía
en el país, así como con las expectativas de cambio que ofre­
cía el programa del gobierno popular.
También hubo ejemplos de militares destacados en su de­
sarrollo castrense que se opusieron a las tendencias golpistas
que se plasmaron el 11 de septiembre, apoyando el rol del
Comandante en Jefe del Ejército, y denunciando los compor­
tamientos y acciones conspirativas de parte de los altos man­
dos. Ellos asumieron una clara posición contraria al involu-
cramiento de los militares en el derrocamiento del gobierno
popular. Algunos optaron por aunar voluntades para oponer­
se materialmente a las tendencias golpistas y otros presenta­
ron sus renuncias ante lo que vivieron como el honor manci­
llado de sus instituciones.
Ambos grupos de uniformados sintieron todo el peso del
odio y del revanchismo de la reacción política y militar, y pa­
garon su lealtad al mando institucional así como su compromi­
so y respeto con el gobierno constitucional con la persecución
política, la detención arbitraria, la exoneración, la tortura, el
exilio y en algunos casos la muerte.

Los cuadros m ilitares en las tareas de gobierno

En el Programa de Gobierno de la Unidad Popular, había un


capítulo dedicado a los planteamientos para la “Defensa Na­
cional”; uno de los puntos que lo componían señalaba que se
tendería a una integración y a un aporte de las Fuerzas Arma­
das en diversos aspectos de la vida social, particularmente en
aquellas materias que tuvieran relación con el desarrollo eco­
nómico del país, sin por esto descuidar su misión principal re­
ferida a la defensa de la soberanía nacional.
En base a esta definición se apuntaba a que las Fuerzas Ar­
madas tuvieran un lugar importante en el proceso de trans­

86 I E d ic io n e s L e Mo n d e diplo aaatiqu e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


formaciones económicas, sociales y políticas que esperaba im­
pulsar el nuevo gobierno, aportando sus cuadros, especialistas
y capacidades para el cumplimiento de las metas de moderni­
zación y desarrollo que proponía para el país.
En una conferencia de prensa del año 1972, el presidente
Allende había dicho:

No hay Fuerzas Armadas poderosas si hay pueblos diezmados


p or la enferm edad o castigados p or la incultura. No hay Fuerzas
Armadas poderosas en países dependientes en lo económico, lo cul­
tural y, a veces, y con demasiada frecuencia, en lo político. Por eso,
sin olvidar jam á s la esencia vita l que destaca señeram ente el hecho
tan significativo de ser ustedes profesionales en el más alto sentido
de la técnica y de la ciencia, de la jerarq u ía y de la disciplina, como
G eneralísimo, p or mandato de la Constitución, de las Fuerzas Ar­
madas de Chile, yo reclamo su presencia en esto, que es un esfuer­
zo de Chile p o r un Chile donde la ju sticia, el trabajo, la salud, el
derecho al descanso y a la recreación, sean patrim onio de todos los
chilenos.

Este fue el marco que procuró contener la participación de


los militares en tareas de gobierno. Algunos de ellos debieron
asumir responsabilidades muy complicadas y comprometedo­
ras, en los momentos más álgidos de la lucha política. Y su­
pieron responder basados en su profesionalismo y en la asun­
ción de una doctrina constitucionalista -cuando no en la
identificación con las metas de modernización y desarrollo-
que había sido instalada por Schneider y Prats.
Una de esas tareas tuvo que ver con los efectos de la crisis
desencadenada con el objeto de conseguir la desestabilización
económica del gobierno, que había sido incluso anunciada
por el propio presidente de Estados Unidos, Richard Nixon.
Con posterioridad al paro de los camioneros de octubre de
1972, un acento especial del gobierno popular estuvo coloca­
do en los problemas de abastecimiento y distribución de bie­

M il it a r e s contra P in o c h e t |L o s O t r o s Mil it a r e s \ 87
nes esenciales para la población. Para eso ya se habían dado
pasos como la creación de las JAP (Juntas de Abastecimiento
y Precios) y la Secretaría Nacional de Distribución y Comer­
cialización, las que debían actuar de manera coordinada con
el Consejo Nacional de Distribución y Comercialización.
Estas medidas tuvieron un señalable impacto en el plano prác­
tico de la vida material de las personas. La secretaría recién
mencionada y las jefaturas máximas de los organismos de dis­
tribución estatal estuvieron conducidas por uniformados.

El gen era l de la Fuerza Aérea A lheño Bachelet

Al frente de estos organismos estatales de apoyo social se en­


contraba el general de la Fuerza Aérea Alberto Bachelet, que
fue acompañado por los siguientes oficiales: el coronel Patri­
cio Torres Rojas, el teniente coronel Manuel Barros Recaba-
rren, el capitán de navio Alfonso Parodi y el coronel (R)
Ornar Blanchait.
Desde el primer momento el general Bachelet sufrió los
embates de la oposición política, particularmente por su con­
dición de uniformado, pero también por la alta sensibilidad
que manifestaba en el desempeño de su puesto gubernamen­
tal. En una entrevista a la revista Chile Eloy, respondió a los
reproches y descalificaciones que le espetaban quienes soste­
nían que su nombramiento se había realizado más por razo­
nes de simpatías allendistas y partidario de izquierda, que en
su condición de militar, de la siguiente forma:

[...] no debe suponerse al que viste uniform e una condición polí­


tica, de cualquier tendencia. El uniformado es totalm ente apolítico.
Ese es un concepto clave: todas las Fuerzas Armadas son esencial­
m ente obedientes, apolíticas y defienden la Constitución. Por lo
demás, desde hace algún tiempo a las Fuerzas Armadas se les ha
llamado a colaborar en el campo de la planificación. Lo novedoso

88 I Ed ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «el D ip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
ahora es que se nos ha destacado más; hay gen te nuestra que está
trabajando en diferentes complejos, desde hace bastante tiempo. El
Comandante en J e fe hace las designaciones en aquel oficial que es­
tima está en condiciones de representar m ejor a la institución.16

El general de brigada de la Fuerza Aérea Alberto Bachelet


fue detenido el día 11 de septiembre a las 8:30 de la mañana
en la oficina de la Secretaría General de la Fuerza Aérea, ubi­
cada en las dependencias del Ministerio de Defensa, donde
fue encañonado con un revólver por el general Orlando Gu­
tiérrez, a quien acompañaban los oficiales Ceballos y Vargas.
En forma violenta fue despojado de su arma de servicio y re­
gistrado en forma vejatoria. Después de estar detenido en la
oficina de la Dirección de Contabilidad, fue dejado en liber­
tad a las 6 de la tarde del mismo día. El día 14 fue conducido
a una reunión con el general Claudio Sepúlveda, Jefe del Es­
tado Mayor de la Fuerza Aérea, en la que se le informó que
debería comparecer ante la Fiscalía de Aviación por denun­
cias en su contra. Ese mismo día quedó detenido e incomuni­
cado, siendo trasladado a la Base Aérea de Colina, junto con
el coronel Rolando Miranda y el comandante Ernesto Galaz.
El día 17 se les sumó el capitán Raúl Vergara y el día 20 fue­
ron conducidos en helicóptero a la Academia de Guerra
Aérea, donde se los sometió a la práctica sistemática de la tor­
tura; se los ubicó en el subterráneo de dicha instalación, ata­
dos de manos, con ojos vendados y capuchas en la cabeza, y
se los interrogó a diario con acompañamiento de descargas
eléctricas.
Cuando se encontró en el interrogatorio con el fiscal, el
general Gutiérrez, éste le increpó diciéndole:
—Usted ha sido siem pre un oficial izquierdista.
A lo que el general Bachelet respondió, afirmando:
—Si a los conceptos de Libertad, Igualdad y Fraternidad, él [re­

16. García (1974), p. 115.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 89


firiéndose al gen era l G utiérrez] los encuadraba en un marco como
concepto de izquierda, quería decir que era izquierdista; pero que
no olvidara que estos postulados nacidos en la Revolución Francesa,
debidamente adecuados al siglo XX., m antenían plena vigencia} 1

Finalmente, en esa oportunidad fue puesto en libertad.


Pero a fines del año 1973 fue apresado nuevamente; el 18 de
diciembre fue detenido y enviado a la cárcel pública, esta vez
en calidad de prisionero de guerra en base a una actuación
llevada por el Consejo de Guerra denominada “Contra Ba-
chelet y Otros”, acusado de conspiración con dirigentes polí­
ticos de izquierda, de haber proporcionado información re­
servada de la institución y de tener conocimiento de movi­
mientos de armas dentro del Banco del Estado.
El mismo 11 de septiembre, mediante escuetas cartas, había
presentado sus renuncias a la Fuerza Aérea, al Club del Tiro
al Vuelo y al Club de Fútbol Deportivo Aviación. Durante el
gobierno de la Unidad Popular se desempeñó como Jefe de la
Secretaría Nacional de Distribución y Comercialización que,
como se ha indicado, era el organismo encargado de resolver
los problemas de abastecimiento de artículos de primera ne­
cesidad. Pasó a cumplir estas tareas en enero de 1973, pro­
puesto por su propia institución, al momento que se desem­
peñaba como director de Finanzas de la Fuerza Aérea. Aquel
organismo cumplía una función clave después de la gran cri­
sis de agosto de 1972, ante el desabastecimiento desatado por
los empresarios del comercio y la industria, que se mostraban
disconformes con las reformas estructurales que llevaba ade­
lante el gobierno popular. En esta área se concentró el apor­
te de muchos uniformados por su formación y experiencia en
temas logísticos.
El general Bachelet, afectado por las torturas físicas y psi­

17. Claro y Word (2006), p. 30.

90 |E diciones Le M onde diplom atique «el D ipló» |Capital In te le c tu a l


cológicas a las que se lo sometió en la Academia de Guerra
Aérea, murió el 12 de marzo de 1974, a raíz de un ataque car­
díaco y sin el tratamiento expedito ni apropiado que hubiera
correspondido. Vale la pena recordar que el Informe Rettig18
afirma que falleció “como consecuencia de los malos tratos y tortu­
ras sufridas p or obra de sus captores
Del libro escrito por María Luisa Claro y María Elena
Word titulado Las cartas del G eneral Bachelet, se transcriben
los tres siguientes textos.
El primero de ellos revela el estupor de un oficial que está
convencido de que ha actuado conforme a la ley, ante el com­
portamiento brutal de sus camaradas de armas:

Cuando la escala de valores se cambia violentam ente, cuando los


conceptos, las ideas y los ideales son destruidos, cuando en fin , todo el
templo arquitectónico se den rumba, uno se encuentra indefenso
fr en te a algo absolutamente nuevo, fren te a algo realm ente opresor
y fu erte. Y cuando uno ha sifrid o la experiencia de esa opresión,
preso e incomunicado p or largo tiempo, con cargos infundados, v er­
daderas felonías y traiciones de personas que uno creía eran sus am i­
gos, entonces y a no se piensa, sino que se asegura que algo anda mal,
que el mundo está loco o que uno ha estado equivocado durante cin­
cuenta años.19

En el segundo remarca su vínculo de lealtad con Salvador


Allende, con la Constitución y con el pueblo chileno. Pero
además hace un explícito reconocimiento de su pertenencia a
la masonería. Dice Bachelet:

Había que elim inar al herm ano Bachelet, porque trabajó al lado

18. La Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación, creada el 25 de abril de 1990,


presentó su Informe Final el 9 de febrero de 1991. Su presidente fue el jurista Raúl Ret­
tig; por esa razón comúnmente se la denominó Comisión Rettig.
19. Claro y Word (2006), p. 43.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s \ 91


del herm ano Allende, porque le fu e leal como herm ano y como
am igo, porque fu e leal a la Constitución, porque fu e leal al pueblo,
porque fu e leal y consecuente con sus principios, los mismos que se le
inculcaron en los tres gibados de la M asonería Simbólica.20

El tercero, finalmente, expone el fundamento constitucio-


nalista hacia el gobierno de la Unidad Popular, de los milita­
res que adherían a esa doctrina. Dice Bachelet:

Somos muchos oficiales y suboficiales los que nos encontramos en


igual situación, sin otro cargo o delito que el de haber defendido y
respetado la Constitución Política del Estado, haber sido leal al g o ­
bierno legalm ente constituido, haber sido leal con losjuram entos que
como conscriptos, que como cadetes, como oficiales, hicimos fren te a
la bandera, es decir, d efen d erla Constitución y los poderes legalm en­
te establecidos, y como hemos sido consecuentes con dichos principios,
como hemos sido honestos, como creem os que la libertad, la igualdad
y la fratern id ad aún m antienen vigencia, estamos en la cárcel bajo
proceso?1

La siguiente apreciación del general Bachelet, escrita mien­


tras estaba detenido en el hospital de la Fuerza Aérea, contie­
ne una interesantísima referencia al papel jugado por los su­
boficiales en apoyo del gobierno de la Unidad Popular. Dice
Bachelet:

Indudablemente que el grupo de suboficiales (cincuenta más o


menos) está compuesto p or hombres de gran calidad, tanto humana
como técnica. Pero lo técnico si bien tiene una importancia en la vida
y en el desarrollo del país, no aprovechada m om entáneam ente, no in­
teresa tanto, como la calidad humana de ellos. Claro que si no la tu­
vieran no estarían en la cárcel. Podrán retrucar que la gran mayo­

20. Claro y Word (2006), p. 54.


21. Claro y Word (2006), p. 79.

92 I E d ic io n e s Le Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


ría no lo está, pero esto, ju n to con ser una falacia, confirma el hecho
aquel, y m uy especial en este caso, que por prim era vez en la histo­
ria algunos suboficiales se interesan p or su país, su proceso y su clase.
Estos suboficiales, ju n to con cum plir fielm en te con sus obligacio­
nes como tales, se asomaron al balcón y vieron que había algo más
allá de m i teniente o m i comandante. Pudieron apreciar que las es­
tructuras de una nación y sus bases no las componían unos pocos,
sino que ellos también form aban parte y tenían un grado de pa rti­
cipación y de responsabilidad ju n to a los de su clase.11

En su sólida formación académica, cultural y filosófica ocu­


paban destacado lugar nociones como las de respeto a la ley y
al Estado de Derecho, y la de justicia social, así como la trilo­
gía conceptual de la Revolución Francesa sustentada sobre los
valores de la libertad, la igualdad y la fraternidad, que eran
plenamente coherentes con su cosmovisión masónica.

Una coyuntura muy particular, en la que una vez más se


apeló al trabajo conjunto y al involucramiento de las Fuerzas
Armadas en tareas gubernamentales tuvo que ver con un hito
internacional: el desarrollo de la Tercera Asamblea de la
UNCTAD, que fue inaugurada por el Presidente Salvador
Allende el día 13 de abril de 1972. Este era un acontecimien­
to muy significativo para el gobierno chileno, debido al im­
pacto de respaldo internacional y simpatías que despertaba el
proyecto nacional en curso, así como al carácter del organis­
mo que se reunía, pues tenía mucho que ver con los intereses
políticos de la Unidad Popular, tanto por la instalación de los
temas del desarrollo como por las opciones tercermundistas
en el esquema de poder internacional que propugnaba. Por
eso fue que los esfuerzos que se hicieron fueron gigantescos;

22. Claro y Word (2006), p. 87.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 93


entre otros, la construcción del enorme edificio que alberga­
ría a este evento mundial, que se constituyó en todo un hito
del calendario del gobierno de la Unidad Popular.
En el caso del Ejército, al destacado general Orlando Ur-
bina le tocó desempeñar un papel muy importante al hacerse
cargo de la Vicepresidencia de la Comisión Organizadora de
la UNCTAD. Era oficial de Estado Mayor, había realizado
cursos en Estados Unidos y era especialista en Inteligencia
Militar. Llegó a desempeñarse en el Comando de la II Divi­
sión del Ejército. El mismo reconoció que su nombramiento
en la Comisión Organizadora fue parte de la visión y decisión
que el gobierno tenía en relación al nuevo rol que las Fuerzas
Armadas debían desempeñar conforme a la concepción que lo
animaba, particularmente en el desarrollo económico del país.
Y que estas funciones no eran un obstáculo para el apoliticis-
mo de las instituciones castrenses y su estricto apego a las de­
finiciones constitucionales.
En una entrevista a la revista Qué Pasa del 2 marzo de
1972, ratificó estos conceptos sobre el rol que los militares
debían jugar en el proyecto de desarrollo que vivía Chile. Sus
afirmaciones fueron las siguientes:

—¿Cómo interpretó su nombramiento en la Comisión


Organizadora de la UNCTAD?
—Como el deseo del Gobierno de que las FF.AA. participaran en
el desarrollo económico del país en todas las esferas.
—¿Y qué hay de la tan pregonada marginación de las
Fuerzas Armadas en las tareas concretas y productivas del
país?
—Todos los gobiernos han tenido buen cuidado en nom brar a ofi­
ciales en cargos netam ente técnicos. No puede considerarse esto como
una intervención de tipo político.
— Entonces, ¿cómo define la democracia?
—Como lo que hemos vivido siem pre y lo que estamos viviendo
en este momento.

94 I E diciones Le M onde diplom atique «el D ipló» |Capital In te le c tu a l


—¿Con qué se siente usted comprometido?
—Con una política chilena, p or sobre las políticas partidistas.
Una política que cuide de los intereses nacionales y de las relaciones
internacionales.
—¿Cree que la ciudadanía piensa que las FF.AA. son ver­
daderamente apolíticas?
—No sólo lo creo, sino que estoy cierto que la ciudadanía desea y
exige que seamos realm ente apolíticas. Si yo m e pronunciara en estas
m aterias sería criticado, y con razón. Y le aseguro que a usted mismo
le parecería condenable y tendría todo el derecho a criticarm e P

Esta misma revista, en un breve noticiario aparecido en su


edición número 38 del 6 de enero de 1972, hacía mención a
la existencia de muchos “rumores” que planteaban que el ge­
neral Orlando Urbina sería un hombre de ideas de izquierda,
que además tenía un hermano que militaba en el partido de
gobierno USOPO (Unión Socialista Popular).
Otro ámbito destacado en el que hicieron un gran aporte
los militares fue en el sector de la minería, que desde la na­
cionalización decretada en agosto del año 1971 se había visto
afectada por la conspiración internacional, las demandas de
las grandes compañías contra el gobierno de Chile y el éxodo
de muchos de sus profesionales y técnicos, lo que llevó a una
tarea inmensa para sobreponerse a estas limitaciones, y cum­
plir con los planes de producción y desarrollo que les fijaba el
gobierno y la realidad económica nacional. En el año 1972 se
nombró como ministro de Minería al general de la Fuerza
Aérea Claudio Sepúlveda, quien en la Conferencia de Países
Exportadores de Cobre que se desarrolló en Chile, expresó
en su discurso lo siguiente:

Chile ha nacionalizado su cobre como un medio de acelerar su de­


sarrollo económico y de acuerdo a una posición de principios en la

23. Revista Qué Pasa, N° 40, del 2 de marzo de 1972, pp. 18 y 19.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \ Los O tro s M ilita re s | 95


que concurre la unanimidad de la ciudadanía. Durante todo el pro­
ceso de nacionalización no se dejó oír una sola voz discrepante con él
y , por el contrario, todas las organizaciones representativas le die­
ron su apoyo expreso a la iniciativa del gobierno.
Chile no aceptará imposiciones de empresas o de gobierno algu­
no, en cuanto a l ejercicio de su soberanía. La nacionalización del
cobre, acto soberano, ejecutado conform e al ordenamiento jurídico
interno, no puede ser cuestionado p or terceros: no renunciarem os a
la defensa de la justicia y la razón.

A los nombres hasta aquí mencionados debe agregarse el


de otros uniformados que tuvieron un perfil más bajo, pero
que igualmente hicieron un aporte sustantivo a las tareas de
desarrollo que impulsaba el gobierno de la Unidad Popular,
sobre todo en áreas estratégicas como eran los sectores pro­
ductivos del cobre, acero y los ámbitos de la energía nuclear
y del Consejo de Investigación y Desarrollo Científico.
Una parte importante de ellos fue destinada a las direccio­
nes de empresas públicas y departamentos ministeriales, den­
tro de los cuales destacaron las labores que cumplieron mili­
tares que se desempeñaron en el ámbito minero, que era un
puntal del programa y de la estrategia de desarrollo del go­
bierno popular, pues la nacionalización de esta riqueza básica
la había constituido en piedra angular de la economía nacio­
nal. Para esto se nombró y contó con una participación entu­
siasta y altamente profesional del general Pedro Palacios,
quien asumió tareas en la Compañía de Cobre de Chuquica-
mata. El coronel de aviación Claudio Sepúlveda, que estuvo
en la Sociedad Minera El Teniente y el capitán de navio Ho­
racio Justiniano en la Compañía de Cobre El Salvador. Tam­
bién colaboraron militares en las minas de Sagasca, Andina y
Exótica.
La estratégica industria química Du Pont quedó bajo la di­
rección del general Sergio Ñuño, una vez traspasada al área
social, ya que producía alrededor del 75% de los explosivos

96 I Ed ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l
del país, insumo fundamental para la explotación minera.
También prestaron una enorme colaboración la industria
militar FAMAE -que aportaba la fabricación de implementos
agrícolas que eran comprados por la Corporación de Refor­
ma Agraria (CORA)- y el Instituto Geográfico M ilitar -que
se involucró en el estudio de los suelos- Se crearon, asimis­
mo, brigadas de defensa de la riqueza forestal, en distintas
guarniciones militares.
Unidades especializadas del Ejército y la Armada colabora­
ron con el rescate y atención de personas localizadas en zonas
aisladas, particularmente en las islas y canales del sur del país,
donde además practicaban labores de salud pública y reparti­
ción de medio litro de leche diario para los niños, en conjun­
to con el Servicio Nacional de Salud.

Los que se opusieron al golpe desde


las instituciones m ilitares

Tal vez el primer nombre que hay que señalar en este renglón
es el del edecán naval del presidente Allende, Comandante
Arturo Araya, quien fue asesinado el día 26 de julio de 1973
en su casa, por el disparo de un francotirador perteneciente a
un comando terrorista que componían jóvenes de Patria y L i­
bertad y del Partido Nacional.
El Comandante Araya había tenido una destacada partici­
pación en defensa del gobierno popular, al momento del alza­
miento de junio del 1973 -llamado también el “Tanquetazo”-
acompañando al Presidente Allende en su traslado desde la
Casa Presidencial de Tomás Moro al Palacio de Gobierno.
En esta oportunidad hubo un conato de enfrentamiento entre
la custodia del Presidente y un grupo de soldados con los que
se toparon en su trayecto. Aquéllos realizaron un despliegue
operativo de defensa con sus armas desenfundadas, dispuestos
a proteger a toda costa la dignidad presidencial. Afortunada­

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 97


mente, esos soldados eran también leales al Presidente. Este
episodio reflejó su profundo compromiso constitucional, y su
subordinación y lealtad hacia el Presidente de la República, lo
que le costó la vida sólo un mes después.
El 11 de septiembre de 1973, a las 8:30 de la mañana, el ge­
neral Raúl Benavides, Comandante de Institutos Militares,
reunió a los jefes y oficiales del Cuartel General y Comandan­
tes de Agrupaciones de las Escuelas de Montaña y de Caba­
llería a quienes dio a conocer las verdaderas razones del acuar­
telamiento que se había producido en Santiago y regiones
desde el día anterior y que tenían que ver con la toma del
control del país, la deposición de las autoridades y la disolu­
ción del Congreso. Seguidamente preguntó por la compren­
sión y disposición de cada uno de ellos frente a esta contin­
gencia. En ese momento, el coronel José Ramos Albornoz,
entonces Jefe del Estado Mayor del mencionado Comando
presentó su pase a retiro de la institución. En un memorando
que certifica estos antecedentes, expresó lo siguiente:

Que su decisión no tenía carácter político sino de desacuerdo ab­


soluto con el camino adoptado para la solución de la situación nacio­
nal, habida consideración a la comprensión y profunda convicción
personal que sobre la Doctrina Schneider o del Ejército ha sustenta­
do y sentido hasta el m om ento este en que se perm ite solicitar su in­
clusión en la cuota de retiros que la Ju n ta Calificadora de Oficiales
del Ejército debe resolver en b reve? 13*

Este brillante militar fue el único oficial de alto rango en


servicio activo del Ejército que el mismo día del golpe pidió
su pase a retiro. Al momento de la concreción de esta solici­
tud, había desempeñado una labor notable como Jefe de Plaza
en la Provincia de Linares durante el paro de los camioneros

24. Ramos (2001), Anexo 12.

98 I Ed ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


de octubre de 1972; había sido Director de la Escuela de Ar­
tillería, Jefe del Estado Mayor del Comando de Institutos M i­
litares y se esperaba su ascenso a general para fines de 1973.
En un párrafo de su libro El piloto Wenche y otros relatos del
Alférez Ra, reflexiona:

[...] cavilando acerca de la corrupción que suele acompañar al


poder.; ¿por qué sentí tan profundam ente las lecciones del coronel
Arnaldo Carrasco y de la pléyade de maestros que rodearon su m an­
dato en la estructura de aquel alcázar de la calle Blanco Encalada,
donde nos educara el gen era l Schneider.; los tenientes y capitanes del
Alpatacal? ¿Sería acaso yo el único que entendió que el honor.; la le­
altad, la patria, son atributos sublimes del alma humana que se
ju eg a p or la justicia, el buen trato en la puesta en práctica del arte
de m andar del capitán G avet y de todos los intérpretes de la tradi­
ción m ilitar en el Ejército de Chile? ¿ Qué explicación dará la his­
toria m ilitar de ese período de atentados en una gu erra concebida y
llevada adelante como una revolución, para pasar de una Constitu­
ción a otra que no term ina de interpretar los m ejores conceptos de la
democracia y de la seguridad?25

El mismo 11 de septiembre también pidió su retiro el mayor


Osvaldo Zavala, quien fue edecán del Comandante en Jefe del
Ejército, general Carlos Prats y posteriormente, cuando asu­
mió ese cargo, del general Augusto Pinochet. En Talca, el ca­
pitán Jaque se negó a participar del levantamiento. El día 12
fue detenido el coronel Renato Cantuarias, Comandante de la
Escuela de Alta Montaña. Días después fueron excluidos de la
Institución el general Joaquín Lagos, Comandante de la I Di­
visión, por oponerse a la ejecución de prisioneros y el mayor
Iván Lavanderos fue encontrado asesinado después de haber
puesto en libertad a varios prisioneros uruguayos.

25. Edición del autor, Santiago de Chile, 2001, p. 154.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 99


También sufrieron los rigores del golpismo el coronel Efra-
ín Jaña, Comandante del Regimiento de Montaña; Fernando
Reveco, Comandante del Regimiento de Calama, quien fue
torturado y detenido durante 15 meses; el capitán Vergara,
del Regimiento Rancagua de la ciudad de Arica, quien estu­
vo incomunicado durante tres meses; a estos tres debe sumar­
se a los oficiales Florencio Fuentealba, Héctor González,
Rudy Alvarado, Jaime Mires, Patricio Carmona y Manuel
Fernández.
En lo que respecta a la Marina, cabe reiterar que no hubo
una presencia muy activa de oficiales en la línea doctrinal de
prescindencia política. Fuera de los almirantes Montero, Are-
llano, Cabezas y Poblete, es posible identificar sólo casos muy
puntuales. A los almirantes Montero y Arellano se les inten­
tó vincular al Partido Comunista como una forma de deslegi­
timarlos ante la oficialidad, así como al almirante Poblete que
fue detenido después del golpe de septiembre.
Hubo oficiales que si bien no tuvieron una acción muy de­
cidida contra el golpe, nunca estuvieron de acuerdo con él y
al poco tiempo fueron excluidos de la institución o ellos mis­
mos buscaron su alejamiento. Este fue el caso, por ejemplo,
del comandante del buque Almirante Latorre, Carlos Fanta,
quien fue prontamente pasado a retiro, y el del capitán de
navio Mario Poblete, que fue exonerado.
El caso del comandante Fanta Núñez está recogido como
testimonio en el Informe Rettig, que señala lo siguiente:

El Comandante Carlos Fanta Niíñez fu e llamado a retiro el 29


de octubre de 1973, cuarenta y ocho días después del Golpe Militar,
siendo su hogar vigilado y su correspondencia violada. No se incor­
poró a l Cuerpo de A lmirantes y Oficiales en Retiro y se n egó p or dos
décadas a concurrir al buque Escuela Esmeralda, respecto del cual
fu e testigo de su utilización como centro de detención y torturas.

El subsecretario de Marina, capitán de navio Jorge Do­

100 I Ed ic io n e s Le Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


mínguez, se alejó de la Institución el mismo día del golpe.
También existen los casos del teniente Horacio Larraín y del
capitán Gerardo Hiriart, un brillante oficial ingeniero que se
encontraba realizando un curso de doctorado en la Naval
Postgraduated School en Monterey, Estados Unidos, que al
enterarse de las noticias del golpe decidió exiliarse en México
y renunciar a una brillante carrera en la Armada. Desde allí
envió una carta en la que solicitaba su retiro, un fragmento de
la cual dice lo siguiente:

Desde que ocurriera el cambio de Gobierno en Chile el 11 de sep­


tiembre pasado, he estado profundamente conmovido. La intensidad del
trabajo en la Escuela, en la etapa fin a l de m i Memoria, no m e perm i­
tió detenerme a analizar objetivamente lo ocurrido ni mantenerme al
día con el desarrollo de los acontecimientos diarios.
Ahora lo he hecho con sinceridad y a la luz de mis principios y con­
vicciones básicas. Con profundo dolor he decidido dejar lasfilas de la Ar­
mada, institución a la cual dediqué la mayor parte de m i vida y por la
que guardo un profundo cariño y respeto. A pesar de las seguridades que
en ella pudiera tener he preferido alejarme y radicarme en algún otro
país en espera de que se restablezcan cienos valores que para m i con­
ciencia son factores indispensables. Apenas esto ocurra, regiresaré a m i
Patria y m e dedicaré con todo entusiasmo a servirla donde quiera que
pueda ser útil.
Tengo gran respeto y cariño por m i Patria y por la Armada, pero
desgraciadamente lo que hoy ocurre m e impide continuar por el mo­
mento en ellas.26

En el cuartel de detención conocido como Silva Palma, se


ha reconocido que estuvieron detenidos tres oficiales, los que
recibieron ayuda de otros detenidos que eran suboficiales y
gente de mar, que sentían una total solidaridad con ellos, por­

26. Magasich. (2008), p. 296.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s \ 101


que en los hechos estaban sufriendo las mismas represalias y
consecuencias por haber querido ser leales al presidente
Allende.
La mayor operación contra los uniformados que estuvie­
ron vinculados a las ideas doctrinales profesionalistas y cons-
titucionalistas se concentró en cuatro causas judiciales, en los
juzgados navales de Talcahuano y Valparaíso (roles 3879,
3913, 3926 y 3941), que actuaban contra marineros que se
habían organizado para prevenir y oponerse desde el interior
de la Armada a cualquier intentona golpista. La mayoría de
ellos fueron detenidos en el transcurso del mes de agosto de
1973, cuando ya arreciaba el plan golpista, que tenía justa­
mente en la Armada a su núcleo central.
La organización de los marineros constitucionalistas tenía
representación en las cuatro secciones de la Armada: la Es­
cuadra, las Escuelas de Especialidades, la Unidad de Aviación
Naval y los Astilleros. Efectivamente, tenían algún nivel de
organización, a pesar de sus diferencias con respecto a las tác­
ticas a emplear, que fueron perfeccionando y profundizando
en la medida que avanzaba la tendencia y el accionar de los
sectores golpistas.
Se estima que para mediados del año 1973 había alrededor
de 150 marineros organizados a nivel de la flota, con el com­
promiso de otros 300 en caso de una acción contra el golpe.
En la Base Naval de El Belloto, eran alrededor de 50 los or­
ganizados con una llegada a otros 100. En la Escuela de Ope­
raciones eran más de 200 los activos y en la Escuela de Inge­
niería alrededor de 400.27
Uno de los planes más audaces de este sector tenía que ver
con la oposición al golpe, que presentaba dos variantes (esta
diferencia terminó dividiendo a los marinos antigolpistas).
Una promovía, en lo sustancial, la toma preventiva de los bu­

27. Magasich (2008), p. 391.

102 |E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
ques de la Escuadra, y la otra proponía estar preparados para
rechazar el golpe en sus inicios, apoderarse de los buques en
ese momento y ponerlos a disposición de la defensa del go­
bierno constitucional. Los marineros tenían una importante
presencia en los navios. En el destructor Blanco tenían una
organización importante, además de un plan concreto de ocu­
pación con tareas específicas para 56 marineros, que cubrían
las labores de timonel, señalero, vigía, tele-metrista, radio-
operaciones, radar, torres, etc. En el crucero Latorre los ma­
rinos tenían contactos en las divisiones de artillería, máqui­
nas, electricidad, telecomunicaciones. Según estimaciones
contaban con el apoyo del 40% de la tripulación. En el cru­
cero Prat se registraban 9 marineros organizados, y al parecer
también existía un plan para la toma del buque, y contactos en
las divisiones fundamentales. A esto deben sumarse marinos
del crucero O'Higgins, del destructor Cochrane y de buques
de apoyo.
La primera reunión de coordinación de los distintos gru­
pos se produjo a principios de marzo de 1973, concurriendo
representantes de los buques Prat y O'Higgins, de la Escuela
de Ingeniería, Operaciones y Base El Belloto. Tomaron con­
tacto con sectores políticos del gobierno para informar de los
movimientos sediciosos y disponerse a una defensa contra
éstos. Especial relevancia tuvieron los contactos que sostuvie­
ron con altos dirigentes del Movimiento de Acción Política
Unificada (MAPU), como Oscar Guillermo Garretón; del
Partido Socialista, como Carlos Altamirano; del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria, como Miguel Enríquez, y tam­
bién con funcionarios del gobierno en el Ministerio de De­
fensa, que no fueron muy receptivos a las informaciones que
ellos aportaban.
Fueron descubiertos por el aparato de inteligencia de la
Armada, que ya trabajaba hacía rato para los golpistas, y en
junio de 1973 comenzaron las primeras detenciones. A partir
de agosto se desató con toda fuerza una gran cacería de los

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 103


elementos pro-gubernamentales de la institución, descabe­
zándose con esta iniciativa cualquier posibilidad de una resis­
tencia organizada ante el inminente golpe de Estado. Estas
operaciones generaron las primeras experiencias de detencio­
nes en lugares secretos, los aislamientos y las torturas siste­
máticas, dando lugar a la formación de un verdadero Estado
dentro de otro Estado, puesto que todo lo que ocurría a este
nivel estaba al margen del conocimiento oficial del gobierno
y de los tribunales de justicia.
En lo que respecta a la Fuerza Aérea, cabe mencionar que
más de 70 oficiales y suboficiales fueron detenidos, acusados
de sedición y traición a la patria, por el hecho de haberse
opuesto decididamente al golpe militar de septiembre. Todos
ellos sufrieron prácticas de tortura en recintos propios de la
institución y posteriormente cárcel, siguiéndoseles procesos
judiciales en el fuero militar, con acusaciones que nunca pu­
dieron ser constatadas, pero que fueron la base para que se
montara el irregular proceso que se les siguió. Las conse­
cuencias y efectos de éstos fueron la exoneración de la insti­
tución, el exilio y en algunos casos la muerte, como ocurrió
con el general Alberto Bachelet, como ya se ha visto.
El día 14 de septiembre de 1973 se inició en la Fiscalía de
la Aviación el proceso que se caratuló como “Aviación/Bache-
let y otros Rol 1-73”, a propósito de una denuncia formulada
por el general de brigada Enrique González, que había asu­
mido la tarea de presidente del Banco del Estado, que le había
encargado la nueva junta militar. Esta actuación abrió proce­
sos de Consejos de Guerra, que culminaron entre julio de
1974 y enero de 1975, con sentencias condenatorias para todos
los inculpados.
Esto significó la detención de muchos oficiales, aparte de
las del general Bachelet y del coronel (de Fuerza Aérea) Ro­
lando Miranda, entre otros, que ya se habían producido. El
capitán Vergara fue detenido el 17 de septiembre; el coronel
Carlos Ominami fue detenido en su lugar de trabajo, la Es­

104 |E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


cuela Técnica Aeronáutica, el 19 de octubre de 1973, siendo
conducido con sus ojos vendados a la Academia de Guerra
Aérea donde sufrió torturas, quedándole marcas como resul­
tado de los colgamientos a los que fue sometido.
El comandante Ernesto Galaz cumplía funciones en la Co­
misión Organizadora de los Juegos Panamericanos que debí­
an desarrollarse para 1975; el día 11 de septiembre no se pre­
sentó a la Fuerza Aérea.
Según su propio testimonio y en sus propias palabras:

D ecidí no presentarm e, en p rim er lu gar p or m i lealtad al Go­


bierno legítim am ente constituido; en segundo lugar.; por m i convic­
ción de que la gestión del Gobierno (contra el cual se atentaba), era
la más adecuada para el desarrollo del país y en tercer lugar.; p or­
que era pública y notoria m i adhesión a las políticas gubernam en­
tales de la Unidad Popular,; manifestada en reuniones sociales, en
m is clases en la Academia de Guerra de la FACHy en m i conduc­
ta condenatoria durante la asonada m ilitar conocida como el “Tan-
quetazo ” ocurrida pocos m eses a n tesP

Al presentarse el día 14 en el Ministerio de Defensa, fue


detenido, interrogado y trasladado a la Base Aérea de Colina.
Posteriormente, al igual que otros oficiales detenidos, fue
trasladado a la Academia de Guerra Aérea, donde fue cruel­
mente torturado mediante los procedimientos de clavarle
agujas en las uñas, los colgamientos, la aplicación de golpes en
distintas partes del cuerpo así como de corriente eléctrica y
ataques psicológicos. Fue condenado a pena de muerte, que
más tarde se le conmutó por 30 años de presidio. Estuvo de­
tenido hasta el año 1978, momento en que se le permitió salir
exiliado a Bélgica.
El general Sergio Poblete, detenido en la Escuela de Arti-

28. CODEPU: Apelación caso Bachelet, p. 60.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tr o s M ilita re s \ 105


Hería de Colina, también fue salvajemente torturado. Le tocó
presenciar el día 8 de octubre de 1973 el asesinato del sargen­
to de la FACH Rafael Reyes. Fue trasladado a la Academia
de Guerra Aérea, luego a la cárcel pública y posteriormente
expulsado del país y privado de su nacionalidad. Permaneció
exiliado también en Bélgica.
Como consecuencia de las torturas padecidas, el cabo José
Espinoza falleció y terminó enloquecido el también cabo
Pedro Zunini, a raíz de lo cual fue sobreseído. Así también
fueron muchos otros los que fueron detenidos y sometidos a
torturas en recintos propios de la institución, trasladados
posteriormente a la cárcel pública, para luego ser exonerados
de la Fuerza Aérea y en muchos casos expulsados del país, u
obligados a emprender el camino del exilio debido a las cons­
tantes presiones de los organismos de seguridad del régimen
dictatorial.
La organización de los aviadores al momento del golpe de
septiembre era más bien incipiente. Las conexiones que esta­
blecieron entre sí resultaron de coincidencias doctrinarias, de
simpatías compartidas y/o de encuentros casuales en los que
intercambiaban opiniones favorables hacia las labores y pro­
yectos del gobierno popular, y en las que criticaban las abier­
tas deliberaciones y confabulaciones de muchos de sus cama-
radas de armas, incluso de algunos que intentaron plegarse a
la asonada de los militares de junio de 1973, con el alzamien­
to del Regimiento Blindado N° 2.

Finalmente corresponde destacar que las restricciones deri­


vadas de los principios de profesionalidad, no deliberatividad
y obediencia a los mandos, no les permitió obtener a estos di­
ferentes grupos decididos a defender al gobierno de la Unidad
Popular, más y mejores resultados a favor del sostenimiento de
aquélla. Contradicción o paradoja, aunque mantuvieron espo­
rádicos contactos con instancias gubernamentales y organiza­
ciones de izquierda, fueron por lo general reticentes a mante­

106 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


ner coordinaciones internas y a preparar planes para oponer­
se al golpe de Estado precisamente debido a aquellas concep­
ciones doctrinarias. En esas condiciones, poco pudieron hacer
frente al amargo amanecer del 11 de septiembre de 1973.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 107


Capítulo 6
A M O D O DE C O N C L U SIO N E S

La Dirección de Carabineros emitió con fecha 1 de agosto de


1981 la Circular 344, una lista con 1.583 nombres de perso­
nal militar y policial que tenía prohibido acercarse a los cuar­
teles porque “mantuvieron una posición discordante con la
doctrina institucional y con los principios del Gobierno M i­
litar, razón por la cual su concurrencia y permanencia en los
recintos debe tenerse como inconveniente para la seguridad
de los mismos”.
La lista incluía, entre muchos otros, a 30 oficiales del Ejér­
cito (2 coroneles, 9 tenientes coroneles y 19 mayores); 8 ofi­
ciales de la Marina (5 capitanes de corbeta y 3 capitanes de
fragata); 11 oficiales de la Fuerza Aérea (1 general, 2 corone­
les, 1 comandante de grupo, 1 comandante de escuadrilla y 6
capitanes de bandada), y 24 oficiales de Carabineros (4 gene­
rales, 5 coroneles, 4 tenientes coroneles y 11 mayores).
Las miradas de los especialistas y analistas sobre la compo­
sición e identificación ideológica de los miembros de las
Fuerzas Armadas tienden a coincidir en que en la oficialidad
se da una repartición similar a la composición de la propia so­
ciedad en cuanto a los valores políticos, atendiendo a capas
sociales medias y media altas.
El dirigente político Amoldo Camú, encargado del traba­
jo político-militar del Partido Socialista, decía en un análisis
de 1973 que las Fuerzas Armadas estaban atravesadas por dos
tendencias muy notorias, una dispuesta a enmarcarse en la

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \Los O tr o s M ilita re s \ 109


doctrina constitucionalista y otra golpista, que tenía una ins­
piración en el modelo brasileño del golpe del 31 de marzo de
1964, que aunque era fuerte no tenía todavía la capacidad de
romper el mando y la raigambre doctrinaria de obediencia y
no deliberatividad.
El ya mencionado coronel Fernando Reveco, en el año
2003, sostuvo que para 1973, entre un 25 y un 30% de los ofi­
ciales apoyaban al gobierno de Salvador Allende por su apego
a las directrices doctrinales, sin ser socialistas ni marxistas; y
que sólo de un 10 a un 15% estaban declaradamente por la
ruptura institucional, representado el golpismo duro; el resto
no expresaba posiciones políticas o estaba absolutamente al
margen de la contienda coyuntural.
En cambio, entre los suboficiales y cuadros permanentes,
las tendencias izquierdistas y constitucionalistas fueron bas­
tante mayores y más decididas, como lo demuestran los lista­
dos de los juicios llevados adelante por la Armada y la Fuerza
Aérea. En la primera fueron condenados 88 marinos y en la
segunda fueron condenados a distintas penas un total de 18
suboficiales y sargentos, y 36 cabos.
Con el comienzo de la transición democrática, se iniciaron
demandas por reparación de parte de uniformados que habí­
an sido exonerados a raíz del golpe de Estado de septiembre,
lo que es un indicador de la cantidad de militares que también
sufrieron los rigores del golpismo y de la dictadura. Después
de los estudios efectuados por organismos de derechos huma­
nos y sectores del gobierno, han sido reconocidos en esta si­
tuación de forma definitiva un total de 1.319 militares, mien­
tras que 6.070 están reivindicando este estatus, sin que sus
casos hayan alcanzado aún una resolución. La composición
por rama de estas demandas de reparación es la siguiente:

• Ejército: 239 definitivos 1.231 pendientes


•M arina: 327 definitivos 2.471 pendientes
«Aviación: 214 definitivos 486 pendientes

110 |E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » \ Ca p it a l In t e le c t u a l
El resto corresponde al Cuerpo de Carabineros y a la Po­
licía de Investigaciones.
La confrontación planteada entre legalismo, constitucio­
nalismo y tendencias nacional-desarrollistas versus miradas
conservadoras, integristas e ideologizadas en torno a la segu­
ridad nacional seguirá siendo un espacio de debates y de apa­
rición de nuevas ópticas y formas de abordaje. En las Fuerzas
Armadas, evidentemente se encuentran las dos posturas, que
estuvieron en una constante tensión en los álgidos años se­
senta y setenta del siglo XX, que sirvieron de escenario para
el choque entre estos dos grandes proyectos cosmovisionales.
El análisis profundo de las experiencias, las historias de
vida y los ejemplos de los uniformados que colaboraron con
el gobierno de la Unidad Popular y/o de distintas formas se
opusieron o estuvieron en desacuerdo con el golpe de Estado
de septiembre de 1973 sigue siendo un asunto pendiente.
La tarea tiene sentido no sólo por el valor que en sí mismo
tiene el rescate histórico de procesos políticos y de vidas que
se comprometieron, de un modo u otro, en una coyuntura
determinante en la historia de Chile, sino porque pone en el
centro del debate cuestiones fundamentales para una demo­
cracia, como el Estado de Derecho, el respeto irrestricto a los
derechos de los ciudadanos y el papel que les caben en ella a
las personas e instituciones que son portadoras de instrumen­
tos de fuerza.
Muchos de los cuadros castrenses intentaron continuar
con sus planteamientos políticos y militares en la lucha con­
tra la dictadura pinochetista, desde sus propias trincheras
profesionales. Ayudaron a formar comités de resistencia, de
denuncias y sobre todo de agrupamiento de militares demo­
cráticos, los que hicieron también un significativo aporte a la
conquista de la democracia.
El examen del papel que jugaron los militares intérpretes
del profesionalismo y del constitucionalismo en aquellos años
sigue siendo una piedra angular para dirimir el debate sobre

M ilita re s c o n tra P in o ch e t \ Los O tro s M ilita re s | 111


cuáles deberían ser las funciones, las doctrinas y los modos de
relacionarse las instituciones castrenses con el Estado y la so­
ciedad. Es obvio que las Fuerzas Armadas deberían estar
siempre sujetas al control civil, político, legal y legítimo que
emana de las normas del juego democrático y del conjunto de
la institucionalidad establecida por la Constitución y las leyes.
Pero es también evidente que lo anterior no siempre se cum­
ple, y que existen interpretaciones y vertientes que abonan di­
ferentes opciones.
La transición democrática chilena va teniendo, al interior
de las instituciones militares, un correlato más pausado que el
que vive la sociedad política. Y seguramente se requerirá de
denodados esfuerzos de todos los interesados en afirmar y
profundizar la opción republicana vigente, para que ese pro­
ceso se complete. Todavía no son reivindicados en su conjun­
to los militares que se opusieron al golpe y cumplieron sus
misiones institucionales apegados a sus definiciones doctrina­
les; todavía quedan pendientes políticas de reparación en as­
pectos económicos y sociales; todavía está por satisfacerse la
restauración del honor mancillado a través de acusaciones y
juicios espurios en tribunales corruptos; todavía queda a la es­
pera, esta historia, de ser escrita por muchas manos en todas
las latitudes nacionales, y todavía falta que se reconozca pú­
blicamente a centenares de uniformados que durante el go­
bierno de la Unidad Popular obraron conforme se lo indica­
ban sus conciencias y sus mandatos profesionales.
Recién a partir de 2005 se ven atisbos en el Ejército de re­
cuperación de un pensamiento doctrinal fundamentado en las
ideas constitucionalistas y profesionalizantes que dejaron ins­
taladas los generales Schneider y Prats, a las que también se
sumaron oficiales y suboficiales de la Armada y de la Fuerza
Aérea. Pero las tareas por hacer siguen siendo muchas.
Los requerimientos de profesionalidad, subordinación, no
deliberatividad y obediencia que tantas veces reclamara el ge­
neral Prats y fueran asumidos por no pocos oficiales y subo­

112 |E d ic io n e s Le Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


ficiales seguirán estando vigentes como sustento de la vida
democrática. En su valiente confrontación con los militares
que se dejaron consumir por el odio cegador, antipopular, eli­
tista e integrista, aquéllos dejaron como legado una huella in­
deleble, impregnada de sangre, sufrimiento, dolor y muerte,
que será fundamental para las nuevas generaciones de milita­
res, en su constante aprendizaje democrático.

M ilita re s c o n tr a P in o ch e t 1Los O tro s M ilita re s | 113


Apéndice
LISTADO DE MILITARES
CONSTITUCIONALISTAS Y/O
COMPROMETIDOS CON
LA UNIDAD POPULAR

En las páginas que siguen se presentan, distribuidos por cada


fuerza, los nombres de algunos uniformados que aportaron al
desempeño de tareas gubernamentales durante la gestión de
la Unidad Popular y/o se opusieron al golpe de Estado e in­
tentaron frenar la sedición y defender al gobierno legítimo.
Actuaron con profundo respeto por la Constitución, las leyes,
la subordinación a los poderes públicos y la obediencia a los
mandos institucionales. Probablemente también con la con­
vicción de que vivían una insoslayable encrucijada que los co­
locaba, de un modo u otro, en el papel de constructores de la
historia.
La enumeración propuesta es incompleta y, por lo tanto,
provisoria. Se la ofrece meramente a título de ejemplo mien­
tras la ardua y difícil tarea de esclarecimiento se va abriendo
camino como fruto de un trabajo múltiple.
Se verá que la información no es homogénea, que en algu­
nos casos no ha podido aún completarse sobre rango militar
y que en lo que se refiere a la Fuerza Aérea se ha optado por
no presentar la columna correspondiente a destinos militares.
Todo lo cual no hace más que confirmar la naturaleza todavía
provisional de las construcciones que se ofrecen a continua­
ción, a título meramente ilustrativo, como ya se ha señalado.

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tr o s M ilita re s | 115


EJÉRCITO

RANGO NOMBRE UNIDAD


General René Schneider Comandante en Jefe
General Carlos Prats Comandante en Jefe
General Guillermo Pickering Comando Institutos Militares
General Alfredo Sepúlveda Guarnición Santiago
General Ervaldo Rodríguez Misión Militar en Washington
Coronel José Ramos Estado Mayor
Coronel Efraín Jaña Regimiento de Montaña
Coronel Renato Cantuarias Escuela de Alta Montaña
Coronel Fernando Reveco Regimiento Calama
Mayor Osvaldo Zavala Edecán del CJE
Mayor Iván Lavados
Capitán Alberto Jaque
Capitán Carlos Vergara Regimiento Rancagua
Capitán Carlos Pérez
Oficial Florencio Fuentealba
Oficial Héctor González
Oficial Rudy Alvarado
Oficial Jaime Mires
Oficial Patricio Carmona
Oficial Manuel Fernández

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 117


ARMADA

RANGO NOMBRE UNIDAD


Almirante Raúl Montero Comandante en Jefe
Almirante Daniel Arellano Director General de Servicios
Almirante Hugo Cabezas Jefe Estado Mayor General
de la Armada
Almirante Hugo Poblete Director de Abastecimientos
Comandante Carlos Fanta Crucero Latorre
Capitán
de Navio Mario Poblete
Capitán
de Navio Jorge Domínguez Subsecretario de Marina
Capitán Gerardo Hiriart Naval Postgraduated School
Teniente Horacio Larraín
Marinero Jaime Salazar Crucero Latorre
Marinero Luis Ayala Crucero Latorre
Marinero David Valderrama Crucero Latorre
Marinero Juan Dote Crucero Latorre
Cabo Miguel González Crucero Prat
Marinero Guillermo Castillo Crucero Prat
Marinero Bernardo Carvajal Crucero Prat
Cabo Teodosio Cifuentes Crucero Prat
Marinero Patricio Cordero Crucero Prat
Marinero Carlos García Crucero Prat
Cabo Víctor López Crucero Prat
Cabo José Maldonado Crucero Prat
Cabo Antonio Ruiz Crucero Prat
Dagoberto Valenzuela Crucero Prat
Luis Beldar Crucero Prat

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RANGO NOMBRE UNIDAD
Edgardo Rodríguez Crucero Prat
Nelson Vargas Crucero Prat
Patricio Barroilhet Crucero Prat .
Cabo Aurelio Aravena Crucero O'Higgins
Cabo Juan Arestey Crucero O'Higgins
Cabo Maximiliano Domínguez Crucero O'Higgins
Marinero Jaime Balladares Crucero O'Higgins
Marinero Silverio Lagos Crucero O'Higgins
Cabo Juan Carlos Montecinos Crucero O'Higgins
Sargento Juan Cárdenas Destructor Blanco
Cabo Ernesto Zúñiga Destructor Blanco
Cabo Pedro Lagos Destructor Blanco
Cabo Juan Roldán Destructor Blanco
Marinero José Velásquez Destructor Blanco
Danilo Godoy Destructor Blanco
Marinero Sergio Fuentes Destructor Blanco
Marinero Claudio Espinosa Destructor Blanco
Marinero Oscar Carvajal Destructor Cochrane
Sargento Ernesto Suenzen Escuela de Ingeniería
Cabo José Jara Escuela de Ingeniería
Cabo Mariano Ramírez Escuela de Ingeniería
Cabo Carlos Alvarado Escuela de Ingeniería
Cabo Abdón Villouta Escuela de Ingeniería
Cabo José Polanco Escuela de Ingeniería
Marinero Tomás Alonso Escuela de Ingeniería
Marinero José Maldonado Escuela de Ingeniería
Marinero Nelson Córdova Escuela de Ingeniería
Marinero Miguel Muñoz Escuela de Ingeniería
Cabo Miguel González Escuela de
Telecomunicaciones

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s \ 119


RANGO NOMBRE UNIDAD
Ricardo Tobar Escuela de Armamentos
José Ojeda Escuela de Armamentos
Nelson Bravo Escuela de Armamentos
Cabo Julio Fajardo Base Aérea El Belloto
Cabo Luis Jonquera Base Aérea El Belloto
Henry Gómez ASMAR
Operador Ramón González ASMAR
Humberto Lagos ASMAR
Operador Víctor Reiman ASMAR

120 |Ed ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l D ip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


RANGO NOMBRE
General Alberto Bachelet
General Osvaldo Croqueville
General Sergio Poblete
Coronel Carlos Ominami
Coronel Rolando Miranda
Coronel Pedro Guerrero
Comandante de Grupo Ernesto Galaz
Comandante de Grupo Alvaro Yánez
Comandante de Grupo Alamiro Castillo
Comandante de Grupo Otto Becerra
Capitán Carlos Camacho
Capitán Raúl Vergara
Capitán Jorge Silva
Capitán Jaime Donoso
Capitán Daniel Aycimena
Capitán Eladio Cisternas
Capitán Julio Cerdá
Teniente Jorge Dixon
Teniente José Grümblatt
Teniente Alejandro Navarro
Teniente Ricardo Navarro
Teniente Pedro Pons
Teniente Humberto Frías
Suboficial Mario González
Suboficial Belarmino Constanzo
Suboficial Gustavo Lastra

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 121


RANGO NOMBRE
Sargento Juan Ramírez
Sargento Carlos Trujillo
Sargento Mario Cornejo
Sargento Miguel Guzmán
Sargento Rafael Reyes
Cabo José Yaite
Cabo José Aya la
Cabo Domingo Ibáñez
Cabo Iván Figueroa
Cabo José Carrial
Cabo José Contreras
Cabo José Jara
Cabo Francisco Maldonado
Cabo Carlos Guerrero
Cabo José Espinoza
Cabo Ornar Maldonado
Cabo Arturo Torres
Cabo José Carrasco
Cabo Moisés Silva
Cabo Osvaldo Cortés
Cabo Manuel Moya
Cabo Pedro Fontanilla
Cabo Mario Noches
Cabo José Koch
Cabo Pedro (s/n)
Cabo Héctor Rojas
Cabo Saturnino Goas
Cabo José Pérez
Cabo Mario Arenas

122 I E d ic io n e s L e Mo n d e d ip lo m a tiq u e «e l Dip l ó » |Ca p it a l In t e le c t u a l


RANGO NOMBRE
Cabo Manuel López
Cabo Alberto Bustamante
Cabo Víctor Adriazola
Cabo Ivar Rojas
Cabo Sergio Lontano
Cabo Ramón Pérez

M ilita re s c o n tra P in o ch e t |Los O tro s M ilita re s | 123


BIBLIOGRAFÍA

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Militares contra Pinochet
Se terminó de imprimir en el mes de julio de 2009
en los Talleres Gráficos Castiglioni, Hortiguera 1411,
Ciudad de Buenos Aires, Argentina.

Opcional con Le Monde diplomatique, edición Cono Sur.


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