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Jose Maria Zonta
Jose Maria Zonta
Poemas
hay un país
siete ciudades
una cordillera y un invierno
en el corazón de una mujer
no entres en avión
toma el tren de la media luna
no lleves paraguas
en fin
me controlo
me disperso
me vuelvo esencia de la saliva futura
ya ves amor
nos tocó la época de la ternura perfumada
aplaudida
manipulada
no pagues dinero
lo que realmente vale no necesita boleto
en otras canciones
en el mar
en la mano que a pesar de todo
no cesa de buscar
por ejemplo
en la hierba sí y no en el cemento
la vida no es un soldado
en manos de una granada
no es el lujo de las vitrinas ni los satélites
es la desnudez
con que te adentras en mi bosque
en los niños
y sus columpios infinitos de aire
a partir de ahora
me haré el dulce regalo de besarte
no importa
Debes morder
cada sueño que amenaza escapar
cada estrella que cae al mar
cansada de sostener el cielo
cada oleaje
cada taxi que me aleja
cada canción
cada borrón en la ventana
porque podría ser mi alma
debes morder
las pirámides para que sigan en pie
las tribus de ternura y sus tambores
la estela que dejan las ballenas al sonreír
a mis amuletos de luz
muerde
la Radio Mariposa
los treinta lunes del mes
y la lúcida oruga
que arrastra tu boca a la mía
muerde
el silencio que lentamente
se nos hará futuro
la navidad aunque no te guste
el rostro escondido en su nube
no siempre es suficiente
con que la ropa te combine
cruzar en verde
permitir que los ciegos te ayuden a pasar
y no interrumpir cuando hablan los mayores
a veces
como condimento
conviene ponerle a la sopa
un pecado
con quien menos se lo espera.
el poeta es un sietemesino
dosis de infortunio en medio de la felicidad
es una exclusión
hacen falta poetas para que haya últimos de la clase
él está atento a otras señales
Tú no me ves indefenso
desnudo
tocado por una mano extraña
discreta
que cubre con seda mis heridas
tú no me ves
inmenso
perdido
con el invierno a cuestas
luchando con mi espada de madera
frente a niños que empuñan
espadas de hierro
tú no te unes al juego
ni tomas mi lugar en el martirio
tú no ves la lluvia
el violento musgo
y el techo que espera mi menor descuido
para derrumbarse
tú no me abrigas
tú no me describes en tu carta
la peste que comienza a secar mis jardines.
pase
probemos el juego de dejar su sombra
en mis paredes
la septentrional
sujeta a continuas migraciones de pájaros
y la meridional
que corresponde a mi alma propiamente dicha
y donde mi amor milenario por ti
se ha mezclado con la población
y lo han visto acarrear agua
limpiar templos
e iniciar una nueva Dinastía.
Generaciones posteriores inventarán nuestro origen
dirán que fuimos hijos de inmigrantes
que conquistaron las grutas y robaron
el secreto de nacer como el agua
no soy un salvaje
Bebido
me vanaglorio de mis orígenes
de mis seis mil años de memoria
y de fundar una alfarería para cada mano
usada desde entonces