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Presentamos en este tercer capítulo todas las actas del Centro Artístico de Are-
quipa como pruebas de que el Realismo Arequipeño sí tuvo y tiene una Escue-la:
La que dirigiera desde su inicio el muy notable don Fernando Zeballos.
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El conjunto de egresados de la Escuela de Bellas Artes del Centro Artístico incluye a las
siguientes personalidades: Luis Oldrati, Maximiliano Telésforo Vargas, Martín Chambi,
Julio César Morales Velarde, Víctor Martínez Málaga, Carlos Trujillo Olmedo, Francisco
Mostajo, Pedro Paulet Mostajo, Antonio Guzmán Valenzuela, Luis Enrique de la Cuba,
Leoncio González, Teodoro Núñez Ureta, Federico Molina Quintanilla, Luis Ricketts,
Eduardo López de Romaña, Emilio Díaz, Enrique Masías, Carlos Álvarez, Toribio Ponce,
León Alvareda, José Miguel Gutiérrez, Higinio Bustamante, Edilberto Goycochea, Enrique
Villaseñor, Manuel Figueroa, Maximiliano Delgado, entre otros…. En realidad esta
Escuela botó por lo menos ocho promociones de artistas arequipeños, muchos de los
cuales han pasado lamentablemente al olvido. Pero también muchos de ellos son
recordados en estas páginas con cariño y verdadero orgullo arequipeño.
De entre los alumnos de esta Escuela de Bellas Artes, poseemos las listas oficiales de los
años de 1901 y 1902. En 1901 aparecen los siguientes alumnos: José M. Rivero, Moisés
González, Arturo Velando, David S. Ruiz, José S. Hidalgo, Santiago Medina, Juan Valori,
Carlos E. Tejada, José Roberto Adriazola, Alberto Bellido, Carlos Chávez Velando, José
Enrique Bellido, Andrés Montesinos, Luis Núñez Cornejo, Eduardo Montesinos, Pablo
Salinas, Juan Jordán, César A. Rodríguez, Gustavo Cayllaux, Julio L. Medina, Andrés
Núñez, Antonio Tomiche, Agustín R. Paredes, Francisco Lateros, Juan G. Vargas,
Edilberto Goycochea, Germán Acosta, Carlos Arenas, Miguel Corrales, Pedro S. Paredes,
Manuel A. González, Alberto Barrionuevo, Mariano P. Cervantes, Santiago Flores, Carlos
B. Almaraz, Tomás H. Vilca, Félix R. Paredes, Ángel García, Melquíades Zevallos, Víctor
Ricalde, Jorge Farah, Máximo Paredes, Manuel Marroquín, Amadeo Tejada, Octavio
Buelin, Jorge Buelin, Julio F. Vizcarra, Patricio Rivera, Mariano Riveros, José Díaz del
Olmo, Juan Díaz del Olmo, Maximiliano Dorador, Luis Fernando Ponce, Luis Alberto
Vizcarra, Máximo Lagos, Alberto Delgado Hurtado, Luis Delgado Hurtado, Mariano
Masías, Juan M. Franco, Lino Linares, Alberto Romero, Guillermo Vilca, José Valdés,
Santiago Wasvorth, José Rufino Escudero, Alberto Yepes, Guillermo Quirós, Ernesto
Muñoz, Luis La Rosa, Manuel Velasco, Carlos Muñiz y Rodolfo Müller.
En la lista, que poseemos, del año de 1902 aparecen casi los mismos alumnos con
algunos adicionados, lo único que queremos probar con estas listas es cómo en años de
supuestas “inciertas” actividades del Centro Artístico existen, sin embargo, listas de cerca
de 60 alumnos en su Escuela de Bellas Artes. Lo que dejamos aquí fundamentado con las
divulgaciones de la Srta. Elvira Álvarez Molina es que el Centro Artístico de Arequipa tuvo
vigencia desde 1890 hasta 1942 año en que falleció don José Gabriel Álvarez, su querido
padre, a quien cuidó la Srta. Elvira con fervor de Ángel Custodio: por el cuidado y la gran
cultura con que estaba adornada la personalidad de ese Ser encantador es que dedicó su
vida a la ayuda y cuidado de su padre: actriz y declamadora poseía una memoria
prodigiosa y nos relataba la increíble afabilidad y poder de atrac-ción personal con el que
estuvo muy dotado don José G. Álvarez. Es también necesario expresar nuestro inmenso
agradecimiento por la finura, gentileza y dadivosidad de una personalidad tan culta y
refinada. Nada nos negó, nada nos impidió; por el contrario nos ofrecía en cada visita un
té de sabor inigualable acompañado de esas galletas enormes y también sabrosas que
pareciera que ahora ya no se hornean.
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Fundación Española de Arequipa Óleo de don José G. Álvarez
“Dos veces estuvo para viajar a Europa, donde anhelaba ir para libertarse del trabajo
obreril de la maestranza y entregarse al perfeccionamiento entero del arte que amaba. En
la primera se lo quiso llevar don Juan Mariano de Goyeneche y Barreda, y en la segunda
iba a viajar con sus ahorros, pero en ambas ocasiones se frustró su intento. Entonces
nació en él la idea de reunir en un núcleo a los artistas del terruño; pero las circunstancias
no eran propicias para la iniciativa. Se dedicó por ese tiempo a coleccionar objetos raros y
artísticos para salvarlos de la desaparición. Entre los que llegó a reunir merecen
mencionarse dos dibujos de grandes dimensiones: el del Juicio Final de Miguel Ángel y el
del Triunfo de César. Así satisfacía su deseo no realizado de contemplar obras escogidas
de arte.”
“Álvarez siempre participó en las iniciativas cívicas, pero no en la política, a excepción del
lanzamiento de la candidatura de don Eduardo López de Romaña a la Presidencia de la
República por ser este señor a la sazón Presidente del Centro Artístico y muy amigo suyo.
Al crearse el distrito de Monserrat (Antiquilla) fue miembro de su Concejo, y como tal
trabajó decididamente en la realización de las obras con que se mejoró esa sección
urbana, conocida con el nombre de La Otra Banda y olvidada por el Municipio Central.”
“Álvarez perteneció al Centro Social Obrero, fundado por don Santiago Mostajo y ocupó
puestos en su Junta Directiva. Se cuenta entre los fundadores del Club de Tiro al Blanco
de Monserrat, del que fue primer Fiscal. Actualmente (1937) es miembro de la Sociedad
de Artes Plásticas, que ha iniciado la celebración de las Bodas de Oro del artista, cuya
ceremonia debió realizarse este año en el aniversario de la fundación española de la
ciudad, pero se ha aplazado a solicitud del propio Álvarez, quien no gusta del alago.
Entrada del domicilio de don José G. Álvarez en la calle Beaterio.
“En 1890 Álvarez fundó el Centro Artístico de Arequipa para emprender la enseñanza de
las artes plásticas y la promoción de todas las formas de la cultura arequipeña.
Concurrieron a la primera reunión preliminar del 6 de agosto, el pintor Benigno Cáceres a
quien se le confirió el cargo de Presidente provisional; además los pintores José G.
Álvarez, Abel Martínez, Antonio Guzmán Valenzuela, Ángel Gonzales y Pedro Alvarado,
los dibujantes Manuel J. Cuadros y Benjamín Layzequilla y el calígrafo Carlos Cornejo. El
propósito del Centro se encuentra consignado en la segunda acta, con estas palabras:
“Formar una Sociedad que tienda a desarrollar y fomentar las bellas artes del dibujo, la
pintura, la escultura, la arquitectura y sus relacionadas en Arequipa... Donde existen
personas aficionadas e inteligentes en aquellas y las cuales dejan de hacer progresos por
carecer de un centro de instrucción y estímulo, perdiéndose así las dotes brillantes con
que la Providencia ha querido favorecer a los hijos de este suelo” Tuvo Álvarez efectivos
colaboradores en el poeta, fotógrafo y pintor Manuel A. Mansilla y en un obrero
inteligente: Santiago Mostajo... El mejor diploma de Álvarez está en la dicha acta
contenido en este párrafo: “El señor Abel Martínez hizo presente que el Sr. José G.
Álvarez había sido, desde hace mucho tiempo el promotor de la idea de organizar esta
Sociedad, y que debido a su empeño y constancia y asiduo trabajo, se había llegado al
pie en el que el presente se encuentra, y solicitó, en consecuencia se le diese un voto de
gracias y se lo incorporase como Vocal de la Junta Directiva.” Ambos pedidos fueron
aprobados por unanimidad.”
“Así nació la primera agrupación de artistas que hubo en Arequipa. Cáceres no llegó a
desempeñar la Presidencia. Antes se había nombrado Director Artístico a Fernando
Zeballos. Pero en toda ocasión fue Álvarez la voluntad tesonera que servía de puntal al
simpático núcleo. Cuando el tiempo desparpajó a los socios, él y Villanueva – que fue el
último Presidente – continuaron manteniendo el sagrado fuego hasta 1931. Durante casi
medio siglo sirvió el Centro Artístico de hogar a todos los artistas del terruño y también a
los que venían de fuera: los recepcionaba y les prestaba su apoyo moral y material.
Contribuyó a la organización de varias exposiciones en Arequipa y en Lima y en cada
clausura de año se realizaba muestras de los mejores trabajos de alumnos y egresados.”
FRACISCO MOSTAJO MIRANDA.
El arte pictórico de don José G. Álvarez tuvo como motivo central todo el imaginario de
Arequipa: desde la pequeña flor del texao, hasta los volcanes que patrocinan nuestra
querida Ciudad. Lucen en sus lienzos: retratos, paisajes, bodegones y temas históricos.
Fue también artista de ornamentaciones murales y arquitectónicas. La faceta que
presentamos aquí, por primera vez, es la de su poesía, de la que también contamos con
los originales, y la que, creemos, es un tesoro para la literatura vernácula de nuestra
región. La extraordinaria personalidad de este gran patricio se comprueba con la in-mensa
capacidad organizativa y pedagógica que desarrollara con la gesta, la fundación y el
sostenimiento de la primera Escuela de Bellas Artes del Perú.
“Pedrones con Cactus” Óleo de don José G. Álvarez.
“Muchacha Arequipeña” Óleo de don José G. Álvarez.
De la eminencia, arquitecto, artista y sabio que fue don José Luis Villanueva vamos a
recurrir nuevamente a lo que escribió sobre él Francisco Mostajo Miranda:
Bellísimo adorno pre-inca en forma de disco. Antiguo Perú.
“Nació en 1872 y cursó sus estudios primarios bajo la dirección de su padre, que era
bastante versado en matemáticas, y los secundarios en el Colegio que dirigía el pedagogo
Víctor Bailly. Se dirigió a Lima a seguir la carrera de ingeniero, más los apremios de la
vida y su tendencia artística, tan connatural en Villanueva, no le permitieron sujetarse al
régimen de la escuela superior. Trabajó en Lima ahincadamente sin descuidar su
formación cultural, científica y literaria. Las bellas artes fueron las que lo atrajeron desde
muy temprano con imperativo irresistible.”
“Templo” Acuarela de don José Luis Villanueva.
“Cuando regresó a Arequipa estaba preparado para serias labores científicas. Por largos
años sirvió en la Empresa de los Ferrocarriles del Sur. Pero dotado de una sensibilidad
exquisita y susceptible, cuando se creía herido en lo mínimo, no vacilaba en despreciar
millones e irse serenamente al hambre. Así sucedió un día cualquiera, ironizado en la
empresa en la que servía, y les botó el puesto a los “gringos”. Desde entonces para
Villanueva fue ardua la lucha por la vida, pero la libró noblemente, sin rebajarse jamás,
conservando la pulcritud de su espíritu hasta el último momento de su penosa y libre
existencia. Esa manera de ser le multiplicó los sufrimientos y lo llevó al aislamiento sin ser
misántropo. Su existencia fue como un verso triste: no hubo siquiera mano de mujer que
se la alisara. Sensibilidad tan fina buscó sus desahogos en el arte, y Villanueva fue pintor
y escultor. Sobresalió en varias exposiciones y aun realizando un intenso trabajo
escultórico y pictórico, participó en algunas nobles filantropías. Fue también arquitecto en
el mejor sentido de la palabra, que no es el de albañil ni el de ingeniero, sino el de un
artista de las viviendas y de todas las construcciones. Obtuvo los títulos oficiales de
Arquitecto y de Ingeniero a través de cursos por correspondencia. Como escultor nos ha
dejado el monumento de los próceres arequipeños de la Independencia (monumento
ubicado en el Óvalos de San Lázaro) que es el único monumento artístico de la ciudad a
excepción del monumento del obispo Goyeneche, obra española.”
Tejido de Manto Paracas que aun hoy sorprende al Mundo, Ica – Perú.
Monumento a los Próceres Arequipeños de la Independencia del Perú – Obra del
Arquitecto, Ingeniero, Escultor, Pintor, Científico y Sabio don José Luis Villanueva Dávila.
Aquí veamos el único escrito que dejó don José G. Álvarez sobre don Fernando Zeballos:
“FERNANDO ZEBALLOS
“Retrato del Deán Juan Gualberto Valdivia” por don Fernando Zeballos “El Viejo”
“Y gran satisfacción la mía al ver allí reunidas verdaderas obras de arte: dibujos,
acuarelas, grabados de artistas eminentes. Obras todas que tan vivamente contrastan con
las oleografías en boga: frías y monótonas, horripilantes a fuerza de vulgaridad.”
“Y allí también pude ver muebles antiguos de la época del Renacimiento, tapices
venecianos con heráldicas cifras y aristocráticas coronas; al lado de una preciosa
cinceladura de aventajado discípulo de Cellini, una crátera griega del tiempo de Pericles, y
junto con una lámpara romana de bronce extraída de Pompeya algún enigmático utensilio
de los Incas y de los aztecas.”
“¡Adiós sueños ambiciosos de los primeros años, sueños de gloria, hermosos lienzos
históricos dignos de decorar suntuosos palacios de París o Roma, quedaos allá, flotando
en los aires de los museos, en el Louvre, en el Prado, en las Lagunas Pontinas o en las
risueñas y sin iguales playas del Vesubio, que el Atlántico es una faja aisladora para toda
manifestación un poco alta del espíritu!”
“Este contraste, esta lucha entre el cariño al terruño y el amor al arte, estos dos deseos
antagónicos de irse y de quedarse son matantes para un temperamento artístico,
enervan, anulan... Alteran cuando menos el carácter y en este caso son harto dis-
culpables las genialidades y los accesos de mal humor, que en Zeballos, entre parén-
tesis, son insignificantes.”
“Pero no vaya a creerse por lo que he dicho que Zeballos no hizo otra cosa que retratos.
Son éstos su principal fuente de recursos, aunque no de emociones. ¡Vaya Usted a
encontrarlas en 60 veces sobre 100 antiestéticas fisonomías burguesas rayanas en lo
grotesco, cuando no en lo deforme y en cuyos ojos se buscaría en vano aquella chispa
espiritual de la inteligencia y del carácter que embellece las cabezas más incorrectas!”
“Sus emociones de artista las encuentra Zeballos, cuando no tiene la suerte de que
alguna de las hermosas hijas del Misti le envíe su fotografía o cuando no puede trazar los
rasgos inteligentes de algunas de nuestras conciudadanas distinguidas, en el paisaje o en
la historia.”
“Descuella sobre todo en el primero “et pour cause” tiene el modelo en su delante; nuestra
alegre campiña, al paso que para el asunto histórico le hacen falta los trajes, los
documentos, el modelo vivo.”
“Los paisajes, a mi juicio, nada tienen que envidiar a muchísimos de más allá del
Atlántico. Su paleta es rica en matices y nadie excederá fácilmente a Zeballos en rendir
los difíciles tonos del terreno, la transparencia del cielo y las infinitas tintas que partiendo
del rojo y acabando en el violeta dan la sensación del verde. Sus paisajes son
magistrales, sin hipérbole.”
“En la actualidad Zeballos tiene su estudio en la calle de la Prefectura. Allí trabaja todo el
día en medio de sus más queridas “joyas” aquellas de las que nunca ha querido
deshacerse: una magnífica copia del retrato de Enrique IV de Velázquez y otro cuadro
soberbio de Alonso Cano, que le recuerdan sus años de academia. Tiene dibujos y
bocetos originales de Watteau, de José Balaca y del ilustre Fortuny amigo y compañero
en Roma.”
“Su colección de aguas fuertes y tallas dulces entre las que hay algunas de Rembrandt,
de Tiépolo y de Alberto Durero y que él vigila con el ojo avaro de un coleccionista, es
probablemente la mejor de Sud América.”
“Allí van frecuentemente estos pocos destornillados que se aventuran de pensar en arte
en estos países de prosa, allí se fuma, se departe alegremente sobre cosas bellas y ¿por
qué no decirlo también? se murmuran algunas cosas con acritud de la olímpica indolencia
con que gobiernos y corporaciones miran o no miran el arte que tanto con-tribuye a
civilizar, pulir y ennoblecer a las naciones.” JOSÉ G. ÁLVAREZ.
Entre las bellezas de las pinturas de don Fernando Zeballos podemos describir algunas
de ellas: Hermosos paisajes, dibujos muy afinados, gustaba mucho de lo que aquí se
denominó el “romanticismo tardío”, es decir pintaba Ruinas primorosas, trozos de gran-
des esculturas, retratos muy perfectos, acuarelas ligeras, livianas, dulces, transparentes
sus proyectos para obras de historia los realizaba con dibujos acuarelados, o témperas.
Personalidad de gusto muy exigente pero de maneras, muchas veces coléricas, airadas,
de allí que lo apodaron como “El Viejo”.
Don Francisco Mostajo, en “El Pueblo” del 15 de agosto de 1940 dice: “El color en nuestra
comarca de sol, sin otro claroscuro que el del crepúsculo vesperal, en que se recoge una
impresión religiosa, también ha tenido sus enamorados que pugnaron con numen, para
que, en el lienzo tuviera la llama de la vida que en la naturaleza o en la humanidad. Y el
alma romántica de Arequipa se encarna en dos pintores: Fernando Zeballos, en las viejas
generaciones, y Enrique Masías en las nuevas. Zeballos, como formado en Italia, como
compañero de Fortuny, como amigo de los Bécquer, el dibujante y el poeta, tiene la
destreza del colorido de los países en los que hay escuela… En sus “cielos” está su alma
arequipeña; en sus “ruinas” su raíz indígena, en sus temas de Shakespeare o Goethe, su
romanticismo, en sus paisajes su triunfo.”
Don José G. Álvarez sentado con don Santiago Mostajo. Atrás parado don
Francisco Mostajo fue desde muy joven socio activo del Centro Artístico de Arequipa,
abogado y uno de los más conspicuos arequipeñistas. Dejó importantes trabajos de
poesía, derecho, historia, sociología, periodismo y literatura sobre nuestra ciudad de
Arequipa.
Fotografía de doña Julia Falcón de Baca-Flor de muy avanzada edad.
CARLOS JIMÉNEZ.- Uno de los artistas olvidados del siglo XIX. Nació en Arequipa y
estudió en Lima y en Europa. Vivió por temporadas en el Perú, dentro de la bohemia de
fin de siglo. En 1870 tenía su estudio en Lima. En 1893 ganó un premio internacional de
pintura. Al comenzar el siglo XX vuelve a París y desaparece para siempre. Admirables
fueron sus “Marinas” e “Interiores”, de dibujo muy fino y seguro.
JOSÉ BENAVIDES GÁRATE.- Apodado “El Ñato”. Nació en Arequipa, muy buen dibu-
jante, uno de los mejores afichistas y artista satírico del Perú. Trabajó con la revista “La
Semana” como caricaturista. Sus creaciones “alegóricas” y publicitarias tuvieron un gran
nivel.
GASPAR MONTEAGUDO.- Nació en Arequipa. Fue otro talento sin escuela. Autodi-dacto:
pintó paisajes arequipeños a la acuarela muy buenos. En Lima conoció el éxito, pero
pronto se perdió en la bohemia.
ENRIQUE MASÍAS.- Nació el año de 1897. Se le conoce más como arequipeño. Huérfano
de padres: fue criado por sus tías las señoritas Grimanesa y Narcisa Masías Puertas,
quienes fomentaron su vocación artística. A los 17 años se inició como fotógrafo llegando
a alcanzar premios en el Sur y en la Capital del Perú; fue elogiado por Teófilo Castillo.
Luego se dedica de lleno a la pintura, bajo la dirección de don José G. Álvarez, llegando,
con su muy singular personalidad también a un arte pictórico tan vibrante que le abrieron
las puertas de muchos lugares. Fue muy amigo de Carlos Álvarez Molina con quien
desarrollaron una pintura muy fuerte y decidida. El año de 1918 expone fotografías en los
Salones de Arte de Max T. Vargas y en el 25 de noviembre del mismo año viaja con
Pedro León Oviedo a “La Paz” presentando allí fotografía artística y óleos. Regresa al
Perú y entre 1919 y 1923 viaja por Mollendo, Ica, Pisco, Chincha Alta, Lima, Trujillo,
Chiclayo, Piura, Catacaos, Paita, Cusco, Sicuani y Puno donde conservan hermosos
cuadros de Masías. Luego entre los años de 1923 y 1926 recorre Ecuador, Colombia,
Venezuela, Costa Rica, Nicaragua, El Salvador, Guatemala y La Habana; regresando de
nuevo al Perú y permanece 6 meses. A mediados de 1927 viaja a Puno invitado por la
Municipalidad Provincial y luego viaja a Bolivia, Argentina y Brasil, donde el 21 de
diciembre de 1927 fallece, en circunstancias poco claras.
CARLOS ÁLVARES MOLINA.- Hijo de don José G. Álvarez, de vena artística familiar y de
quien guardamos acuarelas y óleos; muy amigo de Enrique Masías. Con el que
desarrollaron una intensa bohemia y aventura artística. El destino los unió y en los pocos
años que pintaron el destino también los haría grandes.