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REMIJIO ROMERO Y CORDERO

NOMBRE: Sebastian Diaz

FECHA: 25/04/20023

CURSO: 1ro A

LIC: Guadalupe Cadena

TEMA: Mujeres ecuatorianas de las


artes plásticas

AÑO LECTIVO: 2022-2023


Yela Lofreddo

Yela Lofreddo mas conocida como la madre. Nacio el 22 de junio de 1920, en


una familia muy inclinada por el arte. Su padre fue Salvatore Alfreddo y su
madre, Julia Rodríguez Coello, esta mujer incursiono en el arte plástica y
escultórico en aquella época muy pocas mujeres lo hacían, aquella le daría el
título de pionera.
En 1942, cuando se casó con Paul Klein, se despertó lo artístico de Lofreddo,
según algunos lugares dicen que la familia Hans Michaelson fueron quienes
animaron a Yela a introducirse en el mundo de las artes plásticas.
Michaelson, que aparte de su amigo fue su profesor, y él fue quien descubrió el
potencial de Yela y el junto al profesor Alfredo Palacios, la entonces futura
escultura comenzó su aprendizaje de esta técnica. Complementariamente
estudio arqueología en la casa de la cultura del Guayas. En 1966 enamoro a
los críticos de la Gran Muestra Nacional Testimonio plástico de Guayaquil.
Trabajadora hasta más allá del cansancio, Loredo fue directora del Museo
Municipal en el 70, tras haber fundado la Asociación Cultural Las Peñas, en el
66.
Melvin Hoyos, exdirector del mencionado museo, recuerda a la artista como
una persona muy activa, siempre buscando la manera de incrementar los
fondos
patrimoniales de la institución, que en ese momento se encontraba sin dinero.
Cuando se hace una gestión de esa índole, sin recursos económicos,
realmente lo que te mueve es el amor por lo que haces, y Yela se movía como
hormiguita buscando en consulados, embajadas y empresas padrinos, así
como consiguiendo cosas para el museo explicó.
Su sobrina Sicilia Loffredo lo corrobora, pues dijo que, para su tía, no había
nada imposible. “Hablaba con cualquier persona que necesitaba y conseguía lo
que quería para su arte”.
Para Hoyos, Yela Loffredo y Lidia de Abad Valenzuela son las directoras más
productivas que tuvo el Museo Municipal en el siglo XX. “Como gestora cultural
y directora, Guayaquil le debe mucho”, admitió el historiador Hoyos.
Además, sin la Asociación Las Peñas, la difusión de las pinturas se hubiera
demorado enormemente en Guayaquil. En 1978 fue designada directora del
Departamento Cultural de la Escuela Superior Politécnica del Litoral donde se
encargó de implementar el Lunes Cultural.
Según su sobrina, esta iniciativa lograba abarrotar el teatro de la Espol.
“Artistas nacionales se presentaban y compartían su talento. Había tanta gente
que algunos se quedaban afuera”, comentó.
La década de los 80 fue una época muy productiva para Yela Loffredo,
especialmente cuando su exposición sinfonía de las obras le garantizó
aplausos, elogios y las mejores críticas.
Pero más que sus logros personales en el campo artístico, Loffredo era muy
considerada entre sus colegas por su actitud alegre y su humildad a la hora de
ayudar. Ya sea que la encontrara pintando en el taller de su casa o
contemplando la vista del manso Guayas desde su balcón, cualquiera que vaya
a visitarla era bien atendido
Abría sus puertas para ayudar y aconsejar a los artistas de cualquier parte, y
además les brindaba un cafecito pasado, especialmente en la tarde. Eso no
podía faltar.
Su hija, Denisse Klein, la recuerda como una persona completamente
desprendida. “Estaba presta para ayudar a todo el que la necesite”.
Tal fue así que, de acuerdo con Klein, la idea de los Lunes Culturales de la
Espol nació a partir de la firme creencia de que todas las personas debían
tener acceso a actividades culturales y que el arte no solo se debería relegar a
las élites. Loffredo fue merecedora de varios premios en toda su vida, entre
ellos el premio Luz de América en 1992, el diploma de la Fuerza Terrestre y de
la División del Ejército Libertad en reconocimiento a su altruismo y espíritu
cívico, en 1998, y el Eugenio Espejo en 1999.
Falleció el 16 de mayo, antes de cumplir 100 años. Dejó un gran patrimonio
cultural para Guayaquil y el Ecuador.
Pilar Bustos

María del Pilar Bustos Romoleroux nació en Quito, Ecuador en 1945. Es hija de


Pedro Bustos de nacionalidad chilena y Susana Romoleroux de nacionalidad
ecuatoriana. A temprana edad se mudó a Chile, donde en los campos
de Chillán empezó su interés por la pintura y los caballos. En 1961 se mudó
a Cuba e inició allí sus estudios artísticos en la Escuela Nacional de Arte, en el
barrio de Cubanacán al oeste de La Habana. Allí inició su vida como artista
con sus primeras exposiciones.

En 1965 abrió su primera exposición. Pasó la mayor parte de su vida en Cuba y


Chile. Ayudó a los jóvenes, en Chile, a expresarse mediante el arte durante del
gobierno socialista de Salvador Allende. Fue premiada en 1966 y 1967 por la
pintura de sus murales. En 1980 obtuvo una mención en el Concurso de Dibujo
y Poesía sobre la Danza en la Universidad Autónoma de México.

Fue maestra en la Escuela de Artes en la Universidad Central del


Ecuador y en la Universidad San Francisco de Quito.   Es fundadora y
actualmente preside el Colectivo de Artes Cienfuegos. Continúa
produciendo sus obras con amor y pasión.

Las obras de Pilar Bustos están orientadas a la construcción de la


figura humana.

RECONOCIMIENTOS

Premio Adquisición y Premio Ingreso a la Unión Nacional de Escritores y


Artistas de Cuba 1965, Primer Premio Realización Mural Ciudad Sandino, Cuba
1966. Segundo Premio Mural Parque Universitario, La Habana Cuba 1967.
Mención Concurso Internacional de Dibujo y Poesía sobre la Danza,
Universidad Autónoma de México, México 1980. Premio a la Excelencia Primer
Salón Femenino de Pintura, Cuenca Ecuador 2005. Docencia: Escuela de
Artes; Facultad de Arquitectura de la Universidad Central del Ecuador. Facultad
de Arte, Universidad San Francisco Quito Ecuador.2015 Premio Eugenio
Espejo Ecuador.
Gilbert Araceli

Araceli Gilbert nació en Guayaquil el 6 de diciembre de 1913. Hija del Dr. Abel
Gilbert, fundador de la Clínica Guayaquil, y de María de Elizalde Bolognesi, es
educada en un ambiente refinado y aristocrático.
Se vinculó con movimientos progresistas y contestatarios que definieron
preocupaciones sociales e inclinaciones políticas de izquierda. Fue la pintora
ecuatoriana más importante del siglo XX; junto a Manuel Rendón, ha sido
responsable de la introducción del arte no figurativo en el Ecuador. Formó parte
de la élite intelectual guayaquileña junto a su primo, el escritor Enrique Gil
Gilbert y su esposa Alba Calderón, en la Sociedad de Escritores y Artistas
Independientes.
Realizó numerosas exposiciones en Europa y Latinoamérica. En 1960 ganó el
segundo premio en el Salón de Octubre de Guayaquil y al año siguiente ganó
el primer premio en el Salón Mariano Aguilera, en Quito.
También representó al Ecuador en la Bienal de Sao Paulo, en la Bienal de La
Habana y en la Bienal de Coltéjer en Medellín. En 1989 el gobierno le otorgó el
Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo. Su estilo constructivista abrió el
camino para las futuras generaciones de artistas abstractos ecuatorianos.
Murió en Quito el 17 de febrero de 1993.
Exposiciones

1953: Febrero, Galería Arnaud – Oleos, París, Francia. 1954: Abril, Galería


Arnaud – Litografías, París, Francia. 1955: Junio, Museo de Arte Colonial,
Quito, Ecuador. 1956: Enero, Sturegalleriet, Estocolmo, Suecia. 1957: Mayo,
Asociación Brasilera de Prensa, Río de Janeiro, Brasil. 1958: Abril,
Gummesons Konstagallerie, Estocolmo, Suecia. 1959: Julio, centro
Ecuatoriano Norteamericano, Quito. 1960: Agosto, Casa dela Cultura
Ecuatoriana, Guayaquil, Ecuador. 1972: Enero, Galería Altamira, Quito,
Ecuador. 1975: Julio, “Retrospectiva”, Pinacoteca Moderna del Museo
Municipal, Guayaquil, Ecuador. 1975: Galería Caspicara, Muestra de joyas,
Quito, Ecuador. 1976: Diciembre, Centro Ecuatoriano Norteamericano, Muestra
de Joyas, Guayaquil, Ecuador. 1979: Abril, “Retrospectiva”, Museo Banco
Central del Ecuador, Quito, Ecuador. 1985: Octubre, La Galería, Quito,
Ecuador. 1989: Noviembre, II Bienal internacional de Cuenca, Invitada de
Honor, Cuenca, Ecuador.

Alba Calderón
Alba Calderón nació el 27 de julio de 1908, en la Hacienda Vuelta Larga sobre
el río Teaone, en Esmeraldas. Su infancia estuvo marcada por algunos eventos
trágicos, como la temprana muerte de su padre, quien no sobrevivió a un
disparo en su pierna en el combate de Las Piedras de 1914, o la pérdida de
varios familiares, e incluso su hermano mayor, Enrique, por enfermedades que
en ese tiempo no tenían cura, como la viruela. Alba creció en un ambiente
donde la guerra y la enfermedad estaban siempre presentes.

Por ahí, por 1920, Alba ya se empezaba a dibujar y a recitar. Por ser
reconocida como “excelente alumna”, recibió una beca de la Municipalidad de
Esmeraldas que le permitió estudiar en el colegio mixto Normal Juan Montalvo
de Quito; tiempo después, se cambió al Manuela Cañizares, que recién se
había fundado y era solo para mujeres, pero tampoco se quedó allí. Alba
decidió entrar a la escuela de Bellas Artes, donde estudió tres años y fue
compañera de figuras del arte ecuatoriano como Piedad Paredes, Leonardo
Tejada y Germania Paz y Miño.

Según la investigadora Eulalia Vera, quien dedicó gran parte de su tesis a Alba
Calderón, la presencia de mujeres en el medio artístico de los años 30
solo fue posible en el contexto del proyecto liberal de Estado-nación, que desde
principios del Siglo XX instauró la educación laica que incluía a las mujeres.
Ese fue, según Vera, lo que hizo posible que artistas como Alba o Germania
Paz y Miño y Piedad Paredes hayan podido, en palabras de ella “integrarse a la
vida pública y productiva, en pro del mejoramiento de sus condiciones de vida”.

A principios de los 30s, Alba, sin aún haberse graduado de Bellas Artes,


decidió irse a vivir a Guayaquil con a su tía Escalda Zatizabalde Soto. Allá
empezó a dar clases de dibujo y pintura, y pronto se convirtió en una maestra
bastante cotizada, pero, sobre todo, empezó a nutrirse y formarse como artista.

En 1933 conoció al escritor Enrique Gil Gilbert, por medio de Demetrio Aguilera
Malta, y se enamoró. Se casaron en Pascuales en 1934, su tía fue su madrina
de bodas, y Joaquín Gallegos Lara, su padrino. Un año después, nació su hijo
Enrique Gil Calderón. 
Con Enrique, fueron una pareja de intelectuales que compartía ideales. Los dos
eran comunistas y luchaban por los derechos de los desposeídos. Ninguno
toleraba las injusticias sociales y ambos militaron en el Partido Comunista. En
palabras de ella: “Actuábamos en nuestra política del Partido y los fines de
semana salíamos al campo, en labores políticas a todo el Litoral o a pasear en
la isla Santay, Posorja o Data.”  

En sus cuadros, Alba retrata a los que no habían sido retratados, al cholo y la
chola y la montubia y la india de la sierra. Ella siempre decía que su mejor
modelo era el pueblo. Ella sabía que, para pintar, hay que, principalmente,
observar; fijarse en los detalles que otros ignoran. Y aquí el gran ignorado
había sido el pueblo mismo.

Su pintura es un canto a las labores cotidianas, muchas veces domésticas, ya


sea en el campo o la ciudad; cualquier acontecimiento cotidiano es digno de
celebración en su obra, como el tejer o el lavar la ropa. Su mirada concibe al
acontecimiento diario, a las labores obreras, como épicas, reivindicándolas en
sus valores casi siempre invisibles. Así, los obreros, las mujeres, se vuelven
nuevos héroes, heroínas, de las pequeñas batallas diarias.  

En la dictadura militar de 1963, Alba fue apresada y desterrada a Chile. Su


casa fue saqueada, y luego, el Banco de Descuento la remató mediante un
juicio hipotecario.

Sus obras de arte, sus documentos, sus libros y los escritos inéditos de su


esposo fueron quemados. Ahí se perdieron para siempre muchos de sus
cuadros y varios cuentos de su marido, como Las casas que guardan los
secretoso la novela Historia de una inmensa piel de cocodrilo.
Paradójicamente, mucho del trabajo de ellos, que tanto habían luchado por
recuperar y visivilizar la memoria, se había convertido en cenizas. 

Tristemente, la obra que quedaba de Alba, la que no fue quemada, fue


extraviada. Esto hizo que, a la mitad de su vida, ella abandone la pintura.
Cuenta Alba que solía viajar mucho con su esposo. Iban a reuniones con
artistas y poetas de todas partes del mundo. “Francamente a mí me cansaba
esa vida que solo es linda momentáneamente”, decía ella. Una temporada en
la que pasaron seis meses en Nueva York, en el Greenwich Villaje, un colega
suyo, Max Jiménez, le consiguió una exposición en el Comodoro Hotel. Alba
expuso unos treinta cuadros que había pintado durante ese año, algunos de
gran formato. La exhibición fue exitosa, pero cuando tuvieron que volver al
Ecuador, Alba encargó su obra a un colega suyo, Leónidas Avilés Robinson, en
quien, en sus propias palabras, “confiaba como en un hermano”.  Pero lo que
pasó fue insólito.  Robinson dio por perdida toda la obra de Alba. “Por más que
tratamos de recuperar la obra por intermedio del Cónsul de Nueva york, Alfredo
Rojas. La pérdida de los cuadros y la falla del amigo me decepcionaron del
oficio de artista, a pesar de que nunca había pintado para vivir de ello, aunque
lo comprendo en los demás. Casi todos mis cuadros los he regalado. Vendí
cuatro o cinco a museos, dos en Estados Unidos, uno en Perú y uno en Chile.
Resolví desde la defraudación señalada, dedicarme por entero a la militancia
política y social”, dice un valioso testimonio de Alba rescatado por Rodolfo
Pérez Pimentel.

La obra de una de las más brillantes artistas ecuatorianas, quedó marcada por
la desmemoria y la negligencia. Aunque Alba dejó la pintura, “cualquier cosa
que tocaran sus manos tenia calidad estética”, continúa Pimentel. Hacía cosas
simples y bellas. Por ejemplo, hubo un año que hizo un dibujo cada mes, a
manera de ilustración; confeccionaba muñecas, pintaba platos decorativos de
cerámica con motivos precolombinos, hacía algunas labores de diseño junto a
Julieth Gutiérrez. “Hasta los apliques para los uniformes de los coreutas
universitarios del conjunto que su buen gusto. Las decoraciones efímeras para
eventos de su dirección, fueron verdaderas instalaciones plásticas” dice
Rodolfo Pérez Pimentel. 

Junto a Germania Paz y Miño y Piedad Paredes, Alba Calderón fue parte
indispensable del Realismo Social pictórico en Ecuador, un movimiento
artístico, que, como toda vanguardia, era muy masculino. Paradójicamente, los
que querían dar voz a los sin voz, se olvidaron de las otras voces, esas que
también contaban historias maravillosas que han permanecido en silencio. El
hecho de que la obra de Alba haya sido injustamente quemada y extraviada
parecería una metáfora de la desmemoria de la que han sido presa las mujeres
en la historia ecuatoriana.

Alba murió en Guayaquil en 1992.  Sus obras se han expuesto en Quito, Lima,


Bogotá, Caracas, Santiago, Nueva York y París. Recibió varios premios y
homenajes dentro y fuera del país por su trabajo como artística y activista,
entre esos, de la Federación Democrática Internacional de Mujeres, del
congreso Nacional, de la liga Alfabetizadora del Ecuador, de la casa de la
cultura, de la Universidad de Guayaquil, de la agrupación Cultural Las peñas y
de la Sociedad Femenina de Cultura. En las palabras de Leopoldo Benítez
Vinuesa: «…Ha sido llevada a la vocación artística por una doble inclinación la
necesidad de expresión que le es inherente al artista y la necesidad de lucha
que es inherente al reformador social. De allí que su arte, siendo un arte de
impulso creador autónomo, sea al mismo tiempo un pregón de combate y un
grito de protesta». Sin embargo, en Ecuador, cuando se habla de Realismo
Social, aún es difícil precisar su nombre.    

BIBLIOGRAFIAS

https://mandragorateatro.org/alba-calderon-2/
https://www.eluniverso.com/guayaquil/2020/11/05/nota/8038384/yela-loffredo-
mujer-perfil-mujer-entregada-arte/

https://www.eluniverso.com/guayaquil/2020/11/05/nota/8038384/yela-loffredo-
mujer-perfil-mujer-entregada-arte/

https://es.wikipedia.org/wiki/Pilar_Bustos

https://mandragorateatro.org/pilar-bustos-2/

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