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ENSAYO DE “RESPIRANDO EL CARIBE” (Pág.

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ESTUDIOS CULTURALES DEL CARIBE II

Por: JULIO MANUEL SALAS REDONDO


Estudiante de Música Profesional – Énfasis de Composición

MARIANO SEGUNDO TORRES MONTES DE OCA


Profesor de Estudios Culturales del Caribe

UNIVERSIDAD DEL ATLANTICO


Facultad de Bellas Artes
2020
¿QUE ES LO QUE SE LLAMA CARIBE COLOMBIANO?

Por encima de la visión que cada cual pueda tener del Caribe nos interesa
simplemente mostrar cuál es su sentido. Para evitar una larga disertación
académica, citaremos algunos ejemplos de las visiones geográficas que han
contribuido a formar el Caribe colombiano.
En esta lectura que nos brinda el compilador Ariel Castillo Mier nos comenta que
existen dos visiones, Visión interna y Visión Externa.
VISIÓN INTERNA
Se le llama visión interna a aquella que nos expresa la población, lo cual nos
explica de como se veía el caribe colombiano, a causa de lo cual ellos
denominaban caribe colombiano llamándola Costa Atlántica. También nos explica
la gran perdida geográfica que han tenido en todo el territorio caribeño, también
explica uno de los tantos logros más importantes que ha obtenido en el proceso de
regionalización de Colombia.
VISION EXTERNA
Una visión externa sobre la región es la de Jacques Gilard, uno de los mejores
caribólogos franceses quien en su monumental tesis de geografía cultural, “García
Márquez y el Grupo de Barranquilla”, la más importante que se haya escrito sobre
una región en América, plantea que para entender a García Márquez es necesario
considerar el mundo de donde había salido. Gilard señala que hemos dicho que él
se comporta como un hombre de la Costa, región de la cual hemos señalado
ciertas particularidades, al menos para establecer un contraste con el interior
andino de Colombia. Además, hemos destacado ese rasgo fundamental de un
escritor que, sin dejar de ser colombiano, se define en función de la cultura Caribe.
Según Gilard, García Márquez, sin dejar de ser colombiano, pasó a pensar como
caribe, no sólo como costeño. Con apoyo en un inmenso acervo
documental, Gilard demuestra que la universalidad del escritor se obtiene a partir
de una visión del Caribe más que de cualquier otra visión.
Una historia regional escribe que: El Caribe colombiano es conocido
indistintamente como el litoral, la costa atlántica y la costa y para los propósitos de
este trabajo se define por los límites de los antiguos estados soberanos de Bolívar
y Magdalena; no conozco un solo documento del siglo XVIII que contenga un
estimativo aproximado de su área. Algunas regiones de Nicaragua, se denominan
Atlánticas pese a que una institución universitaria lleva el nombre de Universidad
de las Regiones Autónomas de la Costa Caribe de Nicaragua, URACCAN. Lo
mismo sucede actualmente en Costa Rica, Honduras y Panamá, en donde el
término Costa Atlántica se utiliza todavía en las cartas oficiales.
En el siglo XIX, antes de la Independencia, Colombia no existía. Sin
embargo, orientada por un sentido mítico de comunidad imaginada la historia
patria supone que se trata de una entidad que siempre ha existido y siempre
existirá, de manera que comienza su relato desde los pobladores originales
llamándolos los primeros colombianos o los primeros habitantes de Colombia.
Pero lo que sí existía era el mar Caribe, del cual tomaron su nombre todas las
regiones costeras, por lo menos a partir del siglo XVI, cuando se inició la Leyenda
Negra del caribe antropófago, y expresamente desde 1775, como se puede
apreciar en la mayoría de las cartas geográficas inglesas de la época. Por esa
época, el Caribe, ancho y profundo, a pesar de haber sido el campo de disputas
de las potencias europeas, en vez de separar, unía.
Hoy nadie llora en Colombia los territorios perdidos, salvo tal vez Panamá, cuya
herida sigue sangrando en la historia patria. Con la pérdida de Panamá se perdió
también la oportunidad de haber sido el centro del mundo, como lo había visto
Bolívar desde la Carta de Jamaica, una posición geoestratégica ambicionada por
las grandes potencias coloniales de la época, que Colombia no pudo entender.
Sólo los habitantes del archipiélago de San Andrés y Providencia extrañan los
territorios que antes podían recorrer libremente cuando el Caribe no tenía dueños
y constituía un territorio común, que ellos habían contribuido a fundar desde el
siglo pasado.
Se han firmado tratados con Costa Rica y Honduras que los respectivos
congresos no quieren ratificar. Nicaragua a pesar de que desistió de sus reclamos
sobre San Andrés sigue intentando negociar las áreas de plataforma continental
que quedaron en posesión colombiana al oriente del meridiano 82. Con las Antillas
mayores los tratados parecen resistir el tiempo. Con Venezuela no sucede lo
mismo.

El Caribe colombiano es uno de los sitios geográficamente más variados de la


tierra: posee la montaña litoral más alta del mundo, 5.775 metros, los tipos de
vegetación más diversos, desde las zonas subdesérticas tropicales hasta bosques
más húmedos en la parte baja, correspondientes a los diversos gradientes de
humedad y prácticamente todos los climas correspondientes al gradiente de
altitud. Asimismo, el Caribe es dueño de una de las áreas de humedales más
importantes del mundo, 320.000 hectáreas inundadas en forma permanente, y
9000.000 de hectáreas que se inundan por más de 6 meses, lo mismo que la isla
fluvial más grande de la tierra, Mompox, la que, sin embargo, aparece todavía en
los mapas del IGAC como tierras inutilizables, millones de metros cúbicos de la
cuenca del río Magdalena. Junto a esta inmensa cantidad de agua aportada por la
vertiente caribe, se depositan en los suelos aluviales anualmente más de 133
millones de toneladas de sedimentos, es decir, 5.66 toneladas por
hectárea, repartidos en una superficie de más de 257.438 kilómetros cuadrados de
tierras planas.
Por las características del medio, el Caribe colombiano se diferencia
notablemente, tanto desde su parte oceánica, con su archipiélago, como por su
área aluvial, tanto por su zona montañosa como por su área desértica, pues cada
una estructura un paisaje diferente.
El predominio de este eje muestra claramente las funciones jerarquizadas del área
sobre el resto de la región, y ejerce, hacia su interior, un efecto extremamente
centralizador y concentrador, sólo comparable al que puede ejercer Bogotá sobre
su entorno andino y nacional.
Colombia en la Enciclopedia Geográfica Universal Reclus, advierte claramente la
organización espacial en la región estructurada a partir de la primacía urbana, con
un hinterland prácticamente vacío de urbanización, con unos centros medianos y
pequeños que, a pesar de servir, en ocasiones, como centros de relevo de las
grandes ciudades, no permiten la formación de una red de servicios que retenga la
población rural.
El sentimiento, más que el sentido de pertenencia a la nación, es otro de los
elementos que contribuye a diferenciar los espacios territoriales. Desde este punto
de vista, se pueden diferenciar tres posiciones generales al menos en el Caribe
continental y otra en el Caribe Insular.
La parte sur del Caribe occidental ha sido el asiento de culturas indígenas cuya
importancia se mide por el aporte tecnológico a procesos como los de la invención
de la cerámica utilitaria, la orfebrería del oro y la domesticación de la yuca. Estos
procesos se presentaron en el territorio de lo que muchos años después sería
Colombia, pero no se ha sabido evaluar en su significado cultural, ni forman parte
de los elementos que fortalecen la identidad regional y nacional. Estos grupos, por
encima de sus divisiones, son básicamente gentes del Caribe, no por sus
afinidades culturales entre sí, sino por su capacidad de asimilación a los
demás, que es el rasgo caribe más importante.
Uno de los factores más importantes de estructuración en una región es el de la
aceptación de sus diferencias tanto por los conciudadanos del país, como por la
comunidad internacional. Este reconocimiento se manifiesta en la capacidad de
aceptar formas de manejo de la cuestión regional diferentes para cada región.
Otro ejemplo es el de Isabel Clemente quien estudia la educación en la isla de San
Andrés entre la llegada de los primeros misioneros católicos ingleses y 1986. En
su obra, Clemente examina la imposición de una cultura nacional que implanta la
religión católica, la lengua española y la raza blanca provocando un intenso
proceso de colombianización en la primera mitad del siglo XX. Estos dos casos de
tratamiento a la cultura del Caribe como extranjera en su propio país, muestran la
intolerancia del centro con las diferencias regionales y expresan las dificultades en
las que han tenido que vivir las particularidades regionales, incluso después de
aprobada la Constitución de 1991. 
Todavía hay trazas de la hegemonía que el centro intentó imponer con la
Constitución de 1886, cuando se construía la nación desde el gobierno
central. Hoy, al menos desde la perspectiva del ordenamiento constitucional, las
cosas han cambiado, y es la oportunidad para el Caribe de mostrar cómo se
puede construir nación desde la región.
Por ello, en este proceso, la visión geopolítica que la nación tiene hacia sus
regiones es uno de los elementos fundamentales de su proceso de estructuración.
Desafortunadamente, ni el gobierno central ni la Cancillería han podido cambiar la
visión parroquial que sólo concede importancia al centro. Prueba de ello es que las
manifestaciones separatistas en San Andrés, Cúcuta, Juradó, etc., se siguen
viendo como episódicas, coyunturales o pasajeras, como cosas que suceden
donde termina y no donde empieza Colombia.
La prioridad del manejo geopolítico debe ser una de las consideraciones
fundamentales en el proceso de reestructuración de la Nación en un periodo de
globalización creciente, cuando las regiones fronterizas están más tentadas de
formar parte del mercado mundial que del nacional.

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