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Demócrito, Empédocles y otros

presocráticos.
Antes de ver a Demócrito, Empédocles, aclaremos su ubicación
dentro de un Esquema hecha en base a las distintas posturas en
cuanto al arché, el principio de todas las cosas.

En otros artículos hemos visto a Escuelas presocráticas y sus


exponentes, Lo novedoso es que a los anteriores lo podríamos
clasificar como Monistas, esto por plantear un solo elemento
como arché de las cosas, por un lado, los Monistas Dinámicos,
Heráclito entre otros; y por el otro, los Monistas Estáticos,
Jenófanes y Parménides a la cabeza.

Ahora veremos en primer lugar Empédocles un Ecléctico de Sicilia


y luego a los Pluralistas, que clasificaremos en Homogéneos y
Heterogéneos.

Empédocles  (ca. 490-430)


 
Nacido en Agrigento (Magna Grecia) Empédoclesconstituye un
personaje extraño, de múltiples facetas; fue médico, político y
sacerdote expiatorio, y mientras algunos vieron en él un semidiós,
otros lo consideraron tan sólo un charlatán. Se dice que murió
arrojándose al cráter del Etna. Parece haber escrito dos poemas
—el clásico Sobre la Naturaleza y Purificaciones (kaqarmoi),  de
los que se conservan numerosos fragmentos. También habría
escrito (Diog. Laerc., VIII, 77) un libro en prosa de medicina,
campo en el que debió tener destacada actuación. Se le atribuye
el descubrimiento del método homeopático  (curar mediante algo
semejante al mal) en oposición a Hipócrates, cuya medicina se
basaba en dar al enfermo lo contrario(aleopatía).  También debió
ser un atento observador del cielo y una suerte de físico
experimental. 
A diferencia de los milesios, para Empédocles no habría un único
arché, sino cuatro, esto es, cuatro principios o sustancias
fundamentales, de los cuales se han formado por combinación
todas las cosas; son las raíces del ser: fuego, agua,
aire  y tierra,  que desde entonces se convirtieron en elementos
tradicionales que empalman con la química moderna. Sin
embargo, no bastarían para explicar toda la realidad, y
Empédocles introduce otros dos principios, de índole bien
diferente: el amor y  el odio () que parecen
actuar como motores (principios dinámicos) de aquellos
elementos estáticos, dando origen así al movimiento, todo ello
dentro de la unidad de una esfera;  mientras el amor tiende a
unir, el odio, tiende a separar. El amor es, así, lo bueno, mientras
el odio es lo malo. 
No resulta fácil de entender esta doctrina. En general se ha
querido ver en ella una conciliación de Parménides (lo
permanente de los cuatro elementos) con Heráclito (las
combinaciones diversas provocadas por el amor y el odio). Sin
embargo, tal interpretación tendría bastante de artificial. Es cierto
que, por un lado, Empédocles tiene expresiones sobre la
inmutabilidad del ser que recuerdan a Parménides. Y  otras donde
se acerca a Heráclito refiriéndose al devenir y  a los ciclos
cósmicos, pero ello no significa que el conjunto de sus
afirmaciones sea armonizable, ni siquiera en función de aquellos
dos pensadores.
Las cosas se complican con las ideas contenidas en
sus Purificaciones,  donde hay un esbozo de teoría del
conocimiento, resumida en el principio de que lo igual conoce lo
igual (Simile simíli cognoscitur,  según el posterior adagio latino) el
fuego por el fuego, el agua por el agua, etc.  con lo cual
sostendría que tendríamos un alma compuesta por los cuatro
elementos; y, además, aparece la noción de transmigración de las
almas. Asimismo, parece insinuar una concepción de Dios
semejante a la de Jenófanes, radicalmente anti-antropomórfica,
aunque la esfera ()  ya citada, que por momentos se
presenta como algo material, adquiere en otras partes caracteres
divinos y, según Simplicio era para Empédocles un dios. No
obstante, el mismo filósofo parece haberse presentado como un
“dios inmortal”, lo cual, como destaca Jaeger, constituye un caso
único en los anales de la antigua religión griega. Pero aún esto
mismo no deja de estar en contradicción con la descripción de su
propia miseria, y al hecho de que se considere sometido al
proceso transmigratorio, tal como lo hace en el más largo de los
fragmentos conservados de las Purificaciones. 
La famosa oscuridad de Heráclito no le lleva, pues, demasiada
ventaja a la de Empédocles. Aunque, quizá, más que de oscuridad
de pensamiento corresponda hablar aquí, como en aquél, de
fragmentos de pensamiento difíciles de conjugar. De todos
modos, se trata de una figura singular, que debió tener gran
influencia en su tiempo y debió contribuir al desarrollo de algunas
ideas filosóficas básicas, especialmente en el ámbito de la filosofía
de la naturaleza y en el teológico.

Pluralismo Heterogéneo
Anaxágoras  (ca. 500-428)

Anaxágoras  nació en Clazomene, localidad jónica do donde


emigró a Atenas en tiempos de Pericles, y pasa por ser el primer
filósofo que vivió en esa ciudad y el que introdujo la filosofía en
ella, lo cual no sería título despreciable. Pero no le fue muy bien
por allí y, acusado de impiedad, en razón seguramente de que no
creía ni respetaba a los dioses olímpicos, pasó a Lámpsaco (norte
de Asia Menor) donde vivió bien estimado hasta su muerte. Los
fragmentos conservados representarían una parte pequeña de su
obra.

La tradición le atribuye a Anaxágoras la idea de que el sol era una


piedra ígnea más grande que el Peloponeso y que la luna tenía
montañas y valles.

También Anaxágoras se aplicó a dilucidar el problema de los


elementos básicos constitutivos de la realidad y, a la vez, el del
ser y el devenir. No le parecieron suficientes los cuatro —
elementos propuestos por Empédocles y sugirió la existencia de
partículas o elementos pequeñísimos en número infinito, que
posteriormente fueron llamadas homeomerías (partes
semejantes). Las diversas sustancias existentes se constituyen
por combinación de estos elementos, pero en cada una
predomina un cierto tipo de homeomerías que le da tal carácter
—. Estas partículas de Anaxágoras son un preanuncio de la idea
de átomo de Demócrito. 
Una noción, aún más importante, debemos a Anáxagoras. La
de nous (),  otro de los términos fundacionales de la filosofía.
El nous  constituiría una suerte de inteligencia superior, infinita y
autónoma, trascendente al universo físico, causa eficiente y razón
ordenadora del mismo.

Mientras que las homeomerías son —a nuestro entender y a


pesar de interpretaciones en contrario— elementos
exclusivamente de orden físico, es decir, no tendrían el sentido
del arché de los jónicos, como tampoco lo tendrían (aunque esto
está menos claro) los cuatro elementos de Empédocles,
el nous  representa una noción metafísica y responde más a la
idea de arché que las homeomerías. Es cierto que no puede
afirmarse que dicha noción corresponda a un Dios espiritual y
trascendente, pero no hay dudas de que se aproxima bastante a
la misma y que ocupa un lugar de preferencia en la constitución
del monoteísmo filosófico.
Merece citarse un discípulo de Anaxágoras, Arquelao,  de Atenas o
de Mileto, del que tenemos algunos fragmentos, y que interpreta
al nous  como un elemento más.

Pluralismo homogéneo. El
atomismo

LEUCIPO (n.h.500; fl. h.430)


Carecemos de datos acerca de su vida. Algunos críticos (Erwin,
Rhode. W. Nestle) han llegado a dudar de su existencia. Pero
Aristóteles y Teofrasto lo consideran como fundador de la escuela
atomista.

Nació probablemente en Mileto, aunque otros lo hacen natural de


Elea, o de Abdera, colonia jónica de Tracia, donde fundó su
escuela. Teofrasto lo cree discípulo de Parménides, y Diógenes
Laercio, de Zenón. Es probable que escribiera dos obras:
LaGran  ordenación del Cosmos  (), y otra sobre
la Mente  (), pero integradas en el siglo IV, junto con las
obras de Demócrito, en una especie de “Corpus” de la escuela
atomista, es difícil discernir lo que corresponde a cada uno.
Leucipo formuló las ideas fundamentales del sistema atomista, y
Demócrito lo perfeccionó, ampliándolo con aplicaciones
psicológicas y morales.

Demócrito  (460-370)
Demócrito  nació en Abdera (Tracia) y seguramente fue discípulo
de Leucipo en esa ciudad. Se le atribuyen numerosas obras y se
le considera uno de los más prolíficos de los autores
presocráticos. Los fragmentos conservados apenas reflejarían esa
amplia producción, de la que se conoce al menos un título: Micro
Diacosmos  (). Se le recuerda como un gran
viajero y una mente abierta a los más diversos problemas. Su
fama de genio y rica temática han hecho que se le comparara con
Aristóteles. 
La tesis fundamental de Demócrito y que ha dado nombre al
grupo o tendencia a que pertenece es que el mundo está
constituido por una cantidad innumerable de partículas, que
son indivisibles,  de ahí su nombre de átomos  (à:
indivisible), y que; además, son eternas e inmutables. La variada
combinación de los mismos da origen a las diversas sustancias. A
diferencia de Las homeomerías de Anaxágoras, los átomos son
cualitativamente iguales, no hay especies de átomos (de carne,
hueso o madera), pero son cuantitativamente distintos, pues los
hay de diferente tamaño y forma, es decir,  más graves y más
sutiles; además, están en permanente movimiento, configurando
verdaderos torbellinos. Este movimiento de los átomos es posible
porque existe el vacío,  condición indispensable para aquél. Lo
lleno y lo vacío son así como los dos constitutivos de la realidad.
La teoría atomista la aplica Demócrito también al alma humana, a
la que considera compuesta por átomos más sutiles y ligeros. Las
sensaciones y el pensamiento se explican también por las
vibraciones de los átomos provenientes de los distintos objetos y
portadores de pequeñísimas imágenes (). Como no hay en
los átomos diferencias cualitativas, ciertas cualidades que
experimentamos, como los sabores y los olores sólo
son impresiones subjetivas. Esta última opinión, aunque
insuficientemente formulada, constituye un antecedente de la
posterior distinción entre cualidades “primarias” y “secundarias”.
También los dioses están compuestos por átomos y no son
inmortales, como dice la tradición, aunque sí de larga vida. 
Los fragmentos presocráticos conservados no registran
reflexiones morales de especial significación, aunque dicha
preocupación no estuvo totalmente ausente, al menos en los
órficos, los sabios, los pitagóricos y en Heráclito. Pero es en
Demócrito donde el tema ético alcanza una mayor dimensión, al
menos según los fragmentos conservados y la consideración que
la misma parece haber merecido por parte de sus connacionales.
Hay una referencia a la vigilancia moral de los dioses, pero más
contundente es su afirmación de la conciencia moral individual, de
la vergüenza que uno siente ante sí mismo al cometer alguna
acción reprobable. “El alma en paz da la felicidad y no la hacienda
ni el oro”. “Aun cuando estés solo no debes decir ni hacer el mal;
aprende a avergonzarte de ti mismo, mucho más que de los
demás”. Incluso se conservan algunos consejos para lograr esa
paz interior, y concluye firmemente: “Quien comete una injusticia
es más infeliz que quien la padece”. 
La concepción de Demócrito —y a pesar de su
preocupación  moral —aparece como un materialismo y un
mecanicismo radicales. Su teoría atomista y su formulación
cuantitativa y mecanicista de la naturaleza lo convierten en un
precursor importante de las ideas que se imponen en la física a
partir del Renacimiento. En el ámbito filosófico, también se le
puede considerar un antecedente del sensismo y del materialismo
más explícitos de los siglos XVIII y XIX. 
Podemos cerrar este artículo con la mención de un discípulo de
Demócrito, Metrodoto de Quíos,  quien sostuvo que existen
mundos infinitos, como los átomos.

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