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HISTORIA DE LA METEOROLOGIA

La historia de la meteorología está relacionada con la evolución de las ciencias


físicas y químicas y con el avance de la astronomía y la tecnología, pues la
investigación de la atmósfera esta basado en el registro y observación desde
diversas plataformas y sensores remotos, como son la radiosonda, globos,
aviones, satélites, etc. Aquí nos concentramos en los científicos y sus
descubrimientos que permitieron el avance de la meteorología.

La historia de la meteorología se puede dividir en tres grandes etapas: 1) la


etapa prehistórica, mitológica y de la edad media en la que el hombre
apreciaba los fenómenos naturales como mensajes y castigos de los dioses; 2)
la etapa de la observación y descubrimientos científicos en la que el hombre
racionaliza su conocimiento con la observación y análisis de los fenómenos
naturales; 3) la etapa de modernización tecnológica en la que el hombre se
apoya en la tecnología para investigar las causas de los fenómenos
meteorológicos, así como los posibles escenarios futuros.

1. Los primeros pasos: Prehistoria, Mitología y Edad Media

El hombre prehistórico fue un observador de su medio por necesidad de


supervivencia. Los fenómenos atmosféricos eran mensajes o castigos de los
dioses y se maravillaba y produjo mitos, relatos, poesía que expresaba la
maravilla del mundo natural. El hombre aceptaba los beneficios o perjuicios
asociados. No se conoce con exactitud cuándo comenzó la observación
aplicada de los fenómenos meteorológicos, pero se puede suponer que fue en
la misma época en que se desarrolló la agricultura hacia el 10000 a.C. El
hombre tomaba en cuenta los factores meteorológicos y climáticos, lluvia y
temperatura, para su producción agrícola y escoger su hábitat. En esa época,
sin las distracciones sociales de la época moderna (cines, teatros, televisión,
electricidad, etc.) que lo alienaron o separaron de la naturaleza, el hombre
observaba su medio, el cielo, las estrellas, etc., y podía conocer mas y mejor
los fenómenos naturales que el hombre moderno. El hombre antiguo atribuyó
poderes sobrenaturales a los cuerpos celestes; en el Antiguo Testamento, se
puede ver a Jehová apareciéndose ante Moisés rodeado de una tormenta de
arena y acompañado de relámpagos.

El hombre primitivo fue un geógrafo práctico y estuvo siempre perceptivo a todo


lo que pasaba a su alrededor; no es, pues, ilógico suponer que estuvo muy
bien informado de las características de los fenómenos naturales que lo
afectaban, de modo que los podía usar para su beneficio, tales como un suelo
fértil, agua corriente y limpia, un clima agradable, etc. Antes de establecerse las
comunidades humanas basadas en la agricultura, el comercio y la industria,
cada hombre era artífice de todas esas actividades simultáneamente. Salía de
su refugio cada mañana con la incertidumbre del tiempo meteorológico, que
tenía importancia para las actividades diurnas y era un factor determinante para
la alimentación e incluso supervivencia. Aunque no tenía instrumentos de
observación y registro, pudo predecir con bastante precisión los cambios a
corto plazo, dentro del círculo geográfico de su dominio. Fue también un
climatólogo empírico que tuvo conocimiento de las características de su región
y de las diferencias cíclicas de las estaciones.

Ese hombre abrigó pensamientos de asombro y maravilla, y también temores


de las fuerzas naturales que afectaban su hábitat. Pudo ver los efectos de los
huracanes y de las tormentas e inundaciones sobre la tierra y el mar; el efecto
de los terremotos y las erupciones volcánicas, etc.; todo esto las culturas lo
asociaron a sus dioses. Las culturas antiguas, como los babilonios, buscaron
una explicación a los fenómenos atmosféricos en la posición y movimiento de
las estrellas y la luna. Los antiguos consideraban el proceso de descubrimiento
como inspiración de las musas o la revelación de los dioses del cielo, así nació
el mito.

Las fuerzas de la naturaleza fueron personificadas y deificadas. Las culturas


asociaban el tiempo atmosférico al estado anímico de sus dioses, creían, por
ejemplo, en la mitología griega y romana; creían que Zeus, el dios de los cielos
y el mundo, cuando se enojaba desencadenaba las tempestades y lanzaba
rayos a sus enemigos o a los mortales; Eolo era el dios que controlaba los
vientos y Eos la diosa de la hermosa aurora. En la mitología escandinava, Tor
el dios del trueno y los relámpagos, y Frey el dios de la lluvia y la luz, eran
quienes controlaban las tormentas, el viento y demás fenómenos atmosféricos.
En la mitología egipcia Sati, la diosa del aire y del cielo, creaba los relámpagos.
En la mitología inca, Chuychu era la diosa del arco iris y Humanchuri el dios del
trueno. En la mitología maya, Chac era la diosa de la lluvia y Huracán el dios
del viento y el trueno. En la mitología azteca, Tláloc era el dios de la lluvia y el
rayo.

La civilización griega se desarrolló en la región mediterránea. Los mitos griegos


figuran entre los mas bellos de nuestra herencia cultural. Los griegos también
introdujeron el camino de la observación científica del universo. El Universo era
un organismo gobernado por leyes inflexibles. Los filósofos griegos trataban de
descubrir hasta que punto existían realmente leyes de la naturaleza. El poeta
griego Hesíodo publicó alrededor del año 750 a.C. (siglo VIII a.C.) las primeras
reglas para el pronóstico del tiempo. El médico Hipócrates (460-377 a.C.)
escribió sobre los efectos del clima en la salud humana. La palabra
meteorología fue empleada por Platón (427-347 a.C.) y Plutarco (46-120 d.C)
con el significado de lo que existe entre el cielo y la tierra. Aristóteles (384-322
a.C.) formalizó esta concepción en sus libros sobre la naturaleza. Su tratado de
meteorología (340 a.C.) estudia los fenómenos atmosféricos. Este trabajo le dió
el nombre a esta ciencia.

Hacia el año 600 a.C., Tales de Mileto (624-547 a.C.) fue el primero en
observar la naturaleza y predijo un eclipse de sol en el año 585 a.C. El filósofo
y astrónomo Anaximandro (610-547 a.C.) definió el viento como el aire en
movimiento y señaló las épocas de los equinoccios y los solsticios. Hacia el
año 450 a.C. el centro de la vida intelectual griega se estableció en Atenas,
donde alcanzó su mayor nivel, posteriormente, en el siglo III a.C. con la
conquista de Egipto, por Alejandro Magno (356-323 a.C.), se inició un éxodo de
eruditos y profesores hacia la ciudad de Alejandría. Los famosos griegos:
Sócrates (470-399 a.C.), Platón y Aristóteles, fueron artífices del avance de la
filosofía, la ética, la lógica y el gobierno; esto hizo que la descripción y
explicación de los fenómenos naturales se basara en la lógica mas que en el
análisis experimental. Esta nueva forma de estudiar el Universo fue
denominada por los griegos Philosophia (Filosofía), que significa ‘amor al
conocimiento’ o ‘deseo de conocer’.

Los primeros avances en el conocimiento de la naturaleza fueron en la


astronomía; algunos filósofos, como Aristóteles, creían que la Tierra era el
centro del universo y que todos los cuerpos celestes, considerados como
esferas, se movían alrededor de la Tierra. Tales afirmó que la substancia
fundamental del Universo era el agua, diciendo que todo nace del agua;
Anaxímenes (560-500 a.C.) al mismo tiempo, sostenía que el aire era el
elemento básico a partir del cual se formaron todas las substancias; un siglo
después Heráclito (576-480 a.C.) consideró el fuego el elemento mas
importante; Empédocles (485-430 a.C.) agregó la tierra y pensó que con el
agua, el aire, y el fuego eran los cuatro elementos que constituían el Universo.
Aristóteles se apropió de la teoría de Empédocles, imaginando el mundo
formado por cuatro capas que constituían los cuatro elementos de la materia:
tierra (esfera sólida), agua (océanos), aire (atmósfera) y fuego, atribuyéndoles
propiedades fundamentales: húmedo, seco, frío y caliente, mas allá de estas
cuatro capas se encontraba el éter; incluyó la noción de que un elemento
podría convertirse en otro, como el agua líquida en vapor al hervirse. El
astrónomo Heráclito del Ponto (388-315 a.C.) propuso que la tierra giraba
diariamente sobre su propio eje y que los movimientos diurnos de las esferas
celestes eran aparentes y no reales. El astrónomo Aristarco de Samos (siglo III
a.C.) adelantó la notable visión de que el universo era heliocéntrico, es decir,
que el sol está en el centro y que todos los cuerpos celestes giran a su
alrededor. El filósofo Teofrasto (372-287 a.C) escribió el primer libro sobre
pronóstico del estado del tiempo, llamado el “libro de los signos”, el cual
consistió de 200 reglas de observación para apreciar signos en el tiempo
atmosférico que sirvieran de base para predecirlo. Estas ideas no prosperaron
debido a que los hombres de esos días se negaban a aceptar que no ocupaban
el centro del universo.

La idea de la materia (sólidos, líquidos y gases) compuesta de partículas


invisibles e indivisibles parece haber sido propuesta por los filósofos griegos
Leucipo (siglo V a.C.) y su discípulo Demócrito (460-370 a.C.), quienes creían
que los átomos de un elemento eran diferentes a los de otros elementos;
aunque otros filósofos creían que la materia era un continuo. Demócrito no
estaba de acuerdo con la idea de los cuatro elementos básicos de Empédocles
y Aristóteles, creía que los cambios físicos se producían según la
descomposición y recombinación de los átomos de distintos elementos. El
matemático y físico griego Arquímedes (287-212 a.C.) hizo grandes avances en
el conocimiento de la naturaleza. ‘Dame un punto sobre el cual pueda apoyar
una palanca y moveré al mundo’ y la palabra ‘eureka’ se le atribuyen. Introdujo
el concepto de densidad de una substancia; es decir, el peso por unidad de
volumen de una substancia es en general diferente al peso por unidad de
volumen de otra substancia. El principio de Arquímedes dice que un cuerpo
sumergido o flotando en un fluido es empujado hacia arriba o sostenido por una
fuerza igual al peso del fluido desalojado.
Mas tarde, Herón de Alejandría (siglo III-II a.C.), ingeniero e inventor griego,
usando el principio de Arquímedes, demostró la compresibilidad del aire,
reforzando las ideas atomísticas de Demócrito. Herón es conocido por la
invención de la primera máquina de vapor, la ‘eolípila’, que se basa en la
evaporación del agua y su fuerza impulsora. La máquina de Herón consiste de
una esfera, apoyada en su eje, de manera que pueda girar; en el interior de la
esfera se tiene agua que se calienta hasta la ebullición, el vapor de agua al
salir por dos tubos colocados en costados opuestos de la esfera, hace que gire
a gran velocidad. Este fue quizás el primer invento que relacionó el cambio de
fase del agua con la generación de energía cinética. El astrónomo y
matemático griego Conón (300 a.C - ?) preparó un calendario donde señaló los
ortos y ocasos de las estrellas e incluyó algunos pronósticos meteorológicos.
Poco tiempo después, el astrónomo Claudio Ptolomeo (siglo II d.C.) escribió
libros sobre el estudio de la geografía y el clima. El astrónomo griego Hiparco
de Nicea (190-125 a.C.), llamado el padre de la astronomía, descubrió la
precesión de los equinoccios.

Los antiguos griegos no estuvieron tan acertados en sus conocimientos sobre


las ciencias de la Tierra, como lo estuvieron en física y en astronomía. No
obstante, hicieron observaciones y registraron mucha información referente a la
tierra, los océanos y la atmósfera. Conocieron los efectos de la erosión debida
al viento, sobre la superficie de la tierra, y de los escurrimientos del agua de
lluvia en la formación de rios y cañones, etc. Los griegos, romanos e hindues
usaron las veletas para señalizar la dirección de los vientos; la lluvia fue
medida y registrada por los griegos y los hindues, aproximadamente 5 siglos
a.C. La predicción del estado del tiempo, particularmente para un período largo,
era mas bien parte de la astrología. Los romanos tenían claro que cuando se
presentaban los truenos y relámpagos hacia el este, podían esperar ser
favorecidos por los dioses, mientras que cuando estos fenómenos se
observaban hacia el oeste, significaba que los dioses estaban enojados en su
contra; ahora, podemos explicar esto, ya que en esas latitudes normalmente
los fenómenos meteorológicos se mueven del oeste al este. Las ciencias
atmosféricas no fueron reconocidas hasta la invención de los instrumentos
básicos, tales como el barómetro y el termómetro en los siglos XVII y XVIII.

Durante la edad media (300-1,400 d.C.) se dió impulso a la alquimia, que era
favorecida por los reyes y señores feudales, buscando siempre el
enriquecimiento, y el desarrollo de la física aplicada, a través de las máquinas y
la ingeniería de guerra, principalmente por el interés de los distintos reinos y
feudos de mantener su dominio. Los árabes desarrollaron nuevos
descubrimientos científicos. El concepto de peso específico (la relación entre el
peso y el volumen unitario) fue resultado del trabajo del físico árabe Al Hasan
(965-1039), quién además analizó los fenómenos de reflección y refracción de
la luz y el efecto óptico del arcoiris.

El matemático y físico inglés John Peckham (1220-1292) realizó numerosas


investigaciones en meteorología y óptica atmosférica. Roger Bacon (1214-
1294) fue un pensador inglés del siglo XIII, convencido de que era necesario
experimentar y razonar para descubrir la verdad de las cosas. Sus libros e
ideas fueron aceptados unos 300 años después de su muerte; fueron Bruno
(1548-1600) Galileo, Copérnico y otros, quienes usando las enseñanzas de
Bacon, pudieron desarrollar el método científico y el estudio sistemático de la
naturaleza.

2. El renacimiento

El renacimiento (1400 - 1900 d.C.) se caracterizó por el desarrollo del comercio


y la exploración del mundo para ganar nuevas tierras y descubrir rutas
comerciales hacia territorios ricos. Fue la época de las grandes conquistas de
América, Asia y Africa, de grandes guerras, epidemias y devastaciones. Al
comienzo del renacimiento, la Iglesia fue criticada porque algunos dogmas
básicos iban contra el individuo y originó el protestantismo en el norte de
Europa, resultando en un impulso a la filosofía y la investigación científica
impulsados por el invento de la imprenta. El sabio italiano Leonardo da Vinci
(1452-1519) fue un gran visionario, artista, ingeniero, arquitecto y científico; sus
planos para máquinas voladoras, submarinos y tanques militares se
adelantaron en tres o cuatro siglos a su época.

Esta etapa de la revolución científica, empezó con la publicación de los trabajos


del astrónomo polaco Nicolas Copérnico (1473-1543). Su teoría heliocéntrica
afirmó que el Sol y no la Tierra es el centro del Universo. Aristarco de Samos
2,000 años antes, había dicho que el Sol era el centro del Universo. En el siglo
XVI con Galileo Galilei (1564-1642) y la publicación de los trabajos de Newton
sobre las leyes del movimiento de los cuerpos en la primera mitad del siglo
XVIII, la sociedad acepta que existen leyes científicas que explican los
fenómenos naturales. El nuevo método científico enseña a basarse en la
experimentación, la observación y el análisis matemático de los fenómenos.

Aunque Herón y Arquímedes ya habían usado la experimentación y el análisis


matemático para lograr sus descubrimientos, no fue sino hasta el siglo XVIII,
cuando se tuvo la libertad de emplear este método científico por la gran
mayoría de los investigadores. La filosofía popular, durante la primera mitad del
siglo XVIII, fue la de el filósofo inglés John Locke (1632-1704), quién sostuvo
que el individuo era producto de su medio ambiente y que el progreso del
hombre solamente se alcanzaría por mejoras de su medio ambiente. Durante
esta época se hicieron los principales descubrimientos de lo que se conoce
como la mecánica clásica. El físico y matemático Isaac Newton (1642-1727)
explicó el movimiento de todos los cuerpos (sólidos, líquidos y gaseosos),
fundamentado en los descubrimientos de Galileo y otros. Mediante sus tres
leyes de movimiento y la ley de gravitación universal, ya no era necesario
imaginar la existencia de fuerzas sobrenaturales, para explicar el movimiento
de los cuerpos.

Hasta los tiempos modernos se consideraba el aire como una substancia


simple y homogénea. A principios del siglo XVII, el químico flamenco Jan
Baptista Van Helmont empezó a sospechar que existía cierto número de gases
químicamente diferenciados. Van Helmont fue el primero en emplear el término
gas. La concepción de Demócrito, sobre la naturaleza atómica de la materia no
había recibido gran atención o apoyo, hasta que el químico y físico irlandés
Robert Boyle (1627-1691) investigó la compresibilidad del aire y comprobó que
cuando la presión sobre un gas aumenta, su volumen disminuye
proporcionalmente. La ley de Boyle, propuesta en 1662, puede enunciarse así:
‘el volumen ocupado por una masa de gas, a temperatura constante, es
inversamente proporcional a la presión que se ejerce sobre ella’. Una
explicación clara de esta propiedad elástica del aire (y de la mayoría de los
gases) es suponer que el aire esta constituido por partículas materiales que
están ampliamente separadas en un espacio ocupado por la masa gaseosa;
cuanto mayor es la presión menor será el volumen, por lo que las partículas se
aproximan más y más entre si. Este histórico descubrimiento fue el primer paso
de una serie de descubrimientos sobre la materia que condujeron
eventualmente al desarrollo de la meteorología como ciencia. La victoria de la
ciencia moderna no fue completa hasta que se estableció un principio más
esencial, o sea, el intercambio de información libre entre todos los científicos.
Hoy en dia no se considera ningún descubrimiento científico como tal si se
mantiene en secreto. Robert Boyle, un siglo después de Niccolo de Tartaglia
(1500-1557) y Jerónimo Cardano (1501-1576), subrayó la importancia de
publicar con el máximo detalle todas las observaciones científicas. Hoy, la
ciencia no es el producto de los individuos aislados, sino de la comunidad
científica en su conjunto.

En 1640 Galileo inventó un termómetro tosco que evolucionó en el más preciso


producido por el físico alemán Gabriel D. Fahrenheit (1686-1736) 75 años más
tarde. Al mismo tiempo que Galileo construía el primer termómetro, el físico
italiano Evangelista Torricelli (1608-1647) y el matemático italiano Vincenzo
Viviani (1622-1703), ambos discípulos de Galileo, en 1644, inventaban el
barómetro de mercurio, con el cual se podía medir la presión ejercida por la
atmósfera. Torricelli descubrió que la presión variaba de un dia para otro. A los
pocos años, el físico y matemático francés Blaise Pascal (1623-1662), en 1648
subió una montaña de 1,600 m con un barómetro y descubrió que la presión
atmosférica disminuía con la altura, el cual fue un descubrimiento muy
importante para el desarrollo de la meteorología. El principio de Pascal dice: la
presión ejercida sobre una parte de la superficie de un fluido se transmite con
igual intensidad a toda la masa y en todas direcciones. Debido a la invención
de distintos aparatos de medición y a la fiebre de exploración y aventura de esa
época, los conocimientos sobre la atmósfera y el clima mundial se ampliaron
enormemente. Con estos inventos y descubrimientos se pudieron mejorar los
estudios meteorológicos; en 1654, Fernando II de Toscana propuso la creación
de la Meteorología Internacional, que desgraciadamente tuvo una duración muy
corta.

En 1660 el científico inglés Robert Boyle y su joven ayudante Robert Hooke


(1635-1703) construyeron una bomba de aire mucho, mas eficaz que la
inventada por el ingeniero alemán Otto von Guericke (1602-1686), con la que
efectuaron una serie de experimentos sobre el aire y la combustión. Con este
aparato de vacio, Boyle pudo demostrar la hipótesis de Galileo al dejar caer un
peso y una pluma dentro del aparato, demostrando que en efecto todos los
cuerpos caen con la misma velocidad en el vacio; también demostró que el
sonido no se propaga en el vacio y que no se puede presentar combustion sin
aire. Hacia 1660, el físico y matemático inglés Robert Hooke señaló que la
altura del barómetro de mercurio disminuía antes de una tormenta, con ello se
abrió el camino a la predicción del estado del tiempo o meteorología.

El físico francés Edmé Mariotte (1620-1684) fundó la física experimental, hizo


estudios profundos sobre la naturaleza del aire y el movimiento de las aguas. El
físico francés Dionisio Papin (1647-1714) inventó una marmita de vapor
comprimido y un barco a vapor con rueda de paletas.

El astrónomo inglés Edmundo Halley (1656-1742) propuso explicaciones para


los vientos alisios y otros movimientos de la atmósfera, basados en la
distribución de la temperatura y la rotación terrestre. En 1752 el científico y
estadista Benjamín Franklin (1706-1790) descubrió que los rayos y truenos
eran provocados por las cargas eléctricas de las tormentas, en una forma
similar como son las descargas producidas por las máquinas electrostáticas, y
que podía existir un tipo de vientos giratorios alrededor de un centro de baja
presión.

En 1670 el italiano Francesco de Lana proyectó una ‘máquina voladora’,


sustentada por cuatro grandes esferas de cobre. Este proyecto inspiró el primer
aerostato desarrollado en 1709 por el jesuita brasileño Lourenco de Gusmáo
(1685-1724), aproximadamente 74 años antes que los hermanos franceses
Montgolfier, Jose Miguel (1740-1810) y Santiago (1745-1799), inventores del
globo aerostático en 1783.

El físico francés Guillaume Amontons (1663-1705) se dedicó a trabajar en el


diseño de barómetros y termómetros. El termómetro de agua lo inventó Galileo
en 1593; en 1710 el físico francés René Reaumur (1683-1757) desarrolló un
nuevo termómetro basado en una combinación de alcohol y agua. El físico
germano-holandés Gabriel Daniel Fahrenheit fabricó varios instrumentos
meteorológicos e hizo un gran aporte a la meteorología en 1714 al sustituir el
alcohol por mercurio en los termómetros; también construyó el primer
termómetro de mercurio de alta precisión. El físico sueco Anders Celsius (1701-
1744) inventó la escala termométrica centesimal que lleva su nombre.

Durante el período de 1750 a 1900 se hicieron numerosos descubrimientos


atmosféricos, derivados del auge que cobró la meteorología y de la creación de
redes de observación; como por ejemplo, la que promovió la Sociedad
Meteorológica Palatina, entre 1780 y 1792, que constó de 33 estaciones,
principalmente en las distintas ciudades europeas. El físico francés Jacques
Charles (1746-1823) estudió la variación de la presión de los gases a volumen
constante; descubrió el hidrómetro termométrico.

El ingeniero y físico escocés William John Rankine (1820-1872) creó la escala


Rankine para medir la temperatura y es considerado, con otros científicos, uno
de los fundadores de la termodinámica. Joseph Louis Gay-Lussac (1778-1850)
inventó un barómetro de sifón. John Leslie (1766-1832), físico y matemático
escocés, descubrió el termómetro diferencial, un nuevo tipo de higrómetro. La
investigación de la física atmosférica condujo a la invención de la máquina de
vapor, la que permitió usar un método distinto de los naturales, como el viento,
las corrientes marinas o simplemente el remo, para transportarse. Con ello se
inició la revolución industrial y la aceleración del conocimiento científico y el
desarrollo tecnológico. Newcomen, en 1720, fue el primero en descubrir un
dispositivo práctico utilizando el vapor de agua y la presión atmosférica. El
ingeniero escocés James Watt (1736-1819) usó estos principios para inventar y
perfeccionar su máquina de vapor en 1782, dándole un verdadero auge a la
revolución industrial. Al comenzar la revolución industrial en 1750, se inició un
período conocido como el romanticismo, en el que surgieron distintas formas
de gobierno, como el capitalismo, el socialismo y el comunismo. A principios
del siglo XIX, las máquinas de vapor eran empleadas como fuerza motriz de
centenares de industrias europeas y las manufacturas no dependieron mas de
la fuerza del aire, del agua ni de la fuerza humana y animal!. se inició la
ingeniería para la construcción de caminos, canales, puertos y ciudades
modernas. Se inventaron el telégrafo, el teléfono, y la radio.

Por los años de 1750, el químico inglés Joseph Black (1728-1799) descubrió
que la atmósfera era una mezcla de gases, más bien que un simple gas, al
advertir que una vela encendida dentro de un recipiente con aire, producía
CO2, pero se extinguía inmediatamente después. El químico francés Antoine
Laurent Lavoisier (1743-1794), llamado el padre de la química moderna,
estableció la ley de la conservación de la materia: la materia no se crea ni se
destruye; en la década de 1770, fue el primero en comprobar que el aire era
una mezcla de gases, descubrió la composición del aire y el papel del oxígeno
en la respiración humana.

Posteriormente en 1772 Daniel Rutherford (1749-1819) extendió los


experimentos con este gas sin combustible, que resultó ser el nitrógeno, y que
constituye aproximadamente el 80 % de la atmósfera terrestre. El nombre de
nitrógeno le fue dado por el químico francés Jean Antoine Chaptal (1756-1832).
Posteriormente el químico inglés Joseph Priestley (1733-1804) descubrió que
el oxígeno era combustible, pues al hacer experimentos calentando algo de
óxido de mercurio, obteniendo oxígeno, observó que este gas hacía que las
cosas ardieran con mucho más brillo y más fácilmente que con ningún otro gas.
Simultáneamente, el químico sueco Carl Scheele (1742-1786) participó en el
descubrimiento de distintos elementos y gases como el oxígeno, el cloro, el
nitrógeno, el bario, el manganeso, y el tungsteno. Priestley descubrió además
que los animales (ratones) podían vivir más tiempo en un medio de oxígeno
que en cualquier otro gas; de esta manera llegó a combinar otros gases para
tener un aire con características muy parecidas al aire atmosférico. Sin
embargo, fue el científico inglés Henry Cavendish (1731-1810), el primero en
determinar con precisión la composición del aire seco. El químico suizo
Christian Schoenbein (1799-1868) descubrió el ozono. La verdadera naturaleza
del calor fue ignorada por los científicos durante miles de años y solo hasta la
época del físico y químico inglés Joseph Black se intentó algo constructivo para
hacer averiguaciones acerca de la naturaleza de esta forma tan común de
energía. Durante muchos años se consideró el calor como de naturaleza
material, o una forma de materia que podía pasar de los cuerpos calientes a los
más frios; el término calórico fue usado para designar un fluido peculiar que no
era ni pesado ni visible.
Black fue el primero en distinguir la diferencia entre intensidad de calor (el valor
que se mide con el termómetro) y cantidad de calor (la cantidad de energía
calorífica contenida en los cuerpos). También observó que una cantidad
definida de calor desaparece cuando se producen ciertos cambios de estado
de la materia (de hielo a agua líquida, por ejemplo) y reaparece cuando se
produce el cambio de estado opuesto, utilizando el término de calor latente,
para definir este tipo de calor. James Watt aplicó este concepto en su máquina
de vapor, aprovechando la ventaja de las grandes cantidades de energía del
calor latente absorbidas por el agua cuando se vaporiza.

Benjamín Thompson, conde de Rumford (1753-1814), haciendo


investigaciones sobre el calor y la luz, descubrió que la materia contiene una
cantidad inagotable de calor; es decir, la materia tiene tanto calor como materia
tiene el cuerpo. Esto lo descubrió Thompson al observar el calor producido al
taladrar un cañón, sumergido en agua, el que continuamente producía calor.

Cuando quedó establecida la idea de que la energía calorífica podía resultar de


un movimiento mecánico (fricción), el físico inglés James Joule (1818-1889)
pudo determinar el equivalente mecánico del calor, calculando su valor al medir
la cantidad de trabajo que era preciso realizar por un dispositivo mecánico para
producir determinada cantidad de energía calorífica; encontrando que 4.186
julios de trabajo mecánico producen 1 caloría de calor. Poco después el
químico francés Sadi Carnot (1796-1832), en su obra “Reflexiones sobre la
fuerza motriz del fuego” publicada en 1824, propuso el ciclo termodinámico
ideal y reversible que lleva su nombre. Estos resultados condujeron a la idea de
que la energía puede convertirse de una forma a otra sin perderse o crearse.
Esta es la primera ley de la termodinámica o principio de conservación de la
energía, que puede atribuirse a los trabajos de Joule, del físico y fisiólogo
alemán Hermann Ludwig Helmholtz (1821-1894) y al físico y médico alemán
Julius Robert Mayer (1814-1878) quién en 1842 escubrió el principio mecánico
de la energía y calculó teóricamente el equivalente mecánico del calor,
simultáneamente con Joule. Finalmente, en 1851, el físico y matemático Lord
Kelvin (1824-1907), postuló las leyes de la termodinámica, haciendo referencia
a los trabajos de Carnot y Joule.
En los años 1860, el físico escocés James Clerk Maxwell (1831-1879) y el
físico austriaco Ludwig Boltzmann(1844-1906) dejaron finalmente en el olvido
el término calórico; demostrando ambos, independientemente, que la
temperatura de un gas estaba directamente relacionada con la energía cinética
de sus moléculas.

Después de calcular los efectos del sol y la luna sobre las mareas oceánicas,
durante 1773, el astrónomo y matemático francés Pierre-Simón Laplace (1749-
1827) intuyó que también en el fluido atmosférico se deberían presentar
mareas. Laplace encontró, después de obtener y analizar registros de la
presión atmosférica superficial durante 8 años, que la presión tenía un período
de 12 horas, posiblemente asociado a una influencia solar. A diferencia de las
mareas oceánicas, principalmente influenciadas por la atracción gravitacional
de la luna, las mareas atmosféricas parecen ser afectadas por el efecto térmico
de la radiación solar.
El matemático suizo Daniel Bernoulli (1700-1782) estudió la dinámica de los
fluidos. El físico suizo Horacio de Saussure (1746-1799) ideó el higrómetro
como se conoce actualmente. El astrónomo Joseph Leverrier (1811-1877) se
dedicó gran parte de su vida a las investigaciones en meteorología.

John Dalton (1766-1844), químico y físico inglés, muy interesado en la


meteorología, estudió las propiedades químicas del aire; en 1800 dió a conocer
la ley de las presiones parciales que dice: en una mezcla de gases, uno
cualquiera de ellos ejerce la misma presión parcial que la que ejercería solo
ocupando el volumen total de la mezcla. Dalton era conocedor de la teoría
atómica de Demócrito y se apropió de la palabra átomo para designar las
partículas extremadamente pequeñas. El físico y químico inglés John Frederic
Daniell (1790-1845) estudió ampliamente el clima artificial.

Poco después de que la teoría atómica de Dalton fue publicada, el físico y


químico francés Joseph Louis Gay-Lussac dió un paso importante en el
conocimiento sobre la combinación de distintos átomos para formar moléculas,
al descubrir la ley sobre la dilatación térmica de los gases. Gay-Lussac
descubrió que cuando los gases se combinan para formar nuevos productos,
los volúmenes de los gases que reaccionan y el volumen del nuevo producto
pueden ser expresados por pequeños números enteros. Por ejemplo, dos
volúmenes de hidrógeno se combinan con uno de oxígeno para formar dos
volúmenes de vapor de agua. Después, en 1811, el físico italiano Amadeo
Avogadro (1776-1856), que había estado estudiando el comportamiento de los
gases, llegó a la conclusión que estos no estaban constituidos por átomos
separados, como lo habían creido Dalton y Gay-Lussac, sino que todos los
gases están formados por moléculas de dos o más átomos y que el espacio
que ocupa cierta cantidad de ellos depende de la temperatura y presión que
soportan, por lo que propuso la hipótesis que establece que ‘volúmenes iguales
de cualquier gas, bajo las mismas condiciones de presión y temperatura,
contienen el mismo número de partículas (moléculas)’, esta hipótesis se
conoce como la Ley de Avogadro.

El físico alemán Rudolph Clausius (1822-1888) es uno de los fundadores de la


termodinámica y se le deben los principios de la teoría cinética de los gases.
En 1746 el matemático francés Jean d’Alembert (1717-1783) publicó sus
estudios sobre las causas de los vientos. El primer intento de conseguir
penetrar en la más alta atmósfera libre desde la superficie de la tierra fue
emprendido en 1804. En ese año los científicos franceses Jean Baptiste Biot
(1774-1862) y Joseph Gay-Lussac ascendieron en un globo hasta una altura
por encima de 3,000 m, bajaron con muestras de aire rarificado; la falta de
oxígeno limitó fuertemente un ascenso mayor de humanos. Hicieron medidas y
observaciones de la atmósfera y anotaron los efectos de la altitud sobre los
animales que les acompañaban (solo siglo y medio más tarde, los satélites
artificiales terrestres fotografiaban la atmósfera completa desde más allá de la
tierra y transmitían la información a la superficie). En ese tiempo, Dalton
encontró que el aire se calentaba cuando se le comprimia y se enfriaba cuando
se le permitía expandirse; es decir, había descubierto los procesos adiabáticos
en la atmósfera. Hutton, un geólogo escocés, descubrió que podía producir
nubes a escala del laboratorio y llovizna por el enfriamiento de una cantidad de
aire saturada. Hasta finales del siglo XVIII, parecía que lo más cerca que el
hombre conseguiría estar nunca en la atmósfera superior era la cumbre de las
montañas; con esta idea, en 1749 el astrónomo escocés Alexander Wilson
acopló termómetros a cometas, con la confianza de poder medir las
temperaturas atmosféricas a cierta altura. En 1782 los hermanos Montgolfier
consiguieron elevar un aerostato, llenándolo con aire caliente. Un año después
de esto, el americano John Jeffries realizó un viaje sobre Londres, provisto de
un barómetro y otros instrumentos, así como de un dispositivo para recoger
muestras de aire.
Examinando gráficas de modelos de circulación atmosférica, el meteorólogo
norteamericano James Espy (1785-1860) usó los modelos de Franklin de
vientos en tormentas para determinar que un centro de presión baja tenía una
corriente de aire de flujo en espiral hacia el interior y era arrastrada por la
circulación atmosférica general. Espy fue uno de los primeros científicos en
proponer que el proceso de convección produciría nubes, en 1850 descubrió
que la liberación de calor latente en la condensación del vapor de agua jugaba
un rol muy importante en el crecimiento de las nubes convectivas, también
reconoció que algunas nubes dejan de crecer por la ausencia del movimiento
ascendente al encontrar capas estables en niveles superiores. En 1735 el
meteorólogo inglés George Hadley (1685-1768) propuso la existencia de una
circulación convectiva entre los polos y el ecuador, para explicar el origen de
los vientos alisios. Un siglo después, en 1835, el meteorólogo norteamericano
William Ferrel (1817-1891) y el matemático e ingeniero francés Gustave-
Gaspard de Coriolis (1792-1843) dedujeron la causa por la que los vientos eran
desviados (aparentemente) hacia la derecha en el hemisferio norte y hacia la
izquierda en el hemisferio sur, el llamado efecto (o fuerza) de Coriolis. En 1851
el físico francés Jean-Bernard Foucalt colocó un enorme péndulo, que se
balanceaba colgado de la bóveda de una iglesia de París, pudiendo demostrar
que la tierra giraba en relación al movimiento del péndulo, que se mantenía
constante respecto a las estrellas fijas. Poco después en 1857 el meteorólogo
holandés Christopher Buys-Ballot (1817-1890) notó que, en el hemisferio norte,
un observador mirando hacia donde fluye el viento, tendría la presión alta a su
derecha; mientras que en el hemisferio sur, el observador tendría la presión
alta a su izquierda. Este efecto se conoce como la Ley de Buys Ballot. El físico
y meteorólogo francés Henri Bénard (1874-1939) estudió las circulaciones
convectivas del aire. El físico inglés Adán Walker (1731-1821), inventor de un
anemómetro y del primer pluviógrafo.

En 1892 se diseñaron y lanzaron globos no tripulados, provistos de


instrumentos. El meteorólogo francés León-Philippe Teisserenc de Bort (1855-
1913) se dedicó a estudiar la atmósfera con globos equipados con
instrumentos, realizando las primeras observaciones sistemáticas de la
atmósfera superior; sugirió que la atmósfera podía estar formada por solo dos
capas: la troposfera, desde la superficie hasta unos 12 km de altura, con todos
los gases conocidos y conteniendo los fenómenos meteorológicos como
tormentas, lluvia, vientos, etc. y una segunda capa, la estratosfera, sin
fenómenos meteorológicos y compuesta de solo helio e hidrógeno.

De la misma forma en que los trabajos sobre meteorología de Espy habían sido
anticipados por Franklin, así había ocurrido en cierta medida, con los
descubrimientos del oceanólogo norteamericano Matthew Fontaine Maury,
pués Franklin ya había estudiado la corriente del Golfo. Maury logró el apoyo
de muchos capitanes de buques para colectar datos sobre las corrientes y la
atmósfera de los océanos; su trabajo le condujo a la creación del Observatorio
Naval de los Estados Unidos.

El químico inglés Sir William Ramsay (1852-1916) junto con el físico y químico
Lord Rayleigh (1842-1914) descubrieron en 1894 el Argón y al año siguiente el
Helio. Poco después, Ramsay con Travers descubrieron los demás gases raros
de la atmósfera. Por su parte, Rayleigh explicó el color azul del cielo y los
procesos de convección que se forman en las nubes altocumulus, también
derivó una ecuación lineal para los movimientos del flujo calentado en su parte
inferior.

Hacia el final del siglo pasado había surgido la idea de acumular datos del
tiempo atmosférico y climatológico de muchos lugares de la tierra para fines de
eventual si no inmediata predicción del tiempo meteorológico futuro. Leverrier
inició la idea de transmitir datos meteorológicos telegráficamente como base
para la predicción de las tormentas de las que se sabía seguían una trayectoria
con sentido de oeste al este en las latitudes medias. En la última parte del siglo
XIX este plan fue activado por subdivisiones políticas en varios paises y pronto
empezaron a funcionar oficinas meteorológicas. En 1873, se formó el primer
comité internacional, que poco tiempo después evolucionó para convertirse en
la Organización Mundial Meteorológica de las Naciones Unidas. A partir de esa
fecha, numerosos paises crearon sus respectivos servicios meteorológicos. En
el caso particular de México, durante 1877 se creó el Observatorio
Meteorológico y Astronómico Nacional, poco después en 1901 se forma el
Servicio Meteorológico Nacional, bajo la dirección del Ing. Mariano Barcena,
quién coordinaba las investigaciones sobre el clima y el tiempo atmosférico.

El climatólogo y biólogo ruso-alemán Wladimir Köppen (1846-1940) dedicó su


vida al estudio del clima y su relación con la vegetación; es autor de varios
trabajos sobre climatología. Su primera gran clasificación climática en 1900 se
basó en las zonas de vegetación. Sus estudios climáticos son
fundamentalmente empíricos y basados en los valores medios de la
precipitación y la temperatura, para cada región del mundo.

La importancia de la radiación solar como fuente del calentamiento y energía


para los fenómenos atmosféricos fue reconocida desde 1686 con los trabajos
de Halley. Hacia 1800, el astrónomo inglés William Herschell (1738-1822)
realizó un experimento tan sencillo como interesante; en un haz de luz solar
que pasaba a través de un prisma, mantuvo un termómetro junto al extremo
rojo del espectro, observando que la columna de mercurio ascendía.
Evidentemente, existía una forma de radiación invisible a longitudes de onda
que se hallaba por debajo del espectro visible, descubierto por Newton en
1666. La radiación descubierta por Herschel recibió el nombre de radiación
infrarroja, por debajo del rojo. Aproximadamente por la misma época, el físico
alemán Johann Wilhelm Ritter exploró el otro extremo del espectro, descubrió
la radiación ultravioleta, más allá del violeta.
La naturaleza física de la radiación solar fue entendida a partir de los trabajos
de el físico alemán Gustav Kirchhoff (1824-1887) en 1860; del físico inglés
James Maxwell, quién en 1864 elaboró una teoría que predecía la existencia de
toda una familia de radiaciones asociadas a los fenómenos eléctricos y
magnéticos: la radiación electromagnética; el físico austriaco Joseph Stefan
(1835-1893), quién hizo estudios de la radiación electromagnética,
descubriendo la ley de Stefan en 1879; de Boltzmann en 1884; de Wilhelm
Wien (1864-1928) físico alemán, quién investigó la radiación del cuerpo negro y
estableció la ley sobre la repartición de las radiaciones emitidas en función de
la temperatura en 1895 y del físico alemán Max Planck (1858-1947), quién
desarrollo la teoría cuántica a principios del siglo XX.

En relación al desarrollo de la dinámica atmosférica, todos los avances


científicos fueron logrados gracias al trabajo y esfuerzo de muchos
investigadores, entre los que destacan: el astrónomo polaco Nicolás Copérnico
(1473-1523), el astrónomo danés Tycho Brahe (1546-1601), el astrónomo
alemán Johann Kepler (1571-1630), el físico italiano Galileo Galilei (1564-
1642), y el físico y matemático inglés Isaac Newton (1642-1727), quién propuso
las tres leyes de movimiento de los cuerpos; todos ellos precedidos por los
sabios griegos Arquímedes (287-212 a.C), Euclides (330-275 a.C.) y Pitágoras
(582-497 a.C.). Aunque las leyes de Newton dan una explicación de la relación
entre la masa, la fuerza y la aceleración de los cuerpos, estas no aclaran
mucho sobre la naturaleza, ni las causas, de las fuerzas que actúan sobre la
atmósfera. Las leyes de Newton (del movimiento), de Boyle y Charles (de los
gases) y de Joule (de la conservación de la energía), forman los principios
fundamentales, para poder dar una explicación de los fenómenos
termodinámicos y dinámicos en la atmósfera. Con estos principios se sentaron
las bases para el desarrollo de la hidrodinámica y aerodinámica clásicas,
iniciadas a mediados del siglo XIX, casi simultáneamente con el desarrollo de
los principios de la termodinámica. Algunas de los mas importantes
contribuciones se debieron a los trabajos del matemático suizo Daniel Bernoulli
(1700-1782); del matemático suizo Leonardo Euler (1707-1782); del
matemático francés José Luis Lagrange (1736-1813) y del astrónomo francés
Pierre-Simón Laplace (1749-1827), quienes comenzaron a examinar las
consecuencias de las leyes de Newton en el movimiento de fluidos ideales (sin
fricción); poco después se hicieron notorias grandes diferencias con los fluidos
reales y el efecto de la fricción, por el ingeniero inglés Osborne Reynolds
(1842-1912), el meteorólogo inglés William Napier Shaw (1854-1945) y el físico
irlandés George Stokes (1819-1903). Posteriormente se estudiaron las
propiedades turbulentas, de inestabilidad y térmicas convectivas de los fluidos,
por el físico y filósofo austriaco Ernest Mach (1838-1916), el físico inglés John
William Strutt Lord Rayleigh (1842-1919), los físicos alemanes V.Ekman (1874-
1954) y Ludwig Prandtl (1875-1953); por los ingleses O.Sutton y Geoffrey I.
Taylor (1886-1975), el físico húngaro-americano Theodore Von Karman (1881-
1963) y los rusos A.N. Kolmogorov (1903-1967) y Aleksandr Obukhov (1918-),
quién realizó valiosas investigaciones sobre la teoría de la turbulencia y su
aplicación a la meteorología.

3. El desarrollo tecnológico de la Meteorología.


En la actualidad, en el siglo XX, aún hay una gran cantidad de fenómenos
naturales que no se han explicado e incluso que son prácticamente
impredecibles. Cuantas veces se oye decir que los meteorólogos de la radio o
televisión pronostican que habrá lluvia, y sin embargo, se tenga un cielo
completamente despejado de nubes!. Es muy fácil decir que los meteorólogos
son más bien ‘mentirólogos’, pués parece que la mayoría de las veces no le
‘atinan’ al tiempo. En realidad, lo que pasa es que nunca se repiten las mismas
condiciones atmosféricas, de tal manera que el pronóstico meteorológico solo
se puede hacer estimando una cierta probabilidad de que suceda tal evento,
pero muy difícilmente con una probabilidad del 100 %.

La variación de la composición y estructura de la atmósfera en la altura fue


inicialmente detectada en el siglo XVII, al notarse las variaciones en las
montañas; sin embargo, fue a partir del inicio del siglo XX, con el uso de
distintos instrumentos, cuando se empezaron a medir los distintos parámetros
atmosféricos. En 1900 el meteorólogo francés Léon-Philippe Teisserenc de
Bort (1855-1913) observó por primera vez la atmósfera por medio de globos,
descubrió una fuerte inversión de la temperatura, a partir de la cual se inicia la
estratosfera, donde la temperatura disminuía con la altitud hasta unos 15
kilómetros, para después continuar aumentando. A partir de este
descubrimiento, se continuo la observación de las otras capas atmosféricas,
tanto por medio de globos, como cohetes, particularmente para el estudio de la
mesosfera y termosfera. Unos años mas tarde, Kennelly y Heavyside
descubrieron la ionosfera (la región de la estratosfera que contiene una alta
concentración de iones). La presencia de capas ionizadas en la atmósfera
superior fue muy estudiada por el físico inglés Edward Appleton (1892-1965)
quién descubrió las capas E y F en la ionosfera. El origen de la ionización fue
descubierto por Hess, quién encontró que la atmósfera estaba continuamente
bombardeada por partículas y radiación de alta energía provenientes del
espacio exterior y del sol. En 1958 los satélites norteamericanos y soviéticos
registraron unos anillos de radiación, en forma de dona, que rodean la Tierra a
una distancia entre 700 y 48,000 km de la superficie terrestre; fue el físico
norteamericano James Van Allen quién descubrió los cinturones de radiación
de alta energía que circundan la tierra. La existencia de la ozonosfera fue
inicialmente propuesta por por el físico inglés Hartley en 1880 y posteriormente
descubierta a principios del siglo XX; fue el físico inglés Sidney Chapman en
1930 quién estudió los procesos fotoquímicos para explicar la generación del
ozono.

El físico sueco Svante Arrhenius (1859-1927) sugirió que los cambios


pequeñisimos en el contenido de CO2 de la atmósfera podían originar los
cambios climatológicos, que varían desde un amplio mundo tropical hasta las
extensas edades glaciares. Una teoría mas reciente expuesta por el
oceanógrafo norteamericano William Ewing supone que cuando el clima llegó a
ser bastante caliente para fundir el hielo en el ártico, el vapor de agua entró en
la atmósfera y proporcionó nieve para formar los glaciares en las regiones
continentales.

Los físicos suizos Auguste y Jean-Felix Piccard (1884-1962) fueron de los


primeros que ascendieron a la estratosfera en un globo, alcanzando una altitud
aproximada de 17 km, en 1931, y de las profundidades submarinas con su
batiscafo. En 1938, un globo, llamado Explorer II, llegó hasta los 20 km, y en
1960, los globos tripulados habían alcanzado ya alturas de mas de 34 km,
mientras que los no tripulados ascendieron hasta cerca de los 47 km. Con
todas estas nuevas formas de exploración, se pudo descubrir y explicar la
estructura vertical de las distintas variables atmosféricas.

Hacia los comienzos del siglo XX, dos investigadores usaron los cohetes (que
habían sido inventados por los chinos en el siglo XIII) para estudiar la
atmósfera superior y el espacio exterior (con anterioridad, el escritor francés
Julio Verne había imaginado un cañón con un dispositivo de lanzamiento para
su viaje de la tierra a la luna): el físico ruso Konstantin Tsilkovski (1857-1935) y
el físico norteamericano Robert Goddard (1882-1945). Goddard, en los años
1934 y 1935, logró construir un cohete con autopropulsión a base de oxígeno
líquido, con una velocidad máxima de cerca de 884 km/hr. El 4 de octubre de
1957, las teorías de Tsilkovsky fueron hechas realidad por la Unión Soviética al
poner en órbita el primer satélite: El Sputnik I, iniciándose la era espacial. Poco
después el científico alemán Wernher Von Braun (1912- ), el 31 de enero de
1958, puso en órbita el primer satélite artificial de Estados Unidos: El Explorer I.
Desde entonces, ambos paises han lanzado cientos de satélites de todo tipo:
para comunicación, de televisión, científicos, etc. En particular, el primer
satélite meteorológico, El Tiros I fue lanzado el 1 de abril de 1960, por los
Estados Unidos, con el que se obtuvieron miles de fotografías de la nubosidad
terrestre y se pudieron hacer las primeras investigaciones de los fenómenos
meteorológicos de distintas regiones del mundo donde aún no se tenía
información; por ejemplo, se pudieron hacer observaciones de la zona de
generación de huracanes, la evolución de los mismos, etc. Hacia fines de la
década de los 1960’s, los servicios meteorológicos de los distintos paises
usaban con regularidad las imágenes de satélite para hacer sus predicciones.

Los cohetes no hubiesen sido de tanta trascendencia en la investigación de la


atmósfera, de no ser por otro invento paralelo: la telemetría aplicada por
primera vez en 1925 a la investigación atmosférica en un globo por el científico
ruso Piotr A. Moljanov. Esta técnica de medir a distancia permitió que los
investigadores tuvieran acceso a la información de zonas remotas en la
atmósfera, los océanos y el espacio exterior. Con estas nuevas formas e
instrumentos de observar la atmósfera superior, el geofísico inglés Sidney
Chapman investigó por primera vez las características de la mesosfera en
1950.

Robert Billwiller (1849-1905), meteorólogo suizo, introdujo el sistema de avizos


telegráficos rutinarios sobre el estado del tiempo y sobre pronósticos del tiempo
en Europa. Durante la Segunda Guerra Mundial, tanto los japoneses como los
estadounidenses, descubrieron la existencia de la ‘corriente de chorro,
localizada en las latitudes medias a una altura promedio de 8-12 km, donde se
observan vientos con intensidades de 800 km/hr, que soplan de oeste al este.

La Oscilación del Sur fue descubierta por Sir Gilbert Walker, en la década de
1920. Walker fue uno de los primeros meteorólogos en aplicar las técnicas
estadísticas para analizar y predecir los fenómenos meteorológicos. Más tarde
se descubrió la circulación tridimensional este-oeste, relacionada con la
Oscilación del Sur, siendo llamada “Circulación Walker”.

A principios de 1940, los norteamericanos Vincent Joseph Schaefer (1906- ) e


Irving Langmuir (1881-1957), fueron de los primeros científicos que trabajaron
la modificación del estado del tiempo; en 1946 un avión arrojó anhídrido
carbónico (hielo seco) sobre un banco de nubes. Se creé que estos
experimentos dieron lugar a la primera precipitación atmosférica artificial de la
historia. Bernard Vonnegut (1914-?) físico norteamericano, analizó las
propiedades del hielo y sus aplicaciones; comprobó que los cristales de yoduro
de plata sirven como partículas higroscópicas que pueden producir lluvia
artificial.

Alfred Wegener (1880-1930) geofísico y meteorólogo alemán, escribió varios


libros sobre la atmósfera, el clima y el origen de los continentes y los océanos.
En 1906, Wegener usó por primera vez papalotes y globos para estudiar la
atmósfera polar. Publicó en 1915 uno de los libros más controversiales e
influyentes de la ciencia moderna: El origen de continentes y océanos, en
donde plantea su famosa teoría sobre la deriva continental.

A finales del siglo XIX y principios del XX, la comunidad científica le dió una
gran atención al estudio de los fenómenos atmosféricos, particularmente al
pronóstico del estado del tiempo, gracias a la invención de distintos
instrumentos y aparatos de observación y medición y por la organización de
redes locales de observación. Algunos de los conceptos de mayor impacto
fueron por ejemplo aquellos por el grupo de científicos noruegos como el físico
Vilhelm Bjerknes (1862-1951), el físico Jacob Bjerknes (1897-1975) y Tor
Bergeron (1891-1959), con sus modelos de circulación atmosférica, al
demostrar los efectos dinámicos de las variaciones de densidad, tan
importantes en el movimiento de la atmósfera y los océanos; también
observaron que, a través del movimiento de las nubes, las distintas
perturbaciones atmosféricas se pueden desarrollar y evolucionar a grandes
vórtices (tales como las tormentas extratropicales) o perturbaciones en los
vientos del oeste en la alta tropósfera, con la que posteriormente pudieron
desarrollar su teoría de los frentes meteorológicos, basada en el movimiento de
las masas de aire. Cuando se aplicaron estos conocimientos a la meteorología
operacional, se mejoraron considerablemente los pronósticos del estado del
tiempo.

Poco después el meteorólogo sueco Carl Gustav Rossby (1898-1957) y otros


ampliaron estos conceptos para desarrollar la teoría de las ondas planetarias y
las corrientes de chorro en la alta tropósfera, las cuales fueron observadas
durante la II guerra mundial. Posteriormente fue evidenciado la fuerte
conección entre los sistemas ondulatorios de la alta troposfera con el desarrollo
de los distintos fenómenos en la superficie.

En la actualidad hay satélites artificiales meteorológicos orbitando la tierra que


observan continuamente la atmósfera y la superficie de la tierra, que transmiten
información e imágenes de los distintos parámetros atmosféricos y oceánicos.
La Organización Meteorológica Mundial tiene a su cargo la coordinación de los
programas mundiales para operar la red mundial de datos atmosféricos. La
predicción meteorológica es una ciencia compleja que requiere, para su
precisión, de una observación frecuente de estados del tiempo en todo el
planeta. Antes de la era espacial resultaba imposible lograr estas condiciones,
ya que se carecía de redes de observatorios en las regiones selváticas, mares,
océanos y montañas, y se contaba solo con pocas estaciones meteorológicas
terrestres que proporcionaban información puntual y ocasional. En muy pocas
veces se obtenía información basada en el sondeo vertical mediante globos
meteorológicos. La utilización de satélites meteorológicos se inicia en los años
sesenta, y actualmente se cuenta con dos tipos de satélites meteorológicos, los
puestos en órbita polar, que se mueven alrededor de la tierra a una altura de
1,000 km pasando por los polos 1 vez cada 24 horas y los puestos en órbita
geoestacionaria, situados a 36,000 km sobre la superficie terrestre, los cuales
están fijos con respecto al ecuador terrestre, moviéndose con ellos. Estas
nuevas plataformas de observación telemétrica han revolucionado la
investigación y operación meteorológica. Los satélites contribuyen también a la
pronta detección y observación del desenvolvimiento de tempestades. Con
ayuda de satélites de comunicación, se estableció a nivel mundial un sistema
de alarma para alertar la población y así evitar o reducir las pérdidas de vidas
humanas y daños materiales.

En los comienzos del siglo XX la ciencia de la meteorología sentó sus


fundamentos teóricos. A partir del siglo XVII hasta principios del siglo XX, las
leyes de movimiento, formuladas por Newton, y las leyes de termodinámica,
fueron adaptadas para describir el movimiento de la atmósfera en la tierra en
rotación y los procesos del aire y el vapor de agua. Sin embargo, poco avance
se logró en el área del pronóstico meteorológico; los pronósticos se hacían en
forma intuitiva, los meteorólogos analizaban ejemplos pasados similares, para
proponer la posible evolución del fenómeno. Sin embargo, este método
subjetivo, simple y modesto, no era suficiente para cubrir las necesidades
operativas, pués siempre se encontraba un desarrollo diferente en la evolución
del fenómeno, el tiempo meteorológico es tan variable, que nunca parece
repetirse en la misma forma.

Los meteorólogos han sabido desde hace mucho tiempo que el método de
casos análogos no está basado en principios científicos. En 1901 el
meteorólogo americano Clevelan Abbe, propuso cambiar los métodos
subjetivos y empíricos del pronóstico del tiempo a métodos matemáticos y
científicos. Tres años después, el físico noruego Vilhelm Bjerknes,
independientemente, propuso la misma idea. Sin embargo, estos dos
científicos estaban fuertemente limitados por los bancos de datos, que en esa
época no incluían la atmósfera superior, ni datos sobre los océanos, por lo que
no pudieron encontrar un camino para hacer un pronóstico matemático del
estado del tiempo.

Pocos años después, el matemático inglés Lewis Fry Richardson (1881-1953)


encontró un camino y pudo establecer las bases matemáticas para el
pronóstico numérico del estado del tiempo, en su libro publicado en 1922;
desgraciadamente, sus métodos matemáticos requerían una gran cantidad de
horas-hombre de cálculo (incluso meses) de trabajo, por lo que no pudo lograr
buenos pronósticos. Después del invento de las computadoras, se pudo
descubrir cuales fueron los errores que Richardson cometió en esos primeros
cálculos. El físico húngaro John Von Neumann (1893-1957) profesor de la
Universidad de Princeton, organizó un grupo de trabajo en 1946 para
desarrollar el primer modelo computacional de pronóstico del tiempo, con
ayuda de la computadora llamada MANIAC (analizador matemático, integrador
numérico y computadora). En 1922 Jacob Bjerknes y el físico noruego Halvor
Solberg (1895- ) compararon la evolución de un ciclón extratropical con la
amplificación de una onda. Poco después Solberg analizó el problema de la
ciclogénesis como un problema de inestabilidad de ondas, el cual fue crucial
para el entendimiento de la teoría del caos, propuesta por Edward Lorenz.

En 1949 el meteorólogo inglés E.T. Eady notó que casos muy similares, podían
evolucionar de manera totalmente diferente, pequeños errores en las
observaciones o en el análisis, podían crecer a grandísimas diferencias en el
pronóstico de los siguientes dias. La teoría de ciclogénesis de Solberg no pudo
ser completa, pués no se tenían observaciones de la atmósfera superior. Con
la invención de la radiosonda en 1927, por el meteorólogo finlandés Vilho
Vaisalla (1899-1969), se pudo recolectar los datos necesarios y en 1937 Jacob
Bjerknes pudo descubrir ondas en la atmósfera superior. Dos años mas tarde,
Carl-Gustaf Rossby, quién fundó el Departamento de Meteorología en el
Instituto Tecnológico de Massachussetts en 1928, proporcionó la primera teoría
matemática para explicar las ondas atmosféricas, que fueron nombradas ondas
de Rossby. Durante la II Guerra Mundial, se dió un fuerte avance a la red de
observaciones de altura, por lo que fue posible obtener la primera imagen tri-
dimensional de una tormenta extra-tropical. En 1944 Jacob Bjerknes y Jorgen
Holmboe propusieron una teoría sobre la dinámica de estos ciclones extra-
tropicales. Poco después, en 1944, el meteorólogo americano Jule Charney, un
estudiante de Holmboe, usó la teoría de Bjerknes-Holmboe y las ondas de
Rossby para estudiar la ciclogénesis de las tormentas, usando un modelo
numérico, el cual fue probado hasta 1950, cuando se usaron las primeras
computadoras.

Sin embargo, durante las siguientes dos décadas la tecnología de las


computadoras avanzó enormemente, mientras que el pronóstico numérico del
estado del tiempo, prácticamente no evolucionó. Este resultado, hizo suponer
al matemático y meteorólogo americano Edward Lorenz, desde principios de
los 1960’s, que el problema radicaba en la naturaleza misma de la atmósfera y
no en la capacidad de los modelos numéricos o las computadoras, es decir en
el caos propio de los fenómenos de la atmósfera.

A partir de la II Guerra Mundial se fueron mejorando las teorías y modelos


atmosféricos para la comprensión y el pronóstico meteorológico. Durante las
últimas décadas, las escuelas Americana y Europea han logrado un gran
avance en el conocimiento de las ciencias atmosféricas, todo lo cual revela la
necesidad de cambiar conceptos antiguos sobre la circulación general de la
atmósfera. Se ha hecho posible aplicar los principios de la hidrodinámica y la
termodinámica al problema del pronóstico meteorológico y climatológico,
generándose distintos modelos computacionales que regularmente
proporcionan sus pronósticos a la industria, al comercio, al gobierno y al
público en general.

Los métodos para hacer la predicción meteorológica han evolucionado a


grandes pasos desde la II Guerra Mundial, como consecuencia de los avances
tecnológicos: en computación, en observación por radares y satélites, y en
telecomunicaciones. Se han inaugurado muchas universidades y centros de
investigación especializados en la meteorología. En escala local, los datos se
transmiten principalmente por teletipo y radio simultáneamente a distintos
centros receptores alrededor del mundo; en cuestión de mas o menos una
hora, se tienen formados los bancos de datos usados para el diagnóstico y la
predicción del estado del tiempo.

El Sistema Global de Telecomunicaciones de la Organización Meteorológica


Mundial tiene la función principal de certificar la calidad y validez de los datos
originales (de superficie, de altura, de satélites, de aviones, de boyas, de
buques, de radiosondeo). En el término de unas 2 horas después de las
observaciones, se han dibujado mapas meteorológicos del estado del tiempo
en los centros meteorológicos y aeropuertos alrededor del mundo, los cuales
son transmitidos a los usuarios. Hasta hace unos pocos años, los mapas
meteorológicos eran preparados y dibujados por meteorólogos expertos en
pronóstico; en la actualidad los mapas y pronósticos meteorológicos son
preparados en forma automática por grandes sistemas computacionales; no
obstante, aún con todos estos avances tecnológicos y computacionales, la
última decisión sobre el pronóstico meteorológico la toma e hombre, cuya
imaginación, experiencia e intuición aún no logra ser igualada por las
máquinas.

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