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Caso “Steve V.


Steve V., un estudiante universitario de 21 años, había pasado por una incapacitante
temporada depresiva. Año y medio antes, su amiga, Linda, había terminado su relación. Sin
embargo, el largo historial psiquiátrico de Steve había empezado antes de que buscara ayuda en
el centro de servicios psiquiátricos de la universidad. Steve había entrado y salido de psicoterapia
desde el jardín de niños y estuvo hospitalizado dos veces por depresión cuando estaba en la
preparatoria. Su historia clínica, de casi cinco centímetros de ancho, contenía numerosos
diagnósticos, que incluían etiquetas como trastorno esquizoide de la personalidad, esquizofrenia
(tipo paranoide) y trastorno bipolar. A pesar de que su terapeuta en turno no encontró esas
etiquetas particularmente útiles, la historia clínica de Steve brindó algunas pistas de las causas
de sus problemas.
Steve V. nació en un suburbio de San Francisco, hijo único de una pareja muy adinerada.
Su padre, descendiente de escoceses, era un destacado hombre de negocios que trabajaba largas
horas y viajaba con frecuencia. En esas raras ocasiones en que se encontraba en casa, el señor V.
generalmente estaba preocupado por los asuntos de negocios y se distanciaba de su hijo. Las
pocas interacciones que tuvieron se caracterizaron por las constantes ridiculizaciones y críticas
hacia Steve. El señor V. estaba decepcionado de que su hijo pareciera tan tímido, débil y
apartado. Steve era en extremo brillante y le iba bien en la escuela, pero el señor V. sentía que
le faltaba la “rudeza” necesaria para prosperar en el mundo de hoy. Una vez, cuando Steve tenía
10 años de edad, regresó de la escuela sangrando por la nariz, llorando y quejándose de que sus
compañeros lo molestaban. Su padre no mostró compasión; en cambio, lo regañó furiosamente
por perder la pelea. A su padre le gustaba citar al famoso entrenador de los Empacadores de
Green Bay, Vince Lombardi, “ganar no es todo, ¡es lo único!” En presencia de su padre, Steve
usualmente sentía que valía poco, humillado y temeroso de hacer o decir algo mal.
La señora V. era muy activa en asuntos cívicos y sociales, y también pasaba poco tiempo
con su hijo. A pesar de que trataba a Steve con un poco más de calidez y amor que su padre, rara
vez lo defendía cuando el señor V. lo molestaba. Por lo común, ella permitía a su esposo tomar
las decisiones familiares. En realidad, la señora V. era muy solitaria. Se sentía abandonada por su
marido y guardaba un profundo resentimiento hacia él, pero tenía miedo de expresarlo.
Cuando Steve era un niño, su madre muchas veces le permitió dormir en su cama cuando
su esposo se iba de viaje por negocios. Ella generalmente se vestía muy poco en estas ocasiones
y era muy expresiva, tocando, acariciando y besando a Steve. Esta conducta continuó hasta que
él tuvo 12 años, cuando su madre de manera abrupta se negó a dejarlo entrar a su cama. La
repentina supresión de este privilegio confundió y enojó a Steve, que no sabía qué había hecho
mal. Sabía que su madre se había enojado mucho cuando despertó una noche para encontrarlo
masturbándose junto a ella.
La mayor parte del tiempo, los padres de Steve parecían vivir separados uno del otro y de
su hijo. En realidad, a él lo crió una sirvienta que no hablaba inglés, cuya idea de cuidarlo era
encerrarlo en su cuarto durante todo el día. Casi no tenía amigos de su edad. Sus cumpleaños se
celebraban con un pastel, pero los únicos que asistían eran Steve y su madre. A la edad de 10
años, Steve había aprendido a mantenerse ocupado con “juegos mentales”, permitiendo que su
imaginación lo llevara al mundo de la fantasía. A menudo se veía a sí mismo como una figura
poderosa, Superman o Batman. Sus fantasías muchas veces eran en extremo violentas y vencía
a sus enemigos sólo después de derramar mucha sangre.
Conforme Steve crecía, sus fantasías y héroes se volvieron cada vez más amenazadores y
malvados. Cuando tenía 15 años de edad, obtuvo un video pornográfico que veía de manera
repetida en su cuarto. Generalmente, se masturbaba al ver escenas de mujeres que eran
violadas. Entre más violentos eran los actos hacia las mujeres más excitado se sentía. Steve ahora
recuerda que pasaba mucho de su tiempo libre, entre las edades de 15 y 17 años, viendo cintas
pornográficas o películas violentas, de las cuales su favorita era The Texas Chainsaw Massacre
(Masacre en Texas), en la que un hombre loco corta en pedazos a las mujeres con hachas y
sierras. Steve siempre se identificó con el personaje que llevaba a cabo los asesinatos; algunas
veces, imaginaba que sus padres eran las víctimas.
Aproximadamente a la edad de 16 años, Steve se convenció de que fuerzas externas
controlaban su mente y su conducta, y provocaban sus fantasías. A menudo experimentaba
sentimientos de culpa y ansiedad tras alguno de sus juegos mentales. A pesar de sentirse
fuertemente atraído por su mundo de fantasía, también sabía que algo estaba mal en él y consigo
mismo. Después de ver la película The Exorcist (El exorcista) se convenció que estaba poseído
por el demonio.
Hasta este momento, Steve había sido callado y retraído. En el jardín de niños, la psicóloga
de la escuela había descrito su condición como “tipo autista” porque Steve rara vez hablaba,
parecía no responder al medio ambiente y era socialmente aislado en el aspecto social. Sin
embargo, con el desarrollo de su interés por el ocultismo y la posesión demoniaca, se volvió
extrovertido, extravagante e incluso exhibicionista. En contra de su voluntad, sus padres lo
hospitalizaron dos veces con diagnósticos de trastorno bipolar y esquizofrenia en remisión. El
señor V. sugirió muchas veces que Steve había heredado “genes malos” por parte de la familia
de su esposa porque uno de los hermanos de la señora V. tuvo un historial de enfermedad
mental.

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