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Travar El Saber. Pro769logo.
Travar El Saber. Pro769logo.
Travar el saber
Educación de personas trans y travestis en Argentina:
relatos en primera persona
ISBN 978-987-4127-61-7
1. Género. 2. Sexualidad. I. Alonso, Nacho II. Martínez , Juliana , comp. III. Vidal-Ortiz,
Salvador , comp.
CDD 305.906
Travar el saber
Educación de personas trans y travestis en Argentina:
relatos en primera persona
Nacho Alonso
Dalia Silvana Álvarez Valverde
Lourdes Antonella Arias
Angelina Ayala
Claudia Elizabeth Ayala
Lara María Bertolini
Yamila Alejandra Cabral
Koral Trinidad Chota Flores
Lucía Romina Escobar
Alma Fernández
Viviana González
Evelyn Nieves González Ojeda (“Tuti”)
Yesica Gutiérrez (“La Turca”)
Pilar Isasmendi
Maryanne Lettieri
Ariana Linares Araujo
Bella Karola Macedo Flores
Andrés Mendieta
Oriana Miranda
Sofía Moreno
Vicky Pavón Torres
Adriana Peluffo
Mónica Ríos Altamirano
Lautaro Miguel Rosa
Jennifer Ruiz
Belén Salas
Alma Catira Sánchez
Hamir Ramiro Santillán
Dylan Ariel Scarone
Sabrina Jazmín Segovia
Vir Silveira
Tyra Tolaba
Claudia Vásquez Haro
A quienes pusieron, ponen y pondrán el cuerpo
para crear escuelas y sociedades
más equitativas e incluyentes.
Índice
Agradecimientos.....................................................................................15
Prólogo .....................................................................................................17
Introducción............................................................................................23
Anexo
Preguntas guía.........................................................................................195
Reconocimientos de apoyo importantes:
Travar el saber 15
Vásquez Haro, como inmensa guerrera y generosa referenta, dispuesta
incluso a partir su casa en dos; y a Miguel Nicolini, por ayudar a recopi-
lar los relatos de la UNDAV (también gracias a Claudia por proveernos
la introducción de la OTRANS). En la UNDAV, a Malena Haboba, por
sus mates, por su firmeza, y su insistencia en hacer que en la UNDAV
“el género” sea más que dos (también gracias a Migue por proveernos
la introducción de la UNDAV). A todos ellos, gracias – por ser líderes y
liderezas que pusieron toda su energía a diario para lograr que sus es-
tudiantes no solo se matriculen, sino que su afán sea el completar cada
semana y cada período, muy a pesar de las grandes y pequeñas cosas de
la cotidianidad que a veces se interponen en esas metas.
Un agradecimiento muy fuerte a Alma Fernández, por volar con
nosotros. Por confiar. Por vivir y bailar y reír con gusto, con ganas,
capturando aires limeños y porteños e imaginando unos mundos
idóneos, utópicos, en nuestro entorno, pero también poniendo el
cuerpo para que se logren. Gracias por compartir tus alas de mari-
posa con nosotros.
A Agustín García Mujica de OTRANS, y a Marco Rincón y Ma-
nuel Mireles de La Mocha ¡Gracias por las fotos! (derechos de autor
reconocidos).
A Facundo Abalo, Director de la Editorial de la Universidad Na-
cional de La Plata: nos diste una maqueta y nos dijiste: ¡dibujen lo que
sea! Casi a ciegas… Gracias por todo el apoyo del equipo editorial y
por la maravillosa presentación del libro.
En American University, debemos agradecerle a Eric Hershberg,
Director del Centro de Estudios Latinoamericanos y Latinos, por
habernos dado lo que fueran los primeros fondos para imaginarnos
un proyecto en la Argentina. Al Colegio de Artes y Ciencias, tanto a
su Decano, Peter Starr, como al Vice Decano de Investigación Grad-
uada, Ulysses Sofia, por su apoyo con fondos, en más de una ocasión,
para los viajes y hospedajes. Finalmente, ambos quisiéramos agrade-
cer a Mary Clark, la Vice Rectora Académica, por su apoyo con una
financiación adicional para subsecuentes viajes.
Desde mediados del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX,
la escuela pública en Argentina se presentó como la institución por
excelencia encargada de garantizar el progreso, tarea no menor en un
país que se refundaba al calor de unos acontecimientos, que lejos de
desplegarse sobre territorios vírgenes en lo material y lo simbólico,
necesitaron ser virginizados de manera coercitiva. La escuela, de esta
manera, se convirtió en el ámbito social específicamente diseñado
para reorganizar el pensamiento de unos sujetos que serían los encar-
gados de llevar adelante el ideal civilizatorio y garantizar la reorgani-
zación del sistema social. Sujetos considerados en tanto masa homo-
génea a la que había que esculpir, instruir y formar, contra aquella
otra idea que habría sostenido la barbarie como el impedimento u
obstáculo de un progreso – siempre lineal– hacia la civilización.
El rol de la escuela en la constitución del Proyecto Nacional Ar-
gentino ha merecido numerosos análisis desde diferentes disciplinas
que dieron cuenta de los distintos modos de funcionamiento institu-
cional y cristalización de unos ideales forjados alrededor de la cultura
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escrita. Esta historia podría dividirse en varias etapas, cada una de
ellas con sus particularidades territoriales, personas que encarnaron
en nombre propio ideales y modelos pedagógicos prefabricados. Sin
embargo, hubo un fenómeno que mereció especial atención por sus
implicancias ideológicas, pregnancia y poder multiplicador: lo que se
conoció dentro del sistema educativo argentino como el normalismo
y la proliferación de las Escuelas Normales.
Más allá del modelo pedagógico que las llamadas Escuelas Norma-
les impulsaron, el perfil de alumnos y alumnas promovido y el modo
en que entendieron a la cultura escrita, cabe señalar la contundencia
con que agruparon todo su arsenal de mecanismos regulatorios al
servicio de la construcción de unas demarcaciones que – haciendo
honor a su nombre– rápidamente se erigieron como rígidas normas,
en el sentido de condición de acceso y permanencia, dentro de las
instituciones escolares. En este sentido, la construcción de las normas
de funcionamiento del sistema escolar fue creando, en el mismo mo-
vimiento, a aquellas anormalidades que habría que identificar, seña-
lar, encapsular, normalizar o bien expulsar en el caso de que no fuera
posible su asimilación a un proyecto que tendería a borrar las dife-
rencias, no en pro de un plan de igualdad, sino más bien de un plan
de igualación. El signo de la inclusión se trazó allí con el mismo gesto
de la violencia que lo nombraba, ya que lo que no decía y omitía ese
ideal normativo era a través de qué mecanismos se iba construyendo
esa norma, y cuántos otros iban quedando fuera de ella.
De cualquier modo, se concurriría a una simplificación errónea y
lineal suponer que este proceso en Argentina se llevó adelante única-
mente a través de mecanismos coercitivos, a la manera de una domi-
nación vertical. La prolífica expansión de este modelo educativo no
podría obtener éxito sin el acuerdo de grandes sectores de la pobla-
ción que vieron en él la materialización de sus aspiraciones y deseos
personales. De esta forma, la histórica relación entre el camino hacia
el progreso, por un lado, y la educación como la mejor herramienta
para lograr ese cometido, por el otro, se fue ramificando en un país en
1 Durante este período existían dos instrumentos legales que se ubicaron al servicio
de la regulación del modelo del Normalismo: la Ley 1420 y el reglamento para la
Escuela Normal de Maestros de la Provincia de Buenos Aires (1877).
Travar el saber 19
la norma, pensada aquí como letrada, pero que claramente se dispo-
nía como regla o pauta de funcionamiento social. Esta escuela –que
se enuncia desde una inclusión universal y que esgrime un ideal su-
puestamente liberador– se articula con toda una serie de prácticas y
mecanismos de violencia simbólica que legitiman las relaciones de
dominación de unos sujetos sobre otros, y al mismo tiempo refuerza
la teoría de que “algunos bienes culturales se ofrecen solo a aquellos
sujetos que ya cuentan con capitales para apropiárselos antes de su
ingreso a la institución”.
A la manera de un mago que crea la ficción de un objeto que apa-
rece en el vacío, el modelo pedagógico clásico exhibe aparentemente
para todos por igual el carácter inaugural de las herramientas para el
acceso a la cultura, pero disimula que esas herramientas ya se hallan
en la mochila de sus alumnos antes de su paso por el aula. De este
modo, según Bourdieu, “los sistemas escolares reproducían y pre-
miaban, bajo la adjudicación de desigual capacidad intelectual o inte-
rés frente al conocimiento lo que, en realidad, eran las consecuencias
de las asimetrías sociales que coronaban simbólicamente” (2009: 35).
En ese marco, y valorizada como espacio de socialización, la es-
cuela pretendió ser un ámbito en el cual se suspendieran los conflic-
tos del mundo adulto: fundamentalmente el tratamiento dispar y la
segregación propios de una sociedad no equitativa. Sin embargo, la
escuela argentina jamás fue el “segundo hogar”, ni tampoco se consti-
tuyó como el espacio inclusivo que ostentaba. La escuela como ámbi-
to de disciplinamiento (fundamentalmente de los cuerpos) ha sabido
cobijar solo aquello que ella misma fue creando. Paradójicamente, se
ha definido y legitimado con esta ilusoria noción inclusiva y univer-
salista. Ilusión universalista que comporta una doble cara: universal
en sus contenidos y universal en sus alcances.
Este carácter universalizante ofrece claras limitaciones al momen-
to de pensar las articulaciones entre escuela y sexualidad. La escuela
reproduce el ideal de familia monogámica y heterosexual, pero en el
mismo movimiento, calla los procesos violentos que ella misma eje-
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faro disruptivo que ilumina las posibilidades de una mayor inclusión
real del colectivo trans en toda la región. Sin el temor vetusto de ins-
cribir las coordenadas de enseñanza/aprendizaje en un proyecto más
amplio de construcción de ciudadanía con derechos, cada una de
estas experiencias fueron posibles en el marco de gobiernos popula-
res que materializaron políticas públicas de ampliación de derechos,
provocando cambios contundentes en la subjetividad de los y las in-
volucrados. En un contexto actual de amenaza latente a los derechos
conquistados, es vital jerarquizar estos espacios y los procesos que
llevaron adelante. Para esta tarea, nunca mejor que el compromiso
de los investigadores Juliana Martínez y Salvador Vidal-Ortiz, que
asumieron la labor con un involucramiento y empatía poco habitual
dentro de un campo académico tan proclive a la fetichización de los
objetos y su posterior abandono. La conjunción de investigación y
militancia, hicieron de este trabajo un círculo virtuoso entre todos
los involucrados.
Celebro la aparición de este libro que nos recuerda que el mundo
sigue siendo desigual e injusto, pero también que hay personas reales
poniendo el cuerpo para transformarlo.
Facundo Ábalo
Doctor en Ciencias Sociales
UNLP