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D.W. Winnicott
Actualidad Psicológica No 402
Noviembre de 2011
Carlos Eduardo Tkach
fue hecho a pesar y al margen de los estándares técnicos que reglamentaban lo que era y
debía ser la práctica analítica, dejándose sorprender por los efectos que se iban
produciendo y confiando en su propia convicción de lo que ponía en marcha.
En lo que denomina un tipo muy corriente de casos de psiquiatría infantil “hay
posibilidades de efectuar una psicoterapia profunda y eficaz haciendo un uso cabal de
una entrevista, o de un número limitado de ellas”. La consulta terapéutica formaría así
parte de uno de los modos de la psicoterapia (3). Por supuesto esta práctica se diferencia
del análisis de larga duración en el cual el trabajo se lleva a cabo “a partir de la
emergencia día por día en el material clínico de elementos inconscientes en la
transferencia”. No obstante, en la consulta terapéutica el psicoanálisis “sigue siendo la
base de mi tarea…el entrenamiento para este trabajo – que no es psicoanálisis – es el
entrenamiento en psicoanálisis” (3). Es posible entonces, según Winnicott, un trabajo
psicoterapéutico profundo y eficaz, basado en el psicoanálisis, pero que no es el
psicoanálisis que en cuanto tal que consiste en la labor continuada durante largo tiempo
que permite la emergencia de elementos transferenciales - de la neurosis de
transferencia - que se va desplegando poco a poco y es utilizada para la interpretación.
La brevedad de los pocos encuentros de dicha consulta terapéutica no daría podría dar
lugar a un trabajo de esta naturaleza.
En la entrevista psicoterapéutica “el terapeuta tiene un rol prefijado, que se basa en la
pauta de expectativas del paciente en la primera entrevista” (2). En el psicoanálisis “con
todas las de la ley” se trataría de un proceso y en dichas consultas de intervenciones
puntuales dadas ciertas condiciones específicas que presenta la transferencia en esos
primeros encuentros. La consulta terapéutica es “un espacio del psicoanálisis aplicado”
por el que tuvo un interés creciente a partir del “aprovechamiento de la primera
entrevista, o de las primeras entrevistas” (2).
Winnicott parece proponer algunos criterios para la indicación de dichas entrevistas
terapéuticas al aludir a “cierto tipo de casos”. Por un lado, se refiere a criterios
prácticos, es decir, de casos con los cuales por diversas razones resulta imposible poner
en marcha y sostener un proceso analítico. Pero por otro, no parece elegir la consulta
terapéutica sólo porque no se puede poner en práctica lo mejor que sería el
psicoanálisis. Al contrario, afirma que “no diría que un análisis cabal es siempre mejor
para un paciente que una entrevista psicoterapéutica”. Porque la experiencia demuestra
que “el tratamiento analítico a menudo deja intacta la sintomatología por un período
durante el cual las repercusiones sociales pueden complicar infinitamente la cuestión”.
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Hay casos “en los que un rápido cambio sintomático es preferible a una cura
psicoanalítica por más que uno prefiera esta última” (2). Obviamente Winnicott está
privilegiando en dichos casos el punto de vista terapéutico, el alivio del sufrimiento, que
una larga cura psicoanalítica podría dejar sin modificaciones, complicando la vida del
niño como efecto de las consecuencias sociales de su padecimiento. ¿A cuáles “casos”
se refiere entonces como los indicados para este tipo de intervención? Señala que es
frecuente que se presenten casos con “problemas clínicos agudos”, que cuentan con
condiciones ambientales suficientemente buenos, para los cuales “basta una pequeña
ayuda ofrecida al niño para que a menudo mejoren sus relaciones”, el ambiente cumple
con el resto de la ayuda necesitada (4). En este tipo de casos “el niño puede estar muy
gravemente perturbado desde el punto de vista clínico” por lo cual considera
urgentemente necesario poder diagnosticar los casos según que les sea o no aplicable
este tratamiento (5). Desde este punto de vista la consulta terapéutica consiste entonces
en una entrevista diagnóstica basada en la teoría de que no es posible efectuar ningún
tipo de diagnóstico sino es con la prueba de la terapia (4). Con esta posición pone en
práctica la idea freudiana original de que en el método analítico hay una coincidencia de
la investigación y el tratamiento.
La existencia de una familia en funcionamiento o al menos de una situación familiar que
hace el trabajo principal es la condición más favorable para la eficacia de este tipo de
intervención, ya que “lo que hace el terapeuta es producir en el niño un cambio
cualitativamente preciso y cuantitativamente suficiente como para permitirle a la familia
volver a funcionar, en relación con el niño”. Es improbable que esta terapia pueda
operar si el hogar ha sido destruido o alguno de los padres sufre una enfermedad
psiquiátrica grave (5). De modo que la parte principal del tratamiento queda a cargo del
propio hogar del niño y de sus padres, quienes requieren información y apoyo
constantes (6). Pero la ayuda profesional es indispensable para permitirle al niño o niña
usar a la familia para que facilite sus procesos madurativos.
Aunque Winnicott no explicita a qué llama problemas clínicos agudos, es posible
acercarse a dicha idea a través de las consultas que narra. Pero constatamos además que
una lectura atenta de los casos que presenta evidencia que el tipo de casos no se
restringía a dicha calificación. Por otra parte la referencia a los “casos agudos” es una
indicación precisa de inmenso valor para el trabajo con niños ya que los mismos
constituyen una dimensión nada infrecuente en nuestra práctica. Han sido puestos de
relieve por varios estudios psicopatológicos de la infancia, como variaciones durante el
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plantearía “la tarea de adecuar nuestra técnica a las nuevas condiciones”. La única
indicación que nos brinda - acerca de en qué consistiría ese adecuar la técnica para la
aplicación de la terapia analítica a las masas – es que sería preciso “alear el oro puro del
análisis con el cobre de la sugestión directa”. Pero cualquiera que sea la forma de esta
psicoterapia y no importa qué elementos la constituyan “sus ingredientes más eficaces e
importantes seguirán siendo los que ella tome del psicoanálisis riguroso” (7). Queda
abierto el interrogante acerca de en qué consistiría esa aleación del análisis puro con la
impureza de la sugestión que retomaremos más adelante.
En principio, para poder implementar esta técnica es fundamental tener adquirido el
dominio de la técnica clásica y haber llevado hasta sus últimas consecuencias una cierta
cantidad de análisis realizados mediante sesiones diarias durante años. Solamente así
podrá el analista “aprender lo que tiene que aprender de los pacientes, y sólo así
dominará la técnica de retener las interpretaciones que tienen validez sin relevancia
inmediata o urgente”. Es decir, que es una práctica que no recomienda para recién
iniciados. Su propio modo de ejecutarla lo describe como la de “un celista que, sólo
después de transitar el arduo sendero de la técnica, y una vez que ésta se da por
supuesta, se halla en condiciones de hacer música. Es bien escasa la satisfacción que se
obtiene del virtuosismo en la ejecución de una partitura escrita” (3).
Vayamos al dispositivo en sí cuya particularidad está dada como anticipamos por lo que
llama el aprovechamiento de la, o las primeras entrevistas. En ellas “el trabajo se
efectúa en la atmósfera subjetiva original del primer contacto”. Basándose en “la
capacidad del paciente de tener fe en una figura comprensiva y dispuesta a ayudarlo”.
(6). El paciente concurre con “una cierta creencia, o la capacidad para creer, en una
persona que lo ayude y comprenda”, también trae cierta desconfianza y el terapeuta
“aprovecha todo eso y actúa hasta el límite de las posibilidades que ofrece”. Es
axiomático, dice Winnicott, que si se proporciona un encuadre profesional correcto, una
motivación que tiene determinantes muy profundos hará que el paciente niño (o adulto)
que sufre la desazón, traiga ese estado a la entrevista de un modo u otro. Quizás
manifieste desconfianza, o confianza exagerada, o que se establezca pronto una relación
confiable y luego aparezcan las confidencias, cualquier cosa puede suceder y lo
significante es eso que sucede (2).
La gran dosis de confianza que le demuestran los niños en dichas ocasiones especiales
merece que le otorgue a las mismas una cualidad que describe con la palabra “sagrada”.
A partir de esa situación especial Winnicott supone que alguna relación debe haber
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Winnicott tiene para sí que la consulta terapéutica resulta una invención en la que
avanzó y deja su profundización para nosotros. Por ello plantea que “cualquier
estudioso de mi técnica personal debería investigar cómo me conduje en una larga serie
de casos, y entonces comprobaría que lo que hice en cada uno fue propio de ese caso en
particular. Confío en que después de un amplio examen de mis casos, el único rasgo fijo
que se observe sea la libertad con que usé mi conocimiento y experiencia para atender la
necesidad de cada paciente” (3). Es justamente lo que nos hemos aproximado a realizar.
Bibliografía: